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Mensaje por Zulencita González Vie 27 Jul 2012, 8:39 pm

quiiero capii :P
Zulencita González
Zulencita González


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"Encantos Ocultos" (Joe&Tu) [Terminada] - Página 7 Empty Re: "Encantos Ocultos" (Joe&Tu) [Terminada]

Mensaje por Natuu! Vie 27 Jul 2012, 9:52 pm

Capítulo 13



Joseph cruzó las puertas principales de la Sorbona y salió al sol resplandeciente de la tarde. Bajó los escalones lentamente, pasando al lado de los estudiantes ataviados casi con uniformidad con pantalones azul oscuro y levitas negras, y se dirigió hacia las calles llenas de obreros sin cualificar, de aspirantes a
artistas y escritores y de caballeros vestidos con pantalones de cuadros escoceses y chalecos primorosamente bordados que paseaban ociosos por los bulevares con elegante despreocupación.
El clima político en toda Europa estaba cada vez más revuelto. Tanto en su propio país como en el continente había graves problemas económicos. El mismo París era un cúmulo de descontentos donde no se paraba de hablar de revolución y de reforma tanto en las reuniones públicas como privadas de legitimistas, radicales y republicanos; entre los campesinos y los artesanos; y por supuesto, entre los ciudadanos de la clase media. La tensión seguía creciendo en la ciudad, y esa fue la única razón para que Joseph hubiera buscado alojamiento fuera de la urbe, para considerable irritación de ____, una mujer que adoraba la excitación urbana en todo momento.
Su primera parada había sido en las dependencias de la Guardia Nacional francesa, que se había saldado con escasa información acerca de Paul Simard y su familia. La Guardia tenía sus propios problemas, descuidada como había sido por Luis Felipe durante ya siete años completos. Luis Felipe era el rey de los franceses —el Rey de los Ciudadanos—, no el rey de Francia, y como persona detestaba el conflicto, hasta el punto de ningunear a aquellos que habrían de proteger su trono si el descontento acababa en verdadera rebelión. Joseph ignoraba si esto era bueno o malo; realmente no tenía una opinión al respecto, pero se daba cuenta de que tanto empeño en conseguir la paz a cualquier precio podía socavar el poder de un hombre en un país que se deleitaba en manifestaciones y reformas. Luis Felipe tenía aliados en Gran Bretaña, por supuesto, y entre ellos a la reina Victoria, a quien le gustaba el francés, en general, siempre que se pudiese olvidar el escándalo suscitado solo un año antes por la insistencia de Luis Felipe en casar a su hijo con la hermana de la reina de España, cuando Victoria lo había recibido una vez en Windsor y honrado con la Orden de la Jarretera. En ese momento, había nuevos escándalos de naturaleza doméstica relacionados con la ineficacia electoral francesa y la corrupción del ministro de la Guerra de Luis Felipe.
La situación se encaminaba hacia un desenlace negativo. Se podía sentir en el aire. El pueblo francés, en casi todos sus estratos sociales, estaba inquieto, la oposición estaba empezando a organizarse y cada uno de los grupos propugnaba su propia causa mediante airados discursos pronunciados en banquetes organizados a tal fin por los distintos grupos políticos. Sir Guy había estado en lo cierto. El monarca reinante en ese momento estaba perdiendo la batalla, y en opinión de Joseph sería solo cuestión de tiempo antes de que la agitación civil se convirtiera en violencia y Luis Felipe abandonara el trono camino del exilio o fuera asesinado por personajes influyentes, como era el caso de Henri Lemire.
Joseph se detuvo en una concurrida esquina, vestido con la misma seria indumentaria que llevaba el día de su reunión con Madeleine, y que resultaba algo incómoda para el calor de mediados de julio. La suerte los había acompañado en un viaje sin incidentes hasta la capital, ya que la última semana se había mantenido nublada y anormalmente fresca para estar en pleno verano, y el sol había hecho su primera aparición en días hacía solo dos horas.
Joseph observó el movimiento de la calle de la ciudad durante unos minutos, sin prestar apenas atención al tráfago congestionado de personas, a los gritos y al ruido del tráfico, al olor de los cuerpos sin asear y del estiércol de los caballos,
que se mezclaban con los de las carretas de los vendedores ambulantes, desbordantes de pollos y corderos asados, panes cocidos y flores recién cortadas.
Joseph tuvo que admitir que a la sazón se encontraba en un buen atolladero; no tanto por lo que se había enterado en los treinta minutos que había permanecido en la universidad, que ya era bastante preocupante en sí, sino por su conciencia. Tres días de investigaciones en París le habían aportado pocas noticias acerca de Robert Simard. Había empezado por la Guardia Nacional con la esperanza de obtener información sobre el padre del sujeto, en tanto que antiguo oficial del cuerpo, pero no había conseguido casi nada, excepto que su hijo, Robert, había sido otrora profesor de literatura en la Sorbona. En consecuencia, esa tarde se había trasladado hasta allí con grandes esperanzas en cuanto pudo concertar una cita con el rector, pero sus esperanzas se habían hecho añicos cuando se enteró de que Robert Simard llevaba viviendo felizmente en Suiza como profesor reputado, esposo abnegado y amantísimo padre de seis hijos desde hacía cinco años. Aquello, por lo tanto, solo podía significar una de dos cosas: o que ____ estaba equivocada acerca de las cartas de amor —de dónde o de quién procedían— o que le había mentido.
Hundió las manos en los bolsillos, se dio la vuelta y empezó a andar por la calle lentamente; hacia el sur, creyó, pero lo cierto es que no estaba prestando atención. Tendría que alquilar un medio de transporte para regresar a la posada en la que se alojaban, y esta se hallaba a varios kilómetros en las afueras de la ciudad, pero primero quería pensar.
Los últimos días con ____ habían sido difíciles para él. Sus sentimientos hacia ella eran confusos y, si los consideraba con honestidad, empezaban a ser muy profundos. Sin embargo, no tenía ninguna seguridad sobre qué motivaba la situación ni qué repercusiones tendría todo ello para su futuro. La atracción mutua solo parecía intensificarse por momentos, y no estaba muy seguro de que no fuera a sofocarse con una simple relación sexual. Casi había llegado a la conclusión de que acabarían siendo amantes, y asimismo sabía que, en su fuero interno, ____ también era consciente de ello, con independencia de que decidiera o no reconocerlo.
Sin embargo, lo que le traía a mal traer era saber con qué firmeza se oponía ella a pensar siquiera en casarse con él. Aquello era algo que tenía que ver con sus convicciones, y para su creciente preocupación, estaba empezando a pensar que incluso si la seducía, de lo cual estaba casi convencido de poder hacer, ella seguiría sin consentir convertirse en su esposa. Él podría forzar el asunto, pero probablemente eso solo ocasionaría un distanciamiento irreparable entre ellos, y a partir de ahí ____ jamás aprendería a confiar en él ni a amarlo como hombre. Él le gustaba, se lo pasaba bien con él, lo deseaba apasionadamente, pero eso era todo lo lejos que ella permitía que llegaran sus sentimientos. En ese momento, Joseph tenía que admitir que le encantaría tremendamente que se enamorase de él y daba por sentado que tal sentimiento se debía a que ____ era la primera mujer que conocía que se hubiera resistido tan concienzudamente a hacerlo. Si ella lo amaba, y se lo reconocía a sí misma, probablemente cedería y se casaría con él, que era el desenlace ansiado por Joseph. Pero este no sabía cómo combatir la tozudez de ____ y su firme convencimiento de que él acabaría haciéndole daño. Ella no confiaba en sus sentimientos, y Joseph no tenía ni idea de qué hacer al respecto.
Gruñó con incomodidad, deteniéndose de improviso, lo cual casi provocó que una oronda mujer que llevaba un niño de cada mano chocara con él, aunque Joseph apenas se dio cuenta de la circunstancia mientras se frotaba los ojos con las
yemas de los dedos, completamente absorto en sus pensamientos.
Habría sido muy sencillo, si Robert Simard siguiera viviendo en París y hubiera estado chantajeando a la madre de ____, tal y como esta había deducido. Las cartas en sí habrían sido fáciles de robar. Sin embargo, lo que más le molestaba del asunto a Joseph era la idea de que ella pudiera haberse inventado toda la historia. Pero ¿con qué fin? ¿Para obligarlo a llevarla a París? Aunque ella tuviera vínculos políticos y el deseo de ver derrocado al monarca, ¿por qué iba a necesitar estar allí, en medio de la agitación, para presenciarlo en directo? ¿Por qué habría de recurrir a las mentiras y al chantaje, cuando él no tardaría en descubrir que la historia del adulterio de su madre era mentira? ____ no era tonta, y la mera idea de que fuera a meterse en semejantes complicaciones a Joseph se le antojaba rocambolesca, cuando no ridícula.
No; tras un instante de meticulosa reflexión, Joseph llegó al convencimiento de que ella le había contado la verdad tal y como ella la creía. Y tampoco se había inventado la tierna exteriorización emocional que tanto lo había impresionado la última noche que pasaron en Marsella. A ____ le causaba una honda tristeza todo el asunto, de eso estaba seguro, e incluso sin su intento de engaño y chantaje, él la habría ayudado. El collar que en ese momento ____ mantenía oculto
en el fondo de un baúl carecía de importancia para él. Era la inocencia de ____, su respeto y admiración, y su alma lo que él valoraba.
Así que, de pie en medio de una concurrida acera del centro de París, con el sol de última hora de la tarde ocultándose por detrás de los altos edificios, y los sonidos y olores de los caballos que chacoloteaban y de los bulliciosos transeúntes llenando el aire, Joseph se sintió abatido, solo e impotente y sin saber muy bien qué hacer a continuación. Sobre todo, se percató, lo que le consumía era el desconcertante pensamiento de que pronto tendría que informar a ____ de que le había fallado. Ahí era donde su conciencia lo golpeaba con toda su fuerza.
No tenía ni idea de qué decirle. Robert Simard era un profesor casado que vivía en Suiza, llevaba una vida decente y sacaba adelante una familia. Las posibilidades de que fuera el chantajista eran remotas. El hombre tendría muy poco que ganar, y sí mucho que perder, si era descubierto o detenido. Eso implicaba que otra persona tenía las cartas, o decía tenerlas, y estaba utilizando el nombre de Robert Simard justo porque sabía que el francés estaba viviendo tranquilamente en otro país. Tal situación parecía mucho más lógica. La única manera de que Joseph pudiera obtener más información sería hablando con la mismísima madre de ____, y esa era una idea que lo aterrorizaba por completo. También era posible que todo estuviera siendo realizado desde Gran Bretaña, que alguien a quien la madre de ____ no conocía se hubiera enterado del romance —y de la correspondencia subsiguiente— y él o ella la estuviera chantajeando desde la comodidad de su pintoresco salón inglés. Pero, una vez más, había demasiadas preguntas, insuficientes pistas y nada que él pudiera hacer en París sin tener más detalles.
Paralizado, Joseph se quedó mirando la calle fijamente con expresión ausente. ____ lo estaba aguardando, esperanzada con que su día en la ciudad se revelara productivo, y cuando se enterase de que Joseph no tenía las cartas en su poder sería presa del abatimiento. Aunque lo que más lo desasosegaba era que cuando ella se enterase de que no tenía nada para darle, se enfurecería por su incompetencia, lo consideraría un mentiroso, o peor aún, un idiota, haría sus maletas y volvería a Gran Bretaña sin él. Joseph tenía suficiente amor propio para darse cuenta de que no correría ese riesgo. En Francia, ella estaba esencialmente a su cargo; dependía de él. En Gran Bretaña, si no era su esposa, podía negarse en redondo a verlo, y eso sería el fin de todo.
Su única otra opción, y por supuesto la exquisita y gratificante, consistía en engañarla y luego privarla de su virginidad, tal y como ella le había ofrecido en Marsella. Pero Joseph, incluso dejando en mal lugar a su ocasionalmente poco honesto pasado, jamás había sido tan malvado como para quitarle la inocencia a una mujer con una mentira descarada. Ahora se enfrentaba a una tremenda decisión moral, a una prueba de su personalidad como hombre. Sí, se casaría con
ella. La reputación de ____ se mantendría intacta. Esa no era la cuestión. Pero ¿sería capaz de engañarla tan descaradamente para que ella se entregara a él de buen grado a cambio de una falsedad? No lo sabía, pero pensó que no podía. Y sin
embargo, la alternativa era perderla.
Joseph dio media vuelta y volvió sobre sus pasos. Una ráfaga de viento hizo volar los periódicos viejos y las hojas de la calle contra sus piernas. Se hacía tarde. ____ le estaría esperando, y él tendría que tomar su decisión en el camino de regreso a la posada.






















