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Little White Lies.
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Re: Little White Lies.
corazón cerrado; mente abierta.
Capítulo 02.Cuando nos levantamos de la mesa para caminar por el parque, vi que Nate se acercaba a nosotros, lo que confirmaba mi hipótesis: había esperado ese momento para acercársenos, evitando la absurda conversación en la mesa.
Cada vez que Nate se aproximaba a mí en medio de otras personas, yo pensaba: "Entre él y yo hay un vínculo secretos, pero ninguno volverá de nuevo" y luego, cuando analizaba mis sentimientos, advertía que él había empezado a serme indispensable (como alguien que uno encuentra en una isla desierta) para convertirse más tarde, una vez que el temor de la soledad absoluta ha pasado, en una especie de lujo que me enorgullecía, y era en esta segunda fase de mi amor en que habían empezado a surgir mil dificultades; del mismo modo que cuando alguien se está muriendo de hambre acepta cualquier cosa, incondicionalmente, para luego, una vez que lo más urgente ha sido satisfecho, empezar a quejarse crecientemente de sus defectos e inconvenientes. He visto en los últimos años emigrados que llegaban con la humildad de quien ha escapado a los campos de concentración, aceptar cualquier cosa para vivir y alegremente desempeñar los trabajos más humillantes; pero es bastante extraño que a un hombre no le baste con haber escapado a la tortura y a la muerte para vivir contento: en cuanto empieza a adquirir nueva seguridad, el orgullo, la vanidad y la soberbia, que al parecer habían sido aniquilados para siempre, comienzan a reaparecer, como animales que hubieran huido asustados; y en cierto modo a reaparecer con mayor petulancia, como avergonzados de haber caído hasta ese punto. No es difícil que en tales circunstancias se asista a actos de ingratitud y de desconocimiento.
Ahora que puedo analizar mis sentimientos con tranquilidad, pienso que hubo algo de eso en mis relaciones con Nate y siento que, en cierto modo, estoy pagando la insensatez de no haberme conformado con la parte de él que me salvó (momentáneamente) de la soledad. Ese estremecimiento de orgullo, ese deseo creciente de posesión exclusiva debían haberme revelado que iba por mal camino, aconsejado por la vanidad y la soberbia. En ese momento, al ver venir a Nate, ese orgulloso sentimiento estaba casi abolido por una sensación de rabia y rencor provocada por el recuerdo de la atroz escena en su cuarto, creyendo que estaba enfermo, mientras se revolcaba con otra. Sentí que mis piernas se aflojaban y que el frío y la palidez invadían mi rostro. ¡Y encontrarme así, en medio de esa gente! ¡Y no poder arrojarme ferozmente contra él y demostrarle el desprecio que sentía por él!
Nate, sin embargo, no pareció perder el dominio y yo comencé inmediatamente a sentir que la vaga tristeza de esa tarde comenzaba a poseerle de nuevo.
— Me hubiese gustado explicarte lo que tus ojos vieron —insinuó tristemente.
— Desgraciadamente confió más en mis ojos que en ti.
Después de un tiempo, agregó:
— Escucha… —dio largos suspiros, como si estuviera midiendo las palabras que cruzarían su boca y seguramente, la sensación de sus dientes allí. — Admito que me equivoque contigo, Kira. Eras una mujer maravillosa, con un gran carácter… No quise usarte, ni hacerte sentir mal…
— ¡Eh dicho que no quiero tus putas explicaciones! —exclame furibunda. — Al menos reconoces que te equivocaste conmigo, porque no soy una chica cualquiera, Nat. ¡Desde un principio supiste como soy y sin embargo tuviste el descaro de revolcarte con esa zorra!
— Cierra la boca, estas llamando la atención.
Y apenas pronunciadas, me tomó del brazo con decisión y me condujo hacia la casa. Observé fugazmente a los que quedaban y me pareció advertir un relámpago intencionado en los ojos con que Heather miró a Hunter, su hermano.
La tristeza fue aumentando gradualmente; quizá también a causa del rumor de las olas, que se hacía a cada instante más perceptible. Cuando salimos de la ciudad y apareció ante mis ojos el cielo de aquella costa, sentí que esa tristeza era ineludible; era la misma de siempre ante la belleza, o por lo menos ante cierto género de belleza. ¿Todos sienten así o es un defecto más de mí desgraciada condición?
— No había tenido tiempo de traerte aquí —dijo Nate. — Igualmente quise que lo vieras de alguna forma.
— Es… bellísimo —sonreí.
— A veces me parece como si esta escena la hubiéramos vivido siempre juntos. Cuando vi aquella mujer solitaria de tu ventana, sentí que eras como yo y que también buscabas ciegamente a alguien, una especie de interlocutor mudo. Desde aquel día pensé constantemente en ti, te soñé muchas veces acá, en este mismo lugar donde he pasado tantas horas de mi vida. Un día hasta pensé en buscarte y confesártelo. Pero tuve miedo de equivocarme, como me había equivocado una vez, y esperé que de algún modo fueras tú la que buscara.
Yo no decía nada. Herniosos sentimientos y sombrías ideas daban vueltas en mi cabeza, mientras oía su voz, su maravillosa voz. Fui cayendo en una especie de encantamiento. La caída del sol iba encendiendo una fundición gigantesca entre las nubes del poniente. Sentí que ese momento mágico no se volvería a repetir nunca. "Nunca más, nunca más", pensé, mientras empecé a experimentar el vértigo del acantilado y a pensar qué fácil sería arrastrarlo al abismo, conmigo.
— Me lastimaste, Nate. Me lastimas de la peor forma a la una mujer pude ser herida —abrí mis ojos lentamente, absorta por la decisión que debía tomar. — Nunca podre perdonarte, desde ahora pienso dar marcha a mi vida, no pienso dejar en pausa esta página. Te deseo suerte y ojala encuentres esa persona que complementa tu vida… Porque no soy yo.
Oí fragmentos de su voz mientras caminaba sola por la arena, descalza, sosteniendo de una mano mis zapatos; “Dios mío… ¡Vuelve, Kira!” “Perdón, perdón, perdón…. ¡Kira!”
El mar se había ido transformando en un oscuro monstruo. Pronto, la oscuridad fue total y el rumor de las olas allá abajo adquirió sombría atracción: ¡Pensar que era tan fácil! Él decía que éramos seres llenos de fealdad e insignificancia; pero, aunque yo sabía hasta qué punto era yo misma capaz de cosas innobles, me desolaba el pensamiento de que también él podía serlo, que seguramente lo era.
Después sentí que acariciaba mi cara, como lo había hecho en otros momentos parecidos. Yo no podía hablar. Como con mi madre cuando estaba conmigo, puse la cabeza sobre su regazo y así quedamos un tiempo quieto, sin transcurso, hecho de infancia y de muerte. ¡Qué lástima que debajo hubiera hechos inexplicables y sospechosos!
Volví a casa con la sensación de una absoluta soledad.
Generalmente esa posesión de ser, para algunas ocasiones, eran parte de algún trastorno cuando pequeña. Me afecto demasiado la muerte de mi padre, de haber perdido parte de una infancia tan cariñosa y llena de afecto. Después de eso ya nada tenía sentido, ni siquiera el amor de mi madre. Era raro, pero no consentía nada que ella me acariciara ni la punta de mi cabello.
— La cena está en el horno. Creí que no llegarías a tiempo y preferí dejarlo allí —dijo Stella desde la recamara. — ¿Cómo te fue, querida?
— Lo de siempre —suspire.
— Bueno, yo si tengo algo para contarte… —se acercó a mi rápidamente, acompañada con una copa de vino. — ¿Recuerdas que los Stone se mudaron hace poco? Al parecer llego una nueva familia. Por lo que se, su apellido es Tomlinson.
— Interesante —bostece y encendí la TV.
— No es todo; hay un chico — alce las cenas sarcásticamente. — Su nombre es Louis, es muy atractivo, tiene veintiún años. Todo un partido, ¿no te parece?
— ¡Por supuesto!
— Más te vale evitar el sarcasmo conmigo, jovencita. Además… —se retiró a la cocina. — Los invite a una cena esta noche…
Contuve la respiración.
— Dime, por favor, que no hiciste eso.
— Y me siento muy orgullosa de ello —sonrió divertida. — ¡Vamos, Kira! Será fantástico conseguir a alguien como él. Créeme, debe ser un hombre muy interesante.
— No quiero relaciones ahora, mamá.
En realidad no estaba en busca de cupidos o algo similar, bastaba con mi devastadora relación con Nate, a duras penas podía contener el llanto y el no tirarme a la cama en depresión. No me llamaba ni la atención su nombre; quizá un poco.
Le di un largo sorbo a mi jugo.
— Corte con Nate.
Calló por unos segundos, después vacilante dijo:
— No te diré: te lo dije, porque de alguna forma me sentiré mal…
— Y yo me enfadare contigo —fruncí el ceño.
— Esta bien, como sé que aun tienes sentimientos por él… No te molestare con Louis —mire al techo y agradecí a Dios en silencio. — Pero…
— ¡Aquí vamos! —reí entre dientes.
— Dale una oportunidad —se mordió el labio inferior. — Nada más que eso y te darás cuenta por ti misma.
Lo pensé por unos segundos; quizá sería interesante.
— ¿A qué horas llegan?
Intuí que había caído en una trampa y quise huir. Hice un enorme esfuerzo, pero era tarde: mi cuerpo ya no me obedecía. Me resigné a presenciar lo que iba a pasar, como si fuera un acontecimiento ajeno a mi persona. El hombre frente a mi tomo postura rígida ante mi desagrado y tuve una enigmática suposición.
Desde que volvimos de Canadá, había sentido esa sensación de atracción por algo que quizá quiso traerme por voluntad suya. No sabía que era en realidad, pero me mantenía a margen de todo en Inglaterra.
— Procura ser amable con nuestras vecinas, Louis —dijo mi padre. — Somos dos hombres solteros, tal vez es una oportunidad de la suerte.
— Dile por ti mismo —murmure.
Caminamos por varios segundos, en silencio, como si fuera un plan o algo extraño que nos aguardara en esa casa con aspecto cálido.
— ¡Bienvenidos! — una señora, más o menos de treinta y algo de años. Pese a que solo observaba las expresiones extrañas de papá, no capte la presencia de una adorable chica, sentada al borde de una silla.
— Es un placer estar aquí, muchas gracias por su grata invitación —la señora sonrió, sonrojándose por las palabras de mi acompañante. Oculte una risa, entonces la señora noto mi presencia (finalmente).
— Soy Stella, tú debes de ser Louis —asentí, sonriéndole sin mostrar mis dientes. — Es un placer conocerte, querido. Esta es mi hija, Kira.
Me maldije mentalmente por distraerme: con aquella gente era necesario estar en constante guardia; además, tenía el firme propósito de levantar un censo de sus formas de pensar, de sus chistes, de sus reacciones, de sus sentimientos: todo me era de gran utilidad con Kira. Me dispuse, pues, a escuchar y ver y traté de hacerlo en el mejor estado de ánimo posible. Volví a pensar que me alegraba el aspecto de general hipocresía de ella. Sin embargo, mi estado de ánimo era sombrío.
— Lindo nombre —alague, para su sorpresa. Aunque era difícil distinguir alguna reacción en su horrible expresión amarga.
Camine dentro del recinto, cuando mi padre entro acompañado de Stella. Detrás andaba Kira en silencio. Entonces precedió antes de que pudiera decir algo:
— Lindo culo —salte inmediatamente cuando su mano pellizco una de mis nalgas. ¡Qué atrevida! Pensé.
Su risa era muy contagiosa y preferí seguirle el juego, tal vez terminaría en su cama. Eso es prometedor.
Las horas eran eternas en una conversación incomoda entre Stella y mi padre. Un momento estaban hablando de la política y al segundo sobre nuestros estudios, y mientras lo hacían; se coqueteaban mutuamente entre sátiras pervertidas. De reojo podía ver las arqueadas de Kira, por lo cual me daba cierta atracción.
— ¿Ya han arreglado la cuestión del colegio? —de repente todo se puso más agradable en la mesa.
— No, aun no tengo pensado en donde puede ir Louis.
— ¿Qué tal el colegio de Kira? Es muy bueno, tiene un buen potencial académicamente. ¡Es el mejor de aquí! —Kira bufo y mi padre y yo reímos. Stella no estuvo muy de acuerdo.
— Esta hecho, muchas gracias de nuevo —ambos se sonrieron. Mire a Kira, quien me sonreía de oreja a oreja, como si estuviera maquineando algo perverso en su retorcida mente.
— Buena suerte, nalguitas —me guiño un ojo, coquetamente y se retiró.
Todo me parecía fugaz, transitorio, inútil, impreciso. Mi cabeza no funcionaba bien y Kira se me aparecía una y otra vez como algo incierto y divertido. Sólo horas más tarde mis pensamientos empezarían a alcanzar la precisión y la violencia de otras veces.
Sí Kira Venningen quería jugar sucio, yo le enseñaría un par de cosas.
Cada vez que Nate se aproximaba a mí en medio de otras personas, yo pensaba: "Entre él y yo hay un vínculo secretos, pero ninguno volverá de nuevo" y luego, cuando analizaba mis sentimientos, advertía que él había empezado a serme indispensable (como alguien que uno encuentra en una isla desierta) para convertirse más tarde, una vez que el temor de la soledad absoluta ha pasado, en una especie de lujo que me enorgullecía, y era en esta segunda fase de mi amor en que habían empezado a surgir mil dificultades; del mismo modo que cuando alguien se está muriendo de hambre acepta cualquier cosa, incondicionalmente, para luego, una vez que lo más urgente ha sido satisfecho, empezar a quejarse crecientemente de sus defectos e inconvenientes. He visto en los últimos años emigrados que llegaban con la humildad de quien ha escapado a los campos de concentración, aceptar cualquier cosa para vivir y alegremente desempeñar los trabajos más humillantes; pero es bastante extraño que a un hombre no le baste con haber escapado a la tortura y a la muerte para vivir contento: en cuanto empieza a adquirir nueva seguridad, el orgullo, la vanidad y la soberbia, que al parecer habían sido aniquilados para siempre, comienzan a reaparecer, como animales que hubieran huido asustados; y en cierto modo a reaparecer con mayor petulancia, como avergonzados de haber caído hasta ese punto. No es difícil que en tales circunstancias se asista a actos de ingratitud y de desconocimiento.
Ahora que puedo analizar mis sentimientos con tranquilidad, pienso que hubo algo de eso en mis relaciones con Nate y siento que, en cierto modo, estoy pagando la insensatez de no haberme conformado con la parte de él que me salvó (momentáneamente) de la soledad. Ese estremecimiento de orgullo, ese deseo creciente de posesión exclusiva debían haberme revelado que iba por mal camino, aconsejado por la vanidad y la soberbia. En ese momento, al ver venir a Nate, ese orgulloso sentimiento estaba casi abolido por una sensación de rabia y rencor provocada por el recuerdo de la atroz escena en su cuarto, creyendo que estaba enfermo, mientras se revolcaba con otra. Sentí que mis piernas se aflojaban y que el frío y la palidez invadían mi rostro. ¡Y encontrarme así, en medio de esa gente! ¡Y no poder arrojarme ferozmente contra él y demostrarle el desprecio que sentía por él!
Nate, sin embargo, no pareció perder el dominio y yo comencé inmediatamente a sentir que la vaga tristeza de esa tarde comenzaba a poseerle de nuevo.
— Me hubiese gustado explicarte lo que tus ojos vieron —insinuó tristemente.
— Desgraciadamente confió más en mis ojos que en ti.
Después de un tiempo, agregó:
— Escucha… —dio largos suspiros, como si estuviera midiendo las palabras que cruzarían su boca y seguramente, la sensación de sus dientes allí. — Admito que me equivoque contigo, Kira. Eras una mujer maravillosa, con un gran carácter… No quise usarte, ni hacerte sentir mal…
— ¡Eh dicho que no quiero tus putas explicaciones! —exclame furibunda. — Al menos reconoces que te equivocaste conmigo, porque no soy una chica cualquiera, Nat. ¡Desde un principio supiste como soy y sin embargo tuviste el descaro de revolcarte con esa zorra!
— Cierra la boca, estas llamando la atención.
Y apenas pronunciadas, me tomó del brazo con decisión y me condujo hacia la casa. Observé fugazmente a los que quedaban y me pareció advertir un relámpago intencionado en los ojos con que Heather miró a Hunter, su hermano.
La tristeza fue aumentando gradualmente; quizá también a causa del rumor de las olas, que se hacía a cada instante más perceptible. Cuando salimos de la ciudad y apareció ante mis ojos el cielo de aquella costa, sentí que esa tristeza era ineludible; era la misma de siempre ante la belleza, o por lo menos ante cierto género de belleza. ¿Todos sienten así o es un defecto más de mí desgraciada condición?
— No había tenido tiempo de traerte aquí —dijo Nate. — Igualmente quise que lo vieras de alguna forma.
— Es… bellísimo —sonreí.
— A veces me parece como si esta escena la hubiéramos vivido siempre juntos. Cuando vi aquella mujer solitaria de tu ventana, sentí que eras como yo y que también buscabas ciegamente a alguien, una especie de interlocutor mudo. Desde aquel día pensé constantemente en ti, te soñé muchas veces acá, en este mismo lugar donde he pasado tantas horas de mi vida. Un día hasta pensé en buscarte y confesártelo. Pero tuve miedo de equivocarme, como me había equivocado una vez, y esperé que de algún modo fueras tú la que buscara.
Yo no decía nada. Herniosos sentimientos y sombrías ideas daban vueltas en mi cabeza, mientras oía su voz, su maravillosa voz. Fui cayendo en una especie de encantamiento. La caída del sol iba encendiendo una fundición gigantesca entre las nubes del poniente. Sentí que ese momento mágico no se volvería a repetir nunca. "Nunca más, nunca más", pensé, mientras empecé a experimentar el vértigo del acantilado y a pensar qué fácil sería arrastrarlo al abismo, conmigo.
— Me lastimaste, Nate. Me lastimas de la peor forma a la una mujer pude ser herida —abrí mis ojos lentamente, absorta por la decisión que debía tomar. — Nunca podre perdonarte, desde ahora pienso dar marcha a mi vida, no pienso dejar en pausa esta página. Te deseo suerte y ojala encuentres esa persona que complementa tu vida… Porque no soy yo.
Oí fragmentos de su voz mientras caminaba sola por la arena, descalza, sosteniendo de una mano mis zapatos; “Dios mío… ¡Vuelve, Kira!” “Perdón, perdón, perdón…. ¡Kira!”
El mar se había ido transformando en un oscuro monstruo. Pronto, la oscuridad fue total y el rumor de las olas allá abajo adquirió sombría atracción: ¡Pensar que era tan fácil! Él decía que éramos seres llenos de fealdad e insignificancia; pero, aunque yo sabía hasta qué punto era yo misma capaz de cosas innobles, me desolaba el pensamiento de que también él podía serlo, que seguramente lo era.
Después sentí que acariciaba mi cara, como lo había hecho en otros momentos parecidos. Yo no podía hablar. Como con mi madre cuando estaba conmigo, puse la cabeza sobre su regazo y así quedamos un tiempo quieto, sin transcurso, hecho de infancia y de muerte. ¡Qué lástima que debajo hubiera hechos inexplicables y sospechosos!
Volví a casa con la sensación de una absoluta soledad.
Generalmente esa posesión de ser, para algunas ocasiones, eran parte de algún trastorno cuando pequeña. Me afecto demasiado la muerte de mi padre, de haber perdido parte de una infancia tan cariñosa y llena de afecto. Después de eso ya nada tenía sentido, ni siquiera el amor de mi madre. Era raro, pero no consentía nada que ella me acariciara ni la punta de mi cabello.
— La cena está en el horno. Creí que no llegarías a tiempo y preferí dejarlo allí —dijo Stella desde la recamara. — ¿Cómo te fue, querida?
— Lo de siempre —suspire.
— Bueno, yo si tengo algo para contarte… —se acercó a mi rápidamente, acompañada con una copa de vino. — ¿Recuerdas que los Stone se mudaron hace poco? Al parecer llego una nueva familia. Por lo que se, su apellido es Tomlinson.
— Interesante —bostece y encendí la TV.
— No es todo; hay un chico — alce las cenas sarcásticamente. — Su nombre es Louis, es muy atractivo, tiene veintiún años. Todo un partido, ¿no te parece?
— ¡Por supuesto!
— Más te vale evitar el sarcasmo conmigo, jovencita. Además… —se retiró a la cocina. — Los invite a una cena esta noche…
Contuve la respiración.
— Dime, por favor, que no hiciste eso.
— Y me siento muy orgullosa de ello —sonrió divertida. — ¡Vamos, Kira! Será fantástico conseguir a alguien como él. Créeme, debe ser un hombre muy interesante.
— No quiero relaciones ahora, mamá.
En realidad no estaba en busca de cupidos o algo similar, bastaba con mi devastadora relación con Nate, a duras penas podía contener el llanto y el no tirarme a la cama en depresión. No me llamaba ni la atención su nombre; quizá un poco.
Le di un largo sorbo a mi jugo.
— Corte con Nate.
Calló por unos segundos, después vacilante dijo:
— No te diré: te lo dije, porque de alguna forma me sentiré mal…
— Y yo me enfadare contigo —fruncí el ceño.
— Esta bien, como sé que aun tienes sentimientos por él… No te molestare con Louis —mire al techo y agradecí a Dios en silencio. — Pero…
— ¡Aquí vamos! —reí entre dientes.
— Dale una oportunidad —se mordió el labio inferior. — Nada más que eso y te darás cuenta por ti misma.
Lo pensé por unos segundos; quizá sería interesante.
— ¿A qué horas llegan?
* * *
Intuí que había caído en una trampa y quise huir. Hice un enorme esfuerzo, pero era tarde: mi cuerpo ya no me obedecía. Me resigné a presenciar lo que iba a pasar, como si fuera un acontecimiento ajeno a mi persona. El hombre frente a mi tomo postura rígida ante mi desagrado y tuve una enigmática suposición.
Desde que volvimos de Canadá, había sentido esa sensación de atracción por algo que quizá quiso traerme por voluntad suya. No sabía que era en realidad, pero me mantenía a margen de todo en Inglaterra.
— Procura ser amable con nuestras vecinas, Louis —dijo mi padre. — Somos dos hombres solteros, tal vez es una oportunidad de la suerte.
— Dile por ti mismo —murmure.
Caminamos por varios segundos, en silencio, como si fuera un plan o algo extraño que nos aguardara en esa casa con aspecto cálido.
— ¡Bienvenidos! — una señora, más o menos de treinta y algo de años. Pese a que solo observaba las expresiones extrañas de papá, no capte la presencia de una adorable chica, sentada al borde de una silla.
— Es un placer estar aquí, muchas gracias por su grata invitación —la señora sonrió, sonrojándose por las palabras de mi acompañante. Oculte una risa, entonces la señora noto mi presencia (finalmente).
— Soy Stella, tú debes de ser Louis —asentí, sonriéndole sin mostrar mis dientes. — Es un placer conocerte, querido. Esta es mi hija, Kira.
Me maldije mentalmente por distraerme: con aquella gente era necesario estar en constante guardia; además, tenía el firme propósito de levantar un censo de sus formas de pensar, de sus chistes, de sus reacciones, de sus sentimientos: todo me era de gran utilidad con Kira. Me dispuse, pues, a escuchar y ver y traté de hacerlo en el mejor estado de ánimo posible. Volví a pensar que me alegraba el aspecto de general hipocresía de ella. Sin embargo, mi estado de ánimo era sombrío.
— Lindo nombre —alague, para su sorpresa. Aunque era difícil distinguir alguna reacción en su horrible expresión amarga.
Camine dentro del recinto, cuando mi padre entro acompañado de Stella. Detrás andaba Kira en silencio. Entonces precedió antes de que pudiera decir algo:
— Lindo culo —salte inmediatamente cuando su mano pellizco una de mis nalgas. ¡Qué atrevida! Pensé.
Su risa era muy contagiosa y preferí seguirle el juego, tal vez terminaría en su cama. Eso es prometedor.
Las horas eran eternas en una conversación incomoda entre Stella y mi padre. Un momento estaban hablando de la política y al segundo sobre nuestros estudios, y mientras lo hacían; se coqueteaban mutuamente entre sátiras pervertidas. De reojo podía ver las arqueadas de Kira, por lo cual me daba cierta atracción.
— ¿Ya han arreglado la cuestión del colegio? —de repente todo se puso más agradable en la mesa.
— No, aun no tengo pensado en donde puede ir Louis.
— ¿Qué tal el colegio de Kira? Es muy bueno, tiene un buen potencial académicamente. ¡Es el mejor de aquí! —Kira bufo y mi padre y yo reímos. Stella no estuvo muy de acuerdo.
— Esta hecho, muchas gracias de nuevo —ambos se sonrieron. Mire a Kira, quien me sonreía de oreja a oreja, como si estuviera maquineando algo perverso en su retorcida mente.
— Buena suerte, nalguitas —me guiño un ojo, coquetamente y se retiró.
Todo me parecía fugaz, transitorio, inútil, impreciso. Mi cabeza no funcionaba bien y Kira se me aparecía una y otra vez como algo incierto y divertido. Sólo horas más tarde mis pensamientos empezarían a alcanzar la precisión y la violencia de otras veces.
Sí Kira Venningen quería jugar sucio, yo le enseñaría un par de cosas.
- Quedo un poco extraño, lo siento de ese modo :c la parte en que narra Louis lo hice en primera persona porque se me dificulta hacerlo en tercera y si lo hacia, en algún párrafo lo haría mal. En fin, espero que les guste mucho, hice lo que pude. Ríanse con nalguitas :c así se llamara hasta que Kira sienta algo por Lou jkgfhk
Sigue: Cam.
Invitado
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Re: Little White Lies.
Me gustó mucho el capítulo, Lore. Kira es un personaje bastante digno de analizar. Al principio la creí una persona débil e ingenua, pero luego me di cuenta de que no era más que cansancio lo que circulaba por su cuerpo. Tiene un gran carácter que te hace preguntar quién es realmente, hasta que punto uno sabe conocerla y hasta cuál no.
