► Lago Azul | n.c.

―Eliot es un chico tan bueno, te envidio Emmeline ―resoplo en forma graciosa mi amiga Manewa siguiendo con su recolección de frutas.
―Gracias, espero enamorarme de él ―susurre, ella de seguro me regañaría por aun no caer en los encantos de mi futuro esposo.
―No entiendo como lo has hecho aun, es un chico muy hermoso y además es amigable ―las palabras parecían brotar de otro lugar que no fuese su boca, y eso decía que era su corazón. ¿Debería de sentirme mal o bien?
―Creo que ya es mucho de Eliot por hoy, Anne ―trate de sonreír y la llame por el apodo que le había puesto desde niña, que siempre usaba para aligerar nuestras peleas.
―Lo siento ―murmuro y ambas seguimos el camino hasta la playa.

Quizás encontraríamos nuevas cosas que el mar atraía cada día, eran un descubrimiento cada una de esas cosas, a veces podía pasarme la noche tratando de descifrar que eran, tal vez así podría encontrar algo que me llevase a otros lugares que sé que necesito conocer.

Tome mi cuchillo del cinturón que llevaba bajo mí falda de color chocolate que anteriormente había sido de mi madre, ella era más delgada que yo y su ropa cada vez me entraba menos, aunque siempre portaba su bikini que traía en la maleta esa vez que se cayó al mar.

Manewa negó con la cabeza cuando me vio tratando de cazar un pequeño puerco que tomaba agua de un pozo que estaba a metros de nosotras. ― ¿Qué haces? ―pregunto en un susurro, sabía que si lo espantaba yo misma la cocinaría a ella―. Detesto que traigas eso, deja a los puercos a los hombres y tu ve por los peces.
― ¿Quieres decir que no puedo? ―le pregunte desafiante, mi amiga corrió la vista de la mía.
―Eso no es lo que digo…
―Pero lo piensas ―la interrumpí. Me acerque al puerco y de una sola cuchillada en la cabeza logre matarlo, Manewa corrió la vista un tanto apenada por el pequeño animal, pero de todas formas se lo comería en la noche. ―Ponlo en tu bolso y sigamos nuestro recorrido.

Habíamos recolectado lo suficiente, mi amiga consiguió una variedad de frutas y yo de peces, así que solo nos dedicábamos a peinar la playa. Manewa había conseguido un pedazo de vidrio que usaría para hacer alguno que otro detalle para llevar al cabello, mientras que yo había encontrado la botella entera, estaba obviamente vacía pero la etiqueta era nueva.

―Oye, aquí hay algo que puede ser interesarte ―me llamo mi amiga elevando la voz, ya que ella iba a la delantera. Corrí unos metros y me tire a la arena cuando estuve a su lado.
―Tela ―dije obvia, pero no era obvio para Manewa ya que ella usaba pieles para sus ropas, y no tenía una madre que haya llegado desde Europa.
― ¿Tela? ―preguntó y yo asentí.
―Lo que uso debajo de esto ―apunte hacia el pequeño top de piel que tapaba mi busto, ya que debajo usaba un sostén que le pertenecía a mi madre.
―Oh, es lindo, mira ―ella lo tomo con su mano y me lo entrego. Era un pedazo de tela arrancado de algún lugar, parecía ser blanco pero la tierra y arena habían hecho su trabajo ensuciándolo. Acerque la tela hacia mi rostro para sentir su aroma.
―Tiene un aroma delicioso, de seguro era de alguien que cayó al
mar ―dije antes de guardarlo dentro del top y seguir con nuestro camino.

Tan solo esperaba que esa persona no siguiera con vida, y en la playa. Las tribus no esperaban a alguien que quisiera enseñarles más de lo que saben, siempre están a la defensiva, todos quieren apoderarse de las tierras.


De regreso a las casas, Manewa se perdió junto a su madre sin antes entregarme lo que había conseguido de la playa. Yo seguí hasta llegar a el hogar que mis padres habían conseguido hacer, aunque era poco creíble ellos lograron construir con sus manos una pequeña casita que tenía dos pisos gracias al árbol que había sobre ella, cuando mamá fue cruelmente asesinada yo quede con su lugar en la parte superior de la morada.

Subí las escaleras y deje las cosas que había recogido sobre una pequeña mesas que había construido mi padre con maderas de un viejo árbol que había caído una vez, me tire sobre las pieles que estaban sobre la cama y tome la tela de mi top.

Era obviamente blanca, y tenía un olor particular, rico y llamativo a la vez, lo guardaría aunque no pudiese hacer nada con él. Con ella sobre mi pecho trate de conciliar el sueño.


