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barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
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Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
¡Qué idea tan más preciosa, Ann! Tú y yo ha hemos hablado, si no más recuerdo. Soy Mariella y me puedes decir Marie o cómo se te pegue la gana jsdfhkdf. Es una muy bonita trama y me enamoré y, me iré por Niall aunque aún pienso en quién será la chica. Así que lo más seguro es que te deje la ficha en un rato. Uh, no soy mucho de ver televisión pero, me gusta como actúa Paul Rudd, Jennifer Aniston, Jennifer Lawrence, la hermosa Shailene Woodley, idk.
wanweird
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
Britt
† Nombre: Brittany Ann O'Connell.
† Edad: 18 años.
† Chico: Niall Horan.
† Representante: Alexis R.
† ¿Quién trabaja en el circo? El chico trabaja, la chica es la alumna.
† Escrito de tu autoría en spoiler:
- Breakaway:
- —Glenn, no me voy a ir por siempre… —me susurró cerca del rostro. Su aliento, que siempre recordaría, olía a cola de cereza y a menta. Sus manos, siempre suaves, de dedos largos y uñas cuadradas, los lunares esparcidos en su rostro y espalda… y otras partes que aún no exploraba con gran magnitud, eran los factores que siempre tuve en mente. Y ni hablar de su voz. Él tenía una voz armoniosa, levemente rasposa, suave, masculina y bonita para ser un adolescente, y su risa siempre tan catártica y contagiosa aún me saca muchos suspiros y sonrisas. Pero era tiempo de disidir de él y aferrarme a los recuerdos tan agradables que pasé a su lado.
Con el rostro empapado de lágrimas, resoplé e hipé para recuperar el aliento. Las despedidas nunca se me habían dado bien, y despedirme de él fue la segunda cosa más espantosa por lo que pasé. Pese al peso de dolor que sentía en el pecho y el nudo tremendo en la garganta que me dificultaba respirar, tiré de las esquinas de mi boca y sonreí con la mayor sinceridad que pude. Pensando en que él estaría bien, sería feliz y conformándome con su felicidad y quizá las postales y las cartas que me enviaría de Nueva York.
—Estoy bien, Niall —murmuré con voz nasal y continúe con mi intento fallido de sonreír, mis ojos volvieron a inundarse de agua ocular y continúe inhalando una buena cantidad de oxígeno para espantar la amargura que me había arraigado. Sus siempre brillantes ojos azules, esos ojos que aún me persiguen en sueños, habían dejado de ser los halos que hacían de mi vida alegre y con esperanza. Él, con lágrimas contenidas en ellos y los ojos opacos, me miró por última vez y estalló en llanto, un llanto tan desgarrador que no hice más que sollozar a su lado y aferrarme a su cuerpo delgado. Nos abrazamos con tanto amor que mi estómago se inundó de mariposas que me hacían cosquillas por doquier, mis mejillas se incendiaron y me aferré a su camiseta blanca —que ahora tenía la evidencia de mi tristeza— y lloramos por mucho tiempo hasta que no podíamos si quiera respirar.
—Perdón —susurró, alejándose un poco de mí y pasando las manos por sus mofletes. Yo cogí el cuello de mi camiseta rosa y la tiré hasta poder utilizarla de pañuelo. Sequé mis mejillas y ojos y suspiré. Estaba derrotada.
—Tus padres están esperanto por ti, Niall —susurré. Mi voz estaba irreconocible. El volteó a ver dónde mi mirada se dirigía y prácticamente se desinfló. Encorvó su espalda y comenzó a juguetear con sus dedos, observando la textura del tronco donde nos habíamos sentado.
—No quiero irme, Glenn —nuestros ojos se encontraron y el corazón se me hundió en el pecho. Dolía saber que él tampoco quería dejarme. Suspiré por sexagésima ocasión y sonreí tristemente. Pasé el dorso de mi mano por su suave mejilla sonrosada y mis ojos volvieron a humedecerse. Lo amaba tanto y hasta ahora me daba cuenta. Amaba cuando sonreía con todos los dientes. Amaba cuando se ruborizaba. Amaba cuando se doblaba prácticamente hasta el suelo por reír. Amaba cuando me defendía, cuando me arrullaba en las noches mientras lloraba por la pérdida de papá, cuando me defendía de los chicos de la escuela, cuando me traía chocolate a escondidas… amaba cuando me abrazaba, amaba su capacidad de desaparecer todo alrededor y hacerme sentir única. Amaba todo de él. Y aún lo amo… creo que más que antes.
Tiré de mi mano de vuelta a mi regazo y sus palmas encerraron mis mejillas. Inmediatamente volví a perderme en sus impolutos ojos azules y mi corazón se aceleró como un motor de carreras. El claxon del todoterreno último modelo de sus padres sonó muchísimas veces y la voz de su madre gritando que era hora de irse provocó que mis labios temblaran.
No quería que se fuera.
Finalmente, en un acto sin precedentes, su boca estaba pegada a la mía y nuestra respiración se volvió agitada. Cerré los ojos, sintiendo el calor de mis mejillas viajar hasta la punta de mis orejas y fruncí los labios, en busca de algo más que un roce. Inclinó ligeramente el rostro y atrapó mi labio superior entre los suyos. Me besó con tanta delicadeza, tanta ternura y amor que lágrimas traicioneras rodaron por mis mejillas hasta perderse entre nuestras bocas. Enredé mis brazos en su cuello y sentí la humedad de sus mejillas cubriendo las mías con totalidad.
Nos separamos, con la respiración superficial, los ojos llorosos y brillantes y finalmente sonrío tímidamente. Me acerqué a sus suaves y deliciosos labios rosados y dejé un último beso sobre ellos.
—Te amo Glenn Martin —pterodáctilos suplieron a las mariposas y solté una vergonzosa risa nerviosa y aguda. Cubrí mi boca con ambas manos y me acerqué a su oído.
—Te amo también, Niall James —besé su mejilla y suspiré aún cerca— Siempre —susurré.
Nuestros rostros se partieron en dos —literalmente— con las bobas sonrisas que provocó nuestra confesión y nos pusimos de pie. Alcé el rostro, echándolo ligeramente hacia atrás y me perdí por última vez en aquellos ojos perfectos que ni un ser humano en la faz de la Tierra poseía. Enredamos nuestros brazos alrededor del cuerpo del otro y tallé mi mejilla contra su pecho, sintiéndome por última vez en el hogar al que siempre pertenecí y ahora añoro. Finalmente, tomados de las manos, caminamos hasta la entrada de la gran hacienda de los Horan y su padre volvió el motor de su gran coche a la vida. Apreté su mano por última ocasión y él se montó en el asiento trasero, bajó la ventanilla y cogió el colgante que mi Nana nos había obsequiado. Tomé entre mis pequeñas manos la mitad del yin yang y mis ojos volvieron a nublarse como si de una tormenta se tratase.
—Nos volveremos a ver Glenn, te juro que volveremos a encontrarnos —sonreímos a pesar de las lágrimas escurriéndose sobre nuestras mejillas y asentí febrilmente, sintiendo ya el vacío en donde está el corazón. Aferrándome a sus promesas y a la ilusión de volver a encontrarme con Niall Horan. El único chico al que había amado y al que siempre amaré.
—Te amo Niall —susurré y agité la mano libre, despidiéndome. El hizo lo mismo y achinó los ojos intentando escapar de las lágrimas.
—Yo más, Glenn… te extrañaré —el coche comenzó a andar sobre el camino de terracería y comencé a correr a su lado, con un dolor indescriptible en el pecho y llorando como hacía algunos meses había llorado por Albert Martin. Su cabeza se asomó por la ventanilla y continúe corriendo tras el coche, llenándome de tierra y sollozando como nunca. Gritó muchas veces que me amaba y yo le respondí que lo amaba también y lo amaba más hasta que sus gritos se alejaron y se perdieron entre la vereda de árboles para abrirse camino a la carretera. Tiré de mis rodillas al suelo y cubrí mi rostro con las manos, tratando de ser un poco menos miserable. Sabía en ese momento, que el pequeño Niall James Horan Gallagher jamás se saldría de mi corazón y siempre viviría en mis recuerdos.
—Hija, ¿me echas una mano por aquí? —escucho la voz estridente de mamá en la lejanía. Parpadeo, alejando la humedad de mis ojos y me pongo de pie, sacudiendo el polvo de mis vaqueros. Troto sobre las escaleras de la entrada principal y atravieso el portal, escuchando esta vez más alto y molesto el grito de mamá pidiendo ayuda.
— ¡Ya voy! —grito con una sonrisa en el rostro, negando con la cabeza y dirigiéndome al casón.
Mamá está montada sobre una de las ornamentadas sillas de madera del comedor principal, pasando el plumero sobre el final de uno de los enormes muebles de madera lustrosa y cara. Lynda Martin es una señora pequeña de estatura, ligeramente rechoncha, de mejillas siempre rosas, sonrisa amigable, pispiretos ojos grises y cabello tipo Dora la Exploradora teñido de color miel. Suelto una carcajada en cuanto la veo y ella me observa desde arriba, intentando pero fallando fulminarme con la mirada.
—Deja de reírte a mis expensas y móntate que tengo que limpiar este… maldito —murmura como queriendo no decirlo y se baja de un salto— Mueble.
—Deja de intentar maldecir y expresarte con malas palabras —pongo los ojos en blanco y me subo a la silla, cogiendo el plumero de las manos de mamá y limpiando eficazmente la zona polvorienta— Cada que intentas ser ruda terminas de rodillas en la capilla rezando el rosario y pidiendo perdón por ser una pecadora —escucho su risita reprimida y me da un ligero azote en el trasero.
—Cállate, niña, y ponte a limpiar el resto que tu pobre y enana madre no alcanza esa magnitud de alturas —resopla divertida y se va tarareando no sé qué a la cocina. Me río por última vez y continúo con la limpieza.
Mi mamá es genial. La amo más que a mi vida. Después de que papá falleciera por un repentino ataque al corazón, dejándonos solas a mí, a ella y a LeAnn —la menor de los Martin—, se hizo invencible. Lloramos mucho, sufrimos aún más, pero ella se las ha sabido apañar por su cuenta para que a mí y a mi hermana no nos falte nada.
LeAnn es un tanto exasperante, suele estar de mal humor todo el tiempo, cuando está de buenas no sabes qué es mejor —que tenga su cara de perro rabioso o esté jodiendo como una hiena—. Exige más de lo que mamá puede y ella, con tal de hacer feliz a la pequeña llena de hormonas y pubertad, la consiente. Tiene más ropa que buenas notas —toda ella de marca reconocida—, aparatos electrónicos por los que los chiquillos hacen rabietas para conseguir y ese tipo de modas tontas que la sociedad ha adoptado.
Con gotas de sudor bajando por mis sienes, suelto una bocanada de aire y me siento en el lugar donde mis pies estuvieron antes. El clima de Texas es nocivo para la salud; bueno, eso es muy extremista… pero hace un calor de los mil demonios. Atender el campo y mantener limpia una de las haciendas más reconocidas en todo Silver Spur no es una tarea sencilla. Pero mamá es algo así como la capataz de aquí. Emma Horan depositó su entera confianza cuando papá falleció y mi madre quiso hacerse cargo de la hacienda, claro que hay capataces en cada campo importante del terreno de los Horan, pero mamá puede dar órdenes a cada ser humano que trabaja dentro de estos millares de hectáreas.
La hacienda Horan consiste en el cuidado de reses. De aquí se exportan vacas, toros y bueyes para las empresas que sacrifican a los animales para hacer carne. Una de las mejores en todo Texas y Estados Unidos, sobra decir. También las vacas donan —contra su voluntad— la leche de sus ubres para alimentar el país, además de que hay millones de árboles frutales y sembradíos que hacen que los Horan ganen dinero a borbotones y vivan como reyes en Manhattan.
Suelto un suspiro de frustración.
Odio amar a Niall aún. Han pasado largos y tortuosos ocho años desde que se fue muy lejos de mí. Pero aún puedo sentir su beso en mis labios, sus brazos en mi cuerpo y su intensa mirada inocente en la mía. Está bajo mi piel, y, a mis ya veintiún años de edad, no he dejado que ni otro chico supla el lugar de mi amado. En ni uno de los aspectos. Mientras las chicas de mi edad salen de juerga por las noches, se emborrachan y tienen sexo como si fuera una religión, yo mantengo los ojos en mis libros, estudiando, ayudando en el mantenimiento de esta casa y tratando de ser feliz junto a mi pequeña familia. Así es la vida y así quise ser desde el primer instante en que salí del útero de mamá.
Echó mi halo de cabello castaño oscuro detrás de la espalda y llevo la silla de regreso al comedor, sacudiendo con el plumero la tierra que desprendieron mis Chucks y guardando dicho material en el cuarto de limpieza. Me inclino en la entrada de la cocina, cogiendo las vistas de la puerta entre mis manos y veo a mamá revolviendo en una hoya. Huele a estofado de res con vegetales.
Mi favorito.
—Mami, iré a dar un paseo con Dolly a los alrededores, ya está atardeciendo y hace mucho no veo la puesta del sol —mi voz con un matiz de súplica. Mamá vuelve el rostro con una sonrisa tierna, camina hacia mí y se pone de puntillas a plantarme un beso en la frente.
—Ten cuidado, mi pequeña y hermosa Glenn —suspira y nos abrazamos ligeramente. Mis ojos se humedecen, odio ser tan sensible. Acomodo una sonrisa en el rostro y parto directo a las caballerizas.
Dolly fue mi primer yegua. Papá la compró para mí cuando recién cumplí los catorce años. Acaricio la zona detrás de sus orejas y me pego a su hocico, dándole cariñosos besos sobre su pelo color caramelo. Ella me hace sus tiernos sonidos y pongo la silla de montar en su lomo. Me monto en ella y cabalgamos a paso suave rumbo al monte, donde el pasto verde brilla por el sol y el aire golpea de lleno en mi rostro, llenándome de tranquilidad y serenidad. Descansamos debajo de la copa de un enorme almecino y observo al sol esconderse detrás de los cerros y el cielo opalescente colorándose de rosados, naranjas y lilas. Por primera vez en mucho tiempo siento ese cosquilleo de felicidad y me dejo serenar bajo el cielo perfecto. Amo vivir aquí, no cambiaría mi vida por nada del mundo —sólo que papá viviera aún— aún era pequeña cuando el partió. Una adolescente a punto de llegar a los quince, llena de sueños y metas y que pierdas a tu padre de una forma atroz, no fue un muy bonito el sentimiento. Pero no hay vuelta atrás.
De regreso a la hacienda, un poco decaída después de revivir momentos infelices de mi vida, cabalgamos hasta llegar a la entrada principal del terreno. Pasamos el largo sendero de terracería donde una vez corretee el auto del chico que amo y sonrío de medio lado. Atravesamos el “Bienvenido”, que es un arco de acero con letras esculpidas entre dos líneas curvas y levanto el rostro, encontrándome con un lujoso BMW color plata estacionado frente a la escalinata de la casa. Frunzo el ceño y me acerco poco a poco, con el corazón retumbando como loco en mi pecho, arañando mis costillas.
De pronto, una cabeza rubia voltea a todos lados desde lo más alto de las escaleras y sus ojos se encuentran con mi mirada perpleja.
Es él.
Lleva el cabello más corto de los lados, con un gracioso copete curvo sobre su cabeza. Su cabellera no es igual de clara, pero mechones rubios y castaños bailan sobre su cabeza-toda-mandíbula-cuadrada, pómulos altos, cejas pobladas y nariz prominente. El corazón me sube directo a la garganta y me odio ahora por no llevar nada de maquillaje —aunque no lo sepa manejar muy bien— ni una camiseta más linda. O el cabello limpio y arreglado. Suspiro y bajo de Dolly, diciéndole que se quede allí, sea buena y no vaya a pastar.
El Niall que está como estatua sobre la loseta de las escaleras no es muy parecido al que vive en mi memoria. Este Niall está guapísimo, parece artista de la televisión. No es que el Niall de quince años del que me enamoré haya sido feo, pero este está cambiadísimo. No es el mismo niño con cara de bebé y travesura. Pero es condenadamente caliente como el infierno.
Lleva bonitos y finos pantalones de mezclilla, nada ceñidos, que caen por sus caderas. Unas zapatillas deportivas Vans negras y una camiseta de algodón de cuello V del mismo color. Bíceps abultados, hombros anchos y cintura estrecha se esconden debajo de una fina tela. Mis mejillas se colorean con un fuerte rubor carmesí y sonrío con todos los dientes. De pronto nos vemos corriendo como dos idiotas, él bajando los escalones y yo atravesando el tramo, hasta que nos encontramos a unos metros de su coche y nos fundimos en un abrazo.
Huele delicioso.
Sigue oliendo a Niall. Paseo mi nariz por su pecho y cuello y noto el agradable aroma a colonia cara y su humor, el mejor olor en el planeta. Sonrío contra su camiseta y refuerzo mi agarre en su espalda, sintiendo músculos que antes no había moverse con flexibilidad debajo de mis antebrazos.
—Glenn —susurra, escondiendo la cara en la curva de mi cuello y depositando castos besos en la zona sensible de mi oreja, haciéndome cosquillas con su nariz y repartiendo un sendero de besos dulces hasta mi mandíbula y mejillas. Nuestros rostros quedan a escasos centímetros de distancia y sus claros ojos azules me observan con amor. Ese mismo amor que hubo cuando dijo por vez primera que me amaba. Sonrío bobaliconamente y él también, mostrando dientes perfectos y blancos, de seguro después de utilizar alguna mierda de ortodoncia como yo y me regodeo en mi felicidad.
Al fin.
Su voz es tan masculina y sexy, igual de pasiva y bonita, pero ahora reverbera por su pecho, su manzana de Adán se mueve conforme gesticula o hace muecas con su boca. Oh, su boca cincelada, rosada con apetitosos labios llenos y medio delgados. Esos labios que se llevaron mi primer beso. Vuelvo a ruborizarme violentamente y aprieto mis brazos alrededor de él, paseando mis manos desde su cintura hasta enredarlas entre su suave cabello rubio.
—Te extrañé jodidamente mal, Glenn —cierra los ojos y apoya su frente contra la mía, respirando de manera superficial. Relamo mi boca y muerdo ligeramente mi labio inferior, observando de cerca los rasgos suaves de su rostro, como de príncipe encantador.
—Te tardaste mucho en regresar, Niall —le digo en voz baja, perdida en el vaivén de su pecho contra el mío. Suple la frente por su boca y me da un beso, aplastándome contra su cuerpo delgado y trabajado. Está muy guapo y cambiado. Pero sigue siendo mi niño. Mi Niall.
—Estás hermosa —murmura y vuelvo a ruborizarme— Soy un afortunado, ¿a que sí? —se ríe ligeramente y mis ojos se empañan. Oh, cómo extrañé esa melodía. Me río también y lo aprieto contra mí. Al fin lo tengo conmigo, mi sueño volviéndose realidad.
—Estás muy guapo —murmuro también y sonrío contra su pecho, los casi inexistentes vellos dorados de sus pectorales haciéndome cosquillas en la mejilla— Mi pequeño —susurro, y siento su sonrisa sin verle el rostro.
—Dime, por favor, que no sólo yo estuve muriendo en la distancia y que me extrañaste tanto como yo a ti —su voz suena tan desesperada y sincera que comienzo a reír. Cuánto le amo— Oh, mi dulce Glenn, te amo tanto —mi corazón se infla de dicha y comienzo a carcajearme.
¡Sí! ¡Me ama!
—Niall —canturreo, borracha de felicidad— Te amo como a nada en este mundo, siempre te amé y siempre te amaré, oh —suspiro— La espera ha valido la pena, grandulón.
—Oh, Glenn, te amo tanto —se ríe también y nos aleja levemente, conectando sus espectaculares ojos azules a los míos— Extrañé tanto estos bellos ojos grises —susurra, su aliento haciéndome cosquillas en la cara. Mmm, menta.
Su mano, mucho más grande y masculina que antes, se posa en mi mejilla y enreda su brazo en mi cintura, haciéndome cosquillas con sus dedos curiosos en la carne desnuda del bajo de mi camiseta cuadrada. Sonrío, cerrando los ojos y chocando mi boca contra la suya, las mariposas reviven, cobrando venganza y el sentimiento de plenitud explota dentro de mi pecho como una botella de champagne. Me pongo de puntillas y me sujeto de su hombro, impulsándome, y cojo cabello entre mis dedos de su nuca. Sonreímos en medio del beso y choca su frente contra la mía.
—Te amo Glenn Martin. Por siempre.
