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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]

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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 5 Empty Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]

Mensaje por Valeria Bieber Mar 18 Mar 2014, 6:38 pm

Por fis, por fis. Solo un capitulo y luego otro y otro, así sucesivamente.
Valeria Bieber
Valeria Bieber


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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 5 Empty Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]

Mensaje por Valeria Bieber Miér 19 Mar 2014, 7:13 pm

Solo un capítulo, es lo único que pido.
Valeria Bieber
Valeria Bieber


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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 5 Empty Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]

Mensaje por C.J. Potter Miér 19 Mar 2014, 10:43 pm

Aww!! Trabajo en ello, lo prometo (:
C.J. Potter
C.J. Potter


http://keep-dreaming-about-love.tumblr.com/

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Mensaje por C.J. Potter Jue 27 Mar 2014, 11:23 am




Capítulo 6


"Salvación"




Parte 1



Adhara
 
 
El domingo ha sido un borrón de mantas y muy pocas ganas de salir al mundo. Tal y como había previsto, ahora me carcome la culpa por haber cedido ante Potter otra vez. Le di muchas vueltas al asunto, y realmente sigo sin tener idea de por qué mi voluntad flaquea tan fácilmente cuando se trata de él. Es decir, vale, soy pura y todo eso, pero no quita que haya tenido muy buenos besuqueos, o sesiones de toqueteos furtivos… sólo que con ninguno sentí tanto como con el imbécil de Potter. Me arriesgo a pensar que es atracción física, generada por tantos años de odio, que desembocan en una especie de sentimiento morboso, lo cual por lo tanto vuelve todo más tentativo, como bien dijo Ana el sábado (lo admito, leí unos cuantos libros de psicología ayer para despejar mi mente). No lo sé. Es confuso. Y para colmo faltan cuatro días hasta que lleguen los resultados del Sorteo.
 
En conclusión, estoy muy asustada.
 
 
—  Malfoy. —  Regreso a la vida real gracias a la voz de Fred Weasley, quien me mira con una ceja entornada desde el otro lado del banco que divide los casilleros femeninos de los masculinos.
—  ¿Eh? —  suelto, tontamente, pestañeando un par de veces para enfocar la mirada. Él tiene una botella de agua en las manos, y la está terminando de cerrar.
—  El descanso terminó—  explica, condescendiente, y tras dejar la cantimplora en su casillero, se dirige fuera de los vestuarios.
 
Suspiro. Me cuesta demasiado concentrarme en el quidditch (y en todo) con tanto en qué pensar. Y eso me aterra aún más; jugar es lo único que me distrae de la vida en general, no soportaría perderlo ahora.
Tomo una bocanada de aire, ajusto un poco mi coleta, y salgo trotando al campo, donde Dylan Suex y Potter discuten acerca de una nueva jugada que pretenden implementar para el próximo partido contra Ravenclaw. Me acomodo silenciosamente entre Lily y Colin, el nuevo integrante, quien luce seriamente nervioso. Supongo que la nueva táctica lo incluye a él también.
 
Vuelvo a hundirme en mis pensamientos, dejando la mirada a la deriva. No sé qué haré cuando los resultados lleguen. Si quedo yo, me sentiré destruida. Pero si queda Scorpius, será aún peor, porque me afectaría más su dolor que el mío propio. ¿Entonces? ¿Estoy simplemente condenada a sufrir? ¿Puede ser la vida tan injusta, acaso? Paso una mano por mi rostro, apesadumbrada. ‘Sí, puede serlo’, susurra una voz en mi cabeza, la misma que siempre se quejó de la notable marginación hacia los míos, y la enorme predilección hacia los que eran Hijos de Héroes. La voz de la discordia, por así decirlo.
 
Sé que no puedo hundirme en el rencor, sin embargo, por más que una parte de mí muera por hacerlo. Soy mejor que eso. Mejor que lo que todos piensan que seré. Y debo demostrarlo de algún modo.
 
 
Siento un codazo en mis costillas regresándome a la realidad de sopetón, y tras soltar un ‘ouch’ ofendido volteo a mi costado, donde Lily me da una mirada elocuente, y luego la vira hacia el frente. Confundida, sigo el camino de sus ojos, hasta toparme con Potter y Suex, ambos irritados, mirándome. Creo que me acaban de decir algo. ¿Pero, qué? Me sonrojo de vergüenza, y me remuevo incómodamente en mi lugar.
 
—  ¿Puedes repetirme la pregunta? —  murmuro, mordiéndome el labio inferior con manía. Suex rueda los ojos, y Potter suelta un bufido burlón. Se oyen risas contenidas del resto del grupo.
—  No era una pregunta, Malfoy. Estoy diciéndote que eres la encargada de cerrar la jugada con una anotación, —  dice socarrón, sin reprimir una sonrisa divertida. Me sonrojo aún más. No sé si por el bochornoso momento, o porque me está mirando fijo (luego del sábado créanme que eso es muy incómodo). De cualquier forma, esquivo su mirada.
—  Oh. Claro. Eso. Entiendo—  farfullo, carraspeando—. No hay problema.
—  Bien. Procura atinar—  añade, y por la pausa que hace a continuación supongo que espera que yo diga o haga algo más, pero al ver que no sucede vuelve a ponerse serio, y gira hacia los baúles de las bolas de práctica, seguido por Dylan y Henry.
 
No me había dado cuenta de que contenía el aliento, pero en este instante lo suelto, aliviada. Siento un enorme peso encima cada vez que él me mira, pues recuerdo estúpidamente sus besos, caricias, y la forma en que me abrazó días atrás. ¡Es tan incómodo! Apoyo una palma en mi mejilla, comprobando que efectivamente ésta arde, y volteo resignada para buscar mi escoba, que está unos metros más allá en el suelo.
 
Me agacho para tomarla, echándome un mechón incómodo tras la oreja, y cuando me estoy poniendo de pie oigo un: —  ¿Tú y mi hermano tienen algo?
 
Doy un respingo monumental sintiendo mi sangre helarse en tiempo récord, y accidentalmente suelto la escoba. Miro a Lily, a mi lado, con una mezcla de incredulidad y pánico en el rostro. Ella está enarcando una ceja, interrogativa.
 
—  ¿¡Qué!? —  Grito, como siempre que me vencen los nervios. Es un mal hábito que Rose me contagió—. ¡Ja, ja, ja! ¿Estás loca?—  Uf, mi risa nerviosa parece menos verdadera que las uñas de Savannah. Trago con fuerza, pues ella me sigue mirando, sin creer mi actuación (la cual de hecho no es muy buena). Suspiro pesadamente. —  No tengo nada con Potter, Lily. Es absurdo. Además, ¿acaso alguien tiene algo con él por más de una noche? Vamos, sabemos que no. Y sabemos también que lo odio, y me odia—  murmuro, intentando persuadirla. Ella rueda los ojos.
—  Pero se acostaron—  conviene, tranquilamente. Siento que me dará un patatús y caeré muerta en cualquier momento. Sí, la sangre regresó a mi rostro.
—  ¡Por supuesto que no! ¡Qué disparate! ¡Jamás me acostaría con él! —  exclamo, ganándome las mirada curiosas de Weasley y Colin, quienes estaban charlando unos metros más allá. Me pongo aún más roja. Cielos.
Lily vuelve a enarcar una ceja, curiosa, y suelta: —  Entonces se besaron. Y algo más. Estoy segura de que sí—  afirma, sin vacilar.
 
Oh. Cielo. Santo. ¡¿Cómo diablos esta niña se dio cuenta con sólo un pequeño desliz de mi parte?! Dioses.
 
—  No sé de qué estás hablando—  musito, presionando fuertemente lo labios, y vuelvo a agacharme a recoger mi escoba.
—  Vamos Malfoy, no te avergüences de ello. Prácticamente toda la población femenina de Hogwarts tuvo al menos un besuqueo con mi hermano—  dice, restándole importancia a lo que probablemente sea el mayor error de mi vida. Tomo aire profundamente, y me pongo de pie con mi escoba en mano.
 
La miro. Me mira. Y resignadamente suelto en un susurro: —  ¿Cómo lo notaste?
Ella sonríe victoriosa y dice, como saboreando haber tenido la razón: —  Tú no lo miras a los ojos, y te pones roja cuando te habla. Él, en cambio, te mira y sonríe, cosa que unos días atrás no sucedía, al menos no en las prácticas. Además, cuando ambos cruzan miradas parece como si estuvieran compartiendo un secreto muy íntimo. Da un poco de asco, la verdad. No creí que fueran a mirarse así nunca. —  Arruga la nariz en señal de desagrado, y yo permanezco en shock unos instantes.
—  ¿Tanto se nota? —  mascullo alarmada, mordiéndome el labio nerviosamente. Ella suelta un bufido similar a una risa, algo sarcástico; (nunca he visto a Lily reír realmente).
—  No. Sólo conozco bien a mi hermano. Sé cuando estoy frente a alguien que le gusta—  explica, encogiéndose de hombros. Entonces da media vuelta y comienza a caminar de nuevo al centro, donde Fred y Colin ya están dirigiéndose también, pues Potter y Suex nos esperan.
—  ¡No le gusto! —  exclamo, jadeante, y no por haber hecho ningún ejercicio.
 
¿Gustarle a Potter? ¿Yo? ¿Es broma? Eso es casi tan imposible como una clase de Historia de la Magia siendo divertida. Dudo poder gustarle a alguien (sobre todo a él) sólo por un par de besos y toqueteos furtivos. Aunque, vale, a mí me gusta Louis Weasley, y ni siquiera he intercambiado mayor palabra con él que un “claro, tomaré la guardia nocturna”. No lo sé. Lo dudo. Él dijo que me odia. ¿Cierto? Además, a Potter le gusta medio Hogwarts. Si es verdad no tiene por qué ser nada relevante… Sólo que, ya saben, soy yo, no Lissa Simpson.
 
Dioses, esto es terriblemente confuso.
 
 

***

 
 
He pasado la práctica entera pensando en cómo saber si lo que Lily dijo respecto a su hermano gustando de mí es cierto. Sé que parezco una niña de doce años dándole vueltas a este asunto, pero bien, creo que no es necesario repetir que se trata de mí y Potter. Ni siquiera pensé que alguna vez tendría que usar esa oración.
 
Así que me apresuro en las duchas, y luego me quedo sentada en uno de los bancos de los vestuarios. Lily me mira divertida cuando sale de los baños, meneando la cabeza como si supiera qué pretendo hacer, y se marcha sin decir palabra. Me pregunto qué pensará que quiero hacer realmente. Eso me hace sentir incómoda. ¿Y si Lily les cuenta a todos? Sería una bomba. No necesito a todo Hogwarts encima de mí, no quiero darles más motivos para hacerlo. Suspiro con pesadez, y me digo que no permitiré que Potter me bese siquiera. Tenemos un pacto.
 
Tras una espera que parece eterna, él sale de las duchas de hombres junto con Fred, ambos riendo, con el cabello húmedo y usando jeans y camiseta. Dudo al verlo con su primo, pero finalmente tomo determinación y me pongo de pie, interceptándolo junto a la puerta. Ambos me miran confundidos. Él menos que Fred, claro.
 
—  Potter. Quiero preguntarte algo respecto a la nueva táctica—  digo, casi creyéndomelo yo misma después de tanto haber pensado en esa excusa. Él enarca una ceja interrogativa, y lo miro elocuentemente. Parece comprender, o algo así.
—  ¿No puede ser mañana, Malfoy? Hemos quedado con unas chicas, podrías hablarlo en…—  dice el Weasley, pero Potter lo interrumpe con un:
—  Está bien, Fred. Mejor que no queden dudas. Ve tú, luego te alcanzo.
 
El pelirrojo lo mira incrédulo. —  James, son Paulette y Nina, ¿no puedes hacer esto otro día? —  insiste, haciendo referencia al par de amigas de sexto en Raven que de hecho tienen fama de zorras. No puedo evitar rodar los ojos, disimulándolo al mirar a otro lado.
—  No hay nada nuevo en ellas, Fred. De veras, luego te alcanzo—  repite Potter, más contundente aún. Casi bufo. “No hay nada nuevo en ellas”. Claro que no. El año pasado corrió el rumor de que él se había acostado con ambas; el quid de la cuestión había sido si fue por separado o no.
—  Como quieras—  suelta el Weasley, encogiéndose de hombros desinteresadamente, abandonando los vestuarios con cierta irritación. Supongo que no le gusta que su primo deje sus planes de cita dobles con dos zorras por hablar de quidditch conmigo.
 
 
Aguardo unos instantes hasta no oír más a Fred, y entonces me enfrento a Potter para hablarle. Automáticamente me arrepiento de haber planeado todo esto. Me mira fijo, expectante, y realmente no puedo sostener su mirada sin lucir como un tomate. Doy un paso hacia atrás, aunque de hecho ya nos separa un metro de distancia, y trato de recuperar vigor con una profunda bocanada de aire.
 
—  ¿Y bien? —  increpa, impaciente—. ¿Qué es eso de dudas sobre la táctica en la que sólo debes recibir una quaffle y embocarla? —  Se está burlando, evidentemente. Sólo eso me da la suficiente desfachatez para alzar la mirada y fulminarlo con ella.
—  Sabes que era una excusa. Quiero hablarte sobre… otra cosa—  farfullo, abochornada de sólo pensar en decirlo en voz alta.
 
¿Saben? En mi cabeza todo parecía más sencillo.
 
—  ¿Qué? ¿Acaso no puedes dejar de pensar en lo del sábado? —  burla, socarrón y malicioso. Me sonrojo. No, de hecho no puedo, pero ese no es el punto—. ¿Demasiado intenso para ti, Malfoy? —  Me está atacando muy descaradamente. Creo que volvimos a la normalidad.
—  Eres un idiota. Casi parece que no recuerdas que fuiste tú quien me provocó en un principio—  mascullo, cruzándome de brazos. Él enarca una ceja.
—  Pero fuiste tú quien cedió sin mucho esfuerzo—  conviene, cínicamente. Trago con fuerza, sintiendo el infierno en el rostro.
—  Imbécil.
Sonríe. —  No lo has negado—  dice, complacido con su pequeña victoria. Tomo una fuerte bocanada y suelto:
—  No es de lo que quería hablarte. Simplemente quería hacerte una pregunta.
 
Él deja de sonreír para mirarme curioso. Sé que eso llamó su atención. Incluso llamó la mía.
 
—  ¿Qué sucede? —  espeta, entornando la mirada. Me muerdo el labio con fuerza, sin saber cómo decirlo... ¿Sólo lo suelto y ya? ¿Y si se burla de mí? ¿Y si me toma por una idiota? Bueno, lo hará de todos modos.
Luego de unos segundos que parecen eternos, finalmente digo: —  ¿Es cierto que te gusto?
 
Él permanece tildado unos instantes. Entonces me mira analíticamente, hasta lentamente esbozar una enorme sonrisa burlona. Oh rayos, Lily estaba equivocada. Bravo, acabo de quedar como la imbécil más grande de Hogwarts, frente al otro imbécil más astronómico. Bien por mí.
 
—  ¿A qué viene esa pregunta? —  cuestiona, sin negar ni afirmar nada. Oh. Eso es curioso. Carraspeo.
—  Alguien me dijo que era posible que eso estuviera sucediendo, —  contesto esquiva. Él enarca una ceja.
—  Lily debería dejar de meterse en mis asuntos. —  ¿¡Cómo sabe que fue Lily!? ¡Merlín, estos hermanos pasan demasiado tiempo juntos!
—  ¿Es cierto o no? —  insisto. Ahora que lo pienso, ni siquiera sé qué cambiaría con saber eso. Supongo que cuando se trata de él, soy un poco absurda. Un poco muy.
 
Él parece pensar al respecto. Finalmente, se encoge de hombros, y dice: —  Supongo. No he pensado sobre ello. Pero si tengo ganas de besarte, entonces es porque me gustas. Aún así, hay medio Hogwarts por delante de ti, Malfoy. Lo siento.
 
Me está tomando el pelo, el muy maldito. Y para colmo lo confirma. No sé cómo tomarme la noticia. ¿Potter gustando de mí? Vale, quizás con gustar estamos hablando de lo mismo que yo pasé mi fin de semana pensando (es decir, atracción física), pero sin embargo no deja de ser inverosímil. Créanme que si me hubiesen dicho esto dos meses atrás, no les hubiera creído en absoluto, y de hecho les habría recomendado ir derecho a un loquero. Entonces, ¿qué fue lo que cambió en este lapso de tiempo? ¿El beso del tren? ¿Fue eso lo que desencadenó toda esta locura? ¿Algo tan pequeño cambió cosas tan grandes? Wow. Me siento como la Súper Woman de los besos. O algo así de estúpido.
 
—  Vaya—  suelto entonces, aún algo estúpida por semejante confesión.
—  ¿Te sorprende, luego de todo? —  Cuestiona burlonamente, meneando la cabeza—. Creo que no tienes muy en claro que tú sigues siendo una mujer, y yo un hombre. Hay un término científico para esto, de hecho.
Ruedo los ojos. —  La química entre personas no es un término científico, imbécil—  mascullo, como siempre irritada con sólo escucharlo hablar y decir bobadas. Aunque en realidad aún permanezco atascada en su última confesión; realmente estoy repitiéndome mentalmente una y otra vez ‘imposible’, como la excelente boba que soy. Él sonríe.
—  No dije que fuera química. De hecho hablaba de las feromonas y esas cosas. Pero si lo que tú sientes por mí es química, está bien. No eres la única, —  asiente con arrogancia. Me sonrojo inevitablemente.
—  No siento nada por ti—  musito, y realmente ya no sé si es cierto o no. Puede que sí sea química. Y eso es algo aterrador, ¿saben?
 
