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♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
Nombre: Al viejo estilo
Autor: Julieta_black
Adaptacion: si, libro de la escritora St. Jhon Cheryl
Genero: Drama, romance y una que otra parte hot
Advertencias: No podre subir todos los dias, pero minimo 3 caps por semana
En otras paginas: No se supongo ya que es un libro :P
ARGUMENTO:
Llevado por el deber… y el deseo.
Joseph Jonas protegía a los demás porque lo llevaba en la sangre y _____ Sutherland necesitaba que la protegieran unos brazos muy poderosos.
Él, todo un hombre curtido de Montana, resguardaría a _____ del canalla de su cuñado, aunque no podría resguardar su propio corazón de la atracción que sentía por ella.
Jonas supo enseguida que podrían compartir el futuro; _____, sin embargo, ocultaba algo que podría cambiar las cosas…
Autor: Julieta_black
Adaptacion: si, libro de la escritora St. Jhon Cheryl
Genero: Drama, romance y una que otra parte hot
Advertencias: No podre subir todos los dias, pero minimo 3 caps por semana
En otras paginas: No se supongo ya que es un libro :P
ARGUMENTO:
Llevado por el deber… y el deseo.
Joseph Jonas protegía a los demás porque lo llevaba en la sangre y _____ Sutherland necesitaba que la protegieran unos brazos muy poderosos.
Él, todo un hombre curtido de Montana, resguardaría a _____ del canalla de su cuñado, aunque no podría resguardar su propio corazón de la atracción que sentía por ella.
Jonas supo enseguida que podrían compartir el futuro; _____, sin embargo, ocultaba algo que podría cambiar las cosas…
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
CAPITULO 01
Silver Bend, Montana, mayo de 1885.
Joseph Jonas levantó la vista del libro de cuentas y abrió el reloj bañado en oro. Eran casi las tres. Antes de levantarse del escritorio, pasó el secante por las cifras que acababa de anotar y se limpió los dedos manchados de tinta en los pantalones vaqueros. Todas las tardes, a esa hora, tenía que hacer algo.
—¡Va a haber follón en el North Star!
El hombre alto, de hombros caídos y más bien flaco, abrió la puerta de Jonas mientras daba un grito.
El North Star era el hotel donde vivían Joe y casi todos sus empleados; tenía tres pisos y estaba a pocos metros calle abajo. Joe era el propietario del hotel y del salón Silver Star.
—Es alto, pero no muy grande —le aclaró Quay—. Está atosigando a la señorita Holmes.
Joe no se molestó en ponerse la chaqueta. Podría convencerlo para que se marchara pacíficamente, pero la experiencia le había enseñado que quizá necesitara algo más que buenos modales para disuadir a un acosador. Aun así, no había motivo para estropear una magnífica chaqueta. Echó una mirada al Colt que colgaba de la puerta enfundado en su cartuchera, pero siguió su camino y la cerró después de salir.
El salón, con las contraventanas abiertas, estaba cálido e iluminado por la luz de la tarde. El suelo estaba recién fregado y los dos clientes y la mujer que sacaba brillo a la barra no se fijaron en él cuando fue hacia la puerta y salió.
—¡Madeline! ¡Sal ahora mismo! ¡No me obligues a entrar y sacarte!
El desconocido estaba en medio de la calle con un caballo castaño atado a un poste delante del hotel. Su traje negro, hecho a medida, tenía una capa de polvo, como si hubiera forzado a la yegua durante casi todo el día. Para Jonas, los hombres que maltrataban a los caballos estaban a la misma altura que los hombres que maltrataban a las mujeres. Jonas conocía la historia de Madeline Holmes y llegó a la conclusión, evidente, de que ése era al hombre del que había huido antes de refugiarse en Silver Bend.
—¡No me obligues a entrar y sacarte a rastras! —gritó el hombre.
—¿Está buscando a alguien? —le preguntó Jonas con calma.
—No se meta en esto. No es de su incumbencia.
Jonas se acercó unos metros al hotel.
—Bueno, a mí sí me parece que me concierne cuando está molestando a alguien delante de mi establecimiento, señor...
—Baslow. ¿Es su hotel?
—Efectivamente. Me llamo Joseph Jonas. ¿Qué quiere?
—Quiero volver con una mujer, con Madeline Holmes.
—¿Es su esposa?
El hombre, furioso, frunció más el ceño y se le congestionó la cara.
—A usted no le importa quién es. Le basta con saber que va a volverse conmigo.
—Creo que es una decisión que podemos dejar en manos de Maddie, ¿no?
Baslow, al oír la forma tan familiar de llamarla, se volvió hacia Joe y lo miró de soslayo.
—¿Qué tiene que ver con usted?
—Es una buena empleada. Iré a decirle que está aquí y puede preguntarle qué quiere hacer.
El hombre volvió la cabeza hacia el salón que Joe acababa de abandonar. Quay seguía de pie junto a la puerta.
—¿Está ahí dentro? —bramó Baslow. ¿Se prostituye?
Joe señaló el cartel de vivos colores que había fuera del edificio.
—En mi establecimiento no hay ese tipo de mujeres. Maddie es una de mis camareras.
—¡Me da igual! ¡Madeline! —vociferó él mientras se dirigía hacia el salón con grandes zancadas.
Joe frunció el ceño ante su tono beligerante y su actitud. Deseó que el hombre lo empujara para intentar pasar y le diera un motivo para sujetarlo. Él, sin embargo, lo rodeó y se dirigió hacia las puertas abiertas del salón. Joe pasó de largo junto a Quay y entró en la penumbra del interior. Esa vez, buscó con la mirada a la mujer de pelo oscuro, que dejó de limpiar la barra y se quedó rígida, con los ojos como platos y pálida de miedo.
—Frank... —dijo ella con un tono áspero.
Joe pensó que pudo haber sido una mujer hermosa antes de que los malos tratos y el miedo avejentaran su rostro. Ese hombre la había retenido en su casa y en su cama durante ocho años mediante la intimidación. Necesitó valor para salir de allí. Mantener la decisión debía de haberle exigido mucho más.
—No tengas miedo —la tranquilizó Joe—. Quay yo estamos aquí. Todo Silver Bend sería testigo si intenta sacarte de aquí a la fuerza. No tienes que volver con él. No puede obligarte. Dile que no quieres marcharte. Dilo muy claramente para que se oiga.
Su mirada aterrada fue de Joe a la puerta. Había visto esa mirada en muchas caras y le hervía la sangre.
—Eres libre, Maddie. Tienes un trabajo y puedes mantenerte. No le necesitas a él. No puede dominarte si no se lo permites. Puedes vivir como te parezca mejor. Sólo depende de ti.
Sus palabras surtieron efecto y ella cambió de expresión. Madeline Holmes dejó el paño que había usado para limpiar la barra y con un movimiento muy preciso se quitó el delantal, lo dobló y lo dejó. Se alisó la falda con un gesto nervioso, se puso recta y levantó la barbilla.
—Él no puede obligarme a hacer nada que no quiera hacer, ¿verdad?
