Around the world.

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Alec Murphy | Anaïs Hook | Cassidy Phillips | Courtney Foster |

—Interesante — susurró—. ¿No crees? —Alec lo miró de reojo, una extraña sonrisa se asomaba en la comisura de sus labios al momento de formular esa eterna pregunta, jamás había creído qué la formulase siquiera, él sabía qué un paso en falso por ese camino haría detonar en Ayrton una bomba atómica, pero lo hizo bien, pues le conocía lo suficiente como para saber qué preguntar y en qué momento.

Era un hermoso atardecer, siempre se sentía a gusto en la hora del crepúsculo, sentía como los fantasmas del pasado se hacían cada vez más lejanos, dejando en paz a este alma perturbada y él lo sabía, sabía qué en estos momentos se sentía cómodo con lo que es y con lo que fue, por lo que no se sentía atacado con los errores del pasado.

Dirigió la mirada al frente para admirar nuevamente el majestuoso sol qué se ocultaba entre los aviones, Ben leyó en sus ojos qué no esperaba una respuesta, pero aun así medito al respecto, se preguntó algo mucho más profundo de lo que en realidad parecía, lo qué le hacía cuestionarse sobre si él le conocía más de lo que Ben a sí mismo.

Él rió graciosamente, esa risa él la conocía bien, tan bien como el tono de alarma de su despertador o como la voz de su madre, esa risa le decía lo ridículo qué era en ciertos momentos, le decía qué no debía preocuparse puesto qué todo lo pasado ya es parte del pasado y nada haría cambiar eso.

—Es hora de irnos, no digas más tonterías… De lo contrario renunciare a este viaje absurdo y olvídate que tuviste una sombra, ¿bien? — Asintió sumiso.

Le gustaba pensar que los peces hacían señales luminosas al exterior para poder atraer a la gente que miraban directamente, como si fuesen falsas sirenas aprendiendo cantos para que los marineros de tierra firme cayendo a su abismo. Sin embargo todavía les quedaba mucho por aprender, pues el brillo en sus ojos era casi tan escaso como la alegría en ellos. ¿Quería eso decir que en su abisal iris la alegría se perdía como si se tratase de un laberinto? ¿O, en palabras típicas, era esto una obligación por parte de su conciencia enfadada por tan arduo trabajo durante los últimos 16 años?

Es inquietante y aburridor, más para alguien tan… antipático y por no decir, “extrovertido” su hermano hace parte del mismo sufrimiento que tuvo que pasar su sombra. No hace falta mirar sus ojos detenidamente para darse cuenta que el aún se siente de luto. Cerro los ojos y los volvió a abrir cuando su cabeza gacha, miraba sus zapatos chillar contra el piso con cada paso que daba.

Que desperdicio de joven… Aun teniendo la misma edad, él parecía el cadáver andante, el más viejo, el anciano con más experiencia que matusalén. ¿Cuántas veces habría visto a su próxima novia? ¿A una chica que podría haber sido su mejor amiga? ¿Cuántas veces habría estado parado en un paso de peatones al lado de su futura esposa? Incontables.

Caminaba sin mirar a su alrededor, solamente pensando en su destino, así lo había hecho y así lo haría, nunca se había fijado en la gente que veía cada día, que caminaban al unísono con ambos, aunque no significaban nada en su vida, eran personas insignificantes que por sí solas no constituían nada pero que juntas, hacían un mundo. Su mundo. Su nacimiento incluso fue motivo de celebración, mientras que para sus propios padres solo eran dos herederos de la esclavitud de cada día, cosa que ya era destino desde antes de ver la luz del frío cuarto de parto. No recuerda nada de ella, no recuerda la última vez que la vio sonreír por orgullo o por simple gusto, jamás.

Escucho sisear a su costado a Ben. Lo miro de reojo, lo detallo y le estimula a sentir en mi corazón; conmoción. Sus labios comienzan a temblar con tal desconfianza que debe tomar su nariz firmemente con el dedo índice. Ser fuerte es lo más difícil que ha hecho después de sus exámenes de química… Dolor. Ouch. Un dolor profundo en el pecho.

—Alec — se quita, simultáneamente su audífono derecho—. ¿Qué te ocurre?
—Nada, solo cállate y sigue caminando.

Su manzana de Adán sube y baja rápidamente, cerró sus ojos y volvió a preguntar está vez, absorto por mí malhumor repentino: — ¿Estás enojado conmigo, verdad?

Se cruzo de brazos. Ve que entiende aquello y simplemente asiente.

—Perdona, no es mi intención preocuparte… Es solo que…
—Solo cierra el pico y no te pierdas de mi vista. Me pone los pelos de punta no saber qué haces a las 24 horas del día — Asiente rápidamente y vuelve a sisear su canción y continua caminando con los demás.

La idea de que el mundo de Birdie fuera a dar un giro tan grande era muy poco probable, pero no imposible. El mundo, su mundo, estaba en constante cambio, aunque él no pudiese verlo, aunque se tapara los ojos y los oídos para no ver la realidad de su océano salvaje, para no ver que no estaba solo, que había gente, aunque no se conociesen, aunque no se importasen, al menos de momento, aunque sus caras permanecían sin nombre, sin apodo, sin sonrisas ni sentimientos asignados, a pesar de todo eso, esas personas interrogantes, seguían allí. Él sufre tanto como yo o incluso más que yo.

Niega repetidas veces, siendo constantemente un insensible sin corazón y por momentos (la mayoría) un imbécil. Él comprende que no es un niño, que es momento de ver todo con madurez y simple masculinidad pero él… él se atreve a tomar el papel de madre y lo único que le queda por hacer es seguir sus huellas, insistir en los condones y en preocuparse por sus notas cuando las propias están por los suelos. Y algún día entrarían en la vida de Birdie, aunque él se negara a verlo, aunque pensase que no habían estado antes y que el que entrasen fue fruto de la casualidad fortuita, cómo cuando aun equivocándote en los cálculos la solución a la que llegas es correcta.

Avalon no tenía pinta de chica y mucho menos de una chica pija, que era de lo que estaba compuesta aquella secta. Por eso resaltaba enseguida. Siempre llevaba pantalones cortos de deporte y sudaderas anchas con capucha. Había observado detenidamente su rostro, cómo sus cejas se habían enfadado momentáneamente, la determinación de sus ojos marrones enmarcados por pestañas largas y gruesas, y no había podido hacer otra cosa que mirarla. Sus labios eran gruesos con tal pasión que inconscientemente se enjuago los labios superiores. Esa era de las pocas de las que se quedaba fascinado como un grandísimo idiota.

En cuanto a las dos otras chicas, no merece la pena comentar demasiado, pues tampoco había mucha sustancia, que digamos. Seguramente lo único que necesitaban saber sobre ellas es que se llamaban April y Fran pero que en el círculo de amigos de Ben, incluyéndolo, eran más comúnmente referidas como bicho engreído 1 y bicho raro 2 respectivamente. Esas, entonces, las bichos del paseo. Una chica pelirroja le hizo seguir mirando sus caderas angostas y sentarse a unas pulgadas de él, hasta  cruzando las piernas y sobándose. Bueno, más bien una legión de ellos la miraban. Resultaba gracioso. No aparentaba ser una cualquiera o por lo menos su enorme oso de peluche no me decía más que “ternura y protección”. Se ve sola, pero teme por su hermano que él siendo el que más se queja por perderse de vista… El otro se preocupe hasta llegar a la histeria.

Suspiro, miro un rato el reloj del celular y mientras tomaba su tarro de agua se recostó sobre las maletas de ambas sombras. ¡¿Cuánto tendrían que esperar?! Ya casi media hora allí y ni avanzan.

—Hearty es él, sé que es él — Simultáneamente, intrigado por las miradas coquetas de las turistas, voltea la mirada hacia sus espaldas.

Ay que molesto…  

Dos rubias sonrojadas miraban atemorizadas su lecho y por diversión, Alec borro cualquier indicio de excitación por ver a ambas mirarle como tontas. “No me traman las chicas así, las prefiero rudas y con carácter.” Estas parecen caramelos que hostigan y te dan ganas de beberte una caneca de agua.

—No compro galletas de exploradora, niñas. Estoy ocupado.

Hearty congelada por tan bruto carácter, chilla  y se encamina hacia adelante. Sonrió divertido y le guiño el ojo a la última candidata que espantada sale corriendo en busca de los calzones de su amiga. Le escucho gritarme: “pervertido” y no dudo ni un segundo en reír escandalosamente.

—Veámosle el lado positivo a este viaje de placer… Será más placer emocional que… Bueno, ustedes me entienden.
— ¿Con quién hablas? — Ava se acerca alegremente hacía su amigo y cariñosamente lo abraza por lo hombros, empinándose y para evitar la fatiga, Alec se agacha para hacer más fácil el trabajo.

Ella le agrada, no precisamente como busca una mujer, pero le gusta.

— ¿No deberías estas estudiando? — enmarco una ceja. Ella luce emocionada por el ajetreo de adelante, seguro en cualquier momento les gritarían para subir al avión. — ¡Hey!

