Once upon a time (Louis Tomlinson y Lila Tyler)

—Ya mamá… sí… no, Niall no ha vuelto a hacer eso… sí… ya, yo le doy los saludos —corté la llamada y guardé mi celcular en mi bolsillo. Abrí la puerta de la parte trasera de la tienda, y entré de nuevo al trabajo.
Algunas personas se me quedaron mirando, pero mientras no me viera el gerente, no tenía de qué preocuparme. Me acomodé la blusa y sonreí por fuera, aunque por dentro estaba irritada a más no poder. Hacia un calor bestial y yo tenía que usar el maldito uniforme, y más encima, tener que ser amable con todas esas mujeres que se probaban la tienda entera y que al final, compraban la prenda más pequeña y apretada que encontraran… para después de una semana, venir a reclamar a que las atendieron mal, era el colmo.
Era insoportable. Pero necesario.
—¿No tienen otra talla para este vestido? —me preguntó una chica. Traté de no mirarla con mala cara, pero me fue imposible cuando la miré y su rostro me resultó vagamente familiar. Demasiado.
—No, es talla única —le dije. La miré descaradamente, y ella lo notó. Se puso incómoda, pero no me importo.
¿De dónde la conocía?
Mis cables hicieron corte y saltaron chispas. Maggie.
—¡Tú! —le grité.
Vale, no lo tenía tan superado cómo creía. Aún me dolía el recuerdo.
Estuve a punto de avalanzarme sobre ella, hasta que recordé que era imposible que ella fuera Maggie. Primero, porque lucía muy joven, parecía tener casi 15 años. Segundo, habían pasado 2 años, y mínimo debería verse un poco distinta a cómo la recordaba. Y tercero, ella no tenía la culpa de nada.
Tenía los ojos abiertos como un venado cegado, era inocente, convencería a cualquiera de eso. Traté de remediar mi grito, aunque mi excusa sonó muy tonta.
—Emm... ¿te he visto en algún lado? ¿Tal vez en una revista? —mentira. Desde hace dos años dejé de leer revistas o períodicos, incluso casi ni veía televisión, mientras más desconectada estuviera, mejor. Algo difícil de lograr en Londres.
Pero no lo hacía para volverme una inadaptada social, sino porque no lo soportaba.
La primera vez que vi a Louis en una revista, de la mano con Maggie, la lancé al basurero. La segunda vez, la recorté en pedacitos pequeños, y la tercera, no lo pude aguantar. Así que evitaba esas cosas para protegerme, sonaba exagerado, estúpido, de telenovelas y de películas, pero ¿qué más podía hacer si me había enamorado de Louis?
Maldito amor.
—Podría ser... aunque tal vez me estás confundiendo con mi hermana, Maggie Hudson —comencé a respirar entrecortadamente, conté hasta diez e hice puños mis manos. Me sentí mareada de sólo escuchar el nombre de ella, porque si esa chica era su hermana, eso quería decir que estaba más cerca de Louis de lo que creía. Literalmente.
—Oh, claro, son identicas —ella se sonrojó y bajó la mirada, avergonzada.
—Sí, bueno... ¿en serio no hay otra talla para este vestido? —cambió de tema enseguida. La miré otra vez, y aunque era igual a Maggie, pero en un versión más joven, podía ver que habían otras cosas distintas. Como la ropa, el estilo, e incluso la humildad.
—Ok, déjame ir a ver —al final, terminó agradándome, por ese mínimo gesto de disgusto que hizo cuando la comparé con su hermana. Agarré el vestido que tenía en sus manos, y fui a buscar uno idéntico. Busqué por media tienda, pero era de talla única, como le había dicho.
Regresé a decirle que no habían otros, pero me detuve en seco cuando la vi allí, conversando con su hermana.
"Oh, no. Un reencuentro" pensé, agobiada.
¿Qué tenía para atraer tan mala suerte? Aunque debí haberlo previsto, que si ella estaba allí, lo más seguro es que Maggie también.
Puse mi actitud más profesional que pude, no podía olvidar que seguía trabajando y que un escándalo era lo menos que quería y mucho menos un posible despido.
—Lo siento, sólo hay de esta talla —las interrumpí.
Maggie me miró y abrió la boca, algo sorprendida. Sin embargo, no dijo nada. Tal vez creía que no era yo, sólo nos habíamos visto durante una semana antes de mi expulsión, y ahora, ya no era "cabello azucarado" porque al gerente no le gustaba que llamara tanto la atención. Así que volví a mi cabello natural, al menos hasta que dejara este trabajo.
—Oh, no importa, de todos modos, muchas gracias —me dijo la chica y me sonrió. No le pregunté su nombre, porque lo más probable es que no la volviera a ver nunca más.
Me alejé de prisa, sin poder creer que había estado frente a Maggie después de dos años. Apenas podía caminar sin caerme de cara al suelo, así que me escondí entre una montaña de ropa colgada al final de la tienda, y marqué el número de Niall.
—¿Lila? ¿Qué sucede? —contestó de inmediato. Yo no lo molestaba mientras trabajábamos a menos que fuera una emergencia—. Lila... responde, ¿qué pasa?
—Maggie...
—¿Qué? ¿Maggie? ¿Maggie Simpson?
—¡Maggie Hudson, Niall! ¡Acabo de ver a Maggie Hudson, la novia de Louis!
Silencio.
Oh, claro que él también la recordaba. Ambos habíamos sido víctimas de todo eso. Y tampoco era fácil el hecho de ver llorar a tu mejor amiga durante una semana consecutiva, sollozando el nombre de Louis después de haberse hecho la valiente y escapado a Londres. Niall sabía cómo me ponía con esto.
Y por eso, sabía exactamente qué decir en esta situación.
—¿Y qué? Tú eres amiga de Niall Horan y nadie anda por allí lloriqueando. Ahora cálmate y vuelve al trabajo, si logras que no te despidan por el día de hoy, en la noche te invito a comer pizza —sonreí aunque él no pudiera verme y asentí como estúpida.
Salí de mi escondite y volví a trabajar. Estuve desconcentrada todo el día, no podía quitarme el rostro de Maggie, el de su hermana y los fríos ojos con los que me miró Louis la última vez, de la cabeza. Creo que había bloqueado demasiado todo eso, y cuando quiso salir a flote, lo hizo de golpe.
—Lila... ¿Te sientes bien? Haz estado como ida todo el día. Pareciera que estás en otro mundo —me dijo Nat, una amiga del trabajo. Le sonreí de medio lado y le dije que no era nada, que sólo estaba fatigada—. ¿Y qué has comido hoy?
Fruncí los labios. La verdad, era que nada. No porque no quisiera, sino porque había olvidado mi almuerzo en casa otra vez, no tenía dinero suficiente para comprar algo en los caros restaurantes de "este" centro comercial, y porque ese inesperado encuentro me había quitado el apetito en absoluto. Sentía que podía vomitar en cualquier momento, y me seguiría sintiendo igual de mal.
—Emm...
—¡Nada, lo sabía! ¿Qué se supone que haga contigo? ¿Qué me dirá Niall si ve que no te cuido? —reí con ganas, Nat y su obsesión con Niall.
Desde la primera vez que él me vino a buscar al trabajo, Nat quedó flechada por él. Le dije que no se hiciera ilusiones, que él no estaba en busca de una relación. Pero hacia caso omiso a lo que le dijera, y muy pronto se dio cuenta que una buena forma de llamar su atención, era preocupándose por mí.
Y sí, le funcionaba bastante. A veces sentía que me había alejado de mi familia para encontrar dos nuevos padres, que incluso eran mucho más sobreprotectores que los anteriores.
—Bien, a la salida pasaremos a comer algo por ahí.
—Uh, creo que no podrá ser, quedé con Niall de comer pizza.
—¡Con mayor razón iremos a comer algo los tres! —exclamó. Volví a reir con su invitación, y después se fue refunfuñando—: No puedo creer que no tenga ningún interés por su salud, esta chica, qué sería de ella sin mí ni Niall...
La verdad, es que nada, aparte de mi familia, ellos dos eran los únicos qu movían mi vida en Londres.
A la salida, Niall me fue a buscar y le dije que no me habían despedido, y que Nat se había unido a la fiesta. Sabía que a él no le era indiferente, pero no entendía por qué no iniciaba algo con ella. Ya habíamos aclarado que entre nosotros no podría suceder nada, que siempre seríamos amigos. Y tampoco le haría eso a mi hermano, que por lo que me contaba cuando llamaba por teléfono, seguía igual de colgado por Niall.
Si tan sólo él también fuera gay, al menos alguien sería feliz. Pero Niall se negaba a estar con alguien.
—¡Fiesta de martes por la noche! —gritó Nat en medio de la calle cuando nos pusimos a caminar. Niall rió, mirádola con ternura.
¿Por qué no estaban juntos? Con mi hermano o Nat, ambas eran buenas opciones y él un gran chico, no lo podía entender.
—Si quieres que nos despidan mañana, claro, salgamos de fiesta —le dije cuando se calmó un poco, sólo un poco.
—Oh, vamos, Lila. Podemos hacer como que somos de la realeza esta noche y que no nos preocupamos de nada, más que pasarla bien y posar para las fotos, como el príncipe Louis con su novia en las revistas.
Me detuve en seco, y Niall igual.
Nat nos miró preocuada y se mordió la lengua, dándose cuenta de la metida de pata que había hecho. Por supuesto, ella no sabía nada de lo que me sucedió en el internado. Es más, ni siquiera sabía que estuve en un internado, pero se notaba a kilómetros que el tema me había caído como un balde de agua fría.
Sin embargo, la pregunta que me hicieron a continuación en medio de la calle fue peor que lo que dijo Nat, peor que haber visto a Maggie en la tienda, y mucho, pero mucho peor que todos los recuerdos juntos de un solo golpe.
—Lila... ¿eres tú?