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Mensaje por MabelSalguero Miér 20 Feb 2013, 12:45 pm

Hola, me encanta tu novela. Es increíble. ¿Cómo es que The Beatles tienen una canción distinta para cada situación de su vida? Fascinante. Sigue por favor. :D
MabelSalguero
MabelSalguero


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Mensaje por Roochi.1D Sáb 23 Feb 2013, 1:01 pm

MabelSalguero escribió:Hola, me encanta tu novela. Es increíble. ¿Cómo es que The Beatles tienen una canción distinta para cada situación de su vida? Fascinante. Sigue por favor. :D

Es un libro, y se ve que la autora es super fanática de ellos, así que escribió basandose en sus canciones :3
La sigo más a la noche, besos xx
Roochi.1D
Roochi.1D


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Mensaje por Mili1D Dom 03 Mar 2013, 11:49 am

¿Y Rocío? ¿El capítulo donde está?
Mili1D
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Mensaje por Roochi.1D Dom 03 Mar 2013, 12:16 pm

Mili1D escribió:¿Y Rocío? ¿El capítulo donde está?

¿Y Milagros? Ya subiré cinco, tranquila D:
Roochi.1D
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Mensaje por Roochi.1D Dom 03 Mar 2013, 12:21 pm

Veinticinco


—¿Qué tal anoche? —me preguntó Tracy cuando me monté en el coche a la mañana siguiente.
«Horrible».
—El concierto estuvo bien… —respondí a la vez que me ponía a rebuscar en mi bolsa de lona, sin saber muy bien qué estaba buscando.
—Ya. ¿Louis trató de ligar contigo?
Me quedé mirando a Tracy como si se hubiera vuelto loca.
—Oye, no le culparía por intentarlo. ¡Eres un pibón!
Ignoré su comentario y seguí rebuscando en mi bolsa.
—Venga, Pen, sólo era una broma. Louis es un tío legal. Si hay un chico por quien rompiera las reglas es él.
La bolsa se me cayó al suelo.
—¡Mierda! Lo siento —me puse a recoger los libros y los bolígrafos.
—¿Estás bien?
«No, para nada».
—Sí.
Diane nos esperaba junto a las puertas del instituto.
—Hola, Penny, ¿qué tal anoche?
—Muy bien.
Diane pareció desconcertada.
—¿Muy bien?
Me puse a escarbar en mi bolsa mientras caminábamos.
—Sí, lo pasamos bien. La banda era genial; pero, claro, no tocaron todas las canciones que me apetecía escuchar aunque, al fin y al cabo, tratándose de los Beatles, hay un montón de temas clásicos. ¿Sabíais que han tenido más canciones número uno en las listas que cualquier otro músico en la historia?
Tracy se limitó a negar con la cabeza. Estaba acostumbrada a oírme recitar datos sobre mi grupo musical favorito. Diane trató de decir algo, y descubrí que no me sentía capaz de dejar de hablar sobre la historia de los Beatles. Tracy se encaminó hacia su taquilla, pero Diane continuó siguiéndome.
—Penny —me puso una mano en el brazo, seguramente tratando de calmar mi nerviosismo—. ¿Hay algo de lo que quieras hablar conmi…?
—Ay, se me ha olvidado una cosa. ¡Tengo que irme! —anduve en dirección contraria a mi taquilla y a mi primera clase de la mañana. Lo que fuera antes que mantener una conversación sobre Louis con Diane.
Iba a ser un día muy largo.
—¿Te importa encargarte de la incisión? La mano me está matando —Liam no paraba de flexionar su mano derecha y hacer muecas de dolor.
—Claro que no —agarré el escalpelo que él sujetaba—. ¿Qué te ha pasado?
—Me imagino que habrán sido demasiados ensayos —parecía un tanto preocupado.
—¿Se acerca un acontecimiento importante?
—Podría llamarse así —miró hacia abajo. Al ver que yo no respondía, subió los ojos y me miró—. Voy a hacer una prueba.
Pero él ya tenía una banda. Me figuré que ambicionaba metas más altas.
—¿Para qué es la prueba?
—Juilliard —volvió a bajar la vista.
—¿Juilliard? ¿La mismísima Juilliard? —pregunté elevando la voz—. ¿La escuela de música?
Mientras asentía, las mejillas se le sonrojaron y miró a su alrededor, confiando en que nadie me hubiera oído.
—Sí, y me parece que he estado ensayando demasiado. Me interesa mucho conseguirlo.
Estaba conmocionada. Juilliard debía de ser la escuela musical más prestigiosa del país.
—¿Qué vas a tocar? —Liam resultaba fascinante. Cada vez que pensaba que ya lo conocía, me volvía a sorprender.
«Igual que Louis, que resultó ser una sorpresa maravillosa».
Entonces, la voz de la razón se abrió paso en mí:
«Harry también te sorprendió. Y también fue maravilloso al principio, ¿o no?».
—Bueno, primero voy a interpretar la sonata en do menor de Beethoven y, luego, una pieza original a la guitarra.
—¿Es que tocas el piano?
Asintió.
—Desde los cuatro años.
Sacudí la cabeza de un lado a otro, impresionada.
—En serio, Penny, ¿hasta qué punto piensas que soy un fracasado?
No pensaba que Liam fuera un fracasado. De hecho, lo consideraba un buen chico. Sí, un buen chico. A pesar de que semejante combinación de palabras me parecía una contradicción, quizá estuviera confundida… con respecto a Liam.
Liam no era Harry.
Liam no era Louis.
Tuve la corazonada de que se portaría bien con Danielle. Y Danielle se merecía un buen chico.
Me quedé mirándolo.
—Deberías pedirle a Danielle que saliera contigo.
—¿Cómo?
Me acerqué a él.
—Te he dicho que deberías pedirle a Danielle que saliera contigo.
—Pero… creía…
—Olvídate del Club de los Corazones Solitarios. Yo me encargaré.
Una expresión de pánico le cruzó el semblante.
—Pero ¿cómo sé si va a aceptar?
—Porque le gustas. Desde hace mucho, muchísimo tiempo.
Liam esbozó una sonrisa tan amplia que dio la sensación de que iba a estallar.
—Vale, lo haré. Pero después de las pruebas. Ya estoy bastante nervioso por el momento.
—¡Genial!
Decidí que al menos una socia del Club de los Corazones Solitarios debería conseguir lo que quería.
—Verás, no sé si he hecho algo malo —le confesé a Tracy después del almuerzo.
—¿Has besado a Louis? —preguntó, prácticamente pegando botes.
—No, ¡qué dices! No tiene nada que ver con Louis.
Le conté a Tracy lo de Danielle y Liam, y ella asentía a medida que procesaba lo que iba escuchando.
—El que Danielle salga con él no es para tanto, me parece a mí —opiné—. Mientras siga asistiendo a las reuniones de los sábados y almorzando con nosotras, ¿dónde está el problema? En cuanto empiece a perder su identidad, la recuperamos y punto.
—¿Te das cuenta de que esto va a cambiar las cosas en el club?
Hice un gesto de asentimiento con la cabeza.
—Ya lo sé, pero no veo nada malo en hablar del asunto el sábado.
Me puse a deambular de un lado a otro, contemplando la posibilidad de saltarme una clase por primera vez en mi vida de instituto. Hasta el momento había conseguido esquivar a Louis, pero no por mucho tiempo. Cuando doblé la esquina para dirigirme a Historia Universal, lo vi con el rabillo del ojo. Inmediatamente me acerqué a Jackie Memmott, que se sentaba dos filas detrás de nosotros, y empecé a hacer comentarios sin importancia acerca del club. Fingí estar sumida en una intensa conversación, pero noté que Louis se inclinaba hacia la derecha de su mesa, cerca de donde yo me sentaba.
—Señorita Bloom, ¿puedo empezar la clase? —preguntó la señora Barnes mientras, con aire impaciente, golpeaba el lateral de su mesa con la tiza.
De acuerdo, tal vez yo no estuviera actuando con la discreción suficiente. Volví a mi mesa y, mientras tomaba asiento, le dediqué a Louis una débil sonrisa. Tenía la intención de concentrarme en la clase y tomar apuntes y trabajar en serio y estudiar. No iba a permitir que me distrajera. Noté que escribía en su cuaderno. Daba la impresión de que no le costaba concentrarse.
Sentí un golpecito en mi mano izquierda y estuve a punto de pegar un bote. Louis desplazó su cuaderno para que yo viera lo que había escrito. Traté de hacer caso omiso, pero empujó el cuaderno hasta tal punto que casi me lo plantó en las rodillas.

¿Va todo bien?

Me limité a mirar al frente y asentir.
Volvió a escribir en su cuaderno mientras la señora Barnes hablaba y hablaba en tono monótono sobre las implicaciones económicas de la Segunda Guerra Mundial.
Louis volvió a darme un toque en la mano. Eché un vistazo.

Anoche lo pasé genial.

Una sonrisa se me extendió por el rostro al acordarme de lo mucho que me había divertido. Se le iluminó la cara y se incorporó, claramente satisfecho con mi reacción.
¿Por qué se me había ocurrido sonreír, y por qué me estaba poniendo él las cosas tan difíciles? Apartar a Louis Tomlinson de mi mente iba a resultar mucho más complicado de lo que pensaba.
Cuando sonó el timbre, me levanté de un salto y me dirigí a la puerta lo más rápido posible. Noté un tirón y me caí de bruces sobre el frío y duro suelo de baldosas. Traté de comprender qué había ocurrido mientras un grupo de gente se congregaba a mi alrededor. Me puse de pie y desenrollé el asa de mi bolsa de lona, que se había enganchado en una silla.
—¡Eh, Penny! ¿Te encuentras bien? —preguntó Louis a la vez que se acercaba a toda velocidad.
Perfectamente —las palabras me salieron con un tono más brusco del que pretendía, aunque acaso fuera mejor así. Louis trató de ayudarme, pero le aparté el brazo de un empujón—. Estoy perfectamente. Es que tengo prisa…
—Sí, ya me he dado cuenta —su tono me sorprendió; la situación ya no le hacía gracia. Nos miramos el uno al otro en silencio, hasta que oímos un anuncio por el altavoz: «Penny Bloom, acuda por favor al despacho del director. Penny Bloom».
Terminé de recoger mis cosas mientras Niall emitía una serie de «ohs».
—Parece que la pequeña Miss Thang está en apuros.
—Cierra el pico, Niall —espetamos Louis y yo al unísono.
Louis me lanzó una última mirada dolida y abandonó el aula.
Me dirigí al despacho del director mientras me esforzaba por averiguar qué habría hecho mal. Vi a mis padres esperando, con aspecto preocupado. Eché a correr hacia ellos.
Roochi.1D
Roochi.1D


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Mensaje por Roochi.1D Dom 03 Mar 2013, 12:22 pm

Veintiséis


—¿Qué ha pasado? —pregunté en cuanto hube entrado en las oficinas de Dirección.
—Dínoslo tú —respondió mamá—. El señor Braddock nos llamó diciendo que se trata de un asunto importante. Tu padre ha tenido que cancelar varias citas en su consulta para poder venir.
Estaba desconcertada. Me quedé mirando a mis padres; se notaba que estaban furiosos.
—No lo sé.
No había copiado en los exámenes. No había llegado tarde a las clases. Mis notas, que siempre habían sido buenas, habían mejorado aquel curso…
Se abrió la puerta del despacho del director. El señor Braddock salió y nos hizo señas para que entrásemos. Braddock era un hombre calvo, grande y robusto, que parecía agradable hasta que abría la boca. Mientras nos dirigíamos a su despacho, forrado de paneles de imitación a madera y plagado de fotos y trofeos de sus días de gloria en el McKinley, más de treinta años atrás, noté que el pulso se me aceleraba.
—Les pido disculpas por convocarlos con tan poca antelación —hizo un gesto hacia mis padres—, pero tenemos un problema con Penny que se nos empieza a ir de las manos. No sé si están al tanto de ese pequeño «club» que ha fundado su hija.
«¿CÓMO?».
—Claro que sí —respondió papá—. Se reúnen en nuestra casa los sábados por la noche. Son unas chicas estupendas.
El director Braddock se rebulló en el asiento.
—Entiendo. El caso es que el asunto está causando problemas en el instituto.
«¿Ah, sí?».
—¿Ah, sí? —replicó mamá—. ¿Qué clase de problemas?
El director Braddock se ajustó la corbata.
—Doctor Bloom, señora Bloom: el problema es que Penny está utilizando sus experiencias desafortunadas para volver a la población femenina del McKinley en contra de los varones del centro.
Me quedé muda de asombro.
—¡El club no va de eso!
El director Braddock levantó una mano para silenciarme.
—Veamos. Lamento mucho que Penny no sea capaz de encontrar novio…
—¡No le consiento que diga eso! —protestó mamá.
El director Braddock volvió a poner las manos en alto.
—Mis disculpas. Lo que quiero decir es que no me parece apropiado que Penny imponga sus ideas al resto del alumnado femenino, sobre todo a las estudiantes de tercero de secundaria, todavía muy influenciables.
—Un momento —replicó mamá—. Penny Lane ha formado un grupo de amigas increíble. No tienen intenciones ocultas, se limitan a pasar tiempo juntas sin las presiones propias de las citas con chicos. Señor Braddock, usted mejor que nadie conoce las complicaciones que acarrean los romances de instituto. Lo que me sorprende, precisamente, es que no fomente el club.
Dirigí la mirada hacia mi madre y vi que las mejillas le ardían. Aquello iba a estar bien.
—Señora Bloom, no pienso cruzarme de brazos y permitir que una chica dirija el instituto. Penny está adquiriendo excesiva importancia en el McKinley. Me temo que su influencia sobre la población femenina empieza a quedar fuera de control.
Mamá, impaciente, se puso a golpear el pie contra el suelo.
—Sin embargo, a usted no le preocupa el hecho de que uno de sus atletas, sólo porque lance el balón muy lejos, sea objeto de adoración por parte de toda la población masculina, ¿me equivoco? Permítame hacerle una pregunta, señor Braddock. ¿Alguna de las socias del club ha tenido problemas de alguna clase?
—Bueno, técnicamente no. Pero el club del que hablamos no ha sido autorizado por la dirección del centro, por consiguiente…
Por consiguiente —interrumpió mamá—, no es un asunto de su incumbencia.
El director Braddock se aclaró la garganta.
—Por consiguiente, entenderán el dilema: el instituto no puede fomentar aquello que no ha autorizado previamente. No puedo consentir que el club continúe.
Mamá cruzó las piernas.
—Disculpe, señor Braddock; pero ¿las calificaciones de Penny han empeorado?
—No…
—De hecho, sus notas han mejorado este último semestre, ¿no es verdad?
Braddock se puso a revisar la delgada carpeta que contenía mi expediente.
—Supongo que sí.
—Es decir, Penny Lane no ha hecho nada malo, el club no está afectando a sus notas y las socias se reúnen fuera del recinto del centro, ¿tengo razón?
—Técnicamente…
—Por lo tanto, no veo dónde reside el problema.
—El problema, señora Bloom —el rostro del señor Braddock parecía a punto de estallar—, reside en que después del artículo publicado en el Monitor, muchos varones de este instituto han protestado. Y no sólo eso. También he recibido informes preocupantes por parte de mi Comité de Asesoría sobre el Alumnado.
«Un momento, Louis no habría…».
—Todavía no ha ocurrido nada malo, lo cual no significa que no vaya a ser así. El club traerá problemas. Sí, PRO-BLE-MAS.
Mamá se levantó.
—Bueno, pues me importa una MIER…
—Becky —papá tomó la palabra, por fin. Se levantó y puso una mano en el hombro de mi madre. El señor Braddock se tranquilizó visiblemente, quizá confiando en que mi padre le diera la razón.
—Gracias, doctor Bloom.
—Penny Lane —dijo papá—. Venga, nos vamos. Señor Braddock, estoy seguro de que no pondrá reparos en que nos llevemos a Penny, ya que no me parece justo que tenga que pasar el resto del día en el instituto después de cómo la ha insultado usted.
Papá agarró su abrigo. Me quedé mirándolo, inmóvil.
—Además, señor Braddock, como padres de Penny fomentamos ese «pequeño club», como usted lo llama. Lo que nuestra hija ha conseguido es excepcional y, en vez de regañarla, debería colgar su retrato en la pared. Estamos muy orgullosos de ella.
Papá me abrazó y me plantó un beso en la frente.
—Vamos, hija. Recoge tus cosas.
Roochi.1D
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Mensaje por Roochi.1D Dom 03 Mar 2013, 12:24 pm

Veintisiete


La noticia de mi repentina partida se extendió como el fuego por todo el instituto. Con la excepción de las socias del club, la gente creyó que me habían expulsado. Niall llegó incluso a contar que la policía había tenido que escoltarme para salir del edificio. Ni que decir tiene que durante el trayecto a casa envié mensajes a Tracy y a Diane explicándoles la verdad, y ellas se lo contaron a las demás socias del Club de los Corazones Solitarios. Todas me consideraban una heroína.
En nuestra siguiente reunión, la euforia reinaba entre las asistentes. Era como si la condena del club por parte de Braddock, de alguna manera, nos otorgara validez.
Abrigué la esperanza de que fuera un buen momento para efectuar un anuncio.
Diane y Tracy se colocaron a mi lado, frente al público. Examiné al grupo y vi que Danielle se sonrojaba. Se había entusiasmado al enterarse de que le gustaba a Liam, pero, por suerte, no había querido abandonar el club.
—A ver, os pido que nos escuchéis antes de tomar una postura o sacar conclusiones precipitadas —miré directamente a Rosanna—. Fundé este club porque estaba harta de los chicos, es verdad; pero a medida que ha ido creciendo, me he dado cuenta de que se trata, más que nada, de darnos prioridad a nosotras mismas, lo cual se nos da bastante bien. En el momento presente, considero que el objetivo no debería ser renunciar a salir con chicos, sino mantenernos fieles a nuestras amigas. Si una de nosotras quiere salir…
—¡Lo sabía! —Rosanna abandonó su asiento—. ¡Lo sabía! ¡Quieres salir con Louis! —me señaló como si yo fuera un criminal convicto.
—Si no te importa esperar y escucharme…
—Vaya, esto es genial. Menuda líder estás hecha —replicó.
Me percaté de que todo el mundo lanzaba miradas furiosas a Rosanna.
—No se trata de mí —contraataqué.
—¿Ah, no? —Rosanna puso los ojos en blanco con gesto teatral—. Qué casualidad que decidas cambiar las reglas después de haber salido con el tío más guapo del instituto —los celos se filtraban en su tono de voz—. Quizá esto no debería llamarse el Club de los Corazones Solitarios; quizá debería llamarse «el club donde las reglas cambian cuando a Penny le da la gana».
—¡Cierra el pico! —vociferó Tracy—. Sienta ese culo esquelético y escucha lo que Penny tiene que decirte o márchate de una maldita vez. Te adelanto que nadie va a llorar porque te vayas.
Me alegré de tener de vuelta a la Tracy de siempre.
Rosanna tomó asiento con la actitud de una niña de seis años a la que acaban de negarle un poni por Navidad.
—Gracias, Tracy —dije.
—De nada, nuestra líder divina —Tracy me dedicó una sonrisa.
—No se trata de mí. En realidad, se trata de Danielle —la estancia al completo volvió la mirada hacia ella, que se encogió de vergüenza—. Siento centrar la atención en ti, Danielle; pero al final todo el mundo iba a enterarse. Veréis, el chico que le gusta a Danielle desde hace años también está por ella. Bueno, el caso es que Liam es un tío estupendo, seguramente de los pocos del McKinley, y no quiero ser la responsable de negarles la oportunidad de ver qué podría pasar.
»Así que Tracy, Diane y yo nos hemos sentado con Danielle y hemos llegado al acuerdo de que, siempre que asista a las reuniones de los sábados y a los planes en grupo, y mientras siga siendo la Danielle a quien todas queremos, no hay razón para que no lo intente.
Danielle se levantó.
—Consideradme como un conejillo de Indias. Además, puede que sea prematuro, porque aún no me ha pedido que salgamos…
«Más vale así», pensé. Liam no tenía ni idea de la polvareda que estaba levantando.
Me acerqué a Danielle y le puse una mano en el hombro.
—A mí, personalmente, me encantará enterarme de todos los detalles sobre tu pareja en nuestra próxima reunión.
Rosanna se echó a reír.
—Estás de broma, ¿no? ¿Y cuándo nos vas a hablar de tu pareja, Penny?
Era el colmo. Me había hartado de Rosanna.
—Permíteme que deje algo meridianamente claro, a ti y a todas las demás —estaba tan furiosa que el cuerpo me temblaba—. No tengo el más mínimo interés en Louis Tomlinson, y nunca lo tendré. Así que, para quienes lo dudéis: nunca, jamás, saldré con Louis.
Se hizo el silencio en la estancia. Tracy y Diane se mostraron horrorizadas.
¿Qué había hecho yo?
Roochi.1D
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Mensaje por Roochi.1D Dom 03 Mar 2013, 12:26 pm

Veintiocho


Aunque las reglas de Tracy para el club me encantaban, se le pasó por alto una fundamental: «Lo que ocurra en el Club de los Corazones Solitarios no debe salir del Club de los Corazones Solitarios».
Yo había considerado que se daba por sentado.
Si no podías confiar en las socias de tu club, ¿en quién podías confiar?
Pero no había contado con una diligente mensajera.
Tracy, Diane y yo entrábamos juntas en el instituto el lunes por la mañana, charlando sobre Danielle y Liam. Confiábamos en que a él le fuera bien en la prueba y estuviera preparado para declararse a Danielle. Estábamos doblando la esquina cuando Diane puso una expresión de disgusto.
—¡Oh, no! —dijo.
Tracy y yo seguimos su mirada y vimos que Rosanna hablaba con Louis junto a la taquilla de éste, con una expresión engreída en el semblante.
No podía tratarse de nada bueno.
Diane apretó el paso y Louis nos vio acercarnos a las tres. Me lanzó una mirada dolida. Luego, cerró su taquilla de un golpe y se alejó.
—Déjame que hable con él —Diane empezó a seguirlo.
Me di cuenta de que Tracy estaba resuelta a perseguir a Rosanna, pero se detuvo al fijarse en mi gesto de pánico.
—Tranquila, Penny —me dijo—. Es una estúpida.
Asentí con lentitud. Tenía el cuerpo entumecido.
—Está decidido, la expulsamos del club —continuó Tracy—. Se lo diré —me condujo hasta mi taquilla y la abrió por mí. Yo sólo era capaz de mirar al frente.
—No, me encargaré yo —repliqué—. Durante el almuerzo —las palabras a duras penas me salían de los labios.
—De acuerdo —Tracy cogió mis libros—. ¿Necesitas algo más?
Sí, necesitaba saber por qué, si no sentía nada por Louis, estaba destrozada.
Diane me puso al corriente antes del almuerzo.
—Rosanna le ha dicho a Louis que, básicamente, declaraste delante de todo el club que te parece un chico patético, que ni siquiera te cae bien como amigo y que jamás saldrías con él.
—¡Yo no dije eso! —protesté.
Bueno, salvo la última parte.
—Eso le expliqué yo, pero sigue bastante enfadado. Creo que no le gustó el hecho de que hablaras de él en público.
—Muy bien —intervino Tracy—. Tranquilicémonos un segundo, recobremos el aliento —me pasó el brazo por los hombros y me miró cara a cara—. A ver, ¿seguro que quieres hacer esto ahora?
Me costaba creer que, en una situación así, Tracy hubiera decidido ser la voz de la razón. Por supuesto que quería hacerlo.
«Pues claro».
«Ahora mismo».
—Sí.
Entré en la cafetería como el soldado que parte a la batalla, con Tracy y Diane a mis espaldas. Rosanna se encontraba a un extremo de la mesa, hablando sin parar a las pobres Eileen y Annette. Pegó un respingo cuando solté mis libros de golpe, a su lado. La mesa al completo guardó silencio.
—Hay algo que tengo que decir —miraba a Rosanna, pero lo dije con el volumen suficiente para que todas me oyeran—. Hay ciertas personas que están en el club por razones equivocadas. Ciertas personas que no están aquí por amistad. Personas manipuladoras e incapaces de ser buenas amigas, aunque sus esqueléticos culos dependieran de ello. Están aquí porque quieren ser populares. Bueno, pues, ¿sabéis qué os digo? Me han utilizado lo bastante a lo largo de mi vida como para cruzarme de brazos ahora y permitir que me vuelva a pasar. Ya es bastante malo que los chicos me hayan tratado a patadas. Pero que me trate a patadas una chica…, una supuesta amiga…, es incluso peor. En el Club de los Corazones Solitarios ya no aceptamos a las saboteadoras.
Rosanna siguió comiendo su plátano mientras paseaba la mirada a su alrededor, como si yo no pudiera referirme a ella de ninguna manera.
—Por lo visto, no me estoy explicando bien —me incliné y la miré de hito en hito—. Rosanna Shaw, te has aprovechado de mí, de nuestro club, de nuestra confianza. Tomaste un comentario que hice cuando pensaba que estaba entre amigas, y lo tergiversaste hasta convertirlo en una mentira ofensiva. Ya no eres bien recibida en el club ni en mi casa ni en esta mesa. ¿Lo entiendes?
Rosanna me miró frunciendo los ojos.
—¿De verdad piensas expulsarme?
—¡Es lo que acabo de hacer! —mi voz subía de tono por momentos—. ¡Fuera de aquí, perra hipócrita y traidora!
—¡Bien! —Tracy se levantó y se puso a aplaudir, seguida por Diane; luego, por Kara y Jen. Al momento, la mesa entera estaba de pie, ovacionándome.
Rosanna se levantó a toda prisa y se dispuso a marcharse. Mientras ocupaba mi asiento, la adrenalina me bombeaba por todo el cuerpo. Examiné los rostros felices que tenía a mi alrededor. Me alegraba enormemente de sentir el apoyo del antiguo club.
Me giré y vi que la cafetería en pleno nos miraba. Algunas mesas, incluso, se sumaron a la celebración de la marcha de Rosanna.
Capté la mirada de Louis al otro extremo del comedor y le sonreí; pero él apartó la mirada.
Durante toda la semana, el ambiente de camaradería en el Club de los Corazones Solitarios resultó mejor que nunca. Éramos más fuertes, estábamos más unidas. Tal vez fuera por las amenazas de Braddock, o acaso por la intromisión de Rosanna; pero daba la impresión de que todas las socias se habían comprometido en mayor medida con el club y entre ellas mismas.
El día del debut de Diane como jugadora del equipo de baloncesto McKinley Ravens, nos entregamos por completo a apoyarla. Aunque sólo quedaban dos minutos de partido, todavía no había salido a la cancha.
—La entrenadora Ramsey tendría que sacar a Diane; ganamos por diecinueve puntos —comentó Tracy.
Yo no paraba de lanzar miradas a los padres de Diane, junto a los que Louis estaba sentado. Me imaginé que habría sido imposible pedir a Niall, o a cualquiera de los chicos, que acudiera a apoyar a Diane, a pesar de todas las veces que ella había animado sus partidos. Yo había tratado de hablar con Louis después de la debacle del lunes con Rosanna; pero ni se dignaba mirarme. Cada vez que intentaba acercarme a él, se alejaba. Y eso que tenía que haber oído la conversación en la cafetería; todo el mundo llevaba hablando de lo mismo los últimos cuatro días.
El segundo grupo de animadoras del McKinley salió a la cancha. Ni siquiera fingieron entusiasmo por el partido, como si se sintieran castigadas por tener que animar al equipo femenino.
—¡Uf!, esto es espantoso. Yo podría hacerlo mucho mejor —comentó Tracy mientras las animadoras nos preguntaban a los espectadores con voz lánguida si teníamos espíritu deportivo.
Sonó la bocina y ambos equipos regresaron a la cancha. Diane seguía sentada con paciencia en un extremo del banquillo; las rodillas le temblaban visiblemente.
Jen sacó de banda a Britney Stewart, a quien de inmediato una desesperada integrante del equipo de Springfield le hizo falta. El equipo se situó en las líneas de la zona y Britney anotó dos puntos extra sin mayor dificultad.
—¡Vamos, entrenadora! —vociferó Tracy—. ¡Que salga Diane!
Las cinco jugadoras de las Ravens se precipitaron al otro extremo de la cancha. Jen recuperó con facilidad un fallido intento de canasta por parte de Springfield. Agarró el balón con fiereza y cruzó la cancha botando. Una jugadora del Springfield, morena y de gran estatura, fue corriendo a su lado y la derribó con un rápido movimiento de cadera.
Sonó el silbato y los árbitros empezaron a deliberar.
—Más les vale pitar falta técnica —siseó Tracy.
El equipo se congregó cerca del banquillo para recibir instrucciones de la entrenadora Ramsey. Mientras ésta se dirigía al quinteto y repasaba la siguiente jugada, Diane la miraba con intensidad; luego, se mordió el labio y se sumó al partido. Todas las socias del club nos pusimos de pie y empezamos a vitorear. Se levantaron pancartas, y los cánticos con el nombre de Diane inundaron el gimnasio.
Diane frunció los ojos mientras se colocaba en la línea de rebote de los tiros libres y era testigo de cómo Jen fallaba sus dos lanzamientos. Luego, cuando se reanudó la acción, corrió con todas sus fuerzas hacia el campo de ataque del equipo contrario. Se puso en cuclillas y se mantuvo en esa posición mientras la base de Springfield se aproximaba a ella. Diane permaneció todo el tiempo con su par, concentrándose en el torso de la jugadora, un truco que Louis le había enseñado.
Pasaron el balón a una rubia muy alta que falló el tiro. Jen lo recuperó y se lo lanzó a Diane.
Diane fue driblando toda la longitud de la cancha, con toda su atención centrada en el balón que tenía ante sí.
—¡Vamos, Diane! —gritamos Tracy y yo al unísono. Tracy me agarró de la mano mientras observábamos cómo Diane se acercaba a la canasta para ejecutar una bandeja y… fallaba.
—¡No pasa nada, Diane! —gritó Kara, a mi lado. Todas seguimos aplaudiendo mientras Springfield solicitaba otro tiempo muerto.
—¿Te puedes creer lo que han hecho? —Tracy señaló hacia delante, donde el equipo de animadoras había decidido tomarse un descanso—. Se han sentado en el mismo momento en que Diane ha salido a la cancha. Son patéticas.
Las animadoras estaban sentadas en la primera grada. Missy escribía un mensaje en su móvil, mientras las demás se esforzaban al máximo por hacer caso omiso del partido.
—Me ponen de los nervios. Hace unas semanas, todas esas chicas estaban haciendo la pelota a Diane, y ahora ni siquiera animan al equipo… ¡Pero si es su trabajo!
Asentí, indignada por lo mal que se estaban portando.
—Hasta aquí hemos llegado —Tracy se levantó.
—Tracy, no provoques…
Antes de que yo pudiera terminar la frase, se puso de pie sobre la grada. Se giró para mirar a la gente que teníamos detrás y gritó a voz en cuello:
—¡DAME UNA «D»!
Nuestro grupo se mantuvo en silencio mientras todo el mundo miraba a Tracy.
Ella hizo un gesto de desesperación.
—Venga, vamos, ya lo habéis oído: ¡DAME UNA «D»!
«Dios mío, ¿Tracy… animadora?».
—¡«D»! —gritaron Danielle, Kara y Amy.
—¡DAME UNA «I»! —continuó Tracy.
—¡«I»! —empezó a bramar el Club de los Corazones Solitarios.
—¡Así está mejor! ¡DAME UNA «A»! —Tracy empezó a aplaudir y a botar sobre las puntas de sus pies.
Las animadoras de la primera grada se giraron, boquiabiertas y en estado de shock, mientras los seguidores de las Ravens le daban a Tracy una ¡«N»!
—¡DAME UNA «E»!
El recinto resonó con una estridente ¡«E»!
—¿Qué tenemos? —Tracy empezó a bajar hacia la primera grada.
—¡DIANE!
Ahora se encontraba en el espacio ocupado momentos atrás por el equipo de animadoras.
—¡NO OS OIGO! —se colocó la mano detrás de la oreja.
—¡DIANE! —volvió a gritar el gentío.
Sonó la bocina y todo el mundo estaba de pie, ovacionando. Tracy miró a Missy y compañía y les dedicó una fugaz sonrisa irónica, haciéndoles saber que ya no eran ellas quienes controlaban a la multitud.
Diane regresó a la cancha con un gesto de determinación grabado en el semblante. Según el reloj, quedaban menos de quince segundos. Springfield se hizo con el balón, y la base avanzó con lentitud hacia el otro extremo de la cancha. Su equipo iba a perder, de modo que no había razón para que nos permitieran anotar más tantos.
—DIEZ… —la muchedumbre empezó la cuenta atrás con el reloj.
Diane clavó los ojos en la jugadora que se aproximaba.
—NUEVE…
Empezó a fintar con las piernas atrás y adelante.
—OCHO…
La base trató de desplazarse hacia la izquierda, pero era demasiado tarde.
—SIETE…
Diane robó el balón y fue driblando por la cancha a toda velocidad…
—SEIS…
… mientras el equipo de Springfield al completo se precipitaba tras ella.
—CINCO…
Diane concentró la atención en la canasta que tenía ante sí y…
—CUATRO…
… completó la bandeja.
—TRES…
El balón rebotó en el aro, golpeó el tablero…
—DOS…
… y entró directo en la canasta.
La bocina quedó ahogada por los vítores del público. Las compañeras de equipo de Diane formaron una piña a su alrededor. Las animadoras abandonaron el auditorio a toda velocidad, con expresión de disgusto. Los seguidores de Springfield se mostraban claramente desconcertados por la celebración que se llevaba a cabo ante sus ojos.
Me acordé de la Diane que se había sentado frente a mí en aquella cafetería, menos de dos meses atrás. Miré una por una a las socias del club, para quienes Diane había sido un gran estímulo. Nos había demostrado a todas que, en efecto, se podía conseguir.
Roochi.1D
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Mensaje por Roochi.1D Dom 03 Mar 2013, 12:30 pm

Veintinueve


No me pasó desapercibida la correlación entre el fin de mi amistad con Louis y el refuerzo del vínculo entre las socias del club.
Cada vez que el club daba un paso adelante (el triunfo de Diane en el partido de la noche anterior), Louis y yo dábamos un paso atrás (no pasó por su taquilla al día siguiente).
Aunque la situación me disgustaba, existía otro problema al que tenía que enfrentarme.
Harry.
Cuando llegué a casa, me encontré con otro e-mail esperándome. Éste llevaba el siguiente asunto:

«¿AMIGOS?».

Me senté y lo abrí.

Pen:
Últimamente he pensado mucho en nosotros. De hecho, sólo pienso en ti. Sé que no me vas a contestar. Sé que me odias. Sé que nunca sentirás por mí lo que yo siento por ti. Me lo merezco. Pero tengo que hacerte una pregunta, y quiero que la medites bien (si es que estás leyendo este mensaje) antes de que nos veamos dentro de dos semanas. ¿Crees que, al menos, podríamos ser amigos? Te necesito en mi vida. Y te aceptaré en las condiciones que me impongas.
Voy a hacer todo lo posible para que vuelvas a mí.
Besos,
El perdedor


¿Amigos? ¿Quería que fuéramos amigos? ¿Podía ser amiga de Harry después de lo que había ocurrido?
Louis y Diane eran amigos, pero él no la había engañado. Louis era…
No podía enfrentarme a la idea de lo maravilloso que era. Ni a la de ser amiga suya, puesto que no le interesaba lo más mínimo, hasta el punto de no dirigirme la palabra.
Tal vez lo mejor fuera decirle a Harry que podíamos ser amigos y, luego, pasar página.
Pero de una cosa estaba convencida: si me consideraba capaz de hacer eso, me estaba engañando.
Después de dar vueltas al asunto durante una semana, decidí salir a cenar con Diane y pedirle consejo.
—¿Cómo puedes ser amiga de Louis? —le solté de pronto, antes incluso de pedir la comida.
Diane se sorprendió.
—Ha formado parte de mi vida durante mucho tiempo.
—Igual que Harry… de la mía —respondí.
Diane se mostró preocupada.
—Sí, pero Louis no…
Me hundí hacia atrás en el asiento.
—¿De qué va esto? —Diane se mordió el labio.
Le hablé de los e-mails y de la petición de Harry de que fuéramos amigos.
Negó con la cabeza.
—Penny, ¿quieres ser amiga de Harry?
—No. No quiero volver a verlo. Pero eso no va a poder ser.
Diane suspiró.
—Sinceramente, creo que debes contárselo a tus padres.
—Imposible.
Diane apartó a un lado la carta del restaurante y me cogió de la mano.
—¿Va todo bien? Has estado muy callada toda la semana.
Me encogí de hombros.
—¿Sabes? —prosiguió Diane—. Ser amiga de Louis no me resultó fácil al principio. Tuve que acostumbrarme a tratarlo de una manera distinta, pero ahora es uno de mis mejores amigos. Como tú —vaciló unos segundos—. Y me gustaría que mis dos mejores amigos pudieran perdonarse mutuamente.
—¿Cómo? —me quedé boquiabierta—. ¿Perdonarnos mutuamente? Diane, si ni siquiera me mira. He intentado disculparme, pero no se da por enterado de mi existencia.
—Ya lo sé. Lo que pasa es que está enfadado.
—¿Enfadado? —empezaba a desesperarme—. Lo que Rosanna le dijo fue una mentira flagrante. Y él lo sabe, ¿o no?
Diane asintió.
—Entonces, ¿qué problema tiene? Hemos sido amigos un montón de tiempo y ahora no me dirige la palabra. ¿Por qué? Pues porque la gente piensa que tuvimos una cita en plan romántico.
Diane se rebulló, incómoda, en su asiento.
—Penny, Louis creyó que era una cita en plan romántico.
—Mira, Diane, él sabía lo del Club de los Corazones Solitarios. Sabía que yo no podía salir con chicos.
Se encogió de hombros.
—¿Sabes? —continué—. Puede que, al fin y al cabo, Harry y Louis no sean tan diferentes.
Diane se mostró espantada.
—¿Cómo puedes decir eso?
—Venga ya, Diane —las mejillas se me habían encendido—. Vale, de acuerdo, Louis creyó que era una cita en toda regla. Y luego, como yo no acepté ser… —sentí ganas de decir «su pequeña novia», pero no quise ofenderla—. Como no quise salir con él en plan de novios, ni siquiera quiere ser mi amigo. ¿Es que lo único que busca…, no sé…, es acostarse conmigo?
Diane frunció los labios.
—Sabes que Louis no es así.
—¿Lo sé?
Me sentí frustrada. Sabía que me había pasado de la raya. Sabía que Louis no era como Harry…, pero es que lo echaba de menos. Echaba de menos hablar con él, pasar el rato entre clase y clase. Y me había dejado tirada. Igual que Harry. ¿Dónde estaba la diferencia?
—Lo único que digo es que mi opinión sobre los chicos no ha cambiado —concluí.
Estaba convencida de actuar como era debido al no liarme con Louis. Al final, acabaría haciéndome daño. En realidad, ya me lo había hecho.
Al día siguiente, después de clase, Tracy se acercó a mí.
—Tengo que hablar contigo un minuto —su expresión era seria.
Nos dirigimos a los bancos que bordeaban el vestíbulo cercano a la cafetería.
—En el club están ocurriendo cosas, y tengo que ponerte al día.
—¿Ah, sí? —y yo que pensaba que todo iba de maravilla. Aunque últimamente había estado tan distraída que no me sorprendía haberme perdido algo.
—Sí. Kara va a faltar a las dos próximas reuniones.
—¿Y eso?
Tracy miró a su alrededor.
—No os dije nada a ti ni a Diane porque juré no contárselo a nadie.
—¿Qué pasa?
—Va a tener ayuda psicológica.
—¿Ayuda psicológica?
Tracy suspiró.
—Vamos, Pen. Los dos últimos años nos hemos quedado calladas viendo cómo Kara se consumía. No sé qué la empujó a hacerlo, pero en la última reunión nos contó a Danielle y a mí que quería volver a recuperar el control.
—Genial —me alegraba mucho por Kara. Me alegraba y me preocupaba al mismo tiempo.
—Bueno —prosiguió Tracy—, el caso es que el programa al que se ha apuntado dura todo el fin de semana.
—Pues claro, perfecto —me sentí mal por no haberlo sabido, por no haber estado ahí para ayudar a Kara.
Louis pasó de largo, en dirección a su taquilla. Era la primera vez que lo veía en toda la semana, con la excepción de las clases de Historia Universal.
—Hola, Louis—dijo Tracy.
Levantó la mirada de su taquilla.
—Ah, hola, Tracy.
Una vez más, evitó mirarme. Agarró sus cosas rápidamente y se marchó.
Tracy pasó la mirada de mí a Louis, que salía por la puerta.
—¿Se puede saber qué pasa entre vosotros dos?
—Nada.
Y era verdad. No pasaba nada. Nada en absoluto.
Decidí que iba a dedicar la semana previa a Acción de Gracias a concentrarme de nuevo en el club. Ya estaba harta de estresarme por la frialdad de Louis y por el deseo de Harry de que fuéramos amigos.
—¡Venga, suéltalo! —le dijo Tracy a Danielle mientras tomaba asiento en nuestra reunión del sábado—. Con pelos y señales.
Danielle se sonrojó mientras todo el grupo aguardaba los detalles de su primera cita con Liam.
—Bueno, Liam me recogió en el monovolumen de su madre.
—¡No! —exclamó Erin—. Es lo último que me habría imaginado.
—Ya lo sé —Danielle sonrió—. Pensé que llegaría en un coche en plan estrella del rock, pero me encantó. Estuvimos en el Mexicana Grill y la cena fue fantástica (preparan un guacamole increíble). Luego, fuimos al garaje y su banda estuvo ensayando. Liam me dedicó una canción —Danielle se sonrojó al acordarse.
—¿Una canción original? —preguntó Teresa.
Mientras Danielle proseguía con la historia, paseé la vista por el grupo. Todo el mundo estaba interesado en la cita de Danielle, y se alegraba por ella. No pude evitar una sonrisa.
Era la clase de amistad que yo necesitaba. Una amistad que te apoya. No como en el caso de Harry, que me había traicionado. Ni en el de Louis, que me había despachado tan deprisa.
—¿Te besó o no? Te he pedido detalles —bromeó Tracy.
Danielle se sonrojó y bajó los ojos.
Un coro de «¡uuuhs!» inundó la estancia mientras Danielle enterraba la cara entre las manos.
—Penny, ayúdame —suplicó.
—Vale, ya está bien. Dejad que la chica tenga un poco de intimidad —indiqué entre risas.
Repasé una lista de películas que podíamos ver y se generó el debate entre una comedia adolescente de los años ochenta y una película de terror.
—Eh, Penny —Teresa Finer se acercó a mí—. ¿Te importa que Maria y yo vayamos al piso de arriba, a estudiar?
—¿A estudiar? Pero, chicas, es sábado por la noche.
Maria Gonzales sacó su libro de texto de Cálculo Avanzado.
—Ya lo sé, pero el lunes hay un examen importante que tenemos que repasar.
Teresa se inclinó para hablarme.
—Suspendí el último examen, y si mi nota sigue bajando, voy a perder la beca de voleibol en la Universidad de Wisconsin.
—¡Sí, claro! —les hice señas para que me siguieran y las dirigí a mi habitación—. Aquí estaréis tranquilas. Si necesitáis cualquier cosa, decídmelo.
—Gracias —respondió Teresa mientras se sentaba en el suelo del dormitorio.
Cuando me dirigí escaleras abajo, vi que tenía en el móvil un mensaje de Harry. Tracy había silenciado sus llamadas, pero no significaba que no pudiera comunicarse de alguna otra manera.
Abrí la tapa del móvil y solté una carcajada.
—¿Qué pasa? —Tracy estaba en la cocina con Diane, cogiendo más comida.
Yo seguía riéndome.
—Es este mensaje de Harry…
Tracy se plantó a mi lado y me arrebató el teléfono.
—¿Qué es esto? No lo entiendo.
—¿Qué dice? —preguntó Diane.
—«El polvo fue una mala opción» —leyó Tracy.
Solté otra carcajada.
—Es… —no podía parar de reírme—. Es de El reportero. La vimos este verano en la televisión, y nos pasábamos el día repitiendo frases de la película. Veréis, hacía un calor espantoso fuera…
Tracy y Diane estaban horrorizadas.
—Penny, ¿te has vuelto loca?
—¿Por qué? ¡Es una peli divertida!
—¿Es que no te das cuenta de lo que está haciendo?
Pues no. ¿Qué estaba haciendo?
Tracy pulsó la tecla «Borrar».
—Esta noche, me lo quedo —se guardó mi móvil en el bolsillo—. Venga, al sótano. A ver si estando con las demás te acuerdas de por qué hemos venido.
Seguí a Tracy escaleras abajo, si bien llevaba una sonrisa en los labios al acordarme de que, con Harry, me había reído hasta tal punto que se me saltaban las lágrimas. Lágrimas de las buenas.
Casi se me había olvidado que también hubo buenos momentos con Harry.
Seguí recibiendo mensajes por el móvil toda la semana. Y, aunque me molestara, tenía que admitir que empezaba a esperarlos con ilusión. Igual que antes esperaba con ilusión llegar a mi taquilla y hablar con Louis.
Le dije a Tracy que los mensajes se habían acabado, porque de lo contrario me habría seguido exigiendo que le entregara el móvil. Total, unas cuantas frases graciosas no iban a hacerme olvidar la mala pasada que me había jugado.
Necesitaba reírme, nada más.
Regresé corriendo a mi taquilla para recoger mis cosas. Empezaban las vacaciones de Acción de Gracias. Consulté el teléfono y me eché a reír por la última cita que había escrito Harry.
—¿Qué te hace tanta gracia?
Casi no reconocí la voz.
Louis. Me sonreía.
—Eh… —llevaba semanas sin hablar con él. Había estado esperando ese momento, pero ahora no sabía qué hacer—. Nada, acabo de recibir un mensaje divertido.
—Bueno, Bloom, me alegro de verte sonreír otra vez.
No supe cómo tomarme el comentario.
—Mmm —era estupendo volver a hablar con él. Ojalá se me hubiera ocurrido qué decir. Decidí ser sincera—. Me supongo que podría decirte lo mismo de ti.
Soltó una carcajada.
—Sí, tienes razón. Han sido unas semanas complicadas, ¿eh?
Me limité a asentir. ¿A qué se refería?
—Bueno —cerró su taquilla—. Que lo pases bien en Acción de Gracias. Nos vemos a la vuelta —me rozó el hombro con los dedos al marcharse. Se me cayó el alma a los pies.
Justo entonces me llegó otro mensaje de Harry, y lo borré sin mirarlo. Las citas graciosas estaban muy bien, pero no era eso lo que yo quería.
Me asustaba que aquel breve encuentro con Louis hubiera significado tanto para mí.
Cerré los ojos. Di gracias por el club. Y por no salir con chicos.
Porque, sin lugar a dudas, Louis Tomlinson no haría más que destrozarme el corazón.
Roochi.1D
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Mensaje por Mili1D Dom 03 Mar 2013, 5:37 pm

lakdhakhsajhsajhsjahsjasjhsjhhsjahjshjahsjhajshaj amo esta novela, la amo con mi vida, demasiado :3
Digamos que me levanta un poco el animo considerando lo mal que me siento porque Boca pierde, si, soy una idiota, pero los partidos de verdad me afectan :(
Ameeeee los capitulos, ya quiero leer de nuevo los proximos - los amo, son tan geniales ajjaja-
Te amo babe <3
Mili1D
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Mensaje por Roochi.1D Dom 03 Mar 2013, 6:26 pm

Mili1D escribió:lakdhakhsajhsajhsjahsjasjhsjhhsjahjshjahsjhajshaj amo esta novela, la amo con mi vida, demasiado :3
Digamos que me levanta un poco el animo considerando lo mal que me siento porque Boca pierde, si, soy una idiota, pero los partidos de verdad me afectan :(
Ameeeee los capitulos, ya quiero leer de nuevo los proximos - los amo, son tan geniales ajjaja-
Te amo babe <3

kajsdhkjashdkasjd.
Yo también soy de boca, pero no soy devota de los partidos xD
Y... el libro es genial.
Mañana subo otros dos ;)
Besosssss <3
Te amo más ! <3
Roochi.1D
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Mensaje por Mslistie Lun 04 Mar 2013, 4:42 am

Acabo de zamparme todo el relato, y espero con ansia los próximos capítulos.
Es una novela diferente, donde los acontecimientos pasan lentos, cronometrados y no tan rápidos que a los 3 capítulos ya hay relación con el personaje.
En serio, me gusta mucho, sobre todo como relatas a Pen. Se nota que te inspiras muchísimo en ti misma, y eso está genial, así nos das la oportunidad de conocerte un poquito más.

Un besazo. <3
Mslistie
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Mensaje por Roochi.1D Lun 04 Mar 2013, 9:46 am

Mslistie escribió:Acabo de zamparme todo el relato, y espero con ansia los próximos capítulos.
Es una novela diferente, donde los acontecimientos pasan lentos, cronometrados y no tan rápidos que a los 3 capítulos ya hay relación con el personaje.
En serio, me gusta mucho, sobre todo como relatas a Pen. Se nota que te inspiras muchísimo en ti misma, y eso está genial, así nos das la oportunidad de conocerte un poquito más.

Un besazo. <3


Es un libro y es genial .
Me alegro de que te guste.
Subiré un poco más tarde :3
Besossssss xx
Roochi.1D
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Mensaje por Roochi.1D Lun 04 Mar 2013, 11:51 am

NUEVA NOVELAAAAAAAAAAAAAAAA

How to love |Harry Styles|
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Mensaje por Roochi.1D Lun 04 Mar 2013, 3:57 pm

Treinta


—Penny Lane, no irás a llevar puesto eso, ¿verdad? —me preguntó mamá cuando bajé a la cocina la mañana de Acción de Gracias.
Miré hacia abajo y contemplé mi conjunto: un bonito par de vaqueros y una camiseta de manga larga.
—Pues… sí. Es la ropa de fiesta habitual de los Bloom.
Mamá estaba ocupada limpiando la encimera de la cocina y se la veía más nerviosa que de costumbre.
—Ya lo sé, pero este año tenemos invitados.
—Ay, perdón, no me había dado cuenta de que la reina de Inglaterra iba a pasar a vernos.
—¡Penny Lane! —me regañó mamá. Se me había olvidado lo mucho que le estresaba invitar a gente a casa. Rita y yo habíamos hecho todo lo posible por echar una mano pelando patatas y picando verduras; los cortes en mi mano lo demostraban.
Papá entró con un periódico enrollado en la mano.
—Penny Lane, por favor, haz caso a tu madre y cámbiate, ¿quieres? Está un poco disgustada porque Lucy no viene a casa este fin de semana.
Era la primera vez que no nos reuníamos todos en esas fechas. Lucy iba a pasar Acción de Gracias con la familia de su prometido, en Boston.
Mamá se secó el sudor de la frente.
—Ya sé que estará con nosotros una semana entera, en Navidad; pero la vamos a dedicar a los preparativos de la boda…
Rita entró en la cocina vestida con vaqueros y camiseta.
—Chicas, ¡a cambiarse ahora mismo!
Mientras nos encaminábamos al piso de arriba, Rita preguntó:
—¿Me he perdido algo?
Negué con la cabeza. «Feliz día de Acción de Gracias, para mí». Rita se percató de que yo estaba hecha un manojo de nervios.
—Penny, todo saldrá bien —aseguró—. Tienes que ponerte al mando. No le consientas que se imponga sobre ti.
Los Styles iban a llegar en menos de una hora, y aún no tenía ni idea de qué le iba a decir a Harry. Para ser sincera, ni siquiera sabía cómo me iba a sentir al verlo. ¿Furiosa? ¿Triste? Una cosa eran los correos electrónicos y los mensajes por móvil; pero ¿qué sentiría al mirarlo a los ojos? Aquello dejaría mucho al descubierto. Sólo esperaba ser capaz de mantenerme fuerte. Harry no iba a poder conmigo. Yo había pasado página.
Fui a mi habitación y encontré el top blanco atado al cuello que Diane me había prestado después de la fiesta de antiguos alumnos, cuando me dijo que tenía que resaltar lo que «la naturaleza me había dado». De modo que me lo puse con unos pantalones negros de raya diplomática y tacones negros. Me encaminé escaleras abajo pensando que mi aspecto había mejorado mucho…, tal vez demasiado para el gusto de mi padre.
—Oye, Penny Lane, ¿ese top es nuevo? —preguntó papá mientras examinaba mi conjunto con no poca inquietud.
—Tranquilo, Dave —replicó mamá—. Se ha desarrollado y está muy guapa.
Sonó el timbre, y respiré hondo varias veces. Rita me agarró de la mano y susurró:
—No le permitas ganar.
¿Ganar? ¿Qué había que ganar?
Al abrirse la puerta se produjo una explosión de actividad: mis padres abrazaron al señor y la señora Styles y hubo un intercambio de saludos cordiales.
La señora Styles se volvió hacia mí:
—Vaya, Penny, ¡mírate! —me estrechó entre sus brazos—. Cariño, estás preciosa —me soltó y, entonces, me giré.
Allí estaba. Con una expresión que no supe si era de timidez o de suficiencia.
—Hola, Penny.
Abrí la boca y traté de decir algo, lo que fuera. Pero era difícil. Pensé en lo que Diane me había dicho acerca de que Louis había formado parte de su vida durante mucho tiempo. Ahí estaba Harry, delante de mí; Harry, a quien conocía de toda la vida. Pensé que, tal vez, mi último recuerdo de él apagaría los demás; pero no había sido así. Vernos el uno al otro siempre había sido una cuestión de rutina, y aunque invariablemente nos saludáramos con «Hola, Penny» y «Hola, Harry» como si no fuera gran cosa, por lo general lo decíamos como si compartiéramos un secreto. Y es que, en efecto, compartíamos un secreto. Ahora, mayor que nunca.
Odiaba tenerlo frente a mí. Odiaba que hubiera venido a mi casa. Porque odiaba lo que yo misma sentía. Por mucho que quisiera chillar y salir corriendo, apenas podía respirar. Al verlo, sentí la misma emoción de siempre.
Iba a ser más difícil de lo que había imaginado.
—Toma —Rita me plantó en los brazos los abrigos de los Styles—. Penny los colgará.
Lancé a mi hermana una mirada agradecida mientras salía disparada hacia el armario. Pasé más tiempo del necesario colgando los abrigos. Durante todo el rato noté los ojos de Harry en la espalda. Y me gustaba.
—Bueno, ¿qué te apetece beber? —pregunté en el instante mismo en que hube colgado la última prenda en su percha.
—Ya me encargo yo, tesoro —papá empezó a preguntar qué quería beber cada cual.
—No, papá —protestó Rita—. Déjanos ayudar a Penny y a mí.
Me di la vuelta para dirigirme a la cocina cuando noté que me tiraban del brazo.
—Penny —dijo Harry mientras me abrazaba—. Te he echado mucho de menos.
—¡Qué tierno! —exclamó la madre de Harry—. No ha hecho otra cosa que hablar de las ganas que tenía de verte.
Me quedé parada, entre sus brazos.
—Vamos, Penny —Rita se acercó y Harry me soltó de inmediato—. Tenemos que ir a la cocina —se giró hacia Harry—. ¿Sabes? Ese sitio lleno de cuchillos afilados.
Mientras Harry daba un paso atrás, lo examiné por primera vez desde que me había destrozado el corazón. Y resultó extraño, porque no era igual que el recuerdo que guardaba de él. ¿Me había fijado antes en lo plana que tenía la cara? ¿Y en esos pequeños ojos pálidos, inexpresivos?
Empecé a respirar un poco mejor.
Me quedé en la cocina con Rita y con mamá, ayudando con los preparativos, mientras la señora Styles nos freía a preguntas sobre el instituto. Por suerte, los varones estaban en el piso de abajo, viendo un partido de fútbol americano. Fue la primera vez que semejante costumbre machista no me molestó.
Entré en el comedor para llenar los vasos de agua y me di cuenta de que mamá me había colocado justo al lado de Harry, de modo que la conversación con él resultaría inevitable.
No había tiempo suficiente para cambiar las posiciones en la mesa, pues todo el mundo entraba ya para comer. Mientras cogía un plato, pensé que aquel año mamá se había pasado más que nunca con la comida. Apenas pude encajar todo en el plato en la primera vuelta, aunque me salté la salsa de arándanos, ya que temía mancharme el top. Y también prescindí del «pavo vegetariano», elaborado con soja y trigo. Mis padres no estaban dispuestos a permitir que la tradición se interpusiera en el camino de sus creencias, de modo que me había acostumbrado a darme un atracón a base de ensalada, puré de patata, arroz integral y boniatos.
Harry me seguía en la fila que formábamos junto a la encimera. Alargó el brazo para coger un bollo de pan, colocó su otra mano en la parte de mi espalda que quedaba al aire y frotó el pulgar arriba y abajo. Me quedé paralizada, incapaz de moverme.
—Te he echado de menos —musitó.
Por un momento, estuve a punto de decirle, también con un susurro: «Yo también te he echado de menos». Estaba acostumbrada a semejantes comentarios entre nosotros. En esta ocasión, me esforcé por rechazarlo. Me había pasado meses bloqueando el recuerdo de su tacto, de sus palabras. Sabía dónde acababa conduciendo aquello, invariablemente.
No fui capaz de mirarlo. Me limité a regresar a la mesa.
Después, mientras tomábamos asiento, Harry lanzó una prolongada mirada a mi pecho.
Y yo pensé: «Hasta aquí hemos llegado».
El señor Styles se giró hacia mí.
—Bueno, Penny, ¿qué me dices de ese club del que tanto he oído hablar?
Estuve a punto de atragantarme con el puré de patata. ¿Cómo se había enterado?
La señora Styles intervino a continuación.
—Sí, tu madre nos envió un link al artículo del periódico del instituto —si mamá pensaba que la iba a ayudar con los platos, estaba muy equivocada—. Parece muy divertido. Ojalá yo hubiera tenido algo así a tu edad.
Eso significaba que Harry estaba al tanto del club. No me sentí con fuerzas para mirar cómo reaccionaba. En cambio, esbocé una sonrisa y, con tono alegre, respondí:
—Sí, ¡es divertidísimo!
Noté que la mano me empezaba a temblar. Miré a Rita, que me dedicaba una sonrisa de aliento.
—Es fantástico, en serio —Rita lanzó a Harry una mirada asesina—. Sobre todo porque no os podéis imaginar los cretinos redomados que han querido salir con Penny. Así le va mucho mejor.
El señor Styles sonrió a la vez que asentía.
—Vaya, Penny, es fantástico.
La conversación derivó hacia la política. No pude resistirme a mirar a Harry. Se metía comida en la boca sin parar. Una pizca de pavo vegetariano se le quedó colgando de la barbilla.
¿Y ése era el chico con el que había soñado verano tras verano? ¿Ése era el chico que me había destrozado el corazón? ¿Él?
Una vez terminada la comida y limpia la vajilla, subí a mi habitación para llamar a Tracy. Antes de que pudiera marcar, Harry llamó a la puerta y pidió permiso para entrar.
La idea de estar a solas con él me revolvía el estómago, si bien me figuré que no podía seguir ignorándolo por más tiempo.
Se sentó en una esquina de la cama.
—Ven aquí —me dijo dando palmadas a su lado, en el colchón.
—No, gracias —permanecí junto al escritorio.
Harry se levantó.
—Venga ya, Penny. Te hablaba en serio en mis e-mails. No puedes seguir furiosa conmigo, imposible —se acercó y me puso las manos en los hombros.
Tiempo atrás, todo lo que yo deseaba era notar su tacto. Tiempo atrás, habría dado mi vida por momentos así: los dos juntos, a solas; los dos compartiendo un secreto. Tiempo atrás, mi lista no escrita de novios tenía un único nombre. Tiempo atrás, mi amor por él le hacía hermoso, sin importar cómo actuara, sin importar lo que hiciera.
—Dime qué quieres que haga para mejorar las cosas —susurró, mientras se inclinaba y me frotaba los hombros.
—Para empezar —respondí—, puedes quitarme las manos de encima.
Siguió sin inmutarse.
—Pues antes te gustaba.
Me puse de pie y lo aparté de un empujón.
—Sí, antes me gustaban un montón de chorradas.
Se mostró genuinamente dolido.
—Penny, no hables así. Sé que las cosas entre nosotros no acabaron bien; pero tampoco fue para tanto.
—Tienes que estar de broma, ¡seguro! —no me molesté en controlar el tono de voz.
Escuché sonoros pasos en las escaleras, y a los pocos segundos Rita había entrado en la habitación.
—Hazme un favor, capullo. Apártate de mi hermana.
Me giré hacia Rita.
—Rita, cierra la puerta —puso la mano en el picaporte—. No, en serio, vete —Rita cerró la puerta tras ella.
Harry puso una expresión de triunfo.
—Bueno, esto me gusta más —atravesó la habitación, pero yo alargué la mano.
—Alto.
—¿Por qué te pasas la vida provocando? —me guiñó un ojo.
Noté que la cara se me encendía. Me esforcé todo lo posible por no propinarle un puñetazo.
—¿Cómo puedes quedarte ahí parado y pensar que después de todo lo que me hiciste te iba a perdonar así, por las buenas? Unos cuantos e-mails y esos mensajes chistosos por el móvil no van a variar las cosas.
Entonces, algo cambió en su actitud. Se sumió en una tranquilidad extraña, como si la respuesta fuera la más obvia del mundo, al menos para él.
—Pensé que me perdonarías porque te quiero —respondió.
¡Y se lo creía! Era un farsante, un tramposo, un embustero, un ser despreciable. Pero en ese momento, no había farsa alguna, ni trampas, ni embustes, ni nada despreciable. Harry se lo creía de verdad, aunque tan sólo fuera por un segundo; necesitaba de veras que fuera verdad.
—Harry —le dije—, no te permito que hagas eso. No te permito que digas eso. Me mentiste.
Noté el sabor de la bilis en la garganta.
—Harry, me mentiste.
—Sólo te dije lo que querías oír —replicó, recuperando su actitud defensiva.
—¿Y no se te ocurrió que, a lo mejor, quería oír la verdad?
Me di cuenta perfectamente de lo que estaba ocurriendo. En el minuto mismo en que le desafié, el «te quiero» desapareció.
—Ya lo sabes, Pen. No, no se me ocurrió; porque tú no querías oír la verdad. Desde que éramos niños te has montado un absurdo cuento de hadas sobre nosotros. De modo que sí, hice lo que pensé que tú querías.
—Me utilizaste.
Harry alzó las manos al aire.
—¡Pues no llegué muy lejos, la verdad!
El cuerpo me empezó a temblar.
—Llegaste lo bastante lejos.
—Lo que tú digas. Pero, al menos, hay algo que tienes que agradecerme.
—¿Qué? —tenía que haber oído mal, estaba convencida.
Una sonrisa le cruzó el semblante.
—El Club de los Corazones Solitarios. Es evidente que lo fundaste por mi causa.
La boca se me abrió hasta tal punto que, prácticamente, chocó contra el suelo. Harry pensaba que tenía que darle las gracias, ¡nada menos!
—Ah, venga ya. Tenías que sobreponerte a mí, así que fundaste el club. Para ser sincero, me halaga bastante, muñeca.
Me quedé mirándolo en estado de shock.
Traté de recordar lo que Rita había dicho acerca de actuar como una persona adulta. Podía decirle tranquilamente que estaba equivocado, o bien montarle un espectáculo. Podía ser más madura que él, o bien portarme como una chica corriente de dieciséis años.
Como si hubiera elección.
—Para empezar, vuelve a llamarme «muñeca» y no habrá equipo médico en la faz de la tierra que sea capaz de averiguar que una vez fuiste chico.
Al fin y al cabo, sólo era una chica de dieciséis años.
La sonrisa se le borró de la cara de un plumazo.
—Hablo en serio —continué—. No entiendo qué pude ver en ti. Eres un egoísta de primera. Encima, no eres ni la mitad de guapo de lo que te piensas, y a la hora de una conversación aportas tanto como un saco de patatas. Soy de las que piensan que la gente aprende de sus errores, y déjame que te diga una cosa: tú, Harry, fuiste un error garrafal.
»No sólo estoy decidida a no volver a cometer un error así en toda mi vida, sino que nunca más tendré que soportar tu presencia. No vas a volver a pasar ningún otro verano con mi familia, ¿entendido?
—No puedes obligarme a nada —se cruzó de brazos.
—¿Ah, no? Vale, perfecto —lo agarré del brazo—. Vayamos abajo a contarle a mi madre, punto por punto, todo lo que ocurrió el verano pasado; insisto, todo.
Harry se detuvo en seco.
—Venga ya, Harry. Según tú, no has hecho nada malo. Entonces, ¿dónde está el problema? Creo que a mi madre le encantará escuchar lo que me hiciste, sobre todo porque estabas haciendo muchas más cosas con muchas otras chicas, a la vez. Dios mío, me encantaría estar presente cuando mi madre se lo cuente a la tuya. Es verdad, mamá se va a llevar un chasco por lo mal que elijo a los chicos, y por que su hija haya cedido ante un cerdo como tú; pero, por alguna razón, creo que te dedicará unas cuantas…, en fin, palabras.
Harry se separó de un tirón.
—Penny, basta ya.
—¿Basta ya? No tendrás miedo de mi madre, ¿verdad?
No daba crédito a haber sido capaz de decir todo aquello sin echarme a reír.
—¿Sabes qué? —proseguí—. Este verano saqué algo en claro. Me merezco a alguien mucho mejor que tú. Siempre ha sido así. De modo que, en efecto, debería darte las gracias por ser un completo idiota, ya que me has hecho abrir los ojos y ver lo que me merezco. Al final, las personas que más me importan son mis amigas, y no la gente como tú. No significas absolutamente nada para mí. Y tienes razón: en cierta manera, tu forma de actuar provocó la creación del club, que es lo mejor que me ha pasado en la vida. Pero no te debo nada, que lo sepas.
Me di la vuelta para abandonar la habitación, aunque me lo pensé mejor.
—Y para colmo, Harry, besas como un perro baboso, te huele el aliento y no serías capaz de hacer sentir a una chica como es debido por mucho que tuvieras un manual de instrucciones. Feliz día de Acción de Gracias, capullo.
«De acuerdo, a partir de este momento voy a ser una persona más madura».
Roochi.1D
Roochi.1D


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