► Lago Azul | n.c.

La había escuchado llorar y maldecir mi nombre toda la noche. No entendía porque quería que le contara sobre su horrible familia, sus padres no habían sido más que unos estafadores y sus hermanos unos malcriados sin modales. Los odiaba a todos, incluso llegue a odiarla a ella. Solo años de convivencia en esta isla me hicieron apreciarla un poco, no mucho. Aun detestaba su carácter y el hecho de que si no hubiera perdido la memoria sería igual o peor que los Pellegrini.
Me levante del suelo y salí del refugio. El estúpido loro de Amelia voló frente a mi e hizo que perdiera el equilibrio. Ella lo adoraba, pero para mí solo era un estorbo. Me parecía bastante sospechoso que el maldito animal solo apareciera los días que buscábamos comida. Yo jamás le daba nada, pero Amelia acostumbraba darle la mitad de su ración y como ella se quedaba sin comida tenía que darle de la mía.
A pocos metros del refugio, Amelia estaba sentada en la orilla del mar. Lucía tan tranquila e incluso podría decir que hermosa. Decidí disfrutar de la vista por unos segundos, eran pocas las veces que podía verla así y estaba seguro que en el momento en que me viera comenzaría a gritar de nuevo.

—No comeré nada, vete —dijo de la nada, siempre se daba cuenta cuando la observaba, yo me acerque.
—¿Y entonces que, morirás de hambre? —le pregunte, sentándome a su lado.
—Prefiero morir a seguir viviendo sin saber nada de mi pasado.
—Si mueres, sabes que no le daré comida a Esmeralda, ¿verdad? —refiriéndome al pájaro con gula.
—Claro que lo harás —contestó—, si no lo haces vendré por las noches y te lo recordare.

Trate de imaginarme como sería vivir en esta isla solo, sin Amelia. La idea me dio un mal sabor de boca y desee no haberlo pensado. A veces ella era insoportable, pero desde que vi a mi hermana morir, Amelia se había convertido en una especie de mejor amiga. Ella era especial, aunque odiara admitirlo.
Durante un largo silencio pensé que tal vez, si le contaba un poco, algo sin importancia que tuviera que ver con su pasado, la mantendría feliz por un tiempo. Ya después le diría otras cosas y así no corría el riesgo de que dejara de ser la misma. Yo no había perdido la memoria, así que no entendía que se sentía vivir sin saber nada.

—Te propongo un trato —ella no me miro—, si olvidas esa tontería de dejar de comer te diré algo que recuerdo muy bien.
—¿Es en serio? —pregunto, mirándome con los ojos llenos de brillo—. Lo prometo, comeré, ¡pero dime algo Harry!
—Tu segundo nombre es Lindsey.

Ella frunció el ceño y con un puño golpeo mi hombro con fuerza. No había quedado satisfecha. Yo reí, me encantaba hacerla enojar, aunque después tuviera que pagar las consecuencias.

—Eso no es nada, Marilyn me lo dijo hace años para callarme la boca —dijo enojada—, eres un mentiroso.
—No soy ningún mentiroso, dije que te diría algo que recuerdo muy bien —me defendí—, tu segundo nombre es algo que jamás olvidare porque tú te encargabas de repetirlo siempre que venias a mi casa con tu familia.
—¿Entonces tu y yo ya nos conocíamos?
—Tengo hambre, levántate y toma una cesta —le ordene, cambiando el tema—, buscaremos el desayuno y si estoy de buenas tal vez te diga otra cosa.
—¿Me dirás tu segundo nombre? —pregunto, levantándose junto conmigo.
—Harry.

Ella rodo los ojos y gruño.

Nos habíamos adentrado más de lo normal en la isla, al punto de casi no reconocer en qué lugar estábamos. En los últimos meses no había caído ni una gota de lluvia, por lo que casi no habían crecido frutos cerca del refugio. Amelia y yo estábamos buscando comida en zona prohibida. La llamábamos así ya que en este lugar había mucha variedad de animales venenosos. Yo iba con cuidado, pero la salvaje que tenía por compañera no. Amelia brincaba y caminaba descalza con su cesta llena de fruta en la mano como si camináramos por un sendero de algodón y no por una selva llena de animales con aguijón y colmillos.

—Fíjate bien por donde caminas —la regañe, era tan inmadura—, te dije que te pusieras sandalias.
—Me quedan enormes —contestó—, es más cómodo así.
—Y peligroso, recuerda que…
—Sí, sí, lo sé, si un animal me pica muero, no comiences con tu discurso, mejor ayúdame a subir a ese árbol que tiene mangos.
—No creo que sea muy seguro —contesté viendo la altura.
—Entonces subiré yo sola.