Última edición por lemon. el Vie 25 Abr 2014, 1:47 am, editado 1 vez
wanweird
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
Oh, hasta ahora me doy cuenta que le puse Ann como tú ;-; lo siento pero amo el nombre Ana y sus derivados, like, Anna, Anne, Ann y eso, ya sabes.
wanweird
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
hola, ah, yo tengo una amiga que se llama jacqueline y le dicen jacquie pero crayola es más cul. amo a shailene, ella rlz. ahora leo tu ficha<3.holiscrayolis escribió:OMG<3333 Me encantó la idea, me maravilló. ahqueexagerada :plz:Me llamo Jacqueline, mejor conocida como Crayola, idk tu me puedes llamar como quieras. Mi actriz favorita es Shailene Woodley, iría por ella pero Ale ya fue y no puedo competir contra ella porque escribe hermoso. Pues creo que en un rato dejaré la ficha, sirve que pienso a quién elegir por culpa de Ale, ahq, y pues bai<3
tobias.
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
La chica en llamas escribió: Alec y Luke.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
† Nombre: Alexander Flynn Monroe.
† Edad: 17
† Chico: Luke Robert Hemmings.
† Representante: Selena Gomez.
† ¿Quién trabaja en el circo?: Ella.
† Escrito de tu autoría en spoiler:
- WELCOME!:
4 ¡Welcome! Welcome to the land of Du.
Me miraba en el espejo una y otra vez. Mis cejas se alzaban y después se fruncían mientras posaba de diversas formas. No le encontraba chiste alguno a mi vestido. Era demasiado apretado por el escote de arriba, pero por abajo estaba flojo y además me quedaba grande. La tela era fina al tacto de las personas, era de color azul turquesa y me llegaba hasta la planta de los pies.
—¡Es perfecto ese vestido! Y queda con tu tono de piel Key. ¡Debes de llevar ese para la fiesta! —mi tía parecía más emocionada que yo. Simplemente le dedique una sonrisa de lado por mi reflejo del espejo. Ella me tomo de las manos y me hizo girarme para mirarla.
—¿Qué ocurre? ¿Porque tan triste hoy? —pregunto mientras tomaba un mechón de mi cabello, que se había colado entre mis hombros desnudos, y me lo hecho para atrás. Mire a mi tía con una sonrisa débil.
—No es nada tía. Simplemente se que será otra fiesta más. Igual de aburrida que todos los años pasados. —resople mientras me sentaba en el borde de la cama de mi habitación. Mis dedos recorrieron la acolchonada sábana de color lila. Sentí que mi tía se sentaba a mi lado y segundos después tomo mis manos en las suyas.
—Claro que no son aburridas cariño. Es sólo que es una fiesta con clase y asisten todos los socios de tu tío Max.
—Eso implica que sólo hay personas con más de 35 años de edad. Además, ¿porque vienen ellos? ¿Qué no es la fiesta de cumpleaños de Jack?
—Ellos vienen porque deben de llevarse bien con tu primo. El tiene 21, dentro de 2 años más tomara la empresa de la familia. Y no puede hacerlo si no se lleva bien con todos los socios de nuestra familia —separa sus manos de las mías, me toma del mentón y me hace que la mire a los ojos. Elisabeth McGuire es muy linda, ella tiene solamente 40 años de edad y parece una señora que rodean los 30 años. Con su cabello rubio y sus ojos verdes puede tener a sus pies a muchos hombres. Mi tía es hermosa. Ella no se compara en nada a mi. Tengo 18 y parezco una niña de 16, con mi cabello color caramelo y mis ojos dorados apenas y atraigo a la mascota del vecino—. Te dejo. Para que termines de cambiarte —dice con su dulce voz y me besa en la frente—. Te esperamos abajo en cinco minutos junto con tu primo. —y dicho esto sale de mi habitación.
Me levantó de mi cama y me coloco en la cabeza la pequeña tiara con diamantes que estaba en el peinador. Suspire y me mire de nuevo en el espejo.
Según mis tíos yo era muy parecida a mis padres. Tenía el cabello y las facciones de mama. Mientras que la tez clara y los ojos eran los de mi papa.
Me encantaría haberlos conocido, lástima que no lo pude hacer. Ellos murieron cuando yo era sólo una niña de 3 meses de edad. En cuanto ocurrió esto mis tíos decidieron quedarse conmigo, ellos son como mi familia. Algunas veces me sentía como un estorbo para mi primo Jack, creo que siempre e sido un estorbo para el. Pero para mi primo no le parezco eso, el me trata como a su propia hermana. Y eso es alentador para mi.
Escucho unos pequeños toques en la puerta que me hacen sobresaltarme y dejar de mirarme en el espejo. En el marco de mi puerta esta recargado mi primo con un elegante esmoquin.
—¿Puedo pasar? —pregunta mientras me mira con una pequeña sonrisa.
—Claro, pasa. —le contesto en tono cortes. Los 2 hemos sido criados con estricta disciplina y buenos modales. Me abalanzo sobre el y le doy un fuerte abrazo y le susurro un feliz cumpleaños en el oído. Después nos separamos y me aparto un poco más de el.
—Te ves muy linda Key. Lástima que ningún chico pueda apreciar a una chica tan preciosa como tu en un vestido que la hace lucir aún más linda.
—Gracias. Y yo opino lo mismo. Que lástima que nadie aprecie tu belleza primo. —le contesto de forma burlesca. El me sonríe y se posa al lado mío.
—¿Lista? —pregunta mientras pasa una mano por su rubio cabello mientras sus ojos azules se posan en los míos. Asiento y el me sonríe— Bien. Bajemos.
El me tiende su brazo y yo lo tomo cortésmente. Caminamos por el pasillo de la segunda planta de la mansión de los McGuire, pasamos por la alfombra roja costosa que nunca debíamos de pisar con los zapatos sucios y que sólo se colocaba para ocasiones especiales, como hoy. Cuando llegamos a el inicio del descenso de los escalones miro a la multitud de personas que se encuentran abajo. Todos mayores y sus ojos puestos en mi primo y yo.
—Sonríe, debes de caerles bien Jack. —le susurro mientras desvió mi mirada a su perfil derecho. El se gira y me mira con el ceño fruncido.
—Si lo recuerdo. Tu también sonríe —alza sus rubias cejas y me hace una cara chistosa—, ¿vale? —le hago un asentimiento con mi cabeza, nos volteamos al mismo tiempo y sonreímos.
Mientras bajamos de escalón en escalón estoy cada vez más nerviosa. Ahora hay aproximadamente 3 docenas más de personas, desde la última multitud de gente que acudió al cumpleaños de mi primo el año pasado. Estamos a tan sólo 10 escalones de estar en la planta bajo cuando alguien entre esa multitud llama mi atención. Se trata de un chico que no a de pasar los 25 años, de cabello castaño, casi rojizo y unos ojos color miel. El me mira fijamente y cuando lo pillo observándome me muestra una encantadora y seductora sonrisa mostrando un hoyuelo en su mejilla derecha. Es un chico muy atractivo. Parece incluso un ángel.
Se escuchan aplausos a mi alrededor y es ahí cuando volteo a ver a mi primo. El sigue sonriendo. Me volteo a la multitud buscando a aquel chico, pero no se veía por ninguna parte.
—¡Felices 21 años Jack! —gritaron al unísono todos los socios del tío Max. Me sentí aturdida por un momento.
Eso era mucho ruido y con los gritos y silbidos por la aparición del cumpleañero en su propia fiesta. Estas personas no son lo que parecen, ellos pueden hacer un verdadero relajo como si se tratara de unos universitarios que acaban de graduarse. Mi primo nos condujo hasta donde se encontraban mis tíos. Los dos nos miraban con orgullo y una sonrisa.
—Feliz cumpleaños hijo. Ya eres grande, muy grande. —opino mi tía tratando de reprimir unas lágrimas que se asomaban en sus ojos verdosos. Jack me soltó del brazo, se acercó a su madre y la abrazo.
—Gracias mama. No te preocupes, apenas tengo 21. No soy tan grande —la rodea con sus brazos mientras posa su mejilla derecha en la cabeza de mi tía. Mi primo es alto, de seguro a de medir un metro con ochenta y cinco centímetros, aproximadamente. Mi tío se acerca a ellos y se les une al abrazo —. Tranquilos. Ustedes saben que aunque crezca yo seguiré teniendo la mentalidad de un niñato de 10 años.
Me aleje de ellos lentamente. No quería interrumpir una escena familiar tan conmovedora como aquella. Además, en unos momentos ellos estarían rodeados de todos los invitados que querían felicitar a Jack. Y yo no quería estar rodeada de hombres mayores que me miraran con curiosidad y mujeres elegantes que me mandarían miradas de desprecio.
Gire sobre mis zapatillas francesas y camine a la primera mesa que se cruzo por mi camino y tome asiento en ella.
Miraba divertida la escena que la gente estaba montando al felicitar a mi primo. El solamente tenía cara de aburrido y los hombres le hablaban de sus grandes aventuras mientras que las mujeres estaban mostrándole una sonrisa 'coqueta'. Eso era extraño. ¿Que señoras de 50 años buscaban ligarse a un joven de 21? Solamente a esas mujeres se les ocurría algo así, aunque, ellas nunca lo lograrían.
Mis ojos se posaron en la copa que un camarero acababa de dejar enfrente de mi. La tome sin pensármelo dos veces en mis manos y me trague el líquido transparente que había en ella. Era vino. Y sabía delicioso.
Deje la mitad de mi copa llena y cerré mis ojos. En mi hombro se posa la mano de alguien, por lo que me sobresalto y abro los ojos.
—Tranquila. Lamento si te asuste. —me susurran al oído. Siento un cosquilleo al sentir como aquel desconocido posa su boca muy cerca de mi oreja y el calor de su cuerpo puede sentirse por su cercanía.
—En absoluto. Sólo que no estoy acostumbrada a que las personas se me acerquen demasiado, excepto mi familia. —susurro mientras trato de no girarme y descubrir quien es aquel hombre que me dio el susto de mi vida. El jalo la silla de mi lado y tomo asiento. Ahí fue cuando me gire y lo mire.
Se trataba del chico que había visto antes. Su cabello viéndolo más de cerca parecía rojizo con dorado y sus ojos eran claros.
—Soy Iker Dietrich.
—Mucho gusto señor Dietrich.
—Oh, porfavor. No me llames de señor, no me gusta. Dime Iker o como quieras. —me respondió con una sonrisa. Me sorprendió su facilidad para hablar tan naturalmente y con un vocabulario no tan gentil.
—Esta bien. Te diré Ike.
—Ike suena bien. Nadie me había llamado así antes. Y tu eres Key McGuire, ¿no es así?
—En realidad soy Wayne. Key Wayne. El apellido McGuire viene de parte de mi madre y es mi segundo apellido. Sólo Wayne, si podrías.
—Bien. Key Wayne. ¿Quieres una menta? —me pregunto. Negué con la cabeza— ¿Un dulce? —me vuelve a preguntar y yo le vuelvo a negar— ¿Un caramelo?
—No gracias. Solamente tengo ganas de un vaso de lo que sea. Tengo mucha sed.
—Entonces eso será. ¡Un vaso para ella! —grito. Yo me encogí en mi asiento mientras el le hacia señas a un camarero para que me trajera algo de beber. ¿Pero que le ocurría a este tipo?
El camarero dejo un vaso de agua enfrente de mi. Rápidamente lo recogí de la mesa y lo lleve a mis labios. Hice para atrás mi cabeza y tome un largo trago de agua. El líquido sin sabor paso por mi garganta, saciando mi sed, y después deje de vuelta el vaso en la mesa. Pille a Ike mirándome con una sonrisa de oreja a oreja, por lo que me aterre un poco.
—¿Qué ocurre? —le pregunte. En eso sentí que mi cabeza daba vueltas, por lo que lleve una mano a mi cabeza.
—Nada. Todo perfecto. ¿Qué te ocurre a ti? ¿Quieres salir a tomar aire? —asentí con la cabeza y me levanté rápidamente para después salir corriendo hasta la parte trasera de la mansión.
No había nadie ahí, todo estaba como siempre. Excepto por un pentagrama que estaba dibujado en la orilla de la piscina. Me acerque para verlo más cerca. En el estaban trazados símbolos que no había visto antes en mi vida. Estaban dibujados con lo que parecía pintura color Esmeralda, pero estaban reluciendo y brillando aún con la oscuridad de la noche.
—Así que tu sola has venido a la trampa, ¿eh? Que bien. Me has ahorrado el trabajo. —me di vuelta y me encontré con Ike que me miraba burlonamente.
—¿De que hablas? ¿Qué tramas? —le pregunte y di unos pasos para atrás. Pero el se acercaba a mi.
—Tarde o temprano pasaría esto querida Key. —me dijo. Trate de ir más atrás, pero estaba ya al borde de la piscina. El me tomo de la cintura.
—¡SUELTAME! ¡Déjame ir!
—No, no lo haré. Ahora, agarra aire. —hice lo que me dijo sin saber porque. Pero más valía que previniera cualquier cosa— 'Du, Dus, Duster'
El pentagrama comenzó a brillar y sin previo aviso el se arrojo a la piscina conmigo en sus brazos. Cuando se suponía que tendría que tener esa sensación de sentir mi cuerpo hacer contacto con el agua fría, todo se volvió negro y me desmaye.
~~~
—¡¿Cómo diablos se te ocurrió hacerle eso?!
—¡No tenía opción! Había mucha gente, jamás me imagine que sería tan difícil con tantas personas a nuestro alrededor.
—¡Ese no es motivo para que le hubieras desmayado!
—¡No le grites! El sabe lo que hizo. Además, todo salió bien, ¿no?
Escuche una discusión a mi alrededor. Era la voz de 2 mujeres, la de un hombre y la Iker, esa no podía confundirla ni olvidarla. Trate de moverme, pero me fue imposible, pues todo mi cuerpo me dolía y sentía mi cabeza dando vueltas. También trate de abrir mis ojos, pero mis párpados me resultaron pesados y decidí quedarme como estaba. Debajo de mi cuerpo podía sentir una plataforma blanda y cómoda, de seguro era una cama. Solté un quejido porque estaba entumecida y el dolor que sentía en la cabeza se volvió más fuerte.
—¡Despertó! ¡Muévanse chicos! ¡Ayudala rápido Dante, ya que eres hombre! —se escucho el grito de una chica.
—¿Qué? ¿Como la voy a ayudar? —pregunto la voz del chico que supuse y era 'Dante'.
—¡Así zopenco! —hablo la ronca y seductora voz de Iker. Sentí una presencia a mi lado y entonces sentí que acercaron a mis labios un vaso. Tome lo que contenía, que resulto ser agua, hasta el fondo y entonces retome un poco de fuerzas. Abrí mis ojos y me encontré con los ojos miel del tonto de Dietrich.— ¿Estas bien?
—¡No le preguntes eso tonto! —me giró lentamente y miro a la dueña de aquella voz. Esa voz es la de una chica que me defendió y reto a Iker por haberme drogado y la misma que le grito a Dante que me ayudara. Se trataba de una chica pelirroja con el cabello hecho un moño en su cabeza.
—¿Cómo va a estar bien si de seguro se a de sentir muy débil? —pregunto la voz, del que según mis cálculos de hace un rato, era Dante. El se poso enfrente de mi, bloqueando mi vista hacia la rubia. El se puso en cuclillas y me miro a los ojos. Tenía unos ojos color gris y el cabello negro todo revuelto.
—La vas a asustar si te le acercas demasiado. Hazte aun lado Dante. —replico Iker. El ojigris me sonrió débilmente y se alejó de mi. Yo dirigí mi mirada de nuevo hacia la rojiza que me miraba con las cejas alzadas.
—¿En dónde estoy? —fue lo único que pronunciaron mis labios mientras tenía un montón de preguntas más. Mi voz apenas era audible.
—No creo que debemos darle información hasta que este con más fuerzas, ¿no creen? —pronuncio con un aire de superioridad la voz de la otra chica. La que había defendido hace un rato a Iker. Me voltee a mirarla y encararla. Se trataba de una rubia. Ella me miraba como si fuese un bicho raro o algo por el estilo.
—¡No tienes derecho de decirnos que hacer! —escuche un grito por parte de Dante.
—Dante tiene razón. ¡Tu ni siquiera eres de este grupo Allie! ¡Tu vas con los buscadores! ¡Mejor vete de aquí antes de que te de una paliza por metíche que eres! —le grito molesta la chica que antes había pedido ayuda para mi.
Cerré mis ojos y trate de levantarme. Esta vez lo logre, si pude levantarme. Una vez que estuve sentada abrí mis ojos y mire de nuevo a la pelirroja. Ella se levantó de su asiento y se poso a mi lado. Me di cuenta de que me encontraba en un sillón en la sala de una pequeña cabaña.
—Perdona nuestra actitud. Es que no suelo tratar con la arpía de allá muy a menudo —se escucho un chillido molesto por parte de la rubia—, y tenerla cerca siempre me da dolor de cabeza.
—No hay cuidado. —le dije en un murmuro. Todavía me sentía un poco débil.
—¡Ni yo tampoco te soporto a ti Smet! —la chillona voz de la otra resonó en toda la cabaña. La rojiza rodó sus ojos, que eran de un color marrón rojizo, y me dedico una sonrisa.
—Soy Filis Smet. O puedes llamarme Fil. Como quieras.
—Un placer señorita Smet —ella enarco una de sus cejas y me miro con algo de diversión. Entonces recordé lo de Iker—. Perdón. Que bueno es conocerte Fil. —ella sonrió y asintió. Al parecer aquí no eran tan corteses ni les gustaba mucho.
—Igualmente Key.
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Formas parte de una historia aquí. Eres famosa.
—¿Cómo? ¿En dónde estoy?
—Estas en Pen. La capital de Duster. —responde Dante que se posa a la derecha de Filis.— Por cierto. Yo soy Dante Robinson. Y de seguro ya conoces al idiota de Iker, ¿no? —yo asiento con la cabeza.
—¿Pen? ¿Duster? ¿Que es todo esto? —pregunto totalmente confundida.
—Es una tierra mágica —responde la voz de Iker, el se coloca a la izquierda de la pelirroja—. Igual que las de los cuentos de hadas.
—¿Como nunca jamás y el país de las maravillas?
—Exacto. Y como la tierra de Oz y todos esos lugares en los que ocurren grandes historias. —comenta Dante.
—¿En serio le van a decir todo? ¿Qué tal si ella no es la Key correcta? —pregunta exasperada la rubia que llega y se posa al lado de Iker. La cara de Dante y Filis se contraen y forman una mueca.
—Sal de la cabaña o te juro por el ángel que te saco a patadas de aquí. —susurra firme y amenazadoramente la rojiza. La rubia bufa y sale dando patadas al suelo de la cabaña. Da un portaos a la puerta; el morocho y la pelirroja sueltan una carcajada mientras el castaño sigue serio.
—¿Porqué son tan groseros? —pregunta molesto Iker. Fil deja de reír y lo mira con el ceño fruncido.
—¿Nosotros? ¡Ella es una arpía! ¡Ella sólo esta aquí por ti! ¿Cómo nunca te descuenta de como son en verdad las personas Dietrich? ¿Será que eres estúpido? —pregunta molesto Dante.
—¿Qué acaso no vez sus intenciones? ¡Ella esta aquí sólo por interés! —réplica molesta la rojiza. Esto se pondría feo si no me interponía ahora.
—¡Dejen de pelear! ¿Pueden? —todos me miran y asienten— Ahora, ¿pueden seguir explicándome?
—Claro. Como ya te dijimos estas en Pen. —dice Dante.
—¿Cómo? ¿Porque?
—Pues aquí sólo se puede entrar si algún habitante de esta tierra te trae. O uno de los habitantes de las tierras vecinas —me explica Iker—. Yo te traje aquí por el portal del pentagrama que se abrió en tu piscina. ¿Porqué? Pues cómo ya te lo dijo antes Fil, eres parte de una historia de aquí. Según cuenta esa historia, una joven llamada Key McGuire nos liberaría de la soberanía en la que nos encontramos por culpa de aquella terrible criatura que se apoderó del mando de esta tierra. Se trata de una poderosa criatura con magia, muy poderosa, que puede tomar la forma de lo que sea —el junto sus manos y me miraba a los ojos—. Un momento puede ser un dragón y al segundo es un mago. No sabemos como hace eso. Y nadie a podido matarlo, han intentado de todo —el levanta una de sus manos y enumera con los dedos—, lo han apuñalado, atravesado, quemado, golpeado hasta lo han explotado con dinamita. Pero el no muere. Y según dice la historia, la única persona que lo puede matar es una chica, llamada Key McGuire.
—Te equivocas. Yo no soy la que buscan. ¡Yo no puedo matar a eso! ¡Ni siquiera soy capaz de matar a un pescado! —exclamo espantada. No me creo capaz de ser alguna heroína o aquella persona que libere a toda una humanidad del dominio de una cosa mágica—. ¡Además no soy McGuire! ¡Soy Key Wayne McGuire! ¿Lo entienden? ¡Mi principal apellido es Wayne, no McGuire!
