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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Capitulo 17 amo este cap espero qe ustedes tambien
Días cálidos, soleados. Noches frescas y estrelladas. Y siempre, ya fuera de día o de noche, Joseph entre sus brazos.
Lo que había empezado como una pesadilla se había convertido en un sueño. ______ volvió su cara hacia el cielo mientras el agua de las olas le rozaba los dedos de los pies. Pensó que prefería no pensar en ello como en un sueño; porque de los sueños uno acababa despertándose. Era una realidad.
En lugar de ser un asesino, había resultado ser el hombre al que llevaba toda su vida esperando.
Cara pensó en el modo de describirlo.
Era fuerte, listo. Le gustaba protegerla, y era bello; aunque a ella le daba la impresión de que se enfadaría si ella utilizara alguna vez esa palabra delante de él.
Y además de todo eso era divertido. La hacía reír, lo cual era en sí un pequeño milagro. Hacía mucho, meses ya, que no se había reído.
Y le daba la impresión de que él había vivido épocas en las que tampoco se había reído mucho.
_______ sentía que su amante había visto más del lado oscuro de la naturaleza humana de lo que debería ver cualquiera.
Que pudiera pilotar un avión le había sorprendido. Resultaba también que sabía navegar. Tenía un velero, que según él le habían vendido con la casa. La primera vez que habían salido con el barco, había pasado todo el tiempo abrazado a ella, al timón. Después le había enseñado a manejar el barco, y a ella le había encantado aprender. Pero lo que más le gustaba era hacer el amor sobre la cubierta de madera de teca, desnudos bajo el sol de Florida.
Joseph le había sugerido navegar hasta Miami Beach para poder comprarle algo de ropa. Pero ella le había dicho… sólo de recordarlo se sonrojaba; le había dicho que sólo lo necesitaba a él.
¿Además, para qué quería llevar nada estando con Joseph? La ropa habría sido un impedimento para su manos, que no paraban de acariciarla, de tocarla; los pechos, el vientre; mirándola con aquellos ojos cafés tan ardientes.
¿Tan extraño era que se hubiera convertido en una mujer insaciable con su amante?
_______ se abrazó las piernas y pensó en lo que su madre le había dicho en una ocasión cuando ella era una adolescente. El sexo podía ser peligroso. Y también maravilloso. Por eso había que esperar a ser más mayor para tomar decisiones más responsables.
_______ se dijo que el sexo era maravilloso si una estaba con el hombre adecuado. Su madre no había estado con el hombre adecuado, pero ella sí. Joseph era el hombre adecuado. El único hombre.
Cada día, cada noche, se enamoraba más de él.
Lo que deseaba saber de todo corazón era qué sentía él por ella. Sabía que era algo más que una atracción física. Lo notaba en cómo la abrazaba tras hacer el amor; o en cómo le decía aquellos apelativos cariñosos.
—Buenos días, cariño.
_______ volvió la cabeza y vio que su amante caminaba hacia ella. Y le sonreía como sólo le sonreía a ella.
—Buenos días.
Le tendió la mano y él tiró de ella y le dio un beso con sabor a pasta de dientes.
—Me he despertado en la cama vacía. ¿Por qué me has dejado?
—No sé. Sentí el sol en la cara, oí el ruido de las olas y… —sonrió y se abrazó a él—. No me canso de tu isla. Es tan preciosa.
—Eres tú quien eres preciosa —le dijo en tono suave.
La besó de nuevo, esa vez con un beso más pausado y largo, y ________ sintió que se derretía por dentro.
—Tengo una idea —dijo Joseph.
—¿Mmm?
—Desayunaremos rápidamente. Luego, iremos en el velero hasta el continente.
—Pero a mí no me hace falta…
—Me encantó lo que me dijiste, nena. Pero quiero llevarte por ahí. Enseñarte South Beach —sonrió—. Por favor, ________. Déjame llevarte.
Sabía que él se lo estaba diciendo de corazón. Y lo cierto era que la idea de ir a South Beach con él la emocionó.
Miami Beach, South Beach; era otro mundo. Mujeres diez se paseaban con hombres igualmente impresionantes a su lado; aunque ninguno le pareció tan apuesto como Joseph.
Los cafés de las aceras competían en elegancia, los hoteles eran fantásticos, y sólo se veían Ferraris, Lexus y Mercedes.
Y tiendas.
Ah, y qué tiendas. Fendi, Gucci, Christian Dior y otros exponentes del diseño y la alta costura. Sin duda algo por lo que había que pagar cantidades elevadas.
—No —dijo ________ deteniéndose al ver el primer discreto cartel.
— ¿No qué? —Respondió Joseph mientras miraba hacia la ventana—. ¿No te gusta ese diseñador? Ella estuvo a punto de echarse a reír.
—No es eso; pero no puedo permitirme venir a estos sitios.
—Bueno, no. No puedes —dijo en tono muy razonable—. ¿Cómo ibas a poder si no tienes cartera? —se acercó un poco más a ella—. No es muy fácil tener cartera cuando un hombre te saca de la ducha desnuda.
— ¡Chist! ¡Te va a oír todo el mundo! —horrorizada, miró a su alrededor—. Ahora no hables de eso. Además, aunque llevara encima mi cartera nunca podría…
—Sí —añadió él—, pero yo sí que puedo. Y me daría mucho placer comprarte algo especial, ¿de acuerdo?
—Joseph…
—Conozco ese tono de voz, cariño. Míralo de este modo. He hecho una reserva en el que se supone que es el sitio más romántico de la playa —sonrió—. Estás preciosa tal y como estás. ¿Pero yo qué sé? Soy un hombre.
_______ se miró los pantalones de algodón. Le quedaban muy grandes, y estaban también gastados. Además, hacía calor. Y los zapatos… John le había dejado unas chanclas de goma descoloridas del sol que encima le quedaban grandes.
Desde luego no iba vestida para una cena romántica.
—¿________? ¿Podemos entrar ya?
Ella asintió. Le dio la mano y pensó que no les dejarían pasar con la pinta que llevaban.
Pero se equivocó totalmente.
Evidentemente, los empleados de las tiendas eran capaces de ver más allá de las apariencias. Saludaron a Joseph del mismo modo en cada tienda, con las mismas sonrisas respetuosas y la misma atención. Luego, él señalaba cosas que creía le quedarían bien.
—Nos probaremos esto —le había dicho a la dependiente que se había acercado—, y también eso; y aquello de allí. Él no le preguntó si alguna cosa le parecía bien, o si le gustaba. Asumía que podía decirle cómo serían las cosas y que ella lo aceptaría.
Lo más sorprendente era que él tenía razón. Su Joseph no era un hombre con quien discutiera una mujer, sobre todo si lo amaba, si lo amaba con toda su alma…
—¿En qué estás pensando? —le preguntó él en voz baja.
Y _________ se sonrojó, y dijo que no había estado pensando en nada en particular.
—Mentirosa —le había dicho él en tono todavía más bajo, y cuando le pegó los labios al oído le dijo que encontraría el modo de forzarla para que le dijera la verdad cuando estuvieran a solas.
Al final se habían recorrido todas las tiendas. Ella se había probado de todo: zapatos, bolsos, vestidos, pantalones, tops… hasta que finalmente, en la última tienda, Joseph dijo sí a unos espectaculares pantalones cortos blancos y a un top de seda blanco y sandalias a juego, y le dijo que se pusiera la ropa y tirara los pantalones de algodón y la camiseta.
—La señorita se llevará esta ropa puesta —le dijo a la dependienta.
_________ fue hacia el probador, entonces se dio la vuelta. Joseph arqueó las cejas.
—Ropa interior —le dijo, moviendo los labios para que él la entendiera—. Necesito un sujetador, y braguitas —le susurró, sonrojándose un poco.
—No lo necesitas.
Joseph lo dijo con una voz tan sensual, que ella sintió deseos de arrastrarlo hasta el probador.
—Ya le he dicho a la dependienta que se ocupe de ello.
Compraron un sujetador de encaje con tanga a juego. ________ se puso el conjunto, y entonces se imaginó a Joseph quitándoselo. Ah, sí… sin duda aquél era un sueño que no quería que terminara jamás.
El café donde almorzaron tenía vistas a la playa. Había olas muy grandes ese día; alguien gritó que había delfines, y con deleite contemplaron los elegantes cuerpos grises saltando sobre las olas. ________ sacudió la cabeza fingiendo exasperación, y diciendo que Joseph lo había preparado todo para ella.
—Lo haría si pudiera —le respondió él sonriendo—, sólo para verte reír así.
Era cierto. Habría vuelto el mundo del revés sólo para ver esa expresión en su cara.
Le encantaba verla reír, sus sonrisas, o cómo suspiraba con placer mientras comía la ensalada Nigoise o emitía sonidos de aprobación al probar el pinot grigio que había seleccionado de la carta de los vinos.
— ¿Es el nombre del vino o de la uva? —le había preguntado ella después de probarlo.
Y a él le encantó que a ella no le importara reconocer que no lo sabía, y también su interés genuino.
Y le encantaba la cara que ponía cada vez que él había señalado alguna prenda o algún bolso en un escaparate, y su manera de abrir los ojos como platos cuando lo había añadido al montón cada vez más grande de las cosas que quería que ella se pusiera.