¡Hola chicas! Y ¡Bienvenida Zulencita González! (:
Más tarde subo otro capítulo.

Natuu!!

Natuu!
Natuu!


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Mensaje por Zulencita González Vie 27 Jul 2012, 10:02 pm

gracias :P otro capiii plis :bounce: "Encantos Ocultos" (Joe&Tu) [Terminada] - Página 7 88550944
Zulencita González
Zulencita González


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Mensaje por Nani Jonas Sáb 28 Jul 2012, 10:04 am

todavia no leo el cap pero tenia
qe comentarte esqe ayer se caso
mi hermano y ya sebes como son las
fiestas aqi jajaja ahorita mas tarde
leo el cap ok
Nani Jonas
Nani Jonas


http://misadatacionesnanijonas.blogspot.mx/

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Mensaje por fernanda Sáb 28 Jul 2012, 7:10 pm

espero que el no caiga tan bajo como para hacer eso :x tienes que seguirla por favor!
fernanda
fernanda


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Mensaje por aranzhitha Sáb 28 Jul 2012, 8:32 pm

quien sera el de las cartas :(
Ojala que Joe no la engañe porque no creo que lo perdone si lo hace :x
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por helado00 Sáb 28 Jul 2012, 9:47 pm

Ay pobre Joseph! ):
espero tome la decisión correcta en el camino!
Siguela pronto!! (:
helado00
helado00


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Mensaje por Natuu! Dom 29 Jul 2012, 3:31 pm

