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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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|メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
ahhhhhhhhhhhhhhhhh esta genial sube capitulos
abigailrocio
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
:lloro: :wut: :ilusion: :muere:
ahhhhhhhhhhhhhhhhh esta genial sube capitulos
ahhhhhhhhhhhhhhhhh esta genial sube capitulos
abigailrocio
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
:lloro: :wut: :ilusion: :muere:
ahhhhhhhhhhhhhhhhh esta genial sube capitulos
ahhhhhhhhhhhhhhhhh esta genial sube capitulos
abigailrocio
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
- Spoiler:
- abigailrocio escribió::lloro:
ahhhhhhhhhhhhhhhhh esta genial sube capitulosabigailrocio escribió::lloro:
ahhhhhhhhhhhhhhhhh esta genial sube capitulosabigailrocio escribió:
ahhhhhhhhhhhhhhhhh esta genial sube capitulos
Mas tarde o mañana subo el Capítulo Seis. :33.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Me encanto!!
y adore el gato "Iglesia" es como tan asñdlkaslñd me encantan los gatos, para mi son tan lindos y hermosos, okya asñdlaksd pero amo los gatos, pero no tengo uno :P
Sube cuando puedas!
Besos y gracias por subir! :DD
y adore el gato "Iglesia" es como tan asñdlkaslñd me encantan los gatos, para mi son tan lindos y hermosos, okya asñdlaksd pero amo los gatos, pero no tengo uno :P
Sube cuando puedas!
Besos y gracias por subir! :DD
~Susie ∞Wallflower∞
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
~Susie ∞Wallflower∞ escribió:Me encanto!!
y adore el gato "Iglesia" es como tan asñdlkaslñd me encantan los gatos, para mi son tan lindos y hermosos, okya asñdlaksd pero amo los gatos, pero no tengo uno :P
Sube cuando puedas!
Besos y gracias por subir! :DD
Siempre adore a Iglesia, es tan, nose, ¿floja? dasadsadas xd. Yo la verdad no oy tan fantica, pero siempre tuve una locura por los de color negro, raaaaaaaaro.
Ahora subo .
Ahora subo .
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Capítulo Seis (Parte I) : Repudiado.
La sala de armas tenía exactamente el aspecto que algo llamado “la sala de armas” se suponía que debía tener. Las paredes de metal pulido estaban adornadas con toda clase de espadas, dagas, estiletes, picas, horcas de guerra, bayonetas, látigos, mazas, garfios y arcos. Bolsas de suave cuero llenas de flechas oscilaban colgadas de ganchos, y había montones de botas, protectores de piernas y guanteletes para muñecas y brazos. El lugar olía a metal, a cuero y a pulimento para acero. Alec y Jace, que ya no iba descalzo, estaban sentados ante una larga mesa situada en el centro de la habitación, con la cabeza inclinada sobre un objeto colocado entre ellos. Jace alzó la mirada cuando la puerta se cerró detrás de Clary.
-¿Dónde está Hodge? –preguntó.
-Escribiendo a los Hermanos Silenciosos.
Alec contuvo un estremecimiento.
-¡Puaj!
La joven se acercó a la mesa lentamente, consciente de la mirada de Alec.
-¿Qué hacéis?
-Dándole los últimos toques a estas cosas.
Jace se hizo a un lado para que ella pudiese ver lo que había sobre la mesa: tres largas varitas delgadas de una plata que brillaba débilmente. No parecían afiladas ni especialmente peligrosas.
-Sanvi, Sansavi y Semangelaf. Son cuchillos serafín.
-No parecen cuchillos. ¿Cómo los habéis hecho? ¿Con magia?
Alec se mostró horrorizado, como si le hubiese pedido que se pusiera un tutú y efectuara una perfecta pirueta de ballet.
-Lo gracioso respecto a los mundis –dijo Jace, sin dirigirse a nadie en concreto- es lo obsesionados que están con la magia para ser un grupo de gente que ni siquiera sabe lo que significa la palabra.
-Yo sé lo que significa –le dijo Clary con brusquedad.
-No, no lo sabes, simplemente crees que lo sabes. La magia es una fuerza oscura y elemental, no tan sólo un montón de varitas centelleantes, bolsas de cristal y peces de colores que hablan.
-Yo nunca dije que fuera un montón de peces de colores parlantes, tú…
Jace agitó una mano, interrumpiéndola.
-Si alguien llama a una anguila eléctrica “patito de goma”, eso no convierte a la anguila en patito, ¿no es cierto? Por tanto, que Dios se apiade del pobre desgraciado que decide que quiere darse un baño con el “patito”
-Estás diciendo tonterías –observó Clary.
-No es verdad –replicó Jace, con gran dignidad.
-Sí, lo es –dijo Alec, de un modo bastante inesperado-. Mira, nosotros no hacemos magia, ¿de acuerdo? –añadió, sin mirar a Clary-. Eso es todo lo que necesitas saber al respecto.
Clary quiso replicarle, pero se contuvo. A Alec ella no parecía gustarle, así que de nada servía empeorar su hostilidad. Volvió la cabeza hacia Jace.
-Hodge dijo que puedo ir a casa.
Jace estuvo a punto de soltar el cuchillo serafín que sostenía.
-¿Qué dijo qué?
-Para buscar en las cosas de mi madre –corrigió ella-. Si tú me acompañas.
-Jace –exhaló Alec, pero Jace no le hizo caso.
-Si realmente quieres demostrar que uno de mis padres era un cazador de sombras, deberíamos mirar entre las cosas de mi madre. Lo que queda de ellas.
-Meternos en la madriguera del conejo. –Jace sonrió maliciosamente-. Buena idea. Si vamos ahora mismo, deberíamos tener otras tres o cuatro horas de luz solar.
-¿Queréis que vaya con vosotros? –preguntó Alec, mientras Clary y Jace se encaminaban a la puerta.
Clary volvió la cabeza para mirarle. Había medio abandonado la silla, con ojos expectantes.
-No. –Jace no volvió la cabeza-. No es necesario. Clary y yo podemos ocuparnos de esto solos.
La mirada que Alec lanzó a Clary fue tan agria como el veneno. La joven se alegró cuando la puerta se cerró tras ella.
Jace encabezó la marcha por el pasillo, con Clary medio trotando para mantenerse a la altura de su larga zancada.
-¿Tienes las llaves de tu casa?
Clary echó una ojeada a sus bambas.
-Sí.
-Estupendo. No es que no pudiéramos entrar por la fuerza, pero tendríamos mayores posibilidades de perturbar las salvaguardas que pudiera haber instaladas si lo hiciéramos.
-Si tú lo dices.
El pasillo se ensanchó en un vestíbulo con suelo de mármol, con una cancela de metal negro colocada en una pared. Hasta que Jace no oprimió un botón que había junto a la puerta y éste se iluminó, ella no comprendió que se trataba de un ascensor. Éste crujió y gimió mientras subía para ir a su encuentro.
-¿Jace?
-¿Sí?
-¿Cómo supiste que tenía sangre de cazador de sombras? ¿Había algún modo de que pudieras darte cuenta?
El ascensor llegó con un último crujido. Jace descorrió el pestillo de la reja y la deslizó a un lado, abriéndola. El interior recordó a Clary una jaula para pájaros, todo metal negro y decorativos pedacitos dorados.
-Lo imaginé –dijo él, pasando el pestillo de la puerta tras ellos-. Parecía la explicación más probable.
-¿Lo imaginaste? Debiste de haber estado muy seguro, teniendo en cuenta que podrías haberme matado.
El muchacho presionó un botón en la pared, y el ascensor dio una sacudida, poniéndose en marcha con un vibrante gemido que ella notó en todos los huesos de los pies.
-Estaba un noventa por ciento seguro.
-Comprendo –dijo Clary.
Algo en su voz hizo que él se volviera para mirarla. La mano de Clary restalló contra su cara en un bofetón que lo balanceó hacia atrás sobre los talones. Se llevó la mano a la mejilla, más sorprendido que dolorido.
-¿A qué diablos viene eso?
-El otro diez por ciento –contestó ella, y descendieron el resto del trayecto hasta la calle en silencio.
Jace pasó el viaje en metro hasta Brooklyn envuelto en un silencio enojado. Clary permaneció pegada a él de todos modos, sintiéndose un tanto culpable, en especial cuando miraba la marca roja que su bofetón le había dejado en la mejilla.
En realidad no le importaba el silencio, le daba una oportunidad para pensar. No dejaba de revivir la conversación con Luke, una y otra vez. Le dolía pensar en ella, era como morder con un diente roto, pero no podía dejar de hacerlo.
