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CARA DE ÁNGEL (Se necesitan lectores)  - Página 9 Empty Re: CARA DE ÁNGEL (Se necesitan lectores)

Mensaje por Anny Evans Sáb 05 Sep 2015, 9:32 pm



Capítulo 40
♥♥ ♥♥ ♥♥

Helen estaba sobre la rampa del camión a las diez de la mañana siguiente. Tenía los
músculos de las piernas agarrotados y le dolían a cada paso que daba. Además sentía como si le hubieran estirado los brazos en un potro de tortura.

—Lo siento, Digger. Me he quedado dormida.

A pesar de lo cansada que estaba la noche anterior, se había despertado a eso de las
tres de la madrugada tras un sueño en el que Zayn y ella navegaban en una barca rosa con
forma de cisne por un anticuado túnel del amor. Zayn la besaba y la miraba con tal ternura
que ella se había sentido como si su cuerpo se fundiera con la barca, con el agua y con el
propio Zayn . Había sido esa sensación lo que la había despertado y lo que la había hecho reflexionar, tumbada en el sofá, sobre el doloroso contraste entre aquel bello sueño y la
realidad de su matrimonio.

Cuando llegaron a la amplia explanada de High Point, en Carolina del Norte, el
remolque que transportaba a los elefantes aún no había aparecido, y se había metido en la camioneta para echar una siesta.

Dos horas después, se había despertado con el cuello rígido y dolor de cabeza.

Desde lo alto de la rampa vio que Digger casi había terminado de retirar el estiércol del camión. La sensación de alivio se mezcló con una punzada de culpabilidad. Ése era su
trabajo.

—Deja que siga yo.
—Lo peor ya está hecho. —Habló como un hombre que estaba acostumbrado a esperar lo
peor de la vida.
—Lo siento, no ocurrirá de nuevo.

Él sorbió por la nariz y la miró como diciendo que se lo creería cuando lo viera.

Desde donde estaba, Helen tenía una amplia vista de la nueva localización del circo,
situado entre un Pizza Hut y una gasolinera. Según le había dicho Zayn , la mayor parte de los miembros del circo preferían instalarse en un terreno liso y asfaltado, aunque eso significara tener que reparar antes de marcharse todos los agujeros que hicieran para clavar las
estacas.

Oyendo de fondo el rítmico golpeteo de los hombres que montaban el circo, miró hacia atrás y vio a Jenn sentada en una silla delante de su caravana. Emi estaba de pie
detrás de ella haciéndole una trenza.

También había visto cómo la dueña del circo echaba
una mano a los trabajadores y ayudaba a levantarse al pequeño de los Lipscomb, de seis
años, cuando se caía. Emily Wide era una mujer llena de contradicciones: con Helen se comportaba como una bruja malvada, pero con todos los demás era una persona muy
amable.

Sintió que le tiraban del pantalón. Cuando bajó la vista vio que era la trompa de Tater,
que estaba al pie de la rampa, mirándola con adoración a través de unas pestañas ridículamente rizadas.

Digger se burló de ella.

—Tu novio ha venido a verte.
—Pues se va a llevar un chasco. No me he puesto perfume.
—Supongo que tendrá que acercarse más para comprobarlo por sí mismo. Llévalo con los
demás, ¿de acuerdo? Hay que darles de beber. El pincho está allí dijo, señalando con la
cabeza el objeto apoyado contra el camión.

Ella miró el pincho con autentica aversión. Al fondo de la rampa, Tater barritó y giró sobre
sí mismo, como si estuviera llamándola. Luego se detuvo, y levantó una pata tras otra como
si fuera un bebé pataleando. O mucho se equivocaba Helen o todo eso era por ella.

—¿Qué voy a hacer contigo, Tater? ¿No te das cuenta del miedo que me das?

Armándose de valor, se acercó al fondo de la rampa mientras se metía la mano en el bolsillo para sacar una zanahoria mustia que había encontrado en la nevera. Esperaba que
la siguiera al ver que iba a alimentarlo, y le ofreció la hortaliza con una mano temblorosa.
El animalito alargó la trompa y olisqueó la zanahoria con delicadeza, haciéndole
cosquillas en la palma de la mano. Ella retrocedió un paso, utilizando la zanahoria como
cebo para llevarlo con los demás. Tater se la arrebató de la mano y se la llevó a la boca.

Helen observó con aprensión la mano ahora vacía mientras el alargaba la trompa hacia ella otra vez.

—N-no tengo más.

Pero no era comida lo que él quería; era perfume.

Metió la trompa por el cuello de la camiseta de Helen buscando el olor que tanto le gustaba.
—Amiguito... lo siento... yo...

¡Zas! Con un dramático barrito, Tater le dio un golpe con la trompa y la tiró al suelo.

Helen gritó. Al mismo tiempo, Tater levantó la cabeza y volvió a barritar, anunciando al
mundo la profunda traición de la que acababa de ser objeto: ¡Helen no llevaba perfume!

—Helen , ¿estás bien? —Zayn apareció de la nada y se puso en cuclillas a su lado.
—Estoy bien. —Hizo una mueca de dolor al sentir una punzada en la cadera.
—¡Maldita sea! No puedes dejar que este animal continúe haciéndote eso. Emi me ha dicho que ayer también te tiró.

Por supuesto, Emi no había podido resistirse a dejar pasar algo como eso, pensó Helen , tensándose al cambiar de postura.

Por el rabillo del ojo, vio cómo Neeco se acercaba a grandes zancadas hacia ellos.

—Yo me encargaré de esto —les dijo.
Helen soltó un grito ahogado cuando lo vio coger el pincho.
—¡No! ¡No le pegues! Ha sido culpa mía. Yo... —Ignorando el dolor, se obligó a ponerse
de pie y se interpuso de un salto entre Neeco y Tater, pero llegó demasiado tarde.

Horrorizada, observó cómo Neeco golpeaba al elefantito en aquel lugar sensible detrás de la oreja. Tater soltó un agudo chillido y retrocedió. Neeco se acercó de nuevo a él, levantando el pincho para propinarle un segundo golpe.

—Ya basta, Neeco.

Helen no oyó las suaves palabras de advertencia de Zayn porque ya se había lanzado sobre la espalda de Neeco.

—¡No vuelvas a pegarle! —con un grito de indignación, intentó arrebatarle el pincho.

Alarmado, Neeco tropezó, y tras recuperar el equilibrio, soltó una maldición y se dio la vuelta. Helen no pudo sujetarse a sus hombros y sintió que se resbalaba. Pero en vez de caer al sucio por segunda vez ese día, Zayn la atrapó en sus brazos.

—Ya te tengo.

Emi se acercó con rapidez.

—Por el amor de Dios, Zayn , hay periodistas en el recinto.

Mientras la dejaba en el suelo, Helen se preparó para sufrir una bronca de Zayn . Pero para su sorpresa, Zayn se volvió hacia Neeco.

—Creo que Tater ha captado el mensaje la primera vez.

Neeco se puso rígido.

—Sabes tan bien como yo que no hay nada más peligroso que un elefante se vuelva contra sus adiestradores.

Helen no pudo morderse la lengua.

—¡Es sólo un bebé! Y fue culpa mía. No me he puesto perfume y se enfadó conmigo.
—Cállate, Helen —dijo Zayn con suavidad.
—Tu bebé pesa una tonelada —dijo Neeco apretando los labios. —No dejaré que ninguno de los que trabaja conmigo se ponga sentimental con los animales. No podemos correr riesgos. Actuando de esa manera pones en peligro la vida de la gente; los animales tienen que saber quién manda.

Helen dejó salir toda su frustración.

—¡Las vidas de los animales también tienen valor! Tater no pidió que lo encerraran en un circo. No pidió que lo llevaran por todo el país en un remolque maloliente, ni que le ataran para ser exhibido delante de personas ignorantes. Dios no creó a los elefantes para que hicieran equilibrios sobre sus patas. Los creó para que vagaran libres.

Emi se cruzó de brazos y alzó una ceja con ironía.

—Ya la veo tirando pintura roja a los abrigos de piel. Zayn , controla a tu esposa o la echaré de mi circo.

Ni el más mínimo atisbo de emoción cruzó por la cara de Zayn cuando sus ojos se encontraron con los de Emi .

—Helen es la encargada de los elefantes. Por lo que he visto, sólo cumplía con su trabajo.

A Helen casi se le detuvo el corazón. ¿Sería posible que su marido la estuviera defendiendo?
Anny Evans
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Mensaje por Anny Evans Sáb 05 Sep 2015, 9:43 pm



Capítulo 41
♥♥ ♥♥ ♥♥

El placer de la joven se desvaneció cuando él se volvió hacia ella, señalando con la
cabeza el remolque de los elefantes.