Él enarca una ceja. —  Claro. ¿Quieres probarlo? —  dice, tentativamente, con toda la soberbia del universo en la voz. Me tenso, preparada para salir corriendo si intenta acercarse. Porque sé que una vez que tenga sus manos sobre mí ya estoy en knock-out, aunque suene muy estúpido decirlo así. No quiero arriesgarme.
—  ¿No tienes una cita a la cual asistir? —  musito, buscando recursos. Él ríe.
—  En primer lugar, Malfoy, yo no tengo citas. Tengo salidas o encuentros. En segundo lugar, es igual. Hay una fila de chicas dispuesta a suplir a Paulette. —  Se encoge de hombros, y se acerca un paso hacia mí.
 
Alerta roja. Retrocedo un paso.
 
—  No intentes tocarme, Potter, ¿oíste? —  advierto, nerviosa. Él vuelve a reír.
—  Cualquiera diría que me tienes miedo. —  Se acerca otro paso.
—  ¿De ti? ¡Ya quisieras! —  mascullo, ruborizada, retrocediendo otro, calculando qué tan cerca estoy de la pared a mi espalda, rogando por no quedar acorralada.
 
Vale, si lo rodeo ahora rápidamente, y consigo salir por la puerta sin que me atrape, quizás pueda…
 
—  Bien. Admite que te sientes atraída por mí, como todas las mujeres en Hogwarts, y me marcharé—  conviene. Bufo.
—  Tenemos un trato, — mascullo irritada. Él sabe perfectamente que jamás admitiré algo como eso, cierto o no, mucho menos en voz alta y frente a él.
—  Todo lo tratos pueden romperse—  dice restándole importancia, acercándose otro paso más. Retrocedo.
—  ¡Dijiste que esto estaba mal! —  insisto, un poco desesperada. Él ríe suavemente. Otra vez.
—  Usualmente lo que está mal es más divertido. ¿Vas a admitirlo o no? —  repite, acercándose todavía más. Mi espalda finalmente toca la pared, y casi quiero gritar de la frustración. Esto no es una jodida novela de la tarde, ¡diablos!
—  Esto es acoso sexual—  gruño, apretando la mandíbula al verlo terminar de acortar la distancia entre nosotros. No me toca, sin embargo. Invade totalmente mi espacio personal, y me mira desde su cabeza y media de diferencia en altura, con una sonrisa incipiente.
—  Oh, ¿así lo sientes tú? —  dice, sardónico, alzando ambas cejas como si le sorprendiera. Presiono mis labios con fuerza. Vale, esto no está funcionando.
 
Me escabullo rodeándolo velozmente, y ya lo estoy sobrepasando cuando él decide hacer gala de sus reflejos de buscador, atrapándome por el antebrazo, haciéndome girar y estampándome de espaldas contra la pared, provocándome un sorprendido jadeo. Me mantiene aprisionada entre sus brazos, sin tocarme, pero tan cerca de mí que puedo ver los detalles más diminutos de verde en sus ojos. Me quedo sin aire, agitada, pegándome lo más posible al muro, para mantener distancia.
 
—  Ahora sí actúas como un psicópata—  suelto en un suspiro, manteniendo el mentón en alto para no terminar de perder la dignidad. Y, sé que sonará terriblemente estúpido, pero no me molesta (ahora, luego es otra cosa) perder la dignidad de esta manera. Es tan… dinámico y adrenalínico (ni siquiera sé si existe esa palabra).
Él sonríe ladinamente. —  Un poco. Sólo admítelo y ya—  insiste, dándole un vistazo a mis labios. Creo que no puedo respirar.
—  ¿Para qué quieres que lo diga? —  espeto, con voz ahogada.
—  ¿No es obvio? —  repone, elocuente.
—  ¿Para inflar tu estúpido ego? —  sugiero irónicamente. Él bufa.
—  No, para eso sólo debo verte en este instante y notar cuán rendida estás—  replica descaradamente, rabiándome. Aprieto la mandíbula con fuerza.
—  Suéltame ahora, Potter—  musito, todo severa que puedo conseguir en esta situación. Él ladea la cabeza.
—  ¿Herí tus sentimientos? —  burla, con sarcástica culpa. Me crispo aún más.
—  Eres un estúpido—  escupo, intentando con empujarlo por el pecho. Siento un deja vú cuando él no se mueve ni un centímetro de su lugar, y luego una descarga eléctrica por estar tocándolo. De acuerdo, esto comienza a irritarme.
—  ¿Vas a admitirlo o no? —  repite, implacablemente insistente. Se acerca un poco más—. Si no quieres hacerlo puedo demostrar que es así ahora mismo—  añade elocuentemente.
Me tenso, e inconscientemente muerdo mi labio inferior, manía insoportable. Él me imita, mirando mis labios, y debo admitir que en él sí luce bien. De hecho, más que bien, es jodidamente sexy. Y debería dejar de tentarme así.
 
—  Bien, dilo ahora porque de verdad estoy a punto de besarte, y estoy muy seguro de que luego nos arrepentiremos de eso—  suelta, también tenso. Oh Jesús, ¡no puede decirme algo así y ya! Mis venas están ardiendo, y ni hablar de lo revolucionado que late mi corazón. Es como si no hubiera espacio suficiente para mi mente en este rejunte de sensaciones.
—  Yo no…—  intento decir, con voz algo quebrada, pero realmente no puedo terminar esa frase al verlo acercarse a mí. Al diablo. Cierro los ojos, sintiendo su mano moverse a mi cintura, frustrantemente suave, y luego percibo su nariz rozando la mía, haciéndome sentir como miles de fuegos artificiales explotando, ¡y ni siquiera me ha besado aún! Esto es tan… Es tan… Me está superando. Ni siquiera tengo control de mi propio cuerpo.
Siento sus labios rozando los míos tentadoramente, y suelto un jadeo ahogado de frustración, pues me veo obligada a bajar la cabeza, de modo que su boca ahora está tocando mi frente. Eso se siento incluso mejor. Oh diablos.
 
—  Me siento terriblemente atraída hacia ti—  suelto de golpe, algo rasposamente, y tan rápido como lo digo, me aparto de él. Esta vez él no dice nada, ni intenta mantenerme allí. Simplemente me mira, tan sonrojado como yo debo estar tras aquel momento, con ojos brillantes y expresión algo descolocada. Trago con fuera, abro la boca para decir algo más, pero la vuelvo a cerrar, cayendo en la cuenta de lo que acabo de decir. Entonces simplemente suelto un jadeo, incrédula de mí misma, y salgo corriendo como toda una preadolescente, lo más rápido que puedo.
 
 
No entiendo qué me está sucediendo. No entiendo qué está haciendo conmigo. Sólo sé que definitivamente no terminará bien… Y es mejor que finalice ya mismo. No puedo seguir con esto, no puedo.
 
 
 

Lily

 
 
¿Saben qué descubrí hoy en las prácticas? Mi hermano y Adhara Malfoy tienen algo. Y aunque ella me confirmó que sólo habían sido unos besos, estoy más que segura de que algo extraño sucede allí. Es decir, vamos, James la mira como si ella tuviera algo que nadie más que él conoce, medio divertido y medio malicioso. Es casi la mirada de “me acosté contigo y fue genial”, pero no del todo. Algo raro, sin dudas. Y es tan imposible de creer; siempre pensé que esos dos se odiaban a muerte. No concebí jamás que algo así fuera posible, pero supongo que cuando se trata de química, amor, y sangre, nadie elige nada.
 
Díganmelo a mí sino.
 
 
—  ¡Lily, Lily, hey, Lily! ¡Aguarda! ¡Lily!—  Volteo la cabeza, confundida por tanto escándalo, y veo a una pelinegra acercarse corriendo presurosamente hasta a mí por el pasillo, ganándose las miradas de los transeúntes. Entorno los ojos, sin reconocerla del todo. Creo que es de quinto, probablemente de Hufflepuff, pues de Raven y Sly conozco a la mayoría.
 
Cuando finalmente llega hasta mí, está jadeante, pero no deja de sonreír, aún despeinada y todo. Enarco una ceja. —  Hey… tú…—  Dejo espacio suficiente para que ella comprenda que no tengo idea de quién rayos es. Su sonrisa vacila un poco ante esto, pero entonces informa efusivamente:
—  Alice. Alice Montgomery, quinto año, Hufflepuff… ¿no? Um… Fuimos compañeras de Adivinación el año anterior, ¿recuerdas? —  Parece algo decepcionada por mi falta de reconocimiento hacia su nombre, pero finalmente una imagen de ella leyéndole la mano a Lysander llega a mi mente. Ella estaba algo así como enamorada platónicamente de él, pero Lys jamás la miró. Já.
 
—  No, lo siento, no recuerdo—  miento, poniendo cara de disculpa. Ella baja la mirada.
—  Oh, descuida, está bien. Yo sólo quería pedirte un favor tonto—  dice, recuperando rápidamente su vitalidad. Enarco una ceja. ¿Una desconocida quiere pedirme un favor? Dios mío, creo que me reiré sin descaro en su cara, no puedo creer que…—  Es sobre Lysander—  añade, mordiéndose el labio para no hacer tan obvia su sonrisa entusiasmada. Eso se gana mi atención.
—  ¿Ah sí? — Suelto, alzando las cejas—. Ven Alice, caminemos y mientras cuéntame qué sucede con Lys—  indico, comenzando a andar. Ella no duda en seguirme, casi como un perrito a quien van a sacar a pasear por primera vez en meses. Merlín, ¿por qué todos se comportan así cuando están en torno nuestro?
—  Es que… ¡Oh dios! ¡No me creerás! —  suelta eufórica, moviendo las manos tontamente, como esquematizando su emoción. Suspiro cansinamente, pero fuerzo una sonrisa, sólo porque necesito saber de qué va la cosa.
—  Si no me dices dudo poder considerarlo real o no—  suelto irónica, sólo que ella parece creer que bromeo en serio, porque ríe tontamente.
—  Lo siento, ¡estoy tan excitada! —  Se muerde los labios otra vez, como una niñita, y entonces suelta: —  ¡Lysander me invitó a salir!
 
Me detengo en seco y la miro tildada. Ella me imita, sin dejar de sonreír. —  ¿Qué? Pero él nunca invita a salir a nadie—  digo, indignada. Ella sigue sin captar mi tono de voz, y vuelve a reír esquizofrénicamente.
—  ¡Lo sé! El sábado en la fiesta estuvo toda la noche conmigo, ¡incluso me besó! Y ayer en la biblioteca se acercó a hablarme, ¡y entonces me pidió salir! ¿Puedes creerlo? —  chilla emocionada, con ojos brillantes.
 
Siento una especie de asfixia, y mis entrañas contraerse punzantemente en mi estómago. Mi visión parece tornarse roja, y siento calor en mi frente; no sé por qué, pero odio a esta chica. Muerdo mi mejilla interna, y fuerzo una sonrisa, que ella corresponde con alegría.
 
—  Entonces… ¿Alice, cierto? ¿En qué quieres que te ayude, exactamente? —  pregunto con fingida dulzura. Ella se muerde el labio con entusiasmo. Agh, no puedo creer que alguien tan maduro y apuesto como Lysander se fije en alguien como ella. Dioses.
—  Me preguntaba si tú, que eres su mejor amiga y lo conoces como nadie, podrías darme algunos consejos para mi cita—  explica, un poco más dando saltitos de alegría. Tuerzo el gesto ante la palabra “cita”, pero lo disimulo rápidamente, y vuelvo a caminar, seguida de cerca por Alice.
 
—  De acuerdo, en primer lugar, no le digas a nadie que tienes una cita con él—  digo, y ella asiente rápidamente—. A Lys le gusta la privacidad.
—  Vale, privacidad. Entiendo—  confirma, anotando mentalmente. Esta vez sonrío con sinceridad; esto será más sencillo de lo que creía.
 
 

***

 
 
No me considero una amiga celosa, o una persona obsesiva, pero no me gusta esa tal Alice para Lysander. Él merece algo mejor. Y ese pensamiento justifica totalmente que los esté siguiendo en su cita, ¿entienden? Bien. No es que me importe que él tenga chicas, o eso. Él siempre tuvo chicas, desde que entré en Hogwarts, cuando él iba a tan sólo segundo año. Pero una “cita” me parece algo muy serio; opino que debería seguir disfrutando, y seguramente me lo agradecerá luego, ya verán.
Mi plan consiste en pasear “casualmente cerca” de donde ellos están ahora (es decir el jardín interno del cuarto piso), acompañada con Max, y sugerir pasar una cita doble, luego de improvisar algo en el momento. Así al menos los mantendré controlados, y de paso terminaré de sabotear esa absurda cita. ¿No les parece ideal? Soy un as en esto.
 
 
—  ¿A dónde estamos yendo, exactamente? —  pregunta Max intrigado, mientras lo llevo del brazo por los pasillos del cuarto piso, en busca del jardín. Le doy una sonrisa de reojo, que él corresponde con otra sonrisa.
—  No lo sé, de hecho. ¿Paseamos? —  miento, encogiéndome de hombros. Él ríe.
—  Podríamos estar haciendo cosas más interesantes que pasear sin rumbo y en silencio—  conviene, seductoramente. De espaldas a él, ruedo los ojos. ¿Por qué los chicos siempre tienen el sexo en mente? Es decir, de acuerdo, me estoy comportando como una zorra, pero de todas formas…
—  ¿Pasear sin rumbo y hablando? —  sugiero inocentemente, y él suelta una risa divertida.
—  Ya entendí el mensaje—  dice, socarrón. Estoy a punto de decir algo, pero desde mi lugar alcanzo ver un atisbo del jardín interno, y las cabezas rubia y pelinegra de mi amigo y la labrador muy juntas, y mi sangre parece entrar en modo erupción volcánica. Ra-bi-a.
 
Totalmente enfurecida, volteo y comienzo a besar a Max desenfrenadamente. Lo tomo por sorpresa, pero me devuelve el gesto tan entusiastamente como yo, con una mano en mi espalda y otra descendiendo por la cintura.
Max besa muy bien, debo admitirlo. Pero no estoy haciendo esto para disfrutar de un buen besuqueo, así que a tientas comienzo a caminar para atrás, pretendiendo buscar una habitación vacía, y él me sigue, llevando una mano a mi trasero que sólo permito por ser bastante útil en lo que pretendo. Apoyo la espalda contra la pared y, ágilmente y con su ayuda, subo las piernas enredándolas en su cadera, con él sosteniéndome sin esfuerzo alguno. Dejo de besarlo para que lleve sus labios a mi cuello, y entonces alzo “casualmente” la mirada, encontrándome con que exactamente frente a nosotros está la entrada al jardín interno, de hecho dando directo al banco donde Lysander y Alice se sientan, ella con su cabeza apoyada en su pecho. Al parecer aún no nos vieron. ¡Cuánta rabia!
 
Conteniendo la ira, enredo mis dedos en el cabello rizado de Max, y lo atraigo más a mí, ladeando mi cabeza para darle mejor acceso a mi cuello. Jadeo, pero la pareja frente a nosotros sigue sin notarnos. Tercamente, y decidida a que nos vean, tomo el rostro del Nott entre mis mano, y vuelvo a besarlo, dando un envión hacia adelante con mis caderas. Él suelta un gemido bastante audible en el silencio del pasillo ante el gesto, y entonces oigo un “¿Lily?”.
 
Escondiendo una sonrisa, pongo mi mejor cara de sorpresa y me separo de Max, quien inmediatamente me deja en el suelo, con cierta delicadeza de caballero que es contradictoria a su personalidad. Allí están Lysander y Alice, parados en el umbral de la puerta, ella con cara de sorpresa, y él notablemente molesto. Reprimo una sonrisa, jadeante.
 
—  ¿¡Lily!? —  repite, esta vez más como un reto exasperado. Miro a Max alarmada, y me muerdo el labio, fingiendo estar nerviosa—. ¿Qué diablos pretendías hacer con ella, idiota? —  Espeta furioso, esta vez dirigiéndose a Max. Él alza las cejas, y me mira a mí interrogativo.
 
De acuerdo. Yo no quería una pelea. Sólo rabiar un poco a Lysander, y de pasada arruinar su cita. ¡No peleas!
 
—  Cálmate, Scamander—  dice Max, frunciendo el ceño. Sé que su paciencia no es su mejor virtud, y sólo está tolerando que Lys le hable así porque es mi mejor amigo. A decir verdad, aunque Lysander es un año menor que él, en una pelea estarían muy empatados; pero no quiero saber quién gana.
—  ¿Que me calme? Voy a romperte el maldito rostro—  musita, y da un paso adelante, haciendo que Alice chille y Max se ponga en posición alerta.
—  ¡Alto ustedes dos! —  exclamo, avanzando hasta intermediar entre ambos, con ojos bien abiertos.
 
La situación quizás no fue como pensé que sería.
 
 
—  Muévete—  suelta Lysander duramente. Rayos, él ni siquiera es una persona violenta, ¿y ahora?
—  ¡Ya basta Scamander! —  chillo, exasperada—. ¡Sólo era un beso!
Él suelta un bufido incrédulo. —  ¿Crees que ese tipo quería sólo un beso de ti? —  espeta, señalando con un gesto a Max, quien aún permanece alerta a mis espaldas.
—  Oye, yo no voy a hacerle daño a Lily—  dice él, muy probablemente ceñudo, pues suena bastante irritado. Lys vuelve a bufar.
—  ¿Ah no? ¿Como tampoco se lo hiciste a Arianna Peters, o media población femenina de Hogwarts? —  ironiza, apretando la mandíbula. Llevo una mano a mi rostro. Oh Merlín, ahora va a empezar con eso.
—  Todas ellas sabían que yo no busco cosas serias, Scamander.
—  Oh claro, ¿y tú quieres algo serio con Lily? —  suelta, sarcástico. Max permanece en silencio, y Lysander menea la cabeza, con una sonrisa cínica—. Sólo aléjate de ella, ¿quieres? Y no vuelvas a acercarte.
—  ¡Lysander, cierra la boca! —  exclamo, escandalizada. Max sigue siendo trabajo del club Rompe-Rompecorazones. Ninguno de los dos me presta atención, sólo Alice, quien casi había olvidado que estaba aquí. Ella me mira angustiada.
 
