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Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA - Página 3 Empty Re: Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA

Mensaje por HeyItsLupitaNJ Jue 21 Jun 2012, 12:56 pm

Hola con nuevo capi!

Capitulo 3 (Parte 1)



San Diego


_____(tn) sostuvo en alto el Dior de hacía ocho años y el Narciso Rodríguez de hacía siete, uno de un favorecedor azulón, el otro de un chic color negro. Azul, negro, azul… no podía decidirse.

Que estupendo que no hubiera ganado ni perdido peso a lo largo de los últimos años porque en este momento no se hubiera podido permitir un nuevo Dior ni un nuevo Rodríguez. Cuidar a su padre había devorado cada dólar suelto y muchos más. Estaba bien. No echaba de menos los apasionantes días en Ginebra: joven, soltera y rica. Había tenido esos años, los había disfrutado y ya se habían terminado.

Ahora era un poco menos joven, todavía soltera y estaba muy lejos de ser rica. Su vida había cambiado hasta el punto de ser irreconocible. Pero no le importaba. Merecía la pena luchar para poder cuidar a su padre.

Negro, azul, negro…

No era propio de ella ser tan indecisa. Ni llegar tarde. ¿Cuándo fue la última vez que llegó tarde a nada, y mucho menos a una cita? No, no una cita, una reunión. Un acuerdo. Salimos a cenar como agradecimiento por abrirme la puerta. Lo que sea, pero no una cita. Aun así, aquí estaba, decidiendo lo que se iba a poner. ¡Puaj!

Esto era una locura. ¿Qué estaba haciendo, saliendo con un hombre que no conocía? ¿Con el que tan solo había cruzado unas pocas palabras? ¿Cuando hasta ayer mismo hubiera cruzado la calle con tal de evitarle?

Nunca se le hubiera ocurrido que ese rufián que había visto entrar y salir de Jonas Security pudiera ser el mismísimo dueño de la compañía. Claramente, los ejecutivos de las compañías de seguridad no necesitan vestirse para el éxito. Cada vez que se había cruzado con este tío en el pasillo, tenía pinta de estar con resaca: increíblemente desaliñado, cabreado y para nada limpio.

Tan pronto como terminó la conversación telefónica con el director del fondo de inversiones y sus expertos rusos, habiendo felizmente cerrado un excelente contrato,

se metió en la web de Jonas Security para leer la biografía de Nicholas Jonas. Era larga. Era un ex militar, en realidad un antiguo SEAL. Recordaba que él había dicho que había estado en la marina. Bueno, qué modesto por su parte. Ser un SEAL es un poco más importante que haber pasado un tiempo en la marina. Los SEAL eran soldados de élite que habían pasado por brutales procesos de selección. Como soldado, Nicholas Jonas había sido lo mejor de lo mejor.

No había una lista de sus medallas, pero, para aquellos que supieran entenderlas, sí aparecían sobre su pecho en la oficial fotografía militar. _____(tn) estaba familiarizada con las Fuerzas Especiales. Era bastante probable que él tuviera más medallas ocultas que se llevaría a la tumba, conseguidas en misiones de las que nadie jamás sabría
nada, secretas hasta el fin de los tiempos.

No tenía el aspecto estirado de los Marines que conocía tan bien de las embajadas a lo largo y ancho del mundo, pero, en la foto, tenía el pelo cortado al estilo militar y estaba recién afeitado.

Aunque la expresión severa era la misma. Ella tenía razón. Aunque le quitaras toda la parafernalia militar seguiría pareciendo un tipo peligroso. El tipo de hombre con el que normalmente evitaría hablar, por no mencionar pasar una velada juntos.

Pero había dado su palabra y punto.

Aun así, todo apuntaba a que había mucho más en Nicholas Jonas que lo que en principio parecía.

Para empezar, las medallas.

El padre de _____(tn) le había inculcado toda la vida su enorme respeto por las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Había prestado servicio en lugares donde los militares americanos eran lo único que separaba la civilización del abismo.

Las medallas que adornaban el muy ancho pecho de Nicholas Jonas no estaban allí para aparentar ni para hacer brillar sus metales o mantener sus zapatos pulidos. Eran medallas al valor, por su coraje bajo el fuego. Tragó saliva y continuó examinando su sitio web, dejando que los hechos le llegaran, cambiando su percepción.

Había sido un soldado de éxito y ahora era un hombre de negocios de mucho
éxito.

Después de todo, no era un borracho malhumorado.

Así que tenía que deshacerse de la capa de miedo que formaba parte de la fuerte reacción que él le provocaba cada vez que sus caminos se cruzaban en el vestíbulo del edificio Morrison, lo que ocurría con frecuencia. A veces se había preguntado si él tenía algún tipo de radar. En bastantes ocasiones, cuando se daba la vuelta después de cerrar la puerta de su oficina, ahí estaba, detrás de ella, cerrando la puerta de la

empresa para la que trabajaba. Su empresa, tuvo que recordarse ahora. Parecía que
cada vez que salía del edificio, él estaba detrás o delante de ella. Y todas las veces su
cuerpo se había vuelto loco.

Cada una de las células de su cuerpo le prestaba atención cuando estaba ante él. A menudo daba la impresión de estar llegando a la oficina cuando el resto de las personas del edificio estaban dando el día por terminado. Ella solía ser intensamente consciente de su presencia cuando lo tenía detrás, como si estuviera hecha de limaduras de hierro y él fuera el imán.

Esta mañana lo único que había evitado que lo presintiera detrás fue una paralizante ansiedad. En todas las otras ocasiones lo había percibido como si con él tuviera un sexto sentido.

En ese momento había creído que era miedo. Tenía un aspecto tan amedrentador.

Terrorífico, en realidad.

Nunca había estado tan cerca de un poder masculino como ése. Sus músculos eran largos y esbeltos, no abultados, y tenían aspecto de utilizarse, dura y habitualmente, en lugar de ser únicamente para exhibirlos, como ocurre en el caso de los músculos de la mayoría de los hombres modernos hoy en día. Era como si Nicholas Jonas
perteneciera a otra raza de hombres.

Más duro, más fuerte, más rápido, más grande.

Abajo sonó el timbre y _____(tn) se sobresaltó. ¡Por Dios! Eran las siete y aún estaba sin vestir.

Afortunadamente, Manuela abriría la puerta, ya que su padre no podía.

Lo que evitaría que _____(tn) tuviera que correr escaleras abajo en bragas y sujetador, sin maquillaje y con las uñas a medio secar. Esa hubiera sido una gran manera de recibir al señor Nicholas Jonas, ex SEAL de la marina.

No era en absoluto típico de ella llegar tarde a una cita, pero había ido con retraso durante todo el día. No había conseguido llegar a casa hasta hacía media hora, ansiando una larga ducha fresca, pero su padre le había tendido una emboscada cuando entró. Estaba excitado por de un artículo sobre la respuesta del Gobierno a los últimos bombardeos en Indonesia.

Su padre se había pasado tres años como embajador en Indonesia y estaba infinitamente mejor informado que los desdichados portavoces del Departamento de Estado o los periodistas de segunda que cubrían la conferencia de prensa sobre las bombas.

Era tan triste que su enfermedad hubiera impedido que compartiera su experiencia y sabiduría. A _____(tn) eso le partía el corazón. Había estado planeando una gratificante jubilación consistente en pronunciar discursos, escribir artículos de prensa, comenzar un blog sobre diplomacia. Terminar por fin ese libro sobre la diplomacia en los Medici que llevaba escribiendo desde siempre. El repentino estallido del cáncer había acabado con todos esos planes.

Para _____(tn), su padre era la versión corpórea de la luz, la razón y la bondad. Lo mejor de la humanidad. Nunca le había visto hacer o decir nada deshonorable. El mundo necesitaba desesperadamente hombres como él y aun así su luz se apagaría pronto a causa de la enfermedad. Aunque estaba desesperadamente enfermo, a menudo sufriendo dolores, seguía siendo amable y considerado. Jamás se quejaba. Le estaba rompiendo el corazón.

Bryan Pearce siempre había sido su héroe. Alto, guapo, inteligente y cariñoso, o mejor de lo mejor. Un fabuloso marido y padre. Ella había crecido sintiendo que pertenecía a una familia bendecida. Entonces perdieron a su madre en un accidente de coche y ahora él tenía un tumor cerebral de grado cuatro, diagnosticado un año atrás.

En ese momento, _____(tn) dejó su trabajo en las Naciones Unidas en Ginebra para cuidar de él. No era fácil ocuparse de un hombre gravemente enfermo, pero ella no tenía dudas al respecto. Había sido un magnífico padre para ella toda su vida. Cuidar de él, ahora que la necesitaba, era un privilegio.

Sin embargo, como muestra de lo que estaba teniendo que afrontar, tener un padre muy enfermo acarreaba muchos problemas para su vida sentimental, y un montón de hombres que habían mostrado interés por una cita, lo habían perdido súbitamente.

Era su pequeña prueba. Como hubiera dicho su profesor de filosofía en la universidad, ser capaz de lidiar con su padre era una condición necesaria, pero no la única, para que ella se planteara una relación estable con un hombre.

Si el hombre en cuestión era capaz de aguantar su vida y todos sus problemas, bien, podían llevarlo un par de pasos más allá. Si no… adiós. Si la querían, venía con su padre incluido. En un lote.

Había tenido un montón de adioses antes de que las relaciones llegaran siquiera a empezar; y ahora que su padre se estaba deteriorando tan rápidamente, no estaba en absoluto por la labor de salir con hombres.

Por supuesto, no es que lo de esta noche fuera una cita. Era un agradecimiento.

Azul, negro, azul, negro…

Azul, se decidió finalmente. El ajustado algodón satinado de color azulón iba a juego con una chaqueta negra de lino. Después de diez años de inviernos suizos, el suave clima de San Diego nunca dejaba de encantarle.

¡Maquillaje! Por Dios, no podía bajar con la cara lavada, de ninguna manera.

Miró el reloj y se estremeció. Veinte minutos tarde, inaudito en ella. _____(tn) se vistió y se maquilló en tiempo record y comenzó a descender las escaleras, para detenerse repentinamente, perpleja.

Su padre estaba abajo, de cara a ella, sentado en la fabulosa silla de ruedas que le había comprado con parte del finiquito que recibió de Naciones Unidas, que hacía prácticamente de todo, menos café y cantar. A modo de celebración, sobre una mesita auxiliar a la altura del codo, tenía un dedo de whisky en un vaso de cristal y Nicholas tenía su propio vaso de Talisker de veinte años. Tenían pocos invitados, y no muy a menudo, y a su padre le gustaban las visitas.

Nicholas Jonas estaba sentado frente a su padre, ella no podía verle la cara, pero podía verle los hombros, tan anchos que sobresalían del respaldo de la silla, envueltos en un caro traje azul medianoche.

Pero lo que la bloqueó en lo alto de la escalera, con un pie en el aire a punto de posarse sobre el primer escalón, fue la expresión del rostro de su padre. Estaba… contento. Parecía animado y tenía color en las mejillas. Los ojos, de un color tan parecido a los de ella, brillaban. Sin duda había estado contando alguno de sus chistes picantes.

No le había contado a Nicholas Jonas que vivía con su padre, ni que su padre estaba enfermo. En realidad, no le había contado nada. Así que cuando se presentó en la puerta esperando encontrar a la mujer a la que iba a llevar a cenar, se había encontrado con un hombre visiblemente enfermo. Un hombre enfermo al que había hecho sonreír.

Nicholas Jonas continuaba escalando posiciones. De patán a propietario de compañía de seguridad y de ahí a tipo que había hecho sonreír a su padre. Ese último atributo era el mejor.

Su padre dirigió la vista hacia ella y su sonrisa se ensanchó.

—Hola, cariño.
—Hola, papi —bajó la escalera sonriendo ante la expresión de su padre. Si él estaba contento, aunque solo fuera por un breve instante, entonces también lo estaba ella.

Nicholas se volvió en su asiento y sus ojos se encontraron.

_____(tn) se detuvo. Todo en ella se detuvo: cabeza, pulmones, piernas. Como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Su organismo se quedó sin aire. Los ojos negros de Nicholas Jonas eran tan intensos, era como si tuvieran manos extendidas para tocarla. Apenas podía respirar, apenas pensar.

Siempre lo había visto con aspecto desaliñado, sucio y peligroso. Ahora seguía teniendo un aspecto mortalmente serio, más de noventa kilos de potencia masculina, completamente centrados en ella. Sus ojos le hicieron un rápido barrido hasta los pies y vuelta a la cara. Con cualquier otro, ella hubiera puesto freno a la rápida, obvia y masculina revisión.

De alguna manera, Nicholas Jonas se las arregló para que no fuera insultante, sino… excitante. En cualquier caso, él estaba ciertamente excitado. Los ojos negros aparecían llenos de calor; bajo el tono oliváceo de la piel de sus afilados pómulos asomaba un leve rubor, y no era por timidez.

En su mirada había sexo puro, poderosamente potente, más fuerte que cualquier cosa que hubiera percibido antes en un hombre. La dejó sin fuerza en las rodillas y por instinto apoyó la mano en el pasamanos. Se quedó ahí un largo momento bajo su ardiente mirada.

Consiguió ponerse en marcha otra vez sólo gracias a toda una vida de intenso entrenamiento en los círculos diplomáticos, donde nunca, jamás, dejas ver tus verdaderos sentimientos. Apenas sentía los pies mientras descendía las escaleras bajo la mirada del hombretón moreno sentado frente a su padre.

No ayudaba que estuviera tan limpio. Se las había ingeniado para ir a la peluquería a lo largo del día. A una cara. El pelo, largo, descuidado y grasiento, aparecía ahora brillante, limpio y maravillosamente cortado, dejando ver la elegante forma de su cabeza.

Nunca le había visto vestir con otra cosa que vaqueros rotos y camisetas sucias. Ahora parecía enteramente otro hombre, vestido con un bien cortado traje color azul medianoche, camisa blanca de algodón y corbata de seda color burdeos. Ahora parecía el hombre de negocios que era, uno con mucho éxito.

Y ese hombre de negocios la estaba observando atentamente, paso a paso.

Su padre, normalmente tan astuto y pendiente de los giros del mundo, no estaba prestando atención. Estaba concentrado en la conversación y excitado por la compañía. Sin pensar, fue a coger su whisky y se le resbaló el vaso. ¡Oh, no!

_____(tn) corrió hacia su padre los pocos pasos que les separaban y alcanzó el vaso justo cuando se iba a romper contra la mesa.

Su padre tenía un aspecto desolado, su rostro había perdido el vivo color de la alegría.

Bryan Pearce, tan grácil como había sido toda la vida, con el cuerpo y la coordinación de un atleta, que habían sido un regalo de los dioses, porque jamás hacía ejercicio, se había vuelto torpe. Los tumores le estaban robando el control de la psicomotricidad fina. La pérdida había ocurrido tan rápidamente que a menudo olvidaba que no podía controlar sus músculos. Retiró la mano, avergonzado. Odiaba ensuciar cuando estaban los dos solos. Con compañía era incluso más humillante.

A _____(tn) se le contrajo el corazón en el pecho. Sabía muy bien lo impactado que se sentía en su interior, haber casi derramado una copa delante de un perfecto extraño, un extraño con cuya compañía estaba disfrutando. La compañía era como un premio estos días.

Qué sólo debía sentirse. Pasaba los días sólo en su silla de ruedas, con la compañía de la asistenta durante el día y la de una hija cansada por las noches.

Perdiendo peso, debilitándose, día a día.

Morir era tan duro.

Ella le apoyó una mano tranquilizadora en el hombro, recogió el vaso y curvó la mano de su padre alrededor de él.

—Siento ir con tanto retraso —le dijo a Nicholas Jonas.

Él, que instintivamente había empezado a ponerse en pie para ayudar al padre de
_____(tn), se abstuvo de hacerlo ante el leve toque de ella en su hombro al pasar. Un tipo listo.
—Está bien —dijo en tono relajado—. Me ha dado la oportunidad de hablar con tu padre. Estuvimos en Yakarta los dos al mismo tiempo.

