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Mensaje por aranzhitha Lun 16 Jul 2012, 7:21 pm

siiiiiii maratón siiii :lol!:
aranzhitha
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"Encantos Ocultos" (Joe&Tu) [Terminada] - Página 4 Empty Re: "Encantos Ocultos" (Joe&Tu) [Terminada]

Mensaje por jb_fanvanu Mar 17 Jul 2012, 1:04 am

SIGUELAA!!!!!! MARATONN ♪
jb_fanvanu
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"Encantos Ocultos" (Joe&Tu) [Terminada] - Página 4 Empty Re: "Encantos Ocultos" (Joe&Tu) [Terminada]

Mensaje por aranzhitha Mar 17 Jul 2012, 12:29 pm

siguela!!!!!!!
aranzhitha
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Mensaje por Natuu! Mar 17 Jul 2012, 7:43 pm

Capítulo 6



Todo aquel asunto del Caballero Negro estaba empezando a fastidiarle. Durante años había interpretado el papel a la perfección, cuando no con placer. Él había inventado el personaje y, sí, su parte más puramente egocéntrica se enorgullecía de la asombrosa popularidad que había conseguido en toda Europa durante los últimos seis años. Sin embargo, lo que lo había hecho agradable era el reducido número de personas que sabían que Joseph Jonas, segundo hijo de un conde ingles normal y corriente, fuera la leyenda.
Pero, por primera vez, su fama le estaba ocasionando problemas. Era evidente para ____ que se había convertido en alguien casi sobrehumano, al menos para ella. Dada su obsesión por el mito, se había mostrado distante, cuando no impermeable, a la presencia de Joseph desde que abandonaron Gran Bretaña. Estaba profundamente afectada por sus besos, y por su tacto, cosas, ambas, que él había controlado a requerimiento de ella. Pero más allá de eso, ____ no parecía en absoluto impresionada con él; con Joseph Jonas, el hombre. Cuando pensaba en ello con creciente desagrado, llegaba a la desagradable conclusión de que fracasar miserablemente en seducir a una mujer era algo que no le había sucedido en toda su vida.
Durante los últimos tres días la irritación que ello le causaba había estado bullendo en lo más profundo de su conciencia. Tenía la extraña idea de intentar complacerla, a ella, una mujer con la que no se estaba acostando, haciendo que se sintiera cómoda y llevándola a ver los lugares interesantes de la localidad para pasar el tiempo. Había gastado una pequeña fortuna en encontrar un alojamiento en un acantilado de la costa mediterránea, con una espectacular vista del océano azul marino y una brisa constante para que estuviera fresca. Que la vivienda fuera hasta cierto punto íntima y estuviera situada a menos de un kilómetro de la propiedad del conde de Arlés obraba en provecho de Joseph, aunque la sola visión de los ojos de ____ brillando de alegría al entrar por primera vez en la acogedora casa de una planta recién decorada le produjo a Jonas una enorme satisfacción. Durante tres días ____ había estado encandilada con la belleza circundante... y se había comportado con una naturalidad absoluta con el hombre que se desvivía en llamar su atención. Para su fastidio, ____; no le ignoraba exactamente, solo parecía estar absolutamente consumida por un hombre que no existía. ¿Y qué significaba eso? ¿Que estaba celoso de sí mismo? La cosa no dejaba de tener su gracia.
Pero lo que le picaba la curiosidad hasta un extremo exagerado era que ____ no actuara en absoluto como una mujer enamorada, y él conocía muy bien la expresión de una mujer enamorada. ____ no soñaba con el Caballero Negro, se centraba en el hombre como en un misterio, lo cual carecía de toda lógica. Joseph podía comprender la pasiva consideración hacia un compañero de viaje masculino si ella estuviera encaprichada de otro, aunque fuera un mito, pero cada vez le resultaba más evidente que ese no era el caso de ____. Había arriesgado su reputación, que lo era todo para una dama inglesa, para viajar hasta Francia para encontrarse con un hombre al que no conocía ni adoraba. Entonces, ¿le estaba mintiendo acerca de sus pretensiones matrimoniales con el ladrón? ¿Y qué pasaba con la reacción de ____ el día que él se había reunido con Madeleine? A la sazón Joseph tuvo la absoluta certeza de que estaba celosa, pero en ese momento estaba empezando a creer que tan solo se había enfadado con él por hacerle perder el tiempo no presentándole al Caballero Negro más deprisa. Toda aquella situación lo reconcomía porque no la entendía.
A esas alturas tenía que admitir que estaba empezando a inquietarse por tratar de ganarse el afecto de ____, aunque, de hecho, conseguirlo sería complicado. Sabía que tal vez podría seducirla, pero a riesgo de su propia libertad. Hasta no hacía mucho había considerado el matrimonio como algo bastante remoto en un futuro lejano, en el mejor de los casos. Tenía toda la compañía femenina cuando y como quisiera, y jamás se había sentido interesado por atarse a una dama para el resto de su, esperaba, larga vida, por más encantadora y hermosa que ella pudiera ser. Pero a la sazón, y por razones que no acababan de quedarle claras, había empezado a considerarlo en serio, sabiendo que si escogía sucumbir a aquel estado de constreñimiento por satisfacer su necesidad de acabar con su creciente soledad podía escoger entre las innumerables mujeres que en ese momento estaban enamoradas de él. Si se llevaba a la cama a ____, tendría que casarse con ella, y esta era la única mujer que había conocido que lo deseaba físicamente, pero que no lo quería por su forma de ser como persona. Y eso lo irritaba y confundía tanto que ni siquiera sabía cómo digerirlo. Era cierto que tal vez fuera tan arrogante como el que más al dar por sentado que podría elegir a la mujer que él quisiera, sobre todo con su fortuna, esmerada educación y elevada posición social. Pero también gozaba del suficiente orgullo sincero para darse cuenta de que no querría casarse con alguien que no disfrutara con él, alguien a quien le fuera indiferente su personalidad, con independencia de lo apasionada que pudiera llegar a ser entre sus brazos.
Una parte de él quería rendirse, decirle a ____ quién era él, y devolverla en barco a sus padres para que pudiera olvidar toda aquella tontería. Pero no era capaz, en parte porque su curiosidad sobre las intenciones de ____ era cada vez mayor, y en parte porque sencillamente le encantaba estar con ella. La encontraba divertida e inteligente, cálida y reconfortante en la cama y respetuosa con su individualidad; era un soplo de aire fresco.
Así que esa mañana, después de días de incesante meditación, llegó a algunas conclusiones. Era mejor ladrón que espía, pero podía ser tan embustero como ella. Descubriría los secretos de ____. Adónde les llevaría eso en lo personal era algo que no podía adivinar, pero la presionaría sexualmente hasta que estuviera preparada, si es que llegaba a estarlo alguna vez, y no se la llevaría a la cama hasta que no tuviera la plena certeza de que podía confiar en ella. La deseaba terriblemente, con una desesperación creciente cada vez que ____ pasaba por su lado pavoneándose, oliendo a sales de baño y flores, o en la cama, cuando le metía los pies entre las piernas con tanta dulzura y apretaba su trasero contra la rígida erección de Joseph, sin apenas comprender o no entendiendo en absoluto lo que estaba haciendo. Al final, si no era cuidadoso, ____ podría darse cuenta del poder que tenía sobre él y utilizarlo. Las mujeres siempre lo hacían, y Joseph no podía permitir que eso ocurriera jamás. Quería que ella lo quisiera, que lo deseara por el hombre que era, que le suplicara que le hiciera el amor. Y eso, empezaba a temer Joseph, podría dejar sin satisfacer su mayor fantasía. Sin embargo, tenía que esforzarse al máximo.
Con una percepción clara de al menos cuál era su sitio en todo aquel asunto, había planeado una íntima cena campestre para ellos dos al anochecer sobre el acantilado de la costa —en realidad, en una cala—, ya dentro de la propiedad del conde. Joseph estaba lo bastante bien escondido para que nadie de los de la casa lo descubriera, pero lo bastante cerca para observar el edificio desde arriba y estudiar su estructura desde el exterior, que parecía atenerse con precisión a la descripción de Madeleine. Había encargado una cena excelente a un precio extravagante, consistente en vino blanco, tostadas con queso de cabra, mousse de lenguado, chuletas de ternera en salsa de setas, naranjas frescas y una sorpresa que todavía tenía que darle a ____: fresas cubiertas de chocolate. Aunque ____ no hiciera nada más por él mientras estuvieran en Francia, sí que acabaría llevándolo al asilo de indigentes.
En este momento estaba sentada enfrente de Joseph, sobre una manta, vestida con una falda azul lavanda claro y una blusa de muselina blanca en cuyos hombros se reflejaba una resplandeciente puesta de sol. ____ había acabado por reunir el valor para mezclarse un poco con los lugareños, y para adaptarse al caluroso verano en lugar de luchar contra él, renunciando a los opresores corsés y a las capas de tela en beneficio de un aspecto sencillo y casi campestre. Y se había soltado el pelo de las tirantes y amenazadoras trenzas que solía enrollar alrededor de las orejas y la cabeza, de manera que los dorados rizos cobrizos caían sueltos y libres por detrás de ella, sujetos sin complicación en la nuca con una sencilla cinta. Era un aspecto que a Joseph le gustaba enormemente ver en ella, solo superado, de eso estaba seguro, por su figura desnuda retorciéndose debajo de él.
Joseph cambió de posición, estiró las piernas por completo, cruzando un tobillo sobre el otro, y bebió de su copa mientras intentaba concentrarse en la conversación. Habían terminado de comer, y ____ había hecho lo propio con su único vaso de vino, y llevaba diez minutos hablando sin interrupción. Ni aunque le fuera la vida en ello Joseph sería capaz de recordar ni una sola palabra de lo dicho por ____, aunque decidió que la elección de tema que ella había hecho —un reciente viaje a Brighton para un recital de poesía de uno de los mejores poetas de Inglaterra— era absolutamente tedioso; una conversación de salón para la que no había lugar en una noche de verano tan espléndida a la orilla del mar. Finalmente, ella se interrumpió, sonriéndole, y Joseph aprovechó la oportunidad para cambiar de tema.
—Estoy teniendo problemas, ____ —sacó a colación con un aire intencionado de seriedad.
Ella arqueó las cejas con delicadeza.
—¿Problemas con qué?
Él la miró de hito en hito.
—Problemas para creerme su historia de que quiere conocer al Caballero Negro.