—Se está haciendo tarde y aún no lo has limpiado con la manguera. Vuelve al trabajo.

Ella se dio la vuelta y, deseando que los tres se fueran al infierno, volvió a su tarea. Sabía
que los animales que viajaban con el circo debían estar bajo control, pero la idea de que estaban siendo obligados a comportarse en contra de su naturaleza, le molestaba. Tal vez encontrara tan perturbadora su situación porque sentía que tenía algo en común con ellos.


Como los animales del circo, estaba cautiva contra su voluntad y, como ellos, su guardián
tenía todo el control.

Emi casi había llegado al vagón rojo cuando la abordó Louis . A pesar de lo molesta que estaba con Louis , no podía negar lo apuesto que era, con aquella piel aceitunada y esos rasgos fuertes y firmes. Aunque tenía cuarenta y dos años, sólo había unas pocas hebras plateadas en el pelo rizado del acróbata y aquel atlético y poderoso cuerpo
que poseía no tenía ni un ápice de grasa.

—¿Te tiras a Neeco? —preguntó él de esa manera agresiva que siempre la hacía rechinar los dientes.
—No es asunto tuyo.
—Me apuesto lo que sea a que sí. Es el tipo de tío que te gusta. Guapo y corto de
entendederas.
—Vete al infierno. —La irritación de la mujer se debía al hecho de que sí se había acostado con Neeco en alguna ocasión al inicio de la temporada. Sin embargo, había perdido rápidamente el interés en él y no había sentido ganas de repetir la experiencia. No quería que nadie sospechara que el sexo ya no le interesaba tanto como antes.
—Con un tío como Neeco siempre puedes llevar la voz cantante, ¿verdad? Mientras que
con alguien como yo...
—Alguien como tú nunca podría satisfacerme. —Dirigiéndole una falsa sonrisa, le recorrió con la uña el deltoides que se marcaba bajo la camiseta. —Las chicas dicen que ya no se te levanta, ¿es cierto?

Para disgusto de Emi , él reaccionó a la puya con una carcajada.

—Vigila esa lengua viperina que tienes, Emily Wide . Un día te meterá en grandes
problemas.
—Me gustan los problemas.
—Lo sé. En especial los que provocan los hombres.

Ella continuó caminando hacia el vagón rojo, pero en vez de darse por aludido y
marcharse, Louis no tardó en ajustar su paso al de ella. Todo en él, desde la longitud de su zancada hasta el movimiento de sus hombros, anunciaba que se consideraba un regalo de Dios para las mujeres. Era además un machista confeso, por lo que Emi siempre tenía que recordarle quién era la que mandaba. Y aun así, a pesar de todo lo que la exasperaba, era el tipo de hombre que más le gustaba. Orgulloso, trabajador y honesto. Debajo de su hosca fachada tenía una naturaleza generosa y, a diferencia de Zayn Malik , no había en él más de lo que se veía.

La recorrió con la mirada tal y como hacía siempre. Louis nunca había mantenido en
secreto que le gustaban las mujeres y, a pesar de que solía coquetear con las jóvenes del circo, tenía una manera de mirarla que la hacía sentir como si aún estuviera en la flor de la vida. Ella había fingido no notar la sensual cadencia de caderas de ese hombre, pues no
podía olvidar que Louis era el hijo de un carnicero de Brooklyn sin una sola gota de sangre circense en las venas.

—Jenn y tú pasáis mucho tiempo juntas últimamente —dijo él.
—Hoy le he hecho una trenza, si es eso a lo que te refieres.

Louis la cogió del brazo y la giró hacia él.

—Eso no es lo que quiero decir, y lo sabes. Estoy hablando del tiempo que dedicas a
entrenarla.
—¿Y qué?
—No quiero que la hagas albergar falsas esperanzas. Sabes que no tiene madera para ser una buena equilibrista.
—¿Por qué dices eso? Ni siquiera le has dado una oportunidad.
—¿Estás de coña? ¡He trabajado con ella desde que llegó y no ha mejorado nada!
—¿Y te parece extraño?
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que podría llegar a ser buena si tú fueras un buen entrenador.
—¡No me jodas! No hay nadie que entrene mejor que yo. —Se clavó el pulgar en el
pecho. —Fui yo quien le enseñó a mis hijos todo lo que saben.
—Matt y Rob son tan duros como tú. Una cosa es enseñar a dos chicos pendencieros y otra trabajar con una joven sensible. ¿Cómo va a aprender algo contigo si no haces más que decirle lo mal que lo hace?
—¿Qué demonios sabrás tú de jovencitas sensibles? Por lo que me han dicho, tu madre te amamantó con arsénico.
—Muy gracioso.
—No intentes convencerme de que tu padre se añilaba con contemplaciones cuando te
enseñaba a hacer el triple salto.
—No tenía que andarse con nada. Yo ya sabía que me quería.

Louis apretó los labios.

—¿Estás insinuando que no quiero a mi hija?

Ella plantó las manos en las caderas.

—Pero ¡qué estúpido eres! ¿No se te ha ocurrido pensar que en este momento te necesita más como padre que como entrenador? Si dejaras de presionarla tanto, lo haría mejor.

—Vaya, pero si tenemos aquí a la jodida Arm Landers —dijo refiriéndose a la famosa
columnista del Chicago Tribune.
—¡Vigila tu lengua!
—Mira quién fue a hablar. Te lo advierto, Emi , no me jodas con Jenn . Ya lo tiene bastante difícil en este momento sin que tú intentes ponerla en mi contra.

Y se fue rezumando animosidad.

Lo observó durante un momento, luego abrió la puerta y entró en el vagón rojo. Louis y
ella habían chocado desde el principio, pero además existía entre ellos una poderosa
atracción sexual que la hacía mantenerse en guardia. La experiencia le había enseñado a
ser cauta con los hombres que elegía como amantes. El día que se casó con Owen Wide había sido el día que se había prometido a sí misma que nunca más se acostaría con un hombre al que no pudiera controlar. Tenía mala suene con los hombres y en dos ocasiones casi la habían destruido: primero Carlos Méndez y luego, de manera más contundente, Zayn Malik.

Había hecho pagar a Carlos Méndez por lo que le había hecho, y se recordó a sí misma
que Zayn había tenido su propio castigo. Miró por la ventana y vio a Helen Malik
forcejeando con un fardo de heno. Emi casi sintió lástima por ella —y la hubiera sentido de haber sido otra persona, —pero Helen era el instrumento con el que podía castigar a Zayn .

Qué humillado debía de sentirse.

Seguro que estaba embarazada, ¿por qué otra razón se hubiera casado Zayn con esa
mujer? Pero a pesar de lo mucho que odiaba a Zayn , el circo lo significaba todo para Emi , y le parecía denigrante que la sangre de los Malik —una de las familias más famosas en la historia del circo— pasara a la siguiente generación a través de una ladronzuela.

Cada vez que miraba a Helen , Emi se preguntaba cómo podría haber mantenido la cabeza en alto si no se hubiera hecho pública la verdad sobre Helen .
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CARA DE ÁNGEL (Se necesitan lectores)  - Página 9 Empty Re: CARA DE ÁNGEL (Se necesitan lectores)

Mensaje por Anny Evans Sáb 05 Sep 2015, 9:55 pm



Capítulo 42
♥♥ ♥♥ ♥♥

Tiempo después Helen no pudo recordar cómo consiguió aguantar durante los diez días siguientes mientras el circo recorría Carolina del Norte antes de cruzar la frontera de Virginia. Durante el día Zayn y ella estaban solos en la camioneta y, cuando él se dignaba a hablarle, ella sentía como si le estuviera pinchando con carámbanos. Ni siquiera compartían las comidas. Zayn siempre se abría alguna lata de conservas mientras ella estaba en el cuarto de baño arreglándose para la función y le dejaba preparado un plato de comida mientras él se cambiaba. Nunca le preguntó qué le apetecía comer ni le pidió que cocinara,
aunque ella tampoco habría tenido fuerzas para hacerlo.

Algunas veces Helen pensaba que había soñado aquel apasionado beso que habían
compartido. Ahora a ni siquiera se tocaban, salvo en esas ocasiones en las que se quedaba dormida en la camioneta y se despertaba acurrucada contra él. Cuando eso ocurría se apartaba de un salto, sólo para sentir la intensa energía sexual que existía entre ellos, tan palpable como la brisa que entraba en la camioneta.

