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Lecciones Privadas (Nick & Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Lecciones Privadas (Nick & Tu)
Mmm, sigo preocupada por Joe :/
Me intriga saber como va a resultar aquel "plan".
SIGUELAAAAA :love:
Me intriga saber como va a resultar aquel "plan".
SIGUELAAAAA :love:
Dayi_JonasLove!*
Re: Lecciones Privadas (Nick & Tu)
Cαpítulσ 11, Pαяtє 2• Lєccισηєѕ Pяιvαdαѕ •
-¿Qué?
-Corre. No puedo atraparte si no corres.
______ se sintió de pronto estúpida ante la idea de ponerse a correr por la explanada como una niña.
-¿Así, sin más?
-Sí, así, sin más. Piénsalo de esta manera: cuando te pille, voy a quitarte la ropa y a hacerte el amor. Así que ¿a qué esperas?
Nick se quitó el sombrero y lo colgó de un poste. _____ dio un paso atrás y luego, a pesar de su dignidad, dio media vuelta y echó a correr. Oyó el golpeteo de las botas cuando Nick salió tras ella, y se echó a reír de emoción a pesar de sí misma. Sabía que no tenía posibilidad alguna de llegar a la casa -las piernas de Nick eran mucho más largas que las suyas-, pero confiaba en su agilidad y lo esquivó rodeando la camioneta y refugiándose luego tras un árbol.
-Voy a atraparte -bramó Nick, y su mano se cerró un momento sobre el hombro de ______, pero ella echó de nuevo a correr y se alejó de él.
Buscó otra vez refugio detrás de la camioneta; Nick se situó al lado. Se movían hacia un lado y otro, pero ninguno de los dos cobraba ventaja. ________ lo provocaba entre jadeos, con la cara iluminada por la emoción.
-¡No me pillas, no me pillas!
Una sonrisa lenta y cruel tocó la boca de Nick al mirarla. ______ estaba radiante; su pelo castaño y sedoso se agitaba alrededor de su cara, y Nick la deseaba tanto que sentía dolor. Ansiaba tomarla en sus brazos y hacerle el amor, y maldecía para sus adentros porque, de momento, no podía hacerlo. Primero tenía que jugar a aquel juego y, pese a las animosas palabras de ______, no estaba seguro de que ella pudiera soportarlo.
Habían estado mirándose el uno al otro, y de pronto ______ se dio cuenta, impresionada, de lo salvaje que parecía Nick. Estaba excitado. Ella, que conocía aquella expresión suya tan bien como se conocía a sí misma, se quedó sin aliento. Nick no estaba jugando; iba muy en serio. Por primera vez, el miedo empezó a agitarse dentro de ella. Intentó sofocarlo porque sabía que Nick nunca le haría daño. Era sólo que había algo en aquella situación que le recordaba al ataque, por más que intentaba sacudirse aquella idea. Sus ganas de jugar se disiparon, y un pánico irracional se apoderó de ella.
-Nick...Vamos a parar.
El pecho de Nick se hinchaba y se deshinchaba cada vez que respiraba. Sus ojos habían adquirido una mirada sombría y su voz sonaba gutural.
-No. Voy a atraparte.
Ella echó a correr a ciegas, apartándose del dudoso cobijo de la camioneta. El estruendo de los pasos precipitados de Nick tras ella sofocaba cualquier otro sonido, incluso el de la áspera respiración de _____. Era como estar de nuevo en aquel callejón, a pesar de que una parte de ella se aferraba a la certeza de que aquél era Nick, y ella quería que la persiguiera. Su agresor no la había perseguido corriendo, pero se le había acercado por detrás. Ella había oído su respiración lo mismo que oía ahora la de Nick. Dejó escapar un grito agudo y aterrorizado justo antes de que Nick la agarrara y la tirara al suelo, boca abajo, cubriéndola con su peso.
Nick se apoyó en los brazos para no aplastarla y le rozó la oreja con la nariz.
-Ja, ya te tengo -se obligó a hablar con desenfado, pero sentía una opresión dolorosa en el pecho por lo que ______ estaba pasando. Notaba el terror que la atenazaba y procuró tranquilizarla hablándole con ternura, recordándole los placeres ardientes y sensuales que habían compartido. Se le saltaban las lágrimas al oír los ruidos que hacía ______, como un animal atrapado y aterrorizado. Dios, no sabía si podría hacerlo. Su deseo se había apagado al primer grito.
