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"Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu  Terminada - Página 5 Empty Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada

Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:50 am

Capitulo 7
—De acuerdo —dijo él en tono suave, casi agradable—. Tienes razón. En otras circunstancias, tal vez sí. La toalla mojada se pegaba a sus pechos; él rodeó con su mano la carne redondeada y caliente, mientras se decía que debía ignorar la tirantez en su entrepierna.

—Pero estas circunstancias son distintas, y no me interesa comprar lo que le vendiste a Tony.

—Yo no… —le tembló un poco la voz—. Yo no conozco a ningún Tony.

—Sí que lo conoces. Vas a tener que confiar en mí. Si yo trabajara para ese hombre, tú ya estarías muerta… pero sólo después de tumbarte y abrirte las piernas.

Su intención había sido que ella se estremeciera, y funcionó. Mejor. Aquél no era el momento de sutilezas. Además, una mujer que se acostaba con un capo de la mafia no era una mujer delicada y sensible.

El necesitaba que ella fuera obediente. Si sentía cierto pesar de ver cómo temblaba, sólo era porque llevaba mucho tiempo fuera de aquella profesión, no porque fuera tan arrebatadoramente bella.

¿Además, qué demonios tenía que ver su belleza con nada? La verdad era que una mujer que sabía utilizar su belleza resultaba increíblemente peligrosa. Uno aprendía eso muy deprisa en el mundo del espionaje.

Joseph agarró su pijama y se lo pasó.

—Vístete —rugió—. Entonces hablaremos.

¿Hablar?

____ ahogó un gemido desesperado. Un loco entraba en su apartamento, la sacaba de la ducha y miraba su cuerpo desnudo como un lobo hambriento. Le había tocado los pechos, ¿y se suponía que ella tenía que creer que lo que quería era hablar?

Se mordió el labio inferior para no gritar y se puso los pantalones de pijama, agachándose todo lo posible para que él no viera más de lo que ya había visto.

Los pantalones eran demasiado viejos y grandes. Aunque estaba bien que le quedaran grandes. Al menos se sentía menos vulnerable así. Al menos no estaba desnuda delante de un extraño; le bastaba ya con el miedo que tenía.

Pero era una buena señal que él le hubiera permitido que se vistiera.

—De acuerdo —soltó él—. Si tienes alguna pregunta, date prisa.

¿Si tenía alguna pregunta? Estaba segura de que se iba a echar a reír en cualquier momento… o a desmayarse a los pies de aquel loco.

¿Y cómo era que no tenía pinta de loco? Si lo hubiera visto por la calle, no se habría vuelto a mirarlo. Aunque… bueno, era mentira. Sin duda se habría vuelto a mirarlo.

¿Qué mujer no miraría a un hombre como aquél? Era alto, de más de un metro ochenta, con el pelo negro como el azabache. Tenía los ojos de un cafés oscuro, los pómulos muy altos y un rostro recio y apuesto.

El cuerpo era maravilloso. Esbelto, y todo músculo.

—¿Te gusta lo que ves, nena?

Ella lo miró a los ojos. Él sonreía, con un gesto de complicidad que la hizo sonrojarse.

—Quiero estar segura de saber cómo es usted —dijo ella con frialdad, a pesar de la fuerza con que le latía el corazón—, para poder darle a la policía una descripción exacta.

—Ah, ____ —dijo él en tono bajo—, eso no es muy inteligente por tu parte.

Su sonrisa le heló la sangre.

—Si estuviera aquí para…, ¿cómo decirlo?, para hacerte daño, tu triste e insignificante amenaza me haría pensarme dos veces lo de dejarte con vida —su sonrisa se desvaneció—. Te he preguntado si tenías alguna pregunta. Si es así, se nos está acabando el tiempo.

Ella tragó con dificultad para tratar de quitarse aquella sequedad de la boca.

—Dijo que no trabajaba para… para este hombre que cree que conozco. ¿Entonces para quién trabaja?

—Para el gobierno.

Ella retrocedió un paso.

—Le dije al FBI que no quería tener nada que ver con…

Apretó los labios, pero era demasiado tarde. Otra de esas sonrisas rebeldes asomó a los labios de Joseph.

—Vaya, vaya, qué interesante —le dijo en tono bajo—. No conoces a Tony Gennaro, pero has estado hablando con el FBI.

¿Qué decía el viejo refrán? ¿Que la mejor ofensa era el ataque? Ignorar lo que él acababa de decirle era un comienzo.

—Si trabaja para el gobierno, déjeme ver una prueba.

—¿Como qué? ¿Una placa? ¿Una tarjeta de identificación? —sonrió con gesto amargo—. Una carta de J. Edgar Hoover?

—Hoover está muerto.

—Sí, y tipos como yo lo estaríamos también si lleváramos encima tarjetas de identificación. Vas a tener que creerme. No trabajo para el FBI. Estoy con una agencia gubernamental que no se da a conocer.

—No tiene modo de demostrarme lo que me está diciendo —dijo ella, intentando que no le temblara la voz—. Sólo quiere que confíe en usted.

—Eso es.

—¿Confiar, cómo? ¿Qué quiere de mí?

—Como he dicho, estoy aquí para ayudarte. Para protegerte. Para…

Volvió la cabeza hacia la puerta abierta. Su cuerpo, aquel esbelto y musculoso cuerpo, se puso de pronto alerta. ____ pensó en los documentales sobre la naturaleza que había visto, y en cómo un tigre a punto de saltar sobre su presa se convertía de pronto en una estatua.

Se le puso el vello de punta.

—¿Qué?

El levantó la mano para silenciarla. Despacio, se metió la mano debajo de la camiseta negra que ceñía su torso musculoso como un guante y deslizó la mano hacia la parte de atrás de su cintura. Como por arte de magia, apareció en su mano una pistola de aspecto amenazadora.

Un gemido de terror se abrió paso por la garganta de Cara. Él la apretó de nuevo contra su cuerpo.

—Hay alguien a la puerta —dijo en voz baja.

—¡No le creo! Yo no…

Le volvió la cara hacia la suya, agarrándole del mentón con su mano grande y fuerte.

—Tienes micrófonos por todo el apartamento —le susurró con dureza—. Te estaban vigilando por cámara y, maldita sea, si quieres vivir los minutos siguientes, vas a tener que hacer exactamente lo que yo te diga. ¿Entendido?

Ella lo miró con incredulidad. ¿Por qué iba a hacer nada de lo que le dijera ese hombre? ¿Micrófonos? ¿Y cámaras? Y de pronto decía que había alguien a la puerta. Pero el agua de la ducha seguía corriendo. Lo único que oía era el agua y de vez en cuando algún trueno de la tormenta que se alejaba.

—No le creo —con rabia fue consciente de que le temblaba la voz; pero también de que jamás había tenido tanto miedo en su vida—. Podría ser un maniaco que hubiera entrado a matarme.

Algo brilló en sus ojos. Tal vez rabia, tal vez odio. No logró captar el significado de su mirada, pero no le resultó difícil entender lo que él hizo justo en ese momento.

—Maldición.

Le hundió los dedos en la melena le echó la cabeza hacia atrás y la besó apasionadamente.

Ella forcejeó, gritó y peleó con todas sus fuerzas; pero él no la soltó, no dejó de besarla hasta que, con un leve chillido de ansiedad, o una emoción que se negaba a analizar más en ese momento, cerró los ojos y lo besó también.

Él tomó entonces su boca completamente, invadiéndola con su lengua, llevándose su sabor e incorporándolo al suyo hasta que, finalmente se retiró.

—Ahora —dijo él con dureza— vas a hacer precisamente lo que yo te diga.

Cara fijó sus ojos en los fríos ojos cafés de Joseph Jonas. Entonces aspiró hondo y respondió.

—Sí.


Sí era la única respuesta posible. Estaba a merced de un hombre que tal vez fuera un asesino, atrapada en su cuarto de baño sin salida salvo en el caso de que cooperara. Ese beso que acababa de darle… ese beso dejaba claro su dominación y su poder, y ella había respondido como le había exigido la necesidad.

Ese instante en el que la tierra se había movido bajo sus pies era comprensible. Estaba en estado de shock, o lo más parecido a ello.

Lo que decía él de que había alguien a la puerta de entrada era también mentira. Cuanto más lo pensaba, más se convencía de que nadie, ni siquiera él, oiría nada con el ruido de la ducha.

Decirle que había alguien tratando de forzar la cerradura era su ridículo modo de convencerla de que era un buen tipo.

Bien. Y ella la Bella Durmiente.

______ sabía que necesitaba tiempo si iba a escapar. La única manera de ganar tiempo era seguirle la corriente a Joseph Jonas, si acaso ése era su verdadero nombre.

Levantó la cabeza y lo miró a los ojos.

—Sí —repitió—. Haré lo que quiera.

Lo haría… hasta que viera la oportunidad de largarse. Entonces echaría a correr como un demonio.

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Nani Jonas
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Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:52 am

Capitulo 8
—Colócate detrás cuando empiece a avanzar —le dijo él—. Quédate pegada y no hables. Quienquiera que esté al otro lado de la puerta no va a estar mucho rato ahí.

Parecía como si de verdad estuviera convencido. ¿Sería posible? Bien pensado, esa tarde cualquier cosa parecía posible.

Se fijó en la pistola que llevaba en la mano, en la intensidad de sus ojos, y pensó en la intensidad de su beso, y decidió que tal vez no quisiera saber la respuesta.

—Ahora —dijo él con un susurro ronco.

Apagó el interruptor de la pared y todo se quedó a oscuras. La repentina falta de luz, unida al ruido de la ducha, parecía el escenario de una película de terror.

______ se estremeció. Estaba tan cerca de Joseph Jonasque le rozaba el cuerpo.

Para sorpresa suya, él echó el brazo hacia atrás y la agarró de la muñeca.

—Todo irá bien —dijo en voz baja.

Esperaba que fuera verdad.

Accedió al pasillo con ella detrás. Tal vez Joseph Jonas fuera el enemigo, pero al menos no era del todo desconocido.

Se movía sin hacer ruido, con la fluidez de una sombra a través de la profunda oscuridad. Se le ocurrió que esa ropa ceñida, toda negra y de aspecto cómodo, era lo que llevaría un hombre que no quiere ser visto. Ni visto ni oído. Eran los pies descalzos de ella los que arrancaban algún que otro leve chirrido del suelo de madera.

Si había alguien a la puerta, lo alertaría con el ruido de sus pasos, sobre todo teniendo en cuenta que el ruido de la ducha era cada vez más distante.

______ trató de respirar más despacio para acallar el ruido de su respiración agitada; también levantó cada pie con más cuidado. Sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, y se dio cuenta de que estaban casi en la puerta, donde vio la silla que había colocado bajo el pomo.

Chas, chas, chas.

Jonas se paró en seco, y ella se pegó a él. Sin pensar, se abrazó a su cintura. Él se dio la vuelta, le rozó la mejilla con suavidad, entonces la empujó contra la pared y le puso el dedo en los labios.

Le dijo moviendo los labios que no se moviera. Ella asintió, para que viera que lo había entendido.

Quería decirle que tuviera cuidado.

Bruscamente, él pasó a la acción. Retiró la silla de la puerta, de modo que la puerta se abrió de un golpe, y un hombre se precipitó dentro del vestíbulo. Ella no le vio la cara, sólo que era grande y que tenía en la mano una pistola igualmente enorme.

—¿Nos buscaba? —dijo Jonas en tono agradable.

Entonces levantó la pistola y golpeó al intruso en la cabeza con un golpe desagradable.

—Rápido —dijo Jonas, agarrándole la mano a ______ mientras el hombre caía al suelo.

—¿Pero… y si lo has matado?

—No habrá tanta suerte. Venga. Larguémonos.

_______ miró al extraño inconsciente y al otro extraño que tenía al lado y que quería arrastrarla con él ni sabía adonde. ¿Y si la historia que le había contado fuera al revés? ¿Y si el gobierno hubiera enviado a alguien a protegerla, y ese alguien estuviera en ese momento en el suelo?

— ¡Maldita sea, Prescott! Muévete. Lo que sí que sabemos es que tendrá amigos.

_______ dejó de pensar y dejó que él tirara de ella por el pasillo y las interminables escaleras hasta el vestíbulo. Su intruso, el que tenía al lado, el número uno, la empujó sin ceremonia hacia un rincón.

—Espera aquí.

—Pero… pero…

Él la miró de un modo como si fuera a besarla de nuevo. Ella se dijo que estaría preparada esa vez, y que si lo intentaba, lo rechazaría. Se dijo que el corazón sólo le latía del nerviosismo de lo que estaba pasando.

Estaba equivocada.

El inclinó la cabeza, le rozó los labios, y ella, en lugar de pelear, se inclinó hacia él para besarlo también… y a punto estuvo de acariciarle la mejilla.

Pero él se apartó demasiado rápido de ella como para dejar que eso pasara.

En un instante, él había cruzado la puerta del portal y salido a la calle oscura. Ella oyó un grito ahogado. Un golpe. Entonces volvió y la agarró de la muñeca.

—Date prisa.

— ¿Adonde? ¿Había otro hombre?

—Nada de preguntas, ¿recuerdas?

La calle estaba desierta, pero veía el tráfico en la esquina de la intersección. Ese era el momento de escapar…

A los talentos del intruso, tenía que añadirle el de leer el pensamiento. Maldijo entre dientes, la levantó en brazos y corrió hasta el mono volumen; abrió la puerta y la metió dentro.

—Muévete —rugió él.

Y eso fue lo que hizo. Se pegó en la rodilla con la palanca de cambios. Él se metió detrás de ella y metió la llave en el contacto. El motor arrancó y el vehículo se perdió en la noche.

______ se dijo que debía mantener la calma. Había desaprovechado la oportunidad de huir, pero habría otras. Además, tal vez el hombre que estaba a su lado no estuviera loco. Tal vez no hubiera ido a matarla. Tal vez trabajara de verdad para alguna agencia del gobierno que quisiera protegerla.

O tal vez todo aquello no fuera más que una pesadilla.

Pero en las pesadillas a uno no le castañeteaban los dientes de ese modo, ni se le quedaban los pies helados como los tenía ella. Y uno no iba a toda velocidad por el túnel Queens Midtown, por donde accedieron a la autopista de Long Island, con un extraño a su lado; un extraño que había forzado la cerradura de su piso, que la había abrazado desnuda y tocado con insolente arrogancia…

Un hombre que la había besado hasta someterla.

Se estremeció. Su raptor la miró con preocupación.

—¿Tienes frío?

—¿Te importaría si lo tuviera? —respondió ella.

Las luces de un coche que venía en sentido contrario le iluminaron la cara un momento. Tenía una cara de ángulos marcados y pómulos altos, y una boca sensual de expresión casi cruel. Esos huesos, esa boca, esos ojos reflexivos le daban un aspecto primitivo, sorprendentemente salvaje.

Salvaje y bello. No podía negarse que era el hombre más bello que había visto en su vida.

Un recuerdo lejano apareció como un flash en su pensamiento, algo susurrado por una vecina que a veces había cuidado de ella cuando era pequeña y su madre se iba a trabajar.

—Cuidado con el diablo —le había dicho la mujer con su deje sureño—. Está entre nosotros disfrazado.

— ¿Entonces, cómo lo puedo reconocer? —le había preguntado _______ a sus cinco añitos.

—Por su horrible cara —le había respondido la mujer—. O por su belleza. Cada uno vemos la cara que queremos ver.

______ se estremeció al recordar la conversación que había ocurrido tantos años atrás.

—Maldición —dijo Jonas con impaciencia—. Cuando te haga una pregunta, contéstame directamente —primero se quitó una manga de la cazadora y luego otra, pero sin apartar los ojos de la carretera—. Vamos, ponte esto.

—No lo necesito.

—Si piíllas una neumonía —dijo Jonas—, no me servirás para nada. Ponte la cazadora.

Al menos no iba a matarla inmediatamente. _______ se sentó hacia delante y metió los brazos en la cazadora. El cuero era suave; olía a noche y a lluvia, a hombre.

A ese hombre.

Sintió que se le atenazaba la garganta al recordar cómo la había arrastrado de la ducha; la fuerza de su cuerpo contra el de ella, la calculada caricia de su pecho…

Se volvió hacia él.

— ¿Quién eres?

—Ya te he dicho cómo me llamo.

— ¡Ya sabes a lo que me refiero! ¿Quién te ha enviado? ¿Adónde me llevas?

El la miró y sonrió.

— ¿Tantas preguntas? —dijo en tono pausado con un leve deje sureño.

—Y más —ella trató de disimular su miedo—. Pero puedes empezar con esas.

—Ya he dicho que trabajo para una agencia gubernamental de la que nunca has oído hablar. Te voy a llevar adonde pueda mantenerte con vida hasta el juicio de Gennaro.

—No voy a testificar. Ya se lo dije al FBI.

—Discute eso con ellos, no conmigo —miró por el retrovisor y cambió de carril—. Mira, si quisiera hacerte daño, ya te lo habría hecho.

Era una respuesta razonable. Desgraciadamente, desde que Anthony Gennaro había entrado en su vida no le había ocurrido nada razonable. ¿Por qué tenía que empezar a creer en la razón precisamente en ese momento?

— ¿Y dónde está ese sitio en el que te parece que puedo estar a salvo?

Tomó una carretera donde había casas y camionetas aparcadas a los lados.

—Pronto lo verás.

No era una respuesta pensada para ofrecer consuelo; o tal vez había visto demasiadas películas sobre lo que ocurría por la noche en carreteras como ésa.

—Este no parece un sitio muy seguro.

—Lleva a la entrada trasera del aeropuerto Kennedy.

— ¿Y tú crees…? ¡No pienso montarme en un avión contigo!

— ¿En lugar de discutir, qué te parece si miras por la luna trasera y me dices lo que ves?

— ¿Por ejemplo?

—Un coche que viene demasiado deprisa. O un coche que viene tras de nosotros y no se despega. Sorpréndenos a los dos.

Entonces se venció hacia un lado, sacó un móvil del bolsillo trasero de sus pantalones y lo abrió. Las conversaciones que llevó a cabo terminaban todas con la misma palabra.

—Gracias.

— ¿Gracias por qué? —preguntó _______.

Él no respondió.

La carretera les llevó hasta un coche de policía que esperaba junto a una cancela cerrada. Un policía de uniforme estaba de pie junto a un coche, cruzado de brazos.

_______ abrió la puerta del monovolumen y casi cayó a sus pies. —¡Gracias a Dios! ¡Agente, este hombre…!

_______ se quedó boquiabierta al ver que el hombre y su secuestrador se daban la mano.

— ¿Esta es la sospechosa? —preguntó el policía.

—No soy la sospechosa. Soy…

—Sí —respondió Joseph—. Tengo que salir de la ciudad lo más rápidamente posible.

— ¡Oficial! —Gritó _______—. No soy una sospechosa. Soy su…

—Bueno —dijo Joseph Jonas con una sonrisa—. Eso también lo es —añadió mientras le echaba el brazo a la cintura—. Cariño, no digas nada que a este hombre no pueda interesarle, ya sabes a lo que me refiero. Si lo haces, le pondrás en una posición muy difícil.

Ambos hombres se echaron a reír.

—No —suplicó ________—. Por favor, oficial, tiene que escucharme…

—Cariño —dijo Jonas en tono de advertencia.

Y antes de que ella pudiera decir nada más, la abrazó y la besó apasionadamente.

El policía se echó a reír, y _______ emitió un gemido entrecortado. Trató de gritar. Pero se conformó con hincarle los dientes en el brazo a su secuestrador. Él gimió, le metió la mano por debajo de la melena y apretó sus labios contra los suyos.

Ella se dijo con desesperación que debía morderlo en ese momento, morderlo de nuevo como acababa de hacer, pero más fuerte…

Y entonces sus labios la besaron con mayor suavidad. Una pausada oleada de debilidad se apoderó de ella. Estaba exhausta, muerta de miedo, y sin embargo su manera de abrazarla le incitaba a dejar caer la cabeza sobre su hombro y dejarle que hiciera lo que quisiera.

—Eso es —susurró él—. Deja de luchar contra mí. Será mucho mejor. – Pensó en el hombre que habían dejado tirado en el suelo de su apartamento, en la pistola que Joseph llevaba en el cinturón…

Y supo que lo que él le decía era una promesa y no una amenaza.

El coche de la policía los condujo hasta un pequeño y elegante jet privado, que como un ave predadora se posaba sobre la pista. Los dos hombres se dieron la mano de nuevo, y al momento ella estaba de nuevo en brazos de su raptor.

La llevó hasta el avión, le hizo una señal con el pulgar al piloto para que esperaba y la depositó sobre un asiento de cuero en el interior del aparato.

—Abróchate el cinturón —le dijo con brusquedad.

Ella no se movió. Él torció el gesto y fue a abrocharle el cinturón.

— ¿Recuerdas lo que te he dicho? Tienes que hacer lo que te diga, y nos llevaremos bien.

Un sollozo de desesperación y rabia le subió por la garganta. Sin pensar, ______ le dio un bofetón.

Él echó la cabeza hacia atrás. Por un momento. ________ pensó que él se lo devolvería, pero lo cierto era que no le importaba. Estaba cansada de que la tratara como si sólo existiera para hacer lo que él le dijera.

Se inclinó un poco hacia ella y le agarró el mentón con su mano grande.

— ¿Quieres jugar, nena? —le susurró en tono ronco—. Bien. Podremos jugar a muchas cosas cuando lleguemos al sitio adonde vamos.

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"Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu  Terminada - Página 5 Empty Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada

Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:54 am

Capitulo 9
—Tengo derecho a saber adonde me llevas.

—No tienes ningún derecho si yo no te digo que lo tienes —esbozó una sonrisa brillante, pero no le iluminó los ojos —. Pero te lo diré de todos modos. Vamos a ir a una casa que tengo yo. No estoy seguro de que tenga un nivel tan elegante como el de tu apartamento… pero no tienes elección.

—Todavía no me has dicho dónde está.

Él se puso de pie.

—En Florida.

¿Qué era aquello? ¿Una broma pesada? Florida estaba a más de mil quinientos kilómetros… cara sintió otra oleada de pánico.

— ¿Por qué?

—Porque es un lugar seguro.

— ¡No puedes hacer esto!

Él sonrió con frialdad.

— ¿De verdad que no?

—Tienes que rellenar un plan de vuelo —dijo ella con desesperación—. Hay normas. Restricciones de seguridad.

Joseph arqueó una ceja. Era rápida, al menos eso tenía que reconocerlo. Aunque tenía miedo, le había dado una buena respuesta. Buena para cualquiera menos para él.

—Tienes razón —dijo él con calma—. Están todas esas cosas. Pero sólo son circunstanciales.

Se pasó la punta rosada de su lengua por el labio inferior. Estaba seguro de que ella estaba a punto de presentarle una estrategia nueva.

—Señor Jonas—dijo con una calma que le impresionó.

—Llámame Joseph —le pidió él—. Vamos a pasar mucho tiempo juntos. Es mejor dejar las formalidades.

—Dices que te han enviado para protegerme. Bueno pues, acabas de hacerlo. Esos dos hombres… —hizo una pausa—. Te has ocupado de ellos.

— ¿Y?

—La amenaza ha pasado.

— ¿De verdad?

—Has hecho tu trabajo, así que no tenemos por qué seguir con… lo que hayas planeado. – Él se tomó su tiempo para contestar. Sabía muy bien que ella no se creía que fuera uno de los buenos. Y la verdad era que no le extrañaba. Después de todo lo que había hecho esa noche, acababa de decirle que se la llevaba a más de mil kilómetros del lugar que ella consideraba su hogar, en pijama y con una cazadora prestada como todo abrigo.

Pensó en el momento en el baño, cuando le había acariciado los pechos; en las curvas de su cuerpo. Era, sin lugar a dudas, una mujer muy bella.

La mujer de Anthony Gennaro. Un mafioso que se la había llevado a la cama cuando le había apetecido.

Pero ahora Gennaro trataba de eliminarla.

¿Cómo era posible que ella no quisiera darse cuenta de eso? No era tonta; de eso estaba seguro. ¿Habrían tenido una pelea Gennaro y ella? ¿O tal vez todavía esperaba que él quisiera volver con ella?

—¿Joseph?

Él levantó la vista.

—Por favor —dijo en tono suave—. Razona un poco. Ahora estoy a salvo. ¿Me quieres llevar de nuevo a la ciudad?

Le temblaba la voz y tenía los ojos brillantes, como si fuera a llorar.

Pero él apretó los labios. Estaba perdiendo el tiempo. Protegerla era un trabajo que no había pedido, pero que había aceptado. Que le cayera bien o que lo odiara no le importaba.

—No —soltó él sin más.

Ella se recostó en el asiento.

— ¿Por qué no? —Gimió, a punto de perder el control—. ¿Maldita sea, quién te paga para hacer esto? ¿Cuánto te van a pagar? Yo doblaré esa cantidad. ¿Cuánto quieres?

—Sí —respondió él en tono frío—. Ya he visto por el sitio donde vives que estás forrada —hizo una mueca de asco—. ¿O acaso me estás ofreciendo lo que le vendiste a Tony Gennaro?

— ¡Asqueroso! Eres un tipo canalla y cruel.

El se inclinó sobre ella y la besó con ímpetu, ignorando sus forcejeos y empujones; y la besó hasta que acabó pasando lo que había pasado antes, hasta que sus quejidos de protesta dieron paso a gemidos de deseo.

Ella abrió su boca, y él aprovechó para saborearla apasionadamente antes de retirarse.

—Compórtate y todo saldrá bien. Pónmelo difícil, y te arrepentirás.

—Te mataré —le susurró ella—. ¿Me has oído? ¡Tócame otra vez y te mataré!

Joseph se quitó el cinturón, se lo enrolló en una muñeca y lo ancló en uno de los brazos del asiento; con el cinturón del otro asiento hizo lo mismo con la otra muñeca.

—Si te portas bien, cuando hayamos ganado un poco de altitud tal vez te suelte y te deje hacer pis, beber un poco de agua y lo que necesites durante las cuatro horas siguientes. ¿Lo has entendido?

Ella levantó la cabeza. Lo miró a los ojos y le escupió en la cara.

Su expresión no varió.

—Necesitas aprender modales, señorita Prescott —le dijo con tranquilidad.

Entonces se acercó de nuevo a ella y la besó hasta arrancarle un leve gemido, aquel gemido que él tanto deseaba oír. Acto seguido, se dirigió a la cabina y ocupó el asiento del copiloto.

Los motores del avión empezaron a girar y el aparato comenzó a moverse hacia delante.

Momentos después, las luces de la ciudad de Nueva York se alejaban a sus pies.
Le había dicho que la desataría en cuanto ganaran un poco de altitud; pero había pasado una hora y su secuestrador no aparecía.

______ apretó los dientes y tiró de las muñecas atadas con los cinturones. Tiró con fuerza, con rabia.

¿Cómo podía haberle pasado eso a ella? Cuando todo había ido mal, después de enterarse de toda la verdad sobre Anthony Gennaro y después de que el FBI empezara a darle la lata, había huido, sí, pero había tenido muchísimo cuidado.

No le había contado a nadie ni adonde iba ni lo que hacía.

______ se volvió a mirar por la ventanilla para fijar la vista en la negrura tras el cristal. Sintió que la rabia daba paso a la angustia, y no podía permitir que le pasara eso. Llorar no serviría de nada. Tenía que enfrentarse a la realidad.

Parecía que alguien había estado observándola, escuchándola y siguiéndola todo el tiempo.

Sólo de pensar en que alguien había violado de ese modo su intimidad sentía náuseas.

Y luego llegaba aquel tipo y la raptaba; un hombre que le producía un miedo horrible.

Su voz le recordaba a la grava, a la seda; su sonrisa parecía conocer todos los secretos… Pero no era así. No había razón para que él lo supiera todo.

Lo que más temía de él era cómo la tocaba, como si fuera de su propiedad; como si poniéndole las manos encima pudiera controlarla.

Empezó a pensar en cómo la había sacado de la ducha, en cómo la había mirado, en su mano rozándole el pecho con deliberación y en la sensación de su cuerpo pegado al de ella.

_______ ahogó un gemido.

Entendía lo que él hacía, y era establecer su superioridad. Lo que no entendía era la reacción hacia él; su respuesta a las caricias, a las miradas o al roce de los labios de aquel extraño.

Él representaba todo de lo que ella quería alejarse: un hombre frío y duro, un hombre que sólo obedecía a sus propias reglas.

Y sin embargo…

Tal vez sí lo entendiera. Estaba emocionalmente agotada. Físicamente exhausta. Todas esas semanas de vivir una pesadilla empezaban a pasar factura. Era vulnerable, ese hombre lo sabía, y lo utilizaba para ganar ventaja.

Tenía que permanecer fuerte, alerta; tenía que dar con los puntos débiles de su raptor, entenderlos y buscar el mejor momento para huir.

Pero primero, pensaba mientras finalmente el cansancio la reclamaba, primero cerraría los ojos aunque sólo fuera un rato…

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Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:55 am

Capitulo 10 amo este cap es tan tierno
Estaba dormida.

Bien, pensaba Joseph. Así le daría menos problemas.

Antes de volver a la cabina, se fijó en ella: estaba pálida y tenía ojeras. Había sido una noche dura, con una sorpresa tras otra, y todo ello sin duda la había dejado agotada.

Como le había atado las muñecas a los brazos del asiento con los cinturones contiguos, no podía moverse ni acomodarse en aquel asiento de lujo en el que incluso podría llegar a tumbarse. ¿Pero qué le importaba si se pasaba las cuatro horas siguientes encogida en el asiento?

En ese momento pegó con la frente en el cristal de la ventanilla; hizo una mueca y murmuró algo ininteligible antes de ponerse de nuevo derecha. Pero él sabía que era una cuestión de tiempo antes de que volviera a caérsele la cabeza hacia un lado.

Con un suspiro exasperado, Joseph se sentó a su lado y le soltó las muñecas; entonces apretó un botón y le sujetó el cuello con cuidado mientras bajaba el respaldo.

Al reclinar el asiento ella, que seguía dormida, recostó la cabeza en su hombro, acariciándole la mejilla con sus sedosos rizos castaños. Otro suspiro le calentó el cuello.

Se quedó quieto. Cerró los ojos y aspiró la suave fragancia de la mujer que tenía entre sus brazos. Entonces, muy cuidadosamente, la tumbó en el asiento.

_______ se puso de lado y encogió las piernas.

Él frunció el ceño mientras se fijaba en que estaba descalza. Seguramente se le habrían quedado fríos los pies, y aunque siguiera con su cazadora puesta podría sentir frío. El desde luego lo tenía.

La observó un par de minutos más. Entonces se puso de pie, bajó la intensidad de la luz y buscó en los compartimentos hasta encontrar una manta que le echó por encima.

Tenía que haber otra manta… no la había.

Se echó a su lado y la abrazó. Ella se acopló con diligencia entre sus brazos, apoyó la cabeza en su hombro y se pegó a él como si llevaran años durmiendo juntos.

Joseph tragó saliva con dificultad. Miró al techo. Se dijo que estaba bien, porque así ella continuaría durmiendo.

Dios, qué calor salía de ella. Y era suave, muy suave. Caliente y suave.

—Mmm —suspiró ______ mientras le plantaba la mano en el corazón.

Joseph los tapó a los dos con la manta y cerró los ojos para dormir veinte minutos. Era lo único que necesitaba.

Se despertó porque alguien lo estaba atacando; alguien le estaba dando puñetazos en el pecho y en los hombros.

_______ intentaba pegarle. Se habría reído de no haber sido porque le estaba dando algunos puñetazos bien dados; así que la agarró de las muñecas, rodó sobre ella y la inmovilizó.

— ¡Basta!

— ¡Sinvergüenza! ¡Pensaste que podrías aprovecharte de mí!

—Me quedé dormido —dijo, pensando en que la siesta de veinte minutos se había alargado—. Y tú también. No hay más.

—Yo no estaba durmiendo. Estaba echando una cabezada.

—Me da lo mismo. Estabas dormida, la cabeza se te caía para los lados todo el tiempo y te estabas quedando helada. Cometí el monumental error de desatarte, recostar el asiento y taparte con la manta. Si quieres hacer una montaña de un grano de arena, adelante.

Ella seguía tratando de quitárselo de encima; pero su cuerpo ya estaba reaccionando a los movimientos de cadera de ______.

—Basta —rugió él—. O no me haré responsable de las consecuencias. – Se pegó a ella, para asegurarse de que ella le entendía. ______ se ruborizó y se quedó muy quieta.

— ¡Quítate de en medio!

Se apartó de ella, se puso de pie y se pasó las manos por el cabello como si no hubiera pasado nada.

¡Dios, cómo lo despreciaba!, pensaba _______.

—Tengo que hacer pis —dijo ella en tono seco mientras se incorporaba.

Aunque en realidad no se había sentido así cuando se había despertado entre sus brazos. Durante unos momentos nada más, se había quedado muy quieta, envuelta en el calor de su cuerpo, arropada por su fuerza…

_______ sintió el pausado latido en sus entrañas y se puso rápidamente de pie.

—He dicho…

—Ya te he oído —respondió él—. El lavabo está en la cola. Deja la puerta abierta.

— ¿Cómo?

Él la miró a los ojos.

—La puerta se queda abierta.

—De eso nada.
—Elige tú, nena. ¿Quieres ir al retrete o no?
Dios, era tan arrogante, tan engreído. Quería darle un golpe, pero sabía que él no se lo permitiría una segunda vez. En lugar de eso, se conformó echándole lo que esperaba fuera una mirada de desprecio total.

—Sé lo que estás haciendo —dijo _______.

— ¿De verdad?

Su acento pausado le ponía de los nervios.

—Quieres intimidarme diciéndome que no tengo intimidad, o atándome a la silla… no son más que tonterías.

Él arqueó las cejas.

— ¿Tanto se me nota?

Se estaba riendo de ella, maldita sea. Eso le ponía más nerviosa.

—Sí —soltó ella—. Mucho.

—En ese caso no hay problema con dejar la puerta abierta. Mientras los dos sepamos la razón, ¿por qué ponernos en contra?

Joseph fue a agarrarla del brazo, pero ella lo retiró. Entonces él levantó las manos y la dejó pasar. Le gustó lo que vio. Los pantalones le quedaban grandes, pero tenía mucha imaginación y aún más memoria. Era fácil recordar las dulces curvas de su trasero y lo suave que tenía allí la piel.

Desde el principio sabía que _______ Prescott era una mujer impresionante. En ese momento tenía que reconocer que además era interesante.

Pero Joseph dejó de sonreír. No sólo era preciosa, valiente e inteligente. También le había calentado la cama a Tony Gennaro.

Bueno, estaban en un país libre. Una mujer podía acostarse con quien quisiera, él no era de esos que pensaban que los hombres tenían más libertad sexual que las mujeres. Y, básicamente, su trato con ella era estrictamente profesional. Lo que había hecho, los besos, las caricias, habían sido para mantenerla alerta.

Y en esa profesión uno aprendía a trabajar con lo que tenía. Y lo que tenía en ese caso era una mujer capaz de excitar a un hombre con una mirada; aunque fuera en pijama, sin maquillar y tan inocente como una hermana pequeña.

Por alguna extraña razón, eso le inquietaba. El que su aspecto fuera el de alguien que no era, le inquietaba hasta el extremo de ponerle la mano en el nombro cuando iba hacia el lavabo.

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Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:59 am

Capitulo 11
— ¿Qué pasa ahora? —preguntó ella.

—Voy a cachearte, cariño.

— ¿Cómo…? —se puso muy colorada—. ¡No me vas a cachear!

Él sonrió. — ¿Quieres apostar?

Sus pupilas se dilataron, casi ocultando el color avellana, verde y dorado de su iris.

—Pero tú sabes que no oculto nada. Tú… tú me has visto…

—Desnuda —terminó de decir él con voz ronca—. Sí, así es. Pero eso fue hace horas. Desde entonces, ha podido pasar cualquier cosa.

No era mentira, aunque tampoco fuera precisamente la verdad. Había conocido a prisioneros a los que al cachearlos se les había encontrado cosas en los sitios más insospechados.

Pero ella no era una prisionera. No de verdad. ¿Y dónde había podido encontrar un arma desde que había salido de la ducha?

Pero había que cumplir las normas; que tal vez fueran lo único que le mantenían a uno vivo.

Le dio la vuelta para que de nuevo estuviera de frente a la mampara, le agarró de las muñecas y se las colocó por encima de la cabeza.

—Separa los pies, nena.

Pero las reglas no tenían nada que ver con el tacto de su piel al meterle la mano por debajo de la camiseta y pasársela por las costillas. Subió la mano más, alrededor de un pecho y después el otro, y le pasó el pulgar sobre los duros pezones.

Repentinamente su respiración se volvió entrecortada, y suspiró suavemente antes de emitir un leve gemido involuntario que hizo que Joseph se estremeciera y se excitara de inmediato.

—Nada —dijo con una voz que no le parecía la suya.

Pero no era cierto. Sí que había algo allí: el tacto de sus pechos, la reacción instantánea de sus pezones y aquel gemido tan leve…

Deslizó la mano hacia abajo. Le extendió la palma por el vientre; sobre su vientre suave y firme. Y bajó la mano un poco más, hasta colocarla entre sus muslos. Entonces percibió su respiración agitada.

Joseph gimió, mientras el sudor se resbalaba por su frente. Aquello lo estaba matando.

Y lo único que tenía que hacer para aliviar aquella tensión era bajarle las braguitas, bajarse la cremallera, echarle un brazo a la cintura y hundirse entre sus piernas para moverse dentro de ella y sentir su calor satinado acariciando su miembro erecto.

El avión se movió un poco y al momento pareció tomar altura de nuevo.

_______ se cayó hacia atrás. Él cerró los ojos y apretó los dientes, deleitándose un momento con la suavidad de su cuerpo sobre su pene hinchado.

¿Pero qué demonios le estaba pasando? ¿Acaso había perdido la cabeza?

—De acuerdo —dijo con brusquedad—. Estás limpia.

Pasó delante de ella y abrió la puerta del servicio. Pero ella no se movió. No hizo nada. Entonces se volvió hacia él, estaba muy pálida y tenía los ojos muy abiertos.

— ¿Cómo eres capaz de soportar lo que haces? —dijo con un débil susurro.

Era una frase inteligente. Y tal vez se hubiera encogido de vergüenza de no haber sido por su leve gemido. De no haber sentido el temblor de su cuerpo al tocarla.

¿Sería posible que una mujer fingiera hasta tal punto? Se la imaginó en los brazos de Tony Gennaro, y se dijo que sin duda la respuesta era afirmativa.

—Dijiste que tenías que pasar al servicio —dijo bruscamente—. Te sugiero que lo hagas.

A ella le temblaron un poco los labios. Sí, era muy buena. Buenísima. Y el intentar cerrarle la puerta corredera en la cara fue también un toque muy dramático.

—Lo siento, nena. ¿Te acuerdas de lo que te he dicho? La puerta se queda abierta —esbozó una sonrisa insolente—. Seré todo un caballero. No apartaré los ojos del techo.

— ¡No sabrías ser un caballero ni aunque tu vida dependiera de ello! —respondió ella mientras entornaba la puerta todo lo posible.

A los cinco minutos salió. Debía de haberse lavado la cara con ahínco, porque le brillaba como una manzana. Tenía el pelo húmedo, y Joseph pensó que sin duda se habría peinado con los dedos para tratar de domar un poco la melena.

— ¿Mejor? —dijo él en tono cortés.

Ella le dirigió una mirada más venenosa que cuando había entrado en el baño.

—Eres despreciable —le dijo con frialdad—. ¿Lo sabías?

—Algunas personas me lo han dicho, sí.

Pasó a su lado. Joseph esperó a que se sentara para abrocharle de nuevo el cinturón. Entonces le ató las muñecas otra vez.

—Esto es para demostrar lo duro y fuerte que eres, ¿no?

Otra frase inteligente. Pero lo que no sabía ella era que él había sido instruido por expertos mucho mejores que ella a la hora de hacer que uno se sintiera culpable.

—Estás bajo mi custodia. Es por tu propio bien.

—Estoy segura de que eso es lo que dicen todos los torturadores —añadió ella en tono seco—. Haga lo que tenga intención de hacer, señor Jonas Pero no me diga por qué lo hace.

—Será un placer —respondió el de mala gana mientras terminaba de sujetarle las muñecas.

—En diez minutos tomamos tierra.

Cara levantó la cabeza y se sorprendió al ver a Joseph Jonas allí de pie junto a ella. ¿Cómo era posible que ese hombre se moviera con tanto sigilo?

—¿Hambre?

—No —le dijo ella en tono frío—. No tengo hambre.

—Bien —sonrió sin humor—. Porque se me olvidó pedir catering.

—Qué gracioso es, señor Jonas.

—Joseph —otra de sus gélidas sonrisas—. Deberíamos dejar las formalidades ya, señorita Prescott. ¿No te parece?

—Las formalidades me parecen lo mejor… ¿Qué está haciendo?

—Ya te he dicho que vamos a aterrizar enseguida. Te estoy desatando.

El avión había perdido altitud, pero aunque la negrura de la noche había dado paso al tono plomizo que precedía al alba, no había luz suficiente aún para ver nada de lo que había debajo. Deseaba desesperadamente saber si iban al campo, o a una ciudad.

El se sentó en el asiento a su lado.

—La casa está a unos minutos de la pista de aterrizaje.

Ella no quería preguntarle nada más para no darle la satisfacción. Pero de todos modos lo hizo.

—¿Qué casa?

—Mi casa —él bostezó.

—¿Vives en Florida?

¿Pero por qué no cerraba la boca de una vez?

—Vivo en Dallas. Compré esta casa hará unos meses. Y todavía no he pasado mucho tiempo aquí.

En realidad no había pasado nada de tiempo allí, salvo un par de fines de semana. Había visto la isla cuando había estado allí en viaje de negocios, le había gustado y la había comprado como una inversión, tal vez para tener un sitio donde pasar los fines de semana, pero no había pensado nada más.

—¿Ése es el aeropuerto?

Joseph se inclinó hacia la ventana. Las luces iluminaban el asfalto que se extendía hacia el horizonte delante de ellos.

—Mi aeropuerto. Sí.

Ella se volvió hacia él.

—¿Tu aeropuerto?

—Es una isla privada. Se llama Isla de Palmas.

_______ lo miró sorprendida. Entonces volvió la cabeza y pegó la frente a la ventanilla con interés.

Las ruedas del avión tocaron la pista. Cuando el avión había completado el recorrido de la misma, se detuvo. Joseph se puso de pie.

—Vayámonos.

6/6

listo chicas disfrutenlos
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Mensaje por mary(mariana) Jue 29 Dic 2011, 12:20 pm

omj!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Graciaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas x por los capiiis!!!!!!!!
Me encantarooooooooon!!!!!
sigue cuando puedas!!!

¿A ver si pasan por mi nove y mis shot's? ;)
https://onlywn.activoforo.com/t8715-all-this-time-joe-y-tu#655224 (nove)
https://onlywn.activoforo.com/t8476-una-caida-de-amor-joe-y-tu (shot)
https://onlywn.activoforo.com/t8493-lamour-est-pour-lair-nick-j-y-tu (shot)
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Mensaje por aranzhitha Jue 29 Dic 2011, 4:40 pm

Awwww me encantaron los capis gracias por el maratón siguela cuando puedas bye
aranzhitha
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Mensaje por Invitado Dom 01 Ene 2012, 2:00 pm

0_o
en el momento crusial e que tu acaba el maraton! -.-
DIOSS!!
LO AMEEE!!!
AMO COMO ESCRIBES NIÑA=)
MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
SI NO ME MUERO X_X
tu cree que e mentira X_X
MAS CAPPS!
PLZZZ:)

ArielOff♥
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Mensaje por ☎ Jimena Horan ♥ Dom 01 Ene 2012, 9:22 pm

Ame el maraton!!!
me encantaron los caps! :D
siguelaaa pronto..
☎ Jimena Horan ♥
☎ Jimena Horan ♥


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Mensaje por Karli Jonas Dom 01 Ene 2012, 10:46 pm

Ohhhh me ha encantado el maratón
Siguelaaaaaa plis!!

QUIERO MAS CAPS!!

:D :D :D
Karli Jonas
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Mensaje por Nani Jonas Mar 03 Ene 2012, 12:13 pm

Disculpen la tardansa aqi les dejo cap gracias por sus comentarios

Capitulo 12
_______ se levantó despacio. Él vio el miedo en sus ojos. Bien. Muy bien. Cuanto menos confiara en él y en ese lugar, mejor.

—¿Ir adonde?

—Te lo he dicho. Soy el dueño de esta isla. Isla de Palmas, se llama.

—Dijiste que había una casa.

—Y la hay.

Él la agarró del brazo, pero ella lo retiró bruscamente. Apretó la mandíbula y volvió a agarrarla, esa vez del codo y con firmeza.

—No me des la lata, nena. Te arrepentirás si lo haces.

Se abrió la puerta del aparato. Cara pestañeó al ver el destello repentino de unos faros, y vio a un hombre esperándolos al pie de la escalerilla. Era más bajo y mayor que su raptor, pero tenía la misma dureza que él.

—Joseph —dijo el otro, como si ella fuera invisible—. Me alegra verte.

—John. Siento haberte hecho levantar a una hora tan intempestiva.

—No hay problema. Todo está listo, como pediste.

Todo estaba listo… Cara sintió que se le subía el corazón a la garganta. ¿Cómo era posible que una frase tan sencilla sonara tan funesta?

Desesperada, se soltó de Joseph, bajó corriendo por la escalerilla y se tiró al hombre llamado John.

Horas después, cuando ya no importaba, se dio cuenta de que no se había soltado ella; que simplemente Joseph la había dejado ir porque sabía lo inútiles que serían sus intentos.

—¡Ayúdeme! ¡Por favor, ayúdeme! —agarró al tal John del brazo—. ¡Este hombre me ha raptado!

Joseph iba detrás de ella, y al momento la agarró con sus brazos fuertes y masculinos que la apretaban como si fueran de acero.

—John me debe la vida —le dijo con tranquilidad—. Nada de lo que digas le afectará en modo alguno.

—Te mataré —jadeó _______—. Maldito seas, te mataré…

Joseph la levantó en brazos, agachó la cabeza y volvió a besarla, hasta que finalmente saboreó la dulzura de su rendición.

—Esta es mi isla. Todo lo que hay aquí me pertenece, _______. Todo —dijo en tono ronco—. Incluida tú.


Empezó a llover cuando el todoterreno corría por la carretera asfaltada que bordeaba la costa. Joseph sintió que ______ temblaba entre sus brazos.

Una mujer que había jugado con un jefazo de la mafia, que le había dicho a su gobierno que no quería su ayuda, tenía lógicamente que estar muy asustada. Él estaba haciendo todo lo que estaba en su mano para cuidar de ella; si le tenía miedo, era problema de _______.

Salvo que… salvo que el corazón le latía con demasiada fuerza. De mala gana, trató de ponerse en su lugar y de contemplar los acontecimientos de la noche anterior con sus ojos: la entrada en su apartamento, la manera de presentarse y cómo la había sacado de la ducha. Pero había sido necesario hacerlo así; de haberse tomado el tiempo necesario para explicarse, tal vez en ese momento estuvieran los dos muertos.

Una de las cosas que uno aprendía en situaciones donde primaba la supervivencia, era que había veces en que uno tenía que hacer lo que fuera necesario, y preocuparse de las consecuencias después. Basándose en eso había hecho muchas cosas en su vida que inmediatamente después había echado al olvido.

El todoterreno pasó por encima de un bache y automáticamente abrazó a _______ con fuerza.

Ella estaba llorando. Muy bajito, pero la oía. Le metió la mano por la camiseta. Ella se puso tensa, pero él empezó a acariciarle la espalda, a murmurarle palabras dulces hasta que notó que se relajaba un poco sobre él.

Se dijo que eso le complacía sólo porque si ella cedía todo sería más fácil, que no tenía nada que ver con lo que sentía al acariciarla.

Cuando llegaron a la casa, John detuvo el vehículo. Fue a salir, pero Joseph le rogó que no se molestara.

—Nos las apañaremos —dijo él.

—¿Te he dicho que no hay electricidad?

Joseph se echó a reír.

—¿Algo más? Supongo que el generador que pedí no ha llegado aún.

—No. He dejado velas en las habitaciones y unos sándwiches en la cocina.

—Gracias. Vete ya. Vuelve a casa antes de que empeore el tiempo.

Joseph salió del todoterreno con _______ en brazos. El coche se alejó y los dejó solos en la oscuridad.

—Puedo andar.

Él la miró, y en sus ojos vio el desafío que había visto en otros momentos, pero todavía le temblaba la voz. Estaba muerta de miedo y trataba por todos los medios de no mostrarlo.

—Estás descalza.

—Estamos en Florida. La gente va descalza todo el rato.

Joseph estuvo a punto de sonreír al oír aquel toque de valentía.

—Bien. Sube las escaleras y espérame mientras abro la puerta. Y por cierto, ni se te ocurra.

Ella se volvió a mirarlo.

—¿El qué? —dijo con cautela.

—Aunque encontraras la cabaña de John, él te devolvería aquí conmigo —Joseph sacó un manojo de llaves de su bolsillo, seleccionó una llave y la introdujo en la cerradura—. Además, seguramente acabarías cayéndote a la ciénaga antes de dar con esta casa. En la isla hay algunos impresionantes ejemplares de caimán. ¿Te lo había mencionado antes?

Estaba mintiendo. ¿O no? Tenía que estar mintiendo. Sin embargo, _______ se miró los pies descalzos mientras se decía que todo era muy difícil.

—Adelante —le dijo él al abrir la puerta.

La casa no sólo estaba oscura; estaba todo negro. Dio un paso hacia delante, pensó en los caimanes y se paró en seco. Joseph la empujó para que diera otro paso.

—En casa entran a veces culebras, no caimanes.

Otra mentira. Porque si no era mentira, no sería capaz de dar un paso más.

Se oyó un sonido como si rascaran algo, y al momento se encendió una vela. _______ miró al suelo y vio que era de madera pálida, y también los colores brillantes de una alfombra.

Nada de serpientes.

—No hay serpientes —dijo ella—. Y estoy segura de que tampoco hay caimanes —lo miró con ojos entrecerrados—. ¿Qué más? ¿Me vas a hablar del hombre del saco?

El pasó a su lado, valiéndose de la vela para encender un candelabro.

—Las fantasías no me van —dijo en tono seco—. Algunas de las cosas que componen mi vida ya tienen bastante componente fantástico. ¿Tienes hambre?

Estaba muerta de hambre.

—No.

—¿Sed?

Estaba seca.

—No.

—Qué lástima. Supongo que entonces tendrás que aguantarte y ver cómo me como esos sándwiches que ha mencionado John.

Le rugió el estómago. Si tenía que ver cómo comía, acabaría mareándose.

—Has dicho que te ibas directamente a la cama.

Él la miró y una sonrisa pausada asomó a sus labios. _______ se puso colorada.

—Sólo quería decir… quería decir… —_______ tragó la poca saliva que le quedaba—. Me gustaría lavarme.

—Buena idea. Date una ducha primero, te pones ropa limpia y seca, y después podremos cenar.

—No quiero cenar.

—Sí. Ya te he oído —le puso la mano en la cintura—. Vamos.

—¿Adonde?

—Arriba.

—¿Para qué?

Joseph entrecerró los ojos. Se preguntaba por qué había sentido lástima por ella en el todoterreno.

—De acuerdo —la agarró por los hombros y le dio la vuelta hacia él—, vamos a dejar algo muy claro. Estoy muy cansado y tengo el estómago vacío. Me siento sucio y sudoroso, y me duele la cabeza —le apretó un poco los hombros—. Lo que menos me apetece es tener que tratar con una niña quejica de diez años. Si te digo una cosa, te callas y lo haces.

—Sólo he pedido…

—¡Ah, por amor de Dios! —la levantó en brazos con rabia y subió al primer piso, ignorando sus gritos de protesta.

La puerta que quedaba enfrente estaba a medio abrir; Joseph terminó de abrirla con el codo, entró y dejó a _______ en el suelo. Momentos después, una llama amarilla disipaba la oscuridad.

—Haz algo útil —rugió él—. Toma unas cerillas y enciende esas velas.

—¿Estás seguro de que confías en mí? —le dijo _______ con dulzura—. Si dices que sólo tengo diez años…

—¡Enciende las malditas velas!

Lo hizo, no por él, sino por ella misma. Quería ver cómo era su prisión. Aunque se dijo que llamarlo así era un poco exagerado. Era una habitación enorme con chimenea y una cama con dosel.

—¿Satisfecha con el dormitorio?

_______ se dio la vuelta. Joseph se había acercado a ella, tan sigiloso como un felino.

—No hagas eso —le dijo ella en tono irritable.

—¿Preguntarte si te gusta?

—No te acerques a mí así. No me gusta.

—¿Alguna otra queja?

En sus ojos había un brillo peligroso, pero ________ estaba demasiado cansada como para importarle.

—Sí. Quiero saber por qué me has traído aquí.

—Te lo he dicho. Es un lugar seguro.

—Nueva York era un sitio seguro.

—Bueno, claro, si quitas la cámara, los dispositivos de escucha… ah, y no nos olvidemos del matón que forzó la cerradura de tu apartamento, ni del que estaba esperando en la calle. Entonces sí, es muy seguro.

Tal vez tuviera razón, pero en el fondo no tenía razón para confiar en él. Que ella supiera, lo de la cámara era un invento. Al igual que los micrófonos. Y los supuestos «matones» podrían haber sido enviados a su apartamento para protegerla.

Y todo eso se lo dijo.

Joseph entrecerró los ojos.

—¿Crees que lo de la cámara y los micros era mentira?

—Creo que fue tremendamente conveniente que tú encontraras esos dispositivos en el preciso momento en que el que te venía bien que yo creyera que eras sir Galahad.

Él se echó a reír.

—Cariño, tienes una mente muy imaginativa. ¿Y qué pasa con ese par de tipejos? ¿O crees que eran dos boy scouts que alguien había enviado para protegerte?

Ella sabía que él tenía razón. En realidad no creía que hubiera montado aquella farsa, y tampoco creía que los hombres que él había derribado hubieran ido a protegerla.

A nadie le interesaba protegerla. Todos querían algo de ella, algo que no podía dar. Todo ellos, incluido aquel hombre.

—Esos tipos querían hacerte daño, nena. ¿Maldita sea, por qué darle más vueltas al asunto? Seguramente tendrían en mente asesinarte.

—¿Y tú no? —dijo en tono quedo.

Él apretó la mandíbula. Pensó en abrazarla, en decirle que no sintiera miedo, que él la protegería…

Se dio cuenta que, después de llevar cinco minutos allí, ella había conseguido que sintiera lástima por ella. Y de ahí a hacer una tontería sólo había un paso.

Y eso no iba a ocurrir.

Estiró el brazo, sin dejar de mirarla, y cerró la puerta.

—Espera un momento —dijo ella—, Joseph…

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Mensaje por aranzhitha Mar 03 Ene 2012, 12:23 pm

aww como la dejas ahi siguela pronto
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Mensaje por Nani Jonas Miér 04 Ene 2012, 11:50 am

Capitulo 13
—Ahora soy Joseph ¿no? Bien. Excelente. En realidad, teniendo en cuenta que es hora de desvestirse…

El miedo en sus ojos brilló más, más real.

—¿Cómo?

—¿Qué problema tienes? ¿Es que no entiendes nuestro idioma? —añadió en tono duro—. He dicho que te desvistas.

—Todo eso que has dicho de protegerme… —su voz se fue apagando—. ¿Protegerme de qué? ¿O de quién? Estando aquí los dos solos, me doy cuenta de lo que significa tu protección.

—Tienes una imaginación calenturienta —Joseph se quitó las botas—. Necesitamos asearnos. Sólo me interesa ahorrar agua.

A ella le entraron ganas de echarse a reír. ¿Cuántos tipos habrían utilizado esa frase para tratar de conseguir que una mujer compartiera su ducha? De algún modo, habría esperado otra cosa de él.

—No hay luz, ¿recuerdas? No sé ni cuándo va a volver. El tanque del agua es grande pero la temperatura del agua va bajando progresivamente a medida que corre el agua.

—¡No pienso quitarme la ropa!

Se adelantó un poco. Joseph estiró la mano y la agarró del mentón para inmovilizarla.

—Sí —le dijo con frialdad—. Te vas a desnudar. Estoy cansado. Tengo la ropa sucia y sudorosa. Quiero darme una ducha caliente, ponerme ropa limpia y cenar antes de meterme en la cama; no quiero más tonterías.

Ella buscó desesperada el modo de ganar tiempo.

—Nadie nos ve. Primero estaba el policía, luego el piloto y después tu amigo John. ¿Qué sentido tiene fingir en una casa vacía?

—¿Es eso lo que crees que estoy haciendo?

Él la miró a los ojos. De algún modo, ella consiguió no apartarse cuando él le puso la mano entre los pechos. No reaccionó, aunque percibió en el roce de su mano la potencia de su cuerpo.

—Te late muy deprisa el corazón.

—No te preocupes por eso —dijo ella.

—Ah, pero tú eres responsabilidad mía. Tengo que mantenerte a salvo, recuerdas.

Se mascaba la tensión en el ambiente; una tensión más intensa que las nubes tormentosas que avanzaban sobre el océano, más intensa que el latido acelerado de su corazón.

—Quieres que crea que trabajas para el Gobierno. Pues no me lo creo.

—¿Entonces, qué me quieres decir, cariño? —sonrió—. ¿Que te desvestirías para un federal, pero no para mí?

_______ se retiró de encima la mano de Joseph y retrocedió dos pasos.

—Me daría lo mismo si fueras Elvis. Tal vez sea tu prisionera, pero no soy tu esclava.

Él arqueó las cejas. Paseó la mirada despacio por la habitación, como si el sitio fuera tan nuevo para él como para ella.

—Debes de sentir una decepción enorme habiendo terminado en un lugar como éste después de haber esperado los barrotes de una especie de cárcel.

Su sarcasmo la hizo estremecerse, pero si cedía un poco él se aprovecharía.

—«Los barrotes de hierro no hacen una prisión…» —le dijo ella en tono frío.

—Es «muros de piedra». «Los muros de piedra no hacen una prisión, ni los barrotes una jaula» —sonrió sin humor—. Tienes que decirlo bien si de verdad quieres impresionar.

Sabía que se había quedado boquiabierta. No pudo evitarlo. ¿Joseph Jonas, citando a un poeta poco conocido del siglo XVII?

—Desagradable, ¿verdad?

Su tono de voz era bajo, su sonrisa peligrosa y muy viril. _______ se dijo que no debía ceder terreno.

—¿Qué es desagradable?

—Que lo cataloguen a uno.

—No sé a lo que te refieres.

Él se acercó, la agarró del suéter y tiró de ella hacia delante; ella se tropezó y terminó a pocos centímetros de su fuerte cuerpo.

Así de cerca, percibió que en sus ojos cafés había motas doradas; que tenía el mentón cubierto ya por una leve pelusilla. Pensó que le gustaría pasarle la mano y sentir la barba áspera; áspera y deliciosamente sexy en contacto con sus manos…

—Me has tachado como alguien a quien una dama como tú no quiere ver ni en pintura.

—Eso no es…

Aguantó la respiración mientras él le apoyaba las manos en sus hombros.

—Sí. Es cierto. Y es sorprendente, porque tú no eres una dama. Eres propiedad de Tony. Una princesa de la mafia que mira con desprecio al hombre que han enviado para protegerla.

—No sabes nada de mí —le tembló la voz—. Y no creo que te hayan enviado para protegerme.

— ¿No hemos hablado ya de este tema? Te he dicho muchas veces que no estoy aquí para hacerte daño.

—Pero has hecho ese tipo de cosas —le dijo ________ sin apartar la vista de él—. Le has hecho daño a la gente.

Algo varió en él de pronto. Ella se lo notó, lo sintió, como una presencia impalpable en la habitación. El silencio se prolongó entre ellos, como un profundo abismo que _______ no era capaz de cruzar, y supo, sin mirarle a la cara, que había cometido un tremendo error.

—Joseph —dijo ella—. Joseph, no ha sido mi intención…

— ¿Es eso lo que quieres? —Dijo él en voz baja—. ¿Sexo duro con un hombre como yo?

— ¡No! —retrocedió medio cayéndose—. No quería decir…

—Sí. Ese es el mensaje que has querido transmitir. Sólo que yo era demasiado tonto como para pillarlo.

—Estás equivocado. Yo no…

—Quítate la ropa —se llevó las manos al cinturón—. Ya es hora, _______. Lo sabes tan bien como yo. ¡Dios mío, no era posible que le estuviera pasando algo así!

—Por favor… no quiero…

—Claro que sí.

Se desabrochó el cinturón y se llevó las manos al botón sobre la cremallera. Ella bajó la vista y se quedó boquiabierta al ver el bulto bajo la tela vaquera.

—Esto está aquí desde que nos vimos la primera vez —torció la boca—. Y estoy harto de esperar.

Fue a tocarla, pero ella le dio una patada, seguida de un puñetazo. Sin embargo, él era demasiado grande, demasiado fuerte, y tenía demasiada rabia.

Ella no pudo detenerlo.

Él le aplastó los labios con los suyos, le deslizó las manos por debajo de la sudadera, agachó la cabeza y empezó a succionarle un pezón tirante y erguido.

Y sólo eso le hizo experimentar una sensación muy intensa, caliente e inesperada. Empezó a gemir, le cedieron las rodillas; y fue entonces cuando la levantó en brazos y la llevó a la cama.

Volvió a lamerle el pecho en cuanto la tumbó en la cama, torturándola con los labios, con la lengua y los dientes. _________ se arqueó hacia él, desprovista totalmente del sentido, inmersa tan sólo en el deseo ardiente que le corría por las venas.

—Sí —rugió él—. Sí. Así, así… sí, así…

Le bajó los pantalones, la levantó y avanzó hacia ella, apretando con su miembro erecto el sitio entre sus muslos que rogaba ser poseído.

Poseído por él…

Sólo de pensarlo a ella se le cortó la respiración. Abrió los ojos rápidamente, y sobre ella vio un rostro apuesto, excitante; el rostro de un extraño.

—No —susurró ella—. ¡No! —Gritó, frenética ya porque sabía de su fuerza, de su tamaño—. ¡Quítate de encima de mí! —continuó dándole puñetazos. Por un instante eterno, él no se movió. Estaban tumbados encima de la cama, él sobre ella, inmovilizándola. Y ella se dijo que si quería haría lo que quisiera con ella.

Podría y nadie se lo impediría.

¿Y si lo hacía qué? ¿Qué pasaría si le atara las manos a los postes de la cama y la poseía? ¿Y si no le quedaba otro remedio que rendirse ante él? Rendirse a su pasión y, cómo dudarlo, también a la de ella.

El corazón le latía muy deprisa. Se derretía por dentro. Tal vez se le notara en los ojos, porque de repente él se retiró.

—En mi vida he hecho muchas cosas de las que no estoy orgulloso, señorita Prescott —dijo en un tono muy duro—. Pero violar no es una de ellas, ni siquiera cuando es para complacer a una mujer que prefiere que la fuercen a reconocer que quiere hacer el amor.

________ se levantó de la cama y le dio una bofetada en la cara. Él le agarró la muñeca y se la retorció a la espalda lo suficiente como para hacerla gritar.

—Es la segunda vez —dijo en tono suave—. Estás jugando con fuego, ________. No lo hagas. A no ser que quieras quemarte.

________ sabía que era mejor no contestar. Pasados unos segundos, él se puso de pie.

—En el baño encontrarás todo lo necesario —tenía los ojos pétreos—. Toallas, champú, cepillo de dientes, un albornoz. Es mío —dijo mostrando los dientes con una sonrisa de lobo—. Pero lo cierto es que no esperaba una invitada.

Salió y cerró la puerta de un golpe. ________ se estremeció y se dejó caer en la cama.

La tormenta estaba sobre la isla, y el viento, los truenos y la lluvia no cesaban de caer con primitiva furia. De pequeña le habían dado mucho miedo las tormentas. Sólo tenía recuerdos vagos de aquellos días de su infancia, y de su padre. Cómo había entrado en su habitación para sentarse en la cama y tranquilizarla.

Con su acento italiano, le había dicho: «Cara, mia figlia… debes aprender a ser valiente. Nada podrá hacerte daño si tú no lo permites…»

En realidad nunca le había creído. Apenas lo había visto. Y eso le había dolido. Su madre había fallecido. Eso también le había dolido. Y entonces, una mañana, había levantado la cabeza de su mesa de escritorio en la biblioteca y había visto a un hombre mirándola. Él le había dicho: «Me llamo Anthony Gennaro».

Y así de rápido su vida había cambiado; se había convertido en una compleja serie de situaciones distintas. El blanco era negro, y el negro blanco. Con velocidad deslumbrante, los buenos eran de pronto los malos.

¿Quién era Joseph? ¿Era bueno… o era malo?

¿Y cómo era posible que quisiera hacer el amor con un hombre como él? Porque él no se equivocaba, no se había equivocado al decirlo. Al menos consigo misma podía ser sincera.

Quería acostarse con él. Quería sentir su cuerpo aplastándola. Quería sentirlo dentro de ella; y quería gritar cuando él la tomara.

Y la terrible verdad era que no le importaba quién fuera él, o si era de los buenos o de los malos. Era tan apuesto, tan viril…

Desearlo era suficiente.

Jamás había sentido nada igual en su vida. Le temblaban las rodillas cuando la miraba con sus ojos cafés, oscuros y ardientes de deseo. Cuando él la besaba, se quedaba sin aliento. Y no podía negar que se sentía a salvo cuando él la abrazaba, aunque eso fuera una locura. Además, ella no se acostaba con el primero que aparecía. Había habido un hombre. Sólo uno hasta esa noche, y no iba a permitir que eso variara, no iba a ceder por una… por una morbosa fantasía.

No lo haría, no lo haría.
Nani Jonas
Nani Jonas


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Mensaje por aranzhitha Miér 04 Ene 2012, 12:33 pm

:affraid: siguela
aranzhitha
aranzhitha


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"Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu  Terminada - Página 5 Empty Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada

Mensaje por Karli Jonas Miér 04 Ene 2012, 10:21 pm

Ahhhhh vamos SIGUELA
Amo la nove
Plis SIGUELA
Me encantaaaaa!!
Siguelaaaa!!
Karli Jonas
Karli Jonas


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"Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu  Terminada - Página 5 Empty Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada

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