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"El diablo En Invierno" (Nick & tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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"El diablo En Invierno" (Nick & tu)
ADAPTACIÓN.
Ola pues les quiero compartir esta Novela que es adaptacion de el Libro: ''El Diablo en Invierno'' de Lisa Kleypas, me encanto en cuanto lo leei. Es una saga asi que si les gusta este Les subo los demas :D
Bueno les dejo la intro y Un cap y me dicen si les gusta :D
El Diablo en Invierno
Cuatro jovenes damas de la sociedad londinense se unieron para buscar esposo. Se llaman a si mismas Las Wallflowers...
Ahora le toca el turno a ________ Jenner, la Wallflower más tímida que será también la más rica cuando cobre su herencia. Como primero debe escapar de las garras de sus codiciosos parientes, _______ acude a Nicholas, Lord St. Jonas, un conocido calavera, con una propuesta increíble:¡que se case con ella!
La fama de Nicholas es tan peligrosa que treinta segundos a solas con él arruinan el buen nombre de cualquier doncella. Aun así, esta cautivadora jovencita se presenta en su casa, sin acompañante, para ofrecerle su mano.
Pero la propuesta impone una condición: después de la noche de bodas, el matrimonio no volverá a tener relaciones íntimas. ______ no desea convertirse en uno más de los corazones rotos que Nicholas desecha sin piedad, lo que significa que estará obligado a esforzarse más para seducirla... o quizás entregar por primera vez su corazón en nombre del verdadero amor.
Ola pues les quiero compartir esta Novela que es adaptacion de el Libro: ''El Diablo en Invierno'' de Lisa Kleypas, me encanto en cuanto lo leei. Es una saga asi que si les gusta este Les subo los demas :D
Bueno les dejo la intro y Un cap y me dicen si les gusta :D
El Diablo en Invierno
Cuatro jovenes damas de la sociedad londinense se unieron para buscar esposo. Se llaman a si mismas Las Wallflowers...
Ahora le toca el turno a ________ Jenner, la Wallflower más tímida que será también la más rica cuando cobre su herencia. Como primero debe escapar de las garras de sus codiciosos parientes, _______ acude a Nicholas, Lord St. Jonas, un conocido calavera, con una propuesta increíble:¡que se case con ella!
La fama de Nicholas es tan peligrosa que treinta segundos a solas con él arruinan el buen nombre de cualquier doncella. Aun así, esta cautivadora jovencita se presenta en su casa, sin acompañante, para ofrecerle su mano.
Pero la propuesta impone una condición: después de la noche de bodas, el matrimonio no volverá a tener relaciones íntimas. ______ no desea convertirse en uno más de los corazones rotos que Nicholas desecha sin piedad, lo que significa que estará obligado a esforzarse más para seducirla... o quizás entregar por primera vez su corazón en nombre del verdadero amor.
Invitado
Invitado
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
CAPITULO UNO
Londres 1843
Mientras observaba entrar a la joven que acababa de recibir en su casa de Londres, a Nicholas, lord St. Jonas, se le ocurrió que tal vez se había equivocado de heredera en su intento de rapto la semana anterior.
Aunque el secuestro figuraba desde hacía poco en su larga lista de infamias, debería haber sido más inteligente. Para empezar, habiendo escogido una víctima menos enérgica. Lissie Bowman, una briosa heredera americana, se había resistido con uñas y dientes hasta que su prometido, lord Kevin, la había rescatado.
Viéndolo con perspectiva, elegir a Lissie había sido una estupidez, aunque en aquel momento le hubiera parecido la solución ideal a su encrucijada. La familia de Lissie era rica, mientras que él, pese a su título nobiliario, sólo tenía dificultades financieras. Y además prometía ser una amante entretenida, con su belleza morena y su carácter explosivo.
En cambio, la señorita ______ Jenner, aquella muchacha de aspecto dócil, no podía ser más distinta. Nicholas repasó rápidamente lo que sabía de ella. Era la hija única de Ivo Jenner, propietario del conocido club de juego londinense. Aunque la madre de ______ descendía de una buena familia, su padre era poco más que escoria. A pesar de su ignominioso linaje, ______ podría haberse casado bien si no hubiera sido por su terrible timidez, que le provocaba un tartamudeo mortificante. Nicholas había oído a algunos hombres asegurar que preferirían flagelarse la espalda a mantener una conversación con ella. Nicholas, por supuesto, había hecho todo lo posible por eludirla. No había sido difícil. La tímida señorita Jenner acostumbraba esconderse tras las columnas en los salones. Nunca habían cruzado palabra alguna; circunstancia que había parecido conveniente a ambos por igual.
Pero ahora no tenía escapatoria. Por alguna razón, ella había considerado oportuno presentarse en su casa inopinada y escandalosamente tarde. Y para que la situación resultara todavía más comprometida, no iba acompañada, cuando pasar más de un minuto a solas con Nicholas bastaba para arruinar la reputación de cualquier chica. Era libertino, amoral y perversamente orgulloso de ello. Destacaba en la ocupación que había elegido (la de seductor incorregible), y había alcanzado un nivel al que pocos calaveras podían aspirar.
Nicholas se arrellanó en su butaca mientras observaba con una ociosidad engañosa cómo ______ Jenner se acercaba. La biblioteca estaba a oscuras salvo por un pequeño fuego en la chimenea, cuya luz parpadeante acariciaba la cara de la joven. No aparentaba más de veinte años, y tenía un cutis lozano y unos ojos llenos de inocencia. Nicholas nunca había valorado ni admirado la inocencia, antes bien, la desdeñaba.
Aunque lo más caballeroso habría sido que se levantara, no parecía demasiado importante mostrar buenos modales dadas las circunstancias. Así que señaló la otra butaca que había junto a la chimenea con un movimiento de la mano.
—Siéntese si quiere —dijo—. Aunque yo en su lugar no me quedaría mucho rato. Me aburro enseguida y usted no tiene fama de conversadora estimulante.
Su grosería no inmutó a ______. Nicholas no pudo evitar preguntarse qué clase de educación la habría vuelto inmune a los insultos, cuando cualquier otra chica se habría sonrojado o echado a llorar. O era tonta o muy valiente.
______ se quitó la capa, la dejó en el brazo de la butaca tapizada de terciopelo, y se sentó sin gracia ni artificio.
«Una de las floreros», pensó Nicholas al recordar que era amiga no sólo de Lissie Bowman, sino también de su hermana menor Daisy y de Annabelle Hunt. Las cuatro muchachas habían permanecido sentadas en numerosos bailes y veladas toda la temporada anterior sin que nadie las sacara a bailar. Sin embargo, parecía que su mala suerte había cambiado, porque Annabelle había encontrado marido por fin, y Lissie acababa de atrapar a lord Kevin. Nicholas dudaba que la buena suerte se extendiera a esa muchachita tan desgarbada.
Aunque tentado de preguntarle por el objeto de su visita, temió que eso provocara un tartamudeo prolongado que los atormentaría a ambos. Así pues, esperó con paciencia forzada mientras ______ parecía darle vueltas a lo que iba a decir. Mientras el silencio se prolongaba, Nicholas la contempló al agitado resplandor del fuego y se percató, con cierta sorpresa, de su atractivo. Nunca la había observado y sólo tenía la impresión de que era una castaña desaliñada con mala postura. Pero he aquí que era una muchacha preciosa.
Apretó la mandíbula pero mantuvo su aspecto impertérrito, aunque hincó los dedos en la suave tapicería de terciopelo. Le resultó extraño no haberse fijado nunca en ella, ya que había mucho en que fijarse. Su cabello, de un vivo tono siena, parecía alimentarse del fuego y brillaba incandescente. Sus delgadas cejas y sus densas pestañas eran de un tono caoba, mientras que su piel era la de una auténtica castaña, blanca y con pecas en la nariz y las mejillas. Le hizo gracia la alegre dispersión de aquellas motitas doradas, esparcidas como si las hubiera rociado un hada bondadosa. Tenía labios carnosos y unos enormes ojos azules, bonitos pero impasibles, como de muñeca de cera.
—Me... me han dicho que mi amiga, la señorita Bowman, es ahora lady de Kevin —comentó ______ por fin—. El conde y ella fueron a Gre... Gretna Green después de que él... se librara de usted.
—Sería más correcto decir «después de que me diera una paliza» —indicó Nicholas en tono afable, ya que la muchacha estaba mirando los moretones que los justificados puñetazos de Kevin le habían dejado en la mandíbula—. No pareció alegrarse demasiado de que tomase prestada a su prometida.
—Us... usted la ra... raptó —replicó ______—. Tomarla prestada implicaría que tenía intención de de... devolverla.
Nicholas esbozó la primera sonrisa de verdad desde hacía mucho tiempo. Al parecer, la muchacha no era ninguna simplona.
—La rapté, pues, si lo prefiere. ¿Ha venido a verme para eso, señorita Jenner? ¿Para informarme sobre la feliz pareja? Ya estoy enterado. Más vale que diga pronto algo interesante o me temo que tendrá que marcharse.
—Usted que... quería a la señorita Bowman porque heredará una fortuna —soltó ______—. Ne... necesita ca... casarse con alguien que tenga dinero.
—Cierto —admitió Nicholas—. Mi padre, el duque, no ha cumplido con su obligación en esta vida: conservar intacta la fortuna familiar para dejármela en herencia. En cuanto a mi responsabilidad, consiste en dedicarme a la ociosidad más disoluta y esperar a que él fallezca. Yo he cumplido con mi deber a las mil maravillas, pero el duque no. Ha administrado muy mal las finanzas familiares y, hoy por hoy, es imperdonablemente pobre. Y, aún peor, goza de buena salud.
—Mi padre es rico —aseguró ______ sin ninguna emoción—. Y se está mu... muriendo.
—Felicidades —repuso él, y enarcó las cejas.
No dudaba que Ivo Jenner hubiera amasado una fortuna considerable. El Jenner's era el local donde los caballeros de Londres iban a disfrutar del juego, de la buena comida, de bebida a raudales y de prostitutas baratas. En él reinaba un ambiente de exceso teñido de un agradable decadentismo. Veinte años atrás era una alternativa mediocre al legendario Craven's, el club de juego más elegante y de mayor éxito que hubiese conocido Inglaterra. Pero cuando el Craven's se incendió por completo y su propietario rehusó reconstruirlo, el club de Jenner había heredado una avalancha de clientes adinerados y adquirido una posición destacada. No obstante, nunca podría compararse con el Craven's. Un club reflejaba, en gran parte, el carácter y el estilo de su propietario, y Jenner carecía de ambas cosas. Derek Craven había sido, sin discusión, todo un caballero. Ivo Jenner, en cambio, era un patán bruto, un ex boxeador que jamás había destacado en nada pero que, por algún capricho del destino, se había convertido en un próspero hombre de negocios.