Al principio, ella se debatió como una salvaje, pataleando y retorciéndose, intentando soltar los brazos que Nick le sujetaba con fuerza. Estaba enloquecida por el miedo, hasta tal punto que, a pesar de la diferencia de tamaños y fuerza, podría haberle hecho daño de no ser porque Nick estaba entrenado. En realidad, él sólo podía sujetarla e intentar despejar la negra bruma de miedo que la envolvía.
-Cálmate, cariño, cálmate. Sabes que yo no te haría daño, y no voy a permitir que nadie de lo haga. Sabes quién soy -repetía una y otra vez, hasta que la extenuación se apoderó de ______, y sus esfuerzos se hicieron débiles y sin propósito. Sólo entonces empezó a escuchar a Nick, sólo entonces pudieron penetrar las cálidas palabras de Nick la barrera de su miedo. De pronto, _______ se derrumbó sobre el suelo, enterró la cara en la hierba caliente y dulce y empezó a llorar.
Nick siguió tumbado encima de ella, sujetándola con fuerza mientras intentaba calmarla y ella lloraba. La acariciaba y le besaba el pelo, los hombros, la nuca delicada, hasta que al fin ella se quedó inerme sobre la hierba, sin lágrimas y sin fuerzas. Cuando por fin se calmó, los besos empezaron a hacer efecto en Nick, que sintió retornar el deseo que nunca se alejaba mucho de él desde que la conocía.
Frotó de nuevo la nariz contra su cuello.
-¿Todavía estás asustada? -murmuró.
Ella tenía los ojos cerrados y los párpados hinchados.
-No -musitó-. Siento haberte hecho pasar por esto. Te quiero.
-Lo sé, cariño. Aférrate a esa idea -entonces se puso de rodillas y le levantó la falda hasta la cintura.
________ abrió los ojos bruscamente al sentir que le bajaba las bragas, y su voz sonó aguda.
-¡Nick! ¡No!
Nick le bajó las bragas por las piernas, y ______ empezó a temblar. Aquello se parecía demasiado a lo ocurrido en el callejón. Estaba tumbada boca abajo en el suelo, con un hombre sobre ella, y no podía soportarlo. Intentó arrastrarse hacia delante, pero Nick la rodeó la cintura con un brazo y la sujetó mientras con la otra mano se desabrochaba los pantalones. Le separó los muslos con las rodillas y se colocó sobre ella; luego volvió a apoyar su peso sobre ella.
-Esto te recuerda lo que pasó, ¿no? -preguntó con voz baja y suave-. Estar en el suelo, boca abajo, conmigo encima. Pero sabes que no voy a hacerte daño, que no tienes que tener miedo, ¿verdad?
-No me importa. ¡No me gusta! ¡Suéltame! ¡Quiero levantarme!
-Lo sé, nena. Anda, relájate. Piensa en cuántas veces te he hecho el amor y en lo mucho que has disfrutado. Confía en mí.
_______ sentía el olor de la tierra recalentada.
-No quiero que me hagas el amor ahora -logró decir con voz quebrada-. Así no.
-Entonces no lo haré. No tengas miedo, cariño. No seguiré adelante a menos que tú quieras. Relájate. Vamos a sentirnos el uno al otro. No quiero que tengas miedo cuando me acerque a ti por detrás. Reconozco que tu ******* me pone a cien. Me gusta mirarlo y tocarlo, y cuando me lo acercas en la cama me vuelvo loco. Supongo que lo habrás notado, ¿no?
Aturdida, ______ intentó rehacerse. Nick nunca le había hecho daño, y ahora que la neblina del miedo empezaba a disiparse, sabía que jamás se lo haría. Aquél era Nick, el hombre que amaba, no su agresor. Ella estaba en sus fuertes brazos, donde se hallaba a salvo.
Se relajó, y sus músculos cansados se aflojaron. Sí, Nick estaba excitado. Ella podía sentir su miembro alojado entre sus piernas separadas, pero, fiel a su palabra, él no hacía intento de penetrarla, sino que le acariciaba los costados y le besaba el cuello.
-¿Estás bien ya?
Ella dejó escapar un leve suspiro de alivio, casi inaudible.
-Sí -musitó.
Nick se puso de rodillas otra vez y se echó hacia atrás. Antes de que _______ pudiera adivinar qué tramaba, sus manos de acero la levantaron y la echaron hacia atrás, de modo que quedó sentada a horcajadas sobre los muslos de Nick, de espaldas a él. Sus sexos desnudos se apretaban el uno contra el otro, pero Nick no la penetró aún.
