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― ¡Rosie! ―grité al ver a mi amiga y corrí hacia ella. Error, rió al verme, probablemente aquella había sido una actitud poco masculina de mi parte. Según ella, lo único que me faltaba para confirmar mi homosexualidad era estar con un chico, porque que estos me atraían ya no era secreto entre nosotros.
―Ya, suéltalo Moore ―exigió la peli-negra luego de besar mi mejilla― ¿Quién cautivó a mi bello amigo? ―sonreí de lado, solo le había dicho que tenía algo que contarle, resulta que me conoce demasiado bien.
―Conocí a alguien ―sonreí inconscientemente― no fue nada del otro mundo, digamos que ni siquiera pensé que cruzaríamos palabra ―suspiré apenas― sucedió que entró apurado al tren y me hizo pasarme de estación, fue muy grosero. Pero luego lo remedió haciéndome compañía.
― ¿Era lindo? ¿Cuál es su nombre? ¿Qué sabes de él? ―indagó con impaciencia por lo cual sonreí.
―Muy lindo a decir verdad. Se llama Eric y solo sé que vive en Yorkshire. Tal vez ni lo vuelva a ver ―me encogí de hombros soltando un suspiro.
―Tal vez sí ―sonrió con esa ternura que la caracterizaba.
―Tal vez ni siquiera era gay ―puse una mueca de disgusto meditando la posibilidad.
― ¿Qué chico heterosexual acompañaría a otro una noche fría siendo un total desconocido? Por favor Dylan ¡Claro que era gay! Y sin dudas le gustaste. Es que mi amigo es todo un galán ―rió burlándome mientras palmeaba mi hombro.
—Fue ya hace unos cuantos días, cada uno que pasa pierdo la esperanza de volver a verle ―hice una leve mueca de disgusto.
―Tengo una amiga en Yorkshire, podríamos ir a visitarla ―alzó ambas cejas.
―Tengo mucho que estudiar y seguro tu también, no es como si tuviera tiempo de recorrer Yorkshire en busca del chico guapo y tal vez ni siquiera lo encuentre ―hice una mueca de disgusto―, tampoco es que perdí al amor de mi vida Rose, creo que contarte fue una mala idea.
― ¡Claro que no Dylan! Hacía demasiado tiempo no me hablabas de ti, no me demostrabas interés en nada, no me hacías saber que pasaba por tu mente fuera de la medicina, de veras creo que necesitas alguien que te haga pensar en otras cosas, y si ese chico lo ha logrado, pues contrataremos un detective privado si es necesario, pero lo encontraremos ―dijo con firmeza y en un tono divertido por más que sabia cuan enserio hablaba.
―Eres increíble ―reí atrayéndola hacia mí y rodeándola con mis brazos dejando un beso entre sus oscuros cabellos―, no te imaginas cuanto me gusta verte entusiasmada de esa forma cariño ―me separé apenas para verle y dirigió su mirada hacia arriba para verme―, creo que tienes razón ―aseguré―, debería hacer un mínimo esfuerzo por encontrar a ese chico e invitarle a salir ―sonreí naturalmente y ella lo hizo de igual forma.
―Ese es mi amigo ―exclamó volviendo a acortar la distancia entre nosotros con un fuerte abrazo.
 
+++
 
Retornaba a casa un poco más temprano de lo habitual, Yorkshire sería mi destino y no sabía a dónde demonios iría pero ya había pasado la estación Ossining y solo quedaban unas pocas paradas. Me repetía a mi mismo cuan estúpido era yendo a buscar en un pueblo desconocido a un desconocido. Recordé a aquellos sujetos persiguiéndole y estampé la palma de mi mano contra mi frente ¿Y si era un delincuente? ¿Por qué no había pensado en eso antes? Tal vez les había robado a aquellos chicos que lo perseguían, o debía dinero o algo aun peor...
 
Como fuera, me encontraba de pie en la salida de la estación Yorkshire y no tenía idea de a donde iría. Me afirmé el bolso al hombro, acomodé el cuello de mi abrigo y comencé a caminar sin rumbo definido, buscaría un café, recorrería la plaza de la ciudad y volvería a la estación antes de que el sol bajase, olvidaría la existencia de Eric y seguiría con mi vida.
 
Pasé por un restaurant y vi el anuncio "se necesita asistente de cocina" me detuve frente a él meditando la posibilidad de entrar pero negué reiteradas veces hacia mí mismo y seguí mi paso.
Caminé algunas cuadras hasta detenerme en un bonito café "Yorkshire coffee" decía el letrero en la puerta. Había una mesa libre justo junto a la ventana y decidí entrar. Hacía frío, una bebida caliente me ayudaría en mucho. Me senté, apoyé mi bolso en una silla libre a mi lado y pocos minutos después una amable camarera se acerco a mí.
 