Advirtió que los ojos de ____ se abrían de manera apenas perceptible y que sus mejillas palidecían, y aquellas leves señales de sorpresa y preocupación por el comentario le dijeron mucho. Estaba ocultando algo, y él se había comportado como un tonto por no ser más astuto desde el principio.
Desviando la mirada hacia la brillante agua de su izquierda, molesto por su ceguera interior, añadió con osadía:
—Me he estado fijando, cariño, y es usted muy calculadora. No está enamorada de él, no tiene ni idea de quién es, y, sin embargo, deja todo lo que conoce para venir a Francia con un completo extraño a fin de conocerlo. —La miró de soslayo—. ¿Por qué?
—Usted no es un completo extraño.
Dijo las palabras con aspereza y cautela, y Joseph a punto estuvo de felicitarla por su aceptable intento de evasiva. Pero aquellas palabras también ocultaban un significado. Pudo darse cuenta de eso mientras ella lo observaba con expresión cautelosa. Joseph sintió un repentino deseo de ahondar más.
Sonriendo, la desafió:
—¿No somos extraños porque tenemos un pasado?
Aquello, la negativa de ____ a hablar de su breve encuentro de hacía años en el jardín, también lo irritaba. Ella acabaría hablando de aquella noche, del insólito cuando no instructivo encuentro entre ellos, porque él la obligaría. Pero por el momento se contentaba con esperar, buscando, en su lugar, las respuestas a una situación más inmediata.
—¿Se imagina que está enamorada del Caballero Negro, ____? —le preguntó con más brusquedad que la deseada.
____ se puso a jugar con la suave tela entre las yemas de sus dedos, guardando silencio durante tanto tiempo que la paciencia de Joseph empezó a flaquear. Al final, a través de la brisa marina, ella susurró:
—¿Se ha enamorado alguna vez, Joseph?
Aquello lo pilló completamente desprevenido, tal y como ella sabía que ocurriría. ____ volvió a levantar la vista, mirándole a los ojos sin ambages. Se lo estaba preguntando con sinceridad, y él se relajó un poco.
—Sí —admitió él, sonriendo tímidamente—. Se llamaba señorita Featherstone, y fue mi institutriz durante dos años. Estuve locamente enamorado de ella durante siete meses completos, hasta que se marchó a Brunswick, poco antes de que yo cumpliera los trece años. Fue la primera mujer que me rompió el corazón.
____ sonrió.
—¿La primera?
—La única —se apresuró él a corregir—. Y no me imagino que pueda volver a ocurrir.
Joseph apretó los labios, no por ira, sino para evitar soltar una carcajada.
—¿Por edad y experiencia, Joseph? ¿O porque se cree absolutamente irresistible?
Él se encogió ligeramente de hombros en un gesto de inocencia.
—Porque entiendo a las mujeres.
—Vamos, ¿en serio?
____ inclinó la cabeza, mirándolo con ironía, y Joseph supo que ella estaba a punto de preguntarle cuántos corazones había roto él, lo cual, ahora que lo pensaba, no eran ni con mucho tantos como sugería su ridícula reputación.
—¿Así que nunca ha estado enamorado de ninguna de sus muchas amantes?
Aquello no era en absoluto lo que él esperaba, y en ese momento se sintió incómodo. Se llevó la copa de vino a los labios y vació el contenido, y acto seguido empezó a colocar la vajilla en la cesta de la cena.
—¿Por qué es tan curiosa?
Ella se echó hacia delante y recogió las piernas bajo la falda, abrazándose las rodillas.
—Su vida y sus amoríos me interesan.
Joseph lo dudó completamente. Ya estaba empezando a creer que ella lo encontraba soso, un aburrido y pomposo comerciante de cosas tontas e inútiles. ____ estaba siendo deliberadamente taimada, aunque Joseph no fue capaz de entender con qué fin.
—En realidad, he tenido muy pocas amantes, y nunca más de una cada vez —se defendió por fin, mientras cerraba la tapa de la cesta y la quitaba de en medio de los dos con un empujón, poniéndosela a un lado.
Ella lo miró con escepticismo, pero puesto que su explicación era algo que posiblemente no podría demostrar, Joseph no hizo caso y siguió adelante.
—Disfruto de la compañía de las mujeres, lo admito, pero he tenido buen cuidado de no enamorarme de ninguna de ellas. Así que, no, no creo que haya querido realmente a ninguna, al menos no como mi hermano parece amar a su esposa o mi padre parecía amar a mi madre. ¿Pero qué tiene que ver mi pasado con usted y el Caballero Negro?
—Si no sabe lo que es amar —contestó ella al instante—, ¿cómo va a poder entender mi deseo de conocer a ese hombre?
A Joseph se le aclaró todo.
—¿Está diciendo que lo ama de un manera que yo no comprendería?
____ le dedicó una amplia y encantadora sonrisa.
—Exacto. Las mujeres suelen enamorarse de unas maneras que los hombres no comprenden.
Eso era absurdo, y la desconfianza de Joseph se hizo absoluta. Todo aquel huero parloteo de ____ sobre el amor era la forma que tenía de esconder sus motivos reales. No le cabía la menor duda.
Con la mano que tenía libre Joseph sacó del bolsillo lateral de la cesta un pequeño bote que contenía cuatro fresas cubiertas de chocolate. Sacó una con sumo cuidado y se la tendió a ____.
Sorprendida, esta dio un grito ahogado de rotundo placer. El chocolate encontraba siempre una manera de triunfar a la hora de complacer y deleitar a una mujer que estaba vedada a los hombres, reflexionó Joseph. La mayor parte de las veces aquello resultaba descorazonador, pero, de vez en cuando, surgía una ocasión en la que se podía utilizar tal conocimiento como medio de manipulación. Como en ese preciso instante.
____ colocó la fresa en el hueco de la mano, deslizando la otra palma por la mejilla para apartarse el pelo que el viento agitaba. Entonces, dio un pequeño mordisco a la fruta y clavó tímidamente la mirada en Joseph.
—¿Está intentando seducirme, Joseph?
Él a punto estuvo de echarse a reír, intentando imaginar en vano cuál podría ser la idea que tenía ella de la seducción... o a qué conducía esta.
—No —respondió él con soltura. Se volvió a recostar un poco—. Solo quiero gustarle, ____.
Ella suspiró y consumió el resto de la fresa a una velocidad récord, tras lo cual se lamió el chocolate de la punta de los dedos... un gesto que Joseph encontró especialmente sensual.
—Usted me gusta mucho —admitió ella con timidez.
El cuerpo de Joseph revivió al oír aquellas palabras tan inocentemente expresadas, y con aquella inquietud le vino a la mente la embriagadora imagen de lamer chocolate de los pechos de ____. Se sintió como un niño al que le hubieran regalado un juguete nuevo.
—¿Mucho?
____ se encogió de hombros y evitó la mirada de Joseph.
—Ha sido generoso y cortés, y respetuoso conmigo y con mi intimidad. Y me ha traído amablemente a Francia sin discutir, para que conozca al hombre de mis sueños.
La expresión de Joseph se desvaneció. Las imágenes sexuales se esfumaron. Pero con la consternación llegó la esperanza... y, de nuevo, el recelo. Ella no había estado soñando, sino planeando. Su explicación era una mentira flagrante.
—Tengo otra fresa para usted, si responde a mi siguiente pregunta.
Ella sonrió maliciosamente.
—¿Qué es lo que le gustaría saber?
—Quiero saber exactamente la razón de que esté tan interesada en un ladrón mujeriego —preguntó con serenidad—. Y quiero la verdad. No más cháchara sobre el amor y el matrimonio, porque no me la creo ni por un segundo.
____ titubeó, parpadeó rápidamente, ensimismándose y volviendo a rodearse el cuerpo con los brazos por comodidad. Dio la sensación de que transcurrieran varios minutos sin que se dijera una palabra. Y Joseph esperó, negándose a retroceder, mirando fija y descaradamente los brillantes ojos de ____, indecisos y calculadores.
Y por fin, con un suspiro que sobrepasó el sonido del chapoteo de las olas, ____ bajó la mirada y dio comienzo a una revelación sincera.
—Vine a Francia para contratar al Caballero Negro.
—¿Para contratarlo? —repitió Joseph, desconcertado.
En ese momento fue ____ la que se sintió absolutamente molesta.
—Sus servicios —aclaró ella con voz ronca—. Necesito su ayuda.
Joseph se quedó completamente pasmado. Al principio no estuvo seguro de haberla oído bien. Pero tras unos segundos de reflexión, la arriesgada aventura emprendida por una astuta pero bien educada doncella inglesa empezó a tener sentido. Eso no implicaba que estuviera desesperadamente encaprichada de un mito; las implicaciones eran muy reales y bastante más profundas. En ese momento, Joseph supo que jamás en toda su vida se había sentido tan idiota en relación
con algo tan lógico.
—Pero, por favor, no me pida que lo discuta con usted —continuó ____ con rapidez, desviando la mirada hacia el agua—. Es... es muy personal.
A Joseph le costó encontrar la voz, o quizá tan solo la respuesta adecuada a una revelación tan sorprendente. Pero en algún lugar de su mente ya estaba regodeándose de las posibilidades que se abrían ante él... ante ellos. ¡Lo divertido que podría resultar todo aquello!
Intentando a duras penas ocultar la alegría que le causaba el giro de los acontecimientos, Joseph carraspeó y se incorporó un poco sobre la manta.
—Para ser justos, ____, creo que necesito entenderlo. —Joseph aprovechó la oportunidad para hacer que se sintiera culpable—. Usted me ha mentido desde el principio (en todo), y yo he confiado de buen grado en usted. Cuénteme algo.
____ inclinó la cabeza.
—No puedo.
Él presionó en busca de detalles.
—¿Tiene que ver con usted?
—No —fue la rápida respuesta de ____.
—¿Con alguien que le importa?
Ella se llevó la palma de la mano a la frente en un gesto de frustración.
—Con alguien a quien quiero mucho. Pero, por favor, no me haga más preguntas, Joseph. Solo puedo contárselo a él.
Aquello molestó a Joseph, aunque no estuvo seguro de la razón.
—¿Está aquí para ayudar a un hombre del que está enamorada?
____ se levantó con brusquedad, pero él le agarró de la muñeca antes siquiera de que pudiera pensar en huir.
—Respóndame a eso, ____ —exigió en voz baja.
Una repentina ráfaga de aire agitó la ligera falda de ____ contra sus piernas y se la infló por detrás; de mal talante, ella intentó mantenerla en su sitio de un manotazo.
—Por si le interesa, le diré que no estoy enamorada de nadie.
—Nunca he conocido a una mujer que me confunda tanto como usted —admitió él, aprovechándose al máximo de la maravillosa exhibición de sus curvas, desde los senos hasta los tobillos, perfilados en ese momento ante su vista. Joseph sintió un calor salvaje y familiar al considerar fugazmente el acariciarle la pierna, envuelta en aquella suave tela—. Explíquese, y me abstendré de hacerle más preguntas personales.
—No puedo —susurró con ferocidad. Unos segundos después, suavizó su tono—. Al menos, no por el momento.
