Around the world.

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sheille morrison | james kennedy

La pequeña y fría Sheille se encontraba tocando ese hermoso mármol que ocupaba la pared, posaba sus finas manos en él, con una delicadeza entera. No era de esperarse, pues su admiración caía más en la madera, y eso era algo que agradecía James. Aproximadamente un mes que ambos viven juntos, en un pequeño departamento de Nueva York, pero obviamente cargaban con las llamadas familiares. "Cada Viernes a la noche, cena con familia. Primera semana, familia de James, segunda semana, familia de Sheille." Así era como lo recordaba la rubia, sabiéndolo desde los 16 años. Era algo tedioso para ambos, pero los jóvenes disfrutaban algo de la compañía casual, pero no disfrutaban la de ellos mismo. Algo raro viniendo de dos personas alegres de por si, aún así, algo les pasaba. No era más que un simple cambio de hormonas, podría seguir molestándolos hasta el día que dejen de respirar. 

Oh no iba a negar lo nerviosa que estaba. Hawaii no era un lugar muy favorable para ella. Es de esas personas que prefieren un viaje a Polonia, donde el frío abarca y tu mejor amigo es un café. No veía historia en Hawaii, por lo que el interese no llegaba al punto máximo. Prefería ir a Alemania, visitar los museos, esas pequeñas cosas que para ella son enormes. Dentro de todo, estaba asustada, tal vez no podría socializar con todos los chicos del viaje. Sí, se llevaba bien con ellos, en especial con Alaska, una de sus amigas, pero la timidez caía en ella. 

—Bien, iré a hablar con los demás chicos, ya sabes, prepararnos para el viaje. ¿Tienes todo listo? ¿Te encuentras bien?—preguntó el chico de ojos celeste, fiel compañero de Sheille.

—Sí, estoy muy bien, es sólo que..—su mirada paró al suelo, y sus frías manos a los bolsillos de su saco. Estaba más frívola y nerviosa de lo normal. Sabía perfectamente que ella no era así. ¿Dónde había quedado esa hermosa chica que solía reírse y saltar en las fiestas, que corría y corría y era capaz de subirse al auto de un policía por ebriedad? No era vulgar, sabía cuidarse y ser fina, pero el alma de fiestera se había ido, y le preocupaba pasar todo ese viaje asustada.

—Escúchame Shei, no vas a volver a ponerme esa cara durante el viaje porque no estamos para caras largas. ¡Es un viaje de primera! ¡A Hawaii! ¡Ánimo! Debes soltarte un poco, vestirte más fresca, ¿segura que quieres hacer esto?—posó sus manos en los hombros de la delgada joven. 

—Esta bien, pero ¿me prometes que vas a estar conmigo siempre?—

—Claro, sí.. ¡claro que lo prometo! ¿Vamos?—

—Sí, pero deja de mirarme así.—soltó risas contagiando a su gran amigo. Sin duda, ya estaban listos.

El viaje no era algo de esperarse, en si, estaba lleno de diversión. La joven Morrison sólo se sentó en su asiento, tranquila, mientras que los demás chicos bebían y bromeaban entre si. No iba a negar que quería festejar con ellos, pues así era su metabolismo acerca de este viaje, festejar. 
Estaba segura de que al llegar a la playa, ahí volvería a ser esa Sheille alocada, rebelde, seductora y apasionada. 

Risas, latas de coca-cola, trajes de baños. Oh, que linda manera de sentirse libre, todos esos jóvenes que se encontraban perdidos ahora estaban juntos por una misma razón, abandonar esa manera de sentirse abrumado. -Sheille estaba corriendo con las demás chicas por la arena suave, podía observar desde lejos a su viejo amigo, James. Le sorprendía el cambio que había logrado, tal vez ya no era el chico manipulador y raro que conocía, tal vez comenzaba a ser como ella, rebelde y libre. No le molestaba que se encontrara más suelto, hablando con chicas y divirtiéndose, sólo le parecía extraño. Antes tocabas un mechón se su cabello y era capaz de golpearte. Ahora se encontraba más sarcástico, sencillo y despreocupado.

Ya era tarde, demasiado como para andar riendo por la playa. La casa en la que se habían alojado con quedaba tan lejos, y uno de los chicos del grupo decidió hacer una fiesta, de esas cuales no sabes si vas a despertar al siguiente día por lo que pasarla "bomba" era lo ideal. Shei no podía quitar de sus pensamientos tantas cosas, por primera vez nerviosa por una fiesta. "Aquí estoy, amigo, para celebrar una fiesta, la mejor posible mientras viva en la tierra. Creo que ese es también tu deber." 
Sus amigas ya estaban preparadas antes que ella y los chicos llevaban el nivel alcohólico por los codos. Cabe a destacar que ni siquiera empezaba la fiesta. Dentro de todo se estaban divirtiendo, y eso había que hacer, divertirse, juntos. 

—"Los cuatro acuerdos: sé impecable en tus palabras, no te tomes nada personal, nunca hagas suposiciones, siempre da lo mejor de ti y seamos todos felices con estos cuatro acuerdos." ¿Recuerdas Sheille? ¿Lo tienes presente en tu cabeza?—pensó en voz alta la joven, mientras caminaba por el pasillo y tambaleaba sus pies. Las luces resaltaban más que un festival de música, ya había cierta cantidad de personas como para llenar una ciudad entera y los vicios no se escondían. 

—¡Eh! ¡Pequeña! ¿Cómo estas?— ahí estaba, su amigo. Ese chico tímido y tranquilo se encontraba sin playera, repleto de besos y con un baso de quién sabe qué en la mano.

—No, no James, estas ebrio.—tomó su baso y lo dejó en uno de los escalones de la escalera del pasillo. Luego posó sus manos en los hombros del joven y tirando de este, se sentaron en el suelo.

—¿Yo? ¡¿Ebrio?! Estas bromeando. Por débil y pequeña, oh flor del paraíso, cabías en el vértice del corazón en fiesta que te quiso.—James comenzó a balbucear citaciones acerca de las fiestas con los ojos cerrados y con las manos en el aire. Era de sospechar que su amigo había ingerido ciertas sustancias, pese a su estado, que no era nada bueno.—Sabes, dentro de todo sigo siendo el mismo, ¿y tú?—

ñeñeñ.:

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Avalon Richardson | Noah Richardson | Kevin Thales |

Ya eran las altas horas de la noche, por no decir muy temprano en la mañana, y la casa aún guardaba la alta música y los adolescentes que disfrutaban de su primera noche de diversión sin límites.

A pesar de todo, Ava estaba más que cómoda en su nueva habitación. Nunca le había molestado el ruido de todas maneras, así que leer mientras los parlantes resonaban por todo el lugar no le resultaba ningún problema, no obstante, no podía obviar esa pequeña presión de dolor que se mantenía constante en su cabeza. Más de una vez su puerta había sonado y la manija se había movido al intentar se girada. Esas veces agradeció más de una vez haber puesto el seguro ya que lo que menos necesitaba era que alguien entrara en su habitación, alguien que hubiera tomado más copas de la que en realidad debería.

Por más que intentaron, nadie logró sacar a Ava de su habitación después de que la fiesta hubiera comenzado. Ni siquiera Alec lo había logrado. Simplemente ella no pertenecía a ese ambiente, y siendo honesta, no quería llegar a pertenecer a el.

El sonido de su celular la distrajo de sus pensamientos. Al tomarlo en sus manos, miró como la pantalla mostraba un nuevo mensaje de su madre. Era el décimo que llegaba a mandarle, sin contar las infinitas llamadas que no dejaron de llegar hasta hace unos minutos. Evitó entrar a la aplicación de mensajes, logrando así que su madre no se llegara a dar cuenta de que siquiera los había visto. Sabía que debía deshacerse del teléfono, o al menos eso le habían dicho que debía hacer, pero algo se lo impedía.

De todas maneras, nunca llegaría a arrepentirse de su decisión, sabe que hizo lo correcto, ambos lo hicieron. Ella no iba a permitir que su hermano pasara un solo segundo más en esa casa al momento de que supo que tenía un plan de escape. Otro mensaje alumbró la pantalla.

La presión que sentía en su pecho creció, sabía que su madre la amaba, sólo que no lo hacía de la manera que debía hacerlo. Simplemente no era suficiente. Aunque nadie nunca llegó a saber los verdaderos problemas que mantenía su pequeña y “perfecta” familia, sabía que nadie nunca llegaría saberlo, al igual como también sabía que las otras personas no tenían por qué sentir lastima de ella, no quería que la sintieran.