— ¿En qué puedo ayudarle joven?
—Un capuchino y un trozo de pastel de chocolate por favor sonreí viéndole y la muchacha asintió para luego retirarse.
 
Mi vista se perdió en la plaza que tenía en frente. Los árboles estaban quietos, no había ni una sola ráfaga de viento. Algunas parejas caminaban tomadas de la mano, algunos jóvenes riendo, me gustaba observar a las personas. No era el tipo que hablaba, sino más bien el observador, el que disfruta escuchando no deja pasar detalle.
Mi atención fue atraída por la camarera quien regresó con mi pedido, juré que tan solo instantes habían pasado pero al parecer unos diez minutos había estado perdido en mis pensamientos. Agradecí a la chica y lleve mi mirada a la taza humeante que se veía realmente tentadora. Mis labios se posaron al borde de esta y soplé suavemente para beber un sorbo con sumo cuidado.
Mientras degustaba la bebida y el pastel, saqué unos apuntes de la universidad los cuales debía repasar para el siguiente día. El lugar era sumamente tranquilo, aunque habían un murmullo de fondo no era molesto y me permitía concentrarme fácilmente por lo cual leí un buen rato, hasta luego que el plato y la taza estuvieron vacíos.
Las luces de la calle se encendieron y caí en la cuenta de que el sol estaba desapareciendo, observé mi reloj de pulsera, las seis habían pasado. Era hora de volver a casa, dejé el pago y algo de propina sobre la mesa antes de retirarme del café.
Apenas atravesé la puerta, el frío se hizo sentir potencialmente, casi pude percibir mi rostro palidecer a causa de este. Mis manos iban metidas en los bolsillos y mi mirada fija en el pavimento hasta que sentí una voz algo aguda que se me hizo familiar llamando poderosamente mi atención.
 
—Eric —murmuré hacia mis adentro y alcé la vista para efectivamente encontrarme con él chico de bonitos ojos azules que había estado vagando por mi cabeza durante los últimos días.
Una joven de cabellos rubios casi platinados y con rostro angelical se encontraba manteniendo una charla con él. No era como si me importara quien fuera ella, su amiga, su prima, o incluso su novia, cualquier opción podía ser, de igual manera, no lo interrumpiría solo para preguntarle si me recordaba arriesgándome a recibir un "no" por respuesta, por lo cual, agaché mi mirada dispuesto a hacer el mismo trayecto que había hecho para llegar hasta allí.
 
+++
 
La alarma sonó repetidas veces hasta que saqué mi brazo por debajo de las cobijas para apagarla cuando ya estaba decidido a levantarme. La calefacción estaba baja por lo cual sentí un poco de frío apenas quité las mantas de mi cuerpo, mi torso desnudo fue cubierto rápidamente por una remera que había dejado la noche anterior sobre la banqueta a los pies de la cama junto con la demás ropa que llevaría puesta ese día.
Hice mi rutina diaria de cada mañana antes de bajar ya listo y vestido a desayunar.
 
―Que tengas un buen día hijo ―saludó Will a quien crucé al pie de la escalera listo para irse.
―Lo mismo para ti ―dije adentrándome a la cocina, donde se encontraban mamá y Gemma desayunando―. Buenos días ―besé sus cabelleras al pasar junto a estas y me senté en mi sitio habitual.
―Vas atrasado cariño ―dijo mamá levantándose de la mesa con su taza de leche vacía.
―Algo ―dije despreocupado, siempre amanecía con el tiempo suficiente aunque solía llegar unos quince minutos antes―, supongo que hoy no tendré tiempo de parar a charlar con el guardia de la universidad, podré sobrevivir ―sonreí para luego beber un sorbo de mi café.
― ¡Anne! Vamos cariño ―llamó Will desde la puerta. Mamá se apresuró en dejar las cosas sucias en el lavabo.
― ¡Ahí voy! ―respondió con prisa y nos lanzó besos desde la puerta para luego desaparecer haciéndonos reír a Gemma y a mí.
―Es la única persona capaz de hacerme reír con el sueño que tengo a esta hora de la mañana ―habló mi hermana finalizando la frase con un bostezo.
―Apuesto que también puedo hacerte reír ―la miré sonriente y ella me vio de reojo―... Knock knock...
―Oh no ―se levantó de inmediato―, ya mismo me largo de aquí ―dijo riendo y alborotando mi melena al pasar junto a mí.
― ¡Reíste! ―solté triunfal y vi el reloj de pulsera que llevaba puesto, debía apurarme si no quería llegar tarde.
 