Y ahí estaba la hija de Jenner, su única heredera. Si iba a hacerle la oferta que Nicholas sospechaba, no podría permitirse rechazarla.
Londres 1843
Mientras observaba entrar a la joven que acababa de recibir en su casa de Londres, a Nicholas, lord St. Jonas, se le ocurrió que tal vez se había equivocado de heredera en su intento de rapto la semana anterior.
Aunque el secuestro figuraba desde hacía poco en su larga lista de infamias, debería haber sido más inteligente. Para empezar, habiendo escogido una víctima menos enérgica. Lissie Bowman, una briosa heredera americana, se había resistido con uñas y dientes hasta que su prometido, lord Kevin, la había rescatado.
Viéndolo con perspectiva, elegir a Lissie había sido una estupidez, aunque en aquel momento le hubiera parecido la solución ideal a su encrucijada. La familia de Lissie era rica, mientras que él, pese a su título nobiliario, sólo tenía dificultades financieras. Y además prometía ser una amante entretenida, con su belleza morena y su carácter explosivo.
En cambio, la señorita ______ Jenner, aquella muchacha de aspecto dócil, no podía ser más distinta. Nicholas repasó rápidamente lo que sabía de ella. Era la hija única de Ivo Jenner, propietario del conocido club de juego londinense. Aunque la madre de ______ descendía de una buena familia, su padre era poco más que escoria. A pesar de su ignominioso linaje, ______ podría haberse casado bien si no hubiera sido por su terrible timidez, que le provocaba un tartamudeo mortificante. Nicholas había oído a algunos hombres asegurar que preferirían flagelarse la espalda a mantener una conversación con ella. Nicholas, por supuesto, había hecho todo lo posible por eludirla. No había sido difícil. La tímida señorita Jenner acostumbraba esconderse tras las columnas en los salones. Nunca habían cruzado palabra alguna; circunstancia que había parecido conveniente a ambos por igual.
Pero ahora no tenía escapatoria. Por alguna razón, ella había considerado oportuno presentarse en su casa inopinada y escandalosamente tarde. Y para que la situación resultara todavía más comprometida, no iba acompañada, cuando pasar más de un minuto a solas con Nicholas bastaba para arruinar la reputación de cualquier chica. Era libertino, amoral y perversamente orgulloso de ello. Destacaba en la ocupación que había elegido (la de seductor incorregible), y había alcanzado un nivel al que pocos calaveras podían aspirar.
Nicholas se arrellanó en su butaca mientras observaba con una ociosidad engañosa cómo ______ Jenner se acercaba. La biblioteca estaba a oscuras salvo por un pequeño fuego en la chimenea, cuya luz parpadeante acariciaba la cara de la joven. No aparentaba más de veinte años, y tenía un cutis lozano y unos ojos llenos de inocencia. Nicholas nunca había valorado ni admirado la inocencia, antes bien, la desdeñaba.
Aunque lo más caballeroso habría sido que se levantara, no parecía demasiado importante mostrar buenos modales dadas las circunstancias. Así que señaló la otra butaca que había junto a la chimenea con un movimiento de la mano.
—Siéntese si quiere —dijo—. Aunque yo en su lugar no me quedaría mucho rato. Me aburro enseguida y usted no tiene fama de conversadora estimulante.
Su grosería no inmutó a ______. Nicholas no pudo evitar preguntarse qué clase de educación la habría vuelto inmune a los insultos, cuando cualquier otra chica se habría sonrojado o echado a llorar. O era tonta o muy valiente.
______ se quitó la capa, la dejó en el brazo de la butaca tapizada de terciopelo, y se sentó sin gracia ni artificio.
«Una de las floreros», pensó Nicholas al recordar que era amiga no sólo de Lissie Bowman, sino también de su hermana menor Daisy y de Annabelle Hunt. Las cuatro muchachas habían permanecido sentadas en numerosos bailes y veladas toda la temporada anterior sin que nadie las sacara a bailar. Sin embargo, parecía que su mala suerte había cambiado, porque Annabelle había encontrado marido por fin, y Lissie acababa de atrapar a lord Kevin. Nicholas dudaba que la buena suerte se extendiera a esa muchachita tan desgarbada.
Aunque tentado de preguntarle por el objeto de su visita, temió que eso provocara un tartamudeo prolongado que los atormentaría a ambos. Así pues, esperó con paciencia forzada mientras ______ parecía darle vueltas a lo que iba a decir. Mientras el silencio se prolongaba, Nicholas la contempló al agitado resplandor del fuego y se percató, con cierta sorpresa, de su atractivo. Nunca la había observado y sólo tenía la impresión de que era una castaña desaliñada con mala postura. Pero he aquí que era una muchacha preciosa.
Apretó la mandíbula pero mantuvo su aspecto impertérrito, aunque hincó los dedos en la suave tapicería de terciopelo. Le resultó extraño no haberse fijado nunca en ella, ya que había mucho en que fijarse. Su cabello, de un vivo tono siena, parecía alimentarse del fuego y brillaba incandescente. Sus delgadas cejas y sus densas pestañas eran de un tono caoba, mientras que su piel era la de una auténtica castaña, blanca y con pecas en la nariz y las mejillas. Le hizo gracia la alegre dispersión de aquellas motitas doradas, esparcidas como si las hubiera rociado un hada bondadosa. Tenía labios carnosos y unos enormes ojos azules, bonitos pero impasibles, como de muñeca de cera.
—Me... me han dicho que mi amiga, la señorita Bowman, es ahora lady de Kevin —comentó ______ por fin—. El conde y ella fueron a Gre... Gretna Green después de que él... se librara de usted.
—Sería más correcto decir «después de que me diera una paliza» —indicó Nicholas en tono afable, ya que la muchacha estaba mirando los moretones que los justificados puñetazos de Kevin le habían dejado en la mandíbula—. No pareció alegrarse demasiado de que tomase prestada a su prometida.
—Us... usted la ra... raptó —replicó ______—. Tomarla prestada implicaría que tenía intención de de... devolverla.
Nicholas esbozó la primera sonrisa de verdad desde hacía mucho tiempo. Al parecer, la muchacha no era ninguna simplona.
—La rapté, pues, si lo prefiere. ¿Ha venido a verme para eso, señorita Jenner? ¿Para informarme sobre la feliz pareja? Ya estoy enterado. Más vale que diga pronto algo interesante o me temo que tendrá que marcharse.
—Usted que... quería a la señorita Bowman porque heredará una fortuna —soltó ______—. Ne... necesita ca... casarse con alguien que tenga dinero.
—Cierto —admitió Nicholas—. Mi padre, el duque, no ha cumplido con su obligación en esta vida: conservar intacta la fortuna familiar para dejármela en herencia. En cuanto a mi responsabilidad, consiste en dedicarme a la ociosidad más disoluta y esperar a que él fallezca. Yo he cumplido con mi deber a las mil maravillas, pero el duque no. Ha administrado muy mal las finanzas familiares y, hoy por hoy, es imperdonablemente pobre. Y, aún peor, goza de buena salud.
—Mi padre es rico —aseguró ______ sin ninguna emoción—. Y se está mu... muriendo.
—Felicidades —repuso él, y enarcó las cejas.
No dudaba que Ivo Jenner hubiera amasado una fortuna considerable. El Jenner's era el local donde los caballeros de Londres iban a disfrutar del juego, de la buena comida, de bebida a raudales y de prostitutas baratas. En él reinaba un ambiente de exceso teñido de un agradable decadentismo. Veinte años atrás era una alternativa mediocre al legendario Craven's, el club de juego más elegante y de mayor éxito que hubiese conocido Inglaterra. Pero cuando el Craven's se incendió por completo y su propietario rehusó reconstruirlo, el club de Jenner había heredado una avalancha de clientes adinerados y adquirido una posición destacada. No obstante, nunca podría compararse con el Craven's. Un club reflejaba, en gran parte, el carácter y el estilo de su propietario, y Jenner carecía de ambas cosas. Derek Craven había sido, sin discusión, todo un caballero. Ivo Jenner, en cambio, era un patán bruto, un ex boxeador que jamás había destacado en nada pero que, por algún capricho del destino, se había convertido en un próspero hombre de negocios.
Y ahí estaba la hija de Jenner, su única heredera. Si iba a hacerle la oferta que Nicholas sospechaba, no podría permitirse rechazarla.
Invitado
Invitado
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
Ya esta pues como veran es largo jeje pero no esta completo..lo que pasa esque son capitulos muy largos asi que para que no se abrumen y dure mas la novela se las divido vale..
entonces es la primera parte de capitulo 1, si les gusta les subo la parte dos :D
entonces es la primera parte de capitulo 1, si les gusta les subo la parte dos :D
Invitado
Invitado
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
CAPITULO UNO (PARTE 2)
—No qu... quiero que me felicite —dijo ______.
—¿Qué quiere entonces, jovencita? —repuso Nicholas en voz baja—. Vaya al grano, por favor. Esto empieza a resultar aburrido.
—Quiero
estar con mi pa... padre los últimos días de su vida. La familia de mi
madre no me permite verlo. He intentado escaparme para ir a su club,
pero siempre me pillan, y después me castigan. Esta vez no vo...
volveré con ellos. Tienen planes que quiero evitar, aunque ello me
cueste la vida.
— ¿Qué clase de planes?
—Quieren casarme con uno
de mis primos. Eustace Stubbins. N... no siente nada por mí, ni yo por
él... pero pa... participa de buen grado en la conspiración familiar.
—Cuyo objeto es controlar la fortuna de su padre cuando éste muera, ¿verdad?
—Sí.
Al principio consideré la idea porque creí que el señor Stubbins y yo
podríamos vivir en nuestra propia casa... y pensé que... la vida podría
ser soportable si lograba alejarme del resto de ellos. Pero él me dijo
que no tiene ni... ninguna intención de trasladarse. Quiere seguir bajo
el techo familiar... y no creo que yo sobreviva ahí mucho tiempo más.
—Ante el silencio al parecer indiferente de Nicholas, añadió en voz
baja—: Creo que quieren ma... matarme una vez que consigan el dinero de
mi padre.
Nicholas no dejó de observarla, aunque no alteró el tono:
—Muy desconsiderado por su parte. Pero ¿a mí qué me importa?