Él respiró hondo, calculando las opciones que tenía. ____ no se lo diría, y eso lo fastidiaba, porque... ¿Por qué? Porque o bien no confiaba en él, o bien tenía algo que esconder. Joseph sabía que el desesperado intento de ____ por contratar al Caballero Negro no podría tener nada que ver con ningún delicado asunto femenino, porque, se tratara de lo que se tratase, el mito también era un hombre, y todo el mundo lo sabía. Pero lo más importante era que se trataba de un ladrón, lo cual, en sí mismo, significaba que, con casi absoluta seguridad, ____ lo quería para que robara algo por ella. Por nada del mundo Joseph era capaz de imaginar de qué podría tratarse... algo tan comprometedor u horrible, algo tan personal, que era la palabra que ella había utilizado, o inestimable, que ella lo arriesgara todo por su causa. O por la persona que quería.
Tenía que reflexionar sobre esta última. Sabía que ella no tenía hermanos, y si era capaz de creerse su insistencia acerca de que no estaba enamorada de ningún hombre, eso solo podía significar que se trataba de su madre o de su padre. No creía que nadie pudiera meterse en tantísimos problemas, acometer esa clase de persecución desesperada, por un primo o cualquier otro pariente lejano, y ni siquiera, probablemente, por una amiga muy íntima. El único consuelo que le quedaba, supuso, era que ella acabara finalmente por contárselo cuando se enterase de quién era él realmente. A menos, por supuesto, que ____ se quedara tan absolutamente consternada y se enfureciera tanto con su mentira que se negara a hablarle por siempre jamás. Pero no podía creer que eso fuera posible.
Joseph le tiró con suavidad de la muñeca, hasta que ella consintió en volver a sentarse a su lado sobre la manta. Entonces la soltó y se inclinó hacia delante, los codos apoyados en las rodillas flexionadas y juntas las puntas de los dedos por delante de él, mientras clavaba la mirada en la inmensidad azul del mar.
—¿Por qué me mintió?
____ también posó la mirada en el agua.
—¿Usted por qué cree, Joseph? ¿Qué creería un caballero normal de una dama de mi posición? ¿Que necesitaba casarse desesperadamente o que necesitaba con desesperación que algo fuera robado? ¿Qué fantaseaba con que un hombre atractivo la rodeara con sus brazos, susurrándole apasionadas palabras de amor, o que necesitaba manipular y contratar hábilmente los servicios de un ladrón para que ayudara a un ser amado angustiado?
—Ambos son fines igual de románticos —dijo él con prudencia.
____ volvió la cara hacia él.
—No le conozco en absoluto y creo que esto es absurdo. Si le hubiera contado mis verdaderas motivaciones, me habría echado de su casa entre carcajadas (cualquier caballero lo habría hecho), puede incluso que me hubiera amenazado con contarle a mi padre mi absoluta falta de decoro. Tengo casi veintitrés años; una temporada más, y sin duda se considerará que me he quedado para vestir santos. En nuestro mundo no hay nada peor que eso, y usted lo creyó porque piensa como cualquier otro hombre. Una inocente confesión de fantasías románticas en su reino de pensamientos limitados fue lo que me sacó el pasaje a Francia.
Joseph no había oído jamás en su vida nada tan ridículo y al mismo tiempo tan lógico. Sin embargo, tenía que admirar la sagacidad de ____. Lo que decía era la pura y triste verdad. No obstante, ni por un momento creyó que alguien tan reconfortante y físicamente encantadora como ____ Haislett tuviera problemas para encontrar un marido, con independencia de la edad, a menos, por supuesto, que su honra estuviera en entredicho. Su dote tenía que ser aceptable, cuando
no cuantiosa.
Joseph la contempló, sentada de nuevo cerca de él sin miedo ni suspicacia.
—¿Piensa en el matrimonio, ____, o preferiría evitar el tema por completo?
Aquello la pilló un poco por sorpresa, tal vez porque no tuviera en realidad muchas alternativas al respecto. Si no escogía pronto a un marido, sin duda su padre la forzaría a casarse con alguien conveniente.
—Pienso en el matrimonio —respondió ella en voz baja, tras un momento de reflexión—. Pero no con un caballero idiota ni reservado que no me permita ser quien soy. Antes preferiría ser una solterona que casarme con alguien solo por el temor a no encontrar jamás un marido. —El aire era todavía bastante caliente, pese a lo cual tuvo un escalofrío y se agarró los codos con las manos—. Tampoco le mentí. Todo lo que le dije en el barco es verdad, Joseph. Llevo años estudiando al Caballero Negro y lo encuentro fascinante. —De manera casi inaudible, admitió—: Si él me encuentra atractiva, espero que me tome en cuenta.
Joseph juntó las cejas.
—¿Que la tenga en cuenta... para casarse?
____ bajó la vista hacia la manta, contemplando detenidamente la suave tela escocesa.
—Que me tenga en cuenta como compañera, amiga y esposa.
Joseph no supo muy bien si creerse sus cautelosas explicaciones. En la sociedad británica una esposa rara vez era; la amiga de su esposo, y la mayoría de la gente ni siquiera le daba importancia al hecho. Era conveniente o inconveniente, solo una circunstancia en el trayecto vital de uno. Lo que ella confesaba querer del ladrón era algo extraordinario.
La expresión de Joseph se tornó seria.
—¿Así que vino a Francia a contratar sus servicios y... a apelar a su naturaleza masculina con la esperanza de una proposición matrimonial?
—Sí. No obstante, espero pagarle para que me ayude con mi... situación, que es lo más acuciante en este momento. —____ se removió, dando la sensación de sentirse totalmente avergonzada—. Y no espero nada a cambio, si él no está interesado en mí como mujer.
En cualquier otro momento, y con cualquier otra persona, la conversación habría resultado ridícula, y Joseph se habría irritado ante tanto descaro. Pero era tal el ardor y la determinación que había en la expresión y en la voz de ____ que no pudo por menos que sentir un creciente e íntimo afecto, que comprender los riesgos y los sueños no satisfechos, los deseos y los placeres inalcanzables. ____ Haislett, la romántica inocente, ponía astutamente su futuro y reputación en manos de él, y en lugar de sentirse indignado por el engaño, toda la aventura lo colmó de una insólita mezcla de excitación y ternura.
Un silencio íntimo y reconfortante se alzó entre ellos. No había nadie cerca, nada se oía que no fueran las olas al batir contra el acantilado y el ocasional graznido de alguna gaviota. El sol por fin se había metido bajo el agua, y el horizonte refulgía con tonos rosas, corales y llamativos azules.
Joseph se la quedó mirando de hito en hito, ya de manera prolongada, observando cómo el delicado aire marino le levantaba a ____ unos díscolos mechones de pelo calentado por el sol; tomando nota mental de sus exquisitas formas, la nariz ligeramente respingona, el cutis inmaculado y suave, las pobladas pestañas rizadas que formaban oscuras medias lunas sobre sus cejas, y los pómulos altos. Su boca, generosa y roja, estaba perfectamente esculpida y era tan deliciosamente incitante como una fresa madura en la mata. Tenía una barbilla y un mentón muy marcados, aunque femeninos, y se estrechaban con suavidad hacia un cuello largo y elegante donde él pudo distinguir el rítmico latido del pulso. Hasta ese momento no había estudiado los rasgos de ____ de manera individual, que considerados por separado eran bastante normales. Pero en conjunto, la cara poseía un raro y exquisito carácter, al que, de eso no le cupo ninguna duda a Joseph, ni el mejor pintor del mundo podría siquiera empezar a hacerle justicia jamás.
—¿Ha pensado alguna vez en el matrimonio, Joseph?
Las palabras cortaron el silencio y penetraron en los pensamientos de Joseph, y la forma temblorosa en que fueron dichas lo desconcertó un poco.
—Sí. Al menos, en los últimos tiempos —respondió él sin disimulo.
____ hizo una larga y lenta inspiración y bajó la vista hacia sus manos, en ese momento cruzadas en el regazo.
—¿Renunciaría a sus amantes por una esposa?
Joseph no tenía ni idea de adónde se dirigían los pensamientos de ____, pero el repentino giro de la conversación lo hizo sonreír. Al igual que la tímida curiosidad de ella.
Alargó la mano hacia la tela del vestido de ____ y la acarició con los dedos.
—Sinceramente, no he pensado en el matrimonio ni en todos los cambios vitales que comporta con tanto detenimiento. Pero confío —dijo bajando la voz hasta convertirla en un susurro íntimo—, en que mi esposa esté tan deseosa de satisfacerme en todos los aspectos que no necesite ninguna.
—Pero no puede decir con seguridad que renunciaría a ellas —insistió ____, y el rubor se extendió lentamente por sus mejillas una vez más.
Él frunció el ceño.
—No puedo decir con seguridad que haya pensado mucho en ello.
—Entiendo.
A Joseph no se le ocurrió nada que decir.
Y siguió otro silencio hasta que ella murmuró:
—Me parece, Joseph, que una mujer lo encontrará agradable en tantos aspectos que hará todo lo que pueda para conservarlo y hacerle feliz. —Y con intrepidez, añadió—: Y creo que ella se mantendrá fiel a las necesidades de usted, si usted se mantiene fiel a sus votos.
La miró fijamente y sonrió burlonamente con los ojos entrecerrados.
—¿Me encuentra atractivo, ____?
Ella le devolvió la mirada con una intensa franqueza.
—No estamos hablando de mí, sino de usted. Le estoy aconsejando como una mujer a un amigo.
—¡Ah...! —Él se acomodó sobre la manta, inclinándose hacia ella lo suficiente para distinguir las escasas y tenues pecas de su nariz—. ¿Entonces piensa que las posibles esposas me encontrarán atractivo?
____ levantó las cejas casi de manera imperceptible.
—¿No es eso lo que les ocurre habitualmente a las mujeres?
Al oír eso, Joseph sonrió abiertamente. ____ se lo estaba pasando bien, y volvía a estar relajada a su lado. Con una sensación verdaderamente desconocida, Joseph encontró el momento de un sublime como hacía tiempo que no había experimentado ningún otro.
Sin darle mayor importancia, levantó la mano y le tocó el pelo ligeramente, solo con las yemas de los dedos, haciendo que le cayera sobre el brazo izquierdo. La sonrisa de ____ se desvaneció, pero no se volvió ni se apartó.
—Quiero que me encuentre atractivo —confesó en voz baja, paseándole la mirada por la cara.
Ella se irguió en un intento frustrado, de mantener la superficialidad de la conversación.
—Le encuentro excepcionalmente atractivo, Joseph, pero eso apenas importa. Debo permanecer fiel a mis convicciones. Nunca seré su amante, así que nada...
—Deseo besarla —la interrumpió con suavidad.
____ abrió los ojos como platos por la sorpresa o por el miedo, de eso no estuvo seguro Joseph. Pero no dijo que no; de hecho, no dijo nada.
—Solo un beso, ____.
—Pero somos amigos —insistió ella con voz temblorosa y turbada.
A Joseph se le antojó rara la pasión del comentario.
—Sí, creo que lo somos, y no pretendo estropear eso.
Extendió la mano hacia delante y le tocó el labio inferior con el pulgar, y el hecho de que ella no se apartara con rechazo o enfado envió de golpe a Joseph un arrebato de ánimo y de deseo que lo atravesó de medio a medio.
—Jamás seré su querida —repitió ella, ya con la determinación quebrada.
—Nunca la tomaré como amante —le prometió con un susurro profundo. Entonces, rebosante de un ansia indescriptible, inclinó la cabeza hacia ella y acercó la boca a sus labios.
____ cerró los ojos, manteniendo el cuerpo inmóvil. De todos los errores que había cometido en su vida ese tal vez fuera el mayor. Pero pese a las mil voces de advertencia que gritaban en su interior, fue incapaz de apartarse. No había realmente nada malo en un pequeño beso, y él al menos había tenido la decencia de pedirlo antes de dárselo. Joseph era tan incontestablemente atractivo y seductor que ella tenía problemas para decir que no. Y era incuestionable que lo deseaba. Siempre lo había hecho, y esperaba, en contra de toda esperanza, que él no se diera cuenta de ello por aquel simple beso de amigos. Pero, dejando todo lo demás a un lado, ____ quería sentir, y sentir en ese momento; quería ser besada por el hombre más atractivo físicamente que había conocido jamás, junto al mar, en una tierra exótica, bajo el tono púrpura y dorado de la puesta de sol. ¡Qué maravilloso y excitante!
Apretando los labios contra los de ____, Joseph la rodeó con una mano y, con la otra en su nuca, la atrajo un poco más hacia él. Empezó entonces un lento y suave movimiento con la boca, y ella se relajó mientras el ansiado placer, empezaba a aumentar. A esas alturas ya estaba acostumbrada, y ya no la poseía el miedo de antaño. Estaban completamente solos, y ella se entregó al disfrute del momento. Confiando en él.
Joseph empezó a acariciarle el pelo con los dedos, pero no interrumpió el beso. Antes bien, lo intensificó un poco, jugando delicadamente con la lengua contra los labios cerrados de ____, atrás y adelante, hasta que ella terminó por abrirlos ligeramente. ____ tuvo que admitir que en ese momento le estaba correspondiendo al beso, lo cual resultó evidente por el pequeño y ronco suspiro de apreciación de Joseph. Aquello la complació, y por instinto más que por
conocimiento, sentados uno junto al otro, ella con las manos en el regazo todavía, se volvió hacia él e inclinó el cuerpo de manera apenas perceptible, apoyándose en el de Joseph.
A los pocos segundos, él le quitó el lazo de los cabellos, y varios mechones, agitados por la brisa, rozaron la nuca de ____ y la cara de Joseph. Este entrelazó los dedos en la melena de ____, le ahuecó la mano en la cabeza y se la inmovilizó mientras la besaba con más pasión. Seguía sin ser posesivo ni exigente, comportándose con notable caballerosidad en su empeño, y con ese pensamiento ____ dejó de preocuparse y se abandonó, ya con la respiración agitada y el pulso acelerado ante las expectativas. Levantó entonces la mano para sentir la dureza del pecho de Joseph a través de la suave camisa de lino, rozándole apenas con unos dedos titubeantes.
Él reaccionó de inmediato, levantó la mano que tenía libre y se la cerró sobre los nudillos para sujetarla con firmeza contra él. Joseph empezó a jadear, con el corazón latiéndole con fuerza bajo la palma de ella, que tardó solo un instante de puro placer en afectarle hasta ese extremo.
Ella abrió la boca un poco más para él, y la lengua de Joseph le rozó los labios, enviándole por todo el cuerpo unas descargas repentinas. ____ reaccionó dando un respingo, pero Joseph, previéndolo, la sujetó contra él, impidiéndole que se apartara.
____ sintió la tensión que los rodeaba como algo físico; el olor del aire húmedo y salobre, el ruido de las olas al golpear en las rocas de abajo, resonando en la cala como un trueno lejano. En ese momento percibió el calor del cuerpo duro de Joseph contra el suyo, abrumador pero reconfortante, familiar aunque extrañamente nuevo y excitante. La estaba tratando deliciosamente, como si fuera una muñeca de porcelana china entre sus manos, y con un dolor repentino ardiente, ella deseó más. Aquello era solo un beso, pero maravilloso y perfecto.
Fue entonces cuando ella alargó las manos hacia él, deslizándoselas por el pecho y los hombros hasta que se aferró su cuello. A su vez, Joseph la rodeó con los brazos de buen grado, sujetándola aún más cerca, casi ya en un abrazo pleno ____ abrió la boca completamente, y la punta de la lengua de Joseph golpeó la suya por puro accidente. En cualquier otro momento, con cualquier otro, a ____ aquello le podía haber resultado repugnante. En ese momento, le encantó la cosquilleante punzada que sintió en su interior, y gimió de manera involuntaria por puro placer.
Joseph gruñó, y lo hizo de nuevo, esta vez con intención, y ____ recordó fugazmente que él había hecho eso antes en un momento de entrega apasionada. Pero no podía pensar en aquellos instantes. Ya no.
Con un movimiento lento pero intencionado, Joseph empujó de espaldas contra la manta, la boca todavía aferrada a la de ____, moviendo la lengua de una forma lenta y maravillosa al invadirla íntimamente. Apoyó el cuerpo junto al de ella, con las manos en el pelo de ____, pero no dejó de besarla, sino que continuó hasta que ella empezó a inquietarse.
____ no lo comprendía. En un último rapto de lucidez le gritó que parase, que ya era suficiente. Pero no lo era. Y su lado puramente físico deseaba seguir eternamente.
Entonces, como si comprendiera el dolor mejor que ella y con la mayor dulzura, él le colocó la mano sobre el pecho, ____ no advirtió el leve contacto al principio, hasta que el pulgar de Joseph empezó a moverse sobre su pezón, y la caricia le provocó una exquisita punzada de placer en lo más profundo de su ser. Ella jadeó en los labios de Joseph, pero este se negó a soltarle la boca. La besaba ya sin cortapisas, casi despiadadamente, mientras movía la mano para agarrarla de la cintura por si ella decidía escapar. Pero ____ no podía hacer eso. Todavía no.
Olvidadas ya las consecuencias inevitables de lo que estaban haciendo, ____ acabó por rendirse. Le rodeó con los brazos y lo atrajo hacia ella, poniéndole los dedos en el pelo abundante y sedoso; y el pecho ancho de Joseph le rozó los senos cuando él dobló las piernas sobre las suyas con suavidad.
Joseph volvió a gruñir, reviviendo con energía mientras ella reaccionaba al magnífico tormento que crecía en su interior. La deseaba con una pasión increíble, y saberlo insufló una especie de fuerza vaga en ____ a la que se negó a renunciar. Aquello era lo que había estando deseando durante años. Joseph le soltó la boca por fin y siguió besándola por la mejilla, el mentón y el cuello, dejándole un rastro de besos. Ella se inclinó hacia atrás de manera instintiva para permitirle el acceso, con un torbellino de confusión y placer girando en su cabeza, los ojos cerrados con fuerza y las manos sujetándole la cabeza contra ella, sintiendo un repentino y desesperado temor a que él no pudiera detenerse. ____ se retorció y gimoteó débilmente cuando la mano de Joseph volvió a encontrar su seno, esta vez con apremio, y empezó a masajeárselo suavemente sobre la blusa, jugando expertamente con el pulgar y el índice hasta que el pezón se endureció por el tacto.
Joseph se estremeció, y su respiración se tornó rápida y jadeante, y sin embargo ____ se aferró a él con un desenfreno que no habría podido imaginar en ella solo unos instantes antes. Ser tocada de aquella manera era excitante y la abocaba a un prolongado abandono.
Solo fue vagamente consciente cuando él le levantó la blusa para meter la mano debajo y empezó a mover lentamente la palma por el fino canesú, acariciándole la cintura con delicadeza y sensualidad. ____ levantó instintivamente el cuerpo hacia él con las manos ya en sus hombros, mientras Joseph, sin previo aviso, colocó la cara entre sus senos, todavía sobre la blusa, pero de tal modo que hizo que ____ sintiera en su vientre una poderosa descarga de fuego abrasador.
Pronunció el nombre de Joseph entre jadeos, y él lanzó un gruñido desde lo más hondo de su pecho mientras le acariciaba los pezones a través solo de dos transparentes capas de tela, adelante y atrás, con la mejilla, la barbilla y los labios.
Le acarició la cara con una mano, con el pulgar en la boca de
____, y con la otra encontró el ápice dispuesto de su pezón rodeándolo una y otra vez con los dedos.
De pronto, la estaba besando de nuevo, plena y ávidamente, sin ambages, y ella respondió, ansiosa por la necesidad insatisfecha, retorciéndose bajo él mientras le frotaba el pene con la pierna con un abandono desenfrenado.
Pero él no la soltó. Se aferró a ella, boca contra boca, pecho contra pecho, con las caderas empezando a golpear lentamente las de ____ cuando sus propias y acuciantes necesidades afloraron. Le pasó la lengua por los labios, y con la mano libre empezó a bajar por la pierna de ____, rozándole el contorno con las yemas de manera deliberada.
Ella gimoteó suavemente, retorciéndose con una temeridad galopante que no podía comprender, mientras sujetaba la cara de Joseph entre sus manos.
—¡Dios mío! —le susurró él en la boca.
Ella se aferró con más fuerza, desesperada por sentir, por saber, por poner fin a tanto deseo.
Y como si le respondiera, ____ sintió las manos de Joseph en su muslo.
—Joseph...
—Lo sé.
Tiró de él con frenesí, levantando las caderas para encontrar su dureza, los ojos cerrados con fuerza, el corazón golpeándole en el pecho, la sangre corriéndole con fuerza por las venas, latiéndole en los oídos, ahogando cualquier sonido.
En ese momento, ella sintió el primer contacto, realizado con mucha timidez, de la mano de Joseph entre sus piernas solo un fino trozo de lino entre la piel caliente de él y la parte más íntima de ella. Al principio, no estuvo segura de ello, porque él no hizo ningún movimiento. Pero de pronto no hubo ninguna duda. Las intenciones de Joseph eran claras, y ella arqueó la espalda al sentir la inmediata y punzante sensación. Pero Joseph la besó con tanta intensidad, con tanta plenitud, que ella perdió el control, incapaz de ver el final al que llevaba la acción. Le colocó la mano izquierda en la frente, con los dedos agitándose entre su pelo, y con la otra empezó a acariciarla, dulce pero experimentadamente, sin apartarle la tela de la ropa, sino dejando que la tapara, moviéndose rítmicamente encima, primero con un dedo, luego con otro y al final con todos.