Con gesto casual, ella llevó el vaso de whisky hasta los labios de su padre, observándole por el rabillo del ojo. Él se inclinó ligeramente y tomó un sorbo. Ella volvió a colocar el vaso sobre la mesa que estaba junto a él, con movimientos naturales y no intrusivos. Su padre había tenido su sorbito sin armar un lío y sin sentirse humillado.

—Haciendo cosas ligeramente diferentes —dijo su padre.

—Sí, señor, así es. —Una inesperada sonrisa iluminó la dura cara de Nicholas Jonas, la primera que nunca le había visto. Casi tuvo que mirarlo dos veces. No es que suavizara ese duro rostro pero sí que iluminó los fuertes rasgos, haciéndole parecer casi… guapo—. Nuestras acciones eran menos respetables que las suyas, señor, pero trabajábamos para el mismo tipo. El Tío Carl.

Ay, por Dios, no debería sonreír, pensó _____(tn). No, no, no. Ella se había aleccionado a sí misma para pasar por esta velada únicamente como agradecimiento por abrirle la puerta cuando estaba tan desesperada y porque había dado su palabra.

No quería sentirse atraída.

No quería convertir esto en una cita, de ninguna manera. No era una cita, en absoluto. Solo había estado dándole vueltas a lo del vestido porque… porque siempre intentaba tener el mejor aspecto posible, era su forma de ser. ¿Y el directo al estómago cuando se volvió a mirarla? La sorpresa al verle en modo hombre de negocios.

Estaba completamente hecha a la idea de pasar un par de aburridísimas horas con Don Musculitos. Como agradecimiento, para pagar una deuda. Que la llevara a algún restaurante de medio pelo a comer algo aburrido, escucharle hablar de sí mismo (en su experiencia, los temas de conversación de los hombres iban desde sus trabajos hasta sus últimos juguetitos y vuelta a empezar, con escasas variaciones), apretar la mandíbula para no bostezar, ser conducida de vuelta a casa, evitar los avances románticos, decir buenas noches y estar de vuelta en casa con un suspiro de alivio antes de las diez de la noche.

Nada que no hubiera hecho cientos de veces antes. Su cita promedio.

Pero pasar una velada con un hombre que hacía reír a su padre… no, eso no estaba en absoluto en el programa.

Ni hablar de un hombre capaz de dejarte sin una gota de aire en el cuerpo con una simple mirada.

_____(tn) no tenía tiempo para hombres en su vida. Ninguno. Tenía un padre que estaba muy enfermo.

Su deterioro era casi diario. Cada día traía una nueva pérdida capaz de romperte el corazón. Mantener una apariencia serena delante de él mientras contemplaba como moría despacio, poco a poco, la estaba comiendo viva.

Su vida entera giraba alrededor de la enfermedad de su padre, tratando de mantenerlos a flote. No había tiempo para un hombre, ni para una vida amorosa. Las únicas cosas que podía permitirse en la vida eran cuidar a su padre y trabajar.

Nicholas tenía que saber eso lo antes posible. Esa mirada que le había dirigido prometía algo. Tenía que hacerle saber que no había ninguna posibilidad de que ocurriera nada entre ellos.

Él se puso en pie, se inclinó ante su padre y le estrechó la mano brevemente, pretendiendo no haber notado que la mano de este temblaba en la suya.

—Ha sido un placer conocerle, embajador Pearce. Espero tener la oportunidad de charlar con usted de nuevo.

Las mejillas de su padre se ruborizaron de placer de nuevo.

—El p-p-placer ha sido m-m-mío, se lo aseguro. —Su padre estaba cansado.

Cuando sus escasos recursos físicos se agotaban, solía comenzar a tartamudear. _____(tn) entró silenciosamente en la cocina e indicó a Manuela que era hora de que su padre cenara y se acostara. Manuela entró en la habitación con una amplia sonrisa, secándose las manos en el delantal.

Nicholas esperó a que Manuela estuviera inclinada sobre el padre de _____(tn) y, con una inclinación de cabeza y un susurrado «señora» a Manuela, tomó a _____(tn) por el codo y la acompañó a la puerta.

Bajaron las escaleras y avanzaron caminaron al mismo ritmo por el camino de entrada. _____(tn) se dio cuenta de que él estaba acortando las zancadas por ella. De alguna manera, parecía estar en sintonía con sus movimientos, aunque no la estaba mirando. Estaba observando la calle que tenían ante ellos. Aun así, ella tenía la clara impresión de que, aunque estaba concentrado en la calle, podría cogerla si se tropezara con sus preciosas pero muy poco prácticas sandalias.

Al otro lado de la calle, se abrieron las cortinas del salón y se asomó Asqueroso 1, seguido de Asqueroso 2. Ella reprimió un estremecimiento.

Cuando sus abuelos compraron la casa a principios de los sesenta, la zona era un barrio de clase media alta, el lugar perfecto para que una pareja formara una familia durante la época de Kennedy. Seguro, ordenado y próspero. _____(tn) había oído hablar a su madre, a menudo y con afecto, de la vida en Mulberry, entre familias que se conocían y se relacionaban socialmente con frecuencia. Pero algo le había ocurrido a la calle después de que Meredith Loren se hiciera mayor y se casara con Bryan Pearce, para pasar en el extranjero los siguientes treinta y cinco años de su vida. _____(tn) desconocía si se trataba de demografía o economía, o que alguien hubiera puesto una «X» en la zona. Fuera lo que fuera lo que había ocurrido, había convertido todo el entorno en un receptáculo para los perdidos y desesperados, gente en las últimas, a punto de caer al vacío.

La gran casa al otro lado de la calle, donde una vez vivió la mejor amiga de su madre, había cambiado de manos unas veinte veces y ahora era una deteriorada casa de huéspedes con un propietario ausente y habitada por las personas más tristes que uno se pueda imaginar.

Madres solteras pobres subsistiendo a duras penas, ajados hombres divorciados de mediana edad, que acababan de perder su décimo empleo en un año, el ocasional inmigrante ilegal intentando pasar desapercibido.

Y aun peor, era como un club para gente a la deriva, un lugar donde hombres enfadados y desequilibrados se reunían para escupir su rabia al mundo. Había dos en particular, uno negro y uno blanco, ambos con rastas y llenos de piercings, ambos vestidos con pantalones con la entrepierna por la rodilla, ambos colocados o borrachos a todas horas.

Los dos con una fijación por ella.

En el momento en el que la veían, era como usar uno de esos silbatos inaudibles para perros. Se ponían tensos, comenzaban a silbar, a gritar obscenidades. La única defensa para _____(tn) era montarse en el coche tan rápido como fuera posible, cerrar los seguros y arrancar rápidamente. El otro día había sido horrible, el rubio había sido rápido y había tocado en la ventana del asiento del copiloto de su coche justo cuando se estaba montando. Había cerrado el seguro de un golpetazo y se había marchado tan rápido como había podido, con el corazón latiendo a mil por hora. Todo el asunto era increíblemente… desagradable, como mínimo.

Y ahí estaban los dos. Qué suerte. Como si el sonido de la puerta al cerrarse tras ella fuera una señal secreta, Asqueroso 1 salió al porche seguido de Asqueroso 2.

Nicholas notó como se ponía tensa, siguió la dirección de su mirada y la agarró con más fuerza por el codo.

Comenzaron con los aullidos y silbidos, suficientemente altos como para taladrar los tímpanos. _____(tn) caminaba tan rápido como podía, mirándose los pies. La experiencia le había enseñado que mirarles, demostrarles que les había visto, sólo empeoraría las cosas.

Nicholas y ella caminaron calle abajo, él escoltándola tranquilamente hasta su coche, un BMW último modelo en azul oscuro. Hizo que se sentara en el asiento del copiloto y dio la vuelta hasta el lado del conductor. Se detuvo un segundo antes de subir, mirando por encima del techo a los dos patanes que sonreían y silbaban desde el porche.

_____(tn) sabía lo que ellos estaban viendo: un tío vestido de hombre de negocios… que no lo era. En el momento en que vio a esos dos, se transformó inmediatamente en el soldado que había sido. Alucinante. Ella estaba de pie junto a él, pensando que era enorme, cuando de repente el aire a su alrededor se sobrecargó y pareció hacerse incluso más grande.

Había sido soldado de las Fuerzas Especiales, un SEAL de la marina, por el amor de Dios, y le habían dado suficientes medallas como para cubrirse el pecho con ellas. Ganaba a Asquerosos 1 y 2 sin siquiera despeinarse.

Todo lo que ella pudo ver a través de la ventanilla del conductor fue parte de un torso masculino, pero esos dos cafres debieron de ver algo más, porque dejaron de oírse silbidos y aullidos tan repentinamente como si alguien les hubiera cogido por el cuello y hubiera apretado.

Los hombres son, por encima de todo, animales. Animales de manada, con un instinto muy claro para detectar al macho alfa y saber cuándo quitarse de su camino.

Tan solo una breve mirada, y esos inútiles ya habían bajado la suya al suelo, en una inconsciente muestra de sumisión, un segundo más y se habían dado la vuelta con aire taciturno, para arrastrarse de regreso al interior de la casa y cerrar la puerta tras de sí.

_____(tn) no hubiera conseguido algo así nunca, jamás, ni en un millón de años; ni siquiera con una pistola en la mano, ni hablar de conseguirlo con una mirada.

Nicholas se sentó en el asiento del conductor, apretando la mandíbula. En cuanto se sentó, bajó los seguros.
—La verdad es que es un mundo de hombres —dijo _____(tn), suspirando—. Nunca hubiera podido pararles con una mirada.

—No, no hubieras podido —lanzó una mirada al porche delantero, luego la miró de nuevo. Se le inclinó por encima, tiró del cinturón de seguridad y se lo abrochó. Cuando se volvió hacia ella, sus hombros talla XXL eran tan anchos que tapaban la luz de la noche que entraba por la ventana de la puerta del conductor—. ¿Éste es su modus operandi habitual? ¿De pie en el porche gritando y silbando como si fueras un perro?

—Sí —suspiró _____(tn), volviendo a relajar los tensos músculos. Era casi imposible sentir miedo dentro del gran coche, seguro y cerrado, con Nicholas Jonas al volante—. Creo que su repertorio de comportamiento es bastante poco variado.

Él la miró con ojos serios y oscuros.
—¿Están creciéndose? ¿Acercándose más? Porque es lo que ese tipo de mierdas suelen hacer. Comprobar los límites y empujar hasta que tú retrocedas. No vas a apuntarles con una pistola. Si fueras a hacerlo, ya lo hubieras hecho. Así que avanzan un paso más. Luego otro.

¿Se estaban creciendo? Se habían mudado hacía un mes. O a lo mejor no se habían mudado. Simplemente surgían de la nada, como el moho. La primera semana la miraban a través de la ventana. Luego salían al porche a mirar. Era enervante, pero soportable. Para cuando llegaba a la esquina, ya se había olvidado de que existían. La
segunda semana comenzaron los chillidos y silbidos, junto con gestos obscenos. Tardaba todo el viaje hasta el centro en sacarse el asco del cuerpo. El otro día, cuando Asqueroso 1 le tocó en la ventanilla, aquello ya había sido verdaderamente atemorizante.

—Creo… creo que puede que sí se estén creciendo —dijo en voz baja. Ya estaba. Había verbalizado esa vaga sensación de incomodidad que le rondaba la cabeza como una nube oscura—. Uno de ellos me tocó en la ventanilla el otro día al marcharme. Recuerdo que pensé que hubiera tenido un problema si el coche no me llega a arrancar.

Él asintió con la cabeza.

—Es lo que me temía. Hay cosas que puedes hacer para detener esta escalada. Mejor aun, hay cosas que yo puedo hacer…

Lo dejó en el aire.



Las leo más tarde! :)
Lu wH!;*
:hi:
HeyItsLupitaNJ
HeyItsLupitaNJ


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Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA - Página 3 Empty Re: Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA

Mensaje por chelis Jue 21 Jun 2012, 4:17 pm

NOOOOO!!!
CORRRECCCCIOOONNNNOS DEJO SIN AIIIREEEEE!!!!
MUUUCHAAASS VECEEESSSS!!!!
JAJAJAJA
SIGUELAAA PORFIISSS
Y OJALA QUE ASQUEROSO 1 Y 2 TENGAN SU MERECIDOOO
chelis
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Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA - Página 3 Empty Re: Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA

Mensaje por mariely_jonas Jue 21 Jun 2012, 8:00 pm


WWWWWWOOOOOOOOOWWWWWW
KE KAPITULOSS
POR FAVORR MAS ESTA BUENISIMA ke pasara en la cita??
aaaaahhhhhhh
kiero saber
mariely_jonas
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Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA - Página 3 Empty Re: Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA

Mensaje por HeyItsLupitaNJ Jue 21 Jun 2012, 9:16 pm

Hello! les traigo el tan esperado capitulo de la cita!
no saben lo que se viene! :roll:
hahaha las leo mañana! :)


Capitulo 3 (Parte 2)



_____(tn) cerró los ojos aliviada. Oh, Dios, sí.

Terminar con el problema de los Temidos Rastas. Simplemente dejarlo en esas manos morenas tan capaces. Sin duda, Nicholas se encargaría de esos chorizos con vergonzante facilidad, mucho, mucho más fácilmente de lo que ella podía esperar hacerlo. Los había congelado en el sitio con solo una mirada, literalmente.

La tentación de permitirle encargarse de los dos maleantes era tan fuerte que tuvo que clavarse las uñas en las palmas de las manos para obligarse a volver a la realidad.

Permitirle que solucionara sus problemas era una inmensa tentación. Pero… no conocía de nada a Nicholas Jonas. No estaban relacionados de ninguna manera. Si le quitaba de encima a los Asquerosos actuando como alguien próximo a ella y luego no volvía a verlo, ellos se darían cuenta y doblarían el acoso.

—No —dijo sin ganas—. Creo que es mejor que me encargue yo. O lo intente.

Él asintió, pero siguió sin arrancar. Permaneció sentado, asiendo el volante con sus manos grandes y mirándola.

—Vamos a hacer una cosa —miró más allá de ella, hacia donde dos caras de maleantes miraban a través de la ventana del porche. Dio un áspero bocinazo y las caras desaparecieron y la ajada cortina beige volvió a su sitio—. Mi hermano Mike es poli. Puedo pedirle que se pase por aquí un par de veces en un coche patrulla. Que pare frente a tu casa y pase a saludarte. Así sabrán que la policía está protegiéndote.

—Eso sería fantástico. Gracias. —_____(tn) intentó que no se notara el alivio en su voz. Era una solución perfecta. Suficientemente disuasorio como para quitarse de encima a esos dos sinvergüenzas, sin estar directamente relacionado con Nicholas Jonas.

Era una solución elegante—. Suena fenomenal. Te lo agradezco.

—Se llama Mike Keillor y pasará por aquí mañana. Te daré su número.

—Perfecto. Yo… —se detuvo—. ¿Keillor? Creía que habías dicho que era tu
hermano. —Lo es. Para todo lo que cuenta.

Bueno. Qué intrigante. Nicholas no entró en detalles.

—Vale. Si se pasa un par de veces será de gran ayuda. Creo que esos dos son más tontos que malos, pero…

—Se puede ser estúpido y peligroso a la vez —Nicholas tenía el rostro en tensión—. El mundo está lleno de tontos del culo bastante estúpidos y muy peligrosos.

—Pasé mi niñez recorriendo el mundo —contestó ella—. Eso lo sé de buena tinta.

Le sonrió. Él seguía vuelto hacia ella, con expresión seria. Con todo lo huraño que parecía, en realidad había sido muy amable, encontrando una buena solución para un problema espinoso y a la vez permitiéndole quedar bien.