A Louis, por su parte, todavía no logré decifrarlo por completo. Parece que tiene algo grande en sus manos, una personalidad bastante complicada y retorcida. Sin embargo, aún no ha demostrado su verdadera cara y no puedo sacar demasiadas conjeturas por el momento.
Me encantó <3 Espero a Cam
A Louis, por su parte, todavía no logré decifrarlo por completo. Parece que tiene algo grande en sus manos, una personalidad bastante complicada y retorcida. Sin embargo, aún no ha demostrado su verdadera cara y no puedo sacar demasiadas conjeturas por el momento.
Me encantó <3 Espero a Cam
Cami
Re: Little White Lies.
Lore, Lore, Lore. No podes escribir tan... no sé como describirlo. Me mataste con el capítulo, me quedé embelesada a decir verdad. Saliendo del tema de tu perfecta escritura, vayamos a los personajes.
Kira al principio se mostró como cualquiera que acaba de ser engañada, su relación con Nate debió ser muy turbia y más al descubrir... ya sabes. Imaginé desde su perspectiva los sentimientos que la invadían, se me hizo muy fácil de reconocer, y te admiro por eso.
Por otra parte pensé que era más inocente, en cierto modo, pero luego del asunto de la visita y cómo trató a Louis me di cuenta de que no lo es. Estoy segura de que ambos se verán envueltos en un juego muy sucio, como Lou lo dice, y cuando Kira se enamore... puedo esperar cualquier actitud.
Lo amé completamente Lore, es maravilloso.
Invitado
Invitado
Re: Little White Lies.
Bueno, no tengo una expresión más perfecta para este capitulo que un "WOW" definitivamente lo amé, me encanto en todas las maneras, fue, perfectamente perfecto, no lo sé, amé la personalidad de Kira, además Louis *-* ay. Pero, como no sé que más decirte pues creo que siempre te digo lo mismo ._. Me iré a empezar una parte del capitulo
sampaio.
Re: Little White Lies.
Lore. Y eso es por lo que me gusta leer cosas de tu autoría. No lo sé, siento que tus escritos son diferentes, lo que me gusta por sobre todas las cosas. De alguna manera, es obvio como impulsas los personajes a mostrar su visión de todo, de una forma algo más interiorizada, pero con pequeños matices de lo mismo sobre los diálogos.
Ay, también está entonces el contraste de personalidades entre los dos, aunque -a pesar de no conocer con exactitud toda su mentalidad- tienen sus cosas parecidas, que le dan emoción a todo.
No creo poder negar el hecho de que quede sorprendida con lo de la visita. Bien, Louis tiene ese toque de sensualidad que lograría derretir hasta una roca, pero la actitud de Kira no se que muy atrás, más cuando dices que tendrá ese apodo hasta que tenga sentimientos por Louis; lo que lo veo muy, pero muy lejano, debido a su reciente y desastrosa relación amorosa, por lo que me imagino construirá con todas sus fuerzas una pared que rebase su altura, pero que aun la mantenga en el juego que supongo van a formar, por lo visto.
Al principio no fui capaz de no imaginarme eso muy Gossip Girl, más porque se llamaba Nate, y la vaina se materializó en mi cabeza.
No sé, es poco expresar con palabras como me gustó el capitulo, y como no soy de las amantes de los smiles, dejaré pingüinos.
Ay, también está entonces el contraste de personalidades entre los dos, aunque -a pesar de no conocer con exactitud toda su mentalidad- tienen sus cosas parecidas, que le dan emoción a todo.
No creo poder negar el hecho de que quede sorprendida con lo de la visita. Bien, Louis tiene ese toque de sensualidad que lograría derretir hasta una roca, pero la actitud de Kira no se que muy atrás, más cuando dices que tendrá ese apodo hasta que tenga sentimientos por Louis; lo que lo veo muy, pero muy lejano, debido a su reciente y desastrosa relación amorosa, por lo que me imagino construirá con todas sus fuerzas una pared que rebase su altura, pero que aun la mantenga en el juego que supongo van a formar, por lo visto.
Al principio no fui capaz de no imaginarme eso muy Gossip Girl, más porque se llamaba Nate, y la vaina se materializó en mi cabeza.
No sé, es poco expresar con palabras como me gustó el capitulo, y como no soy de las amantes de los smiles, dejaré pingüinos.
Sophia.
Re: Little White Lies.
No espero ni aspiro que tenga que ser molesta como lo fui en otra colectiva, y creo que no tengo nada más que decir, salvo que espero a Cam con su capítulo y agradezco enormemente que me digan eso
Invitado
Invitado
Re: Little White Lies.
No te preocupes, Lore. Leeré tu capítulo y comentaré.
importante: El turno de Cam fue movido, subirá luego de Cami, ahora se pasará su turno. Le toca a Sofy c:
importante: El turno de Cam fue movido, subirá luego de Cami, ahora se pasará su turno. Le toca a Sofy c:
Invitado
Invitado
Re: Little White Lies.
Es verdad ;-; Perdón, Cami. Te toca subir a vos y luego a Cam. Luego subirá Sofy. Me re mezclé con los turnos xd
Invitado
Invitado
Re: Little White Lies.
Lore, tu capítulo fue ASOMBROSO. Me encantó la manera en la que narraste la relación con Nate. Aunque fue un poco confuso al princpio no tardé en odiarlo con mi alma >:c El la engañó y pretende recibir perdón... lo gracioso es que he de suponer que Louis será peor, sin embargo Kira terminará casándose y teniendo hijos con él(????) ah, no. En fin, me encantó. Fue perfecto que en medio del drama y del aire hostil que se había generado le hayas agregado ese detalle de gracia, fue perfecto, morí de risa. Creo que me divertiré leyendo más de Lou en esta nc(? Espero el capítulo de Cami ansiosa<33 Las amo chicas c:
Invitado
Invitado
Capítulo tres
mírame y siéntelo. éste es tu final.
Capítulo 03.El sol caía sobre las suaves nubes de algodón, escondiéndose tras una gama de colores cálidos que anunciaban la llegada del crepúsculo. Solo faltaban un par de horas para que la noche hiciera presencia y las calles comenzaran a oscurecerse. El anticuado barrio recibiría a la luna pronto y todas las casas comenzarían a prender sus luces artificiales.
Mamá se encontraba adentro, dándole unos pequeños retoques al inmenso pastel que tanto se había esmerado en realizar. Yo, en cambio, yacía sobre la fina hierba del patio delantero y esperaba la llegada de mi padre y mi hermano menor, Mike.
