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She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
leila.hunter escribió:Nueva Lectora amo como describes todo e.e mskafmkafkaksafjsan Adhara y luego Bella, James, Fred *-* y Albus*---* enserio espero que la sigas pronto. Besos.
Aww, bienvenida Leila! Y gracias :) Pronto, pronto, PRONTO la sigo! El próximo cap será bastante largo.
Besos ^^
C.J. Potter
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Capítulo 3
Primeras veces
Parte 1
Parte 1
Escritora
Adhara despertó por culpa del estridente ruido del despertador que su madre le había regalado las navidades pasadas. Era de latón, con forma de esfera de base plana, y sobre uno de los lados brillaban en dorado los números “8:00”, mientras el estrepitoso aullido -mezcla de grito de banshee y lobo herido- atormentaba a la pelirroja. Un limpio manotazo y el hermoso reloj ya estaba desecho en el suelo; al menos el ruido cesó.
— Odio los lunes— masculló la muchacha entre dientes, girando sobre sí hasta hundir el rostro en su almohada, sintiéndose adolorida.
A partir de aquel año Adhara ya no compartía habitación con sus compañeras (lo cual, por cierto, era un alivio), gracias a su condición de prefecta. Era un pequeño obsequio para los prefectos de último año; cada uno tenía su propia habitación. Y bueno, la Malfoy había tenido que recurrir a sus propios métodos para despertarse e ir a clases ya que no tenía más los parloteos de sus rubias compañeras para molestarla en las mañanas; entre esos “métodos” estaba lo del despertador… Pero algo le decía que ya tendría que volver a buscar otra manera, pues el aparatejo yacía completamente desarmado en el suelo.
Esperó cinco minutos, y entonces se levantó de un salto. Era una técnica que había implementado en sexto; si se paraba deprisa y entraba al baño diciéndose que luego volvería a su lecho, ya no le parecía tan desastroso empezar el día... Usualmente solía funcionar, pero apenas estuvo fuera de sus sábanas, el frío llegó a sus piernas desnudas, y entonces lamentó no haberse puesto los pantalones largos. Se metió en el baño velozmente, agradeciendo que al menos éste estuviera climatizado con magia.
Se dio una ducha veloz y, mientras se cambiaba, recordó lo sucedido la noche anterior. El imbécil de Potter y sus imbéciles cosas, que la conducían a ella misma a comportarse como imbécil. Torció el gesto apesadumbrada de sólo pensarlo, y despejó su mente para concentrarse en cepillarse y secarse el cabello, el cual decidió atar en una trenza francesa. No tanto para lucir bien peinada, sino para distraer su despabilada mente en otras cosas.
Para cuando bajó a la Sala Común ya lucía más fresca, aunque no podía evitar sentirse paranoica y mirar de vez en cuando hacia atrás para controlar que nadie se riera a sus espaldas. Su único miedo sería que el imbécil (valga la redundancia) de Potter les contara a todos que la había besado como un animal, y que ella luego volvió a buscar revancha. Ugh, le daba escalofríos de tan sólo pensar en la reacción de su hermano si se enteraba.
Ciertamente no había actuado muy sabiamente la noche anterior, pero ya no había manera de volver el tiempo atrás. Eso es lo peor de ser orgullosa; luego de que piensas en tus acciones te sientes una tonta, y sin embargo sabes que no harás nada para remediarlo, de manera que tu dignidad quede todo lo intacta posible.
Cruzó las puertas del Gran Comedor con cierto pavor, jugando nerviosamente con la punta de su trenza y mirando si alguien la señalaba o se reía. Cuando vio que nada sucedía, suspiró y caminó más aliviada hacia la mesa de los leones.
Rose ya estaba allí sentada, leyendo El Profeta y bebiendo un té (probablemente de tilo, como siempre, dedujo Adha). La Malfoy se sentó a su lado en silencio, y lanzó una última mirada a su alrededor algo turbada; afortunadamente, aún no había señales de Potter, aunque Fred, Dylan, Frank y Kevin ya estaban allí, charlando entre ellos animadamente, lo cual indicaba que algo extraño sucedía; James siempre estaba con ellos en las comidas. Adha decidió no pensar mucho en el asunto.
— ¿Cómo estás, Rosie? — Cuestionó, quizás forzando demasiado su tono amigable. Su amiga lo notó de inmediato, y bajó el periódico con una mirada perspicaz.
— Yo bien. La que no lo está eres tú. ¿Algo que quieras contarme, Adh? — Indagó, con ojos entornados y mirada astuta. Adhara tragó con fuerza y se metió un muffin entero en la boca. Otro acto infantil e impulsivo más a la lista.
A veces deseaba que su amiga no la conociera tanto.
— Eg agfoluto— articuló con la boca llena. Rose entornó los ojos aún más.
— Bien. Entonces, ¿qué piensas hacer con tu hermano? Albus me dijo que le has contado todo, pero dudo que Scorp se lo tome tan bien.
Aliviada (no tanto) por el cambio de tema, Adha tragó fuertemente, y asintió apesadumbrada. — De hecho, ya pensé en ello…— Murmuró, y a continuación esbozó una sonrisa enorme, de las que hacía cuando necesitaba que Rose la cubriera en alguna broma, o que no la entregara a McGonagall por alguna de sus bromas o metidas de pata. La Weasley suspiró pesadamente.
— ¿Por qué siento que no me va a gustar? — Murmuró, arrugando la nariz en anticipación. Adh sonrió.
— Necesito que tú le expliques. Cuéntale que fue por pura venganza, que fue sumamente desagradable y asqueroso, y dile sobre mi castigo, también. Pon un par de esas sonrisas tuyas y sacude un poco las pestañas para que me perdone, y estará todo listo. ¿Puedes hacer eso por mí, Rosie, por favor? — Hizo pucheros, juntando las manos para rogar. Rose rodó los ojos, aunque no pudo evitar sentirse halagada por la confianza que Adhara tenía en que ella lograría convencer a Scorpius.
— Bien. No es como si tuviera opción— cedió a regañadientes, arrugando más la nariz. Adha esbozó una sonrisa, y le dio a Rose un abrazo estrangulador.
— ¡Oh, Rosebud, eres la mejor-mejor amiga del mundo! — Exclamó, llamando la atención de un par de curiosos. En voz más baja añadió: — Y serás la mejor cuñada.
— ¿Quién es la mejor del mundo? — Cuestionó una tercera voz, alegremente. Ambas se separaron, tras que Adha le lanzara a Rose una elocuente mirada de “sigue siendo un secreto”.
— Ah, nada. ¿Cómo estás Lils? — Sonrió Rosie, bebiendo apresuradamente un sorbo de su té. La Potter entornó los ojos, luciendo dolorosamente parecida a su hermano mayor, pero no dijo nada.
— Bien…, todo lo bien que se puede estar la mañana de un lunes, al menos. — Se encogió de hombros, mientras le ponía mermelada a su tostada.
Una cuarta persona se unió al grupo, desplomándose cansinamente junto a Lily. Había ojeras bajo sus ojos, y por la distraída manera en que dijo “hola” para luego pasar a servirse una taza de café, las chicas determinaron que Molly no estaba de buen humor.
— ¿Qué sucede Moll? — Indagó Adha, quien llevaba buena relación con la rizada. No es que fuera algo de pelirrojas, sólo que era imposible que a alguien no le agradara la positiva y entusiasta Molly Weasley; con Lily era otra historia, pues a pesar de que mantenían un trato cordial, su relación no era la mejor de todas… ella, al igual que James, tenía sus tontos prejuicios a los hijos de ex-mortífagos.
— Libros, eso suceden— murmuró cansada, y sin darse cuenta volcó un poco de su café, pero automáticamente se recuperó. Tanto Rose como Adha miraron a Lily en busca de respuestas, pero ella se limitó a encogerse de hombros, masticando su tostada.
Y antes de que ninguna pudiera pedir explicaciones, Gabriela Charles y Kath Duncan aparecieron, sentándose una a cada lado de Molly, entre Lils. La ojiazul y la ojicafé miraron a la vez a la rizada, chasqueando la lengua de manera sincronizada.
— Alguien aquí trasnochó leyendo un viejo libro— comentó Gab, como siempre la primera en hablar. Kath meneó la cabeza.
— Ni siquiera podía leerse bien el nombre en la tapa, de tan antiguo que era. ¿Lo imaginan? — Secundó la castaña, totalmente desaprobándolo.
— Era un precioso libro sobre arquitectura medieval, chicas. Ya saben que formo parte del Comité de preparativos para los Eventos de Hogwarts, y Lucy está taladrando mi cabeza para comenzar a arreglar los detalles del Baile de San Valentín. Quiere algo romántico, y lo más romántico que existió alguna vez fue la era medieval— excusó la Weasley, encogiéndose de hombros.
— ¿Baile de San Valentín? Qué ridículo— bufó Lily, con la boca llena de tostada—. Faltan como… ¿Cuatro meses?
— A Lucy le gusta ser anticipada.
— A Lucy le gusta ser obsesiva— corroboró Lils.
Rose comenzó a decir algo sobre que ella comprendía perfectamente a Lucy, pero Adhara ya no estaba escuchando. Las puertas del Gran Comedor se habían abierto, y por ella entraba James; su cabello despeinado, sus ojos brillantes, y sus perfectos labios rojizos por el besuqueo de la noche anterior. Adh puso toda su voluntad en apartar la mirada, pero no podía; estaba como tildada, mientras lo veía acercarse a la mesa de Gryffindor y tomar asiento en su lugar de siempre, con sus amigos, rodeado además de Savannah Longbottom y su ejército. Apenas se sentó dijo algo, y todos a su alrededor rieron. Adh quiso saber de qué reían.
Entonces los avellanados ojos de James giraron bruscamente, como si sintieran la mirada de Adhara sobre sí, y se toparon con sus orbes grises. Fue como una descarga de electricidad a distancia, y la Malfoy se sintió avergonzada por ser atrapada mirándolo, pero si corría la cabeza él lo notaría, así que se mantuvo firme. Era una batalla; dulce avellana contra tormentoso gris.
— No lo hagas tan obvio— susurró una voz en su oído, y Adha dio un monumental respingo, para luego girar su visión hacia Rose, quien sonreía divertida.
Sus mejillas quemaban.
— No lo hago…— murmuró de vuelta, regresando toda su atención a su comida, rogando porque las otras no se hubieran dado cuenta.
¿Qué le pasaba? Él era un imbécil que la había besado como un animal para desquitar su rabia, y ella sólo lo había besado a él a modo de venganza (dos veces). Nada más. ¿Por qué habría de mirarlo? Qué estúpida.
Aún así se encontró levantando su mirada hacia él, sólo para comprobar. Él ya no la miraba; bien.
***
La primera hora fue libre; hubiese tenido CCM si hubiese aplicado, pero como su ambición era ser Jugadora profesional de Quidditch, ni siquiera se había molestado en obtener más que un Supera las Expectativas. Se la pasó en la Sala Común “leyendo” un libro; en realidad, levantaba la mirada cada dos por tres para observar a James coquetear abiertamente con Savannah. Hasta que comenzaron a besuquearse y ella tuvo que ponerse de pie y escabullirse escaleras arriba, asqueada. Esos dos llevaban el tipo de relación que dos personas que salían con todo el mundo podía llevar: informalmente pública, repulsivamente física, y terriblemente desagradable. Nada de ataduras para James.
Cuando llegó la segunda hora tuvo que bajar para marchar a Transformaciones, pero afortunadamente Potter y la Gran Perra ya no estaban intercambiando saliva públicamente.
La profesora Hollow enseñó un nuevo tema, y tuvieron que ponerse en parejas para practicar entre sí el hechizo punzante, por lo cual ella fantaseó con lanzarle el hechizo a su perfecto rostro y dejarle irreconocible. Claro que tuvo que conformarse con imaginarlo, pues su compañero fue Frank Longbottom, el agradable hermano de la perra de Savannah, y además estaba permitido conjurar únicamente hacia las piernas o torso.
La doble hora de Encantamientos transcurrió incluso más lenta, con el profesor Flitwick dando una larga charla sobre los ÉXTASIS y su importancia en el futuro de cada uno. Para cuando finalmente tocó timbre, Adhara se sentía mentalmente exhausta. Vigilar a Potter para comprobar que no dijera ni una palabra de lo sucedido la noche anterior había sido agotador.
Caminó junto al resto de su casa de Gryffindor hacia la Sala Común, rezagándose para no formar parte del carcajeante grupo de Merodeadores y chicas torpes que los seguían a todos lados. Era algo frustrante que no hubiese ni una sola chica en su mismo año de Gryff que fuera medianamente agradable.
— Los veo luego, chicos. Debo ir a cumplir mi castigo— anunció James a mitad del camino, justo donde estaban las escaleras, haciendo que todo el grupo se estancara. Adha se detuvo una milésima de segundo, diciéndose que sería obvio si ella paraba para escuchar, y siguió caminando normalmente. Pasó junto al resto justo cuando James les comunicaba que debería prestar ayuda en las clases de los niños de primero, y esta vez tampoco se resistió a lanzarle una mirada de soslayo al muchacho.
Se tensó cuando sus orbes se toparon con los suyos; él sí la estaba mirando ahora.
— Malfoy— musitó, cuando ya los rebasaba y lograba llegar a terreno seguro. La pelirroja se plantó en seco, tragando con fuerza; no volteó, sin embargo.
— ¿Potter? — Articuló, con voz suave notablemente forzada. La muchacha podría haber jurado que él sonreía.
— McGonagall dijo que me acompañaras, ella está esperando. Quiere decirte algo sobre tu castigo.
Adhara era consciente de que sus palabras eran pura fachada para sus amigos, y de que él quería hablar tanto como ella del asunto. Volteó lentamente, bajo la mirada despectiva de Savannah y sus amigas, y esbozó una sonrisa fingida. Él también estaba sonriendo, tal y como ella supo que estaría.
El pensamiento de él queriendo hablar sobre el tema le provocó a Adhara una automática repulsión al asunto; de pronto el pacto de silencio ya no le resultaba tan urgente como la necesidad de no cederle a él del privilegio de la palabra.
— No hay necesidad Potter, McGonagall me ha interceptado camino a Encantamientos. Aseguró que ya no era necesario que te acompañara.
La sonrisa de James se borró de súbito, y en sus ojos hubo un brillo elocuente, que ella devolvió con un alzamiento de cejas. Fred codeó a su primo para interrumpir aquella pequeña batalla de miradas, y James reaccionó con un confundido pestañear.
— Nos vemos luego, Potter— despidió la pelirroja, y con otra sonrisita fingida giró sobre sus talones y se encaminó hasta la Sala. Se sentía tontamente victoriosa por haber ganado aquella pequeña batalla.
¿Qué creía? ¿Qué podría hablar con ella cuando se le diera la gana con sólo pedirlo? Y para colmo mintiéndoles a sus amigos, como si ella fuera una… No, por supuesto que no. Si quería conversar con ella tendría que ir a buscarla directa y frontalmente, como correspondía.
Con esa sensación de triunfo desapareció por la curva del pasillo.
James POV
— No tengo idea— miento, cuando de hecho sí sé qué fue. La muy obstinada se piensa que mis ganas de hablar del asunto de la noche anterior son lo suficientemente grandes como para hacerme rogar. Qué ilusa. Si ella no quiere hablarlo, yo tampoco. Tan simple.
— Está buena— comenta Fred vagamente, ladeando la cabeza para obtener una mejor vista de su trasero. Es mi turno de darle un codazo, provocando risitas tontas en Sav y Wendy. Neve ya no hace esas cosas de reír por todo, desde que comenzó a salir con Kevin.
— No seas idiota, Fred. Ella no lo está en absoluto— musito, aunque yo tampoco puedo evitar darle un vistazo a su corta falda, comprobando que tiene algo de razón. Sacudo la cabeza de inmediato para deshacerme de pensamientos como aquel; sí, puede estar buena, pero es una Malfoy, y la odio.
— Sólo decía— excusa mi primo, sobándose el brazo con recelo—. ¿No tienes un castigo al que ir?
Abro los ojos y echo un vistazo a una de las ventanas, que efectivamente dan al campo de quidditch, donde un montón de figuras se elevan torpemente en el cielo.
— Demonios— farfullo, y me echo a correr sin más aviso en dirección a la planta baja. Oigo algunas risas detrás de mí, pero las ignoro, apretando paso y sin detenerme a descansar hasta que finalmente llego al campo de quidditch, apenas agitado. Tengo buena resistencia física, al menos.
Tal y como había visto rato atrás, los niños de primero están elevándose en el aire entre risitas nerviosas y gritos de pánico. Un sujeto alto y castaño, con un uniforme de los Chudley’s Cannons y las manos en la cintura está a unos metros de mí, gritando instrucciones. Lo reconozco al instante, y doy un suspiro aliviado mientras me dirijo hacia él.
— Llegas tarde, Potter— es lo primero que dice, sin siquiera voltear a verme. Me detengo en seco, vacilando. Conozco a Oliver y su familia, pues mi padre jugó con él en el equipo de la escuela, y más adelante fuimos a verlo jugar en el Mundial de Quidditch; desde entonces su familia y la mía solían juntarse a cenar. Tenía dos hijas preciosas de nueve años, y un hijo de la edad de Rose. Creía que él sería menos severo por ser amigo de la familia, pero al parecer se toma en serio su nuevo empleo… Mal para mí.
— Lo siento, profesor— digo, con voz seria. Él me da una mirada divertida sobre su hombro, pero enseguida endurece su semblante.
— Ninguno parece tener problemas para volar... — Su voz es tan profesional. Como si hablara de negocios, estrategias para la guerra, o algo así. No entiendo a los adultos—. Salvo una niña— prosigue, entrecerrado los ojos para protegerlos del sol—. Tendrás que ayudarla hasta que aprenda. Vuélvela tu proyecto, y prometo que apenas logres que sea la mejor de la clase, acabará tu castigo.
Lo miro estupefacto. ¿Habla en serio? El castigo de McGonagall tenía finalización el último día de clases. Mi perspectiva enseguida se ilumina, y una sonrisa confiada inunda mi rostro; por supuesto que lograré que esa niña sea la mejor de la clase, no importa quién sea o qué tan mal vuele…, yo soy capitán de mi equipo y jugador estrella por algo.
— Me parece perfecto, profesor. ¿Dónde está ella?
La sonrisa que esboza por anticipado me da mala espina. — Está allí, al borde de las gradas de Slytherin. Es Felicity Greengrass.
