Save me Life {NC

Cinco cuarenta y cinco.
Ya era hora.
—¡Zayn! —Por supuesto, yo estaba en lo correcto.
Es un hecho mundialmente conocido, que el día en el que un adolescente ingresa a la Universidad por primera vez, es también su entrada a la adultez; en pocas palabras; es un día glorioso. ¿Pero cómo podía serlo para mí? Cuando estaba dejando atrás todo lo que pensé que iba a acompañarme por el resto de mis días.
La vida universitaria sonaba cargada de responsabilidades y yo personalmente, podía considerarme una persona demasiado enganchada a mis propios límites; centrado y prácticamente jocoso, tal vez hasta no de la buena forma. De esa forma que causa que los demás se rían de ti, no contigo. Y eso ya me estaba cansando de sobre manera, principalmente porque nadie quiere pasar el rato con una persona que se preocupa por una simple tarea como si su vida dependiera de ella. Podía ser exagerado, pero también era muy asertiva la situación.
Probablemente yo debía cambiar eso, y el comienzo de ello estaba en Moonlight.
Sentí los pasos de mi gallardía madre con mucha facilidad y deje mi cama, titiritando un poco cuando mis pies descalzos sintieron el frio piso de madera bajo de ellos. La puerta se abrió de golpe.
—Javadd, niño, ¿has visto la hora? Deberías ya estar en la ducha, estamos muy lejos de Moonlight. ¡Apresúrate, corazón, apresúrate!
Yo no objete ante ninguna de las apresuraciones de mi madre, pero el que me llamara Javadd no me gusto y consiguió que mis cejas casi se unieran en lo que era un ceño fruncido.
—¿Por qué sigues parado ahí? ¡Anda, ve a ducharte! Londra vendrá a verificar que estés listo a tiempo.
A las ocho con siete minutos, exactamente, llegamos a Moonlight. Yo ya estaba listo para desatar lo que fuera que un nuevo comienzo conllevara, entre esos el hecho de perderme a mí mismo.
A principio del mes, cuando yo pensaba en renovar mi vida, realmente no sabía si me refería a ser alguien más abierto o a amanecer con una resaca de mil demonios que en cualquier momento me haría explotar la cabeza.
Días antes, había hecho lo último que creía que haría; me había embriagado y drogado. No había sido tan malo como mi madre nos lo solía plantear a mí y a mis hermanos siempre, aunque siendo completamente honesto, si no hubiese sido por Saga, yo jamás habría sido capaz de descontrolarme de ese modo.
El lunes ya todos estaban como nuevos, vigorizantes y con ganas de armar revuelto nuevamente. Al entrar a la cafetería yo me apresure a ir al área de café, posiblemente mi favorita. Si no estaba mal, mi sangre en su mayoría era más café que sangre.
Divise la mesa que habitualmente solía ocupar y tome lugar paulatinamente junto a Saga, una de las personas con las que más frecuentaba en Moonlight desde que había llegado no hacía más de un mes. Aparte de Elena, que hacia parte de mi árbol genealógico aunque nuestras familias trataran de negarlo.
—Hola —Hablando del rey de Roma. No respondí, supuse que no había necesidad cuando había meneado mi cabeza en forma de saludo—. ¿Por qué esa cara? —Elena pregunto un rato después.
Yo meneaba mi café con una pajilla, sin ganas reales de hablar. Pero al final respondí:
—Realmente no deseaba levantarme hoy —Mi voz salió lastimosa, jodidamente patética. A los segundos sentí una mano acariciar mi espalda dulcemente.
—Tú tomate ese rico café, veras que recobraras las energías  —Decidí hacerle caso.
Elena tuvo razón.  
Cuando estuve en camino a mi clase de Literatura, el tema de ese lunes; La literatura ocultista, ya me sentí mucho mejor. Me sorprendió que al llegar el aula aun estuviera totalmente vacía, a excepción de dos personas; el profesor Woods que era el habitual de los lunes, miércoles y jueves, y un chico castaño, alto —o por lo menos más que yo— y de piel clara.
Asome mi cabeza por la puerta tímidamente, no está bien espiar, pero no era un espionaje si solo estaba escuchando “accidentalmente”. Ambos hombres charlaban, pero no fue cuando escuche la voz del chico que comencé a sentir una presencia extraña e inusual.
Claro, era obvio. No sé cómo no me había dado cuenta. Negué con la cabeza a la par que rodé los ojos; A veces yo era realmente incompetente.