La verdad era que, por más que había intentado calmar a mi progenitora con palabras de aliento durante toda la aquella semana, me encontraba más nerviosa de lo que quería admitir. Podía fingir por el bien de quienes me querían y se encontraban ansiosos por la llegada, pero no podía negarme a mí misma la oscura sensación que emanaba sobre mi cuerpo y cortaba mi respiración, haciéndome querer transportar a cualquier lugar lejano, fuera de todo drama familiar.
Mike había estado en la clínica de rehabilitación por cinco meses seguidos, desintoxicándose tanto de las drogas como de las malas influencias. En aquel corto tiempo de estancia no le permitieron ver a absolutamente nadie. Lo alejaron de la realidad esperando, así, que se recompusiera lo más rápido posible.
Ciento cincuenta habían sido los días que no me habían permitido ver a mi pequeño hermano; trescientas habían sido las sonrisas que había fingido por aquel tiempo.
El sonido del claxon de papá logro sacarme de mis pensamientos, trasportándome nuevamente a la realidad. Visualicé, a unos cuantos metros, aquel coche amarillo patito que tanto caracterizaba a nuestra familia. Éramos conocidos como los Paige, los cuatro locos que vivían en la casa rosada y paseaban de aquí para allá con el chillón escarabajo: Josh, el miserable destapador de cañerías; Emma, la mujer de la casa; y los jovencitos Mike y Lucy, el primero un drogadicto insalvable y la segunda una sumisa destinada a continuar los pasos de su madre.
Eso era, al menos, lo que se decía por aquellos tiempos. Luego del gran accidente que nos había acongojado meses atrás, habíamos pasado de ser la familia más querida del barrio a la escoria más excluida de éste. Ni siquiera nuestros vecinos más cercanos nos trataban como normalmente lo hacían.
Un joven de cabellera pelirroja y ojos cansados salió del auto. Llevaba una camiseta manga corta con el logo “The Who” y un jean bien apretado al cuerpo, acentuando sus raquíticas piernas. Cerca de él se encontraba papá, con las típicas canas adornando su cabello y un abrigo de lana tejido por nuestra querida abuela Mary; sujetando dos pesados bolsos recién sacados del maletero.
– ¿Mike? – levanté mi cuerpo de la grama, encontrándome con su azulina mirada. Parecían años desde que lo había visto por última vez. Su cuerpo se encontraba más delgado y su rostro ya no tenía los mofletes que tanto le caracterizaban – ¿Eres tú?
Una gran sonrisa invadió sus pálidos labios.
– Hola, hermana.
Nos fundimos en un largo abrazo, de esos que te vuelven a la vida luego de mucho tiempo. Sentí como mi corazón volvía a latir sobre mi pecho, devolviéndome todo el amor que había creído haber perdido para siempre. Había sido la primera vez que pasaba tanto tiempo sin él; sin su constante cariño y apoyo incondicional. Si bien los últimos años habían sido difíciles en nuestra relación – sus amistades habían cambiado mucho su forma de ser y accionar –, nunca habíamos dejado de apoyarnos como lo hacíamos desde chicos, estando siempre el uno para el otro.
Mamá llegó pronto a la escena. También le dio un abrazo al recién llegado, solo que éste incluyó besucones y marcas de lápiz labial, algo muy propio de ella. Los dos podíamos ser sus hijos, sí, pero él era su niño especial. Y yo lo entendía, dado que recibía trato preferencial por mi padre la mayor parte del tiempo.
Conversamos dentro de casa mientras la cena terminaba de cocinarse y, luego, comimos en un ambiente pacífico pero silencioso. Mike se fue temprano a la cama alegando que había dormido muy poco los últimos días, producto de su excitación por estar nuevamente en casa con su familia.
Se encontraba más cariñoso de lo normal y eso me gustaba. Sin embargo, podía notar que sus comportamientos eran un tanto extraños en ciertos momentos. Como cuando mamá preguntó acerca de sus planes a futuro, o cuando papá dio por entendido que conseguiría un trabajo antes de terminar la semana. Revoleo de ojos, movimiento nervioso de partes del cuerpo – manos, piernas y ojos – y risas demasiado falsas. Me preguntaba si, en realidad, no estaba juzgándolo demasiado temprano, guiándome por sus anteriores experiencias.
Recé para que mis pensamientos fueran erróneos. Esa no era yo, la joven positiva que siempre encaraba las situaciones con una sonrisa. No podía cambiar mi modo de ser solo porque mi hermano me había decepcionado una vez, apartándome de su vida y metiéndose en un mundo completamente diferente al de él; donde las apuestas, el alcohol, las drogas y la vida sexual eran lo más importante.
Debía volver a confiar en él porque así era la vida. La familia siempre iba a ser familia y no podía traicionarla.
No yo. No como él.
***
La primera alarma que impulsó el motor de mi cabeza surgió a eso de las tres de la mañana, cuando un fuerte sonido procedente de la habitación de al lado me sacó de mis ligeros sueños. «Adiós Brad Pitt, adiós casamiento en Las Vegas; los veré en otra de mis bellas e improbables fantasías.»
No escuché ningún otro ruido por un largo tiempo. Sin embargo, todos mis sentidos estuvieron alertas por un buen rato, esperando algún otro tipo de indicio que justificara levantarme. Sabía que estaba siendo demasiado paranoica respecto al tema pero no podía evitarlo, él era mi hermano y yo siempre iba a querer su seguridad por sobre todas las cosas.
Recién una hora más tarde escuché el conocido rechinar de la ventana de Mike al abrirse, dando por confirmadas mis sospechas. Si bien nuestra casa constaba de dos pisos y las habitaciones, como normalmente suele ser, se encontraban en el de arriba, había una pequeña enredadera pegada a las paredes exteriores que hacía mucho más fácil el descenso.
Sin pensarlo demasiado me vestí con un simple jean claro, una camiseta blanca sin mangas y el saco de lana rosada de mamá, quien me lo había prestado en nuestra última salida a cenar. Me acomodé las zapatillas rápidamente y bajé por la enredadera, creando unas cuantas lastimaduras sobre mis manos en el proceso.
Una vez en tierra firma divisé su figura a una cuadra más lejos de la mía. Caminaba por la acerca con pasos rápidos y descontinuados, y su atuendo no era más que un montón de ropa oscura y deshilachada.
En aquel momento, con el frío helando mis piernas, me pregunté si era una buena idea seguirlo y descubrirlo, nuevamente, infraganti. Yo había sido quien lo había encontrado la última vez y había avisado a mis padres, y no quería pasar por la misma espantosa situación.
Pero también me encontraba segura de otra cosa: si no encontraba pruebas que respaldaran lo que acababa de ver iba a ser muy difícil ayudarlo. Mike caería en sus anticuados vicios y mi familia se desmoronaría nuevamente, arrastrándonos a un vacío que acabaría definitivamente con nuestras almas cansadas.
