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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
|メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 7 de 8. • Comparte
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Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
VirgiPaluvile escribió:#NEW READERMe alegra que subas este libro para las que -como yo- tienen que hacerse dos horas de viaje para comprar un libro.
ola ke ase?
Me llamo Virginia (pero decime Vicky, o Virgi, así suena menos formal xD), tengo 15 primero de enero vividos y soy Argentina! Sin más que decir ¡BESO! y espero que la sigas pronto, Abbi :D
Hey, marinera.
A mi me alegra que chicas como tu comenten, duh?
Vicky me gusta mas, ¿si?. Yo tengo 13 :C y cumplo el 17 de enero, OMG OMG OMG.
A mi me alegra que chicas como tu comenten, duh?
Vicky me gusta mas, ¿si?. Yo tengo 13 :C y cumplo el 17 de enero, OMG OMG OMG.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Hola cielo me llamo Mireya y tengo 16 años, me encanta que estés subiendo el libro aquí, porque llevo meses intentando comprarme los libros pero no consigo convencer a mis padres Espero que sigas subiendo capítulos, porque me encanta jfaksdjfñlkad por favor sigue subiendo, por lo que más quieras
MrsMalikStyles
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
MrsMalikStyles escribió:Hola cielo me llamo Mireya y tengo 16 años, me encanta que estés subiendo el libro aquí, porque llevo meses intentando comprarme los libros pero no consigo convencer a mis padres Espero que sigas subiendo capítulos, porque me encanta jfaksdjfñlkad por favor sigue subiendo, por lo que más quieras
Siento no haber subido, pero ahora subiré.
Pasa tambien que cuando termino de editar todo {los codes, los colores, los espacios} se me traba la compu y muere, una ves tuve que hacerlo 6 veces hasta que me logro subir el capitulo, y eso cana mucho, entiendanme.
¿Mireya? Me encanta tu nombre, yo soy Abbi y tengo 13 D:.
Bienvenida .
Pasa tambien que cuando termino de editar todo {los codes, los colores, los espacios} se me traba la compu y muere, una ves tuve que hacerlo 6 veces hasta que me logro subir el capitulo, y eso cana mucho, entiendanme.
¿Mireya? Me encanta tu nombre, yo soy Abbi y tengo 13 D:.
Bienvenida .
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Capítulo Siete (Parte I) : La puerta de cinco dimensiones.
El apartamento de madame Dorothea parecía tener más o menos la misma distribución que el de Clary, aunque la mujer había hecho un uso distinto del espacio. El vestíbulo, que apestaba a incienso, estaba adornado con cortinas de cuentas y pósters astrológicos. Uno mostraba las constelaciones del zodíaco; otro, una guía de los símbolos mágicos chinos, y otro más, una mano con los dedos desplegados, cada línea de la palma cuidadosamente etiquetada. Por encima de la mano aparecían, escritas en latín, las palabras “In Manibus Fortuna”. Estantes estrechos, que contenían libros apilados, cubrían la pared situada junto a la puerta.
Una de las cortinas de cuentas repiqueteó, y madame Dorothea asomó la cabeza a través de ella.
-¿Interesada en la quiromancia? –dijo, reparando en la mirada de Clary-. ¿O simplemente fisgona?
-Nada de eso –respondió la muchacha-. ¿Realmente puede decir la buenaventura?
-Mi madre poseía un gran talento. Podía ver el futuro de un hombre en su mano o en las hojas del fondo de su taza de té. Me enseñó algunos de sus trucos. –Transfirió la mirada a Jace-. Hablando de té, jovencito, ¿quieres un poco?
-¿Qué? –preguntó él, con aspecto turbado.
-Té. Encuentro que sirve a la vez para asentar el estómago y para que la mente se concentre. Una bebida maravillosa, el té.
-Yo tomaré té –dijo Clary, reparando en lo mucho que hacía que no había comido o bebido algo.
Sentía como si hubiera estado funcionando a base de pura adrenalina desde que despertó.
Jace sucumbió.
-De acuerdo. Siempre y cuando no sea Earl Grey –añadió, arrugando la fina nariz-. Odio la bergamota.
Madame Dorothea rió socarronamente en voz alta y volvió a desaparecer detrás de la cortina de cuentas, dejándola balanceándose suavemente tras ella.
Clary miró a Jace enarcando las cejas.
-¿Odias la bergamota? –preguntó.
Jace se había acercado a la estrecha estantería y examinaba su contenido.
-¿Hay algún problema?
-Puede que seas el único chico de mi edad que he conocido que sabe qué es la bergamota, y aún más que se encuentra en el té Earl Grey.
-Sí, bueno –dijo él, con una expresión altanera-. No soy como otros chicos. Además –añadió, extrayendo un libro del estante-, en el Instituto tenemos que tomar clases en usos medicinales básicos de las plantas. Es un requisito.
-Imaginaba que vuestras clases eran cosas como Carnicería 101 y Decapitación para principiantes.
Jace pasó una página.
-Muy divertido, Fray.
Clary, que había estado estudiando el póster de quiromancia, se volvió en redondo hacia él.
-No me llames así.
Él alzó la mirada, sorprendido.
-¿Por qué no? Es tu apellido, ¿verdad?
La imagen de Simon se alzó ante los ojos de la muchacha. Simon, la última vez que lo había visto, siguiéndola atónito con la mirada mientras ella salía corriendo de Java Jones. Volvió a mirar el póster, pestañeando.
-No hay ningún motivo.
-Entiendo –dijo Jace, y ella supo por su voz que sí entendía, más de lo que ella quería que entendiese; le oyó dejar el libro de vuelta en el estante-. Esto debe de ser la basura que mantiene como fachada para impresionar a mundanos crédulos –dijo, y su voz sonó asqueada-. No hay un solo texto serio aquí.
-Sólo porque no sea la clase de magia que tu haces… -empezó Clary enojada.
Él la miró con cara de pocos amigos, silenciándola.
-Yo no hago magia –dijo-. Métetelo en la cabeza: los seres humanos no usan la magia. Es parte de lo que los hace humanos. Las brujas y los brujos sólo pueden usar magia porque tienen sangre de demonios.
Clary se tomó unos instantes para procesar aquello.
-Pero yo te he visto usar magia. Usas armas hechizadas…
-Uso instrumentos que son mágicos. Y justo para poder hacer eso, tengo que recibir un riguroso adiestramiento. Los tatuajes de runas en la piel también me protegen. Si tú intentaras usar uno de los cuchillos serafín, por ejemplo, probablemente te abrasaría la carne, quizá te mataría.
-¿Y si tuviera los tatuajes? –preguntó Clary-. ¿Podría usarlos?
-No –respondió Jace enojado-, las Marcas son sólo parte de ello. Existen pruebas, ordalías, niveles de adiestramiento… Oye, simplemente olvídalo, ¿de acuerdo? Mantente alejada de mis cuchillos. De hecho, no toques ninguna de mis armas sin mi permiso.
-Vaya, adiós a mi plan para venderlos en Ebay –rezongó Clary.
-¿Venderlos dónde?
Clary le dedicó una sonrisa insulsa.
-Un lugar mítico de gran poder mágico.
Jace pareció confuso, luego encogió los hombros.
-La mayoría de los mitos son ciertos, al menos en parte.
-Empiezo a captarlo.
La cortina de cuentas volvió a repiquetear, y apareció la cabeza de madame Dorothea.
-El té está en la mesa –anunció-. No hay necesidad de que vosotros dos os quedéis aquí de pie como asnos. Pasad al saloncito.
-¿Hay un saloncito? –preguntó Clary.
-Por supuesto que hay un saloncito –repuso ella-. ¿En qué otra parte iba yo a recibir a las visitas?
-Dejaré el sombrero con el lacayo –indicó Jace.
Madame Dorothea le lanzó una mirada sombría.
-Si fueras la mitad de gracioso de lo que crees que eres, muchacho, serías el doble de gracioso de lo que eres.
Volvió a desaparecer a través de la cortina, y su sonoro “¡ja!” quedó sofocado por el tintineo de las cuentas.
Jace frunció el cejo.
-No estoy muy seguro de qué quería decir con eso.
-¿De verdad? –repuso Clary-. Yo lo entendí perfectamente.
Atravesó decidida la cortina antes de que él pudiera replicar.
El saloncito estaba tan pobremente iluminado que Clary necesitó varios pestañeos antes de que sus ojos se adaptaran. Luz tenue esbozaba las cortinas de terciopelo negro corridas sobre toda la pared izquierda. Pájaros y murciélagos disecados pendían del techo mediante finas cuerdas, con brillantes cuentas negras ocupando el lugar de los ojos. El suelo estaba cubierto de alfombras persas raídas que escupían bocanadas de polvo al ser pisadas. Un grupo de sillones de color rosa se hallaban colocados alrededor de una mesa baja. Un mazo de cartas del tarot atadas con una cinta de seda ocupaba un extremo de la mesa; una bola de cristal sobre un soporte dorado, el otro. En el centro de la mesa había un servicio de té dispuesto para las visitas: un plato de emparedados cuidadosamente apilados, una tetera azul (humeante) y dos tazas de té con platillos a juego, colocadas con esmero frente a dos de los sillones.
-¡Vaya! –exclamó Clary con voz débil-. Esto tiene un aspecto magnífico.