+++
 
Salí de mi primera clase chocándome, literalmente, con una de las pocas personas a las cuales desprecio, por no decir la única; Ezra Lancaster. El sujeto que agrega casi a diario moretone al corazón de mi mejor amiga. De hecho, se que tampoco le agrado, el sentimiento de diagusto es mutuo y no me afecta en lo más mínimo, ninguno se preocupa de ocultarlo.
 
—Mi hermana me ha enviado algo para ti —Dijo de mala gana.
— ¿Tu hermana? —Lo miré confuso, si sabía que tenía una hermana, de hecho, era amiga de Rosie, pero ni siquiera la conocía.
—Mi hermana si —reiteró con pesadez sacando su móvil el bolsillo— ¿Puedes anotar?
—Si ya ¿Qué? —Aun no comprendía pero le seguí la corriente, tal vez tuviera algo de Rosie para decirme. Ezra me dictó el número y lo anoté.
— ¿Cómo es su nombre? —Cuestioné volviendo mi mirada hacia él.
—No lo sé, ya no lo recuerdo y tengo cosas que hacer —dijo para sin darme tiempo a responder alejarse por el pasillo.
Idiota —murmuré aun confuso— ¿Cómo que no recuerda el nombre de su hermana? —Pensé en voz alta y ladeé la cabeza negando, la llamaría al finalizar la jornada en la universidad.
 
Las horas pasaron, y cuando al fin debía regresar a casa recordé que debía llamar a la hermana de Ezra, con todo lo ocurrido en el día incluyendo las tediosas clases de medicina y la preocupación de mi madre por la falta de dinero en el hogar había olvidado por completo aquello, pero ya no lo pospondría más por lo cual busqué el número sin nombre agendado horas antes y marqué, luego de tres tonos, la llamada fue atendida.
 
— ¿Hola?
—Hola, habla Dylan Moore, emm —quedé pensativo, la voz parecía de un chico y ni siquiera tenía idea de que quería hablarle por lo cual estúpidamente me quedé callado.
— ¿Dylan? ¿El estudiante de medicina al que retrasé en su retorno a casa la otra noche? —Respondió divertido.
— ¿Eric? —Pregunté confuso, aun más que antes pero casi sin querer, pude sentir las comisuras de mis labios elevarse.
—Eric Parker, el mismo ¿Cómo estás?
—Bien pero —Volví a callar y reí—... Lo siento, no esperaba escucharte.
—Llamaste a mi número ¿A quién pretendías escuchar? —Seguía divertido, pero ahora la confusión era de parte de ambos.
—A la hermana de Ezra, de hecho, aunque ni siquiera se su nombre —sonreía como tonto ante tan absurda charla.
— ¿Ezra? ¿Lancaster? 
—Ese Ezra.
—Oh, claro, Blair su hermana es amiga mía, le pedí que te hiciera llegar mi número, ya entiendo la confusión.
 —Creo que yo también —hubo un breve silencio el cual él se encargó de romper.
—Oye ¿Crees que podamos vernos? —Al no recibir respuesta prosiguió— Se que es extraña la pregunta pero…
—Me encantaría —lo interrumpí luego de haber tomado una profunda respiración.
—Genial.
—Genial.
—Bien ¿Qué opinas de mañana en la tarde? Debo ir a Manhattan y podríamos encontrarnos, de hecho no conozco mucho ya que hace un tiempo no voy y tal vez tú puedas ayudarme a encontrar lo que busco.
—Eso sería genial, salgo de clases a las cuatro.
—A las cuatro es perfecto, te escribiré en el día ¿Está bien?
—Está bien.
—Entonces… Te veo mañana.
—Así es.
—Me alegro que hayas decidido llamar aunque no supieras que era mi número —solté una leve risa algo nerviosa— ¿Hubieras llamado si sabías que era yo?
—Claro ¿Por qué no?
—No lo sé —fue él quien rió ahora—, bueno, supongo tienes cosas que hacer y también yo así que… Hasta mañana.
—Adiós Eric.
—Adiós Dylan.
 
