"The Boyfriend League" (joejonas & tu)

Valga decir que echaba de menos los fuegos artificiales.

Me desperté al notar al Chico sexy inclinado sobre mí.

—¿Cuántos dedos tengo?

Me pregunté si estaba aquí solo para el verano y si necesitaba una familia para vivir. ¿A caso no he visto un reciente titular: FAMILIAS NECESITAN CHICOS SEXIES PARA HOSPEDARSE?

—Dos. —Le conteste. Me di cuenta de que estaba tendida en la hierba. El chico sexy estaba a un lado, papá al otro.

—¿Qué día es hoy?

—Martes.

—¿Cómo te llamas?

—¿Acabo el partido? —Pregunté.

—Para ti sí. ¿Cuál es tú nombre?

—¿Ganamos?

—Cariño, dile tú nombre al chico. —Dijo papá.

—____* Runyon.

—Buena chica. —Dijo papá, acariciando mi hombro.

—Guau, guau.

Papá se echó a reír.

CAPITULO 10

Valga decir que echaba de menos los fuegos artificiales.

Me desperté al notar al Chico Sexy inclinado sobre mí.

—¿Cuántos dedos tengo?

Me pregunté si estaba aquí solo para el verano y si necesitaba una familia para vivir. ¿A caso no he visto un reciente titular: FAMILIAS NECESITAN CHICOS SEXIES PARA HOSPEDARSE?

—Dos. —Le conteste. Me di cuenta de que estaba tendida en la hierba. El chico sexy estaba a un lado, papá al otro.

—¿Qué día es hoy?

—Martes.

—¿Cómo te llamas?

—¿Acabo el partido? —Pregunté.

—Para ti sí. ¿Cuál es tú nombre?

—¿Ganamos?

—Cariño, dile tú nombre al chico. —Dijo papá.

—____* Runyon.

—Buena chica. —Dijo papá, acariciando mi hombro.

—Guau, guau.

Papá se echó a reír.

—Hace eso cada vez que le digo buena chica. Dice que suena como si estuviera alabando un perro. Así que está bien, ¿verdad? Recuerda nuestra pequeña broma.

Pensé que tenía lágrimas en los ojos. ¿Por qué iba hacerlo?

—Sí, eso parece —dijo el Chico Sexy—. Pero probablemente deba llevarla al hospital para un examen a fondo. Está bien para ir en coche. Podemos llevarla en ambulancia, pero tendrás que pagar una factura, cuando en realidad no parece que sea necesario.
Así que papá me llevó al hospital. Nunca antes había estado en una sala de urgencias.

No podía entender porque lo llamaban sala de urgencias, porque nadie se movía como si todo fuera una emergencia.

Y las sillas de plástico duro eran tan incómodas. Puse la cabeza sobre el brazo de mi padre.

—Me diste un susto. —Dijo papá, sosteniendo mi mano. Tenía las manos ásperas y callosas por todas las construcciones que hacía. Yo las amaba. Eran increíblemente reconfortantes.

—No sabía que si te golpeaba la bola podía noquearte. —Le dije.

—Si impacta justo, seguro. Esa es la razón por la que la ciudad siempre ha tenido un equipo de urgencias en los partidos. Nunca se sabe, y no necesitamos denuncias.

Las luces eran brillantes y me lastimaban los ojos, así que los cerré.

—No vi mucho del partido. ¿Qué piensas del equipo?

—Creo que tengo algo de talento este año.

—¿Qué tal es Joe? ¿Cómo es lanzando?

—Estuvo bien. Estaba en el cuarto. Le dieron un par de golpes. Pasó.

—¿Puedes llamar a mamá y decírselo? No sobre Joe. Sobre mí.

Parecía que todos mis pensamientos zigzagueaban sobre ese lugar. No podría concentrarme en otro tema durante mucho.

—Sí. Ella iba a venir aquí, pero le dije que no se preocupara. Es sólo rutina.

—¿Es por eso que está tardando tanto tiempo?

—Probablemente.

Estuvimos sentados durante casi una hora y media antes de que nos llamaran a la sala de examen.

Al parecer, desde que estaba lúcida, no era considerada prioridad. Fue después de los once años cuando fui puesta en libertad con una lista de cosas a tener en cuenta. (Siendo la número uno en la lista de incapacidad para levantarme, sí, estando muerta podría ser un problema)

Tenía la esperanza de que Bird tuviera mi bolso de mano, porque no quería tener que hacerme una nueva foto para la licencia de conducir justo enfrente de mí.

Una vez que estuvimos en el coche, y papá hubo llamado a mamá para hacerle saber que estábamos de camino a casa, me dejó su móvil. Llame a Bird. La fiesta estaba todavía, yo lo oía de fondo, pero no había forma de que papá me dejara ir.

—¿Ganamos? —Le pregunté, tan pronto como Bird respondió.

—Ya lo creo. Seis a dos. ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

—Voy a sobrevivir, pero papá no me deja entrar a la fiesta.

—Charlatán. Quiero verte, asegurarme de que estás bien.

—Estoy bien. Sólo tengo dolor de cabeza.

—Ni siquiera vi la pelota hasta que te dio.

—Yo no la vi, y punto.

—Nunca he visto a nadie pasarle antes. Daba miedo, ____*.

—Es algo que definitivamente no quiero repetir de nuevo.

—Sólo un segundo, bebé —la oí decir—. Entonces, Brandon dijo que el chico que te golpeó con la pelota le dio muy duro.

—¿Bebé? —repetí.

—Sí, estamos progresando. Me dio un beso —susurró—. Te voy a contar todo sobre él más tarde.

—Eso no tomó mucho tiempo —le dije.

Bird creía que me lo tomaba todo en serio, mientras que ella era más impulsiva.
Cuando nos íbamos de compras, siempre me llevaba mucho decidir si debía o no comprar algo. Ella tomaba sus decisiones en una fracción de segundo. Quería que yo comprara. Era increíble de ver.

—Pensé que tu punto central de tu plan era conseguir un novio para el verano.

—Bueno, me alegro de que funcione para ti, porque seguro que no está funcionando para mí.

—La temporada acaba de comenzar, y puedes estar segura de eso está noche.

—Esa no es la forma en que quería que sucediera.

—¿Estas segura de que tu padre no te dejara venir a mi casa?

—Sólo un segundo —puse el teléfono en mi hombro—. Papá…

—Lo siento, muchacha. A tu madre le daría un ataque.

¿Cómo sabía lo que iba a decir antes de pedirlo?

Suspire y me puse el teléfono a la oreja.

—Bird, lo siento, no. ¿Se te ocurrió coger mi bolso de mano?

—Sí. Se lo daré a Joe. Está a punto de salir, de todos modos. Hablaré contigo más tarde.

—Está bien. Gracias.

Colgué el teléfono.

—Habrá otros partidos. Dijo papá.

Sí, tal vez.

Cuando llegamos a casa, mamá nos estaba esperando. De la forma típica de mamá, reacciono exageradamente, corrió hacia mí, y miró mi frente, como si nunca la hubiera visto antes. Aunque con toda honestidad, podría no haber visto nunca un bulto del tamaño de una pelota de golf crecer fuera de mi cabeza como una criatura alienígena.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Estoy bien. Estoy totalmente preparada para ir a la fiesta de Bird.

—No lo creo. No es tan tarde. ¿Cómo no viste que una pelota de béisbol venia hacia ti?

—Todo sucedió muy rápido.

—Tienes hambre podría preparar algo…

Tenía que estar realmente preocupada si se ofrecía a cocinar.

—Domino´s todavía reparte. —Concluyó.

—No tengo hambre, mamá, sólo estoy cansada. Mi cabeza está un poco herida.

—Duerme hasta tarde por la mañana.

Lo dijo como si fuera un regalo, cuando en realidad, no tenía nada que hacer excepto
dormir hasta tarde.

Me dio un beso en la mejilla, y papá me palmeo el hombro al pasar a mi lado. Pero una vez que estuve arriba, no tenía ganas de irme a la cama. Estaba totalmente desanimada porque mi noche no había salido como hubiera querido.

Entré en la sala de juegos y me senté en el sillón del amor. Eran actualmente dos mecedoras reclinadas que se unían en un solo lado, por lo que dos personas podían sentarse en ella con cierta independencia. Reclinarse o mecerse. Cada uno tenía una elección. Antes de reclinarme tome el mando a distancia (o control remoto), encendí el televisor, y empecé a pasar de un tirón los canales.

Cientos de canales, y no pude encontrar una película interesante. Increíble. Lo puse en ESPN y baje el volumen. Cerré los ojos. Dejando mis pensamientos a la deriva.

Me imaginaba a Joe en la base, preparando la cuerda. Era antes del partido y estaba en los rituales con el bate. Tenía un ritual en la base. No pensé que era un escupitajo o una palanca de cambios suspensorio. Su gorra. En mi mente, vi cómo se ajustó la gorra y se inclinó hacia adelante, estudió la posición y la orientación del bateador, visionando el pitcher…

Oí una de las puertas francesas hacer clic al abrir, e imaginé que era Tiffany que venía a visitar mi último estado de moda, lo que me irritó un poco pues estaba interrumpiendo mi sueño, pero cuando abrí los ojos, descubrí a Joe allí.

Se había duchado, obviamente, después del partido, antes de ir a la fiesta. Vestía jeans y una camiseta de recuerdo de Ragland. A menudo las tira arriba de las gradas a los aficionados. Supongo que se las daban a los jugadores, también.

—¿Cómo te sientes? —Preguntó.

—Estoy bien. Sólo es un pequeño dolor de cabeza. La fiesta terminó un poco pronto,
¿no?

—Está todavía celebrándose. No soy un fiestero.

—¿No?

Él negó con la cabeza.

—No.

—Creo que todos los universitarios son fiesteros.

Se encogió de hombros. Llevaba mi bolso de mano y una bolsa de Ben y Jerry´s de papel. Dejó el bolso sobre la mesa de café.

—Bird me mandó esto para ti. La pelota que te golpeo está en el interior. Todos los
chicos la han firmaron.

—¿En serio? Le pregunté, satisfecha de que hubiera importado lo suficiente como para hacerlo, a pesar de que era una pequeña cosa. Me compraría un soporte y la pondría al lado de mi tesoro pelota Babe Ruth.

—Claro. No es gran cosa.

—¿Y que hay en la bolsa de papel? —Le pregunté, en previsión. Saque un cartón de
helado, pero fue mejor momento cuando lo cogí, chorreando.

Joe se acercó a mí, un poco tímidamente.

—Me detuve en esa tienda de helados de camino a casa. Pensé que podría ser que necesitaras un poco de medicina… especial.

Se sentó recto y me sonrió.

—¿Chocolate con masa de galletas de chispas?

Él sonrió.

—Sí.

—Justo lo que me recetó el doctor. —Dije, cogiéndole la bolsa y tomando una pinta de helado y una cuchara de plástico.