—De verdad te agradezco tu ayuda con este proyecto, Liam —Alcance a escuchar del profesor—. Y  sé que si mis alumnos supieran lo mucho que ayudaste, también lo agradecerían.
El chico sonrió. La forma en que sus ojos se achinaron al hacerlo me gustó mucho.
—No hay problema. Si necesita algo ya sabe, solo tiene que llamar. No tengo nada mejor que hacer —Se rio.
Cuando se giró un poco para salir del aula, ya no había nada que yo pudiera hacer, me había visto, de hecho, ambos me habían visto.
—Joven Dahmer, ha madrugado —Woods dijo, tratando de ocultar el nerviosismo que la situación claramente causaba. Uno de sus alumnos se había enterado de que poesía un “don”.
No dije nada, solo observe al muchacho frente a mí. Y no es que yo fuera homosexual, simplemente que jamás me había topado con un chico tan bien parecido.
—¿Quién es? —Me atreví a preguntar, esta vez mirando al profesor, ignorando por completo la presencia del espíritu.
—Soy Liam —El chico respondió simplemente, con un deje de diversión en su voz como si yo tuviera que saber por obligación quien era él.
Entonces, en ese momento, quise golpearme por el color rojo que inundo mis mejillas. Decidí no hablar ni presentarme, aquello era una virtud que yo pensaba que no se debía brindar a cualquiera. Que aquel tipo, Liam, me hubiese hecho dudar de mi sexualidad no definida solo por hacerme sonrojar, no significaba que debía hablarle, por lo menos no más de la cuenta.
El profesor no estaba enterado de eso.
—Liam, él es Zayn Dahmer. Uno de mis mejores alumnos.
La manera en la que Liam alzo sus cejas, intrigado, y examino cada parte de mí que tuviera a su alcance, hizo que me sintiera más tímido de lo que ya era, además de darme ganas inmensas de encogerme en un caparazón.
Por la cabeza se me llegaron a pasar un par de ideas de lo que él posiblemente estaba pensando sobre mí. Yo era increíblemente soso, insípido, de aquellas personas tan malditamente simples que dan pena. Si alguien alguna vez se había fijado en mí, era porque de una u otra forma padecía de algún derrame cerebral o problema mental.
—Un gusto, Zayn.
Honestamente, jamás me había sentido tan acomplejado en toda mi vida. Y el emblema estaba entre si yo realmente deseaba ser si quiera la cuarta parte de seguro que Liam parecía ser, o si tenia fuertes ganas de tirarme sobre él y hacer un par de cosas que años atrás era considerado delito entre dos hombros.
Estuve enormemente agradecido de que eso fuese el final de la conversación. No sabía si se debía a que el resto de los alumnos comenzaron a llegar al aula, o si de verdad la charla ya no debía seguir. Cualquiera de las dos opciones podría darme igual.
—Insisto, creo que me merezco una mejor nota de la que he recibido —Escuche a Isabelle quejarse por milésima vez en el almuerzo sobre uno de sus profesores de arte. Según parecía, el hombre no le había dado la nota que ella esperaba en uno de sus lienzos.
No le dije nada. No era como si ella estuviera hablando conmigo, estaba hablando con Alex y Elena y por casualidades del destino —o de estar en la misma mesa—, la conversación llegaba hasta donde mí. Mi concentración estaba de todas formas centrada en mi libro. Decían por ahí que yo podía hacer dos cosas a la vez. Eso incluía escuchar a una persona, comer una hamburguesa vegetariana y leer sin desconcentrarme; era de mis mejores talentos.
En ese momento decidí dejar en paz a mi libro y pase mi mirada a Saga, quien escuchaba pacíficamente música en su celular, en ese almuerzo se encontraba más callada de lo normal. Moví un poco mi silla hasta quedar a su lado y justo cuando estaba a punto de hablarle, Isabelle pronuncio un fuerte “perra” que llego a los oídos de todos los que ocupaban la mesa.
Observe a la receptora de aquel insulto; era una chica rubia que entro a la cafetería con aires de grandeza, modelaba en lugar de caminar.
—¿Quién es? —Pregunte por pura inercia, realmente no me importaba mucho.
—No sé, pero es una perra —Mordí mi labio para no reír—. Creo que es la hija de la directora o algo así.
Con eso acabo la conversación sobre la perra porque yo simplemente volví a mi libro. O trate de hacerlo si no fuera porque una duda existencial estaba opacando entonces toda pizca de concentración que mi libro deliberadamente se merecía. Cosa rara en mí.