—Claro que eres la correcta —réplica Fil con el ceño fruncido—, si no lo fueras Iker no te hubiera traído aquí.
—¡El se equivocó! ¡Yo no soy quien esperaban!
—¿Cómo te pudiste equivocar Dietrich? —pregunta molesto Dante.
—No me equivoque. Yo se que ella es la correcta. —réplica serio.
—¿Cómo estas tránsito seguro de ello?
—Se suponía que el heredero al trono la traería. ¿Y no es eso lo que yo hice? —dice obvio el castaño mientras mira a sus compañeros.
—¿Qué tu eres quien? —pregunto sorprendida.
—El es Iker Dietrich. Descendiente de Isaías Dietrich, el primer rey de Duster. Los Dietrich han estado de generación en generación en el trono. —me explica la pelirroja.
—Y te necesitamos para recuperar nuestra tierra —Iker se acerca a mi y me mira a los ojos—. Yo te necesito.
Y dicho esto me quedo muda. Me sorprende que el hubiese dicho aquello, pues el parece ser de aquellos chicos que no suelen decirle a nadie que necesitan ayuda. Ahora yo parezco tonta enfrente de el mirándolo a sus bellos ojos y con mi labio inferior temblando.
—¿Nos ayudarás? —preguntan al unísono Dante y Filis. Yo los miro por un instante y de nuevo miro al ojimiel.
—Acepto —digo. El sonríe de medio lado mientras que los otros dos grita y me dan palmaditas en la espalda.
—¡Bienvenida a la tierra de Du! —gritan felizmente la pelirroja y el moreno.
Aceptada.
mucha suerte c:
tobias.
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
Anastacia escribió: Ana Collins[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
† Nombre: Anastacia Grace Collins
† Edad: 20
† Chico: Logan Lerman
† Representante: Logan Lerman
† ¿Quién trabaja en el circo?: Ella yrabaja y el es el alumno
† Escrito de tu autoría en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] and [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]:
Aceptada.
mucha suerte c:
tobias.
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
holiscrayolis escribió: Emily Hayes.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
† Nombre: Emily Hayes.
† Edad: 19 años.
† Chico: Harry Styles.
† Representante: Barbara Palvin.
† ¿Quién trabaja en el circo? La chica.
† Escrito de tu autoría en spoiler:
- Capítulo.:
Aceptada.
mucha suerte c:
tobias.
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
omg, marie, sí me acuerdo de ti, creo que audicioné en una novela tuya y de pau, a menos de que no hayas sido tú, ah, tengo pésima memoria. me alegro de que te guste yo casi nunca veo televisión, sólo por las noches y un rato, no más de una hora. amo a jennifer aniston, idi, me parece muy buena.lemon. escribió:¡Qué idea tan más preciosa, Ann! Tú y yo ha hemos hablado, si no más recuerdo. Soy Mariella y me puedes decir Marie o cómo se te pegue la gana jsdfhkdf. Es una muy bonita trama y me enamoré y, me iré por Niall aunque aún pienso en quién será la chica. Así que lo más seguro es que te deje la ficha en un rato. Uh, no soy mucho de ver televisión pero, me gusta como actúa Paul Rudd, Jennifer Aniston, Jennifer Lawrence, la hermosa Shailene Woodley, idk.
tobias.
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
lemon. escribió: Britt[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
† Nombre: Brittany Ann O'Connell.
† Edad: 18 años.
† Chico: Niall Horan.
† Representante: Alexis R.
† ¿Quién trabaja en el circo? El chico trabaja, la chica es la alumna.
† Escrito de tu autoría en spoiler:
- Breakaway:
—Glenn, no me voy a ir por siempre… —me susurró cerca del rostro. Su aliento, que siempre recordaría, olía a cola de cereza y a menta. Sus manos, siempre suaves, de dedos largos y uñas cuadradas, los lunares esparcidos en su rostro y espalda… y otras partes que aún no exploraba con gran magnitud, eran los factores que siempre tuve en mente. Y ni hablar de su voz. Él tenía una voz armoniosa, levemente rasposa, suave, masculina y bonita para ser un adolescente, y su risa siempre tan catártica y contagiosa aún me saca muchos suspiros y sonrisas. Pero era tiempo de disidir de él y aferrarme a los recuerdos tan agradables que pasé a su lado.
Con el rostro empapado de lágrimas, resoplé e hipé para recuperar el aliento. Las despedidas nunca se me habían dado bien, y despedirme de él fue la segunda cosa más espantosa por lo que pasé. Pese al peso de dolor que sentía en el pecho y el nudo tremendo en la garganta que me dificultaba respirar, tiré de las esquinas de mi boca y sonreí con la mayor sinceridad que pude. Pensando en que él estaría bien, sería feliz y conformándome con su felicidad y quizá las postales y las cartas que me enviaría de Nueva York.
—Estoy bien, Niall —murmuré con voz nasal y continúe con mi intento fallido de sonreír, mis ojos volvieron a inundarse de agua ocular y continúe inhalando una buena cantidad de oxígeno para espantar la amargura que me había arraigado. Sus siempre brillantes ojos azules, esos ojos que aún me persiguen en sueños, habían dejado de ser los halos que hacían de mi vida alegre y con esperanza. Él, con lágrimas contenidas en ellos y los ojos opacos, me miró por última vez y estalló en llanto, un llanto tan desgarrador que no hice más que sollozar a su lado y aferrarme a su cuerpo delgado. Nos abrazamos con tanto amor que mi estómago se inundó de mariposas que me hacían cosquillas por doquier, mis mejillas se incendiaron y me aferré a su camiseta blanca —que ahora tenía la evidencia de mi tristeza— y lloramos por mucho tiempo hasta que no podíamos si quiera respirar.
—Perdón —susurró, alejándose un poco de mí y pasando las manos por sus mofletes. Yo cogí el cuello de mi camiseta rosa y la tiré hasta poder utilizarla de pañuelo. Sequé mis mejillas y ojos y suspiré. Estaba derrotada.
—Tus padres están esperanto por ti, Niall —susurré. Mi voz estaba irreconocible. El volteó a ver dónde mi mirada se dirigía y prácticamente se desinfló. Encorvó su espalda y comenzó a juguetear con sus dedos, observando la textura del tronco donde nos habíamos sentado.
—No quiero irme, Glenn —nuestros ojos se encontraron y el corazón se me hundió en el pecho. Dolía saber que él tampoco quería dejarme. Suspiré por sexagésima ocasión y sonreí tristemente. Pasé el dorso de mi mano por su suave mejilla sonrosada y mis ojos volvieron a humedecerse. Lo amaba tanto y hasta ahora me daba cuenta. Amaba cuando sonreía con todos los dientes. Amaba cuando se ruborizaba. Amaba cuando se doblaba prácticamente hasta el suelo por reír. Amaba cuando me defendía, cuando me arrullaba en las noches mientras lloraba por la pérdida de papá, cuando me defendía de los chicos de la escuela, cuando me traía chocolate a escondidas… amaba cuando me abrazaba, amaba su capacidad de desaparecer todo alrededor y hacerme sentir única. Amaba todo de él. Y aún lo amo… creo que más que antes.
Tiré de mi mano de vuelta a mi regazo y sus palmas encerraron mis mejillas. Inmediatamente volví a perderme en sus impolutos ojos azules y mi corazón se aceleró como un motor de carreras. El claxon del todoterreno último modelo de sus padres sonó muchísimas veces y la voz de su madre gritando que era hora de irse provocó que mis labios temblaran.
No quería que se fuera.
Finalmente, en un acto sin precedentes, su boca estaba pegada a la mía y nuestra respiración se volvió agitada. Cerré los ojos, sintiendo el calor de mis mejillas viajar hasta la punta de mis orejas y fruncí los labios, en busca de algo más que un roce. Inclinó ligeramente el rostro y atrapó mi labio superior entre los suyos. Me besó con tanta delicadeza, tanta ternura y amor que lágrimas traicioneras rodaron por mis mejillas hasta perderse entre nuestras bocas. Enredé mis brazos en su cuello y sentí la humedad de sus mejillas cubriendo las mías con totalidad.
Nos separamos, con la respiración superficial, los ojos llorosos y brillantes y finalmente sonrío tímidamente. Me acerqué a sus suaves y deliciosos labios rosados y dejé un último beso sobre ellos.
—Te amo Glenn Martin —pterodáctilos suplieron a las mariposas y solté una vergonzosa risa nerviosa y aguda. Cubrí mi boca con ambas manos y me acerqué a su oído.
—Te amo también, Niall James —besé su mejilla y suspiré aún cerca— Siempre —susurré.
Nuestros rostros se partieron en dos —literalmente— con las bobas sonrisas que provocó nuestra confesión y nos pusimos de pie. Alcé el rostro, echándolo ligeramente hacia atrás y me perdí por última vez en aquellos ojos perfectos que ni un ser humano en la faz de la Tierra poseía. Enredamos nuestros brazos alrededor del cuerpo del otro y tallé mi mejilla contra su pecho, sintiéndome por última vez en el hogar al que siempre pertenecí y ahora añoro. Finalmente, tomados de las manos, caminamos hasta la entrada de la gran hacienda de los Horan y su padre volvió el motor de su gran coche a la vida. Apreté su mano por última ocasión y él se montó en el asiento trasero, bajó la ventanilla y cogió el colgante que mi Nana nos había obsequiado. Tomé entre mis pequeñas manos la mitad del yin yang y mis ojos volvieron a nublarse como si de una tormenta se tratase.
—Nos volveremos a ver Glenn, te juro que volveremos a encontrarnos —sonreímos a pesar de las lágrimas escurriéndose sobre nuestras mejillas y asentí febrilmente, sintiendo ya el vacío en donde está el corazón. Aferrándome a sus promesas y a la ilusión de volver a encontrarme con Niall Horan. El único chico al que había amado y al que siempre amaré.
—Te amo Niall —susurré y agité la mano libre, despidiéndome. El hizo lo mismo y achinó los ojos intentando escapar de las lágrimas.
—Yo más, Glenn… te extrañaré —el coche comenzó a andar sobre el camino de terracería y comencé a correr a su lado, con un dolor indescriptible en el pecho y llorando como hacía algunos meses había llorado por Albert Martin. Su cabeza se asomó por la ventanilla y continúe corriendo tras el coche, llenándome de tierra y sollozando como nunca. Gritó muchas veces que me amaba y yo le respondí que lo amaba también y lo amaba más hasta que sus gritos se alejaron y se perdieron entre la vereda de árboles para abrirse camino a la carretera. Tiré de mis rodillas al suelo y cubrí mi rostro con las manos, tratando de ser un poco menos miserable. Sabía en ese momento, que el pequeño Niall James Horan Gallagher jamás se saldría de mi corazón y siempre viviría en mis recuerdos.
