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La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)

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La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh) - Página 2 Empty Re: La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh)

Mensaje por Ory Mar 16 Jul 2013, 6:16 pm

y se vienen muchos problemas mas para Joe y para la rayis.
ya le sigo
Ory
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La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh) - Página 2 Empty La marca de ----- (Lora Leigh adaptada Joe y Tu)

Mensaje por Ory Mar 16 Jul 2013, 6:17 pm

 
Capítulo tres

 

 

---- sabía que estaba en problemas. No era estúpida; no era obstinada sólo por serlo. Estaba aterrorizada, y ese miedo no iba dirigido a donde debería haber ido. No era el Consejo o de sus bestias de guerra lo que la aterrorizaba. Era su respuesta a una casta arrogante y demasiado segura de sí misma.

Ella lo quería. Y no tenía sentido. Había desistido hace años de los placeres físicos, prefiriendo no hacerlo antes que sufrir los pensamientos y emociones que manaban de sus compañeros durante el sexo. La tensión de ello por sí sola era lo bastante como para retirar a una mujer de cualquier orgasmo al que pudiera acercarse en ese momento.

Sin embargo su corazón corría, su carne se calentaba, los pliegues suaves entre sus muslos estaban sensibles, sensibles e hinchados por la necesidad. Y ella estaba mojada. Y no sólo del agua caliente que la cubría mientras entraba en el agua humeante de su bañera.

Su oído zumbaba, ardía. ----- tiró del lóbulo ofensor cuando ella se relajó en la bañera de enormes pies de garra, echando humo sobre la completa arrogancia de Joseph.

Ella odiaba a los hombres arrogantes. Y odiaba lo fácilmente que su cuerpo la traicionaba cuando Joseph estaba cerca. Un día. Ella lo conocía desde hacía un puñetero día, y su cuerpo pedía su toque a gritos.

Que el bastardo intentase moverse sobre ella. Ella le mostraría exactamente a qué velocidad podía disparar. Ella haría volar sus pelotas en el polvo.

El vapor del agua caliente la envolvió, empapando su carne para aliviar los dolores y malestares de las numerosas contusiones que lastimaban la parte superior de su cuerpo. Sus costillas parecían adornos de Navidad, raspones rojos, contusiones profundamente azules y rasguños múltiples que ardían como el infierno por la batalla de ayer.

Ella estaba muy furiosa y preocupada. La parte preocupada iba a mantenerla despierta un rato, lo sabía.

—Woof —El resuello suave de la mezcla de pastor/chow era una comodidad calmante. Esto también ayudó a separar sus pensamientos de una cierta Casta de León y volver al presente.

Mo-Jo había rechazado permitir que ella lo tocara cuando entró en el pórtico. Otra vez. Como si ayer no hubiera sido bastante. El olor de la Casta había sido una afrenta a su orgullo canino. O algo así.

Él había inhalado una vez y le había gruñido como si fuera el enemigo y fuera su trabajo eliminarla. Exponiendo los dientes malignos, agudos y absolutamente blancos de su boca, él le había hecho maravillarse de por qué ella incluso lo mantenía a su alrededor cuando le gruñó en respuesta. Ella se había ganado una mofa del perro cuando abrió la puerta y él empujó por delante de ella. Él se dejó caer en la abertura de aire acondicionado mientras ella se preparaba un bocado. Bien, le preparaba a él un bocado que él le permitía compartir.

Ahora él estaba en la puerta de cuarto de baño, mirándola con aquella confusa expresión perruna mientras ella despotricaba y rabiaba sobre las Castas de León durante los últimos treinta minutos. Era un buen perro cuando quería serlo.

—Mo-Jo, ve y tráeme una cerveza. —Suspiró caprichosamente mientras le echaba un vistazo, deseando que fuera un poco menos temperamental y obstinado. Si no lo hubiera sido, aquella escuela para mascotas obstinadas podía haber funcionado para él. Él habría sabido ir a buscarle una cerveza fría al instante.

En cambio, inclinó su cabeza y levantó su nariz desdeñosamente, como si ella le hubiera pedido hacer algo desagradable.

Ella se recordó no compartir la siguiente cerveza con él.

—Debe ser una cosa animal —refunfuñó ella, pensando en la expresión de Joseph cuando ella se había referido burlonamente el día antes a él como Gato con Botas. Esto trajo una sonrisa a su cara. El ultraje masculino puro se había reflejado en su expresión.

Un tanto para el agente femenino; ella anotó mentalmente en el marcador invisible de la vida. Ella se merecía aquella señal después de la sorpresa que él había intentado darle hoy.

¿Mudarse aquí con ella? Ella no lo creía.

Mo-Jo dio un suspiro cuando ella le echó un vistazo, sus ojos marrones grandes y soñolientos mientras disfrutaba de la frescura controlada del clima de la casa. La temperatura fuera había alcanzado cien, y aunque él sobreviviera bien en las temperaturas más altas todavía lo prefería estar dentro.

—¿Estás en la abertura otra vez, Mo-Jo? —preguntó, bastante malditamente soñolienta ahora cuando notó la posición de su cuerpo.

Él le dio un gruñido desinteresado.

—Un día de éstos, voy a entregarte como parte del pago para un caniche —bostezó ella.

O un león. Ella gruñó ante la imagen que de repente apareció en su imaginación. Seis con cuatro. Él tenía que ser de seis con cuatro.

La altura era su debilidad en un hombre. La altura y aquellos hombros amplios y fuertes, y el pelo castaño dorado grueso y largo. Amplias manos. Botas. Él había llevado puestas botas y vaqueros y una camiseta negra que se estiraba a través de aquel pecho extraordinariamente amplio como el material se estiraba alrededor de los bíceps protuberantes de sus brazos.

Los vaqueros cómodos habían abrazado aquellas piernas poderosas y largas, acunando un bulto impresionante que ella se había asegurado de comprobar cuando pretendió apuntarle allí ayer en la comisaría de policía. Había sido impresionante hoy.

No es que ella hubiera disparado. No allí, de todos modos. Algunas cosas era un delito destruirlas, y si aquel bulto era alguna indicación, esa era carne masculina de primera.

El pensamiento le hizo la boca agua y un gemido tembló en sus labios. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que realmente había tenido sexo?

—Él estaba bien, Mo-Jo —suspiró ella entonces—. Realmente bien, y él lo sabía. Maldito gato.

Eso era un asco.

No es que ella tuviera algo personal contra las castas. Infiernos, incluso había hecho campaña a favor de la ley de derechos Humano-casta cuando esta se había presentado el año anterior. No tenía prejuicios. Sólo era cautelosa. Eso era todo.

Él era salvaje e indómito. Ella podía verlo en su sonrisa despreocupada y en la brillantez de sus ojos de ámbar oscuros. Él era un heroinómano de la adrenalina, no del tipo hogareño, o la casta de "felizmente por siempre y jamás". Él podía, si ella le dejaba, romperle el corazón.

Pero él le había dejado luchar. Por una vez en su vida ella había sido capaz de unirse a la acción. Ella había combatido personalmente a los tipos malos y había ganado.

El torrente de placer que la bañó ante aquel pensamiento era casi sexual. Ella se había entrenado para este trabajo la mayor parte de su vida. Había luchado por ello sólo para hacer que su maldición sacara su fea cabeza.

Sus capacidades empáticas se habían mostrado durante su último año de la escuela secundaria, y sólo se habían hecho constantemente peores.

Hasta el punto de que el trabajo de campo con el que había soñado ahora le era negado. Ella era un riesgo para un equipo. Y para sí misma. Contra más fuerte fueran las emociones de las personas a su alrededor, peor parecían afectarla.

—Tal vez debería haber trabajado en una guardería —suspiró ella con una mueca antes de gemir con derrota. El trabajo diurno no habría significado nada en absoluto.

Ella se movió en el agua, suspirando mientras el líquido caliente acariciaba su cuerpo sensible.

—Woof —Su cabeza se sacudió alrededor cuando Mo-Jo se puso rápidamente en pie, dándose la vuelta hacia la puerta mientras la miraba con recelo.

Él podía haber suspendido en cortesía en aquella cara escuela canina, pero había tenido una nota excelente en la formación defensiva/protectora. Y lo que él mostraba ahora era una agresión masculina pura. Su territorio estaba siendo invadido.

La parte más aterradora era que ella no podía sentirlo. Cuando trató de sentir una presencia, todo que sintió fue frío, un espacio muerto.