____ perdió el resuello. No podía pensar; solo sentir. No podía reaccionar. Él le estaba haciendo algo muy íntimo, y sin embargo, era incapaz de articular un pensamiento o de protestar, porque deseaba que él siguiera así por encima de todo. Se aferró a sus hombros con las manos rígidas, desesperada por la necesidad, moviendo ya las caderas contra los dedos rítmicamente a medida que él aumentaba la velocidad.
Joseph le liberó la boca, bajó los labios hasta su cuello y siguió moviéndose desde la cara hasta el pelo. Su respiración se hizo áspera cuando le pasó la lengua por la oreja y le acarició el lóbulo, jugando con él, chupándolo. ____ movió las piernas con desenfreno, ya descontrolado el cuerpo, totalmente ajena a todo lo que no fuera las caricias que él le prodigaba en su centro. Gimió y se entregó febrilmente, y Joseph prosiguió de manera implacable, en silencio, posando pequeños besos en sus mejillas, en su mentón, en su cuello, acariciándola, llevándola a los confines de la tierra.
De repente, ella se aferró a él con todas sus fuerzas. Abrió los ojos, y Joseph levantó la cabeza para mirarla fijamente. Y fue entonces cuando ocurrió. Con una increíble intensidad, ella explotó por dentro, gritando de asombro, de dicha en un final perfecto para una avidez deslumbrante.
Joseph tragó saliva a duras penas, respirando con violencia mientras seguía controlándose, y miró fijamente la cara de perplejidad de ____, ruborizada y hermosa, cuando alcanzó el clímax en sus manos. Había ocurrido tan deprisa que no había tenido tiempo de pensar en el curso de los acontecimientos, hasta que se vio atrapado en una ráfaga impetuosa que había llevado a ____ más allá del límite. Pero eso no importaba. Tenía que ocurrir —probablemente estuviera escrito—, y luchar contra ello era inútil.
____ se estremeció y cerró los ojos, apartándose de él. Joseph le acarició la frente con el pulgar y le puso la cabeza en el pecho, el corazón rugiéndole todavía mientras escuchaba el pulso rápido y acompasado de ____, el cuerpo ardiéndole con un deseo que, sabía instintivamente desde el principio, no sería satisfecho. Todavía no había retirado los dedos de entre las piernas de ____ y podía sentir su humedad pegándose al fino lino, caliente y suculenta, invitándolo a entrar y a satisfacer su ansia. Sentía una increíble necesidad de tocarla allí. Solo un dedo envuelto por la húmeda y caliente suavidad para permitirle aguantar hasta la próxima vez. Pero eso no ocurriría entonces. Supo sin duda que eso no ocurriría en ese momento.
Con una resignación angustiosa, levantó la mano, le bajó la falda para taparla decentemente y le rodeó la cintura con un brazo para abrazarla. Joseph aspiró profundamente el olor de la piel y el pelo de ____, disfrutando de la exuberancia de su pecho y de su sinuosa cadera. Abrió los ojos con resolución, constriñendo, recuperando el dominio de sus sentidos una vez más, mientras clavaba la mirada en el agua, ya reluciente en el anochecer que extendía su manto.
____ estaba tumbada sin moverse medio debajo de él y lo único que se oía de ella era su respiración acompasada, Joseph no dijo nada, no hizo nada, se limitó a seguir abrazándola y permitir que ____ recuperase el temple a medida que fuera aceptando lentamente todo lo que acababa de ocurrir.
Al final, ella soltó un repentino suspiro, y en el silencio de la noche preguntó:
—¿Porqué?
Fue una pregunta llena de dolor, y Joseph supo a qué se refería. No por qué en ese momento, no por qué a mí, no por qué usted. Sino: «¿Por qué nosotros?».
—No lo sé —murmuró él tras un instante de quietud, murmurando sinceramente su respuesta—. A veces, es... así.
____ se revolvió, furiosa, para salir de debajo de él, poniéndose rápidamente a cuatro patas y recuperando el equilibrio para poder levantarse. Él se aferró a ella durante un segundo, y luego la soltó, siguiendo su ejemplo, no muy seguro de la reacción de ____, hasta que se detuvo a su lado, y ella volvió la cara hacia él completamente. Sin previo aviso, ella empezó a temblar de ira; su cara, tan lívida como vulnerable, reflejó el apagado resplandor de los últimos vestigios de luz.
—Tal vez haga este tipo de cosas con las mujeres a todas horas, pero da la casualidad de que esto no va conmigo —dijo, furiosa, con los puños cerrados con fuerza a los costados.
Joseph parpadeó y sintió que se ponía lívido al comprender por fin.
—Esto no es lo que pretendía...
—¡Déjelo ya!
____ se cubrió la cara con las manos, y él le cogió por las muñecas y tiró de ella hacia él con la misma rapidez. ____ se debatió, pero no la soltó.
—Esto no es lo que pretendía —repitió tranquilizadoramente. Esperó, y finalmente ____ dejó de luchar, sacudiendo la cabeza con los ojos fuertemente cerrados—. ____, míreme.
Ella no le hizo caso.
—Míreme —volvió a decir con urgencia.
Ella se relajó a regañadientes y alzó la vista para mirarlo con unos ojos enormes, vibrantes y furiosos, claros como el cristal.
Joseph hizo una larga y lenta inspiración, aunque siguió sujetándola con fuerza por las muñecas ante el temor de que saliera corriendo.
—Lo que ha ocurrido entre nosotros ahora mismo jamás me había ocurrido antes.
Ella lo miró boquiabierta, consternada.
—Es un maldito mentiroso. Ha estado con tantas...
—No así —le interrumpió con dulzura.
—Pero ¿no es siempre lo mismo? —le espetó con sarcasmo—. Una mujer u otra...
—No —afirmó él con contundencia, y sintió que se le encogía el corazón porque se percató de inmediato de que ____ no vería al hombre más allá de los rumores, que no aceptaría la verdad como él podría explicarla. Ella no le creía, así que, ¿qué podía decir? ¿Que nunca había estado con una mujer tan arrebatadoramente encantadora y maravillosamente cómplice, tan apetecible de contemplar y a quien resultara tan emocionante satisfacer? ¿Que nunca antes había dado sin recibir a cambio, como había hecho esa noche? Cualquier afirmación en su defensa parecería arrogante e insincera, y solo acabaría por recordarle a ____ todo aquello que él deseaba sinceramente que ella ignorase. En consecuencia, al final no dijo nada más; lo cual, sin duda alguna, no hizo más que empeorar las cosas.
—Me mintió —gimió lastimeramente ____, debatiéndose con tanta fuerza para soltarse que él no pudo por menos que permitírselo. ____ le dio la espalda y se alejó unos cuantos pasos, abrazándose y con la cabeza gacha—. No quería un beso, lo quería todo.
—____, de verdad que no lo había planeado, solo sucedió —admitió en voz baja, sabiendo de inmediato que era inútil hablar.
Ella soltó una risilla cáustica.
—Como les ocurrió a las innumerables otras, estoy segura.
Joseph apretó la mandíbula.
—Eso es injusto.
—¿Injusto? —Ella giró sobre sus talones—. ¿Y qué pasa conmigo? No había estado nunca con un hombre, Joseph.
Dijo las palabras como si tuvieran que ser una revelación asombrosa para él. Pero el hecho de que eso le importara tanto lo paralizó realmente.
—Lo sé —murmuró él.
Ella lo escudriñó abiertamente durante un buen rato, luego desvió la mirada hacia la costa y volvió a abrazarse protectoramente.
—¡Dios mío! Esto es horrible —susurró con voz temblorosa.
Joseph se frotó el cuello y se puso las manos en las caderas. Sabía que la confusión y la vergüenza guiaban las palabras de ____, no obstante lo cual sintió un atisbo de irritación.
—Nada de lo que hemos hecho es horrible —empezó él con lentitud—. Nunca es horrible. Es un acto perfectamente natural que ocurrió sin que nos diéramos cuenta, porque entre nosotros hay una pasión que es innegable y, según creo, extraña. Nunca he sentido esta clase de deseo por nadie, excepto por usted, ____. Y empezó hace años, cuando me besó en el jardín, un dulce acto de inocencia que nunca he podido quitarme de la cabeza.
Ella se tensó considerablemente, cerrándose en banda, y eso espoleó la ira de Joseph.
—Yo tampoco lo entiendo —prosiguió con gravedad—, pero no se va a resolver solo. Usted también lo siente, y cada día que pasemos juntos, esto se irá haciendo más fuerte. Una parte de mí desea enviarla a hacer las maletas, porque la situación me pone condenadamente nervioso. Pero no me puedo obligar a hacerlo, porque, en alguna parte dentro de mí, creo que está ocurriendo algo maravilloso, y por un lado me gustaría ver adónde conduce.
Ella permaneció en silencio, sin moverse, mirando el mar oscurecido de hito en hito. Entonces, sacudió la cabeza lentamente.
—Pero ¿qué pasa con él? —preguntó con una sombra de desesperación—. ¿Y si esto echa a perder todo lo que he venido a buscar aquí?
La primera reacción de Joseph fue preguntar: «¿Qué pasa con quién?». Entonces, una ráfaga de viento hendió el silencio con la frialdad de la noche marina. ____ tuvo un escalofrío, volvió la cara hacia él una vez más y se frotó los
brazos con las manos, mientras se los agarraba en busca de calor y fortaleza. Y él lo supo. .
Joseph se sintió por primera vez como si hubiera sido abofeteado físicamente por sus actos, y las crueles palabras de ____ le hirieron con más fuerza que la que ella podría producir con la palma de la mano. No había manifestado ninguna reacción antes los sentimientos profundamente íntimos que acababa de desnudar en su presencia. Sus pensamientos estaban centrados en un sueño, en una realidad ficticia que giraba en su cabeza, en algún lugar más allá de cualquier comprensión. Una esperanza que ella acariciaría por encima de todo demás, hasta que se enterase de que no existía.
Joseph se puso rígido, pero no de ira. Era impotencia lo que sentía, frustración, derrota, y una comprensión hacia una mujer mayor que la que jamás hubiera experimentado con anterioridad. Acababa de hacerle el amor, al menos parcialmente, y con cualquier otra se habría dado la vuelta y alejado después de un comentario tan demoledor. Sin embargo, en ese momento, al reaccionar de aquella manera, sabía que estaba más furioso consigo mismo: por aprovecharse, por perder el control y por dar tanto donde era evidente que no se deseaba.
—Estoy seguro de que el infausto Caballero Negro la encontrará inocente y encantadora y todo lo demás que él haya deseado alguna vez —afirmó con voz sombría y acre—. Nada está arruinado. Su virtud sigue intacta. Nadie sabe lo que ha ocurrido aquí esta noche, excepto usted y yo, y yo nunca se lo diré a nadie.
La cara de ____ se relajó, y sus ojos se convirtieron en dos sorprendidos lagos circulares, tal vez porque ya había comprendido hasta qué punto lo había herido. Pero él se negó a responder a sus pensamientos. Por el contrario, se dio la vuelta, levantó la manta y recogió rápidamente todas las cosas. Luego abandonaron la playa en plena oscuridad sin que entre ellos se cruzara una palabra más.



