Así que lo seguí, sí. Caminé entre las sombras, escondiéndome de la sospechosa luz de la luna para no ser descubierta. Di una y mil vueltas, y recé más de veinte veces para que el camino se acabara de una buena vez. Pero, como me lo imaginaba, llegamos a nuestro destino una vez que cruzamos el límite del barrio, donde una pequeña casa de billar se hallaba escondida entre las tinieblas y los sádicos árboles milenarios.
Mike entró sin preguntar y, cinco minutos después, imité su acción, maldiciendo internamente por no haber llevado una sudadera con capucha.
Un peculiar aroma dulzón caló hasta la parte más honda de mi nariz. Supe, gracias a una mala experiencia con uno de mis ex–novios, que se trataba ni más ni menos que de olor a porro; era totalmente inconfundible. Una vez que lo sientes es muy difícil olvidarlo.
Encontré a mi hermano en una esquina, hablando con un muchacho al cual no podía verle su cara, dado que se encontraba de espaldas. Sus cabellos castaño claro y la forma en la que sus músculos se contraían cada vez que hablaba produjeron una especie de recuerdo en mí, como si le hubiera visto anteriormente en alguna clase de pesadilla personal.
Bajé mi vista, incapaz de sostenerla mucho tiempo más. Mis ojos comenzaron a arder por mi poca experiencia en lugares como esos, donde el humo se concentra y solo hábiles drogadictos pueden soportar el arder de sus rostros.
– ¡¿Lucy?!
Volví mi vista al frente, encontrando a mi hermano unos pasos más cerca. Sus cejas estaban ceñidas y sus manos formaban pálidos puños. A su lado, aquel chico que había visto de espaldas me miraba con furia.
Pude recordar, al ver sus ojos color avellana, que se trataba de alguien muy importante en mi vida. Liam había sido el jefe de mi hermano, quien influía presión sobre él y le obligaba a hacer una y miles de actividades ilegales solo para su provecho.
Mike me tomó por los codos, arrastrándome fuera local con movimientos bruscos e hirientes.
No fue hasta que traspasamos la puerta que pude dar la vuelta. Y, al hacerlo, me encontré con una sonrisa. No con una amistosa, mucho menos inocente; sino con ese tipo de mueca que te roba el aire y cala tu alma, dejando una terrible sensación de miedo en tu interior.
No lo supe en aquel momento sino horas después, cuando mi hermano dejó de amenazarme y se fue a su habitación; cuando me quedé sola con mis pensamientos. Lo deduje, pero no tuve el valor de hondar en el sentimiento.
Tal vez, si lo hubiese hecho, nada de lo que estaba a punto de suceder hubiera ocurrido. Aquella sonrisa era tan solo el comienzo de una vida en el infierno, un camino sin felicidad y mucho sufrimiento.
Pero no lo hice. Me preocupé más por mi hermano que por mí misma, creyendo estúpidamente que su destino era mucho peor que el mío.
Que idiota fui, y cuanto me arrepiento por ello.
Mamá se encontraba adentro, dándole unos pequeños retoques al inmenso pastel que tanto se había esmerado en realizar. Yo, en cambio, yacía sobre la fina hierba del patio delantero y esperaba la llegada de mi padre y mi hermano menor, Mike.
La verdad era que, por más que había intentado calmar a mi progenitora con palabras de aliento durante toda la aquella semana, me encontraba más nerviosa de lo que quería admitir. Podía fingir por el bien de quienes me querían y se encontraban ansiosos por la llegada, pero no podía negarme a mí misma la oscura sensación que emanaba sobre mi cuerpo y cortaba mi respiración, haciéndome querer transportar a cualquier lugar lejano, fuera de todo drama familiar.
Mike había estado en la clínica de rehabilitación por cinco meses seguidos, desintoxicándose tanto de las drogas como de las malas influencias. En aquel corto tiempo de estancia no le permitieron ver a absolutamente nadie. Lo alejaron de la realidad esperando, así, que se recompusiera lo más rápido posible.
Ciento cincuenta habían sido los días que no me habían permitido ver a mi pequeño hermano; trescientas habían sido las sonrisas que había fingido por aquel tiempo.
El sonido del claxon de papá logro sacarme de mis pensamientos, trasportándome nuevamente a la realidad. Visualicé, a unos cuantos metros, aquel coche amarillo patito que tanto caracterizaba a nuestra familia. Éramos conocidos como los Paige, los cuatro locos que vivían en la casa rosada y paseaban de aquí para allá con el chillón escarabajo: Josh, el miserable destapador de cañerías; Emma, la mujer de la casa; y los jovencitos Mike y Lucy, el primero un drogadicto insalvable y la segunda una sumisa destinada a continuar los pasos de su madre.
Eso era, al menos, lo que se decía por aquellos tiempos. Luego del gran accidente que nos había acongojado meses atrás, habíamos pasado de ser la familia más querida del barrio a la escoria más excluida de éste. Ni siquiera nuestros vecinos más cercanos nos trataban como normalmente lo hacían.
Un joven de cabellera pelirroja y ojos cansados salió del auto. Llevaba una camiseta manga corta con el logo “The Who” y un jean bien apretado al cuerpo, acentuando sus raquíticas piernas. Cerca de él se encontraba papá, con las típicas canas adornando su cabello y un abrigo de lana tejido por nuestra querida abuela Mary; sujetando dos pesados bolsos recién sacados del maletero.
– ¿Mike? – levanté mi cuerpo de la grama, encontrándome con su azulina mirada. Parecían años desde que lo había visto por última vez. Su cuerpo se encontraba más delgado y su rostro ya no tenía los mofletes que tanto le caracterizaban – ¿Eres tú?
Una gran sonrisa invadió sus pálidos labios.
– Hola, hermana.
Nos fundimos en un largo abrazo, de esos que te vuelven a la vida luego de mucho tiempo. Sentí como mi corazón volvía a latir sobre mi pecho, devolviéndome todo el amor que había creído haber perdido para siempre. Había sido la primera vez que pasaba tanto tiempo sin él; sin su constante cariño y apoyo incondicional. Si bien los últimos años habían sido difíciles en nuestra relación – sus amistades habían cambiado mucho su forma de ser y accionar –, nunca habíamos dejado de apoyarnos como lo hacíamos desde chicos, estando siempre el uno para el otro.
Mamá llegó pronto a la escena. También le dio un abrazo al recién llegado, solo que éste incluyó besucones y marcas de lápiz labial, algo muy propio de ella. Los dos podíamos ser sus hijos, sí, pero él era su niño especial. Y yo lo entendía, dado que recibía trato preferencial por mi padre la mayor parte del tiempo.
Conversamos dentro de casa mientras la cena terminaba de cocinarse y, luego, comimos en un ambiente pacífico pero silencioso. Mike se fue temprano a la cama alegando que había dormido muy poco los últimos días, producto de su excitación por estar nuevamente en casa con su familia.
Se encontraba más cariñoso de lo normal y eso me gustaba. Sin embargo, podía notar que sus comportamientos eran un tanto extraños en ciertos momentos. Como cuando mamá preguntó acerca de sus planes a futuro, o cuando papá dio por entendido que conseguiría un trabajo antes de terminar la semana. Revoleo de ojos, movimiento nervioso de partes del cuerpo – manos, piernas y ojos – y risas demasiado falsas. Me preguntaba si, en realidad, no estaba juzgándolo demasiado temprano, guiándome por sus anteriores experiencias.
Recé para que mis pensamientos fueran erróneos. Esa no era yo, la joven positiva que siempre encaraba las situaciones con una sonrisa. No podía cambiar mi modo de ser solo porque mi hermano me había decepcionado una vez, apartándome de su vida y metiéndose en un mundo completamente diferente al de él; donde las apuestas, el alcohol, las drogas y la vida sexual eran lo más importante.
Debía volver a confiar en él porque así era la vida. La familia siempre iba a ser familia y no podía traicionarla.
No yo. No como él.
La primera alarma que impulsó el motor de mi cabeza surgió a eso de las tres de la mañana, cuando un fuerte sonido procedente de la habitación de al lado me sacó de mis ligeros sueños. «Adiós Brad Pitt, adiós casamiento en Las Vegas; los veré en otra de mis bellas e improbables fantasías.»
No escuché ningún otro ruido por un largo tiempo. Sin embargo, todos mis sentidos estuvieron alertas por un buen rato, esperando algún otro tipo de indicio que justificara levantarme. Sabía que estaba siendo demasiado paranoica respecto al tema pero no podía evitarlo, él era mi hermano y yo siempre iba a querer su seguridad por sobre todas las cosas.
Recién una hora más tarde escuché el conocido rechinar de la ventana de Mike al abrirse, dando por confirmadas mis sospechas. Si bien nuestra casa constaba de dos pisos y las habitaciones, como normalmente suele ser, se encontraban en el de arriba, había una pequeña enredadera pegada a las paredes exteriores que hacía mucho más fácil el descenso.
Sin pensarlo demasiado me vestí con un simple jean claro, una camiseta blanca sin mangas y el saco de lana rosada de mamá, quien me lo había prestado en nuestra última salida a cenar. Me acomodé las zapatillas rápidamente y bajé por la enredadera, creando unas cuantas lastimaduras sobre mis manos en el proceso.
Una vez en tierra firma divisé su figura a una cuadra más lejos de la mía. Caminaba por la acerca con pasos rápidos y descontinuados, y su atuendo no era más que un montón de ropa oscura y deshilachada.
En aquel momento, con el frío helando mis piernas, me pregunté si era una buena idea seguirlo y descubrirlo, nuevamente, infraganti. Yo había sido quien lo había encontrado la última vez y había avisado a mis padres, y no quería pasar por la misma espantosa situación.
Pero también me encontraba segura de otra cosa: si no encontraba pruebas que respaldaran lo que acababa de ver iba a ser muy difícil ayudarlo. Mike caería en sus anticuados vicios y mi familia se desmoronaría nuevamente, arrastrándonos a un vacío que acabaría definitivamente con nuestras almas cansadas.
Así que lo seguí, sí. Caminé entre las sombras, escondiéndome de la sospechosa luz de la luna para no ser descubierta. Di una y mil vueltas, y recé más de veinte veces para que el camino se acabara de una buena vez. Pero, como me lo imaginaba, llegamos a nuestro destino una vez que cruzamos el límite del barrio, donde una pequeña casa de billar se hallaba escondida entre las tinieblas y los sádicos árboles milenarios.
Mike entró sin preguntar y, cinco minutos después, imité su acción, maldiciendo internamente por no haber llevado una sudadera con capucha.
Un peculiar aroma dulzón caló hasta la parte más honda de mi nariz. Supe, gracias a una mala experiencia con uno de mis ex–novios, que se trataba ni más ni menos que de olor a porro; era totalmente inconfundible. Una vez que lo sientes es muy difícil olvidarlo.
Encontré a mi hermano en una esquina, hablando con un muchacho al cual no podía verle su cara, dado que se encontraba de espaldas. Sus cabellos castaño claro y la forma en la que sus músculos se contraían cada vez que hablaba produjeron una especie de recuerdo en mí, como si le hubiera visto anteriormente en alguna clase de pesadilla personal.
Bajé mi vista, incapaz de sostenerla mucho tiempo más. Mis ojos comenzaron a arder por mi poca experiencia en lugares como esos, donde el humo se concentra y solo hábiles drogadictos pueden soportar el arder de sus rostros.
– ¡¿Lucy?!
Volví mi vista al frente, encontrando a mi hermano unos pasos más cerca. Sus cejas estaban ceñidas y sus manos formaban pálidos puños. A su lado, aquel chico que había visto de espaldas me miraba con furia.
Pude recordar, al ver sus ojos color avellana, que se trataba de alguien muy importante en mi vida. Liam había sido el jefe de mi hermano, quien influía presión sobre él y le obligaba a hacer una y miles de actividades ilegales solo para su provecho.
Mike me tomó por los codos, arrastrándome fuera local con movimientos bruscos e hirientes.
No fue hasta que traspasamos la puerta que pude dar la vuelta. Y, al hacerlo, me encontré con una sonrisa. No con una amistosa, mucho menos inocente; sino con ese tipo de mueca que te roba el aire y cala tu alma, dejando una terrible sensación de miedo en tu interior.
No lo supe en aquel momento sino horas después, cuando mi hermano dejó de amenazarme y se fue a su habitación; cuando me quedé sola con mis pensamientos. Lo deduje, pero no tuve el valor de hondar en el sentimiento.
Tal vez, si lo hubiese hecho, nada de lo que estaba a punto de suceder hubiera ocurrido. Aquella sonrisa era tan solo el comienzo de una vida en el infierno, un camino sin felicidad y mucho sufrimiento.
Pero no lo hice. Me preocupé más por mi hermano que por mí misma, creyendo estúpidamente que su destino era mucho peor que el mío.
Que idiota fui, y cuanto me arrepiento por ello.
- Léanme:
- Tienen todo el derecho a criticarme, quedó espantoso. Espero, sinceramente, que el próximo capítulo me quede mejor. No escribí la parte de Liam porque me pareció mejor guardar la intriga un poquito más acerca de su persona y todo eso(?)
Perdonen si subí muy rápido, pero los siguientes días estaré muy ocupada y temo no poder conectarme por un largo rato. Sigue Cam
Cami
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