¿Qué? Frunzo el ceño, confundido, y sigo el camino que apunta su índice, topándome con una niña de rizos rojizos y mirada aburrida; sus ojos excepcionalmente verdes se truncan por las arrugas de molestia alrededor de sus párpados. Vuelvo a mirar a Wood, incrédulo. — ¿Greengrass? ¿Cómo Alfred Greengrass? ¿Cómo el hermano de Astoria Greengrass? ¿Cómo, no sé, la esposa de Draco Malfoy? — suelto, inconteniblemente desagradable y sarcástico.
Oliver ensancha su sonrisa, y se acerca a mí para palmearme la espalda. — Sí, James, es su prima pequeña. Y se niega a siquiera subirse una escoba. — Se encoge de hombros—. Suerte. — Y dicho esto avanza hasta el centro del campo, llamando al grupo para explicarles la siguiente consigna.
Vuelvo a mirar a la pequeña pelirroja, y suspiro pesadamente por anticipación, rogando que ella no tenga la misma personalidad insufrible de su prima o su imbécil primo. Tomo una de las escobas de la escuela, pues olvidé traer la mía, y camino hacia ella pausadamente. Sus ojos se clavan en mí cuando estoy a metros de distancia, y no demora en lanzarme una mirada despectiva, muy parecida a la de Malfoy. Genial, otra pelirroja más para soportar.
— ¿Felicity? — Digo, comenzando a dudar desde ya.
— ¿Qué quieres? — Su voz es sorprendentemente desdeñosa para tener apenas once años. Definitivamente es pariente de los Malfoy.
Me enderezo automáticamente. No dejaré que una niña me trate así, no cuando yo seré su profesor de vuelo. — Ponte de pie. Ahora.
Sus labios dibujan una mueca burlona. — ¿Quién te crees que eres?
— Tu nuevo profesor particular. Ponte de pie antes de que me moleste.
Ella enarca la ceja, igual que lo hace Malfoy. Eso sólo me irrita más. — Genial. Ahora tengo niñera. Ya le he dicho al profesor Wood que no volaré; mi padre vendrá a hablar, ya verán.
Ofrezco una sonrisa irónica. Qué ilusa. — Bien. Mientras tanto, ponte de pie y monta tu escoba, Greengrass.
Es ella la que frunce el ceño ahora, pero sin embargo obedece, con su Saeta de Fuego 5000 en mano. Tiene tan gran escoba y dice que no quiere volar… ¿eso tiene sentido? No tiene idea de la suerte que tiene; hace apenas unos años comenzaron a permitir a los de primero traer escobas propias.
— ¿Cómo es tu nombre? — Exige. No puedo contener una sonrisa burlona; ¿quién le dio el título de reina a esta niña?
— Profesor Potter para ti— contesto, quitándome el sweater de la escuela y dejándolo a un lado—. Pon tu escoba a un lado en el suelo, y di “¡Arriba!” — indico, ejemplificando de modo que ahora tengo mi escoba volando a un lado mío.
Ella entorna sus ojos, pero obedece, dejando su escoba a un lado mientras dice: — ¿Albus, o James?
No me sorprende que nos conozca. — James. Di arriba, la escoba subirá— repito, señalando su escoba con un gesto de la cabeza.
Ella alza las cejas con sorpresa, pero nuevamente obedece y su escoba sube al tercer intento. — Mi prima me ha hablado de ti. Dijo que eres un idiota— comenta, observando con interés su escoba en el aire. Enarco una ceja, aunque eso tampoco me sorprende.
— ¿Te dijo ella que me ama? — Replico, mintiendo un poco; es decir, no es mi culpa que ella no detecte mi sarcasmo—. Móntala, y da una patada al suelo, así te elevaras— prosigo, nuevamente ejemplificando. Cuando termino de hablar ya estoy en el aire, un metro sobre su cabeza sorprendida.
— Ella no te ama, imposible— dice, y no sé si es consciente o no, pero sube a su escoba y da una patada; sólo que no sucede nada, ella sigue en el suelo—. Esto es absurdo. — Suelta la escoba y vuelve a sentarse en el suelo de brazos cruzados, obstinadamente. Es oficial: es pariente de Malfoy.
— Oh sí, ella me adora. Y hablando de ella, ¿no te ha enseñado a volar? Se supone que es una fanática de quidditch y todo eso. — Doy un par de vueltas a su alrededor, y su expresión se torna irritada.
— Ha intentado hacerlo, muchas veces. Pero odio volar. No tengo por qué saber volar, sólo porque ella y Scorpius son ases del duelo y toda esa porquería. Y de todas maneras es inútil para mí; yo seré auror. — Se encoge de hombros desinteresadamente, y clava su mirada en algún punto al frente, donde la clase de Slytherin y Hufflepuff se arremolinan para escuchar las palabras del profesor.
— ¿Auror? — Repito, sorprendido; es una hija de mortífagos después de todo. Aterrizo a un lado de ella, y bajo de la escoba para arrodillarme al frente. Sé cómo convencer a un niño—. ¿Por qué quieres ser auror?
Ella rueda los ojos, como si fuese algo muy obvio. Nuevamente me sorprende que tenga once años. — Mi madre es auror. Quiero ser como ella.
Otra sorpresa. — ¿Quién es tu madre?
— Rebekah Campbell. Es una de las líderes de área— informa, con notable orgullo y presunción en la voz. Alzo las cejas; ¿cuántas sorpresas más habrá?
— ¿Tu madre es la “Treintaveces” Campbell? ¿Ella no te ha contado de sus misiones?
Esa mujer es como un modelo a seguir para las chicas que aspiran a ser Aurores. Su apodo es “Treintaveces”, porque tuvo que rendir su examen de lucha cuerpo a cuerpo treinta veces antes de aprobar, y jamás se rindió hasta vencer a su profesor (mi padre, por cierto). Luego de eso su carrera fue simplemente en ascenso; encontró más mortífagos refugiados que ninguno, y actualmente es la segunda al mando de papá.
Sólo por un segundo, Felicity luce recelosa. — No, ella dice que cuando sea mayor… De todos modos, no necesito oírlas, sé que ella es genial.
Esbozo una sonrisa inconsciente. — No digo que no lo sea. Mi padre sí me ha contado sobre algunas de sus misiones; supongo que sabes quién es él. — Ella asiente, frunciendo los labios—. Más de una vez su escoba le salvó la vida. ¿Crees que no precisaras saber volar si pretendes ser auror?
— Puedo aprender aparición— dice, encogiéndose de hombros.
— ¿Y en las zonas anti-aparición? ¿Correrás? ¿Pilotearas un hipogrifo? — No puedo contener el sarcasmo; es parte de mí. Ella frunce los labios con más fuerza.
— Da igual.
Sonrío. — Sabes que no. Necesitas la escoba para ser auror, y para ser bruja, de hecho. Así que ponte de pie y monta esa escoba, tú necesitas aprender y yo necesito enseñarte; facilita esto para ambos.
Los primeros veinte segundos sólo me mira, tercamente, pero de a poco su expresión se relaja, hasta que finalmente luce como de once años, y entonces se pone de pie resignada. ¿Qué he dicho? Sé convencer a los niños.
Demora más o menos media hora lograr que se eleve en el aire sin caerse, pero para el final de la clase ya está recorriendo la cancha. Sé que no será sencillo, pero me siento extrañamente satisfecho por sus avances; esto de ser profesor no es tan malo.
Rose
Bien. No tengo que estar nerviosa. Bien. Es sólo Scorpius. Bien. Él no se molestara conmigo. Bien. Sólo debo decirle que su hermana besó a su peor enemigo. Bien. Estoy es sencillo, puedo hacerlo, puedo…
— ¿Me buscabas, Weasley? — Pregunta una voz a mis espaldas, provocando que pare de retorcerme las manos y atormentar mi mente con pensamientos incoherentes, para quedar estática. Trago con fuerza. Puedo hacerlo, puedo hacerlo.
Volteo, con una sonrisa preparada, y lo veo allí parado, de brazos cruzados y con una ceja escéptica alzada. Después de todo, cuando lo cito a nuestro escondite bajo las rocas, a la orilla del lago, es porque algo importante sucedió. O porque quiero que estemos solos. Con lo cual, no sé qué opción me mortifica más.
— Um… ¿Rose, estás bien? — Insiste, dando un paso vacilante hacia mí. Recién entonces recuerdo que se suponía que tenía que hablar. Eso es lo que hacen los seres humanos generalmente: les hablan, y ellos responden. Con palabras. Cosa que parecía que mi cerebro había olvidado recrear.
— Oh, sí, claro, perfectamente. — Y ya me he delatado. Siempre que estoy nerviosa suelto las palabras como un vómito verborragioso, o algo así. Él lo nota, y su insufrible ceja vuelve a enarcarse.
— Bien…— dice lentamente, como si yo tuviera algún problema mental invisible a los ojos. Y quién sabe, quizás lo tenía—. Vamos a sentarnos— indica pacientemente, y camina hacia mí para guiarme hasta el suelo (como si yo no fuera perfectamente capaz por mí misma). Sólo que para hacerlo posa su mano en mi cintura, así que ninguna palabra de queja se atreve a siquiera formarse en mi garganta.
Nos ubicamos en el lugar de siempre: lado a lado, de frente al lago, con las espaldas apoyadas contra la roca, y los brazos y muslos tocándose. Esto era el máximo contacto físico que podía tener de Scorpius sin quedar en evidencia o como algún tipo de acosadora fanática. Así que, sí; imaginen qué tan seguido le he pedido que nos reunamos aquí.
Descubrimos este lugar en tercero, luego de una clase de CCM. Albus estaba con su novia (ahora ex) Alice, y Adha en entrenamiento con el equipo, así que estábamos relativamente solos. Una tarde para nosotros dos y nadie más; no tienen idea qué tan afortunada me sentí. Así pues, habíamos recorrido el lago por la orilla, caminando tranquilamente, observando el paisaje, hablando de trivialidades, con nuestras manos rozándose accidentalmente (adrede de mi parte) de tanto en tanto, y entonces encontramos el sitio más perfecto en la tierra. Nuestro sitio, lo cual lo volvía más especial.
Una saliente de rocas crecía, formando un aparente pequeño acantilado que bloqueaba la orilla. Él se había metido por un hueco en la roca, que lucía como simples enredaderas que el tiempo había predispuesto, y había encontrado una especia de cueva expuesta. No tenía techo, y las únicas paredes eran a sus lados y detrás, pero sólo alguien al otro lado del lago y con muy buena vista podría verte si estabas allí. Desde entonces lo convertimos en nuestro refugio. Hay un par de mantas en un rincón, hechizadas para no mojarse en días de lluvia (ya saben, estando a la intemperie eso suele suceder), que más de una tarde (incluso noche) habíamos usado para picnics privados, y también una vieja mesita de madera que trajimos el año pasado para las cenas especiales, pero salvo eso el lugar no era nada de otro mundo. Sólo mi pequeño paraíso privado, donde yo era sólo Rose y él sólo Scorpius; ni Weasley ni Malfoy, ni mortífagos, ni guerras. Nada, sólo nosotros.
— Vas a hablarme sobre Adhara, ¿no es así? — Suelta Scorp, sacándome de un tirón de mis recuerdos. Algo desorientada levanto la mirada para verlo. Mis ojos apenas llegan a su hombro, incluso sentados, por lo cual tengo que inclinar la cabeza. Sonrió a modo de disculpa.
— ¿Tan obvio?
— Muy. Además, imaginé que ella no se atrevería a decírmelo en persona. Menos mal que es Gryffindor, ¿eh? — Bromea, y no puedo evitar sentirme aliviada. Bien; él no está furioso ni nada. Es un buen comienzo.
— No es que sea cobarde… sólo… supongo que tiene razón al alejarse. Tú eres algo pasional cuando te molestas; y te molestas con mayor…intensidad y frecuencia cuando se trata de mi primo— comento, jugueteando con la hierba que crece entre las grietas de piedra.
Él entorna los ojos, en desacuerdo. Adha hace lo mismo cuando se molesta. — Yo no… Bueno, sí. Quizás un poco, pero…— Se detiene y suspira—. Ya, sólo dilo. Están juntos. Lo sé. — Su voz suena como un quejido, quebrado y angustiado.
No puedo contener una risa, ganándome una mirada de ojos entornados de parte de mi rubio favorito. Al final paro de reír, y me acerco osadamente para plantar un beso en su mejilla, que me deja tan sonrojada como él. Trato de no perder el hilo de las cosas, y fuerzo una sonrisa relajada.
— Eres adorable— explico simplemente, dándole un codeo que procura ser juguetón. Momentos como este no nos faltan; uno hace o dice algo comprometedor, ambos nos ruborizamos como dos niños, y tratamos de hacer como si nada. Genial. Y sí, estoy siendo sarcástica. — Ella no está saliendo con James. Dudo que eso sea siquiera probable. Hasta decirlo en voz alta es absurdo.
Suelta un suspiro, más aliviado esta vez, y relaja sus hombros. — ¿Entonces qué? Por Merlín, dime que ellos no están teniendo sex…
Roja como tomate (como la niña que soy), llevo mis manos a su boca para impedir que termine la bochornosa frase. — ¡Claro que no! ¡No seas tonto! — Chillo, más agudo de lo que me habría gustado.
Él sonríe bajo mi palma, y repentinamente soy consciente de que mis manos están sobre él, al igual que media parte de mi cuerpo. Más colorada (si es que eso es humanamente posible), me alejo, carraspeando para recuperarme. — Ella lo besó, sí. En el tren, sí. Pero sólo lo hizo para vengarse. Ya sabes que rompió con Mike ese mismo día; pues, fue por culpa de James. Él aparentemente dijo ciertas cosas que hicieron que ese imbécil Ravenclaw la dejara. Ya sabes cómo de influenciables son los chicos por las palabras del tonto de mi primo… Así que ella fue a buscarlo para enfrentarlo, y lo encontró con Danna Simpson (ya sabes, ¿la chica que viene buscando usar desde el año pasado?). No tuvo mejor idea que arruinarle la conquista pretendiendo ser su novia y besándolo. Danna se fue, y ahora lo acusa de mentiroso y no le habla, al igual que todo quinto de Huffle, así que funcionó. No fue tan grave; Adha aseguró que fue asquerosamente desagradable.
Él me escucha atentamente hasta que termino, y alza las cejas ante mi insertada sonrisa de cierre. Entonces gira su rostro hacia el lago, y simplemente mira su calma superficie, sin decir nada.
No malinterpreten; no es que no me guste (me encanta) poder tener momentos como este para contemplarlo, ver su perfecto perfil, su cabello rubio-rojizo bañado por la luz del sol cayendo sobre su frente, sus ojos grises destellando como diamantes, y su adorable expresión de profundidad, de resguardar más pensamientos o secretos que ningún otro ser humano en el planeta…, en fin, amo poder verlo así. Pero este no es momento para el silencio.
— Oh, por favor, deja de hacerte el llanero solitario— mascullo, cruzándome de brazos. Lentamente vuelve a mirarme, con (cómo no) una ceja entornada sarcásticamente. Malfoys y su sarcasmo.
— ¿Acabas de llamarme “llanero solitario”, Rosebud Anne Weasley? — Inquiere con un dejo divertido en la voz. Frunzo los labios en un círculo, como cada vez que algo me resulta vergonzoso.
— Pues… sí. Todo eso de callarte y mirar el horizonte. ¿Quién eres? Dime ya mismo qué piensas al respecto, Malfoy— exijo, poniendo toda mí fe en lucir firme e imperturbable, incluso cuando él sonríe de esa manera, como de revista.
— ¿Eso es una orden o…?
— Sí, una orden. Responde.
Su sonrisa se ensancha, con gracia, y aún así responde: — Creo que está bien. Bueno, obviamente no veo en absoluto nada bien en el hecho de mi hermana besando al idiota de Potter, pero supongo que si fue por venganza… ¿Qué puedo decir yo de los retorcidos métodos de venganza que tiene mi hermana? — Suelta un bufido-risa, cosa en lo que él es un experto—. ¿Recuerdas el año pasado cuando ella… se…ugh, cuando se abrió la camisa en plena sala común, sólo para demostrarle a Potter que sí tenía pechos? — Hace una mueca de desagrado, y no puedo más que soltar otra risotada.
— Huh, sí, el asunto de “La Tabla”… Qué locura— rio, arrugando la nariz ante el recuerdo. Incluso él sonríe.
— Seh. Tengo mejores adjetivos para esa venganza suya que “locura”, pero no los diré frente a ti— afirma, torciendo los labios en otra mueca de desagrado. Le doy un golpecito con mi hombro, que él devuelve suave y juguetonamente. Me gustan estos momentos. — El punto es, estoy acostumbrado a tener una hermana mayor irrevocablemente loca. No voy a dejar de hablarle o contarle mi padre, ni nada tan estúpido. Sólo me molestó que ella no me hubiese dicho antes, y que hubiese tenido que enterarme mediante el imbécil de Potter de la peor manera posible. Eso, y que imaginé la peor de las posibilidades.
— Bueno, lo cierto es que ya no tienes que preocuparte. Nada de Potters y Malfoys juntos; al menos que cuentes a Albus, pero ya sabes que ellos nunca podrían… ya sabes.
— Ni siquiera lo digas. Esa idea es incluso peor. — Luce francamente horrorizado —. Y, de todos modos, no es que él sea un Potter lo que me desagrada. No me importan los apellidos, o las familias. Ya sabes, tú y Albus son mis mejores amigos. — Se encoge de hombros—. Es sólo que tu primo es un… mm… digamos “error de la cadena evolutiva” para que no suene tan sucio como pretendía.
— Eso es innegable— asiento, pretendiendo que no estoy todavía atrapada en la parte de “no me importan los apellidos, o las familias”. Él me ofrece una sonrisa ladina, como si de hecho pudiera leer mi pensamiento. Me ruborizo tontamente, aún sabiendo que es imposible que él…
— Además, sería hipócrita de mi parte decir que ella no podría tener algo con él sólo por su apellido. ¿No crees?
Oh. Por. Dios. Lo dijo. ACABA de decirlo. ¿Lo dijo, cierto? ¡Merlín santísimo! ¡Alguien pellízqueme que…! No, mejor nadie me pellizque. Si esto es un sueño prefiero seguir soñando. Trago con fuerza, y hago un intento de parecer calmada, fracasando olímpicamente.