La primera punzada de excitación recorrió los nervios de ______. La situación era doblemente excitante porque estaban al aire libre, tumbados en la hierba, y el sol caliente y luminoso caía sobre ellos. Si alguien pasaba en un coche, los vería. La súbita sensación de peligro aumentó bruscamente la excitación de _______. La verdad era que por delante estaban cubiertos, porque su falda caía sobre los muslos de Nick. Pero Nick apartó la falda y se la subió hacia arriba y hacia un lado. Sujetó a ______ apoyando una mano sobre su tripa y deslizó la otra entre sus piernas. Aquel contacto íntimo hizo aflorar un gritito agudo a los labios de _______.
-¿Te gusta esto? -le susurró él al oído, y le mordió ligeramente el lóbulo de la oreja.
_______ profirió una respuesta incoherente. Los ásperas yemas de los dedos de Nick rozaban su carne más sensible, produciendo un placer tan intenso que apenas podía hablar. Él sabía exactamente cómo tocarla, cómo esponjarla y conducirla al éxtasis. Ella se arqueó, ciega, contra él; aquel movimiento hizo que el sexo de Nick se apretara contra ella, y ______ dejó escapar un áspero gemido.
-¡Nick... por favor...!
El también gimió entre dientes.
-Voy a darte placer como tú quieras, nena. Sólo tienes que decírmelo.
La excitación que sentía ______ apenas le permitía articular palabra.
-Te deseo.
-¿Ahora?
-Sí.
-¿Así?
_______ se frotó contra él, y esta vez tuvo que sofocar un grito.
-¡Sí!
Nick la empujó hacia delante hasta que estuvo de nuevo tumbada boca abajo, y entonces se tendió sobre ella. Su entrada fue lenta y suave, y el frenesí se apoderó de _____. Acogía ávidamente el impacto de las embestidas de Nick, y sentía que su cuerpo ardía y que todos sus pensamientos quedaban en suspenso ante aquel deseo que todo lo consumía. Aquello no era una pesadilla; era una parte más de las delicias sensuales que Nick le estaba enseñando. Se retorcía contra él y sentía que el hilo del placer se tensaba insoportablemente en su interior. Entonces el hilo se rompió y ella se convulsionó en brazos de Nick. Él la agarró por las caderas y dio rienda suelta a sus ansias, hundiéndose en ella con fuerza, rápidamente, hasta que un clímax palpitante se apoderó de él, liberándolo.
Se quedaron tumbados sobre la hierba largo rato, medio dormidos, demasiado exhaustos para moverse. Sólo cuando ______ empezó a sentir que las piernas le picaban de tanto sol, encontró fuerzas para bajarse la falda. Nick murmuró una protesta y deslizó la mano sobre su muslo.
Ella abrió los ojos. El cielo era de un azul luminoso, sin nubes, y el dulce olor de la hierba fresca le llenaba los pulmones. Sentía la tierra caliente bajo ella; el hombre al que amaba dormitaba a su lado, y su cuerpo retenía aún los vestigios del placer de su encuentro, cuyo recuerdo, fresco y poderoso, comenzó a agitar de nuevo su deseo. De pronto se dio cuenta de que el plan de Nick había funcionado. Él había recreado la situación que tanto la había aterrorizado, pero se había puesto en el lugar de su atacante. En lugar de temor, dolor y humillación, le había dado deseo y, al final, un éxtasis tan poderoso que la había puesto fuera de sí. Nick había reemplazado un recuerdo terrible por otro maravilloso.
☎ Jimena Horan ♥
Re: Lecciones Privadas (Nick & Tu)
bueno esperemos que este lindo recuerdo ayude a la rayiz
Como que fue intenso al principio pero creo que le ayudara
Nick es tan lindo
Siguela!!!!
Como que fue intenso al principio pero creo que le ayudara
Nick es tan lindo
Siguela!!!!
aranzhitha
Re: Lecciones Privadas (Nick & Tu)
awwwwww :3
Nick es tan increible :D
Lo amo :love:
^_^
Siguela! siguela!
Saludos :hi:
Nick es tan increible :D
Lo amo :love:
^_^
Siguela! siguela!
Saludos :hi:
CariitoJonas15
Re: Lecciones Privadas (Nick & Tu)
Pobre rayis,fue horrible lo que tuvo que vivir pero ahora,Nick lo convirtió en un recuerdo mucho mejo!Siguela Pronto!