Corté la llamada y quedé torpemente viendo la pantalla de mi teléfono móvil. Por un momento pensé en llamar a Rosie para contarle pero ni yo me lo creía aun ¿Acaso me había invitado a salir? Una cita…
No dejé de sonreí en todo el camino a casa y agradecí que al llegar estaba solo ya que no tenía ganas de que me preguntasen demasiado, no sabría que responder y lo único que quería era una ducha, intentar estudiar un rato si es que con Eric rondando en mi cabeza lo conseguía, y dormir, para que el día siguiente llegase rápido.
 

deric♥:

Sin duda odiaba mi trabajo. Desde que entré me he preguntado una y otra vez por qué dejé la librería. Ahora habían demasiadas personas juntas, chillidos de chicas hablando de todo lo que les pasara por el lado y lo peor de todo parejas compartiendo su saliva. Lo sé debería dejar de odia tanto a las parejas pero era imposible; no había nada en el mundo más asqueroso que andar por ahí compartiendo su ADN con otra persona y que todos lo viesen.

—Wellington, a la mesa cinco— gritó mi jefe desde la parte de atrás del mostrador.
—Estoy frente a usted, no tiene por qué gritar— repliqué observándolo. ¿Su calva se había hecho mucho más grande o yo estaba alucinando?
—Como sea, atiende la mesa cinco y luego ven a mi oficina— respondió con el mismo todo que yo había utilizado segundos atrás. Rodee los ojos, me levanté de mi asiento y caminé hacia la mesa a un lado de la ventana.
—Bienvenidos a Mikey’s ¿Qué puedo servirles? — comenté una vez frente a la pareja.
—¿Tienes algo bajo en calorías y así como súper light? — Pregunta una pelirroja con voz de pito. La miré durante un par de segundos. Debes estar bromeando pensé.
—Agua— contesté con la sonrisa más hipócrita que alguna vez haya dado. El rubio a su lado rió ante mi respuesta.
—¿No tienes ensalada? — Vuelve a preguntar. Respiré profundo un par de veces y hablé.
—¿Acaso no ves que estás en un restaurante de comida rápida? ¿Cómo piensas que tendremos ensaladas?
—En McDonald’s venden ensaladas— replica.

Juro que te arrancaré tus malditas extensiones si vuelves a hablar.

—¿Somos McDonald’s? No— Sinceramente, habían cosas, digo, personas insoportables e imbéciles con las que tratar en esta vida.
—Tráele un vaso de coca cola light y a mí un batido de chocolate y una hamburguesa con papas, por favor— dijo el chico de pelo rubio. Asentí y anoté lo que me pidió para después dirigirme a la cocina.
—¿Por qué no me defendiste? — Chilló la pelirroja mientras me alejaba. Es increíble cómo los chicos pueden salir con chicas así de huecas, es decir, hay bastantes chicas en el mundo con un gran intelecto pero siempre eligen a las huecas de extensiones largas y pechos sobrenaturales.

Coloqué el papel sobre la mesa de pedidos y me dirigí hacia la oficina de mi jefe con toda la lentitud del mundo, sólo habían dos razones por las que podría llamarme; ascenderme o despedirme, y creo que era más probable la segunda.
Toqué la puerta de madera con el nombre de mi jefe en una placa color oro. Y esperé a que me respondiera para después pasar.
Sus pies estaban sobre el escritorio y su traje desabrochado dejando ver una gran panza sin forma. Vaya, sí que parecía de esos jefes cochinos que tanto salen en los libros. Me acerqué a su escritorio y hablé.

—¿Quería verme señor?
—Así es Wellington, toma asiento— Señaló el mueble de cuero frente a él —Verás, uno de mis amigos vino aquí la semana pasada y me recomendó un par de ideas para aumentar la visita de clientes— Asentí restándole importancia —Bien, habló de disfraces.
—¿Disfraces?— Enarqué una ceja al escuchar aquella idea tan estúpida.
—Disfraces— Asintió tomando un pretzel y metiéndolo a su boca sin ningún tipo de delicadeza.

Asco.

—¿Qué tengo yo que ver con eso?— Me crucé de brazos y me eché hacia atrás acomodándome en el mueble.
—Sencillo, como eres una de las chicas más jóvenes aquí, tú y Amelia, la latina chillona, serán las que portarán los disfraces— Hice una mueca con los labios haciéndole entender que no estaba de acuerdo, pero sólo respondió con encogimiento de hombros restándole importancia a lo yo pensaba.
—Eso es una idiotez.
—Una idiotez que tú harás porque trabajas para mí— Achiqué los ojos ante su tono de voz. Odiaba en verdad que me hablaran de esa manera. Que fueses mi jefe no quería decir que fuese mi dueño. —Allí está tu primer uniforme, ya Amelia lo tiene, comienzan mañana— Asentí con desgano y me levanté para tomar el estúpido uniforme de policía que se encontraba en una de las repisas pegada a la pared.
Suspiré pesadamente mientras ponía el “uniforme” en el pequeño casillero que tenía asignado cada trabajador. Cerré el casillero con fuerza haciendo que todos voltearan a verme como la loca desquiciada que todos creían que era.

