Little White Lies.

victoria grace.

—El otro día vieron a la chica Grace hablando con David, ¿puedes creerlo? —últimamente había todo tipo de rumores, de chicas intentando seducir chicos, de parejas rompiendo, de todo. Pero no me esperaba que en algún momento llegaran a hablar de mí. —Ella en realidad es bastante idiota por creer que le daría una oportunidad.

Bajé la cabeza, intentando pasar desapercibida por esas desconocidas personas, que sin embargo, estaban criticándome. Apreté el agarre de mis libros ya que las manos me comenzaron a sudar y sentía que en cualquier momento se me caerían por lo nerviosa que estaba. Todos volteaban a verme, o bueno, no todos; pero sí la mayoría.

Supongo que se generó cierta “polémica” porque David no es necesariamente una persona interesada en algo. Nunca hablaba con nadie que no fueran sus amigos, y a veces con suerte me dirigía la palabra, como hace unos días. Me preguntó sobre un ejercicio de matemática, ¿patético no? Que yo esté enamorada de él cuando David sabe de mi existencia, pero la toma como cualquier otra. No le interesa en lo absoluto lo que es de mí y de mis sentimientos. Pero no puedo evitar mirarlo cada vez que se sienta frente a mí y distraerme de las clases, lo miro en la biblioteca, sentado apartado de los demás mientras lee en silencio. Miro como sus ojos se mueven a medida que pasan las páginas y comienzo a contar sus pestañas una por una como si fuera lo más interesante del mundo.

Y pareciera que estoy obsesionada, pero no puedo evitar fijar mi vista en él cada vez que está cerca, o que pasa a mi lado sin siquiera preocuparse por las miradas que le envío.

Caminé mirando mis pies a lo largo de todo el pasillo, sin levantar la vista hasta llegar a mi casillero. Lo abrí, para luego introducir mis libros y cuadernos en él y sacar los de la clase que me tocaba ahora, en este caso; matemáticas. La cual compartía con David, hecho que de alguna manera —o completamente— me entusiasmaba.

Me di la vuelta para irme, pero choqué levemente con una persona y cuando noté quien era no pude hacer más que sonrojarme.

—Eh…lo siento mucho. —reí nerviosamente porque realmente no sabía qué hacer, y me veía como una tonta, cosa que me molestaba, pero no podía evitarlo. —Perdón, David.

—No importa. —hace un gesto con la mano, restándole importancia, y se da la vuelta para irse.

—¡Espera! —grité, aunque fue una especie de impulso porque no quería hacerlo, simplemente escapó de mi garganta. Me miró fijamente, interrogándome con la mirada. —Yo..eh…—comencé a tartamudear, dando una escena que en realidad producía pena ajena. O eso creía yo. —¿Tú casillero no está en el otro pasillo?

Eso también se me escapó, porque en realidad el no debería saber que yo sé muchas cosas de él y me consideraría una psicópata —si es que no lo soy—. Pero pareció no notarlo.

—Ah, sí. —refunfuñó, arrugando las cejas. —Aposté con un amigo y tuvimos que cambiar.

Eso es algo bueno para mí, porque significa verlo a diario y tenerlo más cerca que nunca. Incluso podría tener el privilegio de intentar entablar una conversación con él.

—Oh, genial. —dije recuperándome un poco de mis nervios, pero no completamente. —¿Qué clase tienes? —le pregunté, aunque obviamente lo sabía.

—Matemáticas, ¿Y tú…? —dejó la pregunta en el aire.

No sabía mi nombre.

Eso me hizo sentir más patética de lo que ya era. Ni siquiera sabía mi nombre.

—Victoria. —le completé. —Y tengo matemáticas también.

—Ah. —se limitó a decir, parecía que no le importaba.

Sin hablar más él comenzó a caminar al salón conmigo al lado, no porque él quisiera, sino porque yo me había colado. Pero David no decía nada por lo que no me aparté.

Me senté —como siempre— detrás de él. Me costaba concentrarme en la clase, sin embargo, escribí todo, para luego poder estudiarlo. Escuchaba perfectamente la voz del profesor, pero tan distraída estaba que para mí era como si hablara en otro idioma. ¿Qué sucedía?David Odair, ese es el problema. Se metía en mi mente como si tuviera el poder de hacerlo —quizás era un ángel caído. O bueno, no—.

A lo largo de toda la clase, me la pasé en las nubes.

No podía dejar de pensar en su sonrisa reluciente —la cual casi nunca enseñaba— en sus únicos ojos y en su perfecto cabello.

Me imaginaba su mano entrelazándose con la mía como si estuviéramos hechos el uno para el otro y me imaginaba a mí y a él en algún momento felizmente casados y con dos hijos. Pero no debo olvidar que los sueños bonitos y con final de cuento de hadas están bastante lejos de la realidad, sin contar que David no siente nada por mí.

—Victoria, el profesor te está mirando. —habló David, sacándome de mis pensamientos. Le sonreí en agradecimiento y él se dio la vuelta para seguir tomando apuntes. Me di cuenta de que en los últimos minutos no había escrito nada y sabía que en la escuela no tenía ningún amigo que me los prestara, así que suspiré y me regañé mentalmente pensando en que debería dejar de soñar tanto, por lo menos en clases.

La clase terminó a los segundos y todos comenzaron a levantarse, cuando vi que David hacía lo mismo casi me tiré encima de él para que no lo hiciera.

—Creo que te estás tomando demasiadas confianzas conmigo. —dijo en tono irónico.

—¿Te molesta? —le pregunté.

—No me importa.

Ni idea de porque me dolió, o bueno, quizás fue porque él me trata como si fuera inferior o eso creo. En cierto modo me enojó.

—¿Me podrías prestar tus apuntes, por favor? —debía intentarlo, por último para tener otra excusa para hablar con él.

Casi me los tiró y se fue.

El estaba completamente desinteresado en mi y en mis sentimientos, pero aún así yo lo perseguía como un perro faldero.

Tomé las hojas y las guardé en uno de mis cuadernos para no perderlas, y volví a mi casillero. Esta vez no estaba David, pero no me importó. Me había pasado por encima, como todos lo hacían, pero yo sabía que él solo se ocultaba de las personas por alguna razón. Yo sabía que él protegía su corazón del mundo, y que en el fondo era una buena persona.


—¿Crees que sea necesario? —le preguntó a Steven, el cual negó con la cabeza.

—No, no lo es. —dice a Cameron. —No tiene necesidad.

—Pero quiero hacerlo. —les respondí. Por alguna razón hace unas semanas se me había metido en la cabeza la idea de trabajar en un pequeño restaurant en el centro de la ciudad y conseguí el empleo, pero olvidé avisarle a mis padres y hoy era mi primer día de trabajo. —Además, si sigo aquí llegaré tarde.

—No, Victoria. ¿Acaso te falta algo? ¿Quieres ir de compras y no nos has dicho? ¡No tenemos problema en comprártelo! —quizás también esa era una de las razones por la que quería salir. Conseguir cosas por mi propio esfuerzo, y alejarme de mis padres —que si bien, quiero mucho— que suelen preocuparse más de comprarme cosas materiales y las pocas veces que están en casa no hay nada de comunicación, o muy poca en realidad.

—Papá, mamá. No, en serio no. Solo déjenme hacerlo. —rogué, casi a tal punto de arrodillarme como si del mismo papa se tratara.
Papá lo meditó unos segundos, aunque mamá parecía no cambiar de opinión.

—Está bien, Vicky, pero con cuidado. —lo abracé y salí corriendo de casa y despidiéndome con la mano de ellos.
No me demoré mucho en llegar aunque fuera a pie, se suponía que tomaría el autobús, pero con la charla de mis padres no tenía tiempo.

Casi no podía respirar y cuando llegué frente al restaurante tuve que parar a tomar unas cuantas bocanadas de aire para luego adentrarme en él.

—Justo a tiempo. —me saludó el jefe, o yo lo tomé como saludo.

Me puse el uniforme del lugar e iba directo a pedir las órdenes, pero el jefe me llamó. Era para presentarme a los demás trabajadores.

Y cuando me mostró a mi compañero quedé completamente sorprendida, ¡Era él! ¡Él, él, él!

Cuando todos volvieron a sus trabajos, se acercó a mí.

—Me estás acosando. —afirmó.

—¿Qué? ¡No! —me reí, porque en realidad eso era realmente absurdo. O no tanto…—No lo hago.

—Okay. —me dijo, sin interés, como siempre.

Y entonces me di cuenta de que me estaban dando demasiadas oportunidades para desaprovecharlas. Quizás no para ser su novia, pero si su amiga, eso sería suficiente para mí. Y sabía que sería difícil, pero me gustaba el desafío.