Sunny
Re: Lecciones Privadas (Nick & Tu)
Cαpítulσ 11, Pαяtє 3• Lєccισηєѕ Pяιvαdαѕ •
La mano de Nick reposaba sobre su vientre ahora, y la sencilla intimidad de aquella caricia la sorprendió de pronto. Podía estar embarazada de él. Era consciente de lo que podía suponer hacer el amor sin tomar precauciones, pero era lo que quería, y él no había dicho nada de usar anticonceptivos. Aunque su relación no durase, ______ quería tener un hijo suyo, un hijo con su fortaleza y su pasión. Si podía ser un duplicado de Nick, nada la haría más feliz.
Se removió, y la presión de la mano de Nick sobre su vientre se incrementó.
-Hace mucho sol -murmuró ella-. Me voy a quemar.
Él gruñó, pero se abrochó los pantalones y se incorporó. Luego recogió las bragas de _______, se las guardó en el bolsillo y, al tiempo que se ponía en pie, la levantó en brazos.
-Puedo ir andando -lo informó ella, pero le echó los brazos al cuello.
-Lo sé -Nick le sonrió-. Pero es más romántico que te lleve a casa en brazos para hacerte el amor.
-Pero si acabamos de hacerlo.
Los ojos negros de Nick ardían.
-¿Y qué?
Nick se disponía a entrar en el almacén de piensos cuando sintió que la nuca se le erizaba como tocada por una ráfaga de aire fresco. No se detuvo, lo cual habría puesto sobre aviso a cualquiera que estuviera observándolo, pero echó un rápido vistazo alrededor utilizando su visión periférica. La sensación de peligro era como un roce. Alguien lo estaba observando. Nick poseía un sexto sentido agudizado por el poderoso misticismo de su herencia racial y desarrollado hasta el extremo por el entrenamiento y los años en el ejército.
No era sólo que lo estuvieran vigilando; podía sentir el odio dirigido contra él. Entró pausadamente en el almacén y de inmediato se hizo a un lado, pegándose a la pared, y miró por la puerta. En la tienda cesaron las conversaciones como si las palabras hubieran chocado contra un muro de piedra, pero Nick ignoró el denso silencio. La adrenalina inundaba su cuerpo; ni siquiera notó que deslizaba automáticamente por el pecho la mano enguantada para agarrar el cuchillo que dieciséis años antes, en un pequeño y cálido país de arrebatadora belleza que rezumaba sangre y muerte, había llevado sujeto al cincho. Sólo cuando su mano no encontró nada más que la camisa, se dio cuenta de que sus viejos hábitos habían vuelto a aflorar.
De pronto comprendió que el hombre al que estaba buscando estaba allí fuera, en alguna parte, mirándolo con odio, y la rabia se agitó dentro de él. No necesitaba un cuchillo. Sin decir palabra, se quitó el sombrero y las botas; el sombrero, porque aumentaba su resistencia al aire, y las botas porque hacían demasiado ruido. Con los pies cubiertos sólo por los calcetines, pasó junto a los hombres que habían estado charlando y que permanecían ahora en asombrado silencio. Sólo uno de ellos se aventuró a decir en tono vacilante:
-¿Qué pasa?
Nick no se paró a contestar y salió por la puerta de atrás del almacén de piensos. Sus movimientos eran sigilosos, deliberados. Aprovechaba todos los recovecos disponibles para ocultarse mientras se movía de edificio en edificio, dando un rodeo para salir detrás de donde calculaba tenía que estar escondido aquel hombre. Resultaba difícil señalar su posición exacta, pero Nick había evaluado velozmente los mejores escondites que ofrecía la calle. Si seguía buscando, encontraría alguna pista; aquel tipo se descuidaría, y Nick podría atraparlo.
Se deslizó por detrás de la droguería, sintiendo en la espalda el calor de las tablas recalentadas por el sol. Avanzaba con más cautela que antes; no quería que su camisa raspara la madera e hiciera ruido. Allí también había grava, y apoyaba los pies con cuidado para evitar que los crujidos de las piedrecitas delataran su presencia.
De pronto oyó el golpeteo de unos pasos, como si alguien hubiera salido corriendo, presa del pánico. Rodeó a toda velocidad la parte delantera del edificio y se arrodilló un instante para inspeccionar una leve huella en la tierra; era una huella incompleta, pero la sangre de Nick empezó a bullir. Echó a correr como el gran lobo al que debía su nombreA. Ya no le importaba el ruido. Corría calle arriba mirando a izquierda y a derecha, buscando a alguien.
A Wolf significa «lobo» en inglés. (N. del T)
Pero no vio nada. No vio a nadie. La calle estaba vacía. Se detuvo a escuchar. Oyó pájaros, el rumor de una brisa espasmódica entre los árboles, el ruido distante de un motor que subía por la empinada carretera del norte del pueblo. Nada más. Ni una respiración jadeante, ni pasos que corrían.
Masculló una maldición. Aquel tipo era peor que un aficionado; era torpe y hacía cosas estúpidas. Y, además, estaba en baja forma. Si hubiera estado más cerca, Nick habría podido oír su respiración trabajosa. Maldición, la presa había vuelto a escapársele.
Miró las apacibles casas cobijadas bajo los árboles. En Ruth no había zonas residenciales y barrios comerciales separados; el pueblo era demasiado pequeño. El resultado era que las casas y los escasos establecimientos se mezclaban sin orden ni concierto. Aquel tipo podía haber entrado en cualquier casa; la celeridad con que había desaparecido no dejaba otra posibilidad. Aquello reforzó la convicción de Nick de que el violador vivía en Ruth; a fin de cuentas, los dos ataques habían sucedido en pleno pueblo.
Se fijó en quién vivía en aquellas casas e intentó recordar si alguno de sus habitantes encajaba en la descripción de ______ de un hombre muy pecoso. No se le ocurrió nadie. Pero ya se le ocurriría. Por Dios, prometió, que se le ocurriría. Poco a poco iría tachando nombres de su lista. Hasta que, al final, sólo quedara uno.
En el interior de la casa, una cortina se movió levemente. El sonido áspero de su propia respiración al entrar el aire en sus fatigados pulmones le atronaba los oídos. A través de la pequeña rendija que había abierto en la cortina, podía ver al indio todavía parado en mitad de la calle, mirando las casas. La mirada negra y amenazante de Nick cruzó la ventana, y él retrocedió automáticamente para que no lo viera.
Su miedo lo ponía enfermo y lo enfurecía. No quería tener miedo del indio, pero lo tenía.
-¡Asqueroso indio! -masculló en voz baja, y luego repitió aquellas palabras para sus adentros. Le gustaba hacer aquello, decir cosas en voz alta por primera vez, y luego repetirlas para su disfrute privado.
El indio era un asesino. Decían que conocía más maneras de matar de las que la gente normal podía imaginarse. Él lo creía, porque sabía de buena tinta de lo que eran capaces los indios.
Le gustaría matar al indio, y a ese hijo suyo de ojos pálidos y extraños que parecían ver a través de él. Pero tenía miedo porque no sabía matar, y era consciente de que podía acabar siendo él el muerto. Lo asustaba acercarse al indio siquiera para intentarlo.
Lo había pensado mucho, pero no se le ocurría ningún plan. Le habría gustado pegarle un tiro al indio, porque así no tendría que acercarse, pero no tenía pistola, y no quería llamar la atención comprando una.
Aun así, le gustaba lo que había hecho para darle su merecido al indio. Le producía una satisfacción salvaje saber que estaba castigando al indio al hacer daño a aquellas estúpidas mujeres que habían dado la cara por él. ¿Por qué no se daban cuenta de era un sucio y repugnante asesino? ¡Aquella ******* de Cathy había dicho que el indio era guapo! Hasta había dicho que le gustaría salir con el hijo, y él sabía que eso significaba que dejaría que el chico la tocara y la besara. Estaba dispuesta a permitir que los sucios Mackenzie la manosearan, pero había luchado, chillado y vomitado cuando él la había tocado.
Aquello no tenía sentido, pero no le importaba. Había querido castigarla a ella y castigar al indio por... por estar ahí, por dejar que la imbécil de Cathy lo mirara y pensara que era guapo.
Y la maestra... A ella la odiaba casi tanto como odiaba a los Mackenzie, o quizá más. Era una santurrona; hacía que la gente creyera que el chico era especial, intentaba convencer a la gente de que fuera amable con los mestizos. ¡Y hasta se ponía a predicar en el supermercado!