O puede que todo eso fuera cosa de su imaginación. Tal vez Zayn no se sentía atraído por ella. ¿Cómo iba a encontrar atractiva a una chica con las manos llenas de ampollas, la nariz quemada por el sol y los codos llenos de costras, que no vestía otra cosa que ropa de trabajo sucia? En algún momento de la última semana había dejado de maquillarse hasta la hora de la función. Durante el día se recogía el pelo en una coleta, con algunos rizos sueltos
que le caían sobre el cuello y las mejillas. En sólo dos semanas había abandonado las
costumbres de toda una vida.

Ni siquiera sabía quién era cuando se miraba en el espejo. Siempre estaba cansada. Se quedaba dormida en el sofá antes de medianoche, pero luego, una vez que Zayn entraba en la caravana, le resultaba imposible volver a dormirse.

Daba igual lo que hiciera, daba vueltas durante horas hasta que finalmente caía en un sueño intranquilo y se despertaba sin haber descansado. Se sentía agotada, confundida e increíblemente sola.

Como todos creían que era una ladrona, continuaban haciendo todo lo posible para
evitarla y, por otro lado, tampoco había mejorado la relación con los elefantes. Tater
todavía se comportaba como si lo hubiera traicionado. Varias veces llegó a considerar la posibilidad de ponerse perfume, pero la asustaba todavía más el cariño del elefantito que su odio. Cuando Neeco y Digger estaban cerca, el animal la dejaba tranquila, pero, si no estaban a la vista, buscaba cualquier oportunidad para arrojarla al suelo; la derribó tantas veces que Helen tenía magulladuras por todas partes.

Los otros elefantes se dieron cuenta enseguida de que era una presa fácil y la convirtieron en el blanco de todas sus travesuras. La rociaban con agua, le chillaban y la tiraban al suelo si se acercaba demasiado. Lo peor era ver cómo esperaban a que se aproximara a ellos antes de divertirse a su costa. Neeco le decía que, como se negaba a usar el pincho, tenía lo
que se merecía y que jamás vencería.

Aunque se mantuvo alejada de Sinjun y averiguó más cosas de él por lo que les oyó a losdemás. Era un tigre viejo, tenía unos dieciocho años y fama de arisco. Según Digger, ninguno de sus entrenadores había conseguido ganar su confianza, y todos lo consideraban imprevisible y peligroso.

Como su marido.

Zayn la confundía de tal manera que no sabía qué pensar de él. Tan pronto se
comportaba como un monstruo sádico como aparecía por el camión de los elefantes con
unos nuevos guantes de trabajo para ella o una gorra de béisbol para que no se quemara con el sol. Y, más de una vez, llegó justo a tiempo de bajar una carretilla cargada de estiércol por la rampa antes de que Helen tuviera ocasión de hacerlo. Sin embargo, la mayor parte del tiempo sólo parecía sentir pena por ella.

Era un día insoportablemente cálido para estar sólo a mediados de mayo. La temperatura superaba los treinta y cinco grados y la espesa humedad dificultaba la respiración. De nuevo instalaron el circo en un aparcamiento, en un pequeño pueblo al sur de Richmond, y el asfalto negro intensificaba el calor. Los elefantes ya habían conseguido tirar a Helen dos veces ese día y, la segunda vez, se raspó el codo. Para empeorar las cosas, todos los
miembros del circo parecían disfrutar de un tiempo de relax excepto ella.

Louis y Perry Lipscomb estaban sentados a la sombra del toldo de la caravana Airstream
de la familia Pepper, tomando una cerveza fría y escuchando un partido de béisbol en la
radio. Vi se rociaba con agua mientras el tomaba el sol recostada en una silla con el último ejemplar del Cosmopolitan en las manos. Incluso Digger echaba una siesta a la sombra.

—¡Helen , mueve el culo y ocúpate del heno! —le ordenó Neeco a gritos desde la puerta
de la caravana de los equilibristas, luego rodeó los hombros de Charlene con el brazo.
Algunas veces, desde que se habían enfrentado por el pincho, Neeco la trataba con hostilidad. Le encargaba los trabajos más duros, y la hacía trabajar durante horas
interminables, hasta que llegaba Zayn y le decía que ya había sido suficiente por ese día.

Cuando comenzó a mover el heno, le ardía cada músculo del cuerpo. Tenía la camiseta
empapada de sudor y un roto en el hombro; sus vaqueros parecían no haber visto una
lavadora en semanas, y la suciedad, el heno y el abono se le pegaban a cada centímetro de su húmeda piel. Tenía el pelo enredado y las uñas tan quebradas como su espíritu.
Al otro lado del recinto, Emi tomaba un refresco y se pintaba las uñas de los pies. A
Helen le goteaba el sudor por los ojos, haciendo que le picaran, pero tenía las manos demasiado sucias para enjugarse la cara.

—¿Quieres apresurarte, Helen ? —gritó Neeco, mientras Charlene soltaba una risita tonta.
—Está entrando otra carga.

Algo dentro de Helen explotó. Estaba harta de ser el chivo expiatorio de todos. Estaba
cansada de que los elefantes la tiraran y de que los seres humanos la despreciaran.

—¿Sabes qué te digo? ¡Que lo hagas tú mismo! —Arrojó al suelo el rastrillo y se alejó con paso airado. Ya había tenido suficiente. Iba a buscar a Zayn y a exigirle que le comprara ese billete de avión. Nada podía ser tan malo como eso.

Un gran rugido resonó en el recinto. En ese momento, le comenzó a arder la piel y su
deshidratada garganta clamó por agua. Vio una manguera enganchada al camión del
agua, que serpenteaba hasta la zona de las fieras. Corrió hacia ella, presa del pánico
porque jamás se había sentido tan acalorada.
Una vez más oyó el rugido, y le sorprendió ver a Sinjun en su jaula cociéndose bajo el sol.


Oleadas de calor rebotaban contra el asfalto, y las rayas naranjas y negras del tigre
parecían brillar débilmente.

No todos los animales estaban debajo de la carpa de las fieras. Algunos estaban en una
pequeña zona cercada entre la carpa de los animales y el circo. Chester, un camello de
aspecto enfermizo, no estaba demasiado lejos de allí, al lado de Lollipop, una llama de ojos somnolientos. Un gran toldo de nailon blanco, un tanto gastado, les daba sombra; pero nada protegía a Sinjun del sol inclemente que lo golpeaba a través de los barrotes de la jaula. Igual que ella, Sinjun parecía haber sido escogido para que los demás abusaran de él.

El animal clavó los ojos en Helen con amarga resignación, sin siquiera molestarse en mover las orejas. Detrás de él, la llama emitió un sonido extraño, pero el camello no le hizo ni caso. El calor del asfalto traspasaba la suela de las deportivas de Helen y le quemaba los pies. Le goteaba el sudor entre los pechos. Los ojos de Sinjun le taladraron el alma.

«Calor. Tengo calor.»



Helen odiaba ese lugar donde los animales se exhibían en jaulas. El extraño sonido de la
llama reverberó en sus oídos. Le dolía la cabeza y tenía el estómago revuelto por el olor a moho del toldo de nailon.
Instintivamente dio un paso atrás, intentando alejarse del sol, y de esos tristes animales, del horrible calor y de ese olor nauseabundo. Pisó un charco. Miró hacia abajo y vio una fuga en la manguera que llevaba el agua al abrevadero.

Sin ni siquiera pensar lo que estaba haciendo, corrió hacia donde la manguera se
conectaba a la boquilla de latón. La tomó y cortó el flujo del agua. Hasta que sólo cayeron unas gotas en sus manos.

Entrecerró los ojos ante el resplandor que se reflejaba en el sucio toldo blanco y sintió los
ojos de Sinjun quemándola, derritiéndole la piel.

«Calor. Tengo tanto calor.»

Helen miró el agua fría que le goteaba en las manos. Accionó la boquilla de nuevo, levantó la manguera y comenzó a rociar agua fría en la jaula de tigre.

¡Sí!

Al momento sintió el alivio del animal en su propio cuerpo.

—¡Eh! —Digger se acercó a ella corriendo tan deprisa como sus artríticas rodillas se lo
permitían. —¡Detente, Helen ! Para de una vez, ¿me has oído?

El tigre le enseñó los dientes al anciano. Helen se giró con rapidez y lanzó el chorro de agua fría al hombre, mojándole la mugrienta camisa de trabajo.

—¡No te acerques!

Digger se detuvo.

—¿Qué estás haciendo? ¡Vas a matar al tigre! A los felinos no les gusta el agua.