Castas de coyote. Tenían que serlo. Podía no ser capaz de sentir las emociones de Joseph, pero habría reconocido su calor y comodidad tendiéndole la mano. El único momento en que no había sentido nada, ni siquiera ecos de conciencia, había sido ayer cuando ella miró fijamente en aquellos ojos de la casta de coyote. Ella los había sentido justo antes de que atacaran. El mal y la malevolencia.

Mierda. Mierda. No necesitaba esto. No podía permitirse que Joseph tuviese razón. Maldición.
Ory
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La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh) - Página 2 Empty La marca de ----- (Lora Leigh adaptada Joe y Tu)

Mensaje por Ory Mar 16 Jul 2013, 6:21 pm

 ----- salió silenciosamente del agua, agarrando la larga y delgada bata de seda que colgaba en la pared y poniéndosela rápidamente. Después vino el arma que había dejado tirada en la superficie de la cómoda. Una pistola Glock del calibre 22 era un poco pesada en su mano, pero cómoda y segura. La Glock era un poco anticuada, pero fiable. Le gustaba lo fiable.
Y el cargador estaba lleno y listo para disparar.

Mo-Jo estaba en la posición de acecho en la puerta, su cuerpo tenso por la necesidad de atacar a quien invadía su autoproclamado territorio.

Una cosa que la escuela canina le había enseñado era como defender a ----- y su casa. Una de las razones por las que ella mantenía al saco peludo de malas pulgas. Esto, y el hecho de que en secreto lo adoraba. Sobre todo ahora.

Siguiendo sus señales corporales, ella agarró el picaporte y abrió la puerta despacio, permitiéndole moverse por la entrada delante mientras lo seguía silenciosamente. Ella mantuvo el arma apoyada en su hombro, su mano de enfrente agarrando la muñeca que lo sostenía mientras se movió a su dormitorio.

Mo-Jo estaba en la puerta ahora, silencioso, casi temblando.

Ella giró el picaporte con cuidado, abriéndolo despacio mientras Mo-Jo comenzó a obligarla a abrirla más para permitir más libertad a su cuerpo.

----- era más cautelosa. Ella echó una ojeada alrededor del umbral de la puerta, bajando el arma y tirando del seguro mientras contemplaba el vestíbulo silencioso. Mo-Jo, en la escalera, se puso en cuclillas, preparado, esperándola.

Ella se movía silenciosamente hacia él cuando él de repente se volvió, con una mirada de cálculo canino en su cara cuando miró fijamente hacia atrás. Ella no podía oír nada, ni el chillido de un entarimado o un susurro. Pero lo sintió.

Malicia. Mal. Como había sucedido en el barranco. Como si la energía destructiva de los Coyotes fuera a la deriva en el mismo aire.

Estas no eran emociones. Ningún miedo, esperanzas o sueños. Sólo una intención fría y mortal en vez de un espacio muerto. Esto la envolvió, apretándose en su garganta y su pecho hasta que la obligó a regular su respiración y sellar el miedo. Ellos estaban más cerca, en su casa, moviéndose dentro para el asesinato. Ella lo sintió, como lo había sentido en el barranco.

Ella dio marcha atrás, mirando cuando el perro la siguió. Si Mo-Jo no quería abordar a quien estuviese abajo, maldito si ella iba a hacerlo.

Chasqueó sus dedos a la puerta de dormitorio, mandando al animal seguirla. Ellos se movieron rápidamente de regreso al cuarto. Cerrando silenciosamente con llave la puerta corrió a la ventana, la abrió y resbaló sobre el alféizar a la azotea del pórtico.

Mo-Jo la siguió cuando ella cerró la ventana y se movió hacia atrás un instante antes de que el fuego que arruinaba la puerta de su dormitorio y el sonido de madera astillándose hiciese saltar a Mo-Jo de la azotea del pórtico al cajón de arena densamente acolchado que ella mantenía para él.

----- lo siguió rápidamente, aterrizando con fuerza y maldiciendo silenciosamente ante el impacto de la tierra en su cuerpo magullado.

—Voy a matarlos —refunfuñó ella mientras se ponía en pie y corría al frente de la casa, detrás de su furioso perro cuando él corrió a la puerta principal abierta. No había ningún vehículo en el paseo; la cerradura había sido abierta con láser. Quien estuviese allí sabía condenadamente bien lo que hacía.

Ella se deslizó en la cocina mientras Mo-Jo se movía para colocarse en la entrada al vestíbulo corto que conducía a la escalera. Cuando él se movía, ella se movía, hasta que estuvieron bajo la escalera, silenciosos y esperando.

—La hembra estaba aquí. El agua está todavía caliente. Ella salió por la ventana.

Ella se puso de cuclillas cerca de Mo-Jo.

—Todo que huelo es a ese perro apestoso —gruñó otra voz—. La gente debería aprender a bañar a sus puñeteros animales.

Ellos estaban en lo alto de la escalera. ----- estrechó sus ojos, sus dedos apretaron la gorguera de Mo-Jo mientras esperaba.

Sí, su olor de perro mestizo no siempre era fácil, pero él estaba a punto de mostrarles exactamente a estos bastardos por qué se había rendido con ello.

Ellos bajaban. Sus dedos se apretaron. Esperando. Todo lo que tenía que hacer era esperar. Mo-Jo los sorprendería y ella se los cargaría. Simple. Fácil.

—Fuera. —El gruñido animal hizo que los pelos de la nuca se erizaran por la alarma—. Ella está a un paso. La agarraremos.

Ellos bajaron la escalera, casi silenciosos en su búsqueda de ella. Ella liberó la gorguera de Mo-Jo y esperó que él hiciera el primer movimiento.

Cuando lo hizo salió gruñendo cuando ellos aterrizaron, mientras ----- rodaba a través del suelo, tumbándose y disparando. Ella se cargó al primer intruso con un golpe mortal en el pecho mientras Mo-Jo derribaba al otro hombre. Poniéndose en pie precipitadamente, corrió a la pelea para dar una patada al arma del atacante a través del suelo.

—Jo. ¡Muévete!, —gritó ella cuando vio el destello de un cuchillo dirigirse hacia el vientre expuesto del perro. Ella no podía conseguir un tiro claro, pero no tuvo que hacerlo. Giró la cabeza cuando los colmillos malignos y agudos rasgaron la garganta del Coyote apenas nada más que un aliento antes de que el cuchillo tocara la carne vulnerable.

Mo-Jo no era un animal ordenado. La sangre salpicó alrededor de ella cuando él sacudió el cuello del atacante brutalmente antes de dejarle ir y brincar protectoramente.

Ella cayó en un montón sorprendido, rodando sobre su estómago y levantándose con su arma apuntada a la puerta. El perro hizo una ronda de gruñidos. Ladró furiosamente cuando Lance y Joseph se detuvieron sobresaltados en la entrada.

—¡Joder! —Lance contempló la escena, su expresión estaba en blanco cuando él parpadeó ante la vista.

—¿De dónde has salido?, —le espetó ella parpadeando con sorpresa.

—Llegamos cuando sonaron los disparos. —Lance sacudió su cabeza mientras Mo-Jo gruñía en advertencia.

—Abajo, Mo-Jo. —----- se dejó caer a sus pies, con un gemido de dolor cuando su cuerpo de repente comenzó a protestar por el abuso adicional—. Abajo.

Los dos hombres contemplaron los cadáveres en el pie de la escalera. Lance sacudió su cabeza con asombro cuando Joseph se volvió para contemplarla, sus cejas se levantaban indagadoras.

—Espero que tengas un buen servicio de la limpieza. — Joseph arrastró las palabras cuando se apoyó contra el umbral de la puerta—. La sangre mancha la vieja madera muy rápido, -----. Podrías querer adelantarte y llamarlos.

Un estallido agudo de risa salió sus labios, no histérica, pero no exactamente calmada, cuando ella contempló el lío.

La sangre se acumulaba alrededor de los cuerpos, el hedor de muerte era casi aplastante en el área cerrada de la casa.

—Este apesta. —Ella sintió sus rodillas doblándose cuando se levantó y se movió rápidamente a los peldaños—. Son castas.

Ella se sentó.

—Coyotes. ¡Dios, maldición, -----! Te lo advertimos. ¿No te lo advertimos?

La furia de Lance llenó de golpe el aire alrededor de ella, pero esta vez esto no la tocó, no asaltó su mente. En cambio, esa aura de estabilidad tranquila se extendió de Joseph y la envolvió.

