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La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
Ella no debería estar divertida. Él permitía deliberadamente que ella sintiera sus emociones, así como los deseos que lo llenaban. Y había muchos, muchos deseos. Estos la ruborizaban de la cabeza a los pies, un calor encendido la llenaba ante el pensamiento.
—Nunca digas nunca, cariño —le advirtió él, sus ojos centelleaban con su propia diversión cuando su cabeza bajó, su lengua lamió por encima de su pecho—. Hay tantas formas diferentes en que yo podría reclamarte. No tienes ni idea.
Sí, ella lo hacía. ¡El muy pervertido! Aquellas ideas suyas que iban volando por su cabeza ahora, pensamientos y placeres que ella nunca podría haberse imaginado. Y le robaban su voluntad, robando cualquier resistencia que ella pudiera haber tener. Bien. En su mayor parte.
Cualquier pensamiento de resistencia, sumisión o de castigarlo por jugar deliberadamente con su mente desapareció bajo el calor húmedo y áspero de su lengua cuando esta se rizó sobre su pezón. La punta sensible gritó de placer, haciéndola sacudirse por las sensaciones mientras un gemido estrangulado abandonaba sus labios.
Ella se retorció bajo él cuando él cubrió el punto tenso, amamantándolo en su boca, raspándolo contra su lengua mientras un chorro de fuego líquido se disparaba por su sexo. Oh infiernos, le gustaba esto. Le gustaba esto, maldita sea. Era increíble. Caliente y tempestuoso, y tan excitante que ella casi gritó de placer. Excepto que él le robó el aliento. Le robó el aliento, luego robó cualquier pensamiento que pudiera haber tenido cuando se movió al siguiente montículo, repitiendo la acción.
Él acarició, mordisqueó, lamió y frotó. Su lengua era sólo un poco rasposa, justo lo suficiente como para estimularla y volverla loca por más. Y el modo en que esta acariciaba sobre su pezón mientras él lo chupaba firmemente definitivamente la volvía loca.
Sus manos se enredaron en su largo pelo, sosteniéndoselo mientras sus dedos tiraban y atormentaban el pico que su boca no cubría. La sensación aguda se levantó de sus pezones a su sexo y le robó el aliento con los agudos espasmos que se levantaban por su matriz.
Él no estaba contento con mantenerse allí, no importa lo desesperadamente que ella tirase de su pelo cuando él comenzó a moverse más abajo.
—Deja de torturarme… —jadeó ella. Jadear era tan juvenil. Pero allí estaba ella, jadeando por recuperar el aliento cuando trazó su sendero hacia abajo por su estómago, pellizcando y besando y generalmente volviéndola loca.
—Hmm, atormentarte está bien —le recordó él mientras sus manos se movían para separar más sus muslos.
Ella se estremeció mientras sus dientes rozaban en el interior de su muslo, sus músculos se apretaban, luchando por cerrarse contra su cabeza a pesar de las amplias manos puestas alrededor de sus rodillas y manteniéndola abierta.
—Hueles tan dulce. —Él colocó un pequeño beso pellizcando en el pliegue entre su muslo y su coño desesperadamente dolorido. La presión que palpitaba en su clítoris la hacía intentar arquearse más cerca, forzar su boca donde ella lo necesitaba. Y oh, ella lo necesitaba.
—Joseph, no me atormentes así. —Oh infiernos, no era un quejido. Realmente no lo era. Y ella no pediría, se aseguró. Sólo que no podía respirar lo bastante para que su voz sonara firme.
—¿De verdad?
Ella chilló cuando su lengua golpeó por su dolorida raja de la entrada a su sexo hambriento al meollo hinchado de su clítoris.
Los temblores ásperos sacudieron su cuerpo mientras ella buscaba la liberación, sólo para oír su risita acalorada cuando él envió un soplido a atormentar su carne dolorida.
—Eres malo —jadeó ella, esforzándose por acercarse más.
—No soy malo —gruñó él—. Esto es malo.
Su lengua vaciló sobre su clítoris, el toque era tan ligero que los golpes insultantes sólo empujaron su excitación más alta sin permitir que ella explotara.
Sus manos se apretaron en su pelo, tirando de él, sus gemidos desiguales exigían alivio. Un pellizco agudo en su muslo la hizo calmarse durante un segundo. Sólo un segundo. El erotismo de la pequeña mordedura hizo que ella se estremeciera mientras su cabeza azotaba de acá para allá en el colchón.
—Quédate quieta, mujer descarada —pidió él, su voz se hizo más oscura, más caliente cuando ella tiró contra él—. Déjame hacer esto.
Su cabeza se movió más abajo, su lengua fue al borde la entrada inundada de su sexo.
—Mmm, delicioso. —Él dio una vuelta en ella, lamiendo con tal cataclismo sensual que ella juró que iba a arder y a desintegrarse en cenizas antes de que él le diera alivio.
Ella gimió, un sonido bajo y lastimosamente desesperado que ella sabía que iba a sonrojarla más tarde. Pero por el momento, el placer barría sobre ella, disparándose por su corriente sanguínea y aumentando de intensidad.
—¡Así, cariño! —Sus manos se deslizaron de sus rodillas al interior de sus muslos, sus pulgares se agarraron a la carne hinchada de su sexo para abrirla más.
Ella casi lloró cuando su lengua comenzó a atormentar en la abertura, parpadeando, lamiendo y chapoteando en los jugos de ella. La vibración de sus gemidos era otra caricia que pasaba como un rayo por ella.
—Te odio —gimió ella con un chorro de risa cuando su tormento amenazó con enloquecerla. Él la estaba matando.
Él se rió, un malo sonido bajo que envió temblores corriendo sobre su carne.
—Esto está bien, cariño —canturreó él—. Me gusta el modo en que me odias.
Su lengua se hundió en su interior, separando los músculos apretados, lamiendo en la carne sensible y haciéndola explotar mientras sus caderas se arqueaban y el aliento se precipitaba de sus pulmones.
Un empuje. Era todo lo que había necesitado. Un empuje profundo y poderoso de su malvada lengua y ella explotó alrededor de él, fundiéndose y quemándose bajo el latigazo erótico de cada caricia.
Ella era apenas consciente de su movimiento, incapaz de hacer otra cosa que gritar ahogadamente cuando él la puso sobre su estómago antes de hacerla ponerse de rodillas, obligándola a levantar sus caderas de la cama. En aquella posición ella estaba abierta a él, completamente indefensa cuando ella lo sintió frotar la cabeza de su miembro contra su tembloroso sexo.
—Tan hermosa, -----. —El gruñido de su voz era más profundo ahora, más primitivo—. Tan mojada y caliente.
Él apretó contra ella, abriéndola con la amplia cresta y estirándola con un placer increíble.
—Así, cariño. —Él se puso sobre ella, cubriéndola mientras comenzaba a trabajar su miembro en los músculos que lo aferraban de su sexo.
Dios, esto la mataba. Él era caliente y grueso, abriéndola ampliamente, acariciando terminaciones nerviosas que ella nunca había sabido que existiesen hasta que él la poseyera.
----- gimió mientras sus puños se apretaban en las mantas bajo ella, sus ojos estaban cerrados, conscientes solamente de Joseph tomándola y sosteniéndola bajo su poderoso cuerpo, con su lengua acariciando su hombro, sus dientes rozándolo mientras él empujaba lentamente y con facilidad en su interior.
Ella se estremeció, apretándose alrededor de él mientras empujaba hacia atrás, impaciente por tomar cada pulgada, por experimentar otra vez el placer asombroso que sabía que sólo encontraría alguna vez con Joseph.
—Así, cariño —canturreó él en su hombro, dándole allí pequeños besos mientras comenzaba a moverse en su interior— ¿Ves lo dulce y apretada que estás? Pareces un pequeño y cómodo guante creado sólo para mi pene.
Sus palabras explícitas la hacían gemir de deseo, el sonido lleno de grava, que gruñía de su voz, perforaba su matriz mientras su erección ahondaba en su sexo con golpes cada vez más duros.
El aire alrededor de ella comenzó a palpitar por el hambre. La de él. La de ella. El olor de sexo caliente, de cuerpos empapados por el sudor y la lujuria llenó la habitación. Los gemidos y gruñidos de Joseph, sus gritos desesperados resonando alrededor de ella. Las sensaciones no eran sólo el placer, eran desesperación y sexo furioso y esforzado.
Joseph se apoyó sobre ella, abriendo sus dientes sobre su hombro mientras sus caderas se movían más rápido, aporreando y clavando su miembro en su interior, martilleando empujes que la hacían gritar. Ella inclinó sus caderas y se meció hacia atrás hacia él, mientras sentía el incontrolable fuego que se enroscaba por su sexo, su matriz convulsionándose, subiendo más alto y más caliente.
Él gruñó en su cuello, y como si su sexo hubiera sido liberado, ella explotó. Su espalda se arqueó, calor al rojo blanco voló por su cuerpo mientras su orgasmo se extendía por sus terminaciones nerviosas en el momento exacto en que ella sintió el roce de los dientes de Joseph en su hombro.
Dolor, placer, ambos explotaron en ella, uno llevando al otro más alto hasta que ella no supo dónde comenzaban y dónde terminaban o si la realidad volvería alguna vez. La extensión dura y erótica encerró en su interior, calentándola más, conduciéndola a su clímax con dureza. Ella sintió que el miembro de Joseph tiraba, sintió los duros chorros de su semilla pulsando en su interior mientras él gruñía otra vez, un sonido bajo y ronco de placer cuando su liberación lo estremeció con tanta fuerza como la suya se extendía por ella.
----- se derrumbó bajo él, sintiendo sus labios apartarse de su hombro, su lengua que lamió en la herida que ella sabía que él debía haberle hecho. Esto debería haber dolido; en cambio sólo sintió el bajo y distante dolor de una leve picadura.
Y a Joseph.
—Me has mordido. —Ella apenas podía empujar las palabras por entre sus labios—. Te dije que no me mordieses otra vez."
Él gruñó. El sonido envió un pulso de placer extendiéndose sobre sus terminaciones nerviosas cuando ella gimió con derrota. Infiernos ¿qué era un pequeño mordisco? Ella estaba saciada y agotada, más relajada de lo que podía acordarse de haber estado jamás. Ella podía manejar un pequeño mordisco o dos.
Tal vez.
Ory
La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
Capítulo catorce
—Esta cosa de morder va a tener que pararse. —----- contempló el daño en su hombro en el espejo sobre el fregadero mientras miraba con el ceño fruncido la leve contusión. Hablando de chupetones infernales.
Dos pequeños pinchazos perforaban la carne, recordándole a los libros de sangrientos vampiros que le gustaba leer. Ella tembló ante el pensamiento.
—No está tan mal. —Su voz era tranquila mientras él estaba de pie en la entrada mirándola, sus ojos dorado oscuro y su expresión cuidadosamente en blanco mientras le echaba un vistazo a su hombro.
Ella intentó sentir lo que él pensaba y sentía, pero él lo contenía, guardándolo con cuidado detrás de los escudos que parecían una parte tan natural de él.
—Desearía poder hacer esto —refunfuñó ella con exasperación antes de ponerse la camiseta de algodón suave que se veía obligada a llevar puesta bajo su blusa. Este era definitivamente un día sin sujetador.
