El Beso De La Inocencia {Louis Tomlinson} -TERMINADA-

A pesar de las noches que ya había pasado en el apartamento de Louis, todavía sentía mariposas en el estómago cada vez que entraba en su dormitorio para acostarse. Llevaba allí una semana y todavía se sentía incómoda porque no sentía que aquel fuera su hogar.
Estaba sacando su camisón de raso cuando las risas de Louis rompieron el silencio de la habitación. Se giró rápidamente frunciendo el ceño mientras él la miraba divertido.
–¿Qué es tan divertido?
–Tú. Todas las noches pierdes el tiempo poniéndote ese bonito camisón para quitártelo nada más meterte en la cama.
Ella asintió. Las mejillas le ardían.
Louis sonrió y tiró de ella hacia la cama.
–Te aseguro que... –dijo y la besó–, que nunca dejaré de desearte –añadió y le mordisqueó la oreja–. A menos que esté escayolado de la cabeza a los pies y aun así, pensaría en ello.
–Así que es cierto que los hombres sólo piensan en sexo.
–A veces también pensamos en comida.
Ashley rió.
–Mi madre está escandalizada de que prácticamente me haya mudado a vivir contigo.
–Prácticamente no –dijo mientras le deslizaba uno de los tirantes por el hombro–. Te has mudado a vivir conmigo.
–Estaba aterrada. Mi padre le dijo que dejara de preocuparse tanto, que íbamos a casarnos y que es normal que queramos pasar tiempo juntos antes del gran día para asegurarnos de que somos compatibles. Por otro lado, Eric está bastante enfadado. Cree que está loco por permitir que me mude a vivir con un hombre que se ha acostado con media ciudad. Son sus palabras, no las mías.
Louis se puso serio y se acercó a ella.
–¿Siempre haces eso?
–¿El qué?
–Decir lo primero que se te viene a la cabeza.
–No sé, nunca lo había pensado –replicó frunciendo el ceño–. Es lo que él dijo. Quiero decir que no le presté demasiada atención. Es muy protector conmigo y siempre se pone muy gruñón cuando alguien se fija en mí.
Ella se estremeció mientras tiraba de él hacia la cama. Cada noche la llevaba hasta lugares que apenas había soñado.
Si aquello era de una muestra de lo que iba a ser su vida con él, entonces estaba claro que iba a ser una mujer muy feliz.

***
–Acompañándonos en nuestra reunión de esta mañana, tenemos vía videoconferencia a Niall Horan y Harry Styles –dijo Louis mientras los rostros de sus amigos aparecían en la pantalla de la pared–. Niall está en la isla
de Saint Angelo, donde estamos construyendo uno de nuestros hoteles. Cuando se termine, este hotel será el estándar de la cadena Copeland. Buenos días, Niall. Quizá quieras explicarnos los avances de las obras.
Louis cedió la palabra a Niall y miró a Zayn, que estaba sentado en su asiento. Sabía bien cómo iban las obras porque se informaba todos los días.
Aunque Niall seguía el progreso de las obras in situ, estaba pendiente de que su mujer diera a luz en cualquier momento. Por ello, Louis estaba en contacto con el jefe de obras para tratar cualquier asunto que surgiera.
Zayn no se había vestido adecuadamente para la situación. No estaba de acuerdo con la idea de que la imagen lo era todo en el mundo de los negocios. Además, no le importaba lo que otros pensaran. Aun así le resultaba fácil a Zayn. Había nacido en aquel mundo, a diferencia de Louis, que se había tenido que abrir paso poco a poco. Zayn parecía dispuesto a pasar el día en la playa o sentado con una cerveza en una mano y un cigarro en la otra. Claro que Zayn ni fumaba ni bebía. No tenía ningún vicio. Era perfecto en su imperfección.
El personal de Tricorp escuchaba atentamente a Niall y tomaba notas.
Había un ambiente de expectativa en la sala. Todos sabían que era una cuestión de tiempo el que se anunciara una fusión.
Louis prefería esperar. Tal vez se estuviera volviendo viejo y blando. Quizá ni se mereciera estar al borde de dar el mayor golpe de su carrera. Porque cuando estaba a punto de conseguir lo que siempre había querido, había ido a hablar con William Copeland para sugerirle que pospusieran el anuncio seis meses. Creía preferible que Ashley no pensara que los negocios tenían algo que ver con la boda y que la fusión se llevara a cabo más tarde. Pero William no había querido. Había insistido en que las cosas se hicieran conforme a lo planeado. Pensaba que Louis se preocupaba demasiado sobre la posible reacción de Ashley. Ella lo quería. ¿No era eso suficiente? Louis se sentía abochornado de que todo el mundo supiera que estaba locamente enamorada de su futuro marido.
Además, William había señalado que además del desinterés de Ashley por los negocios familiares, las posibilidades de que cayera en la cuenta eran muy limitadas. ¿Qué consejo le había dado William a Louis? Que la mantuviera
ocupada y feliz.
De repente, en mitad del informe de Niall, un extraño sonido inundó la sala. Todos miraron a su alrededor. Louis frunció el ceño. ¿Qué demonios había sido eso? Parecía el sonido de un teléfono, pero nunca antes lo había oído.
Entonces, todo el mundo se giró lentamente hacia él y se dio cuenta de que era su teléfono.
–¿Qué demonios...? –murmuró.
Louis sacó el teléfono del bolsillo y vio el nombre de Ashley en la pantalla.
–Disculpadme un momento –dijo poniéndose de pie–. Contestaré fuera.
Salió veloz, molesto con la expresión burlona de Zayn. Parecía muy seguro de quién lo estaba llamando.
En cuanto salió de la sala de juntas, apretó el botón para descolgar y se llevó el aparato al oído.
–Aquí Tomlinson.
Ashley no pareció percatarse de su tono serio y de la ausencia de saludo.
–Oh, hola, Louis. ¿Qué tal va tu día?
–Bien. Escucha, ¿necesitas algo? Estoy en mitad de una reunión.
–Oh, no es nada importante –dijo ella–. Sólo te llamaba para decirte que te quiero.
Un incómodo nudo se le formó en el estómago. ¿Qué debía contestar a eso? Carraspeó.
–Ashley, ¿has cambiado el sonido de las llamadas de mi móvil?
–Ah, sí, así sabrás cuándo te llamo yo. ¡Qué bien, no!
Louis cerró los ojos. Aquel sonido estridente iba a convertirlo en el hazmerreír de la oficina, por no mencionar que Zayn no dejaría de burlarse de él una temporada.
–Sí, muy bien. Escucha, nos vemos esta noche. ¿Sigue en pie nuestra cena a las nueve, verdad?
–Sí, claro. Estaré en el refugio hasta las ocho, así que nos veremos en el restaurante.
–¿Tienes cómo llegar?
–Tomaré un taxi.
–Enviaré a alguien a buscarte. Quédate en el refugio hasta que llegue. Me aseguraré de que te recojan a las ocho.
Ella suspiró, pero no discutió.
–Que tengas un buen día, Louis. Estoy deseando que llegue esta noche.
–Gracias, yo también.
Se quedó mirando el teléfono durante largos segundos y luego apretó varios botones. ¿Cómo se cambiaba el sonido del timbre de llamadas?

A su pesar, le llamaba cada día. No sabía cómo, pero siempre se las arreglaba para interrumpirlo en mitad de una reunión o cuando estaba acompañado.
Después de unas cuantas veces, empezó a silenciar el teléfono o a ponerlo en modo vibratorio, pero en un par de ocasiones se le había olvidado y aquel sonido había interrumpido la reunión.
A las dos semanas, había empezado a divertirse. Algunos lo miraban con simpatía, incluso algunas mujeres con ternura. Pero Zayn no dejaba de burlarse de él.
Ashley llamaba cuando le apetecía, por lo que, por desgracia para él, nunca sabía cuándo ocurriría. A veces quería pedirle su consejo sobre algún detalle de la boda, como las flores. ¿Cómo opinar si ni siquiera sabía distinguir un tulipán de una gardenia? También le había preguntado por las invitaciones.
Harry y Niall no habían pasado por aquello para organizar sus bodas. Los dos habían elegido celebraciones sencillas. Louis lo estaba pasando mal. La boda estaba siendo organizada por todo el clan Copeland. Estaba a punto de
arrojarse al Hudson.
–¿Louis?
Louis asomó la cabeza por la puerta del baño, antes de volver a la cama secándose el pelo con una toalla. Ashley estaba tumbada boca abajo, agitando los pies en el aire, con la barbilla apoyada en la mano. Tenía el ceño fruncido, lo que indicaba que estaba pensando algo.
–¿Qué ocurre? –dijo sentándose al borde de la cama.
–¿En dónde vamos a vivir? –preguntó ella, girándose un poco para mirarlo–. Me refiero a después de casarnos. No hemos hablado de eso.
–Pensaba que viviéramos aquí.
Ashley frunció los labios y arrugó el entrecejo.
–Ah.
–¿No te gusta este apartamento? Es más grande que el tuyo, por eso pensé que estaríamos más cómodos aquí.
Ashley se incorporó y se sentó a su lado, con las piernas cruzadas.
–Me gusta. Es un apartamento estupendo, aunque demasiado masculino. Es como un apartamento de soltero. No parece adecuado para tener niños o mascotas.
–¿Mascotas? No sé yo acerca de mascotas...
Ashley frunció aún más el ceño, lo que le resultó angustiante a Louis. Ashley no solía ponerse mohína por nada, lo cual era bueno porque le resultaba muy difícil resistirse a ella cuando no estaba contenta. Quizá fuera porque siempre estaba contenta.
–Siempre he querido una casa en el campo, un lugar donde los niños y las mascotas pudieran correr y jugar. La ciudad no es un buen sitio para formar una familia.
–Mucha gente forma una familia aquí. Tú te criaste aquí.
–No viví aquí siempre. No nos mudamos a la ciudad hasta que cumplí diez años. Antes vivíamos en una granja, o al menos fue una granja antes de que mi padre la comprara.
–Es algo de lo que podemos hablar cuando llegue el momento –dijo Louis–. Ahora mismo, mi objetivo es hacerte mi esposa, pasar una semana sin interrupciones contigo en nuestra luna de miel y que te mudes definitivamente a mi
apartamento.
–Me gusta cuando dices cosas como esa –dijo Ashley y lo besó en la mejilla.
Él arqueó una ceja mientras ella se apartaba.
–¿Qué cosas?
–Como que no puedes esperar a que estemos juntos –dijo y lo rodeó por la cintura.
De nuevo, Louis sintió una extraña sensación en el pecho.
–Ya no queda mucho –dijo, en un intento por animarla–. Siempre podemos volver a hablar del asunto de dónde viviremos más adelante. Ahora mismo, quiero que nos concentremos en estar juntos –añadió acariciándole el pelo.
Ella lo estrechó con fuerza y volvió a soltarse como había hecho antes para mirarlo a la cara con sus intensos ojos azules.
–¿Podemos hablar de otra cosa?
–Claro.
–Cuando dices que nos concentremos en estar juntos, ¿quieres decir que prefieres esperar para tener una familia? Alguna vez hemos hablado de hijos. Creo que he dejado claro que quiero quedarme embarazada enseguida, pero no sé tu opinión.
En su cabeza se formó la imagen de Ashley embarazada, con una radiante y bonita sonrisa en los labios. Le sorprendía lo gratificante que le resultaba y se quedó perplejo.
En algún momento dado, había dejado de pensar en su boda con Ashley como en una obligación. Se había resignado a lo inevitable y lo cierto era que podía haber sido mucho peor. Era inteligente, buena persona, dulce, afectuosa y tierna. Sería una madre estupenda, mucho mejor de lo que había sido la suya.
Pero, ¿sería él un buen padre?
–¿Louis?
Bajó la vista y se encontró con que lo estaba mirando preocupada. Instintivamente intentó quitarle aquella preocupación y la besó en la frente.
–Estaba pensando.
–Es demasiado pronto para tener esta conversación. Lo siento. Mi padre siempre dice que me anticipo demasiado. No puedo evitarlo. Cuando quiero algo, hago todo lo posible por conseguirlo.
No pudo evitar sonreír. Era una descripción muy acertada de ella. Disfrutaba de la vida y no parecía preocuparle si daba un traspié. La gente como ella era un misterio para él. Era incapaz de comprenderlos.
Tiró de ella hasta que la hizo sentarse en su regazo.
–Creo que vas a ser una madre magnífica. Te estaba imaginando embarazada y me ha gustado. Eso me ha hecho recordar que no hemos usado protección, lo cual es una irresponsabilidad que me hace preguntarme si en el
fondo quería inconscientemente dejarte embarazada.
Ella suspiró y se acomodó en su pecho.
–Esperaba que dijeras eso. Me refiero en cuanto a tener hijos. En parte creo que será mejor esperar, pero siempre he querido tener una familia numerosa y no quiero ser una vieja cuando terminen el instituto.
–Eres consciente de que no hemos hecho nada para evitar un embarazo –dijo él en voz baja.
–¿Te importa? –preguntó ansiosa–. Quiero decir si te importaría que me quedara embarazada antes de casarnos.
–Sería muy hipócrita por mi parte molestarme por algo que podía haber evitado.
–Solo quería estar segura. No quiero que empecemos mal. Quiero que todo sea perfecto.
–¿Crees que ya estás embarazada? –preguntó acariciándole la mejilla–. ¿Por eso has sacado el tema esta noche? No quiero que tengas miedo de contarme nada. Nunca me enfadaré contigo por algo que también es mi responsabilidad. Eras virgen la primera vez que te hice el amor. Los métodos anticonceptivos deberían haber sido asunto mío.
–No. Quiero decir que no lo sé, pero creo que no.
Louis apoyó la frente en la de ella y reparó en que ya se estaban comportando como un matrimonio. Confiaba en Ashley y se sentía a gusto con ella. Había una sensación de bienestar que no podía negar. Quizá después de todo, William Copeland sabía lo que hacía.
–Bueno, si lo estás, estupendo. De verdad. Quiero que me digas si crees que lo estás. Y si no lo estás, ya pondremos remedio, ¿de acuerdo?
–De acuerdo –dijo ella sonriendo y con las mejillas sonrojadas.
–¿Qué te parece si nos vamos a la cama?
Se puso aún más roja y sonrió con timidez.
–Me esforzaré por dejarte embarazada –susurró Louis junto a su oído.
–Te quiero mucho, Louis. Soy la mujer más afortunada del mundo. Estoy deseando que nos casemos y ser oficialmente tuya.
Mientras bajaba la cabeza para unir sus labios a los de él, Louis pensó que estaba muy equivocada. La afortunada no era ella.

–Ashley, si no te quedas quieta, no vamos a terminar nunca de peinarte y maquillarte –dijo Pippa desesperada.
–Sigo pensando que deberíamos haber llamado a un estilista –dijo Sylvia mientras observaba los avances que Tabitha iba haciendo en el pelo de Ashley.
–Tabitha es estilista –dijo Ashley–. Es la mejor y ¿quién no quiere a los mejores el día de su boda? ¿Y quién sabe más de maquillaje que Carly?
–Eso es cierto –intervino Pippa–. Creo que las compañías de cosmética deberían pagarla para que promocionara sus productos.
–Cierra los ojos, Ashley –dijo Carly–. Es hora de ponerte rímel. Sólo un poco, no queremos que te queden demasiado cargados los ojos en tu gran día.
–Por supuesto que no –dijo Ashley frunciendo el ceño.
–Cariño, ¿estás lista? –preguntó la madre de Ashley desde el otro lado de la puerta–. Te quedan diez minutos.
–¿Diez minutos? –repitió Tabitha–. No puede ser. ¿Puede entretenerlos, señora Copeland?
–No voy a llegar tarde a mi propia boda –dijo Ashley–. Date prisa, Tabitha. El pelo estará perfecto. Tan sólo pon el velo sobre el moño.
–Tan sólo pon el velo encima del moño –repitió Tabitha–. Como si fuera tan sencillo.
Sylvia puso los ojos en blanco y rápidamente se interpuso entre Tabitha y Ashley y le colocó el velo sobre el elegante moño que lucía.
–Ya está. Estás muy guapa, Ashley.
–Un poco de brillo en los labios y hemos acabado –anunció Carly.
Unos segundos más tarde, Carly se apartó para que Ashley pudiera verse en el espejo.
–Oh, chicas.
Sus amigas la miraron en el espejo.
–Estás preciosa –dijo Pippa, a punto llorar–. Eres la novia más guapa que he visto.
–Desde luego –dijo Tabitha.
Las cuatro mujeres se unieron en un abrazo.
–Chicas, ha llegado la hora de salir. Vuestros acompañantes os están esperando. No queremos que la novia llegue tarde –dijo la madre de Ashley.
Las amigas se apresuraron hacia la puerta, con los ramos de flores en las manos.
–Tu padre viene ya a buscarte –continuó su madre, acercándose–. Mi pequeña, qué mayor te has hecho –dijo con lágrimas en los ojos–. Estás preciosa. Estoy muy orgullosa de ti.
–No me hagas llorar, mamá.
Su madre rió y la tomó de las manos para ayudarla a ponerse de pie.
–Espera que te arregle el vestido. Tu padre no deja de pasear al otro lado de la puerta. Ya sabes lo que odia llegar tarde.
De repente, llamaron a la puerta.
–Ese va a ser tu padre. ¿Estás lista, cariño?
Ashley se puso nerviosa y se le humedecieron las manos, pero asintió. Había llegado el momento. Estaba a punto de dirigirse al altar y de convertirse en la señora de Louis Tomlinson.
Lanzó los brazos alrededor de su madre y la abrazó.
–Te quiero, mamá.
Su madre le devolvió el abrazo.
–Yo también te quiero, pequeña. Salgamos antes de que tu padre haga un agujero en el suelo.
Salió antes que Ashley y allí estaba su padre mirando el reloj. Al oírlas, levantó la cabeza y su expresión se dulcificó. Los ojos se le llenaron de una intensa emoción y le ofreció la mano.
–No puedo creer que vayas a casarte. Parece que fue ayer cuando estabas aprendiendo a caminar. Estás muy guapa, Ashley. Louis es un hombre muy afortunado.
–Gracias, papá –dijo y besó a su padre en la mejilla–. Tú también estás muy guapo.
La planificadora de la boda se acercó a ellos, agitando las manos en el aire. Los acompañó a la entrada hacia el altar y estuvo unos segundos arreglando la cola del vestido.
La madre de Ashley entró en la iglesia y se sentó, dejando a Ashley a solas con su padre para que la acompañara hasta el altar. La música comenzó a sonar, las puertas se abrieron y todos los ojos se clavaron en Ashley. Le temblaba el ramo en las manos y rezó para que no le fallaran las rodillas. De repente, el vestido parecía pesar una tonelada y, a pesar del frío que hacía fuera, la iglesia parecía una sauna. Entonces vio a Tabitha, Carly, Sylvia y Pippa en el primer banco, sonrientes.
Finalmente, su mirada se clavó en Louis y se olvidó de los demás. Se olvidó de su nerviosismo y de sus dudas. Sólo pudo pensar en el hecho de que la estaba esperando en el altar y que, desde ese momento en adelante, iba a ser
suya. Una sensación cálida y sensiblera se apodero de ella.
Entonces, su padre la entregó a Louis. Él le sonrió y juntos se giraron hacia el sacerdote para que diera comienzo la ceremonia.
Al cabo de un rato, se dio cuenta de que no había prestado atención a la ceremonia. Lo único que recordaba era los ojos de Louis y la calidez que había sentido mientras le prometía amor, lealtad y entrega. Y por supuesto, el beso que Louis le había dado al ser declarados marido y mujer.
Al cabo de un rato, estaban dejando atrás el altar, juntos, como matrimonio. Se fueron a una sala contigua a esperar a que los demás se les uniesen y Louis la atrajo hacia él.
–Estás espectacular.
La besó de nuevo, esta vez más despacio e intensamente. Él se llevó su tiempo para explorar su boca y cuando se apartó, Ashley se aferró a su brazo para no perder el equilibrio.
A su alrededor, se empezaron a oír voces y se dio cuenta de que los invitados estaban saliendo de la iglesia.
–Cariño, te necesitan en la iglesia para las fotos –dijo su madre acercándose presurosa a Ashley y Devon–. Los invitados disfrutarán ahora de la recepción. Hay un coche esperándoos para cuando terminéis de haceros las fotos.
A Louis no le agradaba la idea de posar para tantas fotografías, pero suspiró resignado y tomó la mano de Ashley para conducirla de vuelta al templo.
–Terminaremos enseguida –susurró Ashley–, y nos iremos a disfrutar de nuestra luna de miel.
Él le sonrió y le apretó la mano.
–La idea de pasar varios días encerrados en la suite de un hotel es lo único que hace que las próximas horas sean soportables.
Ella se sonrojó y se estremeció ante las imágenes que sus palabras evocaban. Estaba deseando quedarse a solas con él. Pero a la vez, aquel era su día e iba a disfrutar de cada segundo. Sonrió y sus amigas se apiñaron a su alrededor, antes de que lo hicieran sus primos, sus tíos, sus padres, su hermano y otros parientes y amigos. Era realmente el día más feliz de su vida.
Louis fue a por una copa de vino, mientras era el turno del hermano de Ashley para bailar con ella. Debería estar bailando con alguien de la familia de Ashley, pero había tantas mujeres que no sabía reconocer cuáles tenían algo que ver con ella.
Zayn enseguida se acercó a él y Louis empezó a silbar, a modo de burla del esmoquin que se había puesto su amigo.
–Tú eres el único por el que me pongo esto –dijo–. No me lo puse para la boda de Harry y Niall se casó tan deprisa que nos avisó una vez lo hizo. Pero no quería defraudar a Ashley. Cree que soy alguien especial.
Louis sacudió la cabeza.
–No puedo creer que te hayas quedado tanto tiempo. No es usual en ti que salgas de tu cueva tanto tiempo.
–Se supone que tengo que retransmitir felicitaciones o condolencias, lo que prefieras, de parte de Harry y Niall. Los dos han sentido mucho no poder venir, pero sus esposas están a punto de dar a luz y es comprensible que tengan que permanecer a su lado.
–Déjalo ya –dijo Louis–. El hecho de que me case no es el fin del mundo. No fuiste tan pesado con Harry y Niall.
–Sí, que lo fui –dijo Zayn con una sonrisa–. Pero se lo merecían. Ambos eran despreciables.
–Como si tú fueras un ejemplo de amabilidad. Odias a todo el mundo, en especial a las mujeres.
–No las odio. En todo caso me gustan demasiado. Además, es divertido burlarse de ti. Creo que Ashley es perfecta para alguien tan estirado y rutinario como tú.
–No es eso lo que pretendo –dijo Louis–. Estoy al límite. Seré feliz cuando todo esto haya acabado. Estoy muy preocupado porque Ashley descubra la verdad y me mande al infierno. Cuanto antes nos vayamos de aquí y tomemos el avión para Saint Angelo, antes me sentiré bien.
–Por la cuenta que te trae, te deseo lo mejor –dijo Zayn–. Creo que has cometido un grave error casándote con alguien como parte de un acuerdo empresarial, pero es una mujer muy dulce y podía haber sido peor. De todas formas, no me preocupas tú sino ella.
–Vaya, gracias –dijo Louis–. Me alegro de que te preocupes por mí.
Zayn vio a Ashley en la pista de baile mientras su hermano la hacía girar. Rió y su sonrisa iluminó toda la sala. Estaba claro que se lo estaba pasando mejor que nunca.
–Al menos, tú no acabarás con el corazón roto –dijo Zayn bajando la voz–. Pero, ¿puedes decir lo mismo de ella?
–No voy a romperle el corazón, maldita sea. ¿Podemos dejar este asunto? Lo último que me hace falta es que alguien nos oiga.
–Sí, claro. Creo que voy a presentarle mis respetos a la novia antes de que vuelva a la cueva.
Louis vio a su amigo dirigirse a la pista de baile. Unos segundos más tarde, Eric dejó a Ashley en brazos de Zayn.
–Has hecho muy feliz a mi hija –dijo William Copeland.
Louis se giró y vio a su suegro justo detrás de él. William sonreía contento.
–Bienvenido a la familia, hijo –dijo dándole una palmada a Louis en la espalda.
–Gracias, señor. Es un honor.
–Llévate a Ashley y pasadlo bien. No te preocupes de los negocios, ya tendremos tiempo a tu vuelta de pensar lo que hay que hacer.
–Desde luego –dijo Louis asintiendo con la cabeza.
–La madre de Ashley quiere que te diga que el coche que os va a llevar al aeropuerto está esperando fuera. Ahora, si te gustan las tradiciones, tendríais que hacer alguna tontería como cortar la tarta. Pero si yo estuviera en tu lugar y me acabara de casar con una de las chicas más atractivas de Nueva York, me escabulliría y me iría. Llegaréis al aeropuerto antes de que alguien se dé cuenta de que os habéis ido.
–Ese es el mejor plan que he oído en toda la noche –dijo Louis sonriendo–. ¿Me cubrirá mi huida?
William esbozó una sonrisa cómplice.
–Por supuesto, hijo. Venga, ve a por tu esposa. Todos estarán encantados de comerse la tarta por ti.
Louis rio y atravesó la multitud para rescatar a Ashley de Zayn.

***
El sol se estaba ocultando en el horizonte cuando Louis atravesó el umbral de la suite con Ashley en brazos. En cuanto la dejó en el suelo, corrió a las puertas del porche para abrirlas.
–¡Oh, Louis, esto es precioso! –exclamó al ver la variedad de colores que llenaban el cielo.
Él se acercó por detrás y la rodeó con los brazos, atrayéndola hacia su pecho. Le besó la oreja y ella suspiró de placer.
–No puedo creer que esta será nuestra vista durante toda una semana. ¿Sabes cuánto tiempo hace que no he estado en la playa? Desde que era una niña.
–¿Cómo? –preguntó sorprendido–. ¿No sueles ir a la playa?
–Lo sé, es terrible, ¿verdad? No sé por qué. Mi familia no iba de vacaciones a la playa y a mis amigos tampoco les gusta demasiado. Nunca me había preocupado de venir y aquí estamos. Es tan bonito que no encuentro palabras para describirlo –dijo sin aliento.
–A mí me parece que te sobran palabras. Me alegro de que te guste.
Ella se giró en sus brazos, dejando que sus manos siguieran tomándola de la cintura.
–¿Cómo descubriste este sitio? Nunca había oído hablar de Saint Angelo.
–Estamos construyendo un hotel aquí. Vamos a ser los primeros. Niall y Kelly viven aquí, ¿recuerdas?
Ella arrugó la nariz.
–Ah, sí, me has hablado de ellos, pero no los conozco. Sólo conozco a Zayn.
–Enseguida pondré remedio a eso. Rachel y Kelly están a punto de dar a luz, así que no pueden viajar. Cenaremos con Niall y con Kelly mientras estemos aquí y estoy seguro de que pronto podremos vernos con Harry y Rachel.
–Lo estoy deseando.
–Ahora mismo, a mí no me importan –murmuró Louis–. Estoy más interesado en nuestra noche de bodas.
Ashley sintió que las mejillas le ardían a la vez que un delicioso escalofrío le recorría la espalda.
–Tengo que cambiarme. Tengo algo especial. Es una sorpresa.
–Umm, ¿qué clase de sorpresa?
–Bueno, es un regalo de mis amigas. Aseguran que ningún hombre es capaz de resistirse.
–Entonces, recuérdame que se lo agradezca.
–Todavía no me lo has visto puesto.
–Me gustará, estoy seguro. Me gustarías incluso vestida con un hábito. Sea lo que sea que te han comprado, estoy seguro de que me gustará antes de que te lo arranque de ese cuerpo tan deseable.
Ashley se estremeció excitada. Apenas podía contenerse.
–Está bien, espera aquí. Dame al menos quince minutos. Quiero estar perfecta. ¡Y nada de espiarme!
–Está bien, pero date prisa. Voy a bajar a por una buena botella de vino y también para pedir que nos traigan el desayuno mañana por la mañana. Te doy tiempo hasta que vuelva.
Ashley se puso de puntillas, lo besó y pasó junto a él para entrar en la suite.
Luego, esperó a que saliera de la habitación para sacar aquella prenda rosa de su maleta.
Se cambió a toda prisa y fue a mirarse en el espejo del rincón. El camisón era muy bonito. Se sentía como una princesa y eso le gustaba mucho. Se quitó la horquilla que le sujetaba el pelo, dejándolo caer sobre los hombros. Se lo sacudió un poco, se lo alisó con los dedos y volvió a mirarse al espejo.
El corpiño era escotado y dejaba adivinar sus encantos. Al moverse, los pezones estaban a punto de salírsele. La falda del camisón era suave y caía acariciándole las piernas. Le daba un aire seductor y le hacía parecer menos
inocente y más descarada.
Sonrió a su reflejo y se apartó del espejo. Luego, dio unas vueltas como si estuviera bailando con una pareja invisible.
Cerró los ojos y dio una vuelta más. Con la mano golpeó algo duro y sintió dolor en los nudillos, lo que la sacó de su fantasía.
El ordenador portátil de Louis, que había estado en la repisa de la chimenea junto con la cartera, las llaves y el contenido de sus bolsillos, estaba por el suelo.
Se agachó, maldiciendo su torpeza. Parecía que sólo se había salido la batería, pero ¿cómo estar segura? ¿Y si lo había roto? Quizá tuviera documentos importantes en el ordenador. Si se parecía a su padre y a su hermano, toda su vida estaría metida en aquella maldita cosa. Estaba decidida a averiguar si había roto el ordenador.
Puso la batería en su sitio, revisó si tenía más daños y apretó el botón de encendido, rezando para que funcionara. Después de unos segundos, la pantalla permaneció oscura y soltó otro quejido.
Frustrada, apretó varias teclas, deseando que algo volviera a la vida. El problema fue que, tan pronto empezó a apretar el teclado, el monitor parpadeó y una sucesión de ventanas empezaron a abrirse. Al menos, aquel maldito aparato funcionaba.
Se mordió el labio y empezó a cerrar programas. Había muchas hojas de cálculo y gráficos. De repente le asaltó el miedo de que nada de aquello estuviera siendo guardado y de que se estuviese perdiendo una valiosa información.
Al minimizar un documento, vio su nombre escrito y le llamó la atención.
Sus dedos se quedaron quietos sobre el teclado y empezó a leer. Era un correo electrónico de su padre y sonrió al ver que se refería a ella como su niña. Pero lo que leyó a continuación hizo que se quedara helada.


He tenido tiempo de considerar tus reservas sobre Ashley y quizá tenías razón al estar preocupado. No quiero que pienses que no tengo en cuenta tu intuición, pero quiero que comprendas que quiero protegerla por encima de todo. No es necesario que se entere de nuestro acuerdo, aunque entiendo que no estés cómodo con esa decisión. Es mi única hija y la quiero mucho. Lo cierto es que prefiero que no se entere de que vuestro matrimonio es una condición para la fusión. Eres bienvenido a esta familia y confío en que siempre actúes en beneficio de sus intereses, motivo por el cual te suplico que mantengas en secreto nuestro acuerdo.

Aturdida, Ashley se quedó mirando fijamente la pantalla, segura de que no lo había entendido bien. Estaba sacando conclusiones precipitadas, algo de lo que siempre la había acusado su madre. Se reprendió y trató de mantener la calma, a pesar de que el pulso le latía acelerado y podía sentirlo en el cuello y en las sienes.
Volvió a fijarse en el correo electrónico, tratando de que su visión borrosa enfocara las palabras.
–¿Ashley?
Levantó la cabeza y se sorprendió al ver a Devon.
–Se ha caído, de la chimenea. Tenía miedo de haberlo roto. La batería se salió. Cuando conseguí meterla, todos estos programas se abrieron y estaba intentando cerrarlos.
Él se agachó para recoger el ordenador, pero ella se aferró al aparato.
–Devuélvemelo, Louis. Quiero saber lo que dice.
Él lo cerró sin más y se lo puso bajo el brazo.
–No hay nada que tengas que ver.
–No me mientas. Lo he leído casi todo, o al menos lo más importante. Quiero saber qué demonios significa.
Louis se quedó mirándola con los labios fruncidos. Ashley no estaba dispuesta a recular.
–No saldrá nada bueno de ello. Olvídalo, ¿de acuerdo?
–¿Que lo olvide? ¿Quieres que olvide un correo electrónico en el que mi padre básicamente admite que me ha comprado un esposo? Esta es mi noche de bodas, Louis. ¿Tengo que pretender no haber visto ese correo electrónico?
Louis soltó una maldición y se pasó la mano por el pelo.
–Maldita sea, Ashley, ¿por qué demonios tuviste que abrir el ordenador?
–No pretendía hacerlo. Créeme, daría cualquier cosa por no haberlo hecho. Pero lo hice y ahora quiero saber qué está pasando. ¿Qué clase de acuerdo has alcanzado con mi padre? Cuéntame la verdad o te juro que me voy de aquí ahora mismo.
–Ese es el motivo por el que en ocasiones eres tu peor enemigo, Ashley. Eres demasiado impulsiva. No piensas antes de actuar. Vas a tener que aprender a controlarte.
Ashley se quedó mirándolo boquiabierta, como si sus palabras la hubieran herido. ¿Acaso era ella la mala? ¿Qué demonios había hecho ella? Aquello no era culpa suya. No había llegado a aquel matrimonio con falsas expectativas. Louis conocía sus sentimientos. Se lo había dicho muchas veces.
Louis se dio la vuelta, cruzó la habitación y dejó el ordenador encima de la cómoda antes de cerrarlo. Luego, se quedó allí unos interminables segundos, en silencio, sin mirarla. La tensión fue en aumento. Ashley sintió miedo. Sabía que estaba a punto de enterarse de algo terrible sobre su vida, su destino y su matrimonio.
–¿Louis? –susurró.
Pensó en su relación. De repente se le cayó la venda de los ojos y empezó a analizar cada cita que habían tenido, cada palabra que él le había dicho. ¿Cuánto de aquello sería mentira? No quería preguntar. No estaba segura de
poder soportar la respuesta, pero no tenía otra opción.
Louis se dio la vuelta. Tenía los ojos entornados. Su expresión era de indiferencia, como si no quisiera continuar con aquella discusión.
De pronto, las circunstancias de su matrimonio dejaron de importarle. Sólo había una cosa que Ashley deseaba saber, lo más importante. Era la única cosa que podía afectar su futuro y descubrir si tenía uno con él.
–Sólo contéstame a una pregunta –dijo con un hilo de voz–. ¿Me quieres?

Louis sintió que el pánico lo ahogaba. Se quedó mirando el rostro pálido y compungido de Ashley, consciente de que su momento había llegado. Quizá siempre había sabido que llegaría. Nunca había creído que fuera posible que Ashley no se enterara de la verdad. Además, le parecía una tontería ocultársela.
Estúpido viejo. William Copeland no quería que su preciosa hija sufriera y se había convertido en el responsable del mayor disgusto de su vida. Ahora, Louis iba a quedar como el mayor canalla de la historia.
–Me importas mucho –dijo.
La ira y el miedo se adivinaban en los ojos de Ashley. Su contestación había sonado poco convincente incluso para él.
–Dime la verdad. No me trates con condescendencia ni me susurres bonitas palabras para calmarme. Te he hecho una pregunta muy sencilla, Louis, ¿me quieres?
–La verdad no es siempre agradable de oír, Ashley. Ten cuidado cuando preguntes por la verdad porque puede ser más dolorosa que el desconocimiento.
Ella palideció aún más. Su mirada estaba apagada, como si se hubiera extinguido una llama. Por un momento pensó que se iba a dar por vencida, pero se cuadró de hombros y habló con voz ahogada.
–La verdad, Louis. Quiero la verdad, necesito saberla.
Louis soltó otra maldición y se pasó la mano por el pelo.
–De acuerdo, Ashley, no, no te quiero. Me importas mucho. Me caes bien y te respecto, pero si quieres saber si te quiero, lo cierto es que no.
Ella dejó escapar un gemido de dolor. Era como si un cuchillo le estuviera atravesando el corazón.
Quizá ahora pudieran ser completamente sinceros y así dejaría de sentirse como un canalla.
Ashley empezó a apartarse, pero dio un traspié y extendió el brazo para apoyarse en la repisa de la chimenea. Él la sujetó tomándola de los hombros y la acompañó a la cama, donde la obligó a sentarse.
Louis dio un paso atrás y suspiró. Antes de que pudiera decir nada, ella lo miró y Louis se estremeció al ver la vulnerabilidad de sus ojos.
–He hecho el ridículo –susurró ella–. Qué estúpida e ingenua he sido. Cómo te has debido de reír.
–Maldita sea, Ashley. Nunca me he reído de ti. ¡Nunca!
–Te quería –dijo dolida–, y pensé que tú también me amabas. Pensé que nos casábamos porque lo deseabas, no por los negocios de mi padre ni por lo que sea que te haya ofrecido. ¿Cuánto te he costado, Louis? O debería preguntar,
¿cuánto te ha ofrecido mi padre para casarte conmigo?
Furioso por la dirección que estaba tomando aquello, sacó la silla del escritorio, la giró y se sentó mirándola.
–Escúchame. No hay motivo para que no formemos un buen matrimonio. Somos compatibles, nos llevamos muy bien y somos buenos en la cama. Esas son las tres cosas más importantes en una pareja.
Ella cerró los ojos.
–Mírame, Ashley. Esto puede ser doloroso de oír, pero creo que es mejor que seamos francos. Eres muy emocional. Te dejas llevas por tus sentimientos y eso lo único que hace es herirte. Quizá haya llegado el momento de que madures y afrontes el hecho de que la vida no es un cuento de hadas. Eres demasiado impulsiva. Eso sólo puede causarte dolor.
Ella sacudió la cabeza, confundida. Tenía la vista borrosa y era evidente que estaba intentando contener las lágrimas.
–No me parece posible sufrir más de lo que estoy sufriendo ahora. ¿Cómo puedes ser tan... tan frío e indiferente, como si estuviéramos en una reunión de negocios discutiendo números, proyectos, ventas y todas esas cosas que no
entiendo?
Louis sintió un nudo en el estómago. Nunca se había sentido tan desesperado en su vida. Ashley era una de las personas más tiernas que conocía y él estaba siendo un desalmado por estar sentado allí diciéndole que lo superaría.
La vio cubrirse el rostro con las manos, en un intento por no romper a llorar. Pero en mitad del silencio, sus sollozos empezaron a escucharse.
Alzó la mano para acariciarle el pelo, pero enseguida la dejó caer sin llegar a rozarla. Él era la última persona que ella querría que la consolarla.
–Ashley, por favor, no llores.
Ella levantó la cara, desencajada, y se apartó el pelo.
–¿Que no llore? ¿Qué otra cosa sugieres que haga? ¿Cómo has podido hacer esto? ¿Cómo ha podido hacerlo mi padre? Dime, Louis, ¿mi futuro tiene un precio? ¿Qué obtienes tú de este acuerdo?
Él se quedó mirándola en silencio.
–¡Dímelo, maldita sea! –exclamó Ashley–. Creo que merezco saber por qué se ha cambiado mi felicidad. 
–Tu padre quería que me casara contigo como parte de la fusión entre Inversiones Tricorp y Hoteles Copeland. ¿Ya estás contenta? ¿Puedes decirme qué bien te hace saberlo?
–No me alegro, pero quiero saber en qué me he metido, o más bien, en qué me ha metido mi padre. ¿Tenías estudiadas todas las maneras de ganarte mi corazón?
–Dios mío, no. Mira, fue real. La atracción que sentía por ti no era fingida. Si no hubiera querido casarme contigo, ninguna fusión o acuerdo me habría persuadido para hacerlo. Pensaba, y aún lo pienso, que hacíamos un buen matrimonio. No veo por qué el amor tiene que ser tan importante en esta ecuación. El respeto mutuo y la amistad son aspectos mucho más importantes en una relación.
–Quizá puedas decirme cómo demonios se supone que voy a respetar a un hombre que no me quiere y que me ha manipulado hasta llevarme a un matrimonio basado en mentiras. ¿Acaso todo el mundo piensa que soy tan estúpida? Si todavía no me había casado era porque no había querido. No me había acostado con ningún hombre porque me respetaba tanto a mí misma que no quería hacer algo para lo que todavía no estaba preparada. No es que no haya habido otros hombres interesados en mí. No soy una patética necesitada ni me sentía una solterona porque no me hubiera casado a los veintitrés. He sido feliz y he llevado una vida tranquila.
–Ashley, escúchame.
Se inclinó hacia delante, tomó sus manos y se quedó mirándola hasta que se calló y lo volvió a mirar a los ojos.
–Ahora mismo estás triste y dolida. Pero no rechaces la posibilidad de que podamos disfrutar de un cómodo y largo matrimonio. No te precipites tomando una decisión de la que luego puedas arrepentirte. Tómate un tiempo para pensarlo cuando te hayas relajado. Verás la situación más objetivamente.
–Deja ya de ser tan condescendiente. Deja de decirme que no sea tan estúpida e ingenua, que no espere cosas ridículas como amor y cariño en un matrimonio.
–Creo que deberíamos dejar esta conversación –dijo él muy serio–. Al menos hasta que te hayas calmado y pienses lo que dices.
Se puso de pie bruscamente a la vez que ella apartaba la mirada, no sin antes ver las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
Quería tomarla en sus brazos y dejar que llorara sobre su hombro. Quería consolarla, abrazarla, hacer desaparecer sus miedos y decirle que todo saldría bien. Pero, ¿cómo hacerlo si él era la razón de que estuviera tan destrozada?
–Lo siento, Ashley. Sé que no me crees, pero lo siento más de lo que crees. Habría hecho cualquier cosa por evitarte este sufrimiento.
–Por favor, vete y déjame en paz. No puedo ni mirarte en este momento.
Permaneció quieto unos segundos antes de suspirar resignado.
–Dormiré en el sofá. Seguiremos hablando mañana por la mañana.
Necesitó de toda su fuerza de voluntad para darse la vuelta y salir del dormitorio. Su instinto le decía que no la dejara sola, que la tomara en sus brazos y la obligara a escucharlo. Tenía que hacerle entender que su matrimonio podía funcionar si dejaban a un lado los sentimientos. Tan sólo tenía que fijarse en sus amigos para darse cuenta de que esa era la verdad. Sus vidas eran un caos emocional debido al amor. Toda aquella angustia y sufrimiento por culpa del amor.
Louis hizo una mueca y se tumbó en el sofá del salón. Estaba a oscuras.
Vaya noche de bodas había resultado ser. Quizá siempre había sabido que antes o después Ashley se enteraría de la verdad. ¿Cómo no iba a hacerlo? Pero pensaba que ocurriría más adelante, cuando fuera capaz de entender que su
matrimonio no estaba regido por amor ni emociones, ni volatilidad ni vulnerabilidad. 
Amistad, compañía, confianza respecto... Esas eran las cosas que él buscaba. ¿Amor? No, era demasiado farragoso, una emoción por la que no tenía interés en experimentar.

***
Ashley se sentó en la terraza y se quedó mirando al océano mientras el sol empezaba a salir. Se sentía vacía. Se sentía tan estúpida e ingenua que estaba abochornada. Todavía le desconcertaba que la vida que tan perfecta le había parecido hasta hacía unas horas, hubiese sido tan sólo una farsa.
Había pasado toda la noche sentada en una incómoda silla, tratando de asumir el hecho de que había sido engañada. Había sido usada y manipulada, no sólo por Louis, sino también por su propio padre. Y todo por un acuerdo empresarial.
¿Por qué había sido tan importante para Louis casarse con ella? ¿Tan convencido estaba su padre de que era incapaz de manejar su propia vida que había tenido que buscarle un hombre con el que casarse? Había sido usada como moneda de cambio.
Se frotó los ojos. Le escocían. Había llorado todo lo que había querido, pero no estaba dispuesta a seguir derramando lágrimas por su marido. Se le escapó una carcajada amarga. Su marido. ¿Qué iba a hacer con su matrimonio?
Cerró los ojos ante tanta humillación. Qué ridículo había hecho durante el último mes. ¿Se habría estado riendo de ella todo el tiempo? ¿Habría bromeado con sus amigos de lo idiota que había sido? No quería pensar que pudiera ser tan cruel, pero el hombre al que se había enfrentado la noche anterior y al que le había pedido que le dijera la verdad había sido completamente honesto. Ante su insistencia, había sido muy franco.
–Es hora de que afrontes la cruda realidad, Ashley –se dijo.
Se frotó las sienes, deseando que se le fuera el dolor de cabeza. Pero aquel dolor no era nada en comparación con el que sentía en su corazón.
¿Debería abandonarlo? ¿Debería pedirle el divorcio? Sería uno de los matrimonios más breves de la historia. Podía volver a casa y tomárselo como una experiencia más. En aquel momento no estaba claro si su padre rompería el acuerdo puesto que Louis había cumplido su parte. No era Louis el que no estaba contento con el resultado, era ella. Evidentemente, nadie se había molestado en consultarle algo que afectaba su vida.
Pero la idea de divorciarse de Louis le resultaba tan poco apetecible como mantener aquel frío matrimonio. Lo amaba profundamente y el amor no era un sentimiento que pudiera desaparecer con tanta facilidad. La había hecho mucho daño. Estaba enfadada y se sentía traicionada. Pero seguía queriéndolo y aún deseaba que las cosas volvieran a ser como antes de descubrir la verdad.
Era cierto lo que se decía de que la ignorancia daba la felicidad. Daría cualquier cosa por volver a ser la muchacha inocente que aún creía en un final feliz con el hombre perfecto. Por poco tiempo, Louis había sido su príncipe azul.
No era como se lo había imaginado y eso sólo era culpa suya por lo estúpida que había sido.
No, no quería el divorcio, pero tampoco quería compartir su vida con un hombre que no la amaba. Volvió a recordar las cosas que le había dicho la noche anterior. Sus críticas le habían molestado. Nunca habría imaginado que tenía un
concepto tan negativo de ella. A lo mejor tenía razón. Quizá fuera demasiado impulsiva. Tal vez debería controlarse y ser más prudente. Era evidente que no le resultaba una persona interesante. Estaba claro que no amaba a la Ashley Copeland impulsiva que lo llamaba al trabajo sólo para decirle que lo quería.