Volvió a dirigir el chorro al tigre y sintió un fresco alivio en los huesos, como si estuviera mojándose ella misma.

—A éste sí.
—¡Te he dicho que te detengas! No puedes hacer eso.
—A Sinjun le gusta. Míralo, Digger.

Cierto, en vez de alejarse del agua, el tigre se recreaba en ella, permaneciendo inmóvil
bajo el chorro. Mientras continuaba mojando al felino, Helen quiso decirle a Digger que eso no habría sido necesario si él hubiera hecho mejor su trabajo, pero sabía que el pobre hombre no podía hacer más de lo que hacía y se mordió la lengua.

—¡Dame eso!

Neeco se había plantado detrás de ella y alargó el brazo para quitarle la manguera de la mano. Pero Helen ya estaba harta de Neeco Martin y no dejó que se la arrebatara.
El agua cambió de dirección. Helen soltó un jadeo al sentir toda la fuerza del chorro en la
cara, pero no soltó la manguera.

Él le retorció la muñeca.
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CARA DE ÁNGEL (Se necesitan lectores)  - Página 9 Empty Re: CARA DE ÁNGEL (Se necesitan lectores)

Mensaje por Jenn Goodenough Mar 08 Sep 2015, 5:44 pm

Anny mi amor ame los capituloooss!!!!
Me encantaron!!
Emy sera mi nueva madre ya todos sabemks se ve venir a kilometros!! Al menos ella me ayuda a entrenar no como mi padre!! Efectivamente insinua que no me quieres, yo tambien lo insinuo no me quieres nada ni un poco solo a mis hermanos, que clase de padre eres!?
Bueno me encantaron!!
Espero que pronto la sigas
Besos xx
Jenn Goodenough
Jenn Goodenough


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Mensaje por Anny Evans Miér 09 Sep 2015, 7:50 pm

Jenn Goodenough escribió:Anny mi amor ame los capituloooss!!!!
Me encantaron!!
Emy sera mi nueva madre ya todos sabemks se ve venir a kilometros!!  Al menos ella me ayuda a entrenar no como mi padre!! Efectivamente insinua que no me quieres, yo tambien lo insinuo no me quieres nada ni un poco solo a mis hermanos, que clase de padre eres!?
Bueno me encantaron!!
Espero que pronto la sigas
Besos xx
Gracias por comentar mi Jenn hermosa :D
Jajajajajajaja Emi... Quien sabe :3
Uy Louis es un mal Papi :c
Jajajajajajaja
La sigo ahora cielo
Anny Evans
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Mensaje por Anny Evans Miér 09 Sep 2015, 7:57 pm



Capítulo 43
♥♥ ♥♥ ♥♥

—¡Detente, Helen ! Dame la manguera.


El rugido enloquecido de Sinjun vibró a través del pesado aire de la tarde, ahogando por completo el alboroto habitual del circo. La jaula tembló cuando Sinjun lanzó su enorme cuerpo contra los barrotes, casi como si estuviera intentando llegar a Neeco para protegerla. Alarmado, el domador soltó la muñeca de Helen y se volvió hacia los rugidos.
Sinjun aplanó las orejas contra la cabeza y le siseó al hombre. Helen le arrancó de un tirón
la manguera.


—Condenado tigre loco —masculló Neeco. —Alguien debería haberlo doblegado hace
años.


Helen envió otro chorro de agua a la jaula. Con más seguridad de la que sentía, le dijo:


—No le gusta que te metas conmigo.
—Mira eso, Neeco —dijo Digger. —A ese cabrón le gusta el agua.
—¿Qué coño pasa aquí?


Todos se volvieron hacía Zayn , que se acercaba a ellos. Helen se limpió los ojos con la manga de la camisa sucia mientras seguía apuntando el chorro de agua hacia la jaula del tigre.


—Helen ha decidido duchar a Sinjun —dijo Neeco.
—¿Duchar a Sinjun? —zayn la observó con esos inescrutables ojos rusos.
—Sinjun tenía calor —explicó ella débilmente. —Quería que lo refrescara.
—¿Te lo ha dicho él?


Helen estaba demasiado agotada para responder. Además, ¿cómo podía explicarle que Sinjun se había comunicado con ella? Ni siquiera ella podía comprender esa especie de conexión mística que parecía tener con el tigre.


Dirigió el chorro del agua al barro que se había acumulado en el fondo de la jaula.


—Estas jaulas están asquerosas. Habría que limpiarlas con más frecuencia.


Digger se mostró ofendido.


—Yo no puedo con todo. Si crees que las jaulas están asquerosas, quizá deberías
limpiarlas tú misma.
—Vale. Lo haré.


¿Qué estaba diciendo? Sólo unos minutos antes, había decidido irse de allí, y ahora se
ofrecía voluntaria para echarse más trabajo a la espalda. ¿Cómo iba a poder encargarse de otra tarea si casi no lograba terminar las que le asignaban?


Zayn frunció el ceño.


—Helen , tú ya haces demasiado. Apenas te mantienes en pie y no quiero que hagas nada más.


La joven ya estaba un poco harta de que su marido le dijera lo que podía o no podía
hacer.


—Ya he dicho que lo haría, y lo haré. Ahora, a menos que Neeco y tú queráis acabar tan
mojados como Digger, será mejor que me dejéis sola.


La sorpresa brilló en los ojos de Zayn . Neeco la presionó más.


—Helen no consigue siquiera terminar las tareas que le asigno. ¿Cómo se va a ocupar
también de las fieras?
—No lo hará —dijo Zayn firmemente.
—Lo haré.
—Helen ...
—No puedes decirme lo que tengo que hacer en mi tiempo libre.
—No tienes tiempo libre —le recordó.
—Entonces supongo que tendré que trabajar más rápido.


Él la miró durante un buen rato.

Helen vio brillar en sus ojos algo que no pudo comprender del todo. ¿Un poco de reconocimiento? ¿Un atisbo de respeto?


—¿De verdad quieres hacerlo? —le preguntó él.
—Sí.
—¿Estás segura de saber lo que haces?


Ella le sostuvo la mirada sin pestañear.


—No tengo la menor idea.


Una emoción que casi parecía ternura brilló en los ojos de Zayn , pero desapareció tan
pronto como éste asintió bruscamente con la cabeza.


—Vale, estarás a prueba durante unos días. Puedes trabajar aquí un par de horas a
primera hora de la mañana y luego te encargarás de hacer lo que te mande Neeco.


Digger comenzó a protestar.


—¡Pero necesito ayuda! ¡No puedo hacerlo todo yo solo!
—Tampoco puede hacerlo Helen —dijo Zayn en voz baja.


Sorprendida, la joven clavó los ojos en él. Él arqueó una ceja.


—¿Algo más?


Helen acababa de recordar que le daban miedo los animales, pero no era el momento de sacar el tema a colación y negó con la cabeza.


—Entonces, serás tú quien se ocupe de las fieras.


Mientras Zayn se alejaba, Helen pensó que cada vez que lo consideraba el malo de la
película, él la sorprendía. También se dio cuenta de que ya no le daba miedo. No de
verdad. Zayn tenía unas reglas duras y, para Helen , injustas, pero siempre se ceñía a ellas y Helen no podía imaginarlo comprometiéndose en algo en lo que no creyera.


Durante las horas siguientes, regó las jaulas con la manguera y limpió la porquería
acumulada mientras intentaba mantenerse lo más alejada posible de los animales. Cuando por fin terminó, estaba incluso más sucia que cuando empezó, dado que se había añadido barro a la mugre que la cubría.


Convenció a uno de los trabajadores para que moviera la jaula de Sinjun a la sombra,
luego le puso heno limpio a Chester y a Lollipop. El camello intentó patearla, pero la llama se mantuvo tranquila, y cuando

Helen miró los ojos somnolientos de Lollipop, decidió que por fin había encontrado un animal que le gustaba.


—Eres toda una dama, Lollipop. Nos vamos a llevar muy bien.


La llama movió los belfos y le lanzó un escupitajo maloliente.


Eso era gratitud, sí señor.
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Mensaje por Anny Evans Miér 09 Sep 2015, 8:01 pm



Capítulo 44
♥♥ ♥♥ ♥♥

A Zayn nada le había dado tanta lástima como su pobre esposa cabeza hueca. Le dio la espalda a la cazuela de chile que estaba cocinando y la observó entrar en la caravana, con la ropa tan sucia que podría haber salido de una pocilga. Briznas de heno y restos de
comida para anímales se pegaban a lo que le quedaba de coleta. Tenía los brazos
salpicados de barro y olía que apestaba.
Como Zayn también había sido el blanco de la llama más de una vez, reconoció el olor.


—¿También has tenido un encontronazo con Lollipop?


Ella masculló algo indescifrable y se dirigió al donnicker.


Zayn sonrió y volvió a remover el chile.


—No te he entendido. ¿Qué has dicho?


La respuesta de la joven tuvo el acento bien educado de alguien acostumbrado a las
cosas buenas de la vida.


—Vete a freír espárragos. —Y cerró la puerta de un portazo.


Él se rió entre dientes.


—¿Ha sido tu primer encuentro con una llama?


Ella no contestó.


Zayn echó otra cucharada de pimienta picante, añadió salsa caliente a la mezcla y la probó. Demasiado suave.


No se oía ningún sonido en el baño, ni siquiera el del agua. Con el ceño fruncido, dejó la salsa picante al fuego.


—¿Helen ? —Como ella no respondió, él se acercó al baño y llamó a la puerta.—¿Helen?
¿Te pasa algo?

Nada.


Giró la manija y la vio inmóvil, delante del espejo, con las lágrimas cayéndole en silencio por las mejillas mientras miraba su propio reflejo.


Zayn notó un extraño sentimiento de ternura en su interior.


—¿Qué te ocurre, cariño?


Ella no se movió, las lágrimas continuaron deslizándosele por las mejillas.


—No es que nunca haya sido tan guapa como mi madre, pero ahora estoy horrible.


En lugar de irritarlo, ver que ella había perdido cualquier rastro de vanidad le tocó la fibra sensible.


—Yo creo que eres muy hermosa, cara de ángel, incluso cuando estás sucia. Pero te
sentirás mejor después de ducharte.


Helen no se movió. Seguía con la mirada clavada en el espejo mientras las lágrimas le
caían por la barbilla.


Él se agachó a su lado, le levantó un pie y le quitó la deportiva y el calcetín. Luego hizo lo
mismo con el otro.


—Por favor, vete. —Helen lo dijo con la misma dignidad muda que él había observado en ella durante los últimos diez días mientras se concentraba en completar una tarea tras otra.
—Estás ayudándome porque estoy llorando de nuevo, pero sólo lloro porque estoy cansada. Lo siento. No me hagas caso.
—Ni siquiera he notado que estuvieras llorando. —Zayn se arrodilló ante ella y le abrió la cremallera de los vaqueros y, tras vacilar un momento, se los deslizó por las caderas.


Cuando los bajó por las delgadas piernas de la joven, Zayn sintió una punzada de deseo y
tuvo que obligarse a apartar la vista del tentador triángulo de las bragas color verde menta que llevaba puestas.


¿Cuánto tiempo más iba a poder mantener las manos alejadas de ella? Durante la última semana y media Helen había estado tan cansada que apenas podía mantenerse en pie, pero él sólo había podido pensar en su suave y flexible cuerpo. Había llegado a un punto en el que no podía mirarla sin ponerse duro, y eso le sacaba de sus casillas. Le gustaba tener todos los aspectos de su vida bajo control y ése se le escapaba de las manos.


Incluso para una mujer que hubiera crecido en el circo hubiera sido demasiado duro hacer todo lo que le había ordenado hacer a Helen . Se había convencido de que sólo era cuestión de días —por no decir horas— que ella tirase la toalla y se fuera. Y querría poder estar seguro de que no la tocaría, por lo menos no como deseaba hacerlo.


Mantener relaciones sexuales en ese momento sólo complicaría una situación ya de por sí complicada, y por eso
no importaba lo mucho que la deseara, tenía que dejarla en paz. Pero Helen seguía sin darse por vencida y él no sabía cuánto tiempo más podría mantenerse alejado. Cuando se metía en la cama por la noche, era tan consciente de ella acurrucada en el sofá, a tan sólo unos metros de él, que tenía dificultades para quedarse dormido. Y el simple hecho de verla durante el día hacía imposible que se concentrara en su
trabajo.


¿Por qué no se había rendido? Era delicada. Débil. No hacía más que llorar. Y, al mismo
tiempo, había tenido el valor de enfrentarse a Neeco Martin y defender a esas pobres y
tristes criaturas de la casa de fieras. Helen Malik no era la joven pusilánime que
él había supuesto.


Que no hubiera resultado ser como él creía lo irritaba casi tanto como el doloroso efecto
que tenía sobre su cuerpo, y por ese motivo le habló bruscamente:


—Levanta los brazos.


Helen estaba demasiado cansada después de haberse pasado todo el día trabajando,
así que obedeció de manera automática. Zayn le quitó la camiseta por la cabeza, dejando al descubierto el sujetador que hacía juego con las braguitas. La joven estaba tan agotada que no podía evitar que se le cayera la cabeza, pero Zayn seguía sin poder confiar en sí mismo, por lo que se enojó todavía más. Se dio la vuelta, ajustó la temperatura del agua de la ducha y metió a Helen dentro de la cabina con la ropa interior incluida.


—¿Y Emi ?
—Opina como yo. Espero que la cierre pronto, pero no hay mercado para los animales viejos de los circos. En realidad están mejor con nosotros que si los vendiese a los cotos de caza ilegales.


Helen se llevó un poco de chile a la boca pero volvió a poner el tenedor en el plato como si comer supusiera demasiado esfuerzo.


Zayn ya no lo soportó más. No le importaba si le criticaban por darle a su esposa un trato
de favor, pero no podía tolerar esas sombras púrpura bajo sus ojos ni un día más.


—Vete a la cama, Helen . He cambiado de idea. Hoy puedes saltarte la función.
—¿De verdad? ¿Estás seguro?


La alegría de Helen lo hizo sentir todavía más culpable.


—Eso es lo que he dicho, ¿no?
—Sí, sí, claro. Oh, gracias, Zayn . No lo olvidaré.


Helen durmió durante la primera función pero, para sorpresa de Zayn , se presentó cuando comenzaba la segunda función. La siesta de dos horas había hecho maravillas en ella y parecía más relajada que en los días anteriores. Mientras recorría la pista de arena sobre Rose , Zayn la vio saludar con las manos y lanzar besos a los niños sin ser consciente del efecto que aquel llameante maillot rojo tenía en los padres de las criaturas. Zayn tuvo que contenerse para no arrancar la gorra de alguno de esos palurdos con el látigo.


Cuando la función finalizó, él se fue a la caravana para cambiarse de ropa. Helen solía estar ya allí, pero no la vio por ninguna parte.

Intranquilo, se vistió rápidamente y regresó al circo. Un destello de lentejuelas rojas cerca de la puerta principal atrajo su atención. Vio a su esposa rodeada por tres espectadores.


Todos se comportaban con cortesía y, desde luego, ella no corría peligro, pero aun así
quería estrellar el puño contra aquellas caras presumidas.


Uno de ellos dijo algo y Helen se rió, un sonido angelical que flotó en el aire de la noche.


Zayn maldijo por lo bajo.


—¿Qué es lo que te pone de tan mala leche?


Al ver a Louis detrás de él, Zayn se obligó a relajarse.


—¿Qué te hace pensar que estoy de mala leche?


Louis se puso un palillo en la comisura de la boca.


—La manera en que miras a esos tíos.
—No sé de qué estás hablando.

-- No lo entiendo, Zayn . Pensaba que ella no te importaba.
—No quiero hablar de eso.
—No te preocupes, no tengo intención de hablarte de ella. —Se pasó el palillo de un lado a otro de los labios. —Pero de todas maneras creo que, a pesar de que sea una ladrona y la odies, no deberías hacer trabajar tan duro a una mujer embarazada.
—¿Quién te ha dicho que está embarazada?

—Es lo que piensa todo el mundo. La noche de la fiesta sorpresa no parecías exactamente un novio feliz.


Zayn apretó los dientes.


—No está embarazada.


A Louis se le cayó el palillo.


—¿Entonces por qué coño te casaste con ella?
—Eso no es asunto tuyo. —Zayn se alejó.


Zayn trabajó hasta medianoche. Cuando entró en la caravana, Helen estaba dormida,
pero en lugar de estar acurrucada sobre un montón de sábanas arrugadas como siempre, yacía en el sofá con el maillot de la función todavía puesto, como si se hubiera sentado unos minutos y se hubiera quedado dormida sin querer. Él sabía que una cosa era ser duro con ella y otra llevarla hasta el límite de sus fuerzas. En ese momento supo que no podía dejar que siguiera trabajando así. En lo que a él concernía, Helen había pagado su deuda y había llegado el momento de bajar el ritmo.


Helen tenía los labios ligeramente entreabiertos y los mechones del pelo oscuro se extendían sobre el almohadón del sofá como cintas sedosas. Estaba tumbada boca abajo y a Zayn se le secó la boca al ver ese dulce culito respingón cubierto sólo por la trama en forma de diamantes de las medias negras de red. La fina tira de lentejuelas que cubría la unión de las nalgas hacía que la visión fuera todavía más atrayente. Se obligó a apartar la mirada, se desnudó y entró en el cuarto de baño, donde se metió rápidamente bajo el agua fría.


El ruido de la ducha debió de despertar a Helen , porque cuando Zayn apareció envuelto en una toalla, la joven estaba delante del fregadero con la bata azul de Zayn cubriendo el maillot. Las pequeñas manos femeninas asomaban por las mangas mientras cortaba un trozo de pan.


—¿Quieres que te haga un bocadillo? —Helen parecía de mejor humor que cualquiera de los días anteriores. —Me quedé dormida antes de cenar y estoy muerta de hambre.


Se le abrió el albornoz, revelando las curvas de los pechos bajo las lentejuelas llameantes del maillot. Zayn deslizó la mirada sobre ella y en vez de agradecerle el ofrecimiento, le espetó:


—Como Emi te atrape durmiendo con uno de sus maillots, te desnudará estés donde
estés.
—Entonces tendré que asegurarme de que no me pille.


El renovado ánimo en la voz de Helen hizo que Zayn se sintiera mejor.


—No se puede esperar que lo aprendas todo de inmediato.


Helen se volvió hacia él, pero cualquier cosa que fuera a decir murió en sus labios.


Deslizó la mirada por el pecho de su marido hasta la toalla amarilla que le cubría las caderas.


Zayn quiso gritarle, decirle que no lo mirara de esa manera a no ser que quisiera acabar
en la cama con él. Casi sintió que perdía el control.
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Mensaje por Anny Evans Miér 09 Sep 2015, 8:05 pm



Capítulo 45
♥♥ ♥♥ ♥♥

—¿Quieres que... er... quieres tu bata? —preguntó ella.


Él asintió con la cabeza.


Ella tiró del cinturón, se la quitó y se la tendió.

Helen la dejó caer al suelo.


Ella se lo quedó mirando.


—¿No acabas de pedírmela?
—Lo único que quería era que te la quitaras.


Helen se humedeció los labios y él la estudió mientras esperaba una respuesta,llamándose estúpido en todos los idiomas que conocía, pues sabía que no podría resistirse a ella otra noche.


—No estoy segura de qué quieres decir exactamente —dijo ella con timidez.
—Quiero decir que no voy a poder mantener mis manos alejadas de ti durante más
tiempo.
—Eso es lo que me temía. —Helen respiró hondo y alzó la barbilla. —Lo siento, pero no
puedo acostarme contigo. No estaría bien.
—¿Por qué?
—Porque no sería sagrado. Hacer el amor significa algo más para mí. No lo hago con
cualquiera.
—Me alegro de oírlo. —Impulsado por una fuerza que no podía resistir, Zayn se acercó a ella.


Helen dio un paso atrás, hasta tropezar contra el mostrador, sin apartar la mirada de los ojos de él.


—No puedo hacerlo sin que signifique algo.
—Espero que eso quiera decir que no tengo que preocuparme por ninguna enfermedad
de transmisión sexual como las que le mencionaste a la camarera al poco de casarnos.
—¡Por supuesto que no!
—En ese caso tampoco tienes que preocuparte por mí. Estoy perfectamente sano.
—Me alegro mucho por ti, pero...

—¿No te ha dicho nadie que hablas demasiado?


Él plantó las manos en el mostrador atrapándola entre sus brazos.


—Tenemos que hablarlo. Es importante. Es... —Lo que realmente necesitamos es dejar de
hablar.


Rodeó la cintura de Helen con las manos.


—Ya hemos jugado suficiente al gato y al
ratón, cara de ángel. ¿No crees que ha llegado el momento de actuar?


El olor de Helen lo tentaba. La recorrió con la mirada; su cuerpo quedaba resaltado por el
maillot de llameantes lentejuelas rojas y la suave respiración de la joven le agitaba el vello del pecho.


—¿Por qué quieres hacerlo con alguien a quien no respetas?


A Helen se le cerraron los ojos cuando él inclinó la cabeza y le acarició el cuello con los labios.


—¿Por qué no dejas que sea yo quien se preocupe de eso?

—Me consideras una ladrona.
—Bueno, he estado dándole vueltas a ese asunto.


Helen ladeó la cabeza, y otra punzada de culpabilidad golpeó a Zayn cuando vio que los ojos violeta de su esposa brillaban con deleite y su boca suave se curvaba en una sonrisa tonta.


—¡Me crees! ¡Sabes que no fui yo quien robó el dinero!


Él no había dicho eso. Pero ya no estaba enfadado. Aunque no podía perdonarle lo que había hecho, entendía lo que era la desesperación y no quería seguir juzgándola.
—Creo que eres endemoniadamente sexy. —Le rozó el labio inferior con el pulgar y lo
encontró húmedo bajo su caricia. —¿Utilizas algún anticonceptivo o quieres que me
encargue yo?


Los ojos de Helen llamearon.


—Tomo la píldora, pero...
—Bien.


Zayn inclinó aún más la cabeza y cubrió los labios de ella con los suyos. Los dos se
estremecieron. ¡Santo Dios, qué dulces eran! Helen debía de haberse comido una de las ciruelas maduras que había en una bolsa sobre el mostrador, porque él podía saborear la fruta en su boca.


La joven entreabrió los labios, pero el movimiento fue titubeante, como si aún no hubiera tomado una decisión. A él le resultó muy excitante esa aceptación tímida e insegura. En ese momento decidió que no le daría más tiempo para pensar, y la estrechó contra su cuerpo.


Fuera del pequeño mundo de la caravana, comenzaron a caer las primeras gotas de
lluvia, que golpearon el techo metálico con un ligero y agradable repiqueteo. El sonido era hipnótico y tranquilizador. El ruido de la lluvia los aislaba, los apañaba del resto del universo y los llevaba a un lugar íntimo y acogedor.


Helen suspiró contra los gentiles y pacientes labios de su marido. La medalla esmaltada
que colgaba del cuello de Zayn se rozaba contra ella y, cuando él le pasó la punta de la
lengua por la sensible superficie interior del labio inferior, una oleada de calor le atravesó
las venas. En ese momento todos sus principios morales se evaporaron, y cualquier idea que hubiera tenido de rechazarlo se esfumó. Ella había deseado eso desde el principio y ya no podía reprimir la fuerza que la impulsaba hacia él.


Se rindió y separó los labios, dejándole entrar.


Zayn se tomó su tiempo y, cuando le invadió la boca, el beso fue completamente
arrebatador. Helen respondió con fervor y él le permitió indagar todo lo que quiso.
Ella introdujo la lengua entre los labios de Zayn , besando las comisuras de esa boca dura, explorando el interior una y otra vez. Rodeó los hombros de su marido con los brazos y se puso de puntillas para mordisquearle la oreja. Le dejó la marca de los dientes en la curva de la mandíbula antes de regresar de nuevo a su boca.


Entraba y salía.


Se retiraba e indagaba.

Y dentro otra vez.


Helen se sentía cada vez más excitada, una excitación alimentada por la respiración
entrecortada de Zayn y por la sensación que le provocaban sus manos, estrechándola con fuerza: una en la cintura, otra magreándole las nalgas. ¿Cómo podía haber tenido miedo de él? La imagen de los látigos guardados bajo la cama apareció en su mente, pero ella la ignoró. Zayn no le haría daño. No podría.


Helen lamió el dulce camino entre el cuello y el pecho de su marido y hurgó con la punta
de la lengua en el vello oscuro que le cubría el torso hasta llegar a la piel de debajo. La
respiración de Zayn era ahora más rápida y, cuando habló, su voz sonó ronca.


—Si es así como besas, ángel, no quiero ni pensar en cómo... —gimió cuando ella
encontró la tetilla.


Helen le subió los brazos al cuello y uno de los dedos se le quedó atrapado en la cadena
de oro que sostenía la medalla esmaltada. Esos besos ardientes y esas caricias tentadoras eran tan deliciosos que no tenía suficiente. El cuerpo de Zayn era ahora suyo para explorarlo a placer, y ella ansiaba conocer cada centímetro de él.


—Quiero quitarte la toalla —susurró.
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Mensaje por Anny Evans Dom 04 Oct 2015, 1:36 pm

CAPÍTULO 46.

