Lost Summers

Zayn Malik y Jane Clark

Liam Payne & Bailey Jenner

Un beso vacío, una caricia sin sentimiento, una abrazo por compromiso. Abrí los ojos al dejar de sentir su tacto y lo miré mientras caminaba rumbo a su auto. Movió su mano en forma de despedida y le dediqué una sonrisa, imitando su movimiento. Se subió a su auto y miré como se alejaba de mi casa. Cuando ya no puse divisar su auto, bajé la cabeza y suspiré, tratando de retener las lágrimas. Al igual que todos los días, la culpabilidad crecía en mi pecho, Connor me quería y yo simplemente me negaba a corresponderle.

Me senté unos segundos en la entrada de la casa, sabía que al momento de entrar, mamá me atiborraría con preguntas que no tenía ánimos de responder. Necesitaba tomar unos segundos, recuperar un poco de aire antes de poder seguir sonriendo y aparentando, sólo unos segundos para retomar las fuerzas que había perdido momentáneamente. Pegué mis rodillas a mi pecho y apoyé mi cabeza en ellas.

El manto nocturno y estrellado cubría el cielo y la brisa se calaba por mis huesos provocando pequeños escalofríos, pero en lugar  de molestarme, me brindaban la poca calma que necesitaba. Cerré mis ojos y por un momento, quise pensar que todo estaba bien, quise pensar que estaba en esa playa, envuelta en sus brazos, escuchando las palabras susurradas en mi oído, dejándome llevar por su aroma y por el amor que él decía tenerme. Pero al abrir los ojos, en vez de las olas del mar, no veía más que el pavimento de la carretera que era iluminado por los postes de luz, no veía más que la realidad, él no me amaba y ahora era Connor quien debía ocupar cada uno de mis pensamientos, pero simplemente no los ocupaba y el hecho de que cinco años después Liam todavía tuviera total control sobre mis sentimientos me atormentaba.  

Me levanté del suelo y me dispuse a caminar al interior de la casa, ya había comprobado veces antes que la soledad únicamente abría la puerta a los recuerdos, pero estúpidamente aprovechaba cualquier momento para revivir ese verano. Era ilógico y masoquista, pero no quería olvidar lo que en un momento me hizo feliz, sólo quería olvidar lo que me produjo dolor.

Tomé la perilla de la puerta principal en mis manos y la giré para luego entrar y cerrar la puerta a mis espaldas. Caminé siguiendo las voces de mis padres. Al llegar al comedor mamá reía, no sabía por qué, pero tampoco quería preguntar. Al verme, la sonrisa de mamá creció y me indicó que me sentara en una de las sillas.

-¿Ya se fue Connor?
-Si mamá, acabo de despedirlo. - sonreí levemente.
-Deberías decirle que vaya a las vacaciones con nosotros. - asentí, sabiendo que mamá no aceptaría un no por respuesta.
-Claro, le preguntaré en la mañana. ¿Dónde iremos este año? - las “vacaciones familiares” siempre se hacían en un lugar diferente cada año, la mayoría de veces al lugar que mamá escogiera.
-Este año decide Nate- papá interrumpió antes de que mamá hablara. Todos miramos a mi hermano, el jugaba con las aceitunas que todavía se encontraban en su plato. Al ver que no estaba prestando atención a nuestra conversación, acaricié su cabello castaño para llamar su atención. Él me miró a mí y luego a los demás.
-Yo no lo hice. – dijo rápido provocando que riera.
-El viaje de este año, ¿adónde quieres ir? – le expliqué.
- Conybeach. –miré sorprendida a Nate, el tenía cuatro años cuando fuimos a ese lugar, cómo se acuerda siquiera del nombre
-Cowneybeach- lo corrigió papá, Nathan saltó alegremente en su asiento asintiendo, yo aún lo miraba incrédula, no podía volver a ese lugar.
-No- todos miramos a mamá en silencio- no permitiré que Bailey ponga un solo pie en ese lugar.- Yo bajé mi cabeza, pero por primera vez en una mucho tiempo, agradecía la determinación de mamá.
-Nora, eso fue hace más de cinco años, tienes que dejar ir el pasado, iremos a ese lugar, y si no quieres ir me iré sólo con los niños, Bailey ayuda a Nathan con sus maletas- papá miró serio a mamá antes de levantarse e irse del lugar.

Sólo se comportaba así con ella cuando hablábamos de temas que tuvieran que ver con aquél verano, y nunca llegué a entender por qué. Nate aprovechó el desconcierto de mamá para poder retirarse de la mesa sin acabar su plato. Yo, por otro lado, me levanté y me acerqué a ella. La tomé de las manos, la levanté de la silla y la abracé.

-Mamá, no siento nada por él, además, Connor estará ahí, no tienes nada de qué preocuparte- le mentí, sabía que sería difícil, pero no quería desilusionar a Nate, al igual que tampoco quería que mamá se sintiera mal.
-¿Me lo prometes?
-Te lo prometo.


Parecía que el tiempo no había pasado al estar de nuevo en ese lugar. Todo seguía igual que la última vez, la brisa estival, el aroma salino, el ambiente turístico, nada había cambiado. Hace una hora que habíamos llegado, ya nos habíamos registrado en el hotel, papá y mamá en una habitación, Nate y yo en otra y Connor en la tercera. Al igual que siempre, papá no reparaba en gastos cuando se trataba de nuestra comodidad. La habitación tenía una pequeña sala, que consistía en un sillón color arena, delante de él se encontraba una alfombra carmesí y la mesa de caoba en la que descansaba el televisor. Luego había una pequeña cocina, la cual me parecía totalmente inservible, no es que yo no cocinara, pero las insistencias de mamá en comer en diferentes y lujosos restaurantes no me permitían siquiera llegar a estrenar la cocina. Por otro lado, había dos habitaciones, por cuestiones de precaución, yo me quedé la que tenía el balcón y Nate la otra. Estábamos en el octavo piso, un niño de nueve años se podría asomar más de la cuenta. Entré a mi habitación y había una cama matrimonial cubierta, con dos mesas de noche blancas, una a cada lado; un armario del mismo color de las mesas y la puerta que seguro llevaría al baño. Corrí las cortinas color crema y abrí las corredizas puertas que llevaban al balcón.

Examiné todo el lugar, para luego detenerme en la playa. Una pequeña parte de mi esperaba verlo ahí, en el mismo lugar que hace cinco años, pero sabía que no era nada más que una ilusión ridícula. El tiempo ha pasado, seguramente el ha salido adelante y yo debería hacer o mismo. Suspiré y entré de nuevo a la habitación, cerrando con seguro las puertas por las que acaba de entrar.

Tomé e bolso de mano y saqué el traje de baño que había guardado ahí. Abrí la puerta del baño y era mucho más grande de lo que esperaba. Tenía una mesa de cerámica con dos lavabos y un espejo que cubría todo el largo de la mesa pegado en la pared. Al otro lado, la ducha, cuya regadera estaba en el centro, las puertas de vidrio y una cerámica color arena cubriendo el piso y la mitad de las paredes de la ducha. También había un jacuzzi en la esquina del baño. Papá siempre había pedido lo mejor para nosotros, pero esta vez se había pasado. Éramos Nate y yo, dos personas que vivimos con lo básico y no necesitamos nada de esto, y papá lo sabe. Esto era un gasto innecesario de dinero, pero estaba segura que a ninguno de mis padres le importaba en lo más mínimo.

Saqué mi ropa y me coloqué el traje de baño de dos piezas. Me volví a poner el pantalón corto color melocotón y la blusa blanca de tirantes, para luego recoger la ropa interior que estaba en el piso, salir y colocarla en la canasta que había en la habitación para la ropa sucia. Abrí la maleta y comencé a guardar la ropa en el armario. Iba por la mitad cuando Nate entró en la habitación.

-Bay – antes de seguir miró mi habitación – ¿Por qué esta es más grande?
-No tengo la menor idea, ni siquiera sé porqué el lugar en general es así. – suspiré frustrada y me senté en la cama. Nathan miró nuevamente a su alrededor, pero luego encogió los hombros restándole importancia y se acercó a mí.
-¿Podemos salir? Quiero ir a la playa. – comenzó a saltar en su lugar emocionado. Asentí.