Incluso él, que jamás había salido de compras con una mujer en su vida, se dio cuenta de que nadie le había comprado jamás regalos caros.
De haber sido su amante, Tony Gennaro lo habría hecho… ¡Ya estaba otra vez pensando en eso! Ella le había dicho que no había sido amante de Tony Gennaro y él la creía.
— ¿Les apetece tomar postre? —les preguntó el camarero. El postre que quería Joseph lo tenía sentado enfrente, pero supuso que eso no podría decirlo.
—Sí —Joseph se aclaró la voz—. ¿________?
Ella escogió algo de la carta de postres, pero sólo, según dijo, para que él lo compartiera con ella; y él dijo que sí, que lo compartirían.
Compartir lo que tenía en mente le parecía perfecto.
El camarero llevó el café y un postre de chocolate que parecía una obra de arte.
—Delicioso —suspiró ________.
—Absolutamente delicioso —concedió Joseph, pero la miraba a ella.
Cuando salieron del café, ella se quitó las sandalias nuevas, él sus mocasines, y caminaron por la playa agarrados de la mano, cada uno disfrutando simplemente de la compañía del otro. A media tarde, cuando ella se sintió un poco cansada, Joseph le echó el brazo a la cintura.
—Volvamos al barco y echemos una siesta antes de la cena.
Pero en cuanto llegaron al barco y estuvieron bajo la cubierta, escondidos del mundo, con el suave balanceo del velero amarrado y la proximidad de sus cuerpos calientes por el sol, la siesta se les antojó menos deseable.
—Quiero hacerte el amor —le dijo Joseph en tono suave.
—Sí —respondió ________—. Oh, sí.
Se desvistieron, se abrazaron e hicieron el amor despacio, muy despacio. Entonces, sin soltarse, se acurrucaron en la litera y se durmieron.
Los pantalones cortos, las sandalias y aquel top excesivamente caro no era lo que uno vestía para acudir a una cena romántica.
_________ salió de la ducha, al camarote lleno de pronto de cajas y bolsas. Todas las marcas que había visto esa mañana estaban allí impresas en las cajas y envoltorios.
—¿Qué es todo esto? —preguntó ella, mirándolo.
Él puso cara de inocente.
—No tengo ni idea. Será mejor que lo abras.
Las cajas contenían todo lo que se había probado en las tiendas; desde ropa, bolsos y zapatos, hasta más conjuntos de ropa interior, en todos los colores del arco iris. Incluso había cosas que no se había probado, como un colgante dorado con un brillante en el centro, o unos aros pequeños y elegantes.
Estaba confundida.
—¿Cómo han podido pensar esos dependientes que querías todo esto?
Joseph le agarró la cara con las dos manos.
—Porque eso fue lo que les dije —dijo él en voz baja—. Estabas preciosa con todo, cariño. ¿Cómo iba a elegir solamente una cosa?
Ella lo miró con los ojos como platos.
—Joseph. No puedo permitir que hagas esto.
—¿Por qué no?
—Porque… es demasiado. Demasiado caro…
Él la besó en los labios con ternura.
—Chist, quería hacerlo, _______ —sonrió—. Además, en ninguna de esas tiendas se puede devolver nada.
________ lo miró con suspicacia.
—Ya. No te cambian nada, ¿no?
Él sonreía cada vez más.
—Por favor, haz esto por mí, cariño. Me hará feliz.
—Es un chantaje de lo más ridículo, Joseph —le dijo, pero sonreía mientras le echaba los brazos al cuello y lo besaba.
Él tenía razón. El restaurante era muy romántico. Su mesa, iluminada con velas y frente a las oscuras aguas del océano, era perfecta. La comida fue tan incomparable como el vino, aunque ________ no recordara después ni lo que habían comido ni bebido.
Sólo tenía ojos para Joseph, vestido con unos pantalones de lino color crema y una camisa de manga larga sin cuello. A la luz de las velas, él tampoco dejaba de mirarla.
Volvieron a casa con un cielo limpio y cuajado de estrellas, ________ abrazada a Joseph, con el suspiro del viento y el susurro de las olas como acompañamiento.
Joseph aumentó la velocidad del velero, y en poco tiempo llegaron a la isla. Caminaron hasta la casa y se dieron un beso largo y apasionado en el porche. Entonces él la tomó en brazos, entró con ella en la silenciosa casa y la subió hasta su cama.
—Joseph… —susurró ella mientras hacían el amor—. Joseph…
Él la besó. La llevó a las nubes y la entretuvo allí hasta que ella le rogó que tuviera compasión.
Cuando terminaron, cuando él estaba agotado y ella temblaba entre sus brazos, Joseph supo que había encontrado lo único que de verdad deseaba en ese mundo.
La mujer que lo complementaba.
Y en ese momento entendió que jamás permitiría que se marchara de su lado.
Días cálidos, soleados. Noches frescas y estrelladas. Y siempre, ya fuera de día o de noche, Joseph entre sus brazos.
Lo que había empezado como una pesadilla se había convertido en un sueño. ______ volvió su cara hacia el cielo mientras el agua de las olas le rozaba los dedos de los pies. Pensó que prefería no pensar en ello como en un sueño; porque de los sueños uno acababa despertándose. Era una realidad.
En lugar de ser un asesino, había resultado ser el hombre al que llevaba toda su vida esperando.
Cara pensó en el modo de describirlo.
Era fuerte, listo. Le gustaba protegerla, y era bello; aunque a ella le daba la impresión de que se enfadaría si ella utilizara alguna vez esa palabra delante de él.
Y además de todo eso era divertido. La hacía reír, lo cual era en sí un pequeño milagro. Hacía mucho, meses ya, que no se había reído.
Y le daba la impresión de que él había vivido épocas en las que tampoco se había reído mucho.
_______ sentía que su amante había visto más del lado oscuro de la naturaleza humana de lo que debería ver cualquiera.
Que pudiera pilotar un avión le había sorprendido. Resultaba también que sabía navegar. Tenía un velero, que según él le habían vendido con la casa. La primera vez que habían salido con el barco, había pasado todo el tiempo abrazado a ella, al timón. Después le había enseñado a manejar el barco, y a ella le había encantado aprender. Pero lo que más le gustaba era hacer el amor sobre la cubierta de madera de teca, desnudos bajo el sol de Florida.
Joseph le había sugerido navegar hasta Miami Beach para poder comprarle algo de ropa. Pero ella le había dicho… sólo de recordarlo se sonrojaba; le había dicho que sólo lo necesitaba a él.
¿Además, para qué quería llevar nada estando con Joseph? La ropa habría sido un impedimento para su manos, que no paraban de acariciarla, de tocarla; los pechos, el vientre; mirándola con aquellos ojos cafés tan ardientes.
¿Tan extraño era que se hubiera convertido en una mujer insaciable con su amante?
_______ se abrazó las piernas y pensó en lo que su madre le había dicho en una ocasión cuando ella era una adolescente. El sexo podía ser peligroso. Y también maravilloso. Por eso había que esperar a ser más mayor para tomar decisiones más responsables.
_______ se dijo que el sexo era maravilloso si una estaba con el hombre adecuado. Su madre no había estado con el hombre adecuado, pero ella sí. Joseph era el hombre adecuado. El único hombre.
Cada día, cada noche, se enamoraba más de él.
Lo que deseaba saber de todo corazón era qué sentía él por ella. Sabía que era algo más que una atracción física. Lo notaba en cómo la abrazaba tras hacer el amor; o en cómo le decía aquellos apelativos cariñosos.
—Buenos días, cariño.
_______ volvió la cabeza y vio que su amante caminaba hacia ella. Y le sonreía como sólo le sonreía a ella.
—Buenos días.
Le tendió la mano y él tiró de ella y le dio un beso con sabor a pasta de dientes.
—Me he despertado en la cama vacía. ¿Por qué me has dejado?
—No sé. Sentí el sol en la cara, oí el ruido de las olas y… —sonrió y se abrazó a él—. No me canso de tu isla. Es tan preciosa.
—Eres tú quien eres preciosa —le dijo en tono suave.
La besó de nuevo, esa vez con un beso más pausado y largo, y ________ sintió que se derretía por dentro.
—Tengo una idea —dijo Joseph.
—¿Mmm?
—Desayunaremos rápidamente. Luego, iremos en el velero hasta el continente.
—Pero a mí no me hace falta…
—Me encantó lo que me dijiste, nena. Pero quiero llevarte por ahí. Enseñarte South Beach —sonrió—. Por favor, ________. Déjame llevarte.
Sabía que él se lo estaba diciendo de corazón. Y lo cierto era que la idea de ir a South Beach con él la emocionó.
Miami Beach, South Beach; era otro mundo. Mujeres diez se paseaban con hombres igualmente impresionantes a su lado; aunque ninguno le pareció tan apuesto como Joseph.
Los cafés de las aceras competían en elegancia, los hoteles eran fantásticos, y sólo se veían Ferraris, Lexus y Mercedes.
Y tiendas.
Ah, y qué tiendas. Fendi, Gucci, Christian Dior y otros exponentes del diseño y la alta costura. Sin duda algo por lo que había que pagar cantidades elevadas.