Era tarde cuando me desperté debido a los gritos que se oían a pocos metros de la casa. Acomode mi ropa, y baje cargando mi cuchillo sobre mi cintura. Se podía sentir en el aire el olor a madera quemándose y ver la luz de las llamas por las ventanas.

―Padre ―lo llame, él estaba de espaldas hablando con el nuevo chamán de la tribu―. Padre ―dije otra vez ya a su lado.
― ¿Qué sucede, hija? ―preguntó luego de darle una recomendación al hombre de cabello rojizo que estaba a su lado.
―Es lo que yo me pregunte, ¿Qué sucede aquí? ―pregunte señalando con mi mano como más hombres traían más y más ramas para encender aun más la hoguera.
―Eliot descubrió a Kike tratando de abusar de Puhi, será quemado en la hoguera como manda Sin, hija ―llevo su mano hacia mi rostro, acariciándolo y luego sacudiendo mi cabello.
―Prometiste que no habría más muertes desde que quemaron a mamá, tu ahora mandas, detén esto, ¿Qué ejemplo das? ―pregunte fastidiada, él había roto su promesa.
―No puedo y no lo haré, será un tributo para Sin.

Me di la vuelta y camine hacia el camino que llevaba a la playa.

― ¿A dónde vas? ―pregunto elevando la voz.
―A la playa ―grite sin darme vuelta y siguiendo el camino.
―Está oscuro, ve con Manewa ―ordenó.
―Soy mayor, y puedo ir yo sola ―grite nuevamente y esta vez adentrándome a la isla. Tenía mí cuchillo encima, la cartera y una antorcha que tome de la casa. Iría a nadar y luego visitaría a Owain.

Camine entra la isla cortando una que otra rama para que no molestara en el camino de regreso, el calor comenzó a ser agobiante así que me saque el top y la falda de piel para meterlas en la cartera, alumbre en alto para ver lo poco que faltaba para llegar a la playa pero un sonido me saco del camino. Cogí con rudeza el cuchillo y para distraer a la presa deje la antorcha sobre un árbol.

Escuche una rama romperse y fue allí cuando divise a la presa y me arroje sobre ella.

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—Es que no entiendo Elizabeth. No tiene por qué ser difícil—. Dijo mi madre, en un  intento de “hacerme entrar en razón”— No existe tal cosa como la vocación, y si lo hiciera seguro como el infierno que no vas a encontrarla en un barco. Ven a casa, elige una carrera y comienza a estudiar—.

Solté un suspiro cansado, dando vueltas por el pequeño camarote, con  el teléfono presionado entre mi hombro y mi oreja, mientras sostenía mi cesta de ropa limpia que los de mantenimiento habían dejado en la puerta de mi habitación. Estaba harta de tener aquella conversación cada vez que hablaba con ella. ¿Por qué no podía dejarme hacer las cosas a mi manera?

—Mamá,  voy que terminar este viaje porque a) no puedo tirarme por la borda y nadar a casa y b) quiero hacerlo—. Recibí un suspiro de resignación y no pude evitar soltar una pequeña sonrisita, había ganado aquella batalla— Por favor, no me llames más. Quiero disfrutar mi viaje. Te quiero, adiós—. Antes de que ella encontrara otra forma de protestar, colgué.

Lancé mi celular a la pequeña cama y a continuación lo seguí yo, hablar con mi familia me agotaba. No podía evitar escuchar el tono de decepción en sus voces; Esperaban demasiado de mí y yo siempre les daba muy poco. No me gustaba vivir para cumplir las expectativas de otros, nunca lo había hecho antes y jamás lo haría.

La noche comenzaba a hacerse presente en el lugar, el cielo tomó sus características tonalidades grisáceas y la luna hizo acto de presencia. La vista se veía preciosa desde mi ventana. Decidí dar una vuelta fuera. Lo único que tomé antes de salir fue mi cámara, quería conseguir una foto.

Caminé fuera de mi camarote, apresurándome a tomar el ascensor para subir. Luego de unos minutos me encontraba fuera admirando la vista. Estaba fascinada, era realmente magnifica. La luna llena brillaba en el cielo totalmente despejado y un millón de estrellas se dejaban ver esa noche. Tomé varias fotos en diferentes ángulos y luego me mantuve  observando.

No había muchas personas en aquel espacio, tan solo unos cuantos niños jugando a la pelota  a unos cuántos pasos de mi y yo. Todo estaba muy tranquilo y eso me gustaba. Podría quedarme en aquel lugar para siempre; ojala no tuviera que volver a casa.
Pasé un buen rato fuera, simplemente pensando en mis cosas, en mis problemas, en lo que quería para mi: cumpliendo el propósito de mi viaje, debía de descifrar que iba a hacer con mi vida antes de volver. Si ir a la universidad, que carrera tomar; todo era tan frustrante.