Le habían dado ganas de escupirle. Había deseado hacerle daño, destrozarla. Estaba tan excitado que casi no había podido soportarlo cuando la había arrastrado por el callejón y la había sentido retorcerse bajo él. Si aquel imbécil del ayudante del sheriff no hubiera aparecido, le habría hecho lo mismo que le había hecho a Cathy, y sabía que le habría gustado mucho más. Le apetecía darle puñetazos mientras se lo hacía. Así escarmentaría. Así nunca más volvería a dar la cara por los mestizos.
Todavía quería atraparla y darle una lección, pero las clases habían acabado, y había oído decir por ahí que el ayudante del sheriff se había llevado a la profesora a un sitio seguro y que nadie sabía dónde estaba. Le fastidiaba tener que esperar a que empezara el curso otra vez, pero le parecía que no le quedaba más remedio.
Y aquella estúpida de Pam Hearst... A ésa también le hacía falta un escarmiento. Se había enterado de que había ido al baile con el hijo del mestizo. Sabía lo que significaba eso. El mestizo la habría manoseado, y ella seguramente había dejado que la besara y hasta mucho más, porque todo el mundo sabía cómo eran los Mackenzie. En lo que a él concernía, eso convertía a Pam en una zorra. Se merecía una lección, igual que Cathy; igual que la profesora.
Miró fuera otra vez. El indio se había ido. De inmediato se sintió a salvo, y empezó a idear un plan.
Cuando Nick volvió a entrar en el almacén de piensos, el mismo grupo de hombres seguía allí reunido.
-No nos gusta que vayas por ahí persiguiendo a la gente como si fueran criminales -le espetó uno de ellos.
Nick masculló algo y se sentó para ponerse las botas. Le importaba un bledo que les gustara o no.
-¿No has oído lo que te he dicho?
Él levantó la mirada.
-Sí, lo he oído.
-¿Y?
-Y nada.
-¡Míranos, maldita sea!
-Ya estoy mirando.
Los hombres se removieron, inquietos, bajo la fría mirada negra de Nick. Otro tomó la palabra.
-Estás poniendo nerviosas a las mujeres.
-Mejor. Así estarán en guardia y nadie las violará.
-¡Eso lo hizo algún cerdo que estaba de paso y que como vino se fue! Lo más seguro es que el sheriff nunca encuentre al culpable.
La mano de Nick reposaba sobre su vientre ahora, y la sencilla intimidad de aquella caricia la sorprendió de pronto. Podía estar embarazada de él. Era consciente de lo que podía suponer hacer el amor sin tomar precauciones, pero era lo que quería, y él no había dicho nada de usar anticonceptivos. Aunque su relación no durase, ______ quería tener un hijo suyo, un hijo con su fortaleza y su pasión. Si podía ser un duplicado de Nick, nada la haría más feliz.
Se removió, y la presión de la mano de Nick sobre su vientre se incrementó.
-Hace mucho sol -murmuró ella-. Me voy a quemar.
Él gruñó, pero se abrochó los pantalones y se incorporó. Luego recogió las bragas de _______, se las guardó en el bolsillo y, al tiempo que se ponía en pie, la levantó en brazos.
-Puedo ir andando -lo informó ella, pero le echó los brazos al cuello.
-Lo sé -Nick le sonrió-. Pero es más romántico que te lleve a casa en brazos para hacerte el amor.
-Pero si acabamos de hacerlo.
Los ojos negros de Nick ardían.
-¿Y qué?
Nick se disponía a entrar en el almacén de piensos cuando sintió que la nuca se le erizaba como tocada por una ráfaga de aire fresco. No se detuvo, lo cual habría puesto sobre aviso a cualquiera que estuviera observándolo, pero echó un rápido vistazo alrededor utilizando su visión periférica. La sensación de peligro era como un roce. Alguien lo estaba observando. Nick poseía un sexto sentido agudizado por el poderoso misticismo de su herencia racial y desarrollado hasta el extremo por el entrenamiento y los años en el ejército.
No era sólo que lo estuvieran vigilando; podía sentir el odio dirigido contra él. Entró pausadamente en el almacén y de inmediato se hizo a un lado, pegándose a la pared, y miró por la puerta. En la tienda cesaron las conversaciones como si las palabras hubieran chocado contra un muro de piedra, pero Nick ignoró el denso silencio. La adrenalina inundaba su cuerpo; ni siquiera notó que deslizaba automáticamente por el pecho la mano enguantada para agarrar el cuchillo que dieciséis años antes, en un pequeño y cálido país de arrebatadora belleza que rezumaba sangre y muerte, había llevado sujeto al cincho. Sólo cuando su mano no encontró nada más que la camisa, se dio cuenta de que sus viejos hábitos habían vuelto a aflorar.
De pronto comprendió que el hombre al que estaba buscando estaba allí fuera, en alguna parte, mirándolo con odio, y la rabia se agitó dentro de él. No necesitaba un cuchillo. Sin decir palabra, se quitó el sombrero y las botas; el sombrero, porque aumentaba su resistencia al aire, y las botas porque hacían demasiado ruido. Con los pies cubiertos sólo por los calcetines, pasó junto a los hombres que habían estado charlando y que permanecían ahora en asombrado silencio. Sólo uno de ellos se aventuró a decir en tono vacilante:
-¿Qué pasa?
Nick no se paró a contestar y salió por la puerta de atrás del almacén de piensos. Sus movimientos eran sigilosos, deliberados. Aprovechaba todos los recovecos disponibles para ocultarse mientras se movía de edificio en edificio, dando un rodeo para salir detrás de donde calculaba tenía que estar escondido aquel hombre. Resultaba difícil señalar su posición exacta, pero Nick había evaluado velozmente los mejores escondites que ofrecía la calle. Si seguía buscando, encontraría alguna pista; aquel tipo se descuidaría, y Nick podría atraparlo.
Se deslizó por detrás de la droguería, sintiendo en la espalda el calor de las tablas recalentadas por el sol. Avanzaba con más cautela que antes; no quería que su camisa raspara la madera e hiciera ruido. Allí también había grava, y apoyaba los pies con cuidado para evitar que los crujidos de las piedrecitas delataran su presencia.
De pronto oyó el golpeteo de unos pasos, como si alguien hubiera salido corriendo, presa del pánico. Rodeó a toda velocidad la parte delantera del edificio y se arrodilló un instante para inspeccionar una leve huella en la tierra; era una huella incompleta, pero la sangre de Nick empezó a bullir. Echó a correr como el gran lobo al que debía su nombreA. Ya no le importaba el ruido. Corría calle arriba mirando a izquierda y a derecha, buscando a alguien.
A Wolf significa «lobo» en inglés. (N. del T)
Pero no vio nada. No vio a nadie. La calle estaba vacía. Se detuvo a escuchar. Oyó pájaros, el rumor de una brisa espasmódica entre los árboles, el ruido distante de un motor que subía por la empinada carretera del norte del pueblo. Nada más. Ni una respiración jadeante, ni pasos que corrían.
Masculló una maldición. Aquel tipo era peor que un aficionado; era torpe y hacía cosas estúpidas. Y, además, estaba en baja forma. Si hubiera estado más cerca, Nick habría podido oír su respiración trabajosa. Maldición, la presa había vuelto a escapársele.
Miró las apacibles casas cobijadas bajo los árboles. En Ruth no había zonas residenciales y barrios comerciales separados; el pueblo era demasiado pequeño. El resultado era que las casas y los escasos establecimientos se mezclaban sin orden ni concierto. Aquel tipo podía haber entrado en cualquier casa; la celeridad con que había desaparecido no dejaba otra posibilidad. Aquello reforzó la convicción de Nick de que el violador vivía en Ruth; a fin de cuentas, los dos ataques habían sucedido en pleno pueblo.
Se fijó en quién vivía en aquellas casas e intentó recordar si alguno de sus habitantes encajaba en la descripción de ______ de un hombre muy pecoso. No se le ocurrió nadie. Pero ya se le ocurriría. Por Dios, prometió, que se le ocurriría. Poco a poco iría tachando nombres de su lista. Hasta que, al final, sólo quedara uno.
En el interior de la casa, una cortina se movió levemente. El sonido áspero de su propia respiración al entrar el aire en sus fatigados pulmones le atronaba los oídos. A través de la pequeña rendija que había abierto en la cortina, podía ver al indio todavía parado en mitad de la calle, mirando las casas. La mirada negra y amenazante de Nick cruzó la ventana, y él retrocedió automáticamente para que no lo viera.
Su miedo lo ponía enfermo y lo enfurecía. No quería tener miedo del indio, pero lo tenía.
-¡Asqueroso indio! -masculló en voz baja, y luego repitió aquellas palabras para sus adentros. Le gustaba hacer aquello, decir cosas en voz alta por primera vez, y luego repetirlas para su disfrute privado.