______
no mordió el anzuelo. Sólo le dirigió una mirada intensa que
evidenciaba una fortaleza innata que Nicholas nunca había visto en
ninguna mujer.
—Le propongo ca... casarme con usted —dijo—.
Quiero su protección. Mi padre está demasiado enfermo y débil para
ayudarme, y no quiero ser una carga para mis amigas. Ellas me o...
ofrecerían refugio pero, aun así, tendría que estar siempre en guardia
por miedo a que mis parientes lo... lograran llevarme a la fuerza y
obligarme a hacer su voluntad. Una mujer soltera tiene pocos recursos,
social o legalmente. No es ju... justo, pero no puedo hacer nada por
evitarlo. Necesito un ma... marido. Usted necesita una esposa rica. Y
los dos estamos igual de desesperados. Por eso creo que aceptará mi
pro... proposición. Si es así, me gustaría partir hacia Gretna Green
esta misma noche. Estoy segura de que mis parientes ya me están
buscando.
Nicholas la miró con recelo en medio de un
silencio tenso. No confiaba en ella. Y tras el desastre del rapto
frustrado de la semana anterior, no deseaba repetir la experiencia.
Pero
la muchacha tenía razón en algo: estaba realmente desesperado. Le
gustaba vestir bien, comer bien, vivir bien; algo de lo que podían dar
fe innumerables acreedores. La mísera adjudicación mensual que recibía
del duque iba a interrumpirse pronto, y en su cuenta no le quedaban
fondos suficientes para llegar a final de mes. Para alguien que no
tenía inconveniente en buscar la salida fácil, aquella oferta era un
regalo del cielo. Si la muchacha estaba dispuesta a llevarla a cabo.
—A
caballo regalado no se le mira el diente —soltó con indiferencia—. Pero
¿cuánto tiempo de vida le queda a su padre? Hay gente que sobrevive
años en el lecho de muerte. La verdad, siempre he considerado de muy
mala educación tener a la gente esperando.
—No tendrá que es... esperar demasiado —fue la crispada respuesta—. Quince días, quizá.
—¿Qué
garantía tengo de que usted no cambiará de idea antes de que lleguemos
a Gretna Green? Ya sabe la clase de hombre que soy, señorita Jenner.
¿Debo recordarle que la semana pasada intenté raptar y forzar a una de
sus amigas?
______ lo miró a los ojos. A diferencia de los de Nicholas, de un azul pálido, los de ella eran de un zafiro oscuro.
—¿Intentó vi... violar a Lissie? —preguntó con desconfianza.
—Amenacé con hacerlo.
—¿Habría cumplido su a... amenaza?
—No
lo sé. No lo he hecho nunca pero, como usted ha dicho, estoy
desesperado. Y ya que tocamos el tema... ¿Me está proponiendo un
matrimonio de conveniencia o vamos a dormir juntos de vez en cuando?
— ¿La habría fo... forzado o no? —insistió ella sin prestar atención a su pregunta.
—Si
le digo que no, ¿cómo sabrá que no miento, señorita Jenner? —repuso él
con sarcasmo—. No. No la habría violado. ¿Es ésa la respuesta que desea
oír? Créalo, entonces, si la hace sentirse más segura. En cuanto a mi
pregunta...
—Do... dormiré con usted una vez. Para que el matrimonio sea legal. Y nunca más... después.
—Estupendo.
No me gusta acostarme más de una vez con la misma mujer. Es una lata
cuando pasa la novedad. Además, nunca sería tan burgués como para
desear a mi propia esposa. Eso implica que uno no dispone de medios
suficientes para mantener a una querida. —Se detuvo a la espera de
captar alguna emoción en el rostro de la joven—. Claro que también está
la cuestión de darme un heredero..., pero siempre y cuando sea
discreta, no creo que me importe de quién sea el niño.
______ ni siquiera parpadeó.
—Quiero
que se separe una pa... parte de la herencia para mí en un fideicomiso
generoso. Los intereses serán solo míos, y los gastaré como me parezca
sin tener que darle explicaciones.
Nicholas comprendió que no era
nada tonta, aunque su tartamudez llevara a muchos a pensar lo
contrario. Estaba acostumbrada a que la menospreciaran, la ignoraran,
la pasaran por alto, y él presintió que sacaba partido de ello siempre
que podía. Eso le pareció interesante.
—Estaría loco si me fiara de
usted —dijo—. En cualquier momento podría echarse atrás en nuestro
acuerdo. Y usted todavía lo estaría más si se fiara de mí. Porque
cuando estemos casados, podría hacerle la vida más imposible de lo que
jamás haya soñado la familia de su madre.
—Pre... prefiero que me la haga quien yo elija —contestó con gravedad—. Mejor usted que Eustace.
—Eso no dice mucho a favor de Eustace —comentó Nicholas con una sonrisa.
Ella
no se la devolvió. Se arrellanó un poco más en la butaca, como si por
fin se relajase, y lo observó con una especie de resignación obstinada.
Sus miradas se encontraron, y Nicholas fue consciente de algo que lo
estremeció. No era extraño que una mujer lo excitara fácilmente. Más
fogoso que la mayoría de hombres, algunas mujeres lo encendían y
despertaban su deseo hasta un grado inusitado. Por alguna razón,
aquella chica desgarbada y tartamuda, era una de ellas. O sea, sintió
un súbito deseo de acostarse con ella.
En su imaginación
bulleron visiones de su cuerpo, sus piernas, sus curvas y sus
redondeadas nalgas. Ansió que su aroma íntimo le anegara el olfato,
sentir el roce de su largo cabello en el cuello y el pecho. Deseó hacer
cosas indescriptibles con la boca de esa mujer, y con la suya...
—Decidido, pues —murmuró—. Acepto
su propuesta. Hay muchas cosas que discutir, por supuesto, pero
tendremos dos días para hacerlo antes de llegar a Gretna Green. —Se
levantó de la butaca y se estiró sin poder evitar una sonrisa al ver
cómo la muchacha lo recorría rápidamente con la mirada—. Ordenaré que
preparen el carruaje y pediré al ayuda de cámara que me haga el
equipaje. Saldremos en una hora. Por cierto, si durante el viaje decide
echarse atrás en nuestro acuerdo, la estrangularé.—No
e... estaría tan nervioso si no lo hubiera intentado con una víctima
renuente la semana pa...pasada—replicó ella con una mirada irónica.—Touché. ¿Puedo considerarla a usted, pues, una víctima dispuesta?
—Ansiosa —precisó ______, que se refería a partir de inmediato.
—Esas son mis favoritas —comentó Nicholas con doble intención, y le hizo una reverencia antes de salir de la biblioteca.
—No qu... quiero que me felicite —dijo ______.
—¿Qué quiere entonces, jovencita? —repuso Nicholas en voz baja—. Vaya al grano, por favor. Esto empieza a resultar aburrido.
—Quiero
estar con mi pa... padre los últimos días de su vida. La familia de mi
madre no me permite verlo. He intentado escaparme para ir a su club,
pero siempre me pillan, y después me castigan. Esta vez no vo...
volveré con ellos. Tienen planes que quiero evitar, aunque ello me
cueste la vida.
— ¿Qué clase de planes?
—Quieren casarme con uno
de mis primos. Eustace Stubbins. N... no siente nada por mí, ni yo por
él... pero pa... participa de buen grado en la conspiración familiar.
—Cuyo objeto es controlar la fortuna de su padre cuando éste muera, ¿verdad?
—Sí.
Al principio consideré la idea porque creí que el señor Stubbins y yo
podríamos vivir en nuestra propia casa... y pensé que... la vida podría
ser soportable si lograba alejarme del resto de ellos. Pero él me dijo
que no tiene ni... ninguna intención de trasladarse. Quiere seguir bajo
el techo familiar... y no creo que yo sobreviva ahí mucho tiempo más.
—Ante el silencio al parecer indiferente de Nicholas, añadió en voz
baja—: Creo que quieren ma... matarme una vez que consigan el dinero de
mi padre.
Nicholas no dejó de observarla, aunque no alteró el tono:
—Muy desconsiderado por su parte. Pero ¿a mí qué me importa?
______
no mordió el anzuelo. Sólo le dirigió una mirada intensa que
evidenciaba una fortaleza innata que Nicholas nunca había visto en
ninguna mujer.
—Le propongo ca... casarme con usted —dijo—.
Quiero su protección. Mi padre está demasiado enfermo y débil para
ayudarme, y no quiero ser una carga para mis amigas. Ellas me o...
ofrecerían refugio pero, aun así, tendría que estar siempre en guardia
por miedo a que mis parientes lo... lograran llevarme a la fuerza y
obligarme a hacer su voluntad. Una mujer soltera tiene pocos recursos,
social o legalmente. No es ju... justo, pero no puedo hacer nada por
evitarlo. Necesito un ma... marido. Usted necesita una esposa rica. Y
los dos estamos igual de desesperados. Por eso creo que aceptará mi
pro... proposición. Si es así, me gustaría partir hacia Gretna Green
esta misma noche. Estoy segura de que mis parientes ya me están
buscando.
Nicholas la miró con recelo en medio de un
silencio tenso. No confiaba en ella. Y tras el desastre del rapto
frustrado de la semana anterior, no deseaba repetir la experiencia.
Pero
la muchacha tenía razón en algo: estaba realmente desesperado. Le
gustaba vestir bien, comer bien, vivir bien; algo de lo que podían dar
fe innumerables acreedores. La mísera adjudicación mensual que recibía
del duque iba a interrumpirse pronto, y en su cuenta no le quedaban
fondos suficientes para llegar a final de mes. Para alguien que no
tenía inconveniente en buscar la salida fácil, aquella oferta era un
regalo del cielo. Si la muchacha estaba dispuesta a llevarla a cabo.
—A
caballo regalado no se le mira el diente —soltó con indiferencia—. Pero
¿cuánto tiempo de vida le queda a su padre? Hay gente que sobrevive
años en el lecho de muerte. La verdad, siempre he considerado de muy
mala educación tener a la gente esperando.
—No tendrá que es... esperar demasiado —fue la crispada respuesta—. Quince días, quizá.
—¿Qué
garantía tengo de que usted no cambiará de idea antes de que lleguemos
a Gretna Green? Ya sabe la clase de hombre que soy, señorita Jenner.
¿Debo recordarle que la semana pasada intenté raptar y forzar a una de
sus amigas?
______ lo miró a los ojos. A diferencia de los de Nicholas, de un azul pálido, los de ella eran de un zafiro oscuro.
—¿Intentó vi... violar a Lissie? —preguntó con desconfianza.
—Amenacé con hacerlo.
—¿Habría cumplido su a... amenaza?
—No
lo sé. No lo he hecho nunca pero, como usted ha dicho, estoy
desesperado. Y ya que tocamos el tema... ¿Me está proponiendo un
matrimonio de conveniencia o vamos a dormir juntos de vez en cuando?
— ¿La habría fo... forzado o no? —insistió ella sin prestar atención a su pregunta.
—Si
le digo que no, ¿cómo sabrá que no miento, señorita Jenner? —repuso él
con sarcasmo—. No. No la habría violado. ¿Es ésa la respuesta que desea
oír? Créalo, entonces, si la hace sentirse más segura. En cuanto a mi
pregunta...
—Do... dormiré con usted una vez. Para que el matrimonio sea legal. Y nunca más... después.
—Estupendo.
No me gusta acostarme más de una vez con la misma mujer. Es una lata
cuando pasa la novedad. Además, nunca sería tan burgués como para
desear a mi propia esposa. Eso implica que uno no dispone de medios
suficientes para mantener a una querida. —Se detuvo a la espera de
captar alguna emoción en el rostro de la joven—. Claro que también está
la cuestión de darme un heredero..., pero siempre y cuando sea
discreta, no creo que me importe de quién sea el niño.
______ ni siquiera parpadeó.
—Quiero
que se separe una pa... parte de la herencia para mí en un fideicomiso
generoso. Los intereses serán solo míos, y los gastaré como me parezca
sin tener que darle explicaciones.
Nicholas comprendió que no era
nada tonta, aunque su tartamudez llevara a muchos a pensar lo
contrario. Estaba acostumbrada a que la menospreciaran, la ignoraran,
la pasaran por alto, y él presintió que sacaba partido de ello siempre
que podía. Eso le pareció interesante.
—Estaría loco si me fiara de
usted —dijo—. En cualquier momento podría echarse atrás en nuestro
acuerdo. Y usted todavía lo estaría más si se fiara de mí. Porque
cuando estemos casados, podría hacerle la vida más imposible de lo que
jamás haya soñado la familia de su madre.
—Pre... prefiero que me la haga quien yo elija —contestó con gravedad—. Mejor usted que Eustace.
—Eso no dice mucho a favor de Eustace —comentó Nicholas con una sonrisa.
Ella
no se la devolvió. Se arrellanó un poco más en la butaca, como si por
fin se relajase, y lo observó con una especie de resignación obstinada.
Sus miradas se encontraron, y Nicholas fue consciente de algo que lo
estremeció. No era extraño que una mujer lo excitara fácilmente. Más
fogoso que la mayoría de hombres, algunas mujeres lo encendían y
despertaban su deseo hasta un grado inusitado. Por alguna razón,
aquella chica desgarbada y tartamuda, era una de ellas. O sea, sintió
un súbito deseo de acostarse con ella.
En su imaginación
bulleron visiones de su cuerpo, sus piernas, sus curvas y sus
redondeadas nalgas. Ansió que su aroma íntimo le anegara el olfato,
sentir el roce de su largo cabello en el cuello y el pecho. Deseó hacer
cosas indescriptibles con la boca de esa mujer, y con la suya...
—Decidido, pues —murmuró—. Acepto
su propuesta. Hay muchas cosas que discutir, por supuesto, pero
tendremos dos días para hacerlo antes de llegar a Gretna Green. —Se
levantó de la butaca y se estiró sin poder evitar una sonrisa al ver
cómo la muchacha lo recorría rápidamente con la mirada—. Ordenaré que
preparen el carruaje y pediré al ayuda de cámara que me haga el
equipaje. Saldremos en una hora. Por cierto, si durante el viaje decide
echarse atrás en nuestro acuerdo, la estrangularé.—No
e... estaría tan nervioso si no lo hubiera intentado con una víctima
renuente la semana pa...pasada—replicó ella con una mirada irónica.—Touché. ¿Puedo considerarla a usted, pues, una víctima dispuesta?
—Ansiosa —precisó ______, que se refería a partir de inmediato.
—Esas son mis favoritas —comentó Nicholas con doble intención, y le hizo una reverencia antes de salir de la biblioteca.
Invitado
Invitado
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
woooo siguela siguela
yo tambien le pediria a nick que fuera mi esposo
yo tambien le pediria a nick que fuera mi esposo
Sam
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
lo siento por no haber pasado sorry sorry pero he tenido que hacer demasiada tarea y labores domesticos :suspect:
:lol!: pero no importa seguire leyendo y estando aqui hasta que termines las sagas y me llamo samantha y me puedes decir como quieras no me importa :afro: espero la sigas
:lol!: pero no importa seguire leyendo y estando aqui hasta que termines las sagas y me llamo samantha y me puedes decir como quieras no me importa :afro: espero la sigas
Sam
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
UU SIENTO TANTO NOP HABER DADO SEÑALES DE VIDA PERO PFF ESQE STABA EN EL HOSPITAL Y PF ASTA AHORITA PUEDO ANDAR X AQII
TODAVIA NO PODRE SUBIR XQE SIGO UN POKO MAL PERO
prometo qe volvere!
TODAVIA NO PODRE SUBIR XQE SIGO UN POKO MAL PERO
prometo qe volvere!
Invitado
Invitado
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
YourBiggestFan escribió:UU SIENTO TANTO NOP HABER DADO SEÑALES DE VIDA PERO PFF ESQE STABA EN EL HOSPITAL Y PF ASTA AHORITA PUEDO ANDAR X AQII
TODAVIA NO PODRE SUBIR XQE SIGO UN POKO MAL PERO
prometo qe volvere!
u.u .. QUE TE PASO? (SI SE PUEDE SABER)
DE TODAS FORMAS, OJALA QUE TE RECUPERES!!
QUE ESTES MUY BIEN!
XOXO
JAVI'S JONAS
DE TODAS FORMAS, OJALA QUE TE RECUPERES!!
QUE ESTES MUY BIEN!
XOXO
JAVI'S JONAS
JaviOfJonas
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
JaviOfJonas escribió:YourBiggestFan escribió:UU SIENTO TANTO NOP HABER DADO SEÑALES DE VIDA PERO PFF ESQE STABA EN EL HOSPITAL Y PF ASTA AHORITA PUEDO ANDAR X AQII
TODAVIA NO PODRE SUBIR XQE SIGO UN POKO MAL PERO
prometo qe volvere!u.u .. QUE TE PASO? (SI SE PUEDE SABER)
DE TODAS FORMAS, OJALA QUE TE RECUPERES!!
QUE ESTES MUY BIEN!
XOXO
JAVI'S JONAS
gRACIAS PUES ME OPERARON DEL APENDISE ENTONCES X ESO
PERO YO CREO QE EN UNA SEMANA MAS YA STOY DE VUELTA
GRAX X PREGUNTAR Y LEER CLARO
Invitado
Invitado
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
A MI TAMBIEN ME HAN OPERADO DEL APENDICE
LA VERDAD ES QUE ES HORRIBLE, TE COMPRENDO!
ESPERO QUE POR LO MENOS HALLAS TENIDO UNA BUENA NAVIDAD! (:
QUE TE RECUPERES PRONTO
MERRY CHRISTMAS
&
HAPPY NEW YEAR
XOXO
JAVI'S JONAS
LA VERDAD ES QUE ES HORRIBLE, TE COMPRENDO!
ESPERO QUE POR LO MENOS HALLAS TENIDO UNA BUENA NAVIDAD! (:
QUE TE RECUPERES PRONTO
MERRY CHRISTMAS
&
HAPPY NEW YEAR
XOXO
JAVI'S JONAS
JaviOfJonas
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
Mery Christmas soy nueva lectora porfas siguela cuando puedas!besos
Invitado
Invitado
Re: "El diablo En Invierno" (Nick & tu)
CAPITULO DOS (PARTE 1 2 3 & 4 )
En cuanto se quedó a solas, _______soltó un
suspiro agitado y cerró los ojos. El lord no tenía que preocuparse de que ella
cambiara de parecer. Ahora que había cerrado el acuerdo, estaba cien veces más
impaciente que él por empezar el viaje. Le aterraba pensar que era muy probable
que el tío Brook y el tío Peregrine la estuvieran buscando en ese mismo
instante. La última vez que se había escapado de casa, la habían atrapado a la
entrada del club de su padre. En el carruaje de vuelta a casa, el tío Peregrine
le había pegado hasta partirle un labio y dejarle un ojo morado, además de la
espalda y los brazos cubiertos de moretones. Y luego la habían encerrado dos
semanas en su habitación prácticamente a pan y agua.
Nadie, ni siquiera sus amigas Annabelle,
Lillian y Daisy, sabían cuánto había sufrido. La vida en la casa de los
Maybrick había sido una pesadilla. Toda la familia, formada por los Maybrick y
los Stubbins, aunaba esfuerzos para quebrantar su voluntad. Les molestaba y
sorprendía que les costara tanto, y _______
estaba tan sorprendida como ellos. Nunca habría imaginado que podría soportar
los castigos severos, la indiferencia e incluso el odio, sin derrumbarse. Quizá
se parecía a su padre más de lo que nadie sospechaba. Ivo Jenner había sido un
luchador, y el secreto de su éxito, tanto en el cuadrilátero como fuera de él,
no se debía al talento sino a la tenacidad. Ella había heredado esa terquedad.
_______ quería ver a su padre. Lo anhelaba
tanto que le dolía físicamente. Era la única persona en el mundo que la quería.
Era un amor negligente, sí, pero nadie le había dado más. Comprendía que la
hubiera dejado a cargo de los Maybrick hacía tanto tiempo, después de que su
madre muriera en el parto. Un club de juego no era lugar para educar a una niña.
Y aunque los Maybrick no pertenecían a la nobleza, eran de buena familia. Pero _______
se preguntaba si su padre habría
decidido lo mismo de haber sabido cómo la tratarían, si se hubiera imaginado
que aquella familia descargaría en un bebé indefenso su ira por la rebelión de
su hija menor. Pero ya no tenía sentido preocuparse por eso.
Su madre había muerto, su padre estaba a
punto de reunirse con ella y había cosas que _______ quería preguntarle antes de que eso
ocurriera. La mejor oportunidad de huir de las garras de los Maybrick era el
insoportable aristócrata con quien acababa aceptar casarse.
Estaba asombrada de haber podido comunicarse
tan bien con St.Jonas, que intimidaba bastante, con su belleza, sus ojos cafe
verdosos y una boca hecha para besar y mentir. Parecía un ángel caído, con
aquel peligroso atractivo masculino que sólo el diablo podía dispensar. También
era un hombre egoísta y carente de escrúpulos, como había demostrado al
intentar raptar a la prometida de su mejor amigo. Pero eso mismo lo convertía
en un adversario capaz de plantar cara a los Maybrick. Al menos así lo creía _______
St. Jonas sería un marido terrible, claro.
Pero como ella no se hacía ilusiones al respecto, eso no sería ningún problema.
Como no lo quería en absoluto, podría hacer la vista gorda ante sus
indiscreciones y oídos sordos a sus insultos.
Qué diferente sería su matrimonio del de sus
amigas. Al pensar en ellas, sintió unas repentinas ganas de llorar. No había la
menor posibilidad de que Annabelle, Daisy o Lillian, en especial esta última,
siguieran siendo amigas suyas después de que se casara con St.Jonas . Parpadeó
para contener las lágrimas y tragó saliva. Llorar no servía de nada. Aunque
ésta no era ni mucho menos una solución perfecta a su dilema, era la mejor que
se le ocurría.
Al imaginar la furia de sus tíos al
enterarse de que ella y su fortuna estaban fuera de su alcance para siempre, su
tristeza remitió un poco. Valía la pena hacer cualquier cosa con tal de no
vivir dominada por ellos el resto de su vida. Y también para no verse obligada
a casarse con el pobre y cobarde Eustace, que olvidaba sus penas comiendo y
bebiendo en exceso. Últimamente se había ensanchado tanto que apenas pasaba por
la puerta de su propia habitación. Aunque detestaba a sus padres casi tanto
como ella, Eustace nunca se atrevería a desobedecerlos.
Irónicamente, había sido él quien la había
inducido a huir esa noche. Había ido a verla unas horas antes con un anillo de
compromiso de oro con un jade incrustado.
—Ten —le había dicho con timidez—. Madre
dice que te dé esto. No podrás comer nada si no lo llevas puesto a la mesa.
Dijo que la semana que viene se leerán las amonestaciones.
Aunque no se sorprendió, _______ se había
ruborizado de desconcierto y rabia. Eustace rió al verlo.
—Madre mía, qué pinta tienes cuando te
sonrojas. El pelo se te queda mas amarillo
Conteniendo una respuesta mordaz, _______ se
esforzó por calmarse y concentrarse en las palabras que se agitaban en su
interior como hojas movidas por el viento. Las recogió con cuidado y logró preguntar
sin tartamudear:
—Primo Eustace, si acepto casarme contigo,
¿te pondrías alguna vez de mi parte ante tus padres? ¿Me dejarías ir a ver a mi
padre y cuidarlo?
La sonrisa de Eustace se desvaneció. La miró
fijamente a los ojos y, tras desviar la mirada, respondió:
—No serían tan duros contigo si no fueras
tan terca, ¿sabes?
_______ perdió la paciencia y la batalla
contra la tartamudez:
—O sea que só... sólo te interesa que...
quedarte con mi dinero sin da... darme nada a cambio...
— ¿Para qué quieres tú dinero? —repuso su
primo con desdén—. Eres una muchacha tímida que se esconde por los rincones. No
te gusta la ropa cara ni las joyas. No se te da bien charlar, eres demasiado
fea para llevarte a la cama y no tienes ninguna virtud. Deberías estar
agradecida de que quiera casarme contigo, pero tu estupidez te impide
comprenderlo.
—Pe... pe... pero... —La frustración la dejó
impotente. No lograba reunir las palabras para replicar, de modo que se quedó
mirándolo mientras se esforzaba por hablar.
— ¡Mira que eres idi*ota! —masculló Eustace
con impaciencia, y lanzó el anillo al suelo en un arranque de furia. La alhaja
rebotó y rodó hasta desaparecer bajo el sofá—. Vaya, ahora se ha perdido. Y es
culpa tuya por sacarme de quicio. Será mejor que lo encuentres o te morirás de
hambre. Voy a decirle a madre que yo he cumplido con mi parte. Ya te arreglarás
con ella.
A _____no la había sorprendido que los
Maybrick hubieran decidido casarla. Creían que no le quedaba otra alternativa.
Pero, en lugar de buscar el anillo perdido, preparó febrilmente una bolsa de
viaje y la lanzó al jardín. No era especialmente ágil, pero el pánico le dio la
fuerza necesaria para huir por la ventana del primer piso, desde donde bajó por
un canalón. Cruzó corriendo el jardín y la verja y, gracias a la suerte,
consiguió detener un coche de punto.
Ahora, mientras esperaba a su futuro esposo,
pensó con satisfacción taciturna que probablemente no volvería a ver nunca a
Eustace. A medida que su volumen aumentaba, limitaba cada vez más sus
actividades a la casa de los Maybrick, y no solía dejarse ver en sociedad. Daba
igual cómo salieran las cosas, ella jamás iba a arrepentirse de haber escapado
al horrible destino de convertirse en su esposa. No era seguro que Eustace
hubiera intentado acostarse con ella ya que no parecía poseer suficiente
«espíritu carnal», eufemismo con que se designaba el instinto sexual. Dedicaba
toda su pasión a la comida y los licores. Lord St.Jonas, en cambio, había
seducido, comprometido y deshonrado a innumerables mujeres. Aunque parecía que
a muchas eso les resultaba atractivo, _____ no figuraba entre ellas. No
obstante, después de la boda, nadie podría objetar que el matrimonio no se
había consumado completamente según mandaba la ley.
Al pensarlo, se le hizo un nudo en el
estómago. Había soñado que se casaría con un hombre sensible, acaso un poco
aniñado, que nunca se burlaría de su tartamudez y sería cariñoso y tierno.
Nicholas, lord St.Jonas, era la antítesis de
su amor soñado. No tenía nada de amable o sensible, y mucho menos de aniñado.
Era un depredador al que, sin duda, le gustaba juguetear con su presa antes de
matarla. Con la mirada puesta en el sillón que el había ocupado, pensó en el
aspecto de St. Jonas a la luz de la chimenea. Alto y delgado, con un cuerpo que
era la percha perfecta para la ropa elegantemente sencilla que complementaba su
atractivo leonado. Pelo del dorado viejo de un icono medieval, abundante y un
poco rizado, salpicado de mechones Café pálido. Ojos que brillaban, y que no
reflejaban ninguna emoción cuando sonreía. Sin embargo, su sonrisa bastaba para
dejar a una mujer sin aliento. Boca sensual y cínica; dientes blancos
destellantes... Oh, St. Jonas era deslumbrante. Y él lo sabía.
Pero, por extraño que pareciera, _____ no le temía. St. Jonas era demasiado
inteligente para usar la violencia física cuando unas pocas palabras bien
elegidas fulminarían a alguien con un mínimo alboroto. _____ temía más la
brutalidad simplona del tío Peregrine, por no mencionar las manos despiadadas
de la tía Florence, a quien le gustaba dar bofetadas y pellizcos.
Nunca más, se juró _____ mientras se frotaba distraídamente las
manchas del vestido, donde la suciedad del canalón le había dejado unas rayas
negras. Le apetecía ponerse el vestido limpio que había metido en la bolsa de
viaje. Sin embargo, como los rigores del viaje le ensuciarían y arrugarían
cualquier cosa que llevara puesta, prefirió no cambiarse.
Un ruido en la puerta. Alzó los ojos y vio a
una criada regordeta, que le preguntó con timidez si quería refrescarse. Pensó
con tristeza que la chica parecía acostumbrada a la presencia de mujeres solas
en la casa, y dejó que la llevara hasta una pequeña habitación en el piso de
arriba. El cuarto, como el resto de la casa, estaba muy bien amueblado y
arreglado. El empapelado, de colores vivos, tenía un dibujo de aves y pagodas
chinas. En una antecámara anexa había un lavabo con grifos de agua corriente
con llaves en forma de delfines, y una puerta que daba a un retrete.
Tras hacer sus necesidades, se lavó las
manos y la cara, y bebió agua en un vaso de plata. Fue a la habitación en busca
de un peine o un cepillo. Al no encontrar ninguno, se arregló el moño con las
manos.
No oyó nada que la advirtiera de la
presencia de alguien pero, de golpe, supo que no estaba sola. Se volvió con un
respingo nervioso. St. Jonas estaba allí de pie, en una postura relajada y
mirándola con la cabeza levemente ladeada. _____ sintió una sensación extraña:
un calor suave, como la luz que atraviesa el agua, y de repente se sintió
desfallecer. Estaba muy cansada y pensar en todo lo que le esperaba —el viaje a
Escocia, la boda apresurada, la consumación posterior— era agotador. Se
enderezó y dio un paso pero, al hacerlo, una lluvia de estrellitas le nubló la
vista. Se detuvo y se tambaleó.
Sacudió la cabeza para despejarse y advirtió
que St. Jonas estaba a su lado, sujetándola por los codos. Era la primera vez
que lo tenía tan cerca y su aroma y su contacto le impregnaron los sentidos:
una suave fragancia de colonia cara y la piel limpia cubierta por prendas de
lino y lana fina. Irradiaba salud y virilidad. Sin duda, era un hombre
atractivo y pulcro que sabía cuidar de sí mismo. _____ parpadeó y se percató de
que era mucho más alto de lo que parecía. Le sorprendió ver su corpulencia,
algo que de lejos no se apreciaba.
— ¿Cuándo comió por última vez? —preguntó
él.
—Ayer por la ma... mañana...., creo...
—No me diga que su familia también la mataba
de hambre —comentó arqueando las cejas, antes de resoplar cuando ella asintió—.
Esto suena cada vez más melodramático. Pediré a la cocinera que prepare unos
emparedados. Cójase de mi brazo y la ayudaré a bajar.
—No ne…necesito ayuda, gra... gracias.
—Cójase del brazo —repitió él con una voz
agradable pero firme—. No quiero que se caiga y se rompa la crisma antes de
llegar siquiera al carruaje. No se encuentran herederas disponibles así como
así. Me costaría mucho encontrar una sustituta.
_____ debía de estar más mareada de lo que
creía, porque cuando se dirigieron hacia la escalera se alegró de contar con su
apoyo. En algún momento del trayecto, St. Jonas le deslizó un brazo por la
espalda y le tomó la mano libre para guiarla con cuidado peldaños abajo. Tenía
unas leves magulladuras en los nudillos, recuerdo de la pelea con lord Kevin.