—  ¿Quién te crees que eres para decirme qué hacer? —  musita Nott severamente, y lo siento avanzar un poco. Lysander también da un paso adelante, y prácticamente ignoran que estoy en medio, pues soy una cabeza más pequeña que ambos.
—  Su mejor amigo, Nott. Y quien te pateará el trasero tan pronto como vuelvas a ponerle una mano encima—  dice en voz neutra y mortífera. Nunca pensé que Lysander pudiera oírse así.
 
Creo que puedo sentir la tensión en el aire como una capa de humedad. Me apresuro a avanzar, empujando a Lys por el pecho, con pánico. —  Ya basta, por Merlín—  repito, casi sin aire. Debo admitir que sentí un balde de miel verterse en mi pecho con su amenaza, no sé muy bien por qué.
 
 
Hay silencio, tenso silencio, en el que me pongo a pensar en lo estúpida que fui al idear esto. Tendría que haber previsto que Lysander reaccionaría peor que Albus y James juntos al verme con Max en esa situación. Supongo que la rabia por la noticia de la presunta cita no me permitió pensar con claridad.
 
—  Max, sólo vete—  suelto, girando la cabeza para mirarlo con disculpa. Él me mira tenso, y luego a Lysander. Es como si fueran dos perros gruñéndose en una advertencia de “o te vas, o te muerdo”. ¡Hombres!
 
Tras unos segundos que parecen milenios, él sacude la cabeza con un bufido que no termino de comprender, y se marcha a zancadas furibundas. Bueno, ¿eso cuenta por romper el corazón de un rompe corazón? Sólo lo rechacé sin acostarme con él, pero en fin, dudo que él tenga su corazón a fácil acceso. Misión cumplida entonces. Ahora debo enfocarme en lo importante.
 
Apenas Max desaparece en la curva del pasillo, vuelvo a girar el rostro para ver a Lysander de frente, aún con mis manos en sus hombros. —  Lys, yo…—  comienzo a decir, pero me ignora. Se limita a mirarme frustrado unos instantes, para luego apartarse con brusquedad, enfrentándose a la confundida Alice.
—  Lamento eso—  le dice suavemente, ignorándome por completo. Siento una cuchilla en mi corazón.
—  ¿Vas a ignorarme? —  suelto sin rodeos, sin poder evitar sonar dolida. Él no me mira. De hecho, la única que lo hace es Alice; primero a mí, y luego a él, como esperando que me responda.
—  Lys, creo que Lily quiere hablar contigo—  dice conciliadoramente, posando una mano en su hombro. Muerdo mi mejilla interna para no lanzar un insulto a la persona que me está ayudando; no sé por qué lo hace, o qué busca, pero odio a esa perra.
Él suspira, y sé que con eso ha descargado toda su rabia; él es así, no hay violencia en su personalidad. No muy seguido, al menos. —  Yo no quiero hablar con ella—  conviene Lys, sin mirarme aún, tomando la mano que Alice había apoyado en su hombro, entrelazándola con la suya—. Vámonos a otro lugar.
 
—  Aguarda, ¿te marchas sin más? ¡Lysander! ¡Lysander Xenophilius! —  reprocho a gritos, cruzándome de brazos con terquedad, viéndolo marcharse a paso tranquilo con Alice, quien me mira con disculpa sobre su hombro.
 
Sigo gritando amenazas e incoherencias hasta que ambos desaparecen por el pasillo, y él no ha volteado ni una sola vez. Entonces me quedo allí parada, en silencio, sin la menor intención de arrastrarme y rogarle su perdón. Simplemente permanezco quieta, sintiéndome miserable y sola. ¿Acabo de hacer enojar a Lys? ¿Cómo es que eso es posible siquiera?
Me muerdo el labio inferior, y lentamente me derrumbo, hasta quedar sentada en el suelo, abrazando mis rodillas. Soy una estúpida. Y ni siquiera sé por qué me sienta tan mal todo esto. ¿Acaso me importa que él se vaya con Alice, y lleguen a tener algo serio? Lysander con una novia seria. Sí, eso me asusta mucho.
 
Hundo mi rostro entre las piernas, confundida, preguntándome qué diablos sucede conmigo.



_____________


Jesús, me quedo sin batería! seguiré subiendo en la noche, xxo.
C.J. Potter
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Mensaje por Valeria Bieber Jue 27 Mar 2014, 7:33 pm

¡¡O DIOS MIO!! Es tan hermoso el capitulo, ¿subirás un capitulo pronto?
Eres muy buena escritora.
Valeria Bieber
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Mensaje por Valeria Bieber Dom 30 Mar 2014, 2:36 pm

¿Es mucho pedir un capitulo más?
Valeria Bieber
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Mensaje por C.J. Potter Dom 30 Mar 2014, 2:50 pm

De hecho es la parte 1 de un capítulo larguísimo, pero tuve algunos problemas y no pude terminar de subirlo. Muy probablemente esta noche lo haga (:
C.J. Potter
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Mensaje por TamiaUnbroken Mar 01 Abr 2014, 4:28 pm

Ahhhh te mataré! Por que la dejas así! .... Bueno soy nueva lectora y me encanto esta novela! En serio! Espero que subas capítulo! Y bueno también en no me dejes ir! Por favor extraño mucho esa novela :'(
Por favooooooooooor :'(
Ya siguelassss
Me encantan ambas :')
James es jodidamente perfecto jajaja
En fin, siguelas :D
-Tami
TamiaUnbroken
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Mensaje por tobias. Miér 02 Abr 2014, 5:12 pm

comento después bc tengo paja ;-; aunque ya lo leí.
tobias.
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Mensaje por C.J. Potter Jue 03 Abr 2014, 6:48 pm




Capítulo 6


"Salvación"




Parte 2



Adhara

 
 
Créanme cuando les digo que hoy no dormí nada en absoluto. No pude pegar un ojo en toda la noche, y cuando vi que el sol comenzaba a salir, me levanté de la cama, me duché, vestí, y bajé a desayunar cuando la comida ni siquiera estaba lista. Me resultó imposible probar bocado, sin embargo, así que supongo que es igual. Pasé la mañana entera en el rincón más apartado de la biblioteca, completamente sola, sentada en el suelo y abrazando mis rodillas con pánico, preguntándome qué sería mi vida luego del mediodía.
 
Hoy, jueves, a las 11:00 am, llega finalmente la estúpida carta con los estúpidos resultados del estúpido sorteo Mortífago. Y sí, estoy muy asustada. Ni siquiera he pensado bien en ello; me pasé todo el tiempo con la mente en blanco, o recordando viejos partidos de quidditch, para intentar hacer un pacto de tranquilidad conmigo misma. Intenté enfocarme en que hoy volveré a tener prácticas de quidditch, y en una semana el primer partido del año; en que al menos, fuesen cuales fuesen los resultados, podría seguir viendo a mis amigos, jugando quidditch, y estudiando. Ignoré totalmente la parte donde debía tatuarme una maldición en el brazo, infiltrarme entre mis propios amigos para poder ayudar a que los mortios aniquilen a sus familias, y obedecer toda y cada una de las órdenes de mis superiores cualesquiera que fuesen. Y ni siquiera pensé en la posibilidad de que fuera Scorpius el escogido; eso sería demasiado devastador para mi salud.
 
 
Me crucé a Molly Weasley a las diez y media, cuando decidí dirigirme a la lechucería. Ella me saludó alegremente cargando varios paquetes, luciendo muy ocupada, y yo me sentí fatal, pues sobre su cabeza comenzaba a vislumbrarse el cártel “víctima; ella te odiará en unos meses”.
 
Así que aquí estoy. Cinco minutos para las once, sentada en el suelo entre un montón de aves pululantes que me miran acusadoramente, lamentándome de antemano sobre mi existencia. Ayer pasé todo el día con mis amigos, en una escapada a Hogsmeade usando disfraces, para evitar a los Aurores. Scorpius no sabe que hoy será el día decisivo; prefiero mantenerlo al margen todo lo posible, y darle la noticia de manera suave.
 
 
Ana llega a las once y punto. Luce ojerosa como yo, y con una expresión de derrota increíble. No dice nada, simplemente se sienta en el suelo a mi lado, y deja caer su cabeza en mi hombro.
 
—  ¿Max? —  pregunto pastosamente. Ella suspira.
—  No vendrá. Él quedará de todos modos; es hijo único—  murmura, apesadumbrada—. Creo que estará todo el día en la Sala de Menesteres con un par de chicas. Sigue furioso por lo de la estúpida Potter… Yo creo que también me siento algo furiosa por el otro estúpido Potter. Luego de esto me emborracharé, quede o no. No lo soporto, de veras.
 
También suspiro. Es imposible estar tan curtida por la vida en tan pocos años, pero así me siento en estos instantes. —  Lily estaba intentando jugar con él, vanamente. Y ambas sabemos que a Max no le afectó ella, sino que Lysander lo amenazara tan abiertamente. Y tú… bueno, no parecías pasarla mal mientras te besabas con Albus. Quien, ambas sabemos también, no es un estúpido—  digo, en un intento por desviar nuestra atención. Ella bufa.
—  Comencé a recordar un poco ayer, y sí, besaba excelentemente. ¿Nunca has probado? —  pregunta curiosa, y si estuviera de buen humor quizás hubiera reído.
—  No, ya te he dicho que entre Albus y yo no hay nada de eso. ¿Qué hay de ti? ¿Han hablado o algo?
Ella vuelve a bufar. —  Por favor, ¿crees que luego de besar a un Potter bajo los efectos del alcohol iré a hablar con él para decirle…? ¿Qué? ¿‘Hey, un día de estos deberíamos salir por ahí’? Por favor, eso es tan…
 
Su frase es interrumpida por la brusca irrupción de cuatro lechuzas, todas negras y hostiles, con el mismo tipo de sobre en las patas. Ambas nos tensamos, mudas, sin atrevernos a movernos de donde estamos.
Somos muchos los hijos de ex-mortífagos que estamos involucrados en esto, pero algunos tienen otros lugares asignados para el recibimiento de cartas. ¿Se imaginan a una bandada de pájaros negros entrando a la lechucería, siendo recibidas puntualmente por un enorme gentío de alumnos de Slytherin? Eso sería demasiado sospechoso.
 
—  De acuerdo. Iré—  suelta Ana, con voz ahogada, poniéndose de pie con pesadez. Trago con fuerza y la imito, sin saber de dónde saqué el valor suficiente. Ni siquiera me gasto en sacudir mis jeans polvorientos, simplemente me acerco a la mesa donde se posaron las lechuzas, y las miro.
—  Estoy aterrada—  murmuro, buscando el sobre con mi nombre. Una indica “Zabini”, otra “Nott”, otra “Russell” (aunque supongo que Annabelle no vendrá, pues también es hija única), y finalmente “Malfoy”. Mi lechuza tiene ojos zafiros, frívolos y penetrantes. Me intimida. Me intimida una lechuza, Merlín.
—  Yo mucho más—  susurra Ana, meneando la cabeza.
 
Primero toma las cartas de Max y Belle, y las abre rápidamente, leyéndolas casi sin ver, hasta que éstas se hacen cenizas junto con sus sobres. Entonces suspira, y se enfoca en la lechuza que le corresponde.
 
—  Luego de esto beberé mucho alcohol—  repite pastosamente, más para sí misma que para mí, y estira la mano y toma su carta, con mucha lentitud. Cierro los ojos con fuerza, y rápidamente la imito, antes de arrepentirme.
 
Tener el sobre entre mis manos es como tener el hilo de mi vida y una tijera. Horrendo. Aterrador. Terriblemente realista.
 
—  Vale. ¿Lo hacemos juntas? —  sugiero, sintiendo como si me ahogara. Ella me mira duramente, ocultando su miedo, y asiente, preparándose para abrirla.
—  Uno…—  dice.
—  Dos—  secundo.
—  Tres…—  suspira, y ambas rompemos el sobre.
 
Decido que lo mejor es verlo ya y dejar de torturarme, así que alzo el papel y paso encima de las líneas de protocolo sin mucho interés y con nerviosismo, hasta llegar en la parte donde dice “el privilegiado que ha sido escogido para formar parte de nuestro culto ha sido…”
 
Se me hiela la sangre del cuerpo entero en un milisegundo, y siento mi rostro palidecer al tiempo que mi boca se seca. Ana suelta un sollozo ahogado, aparentemente sin lágrimas.
 
—  Quedé—  suelta, lastimosamente, apoyándose contra la mesa para no derrumbarse, mientras la carta se deshace en cenizas.
 
Casi no me fijo en ella, en realidad. Creo que estoy llorando, pero no lo sé con exactitud. Todo se ha vuelto entumecido y gris. Me dejo caer en el suelo, con las manos sobre mis rodillas, y las virutas quemadas de la carta ensuciándome el pantalón. Mi corazón está comprimiéndose lentamente, y mi garganta parece estar entrando en cerrado hermético.
 
—  Scorpius—  suelto, casi como un jadeo en busca de oxígeno. No sé si me oyó o no, pues está temblando, con el torso apoyado sobre la mesa, en completo silencio. Da igual. Todo da igual.
 
Mi hermano de dieciséis años, mi pequeño Scorpy, el niño que alguna vez vestí con mis mayas para que jugara a los súper héroes, el tonto que tiene vergüenza de confesarse a Rose, el honesto y valiente Scorpius, mi mejor amigo, mi todo, él es el maldito elegido para formar parte de algo que le joderá la vida y a todos sus descendientes, tal y como le ocurrió a mi padre veinte años atrás. Y tengo pánico. Mucho más que si hubiera sido yo. ¿Cómo puedo darle una noticia semejante? ¿Cómo puedo asimilar yo algo así? No quiero que él sea cómplice de toda esta mierda, no quiero que él pierda todas sus oportunidades, no quiero que él renuncie a su vida, a Rose, sólo por una absurda y repugnante ansiedad de venganza, por una guerra idiota que no debería incluirnos.
 
Escondo el rostro entre mis manos, rendida, y me quedo así lo que parece una eternidad.
 
 

***

 
 
—  Luces como muerta—  se burla Lily Potter saliendo de las duchas, mientras se abrocha el uniforme de prácticas. La miro pesadamente, terminando de atar mis zapatos.
—  Me siento como muerta—  asiento lenta y rasposamente, poniéndome de pie con desgano, caminando hasta mi casillero.
—  ¿Estuviste llorando? —  pregunta, perspicaz, tomando su escoba. Lily no es la reina del tacto.
—  Quizás—  musito, rebuscando una cinta, juntando mi cabello precariamente en un moño. Ella frunce el ceño.
—  ¿Te sientes bien, Malfoy? —  Ahora habla seria. Suspiro, y volteo a verla, cerrando mi casillero de pasada. Ella está entornando los ojos hacia mí, con curiosidad.
—  A decir verdad no. Pero es igual—  contesto, encogiéndome de hombros desanimada. De hecho, desde esta mañana todos mis movimientos incluyen la palabra “desánimo”, o “pesadez”, así que lo obviaré.
—  ¿Estás enferma? —  insiste, profundizando su ceño. Me pregunto si siquiera le importa en serio.
—  Algo así—  farfullo, bajando la mirada. Voy hacia el escobero, pasando junto a Henry Gaunt quien se ríe de algo que Fred Weasley está diciendo, al otro lado de los vestuarios.
 
Es extraño. Ver gente feliz y el mundo girando, aún cuando yo siento que estoy desplomándome lenta y dolorosamente, es algo indignante. ¿Por qué todo debe ser tan injusto? ¿Por qué debo guardarme el dolor para mí misma, mientras los demás siguen tranquilamente con sus vidas, ignorándome completamente? ¿Por qué mi hermano, al menos, no puede tener eso, sólo porque su apellido es “Malfoy”? ¿Por qué? Esa es la pregunta del millón, la que me he hecho toda mi vida.
 
—  ¿Estás llorando? —  Volteo bruscamente (y esa es probablemente la acción más veloz que hice en el día), y veo a Lily Potter parada a mi costado, luciendo muy extrañada. No me había dado cuenta de eso, pero rápidamente seco mis ojos, girando el rostro para que no me vea.
—  No es nada—  musito con dureza, tratando de retener las lágrimas que amenazan con seguir cayendo, aunque de hecho mi voz sale algo quebrada. Ella pestañea varias veces, como si no supiera cómo reaccionar ante esta situación.
—  Deberías… deberías ir a la enfermería si te sientes mal, Malfoy—  determina entonces, volviendo a endurecerse. Suelto un extraño sonido, entre un bufido y una risa sin nada de gracia, más bien irónica, y termino de secar mis ojos para poder verla de frente.
—  Sólo déjame en paz, ¿quieres? —  suelto, esta vez sí con brusquedad. Ella vuelve a lucir ceñuda.
—  ¡James! —  exclama, sin dejar de mirarme. La miro interrogativa, preguntándome qué rayos pretende, y entonces Potter ya está parado a su lado, aún sonriendo por quién sabe qué broma.
—  ¿Sí, hermanita? —  cuestiona, mirándola, y luego a mí. Su sonrisa decae un poco—. ¿Estás congestionada o estuviste llorando, Malfoy? —  suelta, y me siento estúpida por lucir tan obvia. Aprieto la mandíbula y volteo, tomando mi escoba y encaminándome hacia la salida.
 