La ignore y continúe recolectando bayas de un arbusto que había encontrado. Tal vez si se caía del árbol llegaría a entender que su seguridad es primero  y no debe arriesgarse a lo imbécil por unos simples mangos que terminaran en el estómago de un loro.

—Están frescos —grito desde lo alto—, en momentos así mataría por comerme uno con un panque.
—Lástima que no haya supermercados por aquí —bromee.
—Solo ponte debajo del árbol y atrapa lo que te arroje —ordeno.

Aunque me molestara que hubiera subido al árbol sin protección y se colgara como simio en una rama, la comida era comida y la necesitábamos. Amelia me arrojaba los mangos y yo los recogía con mala cara.

—Quita esa cara de gruñón que es la primera vez que comeremos bien en semanas —me regaño—. Podremos tomar jugo, solo hay que conseguir buenas hojas.

Desgraciadamente tenía razón. Dibuje una sonrisa falsa en mi rostro que más bien parecía una mueca y Amelia rio mientras seguía arrojando la fruta. Pero, la mueca se borró al ver como algo se deslizaba por la rama en donde Amelia estaba colgada, no lograba ver que era, hasta que note que comenzaba a enroscarse en su pierna.

—Amelia —tartamudee—, suéltate del árbol, ahora.

Ella miro a la enorme serpiente que subía por su pierna y comenzó a sacudir la rama para que los mangos restantes cayeran al suelo.

—¿Es en serio? ¡Suéltate ahora, te atrapare, olvida los mangos!
—¡Quiero mangos y nunca volveré a subir a este árbol por ellos!
—¡Suéltate!

El último mango cayó al suelo y Amelia se tiro del árbol cayendo sobre mí. Me levante con rapidez haciendo a un lado el dolor que sentí para ver si la serpiente había caído junto con ella, pero al no ver nada me gire hacia Amelia, que seguía tirada en el suelo con una mueca de dolor en el rostro.

Spoiler:

Había pasado dos días en la playa prácticamente, el sol se había ocultado y aun no me atrevía a adentrarme a la isla. Gritos y quejidos solían escucharse a lo lejos y eso en verdad me ponía alerta. Había perdido mi yate, mis amigos y hasta la camisa que cuando intente trepar una roca se rompió.

Escuche el chillido de algún animal salvaje, y en ese momento supe que estaba muerto, no tenía nada con lo que pudiese defenderme y él o ella de seguro ganaría. No tome otra opción que adentrarme a la isla. Ramas y ramas chocaban mi rostro con fuerza como si tuviesen la intención de lastimarme, divise una luz a lo lejos, ¿Había muerto acaso?

Seguí caminando entre la hierba, mis pies a gritos pedían un descanso al igual que mis piernas, pero no me rendiría, faltaba tan solo unos pasos para llegar a un lugar que ni siquiera yo tenía la mínima remota idea. Aparte una rama con sumo cuidado y allí estaba lo que tanto había estado iluminando.

Una hoguera y atado sobre un tronco de madera estaba atado un hombre que chillaba con cada llama que tocaba y quemaba su piel. Las personas que estaban alrededor reían con maldad, viendo como aquel hombre era completamente carbonizado.

La sangre era algo que me jugaba en contra, me ponía la piel de gallina y las náuseas se hacían muy presentes.

Di un paso hacia atrás, intentando hacer el menos ruido posible, tan sólo un chillido y estaría muerto. Corrí lo más que mis lastimados pies y piernas podrían dar, tal vez encontraría alguna guarida en la playa, o a alguien que pudiera ayudarme ―Por favor, a quién encontraría allí―.

Pare un segundo para tomar aire, y fijarme nuevamente el camino; donde había un largo y rocoso camino ahora habían ramas y árboles medio caídos, estaba pedido, lo estaba. Ya era tiempo de dejar el valor y llorar como una niña, por Dios ¿qué decía? Liam Payne es un hombre digno que no se rendirá jamás.

Divise nuevamente una luz a unos pocos pasos, se notaba claramente que era una antorcha pero a medida que fui acercando me día cuenta que estaba sobre un árbol, como si fuese una misma emboscada. No estaba para jugar a policías y ladrones, pero en este caso salvajes y chico lindo perdido, estaba muerto si no comenzaba a correr.

Un paso hacia atrás, lo haría lento y sin llamar la atención, y como si todo fuese intencional una rama se rompió bajo mis pies, y lo único que atine a hacer fue a cerrar los ojos con fuerza.

Caí sobre el suelo, mi cuerpo golpeó fuertemente contra algunas rocas que habían allí, y un extraño peso sobre mi cintura y pecho había comenzado a molestar.