Any se estremeció al pensar en el penoso desempeño que tendría ese aristócrata
consentido en una pelea cuerpo a cuerpo con el descomunal tío Peregrine, y
deseó estar ya en Gretna Green.
St .Jonas , que notó su temblor, la sujetó
con más fuerza al llegar al último peldaño.
— ¿Tiene frío? —preguntó—. ¿O son nervios?
—Qui... quiero irme de Londres antes de que
mis parientes me encuentren.
— ¿Tienen algún motivo para sospechar que ha
venido a mi casa?
—Oh, no —aseguró ella—. Na... nadie
concebiría que pueda estar tan loca.
Si la cabeza no le diese ya vueltas, la
deslumbrante sonrisa de St. Jonas le habría provocado ese efecto.
—Afortunadamente tengo una vanidad muy
elevada. Sus pullas no me afectan.
—Seguramente hay muchas mujeres que le
alimentan la va... vanidad. No necesita ninguna más.
—Siempre necesito una más. Ése es mi
problema.
La llevó a la biblioteca, donde la dejó
sentada ante la chimenea unos minutos. Cuando se había adormilado, St. Jonas regresó
listo para partir. Aún aturdida, fue con él hacia un reluciente carruaje negro
estacionado delante de la casa, y St. Jonas la introdujo en el vehículo. La tapicería de
terciopelo crema, muy poco práctica pero magnífica, brillaba a la tenue luz de
una pequeña lámpara en el interior del coche. _____ sintió una extraña
sensación de bienestar al recostarse en un cojín ribeteado de seda. La familia
de su madre vivía según unas normas estrictas que regían el buen gusto, y no
les gustaba nada que oliera a exceso. Pensó que para St.Jonas , en cambio, el
exceso era habitual, en especial el relativo a la comodidad corporal.
En el suelo había una cesta hecha con cintas
de piel trenzadas. Contenía varios emparedados de pan blanco con lonchas de
embutido y queso envueltos en servilletas. El aroma de carne ahumada le
despertó un hambre voraz, y se comió dos emparedados con tanta rapidez que casi
se atragantó.
St. Jonas se había sentado frente a ella.
Esbozó una leve sonrisa al verla comer con avidez.
—¿Mejor ahora?
—Sí, gracias.
El abrió la puerta de un compartimiento
montado hábilmente en el tabique interior de la cabina y extrajo una copa de
cristal y una botella de vino blanco. Llenó la copa y se la dio. Tras un sorbo
prudente, _____ se la acabó con rapidez. A las jóvenes no se les permitía tomar
vino solo; solían rebajárselo con agua. St. Jonas volvió a llenársela. El
carruaje avanzaba ahora con un ligero balanceo, y los dientes de _____ golpearon
ligeramente el borde de la copa. Temerosa de derramar el vino en el terciopelo
crema, se acabó la copa de un trago. St. Jonas soltó una carcajada.
—Bebe despacio, cariño. Nos espera un largo
viaje. —Se reclinó en los cojines con el aspecto de un pachá ocioso sacado de
las novelas tórridas que tanto gustaban a Daisy Bowman—. Dígame, ¿qué habría
hecho si no hubiera aceptado su propuesta? ¿Adonde habría ido?
—Supongo que habría ido a ca... casa de
Annabelle y del señor Hunt. No habría podido recurrir a Lillian y lord Kevin ,
ya que estaban de luna de miel. Y habría sido inútil dirigirse a los Bowman.
Aunque Daisy habría terciado vehementemente en su favor, sus padres no habrían
querido tener nada que ver con aquello.
—¿Por qué no fue ésa su primera opción?
—Habría sido difícil para los Hunt impedir
que mis tíos me llevaran de vuelta —explicó _____, ceñuda—. Estaré más se...
segura siendo su esposa que como invitada en casa de alguien. —El vino la había
mareado un poco, y se hundió más en el asiento.
St. Jonas la miró pensativamente antes de
inclinarse para quitarle los zapatos.
—Estará más cómoda sin ellos —aseguró—. Por
el amor de Dios, no tenga miedo. No voy a abusar de usted en el carruaje. —Le
desabrochó los cordones y añadió en tono suave—: Y si lo hiciera, no importaría
demasiado, ya que vamos a casarnos.
Ella apartó de golpe el pie y él, con una
sonrisa, alargó la mano hacia el otro. Mientras dejaba que le quitara el
zapato, _____ se obligó a relajarse, aunque el roce de aquellos dedos en su
tobillo a través de la media le provocaba un extraño escalofrío.
—Debería aflojarse las cintas del corsé
—aconsejó él—. Así el viaje le resultará más agradable.
—No llevo co... corsé —respondió _____ sin mirarlo.
—¿No? Vaya, vaya —comentó St. Jonas a la vez
que le repasaba el cuerpo con mirada experta—. ¡Una fulana muy bien
proporcionada!
—No me gusta esa palabra.
—¿Fulana? Perdone... Es la fuerza de la
costumbre. Siempre trato a las damas como fulanas y a las fulanas como damas.
—¿Y le da buen resultado esa táctica?
—Ya lo creo —respondió él con una arrogancia
tan alegre que _____ no pudo evitar
sonreír.
—Es usted te... terrible.
—Cierto. Pero es un hecho conocido que la
gente terrible suele terminar mucho mejor de lo que se merece. Mientras que la
buena, como usted... —Hizo un gesto dando a entender que su situación actual
era un ejemplo perfecto de ello.
—Puede que no sea tan bu... buena como usted
cree.
—La esperanza es lo último que se pierde.
—Entornó los ojos, pensativo. _____ observó que tenía las pestañas, larguísimas
para un hombre, un poco más oscuras que el pelo. A pesar de su corpulencia y su
anchura de hombros, tenía un aire felino. Era como un tigre perezoso que a la
primera podía resultar mortífero—. ¿Qué enfermedad padece su padre? He oído
rumores, pero nada seguro.
—Tisis —murmuró _____—. Se la diagnosticaron hace seis meses y
no lo he visto desde entonces. Es el ti... tiempo más largo que he estado sin
visitarlo. Los Maybrick me lo prohibieron. Quieren que haga como que no existe.
—Me gustaría saber por qué —murmuró St. Jonas
con ironía, y cruzó las piernas—. Así que no lo ve asiduamente. Entonces ¿por
qué estas ganas repentinas de revolotear sobre su lecho de muerte? ¿Para
asegurarse un lugar privilegiado en su testamento?
Sin tener en cuenta la maliciosa
insinuación, _____ reflexionó y respondió con frialdad:
—Cuando era pequeña, me dejaban verlo una
vez al mes. Entonces estábamos unidos. Era, y es, el único hombre que se ha
preocupado por mí. Le quiero. Y no deseo que muera solo. Puede bu... burlarse
de mí si eso le divierte. Me da igual. Su opinión no significa nada para mí.
—Tranquila, encanto. —Su voz reflejó cierta
diversión—. Detecto indicios de un carácter sin duda heredado de su padre. He
visto cómo le brillan los ojos cuando pierde los estribos por alguna
insignificancia.
—¿Co... conoce a mi padre? —preguntó
sorprendida.
—Claro. Todos los hombres amantes del placer
han estado alguna vez en el Jenner's. Su padre es un buen tipo, aunque tan
explosivo como un polvorín. Por cierto, ¿cómo diablos se casó una Maybrick con
un don nadie?
—Entre otras cosas, mi madre debió de
considerarlo un medio para escapar de su familia.
—Lo mismo que en nuestro caso. Existe cierta
simetría, ¿no?
—Espero que la si... simetría termine ahí.
Porque me concibieron poco después de casarse y mi madre murió en el parto.
—No la dejaré embarazada si no quiere
—comentó él con desfachatez—. Es bastante fácil evitarlo: fundas, esponjas,
irrigaciones, además de esos espléndidos dispositivos plateados que... —Se
detuvo al ver su expresión y soltó una carcajada—. Dios mío, ha abierto unos
ojos como platos. ¿La he alarmado? No me diga que sus amigas casadas no le han
hablado de estas cosas.
_____ meneó la cabeza. Aunque Annabelle Hunt
a veces se mostraba dispuesta a explicar algunos de los misterios de la vida
conyugal, jamás había mencionado dispositivos para evitar el embarazo.
—Dudo que ellas los conozcan —dijo, y él rió
de nuevo.
—Estaré encantado de ilustrarla cuando
lleguemos a Escocia. —St. Jonas esbozó una sonrisa que a las hermanas Bowman
les habría resultado encantadora, aunque no habrían advertido el brillo
calculador de los ojos—. ¿Ha pensado que quizá disfrute lo suficiente de
nuestra consumación como para desear repetir, cielo?
Con qué facilidad pronunciaba palabras cariñosas.
(aaw <3)
—No —contestó _____—. Eso no pasará.
—Mmm... —murmuró él con un sonido parecido
al ronroneo de un gato—. Me gustan los retos.
—Pu... puede que me guste acostarme con
usted —aclaró _____ mirándolo a los ojos, a pesar de que sostenerle la mirada
la hizo sonrojar—. Espero que así sea. Pero no cambiaré de parecer. Porque sé
cómo es usted y de lo que es capaz.
—Todavía no ha visto lo peor, encanto—repuso él casi con ternura.
En cuanto se quedó a solas, _______soltó un
suspiro agitado y cerró los ojos. El lord no tenía que preocuparse de que ella
cambiara de parecer. Ahora que había cerrado el acuerdo, estaba cien veces más
impaciente que él por empezar el viaje. Le aterraba pensar que era muy probable
que el tío Brook y el tío Peregrine la estuvieran buscando en ese mismo
instante. La última vez que se había escapado de casa, la habían atrapado a la
entrada del club de su padre. En el carruaje de vuelta a casa, el tío Peregrine
le había pegado hasta partirle un labio y dejarle un ojo morado, además de la
espalda y los brazos cubiertos de moretones. Y luego la habían encerrado dos
semanas en su habitación prácticamente a pan y agua.
Nadie, ni siquiera sus amigas Annabelle,
Lillian y Daisy, sabían cuánto había sufrido. La vida en la casa de los
Maybrick había sido una pesadilla. Toda la familia, formada por los Maybrick y
los Stubbins, aunaba esfuerzos para quebrantar su voluntad. Les molestaba y
sorprendía que les costara tanto, y _______
estaba tan sorprendida como ellos. Nunca habría imaginado que podría soportar
los castigos severos, la indiferencia e incluso el odio, sin derrumbarse. Quizá
se parecía a su padre más de lo que nadie sospechaba. Ivo Jenner había sido un
luchador, y el secreto de su éxito, tanto en el cuadrilátero como fuera de él,
no se debía al talento sino a la tenacidad. Ella había heredado esa terquedad.