Algo más allá en el vagón, dos adolescentes sentadas en un banco naranja reían tontamente. La clase de chicas que a Clary nunca le habían gustado en San Javier, luciendo chinelas rosa intenso y falsos bronceados. Por un instante, se preguntó si se reirían de ella, antes de advertir, con sobresaltada sorpresa, que miraban a Jace.
Recordó a la chica de la cafetería que había estado mirando fijamente a Simon. Las chicas siempre tenían aquella expresión en la cara cuando pensaban que alguien era guapo. Debido a todo lo que había sucedido casi había olvidado que Jace era realmente guapo. El muchacho carecía de la delicada belleza de camafeo de Alec, pero el rostro de Jace era más interesante. A la luz del día, sus ojos eran del color del almíbar dorado y estaban… mirándola directamente. El muchacho enarcó una ceja.
-¿Puedo ayudarte en algo?
Clary se convirtió, al instante, en traidora para con las de su sexo.
-esas chicas del otro extremo del vagón te están mirando.
Jace adoptó un aire de sosegada complacencia.
-Por supuesto que lo hacen –dijo-. Soy increíblemente atractivo.
-¿No has oído nunca que la modestia es una característica atrayente?
-Sólo de personas feas –le confió él-. Puede que los mansos hereden la tierra, pero por el momento, pertenece a los presuntuosos. Como yo.
Guiñó un ojo a las muchachas, que rieron nerviosamente y se ocultaron tras sus cabellos.
-¿Cómo es que pueden verte? –inquirió Clary con un suspiro.
-Usar glamours, es decir, encantamientos es un incordio. A veces no nos molestamos en hacerlo.
El incidente con las chicas en el tren pareció ponerle, al menos, de mejor humor. Cuando abandonaron la estación y ascendieron la colina en dirección al apartamento de Clary, Jace sacó uno de los cuchillos serafín de su bolsillo y empezó a moverlo a un lado y a otro por entre los dedos y sobre los nudillos, canturreando para sí.
-¿Tienes que hacer esto? –preguntó ella-. Es irritante.
Jace canturreó en voz más alta. Era una especie de sonoro tarareo melódico, algo entre Cumpleaños Feliz y el El himno de batalla de la república.
-Lamento haberte pegado –dijo Clary.
Él dejó de tararear.
-Alégrate de haberme pegado a mí y no a Alec. Él te lo habría devuelto.
-Parece morirse de ganas por tener esa oportunidad –comentó Clary, pateando una lata vacía fuera de su camino-. ¿Qué fue lo que Alec te llamo? Para… algo.
-Parabatai –respondió Jace-. Significa una pareja de guerreros que combaten juntos…, que están más unidos que los hermanos. Alec es más que simplemente mi mejor amigo. Mi padre y su padre eran parabatai de jóvenes. Su padre fue mi padrino; es por eso que vivo con ellos. Son mi familia adoptiva.
-Pero tu apellido no es Lightwood.
-No –respondió él. Ella habría querido preguntarle cuál era, pero habían llegado a su casa, y el corazón había empezado a palpitarle tan ruidosamente que estaba segura de que se podía oír a kilómetros de distancia. Oía un zumbido en los oídos, y tenía la palma de las manos húmedas de sudor. Se detuvo frente a la valla de setos y alzó los ojos lentamente, esperando ver la cinta amarilla adhesiva de la policía acordonando la puerta delantera, cristales rotos esparcidos por el césped y todo el lugar reducido a escombros.
Pero no había señales de destrucción. Bañada en una agradable luz de primera horas de la tarde, la casa de piedra rojiza parecía resplandecer. Las abejas zumbaban perezosamente alrededor de los rosales bajo las ventanas de madame Dorothea.
-Tiene el aspecto de siempre –dijo Clary.
-Exteriormente. –Jace metió la mano en el bolsillo de los vaqueros y sacó otro de los artefactos de metal y plástico que ella había tomado por un teléfono móvil.
-Así que eso es un sensor. ¿Qué hace? –preguntó.
-Capta frecuencias, como hace una radio, pero estas frecuencias son de origen demoníaco.
-¿Demonios en onda corta?
-Algo parecido. –Jace alargó el sensor ante él mientras se acercaba a la casa. El objeto chasqueó levemente mientras ascendían la escalera, luego paró. Jace frunció el entrecejo.
-Está captando indicios de actividad, pero eso podrían ser simplemente vestigios de esa noche. No recibo nada lo bastante fuerte como para indicar que haya demonios presentes ahora.
Clary soltó una bocanada de aire, que no había advertido que estaba conteniendo.
-Estupendo.
Se inclinó para recuperar las llaves. Cuando se irguió, vio los arañazos en la puerta principal. La última vez debía de estar demasiado oscuro para verlos. Parecían marcas de zarpas, largas y paralelas, hundidas profundamente en la madera.
Jace le tocó el brazo.
-Entraré yo primero –dijo.
Clary quiso decirle que no necesitaba ocultarse detrás de él, pero las palabras no querían salir. Notaba el sabor del terror que había sentido al ver por primera vez al rapiñador. El sabor era ácido y cúprico en su lengua, igual que viejos peniques.
Jace empujó la puerta con una mano para abrirla, haciéndole una seña para que lo siguiese con la mano que sostenía el sensor. Una vez en el vestíbulo, Clary parpadeó, ajustando los ojos a la penumbra. La bombilla del techo seguía fundida, la claraboya demasiado sucia para dejar entrar luz y había espesas sombras sobre el suelo desportillado. La puerta de madame Dorothea estaba firmemente cerrada. No se veía ninguna luz a través de la rendija de abajo. Clary se preguntó inquieta si le habría sucedido algo.
Jace alzó la mano y la pasó por la barandilla. Estaba húmeda cuando la apartó, manchada de algo que parecía rojo negruzco bajo la pobre luz.
-Sangre.
-A lo mejor es mía. –La voz de Clary sonó muy débil-. De la otra noche.
-Estaría seca ya si lo fuera –dijo Jace-. Vamos.
Subió por las escaleras, con Clary pegada a su espalda. El rellano estaba oscuro, y ella tuvo que hacer tres intentos con las llaves antes de conseguir introducir la correcta en la cerradura. Jace se inclinó sobre ella, observando impaciente.
-No respires sobre mi cuello –siseó la muchacha; la mano le temblaba violentamente.
Finalmente, las ganchetas encajaron y la cerradura se abrió con un chasquido.
Jace tiró de Clary hacia atrás.
-Yo entraré primero.
La muchacha vaciló, luego se hizo a un lado para dejarle pasar. Tenía las palmas de las manos pegajosas, y no por el calor. De hecho, hacía fresco en el interior del apartamento, casi frío… Un aire gélido se escurrió por la entrada, aguijoneándole la piel. Sintió que se le ponía la carne de gallina, mientras seguía a Jace por el pequeño pasillo y al interior de la salita.
Estaba vacía. Sorprendente y totalmente vacía, tal y como había estado cuando se mudaron allí: paredes y suelo desnudos, sin mobiliario, incluso las cortinas habían sido arrancadas de las ventanas.
Únicamente tenues recuadros más claros en la pintura de la pared mostraban el lugar donde habían estado colgados los cuadros de su madre. Como en un sueño, Clary fue en dirección a la cocina, con Jace andando tras ella con los ojos claros entrecerrados.
La cocina estaba igual de vacía, incluso la nevera había desaparecido, junto con las sillas y la mesa; los armarios de la cocina estaban abiertos y los estantes vacíos le recordaron una canción infantil.
Carraspeó.
-¿Para qué querrían los demonios nuestro microondas? –preguntó.
Jace negó con la cabeza, la boca curvándose hacia abajo en las comisuras.
-No lo sé, pero no percibo ninguna presencia demoníaca justo ahora. Yo diría que hace tiempo que se marcharon.
Clary volvió a echar otra ojeada. Alguien había limpiado la salsa de tabasco derramada.
-¿Estás satisfecha? –preguntó Jace-. Aquí no hay nada.
-Quiero ver mi habitación –insistió ella, negando con la cabeza.
Él pareció a punto de decir algo, pero se lo pensó mejor.
-Si es necesario –se resignó deslizando el cuchillo serafín al interior del bolsillo.
La luz del pasillo estaba fundida, pero Clary no necesitaba mucha luz para orientarse por su propia casa. Con Jace justo detrás, encontró la puerta de su dormitorio y alargó la mano para coger el pomo.