—No —dijo ________ deteniéndose al ver el primer discreto cartel.
— ¿No qué? —Respondió Joseph mientras miraba hacia la ventana—. ¿No te gusta ese diseñador? Ella estuvo a punto de echarse a reír.
—No es eso; pero no puedo permitirme venir a estos sitios.
—Bueno, no. No puedes —dijo en tono muy razonable—. ¿Cómo ibas a poder si no tienes cartera? —se acercó un poco más a ella—. No es muy fácil tener cartera cuando un hombre te saca de la ducha desnuda.
— ¡Chist! ¡Te va a oír todo el mundo! —horrorizada, miró a su alrededor—. Ahora no hables de eso. Además, aunque llevara encima mi cartera nunca podría…
—Sí —añadió él—, pero yo sí que puedo. Y me daría mucho placer comprarte algo especial, ¿de acuerdo?
—Joseph…
—Conozco ese tono de voz, cariño. Míralo de este modo. He hecho una reserva en el que se supone que es el sitio más romántico de la playa —sonrió—. Estás preciosa tal y como estás. ¿Pero yo qué sé? Soy un hombre.
_______ se miró los pantalones de algodón. Le quedaban muy grandes, y estaban también gastados. Además, hacía calor. Y los zapatos… John le había dejado unas chanclas de goma descoloridas del sol que encima le quedaban grandes.
Desde luego no iba vestida para una cena romántica.
—¿________? ¿Podemos entrar ya?
Ella asintió. Le dio la mano y pensó que no les dejarían pasar con la pinta que llevaban.
Pero se equivocó totalmente.
Evidentemente, los empleados de las tiendas eran capaces de ver más allá de las apariencias. Saludaron a Joseph del mismo modo en cada tienda, con las mismas sonrisas respetuosas y la misma atención. Luego, él señalaba cosas que creía le quedarían bien.
—Nos probaremos esto —le había dicho a la dependiente que se había acercado—, y también eso; y aquello de allí. Él no le preguntó si alguna cosa le parecía bien, o si le gustaba. Asumía que podía decirle cómo serían las cosas y que ella lo aceptaría.
Lo más sorprendente era que él tenía razón. Su Joseph no era un hombre con quien discutiera una mujer, sobre todo si lo amaba, si lo amaba con toda su alma…
—¿En qué estás pensando? —le preguntó él en voz baja.
Y _________ se sonrojó, y dijo que no había estado pensando en nada en particular.
—Mentirosa —le había dicho él en tono todavía más bajo, y cuando le pegó los labios al oído le dijo que encontraría el modo de forzarla para que le dijera la verdad cuando estuvieran a solas.
Al final se habían recorrido todas las tiendas. Ella se había probado de todo: zapatos, bolsos, vestidos, pantalones, tops… hasta que finalmente, en la última tienda, Joseph dijo sí a unos espectaculares pantalones cortos blancos y a un top de seda blanco y sandalias a juego, y le dijo que se pusiera la ropa y tirara los pantalones de algodón y la camiseta.
—La señorita se llevará esta ropa puesta —le dijo a la dependienta.
_________ fue hacia el probador, entonces se dio la vuelta. Joseph arqueó las cejas.
—Ropa interior —le dijo, moviendo los labios para que él la entendiera—. Necesito un sujetador, y braguitas —le susurró, sonrojándose un poco.
—No lo necesitas.
Joseph lo dijo con una voz tan sensual, que ella sintió deseos de arrastrarlo hasta el probador.
—Ya le he dicho a la dependienta que se ocupe de ello.
Compraron un sujetador de encaje con tanga a juego. ________ se puso el conjunto, y entonces se imaginó a Joseph quitándoselo. Ah, sí… sin duda aquél era un sueño que no quería que terminara jamás.
El café donde almorzaron tenía vistas a la playa. Había olas muy grandes ese día; alguien gritó que había delfines, y con deleite contemplaron los elegantes cuerpos grises saltando sobre las olas. ________ sacudió la cabeza fingiendo exasperación, y diciendo que Joseph lo había preparado todo para ella.
—Lo haría si pudiera —le respondió él sonriendo—, sólo para verte reír así.
Era cierto. Habría vuelto el mundo del revés sólo para ver esa expresión en su cara.
Le encantaba verla reír, sus sonrisas, o cómo suspiraba con placer mientras comía la ensalada Nigoise o emitía sonidos de aprobación al probar el pinot grigio que había seleccionado de la carta de los vinos.
— ¿Es el nombre del vino o de la uva? —le había preguntado ella después de probarlo.
Y a él le encantó que a ella no le importara reconocer que no lo sabía, y también su interés genuino.
Y le encantaba la cara que ponía cada vez que él había señalado alguna prenda o algún bolso en un escaparate, y su manera de abrir los ojos como platos cuando lo había añadido al montón cada vez más grande de las cosas que quería que ella se pusiera.
Incluso él, que jamás había salido de compras con una mujer en su vida, se dio cuenta de que nadie le había comprado jamás regalos caros.
De haber sido su amante, Tony Gennaro lo habría hecho… ¡Ya estaba otra vez pensando en eso! Ella le había dicho que no había sido amante de Tony Gennaro y él la creía.
— ¿Les apetece tomar postre? —les preguntó el camarero. El postre que quería Joseph lo tenía sentado enfrente, pero supuso que eso no podría decirlo.
—Sí —Joseph se aclaró la voz—. ¿________?
Ella escogió algo de la carta de postres, pero sólo, según dijo, para que él lo compartiera con ella; y él dijo que sí, que lo compartirían.
Compartir lo que tenía en mente le parecía perfecto.
El camarero llevó el café y un postre de chocolate que parecía una obra de arte.
—Delicioso —suspiró ________.
—Absolutamente delicioso —concedió Joseph, pero la miraba a ella.
Cuando salieron del café, ella se quitó las sandalias nuevas, él sus mocasines, y caminaron por la playa agarrados de la mano, cada uno disfrutando simplemente de la compañía del otro. A media tarde, cuando ella se sintió un poco cansada, Joseph le echó el brazo a la cintura.
—Volvamos al barco y echemos una siesta antes de la cena.
Pero en cuanto llegaron al barco y estuvieron bajo la cubierta, escondidos del mundo, con el suave balanceo del velero amarrado y la proximidad de sus cuerpos calientes por el sol, la siesta se les antojó menos deseable.
—Quiero hacerte el amor —le dijo Joseph en tono suave.
—Sí —respondió ________—. Oh, sí.
Se desvistieron, se abrazaron e hicieron el amor despacio, muy despacio. Entonces, sin soltarse, se acurrucaron en la litera y se durmieron.
Los pantalones cortos, las sandalias y aquel top excesivamente caro no era lo que uno vestía para acudir a una cena romántica.
_________ salió de la ducha, al camarote lleno de pronto de cajas y bolsas. Todas las marcas que había visto esa mañana estaban allí impresas en las cajas y envoltorios.
—¿Qué es todo esto? —preguntó ella, mirándolo.
Él puso cara de inocente.
—No tengo ni idea. Será mejor que lo abras.
Las cajas contenían todo lo que se había probado en las tiendas; desde ropa, bolsos y zapatos, hasta más conjuntos de ropa interior, en todos los colores del arco iris. Incluso había cosas que no se había probado, como un colgante dorado con un brillante en el centro, o unos aros pequeños y elegantes.
Estaba confundida.
—¿Cómo han podido pensar esos dependientes que querías todo esto?
Joseph le agarró la cara con las dos manos.
—Porque eso fue lo que les dije —dijo él en voz baja—. Estabas preciosa con todo, cariño. ¿Cómo iba a elegir solamente una cosa?
Ella lo miró con los ojos como platos.
—Joseph. No puedo permitir que hagas esto.
—¿Por qué no?
—Porque… es demasiado. Demasiado caro…
Él la besó en los labios con ternura.
—Chist, quería hacerlo, _______ —sonrió—. Además, en ninguna de esas tiendas se puede devolver nada.
________ lo miró con suspicacia.
—Ya. No te cambian nada, ¿no?
Él sonreía cada vez más.
—Por favor, haz esto por mí, cariño. Me hará feliz.
—Es un chantaje de lo más ridículo, Joseph —le dijo, pero sonreía mientras le echaba los brazos al cuello y lo besaba.
Él tenía razón. El restaurante era muy romántico. Su mesa, iluminada con velas y frente a las oscuras aguas del océano, era perfecta. La comida fue tan incomparable como el vino, aunque ________ no recordara después ni lo que habían comido ni bebido.
Sólo tenía ojos para Joseph, vestido con unos pantalones de lino color crema y una camisa de manga larga sin cuello. A la luz de las velas, él tampoco dejaba de mirarla.
Volvieron a casa con un cielo limpio y cuajado de estrellas, ________ abrazada a Joseph, con el suspiro del viento y el susurro de las olas como acompañamiento.
Joseph aumentó la velocidad del velero, y en poco tiempo llegaron a la isla. Caminaron hasta la casa y se dieron un beso largo y apasionado en el porche. Entonces él la tomó en brazos, entró con ella en la silenciosa casa y la subió hasta su cama.