_______ quería ver a su padre. Lo anhelaba
tanto que le dolía físicamente. Era la única persona en el mundo que la quería.
Era un amor negligente, sí, pero nadie le había dado más. Comprendía que la
hubiera dejado a cargo de los Maybrick hacía tanto tiempo, después de que su
madre muriera en el parto. Un club de juego no era lugar para educar a una niña.
Y aunque los Maybrick no pertenecían a la nobleza, eran de buena familia. Pero _______
se preguntaba si su padre habría
decidido lo mismo de haber sabido cómo la tratarían, si se hubiera imaginado
que aquella familia descargaría en un bebé indefenso su ira por la rebelión de
su hija menor. Pero ya no tenía sentido preocuparse por eso.
Su madre había muerto, su padre estaba a
punto de reunirse con ella y había cosas que _______ quería preguntarle antes de que eso
ocurriera. La mejor oportunidad de huir de las garras de los Maybrick era el
insoportable aristócrata con quien acababa aceptar casarse.
Estaba asombrada de haber podido comunicarse
tan bien con St.Jonas, que intimidaba bastante, con su belleza, sus ojos cafe
verdosos y una boca hecha para besar y mentir. Parecía un ángel caído, con
aquel peligroso atractivo masculino que sólo el diablo podía dispensar. También
era un hombre egoísta y carente de escrúpulos, como había demostrado al
intentar raptar a la prometida de su mejor amigo. Pero eso mismo lo convertía
en un adversario capaz de plantar cara a los Maybrick. Al menos así lo creía _______
St. Jonas sería un marido terrible, claro.
Pero como ella no se hacía ilusiones al respecto, eso no sería ningún problema.
Como no lo quería en absoluto, podría hacer la vista gorda ante sus
indiscreciones y oídos sordos a sus insultos.
Qué diferente sería su matrimonio del de sus
amigas. Al pensar en ellas, sintió unas repentinas ganas de llorar. No había la
menor posibilidad de que Annabelle, Daisy o Lillian, en especial esta última,
siguieran siendo amigas suyas después de que se casara con St.Jonas . Parpadeó
para contener las lágrimas y tragó saliva. Llorar no servía de nada. Aunque
ésta no era ni mucho menos una solución perfecta a su dilema, era la mejor que
se le ocurría.
Al imaginar la furia de sus tíos al
enterarse de que ella y su fortuna estaban fuera de su alcance para siempre, su
tristeza remitió un poco. Valía la pena hacer cualquier cosa con tal de no
vivir dominada por ellos el resto de su vida. Y también para no verse obligada
a casarse con el pobre y cobarde Eustace, que olvidaba sus penas comiendo y
bebiendo en exceso. Últimamente se había ensanchado tanto que apenas pasaba por
la puerta de su propia habitación. Aunque detestaba a sus padres casi tanto
como ella, Eustace nunca se atrevería a desobedecerlos.
Irónicamente, había sido él quien la había
inducido a huir esa noche. Había ido a verla unas horas antes con un anillo de
compromiso de oro con un jade incrustado.
—Ten —le había dicho con timidez—. Madre
dice que te dé esto. No podrás comer nada si no lo llevas puesto a la mesa.
Dijo que la semana que viene se leerán las amonestaciones.
Aunque no se sorprendió, _______ se había
ruborizado de desconcierto y rabia. Eustace rió al verlo.
—Madre mía, qué pinta tienes cuando te
sonrojas. El pelo se te queda mas amarillo
Conteniendo una respuesta mordaz, _______ se
esforzó por calmarse y concentrarse en las palabras que se agitaban en su
interior como hojas movidas por el viento. Las recogió con cuidado y logró preguntar
sin tartamudear:
—Primo Eustace, si acepto casarme contigo,
¿te pondrías alguna vez de mi parte ante tus padres? ¿Me dejarías ir a ver a mi
padre y cuidarlo?
La sonrisa de Eustace se desvaneció. La miró
fijamente a los ojos y, tras desviar la mirada, respondió:
—No serían tan duros contigo si no fueras
tan terca, ¿sabes?
_______ perdió la paciencia y la batalla
contra la tartamudez:
—O sea que só... sólo te interesa que...
quedarte con mi dinero sin da... darme nada a cambio...
— ¿Para qué quieres tú dinero? —repuso su
primo con desdén—. Eres una muchacha tímida que se esconde por los rincones. No
te gusta la ropa cara ni las joyas. No se te da bien charlar, eres demasiado
fea para llevarte a la cama y no tienes ninguna virtud. Deberías estar
agradecida de que quiera casarme contigo, pero tu estupidez te impide
comprenderlo.
—Pe... pe... pero... —La frustración la dejó
impotente. No lograba reunir las palabras para replicar, de modo que se quedó
mirándolo mientras se esforzaba por hablar.
— ¡Mira que eres idi*ota! —masculló Eustace
con impaciencia, y lanzó el anillo al suelo en un arranque de furia. La alhaja
rebotó y rodó hasta desaparecer bajo el sofá—. Vaya, ahora se ha perdido. Y es
culpa tuya por sacarme de quicio. Será mejor que lo encuentres o te morirás de
hambre. Voy a decirle a madre que yo he cumplido con mi parte. Ya te arreglarás
con ella.
A _____no la había sorprendido que los
Maybrick hubieran decidido casarla. Creían que no le quedaba otra alternativa.
Pero, en lugar de buscar el anillo perdido, preparó febrilmente una bolsa de
viaje y la lanzó al jardín. No era especialmente ágil, pero el pánico le dio la
fuerza necesaria para huir por la ventana del primer piso, desde donde bajó por
un canalón. Cruzó corriendo el jardín y la verja y, gracias a la suerte,
consiguió detener un coche de punto.
Ahora, mientras esperaba a su futuro esposo,
pensó con satisfacción taciturna que probablemente no volvería a ver nunca a
Eustace. A medida que su volumen aumentaba, limitaba cada vez más sus
actividades a la casa de los Maybrick, y no solía dejarse ver en sociedad. Daba
igual cómo salieran las cosas, ella jamás iba a arrepentirse de haber escapado
al horrible destino de convertirse en su esposa. No era seguro que Eustace
hubiera intentado acostarse con ella ya que no parecía poseer suficiente
«espíritu carnal», eufemismo con que se designaba el instinto sexual. Dedicaba
toda su pasión a la comida y los licores. Lord St.Jonas, en cambio, había
seducido, comprometido y deshonrado a innumerables mujeres. Aunque parecía que
a muchas eso les resultaba atractivo, _____ no figuraba entre ellas. No
obstante, después de la boda, nadie podría objetar que el matrimonio no se
había consumado completamente según mandaba la ley.
Al pensarlo, se le hizo un nudo en el
estómago. Había soñado que se casaría con un hombre sensible, acaso un poco
aniñado, que nunca se burlaría de su tartamudez y sería cariñoso y tierno.
Nicholas, lord St.Jonas, era la antítesis de
su amor soñado. No tenía nada de amable o sensible, y mucho menos de aniñado.
Era un depredador al que, sin duda, le gustaba juguetear con su presa antes de
matarla. Con la mirada puesta en el sillón que el había ocupado, pensó en el
aspecto de St. Jonas a la luz de la chimenea. Alto y delgado, con un cuerpo que
era la percha perfecta para la ropa elegantemente sencilla que complementaba su
atractivo leonado. Pelo del dorado viejo de un icono medieval, abundante y un
poco rizado, salpicado de mechones Café pálido. Ojos que brillaban, y que no
reflejaban ninguna emoción cuando sonreía. Sin embargo, su sonrisa bastaba para
dejar a una mujer sin aliento. Boca sensual y cínica; dientes blancos
destellantes... Oh, St. Jonas era deslumbrante. Y él lo sabía.
Pero, por extraño que pareciera, _____ no le temía. St. Jonas era demasiado
inteligente para usar la violencia física cuando unas pocas palabras bien
elegidas fulminarían a alguien con un mínimo alboroto. _____ temía más la
brutalidad simplona del tío Peregrine, por no mencionar las manos despiadadas
de la tía Florence, a quien le gustaba dar bofetadas y pellizcos.
Nunca más, se juró _____ mientras se frotaba distraídamente las
manchas del vestido, donde la suciedad del canalón le había dejado unas rayas
negras. Le apetecía ponerse el vestido limpio que había metido en la bolsa de
viaje. Sin embargo, como los rigores del viaje le ensuciarían y arrugarían
cualquier cosa que llevara puesta, prefirió no cambiarse.
Un ruido en la puerta. Alzó los ojos y vio a
una criada regordeta, que le preguntó con timidez si quería refrescarse. Pensó
con tristeza que la chica parecía acostumbrada a la presencia de mujeres solas
en la casa, y dejó que la llevara hasta una pequeña habitación en el piso de
arriba. El cuarto, como el resto de la casa, estaba muy bien amueblado y
arreglado. El empapelado, de colores vivos, tenía un dibujo de aves y pagodas
chinas. En una antecámara anexa había un lavabo con grifos de agua corriente
con llaves en forma de delfines, y una puerta que daba a un retrete.
Tras hacer sus necesidades, se lavó las
manos y la cara, y bebió agua en un vaso de plata. Fue a la habitación en busca
de un peine o un cepillo. Al no encontrar ninguno, se arregló el moño con las
manos.
No oyó nada que la advirtiera de la
presencia de alguien pero, de golpe, supo que no estaba sola. Se volvió con un
respingo nervioso. St. Jonas estaba allí de pie, en una postura relajada y
mirándola con la cabeza levemente ladeada. _____ sintió una sensación extraña:
un calor suave, como la luz que atraviesa el agua, y de repente se sintió
desfallecer. Estaba muy cansada y pensar en todo lo que le esperaba —el viaje a
Escocia, la boda apresurada, la consumación posterior— era agotador. Se
enderezó y dio un paso pero, al hacerlo, una lluvia de estrellitas le nubló la
vista. Se detuvo y se tambaleó.
Sacudió la cabeza para despejarse y advirtió
que St. Jonas estaba a su lado, sujetándola por los codos. Era la primera vez
que lo tenía tan cerca y su aroma y su contacto le impregnaron los sentidos:
una suave fragancia de colonia cara y la piel limpia cubierta por prendas de
lino y lana fina. Irradiaba salud y virilidad. Sin duda, era un hombre
atractivo y pulcro que sabía cuidar de sí mismo. _____ parpadeó y se percató de
que era mucho más alto de lo que parecía. Le sorprendió ver su corpulencia,
algo que de lejos no se apreciaba.