—Podrías si lo intentaras. —----- se inmovilizó. Ella podía oír la determinación ahora, cubierta con cuidado.
Levantando la blusa de algodón del gancho en la pared a su lado ella se encogió de hombros, abrochando el flojo material mientras los ignoraba a él y a su comentario.
—Tengo que ir a la oficina esta mañana. —Ella se metió la camisa en los vaqueros antes de abrocharlos y de cerrar su cinturón—. Estoy segura de que tengo una multitud de papeles apilados y esperando. Puedo encargarme también de ello mientras esperamos cualquiera de las respuestas que encontraras para esto.
Joseph cruzó los brazos sobre su pecho. Ella ignoró la acción.
—El trabajo de escritorio puede esperar. —Maldición. Su voz no había cambiado; tampoco lo había hecho su expresión. No era un buen signo.
—¿Por qué? —Ella se dio la vuelta y lo afrontó directamente ahora. Era mejor sacarlo a la luz y luchar por ello antes de que dejaran la casa. A ella claramente no le iba a gustar lo que él tenía que decir o lo habría dicho ya.
—Tenemos un trabajo que hacer, ----- —le recordó él—. Tenemos que averiguar por qué esos castas fueron asesinadas y lo que el Consejo quiere de ti. No vamos a hacer eso en esta casa jodiéndonos hasta la muerte, o en la oficina terminando tu trabajo de escritorio.
—No te dije que me infectases con esta extraña mierda hormonal que tienes, Joseph —indicó ella con un ceño—. Así que no me culpes por estar cachondo.
Él gruñó por su declaración.
—Deja de tratar de cambiar de tema. —Él se enderezó del umbral de la puerta, estirándose a su altura atractiva, amplia y plena mientras le hacía apartar la vista de aquella nariz perfecta suya. Bien, tal vez no tan perfecta. Ella se acercó más, apenas descubriendo donde el plano parecía estar mal alineado en el grado más pequeño. Ajá, una imperfección. Ella sabía que él tenía que tener alguna en algún sitio.
—Entonces dime cual es el tema. —Lamentablemente, ella se temía que ya lo sabía—. No te he oído realmente declarar algo aún.
—Volvemos al desierto hoy —la informó él—. Área Seis quince, Sección C. Eso es un pequeño cañón donde sospechamos que Mark y Aimee pudieron haber ido antes de dirigirse al barranco donde tú los encontraste.
----- hizo una pausa.
—¿Y tú cómo lo sabes?
Sus labios se curvaron.
—Jonas logró sacar otro pequeño trozo de información del coyote que dejaste vivo. Vamos a comprobar el cañón porque claramente los coyotes no habían terminado allí aún. Era su siguiente parada. Pero sospecho que Mark y Aimee podían haberse parado allí.
—¿Y tú cómo lo sabes? —preguntó ella otra vez.
—Apagaron el rastreador de GPS en su vehículo, pero ellos guardaron un registrador direccional y el registrador de kilometraje encendido. El análisis de la electrónica indica que ellos estaban en aquel cañón hace no menos de doce horas. Vivos.
Ory
La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
Ella lo miró silenciosamente. Ella sabía lo que él quería. Él quería que ella usara las capacidades empáticas que poseía para encontrar las respuestas que los demás no podían.
—Esto no funcionará —le dijo ella suavemente—. Si esto funcionara, yo no tendría que huir a este desierto para esconderme. Yo habría ido a mis superiores y les habría dejado ayudarme a encontrar un modo de hacerlo funcionar.
—No soy tu superior, ----- —le recordó él, su voz era peligrosamente profunda ahora—. Y la situación ha cambiado. Porque, cariño, puedo hacer más que solo enmudecer las emociones que fluyen alrededor de ti. Puedo amplificarlas. Hoy encontraremos respuestas.
—Espera sólo un maldito minuto. —Ella se precipitó por el dormitorio, decidida a alcanzarlo cuando él se movió hacia abajo por la escalera ignorándola obviamente.
—Joseph Arness, quédate quieto ahí mismo —espetó ella, agarrando la baranda y saltando los escalones de dos en dos mientras se precipitaba detrás de él.
Él se paró, dándose la vuelta justo a tiempo para que ella chocase de golpe contra su pecho. Ella gruñó ante el duro contacto y maldijo silenciosamente a los duros músculos antes de empujarlo hacia atrás ferozmente.
—¿De qué demonios hablas? ¿Tú puedes amplificarlos?
Él arqueó sus cejas.
—Ponte las botas y te lo demostraré. Este es el momento de encontrar respuestas, -----. Es obvio que los coyotes no van a atacar otra vez pronto y a darme la posibilidad de sacarles las respuestas. Y no podemos quedarnos aquí, escondidos en el desierto para siempre y esperándolos. Ahora encontramos nuestras respuestas por nuestra cuenta.
Ella lo miró fijamente, luchando contra los miedos que se elevaban en su interior. Ella sabía lo que era, la lucha por examinar cuidadosamente las emociones tristes, la violencia de vidas tomadas a la fuerza. Esto era el infierno, que cortaba en su cerebro con tortuosa fuerza. Ella nunca lo había manejado antes, nunca había encontrado siquiera una luz tenue de esperanza de que pudiera hacerse. Incluso su abuela, con su experiencia en el control de sus capacidades, nunca había sido realmente capaz de hacerlo.
—¿Y si no puedo?, —preguntó ella, odiando el pensamiento de fallarle, de fallarlos a ambos—. Lo he intentado antes, Joseph.
—No, conmigo no lo has hecho —indicó él con tranquilidad—. Ha llegado el momento, -----, en el que tienes que dejar de esconderte y comenzar a luchar. Puedo ayudarte si me dejas.
O él podía obligarla a hacerlo a su manera, lo que fuese necesario.
Ella lo vio en sus ojos, en el juego severo de su boca. Ella podía sentir su estómago enroscarse de nervios, su mente que ya se rebelaba contra el próximo dolor. Las emociones y el horror atado a una muerte violenta tomaban años para retroceder del área en la cual había ocurrido esto. Sería tan fuerte ahora como lo había sido cuando lo encontró al principio.
—¿Quieres morir como ellos?, —le preguntó él entonces—. ¿Dejarás triunfar al Consejo, -----? ¿O lucharás?
Ella lucharía. La respuesta era instantánea. Nunca había dejado nada sin una lucha, sólo que no sabía luchar esta batalla.
Ella se movió alrededor de él con cuidado, entrando en la cocina donde estaban sus botas en la puerta, su pistolera, el cinturón y el abrigo estaban en la pared. Ella contempló la Glock atada en su pistolera protectora antes de recoger sus botas y ponérselas rápidamente. Se colocó el cinturón alrededor de sus caderas, las anclas de velcro alrededor de su muslo. Moviéndose al armario de pasillo, abrió la puerta escondida y sacó varios cuchillos envainados del anaquel cubierto por terciopelo así como una poderosa ametralladora de cañones recortados.
—Esperas que ellos estén allí —dijo. Ella podía sentirlo. No en el sentido de emoción o pensamientos provenientes de Joseph. Sino con un conocimiento visceral profundo innato que no podía explicarse.
—Ellos han estado vigilando la casa. —La información no la sorprendió—. Sospecho que no han atacado porque son conscientes del equipo de vigilancia de felinos desde uno de los puntos encima de nosotros. Aunque seguirán. Es hasta posible que tengan un equipo en el lugar.
—¿Entonces cómo esperas superarlos en aquel cañón? ¿Y si lo hacemos, cómo se supone que yo sé algo? —Esto le pareció una receta para el desastre—. No puedo funcionar en esas circunstancias, Joseph. —Las emociones la atacarían si ella abandonaba la defensa que había construido contra ellas. Aunque fueran leves, permitían que ella funcionara durante periodos cortos de tiempo.
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La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
—Lo hiciste bien en el barranco el otro día —indicó él, su voz nunca profundizaba ni se calentaba.
—Tú me ayudaste. —Ella lo sabía, lo advirtió con un sentimiento doloroso de fracaso—. Me escondí en ese escudo que tienes alrededor de ti.
—Porque te dejé. —Su voz era baja, peligrosa. —Te he dejado usar los escudos, porque los necesitabas. Tu mente tenía que aprender como funcionaban, aun cuando subconscientemente. Tan poderosa como sospecho que eres aprenderás rápidamente como crear tus propios escudos usando el mío como guía.
Una sonrisa amarga curvó sus labios.
—¿Y si esto no funciona?
—Entonces estaremos ambos en un jodido problema. —No había duda en su voz—. ¿Quieres arriesgarte a esto?
Sus labios temblaron mientras ella los apretaba fuertemente. En vez de hablar, ella ató a la correa uno de los cuchillos debajo de su rodilla y otro a su muslo.
—No me gusta el modo en el que amontonas las probabilidades. Haz que tus compañeros eliminen al equipo que nos vigila —sugirió ella.
Él gruñó.
—Si pueden lo harán. Siempre hay la posibilidad de que no puedan. Ahora vamos a ponernos en movimiento. Quiero llegar allí antes del mediodía.
Él se dio la vuelta y salió a zancadas de la casa, claramente esperando que lo siguiese. Maldición. Y ella iba a hacerlo, sabía que lo haría. Él olia a peligro, a aventura y a un modo de triunfar sobre sus demonios y a encontrar la libertad que había añorado durante todos estos años.
Y en aquel momento, tan desesperada como él hizo parecer la misión, ella supo que él no los conduciría descuidadamente en los brazos de su enemigo. Él había estado haciendo esto toda su vida, planeando cada movimiento y cada batalla. Sabía lo que hacía.
Lo cual no significaba que esto le gustase.
Esto no significaba que él no fuese a decirle exactamente lo que pasaba. En aquel momento ella sabía más allá de cualquier duda que esto no era más que una prueba. La decisión de seguirlo y de confiar en él. Y que se condenase si ella no iba a pasarla.
Joseph guardó su expresión calmada y sus escudos cuidadosamente en su lugar cuando ----- abrió la puerta del Raider y brincó en el asiento.
—Fija el GPS en área seis quince, sección C, el Paso de Casper. —El parabrisas inmediatamente se hizo un corte transversal de líneas y puntos de mapa mientras él llevaba al Raider al área de giro y arrancaba.
—Ahí esta el cañón. Lance y yo siempre lo llamábamos el Paso de Casper, aunque oficialmente no tenga ningún nombre. Lo llamamos así por el sonido que los vientos hacen allí en ciertos momentos del día, como una risa fantasmal que resuena por el cañón.
—Aquí. —Ella señaló una sección marcada, montañosa y que parecía infranqueable si uno hacía caso al GPS.
—Hay un camino raramente usado que va por esta montaña. Está más o menos escondido, hasta desde el aire, así que el satélite lo pasaría mal encontrándolo. Si desconectamos el GPS y el localizador en el Raider, podríamos deslizarnos por aquí. Esto nos llevaría encima del cañón y permitiría que lo contempláramos desde un punto donde estamos condenadamente cerca de ver plenamente todo el cañón. Esto podía darnos una ventaja que las otras rutas no harán.