¡Hola chicas!
Perdón por la tardanza :)
Y también perdón por no ponerles maratón, pero es que la novela tiene pocos capítulos y quisiera alargarla lo más que se pueda. Pero aquí les dejo un capítulo largo como disculpa :D
Espero que les guste. Después les subo otro.



Natuu♥️!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por aranzhitha Mar 17 Jul 2012, 8:59 pm

awwwwwwwwww todo fue tan lindo :hug:
pobre Joe esta sufriendo porque :sad:
piensa que la rayiz no lo quiere
pero ella si lo quiere o no??
y que espera ella del caballero negro??
para que lo quiere??
siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por Nani Jonas Miér 18 Jul 2012, 9:44 am

aaaaaaaaaaa qe bonito cap
joe se porto con todo un caballero
con la rayis y el esta sufiendo porqe
cree qe ella no lo ama
me encanta siguela pronto plis



oye natu y tu nove de la mujer del viajero en el tiempo esqe no la encuentro por ningun lado y le pico en el link qe esta en mi avatar y me dice qe el tema ya no existe la borraste?
Nani Jonas
Nani Jonas


http://misadatacionesnanijonas.blogspot.mx/

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Mensaje por helado00 Jue 19 Jul 2012, 1:01 am

D: rayis!!
Ay pobre joe me da tanta pena ):
Siguela pronto porfavor!!!
helado00
helado00


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Mensaje por jb_fanvanu Jue 19 Jul 2012, 1:20 am

Aww Joe la quiere conquistar pero ella sigue pensando en el caballero negro u.u Cuando se dara cuenta q es Joe? :|

SIGUELAAA
jb_fanvanu
jb_fanvanu


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Mensaje por Natuu! Jue 19 Jul 2012, 1:38 pm

