Once upon a time (Louis Tomlinson y Lila Tyler)

—Lila Tyler —escuché. Una mujer de cabello castaño y mediana edad me llamó con resentimiento en la voz, casi con rabia. La miré, preguntándome el porqué de eso, pero no lo di mucha importancia, ya que tenía que concentrarme en la entrevista de trabajo, de la cual, a decir verdad, no sabía nada.
Entré a la oficina y un extraño aroma a perfume me abrumó un poco. Era demasiado, raro, pero excesivo. La silla del padre de Harry, el dueño de la empresa, estaba volteada, mirando hacia el gran ventanal que daba a la ciudad.
—Aquí está Lila Tyler —dijo la secretaria, con el mismo tono amargo de hace un rato.
El padre de Harry levantó una mano por un lado de la silla e hizo una señal con la mano, la secretaria asintió y me dijo que tomara asiento. Después se retiró y cerró la puerta, dejándome a solas con el señor Styles.
Sin embargo, cuando la silla rodó y vi quién estaba sentado allí, tuve que taparme la boca para no reírme a carcajadas.
—Te estaba esperando… —no era el señor Styles, sino Harry con un gato en su regazo, acariciando su pelaje como en las películas. No lo soporté más y reí con ganas, no lo había hecho así desde hace un tiempo, o años.
—¿Qué sucedió con el correcto chico de antes? —le pregunté.
—Está de vacaciones, me pidió que le cuidara a Pussy —dijo señalando al gato. Moriría de la risa en cualquier momento—. Y que por favor, hiciera una entrevista de trabajo para una postulante de asistente del vicepresidente de la empresa.
Dejé de reírme al instante en que dijo eso. Asistente del vicepresidente, era algo elevado para mí, considerando que mi única experiencia laboral era de mesera, vendedora de ropa y recibidora de quejas en tiendas de vestidos.
—Vale, si no querías que viniera por el trabajo, sólo debiste haberme dicho que nos juntáramos en una cafetería…
—¡Contratada! —gritó de pronto. No comprendí nada, esto ni siquiera parecía una entrevista, es más, ni siquiera creía que Harry tuviera el poder de contratar personal sólo porque sí.
—Harry, por favor…
—Bien, comenzarás en este momento, necesito que fotocopies unos documentos del mes pasado, pídeselos a Caroline, mi secretaria.
—Espera… si sabes todas esas cosas, eso quiere decir que tú eres… —oh, no, ¿en qué me había metido Harry?
—El vicepresidente, sí, ahora necesito esos papeles con urgencia, vamos, muévete, no te pago para que me admires.
Me levanté algo confundida, ¿en serio quería trabajar para Harry? Por supuesto que no, pero no pude hacer nada porque él se colocó de pie y me empujó fuera de la oficina.
—Caroline, dale los documentos del mes pasado a Lila, que haga cinco fotocopias, las necesito en 30 minutos.
Caroline, la secretaria, me miró aún con más odio, y en cuanto Harry desapareció detrás de la puerta de su oficina, ella bufó por lo bajo.
—Bien, niña, sólo dos cosas: No te acerques a Harry y no te cruces en mi camino —ok, comprendí de inmediato por dónde iban las cosas, aunque me preguntaba si Harry estaba al tanto de que su secretaria lo quería para ella, sin mencionar de que lucía mayor, muy mayor para Harry—. Aquí están los documentos… —me entregó dos carpetas pesadas con papeles—. La sala de fotocopias está en el tercer piso.
Y dicho eso, volvió a su escritorio y tecleó algunas cosas en su computador.
Aún no comprendía el cómo ayer ordenaba ganchos de ropa y ahora debía fotocopiar documentos que ni siquiera comprendía. Bueno, tal vez si los leía entendía todo, no era estúpida ni nada, pero hace tiempo que había perdido el hábito de estudio, desde que me expulsaron ya no tenía oportunidad en ningún sitio para estudiar, y todo por culpa de Louis.
O al menos eso quería creer. Centrarme en eso y focalizar mi decepción en el odio que sentía por perder la oportunidad de ser alguien me hacía no sentirme tan enamorada de Louis. Tan sólo deseaba creerme esa mentira, las cosas serían más sencillas.
Odiaba cuando comenzaba a pensar en él, me transformaba automáticamente en la chica más patética de Gran Bretaña. No me iba a engañar, porque en realidad lo era, quisiera o no, pensar en el chico “que me había dejado para irse con otra”, era una historia muy repetida y poco original, así que no tenía nada de interesante estar lamentándose por eso.
Y sin embargo, lo hacía de todas formas. ¿Por qué? Aún no lo sabía, aunque quería pensar que sólo era una forma de desahogarme.
Llegué al tercer piso y me encontré con esas oficinas en cubos. Encontré enseguida la sala de fotocopias y no tardé en nada en hacer mi primera tarea.
Sabía que no era legal estar haciendo esto, me faltaba firmar un contrato y renunciar al otro empleo que tenía, sin mencionar que ni loca trabajaría en serio para Harry, de sólo pensarlo me daba escalofríos. El chico ya tenía una obsesión por dar órdenes y corregir todo, ahora que era más alocado y algo relajado, no se podía esperar nada bueno de esa mezcla. Pero darle en el gusto por un día no mataría a nadie, lo haría por los viejos tiempos, y por las últimas palabras que me dijo antes de marcharme del internado.