Capítulo 14/1



____ odiaba cualquier tipo de espera. La hacía sentir nerviosa y agitada, y cuando lo que tenía que esperar era algo tan importante como las cartas de amor que impedirían que su padre tuviera que sucumbir a toda una vida de bochorno y compasión ante la sociedad, apenas podía permanecer quieta en su asiento. Joseph le había dicho tajantemente que no continuaría con un asunto tan delicado si ella insistía en acompañarlo a la ciudad, y ____ había transigido porque, planteadas así las cosas, no tenía elección. Pero en ese momento, mientras permanecía sentada en un banco de hierro forjado acolchado en la lujosa rosaleda situada a espaldas del albergue de la Cascada, sintió que su fastidio iba en aumento. Ya había anochecido, y Joseph no había regresado todavía con noticias. Era el hombre más desesperante que había conocido, y cuando no sentía el desesperado impulso de rodearle el cuello con los brazos y besarlo con desesperación, deseaba estrangularlo. Como en ese momento.
Recostándose por completo contra el blando cojín amarillo, ____ cerró los ojos, se puso las manos en el regazo, entrelazó los dedos e intentó pensar en otra cosa.
No tenía ni idea de por qué los dueños habían puesto ese nombre al albergue de la Cascada. No había ninguna en las cercanías. Aunque era un sitio absolutamente encantador para alojarse, en pleno campo, bastante aislado en un valle y rodeado de unos exuberantes y cuidados jardines que contenían sobre todo rosas, pero también otras especies aparentemente exóticas, flores y plantas que ella no había visto nunca. No estaban tan lejos de la ciudad, pero nadie lo diría al despertarse con el canto de los pájaros y el aroma de las rosas húmedas, que entraban por las ventanas abiertas empujados por la brisa.
La posada de dos plantas solo tenía seis dormitorios, situados al lado de la cocina, un comedor y un salón central, que estaba decorado en burdeos y en diversos tonos de verdes. El cuarto de ellos, que daba al jardín de rosas por la parte de atrás, estaba decorado con un gusto delicadamente femenino adornado con detalles color ciruela, azul verdoso claro y amarillos pastel, y albergaba solo una cama pequeña y confortable, dos sillones de lectura, una mesita de noche y una chimenea. Ya llevaban alojados allí tres días, y aunque ____ lo encontraba apacible y encantador, empezaba a aburrirse. Joseph había deducido esto bastante pronto, y esa mañana había mencionado que intentaría confiscar las cartas ese mismo día, si podía encontrar a Robert Simard. Entonces, por fin, podrían pasar a otra cosa. Pero ¿a qué?
La idea de volver a casa la deprimía. Durante las últimas semanas había estado llevando una especie de existencia de cuento de hadas. Adoraba Francia, sus gentes y su cultura relajada. Y estar allí con una compañía tan placentera hacía que todo fuera más delicioso aún. Esa era la parte triste, en realidad. La aventura había sido emocionante, pero si hubiera ido con cualquier otro que no fuera Joseph ni de lejos habría resultado de ese modo. Volver a casa con la misión cumplida, sabiendo que los días transcurrirían sin la presencia de Joseph, la inundó de un insólito sentimiento de arrepentimiento y de una agitación sin igual.
Cada vez era más profundo el afecto que sentía por él. Se dio cuenta de ello en ese momento, aunque no tenía ni la más ligera idea de qué hacer al respecto..., aparte de alejarse de él, lo cual carecía de todo pragmatismo mientras siguieran en el continente. Si se dejaba llevar por sus sentimientos, al final estos solo le causarían dolor. Joseph era un seductor de la alta sociedad, un hombre que coqueteaba sin miramientos y que tomaba amantes a su antojo. Jamás podría serle fiel a una mujer, y esa sería la única manera en que ella lo tendría. Había intentado aclararlo en Marsella, exponer sus convicciones de manera razonable y sin fingimientos. ____ se negaba a ser su amante, y sin duda así lo había dicho, aunque, como era natural, y ateniéndose a su reputación y personalidad, Joseph la había tocado de inmediato en una parte íntima del cuerpo, haciendo aflorar toda el ansia que ella llevaba dentro a la vista del ego de Joseph. Él la deseaba físicamente, e incluso en ese momento, estremeciéndose interiormente ante la idea de placeres desconocidos, ____ se dio cuenta de que también lo deseaba, y eso era lo que tenía que combatir. Ya estaba perdiendo su corazón por él —lo cual la enfurecía terriblemente consigo misma— y con eso era suficiente. Ella había superado por fin los sueños de romanticismo. Pero si entregaba su cuerpo a Joseph, perdería una parte de sí para siempre.
____ se quitó los zapatos, recogió los pies para metérselos debajo del vestido, y se abrazó las rodillas contra el pecho en un intento de alejar los pensamientos indecentes de su cabeza. Se había dado un largo baño esa tarde... a falta de algo mejor que hacer, la verdad. Decidió que, puesto que seguían en el campo, se vestiría de manera informal, poniéndose una sencilla blusa de seda blanca y una falda de muselina rosa sin armazón. También había decidido olvidarse de las trenzas y los lazos, y en su lugar se dejó el pelo suelto para que se secara a la cálida y ligera brisa nocturna. Su madre se habría muerto del susto si hubiera tenido la más remota idea de dónde se encontraba ella en ese instante, lo que llevaba puesto —o lo que no llevaba, como en el caso del corsé y las medias—, y que sus rebeldes rizos le colgaban sueltos por la espalda y al aire libre, donde cualquiera podía verla. Las damas británicas que seguían la moda llevaban varias capas de lazos que las cubrían casi de los pies a la cabeza, incluso para los paseos informales por el parque los días más calurosos del verano. Aquello era una estupidez e innecesario, en opinión de ____, aunque, sus opiniones nunca surtían el más mínimo efecto sobre su madre. Ella lo llamaría libertinaje; ____ lo llamaba libertad.
Con una sonrisa de satisfacción, volvió la cara hacia lo que quedaba de la puesta del sol. Allí podía hacer lo que se le antojara, y sintió una profunda alegría al pensar que a Joseph, al contrario que a tantísimos caballeros, eso no le importaba. Aunque era un hombre refinado, no era estirado en absoluto; si bien era correcto, le gustaba jugar; aunque se preocupaba por la seguridad de ____, no obstante le permitía una libertad relativa para hacer lo que quisiera. Era encantador, excitante e inteligente, y uno de los mejores amigos que jamás había tenido, que la aceptaba tal cual era y que no ponía condiciones. Deseaba de todo corazón que él quisiera seguir siendo su amigo durante los años venideros.
Por supuesto que sería triste abandonar la reconfortante presencia diaria de Joseph, y ____ tuvo que admitir que, en contra de su costumbre, tenía sentimientos encontrados al respecto de cómo seguiría siendo su relación una vez que él se casara, de lo cual, curiosamente, Joseph parecía repentinamente deseoso. También tenía algún problema al imaginárselo besando a otra mujer con la misma intensidad con que la besaba a ella, aunque procuraba no pensar en ello. Adoraba los besos de Joseph, y tenía que reconocer que aquellos momentos de intimidad sería lo que más echaría de menos.
____ suspiró y abrió los ojos gradualmente al intenso despliegue floral de todos los colores y a unos arrebatadores ojos ambarinos que la miraban fijamente a solo un metro de distancia.
Parpadeó, un poco asustada al ver la atractiva figura de Joseph descollando sobre ella con las manos en las caderas y la expresión inescrutable. De inmediato sucumbió a la vergüenza, como si él estuviera inmiscuyéndose en sus pensamientos más íntimos. Sabiendo que era testigo del rubor de sus mejillas, pero intentando hacer caso omiso, ____ le miró directamente a los ojos, sonriendo.
—No le oí.
Joseph arqueó las cejas.
—Eso es evidente.
Al no añadir nada más, ____ le preguntó con prudencia:
—¿Lleva mucho rato aquí?
—¿En qué estaba pensando exactamente?
La pregunta directa la asustó un poco, pero se negó a dejar que él se diera cuenta. Y dado que no quería que Joseph supiera que casi no estaba pensando en nada que no fuera él, que era exactamente lo que él estaba pensando, ____ se aprovechó de la circunstancia.
—Estaba pensando en usted, Joseph —admitió ella, con los ojos grandes y la expresión radiante de exagerada inocencia—. Estaba pensando en lo agradable que ha sido el tiempo que hemos pasado juntos en Francia, en lo romántico que es, sobre todo a la hora de escoger el alojamiento, y en cuánto echaré de menos los tiernos besos entre nosotros cuando volvamos a Gran Bretaña. —Hizo una pausa y volvió a sonreír con maldad—. Y en otras cosas.
La respuesta confundió totalmente a Joseph. No sabía si creerla, algo que, por supuesto, era lo que ella quería. Se limitó a observarla durante unos segundos, reflexionando acerca de la verdad que escondían sus palabras.
—¿Otras cosas? ¿Qué más podría haber?
____ hizo un imperceptible encogimiento de hombros.
—Trivialidades.
—¡Ah...! —Joseph se acercó al banco con una gran zancada al oír la evasiva, se dio la vuelta y se dejó caer al lado de ____, ocultando lo que quedaba de sol con su corpulencia, mientras se inclinaba hacia delante con los pies separados, los codos en las rodillas y las manos cogidas por delante de él.
—¿Estaba pensando realmente en besarme?
Era una pregunta jactanciosa, que ocultaba un verdadero deseo de saber, y ____ no pudo por menos que alegrarse en su fuero interno.
—Por supuesto, Joseph —respondió ella con cortesía—. Besa usted de maravilla. Por otro lado, cualquiera puede mejorar en casi todo con la práctica, y sé que usted posee mucha.
Joseph desvió la mirada hacia las rosas, sacudiendo la cabeza en una débil muestra de derrota mientras sus labios sonreían. ____ percibió la diversión marcada en el rostro de Joseph, aunque él intentaba ocultarlo.
—He de suponer, entonces, querida ____, que usted ha roto la norma. Ha sido maravillosa desde el primer beso.
¡Tenía que decirlo y prender la mecha! ____ había conseguido tener el control con sus comentarios, obligándole a suponer cuáles eran sus pensamientos e intenciones, pero como siempre ocurría, él sabía exactamente lo que tenía que decir para recuperar la ventaja.
Ella se irguió un poco y cambió de tema.
—Veamos... ¿Qué he hecho hoy? Ah, sí, me di un largo baño, escuché al hospedero regañar a voz en cuello a los niños del pueblo por arrancar las fresas del huerto y observé a las abejas polinizar las flores, así como otras cosas igual de emocionantes. ¿Ha hecho usted algo igual de excitante mientras trabajaba en la gran ciudad sin mí?
Joseph le lanzó una rápida mirada, posiblemente para ver si estaba enfadada de verdad; luego, bajó la vista al sendero de grava y empezó a tamborilear los dedos entre sí con las manos sobre su regazo.
—Estoy seguro de que su día ha sido bastante más relajante que el mío.
—Llevo ya una semana relajada.
—Esto también es más seguro...
—¿De qué me está protegiendo, Joseph? ¿De los carteristas? —dijo jadeando sarcásticamente, y se agarró el cuello con la mano—. ¡Dios mío!, ¿y si atrapara a uno in fraganti? No sabría qué hacer con un ladrón, si le echara el guante.
Joseph apretó los labios para evitar soltar una carcajada, o quizá solo intentó contenerse de soltar una grosería. Sin embargo, antes siquiera de que pudiera intentarlo, ____ saltó al asunto de mayor importancia.
—Y ya que hablamos de ladrones, ¿fue capaz de robar las indecentes cartas de amor de mi madre?
Joseph se puso un poco tenso, respiró hondo y titubeó lo justo para que ella intuyera lo peor.
—No encontró a Robert Simard, ¿no es así? —preguntó ella, casi suplicando que la tranquilizara diciéndole lo contrario.
Joseph siguió mirando fijamente el suelo.
—Sé dónde está.
____ no tuvo ni idea de qué significaba aquello, y no estuvo segura de si debía sentirse aliviada o preocupada. Él no se estaba comportando en absoluto como un ladrón profesional que hubiera concluido una fructífera jornada de trabajo.
—Pero no tiene las cartas —afirmó ella con lentitud.
Después de varios segundos de silencio, Joseph empezó a arrastrar el pie derecho adelante y atrás por la grava.
—Robert Simard vive en Suiza —le reveló en voz baja— con su mujer y su familia, y así ha sido durante los últimos cinco años. Es altamente improbable que esté involucrado.
Fue necesario un buen rato para que sus palabras penetraran en la mente de ____, para que esta recogiera la información y la reuniera en un pensamiento coherente. Ella escudriñó la abundante mata de pelo brillante que le caía a Joseph por la frente, la sombra oscura de la barba del mentón, mientras la noche empezaba a sumirle la cara en las sombras. Sintió el calor que desprendían su hombro y su pierna, tan próximas a ella, y en un instante de absurdidad, se preguntó la razón de que se fijara en esas cosas, cuando su vida parecía dar vueltas sin control.
