Lost Summers

Matt Smith & Clara White

Los rayos del sol que se asomaban de entre las cortinas iluminaban el pequeño cuerpo de la chica tumbado en la cama doble, tapada con la fina sabana mientras miraba con los ojos abiertos donde procedía la luz. Mira el despertador sin ganas para ver que son las nueve, pese a ser verano nada detiene la alarma de su cabeza, lleva en la cama dos horas sin ganas de levantarse. Suspira al aire. Se retuerce entre las sabanas en busca de comodidad pero no lo consigue, sabe que si se queda allí pasará la mañana como ayer.
Apoya sus pies descalzos sobre el parqué frío para caminar hacia la cocina, con una mueca mira la nevera cuestionándose que desayunar decantándose por unas tostadas con mermelada y un café. El olor fuerte del café conseguía relajarla. Después de terminar de desayunar enjuaga lo utilizado para depositarlo en el microondas. Ve las cajas al rededor de la casa, eso conseguía deprimirla aún más, se sienta sobre el sofá admirando la estantería en trance, pero algo hace despertar curiosidad. Un libro titulado: El cambio.

Es ridículo como una simple frase puede hacer que tu mente se estruje por la curiosidad que uno siente, sin dudarlo agarra el libro encuadernado de color azul cielo. La portada es un avión arrancando desde un aeropuerto y sobre este una nube con el mismo título. un recuerdo le viene, solía ver a su madre con ese libro el verano en el que ella tenía siete años. Se sentó sobre el sofá cruzando las piernas en posición mariposa para adentrarse en lo que el libro de autoayuda cuenta.

Si has experimentado algunas de las anteriores sensaciones, sigue leyendo. Seguramente te has quedado en la cama, mirando a la nada sin ganas de nada con la mínima lágrima para salir. ¡Sal de la cama, deja que el sol ilumine tu casa y agrégate a cambio! Puedes empezar por cosas sencillas, si tu casa tiene un orden determinado cámbialo. Si sientes que tu rutina es aburrida, ¡haz algo inesperado!. Recuerda el primer paso es realizar algún pequeño cambio en tu vida para poder alegrarla, ya verás como el mundo te sonríe, no le hagas el feo y sonriele tu también.

— Por probar, no creo que pueda ser peor.

Empezó por algo sencillo, guardando las cajas en el sótano para luego reorganizar el salón cambiando la distribución. Empezó con el salón, cambiando los cuadros y los sofás, limpiando, retirando las cosas. Entre eso y la música, una cosa estaba segura, al menos conseguiría adelgazar. Después de su masterclass de re-decoración se tumbó sobre la hamaca para dejar que el aire roce su piel hasta que se haga la hora de comer.
Para comer no se come mucho la cabeza, así que se prepara una ensalada mixta. Mientras come mira el salón con entretenimiento, para pensar detenidamente en el color de la pared. Lo cierto es que no le gustaba. Sin pararse más se levanta del taburete y guarda los objetos delicados en cajas de cartón y aparta los muebles. Rápidamente se viste con algo básico y se hace un moño en el cabello para ir hacia el centro a comprar la pintura.

La pintura debería comprarla en un centro especializado pero puesto que Cowneybeach tampoco era exactamente una ciudad no lo había, pero sabía que en la tienda de herramientas vendían. Clara se sentía bastante indecisa con los colores, pero probó a optar por el azul turquesa pastel.

— Buu —le susurra una voz en su oído dejando a la chica perpleja y bastante extrañada, al girarse se reencuentra con su amigo; Matt. El cual cuando se gira le da un abrazo como saludo.
— Vaya, hola Matt.
— ¿Que haces en la ferretería? —pregunta con curiosidad y apartándose levemente el cabello que tapa su cara.
— Solo quería comprar un par de botes para pintar el salón.
— Oh, bonito color. —dice admirando la muestra de la mano de la chica— Tu favorito.
— Sip —responde intentando no mirarle a los ojos.
— ¿Oye necesitas ayuda?
— ¿Quien yo? Oh, no no, no necesito nada.
— Al menos déjame llevarte en coche, no puedes cargar con los botes tu sola.




Al llegar a la casa ella abre nerviosa la puerta y la aguanta dejando al joven entrar, deja los cubos en el suelo para dar vueltas por la casa. Él admira sonriente la casa, con mínimo detalle.

— Ha cambiado, sigue siendo la misma casa que solía venir a recogerte o a pasar el rato pero tiene algo distinto.
— He cambiado la distribución.
— No, no es eso —asegura— Ha cambiado en algo, al igual que tú.

Después de un breve silencio algo incómodo para Clara, él se dispone a ayudarla pero ella intenta hacer que se vaya. Aun que como bien conoce al chico, cuando una idea se le mete en la cabeza, no hay nada que pueda hacerle cambiar de opinión. Empezaron por empapelar el suelo con periódico y los muebles con un plástico para que la pintura no cayera, por precaución donde se situaban los cubos de pintura pusieron un plástico. Después se limitaron a pintar el centro de las tres paredes para luego continuar con la parte de arriba y la de abajo. Ella estaba arriba de la escalera cuando un mal movimiento con el pie hizo caer su baso de plástico con el líquido azul sobre su amigo, manchándose más de lo que sería normal. Ella bajó de la escalera apresurada y pidiéndole perdón por lo ocurrido, pero no se pudo evitar la risa de ver al semi-pálido de azul. Él sonrió malvadamente para cobrarse su venganza, ¿qué mejor forma que pintarle a quien le ha hecho lo mismo? Entre unas pinceladas y otras se convirtió más en una guerra de pintura, las risas no cesaban. Y si, por una vez en mucho tiempo Clara podía decir que en ese instante era feliz. Y como una cosa lleva a la otra, ese pequeño conflicto de amigos acabó con los dos por tierra y un empujón tonto a un roce entre sus labios. La electricidad del roce entre ambos provocó el inesperado beso y al cerrar los ojos podían obtener parte de los recuerdos de un verano olvidado.

— Oh dios mio, lo siento —dicen ambos al unisono al parar a respirar. Era un momento verdaderamente incómodo, para Clara era el sentimiento de sentirse horrible por lo sucedido ya que él tenía pareja, aun que en el fondo hubiera sido como si el sueño de la noche anterior se hubiera cumplido. Para él... Una parte de él tiraba diciéndole que acababa de hacer algo que su novia no debía saber, la mentira no es sana pero sabía que si Mitchelle se enteraba, le arrancaría el pelo a su amiga. Y por la otra, su corazón parecía estar alegre por lo ocurrido.
— Matt por que no te lavas con las toballas del baño y yo preparo algo para cenar, por que ya es de noche. —dice finalmente ella actuando como una adulta madura. Al fin y al cabo sabía que lo ocurrido era un error, un error que desearía comenter más de una vez, pero para su suerte era imposible.

Una cena sencilla, sin apenas palabras. Una despedida seca y arraigada.
Mañana será otro día dulce y pequeña Clara.

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