— ¿Cuándo comió por última vez? —preguntó
él.
—Ayer por la ma... mañana...., creo...
—No me diga que su familia también la mataba
de hambre —comentó arqueando las cejas, antes de resoplar cuando ella asintió—.
Esto suena cada vez más melodramático. Pediré a la cocinera que prepare unos
emparedados. Cójase de mi brazo y la ayudaré a bajar.
—No ne…necesito ayuda, gra... gracias.
—Cójase del brazo —repitió él con una voz
agradable pero firme—. No quiero que se caiga y se rompa la crisma antes de
llegar siquiera al carruaje. No se encuentran herederas disponibles así como
así. Me costaría mucho encontrar una sustituta.
_____ debía de estar más mareada de lo que
creía, porque cuando se dirigieron hacia la escalera se alegró de contar con su
apoyo. En algún momento del trayecto, St. Jonas le deslizó un brazo por la
espalda y le tomó la mano libre para guiarla con cuidado peldaños abajo. Tenía
unas leves magulladuras en los nudillos, recuerdo de la pelea con lord Kevin.
Any se estremeció al pensar en el penoso desempeño que tendría ese aristócrata
consentido en una pelea cuerpo a cuerpo con el descomunal tío Peregrine, y
deseó estar ya en Gretna Green.
St .Jonas , que notó su temblor, la sujetó
con más fuerza al llegar al último peldaño.
— ¿Tiene frío? —preguntó—. ¿O son nervios?
—Qui... quiero irme de Londres antes de que
mis parientes me encuentren.
— ¿Tienen algún motivo para sospechar que ha
venido a mi casa?
—Oh, no —aseguró ella—. Na... nadie
concebiría que pueda estar tan loca.
Si la cabeza no le diese ya vueltas, la
deslumbrante sonrisa de St. Jonas le habría provocado ese efecto.
—Afortunadamente tengo una vanidad muy
elevada. Sus pullas no me afectan.
—Seguramente hay muchas mujeres que le
alimentan la va... vanidad. No necesita ninguna más.
—Siempre necesito una más. Ése es mi
problema.
La llevó a la biblioteca, donde la dejó
sentada ante la chimenea unos minutos. Cuando se había adormilado, St. Jonas regresó
listo para partir. Aún aturdida, fue con él hacia un reluciente carruaje negro
estacionado delante de la casa, y St. Jonas la introdujo en el vehículo. La tapicería de
terciopelo crema, muy poco práctica pero magnífica, brillaba a la tenue luz de
una pequeña lámpara en el interior del coche. _____ sintió una extraña
sensación de bienestar al recostarse en un cojín ribeteado de seda. La familia
de su madre vivía según unas normas estrictas que regían el buen gusto, y no
les gustaba nada que oliera a exceso. Pensó que para St.Jonas , en cambio, el
exceso era habitual, en especial el relativo a la comodidad corporal.
En el suelo había una cesta hecha con cintas
de piel trenzadas. Contenía varios emparedados de pan blanco con lonchas de
embutido y queso envueltos en servilletas. El aroma de carne ahumada le
despertó un hambre voraz, y se comió dos emparedados con tanta rapidez que casi
se atragantó.
St. Jonas se había sentado frente a ella.
Esbozó una leve sonrisa al verla comer con avidez.
—¿Mejor ahora?
—Sí, gracias.
El abrió la puerta de un compartimiento
montado hábilmente en el tabique interior de la cabina y extrajo una copa de
cristal y una botella de vino blanco. Llenó la copa y se la dio. Tras un sorbo
prudente, _____ se la acabó con rapidez. A las jóvenes no se les permitía tomar
vino solo; solían rebajárselo con agua. St. Jonas volvió a llenársela. El
carruaje avanzaba ahora con un ligero balanceo, y los dientes de _____ golpearon
ligeramente el borde de la copa. Temerosa de derramar el vino en el terciopelo
crema, se acabó la copa de un trago. St. Jonas soltó una carcajada.
—Bebe despacio, cariño. Nos espera un largo
viaje. —Se reclinó en los cojines con el aspecto de un pachá ocioso sacado de
las novelas tórridas que tanto gustaban a Daisy Bowman—. Dígame, ¿qué habría
hecho si no hubiera aceptado su propuesta? ¿Adonde habría ido?
—Supongo que habría ido a ca... casa de
Annabelle y del señor Hunt. No habría podido recurrir a Lillian y lord Kevin ,
ya que estaban de luna de miel. Y habría sido inútil dirigirse a los Bowman.
Aunque Daisy habría terciado vehementemente en su favor, sus padres no habrían
querido tener nada que ver con aquello.
—¿Por qué no fue ésa su primera opción?
—Habría sido difícil para los Hunt impedir
que mis tíos me llevaran de vuelta —explicó _____, ceñuda—. Estaré más se...
segura siendo su esposa que como invitada en casa de alguien. —El vino la había
mareado un poco, y se hundió más en el asiento.
St. Jonas la miró pensativamente antes de
inclinarse para quitarle los zapatos.
—Estará más cómoda sin ellos —aseguró—. Por
el amor de Dios, no tenga miedo. No voy a abusar de usted en el carruaje. —Le
desabrochó los cordones y añadió en tono suave—: Y si lo hiciera, no importaría
demasiado, ya que vamos a casarnos.
Ella apartó de golpe el pie y él, con una
sonrisa, alargó la mano hacia el otro. Mientras dejaba que le quitara el
zapato, _____ se obligó a relajarse, aunque el roce de aquellos dedos en su
tobillo a través de la media le provocaba un extraño escalofrío.
—Debería aflojarse las cintas del corsé
—aconsejó él—. Así el viaje le resultará más agradable.
—No llevo co... corsé —respondió _____ sin mirarlo.
—¿No? Vaya, vaya —comentó St. Jonas a la vez
que le repasaba el cuerpo con mirada experta—. ¡Una fulana muy bien
proporcionada!
—No me gusta esa palabra.
—¿Fulana? Perdone... Es la fuerza de la
costumbre. Siempre trato a las damas como fulanas y a las fulanas como damas.
—¿Y le da buen resultado esa táctica?
—Ya lo creo —respondió él con una arrogancia
tan alegre que _____ no pudo evitar
sonreír.
—Es usted te... terrible.
—Cierto. Pero es un hecho conocido que la
gente terrible suele terminar mucho mejor de lo que se merece. Mientras que la
buena, como usted... —Hizo un gesto dando a entender que su situación actual
era un ejemplo perfecto de ello.
—Puede que no sea tan bu... buena como usted
cree.
—La esperanza es lo último que se pierde.
—Entornó los ojos, pensativo. _____ observó que tenía las pestañas, larguísimas
para un hombre, un poco más oscuras que el pelo. A pesar de su corpulencia y su
anchura de hombros, tenía un aire felino. Era como un tigre perezoso que a la
primera podía resultar mortífero—. ¿Qué enfermedad padece su padre? He oído
rumores, pero nada seguro.
—Tisis —murmuró _____—. Se la diagnosticaron hace seis meses y
no lo he visto desde entonces. Es el ti... tiempo más largo que he estado sin
visitarlo. Los Maybrick me lo prohibieron. Quieren que haga como que no existe.
—Me gustaría saber por qué —murmuró St. Jonas
con ironía, y cruzó las piernas—. Así que no lo ve asiduamente. Entonces ¿por
qué estas ganas repentinas de revolotear sobre su lecho de muerte? ¿Para
asegurarse un lugar privilegiado en su testamento?
Sin tener en cuenta la maliciosa
insinuación, _____ reflexionó y respondió con frialdad:
—Cuando era pequeña, me dejaban verlo una
vez al mes. Entonces estábamos unidos. Era, y es, el único hombre que se ha
preocupado por mí. Le quiero. Y no deseo que muera solo. Puede bu... burlarse
de mí si eso le divierte. Me da igual. Su opinión no significa nada para mí.
—Tranquila, encanto. —Su voz reflejó cierta
diversión—. Detecto indicios de un carácter sin duda heredado de su padre. He
visto cómo le brillan los ojos cuando pierde los estribos por alguna
insignificancia.
—¿Co... conoce a mi padre? —preguntó
sorprendida.
—Claro. Todos los hombres amantes del placer
han estado alguna vez en el Jenner's. Su padre es un buen tipo, aunque tan
explosivo como un polvorín. Por cierto, ¿cómo diablos se casó una Maybrick con
un don nadie?
—Entre otras cosas, mi madre debió de
considerarlo un medio para escapar de su familia.
—Lo mismo que en nuestro caso. Existe cierta
simetría, ¿no?
—Espero que la si... simetría termine ahí.
Porque me concibieron poco después de casarse y mi madre murió en el parto.
—No la dejaré embarazada si no quiere
—comentó él con desfachatez—. Es bastante fácil evitarlo: fundas, esponjas,
irrigaciones, además de esos espléndidos dispositivos plateados que... —Se
detuvo al ver su expresión y soltó una carcajada—. Dios mío, ha abierto unos
ojos como platos. ¿La he alarmado? No me diga que sus amigas casadas no le han
hablado de estas cosas.
_____ meneó la cabeza. Aunque Annabelle Hunt
a veces se mostraba dispuesta a explicar algunos de los misterios de la vida
conyugal, jamás había mencionado dispositivos para evitar el embarazo.
—Dudo que ellas los conozcan —dijo, y él rió
de nuevo.
—Estaré encantado de ilustrarla cuando
lleguemos a Escocia. —St. Jonas esbozó una sonrisa que a las hermanas Bowman
les habría resultado encantadora, aunque no habrían advertido el brillo
calculador de los ojos—. ¿Ha pensado que quizá disfrute lo suficiente de
nuestra consumación como para desear repetir, cielo?
Con qué facilidad pronunciaba palabras cariñosas.
(aaw <3)
—No —contestó _____—. Eso no pasará.
—Mmm... —murmuró él con un sonido parecido
al ronroneo de un gato—. Me gustan los retos.
—Pu... puede que me guste acostarme con
usted —aclaró _____ mirándolo a los ojos, a pesar de que sostenerle la mirada
la hizo sonrojar—. Espero que así sea. Pero no cambiaré de parecer. Porque sé
cómo es usted y de lo que es capaz.
—Todavía no ha visto lo peor, encanto—repuso él casi con ternura.
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