Si no la quería, las únicas opciones que le quedaban eran marcharse y pedir el divorcio o convertirse en alguien de quien se enamorara.
Había llegado el momento de cambiar. Una voz en su interior le decía que había llegado el momento de madurar.
Se sobresaltó al oír un ruido en la terraza. Supo que era Louis aunque todavía no lo había visto.
–¿Has estado ahí fuera toda la noche? –preguntó.
Ella asintió con la cabeza y siguió mirando el agua. Louis se acercó, se metió las manos en los bolsillos y por un momento se quedó observando el agua, como ella. Luego, se giró para mirarla y se apoyó en la piedra.
Su aspecto no era bueno, pero Ashley no sintió lástima. Tenía el pelo revuelto y llevaba la misma ropa que la noche anterior.
–Ashley, no te tortures por esto. No hay ninguna razón por la que nuestro matrimonio no pueda ser bueno, a pesar de las circunstancias por las que nos casamos.
Estaba empezando a repetir los mismos argumentos de la noche anterior y lo cierto era que, no tenía estómago para volver a oír lo ingenua e impulsiva que había sido, así como cualquier otro comentario con el que resaltase sus defectos.
Se mordió el labio inferior para no precipitarse. Levantó una mano para hacerle callar y maldijo para sus adentros al ver que le temblaba. Volvió a bajarla y la ocultó tras su camisón. Al instante reparó en que seguía vestida con aquella prenda sexy que con tanto mimo había elegido para su noche de bodas.
Los ojos volvieron a llenársele de lágrimas al pensar en el desastre que había resultado ser su noche de bodas.
–Estoy de acuerdo –dijo.
–¿Lo estás? –preguntó mirándola confundido.
Ella asintió otra vez con la cabeza, porque las palabras parecían habérsele atascado en la garganta. Tuvieron que pasar unos segundos para poder decir lo que quería.
–Tienes toda la razón. Estaba siendo una estúpida. Tenía unas expectativas irreales y no debería haber dejado que se interpusieran. Estoy de acuerdo en esperar un tiempo para ver cómo funcionan las cosas.
Él soltó un suspiro y después sacudió la cabeza.
–De acuerdo. ¿Cuánto tiempo crees que durará esta prueba?
–¿Cómo saberlo? –dijo encogiéndose de hombros–. No puedo saber cuándo me daré por vencida de toda esperanza de un matrimonio feliz.
–Ashley.
El tono suave de voz con el que dijo su nombre sólo sirvió para enfadarla aún más. Cerró los puños, en un intento por contener las ganas que tenía de gritarle. Estaba decidida a terminar con aquello por difícil que le resultara.
–No pretendo castigarte, Louis. Sólo quiero pasar este trago sin perder el poco orgullo que me queda.
Él palideció y sus ojos reflejaron dolor, además de vergüenza. Ashley no pretendía hacerle daño porque con eso no conseguiría recuperar su felicidad. Sólo la haría sentirse más triste de lo que estaba.
–Crees que podemos tener un buen matrimonio. Personalmente no me causa ninguna alegría estar casada con un hombre que no me ama, pero estoy dispuesta a intentarlo. 
–Maldita sea, me importas mucho y...
–Por favor –dijo interrumpiéndole a media frase–. No lo hagas. No intentes arreglarlo diciéndome obviedades. Ha sido muy duro oírte detallar mis defectos. No creo que a nadie le guste. Estoy dispuesta a intentar no ser tan
impulsiva. Intentaré ser una buena esposa y no defraudarte. Sólo te pediré una cosa a cambio –susurró Ashley.
Estaba esforzándose en no volver a derrumbarse. Ya había hecho suficientemente el ridículo ante él. En adelante, cuidaría su comportamiento frente a él.
Louis tenía apretados los labios. La emoción oscurecía su mirada. Al menos no parecía indiferente a su angustia.
–Lo único que te pido es que no me avergüences ante mi familia. Te pido que finjas ante ellos. No quiero que sepan que no me quieres. Si pudieras comportarte como... como un verdadero marido frente a ellos... No tienes que
exagerar. Tan sólo evita tratarme con indiferencia ahora que ya no tienes que fingir para conseguir casarte conmigo.
En aquel instante se le ocurrió otra idea que a punto estuvo de hacerla vomitar.
–¿Hay alguien más? Quiero decir, ¿tenías pensado ser infiel? No quiero seguir casada contigo si vas a andar por ahí acostándote con cualquiera o si vas a tener una amante secreta.
Louis acortó la distancia que había entre ellos, se arrodilló y la tomó por los hombros.
–Para ya, Ashley. Deja de torturarte. No hay ninguna otra mujer, ni la habrá. No tengo amantes. No ha habido ninguna otra mujer desde mucho antes de que entraras en escena. No quiero andar acostándome con cualquiera. Te deseo a ti. Maldita sea, quería contarte la verdad desde el principio, pero tu padre no me ha dejado. Ha sido mi error. Debería habértelo contado, pero eso ya no cambia nada. Sigo queriendo estar casado contigo. Si la idea me resultara tan horrorosa, esperaría a cerrar el acuerdo e iniciaría los trámites del divorcio. En ese punto, no habría nada que tu padre pudiera hacer.
Ashley cerró los ojos y se frotó la cabeza. El sol brillaba cada vez con más fuerza y empezaba a molestarle. Ella abrió los ojos y parpadeó varias veces para enfocar.
–Quiero irme a casa.
La expresión de Louis se oscureció.
–Sé razonable. Te sentirás mejor después de haber dormido y haber comido algo.
–No me quedaré aquí a fingir. Incluso me has traído a la isla donde estás construyendo un hotel para ver los avances de la obra. Ambos sabemos que es una farsa y que pasaremos la semana incómodos. Puede que te pases la mayor
parte del tiempo en la obra.
Su mandíbula se tensó y se puso de pie, dándole la espalda ligeramente. Luego, volvió a girarse hacia ella, enojado.
–Quieres que finja ante tu familia, así que ¿por qué no quieres fingir tú ahora?
–Porque estoy dolida y me va a llevar un tiempo superar esto. Mira, podemos decir que no me sentía bien, o puedes inventarte un imprevisto en tus negocios. Nadie en mi familia se extrañará. Para ellos, lo primero son los negocios. Ahora mismo me duele tanto la cabeza que ni siquiera tendremos que mentir. 
–Voy a buscarte algo para el dolor de cabeza. Luego, quiero que descanses. Si... –comenzó y suspiró antes de continuar–, si todavía quieres que nos vayamos cuando te despiertes, sacaré billetes en el primer vuelo a Nueva
York.