—Verdad.
Se dirigió hacia la puerta seguida por Joe. Cuando salió, Baslow la miró con los ojos entrecerrados. Luego, miró a Joe y Quay como si fueran unos moscardones que aplastaría más tarde.
—Si quieres llevarte algo, ve a por ello.
A ella le temblaron las manos y las escondió entre los pliegues de la falda. Joe se alegró en silencio por su valentía.
—Tengo un trabajo y una habitación propia en el hotel —dijo ella en voz muy alta pero con una leve vacilación—. Estoy contenta aquí.
La expresión de Baslow se hizo más sombría todavía.
Algunos lugareños se habían reunido en la calle para observar los acontecimientos con interés. No sería la primera pelea que había delante de su local, pensó Joe con la sangre caliente, y tampoco sería la última. Nunca le había importado pelear si así purificaba el ambiente.
—¿Prefieres una vida de ramera a venir conmigo? —preguntó Baslow con los dientes muy apretados.
Joe no dijo nada. Ya le había dicho que en su local no había ese tipo de mujeres y todo el pueblo lo sabía.
—Así era como me sentía cuando estaba contigo —replicó Maddie—. Ya no quiero vivir de esa manera. No soy tu esposa —su tono y su ademán mostraron un vigor nuevo—. Nadie me pega y recibo un salario justo por cada día de trabajo. Puedo mantenerme bien.
Baslow fue hacia Maddie.
—No sé quién te ha metido esa sandez en la cabeza, pero me perteneces y harás lo que diga —le dijo Baslow amenazante.
Ella retrocedió y Joe lo alcanzó antes de que llegara a los tablones de la acera.
—¿Se acuerda de la guerra civil, Baslow? Es ilegal tener esclavos.
Estaban a un metro de distancia. A Baslow le parpadeó el ojo derecho por la rabia y a Joe le picaron las palmas de las manos.
—No se meta en medio, caballero, si no quiere arrepentirse.
—Imposible. Maddie es empleada mía y cuido a mis empleados.
Baslow se abalanzó sobre él, pero lo esquivó y con las dos manos agarradas le dio un golpe en el cuello. Baslow cayó a gatas sobre el polvo y perdió el sombrero. Sacudió la cabeza lentamente y se levantó para arremeter contra Joe. La pelea había empezado.
La multitud se arremolinó para ver mejor. Joe levantó los dos puños y flexionó las rodillas para estar en guardia. Baslow le hizo frente y giraron mientras se acechaban. El forastero miró a Joe con desprecio. Joe lo observó atentamente y esperó a comprobar cómo atacaba. Antes de lo que había previsto, Baslow le lanzó un golpe al hombro que lo desequilibró y enfureció. Respondió con un derechazo a la mandíbula que hizo que su oponente se lamentara y el gentío murmurara.
Joe no notó los golpes que recibió acto seguido, aunque supo que uno lo alcanzó en las costillas y otro en la sien. La adrenalina le dio fuerzas y le sofocó el dolor. Aprovechó el respiro y encontró la oportunidad de propinarle varios puñetazos. Baslow empezaba a sangrar por un labio y tenía un corte encima del ojo izquierdo. Joe buscó la ocasión para golpearle otra vez en el ojo y reunió todas sus fuerzas para darle un puñetazo en el estómago. Baslow gruñó, se dobló por la cintura y cayó de rodillas al suelo. Miró a Joe con furia y un ojo cubierto de sangre.
—No tiene derecho a quedarse con Madeline.
—Tiene toda la razón —replicó Joe —. Nadie tiene derecho a retenerla. Es libre de quedarse o de marcharse —se volvió hacia Maddie—. ¿Quieres marcharte?
Ella negó con la cabeza y resopló.
—Quiero quedarme.
—Ya lo ha oído —Joe notó que le dolían los nudillos—. ¿Necesita algo más convincente?
El sheriff Haglar se abrió paso entre la multitud y miró a los dos hombres.
—¿Qué está pasando?
Maddie se acercó corriendo a él para explicarle lo que había pasado. Cuando terminó, el sheriff se volvió hacia los presentes.
—¿Es lo que ha pasado? ¿Alguien lo ha visto todo? —les preguntó.
Joe no se acordaba si alguien estaba allí cuando se intercambiaron las primeras palabras. Los miró uno a uno. La gente era reacia a implicarse, sobre todo, cuando alguien con un aspecto tan peligroso como Baslow los miraba desafiantemente.
El sheriff los miró detenidamente y ellos, también uno a uno, miraron a la persona que tenían al lado y luego miraron hacia otro lado. Joe había supuesto que su posición en el pueblo tendría peso suficiente. No era un pendenciero, pero tampoco rehuía la pelea. No quería poner a Warren Haglar en una situación comprometida y la indiferencia de los lugareños lo irritó. La gente se volvió cuando un movimiento les llamó la atención y Joe también miró. Desde la acera de enfrente, una mujer esbelta con un vestido de algodón azul y blanco y un sombrero de paja, se levantó el borde del vestido y empezó a cruzar la calle. Se detuvo a metro y medio del representante de la ley. Joe notó una punzada en las entrañas.
—Yo he visto todo el incidente, sheriff. He visto que el hombre llegaba a caballo y gritaba a la señorita Holmes.
Naturalmente, era la obsesión de Joe de la tres en punto. Había estado en la acera todo el tiempo. ____ Sutherland era una mujer alta y él había podido comprobar, las pocas veces que no llevaba sombrero, que tenía un pelo negro y lustroso. Joe no le había oído decir más que algún saludo de dos o tres palabras y su voz sedosa lo cautivó más que las palabras que dijo.
—El señor Jonas salió de su establecimiento y le pidió... —señaló al mal encarado desconocido—...que se marchara.
Su resplandeciente mirada color ámbar se dirigió hacia Joe y él notó que algo le palpitó en el pecho, algo premonitorio y poderoso, algo más alarmante que tener que enfrentarse a una docena de hombres furiosos en la calle.
El sheriff le hizo algunas preguntas y ella contestó sin rodeos. Joe no podía dejar de mirarla.
Todas las tardes, lloviera o hiciera sol, ____ iba al salón de té con una fachada de ladrillo rojo que había al otro lado de la calle, en la esquina junto a la sastrería de Earl Mobley. Una vez dentro, se sentaba a la mesa que daba a la ventana y Bonnie Jacobson le llevaba una taza de porcelana y una tetera. Casi todos los días, Joe observaba el ritual desde detrás de la puerta del salón, donde ella no podía verlo, pero de vez en cuando, se buscaba un motivo para hacer un recado y cruzar la calle cuando ella llegaba. Una par de veces se había parado y se había llevado la mano al sombrero. Cuando ella había levantado esos ojos de ámbar, el corazón le había dado un vuelco y él se lo había reprochado. Nada ni nadie intimidaba a Joseph Jonas.
El sheriff no tuvo inconveniente en aceptar la versión una vez que ____ la había verificado y se volvió hacia Baslow.
—Márchese.
Baslow miró a Maddie con los ojos rebosantes de furia.