Zayn le hundió los dedos en el pelo. Ella alargó el brazo hacia el nudo, pero él le atrapó la mano.


—No tan rápido, cariño. Primero enséñame tú algo.
—¿Qué quieres ver?
—Lo que tú quieras.
—Con este maillot no dejo nada a la imaginación
—Aun así quiero verte más de cerca.


Helen sabía que el sexo podía ser excitante, pero no había esperado el sensual tono
provocador en la voz de Zayn . De repente pensó que quizá debería decirle que era virgen, pero entonces él creería que era un bicho raro. Y lo cierto es que Zayn nunca lo sabría si ella no se lo decía. Al contrario de lo que decían los libros románticos, los frágiles hímenes no sobrevivían a veintiséis años de exámenes médicos y ejercicio físico.
Echando la cabeza hacia atrás, Helen observó cómo Zayn se la comía con los ojos y, mientras permanecía delante de él, sólo cubierta por el maillot, encontró que la idea de jugar a ser una experimentada mujer fatal era demasiado excitante para ignorarla. Había leído montones de libros al respecto, pero ¿sería capaz de conseguirlo? ¿Qué podía hacer para provocarlo aún más?


Le dio la espalda, intentando ganar tiempo para pensar, y entonces vio que las cortinas
azules que colgaban en la ventana de la cocina no estaban cerradas del todo.


Dudaba que alguien se paseara por ahí fuera con ese tiempo, pero por si acaso se apresuró a cerrarlas.


Apoyando una mano en el mostrador, se estiró por encima para alcanzar la cortina.
Oyó un sonido ahogado, casi como un gemido.


—Una buena elección, cariño.


No supo de qué estaba hablando Zayn hasta que lo sintió detrás, acariciándole las
nalgas. Él le amasó la carne por encima de las mallas de red en forma de diamante.
A Helen se le tensaron los pezones y su piel comenzó a arder de una manera extraña.
Comenzó a sentirse nerviosa. No importaba lo que había querido que pensara él, ni siquiera sabía hacer el amor de la manera básica, así que mucho menos podía probar a hacerlo de forma exótica.


Zayn le deslizó un dedo bajo la tira de lentejuelas y le dibujó la hendidura entre las nalgas.


Helen se mordió los labios para no gritar de placer. El dedo se deslizó más abajo.
Incapaz de resistirlo más, Helen se enderezó y se giró hacia los brazos de Zayn .


—Quiero volver a besarte.


Él gimió.


—Tus besos son más de lo que puedo manejar ahora mismo. —Zayn se ajustó el nudo de la toalla y Helen se dio cuenta de que la tenía abultada. De hecho estaba muy abultada.


Ella se quedó mirándolo fijamente y sintió que se le secaba la boca.


—S-sigo queriendo besarte.
—Hagamos un trato. Ábrete el corchete del maillot y nos besaremos todo lo que quieras.


Helen levantó la vista a regañadientes y llevó los brazos a la espalda para hacer lo que le
pedía. Cuando terminó, el corpiño comenzó a caer, pero ella lo sostuvo contra sus pechos.


Zayn inclinó la cabeza y la besó al tiempo que le agarraba las muñecas y se las apañaba del pecho. Mientras el indagaba con la lengua en su boca, el maillot se le bajó hasta la cintura. Zayn la empujó contra la pared, al lado de la mesa, le levantó las muñecas y se las sujetó a ambos lados de la cabeza.


—No es justo —susurró ella contra sus labios mientras la apretaba contra la pared. —Eres más fuerte que yo.
—Ahora es mi turno —respondió él con un susurro.


Y lo fue.


Manteniéndole las muñecas inmovilizadas, Alex usó la boca para excitarla. Le
mordisqueó la oreja y el cuello. Le recorrió con rapidez la clavícula y la base de la garganta.


Y luego se echó hacia atrás para poder mirarla de arriba abajo.


Aquella posición hacía que los pechos de Helen quedaran elevados. Él jugueteó con uno y luego con el otro, haciendo que le ardiesen con tal ferocidad que ella apenas podía soportarlo.


—Para —le dijo la joven sin aliento.—Suéltame.


Él le soltó de inmediato las muñecas.


—¿Te hago daño?
—No, pero vas muy rápido.
—¿Muy rápido? —la miró con una sonrisa torcida. —¿Estás criticando mi técnica?

—Oh, no. Tu técnica es maravillosa —repuso ella con rapidez, en tono serio y ansioso, y él sonrió. Avergonzada, Helen evitó mirarlo a los ojos y clavó la vista en su boca. Luego se dio cuenta de que si iba a hacer el amor con ese hombre feroz y orgulloso, tenía que ser tan fuerte como él.


Levantó la cabeza y le sostuvo la mirada.


—No quiero que seas tú quien lleve la voz cantante. No ahora. Quizá después, pero aún no.
—¿Me estás diciendo que quieres mandar un rato?


Ella asintió con la cabeza. Puede que estuviera nerviosa, pero nada iba a impedir que explorara los maravillosos misterios ocultos bajo la toalla.


—Sólo te pongo una condición, ángel. —Zayn enganchó un dedo en el maillot que se enredaba en la cintura de la joven.


—Quítatelo todo excepto las medias.


Helen tragó saliva. No llevaba bragas debajo de las medias. Éstas consistían en una red
que la cubría desde la cintura a los dedos de los pies, y que no tapaban absolutamente
nada.


Él arqueó una ceja después de retarla, luego la soltó y se sentó a los pies de la cama.


—Y quiero ver cómo te desnudas.


Eso era demasiado. Helen se aclaró la garganta y le habló con toda la despreocupación que pudo fingir.


—¿Quieres decir aquí mismo? ¿Con luz y todo?
—Así es. Desnúdate y hazlo despacio.


La joven se armó de valor decidida a mantenerse a su altura.


—¿Luego te quitarás la toalla?
—Cada cosa a su tiempo.


Helen se deslizó lentamente el maillot por las caderas, inclinándose hacia delante
mientras lo bajaba para cubrir su desnudez ante él. El maillot se le deslizó a los tobillos. Ella lo apartó con el pie, examinó la desgastada alfombra y escuchó el ligero repiqueteo de la lluvia sobre el techo de la caravana.


—Oh, no, así no. —Él se rio entre dientes. —Yérguete. Y olvídate del maillot.


La ronca voz de Zayn hizo que se estremeciera. Le temblaron las manos cuando acató su orden.


—Eres muy hermosa —susurró Zayn cuando se exhibió ante él, desnuda salvo por las
negras medias de red que realzaban, más que ocultaban, la parte inferior de su cuerpo.
Helen decidió que ya le había dado tiempo más que suficiente para mirarla.


—Tiéndete en la cama —le dijo ella en voz baja.


Él vaciló sólo un momento antes de acostarse como le decía, apoyándose en los codos.


—¿Así?
—Ah, no. De eso nada; túmbate por completo.


Para deleite de Helen , él hizo lo que le pedía. Zayn recostó la cabeza en dos almohadas apiladas para no perderse nada.


Ella se mordisqueó los labios. No estaba completamente segura de poder conseguirlo, pero sí decidida a intentarlo.


—Ahora levanta las manos hasta tocar la pared. Y no se te ocurra moverlas.


Él le dirigió una perezosa sonrisa que hizo que se le derritieran los huesos.


—¿Estás segura?
—Muy segura.


Zayn colocó los brazos como ella quería, haciéndola sentir muy orgullosa de sí misma. Se acercó a la cama. Él le recorrió los pechos y el vientre con una mirada ardiente, haciéndola ser consciente de que estaba casi desnuda. Cuando se acercó a él, cada célula del cuerpo de Helen bullía de excitación y anticipación. Por un momento la imagen de los látigos guardados bajo la cama irrumpió en su mente, pero la ahuyentó.


Miró los brazos extendidos de Zayn en aquella falsa pose de esclavitud. Era su cautivo. Si se quedaba de esa manera, cada parte de aquel cuerpo sería suya, para explorarlo a voluntad, incluyendo el imponente montículo que abultaba la toalla. Apartó los ojos de allí y se arrodilló en el borde de la cama.
—Recuérdalo —susurró ella. —No apartes las manos en la pared. No las muevas.
—Si separas un poquito las piernas, cariño, seré tan colaborador como quieras.


Helen decidió que era un trato justo, y separó los muslos. Zayn se recreó en lo que
quedaba ahora a la vista. Tensó el brazo derecho, como si fuera a moverlo, pero luego se relajó.