Se acomodó en uno de los sillones. Sentarse era una sensación agradable.
Dorothea sonrió; los ojos le centelleaban con un humor malicioso.
-Tomad un poco de té –dijo, levantando la tetera-. ¿Leche? ¿Azúcar?
Clary miró de soslayo a Jace, que estaba sentado a su lado y había tomado posesión del plato de emparedados. Examinaba uno con atención.
-Azúcar –contestó Clary.
Jace se encogió de hombros, tomó un bocadillo y dejó el plato sobre la mesa. Clary le observó cautelosa mientras le daba un mordisco. El joven volvió a encogerse de hombros.
-Pepino –dijo, en respuesta a la mirada fija de la muchacha.
-En mi opinión, los emparedados de pepino son justo lo apropiado para el té, ¿verdad que sí? –inquirió madame Dorothea, sin dirigirse a nadie en particular.
-Odio el pepino –declaró Jace, y le pasó el resto de su emparedado a Clary.
Ésta le dio un mordisco: estaba condimentado con justo la cantidad apropiada de mayonesa y pimienta. Las tripas le retumbaron en agradecido reconocimiento por la primera comida que probaban desde los nachos que había comido con Simon.
-Pepino y bergamota –comentó Clary-. ¿Hay alguna otra cosa que odies que yo deba saber?
Jace miró a Dorothea por encima del borde de su taza de té.
-Los mentirosos –respondió.
La mujer depositó con calma la tetera en la mesa.
-Puedes llamarme mentirosa todo lo que quieras. Es cierto, no soy una bruja. Pero mi madre lo era.
-Eso es imposible –exclamó Jace, atragantándose con su té.
-Por qué imposible? –preguntó Clary, llena de curiosidad.
Tomó un sorbo de té. Era amargo, fuertemente aromatizado con un deje a humo de turba.
Jace soltó una bocanada de aire.
Una de las cortinas de cuentas repiqueteó, y madame Dorothea asomó la cabeza a través de ella.
-¿Interesada en la quiromancia? –dijo, reparando en la mirada de Clary-. ¿O simplemente fisgona?
-Nada de eso –respondió la muchacha-. ¿Realmente puede decir la buenaventura?
-Mi madre poseía un gran talento. Podía ver el futuro de un hombre en su mano o en las hojas del fondo de su taza de té. Me enseñó algunos de sus trucos. –Transfirió la mirada a Jace-. Hablando de té, jovencito, ¿quieres un poco?
-¿Qué? –preguntó él, con aspecto turbado.
-Té. Encuentro que sirve a la vez para asentar el estómago y para que la mente se concentre. Una bebida maravillosa, el té.
-Yo tomaré té –dijo Clary, reparando en lo mucho que hacía que no había comido o bebido algo.
Sentía como si hubiera estado funcionando a base de pura adrenalina desde que despertó.
Jace sucumbió.
-De acuerdo. Siempre y cuando no sea Earl Grey –añadió, arrugando la fina nariz-. Odio la bergamota.
Madame Dorothea rió socarronamente en voz alta y volvió a desaparecer detrás de la cortina de cuentas, dejándola balanceándose suavemente tras ella.
Clary miró a Jace enarcando las cejas.
-¿Odias la bergamota? –preguntó.
Jace se había acercado a la estrecha estantería y examinaba su contenido.
-¿Hay algún problema?
-Puede que seas el único chico de mi edad que he conocido que sabe qué es la bergamota, y aún más que se encuentra en el té Earl Grey.
-Sí, bueno –dijo él, con una expresión altanera-. No soy como otros chicos. Además –añadió, extrayendo un libro del estante-, en el Instituto tenemos que tomar clases en usos medicinales básicos de las plantas. Es un requisito.
-Imaginaba que vuestras clases eran cosas como Carnicería 101 y Decapitación para principiantes.
Jace pasó una página.
-Muy divertido, Fray.
Clary, que había estado estudiando el póster de quiromancia, se volvió en redondo hacia él.
-No me llames así.
Él alzó la mirada, sorprendido.
-¿Por qué no? Es tu apellido, ¿verdad?
La imagen de Simon se alzó ante los ojos de la muchacha. Simon, la última vez que lo había visto, siguiéndola atónito con la mirada mientras ella salía corriendo de Java Jones. Volvió a mirar el póster, pestañeando.
-No hay ningún motivo.
-Entiendo –dijo Jace, y ella supo por su voz que sí entendía, más de lo que ella quería que entendiese; le oyó dejar el libro de vuelta en el estante-. Esto debe de ser la basura que mantiene como fachada para impresionar a mundanos crédulos –dijo, y su voz sonó asqueada-. No hay un solo texto serio aquí.
-Sólo porque no sea la clase de magia que tu haces… -empezó Clary enojada.
Él la miró con cara de pocos amigos, silenciándola.
-Yo no hago magia –dijo-. Métetelo en la cabeza: los seres humanos no usan la magia. Es parte de lo que los hace humanos. Las brujas y los brujos sólo pueden usar magia porque tienen sangre de demonios.
Clary se tomó unos instantes para procesar aquello.
-Pero yo te he visto usar magia. Usas armas hechizadas…
-Uso instrumentos que son mágicos. Y justo para poder hacer eso, tengo que recibir un riguroso adiestramiento. Los tatuajes de runas en la piel también me protegen. Si tú intentaras usar uno de los cuchillos serafín, por ejemplo, probablemente te abrasaría la carne, quizá te mataría.
-¿Y si tuviera los tatuajes? –preguntó Clary-. ¿Podría usarlos?
-No –respondió Jace enojado-, las Marcas son sólo parte de ello. Existen pruebas, ordalías, niveles de adiestramiento… Oye, simplemente olvídalo, ¿de acuerdo? Mantente alejada de mis cuchillos. De hecho, no toques ninguna de mis armas sin mi permiso.
-Vaya, adiós a mi plan para venderlos en Ebay –rezongó Clary.
-¿Venderlos dónde?
Clary le dedicó una sonrisa insulsa.
-Un lugar mítico de gran poder mágico.
Jace pareció confuso, luego encogió los hombros.
-La mayoría de los mitos son ciertos, al menos en parte.
-Empiezo a captarlo.
La cortina de cuentas volvió a repiquetear, y apareció la cabeza de madame Dorothea.
-El té está en la mesa –anunció-. No hay necesidad de que vosotros dos os quedéis aquí de pie como asnos. Pasad al saloncito.
-¿Hay un saloncito? –preguntó Clary.
-Por supuesto que hay un saloncito –repuso ella-. ¿En qué otra parte iba yo a recibir a las visitas?
-Dejaré el sombrero con el lacayo –indicó Jace.
Madame Dorothea le lanzó una mirada sombría.
-Si fueras la mitad de gracioso de lo que crees que eres, muchacho, serías el doble de gracioso de lo que eres.
Volvió a desaparecer a través de la cortina, y su sonoro “¡ja!” quedó sofocado por el tintineo de las cuentas.
Jace frunció el cejo.
-No estoy muy seguro de qué quería decir con eso.
-¿De verdad? –repuso Clary-. Yo lo entendí perfectamente.
Atravesó decidida la cortina antes de que él pudiera replicar.
El saloncito estaba tan pobremente iluminado que Clary necesitó varios pestañeos antes de que sus ojos se adaptaran. Luz tenue esbozaba las cortinas de terciopelo negro corridas sobre toda la pared izquierda. Pájaros y murciélagos disecados pendían del techo mediante finas cuerdas, con brillantes cuentas negras ocupando el lugar de los ojos. El suelo estaba cubierto de alfombras persas raídas que escupían bocanadas de polvo al ser pisadas. Un grupo de sillones de color rosa se hallaban colocados alrededor de una mesa baja. Un mazo de cartas del tarot atadas con una cinta de seda ocupaba un extremo de la mesa; una bola de cristal sobre un soporte dorado, el otro. En el centro de la mesa había un servicio de té dispuesto para las visitas: un plato de emparedados cuidadosamente apilados, una tetera azul (humeante) y dos tazas de té con platillos a juego, colocadas con esmero frente a dos de los sillones.
-¡Vaya! –exclamó Clary con voz débil-. Esto tiene un aspecto magnífico.
Se acomodó en uno de los sillones. Sentarse era una sensación agradable.
Dorothea sonrió; los ojos le centelleaban con un humor malicioso.
-Tomad un poco de té –dijo, levantando la tetera-. ¿Leche? ¿Azúcar?
Clary miró de soslayo a Jace, que estaba sentado a su lado y había tomado posesión del plato de emparedados. Examinaba uno con atención.
-Azúcar –contestó Clary.
Jace se encogió de hombros, tomó un bocadillo y dejó el plato sobre la mesa. Clary le observó cautelosa mientras le daba un mordisco. El joven volvió a encogerse de hombros.
-Pepino –dijo, en respuesta a la mirada fija de la muchacha.
-En mi opinión, los emparedados de pepino son justo lo apropiado para el té, ¿verdad que sí? –inquirió madame Dorothea, sin dirigirse a nadie en particular.
-Odio el pepino –declaró Jace, y le pasó el resto de su emparedado a Clary.
Ésta le dio un mordisco: estaba condimentado con justo la cantidad apropiada de mayonesa y pimienta. Las tripas le retumbaron en agradecido reconocimiento por la primera comida que probaban desde los nachos que había comido con Simon.
-Pepino y bergamota –comentó Clary-. ¿Hay alguna otra cosa que odies que yo deba saber?
Jace miró a Dorothea por encima del borde de su taza de té.
-Los mentirosos –respondió.
La mujer depositó con calma la tetera en la mesa.
-Puedes llamarme mentirosa todo lo que quieras. Es cierto, no soy una bruja. Pero mi madre lo era.
-Eso es imposible –exclamó Jace, atragantándose con su té.
-Por qué imposible? –preguntó Clary, llena de curiosidad.
Tomó un sorbo de té. Era amargo, fuertemente aromatizado con un deje a humo de turba.
Jace soltó una bocanada de aire.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Capítulo Siete (Parte II) : La puerta de cinco dimensiones.
-Porque son medio humanas, medio demonios. Todas las brujas y todos los brujos son cruces de razas. Y puesto que son cruces, no pueden tener hijos. Son estériles.
-Como las mulas –dijo Clary pensativamente, recordando algo dicho en su clase de biología-. Las mulas son cruces estériles.
-Tu conocimiento de los animales de cría es pasmoso –indicó Jace-. Todos los subterráneos son, en cierta medida, demonios, pero únicamente los brujos son los hijos de progenitores demonios. Es por eso que sus poderes son los más fuertes.
-Los vampiros y los hombres lobo… ¿son también demonios en parte? ¿Y las hadas?
-Los vampiros y los hombres lobo son el resultado de enfermedades traídas por los demonios desde sus dimensiones de residencia. La mayoría de las enfermedades de los demonios son mortales para los humanos, pero en esos casos causaron cambios extraños en los infectados, sin matarlos en realidad. Y las hadas…
-Las hadas son ángeles caídos –dijo Dorothea-, expulsadas de los cielos por su orgullo.
-Ésa es la leyenda –repuso Jace-. También se dice que son la progenie de los demonios y los ángeles, lo que siempre me ha parecido más probable. El bien y el mal, mezclándose. Las hadas son tan hermosas como se supone que son los ángeles, pero tienen una gran cantidad de malicia y crueldad en su interior. Y habrás reparado en que la mayoría evita el sol del mediodía…
-Pues el demonio carece de poder –dijo Dorothea en voz baja, como si recitara una vieja rima-, excepto en la oscuridad.
Jace le dedicó una mueca de desagrado.
-¿Cómo que “se supone que son”? –preguntó Clary a Jace-. Quieres decir que los ángeles no…
-Se acabaron los ángeles –indicó Dorothea, mostrándose repentinamente realista-. Es cierto que los brujos no pueden tener hijos. Mi madre me adoptó porque quería asegurarse de que habría alguien que se ocuparía de este lugar una vez que ella ya no estuviera. Yo no tengo que dominar la magia. Sólo tengo que observar y custodiar.
-¿Custodiar qué? –quiso saber Clary.
-Sí, ¿qué?
Con un guiño, la mujer alargó la mano para coger un emparedado del plato, pero éste ya estaba vacío. Clary se los había comido todos. Dorothea lanzó una risita divertida.
-Es bueno ver a una joven comiendo hasta hartarse. En mis tiempos, las chicas eran criaturas robustas y llenas de energía, no los palillos que son hoy en día.
-Gracias –dijo Clary.
Pensó en la cintura diminuta de Isabelle y se sintió repentinamente enorme. Dejó la taza vacía en la mesa con un repiqueteo.
Al instante, madame Dorothea se abalanzó sobre la taza y contempló su interior con atención, mientras una línea aparecía entre sus cejas trazadas a lápiz.
-¿Qué? –preguntó Clary, nerviosa-. ¿He agrietado la taza o algo?
-Está leyendo tus hojas del té –explicó Jace en tono aburrido, pero se inclinó hacia delante junto con Clary mientras Dorothea hacía girar la taza una y otra vez en sus gruesos dedos, con el ceño fruncido.
-¿Es malo? –inquirió Clary.
-No es ni malo ni bueno. Resulta confuso. –Dorothea miró a Jace-. Dame tu taza –ordenó.
Jace se mostró ofendido.
-Pero no me he terminado mi…
La anciana le arrebató la taza de la mano y arrojó el exceso de té al interior de la tetera. Torciendo el gesto, contempló los restos.
-Veo violencia en tu futuro, una gran cantidad de sangre derramada por ti y por otros. Te enamorarás de la persona equivocada. También, tienes un enemigo.
-¿Sólo uno? Ésa es una buena noticia.
Jace se recostó en su asiento mientras Dorothea dejaba su taza y volvía a tomar la de Clary. Negó con la cabeza.
-No hay nada que yo pueda leer aquí. Las imágenes están mezcladas, carecen de sentido. –Echó una ojeada a Clary-. ¿Hay un bloqueo en tu mente?
Clary se sintió perpleja.
-¿Un qué?
-Como un hechizo que podría ocultar un recuerdo, o que podría haber obstaculizado tu Visión.
Clary negó con la cabeza.
-No, claro que no.
Jace se incorporó, alerta.
-No te precipites –dijo-. Afirma no recordar haber tenido jamás la Visión antes de esta semana. Quizá…
-A lo mejor simplemente soy de desarrollo lento –le espetó Clary-. Y no me mires burlándote sólo porque he dicho eso.
Jace adoptó un aire herido.
-No iba a hacerlo.
-Ibas a burlarte, lo he visto.
-Quizá –admitió Jace-, pero eso no significa que no esté en lo cierto. Algo impide el paso a tus recuerdos, estoy casi seguro de ello.
-Muy bien, probemos otra cosa.
Dorothea dejó la taza y alargó la mano hacia las cartas del tarot envueltas en seda. Las abrió en abanico y se las tendió a Clary.
-Desliza la mano sobre estas cartas hasta que toques una que notes caliente o fría, o que parezca adherirse a tus dedos. Entonces sácala y muéstramela.
Obedientemente, Clary pasó los dedos sobre las cartas. Resultaban frescas al tacto, y resbaladizas, pero ninguna parecía especialmente cálida o fría. Finalmente, seleccionó una al azar y la sostuvo en alto.
-El as de copas –dijo Dorothea, pareciendo desconcertada-. La carta del amor.
Clary le dio la vuelta y la miró. La carta resultaba pesada en su mano, el dibujo estaba hecho con auténtica pintura. Mostraba una mano sosteniendo una copa frente a un sol lleno de rayos pintado con pintura dorada. La copa estaba hecha de oro, esculpida con un dibujo de soles más pequeños y tachonada de rubíes. El estilo de la obra le era tan familiar como su propio aliento.
-Es una buena carta, ¿verdad?
-No necesariamente. Las cosas más terribles que hacen los hombres, las hacen en nombre del amor –contestó madame Dorothea con ojos relucientes-. Pero es una carta poderosa. ¿Qué significa para ti?
-Que mi madre la pintó –dijo Clary, y dejó caer la carta sobre la mesa-. Lo hizo, ¿verdad?
Dorothea asintió, con una expresión de satisfecha complacencia en el rostro.
-Pintó toda la baraja. Un regalo para mí.
-Eso dice usted. –Jace se puso en pie, con la mirada fría-. ¿Cuánto conocía a la madre de Clary?
Clary alzó la cabeza para mirarle.
-Jace, no tienes que…
Dorothea se recostó en el sillón, con las cartas abiertas en abanico sobre el regazo.
-Jocelyn sabía lo que yo era, y yo sabía lo que ella era. No hablábamos mucho sobre ellos. A veces me hacía favores…, como pintar esta baraja de cartas para mí…, y a cambio yo le contaba algún que otro chismorreo del Submundo. Había un nombre al que me pidió que estuviera atenta por si lo oía, y lo hice.
La expresión de Jace era inescrutable.
-¿Qué nombre era ése?
-Valentine.
Clary se sentó muy tiesa en su asiento.
-Pero eso es…
-Y cuando dice que sabía lo que Jocelyn era, ¿a qué se refiere? ¿Qué era ella? –inquirió Jace.
-Jocelyn era lo que era –respondió la mujer-. Pero en su pasado había sido como tú. Una cazadora de sombras. Un miembro de la Clave.
-No –musitó Clary.
Dorothea la miró con ojos casi bondadosos.
-Es cierto. Eligió vivir en esta casa precisamente porque…
-Porque esto es un Santuario –cortó Jace a Dorothea-. ¿No es cierto? Su madre era un Control. Ella creó este espacio, oculto, protegido; es un lugar perfecto para que se oculten los subterráneos que huyen. Eso es lo que hace, ¿verdad? Oculta criminales aquí.
-Tú los llamarías así –dijo Dorothea-. ¿Estás familiarizado con el lema de la Alianza?
-Sed lex dura lex –contestó Jace automáticamente-. La Ley es dura pero es la Ley.
-En ocasiones la Ley es demasiado dura. Sé que la Clave me habría apartado del lado de mi madre, de haber podido. ¿Quieres que les permita hacer eso a otros?
-De modo que es una filántropa. –Jace hizo una mueca-. Supongo que espera que crea que los subterráneos no le pagan magníficamente por su Santuario.
Dorothea sonrió ampliamente, lo suficiente para mostrar un destello de molares de oro.
-No todos podemos salir adelante sólo con nuestra belleza como tú.
Jace no pareció afectado por la adulación.
-Debería hablarle a la Clave sobre usted…
-¡No puedes! –Clary se había puesto en pie-. Lo prometiste.
-Jamás prometí nada. –Jace mostró una expresión de rebeldía.
Avanzó a grandes zancadas hacia la pared y apartó a un lado una de las colgaduras de terciopelo.
-¿Quiere decirme qué es esto? –exigió.
-es una puerta, Jace –dijo Clary.
Sí era una puerta, extrañamente colocada en la pared entre dos ventanas saledizas. Era evidente que no podía ser una puerta que condujera a ninguna parte, o habría sido visible desde el exterior de la casa. Parecía como si estuviera hecha de algún metal que brillaba quedamente, de un tono más parecido a la mantequilla que al latón, pero grueso como el hierro. El pomo tenía forma de ojo.
-Cállate –replicó Jace-. Es un portal. ¿Verdad?
-Es una puerta de cinco dimensiones –afirmó Dorothea, volviendo a depositar las cartas del tarot sobre la mesa-. Las dimensiones no son todas líneas rectas, ya lo sabes –añadió, en respuesta a la mirada perpleja de Clary-. Hay hondonadas y pliegues y recovecos y ranuras todos bien escondidos. Es un poco difícil de explicar cuando no se ha estudiado nunca teoría dimensional, pero, en esencia, esa puerta puede llevarte a cualquier parte a la que quieras ir en esta dimensión. Es…
-Una salida de escape –repuso Jace-. Es por eso que tu madre quería vivir aquí. Para poder huir en un instante.
-Entonces porque no lo… -empezó Clary, y se interrumpió, repentinamente horrorizada-. Por mí –exclamó-. No quería marcharse sin mí. Así que se quedó.
Jace negaba con la cabeza.
-No puedes culparte.
Clary sintió que las lágrimas se acumulaban bajo sus párpados, y apartó a Jace para dirigirse a la puerta.
-Quiero ver adónde habría ido –dijo, alargando la mano hacia la puerta-. Quiero ver adónde quería escapar…
-¡Clary, no!
Jace alargó el brazo para cogerla, pero los dedos de la joven estaban ya cerrados sobre el pomo. Éste giró rápidamente bajo su mano, y la puerta se abrió de golpe como si ella la hubiese empujado. Dorothea se puso pesadamente en pie con un grito, pero era demasiado tarde. Antes de que pudiera acabar siquiera la frase, Clary se vio lanzada hacia delante y cayó al vacío.
-Como las mulas –dijo Clary pensativamente, recordando algo dicho en su clase de biología-. Las mulas son cruces estériles.
-Tu conocimiento de los animales de cría es pasmoso –indicó Jace-. Todos los subterráneos son, en cierta medida, demonios, pero únicamente los brujos son los hijos de progenitores demonios. Es por eso que sus poderes son los más fuertes.
-Los vampiros y los hombres lobo… ¿son también demonios en parte? ¿Y las hadas?
-Los vampiros y los hombres lobo son el resultado de enfermedades traídas por los demonios desde sus dimensiones de residencia. La mayoría de las enfermedades de los demonios son mortales para los humanos, pero en esos casos causaron cambios extraños en los infectados, sin matarlos en realidad. Y las hadas…
-Las hadas son ángeles caídos –dijo Dorothea-, expulsadas de los cielos por su orgullo.
-Ésa es la leyenda –repuso Jace-. También se dice que son la progenie de los demonios y los ángeles, lo que siempre me ha parecido más probable. El bien y el mal, mezclándose. Las hadas son tan hermosas como se supone que son los ángeles, pero tienen una gran cantidad de malicia y crueldad en su interior. Y habrás reparado en que la mayoría evita el sol del mediodía…
-Pues el demonio carece de poder –dijo Dorothea en voz baja, como si recitara una vieja rima-, excepto en la oscuridad.
Jace le dedicó una mueca de desagrado.
-¿Cómo que “se supone que son”? –preguntó Clary a Jace-. Quieres decir que los ángeles no…
-Se acabaron los ángeles –indicó Dorothea, mostrándose repentinamente realista-. Es cierto que los brujos no pueden tener hijos. Mi madre me adoptó porque quería asegurarse de que habría alguien que se ocuparía de este lugar una vez que ella ya no estuviera. Yo no tengo que dominar la magia. Sólo tengo que observar y custodiar.
-¿Custodiar qué? –quiso saber Clary.
-Sí, ¿qué?
Con un guiño, la mujer alargó la mano para coger un emparedado del plato, pero éste ya estaba vacío. Clary se los había comido todos. Dorothea lanzó una risita divertida.
-Es bueno ver a una joven comiendo hasta hartarse. En mis tiempos, las chicas eran criaturas robustas y llenas de energía, no los palillos que son hoy en día.
-Gracias –dijo Clary.
Pensó en la cintura diminuta de Isabelle y se sintió repentinamente enorme. Dejó la taza vacía en la mesa con un repiqueteo.
Al instante, madame Dorothea se abalanzó sobre la taza y contempló su interior con atención, mientras una línea aparecía entre sus cejas trazadas a lápiz.
-¿Qué? –preguntó Clary, nerviosa-. ¿He agrietado la taza o algo?
-Está leyendo tus hojas del té –explicó Jace en tono aburrido, pero se inclinó hacia delante junto con Clary mientras Dorothea hacía girar la taza una y otra vez en sus gruesos dedos, con el ceño fruncido.
-¿Es malo? –inquirió Clary.
-No es ni malo ni bueno. Resulta confuso. –Dorothea miró a Jace-. Dame tu taza –ordenó.
Jace se mostró ofendido.
-Pero no me he terminado mi…
La anciana le arrebató la taza de la mano y arrojó el exceso de té al interior de la tetera. Torciendo el gesto, contempló los restos.
-Veo violencia en tu futuro, una gran cantidad de sangre derramada por ti y por otros. Te enamorarás de la persona equivocada. También, tienes un enemigo.
-¿Sólo uno? Ésa es una buena noticia.
Jace se recostó en su asiento mientras Dorothea dejaba su taza y volvía a tomar la de Clary. Negó con la cabeza.
-No hay nada que yo pueda leer aquí. Las imágenes están mezcladas, carecen de sentido. –Echó una ojeada a Clary-. ¿Hay un bloqueo en tu mente?
Clary se sintió perpleja.
-¿Un qué?
-Como un hechizo que podría ocultar un recuerdo, o que podría haber obstaculizado tu Visión.
Clary negó con la cabeza.
-No, claro que no.
Jace se incorporó, alerta.
-No te precipites –dijo-. Afirma no recordar haber tenido jamás la Visión antes de esta semana. Quizá…
-A lo mejor simplemente soy de desarrollo lento –le espetó Clary-. Y no me mires burlándote sólo porque he dicho eso.
Jace adoptó un aire herido.
-No iba a hacerlo.
-Ibas a burlarte, lo he visto.
-Quizá –admitió Jace-, pero eso no significa que no esté en lo cierto. Algo impide el paso a tus recuerdos, estoy casi seguro de ello.
-Muy bien, probemos otra cosa.
Dorothea dejó la taza y alargó la mano hacia las cartas del tarot envueltas en seda. Las abrió en abanico y se las tendió a Clary.
-Desliza la mano sobre estas cartas hasta que toques una que notes caliente o fría, o que parezca adherirse a tus dedos. Entonces sácala y muéstramela.
Obedientemente, Clary pasó los dedos sobre las cartas. Resultaban frescas al tacto, y resbaladizas, pero ninguna parecía especialmente cálida o fría. Finalmente, seleccionó una al azar y la sostuvo en alto.
-El as de copas –dijo Dorothea, pareciendo desconcertada-. La carta del amor.
Clary le dio la vuelta y la miró. La carta resultaba pesada en su mano, el dibujo estaba hecho con auténtica pintura. Mostraba una mano sosteniendo una copa frente a un sol lleno de rayos pintado con pintura dorada. La copa estaba hecha de oro, esculpida con un dibujo de soles más pequeños y tachonada de rubíes. El estilo de la obra le era tan familiar como su propio aliento.
-Es una buena carta, ¿verdad?
-No necesariamente. Las cosas más terribles que hacen los hombres, las hacen en nombre del amor –contestó madame Dorothea con ojos relucientes-. Pero es una carta poderosa. ¿Qué significa para ti?
-Que mi madre la pintó –dijo Clary, y dejó caer la carta sobre la mesa-. Lo hizo, ¿verdad?
Dorothea asintió, con una expresión de satisfecha complacencia en el rostro.
-Pintó toda la baraja. Un regalo para mí.
-Eso dice usted. –Jace se puso en pie, con la mirada fría-. ¿Cuánto conocía a la madre de Clary?
Clary alzó la cabeza para mirarle.
-Jace, no tienes que…
Dorothea se recostó en el sillón, con las cartas abiertas en abanico sobre el regazo.
-Jocelyn sabía lo que yo era, y yo sabía lo que ella era. No hablábamos mucho sobre ellos. A veces me hacía favores…, como pintar esta baraja de cartas para mí…, y a cambio yo le contaba algún que otro chismorreo del Submundo. Había un nombre al que me pidió que estuviera atenta por si lo oía, y lo hice.
La expresión de Jace era inescrutable.
-¿Qué nombre era ése?
-Valentine.
Clary se sentó muy tiesa en su asiento.
-Pero eso es…
-Y cuando dice que sabía lo que Jocelyn era, ¿a qué se refiere? ¿Qué era ella? –inquirió Jace.
-Jocelyn era lo que era –respondió la mujer-. Pero en su pasado había sido como tú. Una cazadora de sombras. Un miembro de la Clave.
-No –musitó Clary.
Dorothea la miró con ojos casi bondadosos.
-Es cierto. Eligió vivir en esta casa precisamente porque…
-Porque esto es un Santuario –cortó Jace a Dorothea-. ¿No es cierto? Su madre era un Control. Ella creó este espacio, oculto, protegido; es un lugar perfecto para que se oculten los subterráneos que huyen. Eso es lo que hace, ¿verdad? Oculta criminales aquí.
-Tú los llamarías así –dijo Dorothea-. ¿Estás familiarizado con el lema de la Alianza?
-Sed lex dura lex –contestó Jace automáticamente-. La Ley es dura pero es la Ley.
-En ocasiones la Ley es demasiado dura. Sé que la Clave me habría apartado del lado de mi madre, de haber podido. ¿Quieres que les permita hacer eso a otros?
-De modo que es una filántropa. –Jace hizo una mueca-. Supongo que espera que crea que los subterráneos no le pagan magníficamente por su Santuario.
Dorothea sonrió ampliamente, lo suficiente para mostrar un destello de molares de oro.
-No todos podemos salir adelante sólo con nuestra belleza como tú.
Jace no pareció afectado por la adulación.
-Debería hablarle a la Clave sobre usted…
-¡No puedes! –Clary se había puesto en pie-. Lo prometiste.
-Jamás prometí nada. –Jace mostró una expresión de rebeldía.
Avanzó a grandes zancadas hacia la pared y apartó a un lado una de las colgaduras de terciopelo.
-¿Quiere decirme qué es esto? –exigió.
-es una puerta, Jace –dijo Clary.
Sí era una puerta, extrañamente colocada en la pared entre dos ventanas saledizas. Era evidente que no podía ser una puerta que condujera a ninguna parte, o habría sido visible desde el exterior de la casa. Parecía como si estuviera hecha de algún metal que brillaba quedamente, de un tono más parecido a la mantequilla que al latón, pero grueso como el hierro. El pomo tenía forma de ojo.
-Cállate –replicó Jace-. Es un portal. ¿Verdad?
-Es una puerta de cinco dimensiones –afirmó Dorothea, volviendo a depositar las cartas del tarot sobre la mesa-. Las dimensiones no son todas líneas rectas, ya lo sabes –añadió, en respuesta a la mirada perpleja de Clary-. Hay hondonadas y pliegues y recovecos y ranuras todos bien escondidos. Es un poco difícil de explicar cuando no se ha estudiado nunca teoría dimensional, pero, en esencia, esa puerta puede llevarte a cualquier parte a la que quieras ir en esta dimensión. Es…
-Una salida de escape –repuso Jace-. Es por eso que tu madre quería vivir aquí. Para poder huir en un instante.
-Entonces porque no lo… -empezó Clary, y se interrumpió, repentinamente horrorizada-. Por mí –exclamó-. No quería marcharse sin mí. Así que se quedó.
Jace negaba con la cabeza.
-No puedes culparte.
Clary sintió que las lágrimas se acumulaban bajo sus párpados, y apartó a Jace para dirigirse a la puerta.
-Quiero ver adónde habría ido –dijo, alargando la mano hacia la puerta-. Quiero ver adónde quería escapar…
-¡Clary, no!
Jace alargó el brazo para cogerla, pero los dedos de la joven estaban ya cerrados sobre el pomo. Éste giró rápidamente bajo su mano, y la puerta se abrió de golpe como si ella la hubiese empujado. Dorothea se puso pesadamente en pie con un grito, pero era demasiado tarde. Antes de que pudiera acabar siquiera la frase, Clary se vio lanzada hacia delante y cayó al vacío.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Capítulo Ocho (Parte I) : El alma preferida.
Maratón 1/?
Estaba demasiado sorprendida para gritar. La sensación de caer era lo peor; el corazón se le subió a la garganta y el estómago se le revolvió. Lanzó las manos al frente, intentando atrapar algo, cualquier cosa que pudiera disminuir la velocidad de su descenso.
Sus manos se cerraron sobre ramas y fueron arrancando hojas. Se golpeó ruidosamente contra el suelo, con fuerza, la cadera y el hombro chocando contra tierra apisonada. Rodó sobre sí misma, inspirando aire de nuevo. Empezaba a sentarse en el suelo cuando alguien le aterrizó encima.
Se vio derribada hacia atrás. Una frente golpeó la suya, las rodillas le chocaron contra las de otra persona. Enredada en brazos y piernas, Clary expulsó cabellos (no los suyos) por la boca e intentó zafarse de debajo de un peso que parecía estar aplastándola.
-¡Ay! –dijo Jace en su oído, en tono indignado-. Me has dado un codazo.
-Bueno, tú has caído sobre mí.
Él se alzó sobre los brazos y la miró plácidamente. Clary vio el cielo azul por encima de su cabeza, un trozo de rama de árbol y la esquina de una casa de tablas grises de madera.
-Bueno, no me has dejado demasiadas opciones, ¿verdad? –inquirió él-. No después de que decidieras saltar alegremente a través de ese portal como si saltaras del tren F. Desde luego tienes suerte de que no nos arrojara al interior del East River.
-No tenías que venir tras de mí.
-Sí que tenía –repuso él-. Eres demasiado inexperta para protegerte en una situación hostil sin mí.
-Qué detalle. Quizá te perdonaré.
-¿Perdonarme? ¿Por qué?
-Por decirme que me callara cuando vi la puerta en la pared.
Los ojos del joven se entrecerraron.
-Yo no… Bueno, sí lo hice, pero estabas…
-No importa.
El brazo, inmovilizado bajo la espalda, empezaba a hormiguearle. Al rodar lateralmente para liberarlo, vio la hierba marrón de un césped seco, una valla de tela metálica y más superficie de la casa de tablas grises, que ahora le resultaba angustiosamente familiar.
Se quedó paralizada.
-Sé dónde estamos.
Jace dejó de farfullar.
-¿Qué?
-Ésta es la casa de Luke.
Clary se incorporó hasta sentarse, arrojando a Jace a un lado. Éste rodó con agilidad hasta ponerse en pie y le tendió una mano para ayudarla a levantarse. Ella hizo como si no existiera y se puso en pie apresuradamente, agitando el brazo entumecido.
Estaban frente a una pequeña casa gris adosada, colocada entre otras casas adosadas que bordeaban los muelles de Williamsburg. Soplaba una brisa procedente del East River que balanceaba un pequeño letrero que había sobre los peldaños de ladrillo de la entrada. Clary contempló a Jace mientras éste leía en voz alta las palabras en letra de imprenta: “Libros Garroway, en buen estado, nuevos, usados y descatalogados. Sábados cerrado”. El muchacho echó una ojeada a la oscura puerta principal, con el pomo asegurado por un grueso candado. El correo de unos cuantos días descansaba sobre el felpudo, sin tocar. Dirigió una rápida mirada a Clary.
-¿Vive en una librería?
-Vive detrás de la tienda.
La muchacha miró a un lado y a otro de la calle vacía, que limitaba con el arco del puente de Williamsburg por un extremo y con una fábrica de azúcar abandonada por el otro. Al otro lado del río de aguas mansas, el sol se ponía tras los rascacielos de la parte baja de Manhattan, bosquejándolos en oro.
-Jace, ¿cómo hemos llegado aquí?
-A través del Portal –respondió él, examinando el candado-. Te lleva a cualquier lugar en el que estés pensando.
-Pero yo no estaba pensando en este lugar –objetó Clary-. No pensaba en ningún sitio.
-Debes de haberlo hecho. –Abandonó el tema con aparente indiferencia-. Bien, puesto que estamos aquí…
-¿Sí?
-¿Qué quieres hacer?
-Marcharme, supongo –contestó ella con amargura-. Luke me dijo que no viniera aquí.
Jace meneó la cabeza.
-¿Y tu simplemente aceptas eso?
Clary se abrazó a sí misma. A pesar del calor diurno que empezaba a disiparse, sentía frío.
-¿Tengo elección?
-Siempre tenemos elecciones –repuso Jace-. Si estuviera en tu lugar, ahora mismo sentiría muchísima curiosidad por Luke. ¿Tienes las llaves de la casa?
Clary negó con la cabeza.
-No, pero a veces deja la puerta trasera abierta.
Señaló el estrecho callejón entre la casa de Luke y la siguiente. Había cubos de basura de plástico colocados en una pulcra hilera junto a montones de periódicos doblados y una cuba de plástico de botellas de soda vacías. Al menos, Luke seguía siendo un reciclador responsable.
-¿Estás segura de que no está en casa? –preguntó Jace.
Ella echó un vistazo al bordillo vacío.
-Bueno, su camioneta no está, la tienda está cerrada y todas las luces están apagadas. Yo diría que probablemente no.
-Entonces, tú primero.
El estrecho pasillo entre las casas finalizaba en una alta valla de tela metálica, que circundaba el pequeño jardín trasero de Luke, en el que las únicas plantas que crecían bien parecían ser los hierbajos que habían brotado entre las losas, resquebrajándolas en fragmentos polvorientos.