—Hija, ¿me echas una mano por aquí? —escucho la voz estridente de mamá en la lejanía. Parpadeo, alejando la humedad de mis ojos y me pongo de pie, sacudiendo el polvo de mis vaqueros. Troto sobre las escaleras de la entrada principal y atravieso el portal, escuchando esta vez más alto y molesto el grito de mamá pidiendo ayuda.
— ¡Ya voy! —grito con una sonrisa en el rostro, negando con la cabeza y dirigiéndome al casón.
Mamá está montada sobre una de las ornamentadas sillas de madera del comedor principal, pasando el plumero sobre el final de uno de los enormes muebles de madera lustrosa y cara. Lynda Martin es una señora pequeña de estatura, ligeramente rechoncha, de mejillas siempre rosas, sonrisa amigable, pispiretos ojos grises y cabello tipo Dora la Exploradora teñido de color miel. Suelto una carcajada en cuanto la veo y ella me observa desde arriba, intentando pero fallando fulminarme con la mirada.
—Deja de reírte a mis expensas y móntate que tengo que limpiar este… maldito —murmura como queriendo no decirlo y se baja de un salto— Mueble.
—Deja de intentar maldecir y expresarte con malas palabras —pongo los ojos en blanco y me subo a la silla, cogiendo el plumero de las manos de mamá y limpiando eficazmente la zona polvorienta— Cada que intentas ser ruda terminas de rodillas en la capilla rezando el rosario y pidiendo perdón por ser una pecadora —escucho su risita reprimida y me da un ligero azote en el trasero.
—Cállate, niña, y ponte a limpiar el resto que tu pobre y enana madre no alcanza esa magnitud de alturas —resopla divertida y se va tarareando no sé qué a la cocina. Me río por última vez y continúo con la limpieza.
Mi mamá es genial. La amo más que a mi vida. Después de que papá falleciera por un repentino ataque al corazón, dejándonos solas a mí, a ella y a LeAnn —la menor de los Martin—, se hizo invencible. Lloramos mucho, sufrimos aún más, pero ella se las ha sabido apañar por su cuenta para que a mí y a mi hermana no nos falte nada.
LeAnn es un tanto exasperante, suele estar de mal humor todo el tiempo, cuando está de buenas no sabes qué es mejor —que tenga su cara de perro rabioso o esté jodiendo como una hiena—. Exige más de lo que mamá puede y ella, con tal de hacer feliz a la pequeña llena de hormonas y pubertad, la consiente. Tiene más ropa que buenas notas —toda ella de marca reconocida—, aparatos electrónicos por los que los chiquillos hacen rabietas para conseguir y ese tipo de modas tontas que la sociedad ha adoptado.
Con gotas de sudor bajando por mis sienes, suelto una bocanada de aire y me siento en el lugar donde mis pies estuvieron antes. El clima de Texas es nocivo para la salud; bueno, eso es muy extremista… pero hace un calor de los mil demonios. Atender el campo y mantener limpia una de las haciendas más reconocidas en todo Silver Spur no es una tarea sencilla. Pero mamá es algo así como la capataz de aquí. Emma Horan depositó su entera confianza cuando papá falleció y mi madre quiso hacerse cargo de la hacienda, claro que hay capataces en cada campo importante del terreno de los Horan, pero mamá puede dar órdenes a cada ser humano que trabaja dentro de estos millares de hectáreas.
La hacienda Horan consiste en el cuidado de reses. De aquí se exportan vacas, toros y bueyes para las empresas que sacrifican a los animales para hacer carne. Una de las mejores en todo Texas y Estados Unidos, sobra decir. También las vacas donan —contra su voluntad— la leche de sus ubres para alimentar el país, además de que hay millones de árboles frutales y sembradíos que hacen que los Horan ganen dinero a borbotones y vivan como reyes en Manhattan.
Suelto un suspiro de frustración.
Odio amar a Niall aún. Han pasado largos y tortuosos ocho años desde que se fue muy lejos de mí. Pero aún puedo sentir su beso en mis labios, sus brazos en mi cuerpo y su intensa mirada inocente en la mía. Está bajo mi piel, y, a mis ya veintiún años de edad, no he dejado que ni otro chico supla el lugar de mi amado. En ni uno de los aspectos. Mientras las chicas de mi edad salen de juerga por las noches, se emborrachan y tienen sexo como si fuera una religión, yo mantengo los ojos en mis libros, estudiando, ayudando en el mantenimiento de esta casa y tratando de ser feliz junto a mi pequeña familia. Así es la vida y así quise ser desde el primer instante en que salí del útero de mamá.
Echó mi halo de cabello castaño oscuro detrás de la espalda y llevo la silla de regreso al comedor, sacudiendo con el plumero la tierra que desprendieron mis Chucks y guardando dicho material en el cuarto de limpieza. Me inclino en la entrada de la cocina, cogiendo las vistas de la puerta entre mis manos y veo a mamá revolviendo en una hoya. Huele a estofado de res con vegetales.
Mi favorito.
—Mami, iré a dar un paseo con Dolly a los alrededores, ya está atardeciendo y hace mucho no veo la puesta del sol —mi voz con un matiz de súplica. Mamá vuelve el rostro con una sonrisa tierna, camina hacia mí y se pone de puntillas a plantarme un beso en la frente.
—Ten cuidado, mi pequeña y hermosa Glenn —suspira y nos abrazamos ligeramente. Mis ojos se humedecen, odio ser tan sensible. Acomodo una sonrisa en el rostro y parto directo a las caballerizas.
Dolly fue mi primer yegua. Papá la compró para mí cuando recién cumplí los catorce años. Acaricio la zona detrás de sus orejas y me pego a su hocico, dándole cariñosos besos sobre su pelo color caramelo. Ella me hace sus tiernos sonidos y pongo la silla de montar en su lomo. Me monto en ella y cabalgamos a paso suave rumbo al monte, donde el pasto verde brilla por el sol y el aire golpea de lleno en mi rostro, llenándome de tranquilidad y serenidad. Descansamos debajo de la copa de un enorme almecino y observo al sol esconderse detrás de los cerros y el cielo opalescente colorándose de rosados, naranjas y lilas. Por primera vez en mucho tiempo siento ese cosquilleo de felicidad y me dejo serenar bajo el cielo perfecto. Amo vivir aquí, no cambiaría mi vida por nada del mundo —sólo que papá viviera aún— aún era pequeña cuando el partió. Una adolescente a punto de llegar a los quince, llena de sueños y metas y que pierdas a tu padre de una forma atroz, no fue un muy bonito el sentimiento. Pero no hay vuelta atrás.
De regreso a la hacienda, un poco decaída después de revivir momentos infelices de mi vida, cabalgamos hasta llegar a la entrada principal del terreno. Pasamos el largo sendero de terracería donde una vez corretee el auto del chico que amo y sonrío de medio lado. Atravesamos el “Bienvenido”, que es un arco de acero con letras esculpidas entre dos líneas curvas y levanto el rostro, encontrándome con un lujoso BMW color plata estacionado frente a la escalinata de la casa. Frunzo el ceño y me acerco poco a poco, con el corazón retumbando como loco en mi pecho, arañando mis costillas.
De pronto, una cabeza rubia voltea a todos lados desde lo más alto de las escaleras y sus ojos se encuentran con mi mirada perpleja.
Es él.
Lleva el cabello más corto de los lados, con un gracioso copete curvo sobre su cabeza. Su cabellera no es igual de clara, pero mechones rubios y castaños bailan sobre su cabeza-toda-mandíbula-cuadrada, pómulos altos, cejas pobladas y nariz prominente. El corazón me sube directo a la garganta y me odio ahora por no llevar nada de maquillaje —aunque no lo sepa manejar muy bien— ni una camiseta más linda. O el cabello limpio y arreglado. Suspiro y bajo de Dolly, diciéndole que se quede allí, sea buena y no vaya a pastar.
El Niall que está como estatua sobre la loseta de las escaleras no es muy parecido al que vive en mi memoria. Este Niall está guapísimo, parece artista de la televisión. No es que el Niall de quince años del que me enamoré haya sido feo, pero este está cambiadísimo. No es el mismo niño con cara de bebé y travesura. Pero es condenadamente caliente como el infierno.
Lleva bonitos y finos pantalones de mezclilla, nada ceñidos, que caen por sus caderas. Unas zapatillas deportivas Vans negras y una camiseta de algodón de cuello V del mismo color. Bíceps abultados, hombros anchos y cintura estrecha se esconden debajo de una fina tela. Mis mejillas se colorean con un fuerte rubor carmesí y sonrío con todos los dientes. De pronto nos vemos corriendo como dos idiotas, él bajando los escalones y yo atravesando el tramo, hasta que nos encontramos a unos metros de su coche y nos fundimos en un abrazo.
Huele delicioso.
Sigue oliendo a Niall. Paseo mi nariz por su pecho y cuello y noto el agradable aroma a colonia cara y su humor, el mejor olor en el planeta. Sonrío contra su camiseta y refuerzo mi agarre en su espalda, sintiendo músculos que antes no había moverse con flexibilidad debajo de mis antebrazos.
—Glenn —susurra, escondiendo la cara en la curva de mi cuello y depositando castos besos en la zona sensible de mi oreja, haciéndome cosquillas con su nariz y repartiendo un sendero de besos dulces hasta mi mandíbula y mejillas. Nuestros rostros quedan a escasos centímetros de distancia y sus claros ojos azules me observan con amor. Ese mismo amor que hubo cuando dijo por vez primera que me amaba. Sonrío bobaliconamente y él también, mostrando dientes perfectos y blancos, de seguro después de utilizar alguna mierda de ortodoncia como yo y me regodeo en mi felicidad.
Al fin.
Su voz es tan masculina y sexy, igual de pasiva y bonita, pero ahora reverbera por su pecho, su manzana de Adán se mueve conforme gesticula o hace muecas con su boca. Oh, su boca cincelada, rosada con apetitosos labios llenos y medio delgados. Esos labios que se llevaron mi primer beso. Vuelvo a ruborizarme violentamente y aprieto mis brazos alrededor de él, paseando mis manos desde su cintura hasta enredarlas entre su suave cabello rubio.
—Te extrañé jodidamente mal, Glenn —cierra los ojos y apoya su frente contra la mía, respirando de manera superficial. Relamo mi boca y muerdo ligeramente mi labio inferior, observando de cerca los rasgos suaves de su rostro, como de príncipe encantador.
