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"El diablo En Invierno" (Nick & tu) - Página 8 Empty Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)

Mensaje por JaviOfJonas Mar 01 Feb 2011, 8:58 pm

SIGUELA PRONTO SUNNY!

ME ENCANTO EL CAP....

OBSTINADO NICK.... ¬¬ Y MALDITO ESOS IMBECILES CARPINTEROS BORRACHOS!

POR SU CULPA NO PASO NADA CON NICK.... :twisted:

TE QUIERO SUNNY! CUIDATE Y SIGUELA!

XOXO

JAVI'S JONAS
JaviOfJonas
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"El diablo En Invierno" (Nick & tu) - Página 8 Empty Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)

Mensaje por lovely last Miér 02 Feb 2011, 6:14 am

me encanto el cap estubo muy bien
lovely last
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"El diablo En Invierno" (Nick & tu) - Página 8 Empty Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)

Mensaje por Invitado Miér 02 Feb 2011, 8:13 am

El orgullo de ese hombre es bastante grande. Y lo de <<Dios me libre, tirar del pelo>> ¬¬ anda que. Aquí si tiene modales eee. No como en otros sitios. :¬w¬: :twisted: :yonofui:
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"El diablo En Invierno" (Nick & tu) - Página 8 Empty Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)

Mensaje por Chany Miér 02 Feb 2011, 7:08 pm

por favor siguela
soy nueva lectora y
me encantó
te juro que la amé jajaj
nos vemos
bye

siguela siguela siguela !!!!!!!!!!
Chany
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"El diablo En Invierno" (Nick & tu) - Página 8 Empty Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)

Mensaje por Invitado Jue 03 Feb 2011, 5:12 pm

Ola miis niñaas

ya les subo cap Las qiiero :)



Ahh Alice sigoo poniiendome al corriente con tu nove

en cuanto me ponga al corriente te aviso hasta ahora me encanta :)
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"El diablo En Invierno" (Nick & tu) - Página 8 Empty Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)

Mensaje por Invitado Jue 03 Feb 2011, 5:19 pm

CAPITULO 15





La tarde siguiente, Nick entró en la oficina para ver a ______, que estaba sumando recibos y anotando cantidades en un libro contable.

—Tienes una visita —le dijo sin preámbulo alguno. Sus miradas se cruzaron por encima del montón de papeles—. La señora Hunt.

______ lo observó asombrada mientras el corazón le daba un vuelco. Había estado pensando si debería escribir o no a Annabelle. Anhelaba ver a sus amigas, pero tenía miedo de que la hubieran condenado por haberse fugado con St. Jonas.
Se levantó despacio de la silla.

—¿Estás seguro de que no se trata de otro engaño?
—Estoy seguro —respondió Nick con ironía—. Todavía me resuenan en los oídos sus acusaciones e improperios. Ni la señora Hunt ni la señorita Bowman conciben que no te raptara, te violara y te obligara a casarte conmigo a punta de navaja.
—¿La señorita Bowman? —repitió ______, y pensó que no podía tratarse de Lissie, ya que seguía de viaje de novios con lord Wescliff—. ¿También está aquí Daisy?
—Y está que muerde. Deberías asegurarles que actuaste por voluntad propia, porque al parecer quieren denunciarme a la policía.
—No puedo creerme que hayan osado venir aquí —comentó ______, emocionada—. Estoy segura de que el señor Hunt no sabe que Annabelle está aquí.
—Desde luego —dijo Nick—. Hunt no permitiría que su esposa se me acercara a menos de diez kilómetros. Y los Bowman no aprobarían que su hija menor pusiera un pie en un club de juego. Sin embargo, conociendo a tus amigas, no me cabe duda de que habrán urdido una pérfida estratagema para ocultar sus actos.
—¿Dónde están? No me digas que las has dejado en la entrada de atrás.
—Están en la sala de lectura.

