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El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
¡Ficha!
✖Titulo: El beso de la inocencia.
✖Autor: Maya Banks
✖Adaptación: Si, de un libro.
✖Género: Romance/Drama/Erótico.
✖Advertencias: Alto lenguaje, escenas eróticas, etc.
✖Otras Páginas: Little Things {Mi Galería.
✿
✖Autor: Maya Banks
✖Adaptación: Si, de un libro.
✖Género: Romance/Drama/Erótico.
✖Advertencias: Alto lenguaje, escenas eróticas, etc.
✖Otras Páginas: Little Things {Mi Galería.
✿
ᴍᴀʀ.
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
El beso de la inocencia
- A D A P T A D A -
Primera temporada: ¿Te Acuerdas De Mi? {Here}
Segunda temporada: Pasiones y Traición {Here}
- Holaa!:
- Me llamo María, tengo 18 años, soy Uruguaya y Directioner.
Esta novela, como dice en la descripción es la tercer novela de la serie "Embarazo y Pasión". Ya están publicadas las anteriores (arriba link) adaptadas a Harry la primera y a Niall la segunda.
Espero que les guste esta nove, a mi me ha gustado muchísimo
No hay una fecha de comienzo para la nove, eso depende de los comentarios que hayan y también del tiempo del cual disponga para adaptar (culpa del colegio ).
Por favor si les gusta la nove o les parece interesante comenten. No me gustan los fantasmas.
¡Espero sus comentarios!
:bye:
Última edición por ᴍᴀʀ. el Lun 07 Abr 2014, 5:37 pm, editado 2 veces
ᴍᴀʀ.
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
Última edición por ᴍᴀʀ. el Jue 31 Jul 2014, 5:05 pm, editado 2 veces
ᴍᴀʀ.
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
Sinopsis
Ashley, recién casada con Louis Tomlinson, deseaba que su pasión durara. Pero sus sueños de amor verdadero quedaron destrozados al descubrir que su matrimonio era otro acuerdo de negocios de su padre. Decidió entonces actuar como la esposa perfecta y conseguir que Louis la amara. Sin embargo, él echaba de menos a la burbujeante mujer que solía ser su esposa. ¿Quién era esa Ashley con aires de mujer de sociedad? ¿Encontraría la manera de encender de nuevo la pasión en su mirada... especialmente ahora que ella estaba embarazada?
ᴍᴀʀ.
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
OMAIGAD!
Me encanta, esta novela...
Es hermosa :3
Debes seguirla pronto, luego me paso por las otras :)
Me encanta, esta novela...
Es hermosa :3
Debes seguirla pronto, luego me paso por las otras :)
Rebeca.
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
HOLA QUERIDA
soy adriana y estoy emocioonada por esta temporada
oh louis sensualon
espero
te quiero
besos xoxoxoxo
:bye: :bye:
ADRI
soy adriana y estoy emocioonada por esta temporada
oh louis sensualon
espero
te quiero
besos xoxoxoxo
:bye: :bye:
ADRI
adrimile12
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
aaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh!!!! ya quiero el primer capi!!!!
en estas historias todas terminan embarazadas!!!!! jajjjaja!!!!
continua pliiiiiiiiiisss!!!!!!!!!!
:bye: :bye: :bye:
en estas historias todas terminan embarazadas!!!!! jajjjaja!!!!
continua pliiiiiiiiiisss!!!!!!!!!!
:bye: :bye: :bye:
Isabela85
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
¡Bienvenida!Rebeca. escribió:OMAIGAD!
Me encanta, esta novela...
Es hermosa :3
Debes seguirla pronto, luego me paso por las otras :)
Me encanta que te encante!
Mañana subo el primer cap.
:bye:
ᴍᴀʀ.
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
Hola Adri! :)adrimile12 escribió:HOLA QUERIDA
soy adriana y estoy emocioonada por esta temporada
oh louis sensualon
espero
te quiero
besos xoxoxoxo
:bye: :bye:
ADRI
¡Bienvenida a esta temporda!
Mañana subo el primer capítulo. :)
Aww! también te quiero linda.
Besos.
:bye:
ᴍᴀʀ.
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
Mañana lo podrás leer!Isabela85 escribió:aaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh!!!! ya quiero el primer capi!!!!
en estas historias todas terminan embarazadas!!!!! jajjjaja!!!!
continua pliiiiiiiiiisss!!!!!!!!!!
:bye: :bye: :bye:
jajajaj! Es cierto, es que la serie se llama "Embarazo y pasión", es por eso lo de los embarazos, todas terminan embarazadas. ;)
:bye:
ᴍᴀʀ.
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
Por que no has publicado todabiia! aaaaaaaaaaaaaahh!!
MiqqaSoto
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
gracias yo feliz de estar aqui... que lindaᴍᴀʀ. escribió:Hola Adri! :)adrimile12 escribió:HOLA QUERIDA
soy adriana y estoy emocioonada por esta temporada
oh louis sensualon
espero
te quiero
besos xoxoxoxo
:bye: :bye:
ADRI
¡Bienvenida a esta temporda!
Mañana subo el primer capítulo. :)
Aww! también te quiero linda.
Besos.
:bye:
ok lo espero
y yoa ti ambien
besos xoxoxoxox
:bye: :bye:
adrimile12
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
Lo siento. Estoy haciendo un proyecto para el colegio y tengo que buscar mucho información, por eso no he tenido tiempo para publicar capítulos en mis novelas.MiqqaSoto escribió:Por que no has publicado todabiia! aaaaaaaaaaaaaahh!!
Ya publico el primero. ;)
ᴍᴀʀ.
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
Me alegra! :)adrimile12 escribió:gracias yo feliz de estar aqui... que lindaᴍᴀʀ. escribió:Hola Adri! :)adrimile12 escribió:HOLA QUERIDA
soy adriana y estoy emocioonada por esta temporada
oh louis sensualon
espero
te quiero
besos xoxoxoxo
:bye: :bye:
ADRI
¡Bienvenida a esta temporda!
Mañana subo el primer capítulo. :)
Aww! también te quiero linda.
Besos.
:bye:
ok lo espero
y yoa ti ambien
besos xoxoxoxox
:bye: :bye:
Ya lo tendrás. ;)
Besos.
:bye:
ᴍᴀʀ.
Re: El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-
Capítulo 1
Llegaba un momento en la vida de todo hombre en el que sabía que había sido cazado. Louis Tomlinson se quedó mirando la sortija de diamantes y supo que el suyo había llegado. Cerró la tapa y guardó el estuche de terciopelo en el bolsillo de su chaqueta.
Tenía dos opciones. Podía casarse con Ashley Copeland y conseguir su objetivo de fusionar su compañía con Hoteles Copeland para crear la mayor y más exclusiva cadena de hoteles del mundo, o podía negarse y perderlo todo.
Teniendo en cuenta las circunstancias, sólo podía hacer una cosa.
El portero de su edificio en Manhattan se apresuró a abrirle la puerta mientras Louis se dirigía hacia la calle, donde le esperaba su conductor. Respiró hondo antes de meterse en el coche, y el conductor arrancó.
Esa iba a ser la noche. Era el resultado del cortejo, de incontables cenas y besos que se habían ido volviendo más apasionados. Esa noche, culminaría la conquista de Ashley Copeland, y entonces le pediría que se casara con él.
Sacudió la cabeza al reparar una vez más en lo absurdo de la situación.
Personalmente creía que William Copeland estaba loco por obligar a su hija a caer en las fauces de Louis. Había intentado hacer cambiar de opinión al viejo sobre su propósito de que su hija se casara con él.
Ashley era una muchacha muy dulce, pero Louis no tenía interés en casarse. Todavía no. Quizá en cinco años. Entonces, elegiría una esposa y tendría hijos.
William tenía otros planes. Desde el momento en el que Louis se le había acercado, William había mostrado un brillo calculador en sus ojos. Ella era demasiado blanda, demasiado inocente, demasiado... todo, como para ocuparse de los negocios familiares. Estaba convencido de que cualquier hombre que mostrara interés por ella, lo haría para congraciarse con el clan Copeland y su fortuna. William quería que cuidasen a su hija y, por la razón que fuera, estaba convencido de que Louis era la mejor opción.
Así que había incluido a Ashley como parte del acuerdo. ¿La condición? Que Ashley no se enterara de ello. El viejo estaba dispuesto a entregar a su hija, pero no quería que lo supiera. Lo cual quería decir que a Louis no le quedaba más remedio que seguirle aquel estúpido juego. Recordó las cosas que había dicho y la paciencia que había tenido cortejando a Ashley. Era una persona directa y todo aquel asunto le incomodaba.
Ashley iba a pensar que hacían una pareja perfecta. Era una mujer de buen corazón que prefería pasar el tiempo en su fundación para la protección de animales que en los consejos de administración de Hoteles Copeland. Si alguna vez descubría la verdad, no se lo tomaría bien. Y no podía culparla. Louis odiaba la manipulación, y se enfadaría mucho si alguien le hiciera lo que él iba a hacerle.
–Viejo estúpido –murmuró.
El conductor se detuvo frente a un edificio de apartamentos, en el que vivía todo el clan Copeland. William y su esposa ocupaban el ático y Ashley se había mudado a un apartamento más pequeño en otro piso. Entre medias vivían otros miembros de la familia, desde primos a tíos.
La familia Copeland le resultaba extraña a Louis. Se había independizado al cumplir dieciocho años y lo único que recordaba de sus padres era la advertencia de que no se metiera en líos.
Toda la devoción que William mostraba por sus hijos le resultaba rara y le incomodaba. Sobre todo desde que William decidiera tratar a Louis como a un hijo, ahora que iba a casarse con Ashley.
Louis empezó a salir cuando vio a Ashley corriendo hacia la puerta, con una amplia sonrisa en los labios y su mirada encendida al verlo. Él se apresuró para llegar junto a ella.
–Ashley, deberías haberte quedado dentro –dijo frunciendo el ceño.
Ella rio en respuesta. Sus carcajadas sonaron frescas en mitad del sonido del tráfico. Llevaba su melena rubia suelta, sin la horquilla que solía llevar. Tomó sus manos y las apretó mientras le sonreía.
–Vamos, Louis, ¿qué puede ocurrirme? Alex está aquí y está más pendiente de mí que mi propio padre.
Alex, el portero, sonrió a Ashley. Louis suspiró y rodeó a Ashley por la cintura.
–Deberías esperarme dentro y dejar que fuera yo el que te buscara. Alex no puede cuidar de ti. Tiene otros deberes.
–Para eso estás tú, tonto. No imagino que nadie pudiera hacerme daño estando a tu lado.
Antes de que él pudiera responder, unió sus labios a los de él. Aquella mujer no sabía controlarse. Estaba montando un espectáculo. Aun así, su cuerpo reaccionó a la pasión de su beso. Sabía dulce y resultaba inocente. Se sentía como un ogro por la farsa en la que estaba participando. Pero entonces recordó que Hoteles Copeland sería por fin suyo.
Lentamente, se apartó.
–Este no es sitio, Ashley –la reprendió–. Tenemos que irnos. Carl nos está esperando.
Se quedó seria y durante unos segundos su expresión se tornó triste, pero enseguida volvió a animarse, mostrando una alegre sonrisa en su rostro.
Louis se acomodó en el asiento trasero junto a Ashley y ella enseguida se acurrucó a su lado.
–¿Dónde vamos a cenar hoy? –preguntó ella.
–He preparado algo especial.
–¿El qué? –preguntó, abalanzándose sobre él.
–Ya lo verás.
Oyó su suspiro de desesperación y la sonrisa de Louis se ensanchó. Una cosa a favor de Ashley era que era muy fácil de contentar. Estaba acostumbrado a mujeres que protestaban cuando no se cumplían sus expectativas. Por desgracia, las mujeres con las que solía estar tenían altas y caras expectativas. Ashley parecía contentarse con cualquier cosa. Estaba seguro de que el anillo que había elegido le gustaría.
Ella se acomodó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro. Sus espontáneas muestras de afecto seguían incomodándolo. No estaba acostumbrado a gente tan abierta. Cuando se casaran, le diría que contuviera un poco su entusiasmo.
Unos minutos más tarde, Carl se detuvo en el edificio de Louis y salió para abrir la puerta. Louis salió y le ofreció la mano a Ashley para ayudarla.
–Esta es tu casa –comentó ella, enarcando una ceja.
–Así es. Venga, la cena nos está esperando.
Pasó junto a ella por la puerta y se dirigieron al ascensor. Subieron y la puerta se abrió al vestíbulo de su apartamento. Para su satisfacción, todo estaba como lo había planeado.
La iluminación era tenue y romántica. Sonaba jazz de fondo y la mesa estaba dispuesta junto a la ventana, mirando hacia la ciudad.
–¡Oh, Louis! Esto es perfecto.
Una vez más se arrojó a sus brazos y lo abrazó. Cada vez que lo abrazaba, sentía una extraña sensación en su pecho. Se soltó de su abrazo y la llevó hasta la mesa. Le apartó la silla y luego abrió la botella de vino y sirvió dos copas.
–¡La comida sigue caliente! –exclamó ella, tocando su plato–. ¿Cómo lo has conseguido?
–Con mis superpoderes –contestó él sonriendo.
–Me gusta la idea de un hombre con superpoderes para cocinar.
–Alguien me ha ayudado mientras iba a recogerte.
Ella arrugó la nariz.
–Eres muy antiguo, Louis. No había motivo para que fueras a buscarme si íbamos a pasar la noche en tu apartamento. Podía haber tomado un taxi o haberle pedido al chófer de mi padre que me trajera.
Louis parpadeó sorprendido. ¿Antiguo? Lo habían llamado muchas cosas, pero nunca antiguo.
–Un hombre ha de estar pendiente de las necesidades de su chica. Ha sido un placer ir a buscarte.
Ella se sonrojó y le brillaron los ojos.
–¿Lo soy?
–¿Que si eres qué? –preguntó él, ladeando la cabeza mientras dejaba en la mesa la copa de vino.
–Tu chica.
Nunca se había considerado un hombre posesivo, pero ahora que había decidido que se convirtiera en su esposa, había descubierto que lo era.
–Sí, y antes de que acabe la noche, no te quedará ninguna duda de que me perteneces.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo a Ashley. ¿Cómo iba a concentrarse en la cena después de semejante afirmación?
Louis se quedó mirándola desde el otro lado de la mesa como si fuera a saltar en cualquier comento.
Se sentía como una presa. Era una sensación deliciosa, en absoluto amenazante. Estaba deseando que llegara el momento en el que Louis diera un paso adelante en su relación.
Lo deseaba, a la vez que lo temía. ¿Cómo estar a la altura de un hombre que era capaz de seducir a una mujer con tan sólo un roce y una mirada? Había sido todo un caballero durante el tiempo que llevaban saliendo. Al principio, sólo le había dado besos inocentes, pero con el tiempo se habían vuelto más apasionados.
Otro escalofrío la recorrió por culpa de aquellos pensamientos. ¿Tendría planeado hacerla suya esa noche?
–¿No vas a comer? –le preguntó Louis.
De nuevo, se quedó mirando el plato. Sentía la boca seca y se estremeció expectante. Movió la gamba con el tenedor para mojarla en la salsa, y lentamente se la llevó a los labios.
–¿No eres vegetariana, verdad?
Ella sonrió al ver su expresión, como si la idea acabara de ocurrírsele. Se metió la gamba en la boca y masticó mientras volvía a dejar el tenedor. Después de tragársela, le tomó la mano.
–Te preocupas demasiado. Si fuera vegetariana, ya te lo habría dicho. Mucha gente cree que no como carne por mi vinculación con la asociación de protección de animales –dijo ella y al ver la expresión de alivio de Louis, sonrió de nuevo–. Como pollo y pescado. No me gusta demasiado el cerdo y menos aún la ternera, el foie gras y cosas por el estilo. La idea de comer hígado de pato me revuelve el estómago.
–Tendré en cuenta tus preferencias culinarias para no servírtelas –dijo él con solemnidad.
–¿Sabes una cosa, Louis? –dijo sonriendo–. No eres tan estirado como la gente piensa. Lo cierto es que tienes un gran sentido del humor.
–¿Estirado? –preguntó, levantando una ceja–. ¿Quién piensa que soy un estirado?
Consciente de que había metido la pata, se metió otra gamba en la boca.
–Nadie. Olvídalo.
–¿Alguien te ha prevenido contra mí?
La repentina tensión en su tono de voz hizo que se sintiera incómoda.
–Mi familia se preocupa por mí –contestó Ashley–. Son muy protectores, demasiado –concluyó.
–¿Tu familia te ha dicho que tengas cuidado conmigo?
–Bueno, no exactamente. Desde luego que mi padre no. Él cree que puedes tocar la luna. Mi madre también está de acuerdo con la relación, pero creo que es porque mi padre la aprueba.
Louis se relajó en su asiento.
–Entonces, ¿quién?
–Mi hermano quiere que tenga cuidado, pero has de entender que siempre que he salido con alguien me ha dicho lo mismo.
De nuevo, Louis arqueó una ceja mientras se llevaba la copa de vino a la boca.
–Ya.
–Sí, ya sabes, eres un mujeriego. Tienes una mujer diferente cada semana. Piensa que lo único que quieres es llevarme a la cama.
Ashley sintió que las mejillas le ardían e inclinó la cabeza.
–Parece el típico hermano mayor –dijo Louis–. Y tiene razón en una cosa: quiero meterte en mi cama. La diferencia es que una vez te tenga en ella, vas a quedarte ahí.
Ashley se quedó sorprendida. Él sonrió con aplomo.
–Acaba de comer. Quiero que disfrutes la cena. Más tarde, disfrutaremos el uno del otro.
Siguió comiendo mecánicamente, sin reparar en el sabor. ¿Qué hacían las mujeres en situaciones como aquella? Estaba con un hombre decidido a llevársela a la cama. ¿Debería mostrarse fría o ponerse a la defensiva?
Contuvo la risa. Estaba empezando a perder la cabeza.
Unas manos fuertes la tomaron por los hombros. Ashley echó hacia atrás la cabeza y vio a Louis a su espalda. ¿Cómo había llegado hasta allí?
–Relájate, Ashley –dijo suavemente–. Estás muy tensa. Ven aquí.
Con piernas temblorosas, se puso de pie. Él le acarició la mejilla con un dedo y luego le apartó un mechón de pelo de la frente. Por último, dibujó una línea por su cara hasta llegar a los labios mientras acercaba su cuerpo al de ella.
La rodeó por la cintura con un brazo y con la otra mano la tomó por la nuca.
Esa vez, cuando la besó, no hubo la contención que había visto otras veces. El beso fue ardiente y arrollador. ¿Cómo podía un beso provocarle aquel efecto?
Con la lengua rozó los labios de Ashley, suavemente al principio y con más fuerza después, haciendo presión para que abriera la boca. Ella se relajó y se dejó llevar por su abrazo. Oía sus latidos en las sienes, en el cuello y en lo más profundo de su cuerpo. Deseaba a aquel hombre. A veces le daba la sensación de que llevaba toda la vida esperándolo. Era perfecto.
–Louis –susurró–. Hay algo que tengo que decirte, algo que debes saber.
Él frunció el ceño y buscó sus ojos.
–Adelante, cuéntame lo que quieras.
Ashley tragó saliva, pero sintió que el nudo de su garganta había crecido. Nunca había imaginado que fuera tan difícil decirlo y se sintió como una tonta.
Quizá no debería decir nada y dejar que las cosas ocurrieran. Pero, no, aquella iba a ser una noche especial y Louis debía saberlo.
–Yo... Nunca he hecho esto –dijo nerviosa, aferrándose a su brazo–. Lo que quiero decir es que nunca he hecho el amor con un hombre. Eres el primero.
Algo oscuro y primitivo brilló en sus ojos. Al principio no dijo nada. Luego, la besó con ansia, devorando sus labios. A continuación se apartó y una expresión de satisfacción asomó a su rostro.
–Me alegro. Después de esta noche serás mía, Ashley. Me alegro de ser el primero.
–Yo también –murmuró ella.
La intensidad de su expresión se suavizó. Se inclinó hacia delante y la besó en la ceja. Se quedó así durante largos segundos antes de tomarla por los hombros.
–No quiero que tengas miedo. Seré muy suave contigo, cariño. Quiero que disfrutes cada momento.
Ella se puso de puntillas y lo rodeó por el cuello.
–Entonces, hazme el amor, Louis. Llevo mucho tiempo esperando por ti.
Ashley se quedó mirando a Louis, sin saber qué hacer. Él no tenía ese problema. Le dio otro beso en la frente antes de tomarla en sus brazos y llevarla hasta el dormitorio principal del apartamento. Ella suspiró y apoyó la cabeza en su hombro.
–Siempre soñé con que me llevaran en brazos a la cama cuando llegara el momento. Seguramente parezco tonta.
–Me alegro de poder cumplir tus fantasías antes incluso de desnudarte.
Ella se sonrojó ante la idea de que la desnudara. Después de escuchar a muchas chicas en el instituto y en la universidad hablar sobre lo mediocre que habían sido sus primeras veces, Ashley se había prometido que su experiencia sería diferente. Quizá al final había sido demasiado quisquillosa, pero se había empeñado en elegir el momento y el hombre adecuado. Así que estaba contenta porque no podía ser alguien más perfecto que Louis Tomlinson.
La dejó junto a la puerta y ella miró nerviosa a su alrededor. El dormitorio era grande. La cama era enorme también. Parecía hecha a medida. ¿Quién necesitaba una cama tan grande?
-Voy a desnudarte, cariño –dijo él con voz sensual–. Lo haré lentamente. Si te sientes incómoda en algún momento, detenme. Tenemos toda la noche. No hay ninguna prisa.
Su corazón se derritió ante la dulzura de su voz. Parecía paciente y aunque lo agradecía, estaba deseando que se diera prisa.
«Sólo hay una primera vez», se dijo reprendiéndose.
–Date la vuelta para que pueda quitarte el vestido.
Lentamente se dio la vuelta y cerró los ojos, mientras él le apartaba el pelo hacia un lado para abrirle la cremallera. Unos segundos después, el sonido de la cremallera al bajar fue lo único que se escuchó en la habitación.
Ashley se sujetó el vestido sin tirantes justo antes de que cayera. Louis la tomó por los hombros desnudos y la besó en el cuello.
–Relájate.
Era fácil para él decirlo. Seguramente lo había hecho cientos de veces.
Aquella idea no le agradaba y se prometió no pensar en cuántas amantes habría tenido.
Louis la hizo girarse y esbozó una sonrisa que la derritió por dentro. Lentamente la hizo soltar el vestido hasta que cayó al suelo, dejándola en bragas.
Se sonrojó. ¿Por qué no se había puesto un sujetador sin tirantes? Se sentía como una fresca por no llevar nada, pero tampoco tenía tanto pecho y el vestido le sentaba como un guante.
Tampoco sabía que la iba a seducir esa noche. Lo había deseado todas las veces que Louis la había invitado a salir, pero había dejado de predecir cuándo llegaría ese momento.
–Muy sexy –dijo recorriéndola con la mirada de arriba abajo.
Por suerte se había puesto unas bragas sexys de encaje y no las blancas de algodón blanco que solía llevar.
–Estás muy guapa.
Su temblor se atenuó, absorbida por la expresión de su mirada. Los ojos no mentían y podía ver la excitación y el deseo en los suyos.
Louis la tomó por los hombros y suavemente tiró de ella para volver a besarla de nuevo. En segundos, el beso pasó de ser feroz a tierno, como si le estuviera diciendo que no iba a abrumarla.
Aunque fuera virgen, el deseo y la excitación no le eran desconocidos.
Louis, con una intensidad que rayaba la obsesión, se había convertido en una fantasía que no la dejaba dormir por las noches.
Ya había sido tentada en el pasado. Otros hombres la habían cortejado. Por algunos no había sentido ningún deseo, pero por otros había experimentado interés y se había preguntado si aquello conduciría a una relación sexual. Al final, nunca había estado segura y se había negado a dar el paso.
Con Louis, eso no le había pasado. Desde el primer momento en el que se había presentado con su voz sensual y profunda, había sabido que estaba perdida. Había pasado las últimas semanas deseando que llegara aquella noche.
Ahora que había llegado, todo su cuerpo deseaba que la hiciera suya.
Él se separó un momento y ella se quedó mirándolo con ojos vidriosos. Louis le acarició una mejilla con un dedo. Luego, volvió a besarla una y otra vez.
Sus besos eran ardientes. Deslizó la lengua entre sus labios y jugueteó con la suya. Su sabor era cálido y exquisito, haciéndola desear más. Louis dejó escapar un gemido y suspiró junto a su rostro.
–Me vuelves loco.
Ella sonrió y su nerviosismo se calmó. El hecho de que provocara aquel efecto en un hombre tan guapo y atractivo, aumentaba su autoestima.
Continuó besándola por el cuello. Un escalofrío de placer le recorrió los hombros. Sus labios continuaron bajando por la curva de sus hombros hacia el pecho.
Se puso de rodillas frente a ella y su boca quedó a la altura del pezón.
Ashley contuvo la respiración, deseando que la acariciara. Le daba igual si era con la boca, los labios o la lengua.
Él bajó la cabeza y la besó en el ombligo. Luego subió unos centímetros y continuó el recorrido entre sus pechos hasta que finalmente la besó encima del corazón.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Louis.
–Tu corazón late deprisa –murmuró.
Ella continuó en silencio. No hacía falta decir nada. El corazón estaba a punto de salírsele del pecho. Pero sus manos no podían estarse quietas. Tenía los dedos hundidos en los mechones de su pelo castaño. Según la luz, sus ojos se veían celestes, azules, oscuros...
Acarició su pelo. Lo llevaba algo revuelto. Prestaba tan poca atención a su pelo como lo hacía a otras cosas que consideraba sin importancia.
Louis levantó la mirada.
–¿Estás asustada?
–Aterrada –admitió.
Su mirada se dulcificó y la rodeó con los brazos, atrayéndola hacia él. La sensación de su cuerpo desnudo contra el suyo vestido, hizo que sintiera un estremecimiento.
–Estaría menos asustada si estuvieras desnudo.
Él parpadeó sorprendido y luego rió, echando la cabeza hacia atrás.
–Está bien –dijo poniéndose de pie ante ella–. Me alegra complacerte.
Ella se pasó la lengua por los labios húmedos, mientras él se apartaba y empezaba a desabrocharse la camisa. Luego, se quitó los gemelos antes de sacarse las mangas.
Ella permaneció quieta, disfrutando. Estaba en buena condición física, pero sin que su musculatura resultara excesiva. Un racimo de rizos salpicaba su pecho y una suave línea de vello bajaba por su abdomen y desaparecía bajo la cintura de los pantalones.
Deseaba acariciarlo, tenía que acariciarlo. Cerró los puños y frunció el ceño. No había reglas en la seducción, ¿no? Podía tocar. No había ninguna razón para permanecer quieta como una estatua mientras él hacía todo el trabajo.
Estaba empezando a desabrocharse los pantalones cuando ella deslizó las manos por su pecho y sus hombros. Él se quedó quieto y por unos instantes cerró los ojos.
Su respuesta la fascinó. ¿Le producían sus caricias tanto placer como a ella las suyas? Una sensación de poder la invadió. Se acercó aún más, deseando sentir su piel desnuda junto a la suya. Dejó escapar un gemido cuando sus senos rozaron su pecho. Fue una sensación eléctrica que la hizo desear más, mucho más.
–¿Qué estás haciendo? –preguntó con voz quebrada.
–Pasármelo bien.
Él sonrió y permaneció quieto, con las manos en la cremallera del pantalón. Ashley le acarició con las manos abiertas el pecho, explorando cada músculo y disfrutando del contraste de la fortaleza de Louis y de la delicadeza de su propio cuerpo.
–Quítatelos –susurró.
–¿Acaso la tímida virgen se ha vuelto toda una seductora?
Justo en aquel instante se sonrojó y entonces él sonrió y soltó sus pantalones para tomar su rostro entre las manos. Luego la besó, tirando con fuerza de sus labios.
El repentino nerviosismo hizo que sus manos se movieran con torpeza, mientras buscaba sus pantalones. Él permaneció paciente, acariciando su rostro, con los ojos fijos en los de ella mientras Ashley le bajaba los pantalones.
Tragó saliva y se aventuró a mirar allí donde su erección se adivinaba bajo los calzoncillos. Eran unos sencillos calzoncillos bóxers. Se había imaginado algo más... Bueno, no se lo había imaginado con unos calzoncillos tan sencillos, claro que no era un hombre que se complicara la vida. Sí, llevaba ropa cara, pero era ropa cómoda. Sólo se sabía que era cara al ver la etiqueta.
Dicho de otra manera, Louis Tomlinson era un hombre que había hecho dinero, pero que no se preocupaba en aparentarlo. En público, solía estar a la defensiva, como si quisiera guardar las distancias. Le entusiasmaba que confiara en ella lo suficiente como para mostrarle su lado más íntimo.
–Acaríciame –dijo en aquel tono sensual que la hacía derretirse.
A tientas, metió la mano bajo la cintura de su ropa interior y siguió bajando hasta que se encontró con la aterciopelada dureza de su erección. Animada por la expresión de deseo de sus ojos, rodeó con sus dedos la base y lentamente los deslizó hacia arriba, recorriendo su longitud.
Louis soltó su rostro e impacientemente se bajó los calzoncillos hasta quedar completamente desnudo, mientras ella continuaba acariciándolo suavemente. Aunque no tenía nada con lo que compararlo salvo algunas fotos que había visto, parecía tener un tamaño adecuado. Al menos, no parecía tan grande como para temer un problema de compatibilidades.
La tomó de las muñecas y le apartó las manos de su erección, aprisionándoselas contra el pecho.
–Cariño, me estás volviendo loco. Se supone que era yo el que iba a seducirte y sin embargo eres tú la que me esclaviza con cada caricia.
Ella se sonrojó de placer. La besó de nuevo y la abrazó, haciéndola caminar de vuelta a la cama. La detuvo cuando sus piernas estuvieron a punto de rozar la colcha. Luego, la rodeó por la cintura y la echó hacia atrás hasta tumbarla
en el colchón.
La expresión de Louis se tornó seria. Con suavidad, le apartó un mechón de pelo de la frente con un movimiento suave.
–Si en algún momento hago algo que te asuste, dímelo y me pararé. Si quieres que vaya más despacio, dímelo también.
–¡Oh! –exclamó, incapaz de decir nada por el nudo que se le había formado en la garganta.
Tiró de él para que la besara. Se sentía torpe, pero no parecía importarle. Le habría gustado mostrarse más desinhibida, pero no tenía experiencia y no se arrepentía de haber esperado hasta ese momento.
–Te quiero –susurró Ashley, incapaz de contener por más tiempo aquellas palabras. Louis se quedó inmóvil y, por un momento, Ashley temió haber roto la magia del momento. Se apartó con los ojos abiertos como platos, buscando en su rostro alguna reacción, alguna indicación de que había traspasado alguna barrera prohibida.
Estaba convencida de que había echado a perder el momento más excitante y maravilloso de su vida por ser una bocazas. Nunca había sido capaz de contenerse.
–¿Louis?
Le temblaron los labios y empezó a apartarse, sintiéndose avergonzada.
En vez de contestarla, Louis se echó sobre ella y comenzó a devorarle los labios. Luego, metió la lengua en su boca y empezó a jugar con la suya.
Su cuerpo volvió a la vida y se arqueó contra él. Ashley lo rodeó por el cuello mientras Louis la estrechaba contra él. Sus cuerpos estaban tan ardientes como su boca. Entre sus piernas, Ashley sintió su erección.
Louis agitó las caderas, como si fuera incapaz de contener el deseo de hundirse en ella. Ashley jadeó excitada, llevada por el miedo y la excitación. Su boca y sus manos estaban por todas partes. Era un asalto sensual a sus sentidos.
Las suaves caricias se mezclaban con toques más firmes. Tiró de ella hacia abajo hasta que pudo tomar uno de sus pezones en la boca. Luego, lo acarició con la punta de la lengua.
Ashley dejó escapar un grito, llevada por el efecto de aquel simple roce. El placer la invadía y se estremeció con violencia, clavándole las uñas.
No satisfecho con la intensidad de su reacción, volvió a tomar su pezón en la boca y lo chupó con fuerza.
Ashley sintió que la visión se le nublaba. Respiró hondo, pero no parecía capaz de llenar de aire sus pulmones. Aquello era el paraíso. Ni siquiera encontraba las palabras para describir aquella increíble sensación que le provocaba su boca lamiéndole el pecho.
Entonces, Louis deslizó una mano entre ellos, por su ombligo y más abajo. Ashley contuvo la respiración mientras sus dedos acariciaban sus pliegues hasta dar con el centro de su placer. Sabía mejor que ella cómo satisfacerla, dónde y cómo tocarla. Cada caricia la elevaba a nuevas alturas. Entonces, Louis cerró los ojos y empujó con sus caderas, hundiéndose en ella centímetro a centímetro. En un momento dado se detuvo y ella se agitó, protestando.
–Calla –murmuró, y la besó en la comisura de los labios–. Dame un momento. No quiero hacerte daño. Es mejor acabar con ello cuanto antes.
Ashley asintió, mientras él se separaba para volver a hundirse de nuevo. Abrió los ojos como platos y un grito ahogado escapó de su garganta.
Estaba intentando controlar los sentimientos contradictorios que la embargaban. Podía sentirlo en su interior. Lo tenía sujeto. No podía distinguir si la sensación ardiente de su interior era de placer o de dolor. Quería más, necesitaba más.
Gimió suavemente y se agitó. Quería algo que no sabía describir.
–Despacio.
La besó, acariciando su lengua con la suya, y el beso se volvió más apasionado. Levantó su cuerpo separándolo del de ella y arqueó las caderas antes de embestirla de nuevo. Luego volvió a bajar, apoyándose en los codos, sin apartar la mirada de la suya.
–¿Estás bien?
–Muy bien –contestó ella sonriendo.
–Eres preciosa, inocente, perfecta... Toda mía.
El tono posesivo en su voz la hizo estremecer y otra sacudida de placer recorrió su cuerpo.
–Sí, toda tuya –susurró.
–Dime si te queda mucho. Quiero que nos corramos a la vez. No puedo esperar mucho más.
–Entonces no lo hagas.
Su voz tembló. Apenas podía pensar, mucho menos hablar. Tenía el cuerpo rígido. Sus sentidos estaban alterados y estaba a punto de dejarse llevar. Un solo roce, una caricia más y...
La abrazó y volvió a hundirse en ella. La obligó a separar los muslos un poco más, se hundió más profundamente y Ashley perdió el control. Era la sensación más bonita y espectacular que podía haber imaginado. Superaba con creces sus fantasías eróticas.
Cuando volvió a recobrar la cordura, estaba rodeada por los brazos de Louis, que la besaba suavemente en el cuello. Estaba encima de él. Tenía el pelo hacia un lado mientras él acariciaba la curva del hombro.
Ashley levantó la cabeza para mirarlo, sintiéndose algo aturdida.
–¿Cómo he acabado aquí?
Él sonrió y deslizó las manos por el cuerpo desnudo de Ashley, hasta detenerse en su trasero.
–Yo te puse ahí. Me gusta tenerte encima. Creo que podría acostumbrarme.
–¡Oh!
–¿Te has quedado sin palabras? ¿Tú?
Lo miró contrariada, pero no pudo replicar nada. Era demasiado evidente que se había quedado muda.
Louis sonrió y tiró de ella. Ashley se colocó sobre él y disfrutó de sus caricias en la espalda.
–¿Te he hecho daño?
Ella sonrió al percibir preocupación en su tono de voz.
–No, ha sido perfecto, Louis, tan perfecto que no encuentro palabras para describirlo. Gracias.
Le apartó un mechón de pelo y jugueteó con él entre sus dedos.
–¿Gracias? Creo que ninguna mujer me había dado las gracias después de tener sexo.
–Has hecho que mi primera vez fuera especial.
–Me alegro –dijo, y la besó en la cabeza.
Ella bostezó y se acomodó a su lado.
–Duérmete –susurró él–. Quiero que duermas aquí esta noche.
Le pesaban los ojos y estaba durmiéndose cuando reparó en lo que le acababa de decir.
–Yo también quiero dormir aquí.
Sus dedos se quedaron quietos entre su melena y luego empezó a acariciarle el cuerpo de un modo posesivo.
–Eso está bien, Ashley, porque de ahora en adelante dormirás cada noche en mi cama.
Tenía dos opciones. Podía casarse con Ashley Copeland y conseguir su objetivo de fusionar su compañía con Hoteles Copeland para crear la mayor y más exclusiva cadena de hoteles del mundo, o podía negarse y perderlo todo.
Teniendo en cuenta las circunstancias, sólo podía hacer una cosa.
El portero de su edificio en Manhattan se apresuró a abrirle la puerta mientras Louis se dirigía hacia la calle, donde le esperaba su conductor. Respiró hondo antes de meterse en el coche, y el conductor arrancó.
Esa iba a ser la noche. Era el resultado del cortejo, de incontables cenas y besos que se habían ido volviendo más apasionados. Esa noche, culminaría la conquista de Ashley Copeland, y entonces le pediría que se casara con él.
Sacudió la cabeza al reparar una vez más en lo absurdo de la situación.
Personalmente creía que William Copeland estaba loco por obligar a su hija a caer en las fauces de Louis. Había intentado hacer cambiar de opinión al viejo sobre su propósito de que su hija se casara con él.
Ashley era una muchacha muy dulce, pero Louis no tenía interés en casarse. Todavía no. Quizá en cinco años. Entonces, elegiría una esposa y tendría hijos.
William tenía otros planes. Desde el momento en el que Louis se le había acercado, William había mostrado un brillo calculador en sus ojos. Ella era demasiado blanda, demasiado inocente, demasiado... todo, como para ocuparse de los negocios familiares. Estaba convencido de que cualquier hombre que mostrara interés por ella, lo haría para congraciarse con el clan Copeland y su fortuna. William quería que cuidasen a su hija y, por la razón que fuera, estaba convencido de que Louis era la mejor opción.
Así que había incluido a Ashley como parte del acuerdo. ¿La condición? Que Ashley no se enterara de ello. El viejo estaba dispuesto a entregar a su hija, pero no quería que lo supiera. Lo cual quería decir que a Louis no le quedaba más remedio que seguirle aquel estúpido juego. Recordó las cosas que había dicho y la paciencia que había tenido cortejando a Ashley. Era una persona directa y todo aquel asunto le incomodaba.
Ashley iba a pensar que hacían una pareja perfecta. Era una mujer de buen corazón que prefería pasar el tiempo en su fundación para la protección de animales que en los consejos de administración de Hoteles Copeland. Si alguna vez descubría la verdad, no se lo tomaría bien. Y no podía culparla. Louis odiaba la manipulación, y se enfadaría mucho si alguien le hiciera lo que él iba a hacerle.
–Viejo estúpido –murmuró.
El conductor se detuvo frente a un edificio de apartamentos, en el que vivía todo el clan Copeland. William y su esposa ocupaban el ático y Ashley se había mudado a un apartamento más pequeño en otro piso. Entre medias vivían otros miembros de la familia, desde primos a tíos.
La familia Copeland le resultaba extraña a Louis. Se había independizado al cumplir dieciocho años y lo único que recordaba de sus padres era la advertencia de que no se metiera en líos.
Toda la devoción que William mostraba por sus hijos le resultaba rara y le incomodaba. Sobre todo desde que William decidiera tratar a Louis como a un hijo, ahora que iba a casarse con Ashley.
Louis empezó a salir cuando vio a Ashley corriendo hacia la puerta, con una amplia sonrisa en los labios y su mirada encendida al verlo. Él se apresuró para llegar junto a ella.
–Ashley, deberías haberte quedado dentro –dijo frunciendo el ceño.
Ella rio en respuesta. Sus carcajadas sonaron frescas en mitad del sonido del tráfico. Llevaba su melena rubia suelta, sin la horquilla que solía llevar. Tomó sus manos y las apretó mientras le sonreía.
–Vamos, Louis, ¿qué puede ocurrirme? Alex está aquí y está más pendiente de mí que mi propio padre.
Alex, el portero, sonrió a Ashley. Louis suspiró y rodeó a Ashley por la cintura.
–Deberías esperarme dentro y dejar que fuera yo el que te buscara. Alex no puede cuidar de ti. Tiene otros deberes.
–Para eso estás tú, tonto. No imagino que nadie pudiera hacerme daño estando a tu lado.
Antes de que él pudiera responder, unió sus labios a los de él. Aquella mujer no sabía controlarse. Estaba montando un espectáculo. Aun así, su cuerpo reaccionó a la pasión de su beso. Sabía dulce y resultaba inocente. Se sentía como un ogro por la farsa en la que estaba participando. Pero entonces recordó que Hoteles Copeland sería por fin suyo.
Lentamente, se apartó.
–Este no es sitio, Ashley –la reprendió–. Tenemos que irnos. Carl nos está esperando.
Se quedó seria y durante unos segundos su expresión se tornó triste, pero enseguida volvió a animarse, mostrando una alegre sonrisa en su rostro.
Louis se acomodó en el asiento trasero junto a Ashley y ella enseguida se acurrucó a su lado.
–¿Dónde vamos a cenar hoy? –preguntó ella.
–He preparado algo especial.
–¿El qué? –preguntó, abalanzándose sobre él.
–Ya lo verás.
Oyó su suspiro de desesperación y la sonrisa de Louis se ensanchó. Una cosa a favor de Ashley era que era muy fácil de contentar. Estaba acostumbrado a mujeres que protestaban cuando no se cumplían sus expectativas. Por desgracia, las mujeres con las que solía estar tenían altas y caras expectativas. Ashley parecía contentarse con cualquier cosa. Estaba seguro de que el anillo que había elegido le gustaría.
Ella se acomodó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro. Sus espontáneas muestras de afecto seguían incomodándolo. No estaba acostumbrado a gente tan abierta. Cuando se casaran, le diría que contuviera un poco su entusiasmo.
Unos minutos más tarde, Carl se detuvo en el edificio de Louis y salió para abrir la puerta. Louis salió y le ofreció la mano a Ashley para ayudarla.
–Esta es tu casa –comentó ella, enarcando una ceja.
–Así es. Venga, la cena nos está esperando.
Pasó junto a ella por la puerta y se dirigieron al ascensor. Subieron y la puerta se abrió al vestíbulo de su apartamento. Para su satisfacción, todo estaba como lo había planeado.
La iluminación era tenue y romántica. Sonaba jazz de fondo y la mesa estaba dispuesta junto a la ventana, mirando hacia la ciudad.
–¡Oh, Louis! Esto es perfecto.
Una vez más se arrojó a sus brazos y lo abrazó. Cada vez que lo abrazaba, sentía una extraña sensación en su pecho. Se soltó de su abrazo y la llevó hasta la mesa. Le apartó la silla y luego abrió la botella de vino y sirvió dos copas.
–¡La comida sigue caliente! –exclamó ella, tocando su plato–. ¿Cómo lo has conseguido?
–Con mis superpoderes –contestó él sonriendo.
–Me gusta la idea de un hombre con superpoderes para cocinar.
–Alguien me ha ayudado mientras iba a recogerte.
Ella arrugó la nariz.
–Eres muy antiguo, Louis. No había motivo para que fueras a buscarme si íbamos a pasar la noche en tu apartamento. Podía haber tomado un taxi o haberle pedido al chófer de mi padre que me trajera.
Louis parpadeó sorprendido. ¿Antiguo? Lo habían llamado muchas cosas, pero nunca antiguo.
–Un hombre ha de estar pendiente de las necesidades de su chica. Ha sido un placer ir a buscarte.
Ella se sonrojó y le brillaron los ojos.
–¿Lo soy?
–¿Que si eres qué? –preguntó él, ladeando la cabeza mientras dejaba en la mesa la copa de vino.
–Tu chica.
Nunca se había considerado un hombre posesivo, pero ahora que había decidido que se convirtiera en su esposa, había descubierto que lo era.
–Sí, y antes de que acabe la noche, no te quedará ninguna duda de que me perteneces.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo a Ashley. ¿Cómo iba a concentrarse en la cena después de semejante afirmación?
Louis se quedó mirándola desde el otro lado de la mesa como si fuera a saltar en cualquier comento.
Se sentía como una presa. Era una sensación deliciosa, en absoluto amenazante. Estaba deseando que llegara el momento en el que Louis diera un paso adelante en su relación.
Lo deseaba, a la vez que lo temía. ¿Cómo estar a la altura de un hombre que era capaz de seducir a una mujer con tan sólo un roce y una mirada? Había sido todo un caballero durante el tiempo que llevaban saliendo. Al principio, sólo le había dado besos inocentes, pero con el tiempo se habían vuelto más apasionados.
Otro escalofrío la recorrió por culpa de aquellos pensamientos. ¿Tendría planeado hacerla suya esa noche?
–¿No vas a comer? –le preguntó Louis.
De nuevo, se quedó mirando el plato. Sentía la boca seca y se estremeció expectante. Movió la gamba con el tenedor para mojarla en la salsa, y lentamente se la llevó a los labios.
–¿No eres vegetariana, verdad?
Ella sonrió al ver su expresión, como si la idea acabara de ocurrírsele. Se metió la gamba en la boca y masticó mientras volvía a dejar el tenedor. Después de tragársela, le tomó la mano.
–Te preocupas demasiado. Si fuera vegetariana, ya te lo habría dicho. Mucha gente cree que no como carne por mi vinculación con la asociación de protección de animales –dijo ella y al ver la expresión de alivio de Louis, sonrió de nuevo–. Como pollo y pescado. No me gusta demasiado el cerdo y menos aún la ternera, el foie gras y cosas por el estilo. La idea de comer hígado de pato me revuelve el estómago.
–Tendré en cuenta tus preferencias culinarias para no servírtelas –dijo él con solemnidad.
–¿Sabes una cosa, Louis? –dijo sonriendo–. No eres tan estirado como la gente piensa. Lo cierto es que tienes un gran sentido del humor.
–¿Estirado? –preguntó, levantando una ceja–. ¿Quién piensa que soy un estirado?
Consciente de que había metido la pata, se metió otra gamba en la boca.
–Nadie. Olvídalo.
–¿Alguien te ha prevenido contra mí?
La repentina tensión en su tono de voz hizo que se sintiera incómoda.
–Mi familia se preocupa por mí –contestó Ashley–. Son muy protectores, demasiado –concluyó.
–¿Tu familia te ha dicho que tengas cuidado conmigo?
–Bueno, no exactamente. Desde luego que mi padre no. Él cree que puedes tocar la luna. Mi madre también está de acuerdo con la relación, pero creo que es porque mi padre la aprueba.
Louis se relajó en su asiento.
–Entonces, ¿quién?
–Mi hermano quiere que tenga cuidado, pero has de entender que siempre que he salido con alguien me ha dicho lo mismo.
De nuevo, Louis arqueó una ceja mientras se llevaba la copa de vino a la boca.
–Ya.
–Sí, ya sabes, eres un mujeriego. Tienes una mujer diferente cada semana. Piensa que lo único que quieres es llevarme a la cama.
Ashley sintió que las mejillas le ardían e inclinó la cabeza.
–Parece el típico hermano mayor –dijo Louis–. Y tiene razón en una cosa: quiero meterte en mi cama. La diferencia es que una vez te tenga en ella, vas a quedarte ahí.
Ashley se quedó sorprendida. Él sonrió con aplomo.
–Acaba de comer. Quiero que disfrutes la cena. Más tarde, disfrutaremos el uno del otro.
Siguió comiendo mecánicamente, sin reparar en el sabor. ¿Qué hacían las mujeres en situaciones como aquella? Estaba con un hombre decidido a llevársela a la cama. ¿Debería mostrarse fría o ponerse a la defensiva?
Contuvo la risa. Estaba empezando a perder la cabeza.
Unas manos fuertes la tomaron por los hombros. Ashley echó hacia atrás la cabeza y vio a Louis a su espalda. ¿Cómo había llegado hasta allí?
–Relájate, Ashley –dijo suavemente–. Estás muy tensa. Ven aquí.
Con piernas temblorosas, se puso de pie. Él le acarició la mejilla con un dedo y luego le apartó un mechón de pelo de la frente. Por último, dibujó una línea por su cara hasta llegar a los labios mientras acercaba su cuerpo al de ella.
La rodeó por la cintura con un brazo y con la otra mano la tomó por la nuca.
Esa vez, cuando la besó, no hubo la contención que había visto otras veces. El beso fue ardiente y arrollador. ¿Cómo podía un beso provocarle aquel efecto?
Con la lengua rozó los labios de Ashley, suavemente al principio y con más fuerza después, haciendo presión para que abriera la boca. Ella se relajó y se dejó llevar por su abrazo. Oía sus latidos en las sienes, en el cuello y en lo más profundo de su cuerpo. Deseaba a aquel hombre. A veces le daba la sensación de que llevaba toda la vida esperándolo. Era perfecto.
–Louis –susurró–. Hay algo que tengo que decirte, algo que debes saber.
Él frunció el ceño y buscó sus ojos.
–Adelante, cuéntame lo que quieras.
Ashley tragó saliva, pero sintió que el nudo de su garganta había crecido. Nunca había imaginado que fuera tan difícil decirlo y se sintió como una tonta.
Quizá no debería decir nada y dejar que las cosas ocurrieran. Pero, no, aquella iba a ser una noche especial y Louis debía saberlo.
–Yo... Nunca he hecho esto –dijo nerviosa, aferrándose a su brazo–. Lo que quiero decir es que nunca he hecho el amor con un hombre. Eres el primero.
Algo oscuro y primitivo brilló en sus ojos. Al principio no dijo nada. Luego, la besó con ansia, devorando sus labios. A continuación se apartó y una expresión de satisfacción asomó a su rostro.
–Me alegro. Después de esta noche serás mía, Ashley. Me alegro de ser el primero.
–Yo también –murmuró ella.
La intensidad de su expresión se suavizó. Se inclinó hacia delante y la besó en la ceja. Se quedó así durante largos segundos antes de tomarla por los hombros.
–No quiero que tengas miedo. Seré muy suave contigo, cariño. Quiero que disfrutes cada momento.
Ella se puso de puntillas y lo rodeó por el cuello.
–Entonces, hazme el amor, Louis. Llevo mucho tiempo esperando por ti.
Ashley se quedó mirando a Louis, sin saber qué hacer. Él no tenía ese problema. Le dio otro beso en la frente antes de tomarla en sus brazos y llevarla hasta el dormitorio principal del apartamento. Ella suspiró y apoyó la cabeza en su hombro.
–Siempre soñé con que me llevaran en brazos a la cama cuando llegara el momento. Seguramente parezco tonta.
–Me alegro de poder cumplir tus fantasías antes incluso de desnudarte.
Ella se sonrojó ante la idea de que la desnudara. Después de escuchar a muchas chicas en el instituto y en la universidad hablar sobre lo mediocre que habían sido sus primeras veces, Ashley se había prometido que su experiencia sería diferente. Quizá al final había sido demasiado quisquillosa, pero se había empeñado en elegir el momento y el hombre adecuado. Así que estaba contenta porque no podía ser alguien más perfecto que Louis Tomlinson.
La dejó junto a la puerta y ella miró nerviosa a su alrededor. El dormitorio era grande. La cama era enorme también. Parecía hecha a medida. ¿Quién necesitaba una cama tan grande?
-Voy a desnudarte, cariño –dijo él con voz sensual–. Lo haré lentamente. Si te sientes incómoda en algún momento, detenme. Tenemos toda la noche. No hay ninguna prisa.
Su corazón se derritió ante la dulzura de su voz. Parecía paciente y aunque lo agradecía, estaba deseando que se diera prisa.
«Sólo hay una primera vez», se dijo reprendiéndose.
–Date la vuelta para que pueda quitarte el vestido.
Lentamente se dio la vuelta y cerró los ojos, mientras él le apartaba el pelo hacia un lado para abrirle la cremallera. Unos segundos después, el sonido de la cremallera al bajar fue lo único que se escuchó en la habitación.
Ashley se sujetó el vestido sin tirantes justo antes de que cayera. Louis la tomó por los hombros desnudos y la besó en el cuello.
–Relájate.
Era fácil para él decirlo. Seguramente lo había hecho cientos de veces.
Aquella idea no le agradaba y se prometió no pensar en cuántas amantes habría tenido.
Louis la hizo girarse y esbozó una sonrisa que la derritió por dentro. Lentamente la hizo soltar el vestido hasta que cayó al suelo, dejándola en bragas.
Se sonrojó. ¿Por qué no se había puesto un sujetador sin tirantes? Se sentía como una fresca por no llevar nada, pero tampoco tenía tanto pecho y el vestido le sentaba como un guante.
Tampoco sabía que la iba a seducir esa noche. Lo había deseado todas las veces que Louis la había invitado a salir, pero había dejado de predecir cuándo llegaría ese momento.
–Muy sexy –dijo recorriéndola con la mirada de arriba abajo.
Por suerte se había puesto unas bragas sexys de encaje y no las blancas de algodón blanco que solía llevar.
–Estás muy guapa.
Su temblor se atenuó, absorbida por la expresión de su mirada. Los ojos no mentían y podía ver la excitación y el deseo en los suyos.
Louis la tomó por los hombros y suavemente tiró de ella para volver a besarla de nuevo. En segundos, el beso pasó de ser feroz a tierno, como si le estuviera diciendo que no iba a abrumarla.
Aunque fuera virgen, el deseo y la excitación no le eran desconocidos.
Louis, con una intensidad que rayaba la obsesión, se había convertido en una fantasía que no la dejaba dormir por las noches.
Ya había sido tentada en el pasado. Otros hombres la habían cortejado. Por algunos no había sentido ningún deseo, pero por otros había experimentado interés y se había preguntado si aquello conduciría a una relación sexual. Al final, nunca había estado segura y se había negado a dar el paso.
Con Louis, eso no le había pasado. Desde el primer momento en el que se había presentado con su voz sensual y profunda, había sabido que estaba perdida. Había pasado las últimas semanas deseando que llegara aquella noche.
Ahora que había llegado, todo su cuerpo deseaba que la hiciera suya.
Él se separó un momento y ella se quedó mirándolo con ojos vidriosos. Louis le acarició una mejilla con un dedo. Luego, volvió a besarla una y otra vez.
Sus besos eran ardientes. Deslizó la lengua entre sus labios y jugueteó con la suya. Su sabor era cálido y exquisito, haciéndola desear más. Louis dejó escapar un gemido y suspiró junto a su rostro.
–Me vuelves loco.
Ella sonrió y su nerviosismo se calmó. El hecho de que provocara aquel efecto en un hombre tan guapo y atractivo, aumentaba su autoestima.
Continuó besándola por el cuello. Un escalofrío de placer le recorrió los hombros. Sus labios continuaron bajando por la curva de sus hombros hacia el pecho.
Se puso de rodillas frente a ella y su boca quedó a la altura del pezón.
Ashley contuvo la respiración, deseando que la acariciara. Le daba igual si era con la boca, los labios o la lengua.
Él bajó la cabeza y la besó en el ombligo. Luego subió unos centímetros y continuó el recorrido entre sus pechos hasta que finalmente la besó encima del corazón.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Louis.
–Tu corazón late deprisa –murmuró.
Ella continuó en silencio. No hacía falta decir nada. El corazón estaba a punto de salírsele del pecho. Pero sus manos no podían estarse quietas. Tenía los dedos hundidos en los mechones de su pelo castaño. Según la luz, sus ojos se veían celestes, azules, oscuros...
Acarició su pelo. Lo llevaba algo revuelto. Prestaba tan poca atención a su pelo como lo hacía a otras cosas que consideraba sin importancia.
Louis levantó la mirada.
–¿Estás asustada?
–Aterrada –admitió.
Su mirada se dulcificó y la rodeó con los brazos, atrayéndola hacia él. La sensación de su cuerpo desnudo contra el suyo vestido, hizo que sintiera un estremecimiento.
–Estaría menos asustada si estuvieras desnudo.
Él parpadeó sorprendido y luego rió, echando la cabeza hacia atrás.
–Está bien –dijo poniéndose de pie ante ella–. Me alegra complacerte.
Ella se pasó la lengua por los labios húmedos, mientras él se apartaba y empezaba a desabrocharse la camisa. Luego, se quitó los gemelos antes de sacarse las mangas.
Ella permaneció quieta, disfrutando. Estaba en buena condición física, pero sin que su musculatura resultara excesiva. Un racimo de rizos salpicaba su pecho y una suave línea de vello bajaba por su abdomen y desaparecía bajo la cintura de los pantalones.
Deseaba acariciarlo, tenía que acariciarlo. Cerró los puños y frunció el ceño. No había reglas en la seducción, ¿no? Podía tocar. No había ninguna razón para permanecer quieta como una estatua mientras él hacía todo el trabajo.
Estaba empezando a desabrocharse los pantalones cuando ella deslizó las manos por su pecho y sus hombros. Él se quedó quieto y por unos instantes cerró los ojos.
Su respuesta la fascinó. ¿Le producían sus caricias tanto placer como a ella las suyas? Una sensación de poder la invadió. Se acercó aún más, deseando sentir su piel desnuda junto a la suya. Dejó escapar un gemido cuando sus senos rozaron su pecho. Fue una sensación eléctrica que la hizo desear más, mucho más.
–¿Qué estás haciendo? –preguntó con voz quebrada.
–Pasármelo bien.
Él sonrió y permaneció quieto, con las manos en la cremallera del pantalón. Ashley le acarició con las manos abiertas el pecho, explorando cada músculo y disfrutando del contraste de la fortaleza de Louis y de la delicadeza de su propio cuerpo.
–Quítatelos –susurró.
–¿Acaso la tímida virgen se ha vuelto toda una seductora?
Justo en aquel instante se sonrojó y entonces él sonrió y soltó sus pantalones para tomar su rostro entre las manos. Luego la besó, tirando con fuerza de sus labios.
El repentino nerviosismo hizo que sus manos se movieran con torpeza, mientras buscaba sus pantalones. Él permaneció paciente, acariciando su rostro, con los ojos fijos en los de ella mientras Ashley le bajaba los pantalones.
Tragó saliva y se aventuró a mirar allí donde su erección se adivinaba bajo los calzoncillos. Eran unos sencillos calzoncillos bóxers. Se había imaginado algo más... Bueno, no se lo había imaginado con unos calzoncillos tan sencillos, claro que no era un hombre que se complicara la vida. Sí, llevaba ropa cara, pero era ropa cómoda. Sólo se sabía que era cara al ver la etiqueta.
Dicho de otra manera, Louis Tomlinson era un hombre que había hecho dinero, pero que no se preocupaba en aparentarlo. En público, solía estar a la defensiva, como si quisiera guardar las distancias. Le entusiasmaba que confiara en ella lo suficiente como para mostrarle su lado más íntimo.
–Acaríciame –dijo en aquel tono sensual que la hacía derretirse.
A tientas, metió la mano bajo la cintura de su ropa interior y siguió bajando hasta que se encontró con la aterciopelada dureza de su erección. Animada por la expresión de deseo de sus ojos, rodeó con sus dedos la base y lentamente los deslizó hacia arriba, recorriendo su longitud.
Louis soltó su rostro e impacientemente se bajó los calzoncillos hasta quedar completamente desnudo, mientras ella continuaba acariciándolo suavemente. Aunque no tenía nada con lo que compararlo salvo algunas fotos que había visto, parecía tener un tamaño adecuado. Al menos, no parecía tan grande como para temer un problema de compatibilidades.
La tomó de las muñecas y le apartó las manos de su erección, aprisionándoselas contra el pecho.
–Cariño, me estás volviendo loco. Se supone que era yo el que iba a seducirte y sin embargo eres tú la que me esclaviza con cada caricia.
Ella se sonrojó de placer. La besó de nuevo y la abrazó, haciéndola caminar de vuelta a la cama. La detuvo cuando sus piernas estuvieron a punto de rozar la colcha. Luego, la rodeó por la cintura y la echó hacia atrás hasta tumbarla
en el colchón.
La expresión de Louis se tornó seria. Con suavidad, le apartó un mechón de pelo de la frente con un movimiento suave.
–Si en algún momento hago algo que te asuste, dímelo y me pararé. Si quieres que vaya más despacio, dímelo también.
–¡Oh! –exclamó, incapaz de decir nada por el nudo que se le había formado en la garganta.
Tiró de él para que la besara. Se sentía torpe, pero no parecía importarle. Le habría gustado mostrarse más desinhibida, pero no tenía experiencia y no se arrepentía de haber esperado hasta ese momento.
–Te quiero –susurró Ashley, incapaz de contener por más tiempo aquellas palabras. Louis se quedó inmóvil y, por un momento, Ashley temió haber roto la magia del momento. Se apartó con los ojos abiertos como platos, buscando en su rostro alguna reacción, alguna indicación de que había traspasado alguna barrera prohibida.
Estaba convencida de que había echado a perder el momento más excitante y maravilloso de su vida por ser una bocazas. Nunca había sido capaz de contenerse.
–¿Louis?
Le temblaron los labios y empezó a apartarse, sintiéndose avergonzada.
En vez de contestarla, Louis se echó sobre ella y comenzó a devorarle los labios. Luego, metió la lengua en su boca y empezó a jugar con la suya.
Su cuerpo volvió a la vida y se arqueó contra él. Ashley lo rodeó por el cuello mientras Louis la estrechaba contra él. Sus cuerpos estaban tan ardientes como su boca. Entre sus piernas, Ashley sintió su erección.
Louis agitó las caderas, como si fuera incapaz de contener el deseo de hundirse en ella. Ashley jadeó excitada, llevada por el miedo y la excitación. Su boca y sus manos estaban por todas partes. Era un asalto sensual a sus sentidos.
Las suaves caricias se mezclaban con toques más firmes. Tiró de ella hacia abajo hasta que pudo tomar uno de sus pezones en la boca. Luego, lo acarició con la punta de la lengua.
Ashley dejó escapar un grito, llevada por el efecto de aquel simple roce. El placer la invadía y se estremeció con violencia, clavándole las uñas.
No satisfecho con la intensidad de su reacción, volvió a tomar su pezón en la boca y lo chupó con fuerza.
Ashley sintió que la visión se le nublaba. Respiró hondo, pero no parecía capaz de llenar de aire sus pulmones. Aquello era el paraíso. Ni siquiera encontraba las palabras para describir aquella increíble sensación que le provocaba su boca lamiéndole el pecho.
Entonces, Louis deslizó una mano entre ellos, por su ombligo y más abajo. Ashley contuvo la respiración mientras sus dedos acariciaban sus pliegues hasta dar con el centro de su placer. Sabía mejor que ella cómo satisfacerla, dónde y cómo tocarla. Cada caricia la elevaba a nuevas alturas. Entonces, Louis cerró los ojos y empujó con sus caderas, hundiéndose en ella centímetro a centímetro. En un momento dado se detuvo y ella se agitó, protestando.
–Calla –murmuró, y la besó en la comisura de los labios–. Dame un momento. No quiero hacerte daño. Es mejor acabar con ello cuanto antes.
Ashley asintió, mientras él se separaba para volver a hundirse de nuevo. Abrió los ojos como platos y un grito ahogado escapó de su garganta.
Estaba intentando controlar los sentimientos contradictorios que la embargaban. Podía sentirlo en su interior. Lo tenía sujeto. No podía distinguir si la sensación ardiente de su interior era de placer o de dolor. Quería más, necesitaba más.
Gimió suavemente y se agitó. Quería algo que no sabía describir.
–Despacio.
La besó, acariciando su lengua con la suya, y el beso se volvió más apasionado. Levantó su cuerpo separándolo del de ella y arqueó las caderas antes de embestirla de nuevo. Luego volvió a bajar, apoyándose en los codos, sin apartar la mirada de la suya.
–¿Estás bien?
–Muy bien –contestó ella sonriendo.
–Eres preciosa, inocente, perfecta... Toda mía.
El tono posesivo en su voz la hizo estremecer y otra sacudida de placer recorrió su cuerpo.
–Sí, toda tuya –susurró.
–Dime si te queda mucho. Quiero que nos corramos a la vez. No puedo esperar mucho más.
–Entonces no lo hagas.
Su voz tembló. Apenas podía pensar, mucho menos hablar. Tenía el cuerpo rígido. Sus sentidos estaban alterados y estaba a punto de dejarse llevar. Un solo roce, una caricia más y...
La abrazó y volvió a hundirse en ella. La obligó a separar los muslos un poco más, se hundió más profundamente y Ashley perdió el control. Era la sensación más bonita y espectacular que podía haber imaginado. Superaba con creces sus fantasías eróticas.
Cuando volvió a recobrar la cordura, estaba rodeada por los brazos de Louis, que la besaba suavemente en el cuello. Estaba encima de él. Tenía el pelo hacia un lado mientras él acariciaba la curva del hombro.
Ashley levantó la cabeza para mirarlo, sintiéndose algo aturdida.
–¿Cómo he acabado aquí?
Él sonrió y deslizó las manos por el cuerpo desnudo de Ashley, hasta detenerse en su trasero.
–Yo te puse ahí. Me gusta tenerte encima. Creo que podría acostumbrarme.
–¡Oh!
–¿Te has quedado sin palabras? ¿Tú?
Lo miró contrariada, pero no pudo replicar nada. Era demasiado evidente que se había quedado muda.
Louis sonrió y tiró de ella. Ashley se colocó sobre él y disfrutó de sus caricias en la espalda.
–¿Te he hecho daño?
Ella sonrió al percibir preocupación en su tono de voz.
–No, ha sido perfecto, Louis, tan perfecto que no encuentro palabras para describirlo. Gracias.
Le apartó un mechón de pelo y jugueteó con él entre sus dedos.
–¿Gracias? Creo que ninguna mujer me había dado las gracias después de tener sexo.
–Has hecho que mi primera vez fuera especial.
–Me alegro –dijo, y la besó en la cabeza.
Ella bostezó y se acomodó a su lado.
–Duérmete –susurró él–. Quiero que duermas aquí esta noche.
Le pesaban los ojos y estaba durmiéndose cuando reparó en lo que le acababa de decir.
–Yo también quiero dormir aquí.
Sus dedos se quedaron quietos entre su melena y luego empezó a acariciarle el cuerpo de un modo posesivo.
–Eso está bien, Ashley, porque de ahora en adelante dormirás cada noche en mi cama.
ᴍᴀʀ.
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