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Mensaje por tobias. Jue 09 Ene 2014, 8:02 pm

cam, te amo, juro que iré a donde sea que vivas ya que en este preciso momento no lo recuerdo y te violaré tipo adh y potter. ahq. no me demandes por acoso sexual, es que ahora el amor que siento por ti es demasiado, srsly quiero ir a tu casa y matarte a besos tipo bella y edward. ya me convencí de que estoy enamorada de ti y de tu novela fuera de broma ilysm y gracias por subir capítulo tan perfecto.
tobias.
tobias.


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Mensaje por tobias. Jue 09 Ene 2014, 8:02 pm

te pasé de página, mierda, tienes que hacer maratón (?)
tobias.
tobias.


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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 4 Empty Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]

Mensaje por andie. Vie 10 Ene 2014, 8:38 am

¡Hola!, soy tu nueva lectora. Me llamo Dayana, pero dime Pauli o Paulette, o como quieras:), de verdad que me gusta tu novela, es que es tan ... bacan, cúl, increíble, y diferente. Nunca había leído algo así, es como tan asdfjnqekrsucds, no lo sé. Eres una increíble escritora, ¡síguela, está muy buena!
andie.
andie.


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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 4 Empty Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]

Mensaje por C.J. Potter Lun 17 Feb 2014, 8:13 pm

Odair. escribió:
cam, te amo, juro que iré a donde sea que vivas ya que en este preciso momento no lo recuerdo y te violaré tipo adh y potter. ahq. no me demandes por acoso sexual, es que ahora el amor que siento por ti es demasiado, srsly quiero ir a tu casa y matarte a besos tipo bella y edward. ya me convencí de que estoy enamorada de ti y de tu novela fuera de broma ilysm y gracias por subir capítulo tan perfecto.

JAAJAJAJAAJAJAJAJAJAAJAJAJ, vidita <3 ily+ Te adoré, te juro, me hiciste la noche, JAJAAJAJAJAJAJAJ. Entonces supongo que este cap te va a gustar aún más e.e

Besos dear, tk <3
C.J. Potter
C.J. Potter


http://keep-dreaming-about-love.tumblr.com/

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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 4 Empty Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]

Mensaje por C.J. Potter Lun 17 Feb 2014, 8:29 pm

мickey. escribió:¡Hola!, soy tu nueva lectora. Me llamo Dayana, pero dime Pauli o Paulette, o como quieras:), de verdad que me gusta tu novela, es que es tan ... bacan, cúl, increíble, y diferente. Nunca había leído algo así, es como tan asdfjnqekrsucds, no lo sé. Eres una increíble escritora, ¡síguela, está muy buena!


Bienvenida Pau! Te diré Pau B| 
Awww, honey, gracias <3 Vos sos tan asjdaskjdhasda también :') De verdad, gracias. 


Espero que te guste el próximo cap (? Besos y grax de nuevo, por comentar! ^^
C.J. Potter
C.J. Potter


http://keep-dreaming-about-love.tumblr.com/

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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 4 Empty Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]

Mensaje por tobias. Mar 18 Feb 2014, 2:40 pm

sube plz.
tobias.
tobias.


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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 4 Empty Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]

Mensaje por C.J. Potter Mar 18 Feb 2014, 3:08 pm





Capítulo 5


" Máscarada"




Parte 1





Escritora
 
 
Maximus Nott tenía tres reglas de oro en su vida: 1) No enamorarse, 2) orgullo ante todo, y 3) nadie puede meterse con él o sus amigos sin sufrir las consecuencias. Mike Bottom, alumno de séptimo en Huffle, había roto la última de éstas al dejar a Adhara para acostarse con cualquiera. Lo cual era absurdo, como si el imbécil castaño de andar desgarbado valiera tanto como para ser apto de dejar a Adh.
 
Por otro lado, si se lo preguntan, Max y Adha se conocían desde niños. Al igual que Scorpius, Ana, Flora (hermana de Ana), Tessa, y básicamente media casa de Slytherin. Sus padres, sus familias, sus apellidos, todos ellos tenían algo en común: recibían desprecio de parte del mundo mágico, por un pasado que parecía no querer quedarse atrás. De niños jugaban juntos, y fueron criados prácticamente como primos. Con el tiempo ya no se vieron tanto, pero sólo porque a la Malfoy la habían enviado a Gryffindor, y ella había hecho sus propios amigos (Weasleys y Potters, como para no ser irónica). Y aún así, Max no iba a tolerar que el idiota de Mike se aprovechara así de su amiga. No, nunca.
 
 
—  ¿Cómo pretendes salir de esto luego? —  preguntó Troy Hawthorne, su mejor amigo, quien en aquel momento se hallaba ultimando el plan que juntos habían ideado. Por supuesto él siempre lo apoyaba, por más descabelladas que fueran sus ideas.
—  No lo sé, ¿acaso importa? Esta es mi última semana, Troy. Debo disfrutarla mientras pueda—  contestó, mientras ataba el hilo que tanto había demorado tensando.
 
Troy estaba al tanto de los mortífagos y la selección de la cual Max también participaba. Aunque el Nott, como era hijo único, estaba condenado sin necesidad de ser sorteado, y exactamente por eso había pasado los últimos meses viviendo la vida al límite, sin reparos en cosas sinsentido como las morales.
 
—  Buen punto—  repuso el rubio, respirando hondamente, poniéndose de pie y tomando la cámara de fotos que había dejado sobre una de las mesas de la Sala Común.
 
Todos los Hufflepuffs miraban con curiosidad a los infiltrados Slytherins, y no se quejaban sólo porque sus artimañas prometían un buen espectáculo. Los Huffles no eran agresivos, por lo general, en lo que a casas respecta. De hecho les había sido sencillo a los muchachos conseguir que los dejaran pasar; un par de guiños y caricias, y las chicas de quinto habían peleado por ser quien las ayudara en su plan.
 
—  ¿Todo listo? —  preguntó Max, pasándose una mano por la frente para correr los cabellos rebeldes que caían sobre su rostro, poniéndose de pie. Hubo unos cuantos chillidos poco sutiles ante este gesto, de sus no pocas admiradoras.
—  Cuando tú quieras—  dijo Troy en respuesta, caminando hacia atrás con la cámara en alto. Max sonrío satisfecho (más chillidos aquí) y, acercándose al umbral de las escaleras, gritó:
—  ¡Mike Bottom! ¡McGonagall te está buscando! ¡Dijo algo respecto a un ungüento!
 
 Él sabía, gracias a Adhara, que Mike usaba un ungüento especial, pues tenía piel sensible, y si no lo usaba el sol podía hacer estragos con él. Algo, por cierto, sumamente vergonzoso para un hombre de diecisiete años.
Claro que no se demoró ni un segundo en oírse el brusco abrir de una puerta, y luego pasos presurosos bajando las escaleras. Max se echó para atrás, dándole un último vistazo al fino hilo tenso sobre el suelo, y esbozó otra sonrisa confiada cuando vio al castaño aparecer en el umbral, jadeante.
 
—  ¿Nott? ¿Por qué demonios McGonagall te…?—  Pero sea lo que sea que Mike iba a preguntar, se vio interrumpido cuando él tropezó con la tanza, cayendo de bruces al suelo, y accionando un circuito que desembocó en un balde de miel colgado del techo, que terminó cayendo entero encima suyo.
 
La Sala Común estalló de risas, pero Max se apresuró a demostrarles que eso no era todo. Mientras el Bottom intentaba levantarse a resbalones, chillando avergonzado, él tomó la caja que tenía a su lado y la abrió. Un enjambre de criaturitas azules salió de allí y, atraídos por el néctar, zumbaron directo al joven, quien gritó aún más aún. Resbalándose en la miel procuraba ponerse de pie, a la vez que agitaba los brazos como aspas en un vano intento de deshacerse de las bestias que tiraban de su cabello y pinchaban sus brazos, queriendo llevarse la sustancia dulzona. Claro que hubo personas que intentaron ayudar al rubio, pero él no se dejaba. Al contrario, los alejaba con manotazos, mascullando cosas incomprensibles.
 
Troy no dejaba de tomar fotografías, riendo a mandíbula batiente, al igual que el resto de la Sala Común. Los adolescentes podían ser muy crueles cuando querían.
 
 
—  ¿Humillado, Bottom? —  dijo Max, cruzado de brazos, alzando su voz por encima de las risas. Todos lo miraron expectantes. Mike no contestó, pero finalmente pudo ponerse de pie, aunque tenía pixies pegadas en todo el cuerpo—. Bien. Eso es exactamente lo que quería lograr—  asintió, con una sonrisa cínica. La mandíbula del Bottom temblaba de impotencia, pero sabía que  no podía hacer nada contra Max… no de momento—. Realmente no merecías a Adhara—  chasqueó el moreno, meneando la cabeza.
—  ¿Tú también insistes con eso? —  masculló Mike, pasándose una mano por el rostro para quitarse la miel de los ojos.
 
Max estaba a punto de preguntarle quién más había sido el inteligente que le había dicho eso, cuando la gente comenzó a escabullirse entre murmullos asustados. No necesitó más que voltear para saber de qué iba la cosa. McGonagall.
 
—  ¿¡Qué significa esto, Nott, Bottom!? —  Exigió, frunciendo el ceño con severidad. Seguramente algún alumno los habría chivado.
 
 Max vio a Troy por encima del hombro de la directora, y con una simple mirada cómplice le indicó que se marchara. Él no metería a su mejor amigo en problemas, y Troy, pese a que era leal, no era ni muy Hufflepuff, ni muy Gryffindor, y con un serio asentimiento se terminó escabullendo de la escena del crimen.
 
—  Una broma, directora—  contestó el Bottom—. Nott me gastó una estúpida broma. —  Un choro de miel cayó desde su manga cuando lo dijo, y la mirada de la mujer se entornó bajo sus gafas de culo de botella.
—  ¿Son esos pixies? —  espetó la mujer, con cierta sorpresa indignada en la voz. Max contuvo una sonrisa de orgullo; había sido difícil conseguir esas criaturas.
—  De hecho lo son—  confirmó el ojiazul, asintiendo sin ningún remordimiento. McGonagall respiró profundamente, y fue como ver a un volcán a punto de hacer erupción.
—  Nott. A mi oficina. Bottom, tú ve a la enfermería, y que Madame Pomfrey te quite de encima esas criaturas—  indicó rotundamente, girando sobre sí, encaminándose hacia la salida en un evidente “sígueme”.
 
Max suspiró, se rastrilló el cabello, y salió de la Sala dejando a su paso una serie de suspiros.
 
 
Adhara
 
 
Jo. Der.
 
Sí, realmente este es el momento más incómodo de mi vida.
 
Recapitulemos.
 
Besé a Potter. No sólo una vez, ni dos, sino cinco. Y la última fue medio porno. No he vuelto a hablar con él desde ese sábado, ni pretendo hacerlo, pues realmente me aterra la idea de aclarar cosas con Potter. Es malditamente imposible. ¿Acaso en serio he hecho eso con él? ¡Mi peor enemigo! ¡El mayor imbécil de todos! ¡La única persona que probablemente odio de veras! Aún no lo asimilo; ni tampoco el hecho de que me gustó. Porque si debo ser sincera, nunca antes había sentido algo así. No lo creía posible; es decir, vamos, el asunto del cosquilleo, las mariposas, y las piernas que tiemblan, son sólo una propaganda de la ficción. Pero sí sentí todo eso con él. ¿Entonces?
 
Entonces me miento a mí misma. Y todo es más sencillo.
 
Pero en este momento, en clase de pociones, con él a mi lado preparando la jodida poción del amor, mirándome de reojo de vez en cuando con toda esa… cosa… tonta del misterio, ¡realmente no puedo soportar esto!
 
—…sirena —  dice, sacándome de mis cavilaciones.
—  ¿Huh? — balbuceo tontamente, pues de hecho no estaba prestando atención a lo que me decía. Estaba ocupada pensando en por qué demonios me conformé con ser su compañera en pociones, mientras jugueteaba distraídamente con la cuchara de madera que usamos para revolver.
 
Él sonríe socarronamente, como si supiera de qué iba la cosa, y estira su brazo hasta mi libro, rozándome al hacerlo. Me estremezco, cierro los ojos, y me echo hacia atrás reticente.
 
—  Dije que es momento de poner el polvo de sirena. Lo dice en el libro. ¿Ves? —  Murmura él, muy inocente, regresando a su asiento y poniendo el jodido libro al medio.
 
Trago con fuerza, abro los ojos, fuerzo una sonrisa de “no me estás venciendo”, y rebusco el bendito polvo entre todos los ingredientes extendidos sobre la mesa.
 
—  Lo estás haciendo a propósito—  mascullo, tomando el frasco etiquetado como “polvo de sirena”, que de hecho al emitir un leve brillo flúor es bastante identificable.
—  ¿Qué cosa, Malfoy? —  replica sonando confundido. Sólo que cuando giro a verlo él está sonriendo con burla. No puedo reprimir un gruñido frustrado; ¡claro que lo hace a propósito! Se burla de mí. No hay nada de silencio en sus planes. Soy yo la que puede quedar mal si todo esto sale a la luz, no él. Soy sólo una más en la estúpida larga lista. ¡Agh!
 
Él ríe divertido, y me quita el frasco de la mano, sacándole la tapa y echándole una pizca a nuestra poción purpúrea. Me pica el cerebro de sólo pensar en la palabra “nuestra”. Esto está mal, mal, mal. Muy mal.
 
—  A mí no me parece divertido, Potter—  mascullo, tomando el frasco de vuelta con brusquedad.
—  Mírate. Parece un gatito enfurruñado—  burla, sonriendo torcidamente. Lo detesto. Mucho.
—  Imbécil—  gruño, frunciendo los labios hoscamente. Entorna la mirada hacia mí, ocultando una media sonrisa, e increíblemente se acerca. De veras no sé por qué juega así conmigo. Se detiene a una considerable distancia de mi oído.
—  La verdad no sé hasta dónde crees eso, Malfoy—  susurra, y antes de que nadie a nuestro alrededor pueda percatarse de su gesto, me quita también la cuchara de madera y regresa hacia atrás, empecinándose en mezclar el caldero.
 
Y sí, mientras tanto yo soy la idiota que queda medio muerta-medio en shock por haber tenido sus labios tan cerca. No es mi culpa. Es como tener una barra de chocolate al alcance de tus manos, pero sin poder tomarla. Sabes que es deliciosa, y por supuesto que te tienta obtenerla. Y no puedo creer estar comparando a Potter con chocolate. Merlín. Estoy seriamente perturbada. Necesito un respiro.
 
—  De acuerdo. Deberías parar—  digo finalmente, decidida a acabar con esto. El domingo no lo vi. Pero hoy sí. Y me torturó como no tienen idea. No puedo permitir que siga así lo que queda del año; ya tengo suficiente con lo mío.
—  Oh, vamos Malfoy, sabes que te encanta tener mi atención—  bufa, burlón claro que sí. Frunzo el ceño, indignada, conteniendo mis ganas de rasguñarle cada centímetro del rostro sólo porque él está mezclando la poción con mucha precisión. Y está bien que lo odio, pero no por eso quiero obtener bajas calificaciones.
—  ¡No digas idioteces, Potter! —  exclamo en voz baja. También cabe aclarar que tengo la punzante mirada de Savannah Longbottom sobre mí. Es abrumador, ¿ya lo dije?—. Eres tú al que le fascina prestarme atención—  añado, más por decir algo que por creerlo.
 
Su sonrisa flanquea hasta desaparecer. —  Ahora eres tú quien habla sólo por ser gratis—  musita quedamente, terminando de batir, sacando la cuchara muy lentamente—. No podría gustarme menos. Sólo me divierte ver lo nerviosa que reaccionas a… mí. —  Cuando lo dice, vuelve a sonreír, más mordaz que antes, y se gira a leer la próxima instrucción del libro, como quien no quiere la cosa.
 
Vale. Mi rostro comienza a arder. Si existe algún tipo de control sobre los capilares sanguíneos, es momento de que salga a la luz.
 
—   Yo no… Yo… Eso es… ¡Pff! —  De acuerdo, balbucear no sirve. Plan B—. No es cierto. —  Gracias a Merlín o quien sea el divino ser que me dio determinación en este momento de carencia.
 
Él deja de leer para mirarme inquisitivo. Un implícito “¿estás segura?” en su mirada. Ok. Quizás eso que dije no es cierto. Pero las mentiras suelen ser más amenas. Al menos tratándose de mí misma.
 
—  Creí que dijiste que nada cambiaría—  mascullo, usando mis últimos recursos, bajando la voz tanto como me es posible para que nadie más pueda oír.
—  Y nada cambiará, Malfoy—  replica, más ácidamente que antes—. Es exactamente porque te odio, que hago esto. Creí que lo habías notado. Increíblemente tenía más fe en tu perspicacia.
 
Oh, bien. He dicho algo malo. Él está molesto. Y eso es bueno, ¿no? Sí, es bueno. Es normal. Es… Se supone que es correcto.
 
—  Mejor entonces. —  Sí, esa es la única brillante respuesta que se me ocurre decir. No hay que hondar demasiado en el asunto… sólo… estoy confundida.
 
Confundida. Odio esa palabra.
 
 
 
Lily
 
 
 
—  A veces creo que tú estás loca, ¿sabes? —  Comenta Lysander, caminando a mi lado con las manos en los bolsillos. Ruedo los ojos.
—  No me extraña. Siempre piensas lo peor de mí—  ironizo, enroscando con manía en mi índice un mechón de cabello.
—  Sabes que no es cierto—  dice, aunque no sonando muy preocupado. Supongo que sabe que de hecho lo sé—. Pero, ¿Maximus Nott? ¿De veras? Es un depredador, Lils. Va a sacarte más de lo que tú a él—  advierte, como siempre siendo el sabio. Nuevamente ruedo los ojos.
—  ¿Estás implícitamente refiriéndote al sexo? — pregunto, casi divertida. Él da un respingo bastante épico, como si oírme decir la palabra fuera sacrilegio.
—  De hecho sí, de eso hablo—  admite cuando se recompone—. No creo que quieras perder tu virginidad con él.
 
Sabía que iría por ese lado. Típico de Lysander eso de sobreprotegerme hasta la exageración.
 
—  ¿Y tú qué sabes si soy virgen o no? —  increpo, sonriendo ampliamente. Él me mira interrogativo, como meditando al respecto.
—  Lo eres… ¿cierto? —  vacila, entornando la mirada.
 
Mm… ¿Mentirle o no? Bueno, él es Lys… Aunque si cree lo contrario su nivel de vigilia disminuirá… Quizás si yo… No, creo que no. No puedo mentirle en serio. Suspiro pesadamente.
 
—  Sí, lo soy. Pero no importa mucho. —  Me encojo de hombros—. Da igual serlo o no, y también con quién es la primera vez. Es sólo sexo.
 
Él me mira con el ceño fruncido. Sé que está en desacuerdo. Él es el mayor defensor de las muchachas santas, como Danna Simpson, o Kath Duncan. O Adhara Malfoy. De hecho sospecho que a Lys le gusta Malfoy. Es aterrador. La chica no es desagradable pero… Lys es más que eso.
 
—  ¿Tú te escuchas cuando hablas? —  espeta, totalmente en desacuerdo con mi despreocupación. Me echó el cabello tras el hombro, aburrida.
—  Te tomas muy a pecho esas cosas—  farfullo desinteresadamente, virando hacia la izquierda, directo al jardín interno del primer piso.
—  ¿Hablas en serio? Ese tipo de cosas no se recuperan, Lillian—  insiste, siguiéndome hasta la banca bajo el roble, tomando asiento a mi lado.
 
Sé que no me dejará en paz hasta que le diga que tiene razón. Pero también sé que él no me creerá cuando le diga que la tiene y que voy a obedecerlo.
 
—  Bien. ¿Te conformas con que prometa no acostarme con Nott? —  negocio, apoyando las manos en mis muslos. De todas formas no iba a hacerlo. Él es sexy y malo, y todo eso. Pero no es mi tipo en absoluto.
—  Me conformaré cuando prometas tener tu primera vez con alguien que de verdad quieras—  replica, rotundo.
 
Por tercera vez en menos de diez minutos, ruedo los ojos.
 
—  Eso suena a peli romántica, Lys—  digo con gracia, arrugando la nariz. A decir verdad hace rato dejé de creer en los finales felices; no siempre eres una princesa y tienes un príncipe que te ama incondicionalmente.
—  Quiero que tengas tu peli romántica, Lily—  rebate, con una sonrisa de las suyas.
 
No soy del tipo al que le gusta lo romántico o tierno. Pero tengo que admitir que cuando Lysander es tierno, como ahora, me siento increíblemente más feliz que cuando juego quidditch (y eso es mucho decir). Sólo él tiene ese tipo de gestos. Es único. Como Albus. Los únicos dos hombres en Hogwarts que valen la pena.
 
—  Te amo, ¿lo sabías? —  comento, procurando sonar lo más casual posible, y no como si mi corazón estuviera hinchado de algodón de azúcar. Por un milisegundo (que de no ser porque lo conozco como a mi rostro no habría notad), su sonrisa vacila, pero casi enseguida está nuevamente luciendo muy alegre y positivo.
—  Yo más. Y es exactamente por eso que quiero que me lo prometas—  dice, con voz suave.
 
Es bastante injusto. Él sabe cómo convencerme, rayos. Desvío la mirada al frente, tomo una profunda bocanada, y a regañadientes suelto:
—  Vale. Prometo que mi primera vez será con alguien que de verdad quiera.
 
Él amplía su sonrisa, satisfecho, y se pone de pie, sacudiéndose ociosamente los pantalones.
 
—  Eso quería oír. Suerte con tu cita, Lils. Nos vemos luego—  se despide, acercándose para plantar un beso en mi frente. Cierro los ojos y contengo el aire en los dos segundos que éste dura; realmente no sé por qué me pongo tan tensa y endeble cuando él hace esas cosas. Debe ser el calor.
 
—  Nos vemos—  murmuro cuando se aleja, viendo su última sonrisa, y luego su espalda desapareciendo en el umbral hacia los pasillos. Tomo una respiración extensa y me yergo, recompuesta.
 
Bien, admito que Lys tiene cierto efecto en mí. Es decir, es como mi hermano, claro. Él lo dice siempre. Pff, no puedo quedar tan perturbada cada vez que tiene un gesto de cariño conmigo, debo controlarme. Soy Lily. Los hombres no son nada a comparación de mí y mi poder.
‘Mentalízate’, esa fue la regla de oro que Victoire me indicó cuando me enseñó cómo no salir herida al ligar con chicos. Y vaya que Vic sabe al respecto.
 
—  Hey, Potter. —  La voz de Maximus Nott hace que casi de un respingo. Pero soy sabia y lo reprimo, sin dejar traslucir absolutamente nada de lo que pasaba por mi cabeza. Esbozo una sonrisa atractiva, que sé que a los chicos les encanta; los muy bobos son fáciles. Tendría que existir una palabra insultante para denominar a los chicos fáciles; las mujeres son zorras, pero los hombres sólo son rompecorazones, como James y Max. Deberían ser “zorros”, o algo. Ya veremos luego en la reunión del club.
 
—  Nott. ¿Vienes aquí a menudo? —  pregunto con fingida curiosidad, citando el cliché. Él sonríe ladinamente, y toma asiento a mi lado.
—  Sólo cuando una chica guapa me invita—  contesta, girando el torso de modo que me mira de frente. Sí, el chico definitivamente es sexy. Pero yo lo soy más.
 
Volteo y paso una pierna por encima del banco, de modo que quedo a horcajas del asiento, también de frente a él. Me mira. Sé lo que piensa. Y quizás esto sea más fácil de lo que creía… sólo me pregunto si el término “amor” siquiera está en su vocabulario. Hay una gran diferencia en que me bese y que le guste. Quizás conseguir atracción física con él no sea suficiente. Quizás debo ser más… estratégica.
 
—  Oí que le gastaste una broma a Mike Bottom—  suelto, siempre usando ese tono. El lento y provocativo, que Vic me enseñó que siempre funciona. También me enseñó que a los chicos les fascina hablar de ellos mismos y sus hazañas. Y, debo admitir, me da un poco de curiosidad saber de qué va la cosa; me gustan las bromas, y detesto al imbécil de Bottom.
—  Sí. Lo bañé de miel y solté pixies—  asiente, luciendo muy orgulloso de sí mismo. Alzo las cejas, sinceramente sorprendida. No es sencillo conseguir pixies, y menos mantenerlas controladas el tiempo suficiente. Además, no creí que tuviera la inteligencia como para recordar que a las pixies les atrae la miel; yo sólo lo sé por Lys, quien como toda la familia Scamander siente pasión por las criaturas mágicas y no mágicas.
 
—  Elaborado. Muy bien pensado. ¿Tomaste fotos? —  Ahora sí estoy verdaderamente interesada.
—  Por supuesto que las tomé. De hecho, mañana Hogwarts estará empapelada de sus fotos—  afirma, ladeando la cabeza con confianza. Rio, un poco por diversión, otro poco porque debo seducirlo.
—  Eso sí es asombroso. Pero te meterás en problemas, ¿sabes? —  Aunque por lo que sé, él ya está en graves problemas. McGonagall no es de tomar las bromas muy bien. Lo sé por experiencia.
—  No si no descubre que fui yo—  conviene, astutamente. Es un buen punto— Además, no puede imponerme un castigo peor que el que ya tengo. —  Se encoge de hombros, evidentemente molesto al respecto.
—  ¿Qué castigo tienes? —  increpo, curiosa. Él bufa.
—  Debo ayudar con el Baile de San Valentín.
 
 
James
 
 
He estado pensando. Bastante. Respecto a Malfoy. Lo cual es raro. Y aterrador. Y totalmente anormal.
 
Es que el beso en los vestuarios fue… Vale, todos los besos en general fueron… raros. No lo sé. Diferentes. Y eso es terriblemente malo. Es una mortífaga, ¿recuerdan? Mala. No debería besarla en primer lugar, y en segundo, no debería gustarme hacerlo. Así como tampoco debería gustarme incordiarla. Discutirle, molestarla, pelear… sí, eso es típico. Pero incordiarla, divertirme, y hablar… no, eso no debería suceder. Ella lo sabe también. Y sé que es mi culpa. ¡Pero no puedo contenerme! Es como volver a ser un preadolescente.
 
 
—  Tienes cara de muerto—  chilla una voz aguda desde arriba. Algo sorprendido por el brusco gesto doy un respingo, y miro en su dirección. Felicity Malfoy. Como una ironía.
—  Tú tienes cara de llegar tarde. ¿Por qué demoraste tanto? —  espeto, haciéndole una seña para que aterrice. Ella lo hace, con seguridad, justo enfrente de mí. Es tres cabezas más enana que yo.
—  Ravenclaws—  contesta con un chasqueo, desviando la mirada—. ¿Qué me enseñarás hoy?
 
Frunzo el ceño. ¿Ravenclaws? ¿Qué clase de respuesta es esa? —  ¿Qué significa eso? —  exijo, cruzándome de brazos. Ella rueda los ojos. Debe ser de familia.
—  Ravenclaws. Punto. Olvídalo, ¿sí? Quiero aprender a volar—  insiste, preparándose para despegar. Otra cosa de familia, eso de ser terca; su prima es igual.
 
No sé por qué pienso en eso. Mejor cambiar de tema. —  Vale. Hoy aprenderás a esquivar objetos. Primero irás en velocidad baja, luego probaremos acelerando—  indico, agachándome a tomar la caja con bolas de colores que traje para la prueba.
 
Ella se eleva obedientemente, y los siguientes veinte minutos consisten en hechizar bolas para que la persigan y ella las esquive, cual si fueran bludgers. De hecho, este ejercicio lo hago con el equipo también.
Es cuando ella aterriza, jadeante, para beber agua, que noto algo anda mal. Usualmente tiene mayor resistencia, y una sonrisa engreída en la cara.
 
—  Ten—  digo. Me acerco a ella, tendiéndole una botella de agua, y ella sonríe débilmente en respuesta. Estira el brazo para tomarla, su manga se baja levemente, y entonces puedo ver el inicio de lo que parece un moretón en su muñeca. Frunzo el ceño, confundido, y apenas nota la dirección de mí mirada ella voltea bruscamente y se baja la manga.
—  ¿Qué diablos es eso, Felicity? —  Espeto, olvidando la delicadeza de tratar con una niña al voltearla a la fuerza por el hombro.
—  No es nada—  masculla, intentando zafarse, pero soy más rápido y tomo su mano, bajando la manga. Quedo mudo.
 
Efectivamente es un moretón. Enorme. Comienza en el hueco de su codo, y finaliza en la muñeca, marcando asquerosamente en violeta la palabra “mortia”. Eso es… horrible. Puedo sentir un retorcijón de estómago de sólo verlo, no quiero pensar en cómo se lo hicieron.
 
—  ¿Quién te hizo esto? —  exijo con severidad. Ella frunce los labios igual que su prima (¡son idénticas!), e intenta zafarse otra vez. Esta vez se lo permito, y ella apresura a cubrir la herida.
—  Nadie—  musita entre dientes. Evidentemente mi comparación con Adhara no es mera paranoia; la niña es jodidamente igual. Eso me frustra. Pero sigue siendo una niña. Lastimada.
—  Dime quién lo hizo, Malfoy. O iré con McGonagall. —  La amenaza es mi último recurso. Porque sé que ella no quiere llevar el asunto a mayores.
 
Al parecer tengo razón, porque ella dice: —  Ravenclaws, ¿de acuerdo? —  E intenta montar en su escoba otra vez.
—  Alto—  espeto, y ella obedece a regañadientes, mirándome con el ceño fruncido al igual que los labios—. ¿Quiénes fueron, exactamente?
—  ¿Para qué quieres saberlo? ¿Para ir y reírte con ellos sobre cómo me atacaron? —  Gruñe agresivamente, mirándome como si yo de verdad fuera a hacer algo como eso.
 
Ahora el del ceño fruncido soy yo. —  ¿De veras me creer capaz de algo así? — Pregunto, incrédulo. Ella se encoge de hombros.
—  Por lo que he oído, has hecho cosas peores—  musita despectivamente, elevándose en el aire.
—  ¿Qué? No sé de dónde sacaste eso, yo nunca he…—  Pero ella me interrumpe.
—  Adhara. Scorpius. Mis primos, profesor. —  ¿La niña está siendo sarcástica conmigo?
 
Acto seguido se eleva en el aire, con todo el orgullo con que chiquilla de once años puede tener, y me deja solo, parado como un idiota confundido. ¿Yo le he hecho cosas peores a los Malfoy? Vale, he golpeado e insultado a Scorpius un par de veces, pero él también a mí. Y quizás abusé, insulté, e incordié a Adhara… también la humillé, la besé, e hice que todos sus novios terminaran con ella. Pero, vamos, eso no es nada comparado con golpear a una niñita de once años y escribir eso en su piel.
 
Estoy confundido. Felicity es hija de Alfred Greengrass, un ex mortífago. Que quizás es mortífago otra vez, al igual que Draco Malfoy. Por consecuente, sus hijos son mortífagos. O bueno, algo así. Dioses, esto ha tenido sentido toda mi vida, entonces ¿por qué ahora no puedo comprender nada en absoluto, ni hallarle el menor sentido? Es decir, ¿qué ganan esos Ravenclaws abusando de Felicity, quien tan sólo tiene once?
 
Paso una mano por mi cabello, sintiendo mi cerebro a punto de explotar, y miro hacia arriba en busca de la niña, pero tal y como sospechaba ella no ya está. Vale. Media hora hasta el entrenamiento con el equipo. Es tiempo suficiente para saldar cuentas.
 
 
Adhara
 
Hoy no es mi día. No, no lo es.
 
Y no sólo por mi dinámica clase de pociones. Hoy un grupo de Gryffindors de sexto me acorraló tras mi clase de aritmancia. Al parecer los mortífagos están asaltando y haciendo desaparecer unas cuantas personas últimamente. De algún modo creen que hiriéndome a mí se sentirán más seguros, o mejor al respecto. No lo sé.
En fin. Éstos eran Arianna Peters, Susan Fletchey, Henry Gaunt, y Cole Banks. Al parecer los padres de Arianna fueron asaltados. Un par de insultos, amenazas, unos cuantos rasguños, una bofetada y un tirón de cabello. Claro que no me quedé callada. De ahí los rasguños. Y fue por mi patada a la entrepierna de Cole (quien era el que me inmovilizaba por los brazos), que me gané la bofetada. Luego escapé. Menos mal que soy buena atleta.
 
Asusta. Duele. Pero he pasado por cosas peores. Y, además, tienen algo de razón al llamarme mortífaga. Sólo que yo no escogí ser parte de todo esto.
 
 
—  ¡Malfoy, concéntrate, diablos! —  Exclama Lily Potter, y reacciono a tiempo para atrapar la quaffle que me lanza. Enseguida acelero, y en movimiento se la paso a Arianna, quien me mira con una media sonrisa maliciosa. Accidentalmente la bola va muy fuerte, y golpea en su pecho, de modo que casi cae de la escoba. Ahora soy yo quien sonríe con malicia.
 
—  ¡Alto! —  Grita Potter. Freno en seco, y cierro los ojos resignada, preparándome para la perorata que sigue. Cuando vuelvo a abrirlos, él está frente a mí, ceñudo—. ¿Qué demonios ha sido eso? —  Suelta, molesto.
Miro por detrás de su hombro, y veo a Arianna un poco más allá sonreír triunfal. Vuelvo a enfocarme en Potter, y desinteresadamente contesto: —  No medí la fuerza del tiro.
 
Él me mira, una combinación de irritación y exasperación en sus ojos. —  ¿No mediste la…?—  farfulla entre dientes, rastrillándose el cabello a su vez, dejando la frase inconclusa—. Bien, más vale que no vuelva a suceder, o estás fuera del entrenamiento—  determina, y se aleja volando sin más. Bufo. Claro que si la cosa hubiese sido al revés…
 
La práctica sigue sin mayores inconvenientes, más allá de unas malas miradas y disimulados codazos. Es cuando termina y todos aterrizamos, que viene lo malo. Estoy a punto de entrar a los vestuarios, cuando Potter me detiene por el brazo, muy ceñudo, y me aparta a un lado, lejos de las miradas curiosas del resto del equipo.
 
—  ¿Y ahora qué? —  Suelto, cruzándome de brazos. Él alza una ceja.
—  ¿Tiene SPM o algo? —  Inquiere, cruzándose de brazos también, con una leve sonrisa de burla. Suelto un jadeo indignado.
—  ¿Me llamaste sólo para ser un imbécil, o vas a decirme algo importante? —  mascullo, con la paciencia insuficiente para soportar más Potter este lunes.
 
Su rostro vuelve a lucir serio. —  Arianna—  dice, y ya no me gusta qué rumbo toma la conversación—. ¿Cuál es tu problema, Malfoy? ¿Qué te ha hecho de malo? Por poco haces que se caiga de la escoba. Y no me tragaré el cuento de la fuerza no medida; ambos sabemos que tienes perfecto control en tu lanzamiento. Y como capitán no puedo permitir que haya distracciones en el equipo fuera del juego. Si vuelve a ocurrir tendré que expulsarte.
 
 
¿Qué? ¿Expulsarme?
 
 
—  No puedo creerlo—  interrumpo, llevándome las manos al rostro, sobándomelo con exasperación y luego meneando la cabeza. Por supuesto. Él. Quiere sacarme del equipo. Dos pájaros de un tiro. ¡No sé cómo no me di cuenta antes! —. Estoy segura de que sabes perfectamente qué pasa con Arianna. Incluso puede que hayas sido el de la idea, ¿no? —  digo, con diversión nada cierta—. Da igual. Me das asco. Todos ustedes. —  Y con una última mirada fulminante a su inexpresivo rostro, entro en los vestuarios, directo a las duchas sin parar a ver a mis curiosos compañeros.
 
Mientras me desnudo con brusquedad, pienso en la mierda que se está convirtiendo mi vida. Realmente no sé si soy tan fuerte para soportar todo esto, y temo mucho caer. Pero entre la amenaza de ser expulsada del equipo y de la escuela, los mortífagos, el sorteo, medio Hogwarts apuntándome con el dedo, los maltratos y abusos, todo el… rollo de Potter, y la inminente amenaza de una nueva guerra… ¿Cómo podría alguien ser lo suficientemente fuerte?
 
 
Rose
 
 
 
—  ¡Hey, Rose! —  grita alguien, haciéndome parar y voltear. Molly se acerca corriendo, con montones de papeles y libros en brazos a duras penas manteniéndose en su lugar, y una coleta despeinada meneándose tan apresuradamente como ella. Luce como si se hubiera excedido en su dosis diaria de cafeína.
—  Hey, Mol—  saludo, con una sonrisa. Ella se detiene a mi lado, jadeante, y me apresuro a ayudarla con un par de libros, a lo que ella me mira agradecida—. Luces cansada.
—  Oh, lo estoy—  asegura, acomodando sus papeles en la mochila que cuelga abierta de uno de sus hombros, suspirando de alivio cuando sus brazos están vacíos—. Esto del comité de preparación es consumidor. Y anoche tuve ronda nocturna. Ah, y las clases particulares de Pociones. Y esa pila de deberes que nos dejó el profesor Longbottom. —  Rueda los ojos, y se quita un mechón de cabello castaño rojizo del rostro, mientras yo deposito los libros dentro de la mochila también. Aparentemente tiene un encantamiento, porque desaparecen en la bruma, haciendo un sonido como metálico.
—  ¿No crees que deberías dejar de ofrecerte como voluntaria para todo? —  sugiero,  retomando mi marcha, esta vez con Molly a mi lado.
 
—  No—  responde, enérgica y positiva. De hecho, esas dos palabras son ideales para describir a Mol.
—  El estrés va a consumirte si no tomas un descanso—  insisto, aunque sé de antemano que nadie convencerá a Molly de dejar de hacer algo que quiere; jamás. Es determinada, bajo toda su capa de voluntariedad y altruismo.
—  No es para tanto. Siempre y cuando siga el calendario, estaré bien—  asegura, asintiendo. Sí, Molly se rige por un estricto calendario, al que en la familia todos llaman “el señor C”, quien alegan que es como su esposo prematuro, controlando su vida.
 
—  Si tú lo dices…—  murmuro, encogiéndome de hombros—. ¿Cómo vas con el comité? —  pregunto entonces, curiosa.
Con una mueca, comenta: —  Acabo de hablar con la profesora Obscure, por eso mismo. Me dijo que en la próxima reunión contaríamos con un nuevo voluntario. Y todavía no puedo creerlo.
—  ¿Por qué? ¿Quién es? —  pregunto, mirando por las ventanas distraídamente, pues había visto un atisbo de cabello rubio junto al lago, pero al parecer no es quien pensaba.
—  Maximus Nott.
 
Giro la cabeza bruscamente para mirarla, sorprendida. —  ¿Hablas en serio? ¿El mismo que… tuvo eso con Arianna? —  pregunto, pasmada. Ella ríe, y asiente.
—  Sí, el mismo que tuvo eso con Arianna. Al parecer es un castigo por alguna broma que hizo. Supongo que tendré que preocuparme de que se mantenga alejado de las chicas del comité—  suspira, meneando la cabeza. —  ¿Y tú? ¿Qué hacías por aquí sola?
 
Inevitablemente me sonrojo. —  Quedé en reunirme con Scorpius en el jardín del roble—  murmuro, carraspeando y desviando la mirada al suelo. Casi puedo oírla sonreír.
—  Eso suena bien. ¿Qué hay de Adhara y Albus?
—  ¿Qué con ellos?
—  ¿No estarán con ustedes? —  aclara, elocuente. Me sonrojo aún más.
—  Uh, no. Adh está entrenando, y Albus tenía deberes para hacer—  explico, casi como excusándome. Ella ríe suavemente.
—  Entonces es una cita—  razona, fingiendo sonar casual. La miro de reojo, pensando al respecto.
 
Es normal que Scorpius y yo pasemos tiempo a solas, así como que él me invite a salir. No noté nada fuera de lo común cuando me preguntó si quedábamos en el roble a las cinco pero… No, es absurdo.
 


—  Lo dudo—  murmuro apesadumbrada, casi sin darme cuenta. 
C.J. Potter
C.J. Potter


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Mensaje por C.J. Potter Mar 18 Feb 2014, 3:22 pm





Capítulo 5


" Máscarada"




Parte 2





Rose


Estoy sentada en el banco bajo la sombra del roble, mirando mis zapatos y divagando, cuando siento unas manos tibias sobre mis ojos. Me cosquillea cada centímetro del rostro y la espina dorsal, pues no demoro más de medio segundo en reconocer ese perfume.
 
—  ¿Quién soy? —  Pregunta, divertido.
—  ¿Alguien que me quiere mucho? —  dudo, siguiéndole el juego. Él ríe.
—  Alguien que te ama.
—  Scorpius—  suelto como un suspiro, casi por inercia al estado de shock.
 
Huh-oh. Mi rostro arde como brasas nuevas. Creo que él también siente esa tensión, porque me quita las manos y pasa por encima del banco ágilmente, plantándome un beso en la mejilla y sentándose a mi lado. Sigo roja y pasmada, lo sé.
 
—  Me descubriste. Soy malo en estas cosas—  se lamenta, sonriendo contradictoriamente. Fuerzo una sonrisa, hasta que sale natural, sólo por verle. Así de cursi como suena y todo.
—  No eres malo—  digo, conciliadoramente. Y luego, con una sonrisa divertida añado: —  Es que yo soy muy buena.
 
Él ríe, y yo también. Y miles de maripositas vuelan en mi estómago y alrededor. Y me siento seriamente una idiota. Y a la vez muy feliz. Y… y… en fin, lo de siempre.
 
—  Pasas demasiado tiempo con mi hermana, ¿sabías? —  suelta, juguetón. Asiento, sonriente.
—  Lo sé. Se me pegan sus manías.
—  Espero que no todas.
—  ¿A cuál te refieres específicamente?
—  Eso de besar a quien no deberías, ya sabes. —  No sé si soy yo, el reflejo del sol, mi activa imaginación, o verdaderamente él acaba de guiñarme un ojo y usar tono cómplice.
—  Uh… Yo… Supongo que… Jum… Ya sabes…—  balbuceo tontamente, hasta que me doy por vencida y giro el rostro con bochorno, tapándolo con el velo de mi pelo—. Dudo si quiera besar a alguien—  suelto por fin, sólo por decir algo decentemente hablado.
 
Siento una mano en mi cabello, corriéndolo hacia detrás de mi oreja, y así de pasmada y todo, giro levemente el rostro, de modo que puedo ver a Scorpius observándome con cierta… ternura. Lleva su mano a mi mejilla y voltea mi cabeza de nuevo hacia él. Oh dioses, creo que va a darme algo al corazón aquí mismo.
 
—  ¿Aún no… aún no besas a nadie? —  pregunta lentamente, como sin poder creerlo.
 
Santo Merlín, ¿puede alguien estar más rojo que yo en este instante?
 
—  Huh… no—  logro articular milagrosamente, casi sin quedar como una boba.
Él alza las cejas levemente en señal de sorpresa, y lentamente esboza una sonrisa. —  ¿Y por qué no? —  Pregunta, curioso.
 
‘Pues, nunca me he atrevido a besarte, y no quiero compartir un momento así con a alguien más’, piensa mi lado pasional, pero el buen lado cuerdo contesta: —  Estoy esperando el momento indicado, con la persona indicada. —  Sonó bastante bien, ¿no creen?
 
Su sonrisa se ensancha aún más, y sin darme tiempo a prepararme se acerca y planta un beso en mi frente. Oh, bueno, no fue la respuesta que tenía en mente, pero en fin.
 
—  Eres única, Rose—  dice al separarse de mí, mirándome de una manera que hace que me sienta como una gelatina gigante. Realmente no sé qué decir a eso. Estoy paralizada, física y mentalmente. Mis emociones tomaron el control.
—  Uhh… gracias. —  Creo que no responder hubiese sido menos humillante que esa genialidad.
 
Él me mira divertido. Odio esa capacidad suya por mantenerse siempre tan fresco e imperturbable, mientras que yo soy una manojo de nervios y sonrojos profundos. Quizás es que él no siente nada por mí, mientras que yo lo amo tanto como una chica de dieciséis años puede amar. Sí, probablemente es eso.
 
—  Este sábado habrá una mascarada clandestina por Halloween—  suelta de pronto, girándose al frente, quitando su mano de mi mejilla, dejando un incómodo vacío allí—. Toda la escuela estará allí—  prosigue y, por primera vez, creo que está un poquito… nervioso. Apoya sus antebrazos sobre las rodillas, inclinándose hacia adelante—. Será divertido. Es básicamente un baile... Y… me preguntaba…—  Duda. Oh. Cielos. Esto. Es. Imposible. Voltea a verme, con una sonrisa pequeña, casi tímida, nunca antes vista—. ¿Vendrías conmigo? —  pregunta finalmente, vacilante.
 
Oh dios mío. Esto es irreal.
 
 
 
Adhara
 
 
Lo primero que Ana me dice cuando tomo asiento con ella en nuestra mesa de la biblioteca es: —  ¿Has visto El Profeta?
 
Tomo un suspiro profundo de preparación, dejo mis libros sobre la mesa, y frente a ella lanzo un periódico, cuya primera plana indica “ATENTADO MORTÍFAGO EN LA RESERVA NEWT SCAMANDER”. El subtítulo es más interesante aún: “Intento de asesinato a uno de los dragones residentes desemboca en la muerte de un mortífago, y la captura de otro. Entrevista exclusiva con el Director General del Cuartel de Aurores, Harry Potter”.
 
—  Oh—  suelta Ana, mirando con cierta pesadumbre la foto de Albert Russell siendo trasladado a Azkaban por un pelotón de Aurores. Luce muy parecido a su hija Annabelle, una alumna de sexto en Slytherin, que al parecer tiene los mismos ojos verdes que su padre. Me dan escalofríos de sólo pensar en que mi propio padre podría estar en aquella portada, o en la de mañana. Es un sentimiento horrible.
—  El padre de Gabriella Goyle fue quien murió—  murmuro, acariciando mis brazos, pues de pronto siento frío—. La vi esta mañana en el vestíbulo. Su madre la sacó de Hogwarts. Obviamente no podría soportar a nadie luego de esto… Aunque quien me preocupa es Annabelle. ¿Crees que deberíamos…?
—  Sí—  interrumpe, muy firme, aunque sé que por dentro se siente tan frágil y temerosa como yo—. Hablaré con Max, Troy y Tessa. Allyson seguramente se encargará de defenderla, también. Debemos trazar guardias… Además hay que vigilar a los más pequeños, ya has visto lo que esos Ravenclaws le hicieron a Felicity. El otro día oí que a una niña de segundo…
—  ¿Qué? —  interrumpo, confundida—. ¿A Felicity? ¿Qué le hicieron a ella? ¿Cuándo? ¿Por qué nadie me dijo nada? —  Espeto, comenzando a preocuparme y molestarme a la vez. Ese sentimiento que se forma cuando alguien a quien quieres mucho le sucede algo malo y no te dice nada al respecto.
 
Ana me mira, también confundida. — ¿No te ha contado nada? Pero si ella…—  Se detiene en seco, menea la cabeza, y dice: —  El lunes fue a mi habitación para que le sanara unos moretones. Fue un grupo de Ravenclaws de cuarto. También un Gryffindor de tercero. La acorralaron cuando se dirigía a su clase particular de vuelo, y… ya sabes lo que hacen. Insultos, amenazas, bla, bla, bla… Pero también la golpearon. —  Hace una pausa, dejando que mi ira comience a bullir lentamente. Es simplemente repulsivo—. Ellos… bueno, algún hechizo usaron, quizás algún artilugio Weasley… Es decir… Um… Ella tenía escrito “mortia” en el brazo, todo en moretones. No quiso hablar al respecto. Pero pude quitárselo, y ella… Aguarda, Adh. Espera.
 
Pero yo ya estoy de pie, caminando fuera de la biblioteca, sin siquiera llevar mis libros encima, totalmente hecha una furia. Madame Pince me lanza una mala mirada al verme andar tan impetuosa, pero la ignoro, así como también las llamadas de Ana. Ya tendríamos luego la clase de tutoría. Ahora debo encargarme de unos Ravenclaws sádicos que… Oh diablos, no sé quiénes diablos fueron exactamente. Vale, primero iré a buscar a Felicity.
 
No sé cuánto tardo en llegar a las mazmorras, ni cuánto estoy esperando allí para que alguien me dejara entrar, pero todo ese tiempo permanezco sentada en un rincón sobre el suelo, pensando las mil y una formas de vengar a mi primita.
 
—  ¿Adh? —  La voz que estaba esperando oír llega desde los pasillos, y cuando volteo, preparada para una larga perorata, no puedo menos que quedar boquiabierta.
 
Felicity tiene los ojos rojos, llorosos, y junto a ella está nada más y nada menos que San Potter. No tardo mucho en asimilar qué está ocurriendo. Oh, ahora sí que voy a matarlo.
Me pongo de pie de un salto, y con toda la rabia contenida salto sobre él, quien parece verdaderamente sorprendido por mi ataque, y me aleja por los antebrazos tanto como puede.
 
—  ¡Adhara! ¡¿Qué haces?! ¡Suelta a James! —  Chilla Fel, tratando de separarme de él.
—  ¡Aléjate Felicity! ¡Voy a matar a este grandísimo imbécil! —  gruño, zafando una mano en el momento en que él se distrae por el intento de mi primita de separarnos, y propinándole una sonora bofetada, que al tomarlo por sorpresa hace que afloje su agarre, por lo que me lanzo por completo sobre él, haciéndolo chocar la espalda contra la pared.
 
No sé cuántos golpes le doy en el pecho, pero él no parece afectado por ninguno. Ni siquiera Felicity sigue gritando. Ambos permanecen en silencio mientras yo descargo todas mis emociones conflictivas golpeándolo tan duro como puedo. Luego de un rato que parece eterno, mis energías flanquean, junto con mi enojo, y termino desplomándome, hundiéndome en la desesperación. De hecho, si Potter no me hubiera sostenido contra su pecho en un abrazo (sí, inverosímil), yo probablemente hubiese terminado en el suelo.
Simplemente me deshago. En el momento menos indicado, con la persona menos indicada, en el lugar menos indicado. Pero así es cuando te derrumbas. Inoportuno.
 
Creo que lloro. Un poco, quizás. No lo noto bien. Aunque luego me arrepienta de decir esto, ser abrazada es reconfortante, incluso por alguien como Potter. Huele bien. Es cálido; contradictoriamente a como suele ser normalmente. E incluso me acaricia el pelo, lo cual es algo nuevo, por cierto. Y lindo. Me gusta.
 
Cuando finalmente me recompongo, lo primero que atino a hacer es separarme de él. Mala idea, teniendo en cuenta lo feo que se siente. Es como si volviera al mundo exterior, donde todos son crueles y las cosas difíciles, e inmediatamente quiero volver a esa pequeña burbuja reconfortante y cálida. Aunque claro no volveré a abrazarlo, demonios, no.
Al parecer sí lloré. Me seco las lágrimas rápidamente, volteando para que no me vea más tiempo siendo débil, y ni bien termino me agacho junto a la apesadumbrada Felicity. La abrazo. No sé soy yo quien la contiene, o al revés. Quizás mutuo. Pero también es confortante.
 
—  James no me hizo nada, ¿sabes? —  murmura en mi oído. Oh. Bueno, me siento ligeramente una idiota. Aunque de alguna manera en el fondo ya lo sabía. No pregunten cómo ni por qué.
—  Lo sé—  replico, algo congestionada por el llanto. Carraspeo para tratar de mejorar eso—. Quiero que me digas quiénes sí te hicieron daño.
Ella permanece callada un rato, y finalmente se aparta de mí, luciendo seria. —  ¿Ana te lo dijo, cierto?
—  Claro que me lo dijo. ¡¿En qué estabas pensando cuando decidiste no contarme sobre esto?! —  Nuevamente estoy enojada. Pero es más bien otro tipo de enojo. Más fraternal.
 
Ella agacha la mirada. —  Tú tienes tus propios problemas, no debo ser una carga—  musita, y no suena como debería sonar una niña de once años. Eso, si es posible, me destroza el corazón un poco más.
—  Oh, dios, Fel, ¿cómo puedes decir eso? Soy tu prima. Te amo. Tú nunca serás una carga—  aseguro, dándole otro abrazo más fuerte y fugaz.
—  Ejem. —  Una toz disimulada nos hace voltear a ambas. Potter está ahí, luciendo ligeramente incómodo. Me sonrojo, pensando en que, rayos, de hecho acabo de abrazarlo y llorar en su hombro—. Yo ya me voy. Te veo mañana en clase, Felicity—  despide, sin siquiera mirarme. Ok, eso es algo bueno. Dudo poder mirarlo a la cara sin sentirme una idiota.
 
—  Aguarda—  pide mi prima, y casi estoy a punto de gritarle que no intente retenerlo más.
—  ¿Qué pasa? —  Pregunta Potter, increíblemente paciente. Ella camina hacia él y, para sorpresa de ambos, lo abraza. Felicity no es demostrativa. Potter mucho menos. Y entre… ya saben, Potter y Greengrass, eso es aún más inverosímil.
 
Él sonríe, y le devuelve el abrazo, agachándose un poco, pues ella es una elfina a comparación de él. Y yo, mientras tanto, me quedo pasmada mirando la imposible escena, un poco más y boquiabierta.
 
—  Uh…—  carraspeo, y ella lo suelta. Potter sigue sonriendo. Y, diablos, esto está superando la etiqueta de “raro” —. ¿Qué me perdí? —  murmuro, alternando la mirada entre ambos.
 
 
Él por fin me mira. —  Nada importante—  contesta, y entonces se marcha, dejándonos a mí y a Fel solas en la entrada a la Sala Común de Slytherin.
Miro a mi prima en busca de una respuesta. Ella sonríe. —  No me creerás cuando te lo diga—  dice, y tira de mi mano para entrar en la Sala Común.
 
 
James
 
 
 
Evité a Adhara desde el miércoles. Y no es que sea un cobarde pero, vamos, una cosa es afrontar que la he besado, y otra que la he consolado. Y ayudado. Y ayudado a su prima, también. ¿Qué diablos sucede conmigo? ¿Desde cuándo me importa el bien ajeno? ¿Desde cuándo me importa su bien? Me digo a mí mismo que es sólo porque no podía evitar hacer lo correcto. Soy un gryffindor, ¿no? Caballerosidad, valentía… Sí, esa es la mejor explicación.
Pero aún así ir al castigo y permanecer una hora con ella en la misma habitación, sigue sin gustarme. Al menos esta noche tendré la fiesta de Halloween, y podré olvidarme de todo. Mi nueva conquista será Kath Duncan, la chica de quinto que es amiga de mis primas. Es una santa, muy probablemente virgen; el tipo de chica que más me gusta, y que más escasea.
 
 
En fin. Mientras tanto tendré que soportar la hora de tortura, así que si sobrevivo a esto, podré seguir fantaseando al respecto.
Tomo una inhalación profunda, que suelto de manera más profunda aún, y giro el picaporte de la sala que nos asignaron como lugar de castigo. Malfoy ya está allí, sentada sobre uno de los sofás, con las manos juntas sobre el regazo y la mirada perdida en algún punto del suelo. Apenas entro y cierro la puerta tras de mí, ella levanta la mirada, luciendo algo turbada.
La miro analíticamente. Ella también lo hace. Parece como si estuviera afrontando un difícil debate interno, y tuerce las manos con manía mientras lo hace, evidenciándose. De súbito se pone de pie y camina decididamente hasta a mí, así que yo me preparo para lo peor, por las dudas llevando la mano a mi varita.
 
El otro día, después de todo, se lanzó sobre mí como si quisiera matarme. Quizás fue porque creyó que le había hecho daño a su prima, y porque (como noté luego, cuando se puso a llorar sobre mí) probablemente tenga muchos problemas, entre los cuales se incluía Arianna, pero aún así sé que en mayor parte lo hizo porque me detesta y descargarse conmigo la alivió. No quiero que eso suceda dos veces. De veras. ¿Abrazarla, acariciarla, y consolarla? Demonios, dejen eso para el otro Potter. Se supone que la odio.
 
Una vez frente a mí, con los puños apretados a los lados, ella abre la boca para decir algo, pero vuelve a cerrarla. Entones sé de qué va la cosa realmente, y alejo la mano de la varita para rastrillarme el cabello.
 
—  ¿Qué quieres? —  espeto, cruzándome de brazos, sin realmente querer que responda. No quiero que lo que vendrá a continuación suceda. Ella abre la boca varias veces, como si quisiera decir algo pero no se atreviera. Al final baja la mirada (cosa totalmente nueva, por cierto).
Carraspea. —  Lo siento por lo del otro día—  dice primeramente, suspirando—. Yo no debería haber… Es decir…
—  Lo sé. Yo tampoco debería haberlo hecho. Si simplemente lo olvidamos, te lo agradecería mucho—  interrumpo, sintiéndome algo incómodo. No es usual (por no decir que de hecho no sucedió nunca) que ella se disculpe conmigo, ni que baje la mirada, ni que luzca tan… ¿mujer? ¿Frágil? No lo sé, quiero irme ya de esta habitación.
—  De acuerdo—  asiente, y creo que ella siente más o menos lo mismo que yo respecto a ese momento. Incomodidad, arrepentimiento, bochorno, y una horrible sensación de que no debería haber sido agradable. Vuelve a carraspear, pero al menos esta vez con la frente en alto—. Gracias por ayudar a Felicity, también. No era tu obligación hacerlo. Pero ella… dios, sonará loco, pero ella te quiere.
 
No puedo evitar sonreír, aunque inmediatamente lo reprimo. Sí, quizás Felicity no fuera tanto como su prima. Es agradable y divertida. Me recuerda a Lily cuando tenía su edad. Fue una cómplice muy genial en la broma de venganza a esos Ravenclaws (quienes, por cierto, están castigados hasta fin de año limpiando los establos de los hipogrifos por una extraña invasión de ranas que aparentemente ellos provocaron). La parte difícil fue después, cuando ella comenzó a llorar por todo ese asunto de los mortífagos que salió en El profeta, diciendo que las cosas empeorarían aún más para ella y su familia. Seh, fue extraño consolar a una Greengrass. Pero no tanto como hacerlo con una Malfoy. Y que mal sonó eso.
 
—  Lo sé—  digo entonces, encogiéndome de hombros—. Ella es agradable—  añado, y no sé si por compromiso o porque quería hacerlo.
 
Malfoy me mira curiosa. Como si viera un rompecabezas. Está confundida, lo sé porque yo también lo estoy. Al final sonríe, pero al igual que yo lo reprime rápidamente. No se supone que intercambiemos sonrisas, ¿saben? Ambos sabemos eso. Es un acuerdo tácito.
 
—  También me enteré que expulsaste a Arianna—  comenta, fingiendo muy mal ser casual, desviando la mirada a un costado,  probablemente para esconder otra sonrisa.
 
Suspiro. Sí, expulsé a Arianna. Un nombre menos en mi agenda de fin de semana, lamentablemente. Y no crean que fue sencillo hacerlo, pues ella es increíblemente buena en la cama…, pero luego de hablar con Rose y que ella me contara lo que Arianna le había hecho a Malfoy, yo no podía simplemente dejar que ella permaneciera en el equipo. Mi deber como capitán incluye encargarme de que entre los jugadores (especialmente los cazadores, que trabajan en equipo) no exista ningún tipo de rivalidad (obviamente yo y Malfoy somos la excepción a la regla, pues al momento del quidditch tenemos una especie de tratado de tregua). Ahora es Colin Crevey quien ocupa su lugar, un chico de quinto con quien he compartido la navidad un par de veces, pues mi padre y el suyo se conocen.
 
Pero no quiero que Malfoy me agradezca por eso, cielo santo, me hace sentir que lo hice por ella y NO.
 
—  No lo hice por ti—  suelto apresuradamente entonces.
Ella alza las cejas. —  No he dicho que lo hicieras—  conviene, aunque se muerde el labio inferior, muy evidentemente reprimiendo una sonrisa.
—  No fue por ti, de veras—  insisto, exasperado. Ella se tapa la boca con la mano, pero rápidamente se pone seria.
—  De todos modos. Gracias—  dice, e increíblemente parece sincera al decirlo. No sé cómo lo hace, yo jamás podría agradecerle algo a ella, ni aunque me salvara la vida. De hecho, no agradezco a nadie jamás.
—  Da igual. Debía hacerlo. Soy el capitán. Y lo que ella y sus amigos hicieron no estuvo bien. Eso es todo.
 
 
La rodeo y me dirijo al sofá más cercano, ansiando acabar con el momento ya. Pero ella me retiene por el brazo. Decido no voltear de todos modos, porque esto realmente se está poniendo extraño.
 
—  También lamento haberte acusado de ser tú quien ideó todo. Supongo que entiendes que era lo primero que pensaría luego de lo que dijiste, ya sabes—  dice, y suelta otro suspiro más—. Esto es difícil.
 
Rio, aunque no sé si por diversión o por alivio. Quizás ambas. Porque eso significa que nada raro sucede con ella, y le cuesta tanto decirlo como a mí escucharlo.
 
—  Ya dije que no es nada. En serio. Olvídalo—  repito, serio. Ella se mantiene en silencio un instante, aún sin soltar mí brazo. Comienza a ser incómodo. De veras. Estas cosas no sucedían hace cinco meses.
—  Gracias—  vuelve a decir, y me suelta finalmente. Pero entonces se para a mi lado, se pone de puntillas, y me da un jodido beso en la mejilla. Quedo en shock. Ella no acaba de hacerlo. Es imposible. —  Ahora tú también olvida todo esto. Aún te detesto, Potter—  suelta, volviendo a sonar como siempre, muy arrogante y soberbia.
 
 
Alivio. Aunque no del todo. Es confuso. Y eso es malo.
 
—  Yo igual, Malfoy—  replico distraídamente, y en vez del sofá me apodero de uno de los escritorios. Será mejor sentarme a hacer tarea y ocupar la mente en otras cosas, porque quedarme en el sillón a pensar será perjudicial para mi cordura.
 
Uf. Debo… debo despejarme. En serio. Yo… debo discutir con Malfoy. Acostarme con alguna chica. Quizás también gastar un par de bromas. No lo sé. Pero no más caridad, Merlín santo.
C.J. Potter
C.J. Potter


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Mensaje por C.J. Potter Mar 18 Feb 2014, 4:09 pm





Capítulo 5


" Máscarada"




Parte 3


Adhara

 
 
 
Oh, dios. Estos últimos días… ¿qué digo? Estos últimos meses mi vida se ha puesto de cabeza. Hoy mismo le di las gracias a Potter, e incluso le pedí disculpas. ¡A Potter! Y luego está todo lo de los mortífagos. Rayos. Al menos tengo a mi favor que mi puesto en el equipo no está peligrando. Potter está extraño últimamente, también. Me ayuda y todo. ¿Sentirá culpa? ¿Será por el beso…? No. Él no siente ni culpa, ni sentimiento alguno respecto a un simple beso. O bueno, unos cuantos besos, pero da igual.
 
 
—  ¿De qué te disfrazarás? —  pregunta Rose, saliendo del baño con el cabello húmedo y una bata. Usamos mi habitación como centro de preparación, y Lily nos acompaña, pero ella sólo lee una revista, muy desinteresada en todo el asunto de la fiesta. No es que Lily necesite de mucho para lucir espectacular; esa familia verdaderamente tiene buena genética.
—  Supongo que de dama del siglo XVIII—  comento, mirando mi vestido de disfraz, puesto sobre un maniquí muy pintoresco. Estas cosas son fascinantes; vienen con una serie de 100 disfraces para escoger, y tú sólo debes hacer el hechizo indicado para transformarlo en cualquiera de éstos. Muy lindo; fue un obsequio de navidad de parte de mamá.
 
Lily me mira bajo su revista. —  Es broma, ¿cierto? —  dice, algo socarrona.
 Alzo las cejas. —  ¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? —  pregunto, recelosa. Ése es mi disfraz predilecto para todas las fiestas de disfraces.
 
La pelirroja se pone de pie con pesadez, como si yo la cansara, y deja su revista allí. Camina hasta mi lado, y toma la tabla de disfraces disponibles para el maniquí. Yo simplemente la miro con curiosidad, expectante a su próximo proceder.
 
De pronto sonríe, casi maliciosa. —  Éste es mucho mejor—  indica, apuntando en la tabla un traje oscuro.
 
Un traje oscuro de vampiresa, muy ajustado y corto por donde lo mirases. Algo que no usaría jamás, ni en privado, ni para ducharme, mucho menos en público. Meneo la cabeza enseguida.
 
—  No, ni loca—  determino, cruzándome de brazos. Ella suspira.
—  Malfoy, has usado disfraces de dama de época desde que llegué a Hogwarts. —  Vale, en eso tenía algo de razón—. Y esta fiesta, a diferencia de las anteriores, no es escolar. Es clandestina. La gente no se pondrá a pensar en escrúpulos. Quedarás como una sosa.
—  Oh vamos, yo iré de Elizabeth I—  dice Rose, como siempre apoyándome.
—  ¿Ves? —  apunto, elocuente. Lily rueda los ojos.
—  Ustedes dos están locas. Tú, Malfoy, ponte ese disfraz. Y tú, Rose, irás de… La Viuda Negra.
—  ¿Marvel? ¿De veras? —  cuestiona Rose, con ojos entornados en incredulidad. Lily se encoge de hombros.
—  ¿Qué? Yo iré de la sirenita.
 
Suspiro, y vuelvo a mirar el disfraz. —  No lo sé, Lily. Esto de veras es casi pornográfico—  digo, haciendo una mueca. Ella ríe.
—  ¡Eres tan inocente! —  exclama, divertida, y cuando voltea para buscar su ropa sé que ha dicho el veredicto. Lily tiene esa cosa incómoda y molesta de que todo lo que dicen hay que cumplirlo. Y bien. Veremos qué sucede.
 
 
 
 
 
No luzco tan mal. Bueno, muestro mucha más piel de lo que me gustaría, pero nunca antes he usado algo así, y al ser el último año simplemente dejaré que pase.
 
El traje es negro, claro. Tiene un escote que termina literalmente en el inicio de mi cadera, de modo que el top es una mera “V” que cubre sólo lo necesario. No es mi parte favorita, pero la larga capa aterciopelada puede cubrir la espalda descubierta, al menos; pues de aquel lado la tela sólo tapa desde las caderas hasta la cintura. Los shorts son menos oportunos aún. Tan cortos que bien podrían ser lencería, y para colmo hechos de lycra, ajustada y asfixiante lycra. El resto de mis piernas están cubiertas por unas mayas de hilos cruzados, al mejor estilo prostituta, y el toque final son los tacones aguja. Creo que jamás he usado algo tan sexualmente llamativo. Nunca.
El cabello lo dejo suelto, pues Lily dijo que quedaba mejor, y Rose que podía tapar mi pecho con él (no es que tenga mucho para mostrar, de todos modos). El maquillaje fue obra de la Potter, así que pueden hacerse una idea de qué tanta cantidad de delineador tengo, así como también sombra de ojos oscura y labial carmesí. ¡Mi parte favorita son los colmillos (de hecho lo único que me gusta)!
 
 
En fin. Al menos tengo la capa que llega al suelo, con la cual puedo taparme tanto tiempo como pueda hasta que me de calor, y Lily me ha administrado un poco de whiskey de fuego para despertar mi valentía lo suficiente. Rose, en cambio, con su enterizo traje de mayas negras (como, precisamente, la Viuda Negra de Marvel), la tiene peor. Lo bueno es que con el cabello rizado y medianamente corto como lo lleva, luce muy parecida. Lo malo, es que parece no gustarle demasiado lucir así. De hecho hubo una pequeña trifulca respeto a la altura en que debía estar el cierre del torso, la cual ganó Rose (con mi apoyo), y ahora lo lleva alto hasta la unión de las clavículas.
 
Lily, por su parte, es… la sirenita. Se ha puesto una falta hasta los talones muy ajustada, que desemboca en un pequeño revuelo de volados pretendiendo ser las aletas. Lo bueno de eso, es que puede caminar con libertad, por quién sabe qué hechizo que ha aplicado para que luzca ajustado sólo cuando cierra las piernas, y luego sea maleable. Oh, encima lleva un mero corpiño con motivos violetas que asemeja dos caracolas. Dudo que a sus hermanos les guste su disfraz, pero hay que admitir que luce preciosa.
 
 
—  Bien, ya está el disfraz. Ahora la parte difícil—  digo, terminando de cepillar mi cabello.
—  ¿Salir a la sociedad? —  sugiere Rose, caminando de un lado a otro con sus tacones, para practicar y no caerse luego. Rio.
—  Exacto—  confirmo, divertida, y le tiendo una mano que ella toma en un suspiro.
—  Dudo sobrevivir con estos tacos—  murmura para mí, mirando sus pies, que luego seguramente dolerán.
—  Tranquila. Ya pasé por eso—  repongo, tomando mi varita de su lugar dentro de mis botas. La agito en dirección a sus pies con un hechizo murmurado que me sé de memoria, y casi al instante ella da un paso adelante, sorprendida.
—  Increíble, es como llevar pantuflas—  suelta, entusiasmada. Guiño un ojo.
—  Pequeños trucos de mi madre—  comento, sonriendo con orgullo. Ella ríe.
—  Adoro a tu madre.
—  Oh, ella te adora a ti—  asiento, sonriendo divertida.
 
—  Bien, todos adoramos todos. ¿Podemos ir ya? —  pide Lily, caminando entre nosotras hacia la puerta, abriéndola y mirándonos elocuentemente para que crucemos. Rose y yo intercambiamos una mirada de mutuo apoyo, y finalmente salimos, no sin antes acomodar mi capa para que cubra mi cuerpo entero.
 
 
La Sala Común está atiborrada de personas con disfraces variopintos, algunos más extravagantes que otros. Avisto a Savannah Longbottom entre el montón, coqueteando descaradamente con Potter, disfrazada de Tinkerbell con un vestido que hace que me sienta muy cubierta. Quizás Lily tenía razón… Por otro lado, Potter luce un traje de cazador de bestias y, hay que admitir que el look rebelde le queda bien. Siempre lo hace. Lo odio (debo aclararlo varias veces al día para frenar ese tipo de pensamientos).
 
—  Uff, la arpía está ligando con mi hermano—  suelta Lily, sin temor a ser oída. Sonrío divertida.
—  Oh, Lils, no hables así de Savannah—  reprocha Rose, como siempre sin ser capaz de pensar mal de absolutamente nadie.
—  Vamos Rose, ambas sabemos que Savannah es una perra—  digo, chasqueando la lengua. Lily ríe, y por un momento somos cómplices.
 
 
Salimos de la Sala Común sin ser interceptadas por nadie, milagrosamente, y caminamos hacia la Sala de Menesteres debatiendo sobre los peores defectos de Savannah, como todo grupo de mujeres cuando habla de una mujer que odia.
 
La fiesta clandestina es llevada a cabo por alumnos de séptimo de las cuatro casas. Entre los coordinadores están Max, Potter, Fred Weasley, Louis-sexy-Weasley, y Hayley Lefevre y Zack Taylor de Hufflepuff. Ellos se encargaron de administrar pastillas del sueño en las tazas de todos los profesores, incluidos la directora y el celador, por lo que esta noche la escuela es nuestra. O bueno, de aquellos que cuenten con catorce años o más, claro.
 
 
En el pasillo de la Sala de Menesteres hay aún más gente atiborrada. Al parecer amigos que quedaron en encontrarse directamente allí, como en nuestro caso. Afortunadamente no nos cuesta mucho hallar a Albus y Scorpius, pues además de ser ya de por sí muy llamativos, van disfrazados de Robin y Batman. Mi hermano se quedó con el papel de Batman y unas pintorescas mayas negras, y Albus con la capa amarilla y las botas vinilo verde.
 
—  Vaya—  digo, cuando se acercan a nosotras—, nunca creí que vería a Albus con mayas.
—  ¿Y a Scorpius sí? —  pregunta él, sonriendo divertido. Miro a mi hermano con una ceja alzada.
—  Digamos que Scorpius tiene un oscuro pasado de súper héroe—  replico, haciendo reír a todos ante la expectativa de un Scorp caminando por la casa con mayas, pretendiendo ser Superman.
—  Gracias hermana, siempre puedo contar contigo—  ironiza él, acercándose a darme un beso en la mejilla. Palmeo su rostro afectuosamente.
—  Cuando quieras, peque.
 
Entonces él se gira a Rose para saludarla, y es recién entonces cuando parece verla. (Presiento que ella venía escondida tras mi espalda). La mandíbula de mi hermano se desencaja, y de hecho también la de Albus, quien incluso parece horrorizado por ver a su primita así. Mientras tanto, el rostro de Rosie se torna tan rojo como la nariz de Rodolfo.
 
—  ¿Rose, qué demonios…?—  comienza a preguntar Albus, pasmado, pero lo interrumpo con un:
—  Lily nos vistió.
 
Entonces él me mira a mí, frunciendo el ceño. —  ¿Qué hay bajo esa capa? —  espeta, astutamente. Sonrío maliciosamente en respuesta.
—  ¿De veras quieres saber? —  digo, burlona, ganándome la atención de mi hermano (cosa milagrosa).
—  Adhara…—  comienza, con tono de reprenda—. Dime que allí no hay nada peligroso.
—  Define peligroso—  replico, presionando los labios con fuerza. Él me mira exasperado.
 
—  Oh, por Merlín, basta de esto, parecen sus padres. Entremos a esa fiesta de una vez, ¿quieren? Necesito algo de alcohol en mis venas. Y hallar a Lysander—  suelta Lily, cansada, dando un paso al frente. Albus vuelve a fruncir el ceño.
—  Lillian, ¿quién diablos te regalo ese disfraz? —  espeta, pero lo único que hace ella es rodar los ojos y marcharse, deteniéndose en el umbral para tomar uno de los antifaces obligatorios. Todos la miramos desaparecer tras la puerta de la Sala de los Menesteres, que está abierta de par en par, dejando ver una sala totalmente oscura con decoraciones típicas, incluidas unas muy realistas telarañas gigantes. Hay bastante gente dentro ya.
 
—  Merlín santo—  suspira Albus, presionándose el tabique entre el pulgar y el índice—. Iré a hablar con Lysander. Si esa niña se emborracha yo… Ah, espero nunca tener hijas mujeres—  masculla, y va tras su hermana, como todo el muchacho responsable que es.
 
—  No tendré que preocuparme yo por ti, ¿cierto? —  suelta Scorp, mirándome de reojo. Sonrío, meneo la cabeza, y digo:
—  Tú sólo preocúpate por Rose. ¿No está guapa hoy? —  Y tras dejar el momento incómodo sobre ese par de tórtolos, me adentro en la Sala, siendo invadida inmediatamente por la música retumbante. Un hechizo de sonido, seguramente.
 
Me coloco el antifaz que tomé en la entrada, y éste se adapta para hacer juego con mi disfraz, siendo una hermosa máscara veneciana negra con piedras rojas, y una pluma oscura saliendo ostentosamente de un lado. Preciosa.
Recorro el salón en busca de Ana, y al pasar por la barra veo a Lily bebiendo un vaso con contenido flameante, y a Albus aparentemente dando una de sus peroratas. Sonrío divertida para mis adentros, y luego sigo mi camino, preguntándome dónde diablos está la Zabini, quien dijo que me vería dentro.
 
—  ¡Adh! —  Chilla una voz tras de mí, haciéndome voltear bruscamente. Hablando de Roma…
 
Ana viene con Max. Ella usa un traje de Betty Boop, que de hecho le queda excelentemente bien teniendo en cuenta su parecido, y un antifaz de brillantina roja. Él, por su parte, va de Drácula, nada más y nada menos, con un antifaz simple en negro. Un muy sexy Drácula, a decir verdad.
Al cruzar miradas con Max, ambos sonreímos, exhibiendo colmillos postizos que nos hacen reír en complicidad.
 
—  Vaya, qué gran casualidad—  dice Ana, dándome un abrazo a modo de saludo—. Drácula y su novia. ¿Quién lo diría?
—  Es el destino—  dice Max, guiñándome un ojo seductoramente. Rio y me paro de puntillas para darle un abrazo, propinándole un golpe en el hombro de pasada.
—  Eres un idiota. Fue Lily quien me convenció—  digo, y me aparto de él, meneando la cabeza.
—  Huh, eso significa que me gustará ver lo que hay debajo de la capa— comenta, dándome un escrutinio como si de veras pudiera ver lo que hay allí. Vuelvo  a reír, y esta vez quien le da un codazo es Ana.
—  Compórtate, Max. O te meteré esos colmillos en el…
—  ¡Ana! —  exclamo, interrumpiéndola. Ella rueda los ojos.
—  Mojigata—  bufa. —  Ahora en serio, no hay nada inapropiado para menores de edad allí abajo, ¿cierto?
 
Me sonrojo un poco, y corro la capa hacia atrás, dejando ver mi atuendo. Ambos abren los ojos como platos.
 
—  Olvida lo de mojigata—  suelta Ana, sorprendida.
—  Vaya, eso es…—  balbucea Max, por su parte, ganándose otro codazo de Ana. Él se disculpa con la mirada y da un paso hacia mí, atrapándome por sorpresa y volviendo a echar la capa hacia adelante, cubriéndome.
—  Bueno, sólo permanece así el resto de la fiesta—  dice él—. No podré estar vigilándote todo el rato. ¿Sabe Scorpius de esto?
 
—  No seas pesado, Max—  se queja Ana, y se acerca a mí también, echando la capa atrás.
—  Anastasia, le prohíbo mostrar su cuerpo de esa manera—  insiste Max, volviendo a ponerla para adelante. Ella frunce el ceño.
—  ¿Cuál es el problema? Hay una chica de Huffle que viste como Ángel de Victoria’s Secret. —  Capa hacia atrás.
—  Adhara no es un ángel de Victoria’s Secret. —  Capa adelante.
—  Podría serlo. —  Capa atrás.
—  Se lo prohíbo también. —  Adelante.
—  No puedes hacerlo, es una persona libre. —  Atrás.
—  Ya basta, la gente comienza a verla. —  Capa adelante. Y ahora un forcejeo con mi capa, y yo de por medio.
 
—  ¡Ya basta! —  exclamó hastiada de tanto jaleo, apartándome hacia atrás, lejos de ellos, con mi capa mitad adelante mitad hacia atrás. Mi espalda choca contra alguien, y oigo un agudo chillido seguido de un “¡fíjate por dónde vas, imbécil!”
 
Cuando giro, muy avergonzada y dispuesta a disculparme, me topo con la cara que menos deseaba en este momento. Savannah Longbottom, con su bonito vestido verde manchado en el pecho con alcohol, y una expresión profunda de rabia. Tras ella están Potter y Fred Weasley.
 
Es un instante curioso. Ambos, el Weasley y el Potter, abren los ojos de par en par al reconocerme. Incluso Savannah lo hace. Y por un momento me siento mitad orgullosa, mitad abochornada. Pues, vamos, precisamente ellos tres me están mirando, y de hecho todo el público chismoso a nuestro alrededor. No tenía tantas miradas pasmadas encima desde que quedé en Gryffindor.
 
—  ¿Malfoy? —  Suelta Potter, confundido, rompiendo el silencio. Pienso que esto es como una de esas telenovelas que dan a la madrugada. Así de absurda. Ahora, de veras, ¿justo a él debía cruzarme en esta situación?
—  Mortífaga—  dice Savannah, en una evidente declaración de guerra. Mi expresión sólo vacila un milisegundo.
Fijo mi mirada en ella, enarcando una ceja. —  No sabía que las zorras hablaran, —  devuelvo irónica, girando sobre la espalda dispuesta a marcharme.
 
Suceden varias cosas a la vez. Primero veo a Max y Ana tras de mí, disculpándose con la mirada y a su vez fulminando al grupo tras de mí. Luego oigo un “¡cuidado!” a lo lejos, de váyase a saber quién, y finalmente siento un tirón de cabello que me hace tambalear hacia atrás y caer de trasero, en pleno salón, a los pies de Fred Weasley, quien sigue luciendo tan en shock como todos.
No lo pienso mucho al momento de ponerme de pie con ímpetu, aún sintiendo la sangre concentrarse en mi rostro, y lanzarme sobre la confianzuda Savannah. Ella cae al suelo de espaldas (probablemente le duela mañana), y yo a horcajas de ella, tirando sus cabellos con una mano y apartando sus manos con otra, arañándola de vez en cuando. Conste que yo también recibo un par de arañazos. Y, también, conste que vengo conteniendo las ganas de hacer esto hace años, pero sólo hoy, que no hay ninguna autoridad ni posibilidad de que me delaten, puedo hacerlo.
 
Siento unas manos bajo mis axilas tirándome hacia atrás, y aunque intento evitarlas, termino siendo quitada en encima de la perra. Ella chilla algún tipo de lloriqueo de niñita, y es levantada del suelo por Weasley y su primo. La muy… zorra, no pierde ni un segundo en esconder su rostro en el cuello del imbécil de Potter, quien inmediatamente la consuela. Lo miro con aborrecimiento. Así que el miércoles no me contuvo por realmente sentirlo, sino porque él no asquea a nada ni nadie.
 
 
Por alguna razón eso es decepcionante.
 
—  ¿Cuál es tu problema, estúpida? —  chilla Savannah, obviamente sólo ahora que está bajo protección. La fulmino con la mirada.
—  Tú, y la jodida manera que tienes de creerte superior a todos nosotros sólo por ser una Longbottom, cuando solamente eres una niñita mimada que se acuesta con todo ser con pene sólo para llamar la atención de quienes la rodean, pues no sabes hacer bien ninguna otra cosa. ¡Espabila, idiota! ¡No eres más que una vulgar niña inmadura con aires de grandeza!
 
A decir verdad no puedo creer que verdaderamente dije eso. Y al parecer tampoco la gente que presencia la pelea. Gracias al cielo no está toda la escuela, ni todo el salón viendo esto, pues la música sigue y la gente baila y bebe, pero gran parte del alumnado me mira con los ojos abiertos como platos. Sé que todos piensan eso sobre ella. Sólo que nadie lo dice.
 
Savannah me mira totalmente turbada. Hace un absurdo puchero, y termina soltando a Potter y saliendo todo lo más rápido que puede fuera del salón. Todos la seguimos con la mirada hasta que desaparece en el pasillo. Entonces hay silencio, con sólo la música de fondo, y la gente comienza a dispersarse otra vez, probablemente para cuchichear de esto con sus amigos. En algún momento Fred y Potter desaparecen entre el gentío, quizá para apoyar a Savannah, o quizá para seguir con la fiesta; no me interesa.
 
 
—  Wow. Eres mi ídola. ¿Te lo he dicho ya? —  Dice Ana, a mi lado, luciendo maravillada. Max finalmente me suelta, y también me mira con aprobación.
—  La población femenina de Hogwarts te amará por decirle eso. Y la masculina también, porque ahora necesitará consuelo—  asegura él, sonriendo malicioso. Recibe un codazo coordinado de ambas.
—  No seas idiota—  chasqueo, arreglándome la capa hacia atrás. Es igual, ya todos me vieron.
 
—  Hablando de idiotas, ¿has visto las caras que Weasley y Potter pusieron al verte? Apuesto a que se arrepienten de haber sido siempre unos cerdos imbéciles contigo—  dice Ana, sonriendo. No puedo evitar reír.
—  Dudo que eso sea posible. Pero sí, parecían sorprendidos—  admito, encogiéndome de hombros.
—  ¿Cómo no estarlo? ¿Acaso no te has visto en un espejo? Luces jodidamente sexy—  dice Max, alzando las cejas dos veces. Yo carcajeo, pero Ana le da una mirada desaprobadora. Max es así. No es que realmente se sienta de esa forma por mí, somos más bien como primos, pero ese siempre fue nuestro pequeño juego.
—  Vale, vamos a tomar algo. De veras necesito un trago, y esto apenas comienza—  digo, abanicándome con la mano.
—  Sí. Realmente fue intenso—  coincide Ana, enlazando su brazo en el mío, comenzando a caminar hacia la barra, con Max de mi otro lado.
 
 
Albus y Lily siguen ahí, sólo que ahora está también Lysander, ambos como tratando de convencer a la pelirroja de algo. Los tres voltean cuando estamos frente a ellos, aunque me cuesta arrastrar a Ana y Max conmigo. No es que se lleven mal pero, ya saben, la historia de siempre.
 
—  Dios santo Adhara, no puedes andar así—  suelta Albus, algo turbado al ver mi atuendo. Tanto Lily como Ana ruedan los ojos.
—  No seas aguafiestas, hermanito. Diviértete y deja de molestarnos a mí y a Adha—  suelta la ojiavellana, parándose de su banqueta para abrazar melosamente a Max. Todos los miramos con sorpresa; aunque en Albus más que sorpresa hay descolocación, y en Lysander cierta cosa que reconozco como celos. ¿Recuerdan que al comienzo les dije que sospechaba que esos dos andaban en algo? Bueno, al parecer todos lo saben menos ellos mismos.
—  Lillian, ¿qué diablos estás haciendo? —  espeta Albus, separándola de Maxie por el brazo. Ella lo mira mal.
—  Saludo a mi amigo, Alb. ¿Eso está mal? —  masculla, ceñuda. Luego me mira a mí—. Malfoy, hazme un favor y llévate a mi hermano y Lysander contigo. Max y yo tenemos asuntos que resolver.
 
Miro al moreno con interrogación, pero Max se limita a sonreír satisfecho. Luego observo al estupefacto Albus, y por último al ceñudo Lysander, quien se termina marchando solo, evidentemente molesto. Trago incómodamente.
 
—  Vaaaale, Albus, ven conmigo y Ana. Vamos a bailar un poco—  digo, tomando de su mano y tirando de él conmigo, aunque al comienzo él parece reacio a dejar a su hermana sola con un tipo dos años mayor que ella, que por como si no fuera poco tiene fama de rompecorazones-toma-virginidad.
 
 
—  Esto no me gusta nada—  es lo primero que dice cuando estamos lo suficientemente lejos, sin dejar de mirarlos. En ese mismo instante ellos se besan, y Albus intenta soltarse para ir de nuevo allí.
—  Alb, tranquilízate, Lily ya es mayor, no puedes decidir por ella—  digo, manteniendo mi agarre firme. Él me mira, reticente.
—  Además, cuanto más le prohíbas estar con él, más querrá hacerlo—  secunda Ana, y es probablemente la primera vez que decide acotar en una conversación mía con Albus. Él la mira como si de hecho sí fuese la primera vez que reparaba en su existencia.
—  Sí, eso suena a algo que Lily haría—  asiente, dejando de intentar escapar, así que lo suelto, pero sigo caminando lejos del par, al otro lado de la sala. Es irritante tener que caminar abriéndote paso entre un montón de gente sudada, teniendo que gritar para hablar, y soportando la música retumbante que cuando no bailas es desagradable.
 
 
—  Eso es algo que cualquier chica o persona haría—  corrige Ana, sonriendo para sí—. Lo prohibido es más tentador, más excitante. ¿No es así, Adh?
 
Oh, eso fue un golpe bajo. Algo que suelen hacer los amigos: hacerte pasar momentos incómodos. Carraspeo.
 
—  De hecho sí. Es más… atractivo—  confieso, encogiéndome de hombros. Albus me mira con las cejas alzadas, pero no tiene tiempo de decir nada al respecto, pues una voz nos detiene.
—  Hey, Albus. —  Es Lucy Weasley, la Ravenclaw de sexto. Es con quien menos tengo trato dentro de la familia Weasley. Ella tiene el cabello castaño rojizo como Molly, pero en lugar de corto y rizado como su gemela, lo lleva largo y liso. Está disfrazada de romana, y su antifaz es dorado como si fuera de oro puro. ¿Cómo no se me ocurrió ese disfraz?
—  Lu, ¿qué sucede? —  pregunta él, nuevamente apacible. Ella se muerde el labio inferior.
—  No imaginas lo que acabo de ver—  dice, meneando la cabeza.
—  ¿Qué…?
 
—  ¡Lucy! —  chilla otra voz, y al buscarla nos topamos con Molly, corriendo hacia nosotras, vestida de ángel y con una máscara plateada, como ramitas incrustadas entre sí y despidiendo brillos. El traje es muy acorde, por cierto. Se detiene jadeante frente a nosotros, posando una mano en el hombro de su hermana. Verlas juntas es aterrador. Son prácticamente idénticas.
—  Se van a enterar de todos modos—  dice Lucy, desconcertándonos.
—  Pero no ahora. Sino arruinarán el momento—  insiste Mol, mirándola suplicante.
 
Albus, Ana, y yo, intercambiamos una mirada confundida.
 
—  ¿De qué hablan, exactamente? —  pregunta él, entornando la mirada. Las gemelas se miran, y tengo la terrorífica sensación de que están teniendo una discusión telepática o algo así.
 
Finalmente Molly suspira rendida. —  Sólo son Rose y Scorpius. Ellos están… Um… bailando—  explica, mirándome con un elocuente alzamiento de cejas.
 
Me quedo pasmada. Definitivamente está siendo una noche intensa.
 
—  ¿A qué te refieres con bailando? —  pregunta Albus, curioso, y quizás algo divertido. Molly sonríe.
—  Me refiero a bailando. Vengan, les mostraré. —  Con un gesto nos indica que la sigamos, y no dudamos en hacerlo.
 
No hace falta caminar mucho para verlos. Están bailando lento, abrazados, entre un montón de gente que se mueven al ritmo de la atronadora música, bien pegados entre sí y casi teniendo relaciones en público. En comparación, ellos son un algodón de azúcar en medio de un montón de ajíes picantes. Se ven adorables juntos, y ninguno parece percatarse de nuestra presencia, ni de la de nadie más de hecho.
 
—  Son… Son tan hermosos—  suelto, enternecida—. Creo que lloraré.
Ana me mira incrédula, pero le doy a entender que es una broma con un guiño de ojos. Ella rueda los ojos.
—  Vaya. Esto es… Bueno, una noche interesante—  comenta Albus, aún atascado en la primera impresión.
—  Y eso porque no has visto a Adhara lanzándose sobre la Perra Mayor—  suelta Ana, sonriendo ladinamente. Él alza las cejas más sorprendido aún, y me mira inquisitivo.
—  ¿Savannah? —  pregunta, y tanto yo como Ana y Molly reímos ante su veloz reconocimiento.
—  Larga historia. ¿Podemos bailar ya? Aún no he bebido ni bailado, y ya han pasado demasiadas cosas—  digo, torciendo el gesto.
 
—  Vale. Pero en otro lugar. Ver a Rosie y Scorpius luego de Lily y Max no es bueno para mi salud—  murmura él, lanzándoles un último vistazo a nuestro par de tórtolos.
 
 
 


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Mensaje por C.J. Potter Mar 18 Feb 2014, 4:17 pm





Capítulo 5


" Máscarada"




Parte 4



Adhara

¿Me creerían si les digo que acabo de dejar a Anastasia Zabini y Albus Potter bailando muy pegados en la pista? De acuerdo, quizás tenían unas copas demás, como yo, pero aún así… mañana será divertido burlarme.
Por otro lado, yo también bailé. No tengo idea de con quién. Comencé con Ana, luego con Albus, luego con Molly, luego bebí, y entonces comenzaron a pasar muchos chicos. Me permití el momento sólo porque, bueno, ya saben, ¿sorteo mortífago en una semana? Decidí aprovechar lo que me queda… Pero ahora estoy demasiado mareada para continuar, y ya perdí a Molly de vista hace rato, así que no quedó más remedio que dejar a mis dos amigos a merced de su cordura.
 
Camino hasta la barra, sonriendo alegremente, y busco tontamente a Lily y Max, aunque por supuesto ya no están allí. Un muchacho apoyado contra la barra me mira contemplativamente, y le dedico un guiño. Me siento en una de las banquetas, algo derrotada por tanto bailar, y pido un vaso de whiskey de fuego.
 
Ociosamente me pregunto cómo obtuvieron las bebidas.
 
—  ¿Cansada? —  pregunta una voz desconocida, y al alzar la cabeza veo al chico al que le guiñé el ojo, ahora parado a mi lado. Es castaño, de bellísimos ojos cafés, sonrisa traviesa, y… oh, dios, es Mike.
 
Instintivamente me echo para atrás. —  ¿Qué quieres, imbécil? —  espeto, tomando mi vaso y bebiendo un sorbo largo, sintiendo mi garganta arder y mis venas bullir. Cuando vuelvo a mirarlo, él está alzando las cejas con sorpresa. Esta noche he visto mucha gente sorprendida.
—  Yo sólo quería hablar. ¿Eso es malo? —  contesta, inocentemente. Suelto una risa irónica.
—  Un chico que se acerca a una chica en la barra de una fiesta, nunca sólo quiere hablar. Mucho menos si ese chico es su ex. Los ex no hablan. Se odian. Yo te odio. Tú ódiame, y así seremos todos más felices—  escupo, irritada con su sola presencia. Quizás debo dejar de tomar. Aún así, termino mi vaso en otro sorbo. Estúpidos Shoots, son tan diminutos.
—  Oye, ¿qué dices? Yo no te odio. ¿Olvidas que hace sólo un mes tú me amabas? —  dice, tomando asiento en la banqueta a mi lado, arrimándola más hacia mí.
 
Lo miro incrédula. —  Debería haberte hecho la misma pregunta hace un mes—  replico, sonriendo con obvia falsedad. Aunque él no parece captarlo, porque también sonríe.
—  Sí, bueno, yo realmente no quise terminar contigo, ¿sabes?
Vuelvo a reír, exasperada.
—  Oh, claro que no, sólo lo hiciste porque estabas aburrido. Tiene mucho sentido que andes tirando gente por ahí como si fueran juguetes, —  ironizo, mirando mi vaso vacío con nostalgia. Quizás emborracharme no sea mala idea. Olvidar todo por unas horas… Le quito su trago de la mano, sin reconocerlo, y lo bebo entero de un sorbo. Siento mi cerebro temblar.
—  Escucha, lo digo en serio—  insiste, desviando su mirada a mis senos, como si de hecho yo estuviera los suficientemente borracha para no notarlo—. Sabes que fue Potter. Él… él me dijo que no te merecía—  insiste, y eso sí logra captar mi atención. Lo miro fijo, y él sonríe satisfecho, pensando que quizás me interesa lo que está diciendo, o alguna estupidez así.
—  ¿Qué dijo él? —  espeto, curiosa.
Él hace una mueca. —  Dijo que no te merecía. Que tú querrías algo serio, y yo no podía dártelo. Que debía seguir disfrutando mientras podía. Me presentó a unas amigas suyas. Yo… yo fui un idiota, lo sé. Es que fue tan tentador… y por supuesto él tenía razón. Pero lo he pensado, y realmente yo podría tener algo serio contigo. Si tan sólo tú…—  Pero ya no quiero oír más.
 
Me pongo de pie (me tambaleo sólo un poquito), notando que mantiene los ojos no precisamente sobre mi rostro, y lo fulmino con la mirada. —  ¿Lo pensaste? ¿Cuándo? ¿Cuándo viste mis senos, pedazo de idiota? Estás loco si piensas que de veras quiero volver contigo. Y te agradecería que no volvieras a siquiera intentar. —  Dicho esto, volteo y me marcho, dejándolo solo allí, boquiabierto.
 
 
Ahora… Mm… Ahora buscaré a Potter y le preguntaré por qué demonios dijo lo que dijo. Porque, honestamente, si estuviera en mis cinco sentidos yo probablemente estaría muy confundida pensando al respecto, pero en este momento no puedo meditar nada con claridad; es más sencillo ir directo a los hechos. O algo así dice el dicho.
 
¿Dónde puede estar? Lo vi bailando con Kath Duncan un rato atrás. Mm… Probablemente estén teniendo sexo en el aula de al lado, como la mitad de las parejas aquí harán en no mucho. Suspiro, encogiéndome de hombros, y marcho hacia la salida.
Las puertas de la Sala fueron cerrada luego de las doce, así que tengo que abrirla haciendo uso de todas mis fuerzas, y salir antes de que se cierre. El pasillo está muy silencioso. Y oscuro, totalmente oscuro. No recuerdo dónde guardé mi varita, así que avanzo a tientas en las sombras, sin meditar mucho al respecto.
 
Abro la primera puerta que encuentro, y dentro veo una pareja en pleno acto, pero no la que busco. Una chica pelinegra me lanza un zapato, y logro esquivarlo justo a tiempo, antes de cerrar y seguir avanzando. Piensa, Adha, piensa. ¿Cuál es el aula predilecta de Potter? Porque claro que todos los rompecorazones aquí tienen un aula especialmente reservada para ellos y sus conquistas.
 
La sexta a la derecha, recuerdo milagrosamente los relatos que las chicas suelen hacer emocionadas frente a la fogata, y me apresuro a ir hacia allí. Es considerablemente alejada, pero tras un andar con algunos pocos traspiés, la encuentro. Abro la puerta de golpe, y descubro el aula vieja de Historia de la Magia totalmente iluminada. Kath está apoyada de espaldas contra la pared, con el vestido bajo hasta las caderas, y Potter perdido en su cuello. Suelto un “¡Merlín, Potter, ella es virgen!”, no premeditado, y ambos reparan en mi presencia. Ella primero, pues él está de espaldas a mí. Kath se apresura a alejarse de él y voltear, mientras se sube el vestido luciendo roja y abochornada. Él voltea a verme, confundido, y sin camisa.
 
—  Oh Merlín, ¿haces pesas? —  suelto tontamente, llevándome una mano a la mejilla. Él frunce el ceño, confundido, y juraría que sonríe un poco. Pero enseguida pasa a estar molesto.
—  ¿Qué diablos haces aquí, Malfoy? —  espeta, irritado.
—  Quiero hablar contigo, Potter—  contesto, colocando mis manos en las caderas para enfatizar. Al ver que él frunce el ceño, yo también lo hago (aunque bajo el antifaz de hecho no se ve), e intento imitar su cara de molestia. ¡Él se ríe, tan descarado como es!
—  Yo me voy—  farfulla Kath, con el traje ya acomodado. Noto que se disfrazó de querubín. Irónico.
—  Aguarda, ¿qué? —  dice Potter, reteniéndola por el antebrazo. Ella no lo mira, tan roja como está.
—  Lo siento, yo… yo no puedo—  murmulla como excusa, y sin más se suelta y sale corriendo sin siquiera mirarme a mí tampoco.
 
Miro hacia el pasillo en penumbras, confundida, y tras encogerme de hombros cierro la puerta para así hablar en privado. Él está mirándome feo. Es decir, siempre me mira feo, pero aún así.
 
—  La chica es tímida—  comento, mirando la punta de mis zapatos.
—  ¿Puedes decirme qué mierda quieres, Malfoy? Acabas de hacerme perder otra gran conquista—  musita, notablemente molesto.
Me muerdo el labio inferior con culpa. —  No era mi intención. Bueno, sí lo era. Es decir, yo no quería que le quitaras la virginidad a Kath, ella es buena. Es mi amiga. Y tú un idiota. Y… bueno, yo quería hablar contigo. Y fue algo así como… ¿cómo se dice? ¿Dos pájaros de un tiro? Sí, eso. ¿Ya dije la parte donde tú eres un idiota? —  Sobria de por sí soy algo torpe al momento de hablar con él (discutir me sale solo), ni hablar estando ebria.
 
Él me mira raro. Odio no saber qué piensa la gente cuando me mira raro.
 
—  Estás jodidamente borracha, ¿no es así?—  dice, meneando la cabeza. Rio. Es gracioso.
—  Un poquitín—  acepto, encogiéndome de hombros otra vez, para restarle importancia—. En fin. Tenemos que hablar…
—  No. Tú necesitas una ducha fría, o beber una poción para la borrachera. De veras lo necesitas—  indica, girando para buscar su camisa de cazador del suelo.
—  No estoy tan borracha, — bufo, sentándome en la mesa de unos de los polvorientos bancos—. ¿Te has dado cuenta que tú eres un cazador y yo un vampiro? Podrías cazarme.
 
Él me mira sobre su hombro, incrédulo. —  Realmente bebiste hoy—  determina, y se levanta, enfundándose la camisa y comenzando a abrocharla. Frunzo los labios.
—  Luces mejor sin eso—  apunto, ladeando la cabeza—. Aunque es más sexy así, sin abrochar.
 
Él se detiene en seco, y me mira fijo y en silencio por un buen rato, en el que yo no puedo evitar reír tontamente. —  De acuerdo, yo mismo me encargaré de esto, —  determina de súbito sacudiendo la cabeza, y camina a zancadas hacia uno de los armarios viejos. Lo abre con familiaridad, dejando ver una amplia gama variopintas ampollas coloridas, y toma una azul con forma de pirámide. Luego regresa y la destapa, tendiéndomela. —  Bébelo. Lo necesitas.
 
Miro la poción, y luego a él. Entonces niego con la cabeza. —  Sólo si primero me dices por qué le dijiste eso a Mike—  condiciono, cruzándome de brazos.
Él abre los ojos con sorpresa. —  ¿Qué es lo que sabes? —  increpa punzante, tapando la poción de nuevo. Yo me encojo de hombros.
—  Sé que le has dicho que no me merecía, y que yo quería algo serio y él no podría dármelo. ¿Algo que explicar, Potty? —  Balanceo las piernas, pues mis pies no tocan el suelo. Él mientras tanto parece meditar mi pregunta.
—  No lo decía en serio. Sólo quería que se alejara de ti—  contesta entonces, desinteresadamente.
—  ¡Ajá! Querías que se alejara de mí. Pero, ¿por qué? —  pregunto, confundida, ladeando la cabeza hacia el otro lado. Él luce tenso.
—  Para molestarte, claro—  contesta—. Ahora bebe esto y márchate. —  Vuelve a tenderme el frasco, pero lo ignoro.
—  ¿Y por qué me molestas? —  insisto, sin creer del todo sus respuestas. Él suspira cansinamente.
—  Porque te odio. Creí que ya teníamos eso bastante claro—  dice, rastrillándose el cabello. Sigo el movimiento con la mano.
—  Pues no parece motivo suficiente… ¿Tu cabello es suave? —  pregunto de golpe. Me mira confundido. — Debe serlo, porque siempre lo tocas. Mi cabello es suave. ¿Quieres tocarlo?
—  Vale. Bebe. Ahora. —  Vuelve a tenderme el frasco, y nuevamente me niego.
—  Yo no quiero algo serio. ¿Por qué mientes siempre? —  espeto, insistente.
—  Escucha Malfoy, comienzas a hartarme. Bebe esto antes de que me arrepienta y te deje aquí sola y borracha. —  Suena a ultimátum. Ya llené la paciencia de Potter. Pff, qué poco soporta el tipo.
—  Sabes que no me dejarás sola—  digo, sonriendo juguetonamente—. No es tu estilo dejar a la chica sola sin antes haber tenido sexo.
 
 
Él queda boquiabierto, y se aleja un paso atrás. Me hiere un poco, creo. ¿Tan así de mal estoy?
 
—  Tú. Estás. Muy. Ebria—  palabrea, pestañeando varias veces, como para despejarse—. O bebes esto voluntariamente, o tendré que recurrir a la fuerza.
—  No estoy tan ebria, de veras—  insisto, aunque realmente ni si quiera yo lo creo. ¿Estoy muy ebria? Quizás dije unas cuantas estupideces de las que luego me arrepentiré pero… aún recuerdo mi nombre.
 
 
—  Bébelo, Malfoy—  repite, seriamente. Ruedo los ojos.
—  Dije que no. —  Ya ni siquiera sé por qué no quiero, sólo sé que debo estar en desacuerdo con él.
—  Hazlo.
—  Nop.
—  No es un juego, hazme caso, diablos.
—  No-o.
—  Bien. Yo te avisé.
 
Y sin darme tiempo a prepararme, se lanza sobre mí con el frasco extendido directo a mi boca. Intento escabullirme, pero él me acorrala contra el banco, el agarre de su mano libre firme en mi cintura. Oh, eso se siente bien. Pero debo negarme, claro.
—  ¡Aléjate de mí! —  chillo, golpeando muy vanamente su pecho. Él farfulla algo incomprensible por lo bajo, y lleva la mano de mi cintura a mi mentón, forzándome a abrir la boca—. ¡Ashta! ¡Nu! —  articulo, sin entenderme yo misma, intentando sacar su mano, pataleando sin mucho sentido, pues ha inmovilizado mis piernas.
 
Debí haber asistido a esas clases de defensa personal de verano en las que papá quiso anotarme.
 
Vierte la poción en mi boca, y me sorprende lo bien que sabe, así que sólo por eso no la escupo, y porque una lejana voz en mi mente me dice que ensuciaré mi lindo disfraz. Cuando ya no queda nada dentro del frasco sobre el banco, a mi lado, y limpia mi boca pegajosa con el pulgar.
 
Uh, eso es… Oh. Vaya. Eso se siente terriblemente bien.
 
Siento la poción burbujear por mis venas, y la consciencia despertando de su estado catatónico, así como el pudor. Me pongo roja al caer en la situación. Es decir, vamos, él está entre mis piernas, y yo vestida como una prostituta sentada en un banco dentro del aula abandonada que Potter usa para follar. Díganme que no se sentirían unas completas estúpidas en mi lugar.
 
—  Bueno, creo que tu cordura regreso—  dice, suspirando aliviado—. Eres aún más insoportable estando ebria.
 
Lo miro ceñuda. Él sigue sin apartarse de mí, y de hecho sus manos están a ambos lados de mis caderas. Lo cual, por cierto, hace que mis movimientos se entorpezcan. No es él, es su condición biológica de hombre, ya saben, feromonas en acción.
 
—  Idiota—  murmuro, aunque mi mente está al margen, algo entumecida aún, maquinando una forma para taparme con la capa disimuladamente sin quedar como una miedosa mojigata. O en cómo sacar la voluntad para decirle que se aparte de mí. Porque duele admitirlo, pero me gusta. Y eso no debería ser así. Quizás la poción no hizo efecto del todo.
—  ¿En serio? —  Suelta, entornando la mirada—. ¿Las mujeres ya no son agradecidas? Debería haberte dejado ebria aquí de veras, y haber tratado de tener otra oportunidad con Kath.
—  Pero no lo hiciste—  contesto bruscamente, irritada, sintiendo mi cabeza taladrar levemente—. Ahora muévete y déjame irme de una vez.
 
Él me mira con una sonrisa burlona, casi divertido, y se aparta, pero no sin antes rozar mis muslos con sus manos, haciendo que el aire se me quede atascado en los pulmones.
 
—  No acabas de hacer eso—  murmuro, casi sin aire, mirándolo en shock. Él enarca una ceja.
—  ¿Qué? —  Pregunta, confundido—  ¿Esto? —  Y se acerca de nuevo, esta vez acariciándome sin sutilezas, desde las caderas hasta las rodillas.
 
Estoy. Muriendo.
 
 
Trago con fuerza y lo aparto de un empujón, bajando de mi asiento y caminando lo más lejos posible de él. —  Dijimos que olvidaríamos esto—  farfullo entre dientes, dándole la espalda para que no vea mi rostro perturbado. No puedo soportar que me afecte tanto. Y quizás no sea él, sino su descarada y jodidamente caliente manera de incordiarme, tan confiado de sí. Y bueno, como dijo Ana, lo prohibido suele ser más tentador.
 
¡Pero yo soy Adhara Malfoy! ¡Lo prohibido no debería estar en mi vocabulario, dioses! Oh Merlín, oh Merlín, debo controlarme. ‘Controla la situación, Adha. Eso hace una Greengrass’, las palabras de mamá me vienen la mente, y aunque cuando lo dijo hablaba de volar en escoba, las implemento ahora.
 
Oigo a Potter reír. —  No hay un esto, en primer lugar. Y sólo fue un inofensivo toque. ¿Acaso nunca…?
—  No. Nunca—  interrumpo bruscamente, tomando una gran bocanada de aire y ganando la valentía suficiente para voltear a verlo—. ¿Qué parte de virgen no entiendes?
 
Él me mira curioso. De veras, me mira. Como arriba-abajo. Me sonrojo, lo sé. También sé que quiero huir de esa habitación en este instante, y no sé por qué diablos sigo aquí de todos modos.
 
—  ¿Hablabas en serio cuando dijiste que eras… virgen? — cuestiona, casi como si verdaderamente le interesara saber.
—  Sí. Y realmente no es asunto tuyo. —  Siempre hay que alzar el mentón. Aunque te duela la cabeza, como a mí en este momento. Efectos secundarios de las jodidas pociones.
—  Es un poco difícil de creer—  dice, alzando las cejas—. Tienes 17 años, después de todo.
—  Ya hablamos de esto. E insisto, no es asunto tuyo—  replico, cruzándome de brazos. Él se rastrilla el cabello.
—  Como quieras. Entonces responde otra cosa: ¿por qué sigues aquí? —  Suelta, astutamente.
 
Frunzo los labios, pensando bien la respuesta, intentando no lucir demasiado sonrojada. —  Yo… Yo no… Yo ya me voy. Gracias por la poción, Potter —  musito, perdiendo un poco la dignidad, pero no del todo (nunca del todo).
 
A decir verdad yo tampoco sé por qué no me he marchado apenas me llegó la sobriedad, o por qué vine a buscarlo en primer lugar. Es extraño. De alguna manera estar con él me gusta; es como hacer deporte extremo, la adrenalina bulle a borbotones, y mi estómago siente vértigo. Uf.
 
Camino con firmeza hacia la puerta, rodeándolo, y tomo el picaporte con no muchas ganas. Es como si sintiera que debo decir algo más. Es Halloween, día de brujas, nuestra noche, vamos. Y quizás sólo me siento un poco confundida (y agradecida, increíblemente) por su ayuda.
 
 
Siento una mano en mi antebrazo, y luego un tirón que me hace girar. Acto seguido tengo los labios de Potter sobre los míos. Primero estoy en shock. Luego, tras asimilarlo, le devuelvo el beso como una estúpida hambrienta, y rodeo su cuello con mis brazos, acercándolo más a mí. Oh dioses, ¿por qué es tan malditamente placentero besarlo? ¿Por qué justo con él debía sentirme así? Es tan injusto.
 
Tener la espalda contra la puerta no me molesta, pero aún así lo empujo para atrás (sin dejar de besarlo, claro, como si fuera posible), hasta toparnos con un escritorio. Él se sienta a tientas sobre él, y me alza por la cintura para que me ubique a horcajas. Podría decir que me negué, lo abofetee, y salí corriendo. Pero lo cierto es, aunque luego me avergüence de mí misma al pensarlo, que gustosa me acomodé encima de él, con las rodillas dobladas a ambos lados de su cuerpo. Tuvimos algunos inconvenientes con la capa enganchándose en nuestras piernas, así que ésta termino de algún modo en el suelo, y mi espalda desnuda sintió un escalofrío al estar en contacto con el aire. Y, bueno, quizás también fuera en parte por las manos de Potter sobre ésta.
 
Él se separa de mí para que tomemos aire, y me mira así de cerca como estamos, con una sonrisa burlona en el rostro.
 
—  De veras sigo sin creer que te hayas puesto esto—  dice, haciendo referencia a mi disfraz.
—  ¿Luzco mal? —  pregunto tontamente, jadeante y avergonzada. Él ríe.
—  Por el contrario—  contesta, y vuelve a besarme. Suelto un estúpido suspiro-gemido ante esto, del cual, muy probablemente, me lamente luego.
 
Enredo mis dedos en su cabello, y mientras mi cuerpo entero está en revolución, increíblemente se me ocurre una idea. Una idea no muy ideal, pero una idea en fin. Me separo de él, sin aire, y lo empujo por el pecho, de modo que queda recostado sobre el escritorio, y yo encima, ¡controlando la situación!
 
Quizás no es el “controla la situación” que mi madre me hubiera recomendado, pero bueno, mejor que nada.
 
 
Él sonríe. Una sonrisa que nunca antes me había dado. Una de esas seductoras, que te invitan al pecado (wow, eso sonó tan patético). Oh, pero yo no tendré sexo con él… Claro que no. Sólo estoy… ¿qué estoy haciendo?
Algo confundida en lo profundo, me deslizo encima de él, procurando parecer segura de mí misma y no a punto de explotar de los nervios al intentar ser algo que no soy (o sea, alguien sexy).
 
 
—  Deberías quitarte ese antifaz—  señala, y siento sus manos descendiendo por mi espalda. Un escalofrío me recorre la espina dorsal, y definitivamente estoy temblando.
—  No pretendo quitarme nada frente a ti, Potter—  contesto mordaz, y vuelvo a besarlo.
 
 
Él sonríe bajo mis labios, (juraría que divertido), y entonces sus manos llegan finalmente a mi trasero. Casi por inercia me muevo más cerca de él, hasta sentir su erección. Oops. Bueno, no se descontrolará más que eso.
Vuelvo a separar mis labios, y esta vez voy a por su cuello, mordisqueando suavemente con mis colmillos postizos. ¿Me creerían si les dijera que acabo de hacer que James Potter gima? Pues da igual, porque lo hice. Me siento mucho mejor ahora. Yo no soy la única aquí que siente todo esto el triple que con cualquier otra persona.
 
 
—  Bonitos colmillos—  suspira, con una mano en mi cadera y otra en mi cabello—. Pero la situación debería ser al revés. —  Y se sienta sobre el escritorio otra vez, para luego levantarse llevándome con él, siempre a horcajas, como torturándome con el contacto de nuestras entrepiernas.
 
Nunca antes tuve pensamientos serios respecto al sexo. Es decir, nunca estuve tan excitada y necesitada como en este momento. Es tortuoso y algo denigrante, pero sobre todo placentero. Increíble.
 
 
Mientras él camina  a quién sabe dónde conmigo a cuestas, yo sigo jugando en su cuello, muy apacible, con mis brazos rodeando férreamente su cuello y mis manos perdidas en su cabello. Entonces se detiene de golpe y me recuesta sobre una superficie blanda, cerniéndose sobre mí. Tardo en comprender que estoy en la cama que él mismo llevó al aula (de alguna manera que aún no descubro), la que usa para acostarse con todas sus conquistas.
 
De súbito comprendo lo que él pretende. Lo que, lamentablemente, yo pretendía. Ya les hable de la metáfora del chocolate, ¿cierto? Pues bien, yo era la chica en rehabilitación de la chatarra que tenía una recaída. Él de veras busca acostarse conmigo. Como si yo no fuese más que otra de sus víctimas.
Si no fuese virgen, me avergüenza decir que seguramente lo dejaría hacerme eso, pero como he prevalecido en la abstinencia tantos años, no pretendo perderla así como así, con el idiota de Potter, en la misma cama que medio Hogwarts. No quiero que me marque de esa manera. No él. No ahora. No aquí. No por una mera atracción física de tamaño astronómico.
 
 
Corto el beso otra vez, y lo aparto de mí, tragando con fuerza. Él me mira confundido.
 
—  ¿Sucede algo? —  pregunta, aún tentadoramente encima de mí, jadeante. Debo salir de aquí ya.
—  No voy a acostarme contigo—  contesto, con voz ahogada. Me decepciona decirlo, a decir verdad.
 
Él me mira unos segundos en silencio, pero finalmente asiente y se levanta de encima, rodando a un lado, apoyándose en un codo. Sigue con la camisa a medio abrochar, y me da algo así como tristeza ver su torso desnudo y saber que debo resistirme. Porque, recordemos, odio a este tipo, ha hecho mi vida miserable desde que lo conozco, y eso no va a cambiar con un par de buenas acciones y una tanda de besos fogosos que me hacen ver las estrellas.
Una vez libre y vacía, siento el subidón de calor abandonarme, dejándome fría y amargada. Frustrada. Wow, es la primera vez que estoy sexualmente frustrada, alguien apláudame.
 
Suspiro pesadamente, y me cubro el rostro con las manos, aún acostada en la cama. Antes de levantarme y seguir, debo recuperar fuerza y voluntad.
 
—  Nos hubiésemos arrepentido luego—  lo oigo decir, aún a un lado de mí.
Suelto una risa irónica. —  ¿Tú crees? —  suelto, sarcástica. Casi puedo oírlo rastrillarse el cabello.
—  No voy a disculparme—  dice.
—  No esperaba que lo hicieras—  repongo, quitando las manos de mi rostro por fin. Lo primero que veo es a él mirándome—. Esto fue…—  Intento encontrar las palabras adecuadas, pero salvo “fantástico, espectacular, y para repetirse”, no se me ocurre nada. Y dudo que esas sean las adecuadas.
—  Lo sé. Es la tercera vez que sucede. —  Él también parece confundido. Pasa una mano por su cabello, y recuerdo lo que dije estando ebria respecto a eso. Casi rio de los nervios.
—  No sé qué me sucedió—  murmuro, desviando la mirada.
—  Yo tampoco—  dice él, frustrado—. No puede pasar otra vez.
—  No, no puede. —  Estoy de acuerdo.
—  Está mal. Un nivel encima de lo malo—  insiste.
—  Lo sé, lo sé mejor que tú. —  Replico, también frustrada.
—  Te odio.
—  Yo mucho más—  farfullo, mirándolo fulminante. Él parece fuera de sintonía, sin embargo.
—  No debería gustarme—  añade, y comienzo a pensar que habla más para sí que para mí. Aún así, contengo el aliento al oírlo.
—  Ni a mí—  articulo, rasposamente.
Él me mira, confundido. —  Dijiste que eras virgen—  suelta. Ruedo los ojos, cansinamente.
—  Oye, ya hablamos de esto, no volveré a…—  Pero me interrumpe.
—  ¿Por qué me dejaste tocarte así entonces? —  Oh. Buena pregunta.
—  No lo sé. Pero para ese tipo de preguntas tengo suficiente con mi conciencia, ¿sabes? —  mascullo, amargamente. Mi querida conciencia, que esta noche no me dejará dormir. —  Tú debes estar un poco ebrio, ¿no es así? —  De otro modo no haría ese tipo de preguntas.
—  No bebí demasiado—  replica, nuevamente en otra sintonía. Es como si tratase de resolver un rompecabezas muy complicado.
 
 
Permanecemos en silencio. Y nuevamente me pregunto por qué no me ido ya. (N/A: Porque es un fanfic, y vos no te vas hasta que termine la fakin escena). No puedo caer dos veces en la misma noche, Merlín.
 
—  Lo mejor es olvidar todo esto. Desde el tren. Y punto—  sugiero de pronto, mirando hacia el techo abovedado.
—  Sí, es lo mejor—  asiente.
—  Y nada de toqueteos en clase—  insisto, mirándolo acusadoramente. Él sonríe con orgullo ante el recuerdo.
—  Bien. Con tal de pretender que nada pasó contigo. —  Se encoje de hombros.
 
Enarco una ceja. Tiene razón pero… Ouch.
 
—  Es un trato entonces—  digo, recelosa.
—  De acuerdo—  asiente.
—  De acuerdo—  coincido.
 
Nos miramos por un rato, hasta que ya no puedo soportarlo más, y entonces me siento en la cama, preguntándome si la fiesta aún continúa. Oigo a Potter incorporándose también, y nuevamente por sorpresa siento sus labios sobre mí, esta vez en mi cuello, desde atrás. Cierro los ojos y suelto un suspiro incontenible.
 
—  No estás cumpliendo el trato y apenas comienza, imbécil—  musito, aunque ladeo la cabeza para darle mejor acceso. Él ríe sobre mi piel, causando cosas raras en mi estómago.
—  Que inicie partir de mañana—  murmura, y con un gruñido resignado giro el rostro para que pueda besar mis labios.
 
 
Bueno, supongo que esto les sucede a las personas que inician una rehabilitación, ¿no? Consumen todo de golpe el último día, con la esperanza de saciarse, o con la intención de aprovechar mientras puedan.
 
 
En fin. Cinco minutos después estoy saliendo del aula con Potter, ambos en silencio cómplice, de regreso a la fiesta. Vuelvo a ponerme mi capa, decidiendo usarla lo que queda de la noche, por las dudas. Nadie parece percatarse de nuestra entrada, así que rápidamente me apresuro a hundirme en la masa de personas, en busca de algún rostro conocido.
 
Me topo con Lysander, quien se besuquea de manera demasiado pornográfica con una pelinegra vestida de diabla, en una esquina. Luego con Ana y Albus, quienes (no me creerán) también están besándose desenfrenadamente en medio de la pista, prácticamente sin ser vistos por la gente que los rodea. Dudo bastante respecto a separarlos, pero al final me digo que ya son mayores y deben tomar sus propias decisiones y cometer sus propios errores.
 
Supongo que es típico de las fiestas clandestinas adolescentes, eso de terminar ebrio besando a alguien del cual al día siguiente te arrepentirás horriblemente. Me hace sentir un poco mejor ese pensamiento.
 
Como no encuentro a Rose y Scorpius en ningún lado, decido simplemente marcharme. No es que todavía me queden ganas de bailar, beber, o coquetear. Tuve suficiente por un año.
 
En la soledad de mi habitación, medito sobre todo lo sucedido estos últimos días. Octubre fue un mes inolvidable, para bien y para mal, pienso, observando desde mi ventana los fuegos artificiales que sueltan fuera. Me pregunto, también, qué diablos está sucediendo con mi vida. ¿Qué pasó con tener el control? Suspiro pesadamente, y me acobijo bajo las mantas, resignada. Al menos el asunto de Potter está terminado… Aunque aún así no puedo dejar de sentir sus tontos labios sobre los míos.
 

Merlín. Creo que esto se volvió una aterradora costumbre.
C.J. Potter
C.J. Potter


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Mensaje por tobias. Mar 18 Feb 2014, 7:45 pm

voy en el cap 2<333. a penas lo empezaré, espero haya mucha acción She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 4 285151902
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Mensaje por andie. Miér 19 Feb 2014, 12:25 pm

dfaklsdf son unos calientes cc: 
me dio pena que maltrataran a Adhara y a Felicity>:c no se metan con las Greengrass, ellas son cul's. 
jsdhsdbfkja me dio risa la broma de Max, es que me la imaginé con los pixies y todo:z {me los imagino como pitufos con alasxd.}
¿por qué Rose y Scorpius no están juntos? :cc eso es injusto, puede que elijan a Scorpius y entonces no podrán estar juntos nunca:x. 
ajdfnak Ana y Alb:o 
:o, revisa si cerraste la cursiva, porque todo sale en cursiva desde el capítulo:cc
andie.
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Mensaje por tobias. Miér 19 Feb 2014, 8:07 pm

ya acabé de leer<33. amo como escribes, srsly. mañana te escribo un comentario larguísimo (?). no llegaré ni a los cinco renglones She is a Malfoy [James S. Potter & Tú] - Página 4 4222964207
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Mensaje por Valeria Bieber Vie 28 Feb 2014, 10:09 am

Hola, soy nueva y necesito un capitulo ¡¡urgente!!
Valeria Bieber
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Mensaje por Maria.L Lun 17 Mar 2014, 8:16 pm

siguela por favor!!!! amo tu novela!!  :ilusion:
Maria.L
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