______ tenía tantas ganas de ver a sus amigas que tuvo que contenerse para no echar a correr en cuanto salió de la oficina. Se dirigió a paso rápido hacia la sala de lectura seguida de Nick. Cruzó el umbral y se detuvo, insegura.

Ahí estaba Annabelle, con su cabello dorado peinado en tirabuzones y una tez tan fresca como la de las lecheras idealizadas que aparecían en las latas de dulces. Cuando la conoció, la típica belleza inglesa de Annabelle la había intimidado tanto que no se había atrevido a hablar con ella, convencida de que la desairaría. Pero más adelante había descubierto que Annabelle era cariñosa y amable, con un sentido del humor que le permitía reírse hasta de sí misma.

Daisy Bowman, la hermana menor de Lissie, poseía un carácter decidido que contrastaba con su frágil y menuda figura. Idealista y fantasiosa, devoraba novelas románticas pobladas de bribones y tunantes. Pero la apariencia delicada de Daisy ocultaba una inteligencia perspicaz que la mayoría de gente solía pasar por alto. De piel lechosa, tenía pelo oscuro y ojos color jengibre...

Unos ojos picaros de pestañas largas y gruesas. Al ver a ______, sus amigas se precipitaron hacia ella con chillidos impropios de unas damas. ______ soltó una carcajada mientras se abrazaban y se besaban las mejillas, exultantes. Las tres jóvenes siguieron exclamando y chillando emocionadas hasta que alguien irrumpió en la habitación.

Era Joe, con los ojos desorbitados y la respiración rápida, como si lo persiguieran. Recorrió toda la habitación con mirada alerta y luego se relajó un poco.

—Maldita sea —masculló—. Creí que pasaba algo.
—No pasa nada, Joe —dijo ______, a quien Annabelle seguía rodeando los hombros con un brazo—. Son mis amigas que han venido a verme.
—He oído hacer menos ruido a los cerdos en el matadero—observó Joe agriamente a Nick.

La mandíbula de éste mostró una súbita tensión, como si se esforzara por contener la risa.

—Señora Hunt, señorita Bowman, les presento al señor Miller. Les ruego disculpen su falta de tacto, pero es que es...
—¿Un rufián? —sugirió Daisy con inocencia.

Esta vez Nick no pudo evitar sonreír.
—Iba a decir que es extraño que nos visiten damas.
—¿Es eso lo que son? —Joe dirigió una mirada de duda y fijó su atención en el pequeño rostro de Daisy.
—Había oído que los gitanos eran famosos por su encanto —comentó Daisy a Annabelle, ignorando deliberadamente a Joe—. Al parecer, es una creencia infundada.
—También somos famosos por llevarnos doncellas gaji—replico Joe con los ojos entornados.

______ intervino antes de que el intercambio subiese de tono.
—Si no tienes inconveniente —dijo a su marido—, me gustaría hablar en privado con mis amigas.
—Por supuesto —accedió él con impecable cortesía—. ¿Pido que os traigan té, cariño?
—Sí, por favor.

Una vez a solas, Daisy explotó:
—¿Cómo puedes hablar cordialmente con St. Jonas después de lo que hizo?
—Daisy —repuso ______ con tono contrito—, lamento tanto lo que le pa... pasó a Lissie, pero es...
—No me refiero a eso —la interrumpió acaloradamente Daisy—. Me refiero a lo que te ha hecho a ti. Aprovecharse de ti, obligarte a casarte con él y después...
—No me obligó. —______ dirigió la mirada de la cara indignada de Daisy a la preocupada de Annabelle—. ¡Os lo juro! Fui yo quien acudí a él. Sentémonos y os lo contaré todo. ¿Cómo habéis conseguido ve... venir al club?
—Mi marido está de viaje de negocios —explicó Annabelle con una sonrisa picara—. Y a los Bowman les dije que llevaba a Daisy conmigo de compras a St. James' Street. Soy su acompañante, ¿sabes?
—Y fuimos de compras —añadió Daisy con picardía—. Sólo que después hemos dado este rodeo.

Annabelle y ______ se sentaron en el sofá, y Daisy en un sillón. Con algunos tartamudeos, ______ les contó lo ocurrido desde que había abandonado el hogar de los Maybrick. Para su alivio, sus amigas no la condenaron por sus actos. En lugar de ello, se mostraron solícitas y comprensivas, incluso a pesar de que era evidente que no estaban de acuerdo con su proceder.

—Lo siento —dijo ______ en un momento dado, al ver cómo Annabelle fruncía el ceño—. Sé que no apruebas mi matrimonio con lord St. Jonas.
—Da igual si lo apruebo o no —comentó Annabelle con dulzura—. Seguiré siendo tu amiga hagas lo que hagas. No me importaría aunque te hubieras casado con el mismísimo diablo.
—¿Por qué hablas en condicional? —preguntó Daisy.
—La cuestión es que ahora ya está hecho y queremos ayudarte —prosiguió Annabelle tras dirigir una rápida mirada de advertencia a Daisy.
—Sólo necesito vuestra amistad —sonrió ______ agradecida—. Me daba mucho miedo perderla.
—Eso nunca. —Annabelle alargó la mano para acariciarle el cabello—. Espero no ser impertinente, pero como dejaste la casa de tu familia de un modo tan apresurado, estoy segura de que no habrás podido llevarte demasiados vestidos. Así que te he traído algunas cosas. Sé que estás de luto, y sólo incluí prendas marrones, negras y grises. Y por supuesto camisones, guantes y cosas así. Pediré que los entren del carruaje. Tenemos casi la misma estatura, y creo que con unos pocos retoques...
—Oh, Annabelle —exclamó ______ a la vez que rodeaba a su amiga con los brazos—. ¡Qué amable eres! Pero no quiero que sa... sacrifiques parte de tu ajuar de novia por mí.
—No es ningún sacrificio —dijo Annabelle con una sonrisa—. En poco tiempo ya no podré llevarlos.

______ recordó que el mes anterior Annabelle le había confiado sus sospechas de que podía estar embarazada.

—Entiendo... Oh, Annabelle, he estado tan pre... preocupada con mis problemas que ni siquiera te he preguntado cómo estás. ¿Es cierto, pues? ¿Lo ha confirmado el médico?
—Sí—intervino Daisy, y se levantó para ejecutar una pequeña danza de la victoria, como si le resultara imposible seguir quieta un segundo más—. ¡Las floreros van a ser tías!

______ también se puso de pie y ambas se menearon con regocijo infantil, mientras Annabelle las miraba divertida.

—Pero míralas, Dios mío —dijo—. Ojalá Lissie estuviera aquí. Seguro que haría algún comentario sobre vuestra alocada celebración.

La mención de Lissie bastó para empañar la euforia de ______. Se dejó caer de nuevo en el sofá y miró a Annabelle con preocupación.

—¿Me perdonará por haberme casado con St. Jonas después de lo que le hizo?
—Por supuesto —contestó Annabelle con dulzura—. Ya sabes lo leal que es. Te perdonaría cualquier cosa, menos un asesinato. Puede que incluso eso. Pero me temo que perdonar a St. Jonas es otra cosa.

Daisy frunció el ceño y se tiró del vestido para alisarlo.
—St. Jonas se ha enemistado con lord Kevin. Lo que nos complica las cosas.

La conversación se interrumpió mientras una criada servía el té. ______ sirvió dos tazas para Annabelle y para ella. Daisy declinó tomar té y prefirió pasearse por la habitación para echar un vistazo a los libros de los estantes. Leyó con atención los títulos grabados en los lomos.

—La mayoría de estos libros tiene una capa de polvo encima —exclamó—. Se diría que hace años que nadie los lee.