—Volveremos a vernos. No vayas a pensar que tus amigos te protegerán para siempre.
—Si le pasa algo a la señorita Holmes, sabremos a quién tenemos que buscar —le advirtió el sheriff—. Voy a mandar un cablegrama a la capital del condado para comunicar este percance.
Baslow recogió el sombrero del suelo, lo sacudió contra el muslo y se lo puso antes de ir a donde estaba su caballo y desatarlo. A juzgar por la forma tan torpe de montarse, Joe supuso que tenía alguna costilla rota. El sheriff lo observó mientras se alejaba a galope.
—Que no te vea, pero síguelo hasta cerciorarte de que se dirige a su casa —le dijo a un joven.
Una vez que Baslow se perdió en la distancia y el otro hombre empezó a seguirlo, el sheriff se acercó a Maddie.
—Gracias, sheriff —dijo ella.
—A mí me ha tocado lo más fácil, me parece que Joe se ha llevado la peor parte.
Maddie miró a Joe, pero al darse cuenta de que todo el mundo la observaba, se sonrojó ligeramente.
—Lo siento —dijo ella en voz baja para que sólo la oyeran Joe y el sheriff.
—Lo has hecho perfectamente —replicó Joe—. Tenías un montón de testigos mientras Frank te estaba acosando y cuando le hiciste frente te ganaste el respeto de todos ellos. Ya no volverá a hacerte nada.
Él sabía que ella no iba a permitir que la humillaran en público. Había empezado a respetarse a sí misma. Se mordió el labio inferior, pero no pudo contener una sonrisa y se tapó con las manos las mejillas sonrojadas.
—No debería estar tan complacida cuando tú estás sangrando.
Él se miró los nudillos, que le dolían como demonios.
El sheriff se llevó la mano al ala del sombrero.
—Buenas tardes, señorita Holmes —se despidió, como si sólo se hubieran cruzado por la calle.
—Buenas, tardes, sheriff. Joe miró a la multitud y observó que ____ había vuelto al otro lado de la calle.
Estaba a punto de entrar en el salón de té. Había tenido la ocasión perfecta para hablar con ella y había dejado que se escabullera. Iba a tener que ir tras ella. Sintió un nudo en el estómago. No podía entender que eso lo aterrara más que todo lo que había pasado hasta el momento.
—Ven y ponte algo de hielo en las manos —le recomendó Maddie. —Ahora voy.
Le hizo un gesto para que entrara en el Silver Star sin él y cruzó la calle. Tenía que dar las gracias a la testigo por confirmar su historia.
Silver Bend, Montana, mayo de 1885.
Joseph Jonas levantó la vista del libro de cuentas y abrió el reloj bañado en oro. Eran casi las tres. Antes de levantarse del escritorio, pasó el secante por las cifras que acababa de anotar y se limpió los dedos manchados de tinta en los pantalones vaqueros. Todas las tardes, a esa hora, tenía que hacer algo.
—¡Va a haber follón en el North Star!
El hombre alto, de hombros caídos y más bien flaco, abrió la puerta de Jonas mientras daba un grito.
El North Star era el hotel donde vivían Joe y casi todos sus empleados; tenía tres pisos y estaba a pocos metros calle abajo. Joe era el propietario del hotel y del salón Silver Star.
—Es alto, pero no muy grande —le aclaró Quay—. Está atosigando a la señorita Holmes.
Joe no se molestó en ponerse la chaqueta. Podría convencerlo para que se marchara pacíficamente, pero la experiencia le había enseñado que quizá necesitara algo más que buenos modales para disuadir a un acosador. Aun así, no había motivo para estropear una magnífica chaqueta. Echó una mirada al Colt que colgaba de la puerta enfundado en su cartuchera, pero siguió su camino y la cerró después de salir.
El salón, con las contraventanas abiertas, estaba cálido e iluminado por la luz de la tarde. El suelo estaba recién fregado y los dos clientes y la mujer que sacaba brillo a la barra no se fijaron en él cuando fue hacia la puerta y salió.
—¡Madeline! ¡Sal ahora mismo! ¡No me obligues a entrar y sacarte!
El desconocido estaba en medio de la calle con un caballo castaño atado a un poste delante del hotel. Su traje negro, hecho a medida, tenía una capa de polvo, como si hubiera forzado a la yegua durante casi todo el día. Para Jonas, los hombres que maltrataban a los caballos estaban a la misma altura que los hombres que maltrataban a las mujeres. Jonas conocía la historia de Madeline Holmes y llegó a la conclusión, evidente, de que ése era al hombre del que había huido antes de refugiarse en Silver Bend.
—¡No me obligues a entrar y sacarte a rastras! —gritó el hombre.
—¿Está buscando a alguien? —le preguntó Jonas con calma.
—No se meta en esto. No es de su incumbencia.
Jonas se acercó unos metros al hotel.
—Bueno, a mí sí me parece que me concierne cuando está molestando a alguien delante de mi establecimiento, señor...
—Baslow. ¿Es su hotel?
—Efectivamente. Me llamo Joseph Jonas. ¿Qué quiere?
—Quiero volver con una mujer, con Madeline Holmes.
—¿Es su esposa?
El hombre, furioso, frunció más el ceño y se le congestionó la cara.
—A usted no le importa quién es. Le basta con saber que va a volverse conmigo.
—Creo que es una decisión que podemos dejar en manos de Maddie, ¿no?
Baslow, al oír la forma tan familiar de llamarla, se volvió hacia Joe y lo miró de soslayo.
—¿Qué tiene que ver con usted?
—Es una buena empleada. Iré a decirle que está aquí y puede preguntarle qué quiere hacer.
El hombre volvió la cabeza hacia el salón que Joe acababa de abandonar. Quay seguía de pie junto a la puerta.
—¿Está ahí dentro? —bramó Baslow. ¿Se prostituye?
Joe señaló el cartel de vivos colores que había fuera del edificio.
—En mi establecimiento no hay ese tipo de mujeres. Maddie es una de mis camareras.
—¡Me da igual! ¡Madeline! —vociferó él mientras se dirigía hacia el salón con grandes zancadas.
Joe frunció el ceño ante su tono beligerante y su actitud. Deseó que el hombre lo empujara para intentar pasar y le diera un motivo para sujetarlo. Él, sin embargo, lo rodeó y se dirigió hacia las puertas abiertas del salón. Joe pasó de largo junto a Quay y entró en la penumbra del interior. Esa vez, buscó con la mirada a la mujer de pelo oscuro, que dejó de limpiar la barra y se quedó rígida, con los ojos como platos y pálida de miedo.
—Frank... —dijo ella con un tono áspero.
Joe pensó que pudo haber sido una mujer hermosa antes de que los malos tratos y el miedo avejentaran su rostro. Ese hombre la había retenido en su casa y en su cama durante ocho años mediante la intimidación. Necesitó valor para salir de allí. Mantener la decisión debía de haberle exigido mucho más.
—No tengas miedo —la tranquilizó Joe—. Quay yo estamos aquí. Todo Silver Bend sería testigo si intenta sacarte de aquí a la fuerza. No tienes que volver con él. No puede obligarte. Dile que no quieres marcharte. Dilo muy claramente para que se oiga.
Su mirada aterrada fue de Joe a la puerta. Había visto esa mirada en muchas caras y le hervía la sangre.
—Eres libre, Maddie. Tienes un trabajo y puedes mantenerte. No le necesitas a él. No puede dominarte si no se lo permites. Puedes vivir como te parezca mejor. Sólo depende de ti.
Sus palabras surtieron efecto y ella cambió de expresión. Madeline Holmes dejó el paño que había usado para limpiar la barra y con un movimiento muy preciso se quitó el delantal, lo dobló y lo dejó. Se alisó la falda con un gesto nervioso, se puso recta y levantó la barbilla.
—Él no puede obligarme a hacer nada que no quiera hacer, ¿verdad?
—Verdad.
Se dirigió hacia la puerta seguida por Joe. Cuando salió, Baslow la miró con los ojos entrecerrados. Luego, miró a Joe y Quay como si fueran unos moscardones que aplastaría más tarde.
—Si quieres llevarte algo, ve a por ello.
A ella le temblaron las manos y las escondió entre los pliegues de la falda. Joe se alegró en silencio por su valentía.
—Tengo un trabajo y una habitación propia en el hotel —dijo ella en voz muy alta pero con una leve vacilación—. Estoy contenta aquí.
La expresión de Baslow se hizo más sombría todavía.
Algunos lugareños se habían reunido en la calle para observar los acontecimientos con interés. No sería la primera pelea que había delante de su local, pensó Joe con la sangre caliente, y tampoco sería la última. Nunca le había importado pelear si así purificaba el ambiente.
—¿Prefieres una vida de ramera a venir conmigo? —preguntó Baslow con los dientes muy apretados.
Joe no dijo nada. Ya le había dicho que en su local no había ese tipo de mujeres y todo el pueblo lo sabía.
—Así era como me sentía cuando estaba contigo —replicó Maddie—. Ya no quiero vivir de esa manera. No soy tu esposa —su tono y su ademán mostraron un vigor nuevo—. Nadie me pega y recibo un salario justo por cada día de trabajo. Puedo mantenerme bien.
Baslow fue hacia Maddie.
—No sé quién te ha metido esa sandez en la cabeza, pero me perteneces y harás lo que diga —le dijo Baslow amenazante.
Ella retrocedió y Joe lo alcanzó antes de que llegara a los tablones de la acera.
—¿Se acuerda de la guerra civil, Baslow? Es ilegal tener esclavos.
Estaban a un metro de distancia. A Baslow le parpadeó el ojo derecho por la rabia y a Joe le picaron las palmas de las manos.
—No se meta en medio, caballero, si no quiere arrepentirse.
—Imposible. Maddie es empleada mía y cuido a mis empleados.
Baslow se abalanzó sobre él, pero lo esquivó y con las dos manos agarradas le dio un golpe en el cuello. Baslow cayó a gatas sobre el polvo y perdió el sombrero. Sacudió la cabeza lentamente y se levantó para arremeter contra Joe. La pelea había empezado.
La multitud se arremolinó para ver mejor. Joe levantó los dos puños y flexionó las rodillas para estar en guardia. Baslow le hizo frente y giraron mientras se acechaban. El forastero miró a Joe con desprecio. Joe lo observó atentamente y esperó a comprobar cómo atacaba. Antes de lo que había previsto, Baslow le lanzó un golpe al hombro que lo desequilibró y enfureció. Respondió con un derechazo a la mandíbula que hizo que su oponente se lamentara y el gentío murmurara.
Joe no notó los golpes que recibió acto seguido, aunque supo que uno lo alcanzó en las costillas y otro en la sien. La adrenalina le dio fuerzas y le sofocó el dolor. Aprovechó el respiro y encontró la oportunidad de propinarle varios puñetazos. Baslow empezaba a sangrar por un labio y tenía un corte encima del ojo izquierdo. Joe buscó la ocasión para golpearle otra vez en el ojo y reunió todas sus fuerzas para darle un puñetazo en el estómago. Baslow gruñó, se dobló por la cintura y cayó de rodillas al suelo. Miró a Joe con furia y un ojo cubierto de sangre.
—No tiene derecho a quedarse con Madeline.
—Tiene toda la razón —replicó Joe —. Nadie tiene derecho a retenerla. Es libre de quedarse o de marcharse —se volvió hacia Maddie—. ¿Quieres marcharte?
Ella negó con la cabeza y resopló.
—Quiero quedarme.
—Ya lo ha oído —Joe notó que le dolían los nudillos—. ¿Necesita algo más convincente?
El sheriff Haglar se abrió paso entre la multitud y miró a los dos hombres.
—¿Qué está pasando?
Maddie se acercó corriendo a él para explicarle lo que había pasado. Cuando terminó, el sheriff se volvió hacia los presentes.
—¿Es lo que ha pasado? ¿Alguien lo ha visto todo? —les preguntó.
Joe no se acordaba si alguien estaba allí cuando se intercambiaron las primeras palabras. Los miró uno a uno. La gente era reacia a implicarse, sobre todo, cuando alguien con un aspecto tan peligroso como Baslow los miraba desafiantemente.
El sheriff los miró detenidamente y ellos, también uno a uno, miraron a la persona que tenían al lado y luego miraron hacia otro lado. Joe había supuesto que su posición en el pueblo tendría peso suficiente. No era un pendenciero, pero tampoco rehuía la pelea. No quería poner a Warren Haglar en una situación comprometida y la indiferencia de los lugareños lo irritó. La gente se volvió cuando un movimiento les llamó la atención y Joe también miró. Desde la acera de enfrente, una mujer esbelta con un vestido de algodón azul y blanco y un sombrero de paja, se levantó el borde del vestido y empezó a cruzar la calle. Se detuvo a metro y medio del representante de la ley. Joe notó una punzada en las entrañas.
—Yo he visto todo el incidente, sheriff. He visto que el hombre llegaba a caballo y gritaba a la señorita Holmes.
Naturalmente, era la obsesión de Joe de la tres en punto. Había estado en la acera todo el tiempo. ____ Sutherland era una mujer alta y él había podido comprobar, las pocas veces que no llevaba sombrero, que tenía un pelo negro y lustroso. Joe no le había oído decir más que algún saludo de dos o tres palabras y su voz sedosa lo cautivó más que las palabras que dijo.
—El señor Jonas salió de su establecimiento y le pidió... —señaló al mal encarado desconocido—...que se marchara.
Su resplandeciente mirada color ámbar se dirigió hacia Joe y él notó que algo le palpitó en el pecho, algo premonitorio y poderoso, algo más alarmante que tener que enfrentarse a una docena de hombres furiosos en la calle.
El sheriff le hizo algunas preguntas y ella contestó sin rodeos. Joe no podía dejar de mirarla.
Todas las tardes, lloviera o hiciera sol, ____ iba al salón de té con una fachada de ladrillo rojo que había al otro lado de la calle, en la esquina junto a la sastrería de Earl Mobley. Una vez dentro, se sentaba a la mesa que daba a la ventana y Bonnie Jacobson le llevaba una taza de porcelana y una tetera. Casi todos los días, Joe observaba el ritual desde detrás de la puerta del salón, donde ella no podía verlo, pero de vez en cuando, se buscaba un motivo para hacer un recado y cruzar la calle cuando ella llegaba. Una par de veces se había parado y se había llevado la mano al sombrero. Cuando ella había levantado esos ojos de ámbar, el corazón le había dado un vuelco y él se lo había reprochado. Nada ni nadie intimidaba a Joseph Jonas.
El sheriff no tuvo inconveniente en aceptar la versión una vez que ____ la había verificado y se volvió hacia Baslow.
—Márchese.
Baslow miró a Maddie con los ojos rebosantes de furia.
—Volveremos a vernos. No vayas a pensar que tus amigos te protegerán para siempre.
—Si le pasa algo a la señorita Holmes, sabremos a quién tenemos que buscar —le advirtió el sheriff—. Voy a mandar un cablegrama a la capital del condado para comunicar este percance.
Baslow recogió el sombrero del suelo, lo sacudió contra el muslo y se lo puso antes de ir a donde estaba su caballo y desatarlo. A juzgar por la forma tan torpe de montarse, Joe supuso que tenía alguna costilla rota. El sheriff lo observó mientras se alejaba a galope.
—Que no te vea, pero síguelo hasta cerciorarte de que se dirige a su casa —le dijo a un joven.
Una vez que Baslow se perdió en la distancia y el otro hombre empezó a seguirlo, el sheriff se acercó a Maddie.
—Gracias, sheriff —dijo ella.
—A mí me ha tocado lo más fácil, me parece que Joe se ha llevado la peor parte.
Maddie miró a Joe, pero al darse cuenta de que todo el mundo la observaba, se sonrojó ligeramente.
—Lo siento —dijo ella en voz baja para que sólo la oyeran Joe y el sheriff.
—Lo has hecho perfectamente —replicó Joe—. Tenías un montón de testigos mientras Frank te estaba acosando y cuando le hiciste frente te ganaste el respeto de todos ellos. Ya no volverá a hacerte nada.
Él sabía que ella no iba a permitir que la humillaran en público. Había empezado a respetarse a sí misma. Se mordió el labio inferior, pero no pudo contener una sonrisa y se tapó con las manos las mejillas sonrojadas.
—No debería estar tan complacida cuando tú estás sangrando.
Él se miró los nudillos, que le dolían como demonios.
El sheriff se llevó la mano al ala del sombrero.
—Buenas tardes, señorita Holmes —se despidió, como si sólo se hubieran cruzado por la calle.
—Buenas, tardes, sheriff. Joe miró a la multitud y observó que ____ había vuelto al otro lado de la calle.
Estaba a punto de entrar en el salón de té. Había tenido la ocasión perfecta para hablar con ella y había dejado que se escabullera. Iba a tener que ir tras ella. Sintió un nudo en el estómago. No podía entender que eso lo aterrara más que todo lo que había pasado hasta el momento.
—Ven y ponte algo de hielo en las manos —le recomendó Maddie. —Ahora voy.
Le hizo un gesto para que entrara en el Silver Star sin él y cruzó la calle. Tenía que dar las gracias a la testigo por confirmar su historia.
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
nueva lectora :)
a joe le gusta la rayis??
sigue
a joe le gusta la rayis??
sigue
andreita
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
DanyelitaJonas escribió:NUEVA LECTORA SIGUELA
BIENVENIDA
Gracias por pasarte, espero te siga gustando
ya subo cap :D
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
andreita escribió:nueva lectora :)
a joe le gusta la rayis??
sigue
BIENVENIDA!!!
Gracias por leer y comentar :D
y ps parece q sip a joe le gusta la rayis desde hace tiempito
ya les subo cap :D
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
CAPITULO 02
Un par de hombres se dirigieron a él para comentar el incidente y los demás volvieron a sus trabajos o a lo que estaban haciendo. Joe siguió hasta pararse delante del salón de té con la mano manchada de sangre y tinta en el picaporte. Se molestó por la vacilación tan impropia de él, pero al fin entró y se sorprendió al oír la campanilla. El silencio y el aroma a canela y especias lo abrumaron. Nunca se había encontrado tan fuera de lugar.
____ se había sentado en su sitio habitual, junto a la ventana, y se había quitado el sombrero de paja. Bonnie acababa de dejar una taza y un plato con dibujos rosas sobre el inmaculado mantel blanco. ____ lo miró mientras él cruzaba la habitación para acercarse a ella. Los tacones de sus botas retumbaban en el suelo de madera. Sus ojos de ámbar denotaban sorpresa y... cautela.
—Quería agradecerle... que hablara como lo hizo —dijo Joe.
Ella le mantuvo la mirada y el sintió esa sensación tan extraña en el estómago.
—Me limité a decirle al sheriff lo que vi.
—Mucha gente no lo habría hecho con Baslow mirándolos con esos ojos.
—Lo hice por la mujer —ella se encogió de hombros.
—Hizo algo bueno —Joe asintió con la cabeza.
Bonnie se acercó precipitadamente con un paño en la mano extendida. Él la conocía de las reuniones del ayuntamiento porque dirigía su negocio y solía asistir.
—Póntelo en la mejilla, Joe, y ven a lavarte las manos.
Él se puso el paño mojado en la mejilla, que ya no estaba entumecida y empezaba a dolerle. Su aspecto, sangrando y amoratado, tenía que ser bastante impresionante. Quizá no hubiera sido muy acertado ir allí.
—No voy a mancharte de sangre el mantel, Bonnie. No voy a quedarme. Sólo quería darle las gracias a la señorita Sutherland.
—No me preocupa el mantel, me preocupan tus manos y tu cara.
—Estoy bien.
—¿Quieres una taza de té?
—No, gracias.
Ella miro a ____ y volvió a mirarlo a él. —Muy bien. Te traeré el té, ____. Una vez solos, ella lo miró a los ojos.
—Esa mujer, la que él buscaba, es su... Quiero decir, ¿ustedes dos están...?
Se quedó atónito ante una pregunta tan directa y negó con la cabeza.
—Maddie es empleada mía. Me había hablado de Baslow y sabía lo que podía esperarme. Nadie tiene derecho a abusar de otra persona porque sea más grande o más fuerte.
____ lo observó desde una perspectiva nueva. Lo había visto alguna vez en la calle, sabía quién era y conocía sus empresas, pero nunca había tenido la ocasión de hablar con él. Su cuñado no tenía simpatía por Jonas y decía que era un esclavista por vender ofertas de empleo a trabajadores de paso que buscaban trabajo. Silver Bend era un sitio de tránsito entre los Estados Unidos y la frontera británica y mucha gente buscaba trabajo para trillar campos, cortar troncos, recoger frutas e incluso trabajar en las minas.
Ella sabía lo que era contratar inmigrantes. Había trabajado en la fábrica de ladrillos de su padre desde que tuvo edad suficiente para excavar la arcilla. Luego, se ocupó de las cuentas con talento suficiente para ayudar a comprar acciones de bancos y del ferrocarril. Se ocupó de las finanzas hasta mucho después de la muerte de su padre, hasta que la salud de su hermana empeoró y Jenny Lee la necesitó cada vez más. En ese momento, pasaba el día cuidando a su hermana inválida y a su sobrino.
Sabía muy bien que había agencias de empleo sin escrúpulos. Había pasado muchas veces que unos trabajadores se habían presentado en la fábrica de ladrillos y se habían dado cuenta de que se habían vendido muchas más ofertas de empleo que empleos había vacantes. ____ no sabía si ese hombre era uno de esos agentes. Su padre fue el médico del pueblo durante muchos años. Los rumores decían que la esposa del doctor Jonas fue asesinada y que él nunca lo superó.
Bonnie llevó la tetera.
—Está hirviendo —avisó mientras la dejaba en la mesa —. ¿Quieres una taza? —le preguntó a Joe.
—No, gracias —contestó él sacudiendo la cabeza.
Bonnie volvió a la cocina.
Joe se marchó de Silver Bend años atrás y ____ sólo había tenido oportunidad de verlo desde que volvió. No sabía nada de él salvo que era cortés cuando la saludaba. Todo el mundo sabía que regentaba el hotel y el salón y no había oído a nadie, excepto a su cuñado, decir algo malo de él. No obstante, ese día había comprobado algo más. Sin dudarlo, sin temor por su seguridad, había defendido a Maddie de un hombre al que ella temía. Su forma de enfrentarse a él decía mucho de su temperamento.
—Debería curarse la mano —dijo ella.
El se miró los nudillos. Un corte profundo y un moratón eran la prueba evidente del dolor que Baslow sufriría durante un tiempo. Joe dobló los dedos y asintió con la cabeza.
—No pasa nada.
Bonnie volvió con un pastel cubierto de azúcar molido.
Joe miró a ____ y a Bonnie. —Señoras...
____ se despidió con un gesto de la cabeza.
—Joe... —se despidió Bonnie.
Él se dio la vuelta y se marchó. La campanilla sonó dos veces y luego se hizo el silencio.
—¿Qué opinas? —preguntó Bonnie.
____ la miró desconcertada.
—Ya lo había visto partirse la cara con otros canallas, pero nunca lo había visto poner un pie aquí. Has tenido que impresionarlo mucho.
—No sé nada de eso —____ bajó la mirada y revolvió el azúcar en el té.
—¿Qué tal está hoy Jenny Lee? —preguntó Bonnie para cambiar de tema.
—Siéntate un momento —la invitó ____ antes de probar el pastel y limpiarse los labios con una servilleta—. Hoy está bien, para lo que acostumbra.
Bonnie se sentó con las manos dobladas debajo de la barbilla y observando a ____.
—Y sigue insistiendo en que todas las tardes hagas algo por tu cuenta.
____ levantó la taza y sopló.
—Le preocupa ser una carga. No lo es, naturalmente, pero dice que por lo menos me merezco una hora al día para mí sola. De todas formas, vengo para recoger a Tyler en la escuela y llevarlo a casa —se miró el broche con un reloj que llevaba en el vestido—. Hoy me ha quedado poco tiempo.
Sacó el monedero del bolsillo.
—Hoy, el té es gentileza de la casa —Bonnie extendió una mano para que ____ no sacara una moneda —. Casi no has tenido tiempo de disfrutarlo.
—Aun así, has tenido que hacerlo.
—Eres mi mejor cliente —argumentó Bonnie—. Si quiero, puedo regalarte una taza de té de vez en cuando.
____ sonrió y recogió el sombrero. —Gracias.
Bonnie la acompañó hasta la puerta y ella salió. Se dirigió hacia el este. Casi todos los edificios de la calle principal eran de ladrillo. Se acordó de cuando los estampaba, con su padre y otros tres hombres, antes de hornearlos, como los que levantaban la tienda de artículos de cuero de Brauman.
Un carro pasó con cierto estruendo. Hacía ocho años, habían vendido los adoquines del pavimento por un dólar y diecisiete centavos cada mil. Ella supervisaba cada carreta que salía del patio. Dejaría una parte de sí misma cuando se marchara del pueblo.
____ salió de la calle principal y fue hacia los solares que había entre las tiendas y el patio de la escuela. Tres semanas de sol y poca lluvia habían secado el suelo que sólo hacía un mes estaba embarrado por la nieve. Se sentó en la hierba, a la sombra de un viejo sicómoro, y esperó la salida. Cuatro años antes había convencido al ayuntamiento para que sustituyera la escuela de madera por otra de ladrillo para evitar el peligro de las brasas que saltaban de la estufa. Ellos se empeñaron en pintarla de blanco y a ella le dio igual con tal de que los niños estuvieran seguros. Eso sí, supervisó personalmente la construcción y donó la mitad de los ladrillos, además de una chimenea.
Una carreta conducida por un joven peón con un sombrero de paja se paró al lado del edificio pequeño y sólido. El mismo chico iba todos los días al pueblo para recoger a los niños de las granjas de los alrededores. La escuela estaba abierta hasta el otoño, cuando se necesitaba que los niños trabajaran en el campo.
La señorita Fletcher abrió la puerta y una hilera de niños salió de la escuela. Unos salieron corriendo y otros charlando con sus amigos. El pelo rubio, casi blanco, de Tyler, destacaba de todos los demás y ____ sintió el mismo arrebato de ternura que sentía cada vez que lo veía desde que nació. Iba entre otros dos niños con las cabezas inclinadas sobre algo que Timmy Hatcher tenía en la mano. Timmy dijo algo y Tyler y el otro niño asintieron con la cabeza entre risas.
____ se levantó y tomó el camino que iba de la escuela al pueblo. Unas niñas con trenzas pasaron a su lado y la saludaron con timidez. Tyler levantó la mirada y la vio. Se despidió precipitadamente de sus amigos y fue hacia ella. Antes, iba corriendo para abrazarse con ella, pero iba a cumplir ocho años y ya se reservaba los abrazos para la hora de acostarse. ____ alargó la mano, pero él fingió no verla y caminó al lado de ella con dos libros debajo del brazo.
—¿La señorita Fletcher os ha puesto dos tareas para esta noche? —preguntó ella. —Sí. La aritmética es difícil.
—Tienes suerte. Eres un niño listo.
Él asintió con la cabeza, pero con seriedad.
—A Mikey Kopeye le cuesta más y su padre no le deja hacer los deberes porque tiene que hacer otras cosas.
—Muchos niños tiene que hacer otras cosas —replicó ella—. Sus padres los necesitan para que ayuden con los animales y la cosecha en vez de que se aprendan de memoria las tablas de multiplicar.
—Papá dice que cuando te aprendes las tablas de multiplicar y las letras, ya no tienes que hacer trabajos tan duros el resto de tu vida.
____ sintió cierta repulsión, como le pasaba siempre que veía u oía el nombre de Royce Dunlap.
—Tu padre tiene razón en cuanto a recibir una buena educación —le explicó ella.
Tyler adoraba al cuñado de ____ con la fidelidad incondicional que un niño sentía por su padre, aunque Royce estaba siempre absorto en sus nuevos proyectos empresariales y en cuestiones de trabajo. Por eso ella sufría por Tyler. Ningún niño debería pasar lo que estaba pasando él, con una madre enferma y un padre tan distante en el aspecto sentimental.
—Mamá está pasando un día fantástico hoy —dijo ella con un tono que quiso ser tranquilizador.
—Pero no se pondrá bien —replicó él sin mirarla.
____ sintió una opresión en el pecho por la realidad y porque alguien tan joven e indefenso tuviera que afrontarla. Era injusto que tuviera que aprender lo que era la vida con tanta crueldad.
—No, Tyler, no se pondrá bien.
Él la miró con unos ojos tristes y confiados. Si pudiera cambiar el mundo por ese niño, lo cambiaría. No soportaba sentirse impotente. No soportaba sentirse responsable, pero, sobre todo, ____ no soportaba sentirse culpable.
Un par de hombres se dirigieron a él para comentar el incidente y los demás volvieron a sus trabajos o a lo que estaban haciendo. Joe siguió hasta pararse delante del salón de té con la mano manchada de sangre y tinta en el picaporte. Se molestó por la vacilación tan impropia de él, pero al fin entró y se sorprendió al oír la campanilla. El silencio y el aroma a canela y especias lo abrumaron. Nunca se había encontrado tan fuera de lugar.
____ se había sentado en su sitio habitual, junto a la ventana, y se había quitado el sombrero de paja. Bonnie acababa de dejar una taza y un plato con dibujos rosas sobre el inmaculado mantel blanco. ____ lo miró mientras él cruzaba la habitación para acercarse a ella. Los tacones de sus botas retumbaban en el suelo de madera. Sus ojos de ámbar denotaban sorpresa y... cautela.
—Quería agradecerle... que hablara como lo hizo —dijo Joe.
Ella le mantuvo la mirada y el sintió esa sensación tan extraña en el estómago.
—Me limité a decirle al sheriff lo que vi.
—Mucha gente no lo habría hecho con Baslow mirándolos con esos ojos.
—Lo hice por la mujer —ella se encogió de hombros.
—Hizo algo bueno —Joe asintió con la cabeza.
Bonnie se acercó precipitadamente con un paño en la mano extendida. Él la conocía de las reuniones del ayuntamiento porque dirigía su negocio y solía asistir.
—Póntelo en la mejilla, Joe, y ven a lavarte las manos.
Él se puso el paño mojado en la mejilla, que ya no estaba entumecida y empezaba a dolerle. Su aspecto, sangrando y amoratado, tenía que ser bastante impresionante. Quizá no hubiera sido muy acertado ir allí.
—No voy a mancharte de sangre el mantel, Bonnie. No voy a quedarme. Sólo quería darle las gracias a la señorita Sutherland.
—No me preocupa el mantel, me preocupan tus manos y tu cara.
—Estoy bien.
—¿Quieres una taza de té?
—No, gracias.
Ella miro a ____ y volvió a mirarlo a él. —Muy bien. Te traeré el té, ____. Una vez solos, ella lo miró a los ojos.
—Esa mujer, la que él buscaba, es su... Quiero decir, ¿ustedes dos están...?
Se quedó atónito ante una pregunta tan directa y negó con la cabeza.
—Maddie es empleada mía. Me había hablado de Baslow y sabía lo que podía esperarme. Nadie tiene derecho a abusar de otra persona porque sea más grande o más fuerte.
____ lo observó desde una perspectiva nueva. Lo había visto alguna vez en la calle, sabía quién era y conocía sus empresas, pero nunca había tenido la ocasión de hablar con él. Su cuñado no tenía simpatía por Jonas y decía que era un esclavista por vender ofertas de empleo a trabajadores de paso que buscaban trabajo. Silver Bend era un sitio de tránsito entre los Estados Unidos y la frontera británica y mucha gente buscaba trabajo para trillar campos, cortar troncos, recoger frutas e incluso trabajar en las minas.
Ella sabía lo que era contratar inmigrantes. Había trabajado en la fábrica de ladrillos de su padre desde que tuvo edad suficiente para excavar la arcilla. Luego, se ocupó de las cuentas con talento suficiente para ayudar a comprar acciones de bancos y del ferrocarril. Se ocupó de las finanzas hasta mucho después de la muerte de su padre, hasta que la salud de su hermana empeoró y Jenny Lee la necesitó cada vez más. En ese momento, pasaba el día cuidando a su hermana inválida y a su sobrino.
Sabía muy bien que había agencias de empleo sin escrúpulos. Había pasado muchas veces que unos trabajadores se habían presentado en la fábrica de ladrillos y se habían dado cuenta de que se habían vendido muchas más ofertas de empleo que empleos había vacantes. ____ no sabía si ese hombre era uno de esos agentes. Su padre fue el médico del pueblo durante muchos años. Los rumores decían que la esposa del doctor Jonas fue asesinada y que él nunca lo superó.
Bonnie llevó la tetera.
—Está hirviendo —avisó mientras la dejaba en la mesa —. ¿Quieres una taza? —le preguntó a Joe.
—No, gracias —contestó él sacudiendo la cabeza.
Bonnie volvió a la cocina.
Joe se marchó de Silver Bend años atrás y ____ sólo había tenido oportunidad de verlo desde que volvió. No sabía nada de él salvo que era cortés cuando la saludaba. Todo el mundo sabía que regentaba el hotel y el salón y no había oído a nadie, excepto a su cuñado, decir algo malo de él. No obstante, ese día había comprobado algo más. Sin dudarlo, sin temor por su seguridad, había defendido a Maddie de un hombre al que ella temía. Su forma de enfrentarse a él decía mucho de su temperamento.
—Debería curarse la mano —dijo ella.
El se miró los nudillos. Un corte profundo y un moratón eran la prueba evidente del dolor que Baslow sufriría durante un tiempo. Joe dobló los dedos y asintió con la cabeza.
—No pasa nada.
Bonnie volvió con un pastel cubierto de azúcar molido.
Joe miró a ____ y a Bonnie. —Señoras...
____ se despidió con un gesto de la cabeza.
—Joe... —se despidió Bonnie.
Él se dio la vuelta y se marchó. La campanilla sonó dos veces y luego se hizo el silencio.
—¿Qué opinas? —preguntó Bonnie.
____ la miró desconcertada.
—Ya lo había visto partirse la cara con otros canallas, pero nunca lo había visto poner un pie aquí. Has tenido que impresionarlo mucho.
—No sé nada de eso —____ bajó la mirada y revolvió el azúcar en el té.
—¿Qué tal está hoy Jenny Lee? —preguntó Bonnie para cambiar de tema.
—Siéntate un momento —la invitó ____ antes de probar el pastel y limpiarse los labios con una servilleta—. Hoy está bien, para lo que acostumbra.
Bonnie se sentó con las manos dobladas debajo de la barbilla y observando a ____.
—Y sigue insistiendo en que todas las tardes hagas algo por tu cuenta.
____ levantó la taza y sopló.
—Le preocupa ser una carga. No lo es, naturalmente, pero dice que por lo menos me merezco una hora al día para mí sola. De todas formas, vengo para recoger a Tyler en la escuela y llevarlo a casa —se miró el broche con un reloj que llevaba en el vestido—. Hoy me ha quedado poco tiempo.
Sacó el monedero del bolsillo.
—Hoy, el té es gentileza de la casa —Bonnie extendió una mano para que ____ no sacara una moneda —. Casi no has tenido tiempo de disfrutarlo.
—Aun así, has tenido que hacerlo.
—Eres mi mejor cliente —argumentó Bonnie—. Si quiero, puedo regalarte una taza de té de vez en cuando.
____ sonrió y recogió el sombrero. —Gracias.
Bonnie la acompañó hasta la puerta y ella salió. Se dirigió hacia el este. Casi todos los edificios de la calle principal eran de ladrillo. Se acordó de cuando los estampaba, con su padre y otros tres hombres, antes de hornearlos, como los que levantaban la tienda de artículos de cuero de Brauman.
Un carro pasó con cierto estruendo. Hacía ocho años, habían vendido los adoquines del pavimento por un dólar y diecisiete centavos cada mil. Ella supervisaba cada carreta que salía del patio. Dejaría una parte de sí misma cuando se marchara del pueblo.
____ salió de la calle principal y fue hacia los solares que había entre las tiendas y el patio de la escuela. Tres semanas de sol y poca lluvia habían secado el suelo que sólo hacía un mes estaba embarrado por la nieve. Se sentó en la hierba, a la sombra de un viejo sicómoro, y esperó la salida. Cuatro años antes había convencido al ayuntamiento para que sustituyera la escuela de madera por otra de ladrillo para evitar el peligro de las brasas que saltaban de la estufa. Ellos se empeñaron en pintarla de blanco y a ella le dio igual con tal de que los niños estuvieran seguros. Eso sí, supervisó personalmente la construcción y donó la mitad de los ladrillos, además de una chimenea.
Una carreta conducida por un joven peón con un sombrero de paja se paró al lado del edificio pequeño y sólido. El mismo chico iba todos los días al pueblo para recoger a los niños de las granjas de los alrededores. La escuela estaba abierta hasta el otoño, cuando se necesitaba que los niños trabajaran en el campo.
La señorita Fletcher abrió la puerta y una hilera de niños salió de la escuela. Unos salieron corriendo y otros charlando con sus amigos. El pelo rubio, casi blanco, de Tyler, destacaba de todos los demás y ____ sintió el mismo arrebato de ternura que sentía cada vez que lo veía desde que nació. Iba entre otros dos niños con las cabezas inclinadas sobre algo que Timmy Hatcher tenía en la mano. Timmy dijo algo y Tyler y el otro niño asintieron con la cabeza entre risas.
____ se levantó y tomó el camino que iba de la escuela al pueblo. Unas niñas con trenzas pasaron a su lado y la saludaron con timidez. Tyler levantó la mirada y la vio. Se despidió precipitadamente de sus amigos y fue hacia ella. Antes, iba corriendo para abrazarse con ella, pero iba a cumplir ocho años y ya se reservaba los abrazos para la hora de acostarse. ____ alargó la mano, pero él fingió no verla y caminó al lado de ella con dos libros debajo del brazo.
—¿La señorita Fletcher os ha puesto dos tareas para esta noche? —preguntó ella. —Sí. La aritmética es difícil.
—Tienes suerte. Eres un niño listo.
Él asintió con la cabeza, pero con seriedad.
—A Mikey Kopeye le cuesta más y su padre no le deja hacer los deberes porque tiene que hacer otras cosas.
—Muchos niños tiene que hacer otras cosas —replicó ella—. Sus padres los necesitan para que ayuden con los animales y la cosecha en vez de que se aprendan de memoria las tablas de multiplicar.
—Papá dice que cuando te aprendes las tablas de multiplicar y las letras, ya no tienes que hacer trabajos tan duros el resto de tu vida.
____ sintió cierta repulsión, como le pasaba siempre que veía u oía el nombre de Royce Dunlap.
—Tu padre tiene razón en cuanto a recibir una buena educación —le explicó ella.
Tyler adoraba al cuñado de ____ con la fidelidad incondicional que un niño sentía por su padre, aunque Royce estaba siempre absorto en sus nuevos proyectos empresariales y en cuestiones de trabajo. Por eso ella sufría por Tyler. Ningún niño debería pasar lo que estaba pasando él, con una madre enferma y un padre tan distante en el aspecto sentimental.
—Mamá está pasando un día fantástico hoy —dijo ella con un tono que quiso ser tranquilizador.
—Pero no se pondrá bien —replicó él sin mirarla.
____ sintió una opresión en el pecho por la realidad y porque alguien tan joven e indefenso tuviera que afrontarla. Era injusto que tuviera que aprender lo que era la vida con tanta crueldad.
—No, Tyler, no se pondrá bien.
Él la miró con unos ojos tristes y confiados. Si pudiera cambiar el mundo por ese niño, lo cambiaría. No soportaba sentirse impotente. No soportaba sentirse responsable, pero, sobre todo, ____ no soportaba sentirse culpable.
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
julieta_black escribió:andreita escribió:nueva lectora :)
a joe le gusta la rayis??
sigue
BIENVENIDA!!!
Gracias por leer y comentar :D
y ps parece q sip a joe le gusta la rayis desde hace tiempito
ya les subo cap :D
sii eso veo
pero la rayis es como odiosita
con joe
sigue :)
andreita
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
Holiz!!! :hi:
Nueva Lectora!!! :study:
esta genial tu nove!!
espero subas mas cap pronto ya kiero seguir leyendo tu nove!!!!! :lol!:
Nueva Lectora!!! :study:
esta genial tu nove!!
espero subas mas cap pronto ya kiero seguir leyendo tu nove!!!!! :lol!:
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
yamii_jjonatikacrazy!! escribió:Holiz!!! :hi:
Nueva Lectora!!! :study:
esta genial tu nove!!
espero subas mas cap pronto ya kiero seguir leyendo tu nove!!!!! :lol!:
BIENVENIDA!!!
me alegra q te guste
mañana les subo otro cap
la historia es hermosa!!!!
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
chelis escribió:NUEVA LECTORA
BIENVENIDA!!!!!
gracias por pasarte y leer y comentar
espero te siga gustando :D
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
berenice_89 escribió:nueva y fiel lectora
BIENVENIDA!!!
gracias por pasarte
q linda por lo de fiel lectora :D...espero te siga gustando y obvio sigas comentando
Julieta♥
Página 1 de 12. • 1, 2, 3 ... 10, 11, 12
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