Ella miró a-----. Él se apartó despacio del umbral de la puerta, con cuidado de evitar la sangre mientras se inclinaba al lado del hombre al que ella había pegado un tiro y levantaba un labio con cautela.

—Coyote —estuvo de acuerdo él.

Joseph hizo lo mismo con el otro antes de sacar el teléfono móvil de su cinturón y presionar un botón rápidamente.

—Tenemos dos más. Área Cuatro B, residencia de ----- Fields. Mueve el culo hasta aquí.

----- se volvió a Lance con entumecida confusión.

—¿Vas a llamar por esto?

Él la miró fijamente, su expresión era lívida.

—¡Infiernos no!, —espetó él —. Pueden quedarse con esto también. No necesitamos noticias como esta golpeando las calles de la ciudad. —Él limpió las manos sobre su cara antes de contemplarla preocupadamente—. ¿Estás bien?

—Estoy bien —suspiró ella antes de levantar sus ojos para contemplar el perro. Él gemía en la entrada, tumbado, mirándola con ojos marrones miserables. No se movió.

—Mo-Jo, ven aquí.

Él no intentó moverse, sólo gimió miserablemente.

—¡Oh no! —Ella luchó para ponerse de pie mientras Joseph se giraba hacia el animal—. No lo toques, te arrancará la cara —le advirtió a la casta cuando él se movió para comprobar al animal—. Lance, llama a Papá. El coyote tenía un cuchillo.

Evidentemente el atacante había logrado conseguir un golpe después de todo.

—¿Estás loca? —Lance se puso rígido con rechazo—. Nos encargaremos de él. Si el Tío David lo ve, -----, te sacudirá tan rápido que nuestras cabezas darán vueltas.

—Sólo tienes miedo de que te golpee —disparó ella.

—Sigue pensando eso —gruñó él con frustración.

Ella le dirigió una mirada furiosa mientras descolgaba el teléfono de la pared y se arrodillaba al lado de Mo-Jo. Apretó el marcado rápido.

—-----. Papá y el Abuelo están en camino. ¿Estás bien? —La voz de su madre estaba frenética mientras Megan inspeccionaba el tajo profundo a lo largo del bajo vientre de Mo-Jo.

Su madre, bendito fuera su corazón, siempre sabía cuando sus niños estaban en problemas aun cuando sus capacidades empáticas no eran tan fuertes como las de su hija.

—Estoy bien, Mamá. Sólo le han hecho daño a Jo. —Ella se levantó, sacando un paño para los platos del armario para aplicar presión a la herida.

Inclinándose cerca del animal, acunó su cabeza cuando el bajón de adrenalina comenzó a dejarla débil.

—Estará bien hasta que ellos lleguen aquí.

—¿Estás segura? —No engañó a su madre. Ella había estado esperando la llamada de -----, prueba de que su padre y abuelo habían dejado la casa a toda velocidad.

Su abuelo habría sabido también que algo iba mal. Él decía que los vientos le hablaban de ella. Ella sacudió su cabeza ante el pensamiento. La empatía corría en el lado de su abuela. Ella nunca había estado segura de lo que corría por el de su abuelo, pero ----- sabía que era tan poderoso como los talentos que ella poseía, si no más.

—Estoy segura, Mamá. Te quiero pero ahora me tengo que ir.

Ella desconectó el teléfono antes de alzar la vista a Joseph.

Él la miraba con preocupación, y ella advirtió que definitivamente iba a tenerlo que aguantar. Lance no dejaría a este pequeño giro de los acontecimientos sin tener un golpe, o al menos sin llamar la maldita familia entera.

—Sabes, Joseph , realmente no vamos a llevarnos bien. De hecho, no creo ni que vayas a gustarme.

Ella se dio la vuelta y se alejó de él antes de que él pudiera hablar, el sonido de un vehículo entrando en el paseo llamó su atención. Ella se movió a la puerta trasera, dando un suspiro de alivio cuando su padre y abuelo salieron rápidamente del camión y se dirigieron hacia la casa.

—¿Estás bien, -----? —Su padre la abrazó con fuerza.

—Estoy bien. Aunque Mo-Jo ha caído. Recibió una cuchillada en su bajo vientre. —Ella temblaba, tratando de evitar la mirada de su padre y la preocupación que siempre la hacía sentirse sofocada.

Su padre estaba vestido en sus acostumbrados vaqueros, pero llevaba puesta una camisa de etiqueta y el lazo de cuerda de plata, indicando que había estado disponiéndose a salir esa tarde. Su grueso pelo negro estaba salpicado de color gris, sus ojos oscuros con fuerza y sondeando mientras se movía por la cocina a la entrada de pasillo y le echaba un vistazo a Lance.

—Parece bastante profundo, Papá —suspiró ella, contemplando a su abuelo con derrota cuando ella le dejó ayudarle y conducirla a una silla de cocina.

—Tío Dave, te presento a Joseph Arness. —Ella oyó el murmullo de Lance en el pasillo.
Ella era consciente de que Joseph la miraba, su cabeza estaba inclinada, fijándose en cada movimiento, cada expresión, mientras miraba la escena ante él. Pero había más, esa calma que era tan parte de él la envolvía también, abrigándola. Una chica podría acostumbrarse a esto. Acostumbrarse demasiado. Sería un asco cuando se fuese otra vez
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La marca de ----- joe y tu (Lora Leigh) - Página 2 Empty La marca de ----- (Lora Leigh adaptada Joe y Tu)

Mensaje por Ory Mar 16 Jul 2013, 6:23 pm

 Sus ojos preguntaban, casi aturdidos, cuando su abuelo, encorvado por la edad y agitando sus articulaciones tiesas la acarició en el hombro.
—Quédate quieta, pequeña guerrera. Te prepararé té. —Su voz estaba llena de preocupación, su expresión lindaba con la inquietud.

—Café.

—Té — hablaron firmemente su padre y abuelo.

Ella hizo una mueca. El té no tendría ni cafeína.

A pesar de su calma ella sintió el miedo. No lo apreció, por suerte. Pero lo sintió espesando el aire a su alrededor.

—¿Qué pasó aquí, Lance? —Su padre estaba inclinado sobre Mo-Jo, un pequeño bolso médico negro a su lado mientras comprobaba la herida.

—¿Por qué se lo preguntas? Él no estaba aquí. —Ella odió el cuidado protector que podía sentir abrigarse a su alrededor. ¿Por qué no acabar trayéndose a su madre junto con ellos? Esto habría acabado de envolverla entre algodones satisfactoriamente.

Su padre le echó un vistazo, y durante un segundo ella vislumbró una furia y un miedo que sabía que no debería haberla impresionado. Sin embargo esto lo hizo, porque ella sólo lo sintió, no lo apreció. Esto se extendía sobre ella en cegadoras ondas o tomaba su aliento. Ella también notó que Joseph se le había acercado, haciendo más fácil para ella extender aquel escudo a su alrededor.

—Porque atiendo una herida de tu animal que podía haberte sido infligida a ti. —Él no intentó hablar bruscamente, pero ella podía sentir la cólera que vibraba de él—. No sé si mis nervios pueden soportar oír un informe de ti, hija.

Sus hombros se inclinaron. Maldición ¿Cómo combatías esa clase del amor?

—No sé lo que pasó, Tío — contestó finalmente Lance—. Yo traía a Joseph Arness aquí para hablar con ella. Entramos cuando Mo-Jo arrancaba una garganta.

—¿Y qué hay de ayer?, —preguntó su abuelo entonces—. Los vientos soplaron por la tierra con una advertencia, su nombre resonaba en la brisa.

----- quiso gemir.

—Vosotros me sofocáis.

Joseph no se apoyó contra la pared, mirando todo esto, nunca hablando. Atractivo y silencioso. Bien, entonces había unas cosas que iban por él.

—Acostúmbrate a ello. —La voz de su padre no toleraba ninguna respuesta negativa—. Hasta que yo deje este mundo, tú eres todavía mi hija y todavía bajo mi protección.

—Protege a Lance. —Ella agitó su mano hacia su primo que sonreía con satisfacción—. Él está en más peligro que yo si me sigue cabreando. Comparte el amor, Papá.

Su padre sólo resopló mientras aplicaba una gruesa capa de reparador de piel al bajo vientre Mo-Jo.

—El perro estará bien. —Él cerró la botella del látex simulador de piel y la devolvió a su bolso—. La herida no era demasiado profunda; sólo es un rasguño grande. —Él acarició la cabeza del perro antes de llenar una jeringuilla e inyectarla en el músculo del hombro grueso—. Ahí va, algo para aliviar el dolor. Estará como nuevo en unos días. Lo llevaremos a la clínica y le pondremos algunos antibióticos para estar seguros.