Ineptos.

Caminé hacia Jhonny, el cocinero, y tomé el pedido que había antes de ir a hablar con el idiota de mi jefe. O él había estado esperando por mí, o fue muy lento y no terminó rápido un pedido tan tonto; me dirigí a la misma mesa de antes solo que ésta vez se encontraba el chico de antes, solo.

—Aquí está tu pedido— Coloqué la hamburguesa sobre la mesa seguida por el batido.
—No es necesario— dijo con cansancio mientras ponía el vaso de refresco falso sobre la mesa —Se acaba de ir— Asentí observándolo por unos segundos. Su rostro lucía verdaderamente cansado y el que su, quizás, novia lo haya dejado aquí no ayudaba para nada a las grandes ojeras que se posaban bajo sus ojos.

De repente sentí pena por aquel muchacho, aunque no lo conociera sabía que aquellas ojeras no eran porque las quisiera. Aunque, hacían que sus ojos azules brillaran con más intensidad.
Ashley ya deja de mirarlo. Pensarás que una loca que lo está acosando.
Sacudí la cabeza volviendo a la realidad. Lo miré por última vez y di media  vuelta para dirigirme al mostrador.

—Mesera— gritó alguien desde las últimas mesas. Volví a girar y caminé hacia el lugar de donde me habían llamado. —Lindo uniforme— Sonrió el chico de cabellos castaño. Puse los ojos en blanco y llevé todo mi peso a una sola pierda.
—¿Qué haces aquí?— Pregunté de mala gana. Su sonrisa se hizo aún más grande.
—Sólo quería un batido de frutilla, no es que te espiara— Rió provocando que negara con la cabeza.
—Ahora vuelvo— Me voltee para ir en busca de batido cuando su escuché su voz una vez más.
—¡Y una dona de chocolate!— Asentí aunque sabía que no podía verme y lo anoté en la pequeña libreta para después pasarlo a Jhonny.

Piensas que es lindo.
No, no es así.
Sí, lo piensas.
No, ahora cállate y déjame trabajar.

Sonreí a medias. Nunca dejaría esa mala costumbre de discutir conmigo misma y, a pesar del tiempo que llevo haciéndolo, no lo lograba acostumbrarme. Levanté la mirada de la libreta en la que hacía bocetos sin sentido y me encontré con la mirada del chico de ojos azules mirándome fijamente. Su mirada examinaba mi rostro con detenimiento, como si fuese una obra de arte difícil de encontrar.
Cierra la boca, nadie te vería como una obra de arte.
Retiró su vista de repente al darse cuenta de mi ceja enarcada. Sí, era conocida como una espanta chicos.

—Aquí tienes, enana— Fulminé a Jhonny con la mirada haciéndole saber que odiaba ese nombre. No era enana. Tomé el pedido y caminé de vuelta hacia el chico de mi clase de literatura, Drake o Break o como sea.
—Toma— Coloqué las cosas sobre su mesa.
—¿Siempre eres así de seca?
—¿Acaso soy agua para estar mojada?— Lanzó una carcajada que quizás todo el que se encontraba allí había escuchado.
—Por lo menos tienes sentido del humor— Lo fulminé con la mirada. Levantó ambas manos en forma de rendición —No me has dicho tu nombre— Afirmó.
—No tienes porqué saberlo— contesté.
—Pero, compartimos clase de literatura— Hizo un puchero, de lo más tierno que alguna vez había visto, y luché arduamente por no echarme a reír.

Eres dura y cruel Ashley, recuérdalo.

—Samutracia— dije encogiéndome de hombros. El chico volvió a reír y me di vuelta para irme y darme cuenta de que el chico de ojos azules me hacía señas. Asentí en su dirección para que supiera que lo había visto y me voltee hacia… Patricio, Verónico, Juancho… ¡Derek! Ese era su nombre —Me tengo que ir— Asintió y me dirigí hacia la mesa cinco.
—La cuenta, por favor— dijo despacio. Asentí no sin antes verlo un momento más. Su cabello estaba completamente desordenado dándole un aspecto descuidado y sexy a la vez. Amaba eso. Moví la cabeza con suavidad sacando ese pensamiento mi mente.

Recuerda Ashley + Amor=A desastre. 

Spoiler: