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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Hola chicas buenos dias aqi les dejo cap disfrutenlo :D
Capitulo 14
La puerta de la habitación se abrió de repente. Al hacerlo, un relámpago iluminó a Joseph, que estaba a la puerta.
—________ —dijo en tono ronco.
Al oír su voz, al ver al bello depredador animado no por la rabia sino por el deseo, supo que estaba perdida.
—Joseph —suspiró ella.
Sus miradas se encontraron, y ella echó a correr hacia él. Joseph la acogió entre sus brazos, le agarró la cara con las dos manos y empezó a besarla sin parar mientras la empujaba contra la pared.
—Dime lo que quieres —rugió él.
—A ti —dijo ella—. A ti, a ti…
Él gimió, la besó de nuevo y ella abrió la boca para dar paso a su lengua curiosa. Mordisqueó la carne suave de su labio inferior, le mordisqueó en el cuello, y ella gimió y se restregó contra él, deseándolo, deseando aquello más de lo que había deseado nada en su vida.
Metió la mano entre los dos, la colocó sobre su erección y sintió cómo se tensaba bajo la tela vaquera.
Él le dijo algo urgente, en voz baja, le dijo lo que le iba a hacer con toda brusquedad, con palabras que le hicieron levantar la cara para recibir otro beso ardiente y apasionado.
Entonces se bajó la cremallera de los pantalones, le bajó los pantalones del chándal, la levantó en brazos y se hundió en ella.
Sus gritos de placer, las contracciones casi instantáneas de sus músculos que se contraían alrededor de su miembro estuvieron a punto de destruir su control. El sudor perlaba su piel, mientras la sujetaba contra la pared; y sin dejar de embestirla metió la mano entre sus cuerpos y empezó a acariciarla hasta que ella gimió su nombre sin cesar y alcanzó el orgasmo entre sus brazos.
Entonces, sólo entonces, Joseph se dejó llevar. Alcanzó el orgasmo en un largo torrente de éxtasis; echó la cabeza hacia atrás y abrió la boca con placer. Entonces se vació dentro de ella hasta que la lógica le dijo que no le quedaba ni una sola gota más.
Pero qué le importaba la lógica.
—________ —susurró.
La sujetó y la llevó hasta la cama sin apartarse de ella; todavía su miembro duro la penetraba.
Todavía la deseaba.
La habitación estaba en silencio salvo por los leves gemidos de ________ mientras Joseph le hacía el amor. Salía de ella despacio, tan despacio que temblaba. Ella fue a abrazarlo, pero él le tomó las manos y la besó en las palmas; entonces la besó en la boca y le dijo que tenían todo el tiempo del mundo.
Tenían todo el tiempo posible para explorar, para saborear su boca de miel. Su piel. Y su cuello justo en el punto en el que se juntaban con el hombro; eso la hacía estremecerse, ronronear como una gata, y él lo repitió, la mordisqueó con suavidad para después calmar el leve dolor con su lengua.
Y mientras tanto, le agarraba los pechos con las manos y le pasaba los pulgares por los pezones. Él gimió ante la rápida respuesta de ella por el leve tormento, y finalmente bajó la boca para saborear su dulzura. Para saborear sus pezones, pálidos y rosados, deseosos de sentir el calor de su boca.
Dios, qué pechos tan bonitos tenía.
Le encantaba su tacto sedoso. O cómo cabían perfectamente en sus manos. O el modo en que ella arqueaba la espalda cuando él le succionaba los pezones con deseo.
Y qué ruidos hacía.
Eran lo bastante provocativos como para conseguir llevarlo al límite; pero no pensaba permitir que eso ocurriera otra vez. En esa ocasión quería aguantar un poco más. Besarla y saborearla por todas partes. Entonces, sólo entonces, se arrodillaría entre sus muslos para poseerla de nuevo.
Lentamente, se deslizó por su cuerpo, y la besó y chupó, aspirando su aroma limpio y acariciando su vientre con las manos y la lengua mientras ella se retorcía de excitación.
—Joseph…
Su susurro fue tan sentido, tan inocente y tan dulce, que él se estremeció de placer.
—Sí, cariño —respondió él en el mismo tono mientras deslizaba los dedos por el vello dorado que escondía su corazón femenino.
Entonces la tocó.
Un grito salvaje que parecía nacer de lo más profundo de su ser estalló en su garganta. Él la miró a la cara y vio el shock, el placer que le abría los ojos como platos, y algo fiero y primitivo le corrió por la sangre.
— ¿Te gusta esto? —dijo con emoción.
—Oh, Dios —susurró ella—. Joseph, Joseph…
Él le separó el sexo con los dedos y vio lo bella que era, los pétalos de sus labios, la baya rosada de su clítoris.
La agarró del trasero, la levantó hacia él y la acarició con su lengua. Su grito rompió el silencio de la habitación, y le hundió las manos en el cabello.
Tenía un sabor exquisito del que él se empapó, y cuando alcanzó el orgasmo en su boca, él pensó que le estallaría el corazón de placer.
Levantó la cabeza, deseoso de ver su cara en ese momento, de ver sus ojos, así de oscuros, y su cabello revuelto sobre las almohadas. Al ver su piel sofocada y húmeda, deseó más de ella, mucho más…
Ella fue hacia él.
—Joseph —le tembló la voz—. Ven a mí. Quiero sentirte dentro.
Él se volvió para abrir el cajón de la mesilla, rezando para que hubiera tenido la precaución de guardar algún preservativo aunque nunca había estado allí con una mujer hasta ese día.
Sí. Afortunadamente encontró los pequeños paquetes. Abrió uno y se lo puso, y decidió no pensar en que la primera vez no había utilizado nada.
La besó ardientemente, le dijo que era muy bella y empezó a penetrarla con la lentitud que la fiebre que sentía le permitía. Quería que aquel momento durara para siempre, el calor de ella rodeándolo, la suavidad de su cuerpo, o los grititos que ella emitía al tiempo que la penetraba.
Cuando estuvo bien dentro de ella, empezó a moverse. Lo hizo despacio, y cada movimiento era más de lo que podía soportar.
Sentía los latidos de su corazón y los de ella; las contracciones de su cuerpo mientras se elevaba hacia sus embestidas. El mundo se resquebrajaba a su alrededor. No podía pensar. Sólo existía aquello…
_______ gimió y se agarró a él con fuerza.
—No puedo —dijo ella—. No puedo…
—No tengas miedo —susurró él—. Estoy aquí. Estoy aquí contigo. No te dejaré caer.
Sintió que ocurría. Las pulsaciones de su vientre. Y al gemir él se dejó llevar y voló con ella al universo iluminado de estrellas.
***
_______ se despertó.
Estaba en una cama, en una habitación, donde había un balcón abierto por donde entraba la brisa del mar y le acariciaba la piel. La piel desnuda.
En su mente se sucedió una confusión de pensamientos, empezando por lo que había empezado en su apartamento y lo que había terminado allí mismo, en esa habitación…
En esa cama.
Se sentó en la cama. ¿Dónde estaba él? ¿Dónde estaba el extraño que le había hecho el amor? Miró a su alrededor y vio que estaba sola. Pero su alivio no duraría mucho. No estaba allí, pero sabía que tendría que enfrentarse a él. ¿Y cómo iba a conseguirlo?
Estaban en el siglo XXI, y las mujeres se acostaban con hombres a los que acababan de conocer. Pero ella no. Jamás lo había hecho. Atendiendo a su madre enferma, trabajando cuando salía del colegio desde los catorce años, y después trabajando también durante sus años de facultad no había tenido mucho tiempo para salir con chicos.
Había hecho el amor dos veces en toda su vida, y siempre con el mismo hombre. Él era el director de la biblioteca de la universidad donde había trabajado después de licenciarse. Era un tipo agradable, bueno y de modales suaves.
La primera vez había sido extraño. Se había desvestido a un lado de la cama y él al otro, y se habían metido bajo la colcha con las luces apagadas. Tras un par de besos y un par de caricias, había ocurrido el acontecimiento principal.
Había sido una terrible decepción.
Volviendo la vista atrás se preguntaba si lo habrían intentado de nuevo porque necesitaban demostrar que el sexo podía ser mejor que eso.
Pero el segundo intento había sido penoso. Peor que el primero. Y no sabía quién había estado más avergonzado, si él o ella.
________ cerró los ojos con vergüenza mientras recordaba todo lo que habían hecho la noche anterior. ¡Habían hecho el amor contra la pared! Ni siquiera había sabido que eso se pudiera hacer, ni otras cosas, como que un hombre pudiera ponerle la boca en…
Pero no había sido cualquier hombre. Había sido Joseph, su moreno y peligroso raptor.
________ cerró los ojos.
Tal vez eso fuera lo peor, que ni siquiera lo conocía. No sabía nada de él, ni dónde vivía, ni de dónde era. Ni lo que hacía aparte de entrar forzando la cerradura en las casas de la gente para raptarla.
Lo único que sabía era que era un amante increíble. Exigente, y sin embargo con entrega. Potente y gentil. Le había enseñado cosas de su propio cuerpo…
Sólo de pensar en esas cosas sintió calor en el vientre. Jamás había soñado que el sexo pudiera ser así. Que uno pudiera hacerse añicos como el cristal en los brazos de su amante.
Salvo que Joseph no era su amante.
Era un extraño peligroso, y la tenía presa en una isla.
Y en ese momento tenía que enfrentarse a él.
________ se sentó en la cama y retiró la colcha. Cuanto antes terminara con eso, mejor.
Había vuelto la luz. De modo que _________ se dio una ducha de agua caliente. Joseph debía de haberse dado ya una, porque el espejo estaba un poco empañado y el jabón húmedo.
Se enjabonó de arriba abajo, limpiándose el olor a sexo y a Joseph.
El le había dejado en el lavabo un cepillo de dientes nuevo. Eso no le sorprendió.
Un hombre que hacía el amor con tanta pericia y habilidad tendría cepillos nuevos a mano para todas las mujeres que pasaban por su vida; del mismo modo que tenía los preservativos en el cajón de la mesilla. Trató de no pensar en la primera vez que lo habían hecho, porque no habían utilizado preservativo. ¿Cómo era posible que no hubiera pensado en tener cuidado? La respuesta, por supuesto, era que en ese momento ella no había estado pensando en absoluto.
No vio su ropa. En su lugar vio un par de vaqueros cortos y una camiseta. Ambas cosas eran de Joseph a juzgar por la talla. Tuvo que sujetarse los pantalones cortos con un imperdible que encontró en el tocador, y la camiseta le llegaba por debajo de las rodillas.
Pensó en quitarse los pantalones hasta que recordó que no llevaba braguitas. Su imaginación le hizo preguntarse cómo sería ir así, sólo con la camiseta y sabiendo que debajo estaba desnuda.
Joseph no lo sabría, si ella no se lo decía; no lo sabría si ella no se rozaba con él un par de veces, o se agachaba para recoger algo del suelo…
En un segundo sintió una suavidad, una tensión en su sexo que le decía que estaba lista para la acción. Para Joseph. Para sentirlo muy dentro de ella.
_______ frunció el ceño, aspiró hondo y bajó las escaleras.
La casa era preciosa, grande y antigua. En los techos altos había ventiladores, y coloridas alfombras de seda sobre los suelos de parqué. Los muebles escandinavos, cuyo estilo moderno era en parte opuesto al de las alfombras antiguas y otros elementos, concordaban sin embargo a la perfección con todo lo demás.
Sin embargo en las habitaciones parecía faltar algo, tal vez un toque personal. Parecía como si nadie viviera allí.
—Aquí no vive nadie.
_______ se dio la vuelta y vio a Joseph en el vano rematado con arco del salón. Llevaba también pantalones cortos vaqueros y sandalias, además de una descolorida camiseta de los Dallas Cowboys con las mangas cortadas.
Le costó sonreír, pero consiguió esbozar una tímida sonrisa.
— ¿Lo he dicho en voz alta…?
—Pues sí, y tenías razón. Aquí no vive nadie.
Ella asintió, contenta de que por lo menos estuvieran hablando con cierta normalidad.
—Ah —dijo ella alegremente—. Supongo que anoche no te entendí bien.
Él sonrió un poco.
—Bueno, creo que anoche me entendiste a la perfección.
Su tono de voz destilaba sexo puro. ________ sintió el calor en la cara.
—Quería decir —dijo con cautela— que pensaba que habías dicho que ésta era tu casa.
—Eso fue lo que dije. La compré hace unos meses y la amueblé —sonrió de nuevo—. Bueno, contraté a un decorador para que lo hiciera. El mismo que me decoró el apartamento en Dallas. De momento, sólo he venido un par de fines de semana.
________ pensó en lo que le estaba diciendo. ¿Entonces, no sólo tenía esa casa, sino que también tenía un apartamento en Dallas?
—¿________?
— ¿Sí?
— ¿Qué más quieres saber de mí?
Ella lo miró a la cara. No sonreía ya, sino que la miraba con una intensidad que podría haberle traspasado hasta los huesos.
—No sé lo que quieres decir.
—Pues claro que lo sabes —respondió él en tono suave—. Anoche te acostaste conmigo, y esta mañana te has despertado pensando que fue un error.
Le estaba diciendo exactamente lo que ella había estado a punto de decir. Salvo que no había sido un error. Dormir con él había sido… había sido increíble.
¿Acaso para él no?
—Y lo peor de todo es que te has dado cuenta de que no sabes nada de mí.
________ asintió, viendo que era lo menos peligroso.
—Bueno —continuó él en tono ronco—. Tienes razón. No me conoces. Yo tampoco te conozco a ti, o tal vez debería decir que lo que sabemos el uno del otro no es muy halagüeño —hizo una pausa—. Seguramente pensarás que soy un tipo frío, un canalla a quien no le importa tratar a las mujeres como a perros. Y yo lo único que sé de ti es que tu gusto con los hombres no es muy bueno que digamos.
¡Dios, era insufrible aquel hombre! Tan arrogante, tan… ¿Cómo había podido ser lo suficientemente tonta como para meterse en la cama con él?
—Tienes razón —dijo ella en tono sereno— en cuanto al mal gusto que tengo para los hombres; de otro modo no me habría metido en la cama contigo anoche.
Él cruzó la habitación tan deprisa, que ella no tuvo tiempo de apartarse.
— ¡No me estás escuchando, maldita sea! —La agarró por los hombros, la zarandeó y la levantó hasta ponerla de puntillas—. Te estoy tratando de decir que es verdad, que no sabemos nada el uno del otro.
—Y yo te he dicho que tenías razón.
—No me has dejado terminar —aspiró hondo—. Tal vez, sólo tal vez, lo que pensamos ahora no es cierto.
¿Acaso Joseph pensaba que todo mejoraría con sus juegos de palabras?
—Lo que yo sé de ti sí es verdad. Eres lo que acabas de decir que eres, un tipo frío, un canalla… –él la silenció pegando sus labios a los suyos y agarrándole la cabeza al mismo tiempo para poder hacerlo. Ella trató de mover la cara a un lado o al otro, pero él le agarraba la cabeza con fuerza, y se negó a dejarla escapar.
—Canalla… —dijo ella en sus labios—. Sinvergüen…
—Cállate y bésame —le susurró él.
________ le echó los brazos al cuello y lo besó con toda la pasión que durante tanto tiempo llevaba prisionera en su corazón.
Joseph la levantó en brazos y la llevó a la cocina, donde la sentó en un taburete.
— ¿Sabes lo que va a pasar ahora? —le dijo en voz baja después de volverla a besar.
Ella esbozó una sonrisa picara.
—Todavía no. Primero tenemos que comer, o desayunar o lo que sea. Ninguno de los dos hemos comido en años.
________ se echó a reír, y eso le gustó. Era la primera vez que la oía reírse, y le gustó.
bueno como estoy muy aburrida apenas tenga 2 comentarios les subo el cap qe sigue
Capitulo 14
La puerta de la habitación se abrió de repente. Al hacerlo, un relámpago iluminó a Joseph, que estaba a la puerta.
—________ —dijo en tono ronco.
Al oír su voz, al ver al bello depredador animado no por la rabia sino por el deseo, supo que estaba perdida.
—Joseph —suspiró ella.
Sus miradas se encontraron, y ella echó a correr hacia él. Joseph la acogió entre sus brazos, le agarró la cara con las dos manos y empezó a besarla sin parar mientras la empujaba contra la pared.
—Dime lo que quieres —rugió él.
—A ti —dijo ella—. A ti, a ti…
Él gimió, la besó de nuevo y ella abrió la boca para dar paso a su lengua curiosa. Mordisqueó la carne suave de su labio inferior, le mordisqueó en el cuello, y ella gimió y se restregó contra él, deseándolo, deseando aquello más de lo que había deseado nada en su vida.
Metió la mano entre los dos, la colocó sobre su erección y sintió cómo se tensaba bajo la tela vaquera.
Él le dijo algo urgente, en voz baja, le dijo lo que le iba a hacer con toda brusquedad, con palabras que le hicieron levantar la cara para recibir otro beso ardiente y apasionado.
Entonces se bajó la cremallera de los pantalones, le bajó los pantalones del chándal, la levantó en brazos y se hundió en ella.
Sus gritos de placer, las contracciones casi instantáneas de sus músculos que se contraían alrededor de su miembro estuvieron a punto de destruir su control. El sudor perlaba su piel, mientras la sujetaba contra la pared; y sin dejar de embestirla metió la mano entre sus cuerpos y empezó a acariciarla hasta que ella gimió su nombre sin cesar y alcanzó el orgasmo entre sus brazos.
Entonces, sólo entonces, Joseph se dejó llevar. Alcanzó el orgasmo en un largo torrente de éxtasis; echó la cabeza hacia atrás y abrió la boca con placer. Entonces se vació dentro de ella hasta que la lógica le dijo que no le quedaba ni una sola gota más.
Pero qué le importaba la lógica.
—________ —susurró.
La sujetó y la llevó hasta la cama sin apartarse de ella; todavía su miembro duro la penetraba.
Todavía la deseaba.
La habitación estaba en silencio salvo por los leves gemidos de ________ mientras Joseph le hacía el amor. Salía de ella despacio, tan despacio que temblaba. Ella fue a abrazarlo, pero él le tomó las manos y la besó en las palmas; entonces la besó en la boca y le dijo que tenían todo el tiempo del mundo.
Tenían todo el tiempo posible para explorar, para saborear su boca de miel. Su piel. Y su cuello justo en el punto en el que se juntaban con el hombro; eso la hacía estremecerse, ronronear como una gata, y él lo repitió, la mordisqueó con suavidad para después calmar el leve dolor con su lengua.
Y mientras tanto, le agarraba los pechos con las manos y le pasaba los pulgares por los pezones. Él gimió ante la rápida respuesta de ella por el leve tormento, y finalmente bajó la boca para saborear su dulzura. Para saborear sus pezones, pálidos y rosados, deseosos de sentir el calor de su boca.
Dios, qué pechos tan bonitos tenía.
Le encantaba su tacto sedoso. O cómo cabían perfectamente en sus manos. O el modo en que ella arqueaba la espalda cuando él le succionaba los pezones con deseo.
Y qué ruidos hacía.
Eran lo bastante provocativos como para conseguir llevarlo al límite; pero no pensaba permitir que eso ocurriera otra vez. En esa ocasión quería aguantar un poco más. Besarla y saborearla por todas partes. Entonces, sólo entonces, se arrodillaría entre sus muslos para poseerla de nuevo.
Lentamente, se deslizó por su cuerpo, y la besó y chupó, aspirando su aroma limpio y acariciando su vientre con las manos y la lengua mientras ella se retorcía de excitación.
—Joseph…
Su susurro fue tan sentido, tan inocente y tan dulce, que él se estremeció de placer.
—Sí, cariño —respondió él en el mismo tono mientras deslizaba los dedos por el vello dorado que escondía su corazón femenino.
Entonces la tocó.
Un grito salvaje que parecía nacer de lo más profundo de su ser estalló en su garganta. Él la miró a la cara y vio el shock, el placer que le abría los ojos como platos, y algo fiero y primitivo le corrió por la sangre.
— ¿Te gusta esto? —dijo con emoción.
—Oh, Dios —susurró ella—. Joseph, Joseph…
Él le separó el sexo con los dedos y vio lo bella que era, los pétalos de sus labios, la baya rosada de su clítoris.
La agarró del trasero, la levantó hacia él y la acarició con su lengua. Su grito rompió el silencio de la habitación, y le hundió las manos en el cabello.
Tenía un sabor exquisito del que él se empapó, y cuando alcanzó el orgasmo en su boca, él pensó que le estallaría el corazón de placer.
Levantó la cabeza, deseoso de ver su cara en ese momento, de ver sus ojos, así de oscuros, y su cabello revuelto sobre las almohadas. Al ver su piel sofocada y húmeda, deseó más de ella, mucho más…
Ella fue hacia él.
—Joseph —le tembló la voz—. Ven a mí. Quiero sentirte dentro.
Él se volvió para abrir el cajón de la mesilla, rezando para que hubiera tenido la precaución de guardar algún preservativo aunque nunca había estado allí con una mujer hasta ese día.
Sí. Afortunadamente encontró los pequeños paquetes. Abrió uno y se lo puso, y decidió no pensar en que la primera vez no había utilizado nada.
La besó ardientemente, le dijo que era muy bella y empezó a penetrarla con la lentitud que la fiebre que sentía le permitía. Quería que aquel momento durara para siempre, el calor de ella rodeándolo, la suavidad de su cuerpo, o los grititos que ella emitía al tiempo que la penetraba.
Cuando estuvo bien dentro de ella, empezó a moverse. Lo hizo despacio, y cada movimiento era más de lo que podía soportar.
Sentía los latidos de su corazón y los de ella; las contracciones de su cuerpo mientras se elevaba hacia sus embestidas. El mundo se resquebrajaba a su alrededor. No podía pensar. Sólo existía aquello…
_______ gimió y se agarró a él con fuerza.
—No puedo —dijo ella—. No puedo…
—No tengas miedo —susurró él—. Estoy aquí. Estoy aquí contigo. No te dejaré caer.
Sintió que ocurría. Las pulsaciones de su vientre. Y al gemir él se dejó llevar y voló con ella al universo iluminado de estrellas.
***
_______ se despertó.
Estaba en una cama, en una habitación, donde había un balcón abierto por donde entraba la brisa del mar y le acariciaba la piel. La piel desnuda.
En su mente se sucedió una confusión de pensamientos, empezando por lo que había empezado en su apartamento y lo que había terminado allí mismo, en esa habitación…
En esa cama.
Se sentó en la cama. ¿Dónde estaba él? ¿Dónde estaba el extraño que le había hecho el amor? Miró a su alrededor y vio que estaba sola. Pero su alivio no duraría mucho. No estaba allí, pero sabía que tendría que enfrentarse a él. ¿Y cómo iba a conseguirlo?
Estaban en el siglo XXI, y las mujeres se acostaban con hombres a los que acababan de conocer. Pero ella no. Jamás lo había hecho. Atendiendo a su madre enferma, trabajando cuando salía del colegio desde los catorce años, y después trabajando también durante sus años de facultad no había tenido mucho tiempo para salir con chicos.
Había hecho el amor dos veces en toda su vida, y siempre con el mismo hombre. Él era el director de la biblioteca de la universidad donde había trabajado después de licenciarse. Era un tipo agradable, bueno y de modales suaves.
La primera vez había sido extraño. Se había desvestido a un lado de la cama y él al otro, y se habían metido bajo la colcha con las luces apagadas. Tras un par de besos y un par de caricias, había ocurrido el acontecimiento principal.
Había sido una terrible decepción.
Volviendo la vista atrás se preguntaba si lo habrían intentado de nuevo porque necesitaban demostrar que el sexo podía ser mejor que eso.
Pero el segundo intento había sido penoso. Peor que el primero. Y no sabía quién había estado más avergonzado, si él o ella.
________ cerró los ojos con vergüenza mientras recordaba todo lo que habían hecho la noche anterior. ¡Habían hecho el amor contra la pared! Ni siquiera había sabido que eso se pudiera hacer, ni otras cosas, como que un hombre pudiera ponerle la boca en…
Pero no había sido cualquier hombre. Había sido Joseph, su moreno y peligroso raptor.
________ cerró los ojos.
Tal vez eso fuera lo peor, que ni siquiera lo conocía. No sabía nada de él, ni dónde vivía, ni de dónde era. Ni lo que hacía aparte de entrar forzando la cerradura en las casas de la gente para raptarla.
Lo único que sabía era que era un amante increíble. Exigente, y sin embargo con entrega. Potente y gentil. Le había enseñado cosas de su propio cuerpo…
Sólo de pensar en esas cosas sintió calor en el vientre. Jamás había soñado que el sexo pudiera ser así. Que uno pudiera hacerse añicos como el cristal en los brazos de su amante.
Salvo que Joseph no era su amante.
Era un extraño peligroso, y la tenía presa en una isla.
Y en ese momento tenía que enfrentarse a él.
________ se sentó en la cama y retiró la colcha. Cuanto antes terminara con eso, mejor.
Había vuelto la luz. De modo que _________ se dio una ducha de agua caliente. Joseph debía de haberse dado ya una, porque el espejo estaba un poco empañado y el jabón húmedo.
Se enjabonó de arriba abajo, limpiándose el olor a sexo y a Joseph.
El le había dejado en el lavabo un cepillo de dientes nuevo. Eso no le sorprendió.
Un hombre que hacía el amor con tanta pericia y habilidad tendría cepillos nuevos a mano para todas las mujeres que pasaban por su vida; del mismo modo que tenía los preservativos en el cajón de la mesilla. Trató de no pensar en la primera vez que lo habían hecho, porque no habían utilizado preservativo. ¿Cómo era posible que no hubiera pensado en tener cuidado? La respuesta, por supuesto, era que en ese momento ella no había estado pensando en absoluto.
No vio su ropa. En su lugar vio un par de vaqueros cortos y una camiseta. Ambas cosas eran de Joseph a juzgar por la talla. Tuvo que sujetarse los pantalones cortos con un imperdible que encontró en el tocador, y la camiseta le llegaba por debajo de las rodillas.
Pensó en quitarse los pantalones hasta que recordó que no llevaba braguitas. Su imaginación le hizo preguntarse cómo sería ir así, sólo con la camiseta y sabiendo que debajo estaba desnuda.
Joseph no lo sabría, si ella no se lo decía; no lo sabría si ella no se rozaba con él un par de veces, o se agachaba para recoger algo del suelo…
En un segundo sintió una suavidad, una tensión en su sexo que le decía que estaba lista para la acción. Para Joseph. Para sentirlo muy dentro de ella.
_______ frunció el ceño, aspiró hondo y bajó las escaleras.
La casa era preciosa, grande y antigua. En los techos altos había ventiladores, y coloridas alfombras de seda sobre los suelos de parqué. Los muebles escandinavos, cuyo estilo moderno era en parte opuesto al de las alfombras antiguas y otros elementos, concordaban sin embargo a la perfección con todo lo demás.
Sin embargo en las habitaciones parecía faltar algo, tal vez un toque personal. Parecía como si nadie viviera allí.
—Aquí no vive nadie.
_______ se dio la vuelta y vio a Joseph en el vano rematado con arco del salón. Llevaba también pantalones cortos vaqueros y sandalias, además de una descolorida camiseta de los Dallas Cowboys con las mangas cortadas.
Le costó sonreír, pero consiguió esbozar una tímida sonrisa.
— ¿Lo he dicho en voz alta…?
—Pues sí, y tenías razón. Aquí no vive nadie.
Ella asintió, contenta de que por lo menos estuvieran hablando con cierta normalidad.
—Ah —dijo ella alegremente—. Supongo que anoche no te entendí bien.
Él sonrió un poco.
—Bueno, creo que anoche me entendiste a la perfección.
Su tono de voz destilaba sexo puro. ________ sintió el calor en la cara.
—Quería decir —dijo con cautela— que pensaba que habías dicho que ésta era tu casa.
—Eso fue lo que dije. La compré hace unos meses y la amueblé —sonrió de nuevo—. Bueno, contraté a un decorador para que lo hiciera. El mismo que me decoró el apartamento en Dallas. De momento, sólo he venido un par de fines de semana.
________ pensó en lo que le estaba diciendo. ¿Entonces, no sólo tenía esa casa, sino que también tenía un apartamento en Dallas?
—¿________?
— ¿Sí?
— ¿Qué más quieres saber de mí?
Ella lo miró a la cara. No sonreía ya, sino que la miraba con una intensidad que podría haberle traspasado hasta los huesos.
—No sé lo que quieres decir.
—Pues claro que lo sabes —respondió él en tono suave—. Anoche te acostaste conmigo, y esta mañana te has despertado pensando que fue un error.
Le estaba diciendo exactamente lo que ella había estado a punto de decir. Salvo que no había sido un error. Dormir con él había sido… había sido increíble.
¿Acaso para él no?
—Y lo peor de todo es que te has dado cuenta de que no sabes nada de mí.
________ asintió, viendo que era lo menos peligroso.
—Bueno —continuó él en tono ronco—. Tienes razón. No me conoces. Yo tampoco te conozco a ti, o tal vez debería decir que lo que sabemos el uno del otro no es muy halagüeño —hizo una pausa—. Seguramente pensarás que soy un tipo frío, un canalla a quien no le importa tratar a las mujeres como a perros. Y yo lo único que sé de ti es que tu gusto con los hombres no es muy bueno que digamos.
¡Dios, era insufrible aquel hombre! Tan arrogante, tan… ¿Cómo había podido ser lo suficientemente tonta como para meterse en la cama con él?
—Tienes razón —dijo ella en tono sereno— en cuanto al mal gusto que tengo para los hombres; de otro modo no me habría metido en la cama contigo anoche.
Él cruzó la habitación tan deprisa, que ella no tuvo tiempo de apartarse.
— ¡No me estás escuchando, maldita sea! —La agarró por los hombros, la zarandeó y la levantó hasta ponerla de puntillas—. Te estoy tratando de decir que es verdad, que no sabemos nada el uno del otro.
—Y yo te he dicho que tenías razón.
—No me has dejado terminar —aspiró hondo—. Tal vez, sólo tal vez, lo que pensamos ahora no es cierto.
¿Acaso Joseph pensaba que todo mejoraría con sus juegos de palabras?
—Lo que yo sé de ti sí es verdad. Eres lo que acabas de decir que eres, un tipo frío, un canalla… –él la silenció pegando sus labios a los suyos y agarrándole la cabeza al mismo tiempo para poder hacerlo. Ella trató de mover la cara a un lado o al otro, pero él le agarraba la cabeza con fuerza, y se negó a dejarla escapar.
—Canalla… —dijo ella en sus labios—. Sinvergüen…
—Cállate y bésame —le susurró él.
________ le echó los brazos al cuello y lo besó con toda la pasión que durante tanto tiempo llevaba prisionera en su corazón.
Joseph la levantó en brazos y la llevó a la cocina, donde la sentó en un taburete.
— ¿Sabes lo que va a pasar ahora? —le dijo en voz baja después de volverla a besar.
Ella esbozó una sonrisa picara.
—Todavía no. Primero tenemos que comer, o desayunar o lo que sea. Ninguno de los dos hemos comido en años.
________ se echó a reír, y eso le gustó. Era la primera vez que la oía reírse, y le gustó.
bueno como estoy muy aburrida apenas tenga 2 comentarios les subo el cap qe sigue
Nani Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Chicas aqi les dejo el link de mi nueva nove por si gustan pasarse
https://onlywn.activoforo.com/t9046-la-imagen-del-amor-joe-y-tu
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Nani Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
ahhh no puedo creer ue lo hicieron pff
siguela!!!!
siguela!!!!
jamileth
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
OMJ plis tienes que Seguirla
Yaaaaaaaa
Amo la nive sigue ya!!
Yaaaaaaaa
Amo la nive sigue ya!!
Karli Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
aww losiento llegue tarde para comentar y ganarnos un capi mas es que estaba ocupada :P pero ya llegue y el Capi wooooo apenas se conocen y ya lo hicieron estos son rapidos :twisted: no pierden el tiempo conociendose jajajaja :evil: pero me encanta quisiera ser la rayiz siguela pronto
aranzhitha
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Capitulo 15
— ¿Sabes cocinar?
—Pues claro que sé cocinar. Soy soltero, ¿recuerdas? ¿Cómo crees que sobrevivo?
—Con un congelador lleno de platos precocinados.
—Bueno, a veces sí. Y también como fuera —abrió el frigorífico y echó un vistazo—. Y de sobras, gracias a una cuñada que cree que me moriría de hambre de no ser por su ayuda.
— ¿Tienes hermanos?
—Sí —se volvió con una docena de huevos en la mano y medio kilo de Bacon en la otra—. Dos. No pongas esa cara, querida. Soy tan humano como los demás.
________ se sonrojó.
—No quería decir…
—Sí. Sí que lo querías decir, y es lógico —abrió un armario, sacó dos sartenes y las colocó sobre una cocina que parecía más propia de un restaurante que de una casa—. De acuerdo —dijo mientras echaba el Bacon a la sartén y subía la fuente de calor—. Estos son los detalles más importantes. Me llamo Joseph Jonas, eso ya lo sabes. Tengo treinta años. Vivo en Dallas y soy socio propietario con mis dos hermanos en un negocio que llamamos Especialistas en Situaciones de Riesgo, pero hasta hará unos cuatro años trabajaba para la agencia federal que me ha pedido que te vigile.
— ¿Y en tu mundo qué quiere decir eso exactamente? —dijo _______ con cautela.
Joseph casco todos los huevos en un bol enorme, añadió leche y empezó a batir.
—Quiere decir que haré lo que tenga que hacer para preservar tu vida.
— ¿Y tratándose de mujeres, siempre…?
Él la besó antes de que pudiera terminar la frase.
—No —dijo él en tono brusco—. ¡Desde luego que no! He roto todas las reglas haciendo el amor contigo… pero no me importa —le trazó la silueta de los labios con la punta del dedo—. La verdad es que sabía que te deseaba desde el primer momento en que te vi.
________ le agarró la mano y se la llevó a los labios.
—Creí que te habían enviado a matarme.
Hablaba tan bajo, que le costaba trabajo oírla bien.
—Ese hijo de perra de Gennaro —Joseph torció el gesto—. Si le pongo la mano encima…
—Él nunca ordenaría…
Había metido la pata. Lo miró a los ojos y se dio cuenta.
—Joseph. No quería decir que…
—Olvídalo.
—No, por favor. No me entiendes.
Él se dio la vuelta y se encaró a ella con una expresión que aterrorizaba.
—Te entiendo perfectamente.
— ¡No me entiendes!
—Tony Gennaro sigue siendo tu dueño.
— ¡Eso no es cierto!
— ¿Cómo que no?
Avanzó a grandes zancadas hacia la puerta de la cocina, con pasos firmes. ________ se quedó mirando su espalda rígida. Entonces, se bajó de un salto del taburete y lo siguió.
—Yo tenía razón —decía ella mientras le daba con un puño en el hombro—. ¡Eres un hijo de perra arrogante!
Joseph se dio la vuelta para mirarla a la cara.
—Ten cuidado —le dijo en tono suave—. Recuerda lo que te dije de jugar con fuego.
— ¡Anthony Gennaro nunca fue mi amante!
— ¿Ah, no? —Dijo en tono frío—. ¿Entonces qué era? ¿Tu Santa Claus particular?
Ella se quedó mirándolo, detestándolo por creer lo que creía, odiándose también a sí misma por dejar que eso le importara… y deseando poder contarle la verdad.
— ¿No tienes respuesta? —esbozó una sonrisa breve—. No hay problema, es una casa muy grande. Hay tres suites para invitados. Con suerte, no tenemos por qué vernos apenas hasta que pase todo esto.
— ¿Hasta que pase el qué? —dijo ____ furiosamente—. El FBI quiere que testifique con algo que no sé lo que es. Alguien quiere matarme y no sé quién es. Tú entras en mi vida, la vuelves del revés, me dices que Anthony Gennaro es mi dueño… y luego vas y me seduces de todos modos…
Su voz se fue apagando. Lo miró con desesperación antes de darse la vuelta.
—________
—Déjame en paz, Joseph. No quiero hablar más contigo.
Él tampoco quería hablar con ella. Lo único que había hecho había sido contradecir lo que él afirmaba, a saber, que Gennaro era un capo de la mafia que quería su cabeza. Si no era capaz de creerlo, Joseph no podía echárselo en cara. Después de todo, había sido su amante…
Aunque ella negara también eso. Tal vez fuera cierto. O tal vez no. O tal vez no importaba. La noche anterior le había parecido tan maravillosa, tan inocente en su manera de responderle.
Su pasado no le había importado entonces. ¿Por qué importarle ahora?
Se aclaró la voz.
—¿_______?
—Vete.
Temblaba. No le gustaba verla así, dolida, sola y con miedo. Joseph avanzó un paso hacia ella.
—________.
Ella seguía sin contestar. Cuando llegó hasta ella, le puso las manos en los hombros.
—Nena, lo siento. No debería haberte dicho esas cosas.
—Las piensas, eso es lo que importa.
Le dio la vuelta hacia él despacio. Ella se resistió en un principio. Pero poco a poco sintió que cedía.
—Cariño. Mírame.
Ella levantó la cabeza. Y al ver que estaba llorando, a Joseph se le encogió el corazón.
—Estaba celoso —dijo Joseph sin más—. Defendiste a Gennaro, y pensé; maldita sea, pensé, incluso después de que pasaras todas esas horas entre mis brazos, que seguías pensando en otro hombre.
—Yo no soy así —levantó la barbilla y apretó los labios con determinación.
—No —dijo despacio—, no lo eres. Debería haberme dado cuenta de eso, pero no ha sido así —Joseph vaciló—. Vamos a pasar aquí una temporada. ¿Podríamos…? ¿Crees que podríamos conocernos un poco?
—No tienes que conocerme para cuidar de mí.
Joseph sabía que lo que escondían esas palabras era mucho más complicado.
—Sí —dijo en tono suave—. Sí que tengo que hacerlo.
— ¿Por qué?
Él le rodeó los hombros con el brazo.
—Porque algo está pasando aquí, cariño. No sé lo que es, pero no voy a ignorarlo, ni dejar que tú lo ignores hasta que no lo hayamos averiguado.
No era un compromiso, en absoluto. Pero era lo más parecido a un compromiso que le había hecho a una mujer en su vida.
Era una locura.
No se conocían apenas. Se lo había dicho hacía un rato, y era verdad. Y sin embargo, todo le resultaba natural: sus labios dulces al besarla ardientemente, sus leves suspiros al mezclarse con su aliento.
Joseph la levantó en brazos. Pasó por delante de la cocina, retiró la sartén con el beicon quemado y la echó al fregadero.
Si la casa iba a arder, no sería por una sartén de beicon; sino por lo que ocurriera cuando se la llevara a la cama.
Hicieron el amor de maneras que a _______ le habrían parecido imposibles de imaginar. Él era fuerte, viril; y al principio, cuando lo había visto a la clara luz de la mañana, se había preguntado si era posible que él entrara dentro de ella.
Sus pensamientos debían de haber sido visibles, porque él había sonreído con picardía, se había colocado encima de ella y le había recordado lo bien que se habían complementado la noche anterior.
Y se complementaban igual de bien en ese momento.
Cuando estaba debajo de él, encima de él, cuando él la agarraba de la cintura y la penetraba despacio, por detrás.
Tal vez fuera anticuado, pero la postura que más le gustaba a ella era cuando él estaba encima. Había tratado con hombres en el mundo real, se había encarado con agentes del FBI y con Anthony Gennaro…
Pero le encantaba la sensación de ser poseída por Joseph. Que él la tomara.
Le encantaba todo lo que él le enseñaba del arte de hacer el amor; de amar, de amarlo a él.
Y cuando eso se coló en su pensamiento mientras, agotada tras hacer el amor, permanecía tumbaba entre sus brazos, _______ trató de ignorar aquella idea tan peregrina. Nadie había hablado de amor. Nadie lo haría. Era ingenua con los hombres, con el sexo; pero no era tonta. Aquello no tenía nada que ver con el amor. Era demasiado precipitado, demasiado irreal. Además, un hombre como Joseph no se enamoraría de una mujer como ella.
En otras circunstancias, sin los elementos añadidos del peligro, ni siquiera se habría vuelto a mirarla.
Eso lo sabía.
Además, ella apenas lo conocía. No se podía una enamorar de un extraño. ¿O sí?
El sol se hundía en el horizonte cuando Joseph gimió. _______ levantó la cabeza y lo miró.
— ¿Qué te ocurre?
—Estoy muriéndome —contestó con tanto dramatismo que ella supo que no era cierto.
_______ sonrió.
— ¿De qué?
—De hambre —gimió él mientras le tomaba la mano y se la colocaba en su vientre duro—. ¿Ves, no tengo más que piel y huesos?
— ¿Mmm, y esto qué es?
Pegó un chillido cuando él rodó y se colocó encima de ella.
—Si no sabes lo que es, Caperucita, tendré que demostrártelo, pero más tarde. Ahora me muero de hambre. Y si mi memoria no me falla, hay filetes en el congelador. Y seguro que John ha metido algo para preparar alguna ensalada en la nevera.
A _______ le sonaron las tripas. Joseph se echó a reír, le dio otro beso y se levantó. Se puso los pantalones cortos, le dio la mano y tiró de ella para que se pusiera de pie.
—Eso ha sido un voto para cenar en la casa en vez de salir a un restaurante —dijo él con humor.
—Yo haré la ensalada y tú los filetes. ¡Eh!
Se resistió al notar que él tiraba de ella hacia la puerta.
— ¡No puedo bajar así!
Joseph la miró. Estaba desnuda, con la piel rosada tras horas de hacer el amor, el cabello revuelto y despeinado e increíblemente sexy.
— ¿Cómo? —estropeó su aire de inocencia con su mirada de lobo.
—Así…
Sonriendo, Joseph la abrazó.
—Estás preciosa.
—Pero no puedo bajar así —ella se sonrojó—. Alguien podría verme…
—Yo. Yo te veré. Y me encanta lo que veo.
—Y John…
—Nunca viene a la casa cuando estoy aquí sin avisar. Y no pongas esa cara, nena. Es porque a mí me gusta la privacidad, no porque traiga a nadie —Joseph vaciló, sin saber por qué quería decirle eso—. De todos modos, nunca he traído aquí a una mujer hasta ahora.
—Y los preservativos…
¿Era posible que una mujer se sonrojara tantas veces?
—Es por simple costumbre —dijo sin más—. Los guardo junto a la mesilla de noche para no olvidarme de ponérmelos… salvo anoche —vaciló—. Es la primera vez en la vida que se me olvida ponérmelo —le dijo con voz ronca, y al mismo tiempo tierna.
Disfrutenlo
— ¿Sabes cocinar?
—Pues claro que sé cocinar. Soy soltero, ¿recuerdas? ¿Cómo crees que sobrevivo?
—Con un congelador lleno de platos precocinados.
—Bueno, a veces sí. Y también como fuera —abrió el frigorífico y echó un vistazo—. Y de sobras, gracias a una cuñada que cree que me moriría de hambre de no ser por su ayuda.
— ¿Tienes hermanos?
—Sí —se volvió con una docena de huevos en la mano y medio kilo de Bacon en la otra—. Dos. No pongas esa cara, querida. Soy tan humano como los demás.
________ se sonrojó.
—No quería decir…
—Sí. Sí que lo querías decir, y es lógico —abrió un armario, sacó dos sartenes y las colocó sobre una cocina que parecía más propia de un restaurante que de una casa—. De acuerdo —dijo mientras echaba el Bacon a la sartén y subía la fuente de calor—. Estos son los detalles más importantes. Me llamo Joseph Jonas, eso ya lo sabes. Tengo treinta años. Vivo en Dallas y soy socio propietario con mis dos hermanos en un negocio que llamamos Especialistas en Situaciones de Riesgo, pero hasta hará unos cuatro años trabajaba para la agencia federal que me ha pedido que te vigile.
— ¿Y en tu mundo qué quiere decir eso exactamente? —dijo _______ con cautela.
Joseph casco todos los huevos en un bol enorme, añadió leche y empezó a batir.
—Quiere decir que haré lo que tenga que hacer para preservar tu vida.
— ¿Y tratándose de mujeres, siempre…?
Él la besó antes de que pudiera terminar la frase.
—No —dijo él en tono brusco—. ¡Desde luego que no! He roto todas las reglas haciendo el amor contigo… pero no me importa —le trazó la silueta de los labios con la punta del dedo—. La verdad es que sabía que te deseaba desde el primer momento en que te vi.
________ le agarró la mano y se la llevó a los labios.
—Creí que te habían enviado a matarme.
Hablaba tan bajo, que le costaba trabajo oírla bien.
—Ese hijo de perra de Gennaro —Joseph torció el gesto—. Si le pongo la mano encima…
—Él nunca ordenaría…
Había metido la pata. Lo miró a los ojos y se dio cuenta.
—Joseph. No quería decir que…
—Olvídalo.
—No, por favor. No me entiendes.
Él se dio la vuelta y se encaró a ella con una expresión que aterrorizaba.
—Te entiendo perfectamente.
— ¡No me entiendes!
—Tony Gennaro sigue siendo tu dueño.
— ¡Eso no es cierto!
— ¿Cómo que no?
Avanzó a grandes zancadas hacia la puerta de la cocina, con pasos firmes. ________ se quedó mirando su espalda rígida. Entonces, se bajó de un salto del taburete y lo siguió.
—Yo tenía razón —decía ella mientras le daba con un puño en el hombro—. ¡Eres un hijo de perra arrogante!
Joseph se dio la vuelta para mirarla a la cara.
—Ten cuidado —le dijo en tono suave—. Recuerda lo que te dije de jugar con fuego.
— ¡Anthony Gennaro nunca fue mi amante!
— ¿Ah, no? —Dijo en tono frío—. ¿Entonces qué era? ¿Tu Santa Claus particular?
Ella se quedó mirándolo, detestándolo por creer lo que creía, odiándose también a sí misma por dejar que eso le importara… y deseando poder contarle la verdad.
— ¿No tienes respuesta? —esbozó una sonrisa breve—. No hay problema, es una casa muy grande. Hay tres suites para invitados. Con suerte, no tenemos por qué vernos apenas hasta que pase todo esto.
— ¿Hasta que pase el qué? —dijo ____ furiosamente—. El FBI quiere que testifique con algo que no sé lo que es. Alguien quiere matarme y no sé quién es. Tú entras en mi vida, la vuelves del revés, me dices que Anthony Gennaro es mi dueño… y luego vas y me seduces de todos modos…
Su voz se fue apagando. Lo miró con desesperación antes de darse la vuelta.
—________
—Déjame en paz, Joseph. No quiero hablar más contigo.
Él tampoco quería hablar con ella. Lo único que había hecho había sido contradecir lo que él afirmaba, a saber, que Gennaro era un capo de la mafia que quería su cabeza. Si no era capaz de creerlo, Joseph no podía echárselo en cara. Después de todo, había sido su amante…
Aunque ella negara también eso. Tal vez fuera cierto. O tal vez no. O tal vez no importaba. La noche anterior le había parecido tan maravillosa, tan inocente en su manera de responderle.
Su pasado no le había importado entonces. ¿Por qué importarle ahora?
Se aclaró la voz.
—¿_______?
—Vete.
Temblaba. No le gustaba verla así, dolida, sola y con miedo. Joseph avanzó un paso hacia ella.
—________.
Ella seguía sin contestar. Cuando llegó hasta ella, le puso las manos en los hombros.
—Nena, lo siento. No debería haberte dicho esas cosas.
—Las piensas, eso es lo que importa.
Le dio la vuelta hacia él despacio. Ella se resistió en un principio. Pero poco a poco sintió que cedía.
—Cariño. Mírame.
Ella levantó la cabeza. Y al ver que estaba llorando, a Joseph se le encogió el corazón.
—Estaba celoso —dijo Joseph sin más—. Defendiste a Gennaro, y pensé; maldita sea, pensé, incluso después de que pasaras todas esas horas entre mis brazos, que seguías pensando en otro hombre.
—Yo no soy así —levantó la barbilla y apretó los labios con determinación.
—No —dijo despacio—, no lo eres. Debería haberme dado cuenta de eso, pero no ha sido así —Joseph vaciló—. Vamos a pasar aquí una temporada. ¿Podríamos…? ¿Crees que podríamos conocernos un poco?
—No tienes que conocerme para cuidar de mí.
Joseph sabía que lo que escondían esas palabras era mucho más complicado.
—Sí —dijo en tono suave—. Sí que tengo que hacerlo.
— ¿Por qué?
Él le rodeó los hombros con el brazo.
—Porque algo está pasando aquí, cariño. No sé lo que es, pero no voy a ignorarlo, ni dejar que tú lo ignores hasta que no lo hayamos averiguado.
No era un compromiso, en absoluto. Pero era lo más parecido a un compromiso que le había hecho a una mujer en su vida.
Era una locura.
No se conocían apenas. Se lo había dicho hacía un rato, y era verdad. Y sin embargo, todo le resultaba natural: sus labios dulces al besarla ardientemente, sus leves suspiros al mezclarse con su aliento.
Joseph la levantó en brazos. Pasó por delante de la cocina, retiró la sartén con el beicon quemado y la echó al fregadero.
Si la casa iba a arder, no sería por una sartén de beicon; sino por lo que ocurriera cuando se la llevara a la cama.
Hicieron el amor de maneras que a _______ le habrían parecido imposibles de imaginar. Él era fuerte, viril; y al principio, cuando lo había visto a la clara luz de la mañana, se había preguntado si era posible que él entrara dentro de ella.
Sus pensamientos debían de haber sido visibles, porque él había sonreído con picardía, se había colocado encima de ella y le había recordado lo bien que se habían complementado la noche anterior.
Y se complementaban igual de bien en ese momento.
Cuando estaba debajo de él, encima de él, cuando él la agarraba de la cintura y la penetraba despacio, por detrás.
Tal vez fuera anticuado, pero la postura que más le gustaba a ella era cuando él estaba encima. Había tratado con hombres en el mundo real, se había encarado con agentes del FBI y con Anthony Gennaro…
Pero le encantaba la sensación de ser poseída por Joseph. Que él la tomara.
Le encantaba todo lo que él le enseñaba del arte de hacer el amor; de amar, de amarlo a él.
Y cuando eso se coló en su pensamiento mientras, agotada tras hacer el amor, permanecía tumbaba entre sus brazos, _______ trató de ignorar aquella idea tan peregrina. Nadie había hablado de amor. Nadie lo haría. Era ingenua con los hombres, con el sexo; pero no era tonta. Aquello no tenía nada que ver con el amor. Era demasiado precipitado, demasiado irreal. Además, un hombre como Joseph no se enamoraría de una mujer como ella.
En otras circunstancias, sin los elementos añadidos del peligro, ni siquiera se habría vuelto a mirarla.
Eso lo sabía.
Además, ella apenas lo conocía. No se podía una enamorar de un extraño. ¿O sí?
El sol se hundía en el horizonte cuando Joseph gimió. _______ levantó la cabeza y lo miró.
— ¿Qué te ocurre?
—Estoy muriéndome —contestó con tanto dramatismo que ella supo que no era cierto.
_______ sonrió.
— ¿De qué?
—De hambre —gimió él mientras le tomaba la mano y se la colocaba en su vientre duro—. ¿Ves, no tengo más que piel y huesos?
— ¿Mmm, y esto qué es?
Pegó un chillido cuando él rodó y se colocó encima de ella.
—Si no sabes lo que es, Caperucita, tendré que demostrártelo, pero más tarde. Ahora me muero de hambre. Y si mi memoria no me falla, hay filetes en el congelador. Y seguro que John ha metido algo para preparar alguna ensalada en la nevera.
A _______ le sonaron las tripas. Joseph se echó a reír, le dio otro beso y se levantó. Se puso los pantalones cortos, le dio la mano y tiró de ella para que se pusiera de pie.
—Eso ha sido un voto para cenar en la casa en vez de salir a un restaurante —dijo él con humor.
—Yo haré la ensalada y tú los filetes. ¡Eh!
Se resistió al notar que él tiraba de ella hacia la puerta.
— ¡No puedo bajar así!
Joseph la miró. Estaba desnuda, con la piel rosada tras horas de hacer el amor, el cabello revuelto y despeinado e increíblemente sexy.
— ¿Cómo? —estropeó su aire de inocencia con su mirada de lobo.
—Así…
Sonriendo, Joseph la abrazó.
—Estás preciosa.
—Pero no puedo bajar así —ella se sonrojó—. Alguien podría verme…
—Yo. Yo te veré. Y me encanta lo que veo.
—Y John…
—Nunca viene a la casa cuando estoy aquí sin avisar. Y no pongas esa cara, nena. Es porque a mí me gusta la privacidad, no porque traiga a nadie —Joseph vaciló, sin saber por qué quería decirle eso—. De todos modos, nunca he traído aquí a una mujer hasta ahora.
—Y los preservativos…
¿Era posible que una mujer se sonrojara tantas veces?
—Es por simple costumbre —dijo sin más—. Los guardo junto a la mesilla de noche para no olvidarme de ponérmelos… salvo anoche —vaciló—. Es la primera vez en la vida que se me olvida ponérmelo —le dijo con voz ronca, y al mismo tiempo tierna.
Disfrutenlo
Nani Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
awww que lindo me encanta esta pareja, :) pero yo creo que hay algo oculto sobre la relacion de Gennaro y la rayiz pero no creo que sean amantes bueno despues nos enreraemos siguela pronto
aranzhitha
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Ahhhhh me encantan
La rayis y Joe son tan tiernos
Plis siguelaaaaaa
Quiero saber mas
Me encanta la nove
Vamos SIGUELA ya!!! Plis!!
La rayis y Joe son tan tiernos
Plis siguelaaaaaa
Quiero saber mas
Me encanta la nove
Vamos SIGUELA ya!!! Plis!!
Karli Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Capitulo 16
El instinto le decía que no acordarse del preservativo tenía menos que ver con el olvido y más con otra cosa. Había tratado de no razonar, pero no podía. Además, en ese momento, lo que debía era infundirle seguridad.
—Estoy sano, _______. Tienes todo el derecho a saber eso.
—Yo también estoy sana. Y… y este es mi momento seguro del mes —_______ soltó una pequeña risilla y apoyó la cara en su hombro—. ¡No me mires así!
—No puedo evitarlo. Pensaba que las mujeres habían dejado de sonrojarse hace cien años.
—Ojala no me sonrojara. Es horrible.
—Es maravilloso —le agarró la cara entre sus manos, se la levantó y la besó, encantado con el modo en que ella se inclinaba hacia él, como si él fuera lo único que necesitaba en el mundo.
Al ver que el beso se prolongaba, se apartó de ella, sabiendo que si no lo hacía, no saldrían del cuarto en varias horas. Necesitaban comer, necesitaban energía. No sólo para hacerle el amor de nuevo, sino también por si acaso pasaba algo.
Maldita sea, tenía que dar una vuelta por la casa, ir a hablar con John. Casi se le había olvidado el peligro que corría ella. Y sin duda corría peligro; esos dos matones de Nueva York no habían ido a hacerle una visita de cortesía.
Ése era el problema de mezclar los negocios con el placer. Que uno perdía el norte. Que se le iba a uno la atención. Y si algo le pasaba a esa mujer, si dejaba que le pasara algo a ella…
—Bueno —dijo con brusquedad—, ponte mi albornoz y bajaremos a preparar la cena.
Y mientras preparaban la cena en lo que debería haber sido un silencio agradable, _______ sintió que ocurría algo. Una tensión repentina se había asentado. Algo iba mal, pero no entendía el qué.
Se había hecho de noche cuando terminaron de prepararlo todo. Salió con Joseph a la terraza. El enorme espacio de suelos de baldosas azules que se extendía hasta la piscina, suavemente iluminada con luces bajo el agua, le pareció de una belleza increíble. Las plantas exuberantes cargaban el aire con el perfume de sus flores; el leve gorgoteo de una piscina de hidromasaje en un rincón se confundía con el susurro y el restallar de las olas.
_______ se volvió hacia Joseph, deseando decirle lo mucho que le gustaba aquel lugar, pero él no la miraba en ese momento. Estaba ocupado tratando de encender el grill; más ocupado de lo que cualquier hombre pudiera estarlo haciendo algo tan sencillo.
Se le encogió el corazón. Quería preguntarle qué pasaba. ¿Le estaría pesando haber hecho el amor?
— ¿Joseph? —susurró.
Él se volvió hacia ella, con la cara desnuda de expresión.
— ¿Te parece bien un Merlot?
— ¿Cómo?
—De beber. Pensé en abrir una botella.
El se quedó pensativo un momento, como si tuviera la cabeza en otro sitio.
—¿________?
—Sí —dijo ella alegremente—. Me parece bien un Merlot.
Joseph entró en la casa, volvió con una botella, un sacacorchos y dos vasos. El vino brillaba como los granates cuando él sirvió las copas, y bajó por su garganta con suavidad, pero ________ no podría haber adivinado su sabor. Tampoco la ensalada le supo a nada, aunque Joseph le dijo que el aliño era magnífico.
— ¿Qué te pasa, por qué no estás comiendo? —dijo él después de un rato en silencio.
Ella alzó la vista.
—Supongo que no tengo tanta hambre como pensaba.
Él asintió.
—A mí me pasa lo mismo…
Su voz se fue apagando. ______ lo miraba con expresión sombría. Y sabía cuál era la razón; que la estaba tratando con la deferencia con que se trataba a un extraño. Y ellos dos no eran extraños; después de lo que habían compartido, el peligro, las discusiones, la rabia, las risas; después de todas las horas que habían pasado el uno en brazos del otro.
Tiró la servilleta en la mesa y retiró la silla. Su copa se cayó al suelo y se rompió. ¿Pero qué importaba una copa rota si acababa de romperle el corazón a _______?
—Cielo —dijo mientras la estrechaba entre sus brazos—. Cariño, perdóname.
Ella negó con la cabeza, y sus bucles sedosos le acariciaron los ojos.
—No hay nada que perdonar —le dijo ella, pero el temblor de su voz la delató.
—Sí, sí que hay algo que perdonar —la agarró del mentón—. Estoy tratando de… estoy intentando guardar una distancia profesional —le dijo con nerviosismo—. ¿Lo entiendes?
—No digas nada más, Joseph. Sé que yo soy una… una misión. No tienes por qué…
Entonces él la besó. Fue un beso profundo, ardiente. Le agarró la cara con las manos para que ella no pudiera moverse; y abrió la boca y con gesto exigente quiso demostrarle lo mucho que deseaba besarla. Cuando finalmente ella emitió un leve sonido y le puso las manos en el pecho, él varió el ritmo del beso, lo hizo más suave y la tomó suavemente entre sus brazos.
—Sí —le dijo Joseph—. Sí, eras una misión para mí. Mi cometido era y es protegerte. ¿Pero cómo voy a protegerte si me he olvidado de quién soy? Se supone que soy Joseph Jonas. Especialista en riesgos, agente secreto, llámalo como quieras. Y jamás me he distraído de mis cometidos. Y así es cómo debe ser en este trabajo —su voz se suavizó y volvió a besarla—. Y entonces viniste tú y me convertí en otra persona. ______ sonrió.
—Me gusta esa otra persona. Mucho.
—Sí. Y a mí también —torció la boca—. Pero si no estoy alerta, cariño, si pierdo concentración, se me podría pasar algo. Y te podría pasar algo a ti. Y si eso pasara, Dios, si pasara…
Ella le agarró la cara entre las manos, tiró de él y lo besó en los labios.
—No me pasará nada, Joseph. Si tú estás conmigo para cuidar de mí, no me pasará nada.
Él apretó la mandíbula.
—No subestimes a Gennaro. El que me haya ocupado de esos tipos en Nueva York no significa…
Ella le agarró la cara con fuerza, como si él fuera a marcharse.
—Joseph. Anthony Gennaro jamás me amenazó.
— ¿Cómo que no? Por eso es por lo que el FBI quería meterte en el programa de protección de testigos.
—Los agentes federales que vinieron a verme insistieron en que yo sabía cosas de… de los negocios de Gennaro. Que él me mataría por eso.
— ¿Es así como le llamas al crimen? ¿Un negocio?
—De acuerdo —________ subió la voz—. Es un criminal. Pero yo no sé nada de esa parte de su vida. Y jamás me haría daño. Sé que no lo haría.
Joseph se puso serio. Agarró a _______ de las muñecas y le bajó los brazos.
—No hablemos de él, ¿de acuerdo? Tu relación con él pertenece al pasado. Haznos un favor a los dos dejándola allí.
—Maldito seas —dijo ella, levantando la voz de rabia—. Escúchame. Yo no fui su amante. No fui su señorita de compañía, ni su novia. Yo era la librera que él contrató para catalogar una colección de libros que había comprado en una subasta de Sotheby's. Entró en mi despacho de la universidad y me ofreció el trabajo. Yo no sabía nada de él, sólo que me estaba ofreciendo una oportunidad única en la vida.
—De librera.
El desprecio en la voz de Joseph le dolió, pero lo ignoró.
—Exactamente. Trabajaba para él. No me acostaba con él, por amor de Dios. No podría haberlo hecho. No quería, porque… porque…
— ¿Por qué?
________ aspiró hondo. El ser demasiado sincera era un peligro.
—Porque no era eso lo que él quería de mí. Porque no soy de esa clase de mujer. Hasta que te he conocido a ti, sólo había estado con un hombre, y aquello… aquello no se parece en nada a lo que siento contigo, a lo que tú me haces sentir…
Joseph murmuró una imprecación entre dientes, la abrazó y la estrechó entre sus brazos. Pero ella volvió la cara.
—Si no me puedes aceptar como soy —susurró con emoción—, si voy a ver la duda en tus ojos cada vez que hagamos el amor, entonces lo que pasó anoche, lo que ha pasado hoy, fue y ha sido un error.
Jamás le habían dado un ultimátum con tanta dignidad. Y le encantaba. Le encantaba el ángulo de la barbilla de ________, el orgullo en sus ojos. Le encantaba…
— ¿Joseph?
—Tienes razón —respondió en tono suave—. No tenía derecho a cuestionar lo que digas ni a dudar de ti —sonrió—. Lo siento, cariño. No volverá a ocurrir.
Ella se relajó un poco.
—Jamás te mentiría, Joseph. Sobre nada.
A Joseph le encantaba su manera de pronunciar su nombre; o cómo lo miraba a los ojos.
— ¿Entonces contestarás a cualquier pregunta que te haga? —Le dijo él con dulzura—. ¿Me dirás la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
Él sonrió, para que ella entendiera que estaba de broma. Pasados unos segundos, ella sonrió también.
—Bueno…. —le metió las manos por debajo de la camiseta y le acarició el pecho—. ¿Qué quieres saber?
Él bajó la cabeza y le mordisqueó el labio con delicadeza.
—Para empezar —le dijo él en tono suave—, ¿cómo es posible que seas tan preciosa? ¿Y tan valiente? —sonrió—. La mayoría de las mujeres se desmayarían si un extraño entrara en su ducha.
_________ se echó a reír.
— ¿Lo has hecho antes?
—Confía en mí —dijo Joseph con solemnidad—. Jamás he sacado a ninguna mujer de la ducha hasta que te conocí a ti —le puso las manos en la cintura—. Y cuando ese asesino entró por la puerta tan bruscamente, ni siquiera te inmutaste.
—Tú estabas allí conmigo.
Lo dijo con tanta convicción que se le llenó el corazón de orgullo.
—Lo siento —dijo él—. No por haber estado contigo. De eso me alegro mucho —la besó suavemente—. Siento haber sido tan brusco y duro contigo, cielo.
—Estabas haciendo tu trabajo.
—No —se aclaró la voz—. Te estaba juzgando. Y no tenía ningún derecho a hacer eso —vaciló—. He visto cosas horribles en esta vida, _______; hombres con las manos tan manchadas de sangre que no podían limpiárselas.
— ¿Fuiste soldado?
—Sí —él vaciló.
Jamás hablaba de lo que consideraba su vida anterior, excepto con sus hermanos, que también habían vivido esa vida.
—En las Fuerzas Especiales —añadió en tono brusco—. Así fue como nos conocimos John y yo. Nuestra unidad estaba en… en un sitio a miles de kilómetros de aquí.
— ¿Y le salvaste la vida?
Maldición. ¿Por qué le habría contado eso? Sí, sólo para asegurarse de que ella entendía bien que no podía acudir a John para pedir ayuda; pero en ese momento no sabía qué explicación darle. Una corta, entonces. No quería asustarla, y no deseaba hablar de él ni de los días que había pasado aferrándose a la vida después de haber vuelto a por John…
—No fue nada de mucha importancia. Había puesto un explosivo en un edificio. Sólo teníamos unos segundos para salir y John, bueno, recibió un tiro. Cayó al suelo y…
—Y volviste por él —dijo _______ en voz baja.
Y también recibió otro tiro como John, fue capturado y se pasó diez días sufriendo torturas antes de cargarse a su guardián y salir de allí con John. Eso no se lo pensaba contar.
—Sí, así éramos todos en las Fuerzas Especiales de Seguridad. Después fui contratado por una agencia del gobierno. Estuve allí un par de años, y cuando lo dejé, no volví a mirar atrás, ________. Hasta ahora. Hasta que el tipo que lo dirige me pidió que aceptara esta misión.
—Soy yo —dijo en voz baja.
—Ya no. Tú ya no eres una misión, cielo. Eres…
Lo más importante de su vida. Eso era lo que había estado a punto de decir. Pero era una locura.
—Eres especial para mí —vaciló, sin saber si decirle lo que sentía pero no queriendo volver a hacerle daño—. ______, pasé mucho tiempo tratando con gentuza como Gennaro, con hombres que matan lo que no pueden corromper. Tal vez por eso es por lo que no soportaba pensar que tú fueras parte de su vida. ¿Lo entiendes?
______ asintió. Estaba pálida, ¿y cómo no iba a estarlo? ¡Era un imbécil! Esa mujer era su amante, sólo habían pasado dos noches juntos, y le estaba hablando en tono moralista.
—Cariño. Perdóname —soltó una leve risilla—. Menuda conversación para la cena…
—No. No te disculpes. Me alegro que me lo hayas explicado. Quiero saberlo todo de ti, Joseph Todo.
Él le sonrió.
—Sí —su voz se volvió ronca mientras le tiraba del cinturón del albornoz—. Yo también —paseó la mirada por su cuerpo y sintió que se excitaba al instante—. ¿Te he dicho alguna vez lo preciosa que eres?
Ella sonrió y pareció como si le volviera el color a las mejillas.
Suavemente, él la besó en el cuello.
—Preciosa. Y deliciosa… por todas partes —dijo mientras le acariciaba los pechos, para seguidamente succionárselos con fruición.
Ella soltó uno de esos gemidos de placer que tanto le gustaban a él.
—Esto no lo necesitas… —dijo Joseph mientras le quitaba el albornoz.
—Joseph…
—Chist, cariño. Deja que te haga el amor. No. No hagas nada. Sólo deja que te toque y que te mire a la cara. Quiero ver lo que te gusta.
Le gustaba todo de él, todo lo que le hacía.
—Abre las piernas para mí —añadió en tono ronco y sensual—. Sí, así…
Ella susurró su nombre, pero él no le contestó. La miraba fija, ardientemente; y sólo de verlo así ella temblaba ya de deseo.
— ¿Te gusta esto? —le susurró él.
Le buscó el clítoris con los dedos y se lo acarició. Con la otra mano le acariciaba un pezón. Luego con la boca. Él estaba totalmente vestido, y ella desnuda, a su merced. Desnuda y encantada de lo que le estaba haciendo, de sentir sus manos, su boca…
Amándolo. Amando a aquel extraño apasionado y peligroso. «Te amo, Joseph», pensaba alocadamente.
La levantó en brazos y la llevó hasta una tumbona que había junto a la piscina. Entonces, sin dejar de mirarla, se quitó la ropa y dejó al descubierto su cuerpo bien esculpido.
_______ le echó los brazos.
Él se colocó sobre ella, la cubrió con su cuerpo; entonces le tomó la mano y se la colocó sobre su sedosa erección. Aguantó la respiración cuando ella lo guió hacia ella, levantó las caderas y dejó que la penetrara.
—Joseph —sollozó mientras empezaba a moverse—. Joseph…
Las sensaciones se sucedieron como un torrente. Joseph gimió y susurró su nombre mientras la llevaba con él a los fuegos nocturnos que abrasaban la noche tropical.
Espero les guste el cap
El instinto le decía que no acordarse del preservativo tenía menos que ver con el olvido y más con otra cosa. Había tratado de no razonar, pero no podía. Además, en ese momento, lo que debía era infundirle seguridad.
—Estoy sano, _______. Tienes todo el derecho a saber eso.
—Yo también estoy sana. Y… y este es mi momento seguro del mes —_______ soltó una pequeña risilla y apoyó la cara en su hombro—. ¡No me mires así!
—No puedo evitarlo. Pensaba que las mujeres habían dejado de sonrojarse hace cien años.
—Ojala no me sonrojara. Es horrible.
—Es maravilloso —le agarró la cara entre sus manos, se la levantó y la besó, encantado con el modo en que ella se inclinaba hacia él, como si él fuera lo único que necesitaba en el mundo.
Al ver que el beso se prolongaba, se apartó de ella, sabiendo que si no lo hacía, no saldrían del cuarto en varias horas. Necesitaban comer, necesitaban energía. No sólo para hacerle el amor de nuevo, sino también por si acaso pasaba algo.
Maldita sea, tenía que dar una vuelta por la casa, ir a hablar con John. Casi se le había olvidado el peligro que corría ella. Y sin duda corría peligro; esos dos matones de Nueva York no habían ido a hacerle una visita de cortesía.
Ése era el problema de mezclar los negocios con el placer. Que uno perdía el norte. Que se le iba a uno la atención. Y si algo le pasaba a esa mujer, si dejaba que le pasara algo a ella…
—Bueno —dijo con brusquedad—, ponte mi albornoz y bajaremos a preparar la cena.
Y mientras preparaban la cena en lo que debería haber sido un silencio agradable, _______ sintió que ocurría algo. Una tensión repentina se había asentado. Algo iba mal, pero no entendía el qué.
Se había hecho de noche cuando terminaron de prepararlo todo. Salió con Joseph a la terraza. El enorme espacio de suelos de baldosas azules que se extendía hasta la piscina, suavemente iluminada con luces bajo el agua, le pareció de una belleza increíble. Las plantas exuberantes cargaban el aire con el perfume de sus flores; el leve gorgoteo de una piscina de hidromasaje en un rincón se confundía con el susurro y el restallar de las olas.
_______ se volvió hacia Joseph, deseando decirle lo mucho que le gustaba aquel lugar, pero él no la miraba en ese momento. Estaba ocupado tratando de encender el grill; más ocupado de lo que cualquier hombre pudiera estarlo haciendo algo tan sencillo.
Se le encogió el corazón. Quería preguntarle qué pasaba. ¿Le estaría pesando haber hecho el amor?
— ¿Joseph? —susurró.
Él se volvió hacia ella, con la cara desnuda de expresión.
— ¿Te parece bien un Merlot?
— ¿Cómo?
—De beber. Pensé en abrir una botella.
El se quedó pensativo un momento, como si tuviera la cabeza en otro sitio.
—¿________?
—Sí —dijo ella alegremente—. Me parece bien un Merlot.
Joseph entró en la casa, volvió con una botella, un sacacorchos y dos vasos. El vino brillaba como los granates cuando él sirvió las copas, y bajó por su garganta con suavidad, pero ________ no podría haber adivinado su sabor. Tampoco la ensalada le supo a nada, aunque Joseph le dijo que el aliño era magnífico.
— ¿Qué te pasa, por qué no estás comiendo? —dijo él después de un rato en silencio.
Ella alzó la vista.
—Supongo que no tengo tanta hambre como pensaba.
Él asintió.
—A mí me pasa lo mismo…
Su voz se fue apagando. ______ lo miraba con expresión sombría. Y sabía cuál era la razón; que la estaba tratando con la deferencia con que se trataba a un extraño. Y ellos dos no eran extraños; después de lo que habían compartido, el peligro, las discusiones, la rabia, las risas; después de todas las horas que habían pasado el uno en brazos del otro.
Tiró la servilleta en la mesa y retiró la silla. Su copa se cayó al suelo y se rompió. ¿Pero qué importaba una copa rota si acababa de romperle el corazón a _______?
—Cielo —dijo mientras la estrechaba entre sus brazos—. Cariño, perdóname.
Ella negó con la cabeza, y sus bucles sedosos le acariciaron los ojos.
—No hay nada que perdonar —le dijo ella, pero el temblor de su voz la delató.
—Sí, sí que hay algo que perdonar —la agarró del mentón—. Estoy tratando de… estoy intentando guardar una distancia profesional —le dijo con nerviosismo—. ¿Lo entiendes?
—No digas nada más, Joseph. Sé que yo soy una… una misión. No tienes por qué…
Entonces él la besó. Fue un beso profundo, ardiente. Le agarró la cara con las manos para que ella no pudiera moverse; y abrió la boca y con gesto exigente quiso demostrarle lo mucho que deseaba besarla. Cuando finalmente ella emitió un leve sonido y le puso las manos en el pecho, él varió el ritmo del beso, lo hizo más suave y la tomó suavemente entre sus brazos.
—Sí —le dijo Joseph—. Sí, eras una misión para mí. Mi cometido era y es protegerte. ¿Pero cómo voy a protegerte si me he olvidado de quién soy? Se supone que soy Joseph Jonas. Especialista en riesgos, agente secreto, llámalo como quieras. Y jamás me he distraído de mis cometidos. Y así es cómo debe ser en este trabajo —su voz se suavizó y volvió a besarla—. Y entonces viniste tú y me convertí en otra persona. ______ sonrió.
—Me gusta esa otra persona. Mucho.
—Sí. Y a mí también —torció la boca—. Pero si no estoy alerta, cariño, si pierdo concentración, se me podría pasar algo. Y te podría pasar algo a ti. Y si eso pasara, Dios, si pasara…
Ella le agarró la cara entre las manos, tiró de él y lo besó en los labios.
—No me pasará nada, Joseph. Si tú estás conmigo para cuidar de mí, no me pasará nada.
Él apretó la mandíbula.
—No subestimes a Gennaro. El que me haya ocupado de esos tipos en Nueva York no significa…
Ella le agarró la cara con fuerza, como si él fuera a marcharse.
—Joseph. Anthony Gennaro jamás me amenazó.
— ¿Cómo que no? Por eso es por lo que el FBI quería meterte en el programa de protección de testigos.
—Los agentes federales que vinieron a verme insistieron en que yo sabía cosas de… de los negocios de Gennaro. Que él me mataría por eso.
— ¿Es así como le llamas al crimen? ¿Un negocio?
—De acuerdo —________ subió la voz—. Es un criminal. Pero yo no sé nada de esa parte de su vida. Y jamás me haría daño. Sé que no lo haría.
Joseph se puso serio. Agarró a _______ de las muñecas y le bajó los brazos.
—No hablemos de él, ¿de acuerdo? Tu relación con él pertenece al pasado. Haznos un favor a los dos dejándola allí.
—Maldito seas —dijo ella, levantando la voz de rabia—. Escúchame. Yo no fui su amante. No fui su señorita de compañía, ni su novia. Yo era la librera que él contrató para catalogar una colección de libros que había comprado en una subasta de Sotheby's. Entró en mi despacho de la universidad y me ofreció el trabajo. Yo no sabía nada de él, sólo que me estaba ofreciendo una oportunidad única en la vida.
—De librera.
El desprecio en la voz de Joseph le dolió, pero lo ignoró.
—Exactamente. Trabajaba para él. No me acostaba con él, por amor de Dios. No podría haberlo hecho. No quería, porque… porque…
— ¿Por qué?
________ aspiró hondo. El ser demasiado sincera era un peligro.
—Porque no era eso lo que él quería de mí. Porque no soy de esa clase de mujer. Hasta que te he conocido a ti, sólo había estado con un hombre, y aquello… aquello no se parece en nada a lo que siento contigo, a lo que tú me haces sentir…
Joseph murmuró una imprecación entre dientes, la abrazó y la estrechó entre sus brazos. Pero ella volvió la cara.
—Si no me puedes aceptar como soy —susurró con emoción—, si voy a ver la duda en tus ojos cada vez que hagamos el amor, entonces lo que pasó anoche, lo que ha pasado hoy, fue y ha sido un error.
Jamás le habían dado un ultimátum con tanta dignidad. Y le encantaba. Le encantaba el ángulo de la barbilla de ________, el orgullo en sus ojos. Le encantaba…
— ¿Joseph?
—Tienes razón —respondió en tono suave—. No tenía derecho a cuestionar lo que digas ni a dudar de ti —sonrió—. Lo siento, cariño. No volverá a ocurrir.
Ella se relajó un poco.
—Jamás te mentiría, Joseph. Sobre nada.
A Joseph le encantaba su manera de pronunciar su nombre; o cómo lo miraba a los ojos.
— ¿Entonces contestarás a cualquier pregunta que te haga? —Le dijo él con dulzura—. ¿Me dirás la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
Él sonrió, para que ella entendiera que estaba de broma. Pasados unos segundos, ella sonrió también.
—Bueno…. —le metió las manos por debajo de la camiseta y le acarició el pecho—. ¿Qué quieres saber?
Él bajó la cabeza y le mordisqueó el labio con delicadeza.
—Para empezar —le dijo él en tono suave—, ¿cómo es posible que seas tan preciosa? ¿Y tan valiente? —sonrió—. La mayoría de las mujeres se desmayarían si un extraño entrara en su ducha.
_________ se echó a reír.
— ¿Lo has hecho antes?
—Confía en mí —dijo Joseph con solemnidad—. Jamás he sacado a ninguna mujer de la ducha hasta que te conocí a ti —le puso las manos en la cintura—. Y cuando ese asesino entró por la puerta tan bruscamente, ni siquiera te inmutaste.
—Tú estabas allí conmigo.
Lo dijo con tanta convicción que se le llenó el corazón de orgullo.
—Lo siento —dijo él—. No por haber estado contigo. De eso me alegro mucho —la besó suavemente—. Siento haber sido tan brusco y duro contigo, cielo.
—Estabas haciendo tu trabajo.
—No —se aclaró la voz—. Te estaba juzgando. Y no tenía ningún derecho a hacer eso —vaciló—. He visto cosas horribles en esta vida, _______; hombres con las manos tan manchadas de sangre que no podían limpiárselas.
— ¿Fuiste soldado?
—Sí —él vaciló.
Jamás hablaba de lo que consideraba su vida anterior, excepto con sus hermanos, que también habían vivido esa vida.
—En las Fuerzas Especiales —añadió en tono brusco—. Así fue como nos conocimos John y yo. Nuestra unidad estaba en… en un sitio a miles de kilómetros de aquí.
— ¿Y le salvaste la vida?
Maldición. ¿Por qué le habría contado eso? Sí, sólo para asegurarse de que ella entendía bien que no podía acudir a John para pedir ayuda; pero en ese momento no sabía qué explicación darle. Una corta, entonces. No quería asustarla, y no deseaba hablar de él ni de los días que había pasado aferrándose a la vida después de haber vuelto a por John…
—No fue nada de mucha importancia. Había puesto un explosivo en un edificio. Sólo teníamos unos segundos para salir y John, bueno, recibió un tiro. Cayó al suelo y…
—Y volviste por él —dijo _______ en voz baja.
Y también recibió otro tiro como John, fue capturado y se pasó diez días sufriendo torturas antes de cargarse a su guardián y salir de allí con John. Eso no se lo pensaba contar.
—Sí, así éramos todos en las Fuerzas Especiales de Seguridad. Después fui contratado por una agencia del gobierno. Estuve allí un par de años, y cuando lo dejé, no volví a mirar atrás, ________. Hasta ahora. Hasta que el tipo que lo dirige me pidió que aceptara esta misión.
—Soy yo —dijo en voz baja.
—Ya no. Tú ya no eres una misión, cielo. Eres…
Lo más importante de su vida. Eso era lo que había estado a punto de decir. Pero era una locura.
—Eres especial para mí —vaciló, sin saber si decirle lo que sentía pero no queriendo volver a hacerle daño—. ______, pasé mucho tiempo tratando con gentuza como Gennaro, con hombres que matan lo que no pueden corromper. Tal vez por eso es por lo que no soportaba pensar que tú fueras parte de su vida. ¿Lo entiendes?
______ asintió. Estaba pálida, ¿y cómo no iba a estarlo? ¡Era un imbécil! Esa mujer era su amante, sólo habían pasado dos noches juntos, y le estaba hablando en tono moralista.
—Cariño. Perdóname —soltó una leve risilla—. Menuda conversación para la cena…
—No. No te disculpes. Me alegro que me lo hayas explicado. Quiero saberlo todo de ti, Joseph Todo.
Él le sonrió.
—Sí —su voz se volvió ronca mientras le tiraba del cinturón del albornoz—. Yo también —paseó la mirada por su cuerpo y sintió que se excitaba al instante—. ¿Te he dicho alguna vez lo preciosa que eres?
Ella sonrió y pareció como si le volviera el color a las mejillas.
Suavemente, él la besó en el cuello.
—Preciosa. Y deliciosa… por todas partes —dijo mientras le acariciaba los pechos, para seguidamente succionárselos con fruición.
Ella soltó uno de esos gemidos de placer que tanto le gustaban a él.
—Esto no lo necesitas… —dijo Joseph mientras le quitaba el albornoz.
—Joseph…
—Chist, cariño. Deja que te haga el amor. No. No hagas nada. Sólo deja que te toque y que te mire a la cara. Quiero ver lo que te gusta.
Le gustaba todo de él, todo lo que le hacía.
—Abre las piernas para mí —añadió en tono ronco y sensual—. Sí, así…
Ella susurró su nombre, pero él no le contestó. La miraba fija, ardientemente; y sólo de verlo así ella temblaba ya de deseo.
— ¿Te gusta esto? —le susurró él.
Le buscó el clítoris con los dedos y se lo acarició. Con la otra mano le acariciaba un pezón. Luego con la boca. Él estaba totalmente vestido, y ella desnuda, a su merced. Desnuda y encantada de lo que le estaba haciendo, de sentir sus manos, su boca…
Amándolo. Amando a aquel extraño apasionado y peligroso. «Te amo, Joseph», pensaba alocadamente.
La levantó en brazos y la llevó hasta una tumbona que había junto a la piscina. Entonces, sin dejar de mirarla, se quitó la ropa y dejó al descubierto su cuerpo bien esculpido.
_______ le echó los brazos.
Él se colocó sobre ella, la cubrió con su cuerpo; entonces le tomó la mano y se la colocó sobre su sedosa erección. Aguantó la respiración cuando ella lo guió hacia ella, levantó las caderas y dejó que la penetrara.
—Joseph —sollozó mientras empezaba a moverse—. Joseph…
Las sensaciones se sucedieron como un torrente. Joseph gimió y susurró su nombre mientras la llevaba con él a los fuegos nocturnos que abrasaban la noche tropical.
Espero les guste el cap
Nani Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
ese joseph no tiene llenadera jajajajaja yo tampoco asi que siguela pronto
aranzhitha
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
ahhh joe la quiere pero no quiere arriesgarse a que le pase algo a la rayis es un amor. :L:
siguela!!!
siguela!!!
siguela!!!
siguela!!!
jamileth
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Aww!! Mi Joe es súper protector
Lo adoro plis SIGUELA yaaaaaa!!
Lo adoro plis SIGUELA yaaaaaa!!
Karli Jonas
Re: "Desnuda En Sus Brazos" - Joe y tu Terminada
Siguelaaa!me atrase en los caps!
pero me an encantado los adorao!!
& tambien adoro a Joe es an lindo♥
ya quiero mas caps!!!
pero me an encantado los adorao!!
& tambien adoro a Joe es an lindo♥
ya quiero mas caps!!!
☎ Jimena Horan ♥
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