-Arriba y al otro lado –dijo Jace, incrustando la punta de la bota en una abertura en la valla.
Empezó a trepar. La valla traqueteó tan fuerte que Clary echó nerviosas ojeadas a su alrededor, pero no había luces encendidas en la casa de los vecinos. Jace pasó por encima de la valla y saltó al otro lado, aterrizando en los matorrales con el acompañamiento de un alarido ensordecedor.
Por un momento, Clary pensó que debía de haber aterrizado sobre un gato vagabundo. Oyó cómo Jace gritaba sorprendido al mismo tiempo que caía de espaldas. Una sombra oscura y excesivamente grande para ser felina salió como una exhalación de las matas y corrió atravesando el patio, manteniéndose agachada. Incorporándose a toda prisa, Jace corrió veloz tras ella, con expresión asesina.
Clary empezó a subir. Al pasar la pierna por encima de la alambrada, los vaqueros de Isabelle se engancharon en un trozo retorcido de alambre y se desgarraron por un lado. Clary se dejó caer al suelo justo en el momento en que Jace gritaba triunfal.
-¡Le cogí!
Clary se volvió y vio a Jace sentado encima del intruso; éste estaba boca abajo y con los brazos alzados sobre la cabeza. Jace le agarró la muñeca.
-Va, veamos tu cara…
-Sal de encima, imbécil presuntuoso –gruñó el intruso, empujando a Jace.
Forcejeó hasta quedar sentado a medias, con las maltrechas gafas torcidas.
Sus manos se cerraron sobre ramas y fueron arrancando hojas. Se golpeó ruidosamente contra el suelo, con fuerza, la cadera y el hombro chocando contra tierra apisonada. Rodó sobre sí misma, inspirando aire de nuevo. Empezaba a sentarse en el suelo cuando alguien le aterrizó encima.
Se vio derribada hacia atrás. Una frente golpeó la suya, las rodillas le chocaron contra las de otra persona. Enredada en brazos y piernas, Clary expulsó cabellos (no los suyos) por la boca e intentó zafarse de debajo de un peso que parecía estar aplastándola.
-¡Ay! –dijo Jace en su oído, en tono indignado-. Me has dado un codazo.
-Bueno, tú has caído sobre mí.
Él se alzó sobre los brazos y la miró plácidamente. Clary vio el cielo azul por encima de su cabeza, un trozo de rama de árbol y la esquina de una casa de tablas grises de madera.
-Bueno, no me has dejado demasiadas opciones, ¿verdad? –inquirió él-. No después de que decidieras saltar alegremente a través de ese portal como si saltaras del tren F. Desde luego tienes suerte de que no nos arrojara al interior del East River.
-No tenías que venir tras de mí.
-Sí que tenía –repuso él-. Eres demasiado inexperta para protegerte en una situación hostil sin mí.
-Qué detalle. Quizá te perdonaré.
-¿Perdonarme? ¿Por qué?
-Por decirme que me callara cuando vi la puerta en la pared.
Los ojos del joven se entrecerraron.
-Yo no… Bueno, sí lo hice, pero estabas…
-No importa.
El brazo, inmovilizado bajo la espalda, empezaba a hormiguearle. Al rodar lateralmente para liberarlo, vio la hierba marrón de un césped seco, una valla de tela metálica y más superficie de la casa de tablas grises, que ahora le resultaba angustiosamente familiar.
Se quedó paralizada.
-Sé dónde estamos.
Jace dejó de farfullar.
-¿Qué?
-Ésta es la casa de Luke.
Clary se incorporó hasta sentarse, arrojando a Jace a un lado. Éste rodó con agilidad hasta ponerse en pie y le tendió una mano para ayudarla a levantarse. Ella hizo como si no existiera y se puso en pie apresuradamente, agitando el brazo entumecido.
Estaban frente a una pequeña casa gris adosada, colocada entre otras casas adosadas que bordeaban los muelles de Williamsburg. Soplaba una brisa procedente del East River que balanceaba un pequeño letrero que había sobre los peldaños de ladrillo de la entrada. Clary contempló a Jace mientras éste leía en voz alta las palabras en letra de imprenta: “Libros Garroway, en buen estado, nuevos, usados y descatalogados. Sábados cerrado”. El muchacho echó una ojeada a la oscura puerta principal, con el pomo asegurado por un grueso candado. El correo de unos cuantos días descansaba sobre el felpudo, sin tocar. Dirigió una rápida mirada a Clary.
-¿Vive en una librería?
-Vive detrás de la tienda.
La muchacha miró a un lado y a otro de la calle vacía, que limitaba con el arco del puente de Williamsburg por un extremo y con una fábrica de azúcar abandonada por el otro. Al otro lado del río de aguas mansas, el sol se ponía tras los rascacielos de la parte baja de Manhattan, bosquejándolos en oro.
-Jace, ¿cómo hemos llegado aquí?
-A través del Portal –respondió él, examinando el candado-. Te lleva a cualquier lugar en el que estés pensando.
-Pero yo no estaba pensando en este lugar –objetó Clary-. No pensaba en ningún sitio.
-Debes de haberlo hecho. –Abandonó el tema con aparente indiferencia-. Bien, puesto que estamos aquí…
-¿Sí?
-¿Qué quieres hacer?
-Marcharme, supongo –contestó ella con amargura-. Luke me dijo que no viniera aquí.
Jace meneó la cabeza.
-¿Y tu simplemente aceptas eso?
Clary se abrazó a sí misma. A pesar del calor diurno que empezaba a disiparse, sentía frío.
-¿Tengo elección?
-Siempre tenemos elecciones –repuso Jace-. Si estuviera en tu lugar, ahora mismo sentiría muchísima curiosidad por Luke. ¿Tienes las llaves de la casa?
Clary negó con la cabeza.
-No, pero a veces deja la puerta trasera abierta.
Señaló el estrecho callejón entre la casa de Luke y la siguiente. Había cubos de basura de plástico colocados en una pulcra hilera junto a montones de periódicos doblados y una cuba de plástico de botellas de soda vacías. Al menos, Luke seguía siendo un reciclador responsable.
-¿Estás segura de que no está en casa? –preguntó Jace.
Ella echó un vistazo al bordillo vacío.
-Bueno, su camioneta no está, la tienda está cerrada y todas las luces están apagadas. Yo diría que probablemente no.
-Entonces, tú primero.
El estrecho pasillo entre las casas finalizaba en una alta valla de tela metálica, que circundaba el pequeño jardín trasero de Luke, en el que las únicas plantas que crecían bien parecían ser los hierbajos que habían brotado entre las losas, resquebrajándolas en fragmentos polvorientos.
-Arriba y al otro lado –dijo Jace, incrustando la punta de la bota en una abertura en la valla.
Empezó a trepar. La valla traqueteó tan fuerte que Clary echó nerviosas ojeadas a su alrededor, pero no había luces encendidas en la casa de los vecinos. Jace pasó por encima de la valla y saltó al otro lado, aterrizando en los matorrales con el acompañamiento de un alarido ensordecedor.
Por un momento, Clary pensó que debía de haber aterrizado sobre un gato vagabundo. Oyó cómo Jace gritaba sorprendido al mismo tiempo que caía de espaldas. Una sombra oscura y excesivamente grande para ser felina salió como una exhalación de las matas y corrió atravesando el patio, manteniéndose agachada. Incorporándose a toda prisa, Jace corrió veloz tras ella, con expresión asesina.
Clary empezó a subir. Al pasar la pierna por encima de la alambrada, los vaqueros de Isabelle se engancharon en un trozo retorcido de alambre y se desgarraron por un lado. Clary se dejó caer al suelo justo en el momento en que Jace gritaba triunfal.
-¡Le cogí!
Clary se volvió y vio a Jace sentado encima del intruso; éste estaba boca abajo y con los brazos alzados sobre la cabeza. Jace le agarró la muñeca.
-Va, veamos tu cara…
-Sal de encima, imbécil presuntuoso –gruñó el intruso, empujando a Jace.
Forcejeó hasta quedar sentado a medias, con las maltrechas gafas torcidas.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Chicas, les subí el capitulo 7, y la primera parte del 8. Pero si no dan aun que sea una señal de vida, no le veo la gracia de subir las otras partes del 8.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Hola soy nueva lectora y la estoy leyendo , me esta encantandoo *w*
JaaviDirectioner13
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
JaaviDirectioner13 escribió:Hola soy nueva lectora y la estoy leyendo , me esta encantandoo *w*
¡Bienvenida Nefilim!
Que bueno que te gusto, ¿a quien no le gusta?
Que bueno que te gusto, ¿a quien no le gusta?
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Holi!!!!!!!!!!! NUEVA Y FIEL NEFILIM !!
ME TIENES AQUI PARA SERTE FIEL!!
SERAS MI PARABATAI! POR SUBIR ESTA NOVE!!
OKYA SIGUELA!! IA LEI EL LIBRO PERO SIGUELA!!
ME ENCANTA SOY ALE WAYLAND FRAY HERONDALE GRAY!!
OKYA!!
SIGUELA! ME ENCANTA!
PD: "SOY SHADOWHUNTER!!"
ME TIENES AQUI PARA SERTE FIEL!!