Guardaría el resto de la ropa luego. Tomé mi bolso de mano y lo coloqué en mi hombro para luego tomar su mano e ir a su habitación para ayudarlo a cambiarse por el traje de baño. A pesar de tener nueve años, a él siempre le había gustado que yo le ayudara en prácticamente todo lo que él hacía, pero no me quejaba. Al terminar de alistarlo, salimos del “apartamento”. Cerré la puerta con seguro y caminé hacia la habitación de Connor.

-¿A dónde vamos? – preguntó Nathan al ver que no doblamos hacia el ascensor.
-Tenemos que preguntarle a Connor si quiere venir.
-No, no, no y no. No quiero que él venga.
-Nathan – le reclamé al ver que no se quería mover.
-No quiero ir con él, quiero ir sólo contigo.
-Sólo le peguntaré. – me arrodillé a su lado y acaricié su mejilla. –Si dice que no te prometo que no insistiré.
-Él no dirá que no, aprovecha cualquier momento para apartarme de tu lado. – se cruzó de brazos y pude ver como sus ojos se cristalizaban.
-Nate- lo abracé. –Nadie me alejará de tu lado. Nunca.- besé su mejilla y comencé a hacerle cosquillas, provocando que riera, amaba la risa de mi hermano. – Sólo preguntaré una vez, si dice que no, no insisto. – bufó pero luego asintió sabiendo que no tendría otra opción.

Caminamos hacia la puerta y toqué la puerta. Unos segundos después esta se abrió, dejando ver un Connor medio adormilado.

-Bailey – sonrió al verme y frotó sus ojos para terminar de abrirlos.
-Iremos a la playa. ¿Quieres venir?
-Arreglaré la ropa, me cambiaré y luego los alcanzo.
-Listo, dijiste que no insistirías, vamos. – Nate me interrumpió comenzando a jalar mi brazo. Miré apenada a Connor y este sólo negó con la cabeza, riendo. El ya sabía que no le agradaba mucho a mi hermano, pero ya había aprendido a vivir con ello. Depositó un beso en mis labios y luego Nate y yo seguimos con nuestro camino fuera del hotel.


Ya llevábamos más de quince minutos en la playa, ambos estábamos sentados en la arena comiendo el helado que Nate había insistido en que le comprara y debido al calor que hacía no se lo negué, al igual que me compré uno también.
Unos segundos después miré a mi hermano. Ya ambos habíamos terminado nuestros helados, el problema fue que tanto la cara como las manos de mi hermano estaban cubiertas de chocolate. Reí y saqué las toallitas húmedas que andaba en el bolso para limpiarlo. Ya lo conocía y sabía que siempre terminaba manchado de algo por lo que había aprendido a estar preparada.

Me levanté del suelo y me acerqué a un basurero para botar la toalla. Al volverme Nathan no estaba. Miré por todo lado pero no había rastro de mi hermano. Sólo fueron unos segundos, esto no podía estar pasando. Mis ojos se cristalizaron y sentía que mi corazón iba a salir de mi pecho. Comencé a caminar buscando por todo lado y gritando su nombre. Limpié las lágrimas que había salido de mis ojos para poder ver mejor, pero inútil, las lágrimas salían igual.

-Bay – escuché a mis espaldas, me volví y miré a Nate, venía de la mano de otra persona pero no me importó quien fuera.
-Nate – corrí hacia él y me arrodillé abrazándolo fuertemente. Dejando las demás lágrimas salir. – No me vuelvas a hacer eso, qué te he dicho que no te alejes de mi lado, te dije que te quedaras ahí y que no hablaras con desconocidos…
-Yo no soy ningún desconocido- me interrumpieron. Esa voz, cargada levemente con ironía, claro que no era un desconocido. Me quedé quieta por unos segundos mirando a mi hermano. El sonrió, miró a la persona que sostenía su mano y luego a mí. Me levanté rápidamente del suelo y limpié mis lágrimas. –Hola Bay. – habló al momento de que nuestras miradas se toparon.
-Hola Liam.