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Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 3 de 10. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Pepaa escribió:Me encantooooo el capitulo!
tienes que seguirla babe!
La sigo más tarde <3
Besossssss :)
Roochi.1D
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Badk1Ds escribió:OMFG, estoy leyendo también el libro, hermosa adaptación <3
Es hermosa , lo sé :3
Besosssssssssss :D
Roochi.1D
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Cuatro
Los chicos habían muerto para mí. La única pregunta era: ¿cómo no se me había ocurrido antes?
Sabía que la idea era una genialidad; pero me habría gustado que mi mejor amiga dejara de mirarme como si me hubiera fugado de una institución para enfermos mentales.
—Pen, sabes que te quiero, pero…
«Ya empezamos».
Estábamos celebrando una reunión de emergencia (con los correspondientes palitos de queso empanados, imprescindibles para superar rupturas) en nuestra cafetería habitual, menos de una hora después de mi golpe de inspiración. Tracy dio un sorbo de su batido mientras asimilaba mi perorata sobre los problemas que los chicos me habían causado a lo largo de los años. Ni siquiera había llegado al asunto del club ni a mi decisión de no volver a salir con nadie.
—Sé que estás disgustada, y con razón —dijo Tracy—. Pero no todos los chicos son malos.
Puse los ojos en blanco.
—¿De verdad? ¿Quieres que repasemos tus listas de los dos últimos años?
Tracy se hundió en el asiento. Año tras año elaboraba un listado de los chicos con los que quería salir. Se pasaba el verano sopesando sus opciones antes de redactar la lista para el curso escolar, y clasificaba a cada uno por un orden de preferencia basado en la relación entre el aspecto físico, el grado de popularidad y (otra vez) el aspecto físico.
Sin lugar a dudas, aquella lista causaba más sufrimiento del que se merecía. Hasta el momento, Tracy no había salido ni una sola vez con ninguno de los candidatos. De hecho, nunca había tenido novio. No se me ocurría por qué. Era guapa, divertida, inteligente y una de las amigas más leales y fiables que se pudiera querer. Pero, como si yo necesitara otro ejemplo de por qué los chicos apestaban, ninguno de los alumnos del instituto McKinley parecía darse cuenta de que tenía madera de novia.
«Mejor para ella», pensaba yo. Pero Tracy lo veía de otra manera.
—No sé de qué me hablas —respondió.
—Vale. ¿Me estás diciendo acaso que no tienes una lista nueva, preparada para la inspección?
Tracy trasladó su bolso a la silla que tenía al lado.
Por descontado que tenía otra lista. Sólo nos quedaban unos días para empezar primero de bachillerato.
—Lo que tú digas —respondió, ofendida—. Me figuro que debería tirar esa lista a la basura ya que, según tú, todos los hombres son imbéciles.
Sonreí.
—Empezamos a entendernos. ¡Vamos a quemarla!
Tracy soltó un gruñido.
—Has perdido la cabeza, está claro. ¿Te importa ponerte seria un momento?
—Ya estoy seria.
Ahora le tocó a Tracy poner los ojos en blanco.
—Venga ya. No todos los solteros de este planeta son seres despreciables. ¿Qué me dices de tu padre?
—¿Y qué me dices de Thomas Grant? —contraataqué yo.
Tracy se quedó boquiabierta.
Lo admito, puede que me pasara un poco. Thomas había estado en la lista del curso anterior. Tracy se había pasado un semestre entero coqueteando con él en la clase de Química. Por fin, Thomas le había preguntado si tenía algo que hacer el fin de semana. Tracy estaba exultante… hasta que una hora antes de la cita, Thomas le envió un mensaje por el móvil en el que decía que le había «surgido» algo. Después, no le hizo el menor caso durante el resto del curso. Ni una explicación, ni una disculpa. Nada.
Típicamente masculino.
—¿Y Kevin Parker? —presioné.
Tracy me lanzó una mirada asesina.
—Bueno, no tengo la culpa de que no sepa que existo.
El primer nombre de la lista de Tracy siempre era el mismo: Kevin Parker, alumno de último curso y jugador de fútbol americano sin igual. Por desgracia, Kevin nunca había dado señales de estar al tanto de que Tracy estaba viva. Cuando yo salía con Derek, invité a Kevin y a sus amigos a mi casa con el único propósito de que llegara a conocer a Tracy. Pero no le prestó la menor atención. Una de las pocas razones por las que aguanté tanto tiempo con Derek fue porque Tracy necesitaba su dosis diaria de Kevin Parker.
El simple hecho de pensar en aquella lista y en lo mucho que influía en la felicidad de mi mejor amiga me provocaba ganas de arrebatársela del bolso y romperla en mil pedazos. Porque sabía que tendría que ir tachando los nombres uno a uno y acabaría hecha un mar de lágrimas.
Tracy exhaló un suspiro y, luego, recobró la compostura.
—Este curso va a ser distinto, mejor —juró—. No sé, tengo una corazonada, en serio —sacó la lista y empezó a contemplar pensativamente los aspirantes del año.
¿De verdad me había creído que Tracy iba a entender mi necesidad de acabar con los chicos? Ella sólo pensaba en quedar con ellos.
Me di por vencida… de momento.
Tracy no era la única que tenía una corazonada acerca del nuevo curso.
Sabía que la idea era una genialidad; pero me habría gustado que mi mejor amiga dejara de mirarme como si me hubiera fugado de una institución para enfermos mentales.
—Pen, sabes que te quiero, pero…
«Ya empezamos».
Estábamos celebrando una reunión de emergencia (con los correspondientes palitos de queso empanados, imprescindibles para superar rupturas) en nuestra cafetería habitual, menos de una hora después de mi golpe de inspiración. Tracy dio un sorbo de su batido mientras asimilaba mi perorata sobre los problemas que los chicos me habían causado a lo largo de los años. Ni siquiera había llegado al asunto del club ni a mi decisión de no volver a salir con nadie.
—Sé que estás disgustada, y con razón —dijo Tracy—. Pero no todos los chicos son malos.
Puse los ojos en blanco.