SERAS MI PARABATAI! POR SUBIR ESTA NOVE!!
OKYA SIGUELA!! IA LEI EL LIBRO PERO SIGUELA!!
ME ENCANTA SOY ALE WAYLAND FRAY HERONDALE GRAY!!
OKYA!!
SIGUELA! ME ENCANTA!
PD: "SOY SHADOWHUNTER!!"
Ale :)
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
*Ale Directioner escribió:Holi!!!!!!!!!!! NUEVA Y FIEL NEFILIM !!
ME TIENES AQUI PARA SERTE FIEL!!
SERAS MI PARABATAI! POR SUBIR ESTA NOVE!!
OKYA SIGUELA!! IA LEI EL LIBRO PERO SIGUELA!!
ME ENCANTA SOY ALE WAYLAND FRAY HERONDALE GRAY!!
OKYA!!
SIGUELA! ME ENCANTA!
PD: "SOY SHADOWHUNTER!!"
¡Bienvenidaaaaaa Nefilim! :gemz:
Me encanta que te guste, espero que seas fiel.
Ahora la sigo, ShadowHunter.
Me encanta que te guste, espero que seas fiel.
Ahora la sigo, ShadowHunter.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Capítulo Ocho (Parte II) : El alma preferida.
Maratón 2/?
Clary se detuvo en seco.
-¿Simon?
-¡Ah, cielos! –exclamó Jace con un deje resignado-. Y yo que realmente esperaba haber atrapado algo interesante.
{...}
-Pero ¿qué hacías ocultándote en los arbustos de Luke? –quiso saber Clary, quitando hojas de los cabellos de Simon.
Éste soportó sus atenciones con patente malhumor. Lo cierto era que siempre que se había imaginado con Simon, una vez hubiese terminado todo aquello, él estaba de mejor humor.
-Ésa es la parte que no entiendo.
-De acuerdo, ya es suficiente. Puedo arreglarme el pelo yo solo, Fray –dijo Simon, apartándose bruscamente de sus manos.
Estaban sentados en los escalones del porche trasero de Luke. Jace se había recostado en la barandilla y fingía diligentemente hacer caso omiso de ellos, mientras usaba la estela para limarse las uñas. Clary se preguntó si la Clave lo aprobaría.
-Quiero decir, ¿sabía Luke que estabas ahí? –preguntó la joven.
-Claro que no –respondió Simon de mal talante-. Nunca le he preguntado, pero estoy seguro de que tiene una política de lo más rigurosa respecto a cualquier adolescente que aceche entre sus arbustos.
-Tú no eres cualquiera; te conoce.
Clary quería alargar la mano y tocarle la mejilla, que seguía sangrando ligeramente allí donde una rama la había arañado.
-Lo principal es que estás bien.
-¿Qué yo estoy bien? –Simon lanzó una carcajada, un sonido agudo y desdichado-. Clary, ¿tienes la más remota idea de por lo que he pasado estos dos últimos días? La última vez que te vi, salías corriendo de Java Jones como un murciélago huyendo del infierno, y luego simplemente… desapareciste. No contestabas a tu móvil; luego el teléfono de tu casa fue desconectado; a continuación Luke me dijo que estabas con unos parientes al norte del estado cuando yo sé perfectamente que no tienes ningún otro pariente. Pensé que había hecho algo que te había cabreado.
-¿Qué podrías haber hecho tú?
Clary intentó cogerle la mano, pero él la apartó sin mirarla a la cara.
-No lo sé –respondió-. Algo.
Jace, todavía ocupado con la estela, rió entre dientes.
-Eres mi mejor amigo –dijo Clary-. No estaba furiosa contigo.
-Sí, bueno, supongo que también era demasiado pedir que te molestaras en llamarme y decirme que te habías liado con un rubiales teñido medio gótico que probablemente conociste en el Pandemónium. –Simon remarcó agriamente-. Me he pasado los tres últimos días preguntándome si estarías muerta.
-No me he liado con nadie –dijo ella, dando gracias de que estuviera oscuro mientras enrojecía violentamente.
-Y soy rubio natural –indicó Jace-. Sólo para que conste.
-Entonces, ¿qué has estado haciendo estos últimos tres días? –preguntó Simon, con los ojos llenos de sombrío recelo-. ¿Realmente tienes una tía abuela llamada Matilda que contrajo la gripe aviar y necesitaba que la cuidaran mientras se recuperaba?
-¿Te dijo eso Luke?
-No, se limitó a decir que habías ido a visitar a un pariente enfermo, y que tu móvil probablemente no funcionaba en el campo. No es que yo le creyera. Después de que me echara de su porche delantero, di la vuelta a la casa y miré por la ventana de atrás. Le vi preparar una bolsa de lona verde como si se marchase a pasar fuera el fin de semana. Fue entonces cuando decidí quedarme por aquí y vigilar qué sucedía.
-¿Por qué? ¿Sólo porque estaba metiendo cosas en una bolsa?
-Porque la estaba llenando de armas –respondió él, restregándose la sangre de la mejilla con la manga de la camiseta-. Cuchillos, un par de dagas, incluso una espada. Lo curioso es que algunas de las armas parecían como si brillaran.
Paseó la mirada de Clary a Jace, y luego a la inversa. El tono de su voz fue tan cortante como uno de los cuchillos de Luke.
-Ahora, ¿vais a decir que me lo estaba imaginando?
-No –dijo Clary-, no voy a decir eso.
Echó una ojeada a Jace. Las últimas luces de la puesta de sol le arrancaban destellos de sus ojos.
-Voy a decirle la verdad –advirtió la joven.
-Lo sé.
-¿Vas a intentar impedírmelo?
Él bajó la mirada a la estela que tenía en la mano.
-Estoy ligado por mi juramento a la Alianza –explicó-. A ti no te ata ningún juramento.
Clary volvió de nuevo la cabeza hacia Simon, tomando aire con energía.
-De acuerdo –comenzó-. Esto es lo que tienes que saber.
{...}
El sol había descendido totalmente por el horizonte, y por el porche estaba sumido ya en la oscuridad cuando Clary dejó de hablar. Simon había escuchado su extensa explicación con una expresión casi impasible, estremeciéndose sólo levemente cuando ella llegó a la parte del demonio rapiñador. Cuando Clary acabó de hablar, se aclaró la reseca garganta, y de repente quiso poder tomar un vaso de agua.
-Así que –dijo-, ¿alguna pregunta?
Simon alzó la mano.
-Oh, sí. Varias preguntas.
Clary soltó aire con cautela.
-De acuerdo. Dispara.
Simon señaló a Jace.
-Bueno, él es un… ¿cómo dices que llaman a la gente que es como él?
-Un cazador de sombras –respondió Clary.
-Un cazador de demonios –aclaró Jace-. Mato demonios. No es tan complicado, en realidad.
Simon volvió a mirar a su amiga.
-¿En serio?
Tenía los ojos entrecerrados, como si medio esperara que ella le dijera que nada de aquello era verdad, y que Jace era en realidad un lunático peligroso del que ella había decidido hacerse amiga por cuestiones humanitarias.
-En serio.
Simon mostraba una expresión concentrada.
-¿Y también hay vampiros? ¿Hombres lobos, brujos, todo eso?
Clary se mordisqueó el labio inferior.
-Eso he oído.
-¿Y tú los matas también? –preguntó Simon, dirigiendo la pregunta a Jace, que había guardado la estela en el bolsillo y se examinaba las impecables uñas en busca de defectos.
-Únicamente cuando han sido malos.
Durante un momento, Simon se limitó a quedarse allí sentado con la mirada fija en el suelo.
Clary se preguntó si cargarlo con aquella clase de información no habría sido un error. El muchacho poseía una vena práctica mucho más fuerte que ninguna otra persona que ella conociera; quizá no le gustara nada saber algo como aquello, algo para lo que no existía una explicación lógica.
Se inclinó hacia adelante con ansiedad, justo cuando Simon alzaba la cabeza.
-Es todo tan alucinante –dijo él.
Jace pareció tan sobresaltado como se sintió Clary.
-¿Alucinante?
Simon asintió con el entusiasmo suficiente para hacer que sus negros rizos le rebotaran en la frente.
-Completamente. Es como Dragones y mazmorras, pero real.
Jace contemplaba a Simon como si fuera alguna especie singular de insecto.
-¿Es como qué?
-Es un juego –explicó Clary, que se sentía vagamente incómoda-. La gente finge ser brujos y elfos, y mata a monstruos y cosas de ésas.
Jace se mostró estupefacto.
Simon sonrió.
-¿Nunca has oído hablar de Dragones y mazmorras?
-He oído hablar de mazmorras –respondió Jace-. También de dragones. Aunque están casi extintos.
Simon pareció decepcionado.
-¿Nunca has matado a un dragón?
-Probablemente tampoco se ha topado con una elfa cachonda de metro ochenta con un bikini de piel –repuso Clary con irritación-. Déjalo ya, Simon.
-Los elfos auténticos miden unos veinte centímetros –señaló Jace-. Además, muerden.
-Pero los vampiros son guais, ¿no? –dijo Simon-. Quiero decir que algunos vampiros son unas nenas despampanantes, ¿verdad?
A Clary le preocupó por un instante que Jace pudiera lanzarse desde el otro lado del porche y agarrar a Simon por el cuello hasta dejarle sin sentido. En lugar de ello, éste consideró la pregunta.
-Algunos, tal vez.
-Alucinante –repitió Simon.
Clary decidió que le gustaba más cuando se peleaban.
-¿Simon?
-¡Ah, cielos! –exclamó Jace con un deje resignado-. Y yo que realmente esperaba haber atrapado algo interesante.
{...}
-Pero ¿qué hacías ocultándote en los arbustos de Luke? –quiso saber Clary, quitando hojas de los cabellos de Simon.
Éste soportó sus atenciones con patente malhumor. Lo cierto era que siempre que se había imaginado con Simon, una vez hubiese terminado todo aquello, él estaba de mejor humor.
-Ésa es la parte que no entiendo.
-De acuerdo, ya es suficiente. Puedo arreglarme el pelo yo solo, Fray –dijo Simon, apartándose bruscamente de sus manos.
Estaban sentados en los escalones del porche trasero de Luke. Jace se había recostado en la barandilla y fingía diligentemente hacer caso omiso de ellos, mientras usaba la estela para limarse las uñas. Clary se preguntó si la Clave lo aprobaría.
-Quiero decir, ¿sabía Luke que estabas ahí? –preguntó la joven.
-Claro que no –respondió Simon de mal talante-. Nunca le he preguntado, pero estoy seguro de que tiene una política de lo más rigurosa respecto a cualquier adolescente que aceche entre sus arbustos.
-Tú no eres cualquiera; te conoce.
Clary quería alargar la mano y tocarle la mejilla, que seguía sangrando ligeramente allí donde una rama la había arañado.
-Lo principal es que estás bien.
-¿Qué yo estoy bien? –Simon lanzó una carcajada, un sonido agudo y desdichado-. Clary, ¿tienes la más remota idea de por lo que he pasado estos dos últimos días? La última vez que te vi, salías corriendo de Java Jones como un murciélago huyendo del infierno, y luego simplemente… desapareciste. No contestabas a tu móvil; luego el teléfono de tu casa fue desconectado; a continuación Luke me dijo que estabas con unos parientes al norte del estado cuando yo sé perfectamente que no tienes ningún otro pariente. Pensé que había hecho algo que te había cabreado.
-¿Qué podrías haber hecho tú?
Clary intentó cogerle la mano, pero él la apartó sin mirarla a la cara.
-No lo sé –respondió-. Algo.
Jace, todavía ocupado con la estela, rió entre dientes.
-Eres mi mejor amigo –dijo Clary-. No estaba furiosa contigo.
-Sí, bueno, supongo que también era demasiado pedir que te molestaras en llamarme y decirme que te habías liado con un rubiales teñido medio gótico que probablemente conociste en el Pandemónium. –Simon remarcó agriamente-. Me he pasado los tres últimos días preguntándome si estarías muerta.
-No me he liado con nadie –dijo ella, dando gracias de que estuviera oscuro mientras enrojecía violentamente.
-Y soy rubio natural –indicó Jace-. Sólo para que conste.
-Entonces, ¿qué has estado haciendo estos últimos tres días? –preguntó Simon, con los ojos llenos de sombrío recelo-. ¿Realmente tienes una tía abuela llamada Matilda que contrajo la gripe aviar y necesitaba que la cuidaran mientras se recuperaba?
-¿Te dijo eso Luke?
-No, se limitó a decir que habías ido a visitar a un pariente enfermo, y que tu móvil probablemente no funcionaba en el campo. No es que yo le creyera. Después de que me echara de su porche delantero, di la vuelta a la casa y miré por la ventana de atrás. Le vi preparar una bolsa de lona verde como si se marchase a pasar fuera el fin de semana. Fue entonces cuando decidí quedarme por aquí y vigilar qué sucedía.
-¿Por qué? ¿Sólo porque estaba metiendo cosas en una bolsa?
-Porque la estaba llenando de armas –respondió él, restregándose la sangre de la mejilla con la manga de la camiseta-. Cuchillos, un par de dagas, incluso una espada. Lo curioso es que algunas de las armas parecían como si brillaran.
Paseó la mirada de Clary a Jace, y luego a la inversa. El tono de su voz fue tan cortante como uno de los cuchillos de Luke.
-Ahora, ¿vais a decir que me lo estaba imaginando?
-No –dijo Clary-, no voy a decir eso.
Echó una ojeada a Jace. Las últimas luces de la puesta de sol le arrancaban destellos de sus ojos.
-Voy a decirle la verdad –advirtió la joven.
-Lo sé.
-¿Vas a intentar impedírmelo?
Él bajó la mirada a la estela que tenía en la mano.
-Estoy ligado por mi juramento a la Alianza –explicó-. A ti no te ata ningún juramento.
Clary volvió de nuevo la cabeza hacia Simon, tomando aire con energía.
-De acuerdo –comenzó-. Esto es lo que tienes que saber.
{...}
El sol había descendido totalmente por el horizonte, y por el porche estaba sumido ya en la oscuridad cuando Clary dejó de hablar. Simon había escuchado su extensa explicación con una expresión casi impasible, estremeciéndose sólo levemente cuando ella llegó a la parte del demonio rapiñador. Cuando Clary acabó de hablar, se aclaró la reseca garganta, y de repente quiso poder tomar un vaso de agua.
-Así que –dijo-, ¿alguna pregunta?
Simon alzó la mano.
-Oh, sí. Varias preguntas.
Clary soltó aire con cautela.
-De acuerdo. Dispara.
Simon señaló a Jace.
-Bueno, él es un… ¿cómo dices que llaman a la gente que es como él?
-Un cazador de sombras –respondió Clary.
-Un cazador de demonios –aclaró Jace-. Mato demonios. No es tan complicado, en realidad.
Simon volvió a mirar a su amiga.
-¿En serio?
Tenía los ojos entrecerrados, como si medio esperara que ella le dijera que nada de aquello era verdad, y que Jace era en realidad un lunático peligroso del que ella había decidido hacerse amiga por cuestiones humanitarias.
-En serio.
Simon mostraba una expresión concentrada.
-¿Y también hay vampiros? ¿Hombres lobos, brujos, todo eso?
Clary se mordisqueó el labio inferior.
-Eso he oído.
-¿Y tú los matas también? –preguntó Simon, dirigiendo la pregunta a Jace, que había guardado la estela en el bolsillo y se examinaba las impecables uñas en busca de defectos.
-Únicamente cuando han sido malos.
Durante un momento, Simon se limitó a quedarse allí sentado con la mirada fija en el suelo.
Clary se preguntó si cargarlo con aquella clase de información no habría sido un error. El muchacho poseía una vena práctica mucho más fuerte que ninguna otra persona que ella conociera; quizá no le gustara nada saber algo como aquello, algo para lo que no existía una explicación lógica.
Se inclinó hacia adelante con ansiedad, justo cuando Simon alzaba la cabeza.
-Es todo tan alucinante –dijo él.
Jace pareció tan sobresaltado como se sintió Clary.
-¿Alucinante?
Simon asintió con el entusiasmo suficiente para hacer que sus negros rizos le rebotaran en la frente.
-Completamente. Es como Dragones y mazmorras, pero real.
Jace contemplaba a Simon como si fuera alguna especie singular de insecto.
-¿Es como qué?
-Es un juego –explicó Clary, que se sentía vagamente incómoda-. La gente finge ser brujos y elfos, y mata a monstruos y cosas de ésas.
Jace se mostró estupefacto.
Simon sonrió.
-¿Nunca has oído hablar de Dragones y mazmorras?
-He oído hablar de mazmorras –respondió Jace-. También de dragones. Aunque están casi extintos.
Simon pareció decepcionado.
-¿Nunca has matado a un dragón?
-Probablemente tampoco se ha topado con una elfa cachonda de metro ochenta con un bikini de piel –repuso Clary con irritación-. Déjalo ya, Simon.
-Los elfos auténticos miden unos veinte centímetros –señaló Jace-. Además, muerden.
-Pero los vampiros son guais, ¿no? –dijo Simon-. Quiero decir que algunos vampiros son unas nenas despampanantes, ¿verdad?
A Clary le preocupó por un instante que Jace pudiera lanzarse desde el otro lado del porche y agarrar a Simon por el cuello hasta dejarle sin sentido. En lugar de ello, éste consideró la pregunta.
-Algunos, tal vez.
-Alucinante –repitió Simon.
Clary decidió que le gustaba más cuando se peleaban.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Holi"!!! me encanto el cap!!!
siguela siguela!!
me encanto!!!!
siguela siguela!!
me encanto!!!!
Ale :)
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
*Ale Directioner escribió:Holi"!!! me encanto el cap!!!
siguela siguela!!
me encanto!!!!
Holas.
Despues la sigo :llama:
Despues la sigo :llama:
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
La voy a seguir porque estoy aburrida y quiero terminar este "proyecto".
Pero les tengo que decir que estoy muy mal al darme cuenta que nadie lee, o son fantasmas. Y no pueden decir que no lo son porque veo las visita y son muchas mas de la que comentan.
Pero boé, besitos.
Pero les tengo que decir que estoy muy mal al darme cuenta que nadie lee, o son fantasmas. Y no pueden decir que no lo son porque veo las visita y son muchas mas de la que comentan.
Pero boé, besitos.
Abbi.
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