—Es un reputado profesor de literatura, ____ —prosiguió él en un tono apagado—. Entre los estudiantes, una esposa y seis hijos no veo la manera de que sacara tiempo para chantajear a su madre, aun en el caso de que quisiera hacerlo. También me he enterado de que sus iguales lo consideran un hombre de moral intachable y que se gana bien la vida. No necesita el dinero, y no me lo imagino metiéndose en tantos problemas por venganza. Si lo pillaran y fuera detenido, perdería todo lo que aprecia.
____ sintió que la boca se le secaba. Su pulso se aceleró. Jamás había imaginado que pudiera tratarse de otra persona.
—No lo entiendo —dijo entre dientes—. Mi madre está absolutamente segura de que es él.
Joseph se volvió y la miró directamente con el ceño fruncido.
—¿Y qué le hace pensar eso?
____ negó débilmente con la cabeza.
—No... no estoy segura. Sé que él la detestaba y que la consideraba la causante de todo, al seducir a su padre, que también estaba casado.
—¿Es probable eso?
—Tal vez sí. —____ cerró los ojos y se pasó la palma de la mano por la frente, sintiendo que un rubor ardiente le subía de nuevo por las mejillas, y en ese momento, mientras revelaba los secretos íntimos de la familia, le resultó difícil mirar a Joseph—. Ha recibido tres anónimos, tres cartas amenazantes por correo exigiéndole dinero, y así es como ha estado pagando. Por correo. Se niega a denunciarlo a las autoridades, por las implicaciones sociales, como es evidente, pero sospecho que también porque ha podido ser infiel antes (con alguien
en Gran Bretaña), y no quiere que eso llegue a saberse.
Tras un segundo o dos de silencio, ____ abrió los ojos una vez más. Joseph la contemplaba con atención, pensativo.
—¿Y su padre conoce la relación entre ella y el francés, pero ignora que alguien la está chantajeando bajo la amenaza de sacar a la luz las explícitas cartas de amor que ella le escribió?
—Sí. Exacto.
Joseph esperó.
—¿Conoce él la existencia de las cartas que su madre le escribió a Paul Simard?
—Sí —dijo ella muy bajito—. Su existencia surgió durante una conversación.
—¿Una conversación?
Aquello hizo que ____ volviera a sentirse incómoda y se hundió un poco más en el banco.
—Entre ellos. Una... discusión acalorada.
—Entiendo... —Tras una breve pausa, Joseph preguntó con prudencia—: ¿Estaba en casa su padre en algunas de las ocasiones en que llegó el correo?
____ frunció el ceño.
—No lo sé. ¿Por qué?
La brisa cambió de dirección, levantándole el pelo a ____ por delante de la cara, y sin pensárselo, Joseph alzó la mano y se lo apartó de la mejilla, contemplándola en silencio y observando detenidamente sus facciones. Él estaba juntando las piezas de un rompecabezas particular, pero no se lo hizo saber a ____. Estaba siendo prudente... demasiado.
—¿En qué está pensando, Joseph? —preguntó ella con amabilidad.
Él dudó antes de contestar, a todas luces sopesando la decisión de revelar su opinión sobre el asunto, pero ____ se negó a retroceder.
Finalmente, Joseph bajó la voz hasta convertirla en un profundo susurro.
—Es evidente que las cartas existen, pero no sé quién está amenazando a su madre, ____, ni dónde está exactamente esa persona. Estoy dispuesto a robarlas por usted, pero necesito más información. Y necesito más tiempo.
—¿En qué otro sitio puede buscar? —murmuró ella sombríamente—. ¿Por dónde empezaría?
Joseph entrecerró los ojos mientras intentaba mostrar una sonrisa reconfortante.
—No lo sé todavía. Pero puede que tenga que permanecer en Francia más tiempo del previsto.
Jamás en dos años ____ había pensado que el Caballero Negro pudiera fracasar. Era el mejor, una leyenda a cuya nombre iban unidos notables éxitos. Hacía solo unos instantes había disfrutado de la dicha de estar en Francia con él, llena de esperanza. En ese momento, se debatía bajo el peso aplastante de una derrota inminente.
—Mis padres volverán pronto a Gran Bretaña, Joseph.
La expresión de tranquilidad de Joseph cedió su puesto a la preocupación.
—¿Cuándo?
—Dentro de tres semanas —contestó ella, pasándose la mano arriba y abajo por la pierna—. Eso no nos deja mucho tiempo para estar juntos.
Joseph suspiró y se recostó completamente contra el cojín con las rodillas separadas y las manos cruzadas en el regazo.
—No —admitió, volviendo la mirada una vez más hacia las rosas—. Pero tal vez sea suficiente.
Ella se preguntó cómo podía saber eso, pero puesto que no dijo nada más, ____ no insistió en conocer otros detalles. Era evidente que Joseph estaba pensando en las maneras de poder ayudarla y no había hablado de las esmeraldas en toda la conversación, ni tampoco del regalo de agradecimiento prometido por ____. Sentía un auténtico compromiso hacia ella, y eso era todo cuanto ella podía pedirle. Y ____ lo valoró muchísimo, porque en ese momento no tenía a
nadie más en el mundo.
De pronto, sentada a solas con él en un espléndido jardín florido, con el apaciguador sonido del susurro de las hojas y el aroma de las rosas flotando en el inminente crepúsculo, el tiempo se detuvo cuando una leve claridad la envolvió. Joseph siempre había sincero con ella, incluso en ese momento, cuando probablemente se sintiera avergonzado por su falta de éxito y sin saber qué decir. Y desde su propio sentimiento de compasión, con el corazón rebosante de ternura, ella reconoció la profundidad de sus emociones; no con angustia ni cólera por el aparente fracaso de Joseph, sino con una floreciente lealtad exclusiva hacia él.
____ dejó caer las rodillas a un lado, apoyándolas junto al muslo de Joseph, alargó las manos para cogerle del brazo, se lo rodeó con ellas y lo atrajo hacia el pecho. Encogiendo más los pies bajo el vestido y acurrucándose junto a él, le apoyó la cabeza en el hombro.
—Las encontrará para mí —susurró ella apasionadamente, mirando las rosas con fijeza—. Creo en usted, Joseph. Es mi mejor amigo.
Joseph jamás se había sentido tan profundamente conmovido. Un violento y repentino arrebato sentimental le hizo un nudo en la garganta y no pudo responder, incapaz de hablar. Nunca habría esperado semejante reacción por parte de ____, una resignación tan dulce a sus palabras y una fe semejante en su experiencia y habilidades; tanta fe en él. Sintió entonces una oleada inmediata de culpabilidad por haber exagerado la verdad egoístamente solo para mantenerla a su lado el mayor tiempo posible, y de enfado consigo mismo por malgastar el tiempo en la ciudad, cuando podía haber estado allí, y por no creerla.
Un silencio mágico los envolvió, y Joseph disfrutó del momento, con la cabeza de ____ en su hombro, y su cuerpo, caliente y suave, tan cerca del suyo. El sol se ocultó por fin tras las colinas del oeste, y las ventanas de la posada se iluminaron con lámparas, haciendo que por todo el jardín se extendiera un color dorado.
Bajó la cabeza lo suficiente para sentir el pelo de ____ en la mejilla, y cerró los ojos a la suavidad que le acariciaba la cara, rozándoselo atrás y adelante con los labios, aspirando el olor que desprendía sin desear otra cosa que seguir sentado allí con ella durante horas, saboreando aquella extraordinaria cercanía.
Y entonces, muy lentamente, empezó todo. Ella se volvió hacia él, y con un tacto delicado, casi titubeante, apretó los labios contra la mejilla de Joseph. Los mantuvo allí durante unos segundos antes de bajarlos hasta el mentón y, poco a poco, subírselos hasta la sien. No eran besos exactamente, solo unas suaves caricias de su cálida boca contra la piel de Joseph.
Un fuego estalló de repente dentro de él; en apariencia, no se movió, casi incapaz de respirar. Se mantuvo inmóvil, disfrutando de la sensación que le procuraba el contacto de las piernas de ____ contra su muslo, de los exuberantes pechos contra su brazo, de la dulzura que ella le prodigaba a manos llenas en ese preciso instante. Por el momento sería suficiente, si ____ se echaba para atrás. Pero no lo hizo. Levantó el brazo que tenía libre y le colocó la palma en el cuello, recorriéndole el mentón con el pulgar mientras jugueteaba con los demás dedos con el pelo de su nuca.
Sin embargo, Joseph no hizo nada, esperando el afecto que ella desvelaba por fin, aunque confiando de manera desesperada en que no lo hiciera. Ella no le había tocado jamás con anterioridad, había negado siempre la fuerza de la atracción que había entre ellos, tan evidente para él incluso la noche que se habían conocido hacía ya cinco largos años. Entonces, por fin, como si hubiera aceptado gradualmente una lucha interna que ya no podía evitar, ____ dejó de mover los labios y los dedos y levantó la cabeza para mirarle a los ojos.
El corazón de Joseph empezó a latir con fuerza. El resplandor procedente de la posada arrojaba solo una tenue luz sobre los rasgos de ____, pero, incluso en las sombras del anochecer, él le leyó los pensamientos, comprendió su ansiedad por tener una experiencia que no había conocido nunca, fue testigo de la emoción que traslucían sus ojos y le abrasaban los suyos.
Joseph siempre consideraría aquel como uno de los momentos de ternura más poderosos de su vida. Ella le miró fijamente a los ojos, expresando solo un débil rastro de temor, siendo mucho más perceptible el irresistible asombro del descubrimiento de algo, algo nuevo y maravilloso.
____ llevó cuidadosamente los dedos hasta los labios de Joseph, rozándolos con lentitud, sin mover la mirada ni un instante, mientras intentaba evaluar la reacción de su compañero ante aquel contacto. Y a partir de ahí, Joseph ya no pudo contenerse más. Le besó los dedos con delicadeza; primero uno, luego otro, más tarde todos, uno a uno, mientras subía la mano a la cara de ____, colocándole la palma en la mejilla y acariciándosela con el pulgar.
Permanecieron así, atrapados en el tiempo, hasta que, finalmente, con voz entrecortada y profunda Joseph susurró su nombre, y ella se entregó, cerrando los ojos y volviendo la cabeza lo suficiente para besarle la palma y frotarse la mejilla contra su mano.
El corazón de Joseph se derritió de asombro; su cuerpo flaqueó de incredulidad ante el cambio experimentado en ella, y que él jamás había previsto.
Con los ojos cerrados, ____ volvió a levantar la cara, depositándole unos besos diminutos en la mejilla y en la mandíbula, en la barbilla y en los labios.
Él respondió por fin con la misma moneda al desasir de ____ el brazo que le quedaba libre y, volviéndose ligeramente, ahuecarle las manos en la cara, tras lo cual contestó con sus propios besos, rozándole las mejillas, la frente y las pestañas con los labios. Ella le colocó las palmas de las manos en los hombros, acariciándolo con los dedos a través de la tela de la levita y la camisa.
Joseph se dio cuenta de adónde lo llevaría ____ solo en su fuero interno, pero no se podía permitir creer que lo llevaría allí esa noche. Todavía no. Los sueños se convertían en algo doloroso cuando se esperaban durante mucho tiempo y no se satisfacían nunca. Quería lo que ella le daría, pero solo la guiaría, nunca la empujaría a ello.
Aunque, a veces, el mejor de los sueños se convertía en una realidad impresionante, como en ese momento, cuando, finalmente, después solo del más fugaz de los titubeos, ella se abalanzó hacia delante con un suspiro de rendición y colocó la boca directamente en la suya.
Joseph supo que esa era la entrega irrevocable que ____ le hacía de su inocencia. Tal vez no fuera consciente todavía de que esa noche perdería lo que sería su mayor obsequio, pero él sí que lo supo y, a cambio, le daría tanto o más. Le daría todo lo que él era.
Asumiendo el mando, la rodeó con sus brazos, la atrajo contra él y amoldó los labios a los de ella, regodeándose en su suavidad, su ternura, en la calidez de la brisa y en el olor de las flores que flotaba en el tranquilo crepúsculo. Ella le devolvió el beso con plenitud, apretando los senos contra su pecho, moviendo la boca al ritmo de la de él, abriéndola por si decidía invadirla. Y Joseph lo hizo, y saboreó aquel dulzor, jadeando, cada vez más ansioso, con una mano extendida por la espalda de ____ y la otra en su pelo.
Ella se pegó con más fuerza todavía, y su necesidad afloró a la superficie, rindiéndose a la pasión con un imperceptible gimoteo que se escapó de su boca cuando la lengua de Joseph empezó a juguetear con su labio superior. ____ le pasó los dedos por el pelo, martirizó los labios de él con los suyos apremiantemente y empezó a frotarse el muslo contra el de Joseph sin darse cuenta.
Pero no fue hasta que se prendió de él y le cruzó la pierna por encima de la suya en un intento de pegarse más, que Joseph supo que como preludio ya era suficiente. Seguían en la rosaleda, detrás de una posada llena de gente, y en unos instantes, estarían absortos el uno en el otro y se olvidarían de todo.
Se quedó quieto a regañadientes, ahuecó ambas manos en las mejillas de ____ y le apartó la boca de la suya con dulzura. Retrocedió lo suficiente para contemplar la hermosa cara colorada de ella, en ese momento con los ojos cerrados y los labios separados, húmedos por el contacto con los suyos. Respiraba deprisa y entrecortadamente, y al cabo de unos segundos abrió los ojos para mirarlo.
____ lo sabía. Él lo vio en su mirada.
Joseph apenas consiguió esbozar una sonrisa, le pasó el pulgar lentamente por el labio inferior y le susurró con voz áspera:
—Ven conmigo.