—Te tardaste mucho en regresar, Niall —le digo en voz baja, perdida en el vaivén de su pecho contra el mío. Suple la frente por su boca y me da un beso, aplastándome contra su cuerpo delgado y trabajado. Está muy guapo y cambiado. Pero sigue siendo mi niño. Mi Niall.
—Estás hermosa —murmura y vuelvo a ruborizarme— Soy un afortunado, ¿a que sí? —se ríe ligeramente y mis ojos se empañan. Oh, cómo extrañé esa melodía. Me río también y lo aprieto contra mí. Al fin lo tengo conmigo, mi sueño volviéndose realidad.
—Estás muy guapo —murmuro también y sonrío contra su pecho, los casi inexistentes vellos dorados de sus pectorales haciéndome cosquillas en la mejilla— Mi pequeño —susurro, y siento su sonrisa sin verle el rostro.
—Dime, por favor, que no sólo yo estuve muriendo en la distancia y que me extrañaste tanto como yo a ti —su voz suena tan desesperada y sincera que comienzo a reír. Cuánto le amo— Oh, mi dulce Glenn, te amo tanto —mi corazón se infla de dicha y comienzo a carcajearme.
¡Sí! ¡Me ama!
—Niall —canturreo, borracha de felicidad— Te amo como a nada en este mundo, siempre te amé y siempre te amaré, oh —suspiro— La espera ha valido la pena, grandulón.
—Oh, Glenn, te amo tanto —se ríe también y nos aleja levemente, conectando sus espectaculares ojos azules a los míos— Extrañé tanto estos bellos ojos grises —susurra, su aliento haciéndome cosquillas en la cara. Mmm, menta.
Su mano, mucho más grande y masculina que antes, se posa en mi mejilla y enreda su brazo en mi cintura, haciéndome cosquillas con sus dedos curiosos en la carne desnuda del bajo de mi camiseta cuadrada. Sonrío, cerrando los ojos y chocando mi boca contra la suya, las mariposas reviven, cobrando venganza y el sentimiento de plenitud explota dentro de mi pecho como una botella de champagne. Me pongo de puntillas y me sujeto de su hombro, impulsándome, y cojo cabello entre mis dedos de su nuca. Sonreímos en medio del beso y choca su frente contra la mía.
—Te amo Glenn Martin. Por siempre.
Aceptada.
mucha suerte c:
tobias.
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
no importa me hace sentir halagada. a mí me gusta el nombre anne y annie.lemon. escribió:Oh, hasta ahora me doy cuenta que le puse Ann como tú ;-; lo siento pero amo el nombre Ana y sus derivados, like, Anna, Anne, Ann y eso, ya sabes.
tobias.
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
yo me conozco, tú me conoces, yo también te conozco, estamos en una ene cé juntas, voy a participar.
Invitado
Invitado
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
Lizzie Adams
† Nombre: Elizabeth Jane Adams | Nova Chris Raynols
† Edad: 18 | 18
† Chico: Finn Harries
† Representante: Avril Lavigne
† ¿Quién trabaja en el circo? Lizzie bc lizzie is kúl
† Escrito de tu autoría en spoiler:
- meow:
- Caspar había estado viviendo en Francia hasta sus 10 años. Su madre había conseguido que la reasignaran y, aunque al principio iba a ser en Sudáfrica, la terminaron trasladando a un edificio de la compañía en la que trabajaba en Inglaterra. La noticia fue abrumadora, y aunque él quería seguir viviendo en Francia, terminó acompañando a sus padres, deseando lo mejor para ellos; su madre estaba muy emocionada por este trabajo, y él no quería arruinar su felicidad.
Cuando llegó no fue aceptado inmediatamente por los chicos de su barrio. Su acento era raro y muchas veces terminaba hablando francés al no saber qué palabras utilizar en inglés. Sus vecinos no eran del todo pacientes y por eso prefirieron no hablar con él, al menos hasta que pudiera hablar inglés decentemente.
El hecho de que nadie en su cuadra quería hablar con él lo volvió un poco antisocial y le fue difícil relacionarse con otras personas cuando comenzó la escuela. A veces se llenaba de valor y le dirigía la palabra a alguno de sus compañeros, pero este sólo le ignoraba. Nadie tenía la mínima intención de relacionarse con el extranjero. Un tiempo después, Caspar aceptó la realidad y también dejó de intentar hablar con otros.
El mantenerse aislado de la socialización logró que Caspar desarrollara gustos algo extraños. Lo único que él hacía era dormir todo el día y estar en la computadora de madrugada. También su actitud al hablar con alguien no era la mejor, por lo que prefería mostrarse indiferente, aún cuando le estuvieran hablando. Ya que ni sus padres soportaban su horrible personalidad, le dieron todos los lujos que él quisiera, con tal de permanecer alejado de ellos lo mayormente posible. A Caspar ya le daba igual eso, él tenía todo lo que quería y necesitaba.
Aún siendo una persona antisocial, mal educada y caprichosa, él seguía siendo Caspar, un chico de 13 años que quería vivir como un adolescente normal, con amigos, risas y diversión. Por eso, una solución para el problema de su incapacidad para socializar fue internet. Él tenía miles de amigos en línea, muchos de ellos medianamente famosos en sus ciudades por razones que nunca le dijeron a Caspar. Ellos eran la solución perfecta para la vida horrible y desastrosa en la que Caspar vivía. Pero aún si eran la solución, sólo eran una fantasía con la que hablar en la noche y en los recesos de la escuela. Caspar no podía escapar de su realidad siendo una persona solitaria.
Un día, uno de sus amigos, el más cercano a Caspar, le aconsejó que pusiera un poco de su parte cuando hablara con otros. “Si tú te sigues manteniendo indiferente nadie va a querer hablarte, y en parte es por eso que nadie te habla y tú te muestras indiferente. Como un círculo vicioso” había dicho. Caspar se mantuvo pensando en ello toda la noche y parte de la madrugada. Tenía razón. Nunca lograría nada mostrándose así. Ese mismo día, Caspar amaneció con una gran sonrisa en el rostro, para luego volver a dormir como hacía normalmente.
Hasta ahora no había tenido oportunidad de poner en práctica lo que había decidido hacer hace unas semanas. Nadie le había hablado más que sus padres, y no había tenido oportunidad de entablar una conversación con ellos, aunque no es como si quisiera. Pero había intentado, sin logro alguno.
Estaba por darse por vencido. Era como si él no existiera, y nadie hablaría con un fantasma, ¿no? No, nadie lo haría. Esto estaba claro para él.
Se encontraba en el banco de una plaza que daba hacia la calle. Hacía calor y él se encontraba comiendo un cono de helado mientras revisaba su celular. No había nadie en línea, por lo que lo guardó y siguió comiendo su cono. Se imaginó a sí mismo en esa situación, pero a los ojos de otra persona, y era simplemente patético. Entendía el por qué nadie le hablaba.
Volvió a revisar su celular. Nadie en línea.
Había un silencio extraño en el lugar. Cada tanto pasaban uno o dos autos por esa calle, y lo único que podía escucharse era el cantar de algunas pocas aves, algo extraño para la ajetreaba ciudad en la que se encontraba. Tanto silencio lo estaba desesperando, pero tenía un helado que comer y él era muy estricto con la comida. A pesar de estar delgado, comía mucho y nunca dejaba una comida a medio comer. Más ahora, con el calor que hacía solo un helado podía refrescarte.
Escuchó unos pasos extraños a lo lejos que iban acercándose y miró de dónde provenían. Una chica linda venía corriendo por la vereda; parecía apurada, pero por esa misma razón, Caspar la ignoró. Estaba lamiendo la punta de su helado de vainilla cuando escuchó un ruido sordo proviniendo de enfrente de él. La chica se había caído, y parecía que se había lastimado.
Caspar reaccionó al instante. Dejó su helado a un lado y se paró para ayudarla, sin importarle que el cono se había volteado y ahora estaba desparramado por toda la banca.
—¿Estás bien? —dijo, sosteniéndola por los brazos. Ella estaba media arrodillada en el piso, mirando una de sus rodillas raspadas. Su cara de dolor había preocupado a Caspar—. Estás herida.
—Sí —la chica de nombre desconocido tenía el ceño fruncido y miraba con dolor su rodilla.
—Espera —Caspar sacó la servilleta que venía con el helado que había guardado en uno de los bolsillos de su pantalón y se lo ofreció a la chica—. Toma.
Ella lo aceptó con gusto pronunciando un “Gracias” y comenzó a limpiar su herida, para luego presionar sobre ella intentando parar el leve sangrado que tenía. La chica levantó la cabeza para mirar a quien la había ayudado y se encontró con el rostro de un chico manchado en la zona de la barbilla con lo que parecía helado. No pudo evitar soltar una pequeña risa.
—Perdón —volvió a mirar al chico que estaba confundido del por qué la risa—, pero, ¿no hubiera sido mejor guardarte la servilleta? —comentó mirando con una sonrisa a Caspar.
Él frunció el ceño mientras ella señalaba su boca. Él la tocó para encontrar helado derretido en sus dedos y se sonrojó fuertemente por la vergüenza –aunque también podría haber sido por la sonrisa de la chica–.
La muchacha quitó el papel de su herida y, al ver que no sangraba más, abrió la servilleta y limpió la comida de la cara del chico con delicadeza mientras éste se sonrojaba. Cuando se aseguró de que ya no estaba manchado volvió a doblar la servilleta y se paró, ofreciendo su mano para que el chico también se levantara. Él, aún sonrojado, la aceptó y pronto ambos estuvieron frente a frente sin decir ni una palabra.
—Eh… —Caspar quiso decir algo, pero las palabras simplemente no salían.
—Gracias por ayudarme —dijo ella, al ver que él no diría nada— y perdón por molestarte mientras estabas comiendo; algún día te pagaré ese helado.
—Oh no, no es necesario —negó rápidamente.
—Por favor —ella sonrió y él no pudo negarse al ver esos ojos que demostraban que en serio quería pagar por molestarlo, aunque no había sido ninguna molestia.
—E-está bien… si tú lo dices.
—Bueno, lamento mucho lo que pasó, pero debo irme. Adiós.
Sin decir una palabra más, ella le dio una última sonrisa y luego se alejó caminando hacia donde se dirigía, intentando no forzar su pierna. Caspar la miró alejarse hasta que la perdió de vista.