—Lo siento… — se sonroja y agacha su mirada—. Es que en verdad esperaba mucho por este momento, pero ¿por qué estás tú aquí? — Se encojo de hombros y apunta con sus labios a Ben que habla muy cómodamente con varios chicos. Una castaña lo mira con anticipación y por sus acciones sé que le gusto.

Qué desprovisto por parte de ambos.

Cuando él era joven y estaba en secundaria tuvo su primer amor. Era una chica muy linda y divertida, un poco torpe pero de verdad la amaba. Podría decirse que él pensaba que era la chica con la que pasaría el resto de su vida. Pasó el tiempo y tuvieron que separarse debido a que su familia se iba a mudar a otra ciudad. Decidieron seguir su relación pero la distancia probó ser un duro obstáculo. Eso no es tan relevante, bueno podría decirse que tuvo un poco que ver con lo que pasó no mucho después. Y con eso se refiere al principio de su obsesión. La obsesión por estar lo más lejos posible de las chicas y del amor muto. ¿Lo ven? Él teme por la salud emocional de su hermano, porque no acabe con la depresión de un corte de relación a tan temprana edad.

—Oye, ¿lo has visto antes? — Avalon lo jala del brazo en el que se encontraba colgada y le señala a un rubio divisado por la mitad de los jóvenes que supone vienen con ellos. Es extraño, parece alguien distinto… No por su apariencia, más bien porque lleva cosas que un homosexual usaría. ¿Qué cosas digo? Ni lo conozco y tampoco sé de su vida privada, no hay porque entrometerse.

Ayrton carraspea y todos vuelven a lo que estaban.

—No seas descortés — La riñe y se le queda viendo—. Pues no, no lo he visto en ningún lado y espero que no llegues a boca de los demás diciendo cosas que ni tu misma sabes.
—De acuerdo, de acuerdo.
—Es más, ni te le acerques. Mantengamos distancia y si trata de unirse pues tratarlo de la mejor ma… — Corto bruscamente cuando un chico moreno y con más tatuajes que los propios de Alec grita:
—Las reglas de este aeropuerto dicen estrictamente que se prohíben los “gays” — Una fila de estruendosas risas ataca al pobre hombrecillo. Él se escabulle a los baños y no lo piensa para tirar de un puñetazo al moreno cotorro. Sus ojos le dicen mil maldiciones y truena sus yucas de la nuca.

— ¿Quién carajos te crees tú para hablar mierdas que nadie sabe? ¡Eres el legador de Dios o qué! Hijo de… — contiene la palabrota y sencillamente se encamino hacia los baños de hombres. Se detiene en la puerta y... Soy imbécil ¿Desde cuándo defiendo a las personas desconocidas? Hubiera sido mejor quedarme callado y presenciar las absurdas y molestas risas. Pero algo me dice que hice bien en enfrentarlo.

Suspira y ve al pobre chico arquearse repetidas veces. Le palmeo la espalda, sobresaltándolo. Tiene un físico bastante pulido, no aparenta menos de veinte y por sus imperfecciones en el rostro sé que es cierto. Abandona sus pertenencias en el lavado, por el espejo lo mira y sus ojos vuelven a lagrimear. Reconfortarlo sería lo mejor pero no sé cómo, no lo conozco después de todo.

Camina hacia la puerta de salida y antes de irse cruza sus primeras palabras con él: —Gracias…

Ríe y solo camina tranquilamente hasta la puerta que finalmente avanza para entrar al avión. Ben le espera impaciente con Avalon, saltando los arrastro hasta adentro, sabe que les divierte esa parte de él. Pero solo lo usa cuando es una emergencia, cuando se siente solo… Cuando siente que creer que es feliz le reconfortara.


“Ojalá hubieras volcado tu mirada hacia mí al menos una vez; ojalá me hubieras escuchado, dándome la oportunidad de regalarte algo que no puedas olvidar. Pero fue imposible desde un inicio.”

Anaïs infla sus cachetes cuando finalmente termina de leer su libro. La ventanilla le emociona más no por verlo todo, sino que evita el vació en el estómago. Le teme a las alturas tanto como a los bichos y por ende prefiere tomar un barco antes que estas cosas. Saludo a algunos de atrás y a otros simplemente sigue de reojo, no muchos tienen mala pinta y parece que si habrá la típica mocosa entrometida. April mira la tarjeta que lleva en la mano y revoloteando sus ojos se sienta cerca de Anaïs, ella reza porque no sea al lado y por cosas del destino no es así, aún permanece intacto su asiento acompañante.