Su tacto era frío; tan frío que casi le hacía daño en la mano, como tocar un carámbano con la piel desnuda. Vio que Jace le dirigía una rápida mirada, pero ya estaba girando el pomo, o intentándolo.
Éste se movió lentamente, casi pegajosamente, como si el otro extremo estuviera incrustado en algo glutinoso y almibarado…
La puerta se abrió violentamente hacia fuera, derribándola. Clary patinó por el suelo del pasillo y se estrelló contra la pared, rodando sobre el estómago. Sonó un rugido sordo en sus oídos, mientras se incorporaba de rodillas.
Jace, pegado contra la pared, rebuscaba en el bolsillo, con el rostro convertido en una máscara de sorpresa. Alzándose sobre él como un gigante en un cuento de hadas, había un hombre enorme, grueso como un roble y con un hacha de hoja ancha aferrada en una mano lívida y gigantesca.
Andrajos mugrientos y hechos jirones le colgaban de la carne sucia, y los cabellos eran una única maraña apelmazada, cubierta de mugre. Apestaba a sudor ponzoñoso y a carne putrefacta.
______________________________
Aquí la primera parte del capitulo seis.
Les quiero decir algo, como la película es en partes diferente al libro, hay gifs que no, em, se complementan ¿entienden?, así que en los capítulos que no encuentre gif, pondré uno de cualquier personaje.
Nada mas era eso, besos, y que disfrutéis el cap.
-¿Dónde está Hodge? –preguntó.
-Escribiendo a los Hermanos Silenciosos.
Alec contuvo un estremecimiento.
-¡Puaj!
La joven se acercó a la mesa lentamente, consciente de la mirada de Alec.
-¿Qué hacéis?
-Dándole los últimos toques a estas cosas.
Jace se hizo a un lado para que ella pudiese ver lo que había sobre la mesa: tres largas varitas delgadas de una plata que brillaba débilmente. No parecían afiladas ni especialmente peligrosas.
-Sanvi, Sansavi y Semangelaf. Son cuchillos serafín.
-No parecen cuchillos. ¿Cómo los habéis hecho? ¿Con magia?
Alec se mostró horrorizado, como si le hubiese pedido que se pusiera un tutú y efectuara una perfecta pirueta de ballet.
-Lo gracioso respecto a los mundis –dijo Jace, sin dirigirse a nadie en concreto- es lo obsesionados que están con la magia para ser un grupo de gente que ni siquiera sabe lo que significa la palabra.
-Yo sé lo que significa –le dijo Clary con brusquedad.
-No, no lo sabes, simplemente crees que lo sabes. La magia es una fuerza oscura y elemental, no tan sólo un montón de varitas centelleantes, bolsas de cristal y peces de colores que hablan.
-Yo nunca dije que fuera un montón de peces de colores parlantes, tú…
Jace agitó una mano, interrumpiéndola.
-Si alguien llama a una anguila eléctrica “patito de goma”, eso no convierte a la anguila en patito, ¿no es cierto? Por tanto, que Dios se apiade del pobre desgraciado que decide que quiere darse un baño con el “patito”
-Estás diciendo tonterías –observó Clary.
-No es verdad –replicó Jace, con gran dignidad.
-Sí, lo es –dijo Alec, de un modo bastante inesperado-. Mira, nosotros no hacemos magia, ¿de acuerdo? –añadió, sin mirar a Clary-. Eso es todo lo que necesitas saber al respecto.
Clary quiso replicarle, pero se contuvo. A Alec ella no parecía gustarle, así que de nada servía empeorar su hostilidad. Volvió la cabeza hacia Jace.
-Hodge dijo que puedo ir a casa.
Jace estuvo a punto de soltar el cuchillo serafín que sostenía.
-¿Qué dijo qué?
-Para buscar en las cosas de mi madre –corrigió ella-. Si tú me acompañas.
-Jace –exhaló Alec, pero Jace no le hizo caso.
-Si realmente quieres demostrar que uno de mis padres era un cazador de sombras, deberíamos mirar entre las cosas de mi madre. Lo que queda de ellas.
-Meternos en la madriguera del conejo. –Jace sonrió maliciosamente-. Buena idea. Si vamos ahora mismo, deberíamos tener otras tres o cuatro horas de luz solar.
-¿Queréis que vaya con vosotros? –preguntó Alec, mientras Clary y Jace se encaminaban a la puerta.
Clary volvió la cabeza para mirarle. Había medio abandonado la silla, con ojos expectantes.
-No. –Jace no volvió la cabeza-. No es necesario. Clary y yo podemos ocuparnos de esto solos.
La mirada que Alec lanzó a Clary fue tan agria como el veneno. La joven se alegró cuando la puerta se cerró tras ella.
Jace encabezó la marcha por el pasillo, con Clary medio trotando para mantenerse a la altura de su larga zancada.
-¿Tienes las llaves de tu casa?
Clary echó una ojeada a sus bambas.
-Sí.
-Estupendo. No es que no pudiéramos entrar por la fuerza, pero tendríamos mayores posibilidades de perturbar las salvaguardas que pudiera haber instaladas si lo hiciéramos.
-Si tú lo dices.
El pasillo se ensanchó en un vestíbulo con suelo de mármol, con una cancela de metal negro colocada en una pared. Hasta que Jace no oprimió un botón que había junto a la puerta y éste se iluminó, ella no comprendió que se trataba de un ascensor. Éste crujió y gimió mientras subía para ir a su encuentro.
-¿Jace?
-¿Sí?
-¿Cómo supiste que tenía sangre de cazador de sombras? ¿Había algún modo de que pudieras darte cuenta?
El ascensor llegó con un último crujido. Jace descorrió el pestillo de la reja y la deslizó a un lado, abriéndola. El interior recordó a Clary una jaula para pájaros, todo metal negro y decorativos pedacitos dorados.
-Lo imaginé –dijo él, pasando el pestillo de la puerta tras ellos-. Parecía la explicación más probable.
-¿Lo imaginaste? Debiste de haber estado muy seguro, teniendo en cuenta que podrías haberme matado.
El muchacho presionó un botón en la pared, y el ascensor dio una sacudida, poniéndose en marcha con un vibrante gemido que ella notó en todos los huesos de los pies.
-Estaba un noventa por ciento seguro.
-Comprendo –dijo Clary.
Algo en su voz hizo que él se volviera para mirarla. La mano de Clary restalló contra su cara en un bofetón que lo balanceó hacia atrás sobre los talones. Se llevó la mano a la mejilla, más sorprendido que dolorido.
-¿A qué diablos viene eso?
-El otro diez por ciento –contestó ella, y descendieron el resto del trayecto hasta la calle en silencio.
Jace pasó el viaje en metro hasta Brooklyn envuelto en un silencio enojado. Clary permaneció pegada a él de todos modos, sintiéndose un tanto culpable, en especial cuando miraba la marca roja que su bofetón le había dejado en la mejilla.
En realidad no le importaba el silencio, le daba una oportunidad para pensar. No dejaba de revivir la conversación con Luke, una y otra vez. Le dolía pensar en ella, era como morder con un diente roto, pero no podía dejar de hacerlo.
Algo más allá en el vagón, dos adolescentes sentadas en un banco naranja reían tontamente. La clase de chicas que a Clary nunca le habían gustado en San Javier, luciendo chinelas rosa intenso y falsos bronceados. Por un instante, se preguntó si se reirían de ella, antes de advertir, con sobresaltada sorpresa, que miraban a Jace.
Recordó a la chica de la cafetería que había estado mirando fijamente a Simon. Las chicas siempre tenían aquella expresión en la cara cuando pensaban que alguien era guapo. Debido a todo lo que había sucedido casi había olvidado que Jace era realmente guapo. El muchacho carecía de la delicada belleza de camafeo de Alec, pero el rostro de Jace era más interesante. A la luz del día, sus ojos eran del color del almíbar dorado y estaban… mirándola directamente. El muchacho enarcó una ceja.
-¿Puedo ayudarte en algo?
Clary se convirtió, al instante, en traidora para con las de su sexo.
-esas chicas del otro extremo del vagón te están mirando.
Jace adoptó un aire de sosegada complacencia.
-Por supuesto que lo hacen –dijo-. Soy increíblemente atractivo.
-¿No has oído nunca que la modestia es una característica atrayente?
-Sólo de personas feas –le confió él-. Puede que los mansos hereden la tierra, pero por el momento, pertenece a los presuntuosos. Como yo.