En lugar de arrancar el coche, como ella esperaba, se inclinó hacia delante y la besó. Un roce, en realidad. Pero a _____(tn), por algún motivo, le resultó difícil respirar. Soltó un pequeño jadeo, abrió la boca… y no salió nada.

Por supuesto, podía objetar. Asumir que podía besarla, así como así, era pasarse. Así, sin más. Pero _____(tn) se conocía a sí misma y sabía que pretender haberse ofendido no iba a funcionar, porque sería mentira. El breve beso había estado muy lejos de ser desagradable. Enervante y acongojante, pero no desagradable.

Había sido como un contacto fugaz con algo inmensamente poderoso, algo que si se acercaba demasiado podía quemar. Podía incluso percibir el zumbido de poder que emanaba de él.

Antes de que pudiera reaccionar, él había arrancado y el coche se estaba moviendo. Miraba al frente, pero ella notaba que estaba pendiente de cada movimiento que hacía. Los soldados desarrollaban una buena percepción de las situaciones, como ellos lo llamaban.

—He querido hacer esto desde la primera vez que te vi cuando te estabas mudando —hablaba con voz profunda y segura, afirmando algo obvio para él. Le lanzó un vistazo rápido, sin la sonrisa típica de un hombre que ha conseguido un avance. No, estaba mortalmente serio, como si estuviera comentando un objetivo militar—. Ha sido mejor de lo que imaginaba.

_____(tn) dejó escapar una bocanada de aire desde su repentinamente tenso pecho.
No había vuelta atrás. Imposible.


************

Nueva York
28 de junio


Era alto, rubio y de ojos azules. Tenía la piel muy clara, proclive a que le salieran pecas si le daba el sol.

Cortesía, sin duda, de algún cruzado que violó a una de sus antepasadas en Acre, dejando en herencia los genes cobardes de Occidente. Siglos de guerreros árabes se habían encargado de acabar con la cobardía, pero el color permanecía.

No le importaba. Era un regalo de Alá. Su arma contra los infieles, que sería usada en su totalidad, inshallah6. Había nacido para esto. Había nacido para mezclarse con los impuros. Había nacido para la venganza.

Muhammed Wahed, alias Paul Pearce, tenía la tapadera perfecta. Un corredor de bolsa de Manhattan, uno más de las decenas de miles que se mataban a trabajar en las fábricas de hacer dinero de Wall Street. Era una tapadera genuina. Había estudiado económicas en Stanford y a lo largo de los últimos cinco años había ganado más de diez millones invirtiendo en futuros. Era uno de los pocos corredores que había conseguido beneficios durante la recesión.

La mayor parte del dinero se había dedicado a «La Causa». Libertad para Palestina. Destrucción de los judíos. ¿Y qué mejor lugar para conseguir dinero para esa destrucción que el vientre de la bestia, Manhattan?

Sus hermanos de Hamás habían trabajado duro para ello. Veinte años entrenándole para pasar desapercibido y tres años de planificación, de obtención de datos, evitando los sensores de la Agencia de Seguridad Nacional y los espías, que estaban en todas partes. Muhammed había trabajado toda una vida para lo que iba a ocurrir durante unas pocas horas cinco días más tarde. El día anterior a la celebración del Cuatro de Julio. Un momento idóneo para hundir América. Para el Cuatro de Julio, Manhattan sería un solar baldío y América estaría de rodillas.

El plan era perfecto. Cuarenta mártires escondidos en la bodega secreta de un buque. Varios recipientes de cesio 137, que serían distribuidos a partes iguales entre los mártires. Cuarenta mártires portando cinturones explosivos de inmolación cargados de cesio radioactivo, que detonarían en el mismo momento del tres de julio a todo lo largo y ancho de Manhattan.

Muhammed conocía Manhattan, conocía exactamente los puntos críticos financieros. Había seleccionado cuarenta edificios, los mismísimos centros neurálgicos de la economía americana y mundial. Bancos, corredurías de bolsa, compañías de fondos de inversión libre. La Comisión del Mercado de Valores estadounidense, el Banco de la Reserva Federal de Nueva York.

Los mártires no tenían por qué subir a las oficinas necesariamente, aunque Muhammed había concertado citas con corporaciones ejecutivas, directores y presidentes de todas ellas bajo nombres falsos. Pero si no conseguían llegar al corazón de los edificios, bastaría con que entraran en los vestíbulos y hacerse estallar a ellos mismos para hacerlos inhabitables. Las decenas de miles de trabajadores de los edificios tendrían que dejarlos a través de los vestíbulos llenos de radiación y no volverían a trabajar nunca más. Tan solo los equipos anti radiación podrían volver a acceder a ellos. Para el día siguiente, todo Manhattan sería evacuado.

Toda la documentación, los ordenadores que contenían la economía, muertos.

Completamente inutilizables. Todos los esclavos de los molinos financieros, muriéndose de envenenamiento radioactivo.

Perfecto.

Acabar con la labor comenzada el once de septiembre y hacer de toda la isla un desierto radioactivo durante treinta años, de la misma manera que Occidente había convertido su patria en un desierto.

El capitalismo occidental dejaría de existir.

Hacer caer de rodillas a Occidente había sido su sueño desde que le reclutaron para la organización a la edad de diez años.

Le habían encontrado en los campamentos, un huérfano sin hogar, limosneando sobras de entre los desheredados, vestido con harapos, una rareza de piel clara, cabello rubio y ojos azules.

Le habían aceptado, proporcionado una familia y un propósito. Él era como una flecha, apuntada directamente al corazón del corrupto y licencioso Occidente. Hamás había conseguido tutores para instruirle, no sólo en el idioma occidental, el inglés, sino también en sus costumbres.

En algunos momentos había notado que les asustaba que pudiera sucumbir a sus lujos, pero no había peligro de que ocurriera algo así. Ninguno. No se podía encontrar ni honor ni solidaridad entre los infieles. El corazón y el alma de Muhammed siempre pertenecerían a Hamás y sus gentes, hasta el día de su muerte.

Sus instructores y él se habían enfrentado. Él quería convertirse en un guerrero, un shaheed, un mártir. Era la vida más pura que podía imaginar, aplicar la venganza contra los países que intentaban hundir al Islam. Entregar su vida le parecía el propósito más noble imaginable. Pero se consideraba que el don de su coloración, su apariencia, era demasiado precioso para echarlo a perder. Así que Muhammed observaba con inmensos celos como otros jóvenes de los campos de entrenamiento secreto eran enviados a encontrarse con una noble muerte de guerrero mientras él pasaba días y noches con un tutor tras otro, que le instilaban la habilidad de infiltrarse entre el enemigo con facilidad, lo mejor para destruirle.

Inglés, francés, literatura, música, matemáticas, ciencias. Y la terrible cultura pop occidental, llena de películas y música desvergonzadas, mujeres con aspecto de putas y hombres sin alma. Le llenaron la cabeza con los inútiles conocimientos necesarios para hacerse pasar por uno de ellos. Resultó que incluso tenía habilidad para los estudios, lo que en el fondo le producía tanta vergüenza como su apariencia. Su joven corazón clamaba por ser igual que sus hermanos, por moverse y vivir como uno de ellos. Pero le dijeron una y otra vez que Alá le había elegido para una misión especial.

Aquello que le había hecho destacar mientras era un chico sin hogar en los campamentos, que hacía que todos le miraran con desprecio y sospecha, iba a ser utilizado en el nombre de Alá para asesinar a sus enemigos.

Así que Muhammed estudió duro, y se convirtió en alguien versado en las maneras de occidente. Se le creó una identidad: Paul Pearce.

Toda una parte de la franja de Gaza hace frontera con el Mediterráneo. Fue bastante fácil colarle y llevarle hasta Italia, donde emergió, en Roma, con un nuevo pasaporte estadounidense y un billete de primera clase a California.

Le enviaron a Stanford a estudiar económicas, con excelentes resultados. Era su manera de combatir al enemigo, estudiando su rostro, comprendiendo su alma negra y corrupta.

Se convirtió en Paul Pearce, de padre americano y madre inglesa. Se graduó «suma cum laude» en económicas, con buenas relaciones entre los futuros ricos y poderosos que poder utilizar.
Se instaló en Manhattan con un millón de dólares y órdenes de unirse a una firma de agentes bursátiles. Jamás recibía apoyo de personas con mucho dinero que habían estado encantadas de aportar la suma.

Pero resultó que Muhammed se manejaba bien en las artes del Gran Satán.

El millón se convirtió rápidamente en cinco y luego en diez. Desarrolló una sólida reputación de ser un gestor de dinero muy bueno y cuidadoso.

Le compraron un apartamento en el Upper East Side, perfecto para alguien de su estatus socioeconómico. Muhammed, ahora Paul, tenía un bono anual para el Met, pasaba las vacaciones de invierno en Vail y las de verano en Martha’s Vineyard. Y durante todo ese tiempo, los planes de sus hermanos se iban desarrollando y todas las piezas se iban situando en su lugar. Se compró o robó el equipamiento, se reclutaron los mártires. Se adquirió lentamente el material radioactivo.

Por fin, por fin, había llegado el momento. Muhammed había llegado a desesperarse dudando de si llegaría a ser útil para la causa, cuando repentinamente recibió un mensaje. Un DVD encriptado apareció en su buzón, con instrucciones de cómo destruirlo una vez memorizado el mensaje.

Cómo le había martilleado el corazón, qué orgulloso se había sentido de sus hermanos, del plan que un hermano oculto había depositado en el disco. Era simplemente genial.

Cuarenta hombres, bombas radioactivas andantes.

Finalmente, todos esos años de estudio y trabajo iban a servir de algo. La Hermandad necesitaba la ayuda de Muhammed para saber hacia dónde apuntar esas dagas humanas. Necesitaban nombres y lugares. Nombres y lugares que solo alguien perteneciente a la industria financiera podía conocer.

Muhammed los conocía, oh, sí. Sabía exactamente a donde debían dirigir la punta de esas dagas. Qué empresas destruir, un ataque quirúrgico al mismísimo corazón vivo de la economía.

El distrito financiero en su conjunto, perdido, destruido, convertido en un vertedero.

Manhattan evacuado, sus habitantes convertidos en leprosos radioactivos, condenados a sufrir una muerte lenta y dolorosa.

Perfecto. Un plan que haría caer de rodillas a Occidente, sometido a la voluntad del Profeta.

Todo estaba en su lugar, todo perfecto. Y ahora esto. Muhammed frunció el ceño ante la copia impresa del correo electrónico encriptado que acababa de recibir. Problemas.

Un miembro de la tripulación del Marie Claire, el buque que transportaba a los mártires, había reportado que un miembro de la Autoridad Portuaria de Marsella había encontrado el escondrijo, había visto a los hombres, los cinturones explosivos y el recipiente con el universalmente conocido símbolo de peligro biológico; y había captado el significado. Afortunadamente, se habían deshecho de él, pero había estado solo en su despacho con su ordenador durante más de cinco minutos.

Al revisar el servidor, habían descubierto que se había enviado un mensaje a pearce@wordsmith.com en el tiempo transcurrido entre la llegada del trabajador a su oficina y su muerte.

Un análisis detallado de la documentación adjunta daba como resultado que se trataba tan solo de un texto técnico relativo a planes de expansión del puerto, pero el mensaje y su receptor debían ser destruidos.

Google le informó de que www.wordsmith.com era una agencia de traducción situada en San Diego. El nombre de su propietaria era _____(tn) Pearce.

Había que hacer algo rápidamente. El Marie Claire estaba en camino. Se detendría a unas cien millas del puerto de Nueva York. Desembarcarían a los mártires durante la noche en cuatro lanchas rápidas que arribarían a Nueva Jersey y de allí irían en autobús hasta Manhattan. El Marie Claire atracaría brevemente en Nueva York y estaría de camino a Panamá para cuando las bombas explotaran. Nadie sospecharía de él.

Todo estaba en su lugar, salvo por el comodín de _____(tn) Pearce, un problema potencial.

Veinte años de planes estaban dando su fruto. Fallar era impensable. Más impensable aún era fallar a causa de una mujer occidental. No fallarían. Muhammed tenía un plan.

Para su sorpresa, Muhammed había descubierto que en las más altas esferas de las finanzas americanas, en el corazón de la suavidad americana, había hombres duros.

En este mundo arcano, el dinero se defendía con tanta fiereza como la tierra, por las leyes de hierro de la guerra si era necesario. Al igual que todos los grandes señores, los reyes de las finanzas necesitaban guerreros para solucionar problemas: un chivato amenazando con sacar a la luz un negocio lucrativo, una mujer en trámites de divorcio amenazando con informar a Hacienda sobre activos ocultos, el jefe de una compañía rival cuyo avión debía tener un accidente… todo ello necesitaba de guerreros que lo solucionaran.

Y los hombres de dinero sabían a quien acudir.

En muchas ocasiones, a altas horas de la noche, después de una comida lujosa y alrededor de una botella de coñac o brandy de mil dólares, de ésas que Paul había aprendido a consumir, había oído mencionar a un hombre. Tenía muchos nombres y nadie conocía sus antecedentes, con la excepción de que el ejército americano le había entrenado para convertirse en un asesino sin escrúpulos, pero eficiente. Su nombre no era importante, lo que importaba era lo que era capaz de hacer.

Cualquier cosa. Podía hacer cualquier cosa por ti, si pagabas el precio adecuado. También controlaba vastos recursos y hombres altamente entrenados. No importaba cual era la misión, él estaba a la altura.

El mundo de las altas finanzas protegía ferozmente su riqueza si algo la amenazaba y tenía quien se encargaba de ello… oscuro, rápido, listo. Paul tan sólo conocía su nombre clave: Outlaw. No sabía nada más, sólo que existía un teléfono móvil.

Él no disponía de él, pero conocía a alguien que sí lo tenía.

Muhammed cogió el teléfono y comenzó el largo proceso de organizar un encuentro con uno de los hombres más poderosos del mundo.

Era un proceso humillante pero Muhammed se tragó el orgullo.

No faltaba mucho para que el mundo del deshonor fuera barrido y la comunidad musulmana resurgiera de entre las cenizas de Occidente.

*****************


San Diego

Para sorpresa de _____(tn), Nicholas Jonas no había hecho una reserva en uno de los diez restaurantes más caros de San Diego, o uno que figurase en las guías culinarias, preferentemente que hubiera sido recientemente recomendado por Lauren Spitz, la gurú gastronómico más de moda de San Diego, cuya palabra tenía más autoridad que la de Dios.

Los hombres tenían patrones de pensamiento muy simples. _____(tn) había aprendido ese hecho a través de una larga exposición al género.

Nicholas Jonas sabía perfectamente bien que ella había pensado que él era alguna
clase de empleado de bajo nivel, un paso por encima de un vagabundo, cuando en lugar de eso era el propietario de una próspera compañía y probablemente ganaba diez o veinte veces más que ella.

Un tipo normal le hubiera probado lo equivocada que había estado sobre él y lo próspero que era, lo poderoso. A restregárselo. A hacer que tuviera algunos remordimientos por pensar mal de él.

La forma más fácil de hacer eso era gastar mucho dinero en la cena, en el más exclusivo y caro restaurante, el mejor.

Pero parecía que Nicholas Jonas tenía profundidades ocultas.

El ligero beso la había dejado sin habla. No tenía ni idea de qué decir. Así era que pasó el viaje en coche reflexionando agradecida sobre el hecho de que tal vez Nicholas había ingeniado para ella una forma de escapar de Asqueroso 1 y Asqueroso 2.

El coche estaba en silencio mientras se dirigían al sur, hacia una parte alejada del centro de la ciudad donde nunca antes había estado. Miró a su alrededor mientras Nicholas comenzaba a desacelerar. Ésa no era definitivamente una zona de restaurantes caros.

Era, sin embargo, una zona llena de vida, con una gran cantidad de diversidad étnica, en su mayor parte hispanos, pero con sabores fuertemente asiáticos. Nicholas pasó por taperías, taquerías, restaurantes vietnamitas y tailandeses, finalmente entró en el estacionamiento de un edificio bajo y destartalado rodeado de jardines. BALADI, anunciaba un gran cartel, y si eso no era suficiente, había un cedro de hermosa estampa cubriendo la mitad del cartel.

_____(tn) soltó una risa encantada. Miró a Nicholas mientras aparcaba el coche en un solar colindante.

—¡Oh Dios mío! ¡Un restaurante libanés! ¿Cómo diablos sabías que me encanta la cocina libanesa?

Su boca dura se curvó ante su excitación.

—Confieso que consulté tu página web. Decía que pasaste algún tiempo en Beirut. Nadie puede vivir en Líbano y no adorar la comida. A mí también me encanta. Éste es uno de los mejores restaurantes libaneses en los que he comido nunca, así que espero que lo disfrutes.

Era un mago. Por lo pronto, sus músculos se habían relajado. Fuera cual fuera el final de la noche, habría conseguido una comida fabulosa y una poco frecuente cena fuera.

Se le ocurrió que realmente necesitaba esa noche. No había salido a cenar desde hacía ¿cuánto? ¿seis meses, tal vez? No, más bien siete meses. Y entonces fue a un restaurante sumamente aburrido con comida insulsa, olvidable. Había ignorado sus instintos y había aceptado la invitación a cenar de un cliente. Su conversación había sido más insulsa y más insípida incluso que la comida. Él se había mostrado consternado por lo enfermo que estaba su padre, aunque su padre aún no había estado completamente recluido en una silla de ruedas entonces. Había sido una noche desastrosa y ella no había salido desde entonces.

Sin tiempo. Sin dinero. No importaba qué tipo compañía resultara ser Nicholas Jonas, estaba realmente animada por la comida.

Había un largo camino de grava y él le puso una mano en la espalda mientras andaban. Ella agradeció realmente esa mano puesto que sus sandalias habían sido escogidas más por su aspecto que por su función. La calidez de su toque traspasó la tela de su chaqueta y su vestido.

Miró a su alrededor mientras se acercaban a la entrada. El edificio no era lujoso, pero parecía bien cuidado y agradable. Las grandes ventanas panorámicas mostraban dentro a unos felices comensales centelleando a la luz del atardecer. La decoración era simple y funcional, con unos bulliciosos camareros de un lado a otro.

Los jardines eran extensos. Fuera, a la derecha pudo ver…

—Oh Dios mío. ¿Eso son tomateras? —Filas tras filas de estacas perfectamente espaciadas con pequeños bultos verdes colgando de las plantas.

Y ahora que las veía más de cerca, pudo ver penachos diminutos y tiernos de lechugas enanas, pimientos de colores brillantes y calabacines.

Nicholas bajó la mirada hacia ella.

—El propietario cultiva la mayor parte de sus productos. Dice que de ese modo sabe lo que obtiene. Y son deliciosos, lo que es una ventaja añadida.

Ella sonrió.

—Me recuerda las laderas a las afueras de Beirut. Todos esos huertos alquilados… Siempre podías contar con ver a un anciano de la familia, arrancando cuidadosamente las malas hierbas y regando, con un pañuelo en la cabeza para protegerse del cálido sol mediterráneo.

—Sí. —Nicholas sonrió—. Solíamos subir a las colinas y merendar en el campo con los tipos que entrenábamos. Cogíamos higos directamente de los árboles, era genial.

Nicholas era bien conocido allí. Cuando abrió la puerta para ella, un apuesto hombre de tez aceitunada que vestía un largo delantal salió de la cocina y se abalanzó sobre él. Se dieron el uno al otro uno de esos golpes viriles en la espalda mientras que las mujeres se hubieran besado, y el hombre volvió sus ojos oscuros e inteligentes hacia ella.

Nicholas hizo los honores.

—_____(tn), te presento al mejor chef del estado, Bashir Fakhry. Bashir, ésta es _____(tn) Pearce. Ella vivió en Beirut durante algunos años.

—Encantada de conocerle. —_____(tn) tenía bien aprendida esa frase en árabe, la había usado miles de veces en Beirut.

—Bienvenida a mi restaurante. Espero que disfrute de la comida. —Las bellas sílabas en árabe fluyeron como el agua mientras él tomaba su mano y se inclinaba sobre ella.

—Gracias, lo estoy deseando. Tiene un hermoso lugar aquí —contestó _____(tn) cuidadosamente, ahora tenía que construir una frase real.

El árabe no era el idioma que dominaba mejor y era propensa a los errores gramaticales.

Podía ser que no hubiera cometido ningún error, o que Bashir Fakhry la hubiera perdonado. Le dirigió una brillante sonrisa.


—Una belleza sin comparación y habla árabe —murmuró, con sus oscuros ojos brillando. Dirigió a Nicholas una mirada maliciosa, luego se inclinó de nuevo sonriendo hacia ella—. Deshágase de éste vagabundo y escápese conmigo.

_____(tn) rió. Su inglés era excelente, con un acento para morirse. _____(tn) estaba segura de que Bashir tenía mucha mano con las damas. Le había encantado la extravagante personalidad de los libaneses, que habían logrado conservar su humanidad incluso mientras su país estaba siendo destrozado.

_____(tn) había sido lo bastante afortunada como para estar en Líbano en los años de paz después de que la guerra civil hubiera acabado y antes de que comenzase la nueva guerra. Su padre había sido Subdirector Adjunto de la Embajada de Beirut durante dos años. Ella acababa de iniciar sus estudios en Ginebra, pero pasaba los veranos en Líbano, disfrutando de la compañía de sus padres, estudiando desganadamente el árabe y coqueteando con el agregado cultural, de quien sospechaba que era de la CIA.

Bashir los condujo a través de un salón tras otro de comensales ruidosos y felices hasta un saloncito tranquilo en la parte trasera donde una pared de vidrio daba a los exuberantes campos.

El salón era encantador; íntimo y resplandeciente a la luz de la noche. Los acomodó en una mesa en un rincón, perpendicularmente el uno al otro. A _____(tn) le divirtió reparar en que Nicholas inmediatamente se sentaba con la espalda contra la pared, lo que quería decir que tenía que girar la cabeza para mirar hacia la hermosa vista del exterior.

Bashir desapareció sin tomar ninguna nota, pero un minuto después, una hermosa jovencita que se parecía a él comenzó acarrear un bol de comida tras otro. Una colección completa de mezze que olía y parecía deliciosa.

Un joven que compartía el parecido familiar descorchó una botella de Syrah de Baalbek y sirvió un dedo en la copa de Nicholas. Permaneció atento mientras Nicholas bebía y asentía. Nicholas agitó un largo dedo hacia el vaso de _____(tn).

—No diré nada hasta la señora lo haya probado.

_____(tn) bebió y entrecerró los ojos ante la explosión de sabor en su boca.

El brillo del sol, cerezas, roble...

—Guau.

Nicholas asintió.

—Creo que estará bien, entonces, Maroun. Gracias.

El joven desapareció. _____(tn) miró a su alrededor, disfrutando de todo. El salón la vista, la comida, el vino.

El hombre.

Ya era el rato más agradable que había pasado, oh, al menos en un año, y aún no había comido.

Hasta ahora, Nicholas Jonas no había dicho o había hecho nada aborrecible, lo que lo colocaba entre el diez por ciento de las citas. La comida olía gloriosa, el vino era magnífico.

Su padre estaba en buenas manos esa noche. Había conseguido el contrato con el Amo del Universo de Wall Street, avanzando poco a poco y con dificultad ligeramente más cerca de, sino la riqueza, al menos la mínima solvencia. Tal vez.

La noche le recordaba días más felices con su familia y veranos despreocupados con sus amigos. Le recordaba otra vida, ya perdida.

Nicholas sumergió una hoja crujiente de lechuga en el hummus de un tazón esmaltado con una decoración abstracta en tonos tierra.

—Si ya sonríes, entonces quiero verte después de que te metas esto en la boca.

Lo sostuvo para ella. Los dedos de ella rozaron los de él mientras lo aceptaba.

Fue como un pequeño chispazo eléctrico. _____(tn) se detuvo, con la hoja temblando en su mano y lo miró, pasmada.

Oh, no.

No, no, no.

Justo cuando se disponía a pasar una noche agradable, también.

Cuando sus dedos encontraron los de él, un poderoso despliegue de calor había recorrido su cuerpo, de la cabeza a los pies, como si hubiera pasado delante de un horno abierto. La clásica sensación de calor, salvo que no estaba menopáusica.

Oh Dios, no. Se sentía atraída por Nicholas Jonas. Ampliamente. Había estado oculta durante su pequeño viaje a través de Escorialandia, pero aparentemente por debajo, zumbando como un potente motor, allí había habido atracción.

Atracción sexual. Atracción sexual salvaje, de un tono y una intensidad que nunca antes había experimentado.

Se había complacido pensando que podía hacer de él un amigo. Sería bonito tener alguien con quien salir ocasionalmente, salpicado por un ligero tirón de atracción sexual, lo justo para mantener sus hormonas funcionando. Él pasaba la mayor parte de sus días de trabajo al otro lado de su vestíbulo, lo que tal vez quería decir que podría tener compañía algunas veces durante sus comidas a mediodía, que hasta ahora básicamente habían consistido en yogur y un emparedado preparado sola en su escritorio.

Necesitaba amistad. No necesitaba esa candente conexión con cada zona erógena de su cuerpo.

Pasmada, bajó la mirada hacia la hoja de lechuga repleta de hummus aún sin comer, a través de la ventana hacia los huertos pulcramente extendido debajo y luego de nuevo hacia Nicholas Jonas.

Se sobresaltó por el calor en sus ojos.

Él vio su mano temblorosa y la estabilizó con la suya. Le quitó la lechuga de sus dedos, curvó su mano grande y áspera alrededor de la de ella y la llevó hasta su boca.

Su aliento le resultó como una ráfaga ardiente sobre su piel. Se le puso carne de gallina cuando él le besó la mano.

Él entendía exactamente lo que estaba ocurriendo en su interior. Sus ojos oscuros eran tan inteligentes y tan llenos de calor que no sabía dónde para mirar.

Si hubiera tenido esa mirada masculina irritantemente presuntuosa de quien había pescado algo, eso habría sido fácil. Levantar una pared, tomar una agradable comida, mantener una ligera conversación, permanecer a distancia al dar las buenas noches, evitar el beso.

Pero no parecía presuntuoso. Parecía serio, adusto, como si la atracción sexual salvaje fuera la cosa más peligrosa de la tierra.

Y lo era. Una granada cargada, de hecho.

Oh Dios, tenía que cortar eso de raíz, y rápido.

—Mira, yo… —Los ojos de _____(tn) se ampliaron preocupados.

Las palabras no salían.

Era aterrador. Todo lo que salió fue una bocanada de aire como si su garganta estuviera paralizada. Tuvo que detenerse e intentarlo de nuevo.

—Mira. —Por pura fuerza de voluntad, estabilizó su voz y retiró la mano de la de él. Lo intentó, al menos. Su agarre era indoloro pero irrompible—. Hay algo que necesito decirte, cara a cara, Nicholas. Y necesito que me escuches atentamente.

Él inclinó la cabeza, sus ojos siempre en los de ella.

—Estupendo. —Tensó ligeramente su cálido agarre—. Pero quiero tocarte
mientras escucho.

Bien, demonios. Que no la tocara era parte de lo que quería decir. Pero su mano se sentía... maravillosamente en la de él. Caliente, rodeada de carne duramente masculina, en cierta forma a salvo.

Aspiró profundamente porque eso no iba a ser fácil.


o.O que creen que pasará!
no tienen ni idea! :¬w¬:
las dejare con la duda! xD
las leo mañana! :)
Lu wH!;*
:hi:
HeyItsLupitaNJ
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Mensaje por chelis Vie 22 Jun 2012, 4:03 pm

YA NO TE RESSSIIISSTAASSS!!!.. MEJOR RENDIRNOS ANTE ESE HOMBRE QUE PELEAR UNA BATALLLAA PERDIDAAA!!!..
JAJAJAJJAJAJAJ
ESE NICK IRRADIIAAA FUEGOOOOOO!!!
AAAII SIGUELA PORFIISS
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Mensaje por Rebecca Alvz Vie 22 Jun 2012, 5:37 pm

mygoosh!
me encantaron los caps!
jajaja ayy siguuela proonto
please ;)
Rebecca Alvz
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Mensaje por chelis Vie 22 Jun 2012, 5:50 pm

OOOTROOO CAAAPIIISS
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Mensaje por ☎ Jimena Horan ♥ Vie 22 Jun 2012, 6:26 pm

Nueva lectoraaa! :)
Siguelaaaa,pronto
Me encanta
☎ Jimena Horan ♥
☎ Jimena Horan ♥


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Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA - Página 3 Empty Re: Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA

Mensaje por chelis Vie 22 Jun 2012, 6:37 pm

:D
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Mensaje por HeyItsLupitaNJ Vie 22 Jun 2012, 6:51 pm

Holaaaaaaaaaaaa!
aqui les traigo otro capitulo! :)
Enjoy it! :D


Capitulo 4 (Parte 1)



Por un momento simplemente lo miró, a ese hombre tan grande, tan fuerte, completamente masculino, que contra todo pronóstico había despertado su libido inactiva exactamente en el momento más inoportuno de su vida. Sentía una punzada enorme de pena por lo que tenía que decirle, pero no había forma de evitarlo. Tenía
que hacerse.

Desde el momento en que había ido a recoger a su padre enfermo a Dushanbe y había sido informada por los doctores de en qué estado estaba, había sabido que su vida anterior había terminado y que todo excepto cuidar de su padre, iba a tener que ser lanzado por la borda. Su vida de despreocupada soltera en Ginebra, amigos, una
vida amorosa.

Todo tenía que desaparecer. Lo había visto en un momento de claridad brutal.

La única otra cosa que podía permitir en su vida era el trabajo, y eso era meramente por necesidad.

Ni siquiera se había sentido remotamente tentada a consentir nada de su vida de antes de ahora, pero en cierta forma Nicholas Jonas la hacía sentir anhelo, que anhelara la aventura que podrían haber tenido si las cosas hubieran sido diferentes. Pero no lo eran.

—Esto... ésta cosa entre nosotros… —agitó su mano libre entre ellos— y notarás que no estoy negando que haya algo. Pero sea lo que sea, tiene que detenerse aquí. Por mucho que me gustaría explorarlo, no puedo.

Su cara estaba completamente impasible y se mantuvo inmóvil. Ni siquiera parecía respirar. Estaba completamente concentrado en ella, todo ese poder masculino, intensamente enfocado en ella.

Le había pedido que la escuchara porque pensaba que no querría oír lo que estaba diciendo. Sin embargo, no mostró ningún rastro de negativa como haría la mayoría de los hombres. Tal vez ese era lo bueno de ser un soldado… ver lo que hay. Si no podías ver la realidad, no importaba cuán desagradable fuera, estabas muerto.
—Explícate, por favor. —La voz profunda sonó prudente, no enfadada o a la defensiva.

—Vale. Necesito decirte dónde está mi vida justo ahora.

—Respirar

profundamente. Dejarlo salir en una corriente controlada. Justo como su maestro de yoga le había enseñado—. Hace poco más de un año vivía en Ginebra, donde fui a la universidad. Estaba trabajando para la ONU como traductora. Me gustaba mi trabajo y tenía un amplio círculo de amigos y una vida social activa.

Miró por la ventana por un segundo, permitiéndose una punzada de dolor por lo que había perdido.

Qué increíblemente feliz había sido. Joven, soltera, con un buen sueldo. Le encantaba la traducción, sus colegas, sus amigos, su vida. La ONU pagaba muy bien, en francos suizos y libres de impuestos. Ginebra era una ciudad de sueño, preciosa, verde y segura, rodeada de montañas primorosas con las mejores estaciones de esquí del mundo. A un corto paseo en tren del sur de Francia y el norte de Italia.

El mundo había sido su ostra. Reprimió un suspiro. Esos días se habían ido, para siempre.

Volvió a mirar a Nicholas, que la miraba fijamente.

—Bueno —dijo enérgicamente— imagino que lo sabes todo si consultaste mi sitio web. O al menos sabrás lo básico.

—Sí. —La profunda voz era calmada—. Sé que viviste en Ginebra y que trabajaste para la ONU. Suena interesante.

Una pequeña pero aguda puñalada en el corazón.

—Sí, sí era interesante. Me encantaba.

_____(tn) se sentó más recta, enderezando su columna vertebral. Había sido bueno.
Ahora había terminado.
De acuerdo.

—Pero ahora tengo otras prioridades. Siempre he estado apegada a mis padres. Mi madre murió en un accidente de automóvil en el dos mil cuatro y fue un golpe enorme para mi padre y para mí. Sólo nos teníamos el uno al otro. Cuando me gradué y comencé mi nuevo trabajo, lo designaron embajador en Tayikistán, con poderes plenipotenciarios especiales. Parecía tan feliz en su nueva vida como yo en la mía. Así que no tenía ningún indicio de que hubiera problemas cuando llegó la llamada. A medianoche, el catorce de mayo, hace poco más de un año.

La llamada era para decir que su padre estaba en el hospital.

La boca de _____(tn) se apretó. Recordaba la escena tan lúcidamente. La llamada había llegado una tarde de viernes. Ella había estado haciendo el equipaje para unas vacaciones de esquí en los glaciares, feliz pensando en la nieve, en schnapps y schnitzel. Entonces su mundo se hizo pedazos. La persona que llamaba era una secretaria de la embajada, para decir que su padre estaba en la UCI.

Una hora más tarde, _____(tn) estaba en el aeropuerto de Ginebra, esperando la primera de las cuatro escalas de un viaje de veinticuatro horas para acudir al lado de su padre.

—La Embajada dijo que mi-mi padre estaba muy enfermo, en coma. Salí inmediatamente y cuando llegué a Dushanbe, acababa de salir de él. Al hacerle un TAC para descartar un derrame cerebral, descubrieron que…

Oh Dios. Era tan duro decirlo. La mano que tenía en la de él comenzó a temblar y su agarre se tensó ligeramente.

Tan sólo dilo.

—Descubrieron que tiene cáncer cerebral. No un tumor grande, que sería serio pero quizá tratable. Su cerebro está plagado de ellos, casi demasiado numerosos para contarlos, dijeron los médicos. Inoperable. La única cosa que podían hacer por él era radioterapia para alargar su esperanza de vida un poco, y algo de quimioterapia. Hacía los arreglos para que volara de regreso conmigo en un vuelo médico hacia Ginebra, cuándo comenzó a despertarse. Sabía que podría enfrentarme a ello en Ginebra. Podría encontrar una casa más grande para alquilar; los cuidados médicos allí son excelentes; la ONU tiene un plan de salud muy generoso que incluye a los parientes; estaba llamando por teléfono a algunas personas, arreglándolo todo. Cuando estuvo completamente despierto, mi padre fue informado de su estado. Y… y me dijo que él había servido a su país en el extranjero durante toda su vida adulta y que ahora quería ir a casa, volver a los Estados Unidos para…

La garganta de _____(tn) se atoró, simplemente no funcionaba. Le picaban los ojos y tuvo que apartar la mirada por un segundo. Tragó saliva. Nicholas no demostró ninguna impaciencia en absoluto. Simplemente se quedó sentado, mirándola, sujetando su mano. Inmóvil, calmado y concentrado.

Un minuto, dos. Se quedó mirando ciegamente por la ventana hasta que pudo recuperar su voz. Hizo una temblorosa inspiración y lo miró de nuevo.

—Para morir. Quiso regresar a casa para morir —susurró finalmente.

Una lágrima solitaria brotó de su ojo y cayó sobre la mesa. Y ella que pensaba que ya no le quedaban lágrimas.

Nicholas secó la huella que había dejado con su pulgar. La piel de su dedo era áspera, como la lengua de un gato, su toque delicado.

—Lo lamento —dijo, inclinando la cabeza. Una lacrimógena cita para cenar no era divertida.

—¿Lo lamentas? —Él frunció el ceño—. ¿Por qué?

Lo lamentaba todo. Lamentaba que pronto fuera a perder a su padre, lamentaba su vida reducida, lamentaba que esa atracción no pudiera ir a ninguna parte.

De acuerdo, la parte siguiente tenía que decirse.

—Desde ese momento, desde el momento en que me enteré de que mi padre estaba muy enfermo y que quería volver a casa, mi vida cambió en un abrir y cerrar de ojos. Dejé mi trabajo y nos mudamos aquí, a la casa que mi abuela me dejó. — _____(tn) trató de hacer que su voz sonara enérgica—. Y eso es todo, Nicholas. Me guste o no, ésta es mi vida. Mi padre se está muriendo y no tenemos dinero. Mientras arreglaba los asuntos de mi padre, descubrí que papá había invertido sus ahorros en un fondo de inversión gestionado por Lawrence Karloff.

Asintió cuando él se sobresaltó. Las complejas acciones legales de los miles de personas que habían perdido hasta el último centavo de sus ahorros en el gigantesco plan Ponzi gestionado por la leyenda de Wall Street estaban todavía en los titulares.

—Sí, así es. Mi padre perdió hasta el último céntimo que había ahorrado con ese bastardo de Karloff. La verdad, está sin un céntimo. Ese hijo de puta se lo llevó todo. Y puesto que mi padre tuvo que retirarse del Departamento de Estado anticipadamente por razones de salud, tiene una pensión de jubilación reducida. Básicamente, la pensión paga los suministros, la comida, los impuestos, y cosas así.

—El Departamento de Estado cubre la hospitalización. Pero el coste de los cuidados de su enfermera, nuestra ama de llaves, su rehabilitación física, los medicamentos... son todos astronómicos y todos recaen sobre mí. No creo que hubiéramos podido permitirnos realmente el lujo de regresar a los Estados Unidos si mi abuela no me hubiera legado la casa. Afortunadamente, no tenemos que pagar un alquiler o una hipoteca. De otra forma no creo que hubiera funcionado y mi padre no hubiera conseguido su… su deseo.

—Así que regresamos a los Estados Unidos. Fundé Wordsmith con mis contactos de la universidad y mi trabajo en la ONU. Traté de trabajar desde casa todo el año pasado, pero no era lo ideal. Mi padre, que Dios lo bendiga, interrumpía mil veces al día, y yo necesitaba encontrarme con mis clientes, así que decidí abrir una oficina en el centro. En Wordsmith somos buenos en lo que hacemos, pero es la típica compañía pequeña que está creciendo sin parar, pero no siempre lo suficientemente rápido. Con lo que gano, apenas puedo hacerme cargo de las facturas médicas.

Lo miró directamente a los ojos. Relatar su vida de ese modo era doloroso y deprimente. Y, desafortunadamente, necesario.

—No te estoy diciendo nada de esto para que sientas lástima por mí. Por favor, no. Estoy haciendo exactamente lo que quiero hacer y en este momento, no tendría ninguna otra vida. Pero necesito que sepas que ésta es mi vida y que no hay ningún motivo para que cualquiera de mis problemas deba ser parte de los tuyos. No es divertido citarse con alguien que no tiene dinero para nada. Y no es sólo la falta de dinero. Cada segundo de mi día está dedicado a mi padre o a trabajar. Eso es, eso es lo que hago. Cuido de mi padre y trabajo. No salgo. No voy al cine, ni a fiestas ni a conciertos. Ni siquiera puedo pensar en unas vacaciones… o en un par de días lejos. No dejaré a mi padre solo y no podría de todos modos. Ésta es la situación mientras mi padre viva, algo que espero con todo mi corazón sea tanto como sea posible. Así que ya ves, no soy libre para… salir y jugar contigo. No hay nada alegre o fácil en mi vida en este momento, Nicholas. Soy, en todos los sentidos, una carga. Te cuento esto porque tú… bien, tu lenguaje corporal es bastante claro. Pareces estar, a falta de una palabra mejor, atraído. ¿Tengo razón?

Él asintió, sin apartar los ojos de los suyos.

—Jesús. Absolutamente. Desde el primer segundo que te vi. Ella suspiró. No se lo estaba poniendo más fácil. La atracción era mutua.

Excepto que ella había podido justificar la aguda conciencia de él, el acelerado latido de corazón, el leve temblor cuando le vio con el aspecto de un hombre peligroso.

Todavía tenía aspecto peligroso, pero no era miedo lo que sentía. Oh Dios, no.

No era guapo sino que tenía rasgos afilados y limpios, los rasgos fuertes de un hombre acostumbrado a esgrimir la autoridad. Todo el paquete, el cuerpo de talla muy grande, las manos ásperas y grandes, los penetrantes ojos oscuros, el aire práctico, la voz profunda… era delicioso y la hacía temblar por dentro.

Había estado tan atrapada en los que le estaba contando que no había tenido sentido de sí misma, pero ahora las sensaciones arremetían.

Estaba excitada por él, era absolutamente inconfundible. En ese momento, en un restaurante libanés perfectamente agradable, la sangre se apresuraba hacia su sexo y pechos, su respiración se aceleraba, su cabeza llena de imágenes calientes de ella arrastrándose sobre su regazo y lamiéndole por todas partes.

_____(tn) odiaba a los machos. Había crecido en países del tercer mundo donde los hombres más idiotas se sentían superiores a todas las mujeres porque tenían un cromosoma Y y un trozo de carne balanceándose entre las piernas.

Era inmune a su fingimiento, a sus miradas tórridas y a sus alardes de proezas sexuales.

Pero Nicholas Jonas era auténtico. No ostentaba su masculinidad, sólo... era. Como una parte de él, como las manos o los pies. Exudaba fuerza masculina, no sólo de sus músculos, sino de su voluntad, junto con trillones de feromonas masculinas que hacían que su corazón se acelerara.

Todavía le sostenía la mano y la conexión se sentía eléctrica, el calor le subía por el brazo. Incluso su olor era delicioso. No a colonia, sólo piel masculina limpia, el almidón de su camisa blanca cegadora y el débil olor a jabón.

No a Armani o a Boss, pero aún así garantizaba hacer que los corazones femeninos se saltaran un latido. Simplemente exudaba poder y sexo.

Eau de hormonas.

Estaba tan excitada como jamás había estado en su vida, pero sólo estaban allí sentados en el restaurante, cogidos de la mano. Aunque nada abierto sucedía, sentía el pecho apretado y era difícil respirar. Tenía calor por todas partes, como si tuviera fiebre.

Nunca había sentido eso antes y no era… desagradable. Qué triste tener que renunciar sin tener la oportunidad de saborearlo primero. Con un suspiro, tiró y él dejó que la mano se deslizara de la suya. Ella mojó el hummus con una rebanada de pan hecho en casa y gimió de placer. Delicioso.

_____(tn) había aprendido por el modo difícil la lección de vivir momento a momento, agradeciendo incluso los más pequeños placeres. Ésa era una comida fabulosa en compañía de un hombre asombrosamente atractivo. Tenía que poner sus sentimientos a un lado y disfrutar de ello.

No había tenido una noche tan agradable desde que supo que su padre estaba enfermo. Dios sabía cuándo tendría otra noche como ésa.

—Esto es fabuloso. —_____(tn) se abstuvo de poner los ojos en blanco con delicia y puso un poco de tabulé sobre un trozo de pan frito.

Nicholas asintió con seriedad.

—Sí. Bashir y su madre son unos cocineros fantásticos. Empujó un tazón terracota de fatteh hacia ella.

—¿Has terminado?

Ella se detuvo, otro mordisco a medio camino de su boca. ¿Tenían que marcharse ya?

Una punzada de tristeza se disparó por ella. Ah. Había sido rápido. Había dicho que no estaba disponible para una relación y él quería terminar la velada tan rápido como podía.

_____(tn) ocultó la desilusión.

—¿Terminado? ¿Con la comida?

—No. Con lo que querías decirme. ¿Has dicho todo lo que querías decirme?

No realmente. Había vivido en San Diego durante poco más de un año y entre Wordsmith y su padre, no había tenido tiempo de hacer ningún amigo. Eso era lo más cercano que había estado de una conversación íntima desde que dejó su despreocupada vida en Ginebra.

No le había dicho que se rompía al ver morir a su padre, día a día, pedazo a pedazo. Con cuánta fuerza había tratado de agarrarse a él, lo horrible que era sentir que resbalaba de su agarre.

No le había contado a Nicholas lo cansada que estaba entre cuidar a su padre en casa y las catorce horas al día o más que echaba en el trabajo.

No le había dicho lo sola que se sentía a veces, sin una amiga que la ayudara a aliviar la presión implacable. O cómo se preocupaba por el dinero, preguntándose si le duraría lo suficiente para ayudarle a aliviar su final.

Pero él no querría oír eso. Su historia ya era bastante patética.
—Sí. Creo que más o menos he dicho lo que tenía que decir.

Esos oscuros ojos miraron con fijeza a los suyos. Levantó una mano y la llevó a su cara. El vello fino de su nuca se erizó cuando le pasó un largo índice por la mejilla.

—Nunca he sentido una piel tan suave antes. —El dedo bajó, sobre la mandíbula y descansó en una vena del cuello.

Sin duda tenía que sentir cómo le palpitaba el corazón.

Le costaba respirar mientras él subía y bajaba el dedo sobre su pulso. Podría leer cada reacción allí, como si el cuello fuera alguna clase de detector de mentiras.

Él no reaccionaba, simplemente la miraba, tocándola.

—¿Has escuchado alguna palabra de lo que he dicho?

Él apretó los labios.

—Oh, sí. Cada palabra. Así que déjame dejar esto claro. Estás cuidando a tu padre enfermo, mientras tratas de empezar un nuevo negocio y mantener la cabeza por encima del agua financieramente. ¿Es eso?

—Padre muy enfermo. —Cómo dolía cada vez que lo decía—. Pero sí, es eso. Y lo que eso significa es que no tengo tiempo ni energía para una aventura. —Finalmente encontró la fuerza para apartar la cabeza de su toque y cogió algo de muhummarrah con un triángulo de pita y se lo metió entero en la boca.

Caliente, picante, delicioso. Puro cielo, matizado con pena. Bien, el sabor amargo de la pena era uno al que ya estaba acostumbrada.

Espabila, se dijo.

—Lo siento. —_____(tn) estudió las vetas de la mesa de madera durante un momento, luego se encontró con la mirada de Nicholas otra vez—. Trato de dejarlo tan claro y de ser tan honesta como puedo, Nicholas.

—Sí, puedo verlo. —Los músculos de la mandíbula se apretaron—. Y aprecio tu honradez. Lo que no entiendo es por qué todo eso debería hacerme desearte menos.

Ella parpadeó con sorpresa.

—Bien, te lo he dicho. No tengo tiempo para una aventura. Ni tiempo ni energía. Mi padre es mi prioridad absoluta, y después de eso viene tratar de ganarme la vida. No hay nada más en mi vida. No puede haberlo. Así que… cualquier cosa que pudieras desear de mí, no puedo dártela. Estarías mejor con otra persona, alguien que no esté tan envuelto en problemas. La verdad, francamente, en éste momento estarías loco si me desearas.

Él se quedó en silencio durante un largo momento, luego recogió su tenedor.

—Creo que mejor es que comamos algo más de ésta comida, de otro modo Bashir querrá mi cabeza.

_____(tn) puso una sonrisa poco firme. Tenía razón. La comida era fabulosa, sería una gran lástima dejar que se malgastara. Vive el momento y todo eso. Tenía un suspiro en el pecho pero se negó a dejarlo salir. ¿Qué bien le haría?

Se sentía bien al haberle explicado la situación a Nicholas, claramente y con serenidad.

Definitivamente, había hecho lo correcto. Y se sentía como si se hubiera apuñalado en el corazón. Bueno, el corazón había estado palpitando con fuerza durante algún tiempo.

Se le había ido el apetito, pero hizo un esfuerzo por hacerle justicia a la magnífica comida. Era la hija de un diplomático y había asistido a cenas de estado de diecisiete platos incluso cuando estaba enferma y tenía que engullir la comida. Sabía cómo hacerlo. Nicholas estaba callado y también ella. Quizá se arrepentía también. Pero la vida era así, las cosas buenas sucedían en el momento equivocado. Era simplemente el destino.

Bashir lo llamaría el kismet.

El sol comenzaba a ponerse sobre los bonitos jardines cuando el camarero vino con una pequeña cafetera de bronce con una larga asa de madera, el dallah, que de algún modo siempre le había recordado la lámpara de Aladino, y había vertido una infusión fragante.

Las tazas no tenían asas. Sonriendo, _____(tn) se llevó la taza caliente a la nariz y olió con aprecio. El café había sido preparado con cardamomo y era espeso, azucarado y delicioso. Resaltaba perfectamente los pedacitos cortados de baklava que el camarero deslizó sobre la mesa. Adoraba la versión libanesa, hecha con jarabe de agua de rosas en vez de miel.

La habitación estaba dramáticamente iluminada por el resplandor intenso del sol poniente, volviendo todo dorado; incluso la oscura e intensamente bronceada piel de Nicholas Jonas se convertía en bronce. Justo en ese momento, parecía casi atractivo de un modo pecaminoso. Y totalmente fuera de alcance.

Nicholas dejó su taza de café, cruzó los brazos sobre la mesa y se inclinó hacia delante, la cara mortalmente seria. Las profundas arrugas que enmarcaban la boca fuerte y las ventanas de la nariz estaban pálidas, como por alguna emoción fuerte.

—Ahora yo tengo algo que decirte.

_____(tn) dejó su taza, inclinándose hacia delante un poco también. Había tenido la cortesía de escuchar cuidadosamente lo que ella tenía que decir. Ahora le devolvería el favor. Lo que fuera que tuviera que decir no cambiaría la situación, pero merecía que le escuchara. Aunque lo que fuera que quería decir no fuera agradable. La cara había adoptado una máscara seria.

—Aquí está el trato. Nunca hablo de mi pasado. No es asunto de nadie excepto mío. Pero creo que hay ciertas cosas sobre mí que necesitas comprender. Ya te hablé de mi hermano Mike, y que aunque no compartimos la sangre, estamos más unidos que la mayoría de hermanos.

_____(tn) asintió. El policía. El policía que iba a pasar y disuadir a Asqueroso 1 y Asqueroso 2.

—Hay un tercer hermano, Harry. No está en buena forma en éste momento. Le dispararon en Afganistán, una herida bastante mala. Trabaja conmigo. Lo haré socio tan pronto como esté mejor. En este momento apenas se tiene en pie. Somos tres. La razón por la que Harry, Mike y yo estamos tan unidos es que pasamos gran parte de la infancia en la misma casa de acogida, dirigida por una pareja brutalmente cruel. Nos teníamos los unos a los otros, siempre, de otro modo no creo que hubiéramos sobrevivido. Nos hemos cuidado mutuamente desde entonces.

Se miró las manos agarradas. Estaban limpias, las uñas cortas, pero parecía como si las hubiera utilizado mucho y con dureza. Había cicatrices, mellas y callos: las manos de un hombre que, aunque era empresario, no le hacía ascos al trabajo manual. Completamente diferentes de las manos de cualquier otro hombre con el que hubiera salido a cenar alguna vez.

_____(tn) no pudo evitarlo. Estiró la mano, la dejó encima de las manos que él tenía apretadas. Dudó un segundo y luego las cubrió con la suya. Quería que sintiera la conexión humana. Había conocido momentos duros, también.

Las manos eran cálidas, irradiaban calor y fuerza.

Él habló, mirando sus manos unidas.

—Mi madre me abandonó en un contenedor. Simplemente me tiró, como basura. —Alzó la mirada ante su jadeo de sorpresa, abrió las manos y metió la de ella entre las suyas. Una sonrisa retorcida le levantó la boca—. Está bien, cariño. La historia tiene un final feliz. Al final. Estoy aquí, ¿verdad?

—Sí, estás aquí —murmuró.

Estaba allí. Y cómo. Inmenso y fuerte, y totalmente diferente a cualquier otro hombre que jamás hubiera conocido. Intentó suprimir el puñetazo agudo que había sentido cuando la llamó «cariño». Para, se dijo severamente.

Eso no iba a ningún sitio. Involucrar su corazón no iba a ayudar a nadie, menos a
ella.

—Alguien la vio hacerlo y me sacó. Me llevaron al hospital inmediatamente y me pusieron en la incubadora. Aparentemente tenía cerca de un mes y bajo peso, bastante grave. Difícil de creer, ¿verdad?

—Sí. —_____(tn) le echó un vistazo.

Inmensamente ancho y alto, con músculos duros y densos. Era imposible conectarlo con un bebé desnutrido. Esa historia trágica tenía definitivamente un final feliz.

—Esa mujer, mi madre, era una borracha y una prostituta. La conocían en la zona. No tengo la menor idea de quién fue mi padre. No creo que ella lo supiera tampoco. La policía la localizó y fue juzgada y condenada por intento de homicidio, fue sentenciada a diez años de cárcel. Cumplió ocho años, luego fue puesta en libertad condicional. Fue a buscarme al orfanato, soltando tonterías acerca de querer expiar y comenzar de nuevo. —Puso los ojos en blanco—. Algún pirado de asistente social le creyó y me entregaron a ella. Tenía ocho años y nunca antes había visto a la mujer que declaraba ser mi madre.

—Oh no —jadeó _____(tn).

La historia quizás tuviera un final feliz pero sonaba como si hubiera una tragedia antes de que llegara.

—Sí. —Apretó su mano con las suyas—. Su nombre era Darlene Jonas. No puedo pensar en ella como mi madre, sólo era esa… mujer con la que tuve que vivir unos años. Se bebía los cheques de bienestar social y también había drogas. Una cosa que sé seguro es que no compraba alimentos, leche o ropa con lo que el Estado le enviaba. Una vez que tuve una mala infección de oído que no se trató y me dejó con un tímpano debilitado. Chirrié por el físico al entrar en la marina pero luego una ronda de morteros terminó con el tímpano. Estaba casi sordo de un oído, tuve que dejar la marina con baja médica. Me operé para restaurar algo de audición. Pero no puedo zambullirme a ninguna profundidad. —Sacudió la cabeza—. No puedes ser SEAL si no puedes bucear.

_____(tn) tuvo un destello de un Nicholas joven, flaco y vulnerable, atrapado en los cuidados de una mujer que se bebía el dinero para comida, que no le consiguió cuidados médicos cuando lo necesitó.

—También hubo hombres por ahí, muchos. —La voz profunda de Nicholas era baja y desapasionada—. La mayoría estaban colocados y se quedaban durante días. Apenas reparaban en mí pero cuando lo hacían, me ganaba palizas. Durante la mayor parte de mi niñez, estuve desnutrido y débil. —La boca se le tensó—. La clase de chico que los matones adoran golpear. Les hace sentirse fuertes. Cuando tenía unos doce, un maestro advirtió por fin que algo andaba muy mal. Así que el Estado me apartó del cuidado de Darlene y me puso en una casa de acogida.

—Gracias a Dios. —_____(tn) parpadeó para alejar las lágrimas.

El hombre fuerte y exitoso de delante de ella estaba a años luz del chico pequeño y abusado y no le gustarían las lágrimas. Pero le dolía el corazón.

—No realmente. La casa de acogida no era mejor. El viejo Hughes y su esposa aceptaban chicos mayores e inadoptables porque pagaban más. La esposa nos daba sopa aguada y galletas enlatadas compradas a granel, nos daba cogotazos cuando le apetecía y se encerraba en su habitación cuando su marido tenía sus pequeños estallidos de rabia. Él podía convertirse en una bestia en un santiamén. Todo podía provocarle. Una cama deshecha. Trozos de galleta sobre la mesa. Una mirada, incluso. Aprendimos a no decir nunca nada, jamás. Odiaba muchas cosas, pero en su mayor parte odiaba lo que él llamaba mujeres y niños «respondones». Era un hijo de puta grande y malvado, y adoraba utilizar los puños en nosotros.

Había una inmensa piedra sobre el pecho de _____(tn), haciéndole difícil respirar. Su batalla contra las lágrimas era una perdida. Él estiró la mano una vez más para secar una lágrima contra la mejilla.

Qué terrible podía ser la vida. Había llorado por su padre agonizante y ahora lloraba por un niño que nunca había conocido el amor, sólo el descuido y violencia. Se encontró con la mirada impasible de Nicholas.

—Dime que sucedió algo bueno. Por favor. Dime que te sacaron de esa casa de acogida y te pusieron en otra. Él sacudió la cabeza.

—No. Permanecí allí hasta que fui lo bastante mayor para alistarme. Pero sucedieron un par de cosas buenas. Había una agradable señora de edad avanzada que vivía al lado. La señora Colley. Una extraña excéntrica, pero bondadosa. Tenía un miedo de muerte al viejo Hughes pero cuando él no andaba por ahí, me invitaba y me atiborraba de comida. Crecí quince centímetros y gané dieciocho kilos en un año. Me aseguré de que fueran dieciocho kilos de músculo. El viejo empezó a pensárselo dos veces eso de utilizar los puños sobre mí.

—Bien por ti —dijo _____(tn).

Nicholas Jonas había crecido para ser la clase de hombre al que nadie golpeaba, no sin consecuencias graves.

—Otra buena cosa sucedió cuando tenía doce años. Mi hermano Harry Bolt llegó y luego, tres meses más tarde mi otro hermano Mike Keillor. Harry había tratado de defender a su hermanita y a su madre del novio drogata de su madre. El cabrón… perdona mi lenguaje.

_____(tn) asintió e hizo un gesto con la mano libre para alejar la obscenidad. Cabrón sonaba bien para un hombre que hacía daño a niñas pequeñas.

—El cabrón mató a golpes a la hermana pequeña de Harry y a su madre. Harry se volvió loco. Mandó al tipo al hospital pero no antes de que el tipo le rompiera las dos piernas. Fue acogido por los Hughes. Vi que el viejo Hughes sonreía cuando Harry atravesó la puerta con muletas y supe exactamente lo que estaba pensando. Yo ya no era un objetivo fácil para su rabia. Necesitaba una salida y aquí viene Harry, carne paralizada y fresca. Esa noche le enseñé un cuchillo al viejo Hughes y le dije que si tocaba al chico, le cortaría su miserable piel en tiras, comenzando con sus pelotas. Dije en serio cada palabra y creo que lo supo. Para entonces era tan alto como Hughes, aunque él pesaba más que yo. Pero no era músculo, era todo barriga. Harry se curó y la señora Colley empujó tanta comida por su garganta como podía engullir y para final de año, era tan grande como yo. Harry y yo nos hicimos íntimos. Y entonces llegó Mike. Era su octava casa de acogida. Los tres nos unimos, cuidamos los unos de los otros y nos largamos tan pronto como pudimos. Yo a la marina, Harry al ejército y Mike a los marines.

_____(tn) abrió la boca para decir algo pero él no había terminado. Atrajo la mano a su boca y la besó, labios calientes contra piel fría. La historia de Nicholas la había congelado hasta los huesos.

—Bien, la razón por la que te cuento todo esto es para que puedas comprender algo. Mis hermanos y yo salimos de eso porque nos cuidamos mutuamente, sin importar nada. Los tres sabemos, de cerca y personalmente, lo que significa que nadie esté por ti. Que nadie te cuide. Y sabemos, muy en el fondo de nosotros, lo que significa que alguien te cuide y haga lo correcto. Todos tenemos trabajos donde vemos a diario los efectos de no cuidar a tu hijo o a tu esposa, o a tus padres o amigos.

Su cara se endureció de repente, la piel sobre esos pómulos salientes tensándose, los ojos fijos en los de ella.

—Así que, _____(tn), me perdonarás si no encuentro odioso que quieras tanto a tu padre. Que sacrifiques cosas importantes para asegurarte de que tiene una muerte digna y que te asegures de que está justo donde quiere y necesita estar. Estás haciendo lo difícil, lo correcto y te admiro por ello. Me hiciste volar por los aires la primera vez que te vi, pero por Dios, es peor ahora que sé lo que hay detrás de esa cara magnífica.

Nicholas le tomó la mano, y sorprendentemente, la llevó por debajo de la mesa, entre sus piernas. Dobló la mano sobre su pene. Su pene inmenso y duro como una roca. Ante su toque, ella pudo sentir la sangre que lo recorría, volviéndolo más duro, más grueso.

La sensación debajo de la mano llevó una ráfaga de sangre a su propio sexo, que se apretó involuntariamente, una vez, dos veces.

Fue totalmente incapaz de moverse, de pensar.

—¿No desearte? —La voz de Nicholas era ronca ahora, como si encontrara difícil dejar salir las palabras. Exhaló con fuerza. Los músculos de la mandíbula se contrajeron y las ventanas de la nariz se dilataron—. Te he deseado desde el primer segundo en que te vi. No podía hacer nada porque estaba trabajando encubierto pero puedes estar segura de que pensaba en ello, noche y día. Cristo, _____(tn), te deseo tanto que apenas puedo respirar. Te deseo tanto que no puedo pensar. Dime que vendrás a casa conmigo. Ahora. No podía apartar la mano porque la de él estaba sujetándola, manteniéndola sobre su pene. Eso era totalmente absurdo. Nada como eso le había sucedido jamás.

No había aire en el cuarto.

No, la respuesta era no, por supuesto. Tenía que decir que no. ¿Cómo podía ir a casa de ese modo? Eso era una locura, nunca había hecho nada como eso en su vida.

Había tenido su cuota de amantes pero era increíblemente quisquillosa. Le llevaba salir varias noches y si había una nota falsa, si estaba incómoda de cualquier manera con la idea, decía que no. Era guapa, la invitaban mucho, pero luego muchos hombres eran imbéciles. Había dicho que no muy a menudo desde la pubertad.
Había toneladas de razones para decirle que no a Nicholas en ese momento, si solamente pudiera conseguir que el cerebro funcionara otra vez para pensar en ellas. Como la mano, como los senos y entre los muslos, tenía calor, fundiéndose en una oleada repentina de deseo pulsante.

No, claro que no, ¿estás loco? dijo, sólo que las palabras no salieron exactamente así.

De algún modo, lo que salió fue:

—Sí.


un megaaaaaaa capitulo! ;)
las leo después!
Lu wH!;*
:hi:
HeyItsLupitaNJ
HeyItsLupitaNJ


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Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA - Página 3 Empty Re: Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA

Mensaje por HeyItsLupitaNJ Vie 22 Jun 2012, 6:52 pm

Jimee Jonas <3 escribió:Nueva lectoraaa! :)
Siguelaaaa,pronto
Me encanta

BIENVENIDA!
ya esta capitulo disfruta! :)
HeyItsLupitaNJ
HeyItsLupitaNJ


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Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA - Página 3 Empty Re: Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA

Mensaje por chelis Vie 22 Jun 2012, 7:35 pm

AAAII POR FAAVOORR PON OTROOOOOOO!! POOORFIIISS
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA - Página 3 Empty Re: Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA

Mensaje por mariely_jonas Sáb 23 Jun 2012, 1:17 am


wwwwwwwwwwaaaaaaaaaaaaaa
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Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA - Página 3 Empty Re: Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA

Mensaje por HeyItsLupitaNJ Sáb 23 Jun 2012, 12:43 pm

:) hola! espero esten de lo mejor!
aquie traigo un poco más de nove! ;)
las leo más tarde!
se cuidan! ^.^


Capitulo 5 (Parte 1)



¡Sí!

Nicholas se levantó bruscamente, volcando la silla. Apenas oyó el estrépito mientras se metía la mano en el bolsillo y sacaba un billete de cien dólares. Lo arrojó sobre la mesa, era más que de sobra, pero aunque no lo fuera, Bashir sabía que lo arreglaría más tarde y la agarró de la mano.

_____(tn) estaba completamente horrorizada por lo que había dicho, con sus grandes ojos azules abiertos de par en par con consternación y esa deliciosa boca formando una O por el asombro.

Nicholas no podía detenerse para pensar en aquello. De hecho, no podía pensar en nada, excepto en tenerla en su cama. O dónde fuera. No tenía que ser en una cama.

Contra la puerta o la pared, en el suelo o en el sofá estaría bien. No le importaba
una mierda. Lo más importante era estar dentro de ella lo más rápido posible y permanecer allí tanto como fuera posible. Incluso un año, si lo que sentía era algún indicio.

Era como si nunca hubiera practicado antes el sexo. Estaba tan excitado que apenas podía sentir las manos y los pies mientras andaba hacia su coche, rápidamente. Afortunadamente, tenía el brazo alrededor de su cintura cuando _____(tn) se tropezó en la gravilla.

Nicholas la sujetó rápidamente. Ella nunca caería mientras estuviera con él, pero se avergonzaba de haberla estado llevando medio a rastras.

—Lo siento —farfulló, aminorando el paso. Era un corredor y estaba acostumbrado a ir de A a B con presteza. Se movía rápido por principio y cuando iba a por algo que deseaba, ponía la directa. ¿Había estado corriendo? Sólo Dios lo sabía. Sus sentidos estaban tan volátiles que no se enteraba de nada excepto de su polla, la cual le estaba comunicando lo que quería alto y claro.

Intentó desacelerar, compensando el paso, pero maldición, era difícil.

Después, reflexionaría sobre lo que significaba para él tener el cuerpo fuera de control.

Era impensable. Había aprendido el autodominio en la escuela más dura posible… a edad temprana. Y luego el entrenamiento de la marina y los SEAL había cogido esas habilidades y las habían afinado hasta la perfección de una máquina.

Siempre estaba bajo control. Consciente de lo que le rodeaba y su lugar en cualquier entorno. Era una roca firme. Durante un tiempo había sido un jodido francotirador, por el amor de Dios. Los francotiradores podían controlar sus propios latidos y por supuesto su respiración. Y no le temblaban nunca las manos.

Ahora mismo, apenas era consciente del mundo exterior, sólo de la hermosa mujer a su lado. Todo lo demás era niebla. Sólo veía al frente, como los soldados sin entrenamiento en la batalla y le temblaban las manos.

A tres metros del coche, sacó el mando y abrió las puertas. Le costó no arrojar simplemente a _____(tn) al asiento del pasajero. Un par de segundos después, estaba en el asiento del conductor, con las manos casi blancas aferradas en torno al volante. Estaba tan excitado que casi jadeaba. Nicholas inspeccionó a _____(tn) y se estremeció.

Estaba pálida, con los ojos abiertos de par en par con lo que reconoció como consternación y no deseo, las manos sobre el regazo, unidas con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos. Una vena le latía en el cuello.

Joder.

Le tenía miedo.

Tenía una idea de lo que ella estaba viendo. Un hombre grande, muy fuerte y en buena forma con la mandíbula apretada y los ojos entrecerrados, emanando agresividad.

Desde luego para un hombre como él, luchar y follar estaban íntimamente ligados. Era dominante en el campo de batalla y dominante en el dormitorio. Era su naturaleza y de adulto hacía mucho que se había acostumbrado.

Pero no quería que _____(tn) Pearce le tuviera miedo. Mierda, no. Ella era la dama con más clase con la que había salido, sin excepción, y también la más bonita. Y por algún milagro, resultaba que tenía buen corazón. Las mujeres así no crecían en los árboles. De hecho eran tan raras que nunca había conocido a nadie que se pareciera ni remotamente a ella.

Tenía que tratarla con ternura, como una dama, maldición si no le hervía la sangre. Lo reconocía, sí. Ahora que estaba en el coche, listo para ir a su casa y a su cama tan rápido como la ley lo permitiera, se dio cuenta de que de algún modo se había puesto en modo combate.

El leve jadeo estaba recogiendo oxígeno para un mayor esfuerzo. Su cuerpo se estaba preparando para algo grande, luchar o follar, no importaba. Sólo sabía que tenía que estar listo y que iba a ser duro.

A todos los niveles, _____(tn) lo estaba percibiendo, percibía que era un hombre con una gran veta violenta en él y en el mejor de los casos de una lujuria fuera de control dirigida directamente a ella.

Tenía que estar loca para ir a su casa con él en este estado. Pero si en este instante le decía que no, él simplemente le aullaría a la luna.

Nicholas sabía que tenía que hacer algo y pronto.

Primero, relajarse. Quitó las manos del volante, se recostó y conscientemente destensó los músculos. Se obligó a respirar lentamente. Obligó a los músculos de su rostro a relajarse. Cerró los ojos y respiró profundamente.

Los abrió.

Durante el breve tiempo que fue francotirador, aprendió mucho. No le gustaba la mecánica de disparar como a Mike. Mike adoraba las armas, como los niños. Para Nicholas eran herramientas y no especialmente interesantes. Pero aún así, el entrenamiento de francotirador incluía grandes dosis de control corporal. Le enseñaron como ralentizar los latidos. Les habían enseñado a sus cuerpos a entrar en una extraña forma de hibernación, donde podían permanecer completamente inmóviles durante días enteros, las funciones corporales al mínimo, haciendo lo justo para permanecer con vida.

Se introdujo dentro de sí mismo y se apagó. Profundamente. Durante el siguiente minuto, como el chequeo de un motor de refrigeración, ralentizó su pulso cardíaco, su respiración e incluso sus pensamientos.

No más imágenes enfebrecidas de _____(tn) Pearce debajo de él con esos profundos ojos azules casi cerrados por el éxtasis, las largas y esbeltas piernas abiertas para él y su suave coño aceptándole. No, no. En cambio se llenó la cabeza con silenciosas piscinas de vacío y la nada gris, dispuesto a que su cuerpo se enfriara. La primera vez que le habían contado que el entrenamiento SEAL le enseñaría a hacer aquello, se rió. Sonaba demasiado parecido a algo transmitido del Reino de Ven-Ven. Nicholas deseaba entrar en los SEAL más que nada en el mundo porque quería ser el hombre más duro en un mundo de hombres duros. Cuando le dijeron que iba en el lote el ser como Yoda, se burló.

Pero había funcionado entonces y lo hacía ahora.

Las manos de _____(tn) ahora estaban quietas en su regazo y un poco de color había vuelto a su rostro. Había perdido esa mirada de horror, como si de repente se hubiera encontrado cara a cara con un lobo.

Sus ojos se encontraron. Jesús, eran preciosos. Ojos de un azul profundo e intenso, enmarcados por unas pestañas terriblemente largas. ¿Cómo coño podía mantener los ojos abiertos con unas pestañas así?

—Te deseo. Mucho —dijo sin poder contenerse. Mierda. Quiso decir algo más suave, quizás hasta ñoño, aunque no es que fuera conocido por su delicadeza. Normalmente era muy directo con las mujeres.

Ella parecía la clase de mujer que apreciaría un poco de adulación. Y al parecer ahora mismo él no tenía ni un poquito. El deseo le había frito los circuitos.

—Lo siento —se estremeció—. Quiero decir…

_____(tn) soltó un poco de aire. No estaba sonriendo pero su rostro se había iluminado.

—Está bien. Creo que pillé el mensaje cuando me sacaste a rastras hacia el coche sin pararte a pedir la cuenta.

Él apretó las muelas.

—Lo siento —dijo de nuevo, luego se detuvo. Retírate ahora que vas ganando.

—Sí, ya lo veo —dijo en voz baja. Se miraron el uno al otro, midiéndose en el interior del coche totalmente en silencio. Nicholas lo controlaba todo: su respiración, sus movimientos. La quietud tendría que ser su regalo, una señal de que después podría controlarse, en la cama.

Así lo esperaba.

_____(tn) levantó la mano izquierda del regazo. ¿Cómo podía ser absolutamente todo en ella tan jodidamente hermoso? Sus manos podrían estar en uno de esos anuncios de jabones. Piel de un pálido marfil, dedos estilizados. Un complicado anillo con varias clases de piedras en el dedo medio, no en el anular, gracias a Dios.

Uñas con manicura pero cortas sin esa locura de uñas largas cuadradas ni pintadas de negro o morado. Eso y el pintalabios negro le quitaban las ganas, le hacían pensar en follarse a un zombi. Argg. No había nada en _____(tn) que le quitara las ganas.

La mano de _____(tn) era tan magnífica que tuvo que paralizar los músculos para no agarrarla.

Su mano se estaba moviendo, flotando en el espacio. Él no apartó los ojos del rostro de ella, aunque podía ver tranquilamente la mano en su visión periférica. Lentamente, ella puso la mano sobre la que él tenía en el volante. Se sentía fría y suave.

El contraste entre las dos manos era increíblemente erótico. Sus manos eran grandes, fuertes, con cicatrices. Las de ella eran como las de una estatua de mármol del mejor artista del mundo.

Se quedó, si era posible, todavía más quieto durante un suspiro, dos. Algo debió tranquilizarla porque sonrió, ligeramente. Le apretó la mano, una leve caricia que fue directa a su polla, luego puso la mano de nuevo en su regazo.

—¿Vamos a hacerlo? —le pregunto en voz baja.

¡Joder, sí! Nicholas bloqueó las palabras en su garganta en vez de gritarlas.

—Espero que sí —la voz le salió ronca, como si no hubiera hablado en años.

Luego se aclaró la garganta y cerró la boca. No la pifies, se dijo a sí mismo.

Cualquier cosa que soltara ahora mismo sería un error.

Los ojos de ella descendieron hacia su ingle, donde una enorme barra de acero intentaba perforar la ligera lana de los caros pantalones de vestir. A diferencia de los vaqueros, los pantalones de vestir sencillamente lo perfilaban.

—Ya veo.

La sangre pulsó en su pene y éste se movió en los pantalones. Ella no pudo dejar de verlo. Era como si su polla quisiera alcanzarla.

No podía hacer nada para ocultar que estaba empalmado. A veces cuando una erección se convertía en un inconveniente, podía bajarla con la mente, como aminorar el pulso. La vida estaba llena de pensamientos deprimentes, imágenes que podían desalentar el deseo.

Aunque ahora nada de eso funcionaría. No había ningún pensamiento en el mundo que pudiera hacer que su polla se desinflara con _____(tn) Pearce a unos centímetros, pensando en dejarse follar por él. Ya le dolía y tenía las pelotas bien pegadas y contraídas, esperando explotar.

Escrutó su mirada, buscando algo. Se imaginó que estaba buscando signos de violencia. Había violencia en él, claro, siempre la hubo, pero nunca hacia las mujeres o los niños. Nunca hizo daño a una mujer o a un niño y estaba agradecido de que nunca le obligaran a ello, porque no habría sido capaz.

Pero yendo aún más lejos, nunca podría hacer daño a _____(tn) Pearce. Preferiría dispararse un tiro en el pecho. Esperaba con toda su alma poder mantener el control en la cama con ella, lo cual era otro asunto.

Control.

Se había pasado la vida controlándose y tuvo que dominarse rigurosamente para mantenerlo, porque notaba como se le escurría, como la arena entre los dedos.

Al final ella arqueó los labios con una sonrisa apenas perceptible.

—De acuerdo —dijo suavemente.

¡Bien! Fue como dejar un galgo fuera de la jaula.

Un segundo después, salieron disparados a la carretera, Nicholas intentó llegar a su apartamento tan rápido como era legalmente posible. Deseó tener uno de esos coches tipo James Bond que podían volar.

Después de veinte minutos a máxima velocidad, conduciendo por los muelles, el sol empezaba a ponerse con un estallido de rojo en el agua. Era un atardecer precioso.

Con cualquier otra mujer, lo habría comentado. Había llevado innumerables mujeres a su casa o a casa de ellas, sabiendo que iban a follar y siempre había sido capaz de mantener una conversación trivial.

Aunque ahora no le salían las palabras. Ninguna. Era como si su garganta estuviera agarrotada.

Ella no parecía tener ningún problema. Le gustaba que estuviera cómoda con el silencio. Miraba el vasto Pacífico, el borde inferior del hirviente sol carmesí iluminando suavemente en el horizonte.

—Es un atardecer encantador.

Nicholas hizo un ruido estrangulado con su garganta y ella se giró para mirarle.

—¿Dónde vives? ¿Dónde vamos?

Una pregunta normal que se merecía una respuesta. Joder, iba a asustarla otra vez si ni siquiera podía hablar.

Luchó consigo mismo, intentando aferrarse a un poco de autocontrol.

—A Coronado Shores. Compré un apartamento allí hará un año. —Aunque parezca mentira, tenía que pensar en conducir. Semáforo en rojo, semáforo en verde, frenos. Era un buen conductor, tenía una predisposición natural para ello, pero ahora mismo tenía que esforzarse para no apretar el acelerador hasta el fondo y al infierno con todo. Seguramente los llevaría directamente contra la maldita farola—. Básicamente fui buzo en la marina y cuando volví, sabía que quería vivir cerca del mar.

Era una parte, pero no dijo toda la verdad, como que se había pasado incontables tardes en las dunas a un par de quilómetros más allá, pasando tanto tiempo como era posible lejos de los puños del viejo Hughes, observando a los SEAL de la marina pasar por sus brutales etapas. Anhelaba ser uno de ellos, formar parte de un equipo de hombres con todas las aptitudes para hacer el mundo más seguro. Durante años, estuvo observando a los hombres duros convertirse en más duros día a día, supo qué era lo que quería hacer en la vida.


creepygusta
lo sé soy mala! (?
vuelvo más tarde con la siguiente parte!
que de seguro estan deseando! :fiu:
Lu w!H;*
:hi:Hi
HeyItsLupitaNJ
HeyItsLupitaNJ


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Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA - Página 3 Empty Re: Fuego Cruzado - NicholasJ&Tu (Adaptación) - TERMINADA

Mensaje por HeyItsLupitaNJ Sáb 23 Jun 2012, 10:36 pm

Capitulo 5 (Parte 2)



Y ahora, en su vida post-militar, vivir en Coronado Shores significaba que podía correr por la playa hacia la zona de entrenamiento y observar a los nuevos reclutas llegando con las olas heladas y saber que habría siempre una nueva generación de hombres para vigilar su país.

_____(tn) miraba a su alrededor con interés mientras accedían a Coronado Shores, pasando primero por el gran complejo de apartamentos. El suyo era el último, La Torre.

—Siempre he querido explorar esta parte de la ciudad pero nunca vine —dijo en voz baja.

—¿Y eso? —Estaba sorprendido. La zona era una excursión muy frecuente para los de San Diego.

Lo miró con una débil sonrisa.

—Sólo hace un año que estoy aquí. Desde que llegué he estado realmente ocupada con papá y Wordsmith. Apenas he explorado San Diego, he curioseado un poco, sobre todo en nuestra parte de la ciudad y la zona centro cercana a nuestro edificio.

—Te enseñaré la zona —se ofreció Nicholas—. Con mucho gusto. Conozco la ciudad como la palma de mi mano. —Más tarde. Cuando salieran a tomar el aire, siempre que lo hicieran.

Ella lo contempló, una mirada de soslayo color azul marino que contenía una leve nota de tristeza. Le golpeó como un mazo que ella no esperara en serio verle de nuevo después de esa noche.

Ah no, por ahí no iba a pasar. De ninguna manera.

¿Esos aspavientos suyos de no tener tiempo para un hombre en su vida?

A la mierda. Joder, Nicholas se plantaría a sus putos pies si eso era lo que hacía falta para seguir viéndola. —Hemos llegado —le dijo, desviándose bruscamente hacia el camino de entrada de su apartamento, luego bajó hacia el garaje subterráneo. Fue hacia su plaza y apagó el motor.

Su complejo tenía ciento cuarenta apartamentos y el garaje normalmente estaba completo las veinticuatro horas, siete días a la semana con gente que iba y venía. Y aunque pareciera mentira, ahora mismo estaba desierto. El único sonido que había era el de su motor de refrigeración.

Se sentaron en silencio durante un rato, mirándose el uno al otro. _____(tn) tragó saliva.

Haz algo gilipollas, se dijo a sí mismo.

Con el volante firmemente agarrado, porque no confiaba en sí mismo si la tocaba, se inclinó sobre ella, lentamente. Ella se quedó quieta un instante, luego movió la cabeza para encontrarse con él, con las manos en el regazo. Sus labios se encontraron sobre la consola central.

La primera degustación verdadera de ella fue una descarga. Lo sintió hasta las pelotas. El más leve sabor, un roce de labios, luego la inclinación de cabezas, una degustación más profunda.

Dios mío, era como beber un buen vino. Tenía la nariz contra la mejilla de _____(tn).

De cerca olía aún mejor. Deberían embotellar ese olor y llamarlo Mujer Deseable. Los hombres seguirían a las mujeres que lo llevaran caminando sobre cristales rotos.

Él abrió la boca y le lamió la lengua, sintiéndola inhalar el aire de su boca. Jesús. Un segundo más y echaría atrás el asiento del acompañante, se le subiría encima, le levantaría la falda, le rompería las bragas y entraría en ella.

Apenas podía respirar de la excitación. Tenían que hacerlo en el interior. A él no le importaba una mierda, pero suponía que a _____(tn) sí le importaría que le pillaran montándoselo en el asiento delantero.

Alzó la cabeza, observando cómo los ojos de ella se abrían lentamente, como enormes faros azul marino. Parecía aturdida con la piel sobre los pómulos ruborizada y estaba excitada. No tanto como él, eso sería imposible, pero definitivamente estaba cachonda.

—Vamos arriba —susurró él. Todo se sentía frágil, como si el momento fuera un cristal y pudiera hacerse añicos con un sonido demasiado fuerte.

—De acuerdo —susurró ella.

No hubo nada de cháchara mientras subía el ascensor. _____(tn) no podía pronunciar ni una palabra, tenía la garganta estrictamente cerrada. De todas formas, ¿qué había que decir? Ella no podría mantener ninguna charla que no estuviera directamente relacionada con lo que estaban a punto de hacer.

Nicholas Jonas estaba a su lado y tenía aspecto de estar a punto de estallar, con una erección enorme abultando sus pantalones. Cualquier posible comentario que hiciera sobre el tiempo, el edificio o la comida que acababan de tomar, sería estúpido.

El mismo aire se notaba cargado como si algo enorme, oscuro, seguramente memorable y posiblemente peligroso se aproximara con cada segundo.

De hecho, esto no le había pasado nunca antes, ir a casa de un hombre en la primera cita aceptando la idea de acostarse con él. La señorita Fría siempre mantenía sus opciones abiertas, sin prometer nada. Varios hombres que habían pensado que llevarla a la cama era cosa hecha se habían quedado colgados. No hacía promesas y siempre se reservaba el derecho de decir que no si estaba incómoda con la idea.

Ahora no iba a decir que no. No podía. Era como si Nicholas fuera ese… ese brujo oscuro que de algún modo le había lanzado un hechizo. Lanzado una red rutilante sobre ella así no podría escapar, no podría echarse atrás, solo podía avanzar. Igual que una flecha que una vez libre del arco se incrustaba en la carne, solo podía ser empujada hacia delante, nunca hacia atrás.

Había un enorme y veloz torrente de oscura sensualidad fluyendo directamente hacia su apartamento y su cama, y ella estaba atrapada en él.

Al pensar en estar en la cama de Nicholas Jonas su vagina se contrajo, con fuerza.

Oh Dios, estaba tan excitada que podía sentir los labios de su sexo frotándose el uno contra el otro mientras se movía.

Éste era un territorio absolutamente nuevo para _____(tn). Otro país.

Uno tan lejano de los que conocía que podía haber estado en otro planeta.

No podía decir nada. Su voz traicionaría su inquietud. Ella apenas conservaba una apariencia de control, intentando mantener la respiración acompasada, pero fue del todo imposible cuando se dio cuenta de que estaban a escasos minutos de la cama.

Al venírsele a la cabeza apasionadas imágenes de los amplios hombros desnudos de Nicholas Jonas sobre ella, los ojos oscuros mirándola, las largas piernas entrelazadas con las suyas, su vagina se apretó nuevamente y los músculos de su estómago se encogieron con dureza.

¡Cielo santo, estaba a escasos minutos del orgasmo sólo por ir en coche y caminar al lado de este hombre! Tenía el corazón acelerado y se le aflojaban las rodillas.

Esto era ridículo. De locos. _____(tn) no era extremadamente sexual. Incluso en Ginebra, soltera y sin compromiso, con todo el dinero del mundo y en una ciudad de diplomáticos y banqueros a sus pies, no había tenido muchas citas. Y desde luego no se había ido acostando a diestro y siniestro. Era difícil de contentar y se aburría con facilidad. Siempre fría y controlada.

Pero ahora no. Este rudo ex soldado de algún modo la había sacudido tan fuerte que había desprendido sus amarras. Estaba tan embargada por la excitación nerviosa que tuvo que parar de tamborilear los dedos sobre el bolso.

Alzó la mirada una vez, luego la apartó. Él la estaba observando, con los ojos oscuros clavados en ella, inquebrantable en su atención. La mayoría de las mujeres querrían que sus citas les prestaran atención, pero esto iba más allá de las vibraciones de la primera cita. Él era un soldado y estaba tan concentrado en ella como si fuera una misión.

Nunca había estado en un espacio cerrado dónde el silencio tuviera peso y densidad. El silencio se sentía el ascensor como algo real, vivo y sinuoso, espeso, serpenteando alrededor de ellos como una niebla invisible.

Le robó el aliento y evidentemente todo el sentido común porque se encontró queriendo abalanzarse sobre los huesos de Nicholas Jonas. Era difícil pensar en un concepto más anti-_____(tn), pero así era.

Ejercía una atracción que ella nunca había sentido antes, aunque a decir verdad tampoco nunca había salido con alguien como él. Sus citas hasta ahora habían sido con metrosexuales elegantes. Y desde luego no grandes y fuertes como Nicholas, incapaz de jugar a esos sofisticados juegos entre hombres y mujeres en los que ella era tan buena. Nicholas no escondía su deseo de ninguna manera. No jugaba de ningún modo. Era como si su deseo fuera una enorme lima de uñas, limando una capa de su piel hasta quedarse en carne viva.

Se arriesgó a echar otro vistazo y luego se apartó rápidamente. Él todavía estaba concentrado en ella, se le marcaban los músculos de la mandíbula y tenía los ojos entrecerrados formando dos rendijas. El corazón le dio un brinco y tuvo que acordarse de respirar.

_____(tn) contemplaba la puerta del ascensor sin ver, porque si lo miraba de nuevo iría hacia él o alargaría la mano para tocarlo y parecía que él apenas estaba bajo control. Ella misma estaba sin control. Cuando las puertas se abrieron con un zumbido, Nicholas le puso una mano en la espalda y las rodillas casi se le doblaron.

Una gran área bien iluminada de suelo de parqué perfectamente pulido se extendía de izquierda a derecha. A cada extremo del pasillo había enormes ventanas acristaladas desde el suelo hasta el techo cubiertas de un resplandor carmesí. Un lado del edificio daba al océano y el otro lado a la bahía.

Nicholas la cogió del codo y los hizo avanzar, yendo hacia el final del pasillo.

A _____(tn) se le aceleró el corazón. No iba a pasarse una hora bebiendo whisky y escuchando música mientras se decidía sin prisas si quería o no dar el siguiente paso. Una vez dentro del apartamento iban a ir directos a la cama, lo presentía.

El sexo pulsaba alrededor de él como un aura casi visible. Mientras caminaban, sus miradas se encontraron, y _____(tn) apartó la suya. Era demasiado intenso. Ella estaba que ardía.

Podía notarlo todo, cada centímetro de su cuerpo. Estaba tan excitada como nunca lo había estado en su vida, después de un único beso y con el mero contacto de su mano enorme en el codo.

Todo lo que podía oír eran sus tacones, haciendo clic-clac sobre el parqué, al compás del martilleo de su corazón. Nicholas se movía en completo silencio, como un enorme espectro oscuro.

Llegaron a una puerta a mano izquierda, del lado que daba sobre el océano. Pasó una tarjeta por la ranura y puso la mano sobre un panel al lado de la puerta. El panel destelló a verde y se deslizó para mostrar un teclado. Nicholas tecleó cinco números y con un ruido suave de maquinaria, la puerta se corrió dentro de la pared.

En frente había un pasillo de anchas tablas de arce color claro abiertas a una gran sala de estar. La pared del fondo era de paneles de cristal que daban a un balcón con el mar teñido de púrpura a lo lejos.

_____(tn) se paró en el umbral, de repente incapaz de moverse. Nicholas se quedó a su lado, esperando.

Alzó la mirada hacia él, consternada, incapaz de dar un paso adelante, incapaz de retroceder.

Le temblaban las rodillas. De repente fue presa de un ataque de nervios. Todo esto se sentía nuevo y aterrador.
De algún modo, él lo entendió. Estaba tan excitado que tenía una erección como un tronco en los pantalones, pero no quiso hacerla traspasar el umbral o cogerla del hombro para atravesarlo.

Él no se movió.

—Bienvenida —dijo en voz baja y profunda mientras hacía un gesto con el brazo hacia la puerta abierta. No dijo nada más, simplemente la esperó. El mensaje mudo fue muy claro. Entrar en su casa tenía que ser elección suya.

Temblando, sintiéndose como si estuviera atravesando una barrera invisible hacia otra vida, _____(tn) entró.

La casa olía bien, a ropa limpia, cera con olor a limón y a la brisa del mar que entraba por una ventana abierta, las cortinas de algodón blanco se inflaban con el viento que venía del océano.

Un siseo, un golpe seco detrás de ella y la puerta se cerró.

Estaba dentro.

Iba a hacerlo.

Claro que sí.

Al segundo siguiente su espalda golpeó contra la puerta y el peso completo de Nicholas Jonas estuvo contra ella mientras la besaba con desenfreno. No el frágil e indeciso beso del coche. Ah no, éste era como si estuviera intentando aspirarla mientras se pegaba a su piel. Un beso profundo, salvaje e interminable.

¡Dios mío, su sabor! Como el de un limpio arroyo de montaña a rebosar de hormonas masculinas con la intención de volver loca a una mujer. Se la comía con la boca, yendo hacia ella desde varios ángulos, como si uno no fuera suficiente. Y no lo era.

El bolso cayó al suelo, seguido por su chaqueta.

Ahora _____(tn) podía agarrarse a él para el contento de su corazón, aunque «agarrarse» era un término anodino para lo que en verdad deseaba hacer: arrastrarse por su piel, sentir cada centímetro de ese duro y delicioso cuerpo, no con las yemas de los dedos sino con todo su ser. Ella entrelazó los brazos alrededor del cuello de Nicholas y arqueó la espalda. Los músculos de su torso estaban tan marcados que podía notarlos a través de la chaqueta y la camisa de él, de su vestido y sujetador, duros, fibrosas aristas de músculos, moviéndose contra ella. _____(tn) se asombró a sí misma al frotarse contra él, por el puro placer de hacerlo, y porque estaba ardiendo y él parecía ser la única cosa que podía extinguir el fuego. Su pene estaba caliente, duro y enorme contra su vientre y ella pudo sentir los latidos que lo recorrían contra la piel. Tensó las caderas, frotándose contra él y le oyó gemir en su boca. Nicholas se agachó y la levantó cruzando el brazo en su trasero, alineando el pene con su monte. Se restregó contra él y el latido en respuesta de su pene contra ella hizo que cada músculo de su cuerpo se contrajera.

Nicholas gruñó y la presionó aún con más fuerza, restregando la boca contra la de ella y las caderas contra las suyas…

Era impensable que hubiera algo que los separara. Era como si ambos hubieran llegado a esa conclusión a la vez, en el mismo instante. Ella estiró la mano, sacándole la chaqueta de aquellos hombros anchos. Sus dedos temblorosos tironearon de la corbata antes de que ésta flotara hacia el suelo, estaban en los botones de su camisa, liberando los pedacitos redondos de plástico de los ojales, sacándole los faldones de la camisa de los pantalones. No pudo quitarle la camisa porque él tenía las manos en su trasero, sujetándola hacia arriba, así que la camisa le cayó de los hombros sólo lo suficiente para que ella sintiera el vello rizado del pecho y la dureza de su torso contra su cuerpo. Era exasperante que todavía hubiera las barreras de su vestido y sujetador entre ellos. Se moría por sentirlo, dureza contra suavidad. Absorber algo de esa fuerza y calor a través de su piel.

Las manos ásperas de Nicholas le recorrieron los muslos, subiéndole la falda del vestido hasta que tocó sus bragas. Sus carísimas bragas de seda color malva que esperaba que dejara deslizarse por sus piernas, como en un anuncio de perfume, una vez que les permitiera a sus pies tocar el suelo de nuevo.

Lo que sucedió después pasó tan rápido que no pudo seguir los movimientos.

Un sonido de rasgadura, un sonido de cremallera, ásperos dedos abriéndola y ¡Oh, Dios mío! estaba dentro de ella, increíblemente duro, increíblemente caliente, más profundo de lo que nadie había estado jamás. Ambos se quedaron helados, Nicholas enterrado en su interior mientras ella forcejeaba por acomodarle. _____(tn) se meneó un poco y él avanzó, tan hondo que los sensibles tejidos de su carne pudieron sentir el áspero vello púbico masculino.

Estaba repleta de percepciones sensoriales. Su polla, enterrada en ella, sus dos fuertes manos sujetándola por el trasero, la falda ahora subida hasta la cintura y plisada sobre sus brazos, su pecho duro clavándola en la pared.

¡Clonc! La frente de Nicholas golpeó la pared a su lado.

—Condón —gimió él, jadeando como un toro enloquecido. Un músculo se movía en su mejilla. Gimió de nuevo y ella sintió que el cuerpo masculino se ponía rígido, empezando a salir.

¡No!

—Píldora —jadeó ella y el cuerpo entero del hombre se sacudió. —¡Gracias! —respiró él—. A pelo. —Salió lentamente, entrando de nuevo con un golpe de exploración y un gemido—. Te sientes tan cálida.

—Mm. —_____(tn) apenas tenía aliento para responder. Estaba caliente dentro de ella, su parte inferior al rojo por el calor, pero él no se movía. Entendió perfectamente lo que estaba haciendo, dándole tiempo para adaptarse a su tamaño. Sin duda tenía un miembro de campeonato, desde luego el más grande con el que se hubiera cruzado jamás. Pero tenía que utilizarlo, el bobo, en vez de simplemente esperarla a ella. ¿Qué quería?

¿Una señal? Le daría una señal.

_____(tn) giró levemente la cabeza, la nariz contra el cuello de él. Olía tan delicioso. Evidentemente se había afeitado pero hubo un ligero roce de barba contra su rostro cuando frotó su mejilla contra la de él. Vacilando, lo lamió. Había estado esperando aquello toda la noche, sólo para ver qué sabor tenía.

Delicioso.

Ante el toque de su lengua, Nicholas se sacudió, pero se mantuvo sin moverse y sin hacer ruido dentro de ella, respirando con dificultad. Ella se meneó un poco y él se le lanzó dentro, no había otra expresión para describirlo.

Había empezado a tomar la píldora varios meses atrás bajo prescripción médica cuando el estrés le provocó la pérdida de varios periodos. Nunca la había tomado estando sexualmente activa. Ésta era la primera vez que sentía el pene de un hombre dentro de ella sin la barrera del látex y era… maravilloso. Intenso, casi insoportablemente íntimo.


:face:
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