Esa noche Caspar no dejó de pensar en el encuentro con ella. Su cuerpo había actuado por si solo, y se sentía tremendamente avergonzado. Una chica lo había visto en las condiciones en las que se encontraba, tal y como él se había imaginado: patético. Si pudiera, desearía que esa chica nunca se hubiera caído, y él nunca la hubiera ayudado. Pero no podía, lo único que podía hacer era pretender que nunca pasó, pero sería inútil si ella no hacía lo mismo.
Aún así, lo hizo. Con el tiempo, se olvidó de lo que había ocurrido, tanto como la vergüenza que pasó, como la sonrisa de la chica linda de cabellos castaños que había sido amable con él.
aqui mi ficha kul y le cambié los colores bc queda mas kul asi, espero no moleste c: ah y mi actriz favorita es definitivamente emma stone, y por si preguntas mi actor favorito es johnny depp ah y puse en edad 18 porque no se exactamente que edar poner por cierto, meow no es el nombre del shot, solo le puse asi porque no dejo de escuchar hello kitty anyway, 'later.
Invitado
Invitado
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
yo te conozco, tú me conoces, estamos en una enecé y ahora, posiblemente, estemos en otra. ahora leo tu ficha c:Mainstream. escribió:yo me conozco, tú me conoces, yo también te conozco, estamos en una ene cé juntas, voy a participar.
tobias.
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
Mainstream. escribió: Lizzie Adams[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
† Nombre: Elizabeth Jane Adams | Nova Chris Raynols
† Edad: 18 | 18
† Chico: Finn Harries
† Representante: Avril Lavigne
† ¿Quién trabaja en el circo? Lizzie bc lizzie is kúl
† Escrito de tu autoría en spoiler:
- meow:
Caspar había estado viviendo en Francia hasta sus 10 años. Su madre había conseguido que la reasignaran y, aunque al principio iba a ser en Sudáfrica, la terminaron trasladando a un edificio de la compañía en la que trabajaba en Inglaterra. La noticia fue abrumadora, y aunque él quería seguir viviendo en Francia, terminó acompañando a sus padres, deseando lo mejor para ellos; su madre estaba muy emocionada por este trabajo, y él no quería arruinar su felicidad.
Cuando llegó no fue aceptado inmediatamente por los chicos de su barrio. Su acento era raro y muchas veces terminaba hablando francés al no saber qué palabras utilizar en inglés. Sus vecinos no eran del todo pacientes y por eso prefirieron no hablar con él, al menos hasta que pudiera hablar inglés decentemente.
El hecho de que nadie en su cuadra quería hablar con él lo volvió un poco antisocial y le fue difícil relacionarse con otras personas cuando comenzó la escuela. A veces se llenaba de valor y le dirigía la palabra a alguno de sus compañeros, pero este sólo le ignoraba. Nadie tenía la mínima intención de relacionarse con el extranjero. Un tiempo después, Caspar aceptó la realidad y también dejó de intentar hablar con otros.
El mantenerse aislado de la socialización logró que Caspar desarrollara gustos algo extraños. Lo único que él hacía era dormir todo el día y estar en la computadora de madrugada. También su actitud al hablar con alguien no era la mejor, por lo que prefería mostrarse indiferente, aún cuando le estuvieran hablando. Ya que ni sus padres soportaban su horrible personalidad, le dieron todos los lujos que él quisiera, con tal de permanecer alejado de ellos lo mayormente posible. A Caspar ya le daba igual eso, él tenía todo lo que quería y necesitaba.
Aún siendo una persona antisocial, mal educada y caprichosa, él seguía siendo Caspar, un chico de 13 años que quería vivir como un adolescente normal, con amigos, risas y diversión. Por eso, una solución para el problema de su incapacidad para socializar fue internet. Él tenía miles de amigos en línea, muchos de ellos medianamente famosos en sus ciudades por razones que nunca le dijeron a Caspar. Ellos eran la solución perfecta para la vida horrible y desastrosa en la que Caspar vivía. Pero aún si eran la solución, sólo eran una fantasía con la que hablar en la noche y en los recesos de la escuela. Caspar no podía escapar de su realidad siendo una persona solitaria.
Un día, uno de sus amigos, el más cercano a Caspar, le aconsejó que pusiera un poco de su parte cuando hablara con otros. “Si tú te sigues manteniendo indiferente nadie va a querer hablarte, y en parte es por eso que nadie te habla y tú te muestras indiferente. Como un círculo vicioso” había dicho. Caspar se mantuvo pensando en ello toda la noche y parte de la madrugada. Tenía razón. Nunca lograría nada mostrándose así. Ese mismo día, Caspar amaneció con una gran sonrisa en el rostro, para luego volver a dormir como hacía normalmente.
Hasta ahora no había tenido oportunidad de poner en práctica lo que había decidido hacer hace unas semanas. Nadie le había hablado más que sus padres, y no había tenido oportunidad de entablar una conversación con ellos, aunque no es como si quisiera. Pero había intentado, sin logro alguno.
Estaba por darse por vencido. Era como si él no existiera, y nadie hablaría con un fantasma, ¿no? No, nadie lo haría. Esto estaba claro para él.
Se encontraba en el banco de una plaza que daba hacia la calle. Hacía calor y él se encontraba comiendo un cono de helado mientras revisaba su celular. No había nadie en línea, por lo que lo guardó y siguió comiendo su cono. Se imaginó a sí mismo en esa situación, pero a los ojos de otra persona, y era simplemente patético. Entendía el por qué nadie le hablaba.
Volvió a revisar su celular. Nadie en línea.
Había un silencio extraño en el lugar. Cada tanto pasaban uno o dos autos por esa calle, y lo único que podía escucharse era el cantar de algunas pocas aves, algo extraño para la ajetreaba ciudad en la que se encontraba. Tanto silencio lo estaba desesperando, pero tenía un helado que comer y él era muy estricto con la comida. A pesar de estar delgado, comía mucho y nunca dejaba una comida a medio comer. Más ahora, con el calor que hacía solo un helado podía refrescarte.
Escuchó unos pasos extraños a lo lejos que iban acercándose y miró de dónde provenían. Una chica linda venía corriendo por la vereda; parecía apurada, pero por esa misma razón, Caspar la ignoró. Estaba lamiendo la punta de su helado de vainilla cuando escuchó un ruido sordo proviniendo de enfrente de él. La chica se había caído, y parecía que se había lastimado.
Caspar reaccionó al instante. Dejó su helado a un lado y se paró para ayudarla, sin importarle que el cono se había volteado y ahora estaba desparramado por toda la banca.
—¿Estás bien? —dijo, sosteniéndola por los brazos. Ella estaba media arrodillada en el piso, mirando una de sus rodillas raspadas. Su cara de dolor había preocupado a Caspar—. Estás herida.
—Sí —la chica de nombre desconocido tenía el ceño fruncido y miraba con dolor su rodilla.
—Espera —Caspar sacó la servilleta que venía con el helado que había guardado en uno de los bolsillos de su pantalón y se lo ofreció a la chica—. Toma.
Ella lo aceptó con gusto pronunciando un “Gracias” y comenzó a limpiar su herida, para luego presionar sobre ella intentando parar el leve sangrado que tenía. La chica levantó la cabeza para mirar a quien la había ayudado y se encontró con el rostro de un chico manchado en la zona de la barbilla con lo que parecía helado. No pudo evitar soltar una pequeña risa.
—Perdón —volvió a mirar al chico que estaba confundido del por qué la risa—, pero, ¿no hubiera sido mejor guardarte la servilleta? —comentó mirando con una sonrisa a Caspar.
Él frunció el ceño mientras ella señalaba su boca. Él la tocó para encontrar helado derretido en sus dedos y se sonrojó fuertemente por la vergüenza –aunque también podría haber sido por la sonrisa de la chica–.
La muchacha quitó el papel de su herida y, al ver que no sangraba más, abrió la servilleta y limpió la comida de la cara del chico con delicadeza mientras éste se sonrojaba. Cuando se aseguró de que ya no estaba manchado volvió a doblar la servilleta y se paró, ofreciendo su mano para que el chico también se levantara. Él, aún sonrojado, la aceptó y pronto ambos estuvieron frente a frente sin decir ni una palabra.
—Eh… —Caspar quiso decir algo, pero las palabras simplemente no salían.
—Gracias por ayudarme —dijo ella, al ver que él no diría nada— y perdón por molestarte mientras estabas comiendo; algún día te pagaré ese helado.
—Oh no, no es necesario —negó rápidamente.
—Por favor —ella sonrió y él no pudo negarse al ver esos ojos que demostraban que en serio quería pagar por molestarlo, aunque no había sido ninguna molestia.
—E-está bien… si tú lo dices.
—Bueno, lamento mucho lo que pasó, pero debo irme. Adiós.
Sin decir una palabra más, ella le dio una última sonrisa y luego se alejó caminando hacia donde se dirigía, intentando no forzar su pierna. Caspar la miró alejarse hasta que la perdió de vista.
Esa noche Caspar no dejó de pensar en el encuentro con ella. Su cuerpo había actuado por si solo, y se sentía tremendamente avergonzado. Una chica lo había visto en las condiciones en las que se encontraba, tal y como él se había imaginado: patético. Si pudiera, desearía que esa chica nunca se hubiera caído, y él nunca la hubiera ayudado. Pero no podía, lo único que podía hacer era pretender que nunca pasó, pero sería inútil si ella no hacía lo mismo.
Aún así, lo hizo. Con el tiempo, se olvidó de lo que había ocurrido, tanto como la vergüenza que pasó, como la sonrisa de la chica linda de cabellos castaños que había sido amable con él.aqui mi ficha kul y le cambié los colores bc queda mas kul asi, espero no moleste c: ah y mi actriz favorita es definitivamente emma stone, y por si preguntas mi actor favorito es johnny depp :A:ah y puse en edad 18 porque no se exactamente que edar poner :AA:por cierto, meow no es el nombre del shot, solo le puse asi porque no dejo de escuchar hello kitty :AA:anyway, 'later.
Aceptada.
mucha suerte c:
tobias.
Re: barley circus | audiciones cerradas. ¡resultados!
OMG. Me encanto la idea. Siempre quise participar en un nc sobre un circo... de hecho lo hice pero no se que paso con la nc al final. No continuamos. No importa... Aca estoy.
Mi actriz favorita creo que es Shailene Woodley y tambien Jenifer Lawrence, como no. Y mi actor favorito es Johnny Deep... lo amo.
Ya te mando mi ficha bby.
Mi actriz favorita creo que es Shailene Woodley y tambien Jenifer Lawrence, como no. Y mi actor favorito es Johnny Deep... lo amo.
Ya te mando mi ficha bby.
Invitado
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