El indio era un asesino. Decían que conocía más maneras de matar de las que la gente normal podía imaginarse. Él lo creía, porque sabía de buena tinta de lo que eran capaces los indios.
Le gustaría matar al indio, y a ese hijo suyo de ojos pálidos y extraños que parecían ver a través de él. Pero tenía miedo porque no sabía matar, y era consciente de que podía acabar siendo él el muerto. Lo asustaba acercarse al indio siquiera para intentarlo.
Lo había pensado mucho, pero no se le ocurría ningún plan. Le habría gustado pegarle un tiro al indio, porque así no tendría que acercarse, pero no tenía pistola, y no quería llamar la atención comprando una.
Aun así, le gustaba lo que había hecho para darle su merecido al indio. Le producía una satisfacción salvaje saber que estaba castigando al indio al hacer daño a aquellas estúpidas mujeres que habían dado la cara por él. ¿Por qué no se daban cuenta de era un sucio y repugnante asesino? ¡Aquella ******* de Cathy había dicho que el indio era guapo! Hasta había dicho que le gustaría salir con el hijo, y él sabía que eso significaba que dejaría que el chico la tocara y la besara. Estaba dispuesta a permitir que los sucios Mackenzie la manosearan, pero había luchado, chillado y vomitado cuando él la había tocado.
Aquello no tenía sentido, pero no le importaba. Había querido castigarla a ella y castigar al indio por... por estar ahí, por dejar que la imbécil de Cathy lo mirara y pensara que era guapo.
Y la maestra... A ella la odiaba casi tanto como odiaba a los Mackenzie, o quizá más. Era una santurrona; hacía que la gente creyera que el chico era especial, intentaba convencer a la gente de que fuera amable con los mestizos. ¡Y hasta se ponía a predicar en el supermercado!
Le habían dado ganas de escupirle. Había deseado hacerle daño, destrozarla. Estaba tan excitado que casi no había podido soportarlo cuando la había arrastrado por el callejón y la había sentido retorcerse bajo él. Si aquel imbécil del ayudante del sheriff no hubiera aparecido, le habría hecho lo mismo que le había hecho a Cathy, y sabía que le habría gustado mucho más. Le apetecía darle puñetazos mientras se lo hacía. Así escarmentaría. Así nunca más volvería a dar la cara por los mestizos.
Todavía quería atraparla y darle una lección, pero las clases habían acabado, y había oído decir por ahí que el ayudante del sheriff se había llevado a la profesora a un sitio seguro y que nadie sabía dónde estaba. Le fastidiaba tener que esperar a que empezara el curso otra vez, pero le parecía que no le quedaba más remedio.
Y aquella estúpida de Pam Hearst... A ésa también le hacía falta un escarmiento. Se había enterado de que había ido al baile con el hijo del mestizo. Sabía lo que significaba eso. El mestizo la habría manoseado, y ella seguramente había dejado que la besara y hasta mucho más, porque todo el mundo sabía cómo eran los Mackenzie. En lo que a él concernía, eso convertía a Pam en una zorra. Se merecía una lección, igual que Cathy; igual que la profesora.
Miró fuera otra vez. El indio se había ido. De inmediato se sintió a salvo, y empezó a idear un plan.
Cuando Nick volvió a entrar en el almacén de piensos, el mismo grupo de hombres seguía allí reunido.
-No nos gusta que vayas por ahí persiguiendo a la gente como si fueran criminales -le espetó uno de ellos.
Nick masculló algo y se sentó para ponerse las botas. Le importaba un bledo que les gustara o no.
-¿No has oído lo que te he dicho?
Él levantó la mirada.
-Sí, lo he oído.
-¿Y?
-Y nada.
-¡Míranos, maldita sea!
-Ya estoy mirando.
Los hombres se removieron, inquietos, bajo la fría mirada negra de Nick. Otro tomó la palabra.
-Estás poniendo nerviosas a las mujeres.
-Mejor. Así estarán en guardia y nadie las violará.
-¡Eso lo hizo algún cerdo que estaba de paso y que como vino se fue! Lo más seguro es que el sheriff nunca encuentre al culpable.
☎ Jimena Horan ♥
Re: Lecciones Privadas (Nick & Tu)
QUIEEEEEEEEN DEMONIOS ES EL DESGRACIAAAAAAAAAAAAADO LPM! OJALÁ NICHOLAS LO ENCUENTRE Y LO HAGA MIERDA "EN DEFENSA PERSONAL" jfhskdjfghsj Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
WhoIam13
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