Annabelle alzó los ojos con una sonrisa graciosa.
—Me apostaría algo a que nadie los ha leído. No es probable que los caballeros que frecuentan este club se dediquen a la lectura cuando disponen de tantas otras actividades más estimulantes.
—Pero ¿por qué tener una sala de lectura, si nadie lee nunca? —dijo Daisy—. No se me ocurre ninguna actividad más estimulante que la lectura. Pero si a veces, con alguna historia particularmente interesante, incluso noto que el corazón se me acelera.
—Pues sí hay una... —murmuró Annabelle con una sonrisa maliciosa. Pero Daisy, que seguía repasando las hileras de libros, no entendió el significado de sus palabras. Con una mirada a ______, Annabelle añadió en voz baja—: Y ahora que tratamos el tema, ______, me preocupa que no pudieras hablar con nadie antes de la noche de bodas. ¿Fue St. Jonas considerado contigo?

______ se ruborizó y asintió con rapidez.
—Como era de esperar, es muy experto —dijo.
—¿Pero fue atento?
—Sí, creo que sí.
—Es un tema incómodo, ¿verdad? —preguntó Annabelle, sonriente, en voz baja—. Pero si tienes alguna pregunta al respecto, aquí me tienes. Me siento como si fuera tu hermana mayor, ¿sabes?
—Yo siento lo mismo —aseguró ______, y le apretó la mano—. Supongo que hay un par de cosas que me gustaría preguntar, pero son tan...
—¡Vaya! —exclamó Daisy desde el otro lado de la habitación. Ambas alzaron los ojos y la vieron tirando de una sección de estanterías de caoba—. Cuando me apoyé en este estante, oí una especie de clic y empezó a abrirse.
—Es una puerta secreta —explicó ______—. En el club hay varias puertas que dan a pasadizos secretos, para esconder cosas si hay una redada policial, o si alguien tiene que irse apresuradamente...
—¿Adonde lleva éste?
—Oh, a ningún sitio al que quieras ir—dijo vagamente ______ ante el temor de que explicar algo más animaría a la audaz Daisy—. Es probable que a un armario de la limpieza. Será mejor que lo cierres.
—Mmm...

Mientras Daisy seguía examinando los estantes, ______ y Annabelle reanudaron su charla susurrada.

—Lo cierto es que lord St. Jonas ha aceptado pa... pasar un período de celibato por mí —anunció ______—. Si lo consigue, entonces reiniciaremos nuestras relaciones conyugales.
—¿Cómo dices? —susurró Annabelle con los ojos desorbitados—. Dios mío. No me creo que St. Jonas y celibato hayan sido mencionados antes en la misma frase. ¿Cómo diablos lograste convencerlo?
—Dijo... que me desea lo suficiente como para intentarlo.

Annabelle sacudió la cabeza, desconcertada.

—No es propio de él. En absoluto. Hará trampa, por supuesto.
—Sí. Pero creo que sus intenciones son sinceras.
—St. Jonas nunca es sincero —aseguró Annabelle irónicamente.

______ no pudo evitar recordar la urgencia desesperada del abrazo de St. Jonas en esa misma habitación. La forma en que su aliento le había acariciado el cuello. La ternura apasionada de sus besos. Y su voz al murmurar: «Te deseo más que a nada en este mundo...»

¿Cómo podía explicárselo a Annabelle? ¿Cómo podían las palabras justificar que su instinto le decía que lo creyera? Era ridículo pensar que ella, la desgarbada ______ Jenner, se hubiera convertido de repente en el objeto más deseado de un hombre como Nick, que había estado con las mujeres más hermosas de Inglaterra.

Sin embargo, Nick no era exactamente el mismo hombre que se había paseado con tanta arrogancia por la mansión de Kevin en Hampshire. Algo en él había cambiado, y seguía cambiando. ¿Se debía al rapto fallido de Lissie? ¿O había empezado después, durante el deprimente viaje a Gretna Green? Quizás el club tenía algo que ver en ello. Se comportaba de un modo extraño desde el momento en que habían puesto los pies en él. Buscaba algo que no parecía poder explicarse ni siquiera a sí mismo.

—Oh, no —dijo Annabelle con tristeza, mirando más allá de ______.
—¿Qué pasa? —______ se volvió.

En la habitación sólo estaban ellas dos, y una sección de estanterías estaba abierta. Daisy, de manera previsible, había seguido los impulsos de su curiosidad insaciable y había cruzado la puerta secreta.

—¿A donde conduce? —preguntó Annabelle con un suspiro, reacia a dejar el té a medio terminar.
—Depende de la dirección en que haya ido —contestó ______ con ceño—. Es una especie de pasadizo laberíntico que se bifurca, y hay escaleras secretas que conducen al primer piso. Gracias a Dios el club está cerrado; eso reduce los problemas en que podría meterse.
—Recuerda que se trata de Daisy Bowman —dijo Annabelle con sequedad—. Si existe la menor posibilidad de meterse en problemas, la encontrará.
Al recorrer el oscuro pasadizo, Daisy sentía la misma emoción que de niña, cuando Lissie y ella jugaban a piratas en su mansión de la Quinta Avenida de Manhattanville. Una vez concluidas sus lecciones diarias, salían al jardín: un par de diablillos con trenzas largas y vestidos rasgados que jugaban con aros y cavaban agujeros en los parterres de flores. Un día se les ocurrió crear una cueva pirata secreta, y se pasaron todo el verano abriendo un túnel en el seto que bordeaba la fachada y los lados de la casa. Lo habían cortado y podado diligentemente hasta que tuvieron un largo canal, donde entraban y salían como un par de ratoncitos. Habían celebrado reuniones secretas en su «cueva pirata», y habían guardado una caja de madera llena de tesoros en un agujero cavado junto a la casa. Cuando el airado jardinero descubrió su fechoría, horrorizado por la profanación de su seto, Daisy y Lissie estuvieron castigadas unas cuantas semanas.

Con una sonrisa nostálgica al recordar a su querida hermana mayor, Daisy sintió una oleada de soledad. Lissie y ella siempre habían estado juntas, peleándose, riendo, metiéndose en líos y rescatándose una a otra. Naturalmente, se alegraba de que Lissie hubiera encontrado a su media naranja en el tozudo Kevin, pero eso no impedía que la echara muchísimo de menos. Y ahora que las demás floreros, incluida ______, se habían casado, formaban parte del misterioso mundo conyugal del que ella seguía excluida. Pronto encontraría un marido. Algún caballero bueno y sincero que compartiera su pasión por los libros. Un hombre que llevara gafas, y a quien le gustaran los perros y los niños.

Avanzaba a tientas por el pasadizo hasta que casi se cayó por un pequeño tramo de escaleras que se encontró de repente. Un tenue brillo al pie de los peldaños la impulsó a bajar. A medida que se acercaba a la luz, vio que salía de una puerta entornada. Preguntándose qué habría al otro lado, se detuvo y oyó unos golpecitos repetidos. Una pausa, y más golpecitos.

La curiosidad pudo más que ella. Empujó la puerta con decisión y ésta cedió. La luz llenó el pasadizo mientras ella entraba en una habitación que contenía varias mesas y sillas, y un aparador con dos grandes teteras de plata. Tras rodear la puerta vio el origen de los golpecitos.Un hombre en cuclillas estaba reparando una moldura de la pared y clavaba clavos en la madera con martillazos expertos. Se irguió de un brinco y cambió la forma de sujetar el martillo, para utilizarlo como arma.

Era el gitano, el joven con ojos de pantera hambrienta. Se había quitado la chaqueta, el chaleco y la corbata, de modo que, de cintura para arriba, sólo llevaba una fina y holgada camisa blanca, remetida en unos pantalones ajustados. Verlo provocó en Daisy la misma reacción que arriba: una punzada en el pecho seguida de una aceleración del corazón. Paralizada al darse cuenta de que estaba sola en la habitación con él, observó sin pestañear cómo se le acercaba despacio.
Nunca había visto a un hombre de una belleza tan exótica. Tenía la piel del color de la miel, unos ojos avellana claro enmarcados por espesas pestañas negras, y un cabello obsidiana que le cubría parte de la frente. Era muy delgado, pero su complexión larga y de hombros anchos anunciaba una espléndida madurez física cuando alcanzara la edad adulta.

—¿Qué hace aquí? —quiso saber Miller, que no se detuvo hasta estar tan cerca que la hizo retroceder instintivamente hasta la pared.

En la limitada experiencia de Daisy, ningún hombre se había dirigido a ella con tanta confianza. Era evidente que no sabía nada sobre modales de salón.
—Sólo estoy dando un paseo —balbuceó.
—¿Le enseñó alguien el pasadizo?
Daisy vio cómo Miller apoyaba las manos en la pared, una a cada lado de ella, Era un poco más alto que la media, pero no en exceso, de modo que su cuello moreno quedaba a la altura de los ojos de ella.
—No; lo encontré yo sola —explicó tras inspirar para ocultar su nerviosismo—. Tiene un acento extraño.
—Y usted también. ¿Es americana?
Asintió con la cabeza, ya que se había quedado sin habla al ver el brillo de un diamante en el lóbulo de la oreja del muchacho. Notó una especie de nudo en el estómago, casi como si sintiera repulsión, y se percató, consternada, de que se estaba ruborizando. Él estaba tan cerca que ella notaba su límpido aroma a jabón mezclado con olor a cuadra y cuero. Era un olor agradable, una fragancia masculina muy distinta de la de su padre, que siempre olía a colonia y betún, y a billetes de banco nuevos.
Su mirada inquieta recorrió los brazos de Miller, que la camisa remangada dejaba al descubierto, y se detuvo fascinada en la figura que llevaba dibujada con tinta en el antebrazo derecho: un caballito alado de color negro.
Al percatarse, Miller bajó el brazo para que lo viera mejor.
—Un símbolo irlandés —explicó—. Un caballo de pesadilla llamado Pooka. El sonido absurdo de la palabra hizo sonreír a Daisy.
—¿Se diluye al lavarlo? —preguntó con vacilación. Miller negó con la cabeza. —¿Es parecido al Pegaso de los mitos griegos? —quiso saber Daisy, y se pegó aún más a la pared.
Miller le miró el cuerpo en una especie de repaso lento que ningún hombre le había hecho antes.
—No. Es más peligroso. Tiene los ojos amarillos como el fuego, da unos saltos que le permiten salvar montañas y habla con una voz humana profunda como una gruta. A medianoche, puede pararse delante de tu casa y llamarte por tu nombre si quiere llevarte a pasear. Si vas con él, te llevará volando por la tierra y por el mar, y si alguna vez regresas, tu vida ya no volverá a ser igual.

A Daisy se le puso carne de gallina en todo el cuerpo. Todos sus sentidos le advertían que pusiera fin a esa desconcertante conversación y huyera de aquel hombre a toda prisa.
—Qué interesante —masculló, y se volvió en busca de la puerta.

Para su consternación, Miller la había cerrado. La puerta estaba muy bien escondida en los paneles de la pared. Asustada, presionó distintos puntos buscando el mecanismo de apertura. Tenía las palmas sudadas apoyadas en un panel cuando notó que Miller se inclinaba hacia ella por detrás para hablarle al oído.

—No la encontrará. Sólo hay un punto que la abre.

Su aliento cálido le acariciaba el lado del cuello, y la ligera presión de su cuerpo le daba calor donde la tocaba.
—Entonces ¿por qué no me dice cuál es? —repuso Daisy en su mejor imitación del sarcasmo de Lissie, aunque le consternó oír que sólo sonaba insegura y perpleja.
—¿Qué me dará a cambio?

Daisy trató de mostrarse indignada, a pesar de que su corazón le palpitaba desbocado. Se volvió para mirarlo y le lanzó un ataque verbal que esperaba lo hiciera retroceder.

—Señor Miller, si está insinuando que debería... Bueno, evidentemente no es usted un caballero.
Él no se movió ni un centímetro y esbozó una sonrisa que dejó al descubierto su blanca dentadura.

—¿Quiere dinero? —preguntó Daisy con desdén.
—No.
—¿Una libertad, entonces? —sugirió tras tragar saliva. Al ver que no la entendía, aclaró con las mejillas sonrojadas—: Tomarse libertades es dar un abrazo, o un beso...

Algo peligroso brilló en los ojos dorados de Miller.
—Sí —murmuró—. Me tomaré libertades.

Daisy apenas podía creerlo. Su primer beso. Siempre lo había imaginado como un momento romántico en un jardín inglés al claro de luna, por supuesto. Y un caballero rubio de cara aniñada le diría algo bonito como un poema justo antes de que sus labios se juntaran. No se suponía que iba a ocurrir en un sótano de un club de juegos con un crupier gitano. Por otro lado, tenía veinte años, y tal vez ya iba siendo hora de que empezara a acumular algo de experiencia. Tragó saliva de nuevo, luchó por dominar su respiración y contempló la parte del cuello y el tórax que dejaba al descubierto la camisa medio desabrochada de Miller. La piel le brillaba como si fuera de satén ámbar.
Cuando se acercó más a ella, su aroma le anegó la nariz como si se tratara de la fragancia de una especia. Miller alzó una mano hacia su cara y, al hacerlo, con los nudillos le rozó involuntariamente el pecho. Aturdida, ella pensó que tenía que haber sido sin querer, mientras el pezón se le contraía bajo el canesú de terciopelo. La mano de Miller le sujetó con suavidad el rostro y se lo inclinó hacia arriba. Mientras le miraba las pupilas dilatadas, llevó la yema de los dedos a los labios y se los acarició hasta que estuvieron separados y temblorosos. Le puso la otra mano tras la nuca para acariciársela y luego apoyarle en ella la cabeza, lo que fue muy oportuno, ya que toda su columna vertebral pareció disolverse como azúcar.
Le puso los labios sobre la boca con una presión tierna para explorarla con suavidad. Ella sintió un placer cálido por todo el cuerpo, hasta que ya no pudo resistir el ansia de apretar su cuerpo contra el del muchacho. Se puso de puntillas, le tomó los hombros con las manos y se le cortó la respiración cuando él le deslizó las manos por el cuerpo.
Cuando por fin Miller levantó la cabeza, Daisy descubrió, avergonzada, que estaba aferrada a él como un náufrago.
Apartó con rapidez las manos y retrocedió todo lo que le permitía la pared. Confusa y abochornada por su propio comportamiento, lo miró ceñuda.

—No he sentido nada —dijo con frialdad—. Aunque supongo que hay que reconocerle el mérito de haberlo intentado. Y ahora, si me dice dónde está la... —Soltó un gritito de sorpresa cuando Miller volvió a acercarse a ella y se percató, demasiado tarde, de que se había tomado su comentario desdeñoso como un reto.

Esta vez, tras sujetarla por la nuca, la besó con labios más exigentes. Con inocente asombro, notó el contacto sedoso de su lengua, una sensación que la hizo estremecer de placer. Miller terminó el beso con una caricia con los labios, la miró a los ojos y la retó en silencio a negar que estaba excitada.

—Nada —dijo ella con voz débil tras reunir el poco orgullo que le quedaba.

Esta vez él la estrechó totalmente contra su cuerpo y la besó con un ardor inusitado. Daisy no se había imaginado que un beso pudiera ser tan apasionado. La boca de Miller se apoderó de la suya mientras con las manos le sobaba el cuerpo. Notó cómo le separaba los pies con los suyos y aumentaba el contacto de sus cuerpos. La incitó y la acarició con sus besos hasta que ella tembló como un animalito desamparado entre sus brazos.
Para cuando sus labios se separaron, Daisy estaba exhausta, con toda la conciencia concentrada en las sensaciones que la conducían hacia un fin desconocido. Abrió los ojos y lo miro aturdida.

—Ahora ha estado mejor —consiguió decir con temblorosa dignidad—. Me alegro de haberlo conocido. —Se volvió, pero no sin ver cómo él sonreía.

Miller alargó la mano para pulsar el mecanismo oculto y abrir la puerta. Para turbación de Daisy, entró con ella en el pasadizo oscuro y la acompañó escaleras arriba guiándola como si tuviera ojos de gato en la oscuridad. Cuando llegaron arriba, donde era visible el contorno de la puerta de la sala de lectura, se detuvieron.

—Adiós, señor Miller —musitó Daisy, necesitada de decir algo—. Es probable que no volvamos a vernos nunca. —Ojalá fuera así, porque estaba claro que no podría volver a mirarlo a la cara.
—Tal vez una noche me aparezca en tu ventana —le susurró al oído Miller—. Para tentarte a dar un paseo por la tierra y por el mar. Y si dejas que te lleve, no volverás a ser la misma.

Y, dicho esto, abrió la puerta, empujó con suavidad a Daisy hacia la sala de lectura y la cerró de nuevo.
Daisy parpadeó confundida al ver a sus amigas.

—Debería haberme imaginado que serías incapaz de resistirte a una puerta secreta. ¿Adonde lleva el pasadizo? —preguntó Annabelle.
—______ tenía razón —respondió Daisy, ruborizada—. No lleva a ningún sitio al que quisiera ir.
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Mensaje por Invitado Jue 03 Feb 2011, 5:20 pm

Chany escribió:por favor siguela
soy nueva lectora y
me encantó
te juro que la amé jajaj
nos vemos
bye

siguela siguela siguela !!!!!!!!!!




Biienveniida :)



Listo señoritas ahi esta el cap las
qiiero comeenteen

Sunny♥️
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Mensaje por Invitado Jue 03 Feb 2011, 6:14 pm

Me encanta

Siguela!
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Mensaje por Invitado Jue 03 Feb 2011, 6:15 pm

SIGUELAA♥
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Mensaje por JaviOfJonas Jue 03 Feb 2011, 7:37 pm

QUE?! DAISY SE BESO CON MI CASI BRO' GITANO?!

LA MATARÉ!! MUAHAHHAA... NADIE ME QUITA A JOSEPH (?

SIGUELA SUNNY! QUIERO SABER QUE PASARÁ!!!

CUIDATE MUCHITO!

XOXO

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Mensaje por lovely last Vie 04 Feb 2011, 6:08 am

me encanto el cap siguela pronto
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Mensaje por JaviOfJonas Sáb 19 Mar 2011, 7:26 am

Sunny, siguela por favor!!

De verdad que extrañaba leer esta nove, ahora que se abrió el foro espero poder ver tus super geniales capis por aqui otra vez n.n Bueh.... Espero que estes bien... y eso :p

xoxo

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Mensaje por lovely last Sáb 19 Mar 2011, 10:23 am

siguela pronto plis necesitamos cap
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Mensaje por Invitado Sáb 19 Mar 2011, 11:59 pm

Ah me perdi la abertura del Foro :/
jaa qe bueno qe ya esta de nuevo :D
aww graciias Niñaas las extrañe ^^

les prometo qe mañana les subiree capi ^^
poqe ahora son las 2:OO a.m. xD

Laas qiero!
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Mensaje por lovely last Dom 20 Mar 2011, 5:03 am

ok esperamos el cap con ansias
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