Helen inclinó la cabeza y comenzó a saborearle de nuevo, mordisqueando cada
centímetro del torso masculino, y siguió bajando. La piel, firme y tensa, delineaba cada músculo. Le deslizó las manos por el pecho, disfrutando de la textura del vello y de la piel húmeda. No pudo resistirse a las tetillas color café y las capturó con los labios, haciendo que Zayn se contorsionara debajo de ella. Extendiendo una mano, Helen le agarró el bíceps y se lo apretó. Después deslizó los dedos hacia abajo, buscando el suave vello de su axila.


Cuando se demoró allí, a Zayn se le puso la piel de gallina y soltó un profundo gemido
entrecortado. Ella levantó la cabeza lentamente y lo miró a los ojos.


—Voy a quitarte la toalla.
—¿Ahora?


El crudo deseo en la mirada de Zayn le recordó que estaba jugando con fuego. Pero no pensaba retroceder; bajó las manos a la toalla. Deshizo el nudo con un movimiento fluido y la abrió.


—Oh... —Era magnífico. Alargó la mano y lo tocó tímidamente con la punta del dedo. Zayn dio un brinco y ella apartó la mano.


La mirada de Helen voló hacia la cara de Zayn ; la mueca que esbozaba parecía reflejar dolor.


—¿Te he hecho daño?
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CARA DE ÁNGEL (Se necesitan lectores)  - Página 9 Empty Re: CARA DE ÁNGEL (Se necesitan lectores)

Mensaje por Anny Evans Dom 04 Oct 2015, 1:37 pm

CAPÍTULO 48.

—Tienes sesenta segundos —graznó él, —después moveré los brazos.


Un estremecimiento de placer atravesó como un relámpago el cuerpo de Helen al darse cuenta de lo que pasaba.


—No lo harás hasta que te dé permiso —le dijo con severidad.
—Cincuenta segundos —repuso él.


Helen se apresuró a acariciarlo otra vez, dejando que las indagadoras puntas de sus
dedos vagaran por todas partes,acariciándolo aquí y allá. Deslizó la mano por los muslos separados de Zayn y buscó más sitios donde tocarlo.


—Veinte segundos —gimió él.
—No cuentes tan rápido.


Él se rió entre dientes al tiempo que gemía, haciéndola sonreír. Pero la sonrisa de Helen se desvaneció con rapidez. Después de tantos años de abstinencia, ¿cómo lograría su pequeño cuerpo alojar algo de ese tamaño? Cuando cerró su mano en torno a él, se le ocurrió que quizá sus partes privadas se habían atrofiado por falta de uso. Helen lo acarició.


—¡Se acabó el tiempo!


Sin previo aviso, se encontró de espaldas sobre la cama bajo el cuerpo de Zayn .


—Es hora de que recibas un poco de tu propia medicina. Ponte en la misma postura que yo.
—¿Cómo dices?
—Las manos contra la pared.


Helen tragó saliva y pensó en los látigos. Quizás eso de jugar a mujer fatal se le había
dado demasiado bien. Él la estaba creyendo mucho más experimentada de lo que era en
realidad.


—¿Zayn ?
—No quiero que hables, sino que obedezcas mis órdenes.


Lentamente Helen levantó los brazos por encima de la almohada.


—Te he dicho que apoyes las manos contra la pared.


Hizo lo que le ordenaba y se sintió indefensa y excitada. Cuando sus nudillos rozaron el
cabecero de la cama, Helen estaba confundida por la inquietante mezcla de desasosiego y profundo deseo sexual. Quería rogarle que fuera suave con ella pero, a la vez, quería que la poseyera con todas sus fuerzas.


Permaneció cautiva bajo la mirada de Zayn . El hecho de que no la hubiera atado de
verdad no hacía que su cautiverio fuera menos real. Él era más fuerte que ella, más
poderoso, podía hacerle lo que quisiera, estuviera Helen de acuerdo o no. El deseo de la joven se incrementó todavía más cuando él le pasó la yema del dedo por el estómago, de un lado a otro de la cinturilla de las medias de red, hasta que Helen quiso gritar. Zayn siguió bajando hasta rozar los rizos oscuros.


—Separa las piernas, cariño. Ella lo hizo, pero al parecer Zayn no quedó satisfecho con su acción porque le agarró los muslos y se los separó todavía más.


Las medias no suponían ninguna barrera para él, y Helen se sintió demasiado expuesta, demasiado vulnerable. Apartó las manos de la pared.


—Ni se te ocurra —susurró Zayn , deslizándole los dedos sobre la parte de su cuerpo que ella había revelado.


Helen gimió y permaneció inmóvil mientras él separaba sus húmedos pliegues con los
pulgares por debajo de la trama en forma de diamante. Entonces Zayn inclinó la cabeza. La joven gritó y apretó los puños contra la pared cuando él la acarició con la boca, lamiéndola a través de la red. Un ronco murmullo de placer escapó de la garganta de Helen . Sintió cómo él tensaba la red sobre ella, apretando profundamente las hebras contra su suavidad femenina.


Zayn le separó más las rodillas con los hombros y le ahuecó los pechos con las palmas de las manos mientras la acariciaba con los labios. La lluvia tamborileaba en el vientre de metal que los cobijaba y el propio vientre de Helen se estremeció en respuesta a lo que le estaba ocurriendo. Estaba perdida en un torbellino de sensaciones cuando sintió en las manos la vibración de un trueno a través de la pared que retumbó en cada nervio de su cuerpo. Helen arqueó la espalda y se entregó a un clímax destructivo.


Él la sostuvo mientras se estremecía. Sólo cuando se recuperó sintió Helen que Zayn le
tiraba con fuerza de las piernas. Helen no comprendió lo que su marido estaba haciendo hasta que se acomodó sobre ella y experimentó esa penetración tan largamente esperada en la entrada de su cuerpo.


—Me has roto las medias —murmuró Helen , deslizándole los brazos alrededor de los
hombros y recreándose en la sensación de ese cuerpo masculino apretándola contra el
colchón.


Zayn le rozó la sien con los labios.


—Te compraré un nuevo par. Te lo juro. —Y embistió con suavidad.


Y no consiguió nada.


Ella se puso rígida. Sus peores temores se estaban haciendo realidad. Su cuerpo se había atrofiado por tantos años sin usar.


Zayn se retiró un poco y le sonrió, pero ella podía sentir la tensión de su cuerpo y notaba
lo cercano que estaba de perder el control.


—Pensé que estabas lista, pero imagino que no es suficiente. —Cambió de posición sobre ella y comenzó a acariciarla.


La voz de Zayn pareció llegar de muy lejos.


—Eres muy estrecha, cariño. Ha pasado mucho tiempo para ti, ¿no?


Ella le hundió las uñas en los hombros.


—Sí... puede ser... —la joven soltó un jadeo cuando las nuevas sensaciones crecieron
vertiginosamente en su interior —que esté un poco cerrada.


Él gimió y se volvió a colocar sobre ella.


—Volvamos a intentarlo. —Dicho eso intentó penetrarla otra vez.


Helen gritó y se arqueó sin saber si quería apartarse o acercarse más a él. Su cuerpo se abrió suavemente con un ardiente dolor. Él la sujetó por las nalgas y la penetró
profundamente al tiempo que le cubría la boca con la suya, devorándola. Su posesión era rápida e intensa, pero la tensión que ella sentía en él le decía que Zayn seguía
controlándose. No supo por qué hasta que escuchó su murmullo.


—Deja de contenerte, cariño. Deja de contenerte.


Helen supo en ese momento que él la estaba esperando y esas palabras suaves la
hicieron llegar otra vez al clímax.


Cuando volvió en sí, la piel de Zayn estaba húmeda y su cuerpo tenso de deseo bajo las
manos de Helen . Pero era un amante fuerte y generoso.


—Otra vez, cariño. Otra vez.
—No, yo...
—¡Sí! —Con firmeza, la condujo de nuevo al éxtasis.


Fuera de la caravana retumbó un trueno y, dentro, ella hizo lo que le pedía. Y, esta vez, él la siguió.


El tiempo transcurrió mientras yacían inmóviles, con los cuerpos entrelazados, con el todavía enterrado en su interior.


Helen no lo olvidaría jamás. A pesar de todas las cosas horribles que la habían conducido a ese momento, no podía haber tenido una iniciación más maravillosa, y siempre le estaría agradecida a Zayn por ello.


Apretó los labios contra el pecho de su marido mientras le acariciaba con las palmas de las manos. Después de tanto tiempo, por fin había pasado.


—Ya no soy virgen.

Helen sintió que Zayn se ponía rígido debajo de sus manos. Sólo entonces se percató de que había dicho su secreto en voz alta.
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