Joseph echó un vistazo a la pantalla, su ceja se arrugó mientras contemplaba la dirección que ella indicaba, tocando los puntos en la pantalla. Como ella había dicho, estaba escondido, tan bien que incluso los satélites de las castas habían sido incapaces de detectarlo.
—¿El Raider puede cruzarlo? —La montaña parecía notablemente áspera.
—Lance y yo fuimos a pescar allá arriba el verano pasado con el abuelo. —Ella señaló al área marcada de azul a más de una milla del punto de observación que ella sugirió—. Tomamos el camino de montaña con su Raider. Era áspero, pero definitivamente pasable, y el área es también más verde que el valle abajo, lo que reduce el rastro de polvo. Sin indicador, localizadores o puntos de polvo y las imágenes de satélite, si el Consejo lo usa, no pueden vernos aquí. Ellos no nos esperarán si están allí.
Entusiasmo. Él podía sentirlo llenándola, junto con el miedo. Y la excitación. Él inhaló despacio y reteniendo el aumento de lujuria dentro de él.
—Deja de oler. —Él casi sonrió abiertamente ante el tono descontento de su voz—. Salir de la casa fue idea tuya, no mía. Yo era absolutamente feliz botando en la cama.
—Tienes un modo de describir cosas que me asombra, ----- —arrastró las palabras él—. La próxima vez, lo intentaremos en la mesa de la cocina y veremos qué puede salir ahí.
—Ewww, yo como allí —replicó ella con fingida repugnancia.
Él le echó un vistazo, permitiendo a una sonrisa curvar sus labios.
—Sólo haré una comida de ti —le contó él, no molestándose en esconder el hambre en su voz.
Ella enrojeció. Él amaba mirar el movimiento del color bajo su piel, la forma en que sus ojos se oscurecían y su respiración se volvía áspera.
—Pervertido —lo acusó ella, aunque su voz careciera de calor—. Esperaré hasta que nos acerquemos más al área antes de incapacitar la señal del localizador y el GPS. Sino, alguien en la oficina podrá rastrearnos. Nunca creeré que Lance me engañaría, pero hay varias personas allí en las que yo no confiaría por lo que pueda pasar.
Había varias personas que él conocía que la venderían en un segundo. Jonas había sacado perfiles de todos y cada uno de los agentes de policía, así como del sheriff. Sus archivos no estaban tan limpios como los de los investigadores estatales a los que habían puesto en una lista.
—Lo esperaba. —Él asintió, señalando a una pequeña área a varias millas de su presente posición—. Iré aquí y lo incapacitaré. Mientras estoy en ello, me pondré en contacto con el equipo que vigila la casa y veré si fueron capaces de sacar los coyotes de allí. No habíamos señalado su posición exacta ayer, pero espero que cuando nos vayamos comenzarán a moverse. Mi equipo será capaz de localizarlos si ellos lo hacen.
El silencio llenó entonces el vehículo. Joseph era consciente de ----- que aspiraba bruscamente antes de apagar el mapa del GPS y colocarse hacia atrás en su asiento.
Ella miró el camino delante de ellos, con su cuerpo tenso y emociones caóticas. Él sabía que el paso que había dado no había sido uno fácil.
—Yo podría fallar —le recordó finalmente ella, luchando por estabilizar su respiración y sus miedos, como si la asustara dar la fuerza a las palabras expresándolas.
—O podrías encontrar la libertad. —Él mantuvo sus manos apretadas alrededor del volante, rechazando tenderle la mano, consolarla mientras cada instinto dentro de él le exigía que lo hiciese.
Se suponía que él protegía a su compañero. Lucharía sus batallas y la apreciaría. Y Dios sabía que él la apreciaba cada vez más. Infiernos, estaba tan enamorado de ella que actuaba más como un joven inmaduro que como una casta totalmente adulta. Ella era su otra mitad; el acoplamiento no le dejaría negarlo.
Llevarla al peligro no iba bien con él. Él sabía los problemas que ella afrontaría cuando aprendiese a construir los escudos que necesitaba. El dolor que soportaría al abrirse a las emociones que llenaban aquel cañón maldito.
Ella no era una casta; ella no tenía ninguno de los bloqueos naturales e instintivos para proteger su mente del horror que afrontaría.
Dejándolo entrar, ella lo experimentaría, igual que Mark y Aimee lo habían experimentado. Sabría de su dolor, de su horror y de sus muertes. Y, con suerte, del secreto de por qué ellos habían hecho el desafortunado viaje a Broken Butte en su busca sería revelado.
—La libertad sería agradable. —Su voz era reflexiva y pensativa cuando ella respondió a su comentario anterior—. Sería muy agradable.
Lo que ella no decía, él podía sentirlo. La libertad era la aventura. Esta era el alma del guerrero al dársele la posibilidad de luchar y de marcar la diferencia que había tenido muchas ganas de hacer. Ella no tendría ninguna otra opción, sólo luchar. Seguir adelante con el entrenamiento, si ellos sobrevivieran a esta misión, sería una necesidad. Él era un asesino. Él no capturaba a los científicos y Entrenadores que habían trabajado dentro del Consejo. Por lo que a él concernía, no había ningún rescate para la corrupción que los llenaba. Ellos eran animales enfermos. Y como tales criaturas salvajes, la única paz que el mundo conocería estaría en sus muertes.
Él flexionó sus hombros, sintiendo las cicatrices que entrecruzaban su espalda y que nunca había permitido que ----- viera. Las fustas usadas en los centros de formación y Laboratorios fueron creadas para mutilar y matar de los modos más dolorosos. Él había aprendido temprano a evitar aquel castigo a toda costa. Pero lo había aprendido a un doloroso precio.
—Iremos lentamente. —Él hizo la promesa contra su mejor juicio—. Podemos observar el cañón desde encima y ver lo que puedes recoger desde allí.
—Está demasiado lejos —dijo ella con pesar—. Conduzco por el cañón cuando voy de patrulla, buscando huellas de neumáticos o sensaciones de movimiento anterior. No puedo hacerlo desde la distancia; tendré que entrar en el cañón. Normalmente, el GPS recogería signos de vida, pero algo lo bloqueó en el barranco, de modo que dudo en confiar en ello ahora.
—Sí, lo noté. Mi Raider no los recogía tampoco. Aunque los bloqueos no estaban cuando el equipo pasó por el cañón.
—A menos que estuviera siendo usado desde otro punto. ¿Nos perdimos a uno de los coyotes? —Ella dio vuelta para contemplarlo, un ceño fruncido arrugaba su frente.
—Lo perdimos. —Él asintió, asegurándose que hubo un tercer coyote—. Por eso no confiaremos en el GPS en este viaje. Usaremos lo que Dios nos dio para sobrevivir, -----. —Él no podía dejarle hacer otra cosa—. No tenemos opción. Averiguamos ahora por qué ellos te quieren, y lo que mi gente hacía aquí. Y luego los eliminaremos.
Ory
La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
Capitulo quince
La ruta que tomaron al cañón era más larga que las demás, pero como ----- había prometido, el terreno herboso no cedía ninguna nube de polvo y las colinas y los pasos abrigados silenciaron el sonido del motor mientras se dirigían a la posición.
Esto no era un paseo fácil, y uno que estaba seguro que sólo el Raider o una motocicleta liviana todo terreno podían haber cruzado.
Antes del mediodía entraban en un bosquecillo escondido de árboles. Joseph detuvo el motor antes de dejar el vehículo. El borde del cañón estaba justo delante.
Joseph sacó los gemelos del asiento trasero y comenzó a contemplar el área mientras ----- miraba alrededor nerviosamente.
Él podía sentirla luchando por bajar los escudos que eran tan parte de ella y buscando cualquier enemigo escondido.
—¿Qué es lo que sientes? —Él siguió explorando con los gemelos; las capacidades termo dirigidas del equipo no podían ser bloqueadas. No había mucha fauna, pero hasta ahora ninguna de la variedad con dos piernas.
—Miedo —Su voz era plana y apretada.
—¿Cómo es de fuerte? —Dios, él odiaba esto. Él podía sentir su vacilación. Su rechazo instintivo de las emociones que trataban de bombardearla.
—Probablemente es el mío —contestó ella con derrota—. Yo preferiría afrontar los coyotes y a las balas a intentar esto.
—Vamos a movernos más cerca. No puedo descubrir ningún signo de vida escondido. Si ellos están aquí, están abajo.
Los coyotes no esperarían su llegada desde arriba. Esperarían que ellos tomaran el mismo trayecto en el cañón que ----- habría tomado en la patrulla.
—Hay varios caminos al cañón desde aquí. —Ella conservó su voz baja mientras poco a poco obligaba a los bloqueos mentales a retroceder.
No era fácil para ella. Él podía sentir la lucha que ella emprendía por dejarlos caer, por permitir que su sensible cerebro recogiera cualquiera de las emociones que se escapaban abajo del cañón. Ellas estaban allí; él podía sentirlos, como podía sentir la presencia de los coyotes.
—Nos quedaremos arriba por el momento. —Doblándose hacia abajo, ellos se movieron desde el refugio de los gruesos árboles, paralelamente a una masa de cantos rodados que parecían haber sido dejados caer como las canicas de un niniño a lo largo de la cumbre del cañón.
----- se movió a lo largo del borde de pinos gruesos, agradecida por la cobertura de matas mientras se acercaba al área donde habría sido más vulnerable durante la patrulla.
Ella no podía sentir la presencia de los coyotes. La oscura malevolencia que era parte de ellos y la sed de sangre estaban ausentes. Ella los localizaría ahora, sabía como se sentían y como era su olor.
Ella era consciente de Joseph moviéndose detrás de ella. El sentimiento de calma, el escudo que normalmente se extendía a ella no estaba allí ahora. Su ausencia hacía que su pulso se acelerara; el conocimiento que ella estaba mentalmente sola era casi espantoso.
Ella no podía sentir a los coyotes, pero los zarcillos de violencia que se extendían desde el suelo de cañón hacían que su pecho se apretase. Rabia. Miedo.
Ella aspiró bruscamente, luchando para permitirlo entrar, para tamizar la rabia y la cólera hasta el corazón de la emoción. Había siempre un corazón. Una razón conductora detrás del dolor. Pero a esta distancia sería casi imposible descubrir.
—Mark y Aimee habían estado aquí. Ellos sabían que los coyotes los seguían —dijo ella, su voz era áspera cuando ella lo sintió detrás suyo.
Él estaba tenso mientras la cubría. Los escudos que él había permitido que ella usara antes no estaban disponibles, pero había algo más, una unión, un sentimiento de energía que manaba de él a ella.
—Vamos a movernos hacia atrás, a abrirnos camino al suelo de cañón y ver si hay algo allí. Tal vez la distancia entre aquí y la entrada que ellos usaron es todavía demasiada.
Dios, ella podía sentirlos ya, aunque fuera distantemente. Las impresiones sombreadas de emoción apretaban su pecho mientras la pena aplastante, el hoyo sin fondo de rabia y dolor, la buscaban. ¿Por qué habían estado aquellas castas aquí? ¿Qué habían querido de ella?
Ellos retornaron silenciosamente. Cuando se acercaron al borde superior de los acantilados, ----- indicó el rastro escarpado que conducía al suelo de cañón. El camino que conducía entre los cantos rodados, pinos y múltiples matorrales. Esta no era la ruta más segura, pero era relativamente segura.
—Iré delante de ti. —Joseph hizo una pausa en lo alto del camino, echándole un vistazo hacia atrás, su mirada era más oscura y llena de la preocupación.
—¿Vas bien?
Ella asintió rígidamente. La caída de sus barreras, aunque fueran ineficaces, era todavía difícil. No era algo que estuviese acostumbrada a hacer, y su mente se rebelaba ante la posición vulnerable en la que ella se colocaba.
—¿Cómo aprendiste a usar tus escudos?, —le preguntó ella.
—La mayor parte de ello es instinto natural. Los animales tienen la capacidad de sentir la emoción, de sentir el peligro y de permanecer sin ser afectados por ello. Ellos saben que está allí. Mis capacidades son más fuertes que muchos de los otros felinos. Puedo dejar caer mis escudos y notar la emoción sin sentirla, pero no puedo recoger datos concretos. Puedo recoger el hecho que había muerte, dolor, rabia o peligro. Pero no puedo examinar cuidadosamente las emociones para alcanzar los secretos.
—¿Y qué te hace pensar que yo puedo? —Ella trató de regular su respiración, de contener el miedo que se extendía hacia ella y se movía por su consciencia.
—Observarte. —Él se detuvo en una extensión especialmente escarpada del camino antes de moverse en busca de un equilibrio más seguro—. Y el hecho de que puedo sentirte usando mis escudos. Es lógico que también pudieras usar mis capacidades y recoger más.
—Para aumentarlos. —Ella hizo una pausa cuando volvió la vista para mirarlo fijamente—. Tú vas a aumentar lo que ya está allí.
Ory
La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
Respira. Dentro. Fuera...
Ella podía manejarlo. Ella lo mataría más tarde, pero por el momento podía manejarlo. Hacer el trabajo; era la parte importante. El resto podía abordarlo más tarde.
—Estaré aquí contigo, -----. —Él se dio la vuelta, su expresión era calmada y casi en blanco—. Trabajaremos en ello juntos. Nos equilibraremos el uno al otro. Lo prometo.
Sus labios se apretaron mientras luchaba contra la amargura que pareció filtrarse por ella. Equilibrarse el uno al otro.
—Tú no sentirás lo que siento, Joseph. —La traición todavía picaba. El sentido de ser usado chamuscaba su alma—. Esto no es equilibrio.
—Ya verás. —Él se dio la vuelta y siguió abajo por el camino—. Explicarlo no tendría sentido, pero verás lo que quiero decir.
Contra más cerca se movían del suelo del cañón, más fuertes llegaban las impresiones. En este punto, esto no era rabia o muerte. Ella sintió la determinación y una sensación de objetivo.
Ella hizo una pausa en la amplia entrada, luchando todavía contra los temblores que pasaban por su cuerpo. Uno de los desafortunados efectos secundarios de sus capacidades era el hecho que ella no sólo sentía las emociones del acontecimiento extenderse hacia ella, sino también las vidas que las víctimas habían vivido. No claramente. No lo bastante para encontrar respuestas o entender completamente la oscuridad que llenaba su mente y llenaría más tarde sus sueños. Y la oscuridad dentro de las dos castas que habían muerto aquí había sido profunda.
Ella hizo una pausa sólo dentro de los acantilados crecientes, cerrando sus ojos y tratando de concentrarse. Ellos no habían estado asustados. Ellos se habían parado aquí, mirando fijamente en el cañón durante momentos largos, conscientes de algo Peligro….
—Ellos eran cazadores. —La voz de Joseph era suave—. Mark y Aimee fueron emparejados en los Laboratorios porque sus capacidades se complementaban el uno al otro. Mark era un tirador perfecto; Aimee estaba más en sintonía con las armas con lo que trabajaría mejor donde él estuviera. Ella tenía una afinidad por ellas. Ella era un rastreador excelente: él era un estratega. Sospechamos que eran compañeros, pero nunca avanzaron para verificarlo.
----- sintió que los dos habían estado cerca, aunque hubieran luchado para esconderlo. La pequeña distancia que ella sintió entre ellos no era un resultado de esa tentativa de esconder su obligación. Era un resultado de traiciones. Ellos se habían amado, pero aquel amor había sido estropeado horriblemente.
—Eran compañeros. —Ella frunció el ceño mientras examinaba cuidadosamente las impresiones. Ella podía sentir una obligación, y era fuerte.
Extraño, la información que podía encontrarse por las afueras de la violencia. Como si todo que lo que se había sentido hubiera sido salvado, impresionado sobre el área como la información en un disco duro.
Joseph. Él estaba de pie sólo detrás de ella, su ADN primitivo era un imán para las impresiones psíquicas.
—Concéntrate. —Su voz casi hipnotizaba—. Estoy aquí, -----. Sé lo que hay aquí con nosotros. Confía en mí para ayudarte.
Ella se movió despacio en al cañón, un paso cada vez, sintiendo la presencia de las dos castas mientras ella se abría camino entre los acantilados escarpados que se elevaban encima de ellos.
Mark había sido duro y feroz. Él había creído implícitamente en lo que ellos debían hacer allí. Aimee había estado menos segura. Ella no había estado asustada, sino bastante cautelosa. Ella podía sentir las cosas más fácilmente que su acompañante, su compañero.
----- inhaló bruscamente cuando ella se paró. Ella lo odiaba. Su interior se apretó de dolor, una sensación física para emparejar los excesos mentales mientras ella sintió que el espíritu de la mujer le tendía la mano.
Ella sintió la muerte.
—No puedo…—Ella gimió entonces, la desesperación se elevaba en su interior cuando sus manos fueron a su propio estómago.
—Tú no eres una parte de ello, -----. —Su voz estaba en su oído, sus manos agarraban sus caderas, sosteniéndola en pie cuando ella sabía que se habría caído—. Siente alrededor con tu mente, ahora mismo. —Su voz se endureció—. Mantén los ojos cerrados, cariño. Recuerda. Estás separada. Sepárate.
Separarse.
Sus manos se apretaron en su estómago cuando ella sintió el dolor que se elevaba en su alma.
—Ella estaba embarazada. —Ella quiso rizarse en una pelota, encontrar un agujero que pudiese esconderla y que le dejase abatirse.
No, no. Esta era Aimee. Aimee había querido esconderse.
—Ella estaba embarazada. —La voz de Joseph era baja, dolorida por la tristeza—. ¿Por qué estaba ella aquí, -----? ¿Por qué te buscaba ella? Ve más allá de Aimee. Hay un lugar más allá de las emociones, del dolor y donde está la verdad. ¿Qué quería ella?
¿Qué quería ella? Había tantas emociones que la derribaban, extendiéndose por ella. Examínalas cuidadosamente. Encuentra el núcleo. Había un núcleo.
—Venganza.
----- se puso rígida, jadeando por la fuerza del pensamiento. Aimee quería venganza.
—Mantén los ojos cerrados. —Joseph gruñó cuando estos se abrieron de golpe—. Cierra los ojos, -----. Concéntrate. Siente la fuerza que te presto, aprende a usarla y a seguir mirando. ¿Cuál es el núcleo, cariño?
Ella jadeaba. Ella podía sentir el brillo fino del sudor que cubría su cara, su cuello. Esto no era calor, esto era el frío tembloroso en su interior.
Venganza. La palabra susurró por su mente otra vez. Pero primero, ellos necesitaban la prueba. Aquí estaba la prueba. Ellos se moverían al otro lado de la curva y esperarían. El GPS del vehículo de Mark y Aimee había sido estropeado y la seguridad había sido activada.
—¿Los vehículos de las castas tienen la seguridad?, —preguntó ella, aturdida, pensando en la electrónica especial que bloqueaba signos de vida según la ley de vehículos de policía.
Él se puso rígido por la sorpresa
—No normalmente. —Su voz era severa ahora—. A veces, sólo cuando es autorizado.
Ella siguió buscando, desesperada por encontrar las respuestas aquí, ahora. Ella no sabía si podía seguir adelante, si podía obligarse a tirar en las emociones trastornadas que permanecían aquí. Ya su mente gritaba, exigiéndole que se le permitiese esconderse de las emociones que no eran suyas propias.
Las emociones eran más fuertes aquí de lo que lo habían estado en el barranco donde la pareja había muerto. Ellos habían descansado aquí dentro del refugio de este cañón. Se habían sostenido el uno al otro, se habían amado y habían aceptado que la batalla que ellos habían tomado podía no tener éxito.
----- sintió un debilitamiento. Sus rodillas temblaron, su pecho se sintió apretado con una necesidad del oxígeno que debería haber estado allí. Ella jadeaba; ¿seguramente ella no debería sentirse tan lacerada?
Detrás de sus ojos cerrados, chispas de luz explotaban ante su mirada, cambiando colores y chisporroteando de calor. Ella sintió una premonición de muerte, una batalla por hacer una llamada. Otra llamada. ¿Habían sido ellos engañados? Aimee había sentido el aumento de la traición en su cerebro, el sentimiento de peligro y de muerte.
Entonces, por las emociones en aumento, el conocimiento de peligro del otro, de la muerte del otro, vino un sentimiento de destino inminente más fuerte que las impresiones de estar a la espera. Sus ojos se abrieron de golpe cuando ella advirtió que estaban más cerca de la curva aguda que conducía al interior del cañón de lo que ella había advertido.
—Párate. —Ella silbó, clavando sus talones, contemplando la curva y congelando sus músculos. Su mente gritaba.
Él se paró. El tiempo se mantuvo inmóvil mientras ella luchaba por conseguir alguna clase de control. Por separarse.
—Hay alguien allí. —Ella podía sentirlo. Sabía que no estaban solos.
—Esto es la fuerza de tus capacidades. —Él comenzó a calmarla.
Ella sacudió su cabeza desesperadamente.
—Los siento. Ellos están allí.
—No lo siento. —Su voz era fría, analítica—. ¿Qué sientes, -----?
Su mano se cayó a su pistolera mientras ella soltaba el clip que sostenía la Glock en el lugar y permitía que esta cayera en su palma. Ella era consciente de Joseph haciendo lo mismo.
—¿Lo sientes? —le preguntó ella. ¿Amigo o enemigo? Ella no podía estar segura. Esto no era un coyote, ella lo sabía.
Ory
La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
Él la sacudió al lado, moviéndose a la base del acantilado, usando la arena y cantos rodados que llenaban el área como escudo. ------ luchó para cerrar de golpe las barreras en su mente hacia atrás en el lugar y casi gimiendo de dolor cuando rechazaron bajarse.
Como si, una vez levantadas, estuvieran para siempre fuera de su alcance.
—¿De qué se trata?, —preguntó ella. Quiso abrazar su cabeza en una tentativa de contener las sensaciones que todavía se precipitaban hacia ella. Quien esperaba al otro lado era frío, sin emoción. Ella sintió solamente su presencia.
—No castas. —La voz de Joseph no llegó más lejos de su oído—. Al menos dos.
—¿Quietos o en movimiento?
—A la espera. El olor no ha cambiado. Ellos saben que estamos aquí. ¿Qué sientes tú?
Ella sacudió su cabeza.
—Ninguna emoción. Sólo presencia.
Ella sintió más que oyó su irritación.
—Nos movemos hacia atrás a la cima del cañón. —Él gruñó en su oído—. De regreso al Raider.
Inmovilizándose, ----- mantuvo su mirada en la curva que conducía alrededor al otro lado del cañón. ¿Por qué esperan allí?
¿Qué buscaban ellos? Su mente estaba viva con emociones enroscándose que no tenían sentido y que ella no tenía tiempo para examinar cuidadosamente. Pero podía sentir las respuestas allí, sólo que fuera de alcance. Tanto Mark como Aimee, así como quien estuviera ahora al acecho.
Ellos definitivamente no eran coyotes, pensó ella mientras Joseph la empujaba de regreso a la seguridad del camino a la cima del cañón. Ella se quedó agachada, moviéndose entre los cantos rodados y refugiándose en los matorrales mientras se apresuraban hacia la cuesta empinada. El silencio era imperativo. Ella era consciente de la demanda silenciosa de Joseph, de como él la apoyaba cuando era necesario, protegiéndola en las áreas más suaves y conduciéndola a la tierra firme.
De abajo, ella podía sentir la paciencia y la vigilancia silenciosa. Quien estuviera allí sabía que ella y Joseph estaban también, o al menos sospechaban que girarían en aquella curva. Los estaban esperando.
Ella quiso gemir cuando el dolor chamuscó su mente. Le tomó cada onza de fuerza que poseía huir de regreso al camino y concentrarse en escalar en vez de acostarse y gemir de dolor.
Cuando se acercaban a la cumbre del acantilado, Joseph hizo una parada abrupta. Ella lo sintió entonces. Encima de ellos, esperando.
—Tú te quedas. —Él la empujó detrás del canto rodado que usaban como un escudo, dándose la vuelta para contemplarla, sus ojos ardiendo dorados por la furia—. Volveré a por ti.
Ella agarró su brazo, el desafío la llenaba. Ella había llegado lejos, y maldito si le iba a dejar protegerla ahora.
—Estaré detrás de ti —le dijo ella, con cuidado de mantener su voz baja—. Desde aquí podemos despegarnos y deslizarnos a lo largo del lado. Podemos movernos a la cumbre del acantilado con los cantos rodados más pequeños y los matorrales que cubren la entrada. Estaremos escondidos y a ambos lados de ellos.
Sus labios se aplanaron y una negativa inmediata destelló en sus ojos.
—Esto funcionará, Joseph —susurró ella—. No estamos tan lejos del Raider. ¿Puedes olerlos, verdad?
Él asintió brevemente.
—Sabrás donde están inmediatamente que lleguemos a la cumbre. Puedes hacerme señas y podemos sacarlos. Esta es la única forma. —Ella podía sentirlo. Su cerebro era una ciénaga de sensaciones e informaciones a las que ella no podía encontrar sentido, pero esto tenía sentido. Alguien les esperaba y posiblemente para pararlos.
—Luchamos juntos o no luchamos en absoluto —le dijo ella ferozmente—. No seré mimada.
—Estarás muerta si no haces cuando te diga —gruñó él—. Déjame comprobarlo primero.
----- lo miró furiosamente.
—Vamos entonces —dijo ella con frialdad, liberando su brazo y colocándose detrás contra el canto rodado mientras la cólera quemaba en su pecho.
—Me sentaré sólo aquí como una muchacha buena y te esperaré.
—Hazlo —gruñó él, asintiendo con la cabeza bruscamente—. Dame diez minutos. Si no me ves será que esto se pone peor y debes usar esto. —Él presionó un pequeño localizador en su mano.
—¿Y esto qué es?
—La señal va directamente a Jonas. Él vendrá pronto aquí en nuestra ayuda. Permanece escondida y pégale un tiro a cualquier cosa que se mueva de forma incorrecta. Estás bastante segura aquí mismo. —Él tocó su mejilla antes de dirigirle una sonrisa maliciosa—. Pero realmente tengo la intención de volver, cariño.
Él la agarró por la nuca presionando un rápido y fuerte beso en sus labios y luego se marchó.
Hijo de puta. Él trataba de protegerla. De los planes del malvado y el gran héroe felino cuidaba de la pequeña y débil mujer.
Ella resopló ante el pensamiento. No lo creía.
Uno.
Dos.
Tres.
Ella lo miró dirigirse a la izquierda, usando el saliente rocoso del acantilado para esconder su presencia.
Él era tranquilo, ella tenía que darle crédito por eso. Si ella no lo hubiera mirado moverse entre los matorrales y cantos rodados nunca habría sabido que él estaba allí.
Pero estaba bien y ella misma no estaba demasiado condenadamente mal.
Cuatro.
Cinco.
Seis.
Ahora.
Ory
La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
Él la sacudió al lado, moviéndose a la base del acantilado, usando la arena y cantos rodados que llenaban el área como escudo. ------ luchó para cerrar de golpe las barreras en su mente hacia atrás en el lugar y casi gimiendo de dolor cuando rechazaron bajarse.
Como si, una vez levantadas, estuvieran para siempre fuera de su alcance.
—¿De qué se trata?, —preguntó ella. Quiso abrazar su cabeza en una tentativa de contener las sensaciones que todavía se precipitaban hacia ella. Quien esperaba al otro lado era frío, sin emoción. Ella sintió solamente su presencia.
—No castas. —La voz de Joseph no llegó más lejos de su oído—. Al menos dos.
—¿Quietos o en movimiento?
—A la espera. El olor no ha cambiado. Ellos saben que estamos aquí. ¿Qué sientes tú?
Ella sacudió su cabeza.
—Ninguna emoción. Sólo presencia.
Ella sintió más que oyó su irritación.
—Nos movemos hacia atrás a la cima del cañón. —Él gruñó en su oído—. De regreso al Raider.
Inmovilizándose, ----- mantuvo su mirada en la curva que conducía alrededor al otro lado del cañón. ¿Por qué esperan allí?
¿Qué buscaban ellos? Su mente estaba viva con emociones enroscándose que no tenían sentido y que ella no tenía tiempo para examinar cuidadosamente. Pero podía sentir las respuestas allí, sólo que fuera de alcance. Tanto Mark como Aimee, así como quien estuviera ahora al acecho.
Ellos definitivamente no eran coyotes, pensó ella mientras Joseph la empujaba de regreso a la seguridad del camino a la cima del cañón. Ella se quedó agachada, moviéndose entre los cantos rodados y refugiándose en los matorrales mientras se apresuraban hacia la cuesta empinada. El silencio era imperativo. Ella era consciente de la demanda silenciosa de Joseph, de como él la apoyaba cuando era necesario, protegiéndola en las áreas más suaves y conduciéndola a la tierra firme.
De abajo, ella podía sentir la paciencia y la vigilancia silenciosa. Quien estuviera allí sabía que ella y Joseph estaban también, o al menos sospechaban que girarían en aquella curva. Los estaban esperando.
Ella quiso gemir cuando el dolor chamuscó su mente. Le tomó cada onza de fuerza que poseía huir de regreso al camino y concentrarse en escalar en vez de acostarse y gemir de dolor.
Cuando se acercaban a la cumbre del acantilado, Joseph hizo una parada abrupta. Ella lo sintió entonces. Encima de ellos, esperando.
—Tú te quedas. —Él la empujó detrás del canto rodado que usaban como un escudo, dándose la vuelta para contemplarla, sus ojos ardiendo dorados por la furia—. Volveré a por ti.
Ella agarró su brazo, el desafío la llenaba. Ella había llegado lejos, y maldito si le iba a dejar protegerla ahora.
—Estaré detrás de ti —le dijo ella, con cuidado de mantener su voz baja—. Desde aquí podemos despegarnos y deslizarnos a lo largo del lado. Podemos movernos a la cumbre del acantilado con los cantos rodados más pequeños y los matorrales que cubren la entrada. Estaremos escondidos y a ambos lados de ellos.
Sus labios se aplanaron y una negativa inmediata destelló en sus ojos.
—Esto funcionará, Joseph —susurró ella—. No estamos tan lejos del Raider. ¿Puedes olerlos, verdad?
Él asintió brevemente.
—Sabrás donde están inmediatamente que lleguemos a la cumbre. Puedes hacerme señas y podemos sacarlos. Esta es la única forma. —Ella podía sentirlo. Su cerebro era una ciénaga de sensaciones e informaciones a las que ella no podía encontrar sentido, pero esto tenía sentido. Alguien les esperaba y posiblemente para pararlos.
—Luchamos juntos o no luchamos en absoluto —le dijo ella ferozmente—. No seré mimada.
—Estarás muerta si no haces cuando te diga —gruñó él—. Déjame comprobarlo primero.
----- lo miró furiosamente.
—Vamos entonces —dijo ella con frialdad, liberando su brazo y colocándose detrás contra el canto rodado mientras la cólera quemaba en su pecho.
—Me sentaré sólo aquí como una muchacha buena y te esperaré.
—Hazlo —gruñó él, asintiendo con la cabeza bruscamente—. Dame diez minutos. Si no me ves será que esto se pone peor y debes usar esto. —Él presionó un pequeño localizador en su mano.
—¿Y esto qué es?
—La señal va directamente a Jonas. Él vendrá pronto aquí en nuestra ayuda. Permanece escondida y pégale un tiro a cualquier cosa que se mueva de forma incorrecta. Estás bastante segura aquí mismo. —Él tocó su mejilla antes de dirigirle una sonrisa maliciosa—. Pero realmente tengo la intención de volver, cariño.
Él la agarró por la nuca presionando un rápido y fuerte beso en sus labios y luego se marchó.
Hijo de puta. Él trataba de protegerla. De los planes del malvado y el gran héroe felino cuidaba de la pequeña y débil mujer.
Ella resopló ante el pensamiento. No lo creía.
Uno.
Dos.
Tres.
Ella lo miró dirigirse a la izquierda, usando el saliente rocoso del acantilado para esconder su presencia.
Él era tranquilo, ella tenía que darle crédito por eso. Si ella no lo hubiera mirado moverse entre los matorrales y cantos rodados nunca habría sabido que él estaba allí.
Pero estaba bien y ella misma no estaba demasiado condenadamente mal.
Cuatro.
Cinco.
Seis.
Ahora.
Ory
La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
Ella se alejó del canto rodado, deslizándose a la derecha, con cuidado de quedarse agachada mientras comenzaba a moverse por el lado del rastro en el ángulo contrario.
Por supuesto, él sabría lo que ella hacía; no había una posibilidad de que él no atrapase su rastro. Pero los de abajo, y quien esperase encima, no tendrían una pista. Ella conocía esta área como la palma de su mano, había jugado aquí siendo niña y cazado como adulta. Ella y Lance se habían entrenado en esta área con su padre y abuelo como profesores. Sabía quedarse escondida.
Apoyándose sobre su vientre, usó sus rodillas y codos para corretear a lo largo de la cuesta, quedándose agachada y moviéndose entre y alrededor de los matorrales y salientes pedregosos de la roca. Los caminos en la cuesta inclinada le hicieron difícil el quedarse a cubierto, pero su abuelo le había enseñado como mezclarse con el paisaje a su alrededor y a usar hasta la cobertura más insignificante con eficacia.
En unos minutos ella estaba al borde de la orilla, mirando con sus ojos y sintiendo con su mente mientras mantenía el arma equilibrada en su mano. Joseph se movía por los matorrales y hierba alta a varios cientos de yardas de ella y abriéndose camino al Raider.
Ella no podía verlo, pero podía sentirlo. Y chico, él estaba enfurecido.
Ahora era el momento de encontrar a sus observadores. Ella se concentró en la tierra a su alrededor, sus ojos explorando lo que se sintiera raro… poco natural y malo. El Raider estaba aparcado bajo los pinos en la distancia, escondido de la vista. Ellos estarían donde pudieran mirar el vehículo así como cualquier camino.
Allí.
Su mirada osciló a los pinos, levantándose y estrechándose mientras ella luchaba para atrapar la visión de algo extraño dentro de las ramas del árbol.
Una sonrisa tensa curvó sus labios cuando ella comenzó a moverse más rápido ahora, dirigiéndose hacia un punto entre el Raider y aquel árbol en particular mientras vigilaba el pequeño manchurrón modesto de color que casi se mezclaba perfectamente con el árbol.
Casi. Una vez que sabía donde mirar, eligiendo la sombra diferente de verde no era tan difícil. Fueran quienes fueran estaban bien entrenados.
Cuando ella se movió en la posición detrás de uno de los troncos de árbol gruesos entre el Raider y el observador, buscó detrás de ella, a su alrededor. No podía sentir nada, ningunos ojos en ella y ninguna conciencia hormigueante de un arma apuntaba en su dirección. Había más de uno, pero claramente no dentro de su ángulo de visión.
Moviéndose fácilmente, niveló su arma hacia el observador, viendo sólo lo bastante de su cuerpo camuflado para saber que, si tuviera que disparar, podría conseguirlo.
¿Ahora, dónde infiernos estaba Joseph?
Él iba a golpear su trasero
Joseph sofocó el gruñido en su garganta cuando agarró a ----- avanzando poco a poco a cubierto por los cantos rodados y abriéndose camino a la cumbre del cañón. Había al menos dos francotiradores escondiéndose en algún sitio en el campo y quizás más lejos delante.
No eran castas. Eran militares, o al menos militares entrenados. Fríos, eficientes y conscientes de que cualquier indirecta de emoción traicionaría sus posiciones. Él podía sentirlos, pero no podía seguir el camino de aquel conocimiento a su posición.
Ellos estaban en los pinos. Él hizo una pausa mientras se movía sobre el borde del cañón, mirando fijamente en los pinos que escondían el Raider de la vista. Ellos estarían en allí, con mayor probabilidad en los árboles en vez de en la tierra. El olor estaba demasiado diluido, difícil de seguir para que fueran accesibles. De modo que no dejara ningún lugar para ir sino arriba.
Mientras trazaba su camino por la hierba suavemente húmeda se mantenía cerca de los cantos rodados dispersos y la espesa vegetación. Él miró los árboles, estrechando sus ojos mientras buscaba cualquier signo de movimiento.
Ellos eran buenos. No se movían.
Él comprobó la posición de ----- y comenzó a empujarse más cerca. La posición ventajosa de los observadores desde encima les daba ventaja sobre él. Ellos podían mirar al Raider así como el campo y pegarle un tiro al ojo de un pájaro si cualquier cosa se movía.
Pero estaba bien. Él podía moverse lo bastante rápido, y una vez que el primer tiro sonase la posición de los observadores estaría comprometida. Apretando sus labios con furia renovada, él miró cuando ----- se movió rápidamente hacia la espesura de pino. Ella era buena. Y rápida. Él apenas podía verla mientras avanzaba lentamente sobre su vientre.
Él se movió de acuerdo con ella, vigilándola hasta que desapareció detrás de un tronco de árbol grueso y luego de otro.
Una vez bajo los pinos, ella estaba ligeramente a salvo. Pero eso no ayudaba mucho a sus nervios.
Él se movía más rápido ahora que ----- estaba bajo los pinos, atrayendo los olores atrapados dentro del claro mientras se abría camino al área. El Raider estaba quizás a cuarenta pies de distancia y bajo los árboles, al este. Esto le daba ----- un margen para conseguirlo, si el trato entero era un asco.
Maldita fuera, él iba a golpearle el trasero por hacer algo tan estúpido. Ella no estaba entrenada para luchar así. Su mente era demasiado sensible ahora mismo para ir en contra de contrincantes que estaban mejor entrenados y determinados en matar.
Allí estaba él. El primer observador estaba situado en la rama inferior de un árbol justo delante. La suela de sus botas lo traicionó cuando se movió. Un rifle estaba metido en las agujas de pino y su ojo oscuro centrado en el borde del cañón detrás de Joseph.
Excelente.
Él se movió en con cuidado, calibrando el salto a la rama y lo rápidamente que podía lanzar una alarma. Joseph sabía que tendría que ser rápido.
Él deslizó el cuchillo que llevaba en su pierna sin su vaina, el metal no hizo ningún sonido cuando salió del cuero que lo sostenía cómodamente en el lugar.
Terriblemente agudo y letal. Hizo una pausa cuando llegó dentro de la distancia de un tiro. ¿Herida o cuchillada? Maldición, lamentaba no saber, pero calibró sus posibilidades mientras se movía sigilosamente hacia él.
Girando el arma, equilibró la hoja en su mano antes de retirarse para realizar un tiro.
—No lo creo, casta.
Joseph se inmovilizó cuando sintió entonces un movimiento detrás suyo.
Hijo de puta.
Él levantó sus manos despacio, calculando el riesgo.
—Bonito cuchillo de aspecto agradable, cast…—La voz fue silenciada cuando Joseph sacó la hoja con una dura torsión de su muñeca y fue a tierra rodando rápidamente.
Girando, sacudió el rifle poderoso del soldado que jadeó antes de girarse y pegar un tiro en el pino. Dos abatidos.
Agachándose, corrió a los pinos y a -----.
El tiro rebotó alrededor del claro cuando el soldado cayó del pino de cabeza a tierra implacablemente.
La adrenalina se levantó por el cuerpo de ----- cuando el segundo tiro fue disparado. La sangre también comenzó a correr por su cuerpo y aumentó sus sentidos. La necesidad de acción se precipitó por ella como un tren en un curso de colisión con cada sueño que ella había imaginado alguna vez.
El instinto se activó, su mente se abrió y las sensaciones, impresiones e información inmediata se cerraron de golpe en él y se combinaron con el entusiasmo que se extendió por ella.
Ella sabía que los dos hombres caídos no eran los únicos, pero los demás estaban lo bastante lejos para darles a ella y Joseph una posibilidad. Ella esprintó de los árboles, corriendo con fuerza y rápido hacia el Raider, palpitando sus pies contra la tierra. La adrenalina le dio un estallido de velocidad y un torrente de fuerza que sólo había conocido las pocas veces en que había estado en una situación realmente peligrosa.
Ella lo amaba. Lo ansiaba. Vivía para esto.
Ella se deslizó contra el Raider segundos más tarde, abriendo la manija con sus huellas digitales registradas en la seguridad y la puerta se abrió en un vuelo. Brincando en el asiento, ella arrancó y dio marcha atrás con fuerza mientras cerraba de golpe la puerta y su mirada exploraba el área en busca de Joseph. Un destello de oro marrón delante hizo que sonrisa curvase sus labios cuando ella dio gas. Los neumáticos pesadamente acanalados mordieron en la tierra, disparándose hacia delante mientras se dirigía hacia Joseph. El fuego aporreaba la parte trasera del Raider cuando ella viró bruscamente para permitir que el vehículo interceptara los golpes.
Girando el volante rápidamente, el Raider disparó tierra y escombros cuando ella le alcanzó y abrió la puerta lateral de pasajeros justo a tiempo para que Joseph se lanzase adentro, las balas rociaron alrededor de ellos casi tocándolo.
—¿Cuántos? —Ella giró el volante otra vez, presionando el pedal a fondo y corriendo por los pinos mientras salía del claro.
—Tres —dijo sacando a la madre de todos los fusiles automáticos del asiento trasero, extrajo un cartucho de munición del bajo vientre antes de moverse en el asiento para encarar la espalda.
—Espera —gritó ella, vislumbrando los vehículos corriendo por la entrada hacia ellos.
Un Desert Dragoon pesadamente armado encabezaba la fila. Pequeño, amplio y compacto, construido para la velocidad y para manejarse en el terreno desértico, el Dragoon era fácilmente el mejor vehículo. Y además tenía armas. Muchas armas. Dos lanzadores de cohetes láser teledirigidos con cabezas termo dirigidas, una ametralladora de fácil manejo montada en la cima y hecha funcionar desde dentro del interior especialmente asegurado.
Y quienquiera que lo conducía sabía lo que hacía. Inmediatamente detrás estaban dos motocicletas armadas y listas que devoraban por completo el terreno.
—¡Bastardos! —Ella sacudió el volante, girando alrededor mientras él al instante calibraba la distancia entre ellos y el cañón. El Dragoon era bueno, condenadamente bueno, pero esto no reducía la distancia significativamente. Por eso Lance prefería en cambio los Raiders. Y para estar seguro, él había tratado de arreglar tanto el suyo como el de ----.
—Agárrate —gritó ella mientras las maldiciones de Joseph llenaban el aire.
—Dios, maldición, cómo nos encuentran tan jodidamente rápido —gruñó él.
----- se rió.
—Conseguí protegerte, cariño —gritó ella, pisando fuerte el gas y dirigiéndose hacia el cañón—. Aunque te repatee.
El cañón tenía casi ochocientas yardas de distancia, mucho espacio para ganar velocidad, sobre todo con el elevador de voltaje especial atado al bajo vientre del Raider. Ella abrió hueco entre los asientos mientras Joseph tiraba alrededor.
—Joder. -----. ¿Qué demonios haces? —El cañón era amplio; ella le dio crédito a su preocupación.
—Los Desert Dragoons no puede brincar por el acantilado —gritó ella hacia atrás—. Las motocicletas podrían seguirnos, pero perderemos los cohetes que lleva el Dragoon.
—¿Y tú piensas que los Raiders pueden brincar?, —gritó él incrédulamente—. Mierda santa. Golpearé tu trasero, -----. Te lo digo. Si sobrevivimos lo haré.
Su risa coincidió con la amenaza cuando ella comenzó a contar. Ella pasó el cien a mitad del camino. Cuatrocientos pies para irse. Su velocidad se elevaba rápido, pero no lo bastante rápido para brincar sin ayuda. Ella manoseó el interruptor del acelerador, mirando el velocímetro mientras pisaba a fondo el gas.
—Guía por láser activada. —El sistema de defensa automático del Raider estaba activado, advirtió la voz modulada de la computadora—. El tiroteo puede comenzar en tres pies.
Más de tres pies. Si ella no mantenía al Dragoon lo bastante lejos detrás de ella, entonces estarían fritos. Ella miró el cañón cercano rápidamente, calculó la distancia de aterrizaje y luego los dos segundos que llevaría alcanzar la cobertura de los árboles. Casi estaban allí.
Su dedo picó por golpear el acelerador cuando el cañón surgió más cerca.
Casi estaban allí.
—La guía por láser puede comenzar en dos pies.
El Dragoon adelantaba rápido, pero no podía ganar distancia. La maniobrabilidad era fácil, pero era pesado en armas por lo que ella vio.
Casi.
—La guía por láser puede comenzar en un pie.
Ella no se molestó en comprobar retrovisores. La velocidad llegaba a ciento veinte, casi, pero no bastante.
Sólo otro segundo. Otro segundo.
Cien pies. Cincuenta pies. Veinte. Ella dirigió el Raider hacia el saliente natural.
—Agárrate —Ella apretó el acelerador, su aliento salía con dificultad de su pecho cuando el Raider dio un acelerón en las pocas últimas yardas, golpeando la rampa de tierra y volando por el aire.
—¡Infiernos sí, cariño!, —gritó Joseph cuando el Raider saltó el cañón y cayó de golpe en segundos abajo a la tierra sólida, sacudiéndolos en sus asientos y activando el airbag en los cinturones de seguridad que los sostuvieron en sus asientos, previniendo posibles heridas en caso de un golpe tan repentino.
—Activación de cohete, ningún bloqueo —dijo mientras la computadora.
----- hizo que el Raider se apresurara hacia la cobertura de los árboles, girando el volante de manera brutal para evitar los gruesos troncos mientras se dirigían hacia abajo por la cuesta inclinada.
—Aquellas motocicletas están en nuestro trasero. Sus mini cohetes harán bastante daño. —Joseph disparó otra vez.
—Seguridad, libera la ventana y reten el campo de seguridad.
La amplia ventanilla trasera bajó mientras Joseph comenzaba a disparar.
----- activó el control que Joseph había programado días antes.
—Lance. ¿Lance, dónde estás? —Ella gritó la pregunta mientras luchaba contra el volante, saltando sobre rocas y más de un barranco profundo lleno de agua en su carrera por alcanzar la tierra llana abajo.
—Control, soy el agente Fields. Necesito un helicóptero en el aire cuanto antes. Repito, necesito un helicóptero en el aire, área de posición Seis quince, Sección A, dirigiéndome a Veinticuatro. Dos motos, fuego enemigo. Vuelvo, Control —gritó ----- en el comunicador mientras Joseph disparaba detrás de ellos.
—Joder, -----. —Lance gritaba en el comunicador en menos de un segundo, la furia que palpitaba en su voz trajo una sonrisa a su cara—. Los helicópteros despegan en tres segundos, destino seis quince, A. ¿Cuántos son?
—Dos motos, un Dragoon en el lado del norte del Paso de Casper, se acercan al paso veinticuatro, R. —Ella dijo el número que sospechaba que el Dragoon usaría para interceptarlos—. Las motos llevan fuego automático a bordo, el Dragoon lanzadores activados.
—Poneos a tiro, bastardos con cara chacal —gritaba Joseph mientras disparaba, su voz era salvaje y enfurecida.
—Tiempo estimado de llegada de los helicópteros para interceptar en tres minutos —gritó Lance, el sonido de su Raider gimiendo por el comunicador asegurándole que él se movía rápido hacia ellos—. Estoy a cinco minutos de tu punto de intercepción y el helicóptero B esta moviéndose delante de mí. No le pegues un tiro a los amigos, Dios maldición.
—Yo no, primito —gritó ella, girando el volante cuando el sonido vibrante y hueco de los disparos cerca del vulnerable puerto de seguridad exterior le advirtió que no jugaban con maniquís—. Quítame a estos bastardos de mi espalda. Ellos conocen mi debilidad, Lance.
—Moviéndonos, -----. Nos movemos. El Helicóptero B se acerca rápido —le informó John Briggins, el mejor piloto del departamento.
—¡Correcto! —Joseph gritó la nueva dirección.
----- giró el volante a la derecha, maldiciendo mientras el Raider se sacudía, lanzándose de golpe por delante de la ráfaga del mini cohete que explotó demasiado malditamente cerca.
—Fuego de cohete. Tenemos el fuego. Las motos están equipadas con cohetes de cercanía, busca el polvo.
Ella giró el volante, dominando el gas mientras ella y el Raider saltaban de la cuesta al terreno plano.
—Prepárate para la aceleración. —Ella golpeó el botón, rezando para sólo un poco más. Sólo la bastante velocidad para apartarlos de los cohetes de cercanía.
—Dirígete hacia el paso dos cero cuatro —pidió Briggins enérgicamente por el comunicador— Estamos a unos segundos de distancia. Aguanta.
—Hijos de puta. Hijos de perra. —Joseph maldecía furiosamente mientras rociaba de fuego la ventanilla trasera—. Esas motos tienen escudos de seguridad, -----. Dale gas. Dale gas.
—Gas dado —gritó Briggins. El acelerador estaba muerto.
—Aprieta ese pie hasta el suelo de mierda. Tenemos que acercarnos y preparamos para el fuego… vale. Vale.
Ella giró el volante, rabiando maldiciones mientras sentía el fuego del cohete. Demasiado cerca. Demasiado jodidamente cerca.
—Agárrate …—El cohete rozó el vehículo, golpeando al lado, la explosión que resultó lanzó al Raider por el aire, tirándolo, luego devolviéndolo a tierra con una fuerza hostil hasta el hueso haciéndole a ----- ver las estrellas.
El protocolo de impacto se activó, los airbags se extendieron de repente de los asientos tomando la fuerza del golpe y sosteniéndolos en sus asientos. Pero nada podía compensar la violencia o la sacudida.
El Raider aterrizó sobre su costado, los neumáticos giraron mientras ella oía un rugido. Rabia furiosa y animal. El sonido se repitió en su cabeza mientras el tiempo pareció reducir su velocidad, moviéndose con una calidad distante y etérea que le hacía difícil respirar.
Ella buscó desesperadamente el control de liberación de los asientos, gruñendo cuando el cinturón inflado disminuyó su apretón y la liberó dejándola contra el lado de pasajeros del vehículo.
El fuego todavía rabiaba mientras ella sacudía su cabeza, luchando para despejarla y sintiendo su arma.
Allí. Sus dedos se rizaron alrededor del puño mientras comenzaba a avanzar lentamente a la ventanilla trasera abierta. Joseph ya no estaba en su asiento; los cinturones de seguridad se habían desgarrado de sus amarraderos. Ella tenía que encontrar a Joseph.
¿Y quién demonios rugía?
Ella cayó de la ventana de jeep, su cara golpeó la tierra mientras sus sentidos luchaban por enderezarse. Una de las motocicletas estaba a su lado, el jinete se estiraba lánguidamente en tierra, su cuello girado en un ángulo raro. Ningún peligro allí.
Otro rugido partió el aire mientras el estable whap whap whap del helicóptero llegaba más cerca, arremolinando polvo y tierra en el aire cuando ella finalmente encontró a Joseph.
Sus ojos se desorbitaron. Él estaba ensangrentado, su camisa rota mientras luchaba cuerpo a cuerpo con el otro motorista. No es que hubiera mucha lucha allí. Mientras ella miraba con asombro, Joseph brincó, retorciéndose en el aire mientras un brazo iba al cuello del otro hombre y la palma de enfrente acunaba la gran cabeza. Un tirón rápido, y el hombre estaba muerto antes de que Joseph se pusiese en pie.
Su cabeza se volvió, sus labios se abrieron mientras otro rugido llenaba el aire y sus agudos incisivos destellaban a la luz del sol.
Ella luchó por ponerse en pie mientras la cabeza de Joseph bajaba y su mirada la encontraba automáticamente. El color dorado brilló en su cara bronceada, su expresión salvaje se deslizó por su conciencia mientras ella lo miraba, contemplando cuando él comenzó a andar con paso majestuoso y despacio hacia ella.
Peligroso. Primitivo. Él caminó a zancadas hacia ella, sudor, sangre y polvo brillando a través de su pecho desnudo, su pelo fluía a su alrededor y sus músculos ondulaban apretados.
Cuando él la alcanzó no la atrajo. Sus manos fueron a sus hombros, moviéndose ligeramente y sobre ella eficazmente cuando ella no se movió delante de él. Un segundo más tarde, obviamente tranquilizado de que ella estaba de una pieza, entonces la atrajo a sus brazos, bajó su cabeza a su hombro y la mordió.
Joder. Esta mierda de morder iba a tener que pararse.
Ella luchó en sus brazos, sólo apenas conscientes del zumbido de voces fuertes detrás de ella. Lance gritaba sobre su padre y con la primera pelea que ella había oído alguna vez entre ellos.
Él gruñía en su oído, el sonido era áspero y demasiado primitivo.
—Déjame ir, tú gruñiente y dentado hijo de puta —gruñó ella cuando él finalmente levantó su cabeza y una gota de sangre de ella se deslizó por sus labios.
La adrenalina se extendía por su cuerpo, la excitación en medio del triunfo, el éxito y el aplastante entusiasmo.
Y él tuvo que sacarse de encima la mierda alfa de "reclamar a su compañera". Ella no lo creía.
Antes de que ella fuera hasta consciente del pensamiento su brazo se echó hacia atrás, sus dedos se apretaron en un puño y fueron de golpe hacia su cara. Él se sacudió hacia atrás, pero no lo bastante rápido. Su puño conectó con su ojo, no tan fuerte como podía haber sido, después de todo, ella acababa de sacar un Raider del camino, no era exactamente cosa de coser y cantar. Pero lo bastante duro para que ella supiese que esto iba magullarla.
—Neandertal —le espetó ella cuando él la miró fijamente con sorpresa—. Saca esos dientes de vampiro de mi puñetero cuello antes de que te los haga extraer.
Ella sacudió su camisa sobre su hombro. Para ser justos, él la había mordido allí, no en su cuello. Pero ella no estaba de humor para ser justa. Ella miró fijamente alrededor y frunciendo el ceño se dirigió a los dos jinetes muertos.
Apoyando las manos en sus caderas, ella ignoró las incrédulas expresiones masculinas a su alrededor y se movió furiosamente,
—¿No podías dejarme ni siquiera uno, no podías, chico ronroneante? Sólo uno. ¿Era malditamente demasiado pedir?
Él aspiró despacio, fácilmente y luego asintió.
—Sí, pastelito. En este caso, uno habría sido demasiado. Considérate afortunada de que te dejé conducir. Lo prometo, esta será la última vez. —Si su expresión era algo para considerar, el paseo había sido tan salvaje para él como para ella.
El regocijo brilló en sus ojos con la misma fuerza que palpitó en sus venas.
Ella sonrió, una curva lenta y amplia de sus labios, antes de acercarse a los hombres silenciosos delante de ella.
—Hoy es un buen día. —Ella asintió con una risa—. Sí. Malditamente bueno. Ahora, donde está el jodido Dragoon…
Ory
Re: La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
dios esa chica en serio esta loca !
tienes que seguirla por favor!
tienes que seguirla por favor!
fernanda
Re: La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)
perdon por la demora pero los estudios me tenian re atrapada, ya mismo subo ;) ;)
Ory
La marca de ----- (Lora Leigh adaptada Joe y Tu)
CAPITULO 16
Ella parecía el condenado conejito que Joseph había visto en los viejos videos que solían mirar en los Laboratorios. ¿Cómo se llamaba?
¿La cosita con frufrú rosado con un tambor? ¿Algo que ver con una pila? ¿El Conejito de Duracell? Que dura y dura y dura… Ella lo mareaba. Infiernos, aquel golpe había estado malditamente cerca de revolverle los sesos, él no necesitaba un puñetazo en su cabeza para ayudarlo. Y añade a esto el hecho que hasta que ella había desaparecido en uno de los dormitorios con la doctora de las castas, Elyiana Morrey, ella había estado saltando a su alrededor como una alubia saltadora mejicana.
No es que él la culpara por golpearlo. Él todavía no entendía el mordisco que le había dado. La necesidad de hacerlo había sido tan primitiva, tan aplastante que él no había pensado siquiera en ignorarla. Él la había mordido, luego rápidamente había comenzado a lamer los dos pequeños pinchazos que había hecho en su hombro. Él la había marcado, y algún instinto primitivo había exigido que la obligase a rendirse a él, al menos de algún pequeño modo.
No es que ----- se rindiera jamás. Ella tenía una personalidad alfa tanto como él, lo que explicaba el puño que ella había usado contra él. Ella sabía lo que significaba aquel mordisco tanto como él. Una reclamación. Una tentativa de forzar de alguna medida el control sobre ella, aunque solo fuera, y de cerciorarse que era todavía suya. Que la hormona que los ligaba juntos seguía llenando su sistema, y le hacía sentir tanta hambre por él como la que tenía por la justicia y la aventura.
Ahora la medianoche había caído y todo que quería hacer era dormir alejando la presión en su cabeza. Inmediatamente después de que se deshiciera de la presión en su polla.
—Joseph, no pudimos encontrar al Dragoon. —Jonas salió al pórtico donde Joseph se tomaba una cerveza fría y tenía un palpitante dolor de cabeza.
Él empujó sus dedos por su pelo cansadamente mientras se sentaba encima de la perrera de ebonita que el perro mestizo de ----- había ocupado al principio cuando llegó a la casa. La cumbre de la azotea era bastante llana para sentarse en ella, el lado del techo lo suficientemente sesgado como para apoyar sus pies encima. Él apostaba que en el interior cabrían él y -----, sin mencionar aquel perro mestizo parecido a un lobo que ella llamaba su perro.
—¿Dónde infiernos escondes un Desert Dragoon? —Joseph sacudió su cabeza. Él conocía la tecnología que la comunidad de las castas poseía ahora. Podían encontrar la aguja en el proverbial pajar, ¿pero no podían encontrar un Dragoon pesadamente armado en medio de un puñetero desierto?
—Podría estar escondido en cualquiera de los cientos de cuevas y cavernas. —Jonas caminó más cerca, sus ojos de plata parecían condenadamente raros en la oscuridad. ¿Qué demonios era él, de todos modos? Él olía como un león, pero maldito si actuaba como uno.
—No me gusta esto, Jonas. Aquellos no eran coyotes, eran Fuerzas Especiales entrenados y algunos de los mejores contra los que he luchado. Tenían las armas y los vehículos en el lugar para una emboscada sin idea alguna de cuando nos dirigiríamos ahí. Sabían la ruta que tomaríamos y ----- jura que sólo su familia lo podía haberlo sabido. Y no puedo creer que Lance trataría de hacerle daño. De ninguna forma.
—Jacobs no está bajo sospecha. —Jonas confirmó sus propios pensamientos—. Aunque estoy de acuerdo con tu evaluación anterior. Algo más está pasando aquí y maldito si puedo entenderlo.
Ni él. Joseph había revisado la información hacia atrás y hacia delante y todavía no encontraba la respuesta. Habría sido más fácil matar a ----- de cien modos diferentes. ¿Por qué esperar? ¿Por qué el ataque en el cañón cuándo habría sido mucho más eficiente hacerlo allí? Era casi como si estuvieran siendo probados. Como si ----- estuviera siendo probada. ¿Pero para qué?
—Ella tiene que ir al santuario, Joseph. —La voz de Jonas era tranquila y firme—. Podría no sobrevivir al siguiente ataque.
Joseph apoyó sus codos en sus rodillas y miró fijamente el cristal oscuro de la botella que sostenía. El helijet estaba a una distancia corta de la casa. Mientras varios equipos de Felinos vigilaban silenciosos. Él podía sentirlos en la oscuridad, mirando la casa y a los que estaban dentro de ella.
Esto parecía el Santuario. Callan y su gente hacían todo lo posible por mantener en la montaña más un refugio que un complejo, pero la vigilancia lista de las castas en alarma podía sentirse en cualquier momento del día o noche. Nadie aflojaba, nadie olvidaba el hecho que el Consejo de Genética y las sociedades de Puristas que trabajaban contra ellos esperaban sólo la más leve rotura en su defensa.
Ory
La marca de ----- (Lora Leigh adaptada Joe y Tu)
Esto no era una prisión, pero maldito si él no se sentía como encerrado allí. Sería peor para -----. Él la vio hoy. Por primera vez en su vida ella había corrido precipitadamente y él realmente la había visto. Con sus ojos brillantes y el fuego feroz de batalla ardiendo en ellos. Ella vivía para la aventura. Amaba la lucha, la adrenalina corriendo y la victoria.
Como él lo hacía.
Y él había visto algo más, algo que él sólo había comprendido en las horas pasadas. ----- tenía realmente las barreras apropiadas, las que no dejaban pasar los efectos dañinos y permitían entrar la información. Ella las había usado por instinto hoy, corriendo a través de aquella montaña como una maldita temeraria, girando por instinto el volante y conduciendo libre de lo peor del fuego así como de los obstáculos naturales. Con formación ella podía aprender a usar aquellas barreras así como sus talentos con eficacia letal. Ella podía ser la compañera perfecta; sería la compañera perfecta. Pero nunca sobreviviría al Santuario.
Él levantó la cerveza, terminándola perezosamente antes de girar la botella entre sus dedos.
—Ella no irá — dijo él finalmente con suavidad.
—¿O tú no la dejarás?, —preguntó Jonas, su voz era oscura—. Ella morirá en este desierto, Joseph, y tú irás con ella. Déjale hacer su elección.
—¿Piensas que no la conozco, Jonas? —Él mantuvo baja su voz, controlando la cólera por que el otro hombre preguntase, y trató de recordarse que el trabajo de Jonas era el de proteger la comunidad de castas en conjunto. ----- era la compañera de Joseph. Capaz de alumbrar el futuro. Esto caería definitivamente bajo el título de protección.
—Pienso que tal vez no lo estudias detenidamente —dijo Jonas con cuidado.
Joseph sintió un pequeño chorro de diversión ante el comentario del otro hombre. Esta no era la primera vez que le habían acusado de tal cosa.
—Se lo preguntaré. —Él se lo debía.
Él manoseó la contusión en su ojo. Maldito, casi estaba demasiado asustado para no darle la opción. Incluso temblando sobre sus pies la mujer pegaba fuerte.
—No se lo preguntes a ella, Joseph —La voz de Jonas se endureció—. Recógela y pega su trasero y el tuyo en el helijet. Resolveremos esto de otra manera. Mantenla segura.
Joseph hizo rodar la botella entre sus manos antes de girar su cabeza y alzar la vista al otro hombre. ¿Era él egoísta? ¿Su propia necesidad de ser libre anulaba la necesidad de proteger a su compañera? ¿A su mujer?
—Joseph, ellos la matarán. —La voz de Jonas era más dura ahora, más decidida.
—Dije que se lo preguntaré. —Él se recostó contra la casa, mirando fijamente a la noche—. Tú no le dices a una mujer así que haga algo, Jonas —gruñó él—. Ella te cortaría las pelotas y te las tiraría a la cara.
Él sacudió su cabeza ante el pensamiento. Ella lo volvía loco, lo ponía tan cachondo que pensaba que se iba a morir, y lo calentaba. Que Dios le ayudase, ella lo calentaba en cada fragmento de su alma y él no se había dado cuenta hasta que aquel Raider de mierda había caído y aquellos bastardos de soldados habían abierto fuego contra el vehículo indefenso.
Él se había tirado sobre el primer motorista, rompiéndole el cuello antes de brincar a por el segundo. La rabia había hervido en su sangre y una neblina roja de furia diferente a cualquier cosa que había conocido le había asaltado.
Cuando mató el segundo, ella había salido de aquel maldito Raider, mirándolo fijamente y aturdida. Bamboleante sobre sus pies, pero viva. Y él la había mordido.
Él sacudió su cabeza con confusión cuando recordó la obligación primitiva. Esta se había levantado desde su tripa y barrido por su cuerpo y él había actuado. Sin pensarlo, sin remordimientos, su único instinto había debido cerrar sus dientes en su hombro vulnerable mientras las glándulas de su lengua derramaban su rica hormona en la herida.
—¿Qué sabes sobre el acoplamiento, Jonas? —Él tuvo que luchar para quedarse en calma, aunque la calma siempre fuera difícil de alcanzar, sin importar la situación—. ¿Por qué diablos sigo mordiéndola?
—Ven al Santuario y hablaremos de ello —sugirió Jonas normalmente.
El chantaje ostensible hizo que Joseph lo mirase con frialdad. Jonas era un bastardo manipulador y no había ninguna duda de eso. Pero Joseph no tenía ninguna intención de dejarle manipular a -----.
—Nunca hemos luchado, Jonas —reflexionó Joseph suavemente—. Hemos topado cabezas una vez o dos, pero nunca hemos estado realmente en desacuerdo. No lo estemos ahora.
La tensión se espesó entre ellos. Jonas era su supervisor. En su mayor parte, Joseph hacía su trabajo y estaba por lo general de acuerdo con Jonas en como debería hacerse. Hasta ahora.
—Dime lo que pasa, hombre. —El gruñido que retumbaba en su garganta era algo que él parecía hacer últimamente.
Algo que él hacía raramente antes. ----- no era una buena influencia para él.
—Y dímelo ahora.
Jonas suspiró ásperamente.
—No estamos seguros aún, Joseph. Hay todavía demasiado desconocido. La mordedura en el hombro permite a la hormona en el cuerpo del compañero ir más rápido. Es lo que sabemos. En este momento, esto es todo que sabemos. Pero los científicos del Consejo lo saben también. Ellos se mueren por ponerle las manos encima a la compañera de una casta. Y finalmente lo harán.
Ellos los probaban entonces. Los soldados que los atacaron eran del Consejo, Joseph no tenía duda alguna sobre esto. Pero ahora comenzaba a sospechar que la muerte de ----- no era todo lo que querían. Ellos sospecharían el acoplamiento; sería imposible no hacerlo si fueran conscientes de la posibilidad.
Intentaban ver si los compañeros eran más eficaces, si las capacidades de ----- eran más fuertes en su presencia y si ella podía ser usada contra él o viceversa. Este era el modo en el que trabajaba el Consejo de Genética. Investigaban cada fuerza y debilidad, probaban y torturaban hasta que los sujetos estaban muertos o sólo demasiado malditamente entumecidos para preocuparse de si vivían o no.
Lo que significaba que las apuestas se elevaban, así como el peligro.
Ory
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