Abrí mis ojos esperando encontrar alguna fiera salvaje pero sólo choque con unos ojos grises con pequeñas pizcas esmeraldas, ¿Acaso estaba en el infierno y tenía a una diablilla para jugar?

Sonreí como todo galán pero se desvaneció cuando la joven llevó un cuchillo cutre pero sumamente afilado sobre mi cuello.

― ¿Quién eres? ―movió su navaja sobre mi rostro, corriéndolo de un lado al otro―. Dime ―ordeno.

Gimotee un poco, tenía algo de miedo, le tenía miedo. Una mujer con un artefacto punzante en la mano no es bueno.

―Soy Liam, ¿Tu quién eres?
―No te interesa ―gruñó―, ¿Qué haces aquí?
―Mi barco, lo perdí ―ella volvió a punzarlo sobre mi cuello―. Por favor, no me lastimes ―temblé bajo su cuerpo frió.

Volvió a jugar con él soltando una socarrona risa, como si en verdad iba a hacerlo. ―No lo hagas, por favor ―eleve mi mano sobre su muslo descubierto, tal vez con una caricia cambiaría de opinión.
―No me toques ―chillo y elevo nuevamente el arma blanca sobre mi cuello.
―Lo siento, lo siento, no te enojes ―¿Qué hacía yo, Liam Payne rogándole a una mujer? Eso se iba a acabar ahora, ya no iba a caer bajo―. Mira cariño, sal de encima de mí y los dos saldremos sanos y salvos.
― ¿Estas amenazándome? ―el frió metal toco mi cuello y de un golpe desprevenido la tumbe al suelo colocándome entre sus piernas y sosteniendo ambas muñecas, ella tenía solo un par de bragas y un sostén que no tapaba del todo sus pechos―. Eres un pervertido, suéltame ―gritó.
―No, calla ―lleve mi mano hacia mis labios haciendo un gesto pidiendo silencio y en ese momento me dio un golpe certero en la cabeza.


Todo estaba a oscuras, ni una luz, nada; ni siquiera el brillo de la Luna. Levante mi cabeza de quien sabe que cosa, un fuerte dolor me invadió haciendo que mis labios suelten un gemido. ―Dios, ¿Qué me hicieron?
―Oh, veo que ya despertaste ―una bonita voz se escucho entre las penumbras.
―¿Dónde estoy? ―pregunté con un tono levemente asustado, ya había recordado lo que me hizo esa salvaje.
―En mi hogar, y te pediría que guardes silencio si no quieres que mi padre te mate.
― ¿No lo habías intentado tu? ―pregunté irónico, aún con mi mano sobre la cabeza masajeando el golpe.
―Lo siento mucho, te consideraba algo salvaje y terminaste siendo una pequeña cría de tigre ―soltó una risita y no pude evitar reír con ella.
― ¿Tengo que sentirme ofendido? ―trate de sonar serio, aunque por dentro estaba más que feliz y agradeciéndole a Dios que haya salvado mi pellejo.

Sentí una mano pequeña y cálida sobre mi rostro, y me incline hacía atrás, aún no confiaba ciegamente en ella, ya que de hecho seguíamos a oscuras.

―No te asustes, sólo quiero ayudarte, tendrás un feo golpe si no me fijo.

Incline mi cabeza hacia el lado derecho dejando ver la herida latente. Gemí de dolor cuando sus manos apoyaron algo helado, ―Lo siento ―se disculpó.

―Sólo apúrate, por favor ―le rogué.
―No te preocupes, sé muy bien lo que hago ―y por primera vez, acarició mi mejilla delicadamente.

Mis labios soltaron un suspiro, ya estaba mucho mejor, adiós temor si esa joven me dejará escapar sin ser visto por más salvajes.

― ¿Cómo te llamas? ―susurre, intentando encontrar su rostro entre el oscuro lugar.



Unos pasos se escucharon, y las manos de la joven se apartaron de mi cabeza y rostro.

― ¿Emmeline? ¿Emmeline, estás aquí? ―la voz de un hombre se hizo presente cada vez más cerca de nosotros.
―Por favor, no hables ―me empujó contra lo que antes había estado acostado, y después me tapó con una manta.
― ¿Emmeline? ―otra vez se escuchó el llamado.
―Ya voy padre ―grito Emmeline, y una luz se encendió.

Destape mi rostro, cuando oí como Emmeline se alejaba, aún sin desaparecer de la "habitación". Morena, de cabello castaño claro largo llegándole prácticamente hasta la cintura, una figura que dejaría a más de una persona con la boca abierta, ¿En dónde estaba? Porque, para estar pérdida en una isla y ser una salvaje era preciosa.

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