Perdida en mis pensamientos, me di cuenta de que el ruido había cesado completamente. Curiosa, giré mi mirada con intención de ver hacia donde habían ido los chicos. Estaban ahí, sólo que ya no se encontraban jugando con su pelota. Me miraban; y aunque estaba oscuro,  pude observar sus muecas asustadas justo antes de que un objeto duro golpeara contra mi cabeza. Sentí mi propio cuerpo impactar contra el agua, el mareo fue instantáneo y el pánico me recorrió el cuerpo al entender lo que estaba ocurriendo; quise nadar pero la corriente era demasiado fuerte debido al movimiento del barco, intenté gritar pero el agua entraba en mi boca, ahogando mis palabras. Lo último que recuerdo antes de caer en un estado de inconsciencia fue un objeto suave cayendo a mi lado y mis brazos aferrándose a ellos como si de eso dependiera mi vida.


Demasiada luz. Protestó mi subconsciente a la vez que yo intentaba abrir mis ojos. Mi cabeza se sentía como si estuviera siendo penetrada por cuchillos afilados.

—Ya está despertando—. Una voz susurró a mi lado. Fruncí el ceño, sin tener idea de que estaba ocurriendo.

Confundida, volví a hacer el intento de abrir mis ojos, divisando algo que parecía ser un techo de paja. ¿El bote tenía un techo de paja? Giré mi mirada hacía un lado recibiendo un dolor punzante en mi cabeza de nuevo; solté un gemido llevando ambas manos a mi frente.

— ¿Estás bien?—. Preguntó una voz gruesa, moví mis ojos intentado encontrar al proveniente de aquella voz. Unos ojos azules como el mar me miraban con desconfianza y calidez al mismo tiempo, lo analicé con la mirada; su cabello era de un rubio cenizo y su tez estaba levemente bronceada pero no demasiado, se podía notar su cuerpo fornido debajo de aquel traje de… ¿pieles?

Me incorporé lentamente, examinando aquel lugar. ¿Qué era todo eso? Las paredes hechas de bambú, el techo de paja, piso de arena. ¡Ese no era mi barco! Por un momento mi corazón se paralizó sólo para comenzar a latir a un ritmo acelerado minutos después, el pánico recorrió mi cuerpo con rápidez, haciéndome olvidar aquel terrible dolor de cabeza.

Me levanté de la cama como si está fuera echa de espinas y me mantuve estática en el mismo punto observando a aquel apuesto extraño.

— ¿Quién eres?—. Hice mi mejor intento para que mi voz sonara intimidante, fue un esfuerzo en vano sin embargo.

—Luke. ¿Tú eres?—. Su voz era melodiosa y profunda.

— ¿Dónde estoy?—. Ignoré su pregunta, sin apartar mi mirada de sus ojos.

Él joven me miró por unos segundos, las comisuras de sus labios se levantaron para formar una pequeña sonrisa, como si disfrutara de un pequeño chiste interno.

—En la maravillosa isla de Kyra Ignis, preciosa—. Guiño un ojo, sin perder aquella sonrisa.

Por unos minutos olvidé como respirar. ¿¡Una isla!? ¿¡Cómo había llegado yo a una isla!? ¿Acaso el barco había naufragado? Intenté recordar que había ocurrido pero lo último que venía a mi mente era la hermosa vista de la luna que me había decidido a admirar. ¿Qué mierda estaba pasando?

Presa del pánico y sin saber qué hacer, pero sin querer pasar otro minuto con ese extraño, busqué la salida de ese lugar y apenas la divisé, moví mis pies lo más rápido que mi cuerpo permitió, huyendo de aquel lugar como alma que lleva el diablo sin intención de mirar atrás.


Aquel maldito lugar estaba completamente inhabitado. La selva se cernía sobre mi, yo solo hacía un intento de seguir respirando. No comprendía como había ocurrido aquello, como mierda había terminado en una isla prácticamente desierta. Suspiré, sintiendo las lágrimas agolparse en mis ojos. ¿Cómo iba a volver a casa?

Me mantuve sentada un tiempo, intentando hallar la respuesta a tantas preguntas que se formaban en mi mente; hasta que un ruido de algo furtivamente moviéndose entre las ramas llamó mi atención. Me levanté de un salto, afilando mi oído. Al no escuchar nada más, decidí que era tiempo de volver al lugar en dónde por lo menos habían seres humanos

Hei: