fake boyfriends.

Caminé por los anchos pasillos con mis cuadernos y libros pegados al pecho, una sonrisa estúpida en la cara y la mirada sin un punto fijo.
Toda mi vida había soñado con el amor verdadero, desde pequeña, hasta mi actual edad. De enana era mucho más soñadora, esperanzada, e incrédula que ahora, claro, pero mi pensamiento acerca el amor no ha cambiado demasiado. Mas en mis primeras dieciséis primaveras jamás había tenido suerte con el tema; pretendientes de sobra, pero ninguno lo que buscaba y esperaba. Ahora todo había dado un giro de 360º, por más que fuera ilegal, estaba totalmente en las nubes, y demás está decir que enamorada también.
Toqué dos veces antes de entrar, y miré para ambos lados, no había nadie. Un "adelante" se oyó del otro lado, y mordí mi labio inferior, girando de la perilla. Una vez dentro cerré la puerta, y apoyé mi espalda en ésta, sonriendo.

―Te extrañé. ―murmuré, y caminé hasta su escritorio, donde él yacía detrás de éste.
―Acordamos encontrarnos en ambientes no-escolares. ―pronunció algo enojado, y se quitó las gafas.
―"Ambientes no-escolares" ―repetí sus palabras, en tono burlón y con gesto inmaduro― Vamos, todos se han ido ya, creo que eres el único nerd que se queda aquí corrigiendo exámenes. ―me crucé de brazos, sonriendo.
―Te sacaste una "A+" ―sarcástico, levantó aquel papel con escrituras impresas, mas nada con mi letra― Reprobaste, Katherine, de nuevo. ―volvió a dejar la hoja sobre aquella madera oscura en forma rectangular.
―Wow, la escuela sí que te afecta. ―abrí más mis ojos, haciendo notar que estaba irritada, y me di la vuelta.

Segundos después, antes de que mi mano hubiera girado por completo el picaporte como lo había hecho minutos antes, las manos de Will rodearon mi cintura.

―Nunca falla. ―susurré, sonriendo, y giré encontrándome con sus ojos color turquesa fijos en los míos.
―También te extrañé, Kat, ―me imitó, y unió nuestros labios en un corto beso― pero sabes que ponemos demasiadas cosas en riesgo con nuestra relación.

No respondí, sabía que era arriesgado, sobre todo para él, pero lo repetía cada dos por tres. Sí, podía perder su carrera, y hasta ir a la cárcel, mas arruinaba todo cuando me lo recordaba. Lo amaba, estaba enamorada, y una niña de diecisiete años teniendo un romance con un profesor de veintisiete no es bien visto por la sociedad, ni por nadie. A mí personalmente me parecía una perfecta estupidez, si las intenciones del docente son buenas y no perversas, hay que dejar que sea y no interferir.

―¿En qué piensas, amor? ―cerró con seguro, y me dirigió hasta su acolchonada silla de cuero negro.
―En nosotros. ―solté sin más, sentándome en su regazo, con mi brazo derecho rodeando su cuello, mientras me abrazaba.
―No pienses en el futuro, ni que lo que hacemos está mal.
―Soy una roca en tu camino, Will. ―mis ojos se humedecieron, mas no lloré, no lo hacía desde pequeña y no lo haría ahora. ―Sería al revés, cariño ―pronunció sonriendo― No es momento, Kathie, quiero estar contigo y olvidarme del mundo, como lo hago desde que te conocí, desde otra perspectiva. ―y con ello se refería a no cómo alumna, si no como algo más íntimo.
―¿Cómo haces para estar tan calmado? ―me paré, y caminé de lado a lado― ¡Yo quisiera gritarle al mundo que nos amamos, y que nos importa un maldito bledo lo que piensen! ―vociferé, levantando los brazos, y reí. Aveces podía llegar a ser tan infantil y cursi.

El resto del tiempo, que no fue mucho ya que mi madre comenzaría a preocuparse, estuvo repleto de chistes, cursilerías y recuerdos. Rehíce mi examen, con su ayuda, y hablamos de cenar en su casa aquella noche. Al invitarme a su hogar, me estremecí, sabía que Will tenía excelentes intenciones conmigo, pero no se compara su experiencia con la mía, agregando que yo sigo siendo virgen. Pero al notar que estaba incómoda, cambió de inmediato nuestro tema de conversación.
Su carisma, y bondad eran increíbles, sumado a que era un perfecto caballero, solo su mal carácter y frialdad interferían aveces, pero desde un principio trató de omitir aquellas facetas cuando estaba conmigo. Según él, yo había cambiado su rumbo, y pretendía llegar hasta lo más lejano junto a mí. Lo más tierno que me ha dicho desde que nos conocimos.
Aún sigo pensando como llegamos a esto, como llegó a conocerme de una forma peculiar y tan extraña, obligando a  quererme a mí misma, demostrándome que no todo estaba perdido.