—¿De verdad? ¿Quieres que repasemos tus listas de los dos últimos años?
Tracy se hundió en el asiento. Año tras año elaboraba un listado de los chicos con los que quería salir. Se pasaba el verano sopesando sus opciones antes de redactar la lista para el curso escolar, y clasificaba a cada uno por un orden de preferencia basado en la relación entre el aspecto físico, el grado de popularidad y (otra vez) el aspecto físico.
Sin lugar a dudas, aquella lista causaba más sufrimiento del que se merecía. Hasta el momento, Tracy no había salido ni una sola vez con ninguno de los candidatos. De hecho, nunca había tenido novio. No se me ocurría por qué. Era guapa, divertida, inteligente y una de las amigas más leales y fiables que se pudiera querer. Pero, como si yo necesitara otro ejemplo de por qué los chicos apestaban, ninguno de los alumnos del instituto McKinley parecía darse cuenta de que tenía madera de novia.
«Mejor para ella», pensaba yo. Pero Tracy lo veía de otra manera.
—No sé de qué me hablas —respondió.
—Vale. ¿Me estás diciendo acaso que no tienes una lista nueva, preparada para la inspección?
Tracy trasladó su bolso a la silla que tenía al lado.
Por descontado que tenía otra lista. Sólo nos quedaban unos días para empezar primero de bachillerato.
—Lo que tú digas —respondió, ofendida—. Me figuro que debería tirar esa lista a la basura ya que, según tú, todos los hombres son imbéciles.
Sonreí.
—Empezamos a entendernos. ¡Vamos a quemarla!
Tracy soltó un gruñido.
—Has perdido la cabeza, está claro. ¿Te importa ponerte seria un momento?
—Ya estoy seria.
Ahora le tocó a Tracy poner los ojos en blanco.
—Venga ya. No todos los solteros de este planeta son seres despreciables. ¿Qué me dices de tu padre?
—¿Y qué me dices de Thomas Grant? —contraataqué yo.
Tracy se quedó boquiabierta.
Lo admito, puede que me pasara un poco. Thomas había estado en la lista del curso anterior. Tracy se había pasado un semestre entero coqueteando con él en la clase de Química. Por fin, Thomas le había preguntado si tenía algo que hacer el fin de semana. Tracy estaba exultante… hasta que una hora antes de la cita, Thomas le envió un mensaje por el móvil en el que decía que le había «surgido» algo. Después, no le hizo el menor caso durante el resto del curso. Ni una explicación, ni una disculpa. Nada.
Típicamente masculino.
—¿Y Kevin Parker? —presioné.
Tracy me lanzó una mirada asesina.
—Bueno, no tengo la culpa de que no sepa que existo.
El primer nombre de la lista de Tracy siempre era el mismo: Kevin Parker, alumno de último curso y jugador de fútbol americano sin igual. Por desgracia, Kevin nunca había dado señales de estar al tanto de que Tracy estaba viva. Cuando yo salía con Derek, invité a Kevin y a sus amigos a mi casa con el único propósito de que llegara a conocer a Tracy. Pero no le prestó la menor atención. Una de las pocas razones por las que aguanté tanto tiempo con Derek fue porque Tracy necesitaba su dosis diaria de Kevin Parker.
El simple hecho de pensar en aquella lista y en lo mucho que influía en la felicidad de mi mejor amiga me provocaba ganas de arrebatársela del bolso y romperla en mil pedazos. Porque sabía que tendría que ir tachando los nombres uno a uno y acabaría hecha un mar de lágrimas.
Tracy exhaló un suspiro y, luego, recobró la compostura.
—Este curso va a ser distinto, mejor —juró—. No sé, tengo una corazonada, en serio —sacó la lista y empezó a contemplar pensativamente los aspirantes del año.
¿De verdad me había creído que Tracy iba a entender mi necesidad de acabar con los chicos? Ella sólo pensaba en quedar con ellos.
Me di por vencida… de momento.
Tracy no era la única que tenía una corazonada acerca del nuevo curso.
Roochi.1D
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Aaaaaaaaayayai esa Tracy ajja!
Y uy creo que yo ya se cual es la corazonada!
Tienes que seguirla babe :3
Y uy creo que yo ya se cual es la corazonada!
Tienes que seguirla babe :3
Pepaa
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Pepaa escribió:Aaaaaaaaayayai esa Tracy ajja!
Y uy creo que yo ya se cual es la corazonada!
Tienes que seguirla babe :3
JOJOJO, quizás sea lo que piensas e.e
Ya la sigo xx
Roochi.1D
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Cinco
Primer día de clase. Aún no había llegado al instituto y ya tuve que enfrentarme al enemigo. No se trataba de Harry; se había marchado. Pero era alguien de su bando.
—¡Uf! ¿Te puedes creer que mi hermano pequeño ya va al instituto? —Tracy señaló el asiento posterior de su coche, donde su hermano Zayn hacía sonar un iPod a todo volumen—. Y ¿sabes, Pen? No veo que tenga cuernos de diablo en lo alto de la cabeza.
—Todavía —le dediqué una sonrisa arrogante.
El pequeño Zayn Malik era un alumno de tercero de secundaria…, un chico…, uno de ellos.
Me pregunté cuándo empezaría a actuar como el resto de los alumnos del McKinley. ¿Existiría una especie de aula secreta en la que enseñaban a los chicos a convertirse en tíos buenos con la cabeza hueca?
Cuando Zayn se bajó del coche de Tracy, no pude evitar fijarme en que se parecían más que nunca, con su pelo rubio oscuro, sus ojos color avellana y su óvalo de la cara en forma de corazón.
Tracy me miró de arriba abajo.
—Pen, esos zapatos son increíbles. Hoy estás deslumbrante —se aplicó una nueva capa de brillo de labios mirándose en el espejo retrovisor—. ¿Decidida a impresionar a alguien en particular?
Solté un gruñido.
—No. Quería estar guapa para mí, nada más.
La mirada que me lanzó dejaba claro que no se lo creía.
Me daba igual. Iba a ser el comienzo de un curso alucinante. Abrí la puerta del instituto, emocionada por empezar el año escolar sin toda aquella locura de los chicos.
La sonrisa en mis labios se desvaneció a toda prisa, pues la primera persona que me encontré fue Dan Walker, que llevaba la cazadora con las iniciales del instituto que me había «prestado» cuando salíamos. Qué oportuno ser recibida por un recordatorio de antiguos novios terribles. Menos mal que Harry estaba en Chicago, a kilómetros de distancia. Doblé la esquina para alejarme de Dan y vi a Kevin Parker, quien, al parecer, seguía siendo demasiado creído como para dirigirle la palabra a Tracy.
Mi frustración fue en aumento según iba inspeccionando a mis compañeros de clase. Había recorrido aquellos pasillos en miles de ocasiones, pero me daba la sensación de haber abierto los ojos por primera vez. No veía más que chicas que se desvivían por ligar con chicos, parejas que caminaban de la mano, chicos que… Bueno, chicos a secas: escandalosos, detestables, engreídos. No buscaban a las chicas; las chicas los buscaban a ellos.
Noté una vibración en mi bolso y saqué el móvil. Me detuve en seco y Brian Reed se chocó contra mí.
—¡Cuidado! —vociferó mientras su novia, Pam, me lanzaba una mirada furiosa. A Dios gracias, no les era posible ir cogidos de la mano las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana.
Salí de mi aturdimiento. Estaba convencida de que tenía que haber un error. Pero no: el teléfono, cruelmente, confirmaba la verdad. Era un mensaje de Harry. Cómo no, había encontrado una manera de torturarme aun sin estar cerca de mí.
Que tengas un buen primer día de clase.
¿Cómo? En primer lugar, sabía que yo no le hablaba. En segundo lugar, sólo habían transcurrido dos semanas, ¿pensaba acaso que se me había olvidado? En tercer lugar, el mensaje no podía haber sido más patético. Lo borré y guardé el móvil en mi bolso de un empujón.
Me negué a permitir que Harry Styles arruinase un solo día más de mi existencia.
—¡Bloom, te has metido en un buen lío! —Louis Tomlinson estaba apoyado en su taquilla, con los brazos cruzados y una sonrisa traviesa en los labios.
Genial. No estaba de humor para hacer caso de sus estupideces.
—¿Qué pasa? —pregunté con impaciencia mientras abría mi taquilla, a tres puertas de la suya.
Louis se quedó mirándome, desconcertado.
—Mmm, no importa —cogió mi horario de clases, en lo alto de mi pila de libros.
Louis Tomlinson era uno de esos chicos con una novia pegajosa cuya vida giraba en torno a él. Se trataba del mayor cliché del instituto: un destacado atleta con buenas notas que, mira por dónde, también era guapísimo. De constitución delgada, superaba el metro ochenta de estatura; tenía unos ojos azules increíbles, y siempre se estaba pasando las manos por el pelo, castaño y liso. Naturalmente, también era uno de los mayores conquistadores del instituto. Tiempo atrás, yo solía sucumbir a sus encantos; pero esta vez no me apetecía seguir alimentando su ego.
Era un chico. Un chico en toda regla. No me habría extrañado que ocultara cadáveres de niños y de cachorros en su taquilla.
Me costó reconocerlo sin Diane Monroe pendiente de sus movimientos. Louis y Diane llevaban saliendo toda la vida. Bueno, en realidad, empezaron en primero de secundaria; pero en el instituto eso significaba desde siempre. Diane era la clásica novia para un triunfador del estilo de Louis: larga melena rubia y brillante, ojos azul translúcido, cuerpo esbelto en plan modelo y siempre, absolutamente siempre, impecable: la clásica animadora / presidenta del Consejo de Alumnos.
—¡Vaya! Por lo que se ve, sólo coincidimos en Historia Universal —me estaba diciendo Louis—. Niall también está en esa clase. Apesta a tope.
—Sí, apesta —no intenté disimular la nota de sarcasmo en mi voz.
—¡Hola!
Miré pasillo abajo y divisé nada más y nada menos que a la señorita Diane Monroe, que caminaba en nuestra dirección con una enorme sonrisa plasmada en el rostro. Debía de tener una especie de sexto sentido que le advertía de que Louis estaba hablando con otra chica. Traté de no poner los ojos en blanco mientras sacaba los libros de la taquilla.
—¡Feliz primer día de clase! —exclamó.
Cerré la taquilla de un golpe y me dispuse a encaminarme a la clase de Español, pero me encontré el paso bloqueado por Diane, parada frente a mí con una sonrisa que se acrecentaba por momentos, lo que, de alguna manera, me resultaba inquietante.
—Eh, Penny —dijo—. ¿Qué tal el verano? —sus ojos prácticamente lanzaban chispas de entusiasmo. Me entraron ganas de vomitar.
Me quedé mirándola, desconcertada. ¿Por qué me hablaba? No nos habíamos dirigido la palabra desde hacía siglos.
—Eh, hola, Diane —no entendía por qué todo el mundo sentía la necesidad de sacar a relucir el verano el primer día de clase. Resultaba irritante. El verano había terminado. No hacía falta pensar en él. Nunca más.
—Bueno, ¿es que no notas nada? —Diane empezó a girar sobre sí misma. Todo en ella resultaba perfecto; es decir, no se habían producido grandes cambios. De modo que me limité a encogerme de hombros—. Penny —Diane parecía estupefacta—. Mi conjunto. ¿Es que no te acuerdas?
Examiné la ropa que llevaba: chaqueta ceñida de tela vaquera, camiseta de lentejuelas negras, minifalda de volantes rosa y sandalias rosa con tacón de diez centímetros. Encogí los hombros otra vez. Era evidente que no me acordaba.
—¡Penny! —Diane se abrió la americana para dejar al descubierto la camiseta de lentejuelas, que llevaba un logotipo de los Beatles—. Y ahora, ¿te acuerdas? Siempre nos poníamos una camiseta de los Beatles el primer día de clase.
Me quedé boquiabierta. Sí, claro, cuando teníamos diez años… y nos hablábamos.
—Mmm, lo siento —me disculpé—. Ha pasado mucho tiempo.
Los hombros de Diane se hundieron ligeramente. No le había ofrecido la respuesta con la que había contado.
¿Qué esperaba? La última vez que yo había seguido el ritual del primer día de clase fue en segundo de secundaria. El día en que llegué tarde al instituto porque Diane no pasó a buscarme, como hacía siempre. El día en que a mi mejor amiga se le olvidó ponerse una camiseta de los Beatles. Y resultó que ese día, por fin, me di cuenta de que nuestra amistad había terminado. Habíamos sido las mejores amigas durante casi diez años. Nuestras madres se habían conocido en un club de lectura cuando ambas usábamos pañales y decidieron reunirnos de vez en cuando para que jugáramos. Su madre nos recogía al salir de clase y nos llevaba al parque, o íbamos a mi casa y correteábamos en el jardín de atrás.
Pero nada de eso importaba ya. A Diane no volvió a interesarle ninguna otra cosa desde el momento en que Louis entró en escena.
Diane decidió que en su vida sólo existía espacio para una persona.
Tenía que elegir entre su mejor amiga y su novio.
Adivina por quién se decidió.
—¡Uf! ¿Te puedes creer que mi hermano pequeño ya va al instituto? —Tracy señaló el asiento posterior de su coche, donde su hermano Zayn hacía sonar un iPod a todo volumen—. Y ¿sabes, Pen? No veo que tenga cuernos de diablo en lo alto de la cabeza.
—Todavía —le dediqué una sonrisa arrogante.
El pequeño Zayn Malik era un alumno de tercero de secundaria…, un chico…, uno de ellos.
Me pregunté cuándo empezaría a actuar como el resto de los alumnos del McKinley. ¿Existiría una especie de aula secreta en la que enseñaban a los chicos a convertirse en tíos buenos con la cabeza hueca?
Cuando Zayn se bajó del coche de Tracy, no pude evitar fijarme en que se parecían más que nunca, con su pelo rubio oscuro, sus ojos color avellana y su óvalo de la cara en forma de corazón.
Tracy me miró de arriba abajo.
—Pen, esos zapatos son increíbles. Hoy estás deslumbrante —se aplicó una nueva capa de brillo de labios mirándose en el espejo retrovisor—. ¿Decidida a impresionar a alguien en particular?
Solté un gruñido.
—No. Quería estar guapa para mí, nada más.
La mirada que me lanzó dejaba claro que no se lo creía.
Me daba igual. Iba a ser el comienzo de un curso alucinante. Abrí la puerta del instituto, emocionada por empezar el año escolar sin toda aquella locura de los chicos.
La sonrisa en mis labios se desvaneció a toda prisa, pues la primera persona que me encontré fue Dan Walker, que llevaba la cazadora con las iniciales del instituto que me había «prestado» cuando salíamos. Qué oportuno ser recibida por un recordatorio de antiguos novios terribles. Menos mal que Harry estaba en Chicago, a kilómetros de distancia. Doblé la esquina para alejarme de Dan y vi a Kevin Parker, quien, al parecer, seguía siendo demasiado creído como para dirigirle la palabra a Tracy.
Mi frustración fue en aumento según iba inspeccionando a mis compañeros de clase. Había recorrido aquellos pasillos en miles de ocasiones, pero me daba la sensación de haber abierto los ojos por primera vez. No veía más que chicas que se desvivían por ligar con chicos, parejas que caminaban de la mano, chicos que… Bueno, chicos a secas: escandalosos, detestables, engreídos. No buscaban a las chicas; las chicas los buscaban a ellos.
Noté una vibración en mi bolso y saqué el móvil. Me detuve en seco y Brian Reed se chocó contra mí.
—¡Cuidado! —vociferó mientras su novia, Pam, me lanzaba una mirada furiosa. A Dios gracias, no les era posible ir cogidos de la mano las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana.
Salí de mi aturdimiento. Estaba convencida de que tenía que haber un error. Pero no: el teléfono, cruelmente, confirmaba la verdad. Era un mensaje de Harry. Cómo no, había encontrado una manera de torturarme aun sin estar cerca de mí.
Que tengas un buen primer día de clase.
¿Cómo? En primer lugar, sabía que yo no le hablaba. En segundo lugar, sólo habían transcurrido dos semanas, ¿pensaba acaso que se me había olvidado? En tercer lugar, el mensaje no podía haber sido más patético. Lo borré y guardé el móvil en mi bolso de un empujón.
Me negué a permitir que Harry Styles arruinase un solo día más de mi existencia.
—¡Bloom, te has metido en un buen lío! —Louis Tomlinson estaba apoyado en su taquilla, con los brazos cruzados y una sonrisa traviesa en los labios.
Genial. No estaba de humor para hacer caso de sus estupideces.
—¿Qué pasa? —pregunté con impaciencia mientras abría mi taquilla, a tres puertas de la suya.
Louis se quedó mirándome, desconcertado.
—Mmm, no importa —cogió mi horario de clases, en lo alto de mi pila de libros.
Louis Tomlinson era uno de esos chicos con una novia pegajosa cuya vida giraba en torno a él. Se trataba del mayor cliché del instituto: un destacado atleta con buenas notas que, mira por dónde, también era guapísimo. De constitución delgada, superaba el metro ochenta de estatura; tenía unos ojos azules increíbles, y siempre se estaba pasando las manos por el pelo, castaño y liso. Naturalmente, también era uno de los mayores conquistadores del instituto. Tiempo atrás, yo solía sucumbir a sus encantos; pero esta vez no me apetecía seguir alimentando su ego.
Era un chico. Un chico en toda regla. No me habría extrañado que ocultara cadáveres de niños y de cachorros en su taquilla.
Me costó reconocerlo sin Diane Monroe pendiente de sus movimientos. Louis y Diane llevaban saliendo toda la vida. Bueno, en realidad, empezaron en primero de secundaria; pero en el instituto eso significaba desde siempre. Diane era la clásica novia para un triunfador del estilo de Louis: larga melena rubia y brillante, ojos azul translúcido, cuerpo esbelto en plan modelo y siempre, absolutamente siempre, impecable: la clásica animadora / presidenta del Consejo de Alumnos.
—¡Vaya! Por lo que se ve, sólo coincidimos en Historia Universal —me estaba diciendo Louis—. Niall también está en esa clase. Apesta a tope.
—Sí, apesta —no intenté disimular la nota de sarcasmo en mi voz.
—¡Hola!
Miré pasillo abajo y divisé nada más y nada menos que a la señorita Diane Monroe, que caminaba en nuestra dirección con una enorme sonrisa plasmada en el rostro. Debía de tener una especie de sexto sentido que le advertía de que Louis estaba hablando con otra chica. Traté de no poner los ojos en blanco mientras sacaba los libros de la taquilla.
—¡Feliz primer día de clase! —exclamó.
Cerré la taquilla de un golpe y me dispuse a encaminarme a la clase de Español, pero me encontré el paso bloqueado por Diane, parada frente a mí con una sonrisa que se acrecentaba por momentos, lo que, de alguna manera, me resultaba inquietante.
—Eh, Penny —dijo—. ¿Qué tal el verano? —sus ojos prácticamente lanzaban chispas de entusiasmo. Me entraron ganas de vomitar.
Me quedé mirándola, desconcertada. ¿Por qué me hablaba? No nos habíamos dirigido la palabra desde hacía siglos.
—Eh, hola, Diane —no entendía por qué todo el mundo sentía la necesidad de sacar a relucir el verano el primer día de clase. Resultaba irritante. El verano había terminado. No hacía falta pensar en él. Nunca más.
—Bueno, ¿es que no notas nada? —Diane empezó a girar sobre sí misma. Todo en ella resultaba perfecto; es decir, no se habían producido grandes cambios. De modo que me limité a encogerme de hombros—. Penny —Diane parecía estupefacta—. Mi conjunto. ¿Es que no te acuerdas?
Examiné la ropa que llevaba: chaqueta ceñida de tela vaquera, camiseta de lentejuelas negras, minifalda de volantes rosa y sandalias rosa con tacón de diez centímetros. Encogí los hombros otra vez. Era evidente que no me acordaba.
—¡Penny! —Diane se abrió la americana para dejar al descubierto la camiseta de lentejuelas, que llevaba un logotipo de los Beatles—. Y ahora, ¿te acuerdas? Siempre nos poníamos una camiseta de los Beatles el primer día de clase.
Me quedé boquiabierta. Sí, claro, cuando teníamos diez años… y nos hablábamos.
—Mmm, lo siento —me disculpé—. Ha pasado mucho tiempo.
Los hombros de Diane se hundieron ligeramente. No le había ofrecido la respuesta con la que había contado.
¿Qué esperaba? La última vez que yo había seguido el ritual del primer día de clase fue en segundo de secundaria. El día en que llegué tarde al instituto porque Diane no pasó a buscarme, como hacía siempre. El día en que a mi mejor amiga se le olvidó ponerse una camiseta de los Beatles. Y resultó que ese día, por fin, me di cuenta de que nuestra amistad había terminado. Habíamos sido las mejores amigas durante casi diez años. Nuestras madres se habían conocido en un club de lectura cuando ambas usábamos pañales y decidieron reunirnos de vez en cuando para que jugáramos. Su madre nos recogía al salir de clase y nos llevaba al parque, o íbamos a mi casa y correteábamos en el jardín de atrás.
Pero nada de eso importaba ya. A Diane no volvió a interesarle ninguna otra cosa desde el momento en que Louis entró en escena.
Diane decidió que en su vida sólo existía espacio para una persona.
Tenía que elegir entre su mejor amiga y su novio.
Adivina por quién se decidió.
Roochi.1D
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Ayayaai esta Pen esta viendo todo de forma negativa!
tienes que seguirla!
tienes que seguirla!
Pepaa
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Pepaa escribió:Ayayaai esta Pen esta viendo todo de forma negativa!
tienes que seguirla!
Ya todo mejorará, ya veras e.e
La sigo pronto :))))
Besos :D
Roochi.1D
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Seis
Me alejé de Louis y de Diane a la mayor velocidad posible, antes de que se convirtieran en «Diane y-Louis» en mitad del pasillo. Pero el nombre de Diane volvió a surgir durante el almuerzo.
—Imagina quién ha intentado charlar conmigo en Biología, y también en Francés, como si fuéramos amigas —me comentó Tracy mientras nos dirigíamos a la cafetería al acabar las clases de la mañana—. Diane Monroe, ¿te lo puedes creer? Debe de estar maniobrando para conseguir votos para que la nombren reina en la fiesta de antiguos alumnos.
—Sí, actúa de forma rara —coincidí.
—Puf, no la soporto.
Tracy nunca había sido una gran fan de Diane, la verdad; pocas chicas en el instituto lo eran. Tal vez fuera por su apariencia perfecta, o por el hecho de que sobresalía en todos los aspectos.
Pero aquello no eran más que pequeñas envidias.
En realidad, había una única persona en el McKinley que contaba con una razón de peso para odiar a Diane Monroe.
Yo.
Por si no resultaba lo bastante malo que fuera el prototipo de «chica-que-abandona-su-identidad-por-culpa-de-un-chico», también me había abandonado a mí. Yo siempre había considerado que las chicas que renuncian a sus amigas cuando un chico se interesa por ellas son patéticas. Pero cuando me convertí en una de esas amigas, descubrí lo mucho que dolía.
Otro ejemplo más de cómo los chicos habían arruinado mi vida. Por si no tuvieran bastante con tratarme como si fuera basura, me robaban a las amigas.
Aunque odiaba la lista de Tracy por lo mucho que le hacía sufrir, por lo general me alegraba en secreto cuando resultaba ser un fracaso. No quería perder a Tracy de la misma manera en que había perdido a Diane.
Una vez que hubimos sorteado la larga cola de desconcertados alumnos de tercero que aún no estaban al tanto del veneno que servían en la cafetería, Tracy y yo nos sentamos a nuestra mesa del almuerzo, la misma del curso anterior. Nuestras amigas Danielle y Kara no tardaron en llegar.
—Eh, chicas —nos saludó Danielle mientras ella y Kara tomaban asiento—. Mis padres me están dando la paliza para que elija más actividades extraescolares de cara a la solicitud para la universidad. ¿Os lo podéis creer? Ya tengo que empezar a preocuparme por la universidad. ¡Pero si acabamos de empezar primero de bachillerato!
Las cuatro asentimos con la cabeza. Kara se rebulló, incómoda, y jugueteó con su manzana mientras las demás nos lanzábamos a nuestros respectivos almuerzos. Costaba no darse cuenta de que había adelgazado aún más durante el verano, si es que era posible. Prácticamente desaparecía dentro de su sudadera gris con capucha, del instituto McKinley.
De pronto, el cuerpo de Kara se clavó en la mesa por culpa de una chica bajita, de pelo rizado, que debió de resbalarse en el suelo. Estrelló su bandeja contra la cabeza de Kara y su bebida se le derramó a nuestra amiga por el hombro.
—¡Oh, no! —gritó la chica—. ¡Mi refresco!
Conmocionadas, nos quedamos mirando mientras la desconocida recogía su vaso de plástico y examinaba su ropa, ignorando a Kara por completo. En mi vida había visto a aquella chica, por lo que me imaginé que sería de tercero. Nunca se me habría pasado por alto, aunque no podía medir más de metro y medio. Todo en ella resultaba exagerado. Las uñas acrílicas pretendían pasar por una manicura francesa; el pelo, castaño oscuro, tenía un exceso de mechas rubias; llevaba las cejas depiladas al máximo y los labios, demasiado perfilados. Vestía una diminuta minifalda vaquera y top de encaje. En otras palabras, daba la impresión de que se disponía a contonearse por la pasarela, y no a almorzar en la cafetería del instituto.
—¿Estás bien? —Danielle le entregó a Kara unas servilletas para que se secase.
—¡Ash-ley! —gritó la chica a su amiga—. ¿Me he manchado la camiseta?
Tracy giró la cabeza de golpe.
—Perdona, ¿qué tal si le pides disculpas a mi amiga, a la que acabas de poner como una sopa?
La chica se quedó mirando a Tracy como si ésta le estuviera hablando en un idioma extranjero.
—¿Cómo dices? Se me ha caído el refresco.
Tracy le lanzó su particular «mirada asesina»: ojos entornados en forma de diminutas rendijas, labios fruncidos y expresión de la furia más absoluta.
—Sí, se te ha caído el refresco… encima de mi amiga. ¿Sabes lo que es una disculpa?
La chica, molesta, abrió la boca. Masculló algo que, me imagino, se suponía que era una disculpa (sonó más bien a una pregunta: «¿Per-dón?») y se alejó.
Tracy volvió a sentarse.
—Increíble. El primer día de clase y estos de tercero ya se creen los dueños del instituto. Qué barbaridad, mirad la mesa a la que van.
Había una hilera de mesas junto a los ventanales que invariablemente ocupaban los deportistas y las animadoras, incluyendo al infame y elitista grupo de Los Ocho Magníficos: Louis Tomlinson y Diane Monroe, Brian Reed y Pam Schneider, Don Levitz y Audrey Werner, Niall Horan y una de sus numerosas novias rotatorias.
Tracy y yo nos contábamos entre las pocas chicas de nuestra clase que no se habían sentado a aquella mesa en calidad de novia provisional de Niall. Nunca me había apetecido formar parte de aquella demente versión del Arca de Noé, donde sólo sobrevivías si formabas pareja con un miembro del sexo opuesto. Si tuviera que elegir entre salir con Niall y perder el barco, estaría plenamente decidida a ahogarme.
Tanto Kara como Danielle habían salido con Niall. En el caso de Danielle fue en segundo de secundaria, y Niall se dedicaba a contar mentiras al equipo de baloncesto sobre hasta dónde había llegado con ella. Una vez que la hubo abandonado, Danielle se fue haciendo cada vez más popular entre los chicos de la clase, hasta que cayó en la cuenta de que era porque la tomaban por una chica fácil.
Habría cabido imaginar que Kara aprendería de los errores de Danielle. Pero no. Niall se las arreglaba para desbaratar el sentido común de cualquier chica. Kara había pensado que, en su caso, sería diferente, así que se lanzó al agua… para después descubrir que una tal Tina McIntyre nadaba en la misma piscina y al mismo tiempo.
No podía evitar preguntarme por qué un chico conseguía encontrar dos chicas estupendas con las que salir simultáneamente, cuando nosotras las chicas no éramos capaces de encontrar un solo chico pasable.
El rostro se me encendió al recordar la cantidad de problemas que Niall había causado; no sólo con Danielle y Kara, sino con prácticamente la mitad de nuestra clase. Jamás entendí el poder que ejercía sobre las chicas. Era el típico atleta estúpido: un tipo grande con el pelo rubio oscuro cortado a maquinilla y ropa que siempre ostentaba los logotipos de al menos dos equipos deportivos.
Al pensar en Niall caí en la cuenta de que yo no era la única chica del McKinley que se podría beneficiar de un boicot al sexo masculino.
Aquellas fastidiosas alumnas de tercero se le estaban echando encima, y él lo disfrutaba al máximo.
—Los chicos son idiotas —declaré, prácticamente a gritos.
Una risa escapó de la garganta de Tracy.
—Venga ya, ¡como si no te pasaras la vida coqueteando con Louis y Niall!
¿Como si no QUÉ?
—Pero ¿qué dices?
—¿Me tomas el pelo? Cuando estás con Louis te pones a ligar como una loca.
Sí, bueno; eso era la antigua Penny. La nueva Penny había dejado de ligar. Me habría encantado no tener que hablar con ningún chico durante el resto del curso.
—Los chicos de Los Ocho Magníficos no son el problema —apuntó Danielle—. Esas chicas son superficiales y no tienen nada (repito: nada) de que hablar, aparte de sus novios.
—Bueno —repuso Kara—. Diane siempre es amable conmigo. Pero Audrey y Pam son unas creídas.
Danielle dirigió una mirada indignada hacia aquella mesa.
—Venga, por favor. Podrán ser animadoras y salir con los mejores atletas (¡menudo aburrimiento!); pero la verdad es que no le caen bien a nadie. ¿Y sabéis lo más ridículo de todo? Que a los de ese grupo, supuestamente el de los más populares, los desprecian casi todos los alumnos. Cada vez que son amables con alguien que no pertenece al grupo es siempre, siempre, porque andan buscando algo.
—¡Exacto! —intervino Tracy—. Hoy mismo, en clase, Diane pretendió ser mi mejor amiga del alma. Y para colmo, intentó lo mismo con Pen, esta mañana.
Danielle asintió.
—Exacto. Salta a la vista que quiere algo.
—Sí. Bueno, pues sea lo que sea —dijo Tracy, volviendo la mirada hacia la mesa de Los Ocho Magníficos—, os aseguro que no lo va a conseguir.
—Imagina quién ha intentado charlar conmigo en Biología, y también en Francés, como si fuéramos amigas —me comentó Tracy mientras nos dirigíamos a la cafetería al acabar las clases de la mañana—. Diane Monroe, ¿te lo puedes creer? Debe de estar maniobrando para conseguir votos para que la nombren reina en la fiesta de antiguos alumnos.
—Sí, actúa de forma rara —coincidí.
—Puf, no la soporto.
Tracy nunca había sido una gran fan de Diane, la verdad; pocas chicas en el instituto lo eran. Tal vez fuera por su apariencia perfecta, o por el hecho de que sobresalía en todos los aspectos.
Pero aquello no eran más que pequeñas envidias.
En realidad, había una única persona en el McKinley que contaba con una razón de peso para odiar a Diane Monroe.
Yo.
Por si no resultaba lo bastante malo que fuera el prototipo de «chica-que-abandona-su-identidad-por-culpa-de-un-chico», también me había abandonado a mí. Yo siempre había considerado que las chicas que renuncian a sus amigas cuando un chico se interesa por ellas son patéticas. Pero cuando me convertí en una de esas amigas, descubrí lo mucho que dolía.
Otro ejemplo más de cómo los chicos habían arruinado mi vida. Por si no tuvieran bastante con tratarme como si fuera basura, me robaban a las amigas.
Aunque odiaba la lista de Tracy por lo mucho que le hacía sufrir, por lo general me alegraba en secreto cuando resultaba ser un fracaso. No quería perder a Tracy de la misma manera en que había perdido a Diane.
Una vez que hubimos sorteado la larga cola de desconcertados alumnos de tercero que aún no estaban al tanto del veneno que servían en la cafetería, Tracy y yo nos sentamos a nuestra mesa del almuerzo, la misma del curso anterior. Nuestras amigas Danielle y Kara no tardaron en llegar.
—Eh, chicas —nos saludó Danielle mientras ella y Kara tomaban asiento—. Mis padres me están dando la paliza para que elija más actividades extraescolares de cara a la solicitud para la universidad. ¿Os lo podéis creer? Ya tengo que empezar a preocuparme por la universidad. ¡Pero si acabamos de empezar primero de bachillerato!
Las cuatro asentimos con la cabeza. Kara se rebulló, incómoda, y jugueteó con su manzana mientras las demás nos lanzábamos a nuestros respectivos almuerzos. Costaba no darse cuenta de que había adelgazado aún más durante el verano, si es que era posible. Prácticamente desaparecía dentro de su sudadera gris con capucha, del instituto McKinley.
De pronto, el cuerpo de Kara se clavó en la mesa por culpa de una chica bajita, de pelo rizado, que debió de resbalarse en el suelo. Estrelló su bandeja contra la cabeza de Kara y su bebida se le derramó a nuestra amiga por el hombro.
—¡Oh, no! —gritó la chica—. ¡Mi refresco!
Conmocionadas, nos quedamos mirando mientras la desconocida recogía su vaso de plástico y examinaba su ropa, ignorando a Kara por completo. En mi vida había visto a aquella chica, por lo que me imaginé que sería de tercero. Nunca se me habría pasado por alto, aunque no podía medir más de metro y medio. Todo en ella resultaba exagerado. Las uñas acrílicas pretendían pasar por una manicura francesa; el pelo, castaño oscuro, tenía un exceso de mechas rubias; llevaba las cejas depiladas al máximo y los labios, demasiado perfilados. Vestía una diminuta minifalda vaquera y top de encaje. En otras palabras, daba la impresión de que se disponía a contonearse por la pasarela, y no a almorzar en la cafetería del instituto.
—¿Estás bien? —Danielle le entregó a Kara unas servilletas para que se secase.
—¡Ash-ley! —gritó la chica a su amiga—. ¿Me he manchado la camiseta?
Tracy giró la cabeza de golpe.
—Perdona, ¿qué tal si le pides disculpas a mi amiga, a la que acabas de poner como una sopa?
La chica se quedó mirando a Tracy como si ésta le estuviera hablando en un idioma extranjero.
—¿Cómo dices? Se me ha caído el refresco.
Tracy le lanzó su particular «mirada asesina»: ojos entornados en forma de diminutas rendijas, labios fruncidos y expresión de la furia más absoluta.
—Sí, se te ha caído el refresco… encima de mi amiga. ¿Sabes lo que es una disculpa?
La chica, molesta, abrió la boca. Masculló algo que, me imagino, se suponía que era una disculpa (sonó más bien a una pregunta: «¿Per-dón?») y se alejó.
Tracy volvió a sentarse.
—Increíble. El primer día de clase y estos de tercero ya se creen los dueños del instituto. Qué barbaridad, mirad la mesa a la que van.
Había una hilera de mesas junto a los ventanales que invariablemente ocupaban los deportistas y las animadoras, incluyendo al infame y elitista grupo de Los Ocho Magníficos: Louis Tomlinson y Diane Monroe, Brian Reed y Pam Schneider, Don Levitz y Audrey Werner, Niall Horan y una de sus numerosas novias rotatorias.
Tracy y yo nos contábamos entre las pocas chicas de nuestra clase que no se habían sentado a aquella mesa en calidad de novia provisional de Niall. Nunca me había apetecido formar parte de aquella demente versión del Arca de Noé, donde sólo sobrevivías si formabas pareja con un miembro del sexo opuesto. Si tuviera que elegir entre salir con Niall y perder el barco, estaría plenamente decidida a ahogarme.
Tanto Kara como Danielle habían salido con Niall. En el caso de Danielle fue en segundo de secundaria, y Niall se dedicaba a contar mentiras al equipo de baloncesto sobre hasta dónde había llegado con ella. Una vez que la hubo abandonado, Danielle se fue haciendo cada vez más popular entre los chicos de la clase, hasta que cayó en la cuenta de que era porque la tomaban por una chica fácil.
Habría cabido imaginar que Kara aprendería de los errores de Danielle. Pero no. Niall se las arreglaba para desbaratar el sentido común de cualquier chica. Kara había pensado que, en su caso, sería diferente, así que se lanzó al agua… para después descubrir que una tal Tina McIntyre nadaba en la misma piscina y al mismo tiempo.
No podía evitar preguntarme por qué un chico conseguía encontrar dos chicas estupendas con las que salir simultáneamente, cuando nosotras las chicas no éramos capaces de encontrar un solo chico pasable.
El rostro se me encendió al recordar la cantidad de problemas que Niall había causado; no sólo con Danielle y Kara, sino con prácticamente la mitad de nuestra clase. Jamás entendí el poder que ejercía sobre las chicas. Era el típico atleta estúpido: un tipo grande con el pelo rubio oscuro cortado a maquinilla y ropa que siempre ostentaba los logotipos de al menos dos equipos deportivos.
Al pensar en Niall caí en la cuenta de que yo no era la única chica del McKinley que se podría beneficiar de un boicot al sexo masculino.
Aquellas fastidiosas alumnas de tercero se le estaban echando encima, y él lo disfrutaba al máximo.
—Los chicos son idiotas —declaré, prácticamente a gritos.
Una risa escapó de la garganta de Tracy.
—Venga ya, ¡como si no te pasaras la vida coqueteando con Louis y Niall!
¿Como si no QUÉ?
—Pero ¿qué dices?
—¿Me tomas el pelo? Cuando estás con Louis te pones a ligar como una loca.
Sí, bueno; eso era la antigua Penny. La nueva Penny había dejado de ligar. Me habría encantado no tener que hablar con ningún chico durante el resto del curso.
—Los chicos de Los Ocho Magníficos no son el problema —apuntó Danielle—. Esas chicas son superficiales y no tienen nada (repito: nada) de que hablar, aparte de sus novios.
—Bueno —repuso Kara—. Diane siempre es amable conmigo. Pero Audrey y Pam son unas creídas.
Danielle dirigió una mirada indignada hacia aquella mesa.
—Venga, por favor. Podrán ser animadoras y salir con los mejores atletas (¡menudo aburrimiento!); pero la verdad es que no le caen bien a nadie. ¿Y sabéis lo más ridículo de todo? Que a los de ese grupo, supuestamente el de los más populares, los desprecian casi todos los alumnos. Cada vez que son amables con alguien que no pertenece al grupo es siempre, siempre, porque andan buscando algo.
—¡Exacto! —intervino Tracy—. Hoy mismo, en clase, Diane pretendió ser mi mejor amiga del alma. Y para colmo, intentó lo mismo con Pen, esta mañana.
Danielle asintió.
—Exacto. Salta a la vista que quiere algo.
—Sí. Bueno, pues sea lo que sea —dijo Tracy, volviendo la mirada hacia la mesa de Los Ocho Magníficos—, os aseguro que no lo va a conseguir.
Roochi.1D
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Niall Hora jamas me lo espere de ti, todo un mujeriego wuajajjaa!
Siguela babe :3
Siguela babe :3
Pepaa
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
AHhHhHhHhHhH*-*
perdón por ausentarme tanto, ndklajsdasdjas estaba un poco atareada pero me voy poniendo al día, hehehe ya se formó el club y apareció Louis
hhahaha :B
Siguela pronto :B
Saludos y Abrazos :3
perdón por ausentarme tanto, ndklajsdasdjas estaba un poco atareada pero me voy poniendo al día, hehehe ya se formó el club y apareció Louis
hhahaha :B
Siguela pronto :B
Saludos y Abrazos :3
Charlie.
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Tracy Tracy Tracy... ella es unica!
me encanta su lista de chicos y como no soporta a Diane jaja son divertidos sus comentarios...
y estoy de acuerdo con Penny, puede verse linda solo para ella.
siguela linda :)
me encanta su lista de chicos y como no soporta a Diane jaja son divertidos sus comentarios...
y estoy de acuerdo con Penny, puede verse linda solo para ella.
siguela linda :)
berenice.bc
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Pepaa escribió:Niall Hora jamas me lo espere de ti, todo un mujeriego wuajajjaa!
Siguela babe :3
JAJAJAJAJAJAJA .
Nialler es todo un chico sexy :$
En un rato subo otro xx
Roochi.1D
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
Charlie. escribió:AHhHhHhHhHhH*-*
perdón por ausentarme tanto, ndklajsdasdjas estaba un poco atareada pero me voy poniendo al día, hehehe ya se formó el club y apareció Louis
hhahaha :B
Siguela pronto :B
Saludos y Abrazos :3
Lo importante es que estás devuelta :3
Louis, Louis, Louis <3
En un rato la sigo :) xx
Roochi.1D
Re: Lonely Hearts Club |Louis Tomlinson|
berenice.bc escribió:Tracy Tracy Tracy... ella es unica!
me encanta su lista de chicos y como no soporta a Diane jaja son divertidos sus comentarios...
y estoy de acuerdo con Penny, puede verse linda solo para ella.
siguela linda :)
Que bueno sería tener a una Tracy de mejor amiga ! <3
Y claro, no le tiene que importar a nadie como se viste :)
En un rato la sigo :) xx
Roochi.1D
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