—  Malfoy ha estado llorando hasta recién. Creo que está enferma. No puede jugar así. Deberías enviarla a la enfermería—  oigo decir imperativamente a Lily, quien sé que me está siguiendo a zancadas—. ¡Espera allí, Malfoy! —  ordena, y aprieto aún más mi paso, como si de hecho ellos luego no pudieran detenerme en el campo. Sólo que entonces Dylan Suex se interpone en la puerta, de brazos cruzados, y ya no tengo escapatoria.
 
Lo miro con rabia, aprieto los puños con fuerza, y volteo furiosamente a ver a Lily Potter, quien también está cruzada de brazos flaqueada por un ceñudo Potter.
 
—  ¿Qué? —  escupo violentamente, sintiendo mi labio inferior temblar del enojo. Ella rueda los ojos.
—  Lily tiene razón. No puedes volar así, sea lo que sea que tengas—  dice Potter en plan Capitán, muy contundente. Lo fulmino con la mirada.
—  ¡No puedes negarme la práctica! —  grito irritadamente, aunque de hecho en el fondo sé que sí puede.
 
Todo el equipo está mirando la escena, con curiosidad y algo de asombro. Usualmente yo no protagonizo este tipo de cosas; usualmente, yo ni siquiera las miro; ¿estaré supliendo a Arianna en eso, o algo así?
 
Potter da un paso adelante, provocando que me yerga por inercia, y con las cejas cínicamente alzadas suelta: —  Sí, puedo. Y puedo expulsarte, también. Así que no vuelvas a gritarme, Malfoy, o podrás irte a llorar a cualquier otra parte ahora mismo.
 
¡Agh! ¡Lo detesto! ¡Lo detesto tanto! ¡Está burlándose de mí el muy idiota! ¡No estoy de humor para sus estúpidas e inmaduras frases! ¿¡Qué no lo ven!? ¡Idiota! ¡Imbécil! ¡Estúpido! ¡Bueno para nada! ¡Grandísimo necio! ¡Arrogante! ¡Odio a este tipo! ¡Y a todo el maldito mundo!
 
—  Vete a la mierda, Potter—  suelto, resignada a cualquier cosa excepto mi orgullo. Colin Crevey ahoga una exclamación, tan fanático de James como es, y Lily alza las cejas con sorpresa.
 
Es que por lo general dejamos de lado nuestras diferencias al momento del quidditch (sobre todo de mi parte, como siempre), y sé que lo que acabo de decir me jugará muy en contra. La cara severa de Capitán Potter me lo dice. Y la verdad es que me importa un Knut partido al medio; una desgracia más sumada al resto no hace la diferencia.
 
 
Hay un largo y tenso silencio que me está volviendo loca. Estoy pensando en la posibilidad de darle una patada en la entrepierna a Suex, y salir volando fuera de Hogwarts o algo así, cuando él finalmente habla:
 
—  Fred, encárgate del entrenamiento un rato. Debo hablar con Malfoy—  dice, inflexible.
 
Fred alza las cejas en un elocuente “aquí habrá problemas”, y enseguida indica al grupo que lo siga afuera. Todos pasan junto a mí, dándome miradas de lástima, y cuando es turno de Lily ella suelta un “intenta no matarlo”. Sospecho que ella sabe que la rabia y la angustia de una mujer es muchísimo más titánica que el enojo y el orgullo herido de un hombre.
 
 
Lily cierra la puerta a sus espaldas, y entonces quedo sola con Potter, en los vestuarios. Estúpidamente recuerdo con vaguedad lo que pasó la última vez que estuvimos solos aquí, pero me mantengo tensa, con la mandíbula y los puños apretados, mirándolo tan analíticamente como él a mí. Me pregunto qué diablos pretende hacer, y por qué no me ha expulsado aún.
 
—  ¿Qué diablos te sucede? —  espeta entonces, cruzado de brazos como yo. Me muerdo la mejilla interna, y no digo nada.
 
Él espera unos segundos, y al captar mi posición defensiva da unas zancadas adelante, hasta estar a menos de medio metro de distancia. Es ligeramente amenazante, pero créanme cuando les digo que ya no le temo a nada. ¿Lo dije, no es así? Todo da igual.
 
—  Dame una buena razón para excusarte ahora mismo, o de veras te expulsaré, Malfoy— musita severamente, mirándome desde su altura con el ceño fruncido. Trago con fuerza.
—  Expúlsame entonces. No voy a darte ninguna explicación—  susurro bruscamente, con el rostro alzado para verlo de frente, casi riéndome con ironía de tan sólo pensar en contarle de qué va la cosa. “Oh, no te imaginas, ¿recuerdas que toda la vida has llamado a mi familia “mortífaga”? Bueno, resulta ser que de hecho lo somos, y mi hermano ha sido escogido para ser un miembro oficial, así que estamos bien jodidos. ¿Tomamos café y conversamos sobre esto?”. No, nada gracioso.
 
 
Él también aprieta la mandíbula. —  Estoy hablando en serio, Malfoy—  dice, tensamente. Me sorprende muy ligeramente que aún no haya dicho “estás expulsada”, pero supongo que el asunto de echar a una de tus cazadoras estando a una semana del primer partido del año no es algo que él quiera hacer. Suspiro con desgano, y aflojo los brazos, dejándolos caer a mis costados.
 
—  Yo también—  gruño con desinterés, sintiendo la mirada cansada. Él suelta un bufido exasperado.
—  ¿Por qué demonios eres tan…? ¡Tan terca! ¡Me exasperas, Merlín! —  suelta, rastrillándose nerviosamente en cabello, evidentemente siendo superado por la situación.
—  ¿Por qué demonios tú no me expulsas y ya? —  desafío, comenzando a irritarme. Ahora que lo pienso, no tengo verdaderas ganas de jugar al quidditch. Quizás de volar un rato a la deriva, o dormir, sí. Pero no de jugar y obedecer órdenes. No hoy. No ahora. Tan sólo quiero… paz.
 
Él echa la cabeza hacia atrás, y se soba el rostro cansinamente. —  Porque te sucede algo, y no puedes mandar todo a la mierda sólo por un mal día, ¿entiendes? —  suelta, volviendo a mirarme, con evidente poca paciencia.
 
Mal día. Mandar todo a la mierda. Sí, me gustarían ambas cosas. Pero ni es sólo un día, ni puedo mandar todo a la mierda. Mal por mí.
 
—  Es más complicado que eso… Sólo déjame y ya. No es problema tuyo—  murmuro con cansancio, sintiendo como si estuvieran bajando y subiendo el interruptor de “ganas de vivir”, pues por momentos estoy furiosa, y otros, como ahora, con ganas de nada en absoluto.
—  Vale. Bien—  suelta entonces, con brusquedad—. No me contarás nada a mí. Lo entiendo—  prosigue, con el mismo tono activo, asintiendo con la cabeza—. Entonces buscaré a Albus o Rose, y hablarás con ellos. Y si estás bien antes de que termine la práctica, entonces vendrás—  finaliza, muy decidido.
 
Ahora la exasperada soy yo.
 
—  ¡No es tan simple como eso, maldición! —  bramo, con el interruptor en modo furia—. ¡¿Por qué haces esto?! ¡Ni siquiera te importa realmente! — Él me mira en silencio, analizando todo a velocidades extremas. Tomo una gran bocanada de aire, y trago con fuerza para intentar suprimir el nudo en mi garganta, pero es imposible, así que pronto estoy llorando. Otra vez frente a Potter. Genial.
—  Malfoy—  vacila él, con la misma expresión de “no sé qué diablos hacer” que Lily, y yo me apresuro a voltear sobre mis talones y esconder el rostro entre mis manos, resignada.
 
 
Estoy sensible al cien por ciento, al parecer. Y pensar que hasta hace unos meses yo no lloraba ni cuando caía de la escoba.
 
—  ¡Te dije que me dejes, idiota! —  Grito, con voz aguda y quebrada—. ¡No finjas que te importa, detesto eso! ¡Sólo vete a la maldita práctica y ya! —  Mi voz sube unas octavas, casi con desesperación, y siento que me vendré abajo literalmente en cualquier momento. Duele tanto. Y duele aún más no poder simplemente ignorarlo.
 
Siento una mano en mi hombro, y acto reflejo me alejo, temblando y soltando una especie de gruñido-chillido. Entonces él simplemente me voltea por la cintura con brusquedad, y me abraza con fuerza, sin darme la posibilidad de apartarme. Durante un buen rato chillo, intentando zafarme, golpeándolo como puedo en los brazos, pues no quiero que esto suceda por segunda vez, no con él. Pero entonces estoy demasiado cansada de intentar mantenerme digna, y me dejo abrazar, resignada y agotada, devolviéndole es gesto y hundiendo mi rostro en su pecho, angustiada.
 
Lloro, sollozo, gimo, y unas pocas veces grito desgarradoramente, sin reparo alguno. Creo que suelto en lágrimas lo equivalente a todo el sufrimiento que he pasado por años. Todo. Absolutamente todo. Y no tengo idea de cuánto tiempo estoy así, hundiéndome en su cobijo protector, sintiendo muy lejanamente sus brazos en torno a mí, su mentón sobre mi coronilla, y su mano en mi cabello, acariciando acompasadamente. Sólo me sostengo de él, como si fuese un pilar, mientras todo mi espíritu se deshace pensando en mi vida, en mi hermano, en mi familia, y en el oscuro futuro venidero, en la cantidad de traiciones a cometer, las muertes a padecer, y los amigos a perder. Los rostros de Rose, Albus, Molly, Lily, Lysander, Lorcan, Lucy, incluso James, giran en mi mente, haciéndome sentir culpa por anticipado.
 
Toda mi vida creí que era fuerte. Capaz de soportar cualquier cosa. Que no necesitaba ningún apoyo, pues yo sola podía con todo… Y ahora me encuentro con que soy un mero pedazo de cristal, que puede quebrarse al menor toque.
 
 
Cuando termino de llorar (no sé exactamente cuándo sucede esto) estoy en blanco. No cruza absolutamente nada por mi mente. Nada. Estoy vacía. De todo. Así que como método de emergencia, me hundo en las sensaciones. Y entonces caigo en la cuenta de que estoy siendo abrazada por Potter, y finalmente siento sus brazos, su mentón, sus caricias. Y me reconforta. Increíblemente me reconforta. Si no tengo en qué pensar, las sensaciones son la mejor manera de llenarme, de reconstruirme. Cuando siento, ni siquiera pienso. No con Potter. Ése es el quid de nuestra complicada cuestión.
 
 
De golpe me doy cuenta de que lo que hasta ayer consideré un problema, resulta ser ahora mi salvavidas más cercano.
 
 
—  Bésame—  susurro en un hilo de voz, algo pastosa por el llanto. Él detiene las caricias en mi cabello, manteniéndose tieso.
—  ¿Qué dijiste? —  cuestiona, confundido.
 
Me separo de él, sintiendo los restos de lágrimas secas en mis mejillas, y lo miro solemnemente, a poca distancia. Sí, luce confundido. —  Bésame—  repito, esta vez más alto, casi como un pedido de auxilio. En este instante ya no me importa perder la dignidad. Sólo quiero que esta horrible sensación desaparezca.
 
Él alza las cejas, sorprendido, y abre la boca para decir quién sabe qué. Pero, hastiada de estar vacía, soy yo quien me acerco tomando su rostro entre mis manos, y lo beso. Él parece estar unos segundos en shock, pero apenas espabila me devuelve el gesto. Primero suave, dulcemente, haciéndome sentir mariposas en todo el cuerpo, y un tirón en mi estómago que me fascina. Me siento bien, cosa que creí imposible minutos atrás.
Decido seguir probando, y aumento la intensidad del beso, acercándolo más a mí, deslizando mis manos de su rostro hasta su cabello, enterrando mis dedos en él como me gusta hacer. Es sedoso, y ociosamente me digo que eso responde mi pregunta del sábado.
 
Él también me estrecha contra sí por la cintura, con una mano explorando mi espalda, hasta que no existe espacio entre nuestros cuerpos. Se siente bien. Muy bien. No hay pensamientos en mi cabeza; no guerras, no mortífagos, no traiciones, no nada. Y soy feliz.
 
Nos separamos para tomar aire, y aprovecho para empujarlo hacia atrás, contra la pared. Él suelta un jadeo sorprendido, algo asombrado, sobre todo cuando me ve desabrochando los botones de su cazadora de práctica.
 
—  Malfoy—  musita, con voz algo rasposa, deteniéndome por los codos. Lo miro confundida.
—  Necesito esto—  susurro débilmente, meneando la cabeza, intentando zafarme y continuar, con cierta desesperación. Él menea la cabeza, jadeante, y desliza su agarre hacia mis muñecas. Lo miro frustrada, respirando agitadamente aún.
—  ¿Sexo? ¿Aquí? ¿Ahora? ¿Conmigo? ¿De verdad quieres eso, sólo para huir de los problemas? —  murmura, frunciendo el ceño en incomprensión.
 
Me siento idiota. Sí, lo soy. Soy una idiota. Y lo peor es que ha sido Potter quien me lo ha hecho notar.
 
Cierro los ojos, rendida, y suelto un profundo suspiro. —  No. No quiero eso—  concuerdo, en un hilo de voz, intentando recuperar mi razonamiento. Me siento un despojo. Es difícil de explicar, y justificar mi comportamiento aún más.
—  ¿Qué es lo que te sucede? —  pregunta, suavemente. Trago con fuerza, y alzo la cabeza para mirarlo de frente.
—  ¿Acaso de veras te importa? —  espeto, intentando ser brusca y fallando en el intento. Él ladea la cabeza.
—  Un poco—  acepta, encogiéndose de hombros—. Actúas muy raro. Primero lloras, luego arriesgas tu puesto en el equipo, entonces me insultas, vuelves a llorar, me besas, y de repente quieres perder tu virginidad conmigo en los vestuarios. ¿Segura de que no tiene SPM?
 
No puedo contener una corta carcajada, pero rápidamente la oculto, girando el rostro. Se supone que me estaba sintiendo para el diablo, Scorpius será mortífago y perderá todo, no puedo estar riéndome con Potter. Dioses.
 
—  Luces mejor cuando sonríes—  comenta, recostando la cabeza contra la pared. De repente la cercanía me incómoda un poco, en el sentido en que hay miles de mariposas bailando en mi estómago, y eso es raro. Vuelvo a mirarlo, confundida. Él sonríe burlón, algo cansado.
—  ¿De veras acabas de decir eso? —  suelto, sorprendida en lo profundo, monótona en el exterior. Él se encoje de hombros.
—  Supongo que estoy tratando de hacer que te sientas mejor—  razona, frunciendo el ceño. Alzo las cejas. Vuelvo a tener sentimientos.
—  ¿Tú? ¿Justamente tú? ¿Queriendo hacer que me sienta bien? ¿Qué diablos te sucede, Potter? —  pregunto, confundida, también frunciendo el ceño.
 
Lo medita un rato. —  ¿Qué te sucede a ti? —  rebate, astutamente. Doy un respingo hacia atrás, aunque él no me permite alejarme del todo, lo cual es extraño.
—  Ya te dije que no es asunto tuyo—  musito simplemente, tragando con fuerza, volviendo a estar seria. Él me mantiene la mirada, analíticamente.
—  Bien. Entonces yo tampoco te contaré mi teoría respecto a qué me sucede a mí respecto a ti— determina, separándose de la pared, soltando mis muñecas—. Nos vemos luego, Malfoy—  dice tranquilamente, encaminándose hacia la salida.
 
Lo miro pasmada, quedándome parada como una idiota hasta que mi cerebro finalmente reacciona. —  ¡Aguarda! ¡Potter! ¡Vuelve aquí y explica eso! —  exclamo, cruzándome de brazos.
Él se detiene, y me mira por encima de su hombro, con una sonrisa burlona en el rostro. Idiota. —  ¿Me dirás qué te sucede? —  condiciona. Muerdo mi mejilla interna con fuerza; el muy idiota sabe que no resisto saber el significado de sus palabras. Después de todo, no soy la única con una severa confusión mental al momento de pensar en nuestra muy extraña y nueva relación. En lo profundo quiero saber qué está pasando.
 
—  ¿Me dirás tú qué es lo que piensas que pasa entre… nosotros? — espeto, alzando el mentón con dignidad. Él voltea y se acerca a mí, sonriendo victorioso.
—  Por supuesto—  acepta, deteniéndose a unos pasos de distancia. Asiento varias veces, comenzando a arrepentirme, y tomo asiento en los bancos.
—  Vale. De acuerdo. Te contaré—  acepto, resignada.
 
Por supuesto no le contaré todo, ni con detalles. Sólo lo básico, para de pasada quitarme todo esto de encima, pues dudo soportarlo una vez que él se marche y yo vuelva a estar sola.
 
Un momento. Repasemos qué acabo de decir. ¿“Dudo soportarlo una vez que él se marche y yo vuelva a estar sola”? ¿Qué diablos…? Bien, sí, quizás Potter tiene efecto anestesia sobre mí. Lo acepto. Pero eso no significa que lo necesite para olvidar mis problemas. Oh dios, eso es grave. Luego de esto iré a buscar al primer chico que se me cruce y tendré un besuqueo de horas para demostrar que no se trata de él, sino de los acercamientos en general. ¿No hace eso Max? ¿Y Ana? Se acuestan con personas para olvidarse de sus problemas. Sí, lo hacen. Yo también puedo.
 
Prometo que luego de esto dejaré de recurrir a Potter para despejarme. Mi vida ya está suficientemente jodida de por sí.
 
 
Él toma asiento a mi lado, ladeado para poder mirarme de frente (e intimidarme, lo sé), y hace un gesto elocuente para que comience a hablar. Cierro los ojos unos segundos, y suspiro, pensando cómo comenzar a relatarlo.
 
—  No puedes decir nada de lo que voy a contarte. A nadie, ¿oíste? —  Postulo primeramente, amenazante.
—  ¿Ni siquiera a Rose y Albus? —  Pregunta, alzando las cejas con sorpresa. Hago una mueca.
—  No, ni siquiera a ellos—  murmuro amargamente.
—  Esto pinta muy grave... De acuerdo, no le diré nada a nadie—  asiente, solemne.
—  Ni siquiera cuando te vuelvas a dar cuenta de que me odias, o estés aburrido y decidas hacer mi vida miserable otra vez. ¿Entiendes? —  insisto, más amenazante aún. Él me mira de una manera que no termino de entender, pero asiente.
—  Bien, ni siquiera entonces.
—  Júralo.
—  Lo juro.
 
Asiento, tomando aire, y entonces llega la pesadumbre. —  Es… Es complicado—  suspiro, inclinándome hacia adelante, sobre mis muslos, para de pasada evitar su mirada, que hace todo más difícil—. Imagínate que las personas que más amas en este mundo están en peligro. Que Lily, o Albus, tienen que acarrear un enorme peso que cambiará sus vidas y las volverá miserables, incluso cuando tú pudiste haber sido quien lo hiciera, y no ellos. Que no puedes hacer nada al respecto, sólo dejar que suceda, porque eres una insignificante pieza del tablero, y debes amoldarte a la situación, no al revés. Y entonces nada tiene sentido. Si no puedes proteger a los que quieres, si no puedes protegerte a ti mismo, si no puedes ser feliz viviendo tu vida, y tampoco pueden serlo ellos, ¿qué más da todo? —  murmuro, sintiendo como si estuviera hablando conmigo misma. No puedo retener una lágrima, que cae directo al suelo, y automáticamente me seco los ojos, sin ganas de llorar frente a él otra vez. Suficiente por un año.
» Vivir con miedo, esperando a ver quién será el próximo en caer—  prosigo, con más furia que tristeza—, temiendo por quienes amas, sin saber qué hacer para que se detenga. Y luego soportar a los imbéciles de fuera riéndose, pasando ingenuamente por encima de una situación que es más grande que ellos. Los problemas habituales se vuelven estupideces. Y ya no tienes más ánimos para hacer nada en absoluto, excepto lamentarte, o tratar de huir. No existe lugar para la valentía en algunas situaciones… Y eso es horrible—  finalizo, en un hilo de voz, sin saber si dije demasiado o hablé muy obvio, sólo pensando que acabo de aclarar mi mente. Es eso. Es eso y no tiene solución.
 
 
Pasan tantos minutos de silencio que casi olvido que Potter estaba a mi lado, hasta que oigo su voz, algo tensa. —  ¿Esto tiene que ver con los mortífagos?
 
Trago con fuerza, y me incorporo hasta quedar sentada otra vez, enfrentando su mirada con expresión neutra. —  Todos nosotros estamos relacionados con ellos de alguna manera, Potter—  murmuro amargamente, presionando los labios con fuerza. Él me mira severo, y sé que ya no hay raras intenciones de ayudarme en él. No me importa de cualquier modo; no podía ayudarme ni aunque quisiera.
—  ¿Estás involucrada con ellos o no, Malfoy? —  espeta duramente, también tragando con fuerza. Parece incluso nervioso. Cierro los ojos lentamente, y suspiro un: —  No, no lo estoy.
 
Lamentablemente no soy yo la involucrada’, pienso para mis adentros, apesadumbrada.
Él suelta un suspiro casi aliviado, y se rastrilla el cabello. —  ¿No me dirás entonces de qué va la cosa? —  pregunta, dejando atrás la seriedad. Niego con la cabeza, y él suelta un bufido-sonrisa, como Lily suele hacer. —  Lo imaginé. No entiendo qué cosa puede ser tan grave como para que alguien se sienta así. Tampoco entiendo de dónde sacaste la profundidad, pero…
—  ¿Qué significa eso? —  interrumpo, frunciendo el ceño. Él alza las cejas, elocuente, pero no termino de comprender.
—  Siempre has sido una persona muy idiota, Malfoy. Superficial. Arrogante. Soberbia. Vanidosa. Engreída. Ya sabes, eso—  explica, encogiéndose de hombros. Suelto un jadeo indignado, olvidando el asunto de la angustia y la seriedad.
—  ¡Claro que no! ¡Ese eres tú! El idiota, superficial, arrogante, soberbio, vanidoso, engreído, siempre mirándonos por encima del hombro. ¡Já! Imbécil—  musito, ceñuda.
Parece ofendido. —  Claro que no, tú no me conoces, Malfoy—  suelta, indignado.
—  Pues tú a mí tampoco, Potter—  replico, cruzándome de brazos.
—  Me estoy dando cuenta de eso—  acepta, desafiante. Abro la boca para decir algo, pero vuelvo a cerrarla, sin saber cómo tomarme eso.
 
Tengo la extraña sensación de que están sucediendo muchas cosas y muy rápido, y en cualquier momento explotaré de la exasperación. A lo mejor sí tengo SPM.
 
—  Vale. Creo que es un buen momento para que me digas qué te sucede a ti. Me estás ayudando, y… me consuelas, y me haces reír, y luego me besas, y haces todas esas cosas de un caballero que no hiciste durante estos últimos seis años, y… Realmente debes tener una buena explicación para eso, porque hasta yo estoy confundida—  suelto, meneando la cabeza.
 
Él sonríe torcidamente, y es su turno para inclinarse hacia adelante, con los antebrazos sobre los muslos, muy pensativo. —  Si lo dices así suena aún más raro—  comenta, sin mirarme.
Es raro. Estás dejando un entrenamiento para hablar conmigo sobre mis problemas, Potter. Es como si…—  vacilo, pues es demasiado loco siquiera pensarlo—, nada, mejor olvídalo. Dime qué es.
—  ¿Qué crees tú? —  pregunta, girando la cabeza para mirarme, interrogativo.
—  Es absurdo.
—  Dilo.
—  ¿Para quedar como una idiota? No, gracias. Tuve suficiente de eso por hoy.
 
Se incorpora hasta mirarme de frente, divertido. —  ¿Qué es? —  insiste, sonriendo con socarronería.
Me muerdo el labio inferior, dudando. Es estúpido, pero en fin…—  Creo que sientes culpa. Por estos seis años de ser un idiota. Aunque aún sigues siéndolo, claro.
 
Él me mira sorprendido, y sé que no es eso de lo que va la cosa. ¿Por qué debo equivocarme siempre, Merlín?
 
—  De hecho, creo que es porque me gusta estar contigo—  suelta, sincerándose de una manera que nunca antes había visto en él. Es decir, wow, ¿oyeron lo que acaba de decir?
—  ¿Qué? —  suelto, shockeada. Él sonríe divertido.
—  Eso. No tengo idea de cuándo sucedió, pero estar contigo es lo más divertido de mi día. —  Luce demasiado franco como para estar mintiéndome. ¿Será cierto? Eso es... wow.
—  Pero tú… tú… Tus amigos, tus bromas… ¡vamos! ¡Tiene cientos de chicas! No puedes estar hablando en serio cuando dices que soy lo más divertido de tu día—  insisto, sin poder asimilarlo aún. Él se encoge de hombros.
—  Lo sé. Pero esas cosas las hago todo los días desde hace seis años. No te sientas muy especial, Malfoy. Es sólo que tú eres algo nuevo. Algo que por cierto no debería estar haciendo. Adrenalina quizás, no lo sé. ¿O vas a decirme que tú tampoco sientes cierto morbo en el asunto? Tú me odias, yo te odio, toda nuestra vida ha sido así… Y ahora al parecer tenemos una especie de atracción sexual. —  Hace una pausa para soltar una risa irónica—. Es el tipo de cosas que sólo ves en películas o libros. Excitante. Por eso me gusta. Detesto la monotonía, y antes de todo esto estaba muriendo. Y la verdad no sé por qué te estoy contando esto. ¿Ves? Otro punto: siento como si comenzara a conocerte apenas ahora. Es extraño, pero no quiero darle demasiadas vueltas al asunto, sólo disfrutarlo mientras dure. Y te aseguro que me aburriré rápido de ti.
 
Cuando termina, suelto un bufido. Sí, eso que acaba de decir es más Potter que mi suposición. Y en parte debo admitir que tiene razón; hay cierta atracción morbosa y adrenalínica en nuestra relación. Es todo tan extraño, repentino, y nuevo… supongo que es comprensible. Pero yo no tengo esa misma fascinación por los cambios, y esto me está carcomiendo los sesos de culpabilidad. No sé cómo puede tomárselo tan tranquilamente.
 
—  Pues lo cierto es que tienes algo de razón. Morbo y todo eso. Pero el único motivo por el cual me acerco a ti es porque huyo de los problemas. Y créeme que eso también acabará pronto. —  No puedo evitar darle a entender que él no es el único que considera esto un mero juego para pasar el rato. Potter asiente.
—  De acuerdo. Podemos beneficiarnos mutuamente de esto, y luego de que acabe, sólo seguir con lo nuestro. Luego de este año no volveremos a vernos, así que es igual—  dice, y demoro en entender de qué va la cosa. Cuando lo hago, disparo las cejas hacia arriba, sorprendida.
—  ¿Estás sugiriendo que yo… que nosotros tengamos una… hum… relación informal? —  cuestiono, confundida. Él ríe.
—  Suena como si nunca antes hubieses tenido una—  burla, meneando la cabeza. Me encojo de hombros con desinterés; lo cierto es que no, nunca tuve una.
—  No me acostaré contigo—  musito determinada. Él enarca una ceja.
—  No lo hemos hecho hasta el momento, ¿o sí? —  apunta, irónico.
—  ¿Te conformarás con sólo besarme? —  pregunto, confundida. No es el estilo de Potter.
—  Merlín Malfoy, ni que fueras tan deseable. Claro que me conformo, luego hay una fila de chicas para poder saciarme si requiere el caso. No te preocupes por mí—  burla, meneando la cabeza.
 
Ouch. Golpe bajo. ¿No soy tan deseable? Vale. Tú sí eres un idiota, grandísimo imbécil. Ya verá qué tan deseable puedo ser.
 
—  Bien. De acuerdo. Yo saco provecho, y tú también. Luego de quitarnos las ganas nos aburrimos, y ya. Nada más. Me parece bien—  asiento, en un impulso de idiotez del cual probablemente me arrepienta luego.
 
—  Bien—  dice, satisfecho.
—  Bien—  repito, más por decir algo que por otra cosa.
 
Me mira entre divertido y sorprendido, como tratando de entenderme, así que mantengo firmemente su mirada. Finalmente se muerde el labio inferior en una sonrisa, y menea la cabeza, como si viera en mí una fuente de sorpresas; eso me halaga un poco.
 
Sin decir nada más se pone de pie, y tras recoger su escoba del suelo camina hacia la salida. Lo sigo con la mirada, pensando si debo decir algo más o qué, cuando él de pronto voltea, atrapándome mirándolo. Me ruborizo un poco.
 
—  Y sobre lo que me dijiste, —  dice, solemne—, creo que siempre hay algo que se puede hacer. No aconsejaría nunca que alguien se vuelva un mártir, pero creo que si es por Lily o Albus, yo me pondría en su lugar fuese como fuese. —  Hace una pausa, y suspira—. Nunca les digas que yo he dicho eso, Malfoy—  advierte, y entonces sí desaparece por la puerta, cerrándola tras de sí.
 
 
Me quedo allí sentada, confundida, sintiéndome algo vacía, pensando en sus palabras. ¿Ponerme en el lugar de Scorpius…? ¿Es eso posible? Trago con fuerza. No pierdo nada con intentar.
 

Me pongo de pie y comienzo a desvestirme, sabiendo que hoy no habrá entrenamiento para mí, acomodando mis ideas mientras tanto. He notado dos cosas hasta el momento: En primer lugar, creo que Potter me agrada un poco; sólo un poco. Y en segundo lugar, él realmente ha hecho que me olvide por un rato del asunto de la Guerra y el Sorteo. ¿Habré hecho bien al aceptar el asunto de una relación informal? Bueno, ya veremos. Ahora a lo importante.
C.J. Potter
C.J. Potter


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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 5 Empty Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]

Mensaje por C.J. Potter Jue 03 Abr 2014, 6:52 pm




Capítulo 6


"Salvación"




Parte 3



Max
 
¿Pueden creer que incluso pese a todo lo que sucedió hoy, McGonagall irrumpió en mi habitación para decirme que debía asistir a mi castigo? La parte mala es que en ese preciso momento yo estaba divirtiéndome con Cassie, una querida amiga mía que va a mi mismo año. Castigo para ella, y una semana extra para mí, además de una larguísima perorata respecto a los cuidados anticonceptivos y el embarazo adolescente. Jamás creí que debería presenciar semejante cosa.
 
Así que sí. No estoy del mejor humor hoy como para recortar corazones y pintar carteles. Para colmo parece ser que la mojigata a cargo es nada más y nada menos que Molly Weasley, la Gemela#1, y su secretaria la Gemela#2, y las dulces niñas han decidido que un decorado a lo muggle sería más especial. Lo cual, si me preguntan a mí, más que especial es absurdo y estúpido. Pero no tengo voz en el asunto.
 
 
Entro a la sala con irritación anticipada, siguiendo a la directora, quien viene dirigiéndome hasta aquí desde mi habitación. El lugar que han asignado para esto ha sido una enorme habitación púrpura ubicada cerca del Gran Comedor, para así “facilitar el traslado del material llegado el día del evento” (McGonagall ha repetido esto unas cinco veces al menos). Hay tan sólo quince o dieciséis personas dentro, Ravenclaws en su mayoría, y una gran cantidad de ellos son mujeres. El asunto este no me desagrada tanto mirado desde ese punto de vista, aunque dudo que alguna de todas estas mojigatas sea mi tipo. En fin, no hay que ser selectivo.
 
 
—  Señorita Weasley—  demanda McGonagall deteniéndose en medio del salón, con cierto afecto en la voz. O al menos eso supongo, porque jamás la había oído sonar cercanamente simpática.
 
 
Los que no habían dejado de hacer sus quehaceres antes para mirarme atónitos (con mi entrada en una sala, ese tipo de cosas suelen suceder, ¿saben?), lo hacen ahora, evidentemente curiosos. Obviamente los cuchicheos excitados de las damas no demoran en llegar, y eso me evoca una sonrisa satisfactoria. Hasta que de entre el montón de gente emerge una castaña/pelirroja (no sé determinar eso), con una mirada fulminante especialmente para mí, y por alguna razón mi sonrisa desaparece.
 
 
Lo cierto es que no estoy acostumbrado a ese tipo de miradas de parte de las mujeres. A menos que hablemos de Ana y Adh, pero técnicamente no las veo como mujeres del todo. En fin, en definitiva sé que no me gustará en absoluto este castigo, con la rojita indeterminada a cargo.
 
 
—  Profesora McGonagall—  saluda ella, apartando sus ojos de mí para enfocarse en la directora, con una sonrisa fácil. Casi como si de verdad le alegrara encontrarse a McGonagall, cosa que es prácticamente imposible a menos que seas extra raro. —  Veo que al parecer el castigo de Nott comienza—  añade correctamente. Tengo la escalofriante sensación de que está hablando de mí como una víctima.
—  Exactamente, señorita Weasley—  asiente McGonagall, y casi podría jurar que sonó divertida. Creo que el tono rosado que hay en todo el salón me está afectando el cerebro—. Confío en que mantendrá al señor Nott vigilado—  dice, de manera notablemente elocuente.
—  Oh, no dude en que no voy a perderlo de vista—  asegura con un curioso tono de voz, dándome una miradita de ceja entornada, casi como si en mí viera algo echado a perder.
 
De acuerdo, esta niña definitivamente no me agrada. Detesto a los hijos de héroes, detesto a los Weasley, detesto a las de su tipo, tan perfectas e inmaculadas. Y en definitiva no voy a tolerar ser tratado como un trozo de basura por una chica con demasiados aires.
 
 
—  Prometo no matar a nadie—  acoto ácidamente, con una sonrisa cínica. Evito pensar en el hecho de que siendo un mortífago oficial de hecho mataré a mucha gente, pues todo es mejor cuando esa mierda no llega a mi cabeza.
 
Tanto McGonagall como Gemela #1 me miran con aprehensión, y otra vez me aterra cuan igual parecen pensar. Ugh. Ambas menean la cabeza de forma sincronizada, y en cualquier instante saldré corriendo de esta habitación.
 
 
¿Dónde han visto ustedes a una adolescente de quince años comportarse como una anciana de milenios? Aterrador.
 
—  No me refiero precisamente a asesinatos, Nott—  replica Weasley, nuevamente haciendo eso de mirarme como si en realidad me odiara desde siempre. Sólo he visto a Adhara usar esa mirada, con Potter, pero ella tiene fundamento; en cambio, Gemela #1 no me conoce en absoluto. Creo que he intercambiado un máximo de diez palabras con Molly Weasley en todo lo que va de mi vida, ella realmente está loca si me odia.
 
 
Aunque lo cierto es que no me importa. Pero no hace que deje de ser molesto.
 
 
Evoco una sonrisa despreocupadamente burlona, pretendiendo que me su actitud me indiferencia, y digo: —  Vale, prometo no hacer nada malo…—  Y rápidamente añado: —  A menos que me lo pidan, claro.
 
—  ¡Nott! —  chillan McGonagall y Weasley al unísono, una roja y otra… bueno, McGonagall siempre luce color anciana. Esa mezcla de rosado, gris, y amarillo que puaj.
—  ¿Qué? —  espeto, con fingida inocencia. Se oyen varias risitas a lo largo de la sala, y les dedico un guiño general a mis nuevas compañeras.
 
Oigo a McGonagall suspirar, y luego preguntarle a Gemela #1 en un susurro: “¿segura de que podrá con él, señorita Weasley?” Ruedo los ojos, pensando en que hablan de mí como si fuese un animal peligroso.
 
Olvidemos que en parte lo soy.
 
—  Sí, no se preocupe profesora McGonagall. Lo vigilaré de cerca—  asiente la rojita indeterminada, con una sonrisa que conozco bien. Todos los lame-suelas y mojigatos la usan. Es desagradablemente falsa.
 
McGonagall hace una mueca, como si acabara de chupar un limón, pero asiente con la cabeza, y tras darme un vistazo acompañado de un “compórtate, Nott”, desaparece tras la puerta. Entonces de pronto estoy solo en una sala llena de Ravenclaws freaks y corazones de papel maché a medio hacer. Genial.
 
 
—  De acuerdo—  suelta Weasley, atrayendo mi mirada expectante. Luce nerviosa, como si de hecho el “no se preocupe profesora McGonagall” hubiese sido una farsa, y no supiera qué hacer conmigo.
—  ¿Sí, señorita Weasley? —  pregunto, haciendo una muy buena imitación de la directora. Ella no me fulmina con la mirada; hace al extraño, como si de hecho quisiera desintegrarme con los ojos, pero de manera cortés y aireada, como diciendo “no vale la pena asesinarte”. Automáticamente suelto una risotada divertida, y ella se sonroja.
 
—  Hay algunas reglas que debes saber, Nott—  musita, como leyendo de memoria. Lo cual probablemente sea cierto.
—  ¿Reglas? ¿Qué? ¿Cómo debe ir pegado el papel maché? Porque yo realmente tenía ganas de que fuera de manera horizo…
—  Oh, cállate—  interrumpe, rodando los ojos. Cierro la boca aún divertido, y dejo espacio a que diga lo que quiere decir. —  Es sobre la convivencia aquí, y los horarios.
—  No puedo esperar a oírlo, entonces, —  ironizo, falsificando una sonrisa. Ella baja la mirada como si se apenara de ser aburrida. Primera señal de que es una chica tímida, dócil, y muy probablemente virgen. Les sorprendería saber todo lo que un simple gesto puede decir de una persona.
 
—  En primer lugar—  dice, volviendo a alzar el mentón—, no puedes siquiera pensar en acostarte con alguna de estas chicas, ¿oíste? —  Alzo una ceja. Vale, voy a reconsiderar mis primeras impresiones. —  Esto no es un corral, ellas no son tus presas, y tú no eres el lobo, ¿entiendes?
 
 
De hecho… esto es un corral, ellas son mis presas, y yo sí soy el lobo. Sonrío maliciosamente, y asiento. —  Entiendo—  digo, burlón.
 
Ella aprieta los labios con fuerza, y luego sacude la cabeza levemente en desaprobación. —  Hablo en serio, Nott. No querrá desobedecerme.
—  Claro que no, Weasley—  contesto sarcásticamente, incapaz de reprimir mi sonrisa de sorna. Ella frunce el ceño.
—  En segundo lugar, —  prosigue, ignorándome—, nada de bromas aquí, ni a nadie de aquí, ni a nadie en general de hecho. Tampoco juegos, apuestas, bebidas alcohólicas, daño al material, peleas, agresiones verbales, drogas, duelos, ni derivados. —  Enumera cada punto con los dedos, y cada vez alzo más las cejas, preguntándome si ella de veras cree que normalmente hago todas esas cosas.
 
Me molesta. Estoy acostumbrado a que la gente piense lo peor de mí, pero cuando te lo dicen tan de frente es aún peor que sólo saber que lo piensan.
 
—  ¿Qué hay de las armas muggles? —  pregunto, cruzándome de brazos. Ella palidece unos instantes.
—  Eso no…—  pero al parecer de pronto se da cuenta de la nota de sarcasmo en mi voz, porque pasa del blanco al rojo en cuestión de segundos—. Sólo te informaba las reglas. No las escribí yo, Nott—  murmura, también cruzándose de brazos—. Sólo limítate a hacer lo que debes hacer—  añade, recuperando su tonalidad. —  Ve y ayuda a Parker con las rosas—  indica, dando por finalizada la charla de bienvenida, apuntando con un gesto hacia atrás.
 
Volteo a ver, encontrándome con un chico que bien podría estar jugando con figuras de acción en un sótano húmedo. Cabello rubio pulcramente peinado, gafas de culo de botella más horrendas que las de McGonagall, severo problema de acné, y como si fuera poco: con los pantalones hasta la cintura. Hago una mueca, y él me saluda con la mano libre como si supiera que lo nombraron, mientras con la otra parece estar enlazando una rosa de papel.
 
—  ¿Ése es Par…?—  comienzo a preguntar, mirando por encima de mi hombro, pero Gemela #1 ya no está allí, sino metros atrás, hablando con una morena. Supongo que ya acabó el momento de presentar dudas.
 
Doy un suspiro profundo, y me acerco a Parker, rogando que esto no sea tan malo como pienso que será.
 
 
Ana
 
 
Una vez, cuando era niña, vi con mi madre una película muggle. Fue la única y primera vez que visité el cine, en realidad. También la única y primera vez que salí voluntariamente con mi madre.
 
La película era sobre una adolescente estúpida que comenzaba a padecer ciertos problemas. Estaba gorda, la gente se burlaba de ella, sus padres se estaban divorciando, y su novio la había dejado. Y ella, como resultado, había intentado quitarse la vida. Nunca vi algo tan absurdo como eso; en todo el transcurso de esas complicaciones no dejaba de pensar “¡pero si sólo debe seguir adelante y ya!”. Es que, vamos, todas esas cosas son estúpidas y tienen solución.
 
¿Estás gorda? ¡Ejercítate! ¿Se burlan de ti? ¡Demuéstrales que eres mejor (o, en su defecto, que ellos son peores)! ¿Tus padres se divorcian? ¡Pues bienvenida al siglo XXI, sólo piensa que ellos serán más felices de ahora en más, y ponte en su lugar! ¿Tu novio te dejó? Vale, esto siempre fue lo que más absurdo me pareció. ¿De veras la gente se pone triste al punto del suicidio cuando un imbécil los deja? Merlín, jamás podría dejar que alguien me afectara tanto. Él sólo no era el indicado si no se quedó, y significa que alguien más ocupará ese lugar.
 
En fin. Todo eso era muy bizarro, típico de novela taquillera. Entonces llegó el desenlace, luego de que la chica intentara lanzarse de un décimo piso.
 
¿Qué sucedió? Su mejor amigo, el que estuvo siempre a su lado (y oh sorpresa de quién se terminó enamorando), murió. Sí, así como lo oyen.
 
Al final ella se dio cuenta de lo estúpida que era (por fin), al angustiarse por cosas tan superficiales, siendo que había gente (como ella, se supone) padeciendo dolores más grandes y serios, más importantes. Ella termina en la universidad, delgada, sonriente, y con todas la oportunidades por delante, claro, típico el cliché.
 
Lo cierto es que odié esa película, pues me pareció severamente estúpida. Pero en estos instantes creo que entiendo un poco a la chica. O algo así. Y cielos que nunca pensé decir eso.
 
Mi vida está viniéndose abajo desde hace tres años (ignoremos que de hecho todo es una mierda desde que tomé uso de la razón y me introduje en la sociedad). Y ahora todo remata con los resultados del Sorteo. Con la novedad de que yo seré una jodida mortífaga, una asesina, traidora, sucia…; todas esas cosas que por años me adjudicaron, ahora serán ciertas. Y eso me enferma. No quiero que mi vida se consuma en eso, no quiero ser recordada en las líneas de un libro de historia como una maldita infiltrada de dieciséis años que murió luchando por algo que ni siquiera apoyaba.
 
No quiero sacrificarme. No soy valiente, nunca lo he sido. No puedo hacerlo. No puedo.
 
Abro la puerta de la Cabeza de Puerco, secando las absurdas lágrimas, y escaneo el lugar con la mirada, implacable, en busca de un blanco fácil para esta noche de olvido.
 
***
 
 
Me levanto de encima de… huh… ¿cómo se llamaba el sujeto? Bah, no interesa. Él me dio todos los tragos que quise tomar, así que le diremos… um… ¡Santa Claus! ¡Porque regala alegría! ¿Entienden? Es gracioso. Suelto una risa, tambaleándome hacia adelante, sintiendo vagamente risas de fondo y una mano acariciando mi cadera.
 
—  ¿Te sientes feliz, dulzura? —  me llega el eco estridente de una voz desconocida, y asiento un par de veces, con una sonrisa en el rostro. Mantengo una mano apoyada en la mesa para no caer, y tomo nuevamente la botella roja dispuesta en ella, llevándomela a los labios y bebiendo un sorbo largo.
 
Ahh. Agradable fuego en mis venas. Otra inyección de felicidad acompañada de una goma de borrar que se encarga de deshacerse de todos mis pensamientos. Mi cabeza se siente deliciosamente vacía, y no puedo evitar las ganas de levantar los brazos hacia arriba y reír, tambaleante.
 
Más risas atronadoras en la mesa, animándome.
 
—  ¡Quítate el sweater! —  brama uno, no sé bien quién, pues cuando intento mirarlo veo dos. ¿Gemelos? Eso me hace soltar otra risa.
—  ¡Seh! —  farfullo alegremente, y decido hacer caso. Sólo que mis manos no obedecen correctamente mis órdenes, y no veo manera de poder quitarme esto yo sola. ¡Qué mal!
 
—  ¡Oh, es suficiente! —  oigo gritar. ¿Quién es? Intento voltear a ver, pero de algún modo creo que la habitación se da vuelta, porque ahora estoy en el piso. Siento pasos, gente moviéndose, risas y voces, y sudor pegajoso en mi nuca, pero sólo eso. No comprendo nada, y tampoco me interesa hacerlo. Miro hacia arriba, destellos extraños en el techo, y comienzo a tararear la canción Lady West, de Las Bruja de Macbeth.
 
Siento un envión, el vértigo en mi estómago, y luego como si volara. Vagamente percibo gritos y movimiento, pero yo sigo tarareando, entre risas, tambaleando mis pies colgantes alegremente, hasta que todo se vuelve blanco y frío, y ya no sé dónde estoy.
C.J. Potter
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Mensaje por C.J. Potter Jue 03 Abr 2014, 6:54 pm




Capítulo 6


"Salvación"




Parte 4


Albus
 
 
De acuerdo. Comencemos por el principio.
 
Esta mañana cuando me levanté, e hice toda mi rutina habitual, encontré algo raro en mi calendario del mes de Noviembre. Algo como un enorme círculo rojo enmarcando el lunes próximo, es decir dos días después de hoy, anotando como quien advierte de radioactividad un “CUMPLEAÑOS DE LILY: no olvidar obsequio”. Y sí, me sentí el imbécil más grande del mundo por olvidar que pronto sería el cumpleaños número dieciséis de mi hermanita.
 
Haciendo memoria recordé que ella de hecho había hecho lo mismo de todos los años (es decir lanzar bombas indirectas respecto a todas las cosas que le hacían falta, indicándonos obviamente qué debíamos regalarle en su día especial), pero últimamente estuve tan distraído con Allyson, los mortífagos, las clases, e incluso mis amigos, que realmente no hubo espacio para Lily en mis pensamientos. Y eso me hizo sentir aún más idiota.
 
Así que tomé un desayuno apresurado, sin reparar en que ni Adhara, ni Scorpius, ni Rose, habían bajado al Gran Comedor, y tras tomar prestada la Capa de la Invisibilidad (James realmente no parecía a gusto con dármela, pero papá había dicho explícitamente que ambos teníamos derecho sobre ella), me escabullí por el pasaje de la Bruja Tuerta.
 
No soy del tipo de chico que hace cosas como escabullirse. James es ese. Incluso Lily. Y bueno, todos mis primos y amigo, exceptuando quizás a Rose. Pero verdaderamente quería compensar a Lily con una buena sorpresa de cumpleaños, aunque ella no supiera que yo lo había olvidado. Adoro demasiado a esa niña, y merece esfuerzo de mi parte.
 
Así que, básicamente, así es como terminé vagando por las calles de Hogsmeade, procurando que nadie me reconociera (créanme, ser hijo de mi padre no es favorecedor en casos como este, y ni siquiera puedo intentar ocultarlo, pues los ojos me delatan… literalmente). Caminé por al menos hora y media en busca de algo que me pareciera que a mi hermana le gustaría, pero no hallé nada. Y eso era frustrante.
Estaba helado, y la nieve se había amontonado por la nevada de ayer en la noche, así que decidí parar a tomar algo caliente. Descarté Las Tres Escobas de inmediato, prefiriendo ahorrarme las preguntas incómodas, pues yo no era bueno para mentir, y fui directo a Cabeza de Puerco, donde seguramente Aberforth me recibiría sin recelos.
 
Y allí la encontré. Problema andante. Debí haberlo sabido en aquel instante.
 
Apenas abrí la puerta del lugar pude sentir el algarabío. El lugar era caluroso, olía a alcohol y rancio, y quizás estaba un poco sucio, pero Cabeza de Puerco definitivamente no era un ring de boxeo. Aunque eso era lo que parecía si mirabas a esos cuatro tipos ebrios que intentaban abalanzarse sobre Aberforth, a quien protegía todo un aquelarre de vampiros. Sí, Aberforth había contratado vampiros para su protección personal, así de hilarante era todo.
 
Me quedé estático, sin terminar de comprender, y sin saber qué hacer tampoco. Fue entonces que el Dumbledore se fijó en mí, y con un grito sereno pero exigente (pues los vampiros ya se estaban haciendo cargo de la manada de borrachos), me indicó “llévatela, necesita aire fresco”, y apuntó un bulto oscuro a sus pies.
 
Parecía una túnica. Una persona con túnica. Una persona con cabello oscuro y túnica. Una mujer con cabello oscuro y túnica. Una mujer con bufanda de Slytherin, cabello oscuro y túnica, y pinta de estar inconsciente. Vagamente la reconocí, pero no supe decir su nombre.
 
Sin preguntar más avance hacia ella y la alcé en brazos. Se rió débilmente, y al menos tuve la certeza de que no estaba en coma alcohólico (pues a juzgar por la situación en que la encontré, y su aliento a whiskey de fuego, ella estaba alcoholizada hasta la médula). Supongo que ahí acabó mi búsqueda de una bebida caliente.
 
Oh, pero hubo más.
 
Salí del lugar sin decir nada más, tranquilamente, preguntándome cómo había llegado a esto. Cómo siempre terminaba involucrado en este tipo de situaciones. La puerta se cerró tras de mí, llevándose el calor, hedor, y bullicio con ella. Suspiré, y me encaminé hacia la Casa de los gritos, el primer lugar que se me ocurrió que sería útil.
 
Estaba a mitad de camino, preguntándome qué le regalaría a Lily a fin de cuentas, cuando la morena entre mis brazos volvió a retorcerse, sonriendo plácidamente. Ociosamente noté que era atractiva. Rasgos finos muy femeninos, y ojos prácticamente negros que contrastaban con su piel pálida, sin mencionar que su cabello era incluso más oscuro que el mío y enmarcaba su rostro perfectamente. Era una extraña gama de colores, y enseguida pensé en un retrato que Adhara dibujó una vez, pues ella era idéntica.
 
Demasiado idéntica. Noté que podría tratarse de la misma persona. Incluso estaba a punto de recordar su nombre, lo juro, cuando ella habló.
 
—  ¿Estoy volando? —  Su voz definitivamente sonaba ida, y muy risueña. Ofrecí una sonrisa tranquilizadora, con pesadez.
—  No, te estoy cargando.
—  ¿Eres un príncipe? —  preguntó esta vez, abriendo los ojos bien grandes y soltando una carcajada. Enarqué una ceja y volví a mirar al frente, con una inevitable sonrisa de lado.
—  No, no lo soy.
—  ¿Entonces yo soy una princesa? —  razonó, tambaleando sus pies.
 
Me pregunté, e incluso estuve tentado a filosofar, sobre por qué los ebrios preguntaban y hacían tantas cosas absurdas que de estar conscientes no harían jamás. La primer y única respuesta que llegué a formular ante esto fue un “porque se sienten libres”.
 
—  No que yo sepa. ¿Cuál es tu nombre? —  aproveché a averiguar, avistando a lo lejos la afamada Casa de los Gritos, que incluso después de la Guerra de Hogwarts y con todo lo sucedido allí, permaneció abandonada.
—  Anastasia— contestó orgullosamente, y luego volvió a echar la cabeza hacia atrás en una risotada—. ¡Y tú eres Albus Potter! —  exclamó divertida, y de improviso enredó sus brazos en mi cuello. La miré especulativo, alerta a cualquier estupidez de la cual se arrepentiría luego—. ¡Tú, pequeño bastardo, besas como los dioses! —  chilló con severidad, y volvió a reír.
 
La miré confundido, preguntándome si alguna vez la había besado en realidad. Lo cual sería bastante vergonzoso, teniendo en cuenta de que ni siquiera recordaba su nombre. Ese realmente no era mi estilo.
 
—  ¿Te… conozco? —  pregunté cautelosamente, dudando por si quizás yo debiera recordarla. Pero ella al parecer estaba demasiado ebria como para notarlo.
—  ¡Claro, soy Zabini! ¡Una jodida mortífaga! ¡Claro que nos conocemos! —  rió, aunque un poco apesadumbrada.
 
¡Ahora recordaba! Zabini. Anastasia. Ana. ¿Fiesta de Halloween? Lucía totalmente diferente aquella noche, y, huh, sí, la había besado. Pero estaba ebrio, al igual que ella. De ninguna manera la hubiese besado porque sí sino; eso de jugar con las mujeres tampoco era mi estilo.
 
—  Amiga de Adh—  asentí, comenzando a rodear un pequeño lago apenas congelado. Me pregunté si debía bañarla en él para evitarle un poco la resaca, pero luego me dije que era mala idea meterla dentro con semejantes temperaturas.
Ella rió, menos entusiasta esta vez. —  Y tu compañera de casa y año durante unos seis años. También me siento contigo en pociones.
 
 
Oh, de acuerdo. Ahora sí puedo sentirme un idiota libremente. Me detuve para mirarla y comencé a preparar una disculpa, pero ella me tapó la boca con su palma de antemano, como si supiera lo que estaba a punto de hacer. Ya no sonreía.
 
—  Está bien. Prefiero que no me recuerden. Soy una mortífaga—  dijo con un hilo de voz, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
 
Oh Merlín, ahora me siento el doble de jodido. Probablemente ella incluso sea víctima de los abusos de mi familia, e incluso su borrachera se debiera a que con todo lo que está sucediendo últimamente las presiones hacia los hijos de ex-mortífagos incrementaron. En conclusión: es también mi culpa. Y ahora tengo a una ebria llorosa en brazos, que me besó y ni siquiera recordaba, y que fue víctima de mis parientes por años. Me siento un idiota elevado a la décima potencia.
 
Y sí, soy capaz de razonar todo eso con un simple gesto.
 
—  No digas eso, Ana. Tú no eres una mortífaga. Y sí mereces ser recordada—  dije, conciliador, intentando enmendar mis errores. Pero sólo conseguí que su llanto incrementara. Maldición, yo usualmente era un as en el asunto de consolar y tranquilizar a la gente, lo juro—. Es sólo que yo… estoy distraído, y no pude recordarte. Fue mi culpa por ser despistado—  aseguré, y luego añadí: —  Y si es mi familia la que te molesta, por favor no les hagas caso. Sabes que pueden ser algo tontos a veces en lo que respecta al tema, tú no tienes porqué sentirte mal sobre algo como los mortífagos, cuando tú no tuviste ni tienes nada que ver en el asunto, y estoy seguro de que…
 
Pero me vi interrumpido cuando, haciendo acopio de todas sus fuerzas al parecer, consiguió deshacerse de mis brazos, cayendo al suelo increíblemente parada… O eso parecía hasta que se derrumbó de trasero en el suelo.
 
—  Ana, ¿qué estás…?—  comencé a preguntar, acercándome a ella, pero se recompuso rápidamente y sin mirarme comenzó a correr, rodeando el lago en dirección a la pendiente que había a un lado, (la cual era producto de un épico duelo que incluía una acromántula, un duende, y un potente Bombarda Máxima).
 
Fruncí el ceño. ¿Qué diablos pretendía…? Mi mente brilló de comprensión súbita, y no demoré en salir corriendo tras ella, gritándole que se detuviera.
 
 
A veces odiaba tener razón.
 
 
Frené en la cima de la pequeña pendiente, a unos metros de ella, jadeando y no por precisamente el esfuerzo. Anastasia estaba parada justo al borde. Al congelado borde lleno de nieve. Al congelado borde de una pendiente por la cual caería directo hacia un lago congelado cuya profundidad era desconocida.
 
Vale, resumámoslo aún más: la chica estaba a punto de suicidarse. Y yo era el único que podía evitarlo. O algo así.
 
 
Y por cosas como estas hay que recordar el cumpleaños de Lily con anticipación mínima de una semana.
 
 
—  Ana, quédate quieta…—  dije lentamente, con cautela, decidido a no perder la calma. Ella miraba hacia abajo, con los puños apretados a sus costados, y algo me dijo que no cedería a mi voz suave. Vamos, ella ni siquiera podía pensar con claridad, me ha llamado príncipe.
—  Déjame sola, Albus Potter—  murmuró con voz quebrada—. Debo hacer esto. Debo hacerlo.
 
Tomé aire lentamente. De hecho, todo lo hacía lentamente. Incluso yo, que era el más paciente de todos los Weasley, comenzaba a sentirme desesperado.
 
—  No, no debes hacerlo. No quieres hacerlo. No tienes motivos. Sólo estás ebria, no piensas con claridad—  intenté nuevamente apaciguarla, pero ella simplemente sacudió bruscamente la cabeza, haciendo bailar su cabello oscuro, y dio un paso adelante. Por inercia yo también avancé, estirando inútilmente un brazo hacia ella.
 
Tenía fe en que si se había detenido en la punta era porque no estaba segura de querer saltar. Y me aferré a ello.
 
 
—  Tú no me conoces. Y en realidad estoy más lúcida de lo que crees, estoy acostumbrada al alcohol—  susurró, suspirando pesadamente. Parecía tan resignada que verdaderamente me asustó que pudiera llegar a saltar. Alguien resignado era alguien vencido. Ella estaba vencida.
» Hay tantas cosas, Albus Potter—  prosiguió, con esa exasperante voz monótona que no auguraba nada bueno—. Cosas que tú nunca llegarías a comprender. Cosas que, simplemente, son más grandes que tú mismo. Y te vencen. Te matan.
—   No—  interrumpí bruscamente, comenzando a sentirme nervioso. Y créanme que eso no sucede habitualmente conmigo, pero cuando la vida de una adolescente está en peligro puedo ser un poco contradictorio—. Tú eres fuerte. Eres Anastasia Zabini, ¿no? ¿La misma que le dio a Hugo un puñetazo en la cara por decir que criabas dementores? Sí, creo que eres la misma.
 
Denme algo de crédito. Puede que no recordara su rostro, pero su apellido es, aunque me apene decirlo, muy distintivo; y recordaba haberlo visto escrito en la orilla del mismo trabajo que el mío, en algunas clases de pociones. No soy tan despistado.
Ella me miró por encima de su hombro, ligeramente sorprendida. Tenía las mejillas surcadas por lágrimas silenciosas, y sus ojos parecían gritar “¡Auxilio!”. Estaba jodidamente perdida. Total y absolutamente. Casi pude sentir su desesperación como si fuera la mía propia.
 
Y en ese momento supe dos cosas. Tomen nota. En primer lugar, que ciertamente la chica debía estar acostumbrada al alcohol, porque de veras parecía más lúcida que antes (quizás culpa del frío helado del aire). Y en segundo lugar, que iba a salvar a Anastasia Zabini. Y no sólo de este absurdo intento de morir congelada. De alguna manera supe que debía ayudarla, que sólo yo podía hacer eso.
 
A veces (siempre) mi familia se quejaba de que yo era demasiado “súper-héroe”. Jamás me vi de esa manera. Hasta ahora. Porque quería serlo. Y no me pregunten por qué. Pero quizá tenga que ver con el hecho de que ella luce como un animal asustado. Y odio ver a la gente así sabiendo que puedo ayudarlos.
 
—  Las personas fuertes también caen a veces—  dijo ella en un hilo de voz, agachando la mirada y volviendo a mirar al frente. Inconscientemente di un paso más hacia adelante.
—  Lo sé, lo sé. Y cuando caen, caen más duro. Créeme que lo sé—  asentí, suspirando. Soy uno de ellos, después de todo—. Pero por eso son fuertes, ¿no es así? Para soportar.
—  Eso es tan masoquista—  farfulló ella en queja, un poco lloriqueando. Decidí no hondar en eso, e ir por otro lado más estratégico.
—  ¿Qué es lo que te lastima, Ana? Todo tiene solución. Podemos solucionarlo—  sugerí, rogando por que cediera.
 
Ella soltó un gemido, llorando de nuevo.
 
—  No, no la tiene. Y no finjas que te importa, porque no me conoces. Sólo no quieres cargar con culpa. Y está bien, de veras, así que sólo vete y finge que no has visto nada. No puedes ayudarme. ¡Nadie puede! —  chilló, y sin darme tiempo a reaccionar se lanzó directo al agua.
 
Corrí hacia la punta, maldiciendo, viéndola caer intacta dentro del agua, rompiendo la superficie que comenzaba a cristalizarse. Aún maldiciendo me quité los zapatos, el abrigo, la camiseta y el gorro, todo a las apuradas, y sin pensarlo mucho más me lancé tras ella.
 
Lo único que sentí durante la caída fue el viento helado susurrar contra mis oídos, y un potente miedo apoderándose de mí. Pero no por mi pellejo, sino por la posibilidad de que ella verdaderamente muriera. Y eso me llevó a la impotencia. Impotencia por rescatarla a toda costa.
 
Y nuevamente cruzó por mi mente el pensamiento “la próxima vez compraré el regalo de Lily con meses de anticipación”.
 
El chapuzón no fue tan horrible como imaginé. Sólo como caminar desnudo en el ártico. Pero procuré no pensar mucho en ello, créanme que no era bueno darle vueltas al tema una vez bajo el agua.
 
Abrí los ojos en un intento de ver algo, aunque no pareció de mucha ayuda entre tanta oscuridad azulada. Hasta que capté un atisbo de cabellos negros hundiéndose a unos metros de distancia, como una señal divina, y me apresuré a nadar hacia allí, sintiendo el aire en mis pulmones comenzar a escasear.
Estiré el brazo en su dirección tanto como pude, procurando ir tan abajo como ella, pero no la alcanzaba, y ya no era capaz de abrir los ojos de nuevo. El aire se agotaba, y yo comenzaba a realmente temer, cuando por algún tipo de milagro toqué uno de sus dedos. Al parecer ella estaba con los brazos hacia arriba, y lo agradecí enormemente.
Tomé su mano y comencé a nadar hacia arriba tan rápido como pude, sintiendo cada milisegundo sin aire como una eternidad.
 
“Jodidos regalos de cumpleaños”, pensé otra vez, casi sintiéndome explotar a causa de la asfixia.
 
Y entonces tocamos la superficie. Fue el momento más hermoso de mi corta vida. Tomé una gran bocanada, pero antes de ambientarme me apresuré a sacarla a ella. Fue difícil flotar cargando su cuerpo y no volver a hundirme, pero me las apañé, y estaba muy orgulloso de mi trabajo hasta que vi que ella parecía inconsciente. Maldije una vez más, (quizás era la vez que más maldije en mi vida), y me apresuré a nadar hacia la orilla con ella a cuestas.
 
El aire se sentía como estar dentro de una jodida cámara de estalactitas. Tan frío que comenzaba a quemar.
 
La deposité en la nieve, jadeante, y corrí el cabello húmedo de su rostro. Estaba pálida, más de lo usual, e inerte. Sentí (irónicamente) mi sangre helarse. Y entonces reaccioné en automático.
 
Recordaba vagamente las clases de RCP muggles que Victoire nos había dado años atrás, pero vagamente era mejor que nada. Así que coloqué mis labios sobre los suyos, apreté su nariz, y comencé a soplar.
 
Soplaba y me apartaba para ver su respuesta. Pero no recibía nada. Ninguna señal de vida. Y comenzaba a entrar en pánico, preguntándome si lo estaba haciendo bien, si acaso era de ayuda o sólo estaba tratando en vano. Intenté una y otra vez, cada vez más pertinaz, como si la vida se me fuera en ello… Y vale, esa no fue una buena elección de palabras.
 
Para la décimo quinta, cuando ya sentía la horrible resignación embargarme, ella tosió. Y para mí eso calificó como milagro clérigo.
 
—  Merlín—  suspiré, sintiéndome más aliviado que cuando pasé las pruebas del equipo. Ella tosió agua, y se incorporó sobre sus codos débilmente. De inmediato me dispuse a ayudarla, palmeando su espalda—. ¿Te encuentras bien? —  cuestioné preocupadamente. Ella me miró confundida.
—  Yo… ¿me lancé de allí? —  preguntó con voz raposa y suave. Débil. Demasiado débil. Quizás debíamos buscar refugio ya y pasar de las explicaciones.
—  Sí, de hecho lo hiciste. ¿Supongo que aún estabas ebria entonces? —  dudé, sintiendo un escalofrío. Necesitaba ropa. Ya.
 
Ella abrió los ojos de par en par. —  ¿Por qué estás semidesnudo? —  preguntó, algo alarmada. La miré sorprendido; acababa de intentar suicidarse y morir ahogada en un estanque congelado, ¿y se alteraba por verme sin camiseta? Yo no… yo no entiendo a las mujeres.
—  Sé que hace frio para estar desvestido, Ana—  contesté, ligeramente divertido, sobre todo porque el alivio que sentía era embriagador. Ella se sonrojó y desvió la mirada. Me pregunté a qué se debía, pero el hecho de que recuperara color en el rostro fue más importante—. Iré a buscar mi ropa y buscaremos un lugar donde secarnos, ¿de acuerdo?
 
No esperé respuesta. Me puse de pie, sintiendo mis pies entumecidos (de hecho era una suerte poder decir “sintiendo”), y recogí mis prendas, siempre manteniendo un ojo sobre ella. Pero Ana tan sólo se quedaba en su lugar sobre la nieve, como si el frío no le importara, acurrucada y con la mirada perdida, pensando en quién sabe qué cosa.
 
Me pregunté si sería respecto a ese algo tan grave que le dio ganas de saltar a un río congelado en pleno otoño.
 
Y bien. Así es como terminé aquí, en la casa de los Gritos con una semi desconocida llena de ideas suicidas a punto de padecer hipotermia. Es por eso que nunca hago nada malo como escabullirme. El destino se pone en mi contra para demostrarme que tengo que seguir siendo correcto.
 
 
Adhara
 
 
“Debemos que hacer lo que debemos hacer”. Esa es una de las frases favoritas de papá, y la que menos entendía. Entendía. Verbo pasado. Ahora la comprendo perfectamente.
 
 
A veces simplemente no hay una… una opción correcta. Sólo se trata de causar el menor daño posible, de herir a menos personas. De buscar lo mejor. No lo correcto. Porque no existe lo correcto. Así como no existen los bandos “buenos y malos”. Todo se trata de acciones, decisiones, pensamientos, sin etiquetas de por medio.
 
Y yo estoy segura de estar escogiendo la mejor opción.
 
Scorpius es maduro para su edad, lo sé. Pero sigue siendo un niño, incluso aunque tenga tan sólo un año menos que yo. Siempre me he encargado de que fuera así. Porque él no tiene por qué padecer lo mismo que yo, no si puedo evitarlo. Así me he regido todos estos años, y me siento totalmente orgullosa de ello, sin un gramo de arrepentimiento en el cuerpo. Por eso sé que tampoco me arrepentiré de tomar su papel.
 
Sí, sí, eso es lo que voy a hacer. Tomar su papel. Ir en su lugar. Después de todo, él no tiene idea de lo que conlleva ser un “mortífago oficial”. Él sólo cree que debíamos infiltrarnos y tratar de obtener información. No sabe nada respecto a la Marca que debemos hacernos, a los secretos a callar, a las personas a quienes vamos a perjudicar –incluso matar. Y por eso sé que él no se verá tan afectado si yo salgo seleccionada, como yo me sentiría si él tuviese que convertirse en eso. Así que sí, esta es la mejor opción.
 
Termino de firmar la carta con mi nombre, sintiendo mi mano temblar levemente, y meto la pluma en el tintero. Suspiro lentamente, procurando mantener la calma, y mientras la tinta se seca releo lo escrito, implacable en busca de algún error.
 
Queridos mamá y papá:
 
Scorpius no está listo para esto. No es lo suficientemente apto para hacer ese papel, jamás lo lograría, no sin ser descubierto. Es simplemente muy transparente, ya saben, y muy tonto. Sería mejor que yo fuera en su lugar. Estoy totalmente dispuesta, sé que puedo hacerlo, y que estoy en mejor posición que él, puesto que él va en Slytherin mientras que yo soy penosa –pero afortunadamente, una Gryffindor. Prometo dar lo mejor de mí. No se arrepentirán. Después de todo yo soy mayor de edad, y por lo tanto mucho más útil.
 
Coméntenselo al Señor Werell. Él es un hombre sabio y astuto. Sin duda alguna estará de acuerdo conmigo.
 
Por otro lado, mamá, quería pedirte otro paquete de esos deliciosos browneys tuyos, porque la comida aquí no se compara en absoluto con la tuya, y ya la extraño.
 
Sin más que decir, besos y abrazos,
 
Adhara.
 
 
Estoy temblando, literalmente. Había sido necesario dejar mal parado a Scorpius, y también ser tan abrupta. Todas mis cartas son previamente revisadas por Werell, quien encabeza a los mortios ingleses. Es un imbécil bueno para nada. Pero sin dudas estará de acuerdo conmigo, sobre todo tras haberlo adulado. Soy astuta cuando quiero.
Por otro lado, con el mensaje de los browneys me refería a una clave secreta que mi madre y yo hemos impuesto antes del inicio de clases para poder comunicarnos clandestina y libremente, sin mirones mortífagos. Supongo que con eso entenderá que 1) amo a mi hermano y no quise decir jamás que él es un tonto, 2) estoy buscando hablar con ella, y 3) estoy a punto de explotar.
 
 
Cuando la tinta está finalmente seca y la carta no peligra en mancharse, doblo el papel y lo meto pulcramente en el sobre. En automático me encargo del sello, las direcciones, y dárselo a la lechuza gris que tomé prestada de la escuela. Luce vieja y cansada, así que le doy una galleta extra, pensando en ella como una especie de mensajera de la muerte. Cuando estoy nerviosa alucino, lo sé.
 
Hasta que no la veo salir volando de la lechucería, no respiro. Porque entonces ya está hecho. No hay vuelta atrás. Acabo de entregar mi vida a los mortífagos. ¡Maldición que suena peor pensarlo así!
 
Pero al menos Scorpius estará a salvo, y tendrá una vida normal. Tengo que soportarlo, esto es por él. Suspiro, como si junto con el aire soltado liberara todos mis temores al respecto, y a paso lento me dirijo a la salida. Él querrá saber esto de inmediato.
 
 
Scorpius
 
 
Mi vida está plagada de esos momentos “¿debo ser feliz o sentirme miserable?”. Como cuando mi mamá organizó mi cumpleaños número catorce, e invitó a Albus por primera vez, pero contrató un castillo inflable haciéndome quedar como un completo estúpido. Estaba feliz por estar con Albus, pero no sabía si llorar, gritar, o qué, por quedar en ridículo frente a todos mis amigos.
 
Claro que esa comparación es bastante estúpida teniendo en cuenta la seriedad del asunto.
 
Adhara ha sido seleccionada en el Sorteo. Mi hermana. La boba y fuerte Adhara. Es tan extraño.
 
Por un lado me siento jodidamente mal. Ella no lo merece. Ella es buena, siempre lo fue, y siempre lo será. Pasó toda su vida tratando de demostrarles a los demás que valía la pena, que no era ni de lejos lo que todos los idiotas la acusaban de ser. Y ahora… ¿lo era? Mortífaga. No es algo que quiero para ella. Pero sé que al menos no será tan malo. Que tarde o temprano este juego absurdo acabará, como las últimas dos veces, y que ella y yo seguiremos nuestras vidas con tranquilidad.
 
Por otro lado casi podría saltar de felicidad, aunque me de culpa hasta pensarlo.
 
Rose. Sí, Rose. He estado soportando todo este tiempo manteniendo un “cerca/lejos” con ella, por temor a ser escogido. Porque no quería decepcionarla, en caso de que ella aceptara lo que pretendo pedirle ahora. No podría haberme sentido bien conmigo mismo sabiendo que no era lo que ella merecía. Y quizás ni siquiera ahora lo soy. ¿Es que hay algo que sea lo suficientemente bueno para Rose?
 
No es mi intensión ponerme meloso y cursi, diablos. Sólo necesitaba decirlo.
 
 
—  ¡Molly! —  exclamo, regresando atrás, pues en uno de los pasillos había visto una familia cabellera rizada. Efectivamente allí está la Weasley, con las cejas alzadas, especulativa.
—  Vaya Scorpius, ¿a qué se debe tanta emoción? —  pregunta dulcemente. Molly es quizá la Weasley más parecida a Rose. Y no sólo porque ambas son rizadas (aunque Molly no es pelirroja), sino porque tienen esa misma personalidad que te hacen querer ser un caballero. Me agrada Molly. Es la única Weasley aparte de Rosie que me llama por mi nombre de pila y no por mi apellido.
 
—  Oh, ya lo veras—  afirmo, sin camuflar mi enorme sonrisa—. ¿Has visto a Rose?
 
Molly sonríe. —  Así que por ahí viene el asunto…—  ríe, meneando la cabeza. A veces también sospecho que ella es la que más sabe respecto a mis sentimientos hacia su prima. Molly Weasley es extraña—. Ahora que lo dices, sí. Estaba en la biblioteca. —  Me da una mirada elocuente, como de “¿no has buscado allí primero, de veras?”, y no puedo evitar reír.
—  Estaba demasiado eufórico para pensarlo. ¡Gracias Molly, nos vemos! —  exclamo, ya corriendo en dirección contraria a la que venía. Ella hace un gesto con la mano, divertida y algo aturdida, y es lo último que veo de ella.
 
 
Mientras corro hacia la biblioteca, sintiéndome como uno de los protagonistas de una comedia romántica yendo a confesarse, no puedo evitar sentir la culpa volver a latir. ‘Adhara te ha dicho que no pensaras en ello. Prácticamente te ha obligado a ir en busca de Rose. No te sientas avergonzado, imbécil, y sonríe’, grita mi subconsciente egoísta, y decido hacerle caso al menos hasta que todo esté hecho.
Ignoro las miradas curiosas de los transeúntes que cruzo, los cuales de vez en cuando se pegan a la pared para evitar que los choque. Y quizás hubiese sucedido de lo tan enfocado en llegar que estaba.
 
Tengo que parar cuando finalmente alcanzo las puertas de madera, sintiéndome jadeantemente nervioso. Ansioso. Todo junto. Quiero gritar. Sin embargo tomo aire, y abro la puerta con completa y fingida serenidad. La biblioteca está tan silenciosa que hasta mi respiración se siente fuera de lugar.
 
Intento tranquilizarme, pues todas las miradas se clavan en mí, y es entonces cuando sospecho que quizás mi entrada no fue tan serena como pensaba. Madame Pince me mira en una advertencia silenciosa de no provocar un escándalo, y decido avanzar antes de que también me eche su típico “cuidado con lo que haces, Malfoy”.
 
Mientras camino hacia las mesas presurosamente, busco a Rose con la mirada, pero no parece haber rastro de ninguna pelirroja en el lugar. La impaciencia late en mi pecho, pero sigo avanzando por entre los estantes.
 
Mierda que estoy nervioso.
 
Continuo avanzando hasta los rincones más desérticos, como “historia de las colonias”, “no ficción”, “biografías”. Y entonces la encuentro. Precisamente en el sector de “novelas muggles”. Sólo Rose iría allí, por supuesto.
 
Está ojeando un libro, casi al fondo del pasillo, junto a una ventana. El mundo se ilumina, aunque suene como un imbécil. Luce hermosa como siempre, con los rizos rojos juntados en una precaria coleta, y los azulados ojos bien fijos y atentos sobre las páginas. No parece notar mi presencia hasta que estoy a medio metro de distancia, y cuando lo hace suelta un respingo monumental, dejando caer el libro al suelo con ojos bien abiertos. La miro divertido mientras se sonroja, y me agacho en busca del libro.
 
“Romeo y Julieta”, anuncia la portada, mostrando una dama asomada a un balcón extendiendo su brazo hacia abajo, y un hombre en el suelo con la mano alzada hacia ella, como si intentaran entrelazar sus dedos incluso a una distancia de al menos dos metros.
 
—  ¿Romeo y Julieta? —  pregunto curioso, volviendo a ponerme de pie. Ella luce adorablemente roja. Quizás porque teme que reconozca el libro. Y para su pesar, sí, lo reconozco, y me siento aún más feliz.
—  Huh, sí, es una historia muy linda que… un drama… amor y eso… um… muggles—  farfulla, titubeando apresuradamente, quitándome el cuaderno de las manos. Reprimo una risita y me obligo a dejar de sonreír.
—  ¿Te gusta? —  pregunto, curioso. Ella sonríe tímidamente.
—  Me fascina—  admite, pero entonces arruga la nariz y añade: —  Excepto el final.
—  ¿Cuál es el final? —  Aunque en realidad ya lo sé. Mi madre es una apasionada de los clásicos muggles, y he leído Romeo y Julieta tantas veces que he llegado a vivir la historia. Chiste personal. Fue gracioso.
—  Ambos mueren—  murmura apesadumbrada—. A lo mejor un amor tan grande no debió existir. Ese tipo de amor es peligroso, supongo—  razona encogiéndose de hombros.
 
Enarco una ceja, viéndola dejar el libro en su lugar, preguntándome qué está pensando.
 
—  ¿Qué tipo de amor es “ese”? —  indago, viéndola de perfil mientras finge leer los títulos en los lomos. Se sonroja.
—  Uno imposible—  contesta por lo bajo. Me mantengo en silencio esperando que prosiga, y tras dar un suspiro lo hace, volteando a verme—. Romeo es hijo de los Montesco, y Julieta de los Capuleto. El señor Montesco y el señor Capuleto se odian por una riña antigua, y por lo tanto sus familias están enfrentadas—  relata, clavando su mirada en un punto encima de mi hombro, cada vez más sonrojada, y tengo un fundamento sobre el motivo—. Pero entonces Romeo y Julieta se conocen, y se enamoran. Contra todo pronóstico, al parecer. Eso es un amor peligroso.
 
—  No todos esos amores peligrosos tienen que terminar en tragedia, Rose—  suelto de golpe, sin premeditarlo mucho. Me pregunto si fue muy directo, pero al ver que ella se sonroja y desvía la mirada supongo que no.
—  Supongo. Es obra de Shakespeare, es algo exagerada—  admite, encogiéndose de hombros nuevamente—. En fin, es algo absurdo. ¿Me estabas buscando? —  pregunta, esbozando una sonrisita que no llega a sus ojos.
 
Detesto cuando hace eso. Rose es preciosa, y su sonrisa aún más, pero aquellas cosas forzadas me sacan de quicio. Odio que no sean verdaderas. Siento que estoy haciendo algo mal.
 
Tomo aire, preparándome para lo que viene ahora. Y me encuentro perdido. ¿Cómo demonios le dices a una chica que estás enamorado de ella desde hace tres años y contando? Peor aún: ¿cómo sé que no quedaré en ridículo por un rechazo? Es que… ¿Rose verdaderamente me corresponde, o es sólo algo que me parece a mí? Estoy confundido. Nervioso. Jodidamente nervioso. Y esto es totalmente nuevo para mí.
 
No soy como Potter o Max Nott. Pero sí tengo mi reputación. El tipo de reputación que sé que a Rose no le agrada en un hombre. ¿Y si ella sólo me ve como a un jodido mejor amigo? Oh Merlín, moriría. Estoy aterrado. Y nunca admitiré eso en voz alta.
 
—  Huh… yo…—  balbuceo, pues ella me mira extrañada por mi extenso silencio.
—  ¿Te sientes bien, Scorp? —  pregunta preocupada, posando una mano en mi brazo. Echa chispas. Y vaya que eso es cursi.
 
Si no lo intentas nunca lo sabrás’, susurra mi parte gryffindoriana (larga historia). Tomo aire. Es cierto. No puedo acobardarme, no ahora, no cuando tengo las cosas a mi favor (o algo así).
 
—  Tengo algo que decirte… Huh…Rose… Yo... —  vacilo, pero tomo determinación al ver que ella luce sonrojada, más nerviosa que yo. ¿Será que sabe lo que diré a continuación? Oh diablos, ¿y si está pensando en huir porque su mejor amigo le va a confesar su amor? Merlín, Merlín, Merlín, Merlín…—  Te amo—  suelto de golpe, sin pensarlo en realidad.
 
Oh. De. Mo. Ni. Os. Mátenme ahora.
 
Ella palidece, con su mano congelada en mi brazo, y casi tan rápido como lo hace vuelve a estar roja. Incandescentemente roja. Tanto que sus pecas parecen querer huir. Yo quiero huir. Acabo de meter la pata monumentalmente.
Tú no sólo vas y le dices a tu mejor amiga de toda la vida “hey, te amo, ¿qué quieres hacer esta tarde?”, y ya. Moriré ya mismo si ella me dice algo absurdo como “yo también, amigo”. Lo juro. Lo he visto en películas, y no es nada agradable.
 
Una pausa. No crean ni por un jodido segundo que soy de ese tipo de chicos, todos sensibles y dulces como pastel de chocolate. No. No escribo poemas, no lloro con las puestas de sol, y mi mundo no gira en torno al amor.
 
Sólo gira en torno a Rose. Porque la amo. Y punto.
 
No hay nada tierno, o dulce, o lo que sea, en mi personalidad. No al menos en el exterior. Ni nada que quiera mostrar del interior.
 
Bien. Ahora que hemos aclarado ese punto, sigamos con mi mortificación y mis ganas de lanzarme de la torre de astronomía debido al evidente rechazo que…
 
Mis pensamientos son interrumpidos cuando Rose se abalanza sobre mí y, con los ojos cerrados y su mano ahora apretando mi camisa, me besa.
 
Sí. Me besa. Rosebud Anne Weasley me besa.
 
¡ROSE ME BESA! ¡ME BESA! ¡ME ESTÁ BESANDO! ¡ME ESTÁ…!
 
¡Oh, cierto! Reaccionando tardíamente, deslizo mis manos suavemente hacia su cintura, y la atraigo hacia mí. Está nerviosa casi como yo, lo sé porque está increíblemente tiesa. Y eso me inspira dulzura, porque Rose nunca ha…
 
 
¡OH MERLÍN! ¡ROSE NUNCA HA BESADO A NADIE ANTES! ¡SOY EL PRIMERO! ¡SOY EL JODIDO PRIMERO! ¡PUEDO MORIR EN PAZ!
 
 
Sonriendo inconteniblemente sobre sus labios, decido echarle una mano. Procuro ser dulce y suave, enseñarle y aprender. Saborear. Disfrutar. Intentar decirle las cosas que pienso y no me atrevo decir sobre ella. Sobre lo fantástica y única que es. Y creo que me entiende.
 
Y creo que, maldición, soy el hombre más jodidamente feliz del planeta en este momento.
C.J. Potter
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Mensaje por C.J. Potter Jue 03 Abr 2014, 7:04 pm


¡ALTO AHÍ!




Lean esto. Gracias. Las quiero.


*Un kiss*


*Un tiro en la frente*


*Aplausos*


*Amo llamar su atención con
 estos carteles*



Ejem. ¡Hola! ¡No me maten! ¡O mato a sus personajes favoritos! :D


Bien, ahora que nos entendimos... ah. JAJAJAJAJJAJJAAJ, broma, aún no planeo matar a nadie. Bueno, nadie relevante. DE ACUERDO, nadie especialmente importante en ESTE fanfic.


Ay sí, tiré la bomba y cambié de tema, soy toda una pilla  She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 5 1313521601 




En fin. Lo sé, meses de ausencia. (Sin contar el último capítulo que subí, que en realidad es la primera parte del capítulo 6, el cual acabo de terminar de subir; el día que lo estaba subiendo me quedé sin batería por vueltear con el html *al final quedó pelado de edición porque FIACA*, y no pude terminar de subirlo. Y sí, recién hasta hoy me desocupo). PERO VAMOS, tiene como 60 páginas de word, este capítulo es un tercio de un 80% de los libros en general. Merezco la compasión de no ser perseguida, secuestrada, y dolorosamente torturada por als fanáticas-más-fanáticas. ¿Cierto?




No quiero que respondan eso.




So, ¿qué les pareció? ¿Qué opinan respecto a los diversos ships del fic? SÉ QUE HAY FANS SCOROSE AQUÍ  She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 5 285151902  Amo esa pareja, e intento no hacerla tan tierna y dulzona porque les juro que sino vomito. NO SIRVO PARA LAS CURSILERÍAS, LO JURO.


Yo me divertí mucho escribiendo este cap, aunque se me hizo más extenso de lo que creía. Los próximos serán igual de largos que este, por cierto, así que prepárense para leer mucho (y esperar a que los escriba...) Vale, creo que ya mejor me voy. 




POR CIERTO, ALGUIEN MÁS ACÁ ES DE ARGENTINA O ALREDEDORES Y YA EMPEZÓ LA P*UTA ESCUELA? PORQUE YO SÍ Y LES ASEGURO QUE ME ESTOY ENLOQUECIENDO EN APENAS EL TERCER DÍA. PROFESORAS PERRAS. QUIERO IR A HOGWARTS. LO EXIJO. YA. NOW. AHORA. 


Ejem. Perdón por eso. Hoy tuve Salud y adolescencia, literatura, y dos horas eternas de química, y mi llena de expectativas profesora de literatura no es lo que yo quería que fuera, así que estoy alteradita. Ya se me va a pasar c:




OH DIOS ME ALARGO MUCHO, SE DAN CUENTA?! Mejor me voy ya. Hay olor a hamburguesas... 




Besos!


-Ju
C.J. Potter
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Mensaje por you're mine ANGEL, PATCH Vie 04 Abr 2014, 11:21 am

hola he leído la novela y te juro que me mate de risa con lo de scorpius

Sí. Me besa. Rosebud Anne Weasley me besa. 
 
¡ROSE ME BESA! ¡ME BESA! ¡ME ESTÁ BESANDO! ¡ME ESTÁ…!
 
¡Oh, cierto! Reaccionando tardíamente, deslizo mis manos suavemente hacia su cintura, y la atraigo hacia mí. Está nerviosa casi como yo, lo sé porque está increíblemente tiesa. Y eso me inspira dulzura, porque Rose nunca ha…
 
 
¡OH MERLÍN! ¡ROSE NUNCA HA BESADO A NADIE ANTES! ¡SOY EL PRIMERO! ¡SOY EL JODIDO PRIMERO! ¡PUEDO MORIR EN PAZ!

te juro que se lo lei a una amiga ahorita y se puso a reir conmigo, bueno me presento me llama kcedy tengo 14 años y soy de peru y te endiendo odio la escuela justo ahora estoy aqui y soy una malota leiendo tu novela adios síguela pronto besos

you're mine ANGEL, PATCH
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Mensaje por TamiaUnbroken Sáb 05 Abr 2014, 8:02 pm

Ahhhhhhh me encanto!!! Scorpius y Rose! *-* que hermosooooooooooo!
Y James! *Suspiro* es tan ashajshshajj!
Espero que la sigas pronto y gracias por estos increíblemente largos capitulos, los ame! :'3
Y espero que Adhara pueda salir de los mortifagos :( pero bueno Esta muy genial la trama...
Siguela pronto :3
-Tami
TamiaUnbroken
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