Al mismo tiempo, su abuelo puso el té y galletas de jengibre delante de ella. Ella todavía podía oler la muerte a su alrededor. No había ningún modo en que pudiese comer.

—Tu azúcar en sangre está bajo, Nieta. Come también. —Él caminó arrastrando los pies alrededor de la mesa y, por supuesto, puso el café para todos los demás. A veces, ella lamentaba no fumar. Si alguna situación requería un cigarrillo, era ésta.

—Tiempo de explicaciones. —Su padre se levantó, su amplio cuerpo tenso, su cara bruscamente tallada que emparejaba la cólera en sus ojos cuando se encontraron con la mirada fija de Joseph. —¿Quién demonios es usted y qué tiene que ver con esto?

Joseph se puso rígido.

—Basta, David. —Su abuelo vino al rescate. Ella esperó—. Venga, todos vosotros, sentaos en la mesa de ----- y hablad con respeto en su presencia. Ella se ha defendido bien hoy. Ha hecho lo que ningún hombre podía haber hecho por ella, y ha satisfecho su alma de guerrero en su propia protección. Es el momento de celebrar, no de reprobarla a ella o aquellos que la defienden.

El orgullo de su abuelo por ella nunca fracasaba en llenarla de calor.

Su padre le dirigió una mirada descontenta.

—David… marido de mi hija —suspiró él—. Siento tu preocupación como si fuera la mía. Pero te lo he advertido, su destino no es como tú lo querrías.

Tiempo de discusiones. ----- sabía que si no cambiaba de tema rápidamente entonces su padre y su abuelo terminarían por luchar otra vez.

—Alguien tiene que limpiar el lío —suspiró ella, apartando las galletas y el té—. ¿Os habéis olvidado todos de los dos cuerpos en mi vestíbulo?, —les preguntó ella a todos ellos con un toque de incredulidad—. Están manchando mis suelos de madera. Preguntádselo, él sabe todo sobre ello. —Ella señaló a donde  Joseph todavía estaba en pie silenciosa y vigilantemente.

Demasiados hombres se apiñaban a su alrededor. Ella llevaba puesta solamente una bata y la reacción comenzaba a hacerla temblar mientras toda la testosterona comenzaba a prepararse en una caldera furiosa. No quería estar aquí para la lucha.

—Mi gente viene de camino. — Joseph se movió en la cocina y antes de que ella pudiera jadear o alguien más pudiera protestar la levantó en sus brazos y salió a zancadas del cuarto.

Dios, él era cálido y seguro. Sus brazos agarraron sus hombros en respuesta instintiva mientras luchaba contra la necesidad de acercarse más, de absorber más del escudo natural que la envolvía también.

—No soy una blandengue —trató ella de espetarle a pesar del deseo repentino de curvarse contra él.

—No, no lo eres. Pero el suelo está ensangrentado y no llevas puestos zapatos. —Él la dejó en la escalera—. A veces ves las manchas de sangre cuando menos lo esperas. —Él la miró fijamente, sus ojos de oro eran solemnes—. Ve. Vístete. Mi gente estará aquí y habrá un choque de caracteres con el que no quieres tratar medio desnuda. —Su voz bajó—. Y seguro como el infierno que no quiero a nadie más viendo esos pezones perfectos brillando por esa tela húmeda como lo están ahora.

Su cara ardió cuando bajó su mirada horrorizada. Sus pezones estaban endurecidos. Endurecidos en puntos, apretando contra la seda de su bata como señales.

Su cabeza se levantó mientras excitación y vergüenza corrían por ella. No era él, se aseguró ella. Él no la encendía. Ni siquiera lo conocía y no quería conocerlo.

Ella olió desdeñosamente, rechazando intentar hasta explicar o protestar por la respuesta de su cuerpo.

*********

Joseph miró su camino a su cuarto, su pecho apretado, su corazón corriendo. Dios, él quería envolverla tanto como los tres hombres detrás de él lo hacían. La visión de ella en aquella silla, pareciendo tan abandonada, había sido casi más de lo que él podía aguantar. Él la había recogido y la había movido a la escalera por su propio bienestar mental. El pensamiento de ella caminando alrededor de la muerte en aquel vestíbulo y que podía haber sido ella la que estuviera tendida allí en vez de los dos Coyotes hacía que sus tripas se apretaran de furia.

Él no se había dado cuenta de lo pequeña que era, lo ligera, hasta que la recogió en sus brazos y sintió la debilidad de su cuerpo.

¿Cómo diablos había logrado ella combatir a dos coyotes y sobrevivir?

Los ojos azules de medianoche oscuros, casi negros, habían parecido enormes en su cara pálida, llena de excitación y un borde de confusión. Pero no había ningún miedo. Ella estaba furiosa. Bajando rápidamente del subidón de adrenalina y dolorida por las demandas que había impuesto a su cuerpo en los dos últimos días.

Pero no estaba asustada.

Y él no podía envolverla. No podía abrigarla del peligro. Sólo podía estar de pie detrás de ella y rezar por poder ayudarle. El mundo no era un patio lleno de risas y juegos. Al menos, su mundo no lo era. Estaba bañado en sangre y crueldad y sólo el más fuerte sobrevivía. Ella estaba siendo lanzada en medio de su mundo por la razón que fuera y él no podía comprenderlo. Él no podía protegerla de esto. Sólo podía guiarla.

—Ella es una guerrera. —El anciano, su abuelo, habló detrás de él.

—Ella es una mujer —espetó el padre furiosamente—. Maldición, Lance, ¿qué demonios pasa?

—Ella está loca, es lo que pasa —discutió Lance—. Condujo directamente hasta una escena de asesinato ayer por la tarde conmigo gritándole que se echase atrás. La mujer se busca problemas. Esta vez, estos la encontraron.

—Ella busca la justicia… —murmuró Joseph.

Y todos ellos buscaban un modo de protegerla. Su necesidad de abrigarla la sofocaba despacio. Joseph podía sentirlo, podía verlo en su cara. Ella tenía que luchar, y ahora no tenía ninguna otra opción, sólo hacerlo.

—No. —Él se dio la vuelta para afrontarlos a todos ellos—. Ella es una luchadora y una superviviente, y si va a sobrevivir a esto de algún modo entonces tendrán que dejarla luchar. Hasta que averigüemos por qué el Consejo de Genética la marcó, tenemos que dejarle luchar o ustedes la perderán del todo.

El silencio, las ondas de la furia, confusión y el conocimiento de un anciano parecieron fluir alrededor de él. Él encontró la mirada anciana y aguda del viejo Navajo que lo miró fijamente, sus trenzas grises enmarcando su expresión cuadrada, dura.

—Ella es una guerrera —dijo el anciano, levantando su cabeza con orgullo—. Pero cuidado, mi joven León, es también una mujer. Y a menudo es la mayor debilidad de cada macho. Incluso la tuya propia.

Como sabía el anciano quién y qué era él, Joseph no sabía y no le importó. Ahora, como antes, la confusión lo hundió. Las castas, excepto unas pocas muy escogidas, no tenían niños. Ningunas madres, ningunos padres, tíos o primos.

Fueron creados en un Laboratorio, entrenados en vez de criados, y ahora luchaban diariamente por la supervivencia en un mundo que no estaba seguro exactamente de qué hacer con esta nueva especie.

Joseph nunca había experimentado la emoción, la pura furia protectora y la determinación de proteger a la familia de alguien.

Él podía ver fácilmente a los tres hombres que despacio sofocaban el espíritu de lucha de la mujer por su amor.

—Deberías planear algo antes de que ella regrese aquí abajo —silbó Lance cuando él contempló a su tío y abuelo—. No la voy a despedir. Ella nunca me perdonaría. Además, sólo me ignora cuando lo intento.

—Te dije que lo hicieras hace tres meses —David, el padre, gruñó furiosamente—. El mismo día él… —él sacudió su pulgar hacia el anciano —oyó su nombre en los vientos. Pero no, espera, Tío… —él se burló del hombre más joven.

—No le hagas daño. Ella dejará Broken Butte.

—O me pegará un tiro —espetó Lance—. Maldición, Tío, ella ha tenido tres ofertas de las ciudades más grandes, pero se queda aquí en cambio. Empújala demasiado lejos y se marchará.

—No lo permitiré.

—Tú no puedes pararlo, hijo mío…—dijo el anciano.

—Infierno sangriento, ella va a encontrar problemas no importa donde vaya… —discutió Lance.

Joseph amartilló su cabeza, mirando como los tres discutían. Que interesante. Personalmente, él pensaba que iba con un poco de retraso y definitivamente era el momento incorrecto para acusaciones, pero interesante a pesar de todo.

Los tres machos obviamente estaban bien acostumbrados a la discusión de como proteger mejor a una mujer que no quería nada más que ser quién era, luchar cuando fue necesaria. Esto desafiaba la lógica. Las mujeres eran feroces y a menudo menos misericordiosas que cualquier hombre. Ellas eran luchadoras excelentes cuando creían en la batalla en la que estaban implicadas o en aquellos para los que luchaban. Y ----- era toda una mujer. Él lo decidió en aquel momento, ella era también su mujer.
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Mensaje por fernanda Mar 16 Jul 2013, 8:12 pm

creo que ya subiste esos caps ajajajja
cuando termine de leerlos me di cuenta 
síguela  :love:
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Mensaje por Ory Miér 17 Jul 2013, 10:57 am

enserio??? jajaja creo que me emocione :oops: 
ya subo el nuevo
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Mensaje por Ory Miér 17 Jul 2013, 11:15 am

 
Capítulo cuatro

 

 

----- no estaba de mejor humor la mañana siguiente de lo que lo había estado la noche antes cuando Joseph y Lance arrastraron sus lamentables traseros en sus cuartos de huéspedes para dormir. Los cadáveres habían sido limpiados de su casa por castas felinas con mal genio, una de las cuales era un aterrador hijo de Satán con ojos de plata que estaba realmente contenta de que no se hubiese quedado mucho tiempo.

Su padre y abuelo se habían marchado finalmente alrededor de media noche, conforme a la protesta. Joseph y Lance se habían quedado, lo que significaba que el sueño había sido casi imposible sabiendo que el objeto de su excitación estaba tan cercano. Había estado dolorida por su toque y su piel tan sensible que hasta las sabanas eran una irritación contra ella.

Ahora, con los platos de desayuno retirados y el café sosteniéndola, Megan contempló a Lance y Joseph. Enfrentarse contra esto no iba a funcionar, y ella lo sabía. Tanto como lo odiaba , necesitaba a Joseph en esta lucha.

Ella le echó un vistazo, consciente de que él la miraba estrechamente, su mirada era fija, entornada y su cuerpo tenso. ¿Estaba él también excitado? ¿Estaba él atormentado por el mismo deseo que ella? ¿Uno tan confuso como fuerte?

Ella se dio una sacudida mental antes de encarar a ambos hombres.

—¿Ahora qué? —Ella se apoyó contra el mostrador y bebió a sorbos su café mientras ellos la miraban fijamente.

Lance se puso en pie con un suspiro.

—Tengo que regresar a la oficina. —El muy cobarde. No iba siquiera a perder el tiempo en los fuegos artificiales que esperaba que resultasen de su discusión—. Estás fuera hoy. Os veré a los dos en la oficina por la mañana…

—No. Ella está fuera indefinidamente—. Joseph habló como si su palabra fuera ley. Sus ojos se estrecharon ante el tono, sus labios se apretaron por la irritación mientras lo fulminaba con la mirada.

—Es mi trabajo —espetó ella—. No puedo estar sólo alrededor de…

—Tu trabajo debe ser el de mantenerte viva. —Él fue a la cafetera para rellenar su taza. ----- se aseguró de moverse lo bastante lejos para evitar rozarse contra él—. Nosotros nos organizaremos y veremos si podemos entender qué demonios pasa. Tú eres el eslabón…—La mirada que él le dirigió cuando se volvió atrás era dura, fría—. Esto significa que tú tienes las respuestas.

Eso tenía sentido. Pero no significaba que le gustase.

Ella echó entonces un vistazo a Lance, notando la tensión en su cuerpo muscular, la cólera despiadada que brillaba en sus ojos azules. Maldito, ella se alegró de no sentirlo. No podía haberlo manejado. Esto casi la destruyó, esto y el miedo y la preocupación que llenaban a su familia debido al trabajo por el que había luchado tan desesperadamente y la debilidad que la empatía causaba en su interior.

—Bien —Ella espiró bruscamente, conteniendo el temblor que recorría su columna—. Adiós a nuestras quejas de que Broken Butte era demasiado tranquilo.

Lance resopló ante esto.

—Esas son tus quejas, ----. No las mías. Yo ya tuve bastante entusiasmo cuando trabajé en Chicago —le espetó él.

Él estaba enojado. Realmente enojado esta vez. Ella contempló su expresión cerrada, el dolor preocupado en sus ojos, y sintió que su pecho se apretaba.

—Lo siento. —Ella lo miró fija y directamente, odiando el hecho que él estaba lo bastante preocupado por ella como para estar tan furioso.

—Maldición, ----, no te culpo. —Él extendió la mano, colocando su brazo alrededor de sus hombros cuando él la atrajo para un breve y fuerte abrazo—. Verifica tu agenda —le dijo él bruscamente entonces—. Y mira tu trasero.
Ella lo abrazó a su vez. Con fuerza. Mirando cuando él dejó la casa. Por alguna razón inexplicada y triste, su toque la agitó. Como si su cuerpo protestara ligeramente, incómodo con el una vez consolador abrazo de su primo que era más bien un hermano mayor
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Mensaje por Ory Miér 17 Jul 2013, 11:15 am

 Ella escuchó hasta el sonido de su Raider desapareciendo en la distancia, dejando un ensordecedor silencio lleno de tensión entre ella y el Felino que estaba mirándola estrechamente. Ella se dio la vuelta para mirarlo, viendo el destello curioso en sus ojos, la mirada burlona en su cara.
—¿Qué? —preguntó ella con fingida impaciencia, controlando su respiración, principalmente controlando la abrasión de sus sensibles pezones contra su sujetador de encaje. ¿Qué demonios iba mal en ella? Ella nunca había estado excitada por tan poco en su vida.

Él inhaló despacio. ¿Qué demonios olía él?

—Nada. —Él finalmente sacudió su cabeza despacio—. Prepárate. Quiero hacer un viaje de regreso al barranco para mirar alrededor y quiero que tú te pegues cerca. De aquí en adelante, nena, sólo llámame tu sombra.

—Gato con Botas. —Ella les echó un vistazo a las botas. El hombre tenía también unas buenas piernas.

La tensión llenó el aire. Esto no era la tensión furiosa; era caliente, abrasadora por la intensidad. Él puso su taza de café en el mostrador, acercándose, su hombro rozó contra el suyo cuando él la pasó y se movió detrás de ella.

----- se quedó de pie completamente quieta, sintiendo el desplazamiento del aire a su alrededor, el modo que él se movió, dándose la vuelta hasta que su pecho casi tocó su espalda, su aliento flotando por el aire sobre su sensible lóbulo de la oreja.

—Sabes, ----- —espiró él suavemente, su voz áspera, gruñidos—, llámame eso una vez más, y entonces tendré que mostrarle cuál de nosotros manda. Y no serás tú, amor. Yo en tu lugar tendría cuidado al empujarme. El olor de ese pequeño sexo dulce y caliente hace que mi boca babee y mi pene palpite. Yo podría mostrarte no sólo quién manda, sino exactamente como una casta enseña dominio a su mujer.

Ella se sintió palidecer y después enrojecer, sus ojos se desorbitaron ante la revelación de que él realmente podía oler su excitación. Que supiera que ella estaba mojada y caliente. Lista para tomarlo. Que él la fascinaba más que cualquier hombre lo había hecho nuna. Esta era una fascinación que la asustaba terriblemente.

—Ponte tus vacunas primero —le espetó ella, alejándose de él, cubriendo su vergüenza con la cólera en vez de disolverse en sus brazos de la manera en que deseó hacerlo. Maldito si iba hacerlo. Sólo porque lo necesitase y estuviese caliente por una casta, y él aún ni la hubiese besado ni siquiera. Por favor ¿podía la vida hacerse más complicada?

—-----, los comentarios bajos sobre las castas no se hacen — la reprendió finalmente él cuando ella se movió para colocar más distancia entre ellos. Él sólo la siguió. Acechándola—. Si quieres insultarme, cariño, entonces hazlo personal.

Él tenía razón, sus insultos no eran justos. ----- le volvió la espalda, obligándose a respirar, a encontrar sólo un momento de estabilidad entre las necesidades contrarias que se alzaban en ella. Ella lo deseaba tanto que el dolor era un hoyo de deseo encendido en su matriz. Se había obligado a guardar la distancia entre sus emociones y los hombres que existían en la periferia de su vida. Pero no mantenía la distancia con Joseph. La irresistible atracción se había hecho en ella más furiosa que en él.

Ella se dio vuelta para afrontarlo otra vez, sus ojos se ensancharon cuando él cubrió el rubor con su cuerpo, atrapándola contra el mostrador, sus muslos se apretaban contra los suyos, su erección se amortiguaba en el calor suave de su abdomen. Su matriz se apretó, contrayéndose con un hambre sexual que casi le arrebató el aliento.

—No lo hagas. —Ella presionó sus manos contra su pecho, sacudiendo su cabeza, segura de que si él la tocaba ella no sería capaz de luchar.

—Dulce. —Él inhaló profundamente, apoyando sus manos en el mostrador, sus brazos sosteniéndola en el lugar mientras sus manos se aplanaban contra su pecho—. Estás caliente y salvaje, -----. Yo podría ponerte más caliente. ¿Quieres probarme?

Ella se estremeció cuando su cabeza bajó, agarrando sus labios el lóbulo sensible de su oído, lamiéndolo con un movimiento lento y seductor de su lengua. Un violento estremecimiento corrió por su columna cuando el calor comenzó a envolverla.

Su clítoris se hinchó en un resonante sí a su pregunta; sus pechos se hicieron más pesados y sus pezones más duros.

Un temblor recorrió su columna, retrocediendo otra vez antes de que un temblor de necesidad cortase por su sexo. Ella sabía que no podía esconderlo. Cuando su cabeza se levantó y su mirada se encontró con la suya, ella sabía que el hambre que la llenaba se reflejaba en sus ojos. Esto no era sólo una necesidad de sexo. Esto era una necesidad de todo. De curvarse en sus brazos, de rozarse contra él, de encontrar un lugar para descansar. Y ella sabía que la ilusión de que podía hacerlo no podía ser real.
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Mensaje por Ory Miér 17 Jul 2013, 11:18 am


  Él inhaló profundamente, sus
ojos se oscurecieron cuando la sensualidad de repente sombreó su expresión.


—Prepárate para salir —gruñó
él en vez de tocarla otra vez como ella esperaba—. Llevamos este espectáculo al
camino o nos dirigimos al dormitorio. Es tu elección. O sino, vas a averiguar
exactamente como una casta pierde la lucha contra la tentación de pequeños
gatos monteses como tú. Ahora ponte en movimiento. De una u otra forma.



Él siguió tratando de
recordarse que él no era como ella. No era realmente humano. No era el hombre
adecuado para comenzar un asunto con una mujer que no tenía ni idea de lo qué
ella entraba con él, sexualmente hablando.



Sus labios se curvaron ante el
pensamiento. Sus pequeños comentarios irritables contra su nacimiento de casta
no lo habían molestado. Él veía más de lo que estaba seguro que ella quería. La
clase de emociones en su interior se sentían claramente, como deseo, lo
bastante caliente y lo bastante profundo como para marcar a fuego al hombre en
su alma. Y esto la asustó.



Él condujo a través del
desierto, el movimiento suave mecía el Raider haciendo que el silencio dentro
del vehículo pareciese mucho más profundo. Era difícil olvidar lo que era, o
quién era él, cuando el calor de su excitación perfumaba el frío interior del
vehículo cerrado.



Él era una casta. Un híbrido
de las especies humana y animal. Su genética era un collage incoordinado de
humano y de ADN de león que lo hacía más fuerte, más rápido, más predador, más
vicioso de lo que cualquier humano debería ser. Él estaba identificado por la
marca genética de la huella de un león dentro de su muslo izquierdo, y por los
colmillos más largos y más agudos en los lados de su boca. No es que esas
fueran las únicas anomalías, pero estas eran las más aparentes.



Su sexualidad era dura,
determinada. Si había algo mejor que el sexo y una mujer salvaje y caliente,
entonces él no lo había encontrado.



Era mejor que una buena lucha
cruenta, y él las amaba también.



La adrenalina era la sal de la
vida, tanto si era sexual o en caso de vida o muerte. Pero él nunca había
tomado a una mujer que no fuera una casta. Y nunca había tomado a una tan
frágil como la mujer que se sentaba a su lado. Una ardiente, deslizadiza y
mojada y lista para él.



Por la comisura de su ojo él
la miró rozar el lóbulo de la oreja que él había pellizcado el otro día. Él
había roto la piel. La pequeña curva estaba raspada, aunque no pareciera como
si esto debiera causar su cualquier problema. Pero ella lo siguió frotando y
tirando como si la molestara.



—No te mordí con fuerza —se
quejó él cuando ella siguió jugando con ello—. No me harás sentirme culpable
por ello.



—Piensa lo que quieras. —Ella
lo fulminó con la mirada—. Está todavía sensible.



Él le dirigió una sonrisa
perezosa.



—Ese pequeño pellizco no fue
nada. Tienes que endurecerte, amor.



Eso no era nada comparado con
lo que él había ansiado hacerle antes. Cuando su lengua había lamido la pequeña
abrasión en su lóbulo, él había tenido muchas ganas de moverse a su hombro, de
probar la carne dulce de allí, de rastrillar sus dientes sobre ella, de
marcarla en un modo en que ningún otro hombre pudiera confundirlo nunca.



Esa necesidad lo sorprendió.
Él nunca había conocido el deseo de marcar a una mujer. Esta mujer que él
quería marcar de todos los modos posibles, de modo que ningún otro macho
pudiera confundir alguna vez a quien pertenecía.



—Tienes que abstenerte de
morder —eludió ella con un borde de excitación nerviosa. Oh sí, ella lo sentía
también. La necesidad ardía en su interior tan caliente, tan feroz como la que
quemaba en él. Él podía sentirlo, podía olerlo.



Él se movió en su asiento para
aliviar la presión contra su hinchado pene. El olor de su excitación lo volvía
loco. Él no quería nada más que sostenerla bajo él, agarrando con sus dientes
su hombro sensible mientras hundía su hinchado pene tan profundamente dentro de
las profundidades que se derretían de su sexo como pudiera llegar. Y ella se
derretía. Tan caliente, tan salvaje que su frustración la volvía furiosa.
Haciéndolo impacientarse.



—Veré lo que puedo hacer sobre
esto —gruñó él cuando se dio la vuelta y bajó por la entrada inclinada en el
barranco. El mismo camino que ----- había tomado el día antes.



—Tú te paraste aquí antes de
entrar en el barranco el otro día —comentó él, determinado a hacer el trabajo
que le habían enviado a hacer antes de que conociera a la mujer—. ¿Por qué?



Él la observó cuando ella miró
fijamente la entrada al barranco profundo, su mirada reflexiva. Él podía sentir
el tirón sutil de su capacidad de tirar su escudo natural alrededor de ella.
Eso era… íntimo. Cuando esto la envolvía, aunque la protección fuera
superficial, se unía con ella, haciendo a su espíritu una parte suya.



—Alguien siguió el jeep abajo
a pie, llevando puesto botas de montaña. Las huellas eran más frescas que las
huellas de neumático. ¿Viste quién era? — preguntó ella entonces, mirando
detenidamente por la ventanilla lateral cuando subió las gafas oscuras encima
de sus ojos para ver claramente la tierra.



Él se sacudió el pensamiento
de la obligación que se hacía más profunda, relajó su guardia contra ella y
permitió que ella tirara del escudo para rodearse.



—Era yo. —Él salió del amplio
barranco en el Raider antes de hacer una parada—. Encontré el jeep
aproximadamente seis horas antes de que tú llegaras. Lo hice aproximadamente
aquí, apestaba a los Coyotes alrededor de la curva. —Él señaló a una grieta en
el otro lado del barranco—. Noté que esta área está acribillada con grietas y
cavernas. Estas parecen un laberinto en su interior, muchas de ellas uniéndose
juntos. Yo podía deslizarme por aquellas para dirigirme más cerca de la caverna
dentro de la que estaban escondidos.



----- asintió.



—Tuvimos una temporada
lluviosa en particular difícil hace aproximadamente diez años. Los barrancos se
quedaron inundados y muchos de ellos trazaron surcos profundos en la piedra.
Esta es una de las aproximadamente una docena de áreas golpeadas duramente. Las
inundaciones en estos vinieron con fuerza y rápido, muchas pequeñas cuevas se
crearon profundamente bajo ellos y ahora recogen el agua cuando llueve
realmente.



—Me moví por aquellas piedras
hasta que encontré un modo de pasar alrededor de ellos —siguió Joseph —. Yo no
estaba lejos de ti cuando oí que le hablabas a Lance. Ellos te esperaban.



—¿Pero por qué yo? —Era lo que
ella no entendía.



Cuando él comenzó a hacer
avanzar el vehículo otra vez, ella bajó la ventana, mirando hacia arriba, hacia
las paredes constantemente crecientes que se hacían más escarpadas mientras se
movían más profundamente en el barranco.



Él no le contestó. No había
ningún modo de contestarle hasta que averiguaran la razón de la llegada de los
coyotes.



Él condujo alrededor de la
curva escarpada, haciendo una parada detrás del todo terreno negro que habían
conducido Mark y Aimee.



Él la miró cuando ella echó un
vistazo alrededor del área, sus ojos estrechados, casi distantes, mientras ella
parecía escuchar algo que él no podía oír. Finalmente, ella agarró la manecilla
de la puerta y salió del vehículo cuando él puso el freno de mano y la siguió.



Él siguió mirándola. Apoyado
contra la parte delantera del Raider, probando el viento cada pocos segundos
para buscar el olor rancio de Coyotes cuando ella contempló el SUV, su expresión
solemne, intensa.



—Ellos parecían tan jóvenes.
—La tristeza se extendió sobre ella, pena por las vidas malgastadas antes de
que pudieran vivirlas.



—Aimee tenía veintitrés años.
Mark veinticuatro —le dijo él—. Ninguno había estado fuera del cautiverio el
suficiente tiempo para conocer la libertad.



Ella se movió a las puertas
abiertas del SUV. El olor de muerte era espeso, el interior empapado por sangre
hirviente con el calor bajo el sol de tarde. Ella no vomitó como habría
esperado que lo hiciera. Su expresión se apretó cuando ella se inclinó y se
dobló hacia delante, comprobando bajo el asiento del conductor, luego en la
consola al lado de este.



Ella se estremeció cada pocos
minutos como si sintiera dolor. O estuviera sintiendo el de otro.



—¿Tuvo tu gente tiempo para
revisarlo? —le preguntó ella entonces.



—A fondo. —No había nada que
encontrar. Unas bolsas de comida rápida, recibos de gasolina. Ninguna nota,
ninguna carta, nada que indicara por qué se habían marchado o por qué habían
muerto.



—¿Entonces, por qué estamos
nosotros aquí? —Ella de movió hacia atrás, dándose la vuelta para afrontarlo
con un ceño fruncido en su cara.



—Debido a que esos coyotes
esperaron aquí durante casi veinticuatro horas a que tú llegases. Comprobamos
el todo terreno. Este cañón es otra historia. Vamos a revisarlo, pulgada a
pulgada. Cada afluente que conduzca a la pared de roca, cada caverna. Vamos a
revisarlo. Porque los coyotes que son lo bastante tontos para quedarse con el
Consejo son demasiado estúpidos para cubrir bien sus huellas. Ellos han dejado
algo aquí. Estuvieron aquí durante demasiado tiempo como para no hacerlo. Ahora
está en nuestras manos el encontrar lo que dejaron y entender por qué te
quieren. Y ellos te quieren realmente, cariño. Demasiado.

 
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Mensaje por fernanda Miér 17 Jul 2013, 2:40 pm

dios no pude leer la parte blanca , y en serio lo intente 
síguela!
fernanda
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Mensaje por Glace321 Dom 21 Jul 2013, 7:52 am

NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
tienes que seguirla porfavor nueva lectora y fiel
porfa no la dejes :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: :lloro: siguelaaaaaaa
Glace321
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Mensaje por Ory Dom 21 Jul 2013, 9:45 am

parte en blanco??? a mi no me sale nada en blanco

Bienvenida Glace321, que bueno tenerte a bordo de esta aventura, ya le sigo chicas
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Mensaje por Ory Dom 21 Jul 2013, 9:46 am

 
Capítulo cinco

 

 

Ellos comenzaron con una subida peligrosa desde el fondo del desfiladero a la sección más alta del acantilado que se elevaba encima de él. A más de diez pies de la tierra, los agarres eran pocos y separados; y pensó que, aunque una caída no la matara, seguro que dolería como el infierno.

Su destino estaba en la agrupación de pequeñas y estrechas aberturas situadas encima en las cuevas del acantilado. Desgastadas por la arena y lluvia, las aberturas creadas eran grietas oscuras y sombreadas con una repisa estrecha corriendo entre ellas.

En el calor del día, la subida debilitó su energía mientras la transpiración se vertía de ella hasta antes de que alcanzaran el primer juego de pequeñas cuevas. Megan había estado asombrada que los Coyotes grandes y fornidos pudieran haber resistido durante más de unas horas dentro de ellas, hasta que ella se aplanó contra el suelo de piedra y se escabulló dentro.

—La cueva es mucho más grande dentro —llamó ella cuando encendió la linterna que llevaba antes de moverse hacia dentro. El riesgo de serpientes de cascabel era alto en el área, sin contar otra docena de habitantes venenosos del desierto. Las cuevas eran frías al calor del día y calientes en el frío de noche —el refugio escondido era perfecto para la fauna.

No había nada que encontrar salvo un remanente, un sutil olor nocivo. Sus sentidos no descubrieron ningún peligro, ninguna presencia de vida. Sólo el frío y la mala intención que había llenado a los coyotes.

—Esos muchachos apestan —refunfuñó ella mientras se adentraba más en la cueva haciendo sitio para el cuerpo más grande de Joseph.

—Sí, lo hacen. —Lamentablemente, el olor molesto de los restos del olor de cuerpo de las castas de Coyote fue eclipsado al instante por el olor del calor viril que tentó los sentidos e hizo a sus zonas erógenas despertarse y aullar. Ella apretó sus muslos, sintiendo la prueba mojada de su atracción por él mojando las curvas externas de su coño.

Y él no era exactamente indiferente. Ella enrojeció cuando su mirada fija la tocó; la conciencia pesada y sensual que se movía sobre su expresión era menos que reconfortante.

En vez de contemplar el duro cuerpo que se movía a través de ella, movió la luz sobre las paredes de cueva. La cueva se extendía bien atrás en el rincón, fácilmente de diez pies de ancho y quizás doce de largo, con varias amplias grietas abriéndose en la pared y que conducían más atrás al acantilado.

—No tenía ni idea de que las cuevas del acantilado eran tan grandes —murmuró ella, dirigiendo el haz de luz a la grieta más amplia. Esta parecía una entrada que se abría en la piedra.

—Esa grieta conducía a otra caverna interior en la base del acantilado. Las rastreé bastante antes de que encontrara el túnel que conducía a ese en el que te habían atrapado. Aunque no creo que hayan explorado más lejos; los túneles parecen un laberinto cuando te has adentrado más profundamente.

Ella le echó un vistazo mientras hablaba, mirando la confianza en el modo en que comenzó a moverse por la cueva del acantilado.

—Así que, ¿qué buscamos? —Ella se puso en pie, el techo apenas era lo bastante alto para permitir que se enderezara.

Los hombros de Joseph estaban inclinados, su cabeza bajó cuando él echó un vistazo hacia atrás, hacia ella.

—Jonas y sus hombres no tuvieron tiempo para revisar totalmente las dos cavernas superiores —dijo él—. Sólo quiero estar seguro de no haberme perdido nada.

—¿Cómo lograste impedir perderte en los túneles? —El pensamiento de un laberinto interior dentro de la piedra la desalentaba, y a ella no le gustaba el intentar buscar.

—Un buen sentido de la dirección. —La diversión llenaba su voz—. No te preocupes; los túneles no deberían plantear un problema. Ellos no habrían dejado su posición ventajosa para buscar. Ellos te esperaban, y sabían que tú probablemente no los usarías.

Ella inhaló bruscamente antes de moverse a la pared de enfrente que brillaba por la luz directamente en ella. Ella no quiso pensar en los Coyotes esperándola, mirándola.
 
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Mensaje por Ory Dom 21 Jul 2013, 9:48 am

 —Éstos no han estado aquí mucho tiempo. —Ella pasó sus dedos sobre la piedra, maravillándose de las fuerzas que las habían creado—. Las tormentas que crearon este barranco eran horribles. Antes esto no era nada más que una pequeña sima. Ahora es casi un mundo secreto y maravilloso de piedra. Tendré que avisar a la asociación de espeleólogos sobre estos túneles así ellos los podrán explorar y trazar un mapa de ellos.
Era imperativo conseguir rastreadores GPS apropiados dentro de los túneles y cuevas por si un incauto se perdiera dentro de ellos.

—Y otro de los secretos de la naturaleza se desentraña —murmuró Joseph.

—Pero se salvan vidas. —Ella se encogió de hombros ante la débil condena—. Sobre todo los niños que se pierden tan fácilmente.

¿Cuántas veces había hecho ella exactamente eso cuando era niña? Demasiadas para contarlo. Su padre, ahora mismo, contaba las historias espeluznantes sobre intentos de encontrarla durante los momentos en que ella había desaparecido en una cueva o una parte desconocida del desierto.

—Algunos secretos deberían quedarse escondidos. —Su voz era tensa ahora, tensa con una cólera profundamente arraigada mientras él investigaba una de las repisas al otro lado de la cueva.

Ella asumió que él se refería a los secretos que los científicos habían desenmarañado en la creación de las castas. Por las historias de las noticias que había mirado, sabía que la controversia sobre Derechos de las Castas estaba abastecida por la creencia de los Puristas en que su ADN de animal los descalificaba de la descripción de humano. Como si el ADN humano no tuviera ningún valor significativo. Era una locura, el racismo y el prejuicio que crecía contra las castas. Y aunque ella pudiera oír su cólera y sentirla distantemente, esta no golpeaba en su cabeza, cruda y dolorosamente. Estaba sólo allí, naturalmente. Permitiéndole respirar y funcionar. La anomalía era consoladora —confusa, pero consoladora.

—La naturaleza hace lo que cree que es correcto. —Ella se apoyó contra la pared de roca, contemplando su amplia espalda con curiosidad.

—¿Piensas que estarías aquí si no fueras considerado una vida digna, Joseph? —Ella inclinó su cabeza cuando él se volvió hacia atrás para afrontarla despacio.

Sus ojos estaban estrechados en la luz débil que llenó la cueva, su expresión pensativa.

—Yo no lucharía por ello diariamente si no lo considerara digno —le aseguró él, sus labios se curvaron en una sonrisa burlona antes de que él se volviera a lo que había estado investigando—. Sólo creo que no estaba destinado que algunas cosas fueran manipuladas, la creación es una de ellas.

Él aceptaba quién y lo que era él. Pero ella oyó también la pena en su voz. Quizás era el mundo en general quien lo decepcionaba. Como lo hacía con ella.

Ella se aclaró la garganta, nerviosa.

—A veces la alteración crea algo hermoso —susurró finalmente ella, mirándolo fijamente, lamiendo sus labios mientras su mirada fija parpadeaba por la sorpresa.

—Volvamos a trabajar —refunfuñó ella, dándose la vuelta lejos de él antes de que dejara a sus emociones voluntariosas meterla en problemas.

¿No lo había aprendido más de una vez?

Sacudiendo la cabeza, ella se volvió atrás al trabajo a mano, brillando la luz profundamente en la apertura que conducía más adentro la tierra. Un rayo de luz mostró un pedazo de papel doblado, metido bajo el saliente de una roca. Moviéndose en el túnel, ella lo dobló y lo sacó antes de apuntar la luz sobre ello. La lista hecha por impresora era indiscutible.

Fields, -----. Lista de Patrulla. Sus dedos rozaron sobre el papel mientras el odio se derramaba de él. Odio personal. Este no era el mal impersonal de las castas de coyote. Era más cercano. Familiar. Ella conocía el sentimiento, la impresión psíquica dejada por todas las criaturas una vez que tocaban algo. Ella mordió su labio, frunciendo el ceño hacía el papel mientras seguía frotando sus dedos sobre ello. La emoción era débil pero viciosa. Quienquiera que había impreso esta lista sabía lo que la esperaba. Conocía y disfrutaba del sentimiento de poder que venía del conocimiento.

—¿De qué se trata?

----- brincó con asustada conciencia cuando oyó la voz de Joseph en su oído, sólo advirtiendo luego lo fácilmente que él se había deslizado junto a ella.
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Mensaje por Ory Dom 21 Jul 2013, 9:49 am

 —Esto es de las computadoras en la oficina del sheriff. —Ella frunció el ceño a los los números de localización, mostrando la posición de la oficina que números de localizador en lo alto del listado—. La impresora pone automáticamente lo imprime.
—¿Se imprimen a menudo? —Joseph extendió la mano, levantando el papel de su mano cuando ella se dio la vuelta para afrontarlo.
----- se encogió de hombros.
—No a menudo. Yo tengo una copia y Lance tiene su copia. A menos que alguien imprima más. Pero se necesita la contraseña para entrar en el sistema.
—Esto todavía no es un sistema infalible. —Él sacudió su cabeza despacio, fijando la vista en el papel un momento más antes de doblarlo de nuevo y ponerlo en su bolsillo—. Lo enviaré a los laboratorios y veré si ellos pueden sacar alguna pista. Aunque lo dudo, pero esos coyote que lo llevaban esta vez se delataron después de todo.
—Por lo que he oído del Consejo, no van tras mujeres prominentes o cautelosas —dijo ella entonces, recordando los informes que había vigilado durante años—. Secuestran a fugitivas. O mujeres que son indigentes, sin familia. Y no marcan sólo a una para la muerte. ¿Por qué ahora el cambio en su rutina?
Ella no era estúpida. Tenía que haber algo más detrás de lo que iban.
—Tienes razón. —Él la alcanzó, empujando hacia atrás las mechas de pelo que caían en su cara, sus ojos de oro se estrecharon cuando ella lo miró fijamente—. Hay algo más que quieren. Lamentablemente, no tengo ni idea de lo que es. Hasta que lo averigüe lucharemos juntos. No te marches sola, -----. Confía en mí para dejarte luchar y vivir.
Sus labios se separaron ante su declaración mientras su corazón comenzó a correr por su proximidad. Ella debería estar excitada por la oportunidad de luchar, no por la posibilidad de ser una parte de la vida de este hombre.
Sus labios se curvaron, una sonrisa suave ablandó los rasgos de su cara.
—¿Estás sorprendida?
—Un poco —confesó ella, consciente que su mano ahora ahuecaba el lado de su cuello, alisando con su pulgar la carne sensible bajo su oído. La intimidad que la envolvió pareció invadir cada célula de su cuerpo.
—¿Por qué? —Él inclinó su cabeza.
Ella se encogió de hombros, insegura dentro de la ciénaga de excitación y emociones que podía sentir creciendo en su interior. Joseph, pese a lo enfurecedor que podía ser, la atraía de modos contra los que encontraba imposible luchar. Ella quiso sus brazos a su alrededor, quiso su toque y su beso; pero incluso más quería al hombre.
—¿Por qué te has quedado aquí?, —le preguntó él entonces—. Veo la furia en tus ojos, -----, la necesidad de correr libre, de luchar y bailar dentro de las llamas de la vida. Le dejas a Lance darte un aturdidor en vez de un arma, y le permites sofocarte en esta esquina dentro de la que existes. ¿Por qué?
Sus cejas se fruncieron cuando la vergüenza de su fracaso por luchar y controlar su Empatía la llenó otra vez.
—Esta es mi casa —Ella trató de apartarse de su toque.
—Esta no es tu vida. —Él dijo las palabras de las cuales ella huía diariamente.
—Esto no es asunto tuyo. —Ella caminó lejos de él, no haciendo caso de la frialdad inmediata de su cuerpo cuando perdió su calor.
—Es un asunto muy mío —le aseguró él, todavía bloqueando la salida del túnel—. Veo a una mujer muy fuerte. Una con bastante fuego para calentar las noches más frías o luchar la batalla más sangrienta. Y sin embargo estás aquí, apática y aburrida de tu propia mente.
Su voz era suave y consoladora, y sin embargo al mismo tiempo el tono de barítono oscuro y rico hacía elevarse su tensión arterial a un tono acalorado de excitación. Ella habría estado divertida si esto no la asustara tanto. Ella podría amar a este hombre, incluso sabiendo que él no podía quedarse.
—¿Aburrida? —Ella arqueó su ceja en tono burlón—. Joseph, ¿cómo podías considerar a este pequeño rincón del desierto aburrido? Seguramente no estás listo para irte de regreso a luchar tan pronto.
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