Que permanezca así y el transcurso de su viaje será de primera fila. El celular vibra una y otra vez, pero se niega a responderle a su hermana. Nathalie tiende a ser imperativa y impaciente, ella cree que desde que sale de su casa mágicamente ya esta en donde le ha dicho que va. Levanta la mirada hacia la entrada y solo cabezas de distintas clases se acercan a buscar sus respectivos asientos. No ve a nadie que le cause buena impresión hasta que de lejos ve a un chico castaño con un atractivo lunar en el cuello, cerca de su mandíbula.


Tenía anotado en una libreta cada uno de sus suspiros. Cuando veía el habitual cielo nublado, vislumbraba un reflejo de su alma absorbiendo sus lágrimas. Recordaba aquellos días en los que había personas que pudieran hablarle del sol en el medio del cielo, o cuando se apostaba hacia el oeste y se regocijaban del tono rosa y azul profundo. Pero ella solo veía gris. Era de esas ocasiones donde respiraba tranquilamente y esperaba por lo que podría llegar en minutos u horas. Leyó un poco de las paginas finales y con un rotulador marco las dos palabras que tanto le faltan a su vaga alma: “te amo”. Se abrazó contra el libro y la pequeña libreta.  

—Disculpa… — Anaïs giro la cabeza aun estando recostada y asintió a la pelirroja que insinuaba sentarse a su lado. Se acomodó un poco incomoda por las cosas que ella hubiera preferido. El alto reflejo del hombre atractivo atravesó la pasarela y se sentó junto a una teñida. Rueda los ojos y gruñe por lo bajo.

—Es Kevin Thales — sorprendida por la voz tan dulce que poseía la pequeña chica, sonríe agradecida por la información, más sin embargo continúo: —Tiene ciertas influencias con la gente del exterior, es adinerado y un poco bromista. No soy su amiga pero se más de él de lo que crees. No te alarmes, no soy acosadora o algo similar a eso… Conozco a alguien que esta tan interesado en él como tú.

Asiente. Pronto conciliar el sueño más de lo que imaginaba y en menos de dos horas, Courtney le enseña parte de lo que es Hawaii. El avión no para de hablar y gritar del placer de una nueva vida lejos de los lujos y del mandato. Anaïs, por otro lado no está del todo confiada. No ha dicho ni una silaba en todo el transcurso del viaje y cada vez que Court le habla ella solo corta con asentimientos o negaciones.

Unas horas más tarde, el avión que antes despegaba con miles de chicos, finalmente aterrizaba a su destino tan deseado. Sonrió al escuchar las bromas de los hombres de atrás y uno en particular me hace dar escalofríos. “Es el destino final, ahora explotara el avión”. Para algunos fue gracioso y para otros fue tan aterrador como las turbulencias.

Se sostuvo del brazo de Courtney hasta que el capitán dio la orden de bajar con las pertenencias. Desesperados por salir todos se tropezaron en la entrada e hicieron conmoción con otros pasajeros que iban del otro lado. Agazapada por la estampida de adolescentes, Ana salió de mano con Courtney hasta recoger sus partencias.

—Hemos llegado, chicos — Hablo animadamente el conductor del viaje y se cubrió por los grandes aplausos ante tal majestuosidad. Todo parecía irreal y más que todo porque te hace sentir como en las fotos vintage. Hablando de fotos, Anaïs tomo su celular y sin detenerse comenzó a fotografiar hasta las mascotas. Paso un buen rato con los jóvenes y más con Courtney que finalmente reconoció las primeras palabras que cruzaba con ella.

Fue bueno hasta cierto punto, cuando Kevin la vio y esta no tuvo más escapatoria que esconderse tras la pelirroja que no se detenía de mirar a todos los rincones de la calle. Dos personas detrás de ellas iniciaron conversaciones incomodas sobre las cosas asquerosas que harían y por supuesto, prefirió andar de gancho nuevamente con Court.

—Estos son Ben y Alec — Hizo la cabeza hacía atrás para señalar a los dos chicos idénticos, tomando de la mano a una morena muy bonita que no paraba de sonreír. Una punzada de envidia me ataco. Court continuó: —Ella es Avalon, es cercana a Alec y poco con Ben. No sé con exactitud porque, después ganaras su confianza y créeme que será genial.  

— ¿Cómo sabes tanto? — Ella sonrió gustosa pero no respondió.

Se detuvieron en una parada de buses turísticos y luego de una llovizna de fotos hasta con un florero, consiguió ser cercana con la mitad de la gente. Su nuevo objetivo era llegar a los gemelos, en especial con el más jovencito. Ben sonreía con tal pureza que atraía hasta a los postes de energía. A pesar de ser iguales, Alec solo demostraba ser el causante de miles de problemas y ya se vía involucrada en todo eso.