Guiñó un ojo a las muchachas, que rieron nerviosamente y se ocultaron tras sus cabellos.
-¿Cómo es que pueden verte? –inquirió Clary con un suspiro.
-Usar glamours, es decir, encantamientos es un incordio. A veces no nos molestamos en hacerlo.
El incidente con las chicas en el tren pareció ponerle, al menos, de mejor humor. Cuando abandonaron la estación y ascendieron la colina en dirección al apartamento de Clary, Jace sacó uno de los cuchillos serafín de su bolsillo y empezó a moverlo a un lado y a otro por entre los dedos y sobre los nudillos, canturreando para sí.
-¿Tienes que hacer esto? –preguntó ella-. Es irritante.
Jace canturreó en voz más alta. Era una especie de sonoro tarareo melódico, algo entre Cumpleaños Feliz y el El himno de batalla de la república.
-Lamento haberte pegado –dijo Clary.
Él dejó de tararear.
-Alégrate de haberme pegado a mí y no a Alec. Él te lo habría devuelto.
-Parece morirse de ganas por tener esa oportunidad –comentó Clary, pateando una lata vacía fuera de su camino-. ¿Qué fue lo que Alec te llamo? Para… algo.
-Parabatai –respondió Jace-. Significa una pareja de guerreros que combaten juntos…, que están más unidos que los hermanos. Alec es más que simplemente mi mejor amigo. Mi padre y su padre eran parabatai de jóvenes. Su padre fue mi padrino; es por eso que vivo con ellos. Son mi familia adoptiva.
-Pero tu apellido no es Lightwood.
-No –respondió él. Ella habría querido preguntarle cuál era, pero habían llegado a su casa, y el corazón había empezado a palpitarle tan ruidosamente que estaba segura de que se podía oír a kilómetros de distancia. Oía un zumbido en los oídos, y tenía la palma de las manos húmedas de sudor. Se detuvo frente a la valla de setos y alzó los ojos lentamente, esperando ver la cinta amarilla adhesiva de la policía acordonando la puerta delantera, cristales rotos esparcidos por el césped y todo el lugar reducido a escombros.
Pero no había señales de destrucción. Bañada en una agradable luz de primera horas de la tarde, la casa de piedra rojiza parecía resplandecer. Las abejas zumbaban perezosamente alrededor de los rosales bajo las ventanas de madame Dorothea.
-Tiene el aspecto de siempre –dijo Clary.
-Exteriormente. –Jace metió la mano en el bolsillo de los vaqueros y sacó otro de los artefactos de metal y plástico que ella había tomado por un teléfono móvil.
-Así que eso es un sensor. ¿Qué hace? –preguntó.
-Capta frecuencias, como hace una radio, pero estas frecuencias son de origen demoníaco.
-¿Demonios en onda corta?
-Algo parecido. –Jace alargó el sensor ante él mientras se acercaba a la casa. El objeto chasqueó levemente mientras ascendían la escalera, luego paró. Jace frunció el entrecejo.
-Está captando indicios de actividad, pero eso podrían ser simplemente vestigios de esa noche. No recibo nada lo bastante fuerte como para indicar que haya demonios presentes ahora.
Clary soltó una bocanada de aire, que no había advertido que estaba conteniendo.
-Estupendo.
Se inclinó para recuperar las llaves. Cuando se irguió, vio los arañazos en la puerta principal. La última vez debía de estar demasiado oscuro para verlos. Parecían marcas de zarpas, largas y paralelas, hundidas profundamente en la madera.
Jace le tocó el brazo.
-Entraré yo primero –dijo.
Clary quiso decirle que no necesitaba ocultarse detrás de él, pero las palabras no querían salir. Notaba el sabor del terror que había sentido al ver por primera vez al rapiñador. El sabor era ácido y cúprico en su lengua, igual que viejos peniques.
Jace empujó la puerta con una mano para abrirla, haciéndole una seña para que lo siguiese con la mano que sostenía el sensor. Una vez en el vestíbulo, Clary parpadeó, ajustando los ojos a la penumbra. La bombilla del techo seguía fundida, la claraboya demasiado sucia para dejar entrar luz y había espesas sombras sobre el suelo desportillado. La puerta de madame Dorothea estaba firmemente cerrada. No se veía ninguna luz a través de la rendija de abajo. Clary se preguntó inquieta si le habría sucedido algo.
Jace alzó la mano y la pasó por la barandilla. Estaba húmeda cuando la apartó, manchada de algo que parecía rojo negruzco bajo la pobre luz.
-Sangre.
-A lo mejor es mía. –La voz de Clary sonó muy débil-. De la otra noche.
-Estaría seca ya si lo fuera –dijo Jace-. Vamos.
Subió por las escaleras, con Clary pegada a su espalda. El rellano estaba oscuro, y ella tuvo que hacer tres intentos con las llaves antes de conseguir introducir la correcta en la cerradura. Jace se inclinó sobre ella, observando impaciente.
-No respires sobre mi cuello –siseó la muchacha; la mano le temblaba violentamente.
Finalmente, las ganchetas encajaron y la cerradura se abrió con un chasquido.
Jace tiró de Clary hacia atrás.
-Yo entraré primero.
La muchacha vaciló, luego se hizo a un lado para dejarle pasar. Tenía las palmas de las manos pegajosas, y no por el calor. De hecho, hacía fresco en el interior del apartamento, casi frío… Un aire gélido se escurrió por la entrada, aguijoneándole la piel. Sintió que se le ponía la carne de gallina, mientras seguía a Jace por el pequeño pasillo y al interior de la salita.
Estaba vacía. Sorprendente y totalmente vacía, tal y como había estado cuando se mudaron allí: paredes y suelo desnudos, sin mobiliario, incluso las cortinas habían sido arrancadas de las ventanas.
Únicamente tenues recuadros más claros en la pintura de la pared mostraban el lugar donde habían estado colgados los cuadros de su madre. Como en un sueño, Clary fue en dirección a la cocina, con Jace andando tras ella con los ojos claros entrecerrados.
La cocina estaba igual de vacía, incluso la nevera había desaparecido, junto con las sillas y la mesa; los armarios de la cocina estaban abiertos y los estantes vacíos le recordaron una canción infantil.
Carraspeó.
-¿Para qué querrían los demonios nuestro microondas? –preguntó.
Jace negó con la cabeza, la boca curvándose hacia abajo en las comisuras.
-No lo sé, pero no percibo ninguna presencia demoníaca justo ahora. Yo diría que hace tiempo que se marcharon.
Clary volvió a echar otra ojeada. Alguien había limpiado la salsa de tabasco derramada.
-¿Estás satisfecha? –preguntó Jace-. Aquí no hay nada.
-Quiero ver mi habitación –insistió ella, negando con la cabeza.
Él pareció a punto de decir algo, pero se lo pensó mejor.
-Si es necesario –se resignó deslizando el cuchillo serafín al interior del bolsillo.
La luz del pasillo estaba fundida, pero Clary no necesitaba mucha luz para orientarse por su propia casa. Con Jace justo detrás, encontró la puerta de su dormitorio y alargó la mano para coger el pomo.
Su tacto era frío; tan frío que casi le hacía daño en la mano, como tocar un carámbano con la piel desnuda. Vio que Jace le dirigía una rápida mirada, pero ya estaba girando el pomo, o intentándolo.
Éste se movió lentamente, casi pegajosamente, como si el otro extremo estuviera incrustado en algo glutinoso y almibarado…
La puerta se abrió violentamente hacia fuera, derribándola. Clary patinó por el suelo del pasillo y se estrelló contra la pared, rodando sobre el estómago. Sonó un rugido sordo en sus oídos, mientras se incorporaba de rodillas.
Jace, pegado contra la pared, rebuscaba en el bolsillo, con el rostro convertido en una máscara de sorpresa. Alzándose sobre él como un gigante en un cuento de hadas, había un hombre enorme, grueso como un roble y con un hacha de hoja ancha aferrada en una mano lívida y gigantesca.
Andrajos mugrientos y hechos jirones le colgaban de la carne sucia, y los cabellos eran una única maraña apelmazada, cubierta de mugre. Apestaba a sudor ponzoñoso y a carne putrefacta.
______________________________
Aquí la primera parte del capitulo seis.
Les quiero decir algo, como la película es en partes diferente al libro, hay gifs que no, em, se complementan ¿entienden?, así que en los capítulos que no encuentre gif, pondré uno de cualquier personaje.
Nada mas era eso, besos, y que disfrutéis el cap.
Última edición por Abbi. el Jue 26 Sep 2013, 5:56 am, editado 1 vez
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Holiiiiii nueva (y muy sexi,okno) lectora.
Soy nahir, dime nana o nani/y, vivo en mi casa, en algun pais jeje. Si vas a secuestrarme, voy a dcirte algo, NO HAY PLATA, asi q nadie va a pagar rescate ok?
En fin,
me habian dicho q el libro era genial, y yo LO CONFIRMO, me encanta y solo llevas algunos caps. No he podido leer el libro antes xq no tengo recursos para comprarlo ni tiempo para leer en la compu formato pdf.
A la peli tampoco la vi, x la misma razon, aki las entradas pal cine son MUY caras y si las tengo q pagar yo mejor ni voy.
Resumiendooooo
tienes q seguir xq me muero d la intriga, enserio, SIGUEEEE
besoxoxoxosotes
Nana
pd: amo la nove es tan mjtgpajgpacpgshknñ
Soy nahir, dime nana o nani/y, vivo en mi casa, en algun pais jeje. Si vas a secuestrarme, voy a dcirte algo, NO HAY PLATA, asi q nadie va a pagar rescate ok?
En fin,
me habian dicho q el libro era genial, y yo LO CONFIRMO, me encanta y solo llevas algunos caps. No he podido leer el libro antes xq no tengo recursos para comprarlo ni tiempo para leer en la compu formato pdf.
A la peli tampoco la vi, x la misma razon, aki las entradas pal cine son MUY caras y si las tengo q pagar yo mejor ni voy.
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estananilokilla
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
estananilokilla escribió:Holiiiiii nueva (y muy sexi,okno) lectora.
Soy nahir, dime nana o nani/y, vivo en mi casa, en algun pais jeje. Si vas a secuestrarme, voy a dcirte algo, NO HAY PLATA, asi q nadie va a pagar rescate ok?
En fin,
me habian dicho q el libro era genial, y yo LO CONFIRMO, me encanta y solo llevas algunos caps. No he podido leer el libro antes xq no tengo recursos para comprarlo ni tiempo para leer en la compu formato pdf.
A la peli tampoco la vi, x la misma razon, aki las entradas pal cine son MUY caras y si las tengo q pagar yo mejor ni voy.
Resumiendooooo
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besoxoxoxosotes
Nana
pd: amo la nove es tan mjtgpajgpacpgshknñ
¡Bienvenidaaaaaaa!
Hola Nani, me alegro que te hayas pasado por el tema, me encanta que te encante.
Ahora la sigo <3333.
Hola Nani, me alegro que te hayas pasado por el tema, me encanta que te encante.
Ahora la sigo <3333.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Capítulo Seis (Parte II) : Repudiado.
Clary se alegró de no verle el rostro; verle la espalda era ya bastante horrible.
Jace tenía el cuchillo serafín en la mano.
-¡Sansavi! –gritó alzándolo.
Una cuchilla salió disparada del tubo. Clary pensó en viejas películas en las que había bayonetas ocultas en bastones de paseo, que eran liberadas pulsando un resorte. Pero nunca había visto un cuchillo como aquél: transparente como el cristal, con una empuñadura refulgente, sumamente afilado y casi tan largo como el antebrazo de Jace. Éste atacó, acuchillando al hombre gigantesco, que retrocedió tambaleante profiriendo un bramido.
Jace se volvió en redondo, corriendo a toda velocidad hacia ella. La agarró del brazo, poniéndola en pie y la empujó delante de él por el pasillo. Clary oía a la criatura detrás de ellos, siguiéndoles; sus pisadas sonaban igual que pesas de plomo arrojadas contra el suelo, pero avanzaba de prisa.
Atravesaron veloces el vestíbulo y salieron al rellano, con Jace echándose a un lado para cerrar la puerta de un portazo. Clary oyó el chasquido de la cerradura automática y contuvo la respiración.
La puerta tembló en sus goznes al recibir un tremendo golpe desde el interior del apartamento. Clary retrocedió hacia la escalera. Jace le dirigió una mirada apremiante. Los ojos le brillaban con frenética excitación.
-¡Ve abajo! ¡Sal de…!
Hubo otro golpe, y esta vez los goznes cedieron y la puerta salió despedida hacia fuera. Habría derribado a Jace si éste no se hubiese movido a tal velocidad que Clary apenas lo vio; de improviso el muchacho estaba en el escalón superior, con el cuchillo ardiendo en la mano como una estrella caída. Vio que Jace la miraba y chillaba algo, pero no consiguió oírle por encima del rugido de la gigantesca criatura, que salió como una exhalación por la puerta hecha pedazos, yendo directa hacia él.
Clary se aplastó contra la pared cuando aquello pasó en medio de una oleada de calor y hediondez…, y a continuación el hacha del ser volaba por el aire, azotándolo, cortándolo en dirección a la cabeza de Jace. Éste se agachó, y el arma golpeó con fuerza la barandilla, clavándose profundamente.
Jace rió. La risa pareció enfurecer a la criatura; abandonando el hacha, ésta se arrojó dando bandazos sobre Jace con los enormes puños alzados. El muchacho giró el cuchillo serafín en un amplio arco, enterrándolo hasta la empuñadura en el hombro del gigante. Por un instante, el ser permaneció inmóvil, tambaleándose. Luego se abalanzó al frente, con las manos extendidas e intentando agarrar a Jace, que se hizo a un lado a toda prisa, pero no lo bastante rápido. Los enormes puños lo sujetaron al mismo tiempo que el gigante daba un traspié y caía, arrastrando a Jace con él. El joven lanzó un único grito; se escucharon una serie de golpetazos violentos y crujidos, y luego todo silencio.
Clary se incorporó apresuradamente y corrió escaleras abajo. Jace estaba tendido al pie de la escalera, con el brazo doblado bajo el cuerpo en un ángulo forzado. Atravesado sobre sus piernas, yacía el gigante, con la empuñadura del arma de Jace sobresaliéndole del hombro. No estaba del todo muerto, pero se agitaba débilmente y una espuma sanguinolenta le rezumaba por la boca. Entonces Clary pudo verle el rostro: era lívido y apergaminado, recorrido por un negro entramado de cicatrices horribles que casi le borraban las facciones. Las cuencas de los ojos eran pozos rojos supurantes.
Conteniendo el impulso de vomitar, Clary descendió tambaleante los últimos pocos escalones, pasó por encima del gigante y se arrodilló junto a Jace.
Estaba tan inmóvil… Le puso una mano sobre el hombro, palpó la camisa pringosa de sangre…, la suya o la del gigante, no lo sabía.
-¿Jace?
Sus ojos se abrieron.
-¿Está muerto?
-Casi –dijo ella sombría.
-Diablos. –Hizo una mueca-. Mis piernas…
-Quédate quieto.
Gateando para colocarse detrás de su cabeza, Clary deslizó las manos bajo los brazos de él y tiró.
Jace lanzó un gruñido de dolor cuando sus piernas salieron de debajo de la carcasa convulsionada de la criatura. Clary le soltó, y él se incorporó con un esfuerzo, con el brazo izquierdo atravesado sobre el pecho. La muchacha se levantó.
-¿Está bien tu brazo?
-No. Roto –respondió él-. ¿puedes meter la mano en mi bolsillo?
Ella vaciló, luego asintió.
-¿Cuál?
-El interior de la chaqueta, lado derecho. Saca uno de los cuchillos serafín y dámelo.
Permaneció quieto mientras ella metía nerviosamente los dedos dentro del bolsillo. Estaba tan cerca de él que podía oler su aroma, sudor, jabón y sangre. La respiración de Jace le cosquilleaba en la nuca.
Los dedos de Clary se cerraron sobre un tubo y lo sacó, sin mirar a su compañero.
-Gracias –dijo él.
Los dedos de Jace lo recorrieron brevemente antes de darle nombre: “Sanvi”. Como su predecesor, el tubo creció hasta convertirse en una daga afilada, cuyo resplandor le iluminó el rostro.
-No mires –dijo él, yendo a colocarse junto al cuerpo de la criatura desfigurada.
Alzó el cuchillo por encima de la cabeza y lo bajó con fuerza. Un surtidor de sangre brotó de la garganta del gigante, salpicando las botas de Jace.
Ella medio esperó que el gigante se desvaneciera, doblándose sobre sí mismo del modo en que lo había hecho el chico en el Pandemónium. Pero no lo hizo. El aire estaba inundado del olor a sangre: intenso y metálico. Jace profirió un ruidito desde el fondo de la garganta. Estaba pálido, si de dolor o repugnancia, ella no lo sabía.
-Te dije que no miraras –la reprendió.
-Pensaba que desaparecería –dijo ella-. De vuelta a su propia dimensión… dijiste.
-Dije que eso es lo que les sucede a los demonios cuando mueren. –Con una mueca de dolor, se quitó la chaqueta del hombro, dejando al descubierto la parte superior del brazo izquierdo-. Eso no era un demonio.
Con la mano derecha extrajo algo del cinturón. Era el objeto liso en forma de varita que había usado para grabar aquellos círculos superpuestos en la piel de Clary. Al contemplarlo, la muchacha sintió que el antebrazo le empezaba a arder.
Jace vio cómo miraba con atención y le dedicó una sonrisa apenas perceptible.
-esto –dijo- es una estela.
La acercó a una marca que tenía dibujada justo debajo del hombro, una figura curiosa, casi como una estrella. Dos brazos de la estrella sobresalían del resto de la marca, inconexos.
-Y esto –siguió él-, es lo que sucede cuando los cazadores de sombras resultan heridos.
Con la punta de la estela, trazó una línea conectando los dos brazos de la estrella. Cuando bajó la mano, la marca brillaba como si la hubiesen dibujado con tinta fosforescente. Mientras Clary observaba, se hundió en la piel, como un objeto lastrado hundiéndose en el agua. Dejó tras ella una señal espectral: una cicatriz fina y pálida, casi invisible.
La imagen que apareció en la mente de Clary fue la espalda de su madre, no totalmente cubierta por la parte superior del bañador, con los omóplatos y las curvas de la columna vertebral moteados de estrechas marcas blancas. Era como algo que hubiese visto en un sueño; la espalda de su madre no tenía realmente ese aspecto, lo sabía. Pero la imagen la incordió.
Jace soltó un suspiro, la tensa expresión de dolor abandonando su rostro. Movió el brazo, despacio al principio, luego con más facilidad, subiéndolo y bajándolo, apretando el puño. Era evidente que ya no estaba roto.
-Es asombroso –exclamó Clary-. ¿Cómo lo…?
-Eso era una iratse: una runa curativa –explicó él-. Finalizar la runa con la estela activa.
Introdujo la fina varita en el cinturón y volvió a colocarse la chaqueta con un movimiento del hombro.
Con la punta de la bota dio un golpecito al cadáver del gigante.
-Vamos a tener que informar a Hodge –dijo-. Le va a dar un ataque –añadió, como si pensar en la alarma de Hodge le proporcionara alguna satisfacción.
Jace, sedijo Clary, era la clase de persona que disfrutaba cuando sucedían cosas, incluso cosas malas.
-¿Por qué le dará un ataque? –inquirió la joven-. Y entiendo que esa cosa no es un demonio; es por eso que el sensor no lo registró, ¿cierto?
Jace asintió.
-¿Ves las cicatrices que tiene por toda la cara?
-Sí.
-Ésas se hicieron con una estela. Como ésta. –Dio un golpecito a la varita de su cinturón- Preguntaste qué sucede cuando se graban Marcas en alguien que no tiene sangre de cazador de sombras. Una sola Marca únicamente te quema, pero gran cantidad de Marcas, ¿unas que sean poderosas? ¿Grabadas en la carne de un ser humano totalmente corriente sin el menor vestigio de ascendencia cazadora de sombras? Obtienes eso. –Agitó la barbilla en dirección al cadáver-. Las runas son terriblemente dolorosas. Los Marcados pierden el juicio…, el dolor los vuelve locos. Se convierten en asesinos feroces e insensatos. No duermen ni comen a menos que les obliguen, y mueren, por lo general en seguida. Las runas tienen un gran poder y pueden usarse para hacer un gran bien…, pero se pueden usar para el mal. Los repudiados son malvados.
Clary se lo quedó mirando horrorizada.
-Pero ¿por qué querría nadie hacerse eso?
-Nadie lo haría. Es algo que se les hace. Puede hacerlo un brujo, tal vez algún subterráneo que se ha vuelto malvado. Los repudiados son leales a quien los marcó, y son asesinos feroces. También pueden obedecer órdenes sencillas. Es como tener un… ejército de esclavos. –Pasó por encima del repudiado muerto, y echó una mirada rápida por encima del hombro a Clary-. Voy a volver a subir.
-Pero allí no hay nada.
-Podría haber más de ellos –dijo él, casi como si deseara que así fuera-. Deberías de aguardar aquí. –Empezó a subir los peldaños.
-Yo no haría eso si fuera tú –dijo una voz aguda y familiar-. Hay más en el lugar del que salió el primero.
Jace, que estaba casi en lo alto de la escalera, se volvió en redondo y abrió mucho los ojos. También lo hizo Clary, aunque ella supo inmediatamente quién había hablado. Aquel acento áspero era inconfundible.
-¿Madame Dorothea?
La anciana inclinó la cabeza con gesto regio. Estaba de pie en la entrada de su apartamento, vestida con lo que parecía una tienda de campaña confeccionada en seda cruda morada. Cadenas de oro le centelleaban en las muñecas y merodeaban la garganta. Sus largos cabellos, listados como los de un tejón, se escapaban del moño sujeto en lo alto de la cabeza.
Jace seguía mirando de hito en hito.
-Pero…
-¿Más qué? –preguntó Clary.
-Más repudiados –replicó Dorothea con una jovialidad que, Clary consideró, no encajaba realmente con las circunstancias; la mujer paseó la mirada por el vestíbulo-. Lo habéis dejado todo hecho una porquería, ¿no es cierto? Y estoy segura de que no teníais intención de limpiarlo. Típico.
-Pero usted es una mundana –dijo Jace, finalizando por fin su frase.
-Eres tan observador –repuso Dorothea con ojos relucientes-. La Clave realmente rompió el molde contigo.
El desconcierto del rostro de Jace empezaba a desvanecerse, reemplazado por un enojo cada vez más patente.
-¿Conoce la existencia de la Clave? –inquirió-. ¿Conocía su existencia, y sabía que había repudiados en esta casa, y no les informó? La simple existencia de repudiados es un crimen contra la Alianza…
-Ni la Clave ni la Alianza han hecho nunca nada por mí –dijo madame Dorothea, y sus ojos centellearon furiosos-. No les debo nada.
Por un momento, su áspero acento neoyorquino desapareció, reemplazado por otra cosa, un acento más marcado y grave, que Clary no reconoció.
-Déjalo, Jace –dijo Clary, y se volvió hacia madame Dorothea-. Si está enterada de la existencia de la Clave y de los repudiados –siguió-, entonces quizá sepa usted qué le sucedió a mi madre.
Dorothea negó con la cabeza, haciendo que sus pendientes se balancearan. Había algo parecido a compasión en su rostro.
-Mi consejo para ti –repuso-, es que te olvides de tu madre. Se ha ido.
El suelo bajo Clary pareció inclinarse.
-¿Quiere decir que está muerta?
-No –Dorothea pronunció la palabra casi de mala gana-, estoy segura de que sigue viva. Por ahora.
-Entonces tengo que encontrarla –declaró Clary.
El mundo había dejado de inclinarse; Jace estaba detrás de ella, con la mano sobre su codo como para sostenerla, pero ella apenas lo advirtió.
-¿Comprende? Tengo que encontrarla antes de que…
Madame Dorothea alzó una mano.
-No quiero involucrarme en cuestiones de cazadores de sombras.
-Pero conocía a mi madre. Era su vecina…
-Esto es una investigación oficial de la Clave –la interrumpió Jace-. Siempre puedo regresar con los Hermanos Silenciosos.
-Ah, por el… -Dorothea echó una ojeada a su puerta, luego a Jace y a Clary-. Supongo que lo mejor será que entréis –dijo finalmente-. Os contaré lo que pueda. –Empezó a andar hacia la puerta, luego se detuvo en el umbral, mirándoles iracunda-.Pero si le cuentas a alguien que te he ayudado, cazador de sombras, despertarás mañana con serpientes por cabellos y un par de brazos extra.
-Eso podría ser agradable, tener un par de brazos extra –bromeó Jace-. Útil en una pelea.
-No si crecen de tu… -Dorothea calló y le sonrió, no sin malicia-. Cuello.
-Rayos –dijo Jace con suavidad.
-Rayos, eso es, Jace Wayland.
Dorothea penetró con paso firme en el apartamento, con la tienda de campaña morada ondeando a su alrededor como una bandera chillona.
Clary miró a Jace.
-¿Wayland?
-Es mi nombre. –Jace parecía afectado-. No puedo decir que me guste que ella lo sepa.
Clary echó una ojeada tras Dorothea. Las luces estaban encendidas dentro del apartamento; el fuerte olor a incienso inundaba ya el vestíbulo, mezclándose desagradablemente con el hedor de la sangre.
-Con todo, creo que podríamos intentar hablar con ella. ¿Qué podemos perder?
-Una vez que hayas pasado un poco más de tiempo en nuestro mundo –afirmó Jace-, no me lo volverás a preguntar.
Jace tenía el cuchillo serafín en la mano.
-¡Sansavi! –gritó alzándolo.
Una cuchilla salió disparada del tubo. Clary pensó en viejas películas en las que había bayonetas ocultas en bastones de paseo, que eran liberadas pulsando un resorte. Pero nunca había visto un cuchillo como aquél: transparente como el cristal, con una empuñadura refulgente, sumamente afilado y casi tan largo como el antebrazo de Jace. Éste atacó, acuchillando al hombre gigantesco, que retrocedió tambaleante profiriendo un bramido.
Jace se volvió en redondo, corriendo a toda velocidad hacia ella. La agarró del brazo, poniéndola en pie y la empujó delante de él por el pasillo. Clary oía a la criatura detrás de ellos, siguiéndoles; sus pisadas sonaban igual que pesas de plomo arrojadas contra el suelo, pero avanzaba de prisa.
Atravesaron veloces el vestíbulo y salieron al rellano, con Jace echándose a un lado para cerrar la puerta de un portazo. Clary oyó el chasquido de la cerradura automática y contuvo la respiración.
La puerta tembló en sus goznes al recibir un tremendo golpe desde el interior del apartamento. Clary retrocedió hacia la escalera. Jace le dirigió una mirada apremiante. Los ojos le brillaban con frenética excitación.
-¡Ve abajo! ¡Sal de…!
Hubo otro golpe, y esta vez los goznes cedieron y la puerta salió despedida hacia fuera. Habría derribado a Jace si éste no se hubiese movido a tal velocidad que Clary apenas lo vio; de improviso el muchacho estaba en el escalón superior, con el cuchillo ardiendo en la mano como una estrella caída. Vio que Jace la miraba y chillaba algo, pero no consiguió oírle por encima del rugido de la gigantesca criatura, que salió como una exhalación por la puerta hecha pedazos, yendo directa hacia él.
Clary se aplastó contra la pared cuando aquello pasó en medio de una oleada de calor y hediondez…, y a continuación el hacha del ser volaba por el aire, azotándolo, cortándolo en dirección a la cabeza de Jace. Éste se agachó, y el arma golpeó con fuerza la barandilla, clavándose profundamente.
Jace rió. La risa pareció enfurecer a la criatura; abandonando el hacha, ésta se arrojó dando bandazos sobre Jace con los enormes puños alzados. El muchacho giró el cuchillo serafín en un amplio arco, enterrándolo hasta la empuñadura en el hombro del gigante. Por un instante, el ser permaneció inmóvil, tambaleándose. Luego se abalanzó al frente, con las manos extendidas e intentando agarrar a Jace, que se hizo a un lado a toda prisa, pero no lo bastante rápido. Los enormes puños lo sujetaron al mismo tiempo que el gigante daba un traspié y caía, arrastrando a Jace con él. El joven lanzó un único grito; se escucharon una serie de golpetazos violentos y crujidos, y luego todo silencio.
Clary se incorporó apresuradamente y corrió escaleras abajo. Jace estaba tendido al pie de la escalera, con el brazo doblado bajo el cuerpo en un ángulo forzado. Atravesado sobre sus piernas, yacía el gigante, con la empuñadura del arma de Jace sobresaliéndole del hombro. No estaba del todo muerto, pero se agitaba débilmente y una espuma sanguinolenta le rezumaba por la boca. Entonces Clary pudo verle el rostro: era lívido y apergaminado, recorrido por un negro entramado de cicatrices horribles que casi le borraban las facciones. Las cuencas de los ojos eran pozos rojos supurantes.
Conteniendo el impulso de vomitar, Clary descendió tambaleante los últimos pocos escalones, pasó por encima del gigante y se arrodilló junto a Jace.
Estaba tan inmóvil… Le puso una mano sobre el hombro, palpó la camisa pringosa de sangre…, la suya o la del gigante, no lo sabía.
-¿Jace?
Sus ojos se abrieron.
-¿Está muerto?
-Casi –dijo ella sombría.
-Diablos. –Hizo una mueca-. Mis piernas…
-Quédate quieto.
Gateando para colocarse detrás de su cabeza, Clary deslizó las manos bajo los brazos de él y tiró.
Jace lanzó un gruñido de dolor cuando sus piernas salieron de debajo de la carcasa convulsionada de la criatura. Clary le soltó, y él se incorporó con un esfuerzo, con el brazo izquierdo atravesado sobre el pecho. La muchacha se levantó.
-¿Está bien tu brazo?
-No. Roto –respondió él-. ¿puedes meter la mano en mi bolsillo?
Ella vaciló, luego asintió.
-¿Cuál?
-El interior de la chaqueta, lado derecho. Saca uno de los cuchillos serafín y dámelo.
Permaneció quieto mientras ella metía nerviosamente los dedos dentro del bolsillo. Estaba tan cerca de él que podía oler su aroma, sudor, jabón y sangre. La respiración de Jace le cosquilleaba en la nuca.
Los dedos de Clary se cerraron sobre un tubo y lo sacó, sin mirar a su compañero.
-Gracias –dijo él.
Los dedos de Jace lo recorrieron brevemente antes de darle nombre: “Sanvi”. Como su predecesor, el tubo creció hasta convertirse en una daga afilada, cuyo resplandor le iluminó el rostro.
-No mires –dijo él, yendo a colocarse junto al cuerpo de la criatura desfigurada.
Alzó el cuchillo por encima de la cabeza y lo bajó con fuerza. Un surtidor de sangre brotó de la garganta del gigante, salpicando las botas de Jace.
Ella medio esperó que el gigante se desvaneciera, doblándose sobre sí mismo del modo en que lo había hecho el chico en el Pandemónium. Pero no lo hizo. El aire estaba inundado del olor a sangre: intenso y metálico. Jace profirió un ruidito desde el fondo de la garganta. Estaba pálido, si de dolor o repugnancia, ella no lo sabía.
-Te dije que no miraras –la reprendió.
-Pensaba que desaparecería –dijo ella-. De vuelta a su propia dimensión… dijiste.
-Dije que eso es lo que les sucede a los demonios cuando mueren. –Con una mueca de dolor, se quitó la chaqueta del hombro, dejando al descubierto la parte superior del brazo izquierdo-. Eso no era un demonio.
Con la mano derecha extrajo algo del cinturón. Era el objeto liso en forma de varita que había usado para grabar aquellos círculos superpuestos en la piel de Clary. Al contemplarlo, la muchacha sintió que el antebrazo le empezaba a arder.
Jace vio cómo miraba con atención y le dedicó una sonrisa apenas perceptible.
-esto –dijo- es una estela.
La acercó a una marca que tenía dibujada justo debajo del hombro, una figura curiosa, casi como una estrella. Dos brazos de la estrella sobresalían del resto de la marca, inconexos.
-Y esto –siguió él-, es lo que sucede cuando los cazadores de sombras resultan heridos.
Con la punta de la estela, trazó una línea conectando los dos brazos de la estrella. Cuando bajó la mano, la marca brillaba como si la hubiesen dibujado con tinta fosforescente. Mientras Clary observaba, se hundió en la piel, como un objeto lastrado hundiéndose en el agua. Dejó tras ella una señal espectral: una cicatriz fina y pálida, casi invisible.
La imagen que apareció en la mente de Clary fue la espalda de su madre, no totalmente cubierta por la parte superior del bañador, con los omóplatos y las curvas de la columna vertebral moteados de estrechas marcas blancas. Era como algo que hubiese visto en un sueño; la espalda de su madre no tenía realmente ese aspecto, lo sabía. Pero la imagen la incordió.
Jace soltó un suspiro, la tensa expresión de dolor abandonando su rostro. Movió el brazo, despacio al principio, luego con más facilidad, subiéndolo y bajándolo, apretando el puño. Era evidente que ya no estaba roto.
-Es asombroso –exclamó Clary-. ¿Cómo lo…?
-Eso era una iratse: una runa curativa –explicó él-. Finalizar la runa con la estela activa.
Introdujo la fina varita en el cinturón y volvió a colocarse la chaqueta con un movimiento del hombro.
Con la punta de la bota dio un golpecito al cadáver del gigante.
-Vamos a tener que informar a Hodge –dijo-. Le va a dar un ataque –añadió, como si pensar en la alarma de Hodge le proporcionara alguna satisfacción.
Jace, sedijo Clary, era la clase de persona que disfrutaba cuando sucedían cosas, incluso cosas malas.
-¿Por qué le dará un ataque? –inquirió la joven-. Y entiendo que esa cosa no es un demonio; es por eso que el sensor no lo registró, ¿cierto?
Jace asintió.
-¿Ves las cicatrices que tiene por toda la cara?
-Sí.
-Ésas se hicieron con una estela. Como ésta. –Dio un golpecito a la varita de su cinturón- Preguntaste qué sucede cuando se graban Marcas en alguien que no tiene sangre de cazador de sombras. Una sola Marca únicamente te quema, pero gran cantidad de Marcas, ¿unas que sean poderosas? ¿Grabadas en la carne de un ser humano totalmente corriente sin el menor vestigio de ascendencia cazadora de sombras? Obtienes eso. –Agitó la barbilla en dirección al cadáver-. Las runas son terriblemente dolorosas. Los Marcados pierden el juicio…, el dolor los vuelve locos. Se convierten en asesinos feroces e insensatos. No duermen ni comen a menos que les obliguen, y mueren, por lo general en seguida. Las runas tienen un gran poder y pueden usarse para hacer un gran bien…, pero se pueden usar para el mal. Los repudiados son malvados.
Clary se lo quedó mirando horrorizada.
-Pero ¿por qué querría nadie hacerse eso?
-Nadie lo haría. Es algo que se les hace. Puede hacerlo un brujo, tal vez algún subterráneo que se ha vuelto malvado. Los repudiados son leales a quien los marcó, y son asesinos feroces. También pueden obedecer órdenes sencillas. Es como tener un… ejército de esclavos. –Pasó por encima del repudiado muerto, y echó una mirada rápida por encima del hombro a Clary-. Voy a volver a subir.
-Pero allí no hay nada.
-Podría haber más de ellos –dijo él, casi como si deseara que así fuera-. Deberías de aguardar aquí. –Empezó a subir los peldaños.
-Yo no haría eso si fuera tú –dijo una voz aguda y familiar-. Hay más en el lugar del que salió el primero.
Jace, que estaba casi en lo alto de la escalera, se volvió en redondo y abrió mucho los ojos. También lo hizo Clary, aunque ella supo inmediatamente quién había hablado. Aquel acento áspero era inconfundible.
-¿Madame Dorothea?
La anciana inclinó la cabeza con gesto regio. Estaba de pie en la entrada de su apartamento, vestida con lo que parecía una tienda de campaña confeccionada en seda cruda morada. Cadenas de oro le centelleaban en las muñecas y merodeaban la garganta. Sus largos cabellos, listados como los de un tejón, se escapaban del moño sujeto en lo alto de la cabeza.
Jace seguía mirando de hito en hito.
-Pero…
-¿Más qué? –preguntó Clary.
-Más repudiados –replicó Dorothea con una jovialidad que, Clary consideró, no encajaba realmente con las circunstancias; la mujer paseó la mirada por el vestíbulo-. Lo habéis dejado todo hecho una porquería, ¿no es cierto? Y estoy segura de que no teníais intención de limpiarlo. Típico.
-Pero usted es una mundana –dijo Jace, finalizando por fin su frase.
-Eres tan observador –repuso Dorothea con ojos relucientes-. La Clave realmente rompió el molde contigo.
El desconcierto del rostro de Jace empezaba a desvanecerse, reemplazado por un enojo cada vez más patente.
-¿Conoce la existencia de la Clave? –inquirió-. ¿Conocía su existencia, y sabía que había repudiados en esta casa, y no les informó? La simple existencia de repudiados es un crimen contra la Alianza…
-Ni la Clave ni la Alianza han hecho nunca nada por mí –dijo madame Dorothea, y sus ojos centellearon furiosos-. No les debo nada.
Por un momento, su áspero acento neoyorquino desapareció, reemplazado por otra cosa, un acento más marcado y grave, que Clary no reconoció.
-Déjalo, Jace –dijo Clary, y se volvió hacia madame Dorothea-. Si está enterada de la existencia de la Clave y de los repudiados –siguió-, entonces quizá sepa usted qué le sucedió a mi madre.
Dorothea negó con la cabeza, haciendo que sus pendientes se balancearan. Había algo parecido a compasión en su rostro.
-Mi consejo para ti –repuso-, es que te olvides de tu madre. Se ha ido.
El suelo bajo Clary pareció inclinarse.
-¿Quiere decir que está muerta?
-No –Dorothea pronunció la palabra casi de mala gana-, estoy segura de que sigue viva. Por ahora.
-Entonces tengo que encontrarla –declaró Clary.
El mundo había dejado de inclinarse; Jace estaba detrás de ella, con la mano sobre su codo como para sostenerla, pero ella apenas lo advirtió.
-¿Comprende? Tengo que encontrarla antes de que…
Madame Dorothea alzó una mano.
-No quiero involucrarme en cuestiones de cazadores de sombras.
-Pero conocía a mi madre. Era su vecina…
-Esto es una investigación oficial de la Clave –la interrumpió Jace-. Siempre puedo regresar con los Hermanos Silenciosos.
-Ah, por el… -Dorothea echó una ojeada a su puerta, luego a Jace y a Clary-. Supongo que lo mejor será que entréis –dijo finalmente-. Os contaré lo que pueda. –Empezó a andar hacia la puerta, luego se detuvo en el umbral, mirándoles iracunda-.Pero si le cuentas a alguien que te he ayudado, cazador de sombras, despertarás mañana con serpientes por cabellos y un par de brazos extra.
-Eso podría ser agradable, tener un par de brazos extra –bromeó Jace-. Útil en una pelea.
-No si crecen de tu… -Dorothea calló y le sonrió, no sin malicia-. Cuello.
-Rayos –dijo Jace con suavidad.
-Rayos, eso es, Jace Wayland.
Dorothea penetró con paso firme en el apartamento, con la tienda de campaña morada ondeando a su alrededor como una bandera chillona.
Clary miró a Jace.
-¿Wayland?
-Es mi nombre. –Jace parecía afectado-. No puedo decir que me guste que ella lo sepa.
Clary echó una ojeada tras Dorothea. Las luces estaban encendidas dentro del apartamento; el fuerte olor a incienso inundaba ya el vestíbulo, mezclándose desagradablemente con el hedor de la sangre.
-Con todo, creo que podríamos intentar hablar con ella. ¿Qué podemos perder?
-Una vez que hayas pasado un poco más de tiempo en nuestro mundo –afirmó Jace-, no me lo volverás a preguntar.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Library Abbi:
Cassie Palmer I: Tocar la
Oscuridad.
Oscuridad.
Delirium.
La Casa de la Noche I:
Marcada.
Marcada.
Uglies I: Traición.
{+} Click en el titulo para ir a la novela.
{+} Chicas, aquí les dejo los nuevos libros que subí al foro, por favor pásense.
{+} Chicas, aquí les dejo los nuevos libros que subí al foro, por favor pásense.
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
Siento no comentar D: pero vale que ya eh llegado,
últimamente me la paso saliendo con mi familia y el colegio me mantiene ocupada.
pero bueno síguela!!
¡Besos!
últimamente me la paso saliendo con mi familia y el colegio me mantiene ocupada.
pero bueno síguela!!
¡Besos!
~Susie ∞Wallflower∞
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
~Susie ∞Wallflower∞ escribió:Siento no comentar D: pero vale que ya eh llegado,
últimamente me la paso saliendo con mi familia y el colegio me mantiene ocupada.
pero bueno síguela!!
¡Besos!
Ey, no pasa nada! Pero las extraño a todas D:
Ahora la sigo
Ahora la sigo
Abbi.
Re: |メ| Cazadores de Sombras I: Ciudad de Hueso. |メ|
#NEW READER
ola ke ase?
Me alegra que subas este libro para las que -como yo- tienen que hacerse dos horas de viaje para comprar un libro.ola ke ase?
Me llamo Virginia (pero decime Vicky, o Virgi, así suena menos formal xD), tengo 15 primero de enero vividos y soy Argentina! Sin más que decir ¡BESO! y espero que la sigas pronto, Abbi :D
Sherlia
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