Cuando estaba saliendo de la sala de fotocopias, con todos los papales en mis manos, no cerré la puerta porque si no me caería. Aunque eso fue totalmente innecesario, porque al momento de dar un paso fuera de ese cuarto, choqué contra alguien y todas las copias terminaron en el suelo.
Abrí la boca indignada y frustrada. El chico con el que choque ni siquiera se detuvo, siguió caminando a paso apresurado por el pasillo. No lo soporté, no iba a permitir que me dejara recogiendo todo eso yo sola, no quería unas disculpas, sino algo de ayuda o Harry me mataría.
—¡Hey, podrías tener algo de modales y ayudarme, ¿no lo crees?! —le grité.
No sé cómo, pero se hizo un silencio en todo el tercer piso que en mi vida había presenciado. Todo pareció como de película de terror, absolutamente todo el lugar se había detenido para observar la escena, y eso hizo que mi estómago diera un tirón y se revolviera, me recordó a la vez en que mi miraron en la cafetería, cuando Niall me besó y después todos creyeron que había engañado a cierta persona que no quería mencionar para no sentirme más patética de lo que ya lo hacía.
Sin embargo, por más que siguiera analizando la increíble capacidad que tenían todos para mantenerse quietos, no estaba preparada para eso. Ni en mil años lo hubiese estado, porque se suponía que jamás lo volvería a ver en mi vida.
Así que mi nivel de “perdedora y patética ex novia” se elevó por los aires, porque para cerrar el ciclo de estos inminentes e incómodos reencuentros, faltaba nada menos que el príncipe Louis Tomlinson.
Reuní todo el valor que pude para hablar con la voz firme. Louis se había volteado bastante cabreado, y su cara no era de las mejores que recordaba. Aunque claro, en cuanto me vio su expresión fue de total asombro, pero no le di importancia, o eso aparenté, yo había hablado así que yo debía cerrar esto.
—Olvídalo, si alguien nace sin modales, no se puede hacer nada para solucionarlo —ahí me di cuenta del por qué todos guardaron silencio. Creí que mi destino era chocarme con Louis para causar problemas y expectación.
Mis piernas temblaron cuando Louis enarcó una ceja y comenzó a caminar hacia mí a paso lento, fue tan extraño y exaltante a la vez. Mi pulso se disparó por completo y creí que en cualquier momento vomitaría de los nervios. Pero me mantuve firme, algo temblorosa, pero firme al fin y al cabo.
—Permíteme demostrar mis modales —dijo y ese fue el instante en que olvidé sus palabras antes de despedirse, la carta, a Maggie, y esos dos años en que estuve sin él. Su voz era el cielo sin duda.
Mas aún tenía orgullo.
—No importa —le gruñí. Me agaché a recoger los papeles y tratar de colocar todo en orden, pero no tardé en ver sus manos acomodando los que restaban.
De ser en un lugar menos concurrido, no hubiese sabido qué hacer o cómo reaccionar, tal vez lo habría golpeado tanto como besado, en realidad, no era muy relevante, los nervios y la vergüenza habrían sido los mismos.
—Te ves distinta… —murmuró de pronto. Me quedé estática, de pronto volvía a escuchar voces y teléfonos, junto con teclados y pisadas de aquí para allá, la oficina había vuelto a la vida y ya no era tan peligroso hablar.
—Claro, ya no tengo ese horrible cabello rosa que desafiaba a la naturaleza del ser humano —quise que sintiera el impacto de mis palabras y la rabia contenida, que percibiera el dolor que me causaron sus palabras.
—Sí, tal vez sea por eso… —cerré los ojos. Todo este tiempo me decía una y otra vez que Louis no había escrito la carta, que tal vez su madre lo había hecho u obligado a hacerlo, pero sus palabras sólo me confirmaban mis temores.
—Es mejor así —era la conversación más tensa que había tenido en mi vida, y sólo eran frases cortas pero con mucho sentido. Jamás le revelaría todo lo que había llorado, no, dejaría que él lo adivinara, aunque sabía de antemano que no se sentiría culpable.
Habría deseado no levantar la vista, pero fue demasiado tarde para cuando lo hice. Louis me miraba fijamente, su mirada era tan intensa que mi estómago ardió. Oh no, esa sensación otra vez no, eso sólo traía malas señales.
—Aunque te ves bien de las dos formas, Lila…
No sé cómo lo hice, pero no lo abracé. Le lancé la mirada más fría que tenía y, con la voz seca e irritada, le dije:
—¿Ya terminaste? Tengo que entregarle esto al vicepresidente en unos minutos —ni siquiera quise preguntarle el qué hacía allí, no quería que pensará que me importaba, aunque moría por saberlo.
—¿Tra-trabajas para Harry? —tartamudeó. Eso no me lo esperaba, Louis siempre fue alguien muy seguro de sí mismo.
—No, sólo vengo de visita y aprovecho de hacer algo de trabajo extra —bien, el sarcasmo serviría para ocultar todos los sentimientos encontrados que tenía en ese momento.
Pero Louis sonrió y eso me desconcertó completamente, mucho más que el pensar que lo tenía en frente de mí en carne y hueso. De repente, levantó su mano y acarició mi cabello…
—¡Louis, ¿qué haces aquí? Creí haberte dicho que no volvieras! —el grito de Harry nos hizo dar un salto y todos a nuestro alrededor se enfocaron más en sus trabajos. El rostro del Harry viejo había vuelto, y ni siquiera Pussy lograba contrarrestar su evidente enojo.
Pero la pregunta era, ¿qué demonios sucedía ahora?