— Oh, s-sí, claro-o…— balbuceo torpemente. Maldigo en mi fuero interno por mi suprema idiotez. Mis mejillas arden, al igual que mi frente, mis orejas, y básicamente cada parte de mí.
Scorpius suelta una risita divertida, y me da un fugaz beso en la mejilla antes de ponerse de pie y tenderme una mano para que lo imite. Todavía es posible estar más roja, aparentemente. Miro su mano, aún desorientada, y al final la tomo; de un tirón me pone de pie, como si no pesara más que una pluma.
Con otra sonrisa de las suyas (esas típicas de rompecorazones que sabe que es guapo) me guía hacia la salida.
Ninguno dice nada en el camino hacia el castillo. Pero él no suelta mi mano en ningún momento. No lo hace.
C.J. Potter
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Capítulo 3
Primeras veces
Parte 2
Parte 2
Adhara
La biblioteca siempre huele a libros.
Sí, lo sé, pésima observación de mi parte, pero es cierto. Adoro ese olor; una mezcla de libros viejos y nuevos, de pergamino y tinta…, es como un perfume hecho de esa aura de misterios, de conocimientos milenarios, de montones de mundos encuadernados, de cientos de aventuras esperando ser vistas, que contienen los libros. Magnífico.
Me sorprende a veces que haya tanta gente que menosprecie cosas tan valiosas e invaluables como los libros; lo encuentro tan absurdo. Incluso he oído cosas como “odio los libros”, lo cual, si me preguntan, es sumamente estúpido. ¿Quién en su sano juicio puede odiar algo tan bello como un libro? Pueden no gustarte, o no haber encontrado el indicado pero, ¿odiar? ¿En serio? El odio es una emoción demasiado fuerte, demasiado real, demasiado intensa y venenosa como para sentirla contra un objeto inanimado. Contra los libros, precisamente. Es un sentimiento de los más fuertes, junto al amor, creo yo.
Sólo puede odiarse, propiamente dicho, a una persona. Por ejemplo, yo odio a James Potter. Lo odio. Y no sólo porque le haya dicho a mi prima que yo estoy enamorada (¡enamorada!) de él, y porque ahora la pequeña pioja me moleste inacabablemente como sólo una niña de once años sabría hacer. No, no sólo por eso. Tengo muchas razones, pero podría decirse que esa es la más reciente. Por ahora.
— Eh, Tierra a Adhara. ¿Besar a Potter te contagió la estupidez? — Una mano pálida cruza frente a mi rostro, de lado a lado, sacándome de mis cavilaciones. Doy un respingo, algo confundida al comienzo, hasta que recuerdo dónde estoy: clases particulares de runas con Ana, biblioteca, día jueves. Sí, estoy recompuesta ahora.
Ofrezco una sonrisa sarcástica. — Ja. Ja— suelto irónica, cerrando el libro que estaba leyendo para distraerme mientras ella intentaba resolver los ejercicios de práctica que le di—. Muy graciosa, Zabini. Voy a reconsiderar contarte mis desventuras de ahora en adelante, no vaya a ser que se me siga tomando el pelo. — Entorno los ojos, y ella ríe, sin creer en absoluto mis palabras.
Es imposible, y ambas lo sabemos, que yo deje de ir con ella al momento de desahogarme. Es la única que sabe lo de mi encuentro nocturno con Potter del domingo, y siempre lo será, pues no le diría ni loca a Rose, o Scorpius (qué locura) o Albus. Jamás. Nunca. Anastasia es imparcial; la única que no tiene lazos de sangre o un odio profundo hacia Potter. Además, la chica es sumamente sincera y frontal, no hay nadie mejor que ella si buscas una opinión o un consejo.
— Por favor, no te mientas más Adha. Ambas sabemos que no podrías vivir sin mi tutoría— burla, con una sonrisa hoyuelada. Siempre quise tener hoyuelos, pero la vida no nos da todo lo que deseamos.
— Creí que la situación era al revés— digo, enarcando una ceja. Ella hace un gesto con la mano.
— Nah. Runas es mera obligación; ya sabes que quiero ser sanadora. ¿Qué sanadora precisa saber leer rúnico? Mejor aún: ¿qué ser humano con vida social aceptable puede hacer algo tan milagroso como aprender a leer o hablar rúnico sin necesidad de un cuaderno de traducciones?
— Mm… ¿la profesora Vector? — sugiero, con una sonrisa divertida.
— Dije “vida social aceptable”.
Suelto una carcajada, y un “¡SHH!” lejano no tarda en llegar. Tapo mi boca con la mano, y meneo la cabeza. — Eres terrible.
— ¿Qué persona menor de sesenta años dice “eres terrible”? Dioses, Adha, estás padeciendo los efectos colaterales de ser una experta en runas. — Chasquea la lengua, como si fuera un asunto serio, y tengo que tapar otra risa con la palma.
— Eres una perra cínica, Zabini. — Ella sonríe divertida.
— Lo sé, lo soy. Soy fantástica. — Guiña un ojo, y me permito una risita divertida compartida.
— Todo lo fantástica que quieras, pero no te servirá de mucho para eludir mis ejercicios. Vamos, resuelve eso, niña— apunto, y ella deja de sonreír para dedicarme una mirada de reproche, aunque al final obedece y vuelve a enfrascarse en runas y letras.
Intento proseguir mi lectura, pero estoy demasiado distraída como para volver a meterme en esta novela romántica sumamente-muy-muy-rosa que Gabriella Duncan (una de las amigas de Molly y Lily, de quinto) me prestó ayer. Ella asegura que me hará bien leerlo. Piensa (al igual que casi todos, salvo mis amigos cercanos) que estoy devastada por mi ruptura con Mike (quien por cierto ya tiene otra novia). Pero lo cierto es que estoy acostumbrada al asunto de los desamores… además, con todo el drama de Potter y mi hermano me fue casi imposible pensar en él (sí, sobre eso, fue el miércoles que casi entran en duelo, luego de que James provocara a Scorp y él le devolviera el favor). Lo había olvidado en el mismo momento en que bajé del tren; no merecía el esfuerzo; sólo habíamos estado juntos cuatro meses (tres de los cuales fueron vacaciones, sin vernos), y al final él terminó rompiendo conmigo sólo por las bobadas que Potter le dijo. No quiero salir con alguien así de influenciable.
Por suerte, Ana interrumpe mi intento de lectura con una duda respecto a las S y C rúnicas, así que me enfrasco en una larga explicación sobre la historia de las eses y las ces. Sí, así de genial soy yo. Y así de genial es el destino que decidió que fuera ese el momento en que un alto y buenísimo rubio de Ravenclaw interrumpiera mi interesantísima perorata.
— Disculpa, ¿Adhara Malfoy? — Su voz es como… Wow, no es escuchado una voz igual jamás. Levanto la vista, sorprendida, y me quedo boquiabierta ante la visión del ángel bajado del cielo que se para frente a mí.
Louis Weasley. Pequeño pimpollo dulzón, como Anastasia lo denominaría. Rubio, encantadores ojos celestes, sonrisa preciosa, alto y con contextura de golpeador. Es perfecto. Y por no mencionar que es del tipo inteligente, divertido y carismático que tiene a todo el mundo comiendo de la palma de su mano. He tenido un amor platónico por este tipo desde quinto, y hoy por fin me dirige la palabra, justo hoy, cuando decidí que estaba demasiado cansada como para peinarme, y terminé atando mi cabello en un desprolijo rodete, cuando ni me molesté en usar algo para tapar mis ojeras, cuando estaba dando una espectacular charla de niña nerd sobre la diferencia entre la ese y la ce rúnica. Genial.
Siento un codo impactando mi costilla, y de pronto recuerdo que debo hablar. Carraspeo para camuflar el incómodo momento de mi babosidad-al-extremo, ruborizándome como frecuentemente hago, y ofrezco una sonrisa débil. Entonces digo: — Em, sí, supongo que sí, — y oficialmente soy una idiota.
Él ríe por lo bajo, y no puedo evitar una reacción de loca-chica-acosadora en respuesta, al menos en mis saltarinas hormonas, que apresuro a reprimir. — Quería hablar contigo sobre la patrulla de hoy en la noche. — Ah. ¿Oyeron eso? Es mi esperanza yéndose por el escusado. Claro que él sólo quiere hablarme de las guardias de prefectos, ¿por qué otra razón se acercaría a mí? Intento no parecer demasiado decepcionada. — Mi compañera, Lissa, está enferma, así que me preguntaba si podíamos compartir su lado entre tú, yo, y mi primo. ¿Qué te parece?
Su primo. Claro. James es prefecto, al igual que Rose, Albus, Lucy y Molly. Vaya, los Weasleys como que están dominando Hogwarts.
Fuerzo una sonrisa cordial. — Claro, por mí está bien. Dudo que Potter ceda fácil, pero… Supongo que tendrás alguna idea para encargarte de eso. — Bien, ya no sueno tan idiota, ¿no? Es un avance.
Él sonríe divertido. — Ciertamente no. Bueno, eso es todo. Gracias por tu tiempo, Adhara. Nos vemos en la noche— despide, con un movimiento de su mano. Y acto seguido, ya no está. Adiós rubio platónico mío, te veré la próxima vez que necesites algo de mí.
Suelto un suspiro resignado, y dejo caer mi cabeza sobre la mesa, apoyando mi frente contra la madera de modo que no tengo que ver la sonrisa burlona de Ana.
— Merlín, Adh, eso fue penoso— ríe de todas formas. No puedo apoyar también mis oídos contra la mesa, así que no me queda más que responderle.
— Lo sé. Ni lo menciones. — Bufo, y me incorporo recta otra vez, encontrándome, tal y como imaginé, con la sonrisa burlona de mi amiga—. Él es simplemente impresionante. Mis neuronas no actúan correctamente cuando está frente a mí. Soy una idiota, lo sé— gimo amargamente. Ella ríe nuevamente, y a estas alturas considero darle una patada.
— Oh, Adh, no eres idiota. Sólo… te gusta. Y no te culpo. Ese Weasley es todo un pequeño pi…
— Pimpollo dulzón. Sí, lo sé— interrumpo, rodando los ojos. Ella me mira en silencio unos segundos, ambas sin decir nada, y nos echamos a reír al mismo tiempo. Madame Pince suelta otro “¡SHH!”, y estamos a cinco de esos de que nos veten de la biblioteca.
James
Es genial que los elfos domésticos te amen, porque significa tener comida a cualquier hora, en cualquier lugar, en el momento en que se te plazca. De otra forma, tras haber perdido el almuerzo por visitar la Sala de Menesteres con Linda Roderick (la pobre despechada de quinto, que quiere vengarse de su ex amor Max Nott acostándose con un Gryffindor para de paso restaurar su honor hacia su casa –o algo así-, con lo cual yo estoy muy de acuerdo), estaría muriendo de hambre al momento de mi castigo.
Llego a la oficina de McGonagall cuando estoy terminando de masticar mi pastel de chocolate, y Malfoy ya está esperándome allí, en uno de los sofás de la antesala. Luce, como, muy molesta. Genial.
— ¿Dónde demonios estabas, Potter? — Espeta ceñuda, poniéndose de pie para verme de frente. Suele hacer eso, como si realmente hiciera mucho con su metro sesenta de altura y su cara de gato al que acaban de bañar. Sonrío al recordar mi agradable estancia en la Sala multipropósito; Nott le había enseñado a la dulce Arianna muchas cosas interesantes, siendo que hasta el año pasado era LA niña virgen de todo Gryffindor.
— ¿Realmente quieres saber la respuesta a eso? — replico finalmente, sonriendo con burla. Ella me mira en silencio, confundida, y demora al menos dos segundos en comprender. Entonces hace una mueca de asco y me mira con ojos entornados, como generalmente hace cuando se molesta conmigo (es decir, el 99% de las veces).
— ¡Eres un cerdo, Potter! ¡Un cerdo pervertido! — chilla, dándome un tonto golpecito en el brazo. De veras no entiendo eso; ¿por qué me golpea si ambos sabemos que sus pequeñas manos no logran más que un molesto pique?
— Por favor, deja de sonar como una mojigata, no te queda el papel— replico, rodando los ojos.
Como si fuera muy santa o algo. Otra cosa que no entiendo; ¿por qué las chicas (bueno, Malfoy) pretende que el sexo es asqueroso y un completo tabú? Es el colmo de la hipocresía. He visto a más de una chica decir “Diu, sexo, deja de hablar de eso, cochino”, y luego ser unas grandes perras en la cama. El mundo sería mejor si todos fueran más transparentes. Ella no es virgen, ambos lo sabemos. Ella tiene sexo. Ella no debería comportarse toda delicada y fina quejándose de mí.
— ¡Eres un…!— comienza a mascullar, con ojos entrecerrados muy fulminantes, cuando la puerta de la oficina de McGonagall se abre, y enseguida se aparta con el semblante tranquilo. Como si de hecho no hubiese estado a punto de insultarme en cinco idiomas.
El profesor Longbottom y la directora nos miran desde el umbral, y juraría que Neville luce incluso divertido. Suspiro por anticipación.
— El profesor Longbottom los llevara a la sala donde llevarán a cabo su castigo. A partir de hoy, irán solos, directamente allí, y serán supervisados en horario de entrada y salida por el profesor. Obviamente no dejaré que sus profesores estén una hora custodiando esa puerta sólo porque ustedes no consiguen llevarse bien, pero habrá un hechizo controlando la actividad de entrada y salida. ¿Entienden? — Habla McGonagall, severa. Ambos asentimos a regañadientes—. Bien. Eso es todo.
Es increíble cómo puede un tono cambiar el significado de las palabras. Por ejemplo, el tono de McGonagall en este momento significa “ya, váyanse pequeños mocosos problemáticos”. O algo así.
El profesor nos guía escaleras abajo, y luego recorremos el segundo piso en dirección al ala oeste. Ninguno de nosotros dice nada durante todo el camino, y dudo que haya mucho para decir, de todos modos. El profesor Longbottom (Neville) es mi padrino, y uno de los mejores amigos de mi padre, por no decir que Frank y Savannah, sus hijos, son amigos míos desde que tengo uso del conocimiento, así que… imaginen el resto. Pero no creo que él vaya a responderme si le hablo impersonalmente ahora, por lo que no lo intento.
Subimos hasta el cuarto piso, aún dirección oeste, pasando el aula de runas y más al fondo. Me pregunto a dónde nos está llevando, si quizás pretenden encerrarnos en una habitación acolchonada por si intentamos matarnos o algo así, hasta que finalmente llegamos.
Es una sala normal. Un par de sillones dispuestos frente a una chimenea, un escritorio de roble, una mesita con tres sillas, y una gran ventana con vista al Bosque Prohibido. No hay cuadros, ni decorados, absolutamente nada. Es lo más estéril que he visto en Hogwarts hasta el momento.
— ¿Creen que ya podrán reconocer el camino a partir de ahora? — Pregunta el profesor Longbottom, agitando la varita distraídamente, encendiendo fuego en la chimenea.
— Por supuesto— asiente Malfoy, con expresión neutra. Se mantiene tensa parada tras uno de los sofás, con sus dedos fuertemente apretados contra el respaldo. Sonrío satisfecho; ella está nerviosa de quedarse a solas conmigo.
— Bien. Saben que no pueden salir hasta que acabe la hora, pero si necesitan algo sólo deben asomar la cabeza al pasillo y llamarme; el hechizo controlador se encargará del resto. — Neville nos sonríe a ambos, dándonos ánimos, y con un último “los veo en clase, niños”, se marcha.
Los primeros segundos ninguno dice nada. Me limito a observarla analíticamente, con una sonrisa burlona, mientras ella se esmera en tratar de romper el respaldo del sofá con el agarre de sus manos.
— Solos al fin— suelto entonces, con sorna, rodeándola para tomar asiento en el sofá al que tanto odio parece tenerle.
— No sucederá nada— repone casi al instante, nerviosa, y luego toma asiento en el sillón frente a mí, muy seria y remilgadamente cruzada de piernas.
Sonrío nuevamente. — No tengo ni la menor intención de repetir nada de lo que hicimos la semana anterior, Malfoy. Lamento decepcionarte. — Uso el sarcasmo, como siempre que hablo con ella (más discutir que hablar).
Me deleito viendo cómo su calmado rostro se crispa en ira, muy satisfecho de mí mismo. Desde lo que me dijo el domingo, estoy decidido a hacerla sentir tan mal como ella me hizo sentir. La detesto como a nadie, por Merlín.
— ¡Eres un idiota! ¡Fuiste tú quien me besó en primer lugar! — Chilla, dejando atrás el recato, luciendo muy alterada. Sabía que iba a explotar de un momento a otro.
Tranquilamente me acomodo en mi asiento, apoyando mi tobillo izquierda en la rodilla derecha, y sonrío. Eso parece turbarla más, porque sus puños se aprietan fuertemente.
— De hecho, Malfoy, fuiste tú quien me besó en el tren. Y luego en el pasillo— apunto, entornando una ceja al recordarlo.
Aún me siento sorprendido por lo bien que besa esa mortífaga. Aunque claro que da lo mismo, pues conozco muchas otras chicas que besan aún mejor; sólo me sorprendió que hubiese sido agradable, eso es todo. Ella no parece pensar lo mismo, porque de pronto su rostro está tan rojo como su cabello. Mi sonrisa se ensancha.
— ¡Ambas veces fue por venganza! — Grazna, escandalizada. ¿Ya dije que me fascina incordiarla? Siempre luce tan correcta, como de la nobleza, que verla trastornada es como un placer que me gusta darme. Merece ser incordiada.
— ¿Venganza? — Río, enarcando una ceja escéptica—. Realmente debes revisar tus conceptos, Malfoy. Que tú me beses voluntariamente no es tanto como una cosa mala, sino más bien como un triunfo para mí. Oficialmente, he besado a todas las chicas de Gryffindor. Creí que serías más difícil de conseguir, ¿sabes?
Wow, ¿puede alguien lucir tan roja? Entre su cabello y su rostro bien podría pasar como un tomate con piernas. No puedo contener una risa ante la imagen, y eso parece ser la gota que colma el vaso, porque ella se pone de pie y en un movimiento sorprendentemente rápido guía una mano extendida a mi rostro. Sólo que esta vez no la dejo tocarme, sino que atrapo su muñeca en el aire, desestabilizándola de modo que cae encima de mí, y en otro movimiento veloz doy vuelta la situación, atrapándola debajo de mí en el sofá.
— ¡Qué manía con querer abofetearme! — exclamo divertido, ganándome una rabiada mirada de su parte.
Sólo intenta zafarse el primer minuto, pero luego parece resignarse a que soy más fuerte y que no pretendo soltarla así como así. Entonces se calma, aún furiosa.
Al comienzo me fulmina con la mirada, jadeando por el esfuerzo, y puedo apreciar bajo la capa de rojo de su rostro un par de pecas espolvoreadas por su nariz. Interesante, no sabía que tuviera pecas. Ella también parece estar descubriendo cosas en mi propio rostro, porque de a poco deja de intentar desintegrarme con la mirada, hasta que sólo me mira con grandes ojos grises de Bambi confundido y labios entreabiertos. Me hacen querer besarla, pues recuerdo lo suave y deliciosos que son sus labios, y lo perfecto y natural que se siente su cuerpo contra el mío.
Entonces reacciono y me doy un golpe mental por dejarme llevar por pensamientos estúpidos y hormonas alteradas; por Merlín, ya tengo 17 años, debo calmarme. ¡Más aún con una Malfoy! ¡Con Adhara Malfoy, dioses!
Empujo una sonrisa burlona, y controlando la situación acerco mis labios a su oído. — A esto me refiero con que me resultas muy fácil— susurro, sintiéndola estremecerse, y luego tensarse al asimilar mis palabras.
Ella farfulla algo entre dientes, y enseguida me empuja por el pecho, sin lograr apartarme todavía. Me alejo lo suficiente para verla al rosto, y la encuentro sonrojada, con labios apretados, y ojos brillantes. Nuevamente me está fulminando con la mirada.
— ¡Apártate de mí, grandísimo idiota! — Exclama, también removiendo sus piernas.
La miro confundido. ¿Tan mal se tomó mis palabras? No tiene sentido; le he dicho cosas peores… Sin embargo decido darle tregua y me incorporo, dejándola libre. Ella no demora ni un segundo en ponerse de pie, acomodando su falda y encaminándose hasta el otro lado de la sala, hacia la ventana, de modo que queda a espaldas de mí. No me dice nada; no insultos, no golpes, no nada. Eso es raro.
Malfoy, Malfoy, Malfoy… ¿Qué demonios te está pasando?
Adhara
Soy una tonta, una gran, gran tonta. Nuevamente me dejé llevar por el imbécil de Potter y su estúpida manera de dar vueltas las cosas. ¿Por qué demonios dejo que juegue conmigo así? ¿Por qué le doy el privilegio de herirme? Maldición. Tenía que decirme fácil. ¡El muy estúpido! ¡Yo no soy una zorra! ¡Sólo…! Agh, sólo fui un poquito idiota con él, ¡pero sólo fueron dos veces, y porque quería vengarme! No tenía idea de que él lo iba a usar para lastimarme.
Oh, dioses, no sé qué me está pasando. ¿Estoy madurando, o inmadurando? Tendría que haberle dado una patada y ya. ¿Por qué lo dejé ver que me afectaba? ¡Merlín, no estoy haciendo nada bien!
— No soy fácil— musito inconscientemente, manteniéndome de espaldas a él, con mi mirada clavada en el acompasado movimiento de las ramas de los árboles del Bosque Prohibido.
Él no dice nada, y por unos momentos pienso que quizás no me oyó, hasta que habla: — Lo eres.
Aprieto la mandíbula, conteniendo milagrosamente las ganas de darle un puñetazo en la nariz. Mantengo mi voz neutra.
— No lo soy, tú no tienes idea, Potter— bisbiseo, notablemente contenida. Él suelta una risa irónica, y tengo que apretar los puños cruzados sobre mi pecho para no llevar una mano a mi varita.
— Ya he expuesto mi fundamento, Malfoy. No voy a discutir esto contigo… Pero es absurdo que lo niegues. ¿Cuántos novios has tenido? ¿Seis? ¿Cinco?
— Cuatro— interrumpo, muy dignamente, volteando de una vez por todas, con el mentón en alto—. Y eso no me hace una chica fácil. Yo elijo a los chicos, Potter, no al revés.
Él sonríe burlón. ¡Cómo me gustaría borrar esa sonrisita estúpida de su ridículo rostro! — ¿Y los otros chicos? Por favor, Malfoy, nos conocemos bien. No te ha quedado chico con quien tontear. De hecho, creo que yo era el único, hasta la semana pasada. — Lo fulmino totalmente con la mirada, sopesando la idea de asesinarlo y esconder su cuerpo en el bosque, cuando él prosigue: — Todos n Gryffindor (e incluso las otras casas) saben que eres partido fácil. ¿Por qué crees que van tras de ti? ¿Por tu sonrisa? — ríe, meneando la cabeza como si fuese la cosa más divertida del mundo.
Nunca juegues con la autoestima de una mujer a la que le han roto el corazón cuatro veces. Mucho menos si todas esas tú fuiste el culpable.
Estoy abriendo la boca para insultarlo en cuatro idiomas y desmentir todas las bobadas que acaba de decir, cuando una lámpara se enciende en mi mente, y me decido a atacar por otro ángulo.
Con una sonrisa confiada, espeto: — ¿Y tú cómo sabes tanto, Potter? ¿Estuviste muy ocupado estando pendiente de mí?
La burla en su rostro flaquea un instante, y sé que he dado en el punto justo. Me pregunto si realmente él ha estado pendiente de mí y mi vida amorosa (que no es en absoluto como él ha dicho), cuando él suelta: — Ya quisieras tú. Sólo escucho lo que dicen en los vestidores, en la Sala Común, en los pasillos… Ya sabes cómo funciona Hogwarts, Malfoy. Tus ex novios no se han privado de contar las…travesuras que haces. Al parecer tienes experiencia en el asunto, porque la mayoría de los chicos parecían haber compartido las mismas cosas contigo. Ya no me sorprende tanto que me hayas besado de esa manera, ahora que lo pienso.
Asimilo varias cosas a la vez. En primer lugar, ¿acaba de enfatizar “de esa manera”? ¿A qué se refiere? En segundo, ¿las travesuras que he hecho? ¿Mis exs han estado divulgando por ahí cosas que no he hecho? ¿Qué demonios? ¡Si soy absolutamente virgen! ¡Merlín! ¿De qué experiencia está hablando este idiota? ¡¿Qué han dicho ellos, por los dioses?!
Potter parece malinterpretar mi sonrojo, porque se ríe con ganas. — ¿Ves? A eso mismo me refiero.
Ya. No. Lo. Soporto. Mataré a Potter antes de llegar al mes. — ¡Eres un imbécil! ¡Y mis exnovios también lo son! ¡Yo no he hecho absolutamente nada con ellos! ¡Ni mucho menos con desconocidos! ¡Más aún, sólo te he besado a ti y a mis novios! ¡Ni siquiera me han tocado nada alguna vez, por Merlín! ¡Estoy tan harta de ti y tus estupideces! ¿¡No tienes nada mejor que hacer que molestarme, idiota!? ¡Preocúpate por ti y tu propia mala fama de rompecorazones, antes que por mí y los rumores que un grupo de vírgenes de diecisiete años inventan!
Exploto. De veras, exploto, sin detenerme a respirar ni una sola vez. Cuando termino estoy jadeante, con las mejillas a fuego vivo, y liberada de un peso pesado que antes cargaba sobre los hombros. Se siente bien explotar. Especialmente ahora que veo la cara estupefacta de Potter; sé que él no se esperaba aquel arranque de franqueza, pues ni yo misma imaginé que estallaría de esa manera, mucho menos frente a él.
Tomo una gran bocanada de aire, manteniéndome erguida y digna, hasta que él sale de su anonades para mirarme sorprendido. — ¿Eres virgen?
‘Oh, ¿de veras? ¿En serio? ¿Luego de todo lo que dije eso es lo único que percibió?’
Ruedo los ojos hastiada, pasándome una mano por el rostro. — ¿Por qué siento que suenas sorprendido, Potter? — Ironizo, cruzándome de brazos. Realmente esto de discutir con él es agotador.
Abre la boca para decir algo, pero la vuelve a cerrar, y así un par de veces, luciendo muy pasmado y contrariado a la vez. Qué idiota. ¿De veras pensó que era como Savannah? ¡Por eso lo detesto! Siempre piensa lo peor de mí.
— A veces pienso que todas las cosas que me asocias tienen que ver con mi apellido. Pero eso es absurdo, ¿no, Potty? ¿Quién sería tan idiota? — Añado, otra vez sardónica. Él sacude la cabeza, aún sin hablar, y se rastrilla el cabello pensativamente. Bufo. — ¡Por Merlín, James! ¿Tanto te pegó la noticia? No cambia absolutamente nada.
Él me mira de pronto, aunque no sé si por lo que dije o porque lo llamé por su nombre de pila por primera vez en mi vida. Da igual; era incómodo que se quedara callado mirando el vacío, como si acabara de descubrir que su vida es una mentira.
— No, nada cambia— asiente, y entonces sonríe burlón. Ya sé que odio su sonrisa confiada y todo, pero es mejor tenerlo de vuelta a la normalidad—. Adhara Malfoy, virgen— murmura, como probando la palabra. Enarco una ceja.
— Suenas como un idiota repitiéndolo a cada rato— digo como si nada, manteniéndome firmemente parada junto a la ventana, todo lo más lejos posible de él.
Potter ríe. Pero una risa de veras, como si acabara de decir algo graciosísimo. El hoyuelo en su mejilla se marca al extremo, y me encuentro deseando haber nacido con un hoyuelo como ese; Savannah tiene uno…
— ¡Es imposible! — Exclama entonces, muy alegre y divertido. Es la primera vez que se muestra alegre y divertido conmigo, aunque teniendo en cuenta la razón de su júbilo esto no es nada especial—. ¡Tienes diecisiete años, Malfoy!
— ¿Y? — Espeto a la defensiva, frunciendo el ceño. Odio esa cháchara de “ya eres mayor de edad, ¿cómo puedes no haber tenido sexo?”. Es tan absurda. ¿Quién dice que por tener mi edad ser inmaculada está mal? Qué disparate.
— ¿Y? — Repite él, entornando los ojos con una sonrisa burlona de las suyas, como si no entendiera cómo es que yo soy tan ciega a algo que él parece ver muy claro—. Los chicos hablan tantas cosas de ti. ¡Especialmente tus ex! Es imposible que no hayas tenido nada con ninguno de ellos. ¿Ni siquiera Greg?
— Realmente no me apetece hablar de mi intimidad contigo, Potter— contesto tensa, porque lo cierto es que Greg sí intentó acostarse conmigo.
De hecho, ese fue uno de los motivos de nuestra ruptura (antes de que Potter diera el golpe de gracia). Yo no quería; tenía catorce años, y estaba aterrada. Siempre fui la consentida de papá, la sobreprotegida de mi hermano y mis amigos, ¡por supuesto que no me lanzaría a su cama sólo porque él lo quería!
— Buen punto— asiente él, borrando su sonrisa de súbito, como si acabara de darse cuenta de que estaba sonriéndole muy sinceramente al enemigo. Yo también lo noto, y me echo para atrás inconscientemente. — No es que me interese. Sólo es… extraño. Olvídalo. — Hace un gesto con la mano para restarle importancia, y vuelve a tomar asiento en el sofá, acabando el momento de charla sin insultos (milagro). Mira su extraño reloj mágico en su muñeca, y añade: — Aún queda media hora de castigo.
— Bien— digo simplemente, y camino hasta el gran escritorio, sacando pacientemente mis libros y un par de pergaminos para adelantar algunas tareas. Dejo de hacerlo sólo para levantar la mirada, encontrándome con que Potter sigue mirándome, pensativo. Apenas se da cuenta de que lo atrapé aparta la mirada, y abre su propia mochila.
Frunzo el ceño. ¿Qué fue eso? Más precisamente aún, ¿qué es todo esto? Mi relación con Potter siempre fue de insultos, peleas, y bromas pesadas mutuas. Nada más. ¿Desde cuándo hablo con él, o lo beso, o todo lo que hice hasta el momento?
Sacudo la cabeza reticente, y vuelvo a lo mío. Realmente esto no me gusta nada, y lo que es peor, no tengo idea de cómo me metí ni de cómo salir. Siempre acabo metiéndome en problemas cuando me involucro más de lo debido con él.
¡Oh, Potter, te odio tanto!
_________________________
Holanda chicas! ^^
Bueno, les traigo finalmente nuevo cap. No se pueden quejar, es súper largo! Tuve que dividirlo en dos :_
Bienvenida Tamy, por cierto. Bien, espero leerlas pronto por aquí (?) Besos queridas! :3
C.J. Potter
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Continuala sii
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Tamy Potter Malfoy
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Holiiii:) Nueva lectora:p e encnata Adhara y James son swjfbwknfgerwjignqe me encantaaan! Besooos actualiiiza rapido:)
Ainara Malfoy
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Amé ambos capítulos, yo siendo Adhara me cogería a James, ósea ¿qué no lo ve? más sexy y se muere... Ah, yo digo que en un castigo tengan 1313, yo sé que deseas poner eso, yo lo sé, soy la descendiente de Trelawney y veo el futuro. Mentira, no sé ni predecir que me voy a poner hoy :C Síguela pronto que si no moriré y no quieres que muera, ¿o si? Bueno idk, bai.
Besos.
tobias.
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Ainara escribió:Holiiii:) Nueva lectora:p e encnata Adhara y James son swjfbwknfgerwjignqe me encantaaan! Besooos actualiiiza rapido:)
Bienvenida Ainara!!! Qué lindo que te gusten <3
Besos querida, pronto actualizo!
C.J. Potter
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Tamy Potter Malfoy escribió:Continuala sii
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Pronto, pronto!!
C.J. Potter
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
AnaPaulaHoran escribió:Amé ambos capítulos, yo siendo Adhara me cogería a James, ósea ¿qué no lo ve? más sexy y se muere... Ah, yo digo que en un castigo tengan 1313, yo sé que deseas poner eso, yo lo sé, soy la descendiente de Trelawney y veo el futuro. Mentira, no sé ni predecir que me voy a poner hoy :C Síguela pronto que si no moriré y no quieres que muera, ¿o si? Bueno idk, bai.Besos.
JAAJAJAJAAJAJAJAAJAJAJ, ciertamente si yo fuera ella, también lo haría. Y si no lo fuera, ¡IGUAL! ah.
AJAJAJAJAAJAJAJAJAJ, sí, de hecho quería que fuera así :c Pero tengo una idea mejor Ya veras...
Lo siento... No quiero que te mueras :c VIVE ANNE, VIVE!!! (P.c: te veo en el tema de Let's talk :meh: )
Besos dear <3
P.d: JAJAAJJAJAAJJAJAJ, lo siento, me cuelgo, por eso no respondo ni subo :c Ya estoy terminando el cap. Es LARGO. Les va a gustar....
C.J. Potter
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Ame los dos capitluos!!! Por favor siguela pronto!!!
Maria.L
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Capítulo 4
" Momentos "
Parte 1
" Momentos "
Parte 1
Lysander
A veces me pregunto si mi mejor amiga no es una prófuga de manicomio con diagnóstico de mártir e inhibición máxima, y quizás también ciertas tendencias a lo extremo. Entonces me digo que no, que es sólo Lily siendo Lily.
— ¿Pretendes seguir con esto? — Pregunto, medio resignado, manteniéndole el paso mientras caminamos por el pasillo del séptimo piso en dirección al Gran Comedor. Ella me da una confiada sonrisa de soslayo.
— ¿Parece que fuera a detenerme ahora? — Contesta, con tono presuntuoso. Ruedo los ojos.
Por Merlín. ¿Cuándo Lily detuvo alguno de sus planes? Es el ser más terco que ha pisado la faz del mundo; incluso supera a James, y eso sí es hablar serio.
— Ciertamente no. Pero sigo creyendo que esto es estúpido— convengo, encogiéndome de hombros. Ella suelta un bufido.
— Tú lo dices porque eres un hombre, Lysander. Un hombre que de hecho ha roto más corazones de los que puede contar con dos manos. Sabes que podrías ser una de mis víctimas, y eso es lo que te aterra… — Hace una pausa para insertar otra sonrisita de suficiencia—. Pero no debes preocuparte. He establecido que no atacaré a ningún rompecorazones dentro de mi familia, (imagina qué tendría que hacer con James), y tu eres parte de eso, ya sabes.
‘Seh. Vaya que lo sé’.
— Creo que no tenías mucha voz en el asunto, de todas maneras. No podrías haber puesto a tu familia en el blanco de víctimas, porque no puedes seducir a tu hermano. O a mí— apunto, pensando vagamente en la idea de ser una de las víctimas de Lils.
La pequeña pelirroja ha creado a fines del año anterior una asociación denominada “Rompe-rompecorazones” (o, como yo le digo, “el club de las despechadas”). Desde que a Molly le rompieron el corazón (también el año anterior), ella ha estado más extraña de lo usual, con toda la idea de venganza y el odio hacia los hombres que salían con muchas mujeres. Así que fundó el club, que ella misma preside. ¿En qué consiste? Oh, es muy interesante de hecho… Las chicas pretenden seducir, enamorar, y luego dejar, a los tipos que rompen el corazón de sus clientas. Muy creativo, de hecho. No imagino en qué pensaba Lils cuando decidió crearlo.
— No me subestimes— suelta ella, sacándome de mis cavilaciones. Entorno una ceja tras recordar mi última oración, sonriendo divertido. Ella capta mi sonrisa burlona y vacila un poco, sin detener su andar, y sé que está teniendo una lucha interna por aceptar o negar que yo tenga razón. Al final, suspira. — Vale, no podría seducir a mi hermano. ¡Qué asqueroso! — Arruga la nariz de una forma bonita (Lily es de por sí bonita), y luego añade, más presumida (más Lily): — Pero a ti sí, querido Lysander.
Suelto una carcajada, pero al ver que ella no ríe me detengo, mirándola con ojos entornados y una permanente sonrisa incrédula. — Debes estar bromeando, Lils.
Ella alza las cejas, y entonces sé que he elegido mal mis palabras. Regla número uno: Nunca subestimes a Lily Luna. Es como decirle a James cobarde, o a Albus… bueno, realmente no hay nada que sea capaz de provocar a Albus.
— ¿Crees que no? Por favor, que seas como mi hermano no significa que seas mi hermano. No te da inmunidad a mis encantos, Scamander— afirma totalmente confiada de sí, sonriendo con suficiencia.
Intento recordar una época en la que la sonrisa de Lily no hay sido arrogante, pero no lo encuentro. Eso es lo que sucede cuando eres la única niña (y la menor) en una familia consentidora, que para no valer menos tiene además otro batallón de respaldo como primos, y otro grupo de suplentes como casi-primos…, sí, ella está acostumbrada a obtener lo que quiere. Lily es una niña engreída y mimada; pero también es mi mejor amiga, y sé mejor que nadie (o casi) cómo callarla.
Sonrío tranquilamente, manteniendo mi mirada al frente, y digo: — Sí los tengo, Lils. No tienes nada que no haya visto ya, pelirroja. Y, de hecho, si mal no recuerdo la vez que me besaste hace dos años no causó nada en ninguno, ¿no es cierto?
No necesito verla para saber que ella está sonrojada y con los labios apretados. Sí, quizás estuvo mal recordar aquel beso, pero es cierto; nosotros habíamos intentado tener algo más que una mejor amistad, pues suponíamos que al ser tan cercanos y llevarnos tan perfectamente bien seríamos una pareja ideal… Pero cuando nos besamos para comprobarlo, Lily dijo que no había sentido nada, así que supongo que yo tampoco lo hice; ella tenía cierta expectativa de fuegos artificiales, campanas, o alguna mierda cursi como esa, y yo sólo hacía lo que ella me decía. Hasta el año pasado, al menos. Entonces aprendí a controlar a la fierecilla Potter.
— Da igual. De todos modos no iría a seducirte a ti; mandaría a alguien más. Pero como te dije, disfrutas inmunidad— musita tras la pausa de tenso silencio, cruzándose de brazos y alzando el mentón con mucha dignidad. Sonrío, complacido con mi triunfo.
— Entonces, ¿a quién le toca sufrir hoy? — Inquiero, decidiendo que ya fue suficiente “bajarle el ego a Lily” por hoy. Ella vuelve a sonreír confiada, sin perder ni un segundo en lucir avergonzada.
— Oh, no, este es un caso especial. He empezado el fin de semana pasado a seducirlo… Es un pez gordo— explica, y con un brillo orgulloso añade: — Pero está embelesado por mí.
— Por supuesto que lo está, pelirroja— ironizo, enganchando mis pulgares al filo de mis bolsillos. Ella no detecta el sarcasmo; o quizás sí lo hace, pero prefiere ignorarlo.
— Adivina quién es, Lys— dice, con voz entusiasta, evidentemente conteniendo las ganas de gritar ya su gran nuevo “pez gordo”. Sonrío divertido, meneando la cabeza, y complacientemente pregunto:
— ¿Quién es?
Ella se muerde el labio inferior evidentemente emocionada, y dejando un breve silencio de suspense, chilla: — ¡Maximus Nott!
Adhara
— ¡Necesito urgentemente café! — Es lo primero que digo, haciéndome lugar entre Rose y Molly, tomando desesperadamente la taza de la rizada y llevándomela a la boca para sorber un gran trago.
Cuando dejo la taza de vuelta en su lugar con un suave “pop”, noto que Rose me mira divertida, Lily incrédula, Kath sonriente, y Molly mantiene sus ojos fijos en su bebida ahora vacía, algo melancólica. Sonrío a modo de disculpa.
— ¿Tú no saludas? — Se queja Lily, y si no la conociera probablemente me hubiese tomado su pregunta mal. Pero la conozco, y sé que eses es el tono usual Lillian; al igual que su permanente sonrisa socarrona. Me encojo de hombros.
— Las veo todos los días, da igual— contesto, suspirando, un poco más aliviada ahora que tengo cafeína en mis venas. Es una de las cosas muggles que más idolatro, luego de internet y los teléfonos celulares.
Soy vagamente consciente de que las lechuzas hacen su entrada y el bombardeo de paquetes y cartas comienza, pero estoy demasiado ocupada masticando una tostada como para fijarme; sé que no recibiré cartas hoy.
— Adhara se despertó con la pierna izquierda esta mañana— explica Rose tranquilamente, abriendo con parsimonia su paquete semanal del Profeta.
— O simplemente está así porque es Adhara— sugiere Lysander, sentado (como siempre) junto a Lily. Giro a verlo con una respuesta igual de sarcástica preparada, hasta que reparo en su semblante. Luce serio. Lysander Scamander luce serio. Me preocupo inmediatamente; eso no es normal… Es como si Albus fuera cínico, Rose tonta, o Potter agradable. ¡Inverosímil!
— ¿Te sientes bien? — Pregunto, poniéndome tan seria como él. El rubio alza la mirada, viéndose ligeramente confundido al comienzo, pero asintiendo al final.
— ¿Por qué lo dices?
— Tienes un aspecto terrible— explico, arrugando la nariz. Él esboza una media sonrisa, y me alegra ser al menos un poco de ayuda a su estado de ánimo.
— Tan adorable— ironiza, y sonrío, revoleando estúpida y dramáticamente los ojos.
— Lo sé.
Él ríe, y oficialmente me siento más calmada. Detesto cuando la gente cercana a mí luce de mal humor; es el mal de la extrema compasión, y lo padezco desde que tengo uso de la razón. Papá asegura que es algo que saqué de mi madre.
— Oh, por favor, no hagan eso frente a mí— se queja Lily, poniendo cara de asco. La miro tan confundida como Lysander, pero Molly suelta una risa como si acabara de recordar un chiste, y ahora las miradas van hacia ella, quien simplemente sonríe como esfinge y se esquiva bebiendo de su recién llenada taza de café. Miro a Rose buscando respuestas, pero ella mantiene la vista fija en la primera plana del Profeta, muy concentrada. Al final busco en Lysander, pero él parece tan desconcertado como yo.
— Weasleys— susurra por lo bajo, resignado, para luego beber de su zumo. Suelto una risita de asentimiento en respuesta, y esta vez tomo de mi propia taza de café.
— ¡POR MERLÍN! — Chilla Rose, haciéndome volcar la bebida. Siento arder mi pecho, y cuando miro encuentro mi camisa manchada de café.
— ¡Mierda, Rose! — Escupo, tanteando mi varita. Ella ni siquiera se fija en mí, pues su mirada está demasiado ocupada en el artículo del Profeta como para prestar atención a su accidentada amiga. A veces (siempre) no comprendo a Rose.
— ¿Qué sucede? — Pregunta Molly, tendiéndome una servilleta de pasada.
— Sí, ¿qué sucede? — Coincido, sintiéndome oficialmente irritada. Tuve un mal domingo, y ahora comienzo un mal lunes. ¡Déjenme respirar, por Merlín! Murmuro un hechizo para secar la camisa, pero la mancha de café sigue allí. Demonios. Tendré que cambiarme.
— ¡Mortífagos! — Chilla ella en respuesta, y no tiene que decir más para que Lily le quite el periódico de las manos, sin siquiera preguntar.
Oh, bien. Esto es incómodo.
— Atacaron a una tribu de hadas en Irlanda— informa Rose, aún alterada. Carraspeo. Así que después de todo lo consiguieron…
— ¿Por qué? — Inquiere Lysander, obviamente molesto. Las hadas son unas criaturas que técnicamente califican como bestias, y él (como Lorcan) tiene una especial atracción por las criaturas en general.
— Nadie sabe. Se llevaron a la hija de su Rey, pero por demás dejaron todo tal cual— responde Rose, hundiendo sus dedos en su cabello, desarmando un poco su perfecta coleta.
— No tiene sentido, las hadas no tienen nada para dar. ¿Están seguros que fueron mortífagos? Pueden haber sido esos traficantes de…
— Echaron la marca— interrumpe Rose a Lysander, muy seria.
— ¡Asquerosas ratas! — Farfulla Lily, dejando el diario a un lado. Molly se apresura a tomarlo ahora—. No puedo creer que estén de vuelta. ¿Qué demonios quieren?
— Quizás fue una mala broma— sugiere Kath, quien es más ajena al drama mortio que yo o los Potter.
— Nadie se atrevería a bromear con esto. Y en todo caso, no secuestrarían a una princesa hada. Esas bestias son rencorosas.
— ¡Lily! — Se oye un grito, y al instante Albus está frente a nosotros, jadeante, acompañado por mi hermano. No había notado hasta el momento que todo el Gran Comedor en general está exaltado por la noticia, y muchos apuntan hacia nosotros.
‘No te pongas nerviosa, no te pongas nerviosa…’
— ¿Has visto…?— Comienza a preguntar Alb, pero su hermana lo interrumpe.
— Sí, lo leímos.
Entonces se enzarzan en un debate que postula la idea de escribirles una carta a sus padres para preguntar qué está pasando, pero yo decido no formar parte en absoluto, al igual que Kath y Scorpius. Mi hermano aprovecha el momento para lanzarme una mirada significativa, que yo contesto con un severo asentimiento.
Sí, ya comenzaron… Y demonios que preferiría mil veces no saber de nada de esto.
— Iré a cambiarme la camisa— informo, aunque nadie salvo Kath Duncan me oye. Suspiro, me pongo de pie, y le doy un cariñoso apretón al brazo de Scorp cuando paso por su lado, para infundirle ánimos.
De veras, esto apesta. Ellos son mis amigos, saber de esto y no decir nada es como traición. Odio tanto estar inmiscuida en toda esta mierda. ¡Preferiría morir antes que seguir fraternizando con mortífagos! El problema es, que si bien yo sí optaría morir antes que seguir con esto, jamás podría hacerlo, pues negarme yo sería poner en peligro a toda mi familia. Mi padre, mi madre, mi hermano… No, no puedo. Debo resignarme y bajar la cabeza, ¡como siempre!
Algo choca contra mi hombro en el agujero del retrato de la Dama Gorda, y termino cayendo de bruces al suelo del pasillo por ir tan distraída en mis pensamientos.
— ¿Puedes fijarte por donde…? Oh, Malfoy. Lo que me faltaba— dice una voz desagradablemente familiar desde arriba. Cuando levanto la cabeza ya estoy poniendo una mueca.
— Potter— escupo, irritada con la sola visión de su rostro—. ¿Ahora empujas muchachas? ¿Qué sigue? ¿Patear abuelitas y ahogar cachorritos?
— Podría preguntarte lo mismo, Malfoy. ¿Ahora secuestran hadas? ¿Qué sigue? ¿Disecar elfos y quemar unicornios vivos? — Replica, aún fulminándome con la mirada desde arriba, con brazos cruzados. Me crispo inmediatamente, y cuando me pongo de pie parezco un robot desengrasado por la dureza de mis movimientos.
— Eres un imbécil— musito, con la mandíbula apretada al igual que los puños.
Lo que más me molesta, es que esta vez tiene razón. Y actúa como si lo supiera, pues sonríe sádicamente.
— Al menos no soy mortífago, ¿no crees? — contraataca, muy tranquilo.
— Yo no soy mortífaga, estúpido. ¿Cuántas veces debo decírtelo para que quede grabado en tu diminuto cerebro? — siseo, muy dispuesta a arrancarle un ojo avellanado para demostrarle qué tan mortífaga puedo ser si me provocan.
— Puedes decirlo todo lo que quieras, Malfoy— dice, sonriendo falsamente—. Pero eso no cambia la verdad. Sé que tú eres parte de este nuevo grupo de resentidos que pretenden alzarse. Y sé que tu padre también lo es. — Creo que me sale sangre en las palmas por tanto apretar los puños.
— No metas a mi padre en esto, porque lo lamentaras— amenazo, frunciendo el ceño. Él me ignora totalmente, y prosigue como si nada:
— No me importa realmente qué hacen o dejan de hacer. Pero te advierto, pequeña, que más te vale a ti y a quien sea que participe en esto que mi familia no salga afectada, porque entonces sí se arrepentirán— finaliza con un brillo violento en los ojos. Quizás no fui la única con una mala noche; él no puede estar tan molesto conmigo por algo tan absurdo… ni siquiera sabe realmente que yo formo parte indirectamente del asunto.
— ¿Crees que le haría daño a tu familia? ¿A Rose? ¿A Albus? ¿A Molly, o Lily? — repongo, con voz demasiado aguda para mi gusto. Esto, señores y señoras, es un mal modo de empezar un lunes. Trago con fuerza. — Me lastimaría a mí misma antes que dañar a alguno de ellos. Y de hecho, al único sobre el que me pensaría la idea de arrojar a un pozo, eres tú. Y ni siquiera lo vales.
Dicho esto, lo rodeo, y me escabullo en la Sala Común antes de terminar evidenciándome. No hay nadie dentro, y eso hace que me cuestione qué diablos hacía Potter dentro solo. Realmente no me importa.
Subo las escaleras a los dormitorios de chicas sintiendo mis piernas más pesadas de lo usual, y cuando finalmente llego a mi habitación lo primero que hago es tirarme sobre la cama tendida, agotada. Decido que hoy me daré por indispuesta en la clase de CCM, demasiado estresada como para pensar en una mañana con Hagrid y sus bestias.
Estúpido Potter. Estúpidos mortífagos. Estúpido rencor.
Escritora
La biblioteca se vaciaba bastante los lunes, pues la gente solía optar por dejar todo a último momento, así que aquel día era el preferido de Rose y Scorpius para sentarse a hacer juntos los deberes. Era una vieja costumbre que comenzó cuando Albus se unió al equipo, y aunque ahora él ya no tenía prácticas de quidditch los lunes, sí tenía una novia que lo requería las 24 horas del día. Así pues, Rose y Scorp estaban solos, en silencio, y muy concentrados en sus traducciones rúnicas…, o al menos lo parecía, pero de hecho la Weasley tenía su cabeza en otra parte desde que hubo leído el periódico de aquella mañana. Se debatía si hablar o no del tema con su amigo, pues a fin de cuentas él seguía siendo juzgado por el pasado de su padre, y quizás se lo tomara a mal, pero al final se dijo que era absurdo no animarse a hablar del tema con él sólo por eso.
— ¿Qué piensas del ataque mortífago? — Soltó Rose de pronto, ya decidida. Él levantó la mirada, algo sorprendido por lo brusco de su pregunta, hasta que vio que ella se mordía mañosamente las uñas, y supo que no hubo nada brusco en Rose. Probablemente se había pasado todo el período de clases debatiéndose internamente si hablar con él del tema o no; típico de Rose eso de sobre-analizar todo.
— Pienso que no tiene sentido— contestó, estirándose en su asiento y cruzando los brazos. Rose asintió.
— Lo mismo pensaba yo. Es decir, ¿secuestrar un hada? ¿Para qué? — murmuró. De pronto sus mejillas enrojecieron, y algo alterada añadió: — No lo digo porque piense que tú sepas… Es decir, ya sabes, yo no creo en absoluto que tu padre… que tú… Es decir, um…
Scorpius interrumpió el monólogo balbuceante de Rosie con una risa divertida.
— Weasley, ni por un segundo pensé que lo decías por eso. Vamos, eres mi mejor amiga, debes saber mejor que nadie que no me afecta en absoluto el asunto de la guerra o los mortífagos, — dijo para echarle una mano al asunto de los nervios. Ella asintió otra vez, aún roja y abochornada.
— Lo sé. Es sólo que… bueno, todos te han molestado con eso hoy, y… no lo sé… no sabía si preguntarte o no. Al menos Adhara se mostró muy esquiva con el tema— explicó Rose, jugando con su pluma entre los dedos para distraerse un poco.
Scorpius procuró que su semblante no se viera afectado ante estas palabras. Claro que su hermana se había mostrado esquiva; ella sí sabía del asunto, pues era mayor de edad. Él, en cambio, tenía la suerte de tener 16 y ser considerado incapaz de guardar el secreto del clan mortífago que pretende realzarse. Suspiró.
— A ella le afecta más que a mí. Ya sabes, con tu primo compartiendo casa, año, y equipo con ella, debe ser difícil tener un receso en el asunto de pensar en el pasado, — dijo al final, encogiéndose desinteresadamente de hombros. Por supuesto que Rose no podía saber que de hecho ellos sí estaban implicados con mortífagos; no, eso sería ponerla en peligro, y a la vez perderla. Scorpius jamás soportaría ninguna de esas cosas.
— Supongo— murmuró la Weasley, y acto seguido se mordió el labio inferior. Scorp sonrío.
— ¿Qué más quieres preguntarme? — Él sabía que eso era lo que le pasaba a la pelirroja con sólo verla. Una de las ventajas de conocerla desde hacía seis años.
— Oh…— Rose enrojeció súbitamente—. No es nada importante. Es algo… Esto… er… Te he visto con Theressa Pucey hoy… — balbuceó, evitando deliberadamente la mirada grisácea del sorprendido Malfoy—. Yo… Bueno, me imaginé que… Huh… Ya sabes… ¿Acasoustedesdostienenalgo? Porquesilotienenpuedesdecirmeyasabesqueyonomemolestaré— soltó de sopetón, tan rápido que si él no estuviese acostumbrado a los arranques “digo todo ya así no duele” de Rose, probablemente no hubiese comprendido nada. Pero él sí que estaba acostumbrado. — Esdecir, ellaestanagradableybonita, ybueno, esunaPucey, supongoqueseconocendesdeantesysegustabanyquizásnuncalopercibí, pero en fin… ¿Entonces? — Cuando terminó de hablar, tomó una bocanada de aire tan grande que hizo que Scorpius se preguntara qué tan grandes eran sus pulmones (al parecer muy grandes).
Cambió su sorpresa por una sonrisa torcida. — ¿Estás preguntándome si tengo algo con Tessa? — Cuestionó, para hacerlo más conciso—. ¿Por qué te pone nerviosa preguntarme algo así?
El rostro de Rose parecía una gran bola de navidad, todo rojo y brillante, con sus ojos azulados contrastando más que nunca. Lucía mortificada. — Yo…— Aparentaba ser que estaba por comenzar a balbucear otra vez, pero al final suspiró sonoramente y soltó: — Oh, no me lo hagas más difícil.
Scorpius rió, (ganándose un “¡SHH!” de Madame Pince de pasada), y giró su torso para estar de frente hacia ella. — No, no tengo nada con Theressa Pucey. Me interesa otra chica.
La expresión de Rose pasó de los nervios, al alivio, a una mueca de dolor, que rápidamente camufló con una sonrisa. — ¿Ah sí? Bien, eso es bueno. Theressa Pucey me detesta. Espero que a la chica que te interesa sí le agrade. — Intentó no ser muy obvia, pero sí indirecta, de modo que al final pudiera enterarse quién diablos era esa chica, aunque tenía alguna idea, pero seguía siendo descabellada. Al parecer su táctica no funcionó.
— Oh, créeme, le agradas— aseguró el rubio, sonriendo de oreja a oreja, aparentemente muy divertido.
Rose permaneció en silencio, esperando más detalles, pero él se limitó a mirarla. Al final ella ya no pudo soportar que la observara fijo, así que preguntó más directamente: — ¿Se puede saber quién es?
Scorpius sonrió ladinamente. — No aún, Weasley— murmuró, con cierto dejo melancólico que procuró ocultar tras su impenetrable sonrisita.
Antes de confesarle a Rose ciertas cosas que venía guardando hacía tiempo, debía estar seguro de ciertas otras. Como por ejemplo, si era él el elegido para formar parte de los mortífagos, o si era su hermana; ambas opciones le parecían depreciables, pero en aquel caso mejor era no intentar nada con Rose hasta saber al respecto. No podría soportar dañarla de ese modo, si es que ella se enteraba del asunto.
La pelirroja suspiró resignada. A ese paso jamás podría esclarecer sus dudas respecto a si él podía o no llegar a sentir algo por ella. ¡Era tan frustrante! — De acuerdo. Sólo promete que cuando llegue el momento, me lo dirás— masculló, apoyando su mejilla en la palma, cansada. Ciertamente eso de “cuando llegue el momento” le parecía muy lejano.
— Por supuesto que lo haré— aseguró él, sintiendo intensas ganas de explicarle todo ya para borrar aquella expresión de su rostro. Al final sólo atinó a hacer algo más inteligente (o no tanto), y extendió su mano para echar un mechón de cabello rebelde que le caía sobre la frente hacia detrás de la oreja.
Prometía ser un gesto común. Sólo que Rose no lo tomó tan así, pues al sentir los dedos de Scorpius rozando su mejilla, todas las células de su cuerpo se pusieron alertas, sobre todo aquellas que le daban el color a su mejilla, al parecer, pues éstas se pusieron de un intenso rojo. El Malfoy percibió aquello, y se sintió ligeramente estúpido; eso no era algo que le pasara todos los días.
— Ejem…— Un carraspeo hizo que ambos se separaran de golpe, hasta el momento ninguno consciente de su cercanía o de la intensidad de sus miradas. Rose mantuvo su vista en los pergaminos extendidos sobre la mesa, demasiado abochornada por ser atrapada en aquella situación como para hacer nada más.
— Ah, Molly, ¿cómo estás? — Scorpius, por su parte, siempre era más lúcido, en todo momento. La mirada de Rose ascendió de un salto ante la mención de su prima, sintiendo una mezcla de alivio y nervios al verla allí parada con expresión incrédula. Alivio porque podría haber sido alguien más, y nervios porque era ella. Así de confundida estaba Rose.
— Bien, muy bien. Aunque dudo que mejor que ustedes…— contestó ella, perspicaz, con una sonrisa divertida. Scorpius carraspeó.
— Vale. Supongo que quieres decirle algo a Rose, así que las dejaré solas— informó, metiendo todos sus libros desordenadamente en su mochila, para huir más rápidamente al parecer, pues él siempre ordenaba prolijamente sus cuadernos—. Te veo luego, Rosie— saludó, con una sonrisa que guardaba exclusivamente para ella, provocando un temblor en las rodillas de cierta rizada. Luego se puso de pie, y tras darle un cortés asentimiento de despedida a Molly, desapareció entre los estantes.
Rose lo siguió con la mirada incluso luego de perderlo de vista, pero más porque temía cruzarse con los inquisidores ojos de su prima que por ser obsesiva. Al final, Molly tomó asiento frente a ella, y no le quedó más remedio que mirarla. Efectivamente, lucía inquisidora. La Weasley mayor tenía que hablar quisiera o no.
— Um… Nosotros no… Es decir…— balbuceó Rose, mordiéndose las uñas mañosamente. Molly meneó la cabeza.
— Vale, entiendo, ni tú tienes idea de lo que ocurre. — Rose asintió apesadumbrada; ¿tan fácil era notarlo? —. Sólo dime algo, ¿te sigue gustando Scorpius?
Molly era la única en la familia de Rose, exceptuando por supuesto a Albus, que llamaba a Scorpius por su nombre. Y también la única entre ellos que sabía de su amor platónico por el rubio desde primer año.
— Sí…— admitió, acomodando sus pergaminos y de pasada su cabello. Molly rió, y Rose le dedicó una mirada confundida. Ella no era del tipo de persona que se reía de los demás.
— ¿Por qué toda las mujeres de esta familia tienen un amor de toda la vida, excepto yo? — explicó, sacudiendo la cabeza aparentemente muy divertida—. Tú con Scorpius, Victoire y Ted, Lucy y Lorcan, Dominique y Patrick, Lily y…— Se detuvo abruptamente, apretando los labios con fuerza. Pero ya era tarde, Rose la miraba con las cejas alzadas.
— ¿Lily? ¿Lily tiene un amor? ¿Lily siente amor del tipo romántico? — Increpó, confundida.
Lils no era del tipo… bueno, del tipo común. Ella no se enamoraba; ella jugaba con todos, ella vivía para ella, y nadie más. Aunque al parecer Molly sabía algo que Rose no, y verdaderamente no era de extrañar, pues ella era la única que tenía una relación excelente con toda la familia (cosa difícil de lograr), ya que era imposible que alguien no amara a Molly. Ella era simplemente demasiado encantadora.
— Realmente, no debí haber dicho eso. ¿Podemos olvidarlo, por favor? — rogó la muchacha, y si se le hubiese escapado frente a cualquier otro familiar probablemente no la hubieran dejado retractare, pero tuvo suerte de que sólo hubiese sido frente a Rose. Ella asintió solemne.
— Entiendo. Aprecias tu vida. Si a Lily le gusta un chico, mejor que quede en secreto y nadie lo sepa— asintió.
Molly rió, pensando que eso era tomado muy a pecho, pues ni la misma Lily sabía al respecto. Decidió callar.
— Cierto.
— Entonces, ¿qué haces aquí? — Indagó Rose, cerrando sus libros. Molly sonrió.
— Espero a Lucy. Tenemos que seguir investigando sobre la Edad Media para el baile de San Valentín— explicó, muy pomposa.
— Tú y tu bendito baile— chasqueó la otra, aún con la mente en un par de ojos grises y una sonrisa de ensueño—. Terminarás sabiendo más de la Edad Media que el profesor Binns.
C.J. Potter
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Capítulo 4
" Momentos "
Parte 2
" Momentos "
Parte 2
Adhara
No ha sido mi mejor semana.
Todo Hogwarts está revolucionado desde la noticia que llegó el lunes por la mañana respecto al regreso de los mortífagos. Así que, por supuesto, acuden a los Weasley por más información, y atosigan a los hijos de ex-mortífagos con acusaciones sinsentido, dedos denunciantes, e insultos sumamente hirientes. No tienen ningún reparo en edad, sexo, o si tan siquiera conocieron a sus padres (pues hay muchos que nacieron dentro de Azkaban, no pregunten cómo, y cuyos progenitores cumplen condena perpetua). Son unos malditos.
— ¿Cómo lo llevas? — Pregunta alguien tras de mí, provocando que dé un respingo. Arrugo la carta que estaba leyendo y éste inmediatamente se convierte en cenizas, sin dejar prueba alguna de haber existido realmente. Cuando volteo veo que sólo es Ana, y suspiro.
— Vaya susto— resoplo—, ¿tú no dices “hola”?
Ella sonríe, traviesa. — No. Usualmente la gente nota mi presencia apenas entro a una habitación; ese es el efecto que causo, ya sabes. Sólo que tú estás demasiado distraída últimamente..., pero no te culpo— asegura, asintiendo y caminando a mi lado.
La lechucería está desierta, pues es sábado por la mañana, y sólo la gente rara como yo (y Ana) va a estas horas. Ese es el chiste también; mi padre determinó que me avisaría mediante una carta común con horario de llegada común cuando me fuese a enviar una carta importante, y yo tendría que ir el sábado más próximo a buscarla a estas horas. Supongo que el padre de Ana también determinó lo mismo; después de todo, ella también es la hija designada para este tipo de cosas en su familia. Tengo la egoísta esperanza de que eso cambie, que en el Sorteo salga su hermana elegida. Sé qué vil es pensar así.
— ¿Cómo no estarlo? — Mascullo de pronto, regresando a la realidad. Rebusco en mi bolsillo hasta tantear una galleta, y se la ofrezco a Ónix, la lechuza de mi padre—. ¿Puedes creer que ayer acorralaron a Izzy? ¡A Izzy, de entre todas!
Ana abre los ojos como platos ante mi anuncio, y sus labios se fruncen en indignación. — No puede ser, es tan sólo una niña— musita, colérica—. ¡Vaya estupidez abraza la humanidad hoy en día! — añade, gruñendo un poco. Anastasia es pasional y algo exagerada, con todo.
— Lo sé… Eran Hufflepuffs de tercero— comento vagamente, acariciando la cabeza de Ónix, quien ulula a gusto.
— ¡Hufflepuffs! ¡Jamás me cayeron bien, siempre tan buenos y… sonrientes! Dah, ¡buenos para nada, eso son!
— ¡Ana! ¡Tu madre fue Hufflepuff! — Reprocho, y mi exclamación asusta al animal, quien me muerde ligeramente en queja. Ella ríe, pero se pone seria al instante.
— ¿Qué? Es cierto. Y no sé cómo puedes hablar tan tranquilamente del asunto. Es tu primita. Yo hubiese colgado a esos mocosos en el aire durante una semana invernal para darles buenos motivos para llamarnos mortífagos— chasquea, meneando la cabeza.
Sonrío enigmáticamente. — Bueno…, digamos que Felicity supo defenderse muy bien ella sola. Creo que debería sentir lástima por esos niños, más que por ella— digo, con deliberada vaguedad, ganándome una mirada incrédula de la pelinegra.
— ¿Hablas en serio?
— Muy.
— Merlín, siempre dije que esa niña es igual a ti— murmura, evidentemente admirada.
En aquel instante una lechuza completamente negra, más como un cuervo que como lechuza, cruza el umbral de una de las ventanas superiores, y se lanza en picado hacia la Zabini, aterrizando en la mesa frente a ella. Hay una carta con el mismo sello que la mía en una de sus patas, y Ana la toma con el semblante repentinamente oscurecido.
— Izzy es más bien engreída y soberbia; yo no lo soy— suelto, sólo para distraerla de la carta. Ella sonríe levemente, extrayendo un papel plateado del elegante sobre.
— Claro que no, Adh. Tú eres humilde al cien por cien— ironiza, divertida, y cuando suelto un dramático jadeo indignado ella ríe. Acto seguido, comienza a leer la carta, y allí acaban los juegos.
Suspiro. No sé qué dirá la suya, pero la mía sólo me informa sobre el éxito de la misión “Gimoteo de una pequeña Princesa”, (cuyo nombre nadie me quiso explicar aún). También añade algo respecto al Sorteo, que será llevado a cabo la próxima semana, y tras el cual ellos esperan que el “designado” sea apto para la expiación interna de Los Hijos del Elegido y logren averiguar (que es un sutil “DEBEN averiguar”) cómo pretenden actuar. Nada agradable, por cierto; como para variar.
El Sorteo Mortífago es de hecho algo muy sencillo, tanto que no comprendo por qué lo postergan tanto. Consiste en elegir a un hijo por cada familia mortífaga como tributo voluntario al Señor Oscuro, el cual deberá: 1) servir incondicionalmente, 2) tatuarse la marca mortífaga, pasando de ahí en más a ser un miembro oficial de los mortios, y 3) abandonar todo vestigio de su antigua vida. Es como un “RECHAZO EL DERECHO A VIVIR UNA VIDA NORMAL PARA FORMAR PARTE DE UN CLAN SUICIDA”. Por supuesto no es tan drástico; no servimos de nada si somos meros robots. Podemos seguir viviendo, claro, pero debemos acatar todas y cada una de las reglas o exigencias que nos impongan, sea lo que sea. Así de genial es.
Mi única esperanza al respecto es que yo sea la escogida (sí, así de pérdida estoy). Soy la mayor, después de todo. Además, prefiero dejar a mi hermano fuera de esto; yo ya me resigné al respecto.
— Uh, bien, una semana más para vivir— suelta Ana de pronto, y su carta se vuelve cenizas frente a nuestros ojos. Ella mira los restos con semblante pensativo. — Por un momento creí que ya habían escogido… Creo que aprovecharé este tiempo y me dedicaré a disfrutar todos los placeres de una vida libre. ¡Sexo, alcohol, y rock&roll! — Exclama alegremente.
Primero mis cejas se disparan arriba, luego una carcajada surge de mi garganta, algo rasposa, haciendo que Ónix ulule molesta y se eche a volar, y finalmente chillo un “¡Ana!”, que ella contesta con una sonrisa de las suyas.
— Lo escuché en un recital muggle. Muy poético, ¿no crees? — Su explicación tiene sentido. Muggles, siempre tan raros… Si yo llegase a decir algo así frente a mis padres, ellos probablemente me internarían en San Mungo, si es que mi padre no muere de un ataque al corazón antes.
— Ciertamente poético— concuerdo entre risas, viendo también a la lechuza del señor Zabini desaparecer en un revoloteo orgulloso de alas negras.
***
— Pareces un poco nerviosa— comenta Albus, mirándome desde su lugar contra el tronco del roble. Tiene un ojo cerrado y otro abierto, para mirarme, alumbrado por el rayo del sol, tornándolo esmeralda. Parece muy pacífico así, cruzado de brazos y con el semblante relajado, mientras el viento juguetea con su cabello.
Hago una pausa en mi mañoso movimiento de manos para observarlo mejor; no suelo darme cuenta qué tan guapo es mi mejor amigo. Es decir, aún lo veo como el niño que conocí en segundo año, todo soñador y amable; cuesta asimilar que su fama entre la población femenina tiene buen fundamento. Supongo que es de familia o algo así.
— No, en absoluto— suspiro entonces, apretando mis manos en puños para no seguir mordiéndome las uñas o contorsionando los dedos obsesivamente—. Es sólo, ya sabes, tu hermano ya me lo ha puesto difícil el año pasado. No imagino ahora, que me odia más que nunca, cómo haré para que me acepte en el equipo.
Él sonríe de costado, y vuelve a cerrar el ojo, quedando así sumido en su propio mundo. El Mundo Albus. Extraño lugar debe ser ese.
— No deberías. James no es idiota. Bueno, no en ese sentido. Él no va a sacarte del equipo, sabe que eres su mejor cazadora. No importa cuán enojado esté por el asunto de los mortífagos; en el fondo sabe que tú no tienes absolutamente nada que ver— dice, probablemente para tranquilizarme. Sólo que eso hace que me tense aún más.
— Eso espero…— murmuro simplemente, soltando un hondo suspiro. Resignada a tener que vivir con el peso, me deslizo hacia atrás, hasta poder apoyar mi cabeza en su pecho. Es bastante cómodo. — Pero no soy la mejor. Lily es muy buena, y Arianna también— añado entonces, probando eso que hace Albus de cerrar los ojos. Efectivamente es muy pacificador; la brisa, el olor otoñal a tierra húmeda, y el sol en la cara. Paz.
— Buen punto. Pero sigues siendo la mejor, por experiencia. Además, entre tú y yo, Arianna no es tan genial— murmura en respuesta, y por cómo lo dice deduzco que está sonriendo. También sonrío, divertida.
— Tú lo dices porque es tu ex novia, Albus. Y yo tu mejor amiga. Claro que dirás que soy mejor que ella— reprocho, dándole un codazo juguetón en las costillas. Él ríe.
— Otro buen punto.
Ruedo los ojos, dejándolos abiertos, mirando fijamente por una de las ventanas que da al pasillo, pero nadie pasa por allí; eso es lo genial del sitio. Este jardín interno del primer piso es nuestro. Mío y de Alb, sí, pero de Scor y Rose también. Sólo que estos dos últimos no están aquí; y quién sabe dónde se han metido. A veces simplemente desaparecen, y vuelven al cabo de unas horas, muy sonrientes. Claro que yo no pienso mal, muchachas, ella es Rosie, y él mi hermano. Supongo que se van a pasear por ahí, o quizás tienen su propio lugar privado… Ah, ese par de tórtolos. Me pregunto cuándo se darán cuenta de que tienen que estar juntos de una vez por todas, y dejar de jugar a las miraditas.
Hablando de noviazgos…
— Oye, ¿y tu novia? — pregunto de pronto, girando un poco el rostro para mirar a Albus. Él abre los ojos de pronto, sorprendido.
— ¿Te refieres a Allyson? — Cuestiona, distraído.
Ruedo los ojos. — Oh, no, me refiero a la otra— ironizo, y él sonríe en respuesta. Alb no es mezquino respecto a las sonrisas.
— Es que terminé con ella, — explica, como quien no quiere la cosa.
Totalmente sorprendida me aparto de él, para poder mirarlo de frente con ojos como platos. Él no parece muy afectado. — ¿Qué? ¿Terminaron? ¿Cómo es que no me lo dijiste antes? ¿Cuándo fue? ¿Por qué? ¡Habla ahora, Severus! — Exclamo, frunciendo el ceño, cambiando la estupefacción por molestia.
Odio cuando Albus se guarda las cosas para él. Me hace sentir una pésima mejor amiga. Quizás es que estuve tan metida en mis propios problemas que no detecté anomalías en él, y eso definitivamente no está bien. Qué egoísta de mi parte.
— Sí, terminamos. No te lo dije antes porque no es tan importante; tienes asuntos propios por los que preocuparte, no necesitas los míos. Fue el martes. Porque ella volvió a hacer una escena respecto a ti y nuestra amistad. Y sabes que detesto esa desconfianza en torno a ti— contesta, puntualizando cada una de mis preguntas. Arqueo las cejas.
— ¿Terminaron por eso? — Increpo, incrédula. Él sonríe.
— Vale, quizás también porque era un poco asfixiante e histérica. Sabes que no soporto eso.
Rio en respuesta, meneando la cabeza. — Para eso ya me tienes a mí y a tu hermana, ¿eh? — bromeo, sonriendo ampliamente. Él asiente con exagerada solemnidad.
— Y con eso me sobra— afirma, ganándose de mi parte una piedrita voladora directo al hombro.
— Bueno, entonces supongo que ella me odia oficialmente. Creí que habíamos hecho avances el año pasado, pero veo que no. — Suelto un hondo suspiro—. Tus novias siempre me detestan. ¿Tan mala soy? — me lamento, volviendo a recostarme, esta vez con la cabeza en su regazo. Me gusta tener la suficiente confianza con Albus, como con Scorp. Sinceramente, él es como mi hermano.
Él sonríe divertido, meneando la cabeza. — No es eso. Al contrario; es que tu eres demasiado buena. Supongo que no les gusta que sea mejor amigo de alguien como tú, sobre todo en las temporadas en que estás soltera. Gajes de ser tú, Adh— explica, encogiéndose de hombros.
Me tenso inevitablemente, ensanchando mis ojos. — Pero tú no me ves de ese modo, ¿verdad? — Pregunto, temiendo una respuesta afirmativa. Cuando él ríe, me vuelvo a relajar.
— Claro que no, no seas boba— contesta, divertido—. Eres como una hermana. No sé si mayor, porque honestamente tengo que cuidarte como si fueras menor.
Ruedo los ojos otra vez, y le doy un golpecito en el brazo, para luego suspirar hondamente. — Parece ser año de rupturas— comento, pensando vagamente en que ayer vi a Mike a los besos con una chica de Ravenclaw.
— Al parecer. ¿Cómo te sientes respecto a eso?
— Aunque te parezca increíble, me siento bien— admito, encogiéndome de hombros—. Supongo que comienzo a resignarme a que me dejen. Está bien por mí… Pero no dejaré que tu hermano se vuelva a salir con la suya.
Albus asiente solemne, y su mirada se torna pensativa. Lo sé por la manera en que enfoca los ojos en el horizonte, como si pudiera viajar a través y más allá. — ¿Qué pasa? — Pregunto, curiosa. Él sale de su ensimismamiento lentamente, y finalmente sonríe.
— Me estaba preguntando por qué James insiste tanto en que no tengas novio. ¿No te parece raro? — cuestiona, entornando la mirada.
Honestamente, no lo había pensado. Pero ahora que lo dice así… sí, es raro. Es decir, ¿por qué a Potter habría de importarle que yo tenga pareja? ¿Por qué los intimida tanto para que me dejen? ¿Por qué gasta tanto tiempo en estar pendiente de cosas como esa, siendo que tratan de mí? ¿Por qué reacciona tan mal cuando alguien se me acerca? Muchas preguntas, pocas respuestas.
— Supongo que porque no me quiere ver feliz de ninguna forma— contesto entonces, decidiendo no darle mucha importancia a Potter y sus rarezas. Aunque Alb no parece pensar lo mismo, porque sonríe enigmáticamente, de esa manera que yo sé que simboliza “investigaré al respecto”.
— Quizás— murmura sin embargo. Y luego, tras meditarlo, añade: — Aunque cuando se enteró de nuestra amistad no hizo tanto escándalo como cuando se enteró de lo tuyo con Greg, ¿recuerdas?
Entorno los ojos, sabiendo que tiene razón, pero sintiéndome confundida de todas formas. — ¿A qué quieres llegar, Albus? — Espeto, sin dar más rodeos.
Él abre la boca para responder, pero otra voz se le adelanta.
— Vaya, vaya, Albus. Creí que tenías mejor gusto.
Mi cabeza gira tan bruscamente que puedo sentir mi cabello golpearle en el rostro a mi amigo, aunque no importa demasiado, pues hay cosas más importantes de las cuales preocuparse. Por ejemplo, en el hecho de que el mismo James Potter del que hablábamos está parado en el umbral del arco, mirándonos de brazos cruzados, con su usual y estúpida sonrisita burlona.
— ¿De qué hablas, imbécil? — Mascullo yo, irritada de sólo verlo. Oigo a Albus suspirar pesadamente tras de mí, y veo a Potter extender ladinamente su sonrisa.
— ¿No se supone que tienes novia? — Pregunta dirigiéndose a su hermano, ignorándome completamente.
¡UGH, VAYA IDIOTA!
— De hecho no. Terminé con Allyson— repone Alb, posando una mano en mi hombro para que me tranquilice.
— ¿Y qué? ¿Se consuelan mutuamente? Por favor, hermanito, puedes conseguir algo mejor que a Malfoy— burla estúpidamente Potter, meneando estúpidamente su estúpida cabeza. ¿Ya dije que lo detesto?
Me pongo de pie de un salto al comprender de qué va la cosa, sintiéndome ligeramente sonrojada, pues técnicamente yo sí estaba sentada muy cariñosamente cerca de Albus, recostada sobre su pecho. Él hace lo mismo, e inmediatamente lo oigo decir: — Cierra la boca, James, y deja de insultar a Adh, ¿oíste?
Síp, ese es mi mejor amigo. Sólo a él le consiento que me defienda. Nadie más. Mi orgullo no lo permite.
— ¿De veras la pones encima de tu propio hermano? — Pregunta Potter, incrédulo. Incluso yo me siento avergonzada—. Vaya, debí haber notado esto antes… ¿Hace cuánto están juntos?
— ¿Qué estupidez…?
— Tú no te metas, Malfoy— me interrumpe, fríamente. Sólo me callo porque me atrapa con la guardia baja.
— Adhara no es mi novia, James. Y lo sabes— replica Albus, como siempre parsimonioso y a la vez determinado. ¿He dicho ya que adoro a Alby?
— Ahh, vale, entiendo— asiente Potter, con una repentina sonrisa burlona—. Entonces sólo se acuestan. ¿Metiste al decir que eras virgen, Malfoy? Eso tiene más sentido que lo otro— asiente, muy solemnemente.
De veras no iba a hacerle nada malo… sólo quería golpearle un poco su estúpida cara, pero Albus me detuvo antes de que pudiera saltar sobre él como un gato con garras desenfundadas. En fin. Siempre me arruinan la diversión.
— Deja de comportarte como un idiota, hermano— dice Albus, con tono de desaprobación. A veces es él quien parece el hermano mayor. Pero él simplemente es especial…; y Potter un idiota. — ¿Me estabas buscando para algo, o sólo te aburriste y viniste aquí a pelear con Adhara? — No termino de comprender el tono que usa Albus en la última parte, pero al parecer Potter sí, porque palidece un poco. Claro que se recupera en medio segundo, y ya vuelve a sonreír arrogantemente.
— Te estaba buscando. La tía Hermione ha venido para hablar con nosotros respecto a los mortífagos— explica, y luego clava su mirada en mí. Sé, en el momento en que sus orbes avellanados destellan, qué es lo que dirá a continuación. — Aunque Malfoy podría venir y hablar en su lugar. De seguro ella está más informada que nosotros.
Sí, vi venir eso.
— Eres tan imbécil…— murmuro entre dientes, conteniendo mis ganas de golpearlo sólo porque Albus sigue sosteniendo mi brazo. Mi amigo suspira.
— Entiendo— asiente, y finalmente me suelta. Estoy a medio segundo de saltar sobre Potter, pero decido ser buena y mirar a Albus en su lugar. Él luce serio. — Nos vemos luego, Adh, ¿vale?
— Claro, pequeño. Iré a buscar a Scorpius— digo, sonriendo levemente. Él asiente en aprobación, y luego se gira a su hermano.
— ¿Vamos, James? — Dice, muy neutral. Sólo que Potter está mirándome a mí, no a él.
— No. Yo ya me he informado. Ahora quiero intercambiar unas palabras con Malfoy, — dice para sorpresa mía.
— No dejaré que…— comienza a decir Albus, pero lo interrumpo con un:
— No, está bien. Hablaré con Potter. De todos modos, puedo lanzarle un Avada y ya, ¿no? Por algo soy mortífaga, — ironizo, arqueando las cejas en dirección al Potter mayor, quien se limita a bufar.
Albus demora al menos un minutos en sopesar qué tan sensato es dejarme a solas con su hermano. Al final, sólo asiente y se retira con un “procuren no matarse el uno al otro”. Pasa otro minuto hasta que sus pasos dejan de escucharse en el pasillo, y finalmente me canso de tanto secretismo.
— ¿Qué diablos quieres, Potter? — Espeto entonces, con mi mejor mirada asesina. Él avanza hacia mí varios pasos, y yo me tenso. Se detiene a menos de medio metro de distancia, y ya no sonríe. Huh. Eso es malo.
— Aprovecho que te encontré aquí para hacerte un favor— contesta, muy tranquilo. Entorno los ojos, cautelosamente.
— ¿Qué clase de favor?
— Avisarte que no es necesario que vayas a las pruebas para el equipo. De todas maneras no quedaras— contesta, muy cínicamente, sonriendo con evidente falsedad.
Mi corazón se detiene una milésima de segundo, hasta que recapacito. ‘No, él no puede hacerme algo así, no tiene derecho’, anima mi subconsciente, batiendo las porras para apoyarme como sea con tal de poder responder. Él me mira atentamente, como esperando una reacción histérica e infantil de mi parte. No le daré el gusto.
Tomo una profunda bocanada antes de decir: — Creí que como capitán juzgarías el talento, no que te comportarías como un mimado niñito caprichoso— musito duramente, esta vez siendo yo la que sonríe con falsedad. Su mirada se agudiza.
— No muy sabias palabras, teniendo en cuenta que, como has dicho, yo soy el capitán, quien decide quién queda y quién no— rebate, cruzándose de brazos. Suelto una risa irónica, rodando los ojos con condescendencia, y comienzo a caminar hasta la salida con toda la dignidad del universo.
— Ya veremos eso, Potter— digo simplemente, dejándolo allí, solo, en el jardín del primer piso.
***
— No puede ser que estés nerviosa— chasquea Rose, meneando la cabeza. Le doy una mirada elocuente.
— No tengo nervios de hacerlo mal. Sólo que, ya sabes, ¿tu primo, el capitán, me odia?
Ella ríe. — Oh, vamos, James no es tan idiota. No pondrá su odio hacia ti encima de la Copa de Quidditch.
— A estas alturas no lo sé…— murmuro, mordisqueándome las uñas con manía, observando la cancha a medida que nos acercamos. Rose vuelve a chasquear.
— Créeme que si te rechaza yo misma iré a golpearlo con su escoba, Adhie— asegura, de manera muy anti-Rose, haciéndome sonreír.
— De acuerdo. Ahora háblame de otra cosa para no pensar sobre Potter… Por ejemplo, podrías contarme dónde estuvieron tú y mi hermano hoy, ¿no crees? — Lo sé, estoy desviando el tema muy bruscamente. Pero de veras quiero saber. Esos dos estuvieron fuera toda la mañana, y me enteré que Rosie le presentó mi hermanito a su madre. Eso debe significar algo.
— Huh… Ya sabes… por ahí— balbucea, prontamente nerviosa. Es mi turno de reír.
— ¿Qué significa eso, Rosebud Anne Weasley? — Increpo, mirándola con ojos entornados. Ella luce roja como un tomate, y sus ojos azules resaltan más que nunca. Enarco una ceja, confundida—. Rosie… ¿qué está sucediendo contigo y mi hermano?
— ¡OH, MIRA! — Exclama, apuntando repentinamente hacia adelante—. Ahí está Albus. Vamos a saludarlo… ¡Hey, Albus! — Y al segundo que sigue ya se ha echado a correr (mejor dicho, ha huido), hacia su primo.
¿Qué fue eso?
***
De acuerdo, quizás sí estoy un poco nerviosa con las pruebas. Sólo un poco…
— Guardianes, esperen con Dylan. Cazadores, aquí conmigo— indica Potter contundentemente, ojeando en el pergamino que lleva entre manos, muy en fase “Capitán Soy-muy-maduro-hasta-que-abro-la-boca”. Pff. Lo odio hasta en eso.
Obedientemente avanzo junto siete personas más (entre los cuales se haya Lily Potter) hacia él, aferrando firmemente mi escoba. Es entonces, viendo a Dylan organizar a los aspirantes a guardianes junto con Fred, y a Arianna tratando de llamar la atención de Potter de manera para nada sutil, que me doy cuenta de algo… Todo el equipo ha quedado sin hacer las pruebas. Salvo yo.
Mi primer instinto es avanzar hacia Potter, darle un puñetazo en su estúpido rostro, y de pasada también darle un buen golpe a Arianna, que parece haber olvidado su dignidad en casa. Lo segundo, más sensato y orgulloso, es callarme, hacer las pruebas excelentemente, y salirme con la mía. Prefiero eso. Bueno, no del todo, lo del golpe me tienta bastante, pero lo otro es, como ya dije, más sensato.
— Oye, Malfoy, ¿tú no eres también parte del equipo? — Pregunta una voz a mis espaldas, que hace que voltee. Lily Potter, con ropas de gimnasia, y una alta coleta pelirroja, está allí parada, mirándome como lo hace usualmente (esa mezcla de “me agradas”, con “no deberías agradarme”, y “soy muy orgullosa y por eso no puedes terminar de agradarme”). En aquel momento, con el sol en los ojos, me recuerda mucho al idiota de su hermano; tienen un tono avellanado muy similar.
No es que me haya fijado.
— Sí, lo soy. O lo era, al menos— asiento, encogiéndome de hombros—. Tu hermano ha… decidido que yo debo hacer las pruebas de todas formas. Da igual— aseguro desinteresadamente, sonriendo con pesadez.
Ella frunce el ceño (eso también es muy James), y no me doy cuenta de cómo, pero me rodea y avanza hacia su hermano mayor, quien detiene bruscamente su evidente coqueteo con Arianna.
— James, ¿qué con Malfoy? — Espeta, y ni bien lo dice, la mirada (primero confundida, luego irritada) de Potter se fija en mí. Realmente me apena un poco, pero aún así me obligo a avanzar hacia ellos.
— Olvídalo, Lily, está bien— digo, quedamente, fulminando de pasada a su hermano.
— No, de hecho no lo está. Es algo absurdo. ¿Peters queda y ella no? Sabes que Malfoy es mejor cazadora. No me interesan sus problemas, o lo que sea, pero eso perjudicaría al equipo, James— dice Lillian, muy seria. De hecho, el quidditch es la única cosa para la cual la veo seria.
Su hermano parece ofendido. Yo, por mi parte, podría abrazarla. Si no fuera porque ella probablemente me dé un puntapié. Y bueno, luego está Arianna, luciendo roja y conteniendo su ira sólo porque sabe que con la Potter tiene todas las de perder.
— Yo no… Yo no pretendo perjudicar al equipo, Lily— titubea Potter. Realmente, nunca antes lo vi titubear.
— Pues estás haciéndolo.
— ¡Ella no es tan buena!
— Sabes que lo es.
— No, no lo es. Hay mejores. Quiero dar nuevas oportunidades— musita, encogiéndose de hombros. Me tienta decir “¿y qué Arianna? ¿Dejándola a ella buscas nuevas oportunidades de meterte en sus pantalones… otra vez?”, pero mejor me callo.
— ¿Sabes qué, Potter? Haré las pruebas de todas formas. Y te demostraré que te equivocas— interrumpo, antes de que Lily continúe su debate. Ella me mira aún ceñuda, pero por alguna razón sé que me entiende. Eso de querer demostrar lo que valgo. Potter, por su parte, también me observa. De una curiosa manera que no termino de entender.
— ¡James! ¿Comienzas tú, o primero los guardianes? — grita Fred, un poco más allá, quitándome ambas intensas miradas avellanas de encima.
— No, primero los cazadores— responde él, alzando levemente la voz. Luego vuelve a mirarme—. Tú primero, Malfoy.
***
De acuerdo. De acuerdo. Mi guardián asignado es Jude Bennet. Contextura gruesa, sexto año, aparentemente amable. De acuerdo. Debo dar una prueba perfecta. Bien. Tomo una respiración profunda, miro una vez más hacia las gradas donde Albus, Rose y Scorp se sientan, y luego vuelvo a concentrarme en los aros frente a mí. Puedo hacerlo.
***
¡SOY LO MÁXIMO!
***
Bueno, no tan así, pero muy cerca. Ocho tantos de ocho. La mejor prueba junto con la de Lily Potter. ¡Alguien deme un premio!
***
Para cuando terminan las pruebas de los guardianes, yo, Rose, Scorpius, y Albus, estamos sentados en el césped muy cerca de donde Potter y el resto del viejo equipo se paran a debatir quién queda y quién no. Me siento feliz. Eso me sucede cada vez que juego quidditch; anima mi vida, mucho más ahora que lo necesito con tanta desesperación.
— Lo hiciste genial Adh, deja de hacer eso— se queja Scorpius, tirando de mi muñeca hacia abajo para que deje de mordisquearme las uñas. Suspiro, pero entonces reemplazo las uñas por mi labio inferior, y él con una mueca dice: — Eso no voy a detenerlo.
Tanto Rose como yo reímos. Eso me hace fijarme en lo serio que luce Albus, quien mira atentamente a su hermano. Poso una mano en su hombro para llamar su atención, y él da un respingo, desorientado.
— Merlín, Alb, ¿en qué planeta estabas? — Burlo, revolviéndole afectuosamente el cabello. Él menea la cabeza luciendo divertido, como si le causara gracia su propia broma privada.
— No es nada. ¿Cuánto crees que falte para que terminen de deliberar esos cuatro? — Obviamente está cambiando de tema. Bien. No es que yo no haya hecho eso nunca.
— Me pregunto si tan siquiera están hablando respecto a las pruebas— bufa Scorpius, chasqueando la lengua—. Potter y Peters han estado siendo muy evidentes, ¿no creen? Estoy muy seguro de que se la va a tirar esta noche.
— ¡Scorpius! ¡No hables así! — chillo alterada, como cada vez que mi hermano menor habla abiertamente de sexo, dándole un manotazo en el hombro que lo hace reír.
— ¡Bien, todos, reúnanse aquí! — exclama Potter, llamando la atención de los cuatro. Intercambio una tensa mirada con Rose antes de ponerme de pie y acudir junto al resto al lugar indicado.
Diablos, realmente vuelvo a sentirme nerviosa. Sé que lo hice genial (modestia aparte), pero Potter es… Potter. Idiota.
Por cierto, creo que Arianna me odia. Sólo digo. Por la manera tan asesina en la que me está mirando en este instante. Váyase a saber qué demonios pasa por su rubia cabeza.
— De acuerdo, chicos— comienza Potter—, todos lo han hecho muy bien. Los felicito, de veras… Pero saben que sólo tres quedarán, y realmente…— Honestamente, el resto de su discurso lo omito. No a propósito, lo juro. Sólo que me quedé trabada mentalmente con la mirada clavada curiosamente en la manera en que se movían sus labios. No es que me llame la atención, DE VERAS, pero a veces me sucede eso de quejarme en automático, con la cabeza en otra galaxia. En este caso, la galaxia trata sobre cómo sería mi miserable vida si yo no quedara en el equipo por culpa del idiota de Potter y nuestro mutuo odio.
— Adhara Malfoy. — Escuchar mi nombre me regresa a la realidad. Alzo la mirada hacia sus ojos, confundida, y lo encuentro mirándome con una ceja entornada.
— ¿Uh? — balbuceo, desorientada. Varias risitas tontas se oyen entre el grupo, e incluso Potter sonríe burlonamente.
— Acabo de decir que quedaste, Malfoy— replica, casi a regañadientes. Oh. Eso... ¡WOW! ¡ESO!
— ¡¿De veras?! — Chillo, totalmente extasiada, abriendo los ojos como platos, y probablemente también luciendo como si me acabaran de comunicar que gané la lotería. — ¡Ahí tienes, Potter! — Suelto, sonriendo ampliamente, y no demoro mucho más en echarme a correr hacia mis amigos para festejar lo imposible.
El primero en recibirme es Albus, con los brazos abiertos, alzándome en el aire ni bien llego a su resguardo. Sí, definitivamente, en este instante soy feliz.
C.J. Potter
Re: She is a Malfoy [James S. Potter & Tú]
Capítulo 4
" Momentos "
Parte 3
" Momentos "
Parte 3
Escritora
Adhara se había despedido de sus amigos antes de entrar a los vestuarios, y es por eso que decidió quedarse hasta el final en las duchas, cantando tontamente como la gente feliz suele hacer, enjuagando especialmente su cabello, y demorando tiempo demás en vestirse y peinarse. Le gustaba estar sola de vez en cuando, y además aquel día se sentía con ánimos para celebrar.
De hecho, estaba tan ensimismada en su momento de jolgorio, que cuando salió de las duchas de mujeres tarareando una canción de las brujas de Macbeth, terminando de acomodarse el cabello recién secado por un hechizo, no vio venir en absoluto que James Potter estuviera sentado en uno de los bancos del vestuario, aparente y muy extrañamente, esperándola.
— ¿Qué estabas haciendo en las duchas como para tardar tanto, Malfoy? — cuestionó con sorna, poniéndose de pie. Adhara detuvo su andar en seco, mirándolo con cautela, entornando la mirada en su dirección.
— ¿Qué haces aquí aún, Potter? Tú ni siquiera necesitabas una ducha— musitó la muchacha, mirándolo con mesura.
Él esbozó una sonrisa ladina, acercándose un paso más a ella.
— Sólo quería felicitarte, Malfoy. — Pero ante la mirada incrédula de ella, añadió: — Por permanecer en el equipo. Realmente, si hubiese sido por mí, no hubieses quedado, pero por alguna razón mi hermana, mi primo, y Dylan, decidieron que sí. No podía pelearme con mi familia por ti. — Se encogió de hombros, y ahora Adh comprendió mejor el asunto.
— Oh, ya veo— asintió la muchacha, rodando los ojos—, ¿estuviste esperándome sólo para comportarte como un idiota? Por favor, Potter, tienes las 24 horas del día para hacer eso.
— ¿Quién dijo que estaba esperándote? — atajó él.
— Dudo que te hayas quedado a ver las escobas viejas. Ambos sabemos que odias los modelos viejos— contraatacó ella, alzando una ceja.
— Touché— farfulló él, a regañadientes—. Pues de hecho, sí, estaba… esperándote— aceptó, muy contrariado con sus propias palabas. Adhara realmente se sorprendió. No sabía si porque lo aceptaba, o por lo que aceptaba. — No pensé que realmente fueras a venir a las pruebas— soltó él entonces, permitiéndose dejar ver un leve atisbo de todo lo impresionado que estaba. Odiaba, y un poco admiraba (en secreto, claro), su tenacidad. Pero sobre todo odiaba, no lo olviden.
— ¿Creíste que me rendiría tan fácil? — Repuso ella, cruzándose de brazos a la defensiva—. Por favor, Potter, nos conocemos más.
— Lamentablemente, sí— admitió él, también cruzándose de brazos. Hizo una pausa antes de finalmente soltar: — ¿Qué diablos tienen tú y mi hermano?
Adhara lo miró sin comprender. ¿Qué…?
James, por su parte, permaneció con la vista fija y digna clavada en ella, a la espera de una respuesta. Él no era estúpido. Esa tarde había visto a su hermano muy melosamente cerca de la Malfoy, y rato atrás, justo después de que ella supiera que quedaba en el equipo, se habían abrazado de una manera muy evidentemente comprometedora. Era probable que Albus sintiera algo por Malfoy, por muy increíble que sonara (pues ella no tenía nada interesante que ofrecer), pero él no quería a esa mortífaga relacionada con él de ninguna manera.
— ¿De qué estás hablando, Potter? Sabes que somos amigos desde siempre, no entiendo qué…— comenzó a decir ella, pero fue interrumpida por un irritado James.
— Entiendes perfectamente de qué estoy hablando. Los he visto. Últimamente ustedes no se comportan como amigos, Malfoy. Y voy a advertirte: aléjate de Albus. No te quiero en mi familia de ningún modo, ¿oíste? — Su tono era severo, en contradicción a como había comenzado todo.
Adh lo miró estupefacta durante el primer minuto, mientras su cerebro analizaba todo a velocidades imposibles. — ¿Estás insinuando que yo… que yo y Albus…?— Se interrumpió a sí misma con una carcajada, incrédula, que hizo a James profundizar su ceño—. ¿Estás loco? ¿De verdad? ¿Yo y Albus? ¡Merlín, Potter, necesitas una novia! ¡Estás muy pendiente de mí últimamente!
Fue turno de James para mostrarse estupefacto. Soltó un bufido. — ¿Qué? ¿Por qué diablos estaría yo pendiente de ti? Sólo los he visto. Lo hacen bastante público, ¿saben? Es muy desagradable a la vista. No entiendo qué ve él en ti.
Adhara fue quien bufó esta vez, acompañando con una sonrisa divertida. Meneando la cabeza, rodeó a James y fue hacia su casillero, abriéndolo mientras decía: — ¿Te das cuenta de que te comportas como un idiota? Te quedas esperándome, sólo para…— Tiró de la puerta oxidada del casillero—. ¿Sólo para amenazarme con una estupidez como esta? — Volvió a reír, mientras lanzaba su bolsa con el uniforme dentro—. Si no te conociera mejor, diría que sientes celos— añadió, cerrando el casillero de un portazo, y volteando para marcharse.
Dio un respingo, pegando la espalda contra los compartimientos, pues allí estaba James, con sus brazos a ambos lados de ella, mirándola muy ceñudo.
— ¿Celoso? ¿Te has golpeado la cabeza o algo? — Espetó, sonriendo con burla—. ¿Has olvidado que te odio, Malfoy? ¿Y que eres una mortífaga detestable? — prosiguió, acercando su rostro al de ella, muy amenazante. Sólo que como es obvio, en vez de evocarle temor, le provocaba más bien un increíble temblor de piernas. No era su culpa. Él seguía siendo un hombre, o al menos un intento de eso, y ella una mujer. Feromonas seguían interviniendo.
Adh tragó con fuerza, pero mantuvo el mentón bien alzado. — Y tú, Potter, ¿habrás notado que me refería a que sentías celos de tu hermano, y no de mí? — dijo, muy calmadamente.
James no lo dejó entrever, pero en su cabeza la vergüenza por su garrafal error lo invadió, a tal punto que llegó un momento en que incluso sus mejillas enrojecieron levemente. Diablos.
Punto para Adhara.
La Malfoy, complacida en ver que ella era la ganadora de la contienda, tomó cartas en el asunto. Pomposamente, llevó sus manos al cuello de la camisa del Potter, y se empecinó en parecer casual mientras lo acomodaba, sin notar que de hecho James estaba más tenso que antes.
— Bueno, parece ser, Potter, que te has quedado sin palabras. ¿Acabas de delatarte a ti mismo? Gran error— chasqueó, pretendiendo no verse afectada. ¿Qué demonios? Ella verdaderamente no creía que él se hubiese “delatado” o nada así, pues de hecho, él si la odiaba, y las probabilidades de que sintiera la mínima cantidad de celos (¡qué disparate!) por ella, eran casi tan grandes como las probabilidades de que Scorpius no ame a Rose.
— ¿No te cansas de decir idioteces todo el tiempo, Malfoy? — espetó él, con la mandíbula apretada. Ella rió entre dientes.
— ¿Por qué tan nervioso, Potter? — contraatacó astutamente, ladeando la cabeza con una sonrisa calculadora.
Oh, pero esta vez él entendió de qué iba su jueguito. Y no iba a permitir ser manipulado, ni mucho menos intimidado, por una Malfoy. ¡Jamás! Se acercó aún más a Adh, de modo que ella ya no podía moverse, y que sus brazos fueron por inercia apoyados contra su pecho, lo cual era la única cosa que los separaba. Adhara literalmente pudo sentir el aire abandonar sus pulmones y resignarse a volver.
— ¿Qué diablos haces, Potter? — masculló entre dientes la muchacha, intentando quitárselo de encima. Por supuesto, él no lo permitió.
— ¿Qué intentas hacer tú conmigo, Malfoy? — Espetó él sin dar muchas vueltas.
— Creo que la pregunta debería ser para ti, ¿no te parece? — musitó dignamente, dejando de intentar huir. Fijó sus orbes grises, gélidos, en él, nunca dando el brazo a torcer en cuanto a terquedad. Él sonrió.
— ¿De veras piensas que podría hacerte algo a ti? Oh, por favor, la mortífaga aquí eres tú. Ambos sabemos que te traes algo entre manos. Estás comportándote diferente estos últimos días, Malfoy. Dime qué intentas— insistió, ceñudo.
Adhara oficialmente estaba hastiada. — ¡¿Puedes acabar ya con eso?! No sé de qué diablos hablas, Potter, porque yo no estoy intentando nada. ¡Mucho menos contigo! Estás totalmente loco. Ahora suéltame, o verdaderamente te vas a arrepentir— gruñó, severa, frunciendo fuertemente los labios en un acordeón molesto, como cada vez que se enfurecía.
— ¿Me tomas por idiota? ¡Dime qué pretendes, Malfoy! — Exclamó él, ya impacientándose. Ella volvió a gruñir, más como un gato enfurruñado que como una adolescente.
— ¿¡Qué demonios crees que quiero hacer contigo, eh!? ¡Primero intentas sacarme del equipo, luego sugestionas conmigo y Albus, y ahora esto! ¿¡Qué maldita manía tienes con molestarme, Potter!? — Bramó, decididamente furiosa, intentando empujarlo una vez más, en vano.
— Eso es lo que estoy intentando averiguar, Malfoy— bisbiseó, ya sin saber por qué estaba molesto exactamente. Sólo sabía que la odiaba.
Y punto.
Pero, honestamente, también se sentía, quizás, probablemente, un poco atraído por ella. O al menos eso pienso yo, porque de otro modo no se hubieran besado en aquel momento.
Fue algo extraño. Ellos se miraron fulminantemente, como queriendo transmitirse el odio y desprecio que sentían mutuamente, pero tan cerca como estaban uno del otro (a tal punto que Adhara pudo ver nuevamente esas motas verdes en los ojos avellanados del Potter), fue casi inevitable que James culminara la escena con un beso, un tanto agresivo, y más inevitable aún, que Adhara le correspondiese fervientemente, rodeando su cuello con los brazos.
Es que era magnético. Tan opuestos, y a la vez iguales, como eran, terminaban uniéndose de una manera sumamente idílica, como de novela; tan dinámica y atractiva, sensual, peligrosa, imposible de resistir, por más que a ambos les enfureciera tanto saberlo.
Adhara sintió su alma derretirse cuando James recorrió con su mano desde su cintura hacia su muslo, como si todo en ella se convirtiera en lava y se concentrara en un solo lugar bajo su vientre. Exquisito. Y algo aterrador, pues jamás pensó que todo su mundo, toda su conciencia, pudiera venirse abajo tan fácilmente con tan sólo un roce como aquel. Pero luego, oh, luego, cuando él la presionó contra los casilleros fuertemente, y ella devolvió el favor con un leve tirón de cabello que hizo al Potter gemir, oh sí, fue entonces que ella supo que definitivamente estaba perdida. Él podía lograr eso y más con ella, por alguna razón que el destino debía encontrar graciosa.
Que el que más fuego despertara en ti fuera tu enemigo de cuna. Oh sí, muy Shakesperiano. Y apestaba, también. Mucho.
— Merlín santo— balbuceó incoherentemente la pelirroja cuando él puso sus manos en su trasero y la alzó de modo que ella pudiera rodearle la cadera con sus piernas. Sintió un choque contra su femineidad, que ella reconoció totalmente como el resultado de aquellos roces y caricias. ¿Ella había provocado eso? ¿Él también estaba volviéndose loco, siendo que su más odiada persona en el mundo lo excitaba como nadie más lo hacía? Curiosamente, aquel pensamiento animó a Adhara, que aún no notaba que estaba haciendo algo de lo cual muy probablemente se arrepentiría luego.
James también estaba ido. Totalmente. No podía pensar, asimilar, nada. Sólo sentir. Y, que su familia lo perdonara, pero nunca nadie lo había hecho sentir tan vivo, tanto placer parecía imposible, tanta química, tanta sensualidad… Y vaya que él tenía experiencia en el asunto... Era como si fueran dos piezas de un mismo reloj, que necesitaban una de la otra para funcionar correctamente.
Único. Y la cosa daba cada vez más miedo.
Cuando Adh sintió una de las manos del Potter recorriendo sus curvas, rozando tan tentadoramente sus pechos, se sintió como a punto de explotar. A ella nunca la habían tocado así. Como si necesitaran de ella. Como si… ¡como si él fuese un viajero del desierto y ella agua, tan cursi y estúpido como sonaba! Sólo había oído hablar de cosas así en libros. Nunca creyó que fuera real. Mucho menos con él. Pero ahora que lo experimentaba, no quería que acabara nunca.
Disfrutó el momento para explorar ella también. Se aferró a su espalda, ancha e increíblemente fuerte. Estúpido Potter y su estúpido, estúpido cuerpo bien formado, pensó una lejana parte de ella con mucho ocio, sin realmente ser muy relevante. Mientras él hacía estragos con sus manos, ella decidió seguir avanzando; llevó sus manos sus hombros, pensando que él era como un enorme pilar de roca del cual sostenerse. ¡Luego no podría creer que había pensado algo así, pero reamente James Potter era jodidamente caliente!
Fue cuando se separaron para tomar aire, y él trasladó sus apasionados y para nada delicados besos hacia su cuello, que realmente la cosa pasó a mayores. Porque eso era incluso más hilarante que sus roces sobre la ropa, que la erección contra su cadera, y que su fuerte espalda. Algo asustada, y gracias al oxígeno ganado, pensó que él realmente podía tomarla allí y en ese instante, sin que ella rechistara al respecto.
‘Merlín santo, ¿qué me está pasando?’ pensó aterrada, separándose inmediatamente de él, quien no puso esfuerzo en retenerla, sino que también la soltó nuevamente en el suelo, igual de anonadado que ella.
Ambos estaban jadeantes, colorados, despeinados, y con los labios increíblemente hinchados por la intensidad y brusquedad del beso. También se veían algo desorientados, con la ropa un poco mal acomodada, y caras de estupefacción, como si no pudieran terminar de creer lo que ellos mismos habían hecho. Pronto llegaría la rabia contra sí mismos, ahora estaba la perplejidad.
— ¿Qué…?— comenzó a preguntar ella, pero se detuvo abruptamente. No, realmente no era necesario preguntar qué había sido eso, pues estaba muy claro. Había sido el mejor y más caliente beso de toda su jodida vida, y aún así, lo más inexplicable y aterrador que le había pasado alguna vez.
— Yo no…— intentó esta vez James, pero al parecer él tampoco sabía que decir. ‘Yo no quise hacerlo’ no parecía una frase válida, teniendo en cuenta que había tocado casi cada centímetro de su cuerpo. Rastrilló su cabello, nerviosamente.
Vale, eso que acababa de ocurrir ocupaba el puesto número uno en la lista de “grandes estupideces”, para ambos.
Volvieron a mirarse en silencio, ambos expectantes, como esperando a que el otro dijera algo lógico que explicara aquel desliz. Al final, fue James otra vez quien intentó:
— Eso no debió haber ocurrido— farfulló quedamente, rastrillándose el de por sí despeinado cabello otra vez—. Yo, yo no quise que…
— Sólo cállate— interrumpió Adhara, resignada, tomando el rostro del confundido pelinegro entre manos y depositando otro beso electrizante, muy corto. O eso pensó él, atontadamente. — Fue interesante, Potter. Pero sigo odiándote— murmuró ella, mirándolo directamente a los ojos. Fue un alivio para el Potter oír aquello.
— Me alegra que nos entendamos, Malfoy. Sigues siendo desagradable— asintió él, muy de acuerdo, pero contradictoriamente a sus palabras volvió a besarla, atrayéndola por la cintura muy grácilmente.
Tan extraño como fue todo, tras besarse por al menos diez minutos más, ambos abandonaron los vestuarios en silencio, sin haber intercambiado mayor palabra. No tenían idea de si volvería a ocurrir, o tan siquiera qué había sido aquello, porque si se detenían a pensar padecerían migraña, o aún peor: confusión. Lo cual, por cierto, no era un buen síntoma en una relación como la suya.
Sólo lo dejaron pasar. Y cuando Rose le preguntó a Adhara aquella noche por qué había tardado tanto, ella le contestó que había estad festejando su triunfo.
________________________
JAJAJAJAJA, la imagen de la última parte no tiene nada que ver, pero me quedé sin gifs, porque la segunda parte era muy larga y tuve que dividirla en dos... De todos modos, creo que esta última parte les gustó más que todo el resto Creo...
Enfin. Gracias por comentar chicas! Las adoro tanto por apoyarme, y por apoyar esta novela! Apenas el 4to capítulo y ya tengo al menos cinco chicas pidiéndome que actualice. Gracias, de verdad.
Besos!! ^^
C.J. Potter
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