—Joseph… —susurró ella mientras hacían el amor—. Joseph…
Él la besó. La llevó a las nubes y la entretuvo allí hasta que ella le rogó que tuviera compasión.
Cuando terminaron, cuando él estaba agotado y ella temblaba entre sus brazos, Joseph supo que había encontrado lo único que de verdad deseaba en ese mundo.
La mujer que lo complementaba.
Y en ese momento entendió que jamás permitiría que se marchara de su lado.
Nani Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Capitulo 18
Las sombras del techo eran delicadas como un encaje. Joseph las miraba fijamente junto a _______, que dormía entre sus brazos, mientras pensaba con una sonrisa en los labios en el día que había pasado en Miami Beach. Todo había sido perfecto, desde el evidente deleite de ________ durante las compras, hasta la siesta en el camarote del velero pasando por la cena romántica y la vuelta a casa bajo un cielo tachonado de estrellas…
Perfecto, pensaba de nuevo mientras la besaba en la cabeza.
Su sonrisa se desvaneció. El día le había recordado que más allá del refugio de la isla estaba el resto del mundo, un mundo al que tendrían que volver algún día.
En realidad no se había olvidado de ese mundo, ni de la razón por la que se escondían de él. Cada noche, antes de irse a al cama, comprobaba el perímetro de la casa; el dispositivo de seguridad y las cerraduras en puertas y ventanas. Había advertido a John de la posibilidad de que surgiera algún problema y el ex soltado de las Fuerzas Especiales estaba alerta.
Joseph había tomado precauciones para que nadie supiera que estaban allí en Isla de Palmas; y estaba más que seguro de que nadie los había seguido cuando habían salido de Nueva York. El piloto había presentado un plan de vuelo que no tenía nada que ver con la realidad. Sin embargo, sólo un tonto se confiaría. La autocomplacencia llevaba al descuido, y de ahí al peligro.
Le echó el brazo a ________ por encima y la estrechó contra su cuerpo. Si algo le ocurriera…
Seguramente ése era el momento para llamar a Shaw y averiguar qué planes habían hecho para salvaguardar el regreso de ________.
Shaw no dejaba de llamarle, de dejarle mensajes en su móvil cada vez más airados. En su última llamada le había exigido muy enfadado que le dijera dónde estaba, y le había preguntado si acaso olvidaba que trabajaba para él.
Pero Joseph le dijo que no trabajaba para él; él mismo había abandonado ese trabajo hacía ya varios años. ¿Y qué iba a hacer Shaw, echarle de un trabajo donde ya no trabajaba?
No había hablado con Shaw desde la noche que se había llevado a _______ de Nueva York, y entonces sólo le había dejado un mensaje en su teléfono: «tengo el paquete, y me lo llevo a un sitio más seguro», le había dicho.
Sabía que había llegado el momento de hacer otra llamada. No porque Shaw lo exigiera, a Joseph eso no le importaba. La llamada le daría la información que requería para mantener a _______ a salvo.
¿Se habría retirado Gennaro después del fracaso de sus dos matones, o seguiría detrás de _________? ¿Y cuándo se iba a celebrar el juicio? Tampoco sabía qué planes de seguridad habían hecho los federales.
Sabía, instintivamente, que fueran cuales fueran esos planes, no serían suficientes. El tendría que hacer otros adicionales.
Proteger a un testigo no era lo mismo que proteger a la mujer que uno… a la mujer por la que uno se preocupaba.
Y en medio de todo ello, seguía la única y persistente pregunta que no era capaz de quitarse de la cabeza: ¿Por qué Gennaro quería quitarse de en medio a ________? Ella decía que no sabía nada de su organización.
Y eso sería verdad, ¿o no? ¿O no…?
¡Dios, qué malo era!
Joseph retiró el brazo que le tenía echado por los hombros a ________, se puso unos vaqueros y una sudadera, bajó a su despacho, encendió un fuego en la chimenea de piedra y se sirvió una copa de Courvoisier antes de acomodarse en un asiento de cuero.
Sabía muy bien que su renuencia a hablar con Shaw no tenía nada que ver con que el hombre no le gustara, sino con los sentimientos que tenía hacia _________. No quería llevarla a Nueva York ni un segundo antes de lo necesario; no quería devolverla a la realidad, al peligro, no quería apartarla de aquel mundo privado que habían creado.
Decidió sacar el móvil y ver los mensajes que tenía. Había varias llamadas y mensajes de sus hermanos, y Joseph sonrió. Entonces vio que tenía tres de Shaw. El tercero le llamó la atención: Jonas, llámame lo antes posible. Nivel Rojo.
Una subida de adrenalina le corrió por la sangre. Apretó el botón donde tenía grabado el número privado de Shaw, que respondió a la segunda llamada, tan alerta como si fueran las doce del día en lugar de la madrugada.
— ¿Jonas?
—Shaw. ¿Qué quieres?
—Ya era hora de que llamaras. ¿Pero qué demonios crees que estás haciendo? ¿Jugando al llanero solitario?
—Ve al grano, Shaw. ¿A qué viene lo de «nivel rojo»?
— ¿Sigues teniendo el paquete?
— ¡Sí, maldita sea! Conteste a mi pregunta. ¿Por qué «nivel rojo»?
—Las cosas se están moviendo aquí, Jonas. Hay un rastro del paquete. Ha sido localizado hasta Florida.
— ¿Cómo demonios…?
—Aún no han dado con la localización exacta, pero están cerca.
—Moveré al paquete.
— ¡No! —Respondió Shaw en tono de advertencia—. ¡No hagas eso! No sé quiénes son, ni su localización exacta; mover el paquete sería un error.
El director tenía razón, y Joseph asintió.
—De acuerdo —se pasó la mano por la cabeza—. Pero no puedo entender cómo han logrado rastrear el paquete hasta Florida.
—Tal vez a través del oficial de policía en el aeropuerto Kennedy.
—Es de total confianza.
—Pero está desaparecido —dijo Shaw con brusquedad—. Hace casi una semana que no lo ha visto nadie.
Joseph apretó la mandíbula. No quería ni pensar en lo que podría haberle ocurrido a su antiguo compañero.
—Tengo un plan —dijo Shaw.
—¿Qué es?
—Dime dónde estás exactamente. Te enviaré asistencia por aire.
—No. Maldita sea, los federales…
—Los federales no. Gente de la agencia. Los hombres en los que podemos confiar para que realicen un trabajo sin dar explicaciones.
En otras palabras, hombres que creían en la causa descrita por la Agencia y que harían lo que se les dijera.
Hombres como él había sido en el pasado.
— ¿Joseph?
Se dio la vuelta. ________ estaba a la puerta, envuelta en su albornoz. Le pareció menuda, vulnerable, y sintió un orgullo en el pecho que no podía compararse con ningún otro sentimiento. Le tendió los brazos, y ella fue hacia él y se acomodó.
—Estamos en una isla —le dijo a Shaw—. En un lugar llamado Isla de Palmas.
—Isla de Palmas —repitió Shaw—. ¿Nombre del hotel?
—Es una isla privada —Joseph sonrió a pesar de sí mismo—. Pero no está en tu ordenador, Shaw; yo mismo me ocupé de que no figurara.
— ¿Hay pista de aterrizaje? —Preguntó Shaw en tono frío—. ¿Un muelle para amarrar un barco? ¿Qué dispositivos de seguridad tienes?
—Hay una pista de aterrizaje. No hay muelle, pero sí una cala protegida en la cara oeste de la isla. Una pequeña embarcación puede entrar y salir sin problemas. La seguridad, la estándar. Diles a tus hombres que me llamen cuando estén a unos cientos de kilómetros de aquí y la desconectaré.
—Eso no está bien. Demasiado precipitado. Hazlo en cuanto terminemos esta llamada.
—Sí, de acuerdo.
— ¿Tienes armas? ¿Hay alguien que pueda echarte una mano?
Joseph experimentó una leve sensación de desasosiego en forma de escalofrío en la espalda. No había tiempo para prestarle más que una atención superficial, pero la suficiente para que le dijera una mentira.
—No —dijo, como si las pocas pistolas que había guardado en una caja de caudales en la pared cuando había comprado la casa no existieran, o como si el hombre que le debía la vida no estuviera viviendo en una casita a menos de un kilómetro de la casa.
—En ese caso, salvaguarda al paquete lo mejor posible, Jonas, hasta que llegue la ayuda; será alrededor de media mañana.
Shaw colgó. Joseph cerró el teléfono.
—¿Qué pasa? —le preguntó ________ en voz baja.
—Nada.
¿Por qué preocuparla sin necesidad? No había razón para pensar que los hombres de Gennaro la hubieran localizado, y la caballería no llegaría al rescate antes de cinco o seis horas.
— ¿Por qué no estás en la cama?
—Joseph, no me trates como a una niña —respondió ella en tono seco—. ¿Con quién hablabas?
Joseph suspiró.
—Con el director de la Agencia para quien yo trabajaba —vaciló—. Cree que los hombres de Gennaro podrían estar en Florida, buscándonos.
________ negó con la cabeza.
— ¿Pero por qué? Aún no lo comprendo. No hay razón por la que él quisiera hacerme daño, Joseph… ninguna en absoluto.
—Cariño, vamos, ya sé que piensas que ese hombre tiene buen corazón, pero… ¿Qué pasa?
________ se fijó en la pantalla de la televisión.
—Ese hombre —dijo en tono suave.
________ miró la pantalla. ¿Maldita sea, pero qué estaba pasando? Una presentadora muy repeinada estaba entrevistando a Shaw; a un Shaw más joven, pero era él, como referencia a una noticia relacionada con el Ministerio de Defensa.
¡Qué casualidad!
—Es Shaw —dijo Joseph, tomando el mando a distancia y subiendo el volumen—. ¿Cariño, qué ocurre? —le preguntó al ver que _________ miraba la pantalla fijamente.
—Nada. Sólo es que… —miró a Joseph—. Lo he visto antes. En realidad, lo conozco en persona.
Joseph volvió a sentir el mismo malestar, aquel escalofrío.
Aqi dos caps disculpen la tardansa
Las sombras del techo eran delicadas como un encaje. Joseph las miraba fijamente junto a _______, que dormía entre sus brazos, mientras pensaba con una sonrisa en los labios en el día que había pasado en Miami Beach. Todo había sido perfecto, desde el evidente deleite de ________ durante las compras, hasta la siesta en el camarote del velero pasando por la cena romántica y la vuelta a casa bajo un cielo tachonado de estrellas…
Perfecto, pensaba de nuevo mientras la besaba en la cabeza.
Su sonrisa se desvaneció. El día le había recordado que más allá del refugio de la isla estaba el resto del mundo, un mundo al que tendrían que volver algún día.
En realidad no se había olvidado de ese mundo, ni de la razón por la que se escondían de él. Cada noche, antes de irse a al cama, comprobaba el perímetro de la casa; el dispositivo de seguridad y las cerraduras en puertas y ventanas. Había advertido a John de la posibilidad de que surgiera algún problema y el ex soltado de las Fuerzas Especiales estaba alerta.
Joseph había tomado precauciones para que nadie supiera que estaban allí en Isla de Palmas; y estaba más que seguro de que nadie los había seguido cuando habían salido de Nueva York. El piloto había presentado un plan de vuelo que no tenía nada que ver con la realidad. Sin embargo, sólo un tonto se confiaría. La autocomplacencia llevaba al descuido, y de ahí al peligro.
Le echó el brazo a ________ por encima y la estrechó contra su cuerpo. Si algo le ocurriera…
Seguramente ése era el momento para llamar a Shaw y averiguar qué planes habían hecho para salvaguardar el regreso de ________.
Shaw no dejaba de llamarle, de dejarle mensajes en su móvil cada vez más airados. En su última llamada le había exigido muy enfadado que le dijera dónde estaba, y le había preguntado si acaso olvidaba que trabajaba para él.
Pero Joseph le dijo que no trabajaba para él; él mismo había abandonado ese trabajo hacía ya varios años. ¿Y qué iba a hacer Shaw, echarle de un trabajo donde ya no trabajaba?
No había hablado con Shaw desde la noche que se había llevado a _______ de Nueva York, y entonces sólo le había dejado un mensaje en su teléfono: «tengo el paquete, y me lo llevo a un sitio más seguro», le había dicho.
Sabía que había llegado el momento de hacer otra llamada. No porque Shaw lo exigiera, a Joseph eso no le importaba. La llamada le daría la información que requería para mantener a _______ a salvo.
¿Se habría retirado Gennaro después del fracaso de sus dos matones, o seguiría detrás de _________? ¿Y cuándo se iba a celebrar el juicio? Tampoco sabía qué planes de seguridad habían hecho los federales.
Sabía, instintivamente, que fueran cuales fueran esos planes, no serían suficientes. El tendría que hacer otros adicionales.
Proteger a un testigo no era lo mismo que proteger a la mujer que uno… a la mujer por la que uno se preocupaba.
Y en medio de todo ello, seguía la única y persistente pregunta que no era capaz de quitarse de la cabeza: ¿Por qué Gennaro quería quitarse de en medio a ________? Ella decía que no sabía nada de su organización.
Y eso sería verdad, ¿o no? ¿O no…?
¡Dios, qué malo era!
Joseph retiró el brazo que le tenía echado por los hombros a ________, se puso unos vaqueros y una sudadera, bajó a su despacho, encendió un fuego en la chimenea de piedra y se sirvió una copa de Courvoisier antes de acomodarse en un asiento de cuero.
Sabía muy bien que su renuencia a hablar con Shaw no tenía nada que ver con que el hombre no le gustara, sino con los sentimientos que tenía hacia _________. No quería llevarla a Nueva York ni un segundo antes de lo necesario; no quería devolverla a la realidad, al peligro, no quería apartarla de aquel mundo privado que habían creado.
Decidió sacar el móvil y ver los mensajes que tenía. Había varias llamadas y mensajes de sus hermanos, y Joseph sonrió. Entonces vio que tenía tres de Shaw. El tercero le llamó la atención: Jonas, llámame lo antes posible. Nivel Rojo.
Una subida de adrenalina le corrió por la sangre. Apretó el botón donde tenía grabado el número privado de Shaw, que respondió a la segunda llamada, tan alerta como si fueran las doce del día en lugar de la madrugada.
— ¿Jonas?
—Shaw. ¿Qué quieres?
—Ya era hora de que llamaras. ¿Pero qué demonios crees que estás haciendo? ¿Jugando al llanero solitario?
—Ve al grano, Shaw. ¿A qué viene lo de «nivel rojo»?
— ¿Sigues teniendo el paquete?
— ¡Sí, maldita sea! Conteste a mi pregunta. ¿Por qué «nivel rojo»?
—Las cosas se están moviendo aquí, Jonas. Hay un rastro del paquete. Ha sido localizado hasta Florida.
— ¿Cómo demonios…?
—Aún no han dado con la localización exacta, pero están cerca.
—Moveré al paquete.
— ¡No! —Respondió Shaw en tono de advertencia—. ¡No hagas eso! No sé quiénes son, ni su localización exacta; mover el paquete sería un error.
El director tenía razón, y Joseph asintió.
—De acuerdo —se pasó la mano por la cabeza—. Pero no puedo entender cómo han logrado rastrear el paquete hasta Florida.
—Tal vez a través del oficial de policía en el aeropuerto Kennedy.
—Es de total confianza.
—Pero está desaparecido —dijo Shaw con brusquedad—. Hace casi una semana que no lo ha visto nadie.
Joseph apretó la mandíbula. No quería ni pensar en lo que podría haberle ocurrido a su antiguo compañero.
—Tengo un plan —dijo Shaw.
—¿Qué es?
—Dime dónde estás exactamente. Te enviaré asistencia por aire.
—No. Maldita sea, los federales…
—Los federales no. Gente de la agencia. Los hombres en los que podemos confiar para que realicen un trabajo sin dar explicaciones.
En otras palabras, hombres que creían en la causa descrita por la Agencia y que harían lo que se les dijera.
Hombres como él había sido en el pasado.
— ¿Joseph?
Se dio la vuelta. ________ estaba a la puerta, envuelta en su albornoz. Le pareció menuda, vulnerable, y sintió un orgullo en el pecho que no podía compararse con ningún otro sentimiento. Le tendió los brazos, y ella fue hacia él y se acomodó.
—Estamos en una isla —le dijo a Shaw—. En un lugar llamado Isla de Palmas.
—Isla de Palmas —repitió Shaw—. ¿Nombre del hotel?
—Es una isla privada —Joseph sonrió a pesar de sí mismo—. Pero no está en tu ordenador, Shaw; yo mismo me ocupé de que no figurara.
— ¿Hay pista de aterrizaje? —Preguntó Shaw en tono frío—. ¿Un muelle para amarrar un barco? ¿Qué dispositivos de seguridad tienes?
—Hay una pista de aterrizaje. No hay muelle, pero sí una cala protegida en la cara oeste de la isla. Una pequeña embarcación puede entrar y salir sin problemas. La seguridad, la estándar. Diles a tus hombres que me llamen cuando estén a unos cientos de kilómetros de aquí y la desconectaré.
—Eso no está bien. Demasiado precipitado. Hazlo en cuanto terminemos esta llamada.
—Sí, de acuerdo.
— ¿Tienes armas? ¿Hay alguien que pueda echarte una mano?
Joseph experimentó una leve sensación de desasosiego en forma de escalofrío en la espalda. No había tiempo para prestarle más que una atención superficial, pero la suficiente para que le dijera una mentira.
—No —dijo, como si las pocas pistolas que había guardado en una caja de caudales en la pared cuando había comprado la casa no existieran, o como si el hombre que le debía la vida no estuviera viviendo en una casita a menos de un kilómetro de la casa.
—En ese caso, salvaguarda al paquete lo mejor posible, Jonas, hasta que llegue la ayuda; será alrededor de media mañana.
Shaw colgó. Joseph cerró el teléfono.
—¿Qué pasa? —le preguntó ________ en voz baja.
—Nada.
¿Por qué preocuparla sin necesidad? No había razón para pensar que los hombres de Gennaro la hubieran localizado, y la caballería no llegaría al rescate antes de cinco o seis horas.
— ¿Por qué no estás en la cama?
—Joseph, no me trates como a una niña —respondió ella en tono seco—. ¿Con quién hablabas?
Joseph suspiró.
—Con el director de la Agencia para quien yo trabajaba —vaciló—. Cree que los hombres de Gennaro podrían estar en Florida, buscándonos.
________ negó con la cabeza.
— ¿Pero por qué? Aún no lo comprendo. No hay razón por la que él quisiera hacerme daño, Joseph… ninguna en absoluto.
—Cariño, vamos, ya sé que piensas que ese hombre tiene buen corazón, pero… ¿Qué pasa?
________ se fijó en la pantalla de la televisión.
—Ese hombre —dijo en tono suave.
________ miró la pantalla. ¿Maldita sea, pero qué estaba pasando? Una presentadora muy repeinada estaba entrevistando a Shaw; a un Shaw más joven, pero era él, como referencia a una noticia relacionada con el Ministerio de Defensa.
¡Qué casualidad!
—Es Shaw —dijo Joseph, tomando el mando a distancia y subiendo el volumen—. ¿Cariño, qué ocurre? —le preguntó al ver que _________ miraba la pantalla fijamente.
—Nada. Sólo es que… —miró a Joseph—. Lo he visto antes. En realidad, lo conozco en persona.
Joseph volvió a sentir el mismo malestar, aquel escalofrío.
Aqi dos caps disculpen la tardansa
Nani Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
LAMENTO HABERME PERDIDO*.*
es que mi pc se daño y eso=/
OHH DIOSSS! QUE BELLEZAA!!!
joe es el amor mas grande DEL MUNDOO!!!
DIOSS!!!
SIGUELA ME ENCANTA!!
ArielOff♥
es que mi pc se daño y eso=/
OHH DIOSSS! QUE BELLEZAA!!!
joe es el amor mas grande DEL MUNDOO!!!
DIOSS!!!
SIGUELA ME ENCANTA!!
ArielOff♥
Invitado
Invitado
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
MAS CAPSSS PORFAAA!!!
DIOS!!! MAASSS!!
DIOS!!! MAASSS!!
Invitado
Invitado
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
ummm esto me causa mal espina no confio en ese tal Shaw :P yo creo que el esta involucrado en algo feo :evil: pero nose no quiero que Joe confie en el :roll: se me hace muy traicionero bueno cambiando de tema me encanta Joe es un amor como la mima y como quiere a la rayiz awww siguela pronto que ya quiero saber que pasa
aranzhitha
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Awww adoro a joe no puede ser mmas tierno con la rayis ...:L:
& ese shaw no da buena espina ...
Siguelaaa me encantaron los caps!
☎ Jimena Horan ♥
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Ahhhhhh no por que la dejas ahiiiii
Por cierto me encantaron los caps
Plis SIGUELA ya :D
Por cierto me encantaron los caps
Plis SIGUELA ya :D
Karli Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Capitulo 19
— ¿Dónde lo conociste?
—En casa de Gennaro, en North Shore.
Joseph la agarró por los hombros.
— ¿A este tipo? ¿En casa de Gennaro?
—Sí. Fue una noche, ya era tarde. No podía dormir, así que salí de mi habitación y bajé a la biblioteca a por un libro. Ese hombre estaba allí… con el señor Gennaro.
— ¿Estás segura?
________ asintió.
—Dejaron de hablar en cuanto me vieron, y el señor Gennaro me lo presentó como señor Black, y dijo que tenían que discutir unos asuntos de negocios y cerró la puerta de la biblioteca. Pero es el mismo hombre. ¿Por qué? ¿Quién es?
Joseph no respondió. Todo parecía empezar a encajar en su sitio a la velocidad del rayo. Primero Shaw lo llamaba a él, a una persona de fuera, para hacer un trabajo que supuestamente era tarea del FBI. Después desaparecía un policía del aeropuerto Kennedy que podría haber corroborado que un jet privado había salido del aeropuerto con un hombre y una mujer a bordo, la misma noche que había desaparecido la mujer.
Salvo que, pensaba Joseph con pesar, él no le había hablado a nadie de su reunión con el policía en el aeropuerto Kennedy. No se lo había dicho a nadie. Y menos a Shaw.
—________. Escúchame.
— ¿Qué pasa, Joseph? ¡Me estás asustando!
—Es posible que vayamos a tener visita.
La frialdad y firmeza que ____vio en su mirada le decían que no se refería a una visita social.
— ¿Quiénes?
—Los hombres de Gennaro.
Ella empezó a negar con la cabeza, y él se preguntó si ella tendría razón, si no serían los hombres de Gennaro los que querían matarla, ¿Y si…?
—_________, cielo, cuando el FBI te entrevistó… ¿Recuerdas los nombres de los agentes que lo hicieron?
—Giacometti y Goldberg.
—Buena chica.
—Dijeron que eran de la oficina de Newark —trató de sonreír—. Recuerdo que pensé lo poco que sabía, que sé, sobre cómo opera el gobierno, porque yo habría pensado que para entrevistarme a mí enviarían a agentes de Nueva York o de Washington D.C...
Joseph le agarró la cara con las dos manos y la besó. Entonces cruzó la habitación, descolgó una pintura, abrió la caja fuerte que había detrás y sacó varias pistolas que había guardado allí. Cuando lo había hecho se había dicho a sí mismo que era un paranoico y un imbécil; en ese momento se alegraba de haberlo hecho.
— ¿Joseph, es que… vamos a necesitar pistolas?
—Si no estoy equivocado en cuanto a lo que pienso que va a pasar, es muy posible que sí, cariño. Sí las necesitaremos —la cara que puso ella le angustió, pero era el momento de ser sincero, por muy duro que fuera—. ¿Has usado alguna vez una pistola, _________?
Ella negó con la cabeza.
—Jamás.
Pensó en darle una lección rápida y decidió que había necesidades más inmediatas de las que ocuparse.
John, por ejemplo. Tras una llamada rápida y una explicación breve, el ex agente de las Fuerzas especiales no necesitó nada más.
—Voy para allá —dijo John.
Joseph colgó. ________ estaba pálida, pero vio también que estaba lista para mantenerse firme.
—_________.
Se encontraron en el medio de la habitación. Él la abrazó, y ella lo besó. No quería soltarla, pero sabía que tenía que hacerlo.
—Todo irá bien, nena —le susurró él.
Y rezó para que así fuera.
Se puso la misma ropa que se había puesto aquel día para entrar en el apartamento de Manhattan. Ella también se puso unos vaqueros, zapatillas de deporte y una camisa oscura.
Joseph llamó a Kevin.
—Soy yo —le dijo—. Tenemos problemas.
Su hermano se puso alerta al instante. Joseph le dio sólo los detalles más importantes. Entonces le dio a Kevin los nombres de los agentes del FBI que habían interrogado a _________.
Kevin volvió a llamarlo en menos de diez minutos. El FBI estaba investigando a Tony Gennaro, pero Giacometti y Goldberg no eran agentes. Sus tarjetas de identificación eran falsas.
—He llamado a Nick —añadió Kevin con brusquedad—. Vamos para allá.
—Bien, bien —Joseph se aclaró la voz—. Escucha, Kevin, por si acaso… por si acaso ha pasado todo cuando lleguéis…
—Nos encargaremos de Shaw.
La fría resolución de Kevin hizo sonreír a Joseph.
—Sé que lo haréis —hizo una pausa; había más que decir, pero no era fácil—. Ya sabéis lo que significáis para mí. Y… y a nuestro padre… decidle…
—Se lo dices tú —dijo Kevin con brusquedad.
—Sí — se aclaró la voz—. Tienes razón.
Cortó la llamada. Después de eso, sólo quedaba desconectar los dispositivos de seguridad, apagar las luces y esperar. John ya estaba con ellos dentro de la casa, agachado detrás de una butaca enorme que había en el vestíbulo, con una pistola en la mano.
Joseph le dio a ________ una lección rápida sobre cómo utilizar una pistola y dónde apuntar en el caso de que fuera necesario.
Cuando estuvieron listos, se colocó detrás de una mesa del pasillo en lo alto de las escaleras.
El tiempo pasaba lentamente.
—¿Estás seguro de que vendrán? —susurró ________.
Estaba seguro. Shaw había dicho cuatro o cinco horas, pero también que los hombres que iban tras ellos estaban ya en Florida. Si no se equivocaba, lo de las cuatro o cinco horas no era más que algo para despistarlo, para darle una sensación de seguridad falsa.
El ataque en sí llegaría…
En ese momento.
La puerta de la entrada se abrió unos centímetros, dejando que la luz gris del amanecer se colara por la abertura. Tres sombras encogidas accedieron al vestíbulo. Giacometti y Goldberg, seguramente, más uno de refuerzo. Que él supiera, tal vez hubiera más hombres fuera. Habrían venido en barco, porque no había oído el ruido del motor del avión.
Joseph esperó, al igual que sabía que John estaba esperando. Lo habían planeado con todo el cuidado posible, teniendo en cuenta que habían ignorado cómo atacaría el enemigo.
En silencio, Joseph empezó la cuenta atrás… nueve, ocho, siete, seis…
—Tirad las armas —gritó al tiempo que encendía la linterna y corría hacia el extremo de la mesa, con la esperanza de variar el rumbo del objetivo de los intrusos, y al tiempo que John disparaba a la pared, sobre sus cabezas.
Los intrusos abrieron fuego inmediatamente.
Cuando a uno le disparaban, no había otra elección que disparar también. O eso o morir. John y él lo sabían, así que John disparó de nuevo, al igual que Joseph.
A los pocos instantes, todo había terminado. En el suelo del vestíbulo había tres cuerpos tirados en el suelo.
—Oh, Dios, Joseph…
—Quédate ahí, ________.
—Pero…
—Quédate ahí —repitió en tono de advertencia—. ¿John?
—Sí. Estoy bien. ¿Y tú?
—Bien.
Joseph encendió la linterna de nuevo y la dirigió hacia los cuerpos cerca de la puerta. Había manchas de sangre, y no se movían.
John y Joseph se encontraron al pie de las escaleras.
—Voy a echar un vistazo fuera —dijo John.
Joseph asintió y le dio la vuelta a los cuerpos con el pie.
—Giacometti —susurró una voz temblorosa detrás de él.
—________. Te he dicho que te quedaras…
—El otro es Goldberg.
Los falsos agentes del FBI. También eran los dos hombres que habían entrado en el apartamento de ________.
—A ver… no reconozco al tercer hombre.
—Yo sí —dijo Joseph—. Es Shaw.
El director gimió y entreabrió los ojos al oír su nombre. Joseph se agachó junto a él.
— ¿Por qué? —le dijo a Shaw. Shaw miró a ________.
—Porque… porque me vio —susurró Shaw—. En casa de Gennaro —una mueca afeó sus labios—. No debería haberte utilizado a ti, Jonas. Debería…
Un espasmo sacudió su cuerpo y empezó a toser. Joseph esperó a que se le hubiera pasado.
— ¿Y estos hombres? ¿Trabajaban para Gennaro?
Shaw negó con la cabeza.
—Gennaro no está en esto.
Tosió un poco más. Joseph le puso la mano debajo de la cabeza y se la sujetó.
—Pero Gennaro y usted estaban juntos en algo. ¿Qué era?
Shaw hizo un gesto de asco y desafío.
—Vete al infierno, Jonas.
Tras un largo gemido entrecortado, Shaw murió.
bueno chicas tenian razon sobre Shaw jajaja, gracias por sus comentarios las qiero :D
— ¿Dónde lo conociste?
—En casa de Gennaro, en North Shore.
Joseph la agarró por los hombros.
— ¿A este tipo? ¿En casa de Gennaro?
—Sí. Fue una noche, ya era tarde. No podía dormir, así que salí de mi habitación y bajé a la biblioteca a por un libro. Ese hombre estaba allí… con el señor Gennaro.
— ¿Estás segura?
________ asintió.
—Dejaron de hablar en cuanto me vieron, y el señor Gennaro me lo presentó como señor Black, y dijo que tenían que discutir unos asuntos de negocios y cerró la puerta de la biblioteca. Pero es el mismo hombre. ¿Por qué? ¿Quién es?
Joseph no respondió. Todo parecía empezar a encajar en su sitio a la velocidad del rayo. Primero Shaw lo llamaba a él, a una persona de fuera, para hacer un trabajo que supuestamente era tarea del FBI. Después desaparecía un policía del aeropuerto Kennedy que podría haber corroborado que un jet privado había salido del aeropuerto con un hombre y una mujer a bordo, la misma noche que había desaparecido la mujer.
Salvo que, pensaba Joseph con pesar, él no le había hablado a nadie de su reunión con el policía en el aeropuerto Kennedy. No se lo había dicho a nadie. Y menos a Shaw.
—________. Escúchame.
— ¿Qué pasa, Joseph? ¡Me estás asustando!
—Es posible que vayamos a tener visita.
La frialdad y firmeza que ____vio en su mirada le decían que no se refería a una visita social.
— ¿Quiénes?
—Los hombres de Gennaro.
Ella empezó a negar con la cabeza, y él se preguntó si ella tendría razón, si no serían los hombres de Gennaro los que querían matarla, ¿Y si…?
—_________, cielo, cuando el FBI te entrevistó… ¿Recuerdas los nombres de los agentes que lo hicieron?
—Giacometti y Goldberg.
—Buena chica.
—Dijeron que eran de la oficina de Newark —trató de sonreír—. Recuerdo que pensé lo poco que sabía, que sé, sobre cómo opera el gobierno, porque yo habría pensado que para entrevistarme a mí enviarían a agentes de Nueva York o de Washington D.C...
Joseph le agarró la cara con las dos manos y la besó. Entonces cruzó la habitación, descolgó una pintura, abrió la caja fuerte que había detrás y sacó varias pistolas que había guardado allí. Cuando lo había hecho se había dicho a sí mismo que era un paranoico y un imbécil; en ese momento se alegraba de haberlo hecho.
— ¿Joseph, es que… vamos a necesitar pistolas?
—Si no estoy equivocado en cuanto a lo que pienso que va a pasar, es muy posible que sí, cariño. Sí las necesitaremos —la cara que puso ella le angustió, pero era el momento de ser sincero, por muy duro que fuera—. ¿Has usado alguna vez una pistola, _________?
Ella negó con la cabeza.
—Jamás.
Pensó en darle una lección rápida y decidió que había necesidades más inmediatas de las que ocuparse.
John, por ejemplo. Tras una llamada rápida y una explicación breve, el ex agente de las Fuerzas especiales no necesitó nada más.
—Voy para allá —dijo John.
Joseph colgó. ________ estaba pálida, pero vio también que estaba lista para mantenerse firme.
—_________.
Se encontraron en el medio de la habitación. Él la abrazó, y ella lo besó. No quería soltarla, pero sabía que tenía que hacerlo.
—Todo irá bien, nena —le susurró él.
Y rezó para que así fuera.
Se puso la misma ropa que se había puesto aquel día para entrar en el apartamento de Manhattan. Ella también se puso unos vaqueros, zapatillas de deporte y una camisa oscura.
Joseph llamó a Kevin.
—Soy yo —le dijo—. Tenemos problemas.
Su hermano se puso alerta al instante. Joseph le dio sólo los detalles más importantes. Entonces le dio a Kevin los nombres de los agentes del FBI que habían interrogado a _________.
Kevin volvió a llamarlo en menos de diez minutos. El FBI estaba investigando a Tony Gennaro, pero Giacometti y Goldberg no eran agentes. Sus tarjetas de identificación eran falsas.
—He llamado a Nick —añadió Kevin con brusquedad—. Vamos para allá.
—Bien, bien —Joseph se aclaró la voz—. Escucha, Kevin, por si acaso… por si acaso ha pasado todo cuando lleguéis…
—Nos encargaremos de Shaw.
La fría resolución de Kevin hizo sonreír a Joseph.
—Sé que lo haréis —hizo una pausa; había más que decir, pero no era fácil—. Ya sabéis lo que significáis para mí. Y… y a nuestro padre… decidle…
—Se lo dices tú —dijo Kevin con brusquedad.
—Sí — se aclaró la voz—. Tienes razón.
Cortó la llamada. Después de eso, sólo quedaba desconectar los dispositivos de seguridad, apagar las luces y esperar. John ya estaba con ellos dentro de la casa, agachado detrás de una butaca enorme que había en el vestíbulo, con una pistola en la mano.
Joseph le dio a ________ una lección rápida sobre cómo utilizar una pistola y dónde apuntar en el caso de que fuera necesario.
Cuando estuvieron listos, se colocó detrás de una mesa del pasillo en lo alto de las escaleras.
El tiempo pasaba lentamente.
—¿Estás seguro de que vendrán? —susurró ________.
Estaba seguro. Shaw había dicho cuatro o cinco horas, pero también que los hombres que iban tras ellos estaban ya en Florida. Si no se equivocaba, lo de las cuatro o cinco horas no era más que algo para despistarlo, para darle una sensación de seguridad falsa.
El ataque en sí llegaría…
En ese momento.
La puerta de la entrada se abrió unos centímetros, dejando que la luz gris del amanecer se colara por la abertura. Tres sombras encogidas accedieron al vestíbulo. Giacometti y Goldberg, seguramente, más uno de refuerzo. Que él supiera, tal vez hubiera más hombres fuera. Habrían venido en barco, porque no había oído el ruido del motor del avión.
Joseph esperó, al igual que sabía que John estaba esperando. Lo habían planeado con todo el cuidado posible, teniendo en cuenta que habían ignorado cómo atacaría el enemigo.
En silencio, Joseph empezó la cuenta atrás… nueve, ocho, siete, seis…
—Tirad las armas —gritó al tiempo que encendía la linterna y corría hacia el extremo de la mesa, con la esperanza de variar el rumbo del objetivo de los intrusos, y al tiempo que John disparaba a la pared, sobre sus cabezas.
Los intrusos abrieron fuego inmediatamente.
Cuando a uno le disparaban, no había otra elección que disparar también. O eso o morir. John y él lo sabían, así que John disparó de nuevo, al igual que Joseph.
A los pocos instantes, todo había terminado. En el suelo del vestíbulo había tres cuerpos tirados en el suelo.
—Oh, Dios, Joseph…
—Quédate ahí, ________.
—Pero…
—Quédate ahí —repitió en tono de advertencia—. ¿John?
—Sí. Estoy bien. ¿Y tú?
—Bien.
Joseph encendió la linterna de nuevo y la dirigió hacia los cuerpos cerca de la puerta. Había manchas de sangre, y no se movían.
John y Joseph se encontraron al pie de las escaleras.
—Voy a echar un vistazo fuera —dijo John.
Joseph asintió y le dio la vuelta a los cuerpos con el pie.
—Giacometti —susurró una voz temblorosa detrás de él.
—________. Te he dicho que te quedaras…
—El otro es Goldberg.
Los falsos agentes del FBI. También eran los dos hombres que habían entrado en el apartamento de ________.
—A ver… no reconozco al tercer hombre.
—Yo sí —dijo Joseph—. Es Shaw.
El director gimió y entreabrió los ojos al oír su nombre. Joseph se agachó junto a él.
— ¿Por qué? —le dijo a Shaw. Shaw miró a ________.
—Porque… porque me vio —susurró Shaw—. En casa de Gennaro —una mueca afeó sus labios—. No debería haberte utilizado a ti, Jonas. Debería…
Un espasmo sacudió su cuerpo y empezó a toser. Joseph esperó a que se le hubiera pasado.
— ¿Y estos hombres? ¿Trabajaban para Gennaro?
Shaw negó con la cabeza.
—Gennaro no está en esto.
Tosió un poco más. Joseph le puso la mano debajo de la cabeza y se la sujetó.
—Pero Gennaro y usted estaban juntos en algo. ¿Qué era?
Shaw hizo un gesto de asco y desafío.
—Vete al infierno, Jonas.
Tras un largo gemido entrecortado, Shaw murió.
bueno chicas tenian razon sobre Shaw jajaja, gracias por sus comentarios las qiero :D
Nani Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
ah :roll: ya decia yo que ese Shaw era malo :x y ya esta muerto que bien y ahora que pasara siguela pronto me encanto el capi
aranzhitha
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
OMJ
Siempre me dejas con ganas de mas
Plis SIGUELA ya
aquieto mas CAPS!!
Siempre me dejas con ganas de mas
Plis SIGUELA ya
aquieto mas CAPS!!
Karli Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Siguelaaa ;)
Me encanto el cap!!
Lo bueno es que los malos ya no les ha ran daño !
Me encanto el cap!!
Lo bueno es que los malos ya no les ha ran daño !
☎ Jimena Horan ♥
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Capitulo 20
Joseph lo miró unos momentos. Entonces se levantó, se guardó la pistola, sacó el teléfono y llamó al hombre para quien había trabajado en su día, al anterior director de la Agencia, le dijo quién era y que debía ir a la isla lo antes posible.
Para sorpresa suya, el anterior director no le preguntó nada.
—Estaremos allí lo antes posible.
Joseph se guardó el teléfono en el momento en que John entraba de nuevo en la casa.
—He encontrado su barca varada en la cala —John miró los cuerpos—. Sólo estaban estos tres. No hay nadie más.
Joseph asintió.
—La ayuda está en camino. Y, ¿John? Gracias.
John sonrió.
—De nada. Me salvaste el pellejo hace mucho tiempo. Me alegra devolverte el favor.
—La señorita y yo vamos a dar un paseo —dijo Joseph—. ¿De acuerdo?
—Claro —respondió John.
________ estaba pálida. Joseph no le soltó la cintura mientras caminaban por la playa. El sol se alzaba sobre el mar, pintando el cielo de carmesí.
—Todo ha terminado, cariño.
Ella lo miró, con la mirada cargada de interrogantes.
—No lo entiendo. ¿Por qué esos hombres…?
—El FBI está investigando a Gennaro, pero los hombres que se acercaron a ti no eran agentes verdaderos. Trabajaban para Shaw, que era… el director de la organización para la que yo trabajé en el pasado.
—Pero yo lo vi en casa de Gennaro.
—Exactamente. Shaw y Gennaro debían de tener alguna especie de trato. Shaw temía que pudieras implicarlo.
—Pero yo no sabía quién era.
—Supongo que no quería arriesgarse —Joseph la abrazó con fuerza—. Mis hermanos y yo llegaremos hasta el fondo del asunto, te lo prometo —su tono de voz se suavizó—. Tenías razón. Gennaro no intentaba hacerte daño; pero tampoco es uno de los buenos, lo siento.
________ sonrió superficialmente.
—Eso ya lo sabía. Sólo que quería que me creyeras cuando te dijera que no era su…
El la silenció con un beso.
—Te creo —la abrazó y notó que ella temblaba—. Lo importante es que todo ha pasado ya.
Joseph estaba equivocado. ________ lo sabía. Se dijo que debía decírselo, aprovechar ese momento…
Pero él la miraba de otro modo; no con deseo sino con una ternura que le llenaba el corazón de alegría.
—________ —se aclaró la voz—. Mis hermanos llegarán enseguida —la agarró por los hombros—. Podemos volar a Nueva York —vaciló—. O bien…
— ¿O bien qué? —susurró ella.
—O puedes venir a Dallas conmigo. Para estar conmigo.
Ella no respondió. Y era lógico. Lo que acababa de decirle no lo había planeado. Aspiró hondo.
—Eso es, si tú quieres estar conmigo…
Su sonrisa fue tan brillante como los rayos del sol. Se puso de puntillas y le agarró la cara entre las manos.
—Sí. Oh, sí, Joseph. Sí…
Joseph la besó, se tumbó con ella sobre la arena y le dijo con su cuerpo lo que aún no estaba listo para decirle, ni siquiera a sí mismo, con palabras.
Que estaba enamorado de ella.
Joseph lo miró unos momentos. Entonces se levantó, se guardó la pistola, sacó el teléfono y llamó al hombre para quien había trabajado en su día, al anterior director de la Agencia, le dijo quién era y que debía ir a la isla lo antes posible.
Para sorpresa suya, el anterior director no le preguntó nada.
—Estaremos allí lo antes posible.
Joseph se guardó el teléfono en el momento en que John entraba de nuevo en la casa.
—He encontrado su barca varada en la cala —John miró los cuerpos—. Sólo estaban estos tres. No hay nadie más.
Joseph asintió.
—La ayuda está en camino. Y, ¿John? Gracias.
John sonrió.
—De nada. Me salvaste el pellejo hace mucho tiempo. Me alegra devolverte el favor.
—La señorita y yo vamos a dar un paseo —dijo Joseph—. ¿De acuerdo?
—Claro —respondió John.
________ estaba pálida. Joseph no le soltó la cintura mientras caminaban por la playa. El sol se alzaba sobre el mar, pintando el cielo de carmesí.
—Todo ha terminado, cariño.
Ella lo miró, con la mirada cargada de interrogantes.
—No lo entiendo. ¿Por qué esos hombres…?
—El FBI está investigando a Gennaro, pero los hombres que se acercaron a ti no eran agentes verdaderos. Trabajaban para Shaw, que era… el director de la organización para la que yo trabajé en el pasado.
—Pero yo lo vi en casa de Gennaro.
—Exactamente. Shaw y Gennaro debían de tener alguna especie de trato. Shaw temía que pudieras implicarlo.
—Pero yo no sabía quién era.
—Supongo que no quería arriesgarse —Joseph la abrazó con fuerza—. Mis hermanos y yo llegaremos hasta el fondo del asunto, te lo prometo —su tono de voz se suavizó—. Tenías razón. Gennaro no intentaba hacerte daño; pero tampoco es uno de los buenos, lo siento.
________ sonrió superficialmente.
—Eso ya lo sabía. Sólo que quería que me creyeras cuando te dijera que no era su…
El la silenció con un beso.
—Te creo —la abrazó y notó que ella temblaba—. Lo importante es que todo ha pasado ya.
Joseph estaba equivocado. ________ lo sabía. Se dijo que debía decírselo, aprovechar ese momento…
Pero él la miraba de otro modo; no con deseo sino con una ternura que le llenaba el corazón de alegría.
—________ —se aclaró la voz—. Mis hermanos llegarán enseguida —la agarró por los hombros—. Podemos volar a Nueva York —vaciló—. O bien…
— ¿O bien qué? —susurró ella.
—O puedes venir a Dallas conmigo. Para estar conmigo.
Ella no respondió. Y era lógico. Lo que acababa de decirle no lo había planeado. Aspiró hondo.
—Eso es, si tú quieres estar conmigo…
Su sonrisa fue tan brillante como los rayos del sol. Se puso de puntillas y le agarró la cara entre las manos.
—Sí. Oh, sí, Joseph. Sí…
Joseph la besó, se tumbó con ella sobre la arena y le dijo con su cuerpo lo que aún no estaba listo para decirle, ni siquiera a sí mismo, con palabras.
Que estaba enamorado de ella.
Nani Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
es que eso no se pregunta:o todas queremos estar contigo Joe siguela pronto :lol!:
aranzhitha
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
OMJ amo a Joe
Es tan lindo y tierno Ohhh tienes que seguirlaaaa!! :D
Pliiis quiero mas CAPS!!
Es tan lindo y tierno Ohhh tienes que seguirlaaaa!! :D
Pliiis quiero mas CAPS!!
Karli Jonas
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