Thirteen Reasons Why Smile -Harry y Louise Malik.

Todo parece paralizarse durante unos segundos, que más que segundos parecen años.
La mirada fría de Zayn aún permanece en mi cerebro, y cada vez que la recuerdo, una daga parece estancarse en mi corazón sin muchas ganas de retirarse.
Lo más irónico de todo esto, es que las imágenes suelen repetirse a diario en mi cabeza, dejándome como la protagonista de una película dramática.
Giro una vez más en la cama, tratando de recuperar el sueño, pero la verdad es que nunca lo tuve. Nunca estuvo allí. Nunca tuve sueño, no tengo sueño desde hace tres días.
Suspiro prolongadamente y me siento en la cama, mientras hago todo lo posible por no destaparme demasiado. El edredón que consiste en un conjunto de varias frazadas de verano me sienta perfecto junto con el clima frío que la tormenta avecina.
Y mi cerebro recuerda que mi cabeza es una tormenta.
Más que tormenta, una ensalada rusa, lo que no tiene nada que ver, creo yo.
Acomodo la almohada detrás de mi espalda y agradezco una vez más que esta especie de ‘depresión’, sí es que así puede llamarse, esté transcurriendo durante el fin de semana.
También me tomo el tiempo de agradecer que el profesor haya sido gentil y nos haya dejado menos tarea de la habitual, la cual ahora recuerdo que no he hecho.
Una vez la almohada acomodada, recuesto la espalda en ella y cierro los ojos aspirando la brisa que entra directamente desde la ventana abierta que se halla a un lado de mí.
Y ni eso me despeja del todo, la verdad.
Ahí está de nuevo, recuerdo la escena otra noche más.
<<Mi rostro se voltea hacia la voz chillona que se oyó desde la puerta de la habitación, pero parte de mi cuerpo parece no obedecer, ya que mi vista sigue fija en la mujer, aún por el rabillo del ojo.
Cuando veo como la señora deja de observarme y se gira hacia la puerta desde donde provino la voz, mi mirada deja de seguir sus movimientos y me dirijo hacia la pequeña.
Sí, una niña de no más de trece años. O al menos eso aparentan sus mejillas regordetas, su cola de caballo desecha y la forma en la que se calzó esos tacones que parecen ser más grandes que su cabeza misma. Y me pregunto si se los habrá sacado a su madre.
Es decir, a su edad yo solía hacer eso, pero la verdad es que imaginé que una niña de su edad con todas estas evoluciones, debería estar ya saliendo con un muchacho, aunque no sea lo adecuado.
Dejo los pensamientos turbios de lado y me dedico a inspeccionar a la morenita. Bastante parecida a Zayn, pero no tanto como yo. Inmediatamente sé que no tiene nada que ver con él, ¿No es así?
Ella me dirige una mirada de soslayo que recibo arqueando las cejas, intimidándola. Ella gira su vista nuevamente hacia su madre y por la inocencia que refleja su mirada, recuerdo que es tan sólo una niña y que debo ser cuidadosa con todo lo que pronuncie.
Así que para empezar, decido no abrir mi boca.
– ¿Ya has llegado de la casa de Judith? Oh, no te había oído llegar –Es la cosa más tonta que se le ocurrió para decir.

–Pues claro que no, si estabas muy concentrada gritoneándote con esta muchachita –Acota, pillándonos por sorpresa a ambas. Es decir, era evidente que algo había escuchado y me preguntaba hasta que punto. Pero lo que más me sorprendió fue la forma en la que me llamó, y el tono con el que intentó darme pelea.

–Mira, hija…

–No me empieces con discursos estúpidos, porque ya no soy una niña –<<Sí, lo eres>> intento decirle. Pero me parece mejor apreciar la escena y callar como si de un florero se tratase mi existencia.

–Pero sí con ningún discurso estúpido te he empezado.

–He oído que ella te habló sobre Zayn y preciso saber en este instante que fue lo que dijo –Se acerca a mí a trompicones, como si sus pasos dieran pisadas extraordinarias que pudieran romper la cerámica del suelo y después de sentirse superior, me toca el brazo despectivamente.

– ¿O sí no qué? –Me atrevo a preguntar, olvidando por completo a la mujer, su aspecto, la edad de la niña o todo lo que me rodea. Yo solo quiero a mi hermano conmigo, en dónde sea, pero lejos de aquí. Ella me ve con estupor–. ¿O sí no qué? –Repito, firme, aclarándole que no le tengo ningún miedo a pesar de que con esos tacones desgastados tiene casi mi altura.

–Escúchame, no tienes ningún derecho de tratar de esa forma a mi hija y mucho menos bajo mi techo –Escupe su madre con rabia. O bueno, acabo de descubrir que es su madre.

–Bueno, pero supongo que a usted puedo tratarla como se me dé la gana, teniendo en cuenta que es una ladrona –Argumento y me retiro de la cocina queriendo dejar en evidencia una serie de pistas para que su hija la entretenga lo suficiente como para llevarme a Zayn de aquí.
Camino hacia el sofá y me siento entre medio de él y de Harry, quien inmediatamente me rodea con su brazo en un gesto protector. Le dirijo una sonrisa torcida y me vuelvo a Zayn.

– ¿Sabes, Zayn? Creo que hay algo que tu madre debe decirte –Frunce el ceño, pero asiente y se retira rápidamente. Miro a Harry, quien también frunce el ceño y me abrazo a él, relajándolo.

– ¿Qué es lo que Zayn tiene que saber? –Pregunta, pero no me sorprendo en lo absoluto. Sé cómo es Harry, sé que todo tiene que estar bajo su control y supervisión, y eso es algo que detesto supremamente.

–Cosas de familia –Respondo, indiferente.

– ¿Y por qué tu pareces saberlo?

–Pues… puede decirse que pertenezco a esta familia –Me encojo de hombros, sonriendo en mi fuero interno y me abrazo más a él–. Pero no te preocupes, que no es nada malo.

–Eso espero, enana. No te vayas a meter en un problema.

– ¿Yo? –Finjo ofensa–. Pero sí soy un pan de Dios –El ríe estruendosamente y después me besa la cabeza.

–Ojalá así fuera, tonta –Pero su voz se ve apagada por el grito épico de Zayn, que después retumba en todas las paredes de la casa. El parece estar diciendo alguna obscenidad y sin poder contenerme, me alejo de Harry y me dirijo a la cocina.

– ¿Pero qué está pasando aquí? –Pregunto, estupefacta. Zayn tiene la mano derecha sangrando y la pared blanca con azulejos verdes sufre algún tipo de daño difícil de reparar.

– ¿Tu lo sabías, no es así? –Me dice, furioso. Me encojo del miedo y observo a la mujer, tirada en el suelo, sollozando descontroladamente. Su hija menor se ha borrado de la escena, pero por alguna razón sé que sabe más de lo que debería.

– ¿Saber qué? –Junto el valor para pronunciar.

– ¡Tu lo sabías y fuiste tan descarada como para no decírmelo! –Brama, rompiendo todo a su paso. Vasos, sillas y alguna pata de la mesa se encuentran en el suelo, siendo no más que añicos u astillas–. ¡Lo sabía, te lo pregunté, te pregunté si éramos algo y tu dijiste que no! ¡¿Por qué dijiste que no?!

–No me preguntes por qué –Respondo, como si nada y me parece que mi actitud de chica dura e indiferente no tiene nada que ver con la situación ni con las circunstancias. Aflojo las tenciones de mi rostro y me recargo en el marco azulado de la puerta.

– ¿Qué no te pregunte por qué? ¿Después de toda esta locura? ¡Tú estás enferma! –Me señala, baja la mano y se me ablanda el corazón al ver algunas lágrimas rebeldes que no fue capaz de contener.

–Recuerda que estás hablando con tu hermana –Le susurro, lo suficientemente fuerte para que el escuche. Me acerco, coloco mi mano en su rostro y limpio sus lágrimas. Pero no duro mucho cerca, porque aparta mi mano con toda la fuerza del mundo y me separo rápidamente.

– ¡Ojalá no fuera así! ¡Ojalá no estuviera hablando contigo! ¡Ojalá no fueras mi hermana! –Grita y desaparece por la puerta principal. Lo sé cuando oigo el portazo y después del silencio que coordina toda la casa, los sollozos de la mujer se hacen aún más claros. Pero no me importa.
No me intereso en levantarla, ni en girar a responder los cuestionamientos de los chicos, ni me detengo a oír el portazo que la niña pegó desde arriba. No puedo moverme, no puedo hablar ni reír, pero tampoco llorar y eso me preocupa.
Estoy paralizada, pero cuando Harry me abraza noto como las lágrimas bajaban por mis mejillas y yo no lo había notado.
El calor de sus brazos era todo lo que necesitaba y con eso, un sollozo de dolor puro se escapa de mis labios y él lo calla con un beso.
Ahora ni me interesa las reglas y condiciones que pusimos al principio, lo necesito. Lo necesito conmigo, ahora>>.
Giro sobre mi misma una vez más y una lágrima corre por mi mejilla con aquel movimiento.
Sus palabras se clavan en mi corazón, en mi mente, en mis ojos miel que ya están más aguados que nunca y pienso que un río se podía formar de ellos.
El no quiere verme, no me ha hablado desde ese día.
Y supongo que tiene sus razones.
Y supongo que lo merezco.
Y supongo que no volverá a hacerlo nunca más y, de hecho, está en todo su derecho.