Capítulo 7



____ estaba sentada ante el tocador de mimbre de la pequeña casa de una planta en la que estaban alojados, estudiando detenidamente la imagen que le devolvía el espejo. Su aspecto, supuso, era bastante decente para un baile. La esposa del dueño de la casa la había ayudado a ponerse el corsé, pero había tenido que peinarse sola por primera vez en su vida, lo cual, en sí, se había revelado como una auténtica aventura. Por dos veces había arrojado su cepillo de mango de madreperla, desesperada con sus intentos de disponer los rebeldes rizos en lo alto de la cabeza en un peinado que al menos se asemejara a una toca elegante. Hasta ese momento, nunca se había preocupado realmente por su aspecto formal; simplemente lo daba por descontado cuando las doncellas terminaban. Esa noche, sin embargo, su mente y su imagen eran un auténtico caos, y sus nerviosos dedos no hacían más que empeorar las cosas.
Al final se levantó con un refinamiento forzado, valorando la elección del vestido, uno de brillante seda rojiza sobre un miriñaque completo. Solo había llevado dos vestidos de baile con ella, así que su elección se redujo al mínimo. La decisión de llevar aquel tenía más que ver con el clima que con cualquier otra razón, porque era bastante ligero como vestido de noche. El ceñido talle subía y adelantaba el busto. Las mangas eran cortas y abullonadas, sin hombreras, y realzadas por un ribete de terciopelo beige a lo largo del cuello, con un encaje a juego que acentuaba la larga falda fruncida en la cintura. Como aderezo llevaba solo unos camafeos de lo más sencillo: dos colgándole de las orejas, uno en una cadena de oro alrededor del cuello y un anillo en la mano derecha. El vestido y las joyas entonaban con el color de su cabello y de su tez, algo así como castaño rojizo y marfil que generalmente no favorecía a una dama.
En ese momento estaba siendo de lo más vanidosa, consideró con una sonrisa. Pero las primeras impresiones eran las que valían, y el Caballero Negro la vería por primera vez esa noche. Quería que quedara impresionado, y tuvo que admitir que estaba impresionante.
Se dio la vuelta, juntando con fuerza las manos temblorosas, y se dirigió hacia la ventana abierta para sentarse con gracia en una de las sillas de mimbre que miraban al Mediterráneo. Su habitación era preciosa; la vista, extraordinaria, sobre todo en ese momento, con una puesta de sol dorada que brillaba a través de unas cortinas de gasa verde mar. Desde el mismo instante en que Joseph la condujo al interior de la vivienda, esta le encantó.
Los muebles estaban pintados de blanco, como las paredes, adornadas con numerosas pinturas de artistas locales. Muchas eran cálidas y coloristas marinas, y otras tenían como tema las ciudades de los alrededores y las casas encaladas típicas de Marsella. La habitación en sí era pequeña, pero encantadora por su sencillez. La cama, cubierta por un etéreo cobertor azul brillante, estaba pegada a la pared de enfrente. Junto a ella se hallaba el tocador y el escabel, al lado del cual se levantaba un biombo de gasa rosa madreperla para vestirse con discreción. Los únicos otros muebles eran dos sillones y una mesa pequeña de mimbre situada delante de la ventana, que se abría completamente para permitir que la brisa marina refrescara sin cesar la habitación. Era el lugar más cómodo y lleno de color en el que hubiera estado jamás, y valoraba cada instante que pasaba allí, mirando de hito en hito el mar abierto, sabedora de que no tardaría en regresar a la gris y sombría Inglaterra.
Él no lo había dicho nunca, pero ____ estaba segura de que Joseph no se alojaba en lugares tan hermosos cuando viajaba solo. Esto solo significaba que había buscado la casa por ella. A medida que lo iba conociendo mejor, encontraba que era uno de los individuos más amables que jamás hubiera conocido. Y no amable solo en el modo en que un caballero podría tratar a una dama conocida, sino de una manera más sutil y personal, como si realmente intentara adivinar lo que a ella podría gustarle y cuáles eran sus ideas y pensamientos.
Los últimos cuatro días habían resultado interminables. ____ intentó decirse que se debía a que había tenido que esperar con mucha paciencia para conocer al legendario ladrón, después de enterarse de que él asistiría al baile. Pero siendo realistas, sabía que era porque habían pasado cuatro días desde su encuentro íntimo con Joseph en la playa. El recuerdo de lo sucedido ocupaba por completo sus pensamientos sin descanso, provocando que se ruborizara y se muriese de vergüenza, sobre todo cuando él entraba en la habitación o sencillamente la miraba. ____ sabía instintivamente que cada vez que estaban juntos, Joseph se acordaba de su reacción al tocarla, una reacción imperdonable, en opinión de ella.
Pero él no había vuelto a hablar de aquella noche en ningún momento. De hecho, no había hablado mucho sobre nada. Había permanecido casi en silencio durante cuatro días, hablándole solo cuando pensaba que era necesario, ocupándose de sus cosas cuando la dejaba en la casa cada mañana y se iba a caballo a la ciudad. O eso decía. Lo cierto es que ____ no tenía ningún motivo para sospechar. Incluso la había llevado con él en dos ocasiones. De ninguna manera se había mostrado grosero o taimado; era solo que había puesto su atención en otra parte, y ____ no estaba segura de cómo reaccionar a esa repentina impasibilidad. Estaba bastante segura de que la circunstancia no tenía nada que ver con la señora DuMais, aunque tal idea no podía ser descartada. Lo único que deseaba es que no le importara mucho, si es que finalmente se trataba de eso.
Por una parte ____ se daba cuenta de que la indiferencia de Jonas estaba causada por lo que ella le había dicho después de la cena íntima a la puesta de sol, en la que había perdido el control de sus nervios por completo. Aquella noche había intuido los sentimientos de Joseph y no le había pasado desapercibida la sombría expresión de su rostro. Había sido totalmente sincero con ella; ____ lo sabía. Y si ella analizaba sinceramente sus propios sentimientos, sabía que él había estado más que acertado en lo concerniente a la creciente atracción mutua. Pero, por encima de todo, por encima de cualquier otra cosa que le importara en su vida, se negaba a convertirse en una de las innumerables conquistas de Jonas. Si se entregaba a él en la medida que fuera, sería la que saldría perdiendo, y lo perdería todo: su autoestima; su virginidad, que era algo que realmente quería entregar a su futuro marido; y casi con absoluta seguridad, su corazón. Se había estado consumiendo durante dos años, por diferentes y complejas razones, por conocer al Caballero Negro, y tenía que seguir concentrada en eso. Se había esforzado demasiado y llegado demasiado lejos para que Joseph y los confusos sentimientos que sentía hacia él arruinaran esa noche.
Esa misma noche... Y estaba preparada.
Se levantó con los nervios de punta y dio dos pasos hacia la ventana, advirtiendo con irritación que pese a las buenas notas obtenidas en amabilidad, era evidente que Joseph había olvidado que esa era la noche más importante de su vida. Echó un vistazo al reloj de plata del tocador, retorciéndose las manos. Eran casi las siete, y él todavía no había vuelto de sus correrías por la ciudad. ____ no era capaz de imaginar lo que ese hombre hacía con su tiempo.
Joseph entró en la casa en ese preciso instante, como un actor al que le hubieran dado el pie, y ____ giró sobre sus talones para volverse hacia él. Jonas sujetaba una bolsa de tela en un brazo, y ____ dio por sentado que contenía ropa para el baile que habría comprado en la ciudad, puesto que a todas luces Joseph no había llevado consigo nada apropiado para una celebración así en su pequeño y único baúl. Se situó frente a él, adoptando una actitud de impaciencia, con los
brazos a los costados y la barbilla levantada, mientras lo observaba cerrar la puerta.
Al final, él le lanzó una mirada, como había hecho miles de veces, pero en esa ocasión se quedó mirando de hito en hito lo que veía. El pulso de ____ se aceleró, el rubor inundó sus mejillas, y fue entonces cuando ella se percató de que también se había vestido para él. Fue un pensamiento perturbador, pero le sostuvo la mirada con un atisbo de sonrisa en los labios.
—Está usted encantadora.
Las palabras eran las que ella quería oír, pero el tono en el que fueron dichas fue tan poco entusiasta, tan anodino, que no le quedó claro si le estaba haciendo un cumplido en el que realmente creía o se limitaba a decir exactamente lo que
cualquier dama esperaría oír de un verdadero caballero.
—Gracias —farfulló ella, juntado las manos con fuerza para detener su temblor.
Joseph paseó la mirada por la figura de ____, desde los rizos de la cabeza hasta el encaje de la falda, deteniéndose solo brevemente en el busto y la cintura, ambos acentuados por el vestido. Luego se volvió y se dirigió a grandes zancadas hasta el biombo para cambiarse.
—Hay algunas cosas de las que tenemos que hablar, ____ —dijo sin ambages, desabotonándose la camisa con una mano mientras se introducía detrás de la delgada barrera—. En primer lugar, y por lo que respecta al Caballero Negro, se
lo presentaré si lo veo y si no resulta inconveniente.
____ sintió que la ansiedad le hacía un nudo en el estómago.
—Seré muy discreta, Joseph. No tiene que preocuparse.
—Estoy seguro de que lo será, pero el encuentro tendrá lugar bajo mis condiciones —insistió—. La identidad de ese hombre deber ser salvaguardada. Si está allí, hablaré con él, y si él se siente seguro, buscaré la manera de presentárselo.
____ se abstuvo de discutir, dándose cuenta de que las intenciones de Joseph eran su única esperanza.
—La segunda cuestión de importancia es la espada —prosiguió él rápidamente, mientras sacaba el contenido de la bolsa haciendo crujir la ropa—. No puedo permitir que le hable de ella al conde.
¿Cómo es que eso era tan importante?
—¿Por qué? —La expresión de ____ perdió su brillo cuando comprendió—. Él no sabe que se le va a vender, ¿no es así, Joseph?
—Todavía, no.
Cómo sobrevivían los hombres en el mundo de los negocios era algo que se le escapaba.
—Por supuesto. —____ aceptó la ridiculez—. No diré nada de la espada.
Tragó saliva con dificultad, sintiendo que la vergüenza regresaba de nuevo, mientras jugueteaba nerviosamente con el anillo entre los dedos. En ese momento se le hizo patente la descomunal farsa que estaban a punto de interpretar.
—Llevamos casados dos años —continuó Joseph sin solución de continuidad—. Tuvimos un noviazgo normal de seis meses y vivimos en el mismo Londres durante la parte del año que no estamos viajando por el extranjero. Nos movemos en círculos sociales de primera, tenemos mucho dinero, aunque no somos excesivamente ricos, y todavía no tenemos hijos. No es necesario adornar el resto de su identidad. El conde cree que estoy aquí por mi interés en comprarle su propiedad parisina.
—¿Y todo este montaje es por una espada? —preguntó ella con incredulidad.
—Es una espada muy bonita —fue la vaga contestación de Joseph.
____ hizo una pausa para pensar.
—¿Fue este el arreglo que hizo la señora DuMais para usted?
Joseph guardó silencio durante un instante, dejando caer los zapatos al suelo con un golpetazo.
—En parte, sí —admitió él—. Ella también sabe que no estamos casados de verdad. Es la única en la que puede confiar esta noche.
—Por supuesto.
Joseph pasó por alto el comentario un tanto insidioso de ella y, transcurridos unos pocos segundos, salió de detrás del biombo anudándose el fular con dedos expertos. Su aspecto dejó sin resuello a ____.
Estaba magnífico, y eso hizo que ciertos recuerdos de antaño se agolparan en la cabeza de ____. De otro baile. Solo que en esta ocasión el aspecto de Joseph era más sofisticado, más maduro en el porte, más atractivo, si es que eso era posible.
La ropa era cara y perfecta en el corte, lo cual explicaba en parte en qué había invertido su tiempo los últimos cuatro días. Una camisa de seda color crema le cubría el ancho pecho, y lucía encima un chaleco verde esmeralda y una levita; los pantalones, a juego, eran de lana de verano en color verde oliva oscuro. Era una combinación llamativa, aunque no era la que ____ habría esperado que escogiera Joseph. Sin embargo, los colores hacían que sus ojos, en ese momento fijos en los de ella, parecieran de un ámbar increíblemente intenso, y que su pelo, negro y brillante, se asemejara al ónice negro, pulido.
—¿____?
Ella se llevó una mano al cuello.
—¡Maravilloso! —susurró ____.
Por primera vez en días captó algo parecido a una sonrisa en los labios de Joseph.
—Me visto para agradarte, mi querida esposa. Siempre te ha gustado mucho que me vista en tonos verdes.
____ no estaba muy segura de si estaba siendo sarcástico o poniéndose a la altura de las circunstancia con un más que creíble debut interpretativo. Decidió asumir que era esto último siguiéndole la corriente, al tiempo que alargaba la mano hacia los guantes y el abanico que estaban encima de la mesa de mimbre.
—¿Es cierto eso? Qué bien has aprendido mis gustos durante estos dos últimos años, Joseph.
Él se alisó la levita.
—Por supuesto, señora Jonas. Como debe hacer cualquier marido —dijo, ofreciéndole el brazo—. El coche de alquiler nos espera en lo alto del camino. ¿Estás lista?
____ titubeó, y su incomodidad aumentó mientras consideraba sus siguientes palabras. Por desgracia, tenían que decirse antes de que ella y Joseph partieran a intentar poner en práctica una mascarada tan decisiva.
Aferrándose al camafeo que llevaba en el cuello, preguntó con cierta reticencia:
—¿Estamos enamorados?
Él la miró fijamente sin comprender, bajó el brazo y arrugó el entrecejo lentamente.
—¿Qué?
____ se sintió repentinamente acalorada, aunque siguió mirándolo desapasionadamente.
—Como pareja de casados. ¿Estamos enamorados?
Aquello lo desconcertó. Joseph no supo qué decir ni tampoco si echarse a reír o discutir o cuestionar la cordura de ____. Entre los preparativos realizados durante la planificación, Joseph había analizado las circunstancias en las que se besarían: cuándo, cómo, por qué y delante de quién, pero ni una sola vez había pensado en el amor entre ellos.
Por primera vez desde que conociera al impresionante Joseph Jonas, ____ supo que tenía la ventaja al alcance de la mano. Fue un momento exquisito de triunfo, y apenas pudo evitar una sonrisa burlona.
—Por favor, Joseph. Tengo que saber cómo interpretar la obra —contestó con toda la inocencia que pudo—. Algunas parejas de casados se aman. ¿Somos unos de los pocos afortunados, o preferirías que nos evitáramos durante la noche?
Fue el turno de la incertidumbre para Joseph, mientras seguía observándola con los ojos entrecerrados.
—No había pensado en eso.
—Sí, ya lo sé —afirmó ella de inmediato. ____ se dio cuenta de que el rubor resplandecía en su rostro a causa de la turbación, pero siguió adelante con la esperanza de aparentar aburrimiento por un diálogo tedioso que ya debería haber tenido lugar entre ellos hacía días—. Como hombre que eres, puede que no hayas pensado en ello, como seguramente no lo hará ninguno de los hombres presentes en el baile. Pero las mujeres se darán cuenta y reaccionarán en consonancia. —Carraspeó de manera deliberada—. ¿Debo mostrarme celosa o simplemente indiferente cuando bailes y coquetees con las demás?
Joseph torció la boca en una media sonrisa de arrogancia.
—¿De verdad has pensado en esto?
En un abrir y cerrar de ojos la ventaja estaba una vez más en manos de Joseph. En ese momento, cuando él la miró fijamente con cierto aire de diversión, a ____ le ardieron las mejillas.
—Cualquier mujer en mi posición lo haría, Joseph.
—Entiendo. —Él descendió momentáneamente la mirada hasta el busto de ____, y luego la volvió a levantar hacia su cara—. ¿Y qué es lo que piensas?
____ se movió con inquietud ante la contemplación desvergonzada de Joseph, no habiendo esperado la pregunta en ningún momento y sin saber cómo responder. Quería provocarlo, proclamando lo poco que le importaba su preferencia por la relación más plausible de distanciamiento conyugal. Entonces, se le ocurrió que el desconcierto de Joseph había sido mayor al haberle obligado a centrarse en el amor, y de inmediato ese fue el papel que quiso interpretar.
—Creo que deberíamos —declaró con confianza.
Las cejas de Joseph se levantaron casi de manera imperceptible.
—¿Mostrarnos enamorados?
Ella se encogió de hombros.
—Creo que, en nuestras circunstancias, resulta más realista.
—¿Eso crees? —En ese momento estaba de pie muy cerca de ella, y su voz era profunda y tranquila—. ¿Como corresponde a dos miembros bien educados de la alta burguesía británica?
Dicho así sonaba absurdo. Él sabía tan bien como ella que en tales circunstancias el amor rara vez era un factor que motivara una unión matrimonial.
____ apretó el abanico contra su falda.
—Estamos en Francia, Joseph. Los franceses son gente apasionada y no le darán ninguna importancia. Creo también que eso podría proporcionarte alguna ventaja con el conde.
—¿En serio? ¿Y cómo?
Los ojos de ____ destellaron de inspiración.
—Al hacer creíble nuestra historia por un lado. No puedo decirle al conde que el verano pasado estuvimos en Viena, si treinta minutos antes le dices que estuvimos en Nápoles.
—Una idea razonable —admitió él.
—También podría hacerte más respetable a sus ojos, más estable y digno de confianza, si tienes una esposa afectuosa a tu lado. —____ se irguió—. Pero por supuesto, es solo una suposición.
—Por supuesto. —Joseph le retiró un hilo del cuello de terciopelo. Después de un prolongado instante de reflexión, preguntó con cautela—: ¿Y crees que podrás interpretar esa parte adecuadamente, ____?
Joseph estaba empezando a enfadarse con ella por aquel interminable interrogatorio en una conversación que, por lo que a él concernía, no conducía a ninguna parte. ____ le escudriñó el rostro, desde los encantadores ojos enmarcados por unas pestañas negras y tupidas hasta la piel impecable y rasurada del firme y escultural mentón. El hombre desprendía un constante y embriagador aroma de acusada masculinidad, tan exuberante y potente que posiblemente ninguna mujer podría resistírsele. Joseph también lo sabía, lo cual tendía a hacer que ____ se enfureciera cuando pensaba en ello. Pero en ese preciso instante, en la pequeña casa que compartían solo ellos dos, sintió un repentino ataque de celos hacia todas las mujeres de la vida de Joseph hasta ese momento. No se trataba de una desaprobación general de su fama de libertino como antes, sino de un sentimiento distinto. Uno muy profundo, totalmente privado, vulnerable y quizá un poquito aterrador. Ser consciente de esto hizo que ____ se enfureciera por la inconsistencia y complicación de sus sentimientos.
Poniendo toda la carne en el asador, ____ le colocó una mano en la mejilla. Entonces, fría y calculadoramente, y antes de que pudiera cambiar de idea, levantó la cara y le rozó los labios con la boca. El contacto la conmocionó más que lo que había pensado que la afectaría, y desató unas oleadas tanto de desasosiego como de júbilo que le recorrieron la espalda. Joseph no se movió, pero aquello no fue, ni mucho menos, lo que él esperaba; ____ lo supo de manera instintiva y por el hecho de que él no reaccionara de inmediato.
Ella le acarició el mentón con un etéreo gesto del pulgar, tras lo cual le pasó la lengua una vez, muy lentamente, por la parte interior del labio superior. Joseph respiró hondo, y hecho aquello, ____ se apartó con una sonrisa radiante de satisfacción y sintiendo una repentina y maravillosa sensación de poder.
—Si esto es lo que quieres para la representación, Joseph, puedo mostrar un enorme e intenso amor por ti. Soy una actriz magnífica.
Durante varios segundos largos y silenciosos Joseph se limitó a mirarla fijamente. Luego, sus ojos se endurecieron hasta adquirir la tonalidad ámbar del fuego.
—Estoy deseando ver tu actuación en el escenario, ____ —dijo en voz baja—. Esta noche debería ser esclarecedora, para los dos.
Ella parpadeó y dio un paso atrás, absolutamente confundida por el desdén con que fueron dichas las palabras. Había esperado una réplica provocadora o un leve rechazo, como correspondía a la naturaleza afable de Joseph. Pero, tal y como se percató en ese momento, él se había distanciado desde la cena en la playa, y por primera vez desde entonces, ____ cayó en la cuenta de que eso no le gustaba en absoluto.
—El amor es así, señora Jonas —dijo él sin alterarse, interrumpiendo los pensamientos atribulados de ____. Entonces la agarró con fuerza por un codo y la condujo a través de la puerta para dirigirse al carruaje que los esperaba.
























¡Hola chicas!
Aquí les dejo otro capítulo, espero que les guste.
Nani Jonas, si, la borre. Perdón por no avisar. Ya no me sentía segura de seguirla subiendo :|

Bueno, más alrato les subo otro capítulo.



Natuu♥️!!
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por helado00 Jue 19 Jul 2012, 3:46 pm

*o*
Dios mio...ella aunque lo niega lo ama!!..
porque no lo aceptas rayis?!!?
Espero la sigas pronto..y quizas nos des un maraton sii?? :D
helado00
helado00


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Mensaje por aranzhitha Jue 19 Jul 2012, 4:26 pm

ahh Joe esta raro con la rayiz :x
Porque la rayiz no acepta que lo ama
Siguela!!!!O
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por jb_fanvanu Vie 20 Jul 2012, 12:18 am

*o* Joseph es tan fgbasdhfasdfas sexy y encantador baba

SIGUELAA!!
jb_fanvanu
jb_fanvanu


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Mensaje por Nani Jonas Vie 20 Jul 2012, 12:19 pm

ai joe esta muy raro con la rayis pero por otro
lado qe esperaba despues de todo lo qe le dijo
ya qiero leer el proximo cap para seber qe pasara
en la fiesta siguela pronto plis


qe lastima qe la borraras la verdad a mi me gustaba mucho pero podrias decirme el nombre del autor para poder buscarlo y descargarlo?
Nani Jonas
Nani Jonas


http://misadatacionesnanijonas.blogspot.mx/

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Mensaje por Natuu! Vie 20 Jul 2012, 3:59 pm

Nani Jonas escribió:ai joe esta muy raro con la rayis pero por otro
lado qe esperaba despues de todo lo qe le dijo
ya qiero leer el proximo cap para seber qe pasara
en la fiesta siguela pronto plis


qe lastima qe la borraras la verdad a mi me gustaba mucho pero podrias decirme el nombre del autor para poder buscarlo y descargarlo?

Claro que si, ahora que suba el capitulo te paso el link de donde lo descargue.
Y lo siento de nuevo :)


Ahora subo el siguiente cap :D

Natuu!
Natuu!


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Mensaje por Nani Jonas Vie 20 Jul 2012, 6:15 pm

Natuu! escribió:
Nani Jonas escribió:ai joe esta muy raro con la rayis pero por otro
lado qe esperaba despues de todo lo qe le dijo
ya qiero leer el proximo cap para seber qe pasara
en la fiesta siguela pronto plis


qe lastima qe la borraras la verdad a mi me gustaba mucho pero podrias decirme el nombre del autor para poder buscarlo y descargarlo?

Claro que si, ahora que suba el capitulo te paso el link de donde lo descargue.
Y lo siento de nuevo :)


Ahora subo el siguiente cap :D



Ok estare esperando el cap y muchas gracias por el dato jajaja no te preocupes todo tiene solucion
Nani Jonas
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