—¿Alguna de ustedes a escuchado sobre un tal Liam que murió, creo que aquí en Moonlight? —Ninguna contesto, y pensé que nadie lo haría hasta que Alex abrió la boca y aclaro todas mis dudas.
—Era el hijo de la directora, Liam Whittemore. Se suicidó, si no estoy mal.
Me tome mi tiempo después de eso. Mis manos se habían vuelto un nudo debajo de la mesa, mal hábito, debía reconocer. Deje el tema de lado, y entonces las chicas comenzaron a soltar sus argumentos sobre porque yo estaba mejor conviviendo con ellas y no con los chicos.
—Que bien —Le dije a mi hermano que hablaba animadamente del otro lado de la línea telefónica. Yo solo escuchaba y él me platicaba sobre cómo iban las cosas en casa. Tal parecía que tenía un nuevo cachorro.
Podía contar cuantas veces en el día me había llamado mi hermano menor y serían más de las necesarias. No me molestaba, pero casi me habían quitado el celular porque él llamo en medio de una clase.
—¿Y cómo esta Lexus? —Pregunte. Lexus era mi gata, la que había tenido que dejar en casa. La extrañaba mucho.
Luego de un rato corte y volví a sentarme frente a mi escritorio de madera sintética, cruce las piernas sobre la silla y deje el libro de literatura entre ellas. No tarde mucho en sentir una presencia e hice mi mayor esfuerzo por no sonreír.
Sin quitar la mirada del libro de literatura, dije:
—Sé que estás ahí —Liam Whittemore salió de la nada misma y me observo curioso, pero con una sonrisa ladeal adornando sus labios.
Hice todo lo que estuvo a mi alcance para no sentirme nervioso por su simple presencia.
—¿Cómo lo supiste? —Me quise reír.
—¿Qué haces aquí? ¿Me estas acosando? —Ignore por completo su pregunta anterior.
Liam se sentó en la cama y comenzó a jugar con una pelota de goma con un entusiasmo infantil. Yo gire la silla sin dificultad hasta quedar frente a él.
—Algo parecido —respondió después de un rato—. Cuando estás muerto no hay mucho que te pueda entretener, honestamente.
—Podrías ir a asustar personas, como un fantasma normal.
Eso fue estúpido.
—No soy esa clase de espíritu, Zayn.
Yo era la vergüenza en carne propia. Podía sentir con mucha facilidad como la sangre subía a mis mejillas y eso volvía todo más bochornoso.
—Bueno —Quise dejar lo anterior de lado—, lamento romper tu burbuja pero dudo ser muy buena fuente de entretenimiento. Además, no puedes entrar así en mi habitación cuando se te dé la gana.
Liam en lugar de escuchar una sola palabra de las que dije, se tiro en mi cama y ronroneo.
—¡Que cómodo! —Exclamo removiéndose entre las sábanas blancas de seda—. Estas no son las típicas camas de la Universidad, la has traído tú, me imagino.
De nuevo, sentí auténtica vergüenza.
—Eh, si —Respondí en casi un murmullo—. Mi madre ha insistido en una “mejor comodidad”.
Liam dejo reposar sus antebrazos bajo su cabeza.
—Apuesto que no compartes habitación can nadie gracias a ella también —Sonreí tímido.
—Si…
Entonces me di cuenta de algo; «¿Por qué le estoy respondiendo? ¿Por qué no le respondo con gestos como hago con todos en lugar de hablarle?». Probablemente estaba exagerando, pero para mí se sentía como demasiado.
—Tranquilo, no te estoy juzgando. Solía tener esto cuando estaba vivo —No dije nada y eso trajo como consecuencia el reinado del silencio, que Liam no se tardó mucho en romper—. ¿Hace cuánto te enteraste de que eres vidente?
Me encogí de hombros. No quería responderle con palabras, sin embargo, tenía la necesidad. Podía ser una persona muy complicada en ocasiones.
—Era muy niño cuando lo descubrí —Decidí responder, lo máximo que pudo salir de mi fue un ligero musito—. Sigo dudando de si es un don o una maldición —Agregue al final, por el rostro de Liam supe que eso estuvo de más.
—Yo agradezco que existan los videntes —dijo él. No podía tener una clara certeza de si me estaba observando a mí o a la nada.
—¿Por qué?
—Porque los espíritus los necesitamos para sentirnos menos solos.