¡Hola chicas! :D
Aquí les dejo la primera parte de este capítulo, espero les guste.
Más tarde subo la segunda y última parte :)


Natuu♥️!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por Zulencita González Dom 29 Jul 2012, 4:07 pm

siii por fis!! y como que ultima parte? :albino:
Zulencita González
Zulencita González


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Mensaje por aranzhitha Dom 29 Jul 2012, 4:56 pm

awww amo a Joseph :hug:
Es tan dulce :arre:
No me quiero separar de el
Siguela!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por jb_fanvanu Lun 30 Jul 2012, 12:24 am

Ahh mierda justo ahi tenia q terminar el cap!! en lo mas bueno de todo! O__O

SIGUELAA
jb_fanvanu
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Mensaje por Nani Jonas Lun 30 Jul 2012, 11:37 am

primero comentare el cap anterior
pobresito joe no qiere qe la rayis se
aleje de el
ahora el nuevo cap
ai me encanta joe es tan tierno espero qe
la rayis nose arrepienta siguela pronto plis
Nani Jonas
Nani Jonas


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Mensaje por Creadora Lun 30 Jul 2012, 1:45 pm

OH DIOS Viene el momento. Quiero mas caaap

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Mensaje por jb_fanvanu Lun 30 Jul 2012, 11:28 pm

siguelaaa
jb_fanvanu
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Mensaje por Natuu! Mar 31 Jul 2012, 12:08 am

Capítulo 14/2




____ parpadeó, vaciló un instante y asintió con la cabeza.
Él retiró las manos de su rostro, la cogió de la mano y se levantó, ayudándola a incorporarse a su lado. ____ cogió rápidamente sus zapatos y se los puso, y dándose la vuelta, Joseph la condujo por el estrecho sendero de grava hacia la parte posterior de la posada.
Ninguno de los dos habló cuando ella lo siguió a través de las puertas correderas abiertas. A grandes zancadas, Joseph pasó con decisión junto al salón, ya animado con los huéspedes que compartían unos entremeses mientras esperaban la cena, y empezó a subir la escalera central de roble. En el rellano torció a la izquierda y se dirigió a la habitación que ambos compartían, la última de aquella planta. Todavía aferrada a él con la mano izquierda, ella le entregó la llave que había tenido guardaba en uno de los bolsillos de la falda, y Joseph abrió la puerta con rapidez y entró en la habitación a oscuras sin pérdida de tiempo. ____ lo siguió con la misma rapidez, antes de que Joseph volviera a cerrar la puerta con pestillo para pasar la noche. En silencio, casi en la más absoluta oscuridad, él le soltó la mano y dio tres pasos hasta la mesilla de noche, donde encendió el pequeño quinqué situado encima. Hecho eso, giró sobre sus talones para darse la vuelta hacia ella, observándola por fin con una seguridad penetrante.
____ estaba de pie, indecisa, aunque sin miedo, y todavía lo bastante excitada para querer retomarlo donde lo habían dejado; él podía verlo en el brillo de sus mejillas, en sus labios llenos y rosáceos y en sus ojos vidriosos. Se quitó rápidamente la levita y el chaleco y los arrojó sobre un sillón próximo, se llevó la mano al cuello y deshizo el nudo del fular, dejándolo caer sobre la mesa que tenía detrás.
—¿Vamos... a seguir besándonos más, Joseph?
____ irradiaba cierto nerviosismo, pero dijo aquello con una voz susurrante rebosante de deseo, y Joseph tuvo que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no atraerla contra su pecho de un tirón, dejarla sin resuello con un beso demoledor, apretársela con violencia contra su dolorosa erección y obligarla a sentir —a saber— lo que le estaba haciendo. Pero la inexperiencia de ____ le hizo reflexionar, mientras consideraba lo lenta que iba a discurrir la noche para ellos.
En voz baja, con los ojos clavados en los de ____, empezó por afirmar lo evidente a la ingenua mujer que estaba a punto de seducir.
—Voy a hacerte el amor, ____.
El ruido sordo de las risas estruendosas se filtraba por los tablones del suelo procedente del comedor, pero no hizo nada para disipar la pesadez del aire que flotaba entre ellos. Había llegado el final, él le había dejado claras sus intenciones y, al cabo de solo unos segundos de asimilar las palabras de Joseph, ____ se llevó la mano al cuello y dijo con voz entrecortada.
—Creo que preferiría que solo me besara.
Su tímida dulzura derritió a Joseph. ____ combatía la pasión debido a su elevada educación, pero él no tardó en advertir que no había discutido lo que estaba a punto de suceder, no había protestado por lo que se avecinaba. Sabía lo que iba a ocurrir, también lo había aceptado; y la conciencia de esto hizo que la sangre de Joseph le corriera con fuerza por las venas.
—Besar forma parte de hacer el amor —dijo él con absoluta seriedad, llevándose los dedos a los botones de los puños—, y tengo intención de hacerlo mucho.
—¿El besar? —preguntó ella, esperanzada.
Él le sonrió mirándola a los ojos.
—Todo.
____ se abrazó y lanzó una mirada a la cama, mullida, sedosa y cubierta con un edredón bordado con narcisos amarillo claro y rosas moradas... de lo más incitante.
—No creo que sea una buena idea, Joseph.
____ estaba perdiendo el valor, o quizá solo estaba empezando a ser consciente de las complicaciones inmediatas que surgirían de sus actos, pero Joseph no estaba dispuesto a permitir que nada interfiriera en el placer que ambos estaban a punto de procurarse. Estaban listos el uno para el otro, y ese era el momento.
Dio un paso hacia ella y extendió la mano para cogerle la que ____ seguía manteniendo en la base del cuello. Ella volvió a levantar la mirada cuando él se la llevó a los labios y le besó delicadamente los nudillos.
—Te necesito —dijo él con voz tenue, la mirada fija en los cautivadores ojos verdes rebosantes de inquietud.
—Me estropeará para mi marido —insistió ella con una determinación que se desvanecía.
Los labios de Joseph se retrajeron con cierto regocijo.
—Un argumento legítimo, aunque en tu caso lo dudo sinceramente.
Aquello la confundió tanto como la sobresaltó. Tragó saliva e intentó negarlo.
—Eso no es cierto.
—Es romántico y apartado —susurró él con decisión, dándole la vuelta a la mano de ____ y acariciándole arriba y abajo la muñeca con los labios—. Es perfecto.
Ella tuvo un escalofrío, y lo observó durante un instante, hipnotizada. Entonces, negó con la cabeza de manera casi imperceptible; fue su último intento de salvarse. Con voz trémula, insistió:
—No seré su amante, Joseph.
Aquello lo dejó estupefacto.
—¡Por Dios, ____!, ¿por qué te empeñas en seguir pensando eso, en seguir diciéndolo? —Le dejó caer la mano y le ahuecó las suyas en las mejillas con brusquedad, levantándole la cara hasta dejarla a pocos centímetros de la de él—. ¿Es que no te das cuenta de lo que sucede entre nosotros? No queda ninguna barrera, excepto la física. Ya eres mi amante. Ya lo eres.
____ parpadeó con rapidez, perpleja por la intensidad de la afirmación. Entonces, se le llenaron los ojos de lágrimas, y los cerró para ocultarlos a la fija mirada de Joseph.
Él titubeó. Pero estaba seguro de que ella estaba dispuesta, de que rebosaba deseo de todo lo que él podía darle. Se inclinó hacia delante y apoyó la frente en la de ____.
—Quiero que formes parte de mí, ____. Quiero que lo que sentimos el uno por el otro sea real, algo que experimentemos y compartamos, y no solo algo vagamente sentido.
Ella volvió a negar con la cabeza, mientras las lágrimas le corrían por las mejillas y los pulgares de Joseph.
—Se supone que no tiene que ser así—susurró ella.
Joseph le tocó la frente con los labios, y el puente de la nariz y las pestañas salobres. Y consciente de lo que él ya había aceptado, le susurró contra la sien:
—Siempre se ha supuesto que tenía que ser así.
Sus palabras, tan suavemente demoledoras y llenas de significado, la tranquilizaron. Y al final, mientras Joseph le recorría la cara con la boca para acariciarla una vez más, ____ transigió con un delicado suspiro de angustia.
—Ya no puedo resistirme más a ti...
El mundo se abrió para Joseph, y con una oleada de satisfacción sublime, le limpió las lágrimas de las mejillas con besos llenos de ternura, le pasó los dedos por el pelo para agarrarle la cabeza mejor y unió su boca con la de ____ para empezar el acto que cambiaría el curso de sus vidas.
Sinceramente conquistada al fin, se rindió a él. Incapaz ya de combatir aquella fuerza, se entregó de buena gana a la consumación de algo que había empezado hacía casi cinco años en un jardín de flores. Entonces solo sabía de anhelos inocentes y sueños románticos; en ese momento comprendió lo que era el ardiente y feroz deseo entre un hombre y una mujer que no podía ser saciado con el rechazo o las buenas intenciones, al igual que supo que ese mismo deseo la iba a conducir a un lugar nuevo y excitante, a un lugar exótico cuyo descubrimiento estaría lleno de satisfacción.
Joseph empezó con lentitud, besándole los labios con delicadeza, parado a unos centímetros de distancia, tocándole solo el pelo con las manos. ____ se permitió responder, disfrutar del momento en sí, intentando apartar de su cabeza las consecuencias de sus próximas acciones. Le colocó las palmas de las manos sobre la camisa; no para mantenerlo a distancia, sino porque sintió de repente el impulso incontrolable de tocarlo.
Joseph suspiró pesadamente al sentir su tacto e intensificó el beso mientras empezaba a mover la boca rítmicamente con la de ella. ____ apenas si era consciente de lo que la rodeaba, de la débil luz de la lámpara que resplandecía sobre ellos y de la embriagadora fragancia de las flores que se colaba por las ventanas abiertas; de la gente del piso de abajo y del mundo exterior. Su vida estaba allí, en esa habitación; había llegado la ocasión de ambos. Todo se desvaneció, excepto Joseph.
Con una ansiedad que se iba diluyendo, rodeó el cuello de Joseph con los brazos y lo atrajo hacia ella, saboreándolo y devolviéndole el beso con una deliciosa tensión que no hacía más que aumentar. Sin ninguna intención por su parte, sus sentimientos despertaron, reaccionando como lo habían hecho el día que se habían besado a la orilla del Mediterráneo; aparentemente, hacía años, aunque lo recordaba como si hubiera sido el día anterior.
Joseph respondió abrazándola completamente, bajando sus brazos fuertes para rodearle la cintura y pegársela contra el pecho mientras los besos se iban haciendo más y más exigentes. La incitó a que abriera los labios, pasándole la lengua por ellos hasta que se separaron lo suficiente para poder explorarle la boca a fondo. Ella le permitió el paso, disfrutando la sensación con un abandono incesante, jugueteando con la lengua de Joseph con la suya, tal y como él le estaba enseñando a hacer.
Joseph gimió con aspereza, casi de manera inaudible, y eso la animó. Él era un experto en aquello, ella no, y en algún lugar de su fuero interno ____ temía decepcionarlo. No estaba del todo segura de lo que tenía que hacer a continuación.
Entonces, como si le leyera los pensamientos, sin apartar la boca de la de ella, Joseph comenzó a acariciarle la espalda, arriba y abajo, con la palma de una mano, mientras que con la otra empezó a hacer lo propio con la cara y a masajearle el cuello y un hombro con delicadeza.
Ella relajó el cuerpo contra el de él, disfrutando de la sensación de su figura grande y musculosa contra su cuerpo más pequeño. Le encantaba su dureza, el olor de su piel y de su pelo, la fuerza que poseía, tanto interior como exterior.
Joseph prosiguió a medida que su boca se volvía exigente, y su respiración se hacía más superficial. ____ supo con satisfacción que ella lo excitaba sin intentarlo siquiera. Como él a ella. Jamás había sido tan atrevida con un hombre, nunca había estado tan cerca de entregarlo todo, pero, de pronto, la invadió una especie de desesperación por tenerlo todo: por tocar, por coger, por obtener placer. Le pasó los dedos por el pelo, atrayéndolo aún con más fuerza contra ella, tomando la iniciativa por fin al deslizarle la lengua en su boca, con timidez al principio, luego con asombro, cuando él gruñó y revivió con fuego.
Joseph interrumpió el beso con rapidez, retrocediendo para mirarla a la cara.
Allí quietos, uno junto al otro, el tiempo se detuvo, los dos jadeantes, las miradas fundidas con una recién adquirida conciencia de los deseos, las necesidades y los sentimientos. La expresión de Joseph resplandecía intensamente de deseo y de promesas, y ____ supo que él estaba viendo lo mismo en ella. Entonces, Joseph dejó caer las manos hasta ponérselas en los senos y empezó a masajeárselos dulcemente sobre la blusa.
____ inspiró con fuerza en cuanto la tocó, aunque fue incapaz de moverse al sucumbir de nuevo al fuego que la consumía por dentro. Él la observó con atención en busca de su reacción, mientras le rozaba el pezón atrás y adelante con el pulgar hasta endurecérselo y convertirlo en un delicado punto de exquisita sensación, embelesándola, haciéndola flaquear. Luego, adelantó la otra mano para hacer más de lo mismo, mirándola fijamente a los ojos, acariciándole ambos pechos y sus pezones, haciéndola jadear, obligándola a que se aferrara a su camisa.
—Joseph...
Fue una súplica ardua y ronca, y Joseph lo entendió. Bajó la cabeza hasta el cuello de ____ y le recorrió la carne con la boca, intentando distraerla con la lengua mientras alargaba las manos hasta su espalda para desabrocharle los botones de la blusa.
Y la distrajo a la perfección. ____ le volvió a rodear el cuello con los brazos y le puso los dedos en el pelo, pegándose más a él, besándolo en la cara, sintiendo sus labios contra la oreja y su pecho contra los senos con un maravilloso cosquilleo. Solo fue ligeramente consciente de que le había abierto la blusa y en ese momento se dedicaba a los botones de la falda. Seguía absorta en él, en sus besos, en la absoluta conciencia de sí misma.
Entonces, por fin, él retrocedió lo suficiente para sacarle la blusa por la cabeza. Pero antes de que la comprensión de los actos de Joseph tuviera oportunidad de penetrar en su cabeza, él volvió a buscarle los labios una vez más, atrapándoselos con los suyos, quemándolos con un calor intenso que él apenas podía contener. En pocos segundos, la falda resbaló también hasta el suelo, y ____ se quedó delante de él vestida solo con la fina camiseta de lino.
Joseph la invadió con la lengua, buscando la suya ya sin ninguna delicadeza, sino con una fuerza expectante que aniquiló los últimos pensamientos de indecencia con una necesidad caliente y arrolladora. Joseph le colocó una mano en el pelo, sujetándole la cabeza contra él, y con la otra le agarró un pecho. El contacto se hizo apremiante cuando le rozó el pezón adelante y atrás y en pequeños círculos hasta convertirlo en un pináculo contra su palma y sus dedos.
Apenas vestida, era la primera vez que ____ permanecía tan poco tapada ante un hombre, y sin embargo ya no le preocupó, incapaz de pensar en su mundo más allá de aquellas cuatro paredes, de aquel hombre, de aquella sensación de despertar a la vida con tanta vehemencia. Cualquier resto de incertidumbre se evaporó con una impaciencia indescriptible por experimentar los placeres desconocidos que él prometía con su boca y sus manos. Se aferró a los hombros de Joseph con los dedos, sintiendo el abrasador calor del cuerpo bajo la camisa, solo ligeramente consciente de que él la estaba empujando hacia atrás hasta el borde la cama.
Joseph apartó con rapidez la boca de la de ____, y ella abrió los ojos para mirarle a la cara. La estaba mirando fijamente, con los párpados entrecerrados sobre unos ojos vidriosos, el pelo alborotado y caído sobre la frente, con la respiración igual de rápida y entrecortada que la suya. Una fiebre cautivadora de pasión anhelante irradió de lo más profundo de Joseph para envolverla casi con violencia; un deseo grandioso que ella supo solo se debía a ella, y que acabó por impregnarla.
Con una urgencia renovada y un instinto que ella no acabó de comprender, levantó, temblorosas, las manos hasta la camisa de Joseph y empezó a desabrochar rápidamente todos los botones, de arriba abajo, mirando fijamente la intensa profundidad ambarina del ansia física en los ojos de Joseph.
Él empezó a ayudarla desde abajo, hasta que sus manos se encontraron en el centro de su pecho. Luego le agarró los dedos, se los llevó momentáneamente a los labios antes de soltarlos y se sacó la camisa. Sin apartar la mirada de sus ojos ni un segundo, le colocó las palmas de las manos en los hombros y la empujó hasta hacerla caer suavemente sobre el edredón. Entonces, encima de ella, observándola, empezó a desabrocharse los botones del pantalón con prisa.
____ cerró los ojos por un renovado rastro de vergüenza cuando se dio cuenta de lo que Joseph estaba haciendo, y los detalles de lo que iba a ocurrir pronto en esa habitación, en aquella cama, entre los brazos de Joseph, se agolparon en su mente. Segundos más tarde, oyó ruido de ropas y sintió cómo él se tumbaba a su lado, sin tocarla del todo, aunque sintiendo el calor del cuerpo de Joseph al penetrar en el suyo desde los tobillos a los hombros, y supo que él estaba completamente desnudo.
Joseph le pasó la mano por el pelo, le recorrió la sien con la boca moviéndola de manera casi imperceptible, y a ____ se le desbocó el corazón en el pecho por la conciencia de que estaba a punto de entregarse inmoralmente a un hombre que no era su marido, por el nerviosismo, pero, por encima de todo, por el ansia y la desesperación de sentir y ser tocada.
—Mírame, ____ —le instó con una voz llena de ternura.
La intimidad entre ellos le provocó un escalofrío, y levantó las pestañas de nuevo, negándose a mirar hacia abajo, aunque sintiendo los rizos del pecho desnudo de Joseph cuando él se inclinó sobre su hombro.
La miró fijamente a los ojos, moviendo arriba y abajo las yemas de los dedos sobre la piel de su brazo en una delicada caricia.
—¿Entiendes lo que está a punto de ocurrir?
Ella asintió con la cabeza, queriendo encogerse a causa de la repentina vergüenza. Pero él debía de haber previsto tal reacción, porque, arrastrando las yemas de los dedos hasta el hombro de ____, las deslizó sobre la camiseta de nuevo y las bajó hasta el pecho y el pezón, volviendo a avivar con pericia el fuego que la consumía en las entrañas.
—¿Alguien te lo ha contado?—preguntó él más directamente, concentrado.
Ella se aferró al edredón con las palmas de ambas manos.
—S... sí —consiguió decir con voz entrecortada.
Aquello pareció tranquilizarlo. Su expresión se relajó, y bajó los labios hasta el cuello de ____, que besó fugazmente antes de acariciarle la oreja, cogiéndole el lóbulo con la boca y chupándoselo. Ella cerró los ojos al sentir la magia de sus labios y su lengua y sus manos. Joseph le acarició los pechos con la palma con una exigencia creciente, y ____ se sintió preparada para más de inmediato, mientras la necesidad aumentaba con cada una de aquellas atrevidas caricias.
Ella volvió a alargar las manos hacia él, le puso los dedos en el pelo y lo atrajo hacia ella, ansiosa ya por la unión de los cuerpos, los sentimientos y las almas. Joseph movió la cabeza para posarle unos besos diminutos en el cuello y en el pecho, recorriéndole los hombros con la punta de la lengua y acariciándole la parte superior del brazo con la boca. Y por fin, como en respuesta a una promesa silenciosa, le metió las manos muy lentamente entre las piernas, sobre la única barrera que quedaba hacia el lugar de su deseo.
Un placer penetrante la sacudió de pies a cabeza. ____ jadeó a causa de la pasión descubierta, por la subterránea tensión erótica y vigorizante cuando afloró a la superficie con un estallido. Él la masajeó allí, sobre el fino lino, dos veces, tres, con la misma intimidad que empleó aquel día maravilloso en la playa. Ella se rindió, suplicando más con su cuerpo mientras empujaba las caderas contra las manos de Joseph. Y, finalmente, aceptando la incitación, apartó la mano, se incorporó un poco y le quitó la camiseta de la carne desnuda con un movimiento rápido y experto.
Joseph respiró entrecortadamente. ____ cerró los ojos con fuerza al ver su mirada febril, temerosa de mirarlo —de tocarlo—, sabiendo que la estaba mirando fijamente desde arriba. Durante un instante interminable, él le escudriñó la figura desnuda, le recorrió muy lentamente la pierna con los dedos, desde el tobillo hasta la cadera. Al final, volvió a ponerse a la altura de ____ y empezó una vez más a acariciarle los brazos, el cuello y los pechos desnudos, rozándole apenas con las palmas de las manos, haciendo que se le erizara el vello allí donde jugaba con los montes y los valles que caían dentro del alcance de su mano. Le rozó el pezón con los dedos, y el cuello, la mejilla y el mentón con los labios, besándola con ternura y apoyando por fin la boca en su sien.
—Eres perfecta para mí —le susurró al oído.
Ella se perdió en el momento. Joseph lo estaba haciendo perfecto para ella, enseñándola, amándola con su cuerpo. Entonces, él bajó la cabeza y acercó la boca a sus pechos.
____ arqueó la espalda y a punto estuvo de gritar cuando él empezó a lamerle, a chuparle y a besarle un pezón, excitándoselo con los labios y la lengua, rozándolo con los dientes. Le colocó la mano sobre el otro y acarició la carne desnuda, haciendo girar las yemas de los dedos por la suave piel, apretándole levemente el pezón hasta endurecerlo, y ____ creyó que se iba a morir. Ella le puso las manos en la cabeza, le enredó los dedos en el pelo y levantó el cuerpo contra aquella boca, jadeando y gimoteando mientras él lamía y chupaba y la excitaba con tanta pericia.
Joseph soltó un gruñido, reviviendo por el entusiasmo mostrado por ____, y levantó la cabeza lo suficiente para dejarle una senda de besos maravillosos desde el pecho hasta el cuello, haciendo deslizar la lengua por el cuello hasta la barbilla. Se inclinó más sobre ella, y los rizos enmarañados de su pecho musculoso juguetearon con el pezón de ____, y por primera vez, esta sintió aquella parte de Joseph que él pretendía introducir en su cuerpo restregándose contra su cadera; dura y caliente, hizo que ____ volviera a la realidad horrorizada.
Como si de pronto fuera consciente de dónde estaba poniendo ____ sus pensamientos, Joseph reaccionó apoderándose de su boca con un beso profundo y penetrante, y su lengua le atravesó los labios como una flecha buscando desesperadamente la suya, agarrándola y succionándola con apremio en cuanto la encontró. ____ gimió, frotando las piernas atrás y adelante contra el edredón, las palmas sobre la piel colorada mientras las bajaba desde la nuca hasta los hombros de Joseph, la mente vacía de todo excepto de Joseph, que le acariciaba el cuerpo con dedos expertos, que la besaba hasta hacerla ascender a alturas imprudentes, que estaba preparado para hacerla parte de él. En ese momento lo era todo para ella. Era su pasado y su futuro, era la profundidad de su corazón.
Entonces, sintió que Joseph desplazaba la mano desde su pecho hasta su cintura con un tenue roce que la hizo estremecerse de pies a cabeza. Le rozó la piel de la cadera, luego el vientre, que acarició con pequeños movimientos circulares, besándola en la boca con creciente ansia y la respiración entrecortada, hasta que finalmente le colocó audazmente la mano sobre los suaves rizos de la entrepierna.
Jadeó contra la boca de Joseph, pero este no le soltó los labios. Prosiguió con el beso, colocándole la mano que tenía libre sobre la frente, con el pulgar sobre la ceja, sujetándola con firmeza. Entonces, sin solución de continuidad, le metió los dedos entre los muslos.
____ se aferró a sus hombros con las manos rígidas. Le dolía la garganta, y su cuerpo imploró un descanso del tormento. Joseph esperó solo unos segundos antes de empezar a acariciarla con sensualidad, moviendo los dedos con cuidado al principio, más y más íntimamente a continuación, hasta que ____ sintió un calor creciente y una maravillosa tensión que se fortalecía en el centro de su vientre.
El tacto de Joseph la inflamó. Su fiebre interior aumentó cuando Joseph apartó los labios de su boca y empezó a trazar una senda de besos hasta volver de nuevo hasta sus senos, encontrando un ápice anhelante con el que jugueteó con
la lengua, succionó y frotó con la barba de su mejilla, atravesando a ____ con un fuego punzante. Continuó la tortura con los dedos, y ella empezó a levantar de manera instintiva las caderas contras las manos de Joseph al compás del ritmo
siempre creciente que él imponía, con las palmas en sus hombros y los pulgares apretándole la clavícula, mientras él aumentaba la intensidad y el ritmo de la caricia, haciendo que el fuego interior llegara al punto de explosión.
____ volvió la cabeza a un lado, pronunciando entre gemidos el nombre de Joseph, mientras este martirizaba su seno con la boca, y sus manos se ocupaban de hacer su magia, haciéndola suya allí hasta hacerla alcanzar casi el punto del éxtasis máximo. Y justo cuando ella pensó que lo alcanzaría, Joseph ralentizó sus acciones, y cesó todo movimiento, obligándola a jadear como protesta, mientras le clavaba las uñas en los hombros.
—Por favor... —suplicó ella con lo que en su mente fue un grito, pero solo un susurro entre sus labios.
—Enseguida, mi dulce amor —le prometió él, respirando aguadamente. Bajó por su estómago besándola en línea recta, parándose para trazarle un dibujo en el ombligo con la punta de la lengua. Entonces, por fin, levantó su gran cuerpo, cruzó las piernas sobre las de ____ y se centró entre sus piernas.
En algún profundo lugar de su mente, ____ supo que casi habían llegado, comprendió lo que estaba haciendo Joseph y ansió tenerlo dentro de ella en ese instante con un deseo vehemente jamás sentido. De forma inconsciente, arqueó las caderas para tocarlo, y Joseph reaccionó con una pequeña sacudida de su cuerpo y un silbido que salió entre sus dientes apretados. Esperó por encima de ella, con los brazos a ambos lados de los hombros de ____ para apoyarse y, al final, ella abrió los ojos para volver a mirarlo.
Jamás esperó presenciar tal hondura de sentimientos en él, y, sin embargo, sus brillantes ojos la mostraron con claridad. Joseph apretó la mandíbula luchando por controlarse, con el sudor perlándole la frente, y los músculos del cuello, del pecho y los brazos destacándose como sogas fuertes y hermosas mientras descollaba por encima de ella. Alargó la mano hacia la muñeca de ____, le cogió la mano que le apoyaba en el hombro y se la llevó a los labios para besarle la palma con dulzura.
Y reveló sus pasiones al inocente corazón de ____ en un sordo susurro.
—He esperado este momento contigo durante años, ____.
Ella empezó a temblar por la dulzura de sus palabras, el grave significado que encerraban y la ferocidad de su mirada.
Segundos más tarde, Joseph se puso la palma de la mano de ____ en el pecho, colocándola en el centro y sujetándola allí donde ella pudiera sentir el rápido latir de su corazón. Luego, recuperó el equilibrio, ahuecó las manos en la cara de ____ y lentamente empezó a presionar su erección contra su hendidura.
Ella se tensó de inmediato, y sintió aquello, y él dejó de moverse para darle tiempo. Joseph la besó en las mejillas, en las pestañas, en las comisuras de la boca.
—Me va a doler —consiguió susurrar ella.
Joseph respiró hondo.
—No durante mucho tiempo.
Ella asintió débilmente, volviendo la cabeza lo suficiente para besarle en el canto de la mano, frotándose allí la mejilla, percibiendo el débil olor almizclado de su entrepierna —de su excitación— en los dedos de Joseph, mientras le acariciaban la cara.
—____...
Su voz pareció afligida, intensa, mientras le recorría los labios con el pulgar. Ella se concentró en los ojos de Joseph, tan próximos a los suyos, y por fin se rindió a la fuerza que había entre ellos, mostrándole sus sentimientos con su expresión indulgente, demostrándole exactamente lo que ella sabía que él quería ver desde hacía tanto tiempo, lo que siempre había esperado que estuviera allí.
—Lo sé, Joseph —dijo ella apasionadamente.
Aquello lo sobresaltó; ____ lo notó en el ensanchamiento de sus ojos y lo oyó en la rápida ráfaga de aire que salió de sus labios. Henchido por la comprensión, susurró con voz entrecortada:
—Rodéame con las piernas.
____ las levantó y las bajó por los laterales de los muslos de Joseph y luego lo rodeó con fuerza, colocándole la mano libre en la nuca y acariciándole los rizos del pecho con la otra.
Joseph se colocó por segunda vez en el caliente y resbaladizo centro de ____, y la miró fijamente a los ojos para alcanzar la calidez de su alma.
—Te juro, mi querida ____, que jamás lastimaré tu corazón por darme todo lo que eres.
Las lágrimas la dominaron, y diciendo aquello, él le cubrió la boca con la suya, tensó el cuerpo y se hundió profundamente en ella.
____ sintió medio segundo de presión. Luego, un dolor punzante se apoderó de ella empezando en sus entrañas, provocando que se arqueara contra él mientras le clavaba las uñas en la piel. Joseph la aferró con fuerza, con las manos sujetándole con firmeza la cara, la boca sobre la de ella, impidiendo que saliera el grito de sus labios. No movió el cuerpo en absoluto, sino que permaneció completamente inmóvil, revestido de ella.
____ intentó respirar hondo, concentrarse en la dulzura de la boca de Joseph y en el calor de la figura dura y masculina que cubría la suya. Al cabo de unos segundos el dolor empezó a remitir, y, una vez más, ____ adquirió conciencia de su entorno, del suave edredón que tenía debajo, del aroma de las rosas en el aire, del cuerpo caliente de Joseph unido íntimamente al suyo, del tacto y el olor familiares de su piel.
Una lágrima le resbaló por la sien, y él se la limpió con el pulgar. Luego, cuando Joseph sintió que ella se iba relajando gradualmente, empezó a intensificar el beso de nuevo, masajeándole el cuero cabelludo con los dedos, apartándole los labios con la boca y un renacido entusiasmo por invadir.
____ le acarició el cuello y el pecho con los dedos, devolviéndole finalmente el beso moviendo la boca al ritmo de la suya. Tras unos instantes, la respiración de Joseph volvió a hacerse superficial, y con mucha lentitud intentó salir de ella.
____ hizo un gesto de dolor, poniéndose rígida bajo él.
Joseph se quedó inmóvil ante la reacción de ____.
—Dime si te duele —le susurró en la boca.
Ella asintió con la cabeza, y Joseph esperó, tenso por las ganas de moverse y con los rasgos contraídos. Alargó la mano hasta el pecho de ____, bajándosela por un hombro hasta que le cubrió el anhelante montículo con la palma, haciendo girar la mano encima y martirizándole el pezón con los dedos.
____ sucumbió al tacto, y su cuerpo volvió a revivir cuando el deseo despertó de nuevo. Le pasó la lengua por los labios, saboreando la sensación de sentirlo dentro de ella, mientras, utilizando las manos y la boca, Joseph consiguió llevar su cuerpo hasta un delicioso pináculo de maravillosa satisfacción. Dándose cuenta de la necesidad de ____, sintiendo su reacción, intentó salir de ella suavemente una vez más. Y como la vez anterior, otro agudo pinchazo de dolor la hizo encogerse.
—Joseph...
Volvió a detenerse, y ella se dio cuenta, quizá solo débilmente, de lo increíblemente difícil que era para él hacer aquello. Joseph respiraba con dificultad, tenía los músculos tensos, el cuerpo caliente. Él le apretó el pecho con una mano, le acarició la mejilla con los dedos de la otra, la besó en la boca con una determinación ansiosa. Era tan dulce, generoso y paciente que ____ deseó de manera desesperada complacerlo.
Y empezó a acariciarle el cuello y los hombros, pasándole los dedos por los rizos del pecho, acariciándole las piernas con las plantas y los dedos de los pies. Le devolvió el beso con plenitud, jugueteando con la lengua sobre su labio superior y abriéndole la boca. Al final, la fuerza de la pasión de ambos hizo que ella sintiera su propia e instintiva necesidad de moverse.
Giró las caderas debajo de Joseph, quien soltó un sordo gemido gutural, reaccionando con tanto entusiasmo como ella. Lentamente, salió de ____ y volvió a entrar una vez, y esta volvió a ponerse rígida por la tensión.
____ sintió la primera sombra real de impotencia. Joseph también lo notó, porque apartó la boca y bajó la frente para apoyarla en la de ella.
—Muévete —dijo con voz ronca.
____ se humedeció los labios, dudando si lo había oído correctamente e intentado asimilar con coherencia lo que le estaba diciendo. Joseph le masajeó entonces un pezón entre el índice y el pulgar, avivando el fuego, y de manera instintiva ella volvió a levantar las caderas contra él.
—Sí —susurró él—. Muévete de la manera que te haga sentir bien.
—¿Funcionará así? —preguntó ella con cierto titubeo.
Él la besó levemente en las cejas, en las mejillas y en la sien.
—Perfectamente.
La inseguridad hizo que ella se detuviera, y entonces Joseph inició una senda de delicados besos bajando desde el cuello hasta el pecho; suaves toques de sus cálidos labios en la piel caliente. Se incorporó ligeramente, le frotó un pezón de un lado a otro con los labios y con la lengua trazó pequeños círculos alrededor, y la sensación de la impotencia de ella desapareció.
____ soltó un pequeño suspiro de deseo salvaje, los ojos cerrados, la cabeza inclinada hacia atrás, y apoyó las palmas de las manos en los hombros de Joseph. Y sin ninguna pretensión de perfección, empujó las caderas contra el cuerpo de él; primero una vez, luego otra, con la suficiente suavidad para no provocar ningún movimiento por parte de Joseph. Este no emitió ningún sonido, pero sus músculos se flexionaron bajo los dedos de ____, y ella supo que lo estaba alterando incluso nada más que con aquella pequeña acción.
Joseph volvió a pegar sus labios a un pezón de ____, para, una vez más, saborearlo, succionarlo y juguetear con él, y al mismo tiempo le acarició el otro con la mano libre, hasta que por fin el instinto de ____ se impuso. Abrió las rodillas, se impulsó hacia Joseph y, poco a poco, empezó a mover las caderas contra las de él.
Al principio ____ sintió cierta presión, pero él no se movió, y ella fue cogiendo el ritmo a medida que el dolor que sentía entre las piernas iba disminuyendo.
En el ínterin, Joseph prosiguió martirizándole los pechos con la mano y la boca, rozando, acariciando, conteniendo su impulso para continuar hasta el punto álgido de satisfacción con una fuerza torrencial.
____ le puso los dedos en la mejilla, y la barba de un día de Joseph le produjo un maravilloso cosquilleo en la piel, y empezó a mover las caderas más deprisa, impulsándose con más fuerza contra él, sin abrir los ojos e imaginándole dentro de ella, haciéndola suya para llevarla a un culmen maravilloso de plenitud.
Fue entonces cuando a Joseph se le escapó un leve gruñido que complació a ____, porque ella supo que lo estaba haciendo bien. Le retiró la boca del seno, besándola en el cuello y el pecho mientras se incorporaba para mirarla a la cara una vez más, rozándole el brazo con las yemas de los dedos antes de pasárselos por el pelo para ahuecárselos en la cabeza.
El corazón de ____ latió con fuerza; su pulso se aceleró al moverse más deprisa y con mayor ímpetu, balanceando ya el cuerpo contra el de Joseph con un fervor creciente.
—____...
Ella abrió los ojos extasiada por el deseo. Joseph la observó, absorto en sus acciones, jadeante y, sin embargo, dejando que fuera ella la única que se moviera. El momento era delicioso, sensual y enriquecedor e iba ganando en esplendor por momentos. Y él lo sabía.
—He soñado con esto durante años.
____ se balanceó contra él, gimiendo. Joseph le cogió la mano, se la llevó a los labios y le rozó todos los dedos con ellos.
—He soñado con esta noche —reveló con una voz apremiante de necesidad—. He soñado con hacerte el amor, con elevarte a un lugar en el que nunca has estado, con contemplarte mientras lo descubres conmigo.
Ella susurró su nombre con un aturdimiento producto del asombro. Joseph le pasó la lengua por el dedo corazón, se lo metió en la boca y lo chupó.
Y aquello la llevó al límite. ____ le llamó a gritos mientras ardía en un fuego de éxtasis, en un clímax glorioso que Joseph hizo perfecto, que hizo perfecto con él, como en la primera vez juntos, solo que infinitamente más hermoso, porque en esta ocasión la llevaba con él.
Joseph se inclinó para besarla en la boca, tensando el cuerpo mientras los espasmos internos de ____ tiraban de él, balanceándose contra él y sujetándolo con más fuerza entre los muslos.
—¡Dios mío, ____, cómo he soñado con esto! —dijo con un susurro ronco, los labios pegados a los de ella, sujetándole la cabeza con sus fuertes manos—. He soñado y soñado...
Él se rindió en ese instante y se dejó ir. Con un gruñido desde lo más profundo de su pecho, levantó la cabeza de golpe e impulsó las caderas contra las de ____, aplastándoselas, haciendo girar las suyas contra ella mientras se adaptaba su ritmo, con los ojos fuertemente cerrados y los dedos cogiéndole del pelo con fuerza.
____ lo observó mientras obtenía placer dentro de ella, fascinada, sintiendo la fuerza de Joseph irradiándose por todo su cuerpo, y lo sujetó con firmeza contra ella, mientras él se estremecía violentamente por la fuerza de la eyaculación.
Joseph disminuyó por fin su esfuerzo y volvió a descender sobre ella, el corazón palpitando con ímpetu junto al de ____ y la respiración agitada y errática. Enterró la cabeza en su cuello, aspirando con fuerza, acariciándole la piel con besos tiernos, mientras ella iba disminuyendo poco a poco el movimiento de sus caderas, hasta que se quedó completamente inmóvil.
Permanecieron tumbados juntos durante unos minutos, mientras el pulso de ____ recuperaba la normalidad y ella volvía lentamente a la realidad, a la toma de conciencia del lugar en el que estaban y lo que habían hecho. ____ se movió un poco, y él lo sintió, desplazando el cuerpo para quitarle peso de encima.
Ella siguió absolutamente inmóvil, con las palmas de las manos en la espalda de Joseph. Este no parecía querer salir de ella de inmediato, así que ____ le permitió que la acariciara, reconfortada por la proximidad. Al final, lo sintió moverse hacia la izquierda y salir de ella poco a poco. Joseph se puso de costado y se incorporó apenas para alargar la mano por detrás de ellos y bajar el edredón.
—Joseph...
—Chist... —Le tocó los labios con las yemas de los dedos—. Duerme conmigo, ____. Deja que te abrace.
Obedeció sin discutir, en parte porque era incapaz de pensar en nada agradable que decirle, pero sobre todo porque se dio cuenta de que le estaba dando tiempo para asimilar todo lo que había sucedido. Joseph alargó la mano para disminuir la luz del quinqué, tras lo cual levantó el cuerpo y tiró del edredón para que quedaran tumbados directamente sobre la sábana. Luego, la rodeó por la cintura, la atrajo hacia él y los cubrió a los dos, rodeándole el cuerpo con los brazos, aferrándose a ella, con la cara en el pelo de ____ y la respiración en su mejilla.
—Todo ha cambiado, Joseph —susurró ella.
Él suspiró y se acurrucó junto a ella.
—Sí, sí que lo ha hecho.
____ guardó silencio después de eso, escuchando el leve rumor de voces procedente del piso de abajo hasta que se desvanecieron cuando los huéspedes se retiraron a sus habitaciones. Joseph no se movió en ningún momento, y al cabo
de un rato su respiración se ralentizó y se hizo regular, y ____ supo que se había quedado dormido.
Ella se dio la vuelta suavemente, procurando no despertarlo. El sueño la rehuyó cuando se quedó mirando con aire ausente las ventanas abiertas, oyendo el susurro de las hojas en el exterior, sintiendo la fría brisa nocturna en los brazos desnudos y en las mejillas.
Se había convertido exactamente en lo que ella despreciaba de su madre. Había sucumbido a sus deseos y le había entregado todo a Joseph. Sin embargo, nada era culpa de él. Había sido ella la que le había suplicado que la llevara a Francia; ella, la que había dormido en la misma cama con él, cuando debería haberse opuesto tenazmente; ella, la que se había peinado de manera tan indecente. Pero, por encima de todo eso, había sido ella la que había empezado en aquel jardín con los besos que habían conducido al final de su inocencia. Aquello era culpa suya, porque era incapaz de controlar sus deseos y él era su debilidad.
Conteniendo las lágrimas, se sentó con cuidado, se levantó y atravesó el frío suelo hasta los baúles. Sintió que un hilillo de líquido le corría por entre los muslos, y se sintió invadida por un repentino y feroz arrebato de vergüenza. Joseph era un hombre, y sus pasiones lo guiaban. Pero ella era una dama de esmerada educación. Se suponía que la educación recibida tenía que protegerla del desenfreno sexual y, sin embargo, solo la hacía sentir culpable cuando seguía sus instintos carnales. Había deseado a Joseph con desesperación, y seguía deseándolo, y sin embargo, jamás sería su amante.
Sin hacer ruido, levantó la tapa de uno de sus baúles, metió la mano para buscar su camisón y se lo puso. Puesto que no tenía ningún otro sitio al que ir por el momento, volvió junto a Joseph y se quedó observando su cara apenas iluminada por un haz del claro de luna.
Lo encontraba hermoso, como siempre lo había sido para ella. Era el centro de todos sus sueños y, sin embargo, nunca podría ser suyo, porque jamás podría confiar en él de corazón. Con independencia de lo que hubiera dicho movido por el ardor de la pasión, sabía que acabaría aburriéndose de ella con el tiempo. Iría tras otra, y la abandonaría, dejándola con el dolor... los celos y las heridas que nunca cicatrizarían.
Se volvió a meter entre las sábanas cuidadosamente para evitar tocarlo, mientras se apartaba de él para quedarse mirando fijamente la pared en penumbra. En las pocas semanas que había pasado con Joseph en Francia, había llorado más que en los últimos cinco años. En ese momento, cerró los ojos y permitió que las lágrimas se deslizaran silenciosamente por su cara una vez más y mojaran la almohada.





















¡Hola chicas!
Aquí les dejo la segunda y última parte de este capítulo :D
Gracias por sus comentarios.
Más tarde subo el siguiente cap :)

Natuu♥️!!


Última edición por Natuu! el Miér 01 Ago 2012, 12:18 am, editado 1 vez
Natuu!
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