Dejó el libro a un lado y junto al celular. Se acercó a su maleta, cambió su piyama por unos pantalones cortos y una sudadera y agarrando el teléfono de nuevo, salió de su habitación, colocando el seguro al estar fuera. Se acercó a la puerta de la habitación de su hermano, sabía que él estaría allí ya que tampoco le agradaban las fiestas, pero luego de dar el primer golpe, se arrepintió de haberlo hecho. Se había prometido que alejaría a su hermano de su familia, y tenía planeado cumplir esa promesa. Corrió por el pasillo antes de que Noah abriera la puerta y empujando a algunas personas logró salir de la casa.  

Llegó a la playa un tiempo después, esta estaba oscura en su mayoría, pero las luces de los hoteles de la costa le permitían ver perfectamente el océano y la arena que comenzaba a sentir bajo sus pies. A unos metros suyos visualizó un basurero y caminó hacia el, tiró el teléfono, cuya pantalla aún mostraba los nuevos mensajes y caminó lejos del bote de basura, ignorando cualquier llamada o mensaje que continuara perturbándola.

Al momento de salir del baño, miró a su hermana tocar la puerta de su habitación. Antes de poder hablar, ella corrió de allí. Noah frunció el ceño y siguió el paso de su hermana. Siendo detenido por algunas personas al llegar abajo. Devolvió sus saludos y las sonrisas, pero nunca perdió de vista a Avalon. Al lograr salir de la casa, se alegró al ver que ella no había corrido, al contrario, caminaba más lento de lo que normalmente lo hacía. La siguió sigiloso, la curiosidad y la preocupación impidiéndole darle su espacio.

Aún no entendía que sucedía, el día había sido más que perfecto, el lugar era hermoso y las personas más que divertidas, sin contar el hecho de que podía estar más tiempo con sus amigos del que antes podía llegar a tener. Al ver el teléfono en las manos de su hermana supo la razón de su estado. Ambos habían acordado dejarlo en su vieja casa, pero sabía que era más difícil para ella despegarse de su mamá, aunque Avalon era lo suficientemente testaruda como para llegar a aceptarlo.

Notó el pequeño brinco que dio su hermana cuando se sentó a su lado en la arena, claramente sorprendiéndola.

– ¿Estás bien? – le preguntó al no saber que más decir.
– ¿Por qué no lo estaría?
– Ava…
– Noah, estoy bien. Siempre lo estoy. – la última frase la dijo como un susurro, provocando que Noah dudara de que la palabra llegara a ser articulada, por lo que no dijo nada al respecto. Pasó un brazo por los hombros de su hermana y besó su frente.

– Algunas veces parece que eres el mayor. – ella rió provocando un pequeña sonrisa Noah.
– Algunas veces te comportas como una niña pequeña y testaruda, por lo que tengo que serlo. – ella lo miró atónito y mantuvo el silencio, dándole un pequeño golpe en el hombro. Amaba que la tensión hubiera desaparecido y agradecía que el humor que se mantenía constante entre él y Ava hubiera vuelto, pero temía que debía romperlo por unos segundos de nuevo. – Este es nuestro nuevo comienzo Ava, tu misma lo dijiste, tú y yo. Como siempre ha sido.

Kev podía afirmar que se alegraba de estar completamente sobrio en este momento. Era más que divertido ver las estupideces que los demás hacían en estado de embriaguez. Aunque todos creían que lo que sostenía en su mano era un vaso con cualquier contenido a base de alcohol, se equivocaban. Era un vaso de agua, al contrario de los demás, el no necesitaba estar borracho para hacer estupideces, ya las hacía sin ayuda del licor. Probablemente el único que sabía cuál era el verdadero contenido de su vaso era Jess, ya que este lo conocía bastante bien para saber que su amigo no tomaría. No era que a Kevin le desagradaba el licor, pero prefería estar lúcido y acordarse de sus idioteces al día siguiente.

Por cuarta vez en la noche, sus ojos enfocaron el cuerpo de la castaña. Desde el día del aeropuerto le había llamado la atención. La forma en el que se escondía de él le resultó extraña. No estaba acostumbrado a eso. Le pareció tierno y un poco adorable de su parte, aunque algo dentro de él le decía que estaba equivocado, se negaba a escucharla. Estaba más atraído de lo que debería, no obstante, se negaba a aceptarlo.  

Irónico, se alejaba de casa para apartarse de una chica y al llegar acá se encontraba con otra.