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♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
hola aqi me tienes otravez jajaja
me encanto tu nove anterior y creo
qe esta no se qedara atras estare
esperando el siguiente cap
me encanto tu nove anterior y creo
qe esta no se qedara atras estare
esperando el siguiente cap
Nani Jonas
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
Nani Jonas escribió:hola aqi me tienes otravez jajaja
me encanto tu nove anterior y creo
qe esta no se qedara atras estare
esperando el siguiente cap
BIENVENIDA !!!
gracias por pasarte...esta nove tambn es muy linda :D yo se q les va a encantar jejeje
mas tarde subo cap
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
CAPITULO 03
Era una tarde cálida y soleada y siguieron paseando en silencio hasta la casa. Se pararon ante la cancela de hierro forjado para admirar los magníficos ladrillos Sutherland de color cereza, las impecables líneas blancas de los marcos de las ventanas y las prácticas contraventanas verdes.
A Invitado le encantaba la arquitectura irregular de estilo italiano. El cuerpo principal tenía dos pisos y unas buhardillas y el ala adyacente tenía sólo dos pisos; el comedor y el salón estaban en el piso inferior y en el superior había una inmensa sala acristalada. Por el frente, el cuerpo principal tenía otro elemento adyacente de dos pisos con ventanas en tres de los lados de cada piso y una terraza encima.
Hacía unos años, su madre añadió a la construcción original un porche estilo Reina Ana.
Esa casa y sus habitaciones guardaban recuerdos de sus padres y de muchos momentos maravillosos de cuando su hermana era joven y estaba sana.
Eran recuerdos que Invitado conservaba aunque su corazón sufriera cada vez que los evocaba. Entraron en la casa y mandó a Tyler al piso de arriba para que estuviera un rato a solas con Jenny Lee.
Nora Cahill, la vecina, saludó a Tyler mientras bajaba las escaleras. Una vez en el recibidor, Nora miró con tristeza a Invitado .
—Ya no sé qué decir al niño.
Los padres de Invitado habían vivido en esa casa desde que ella era una niña muy pequeña y Nora y su marido habían vivido siempre en la casa de al lado.
De niñas, Jenny y ella habían jugado con la hija de Nora, Vernelle, quien acabó casándose y yéndose a vivir al este. Nora fue una bendición cuando la madre de Invitado empezó a ponerse enferma del corazón y años más tarde, cuando su padre murió, supo consolar a las dos hermanas ya adultas.
—Nadie se había imaginado que Jenny Lee aguantaría tanto tiempo. Tu madre temía su muerte. Quizá haya sido mejor que no esté aquí en el momento final.
Invitado quería a Nora como si fuera una tía, pero ese comentario la dejó callada. Ella habría preferido que su madre siguiera viva, independientemente de todo lo demás.
—Gracias por haber venido esta tarde —dijo Invitado con sinceridad.
Si Jenny Lee no hubiera insistido hacía un año en que se tomara una hora todos los días, habría pasado semanas sin abandonar la casa. Necesitaba ese rato para reunir fuerza interior, para pensar y hacer planes. Y tenía un plan.
—Sabes que me encanta venir en cualquier momento —contestó Nora—. He dejado fermentando un par de hogazas de pan, puedes meterlas en el horno más tarde.
Invitado le dio un breve abrazo y la acompañó a la puerta. La cerró y se volvió hacia la escalera. Cada vez era más difícil mantener una actitud animada y disimular su expresión. Su hermana no se parecía en nada a la niña divertida y encantadora que ella quería recordar, pero enseguida consiguió contener la tristeza. Jenny y Tyler la necesitaban más que nunca.
Tomó aliento, se levantó el borde de la falda y empezó a subir la escalera. El contacto de la desgastada barandilla le pareció reconfortante. Sabía cuántos peldaños había y los que crujían. Esa casa era su consuelo, su refugio. Podía moverse por ella en la oscuridad más profunda y sin ningún esfuerzo. La idea de marcharse siempre había sido insoportable... hasta ese momento. Todo el consuelo que encontró siempre allí se había disipado por la presencia de su cuñado.
La puerta de la habitación de Jenny Lee estaba siempre abierta, salvo que Royce hubiera ido a visitarla para estar solos, algo que pasaba muy pocas veces. Hacía un año se había trasladado a otro cuarto. Invitado le ofreció llevar una cama supletoria si temía molestar a su mujer cuando descansaba; incluso le propuso poner dos camas en vez de usar la cama grande que había sido de sus padres, pero él declinó la oferta.
Ella pensó que podía haber sido más considerado. Su cambio de habitación suponía más trabajo para Invitado . Tenía que ver cómo estaba su hermana por la noche. Sin embargo, había comprobado que oponerse a las decisiones y exigencias de Royce sólo complicaba más las cosas y tenía que mantener la tranquilidad por el bien de Jenny Lee.
Tyler estaba sentado al lado de la cama con una expresión divertida mientras terminaba de contar algo sobre Timmy Hatcher. La sonrisa arrebatadora de Jenny era muy débil. Le encantaba oír lo que había hecho Tyler durante el día y aferrarse a esos últimos vestigios de una vida normal, pero le costaba mucho disimular el dolor. Cuando vio a Invitado , su mirada se debatió entre el pesar y el alivio.
Tyler interpretó ese lenguaje sobreentendido, besó a Jenny Lee en la mejilla y se levantó para quedarse junto a la cama.
—Vendré a verte después de la cena, mamá.
—Te quiero, Tyler. No sabes cuánto.
—Yo también te quiero, mamá.
Las hermanas lo miraron mientras salía de la habitación y luego se miraron a los ojos; los de Jenny Lee estaban empañados de lágrimas.
—¿Necesitas la medicina? —preguntó Invitado .
—Sí, por favor.
Le dio dos cucharadas del elixir que el doctor McKee le proporcionaba para el dolor, la ayudó a ponerse de costado y le ahuecó unas almohadas para que estuviera cómoda. Invitado acercó la butaca a la cama y se sentó. Jenny Lee la agarró de la mano. Tenía unos dedos tan gélidos y delgados que Invitado temía hacerle daño. Sin embargo, cuando levantó la vista para mirarla, Jenny estaba sonriendo. Tenía la piel muy pálida y traslúcida y los ojos demasiado brillantes.
—¿Te acuerdas de cuando éramos niñas, Invitado , y estábamos deseando llegar a casa con Vernelle? Nos subíamos al desván y jugábamos durante horas. Mamá nos sacaba fuera para que tomáramos el aire y seguíamos jugando detrás de los arbustos de lilas que había en el jardín de Nora.
—Me acuerdo —contestó Invitado . Nora había llevado ramos de esas lilas a la habitación de Jenny durante la primavera—. Siempre te ponías el vestido de noche rosa de la abuela y el collar de cuentas.
—Eran «perlas» —puntualizó Jenny Lee—. A ti te gustaba el vestido azul de mamá con mangas con puntillas.
—Éramos unas mujeres muy elegantes, ¿verdad?
—Me sentí bastante abandonada cuando Vernelle se casó con Robert y se fue a vivir al este —confesó Jenny Lee.
—Nora también.
—Entonces, yo me casé con Royce —Jenny Lee desvió la mirada un instante —. ¿Te sentiste abandonada?
—Claro que no. Estabas al otro lado del pueblo.
Royce y Jenny Lee alquilaron una casa pequeña. Poco después de la muerte de Henry Sutherland, la salud de Jenny Lee empezó a empeorar y fue necesitando cada vez más atención, además de no poder ocuparse de Tyler. Mudarse allí fue lo más práctico y necesario para todos. Invitado dejó su trabajo de contable en la fábrica de ladrillos y se dedicó en cuerpo y alma a su hermana y a Tyler. Nunca se había arrepentido ni se arrepentiría.
Poco después llegó la confirmación sobre la verdadera forma de ser de Royce. La certeza de lo que había sospechado desde hacía algún tiempo se esclareció poco a poco, sorprendente y desagradablemente.
Invitado suplió su desinterés hacia Jenny Lee y Tyler y los protegió. Su hermana estaba muñéndose. No hacía falta que pasara el trance de saber que su marido se había casado con ella para hacerse con su parte de la fábrica de ladrillos y las demás inversiones de la familia, la compañía Sutherland.
Henry le había dejado una parte de la empresa a cada uno de ellos y tenían la misma capacidad de decisión. Royce, casi siempre, había sido capaz de inclinar a Jenny Lee hacia sus puntos de vista sobre las inversiones y Invitado nunca quiso discutir con él delante de ella. Las pocas veces que lo había intentado, la tristeza que vio reflejada en el rostro de su hermana la desalentó.
No quería pensar en la muerte de su hermana, pero tenía que ser realista. Cuando Jenny Lee no formara parte del triángulo, Royce tendría la participación mayoritaria en Sutherland Company y podría hacer lo que quisiera. Además, sus intenciones no se quedaban ahí. Sintió en escalofrío por la espina dorsal y un pánico premonitorio. Hizo un esfuerzo para dominar ese sentimiento. Tenía un plan.
Había reunido y escondido sus ahorros; no en el banco porque tenían una participación y Royce podía ver las cuentas cuando quisiera. Los había guardado en un sitio más seguro. Cuando llegara el momento inevitable de escapar, podría mantenerse y mantener a Tyler.
—¿Te acuerdas de cuando nuestro padre nos leía por la noches? —preguntó Jenny Lee y Invitado le agradeció que volviera a los momentos felices —. Nuestra madre se sentaba en la butaca marrón para hacer colchas y él nos leía historias. Era un buen padre, ¿verdad?
____ captó la decepción de su hermana porque su marido nunca había sido un padre atento o cariñoso con Tyler. A ella siempre le había parecido que toleraba al niño para apaciguar a Jenny Lee y a su padre. En ese momento, estaba segura.
—Es injusto que tenga un corazón tan endeble —dijo Jenny con la voz entrecortada.
Casi nunca hablaba con tanto abatimiento.
—Yo me haré cargo de Tyler —la tranquilizó Invitado mirándola a los ojos.
Jenny Lee le apretó la mano con muy poca fuerza.
—Sé que lo harás —la medicina había surtido efecto y se le cerraron los ojos—. Voy a descansar unos minutos.
Las pestañas descendieron hasta las profundas ojeras oscuras que tenía. Con los ojos azules cerrados, ni siquiera parecía ella. Invitado le lavaba el pelo y se lo rizaba con bastante frecuencia, pero se había vuelto lacio y mustio. Se tragó el nudo que se le había formado en la garganta y contuvo las lágrimas. Una muestra de emoción no serviría para nada y la fortaleza sí.
—Te quiero, Invitado .
Jenny no abrió los ojos y Invitado se lo agradeció. El dolor habría sido demasiado evidente. —Te quiero, Jenny.
Cuando estuvo segura de que su hermana dormía apaciblemente, se fue de la habitación. Una vez en el recibidor se apoyó de espaldas contra la pared. Un peso le oprimía el corazón y las lágrimas amenazaban con asolar el poco dominio de sí misma que le quedaba. El dolor se adueñó de ella con oleadas cada vez más intensas y se llevó una mano a los labios para contener los sollozos. Si empezaba, no pararía nunca.
Al cabo de unos minutos, tomó una bocanada de aire, se recompuso y bajó las escaleras. Tyler estaba haciendo sus tareas de aritmética en la cocina. Ella comprobó la temperatura del horno para hacer el pan.
—Me acuerdo de cuando tenía tu edad y me sentaba ahí mismo para hacer las tareas.
La conversación con Jenny le había despertado los recuerdos y añoró aquellos tiempos felices y despreocupados. Jenny Lee nunca fue fuerte, ni siquiera entonces, pero tampoco se percibió la gravedad del estado de su corazón. Sólo habían sido dos niñas en el hogar que su padre había construido para ellas y que su madre llevaba con seguridad.
—¿Mamá también? ¿Ella estudiaba aritmética aquí?
—Claro.
Invitado cortó un trozo de queso y sirvió un vaso de leche para su sobrino.
—¿Se le dan tan bien las cuentas como a ti, tía Invitado ?
Invitado puso agua a calentar para hacerse un té y se sentó enfrente de él.
—Se le daban mejor las letras, como la lengua y la ortografía. También me acuerdo de que se le daba muy bien la geografía. Siempre soñábamos con sitios lejanos que veríamos algún día.
—¿Los habéis visto?
Ella agarró un lápiz.
—No. Nunca hemos pasado de Denver.
—A lo mejor podríamos ir todos.
Se quedaron unos minutos en silencio. Él le había dejado muy claro que sabía que Jenny
Lee no iba a mejorar, pero ¿entendía que iba a morirse?
El dolor le atenazó el corazón y le formó un nudo en el pecho. Era demasiado joven para que la vida le diera una lección así.
—Tyler... —empezó a decir ella para plantear el asunto con delicadeza—. Sabes que tu madre está muy, muy enferma, ¿verdad?
Él asintió con la cabeza y sin apartar la mirada de papel.
—Y sabes... —Invitado apretó los labios para que no le temblaran —. Sabes que no va a estar mucho tiempo con nosotros.
—Ella va a morir —puntualizó él con la cabeza gacha.
—Sí... —le salió un levísimo hilo de voz. —Me lo dijo.
Invitado observó detenidamente la curva de su mejilla y el delicado aleteo de sus pestañas casi blancas y sintió un arrebato de amor. Naturalmente, su hermana lo había preparado. Jenny Lee lo amaba más que a la vida. Invitado , una vez más, parpadeó para sofocar el escozor de las lágrimas.
El levantó los ojos azules para mirarla. Unos ojos tan serios y cristalinos como una vez fueron los de Jenny Lee.
—Me dijo que no tuviera miedo porque tú te ocuparás siempre de mí. ¿Lo harás?
Nada podría detenerla. Nada ni nadie. Se levantó y apoyó la mejilla en la de él.
—Claro que lo haré. Siempre, lo prometo.
Jenny Lee no tenía mucho apetito, pero esa noche, Invitado consiguió que bebiera una taza de caldo y un poco de té antes de darle la medicina y acomodarla para que durmiera.
Había acostado a Tyler y bajó a preparar la colada en el lavadero que había detrás de la cocina. Mandaba fuera la ropa de cama y casi toda la ropa en general, pero ella lavaba sus prendas delicadas y las de Jenny Lee. Metió la colada en bolsas, que recogerían a la mañana siguiente, e hizo un montón con lo que tenía que lavar.
Un ruido la avisó de la presencia de su cuñado y todos sus sentidos se pusieron alerta. Una alerta que le puso el vello de punta en los brazos y el cuello. Fue a la puerta.
Royce estaba de pie en el extremo opuesto de la cocina. La miró de arriba abajo. Iba impecablemente vestido, como siempre, con un traje oscuro y una camisa blanca y llevaba el pelo castaño peinado hacia un lado para apartar los rizos de la frente.
—Cenaré ahora.
—Te sacaré el plato del horno.
Ella rodeó la mesa y tomó una de las manoplas que Nora había cosido con un saco de harina. Oyó las botas de Royce moverse rápidamente sobre el suelo de madera un instante antes de que la agarrara. Se giró para mirarlo con el cuerpo rígido.
El se paró a unos centímetros de ella. Llevaba las patillas perfectamente recortadas y un bigote muy fino sobre el borde mismo del labio superior.
Invitado miró hacia otro lado para evitar su cercanía insoportable y su mirada que la atravesaba. Notó su aliento en la barbilla.
—Estás muy guapa esta noche.
—Estás casado con mi hermana.
—Un vínculo muy leve, en el mejor de los casos.
A ella se le desbocó el corazón.
—¿Cómo puedes ser tan insensible con su muerte?
Él se inclinó hacia delante sin llegar a tocarla, pero abrasándole la mejilla.
—Es un negocio, querida.
La sensación de estar atrapada le produjo un escalofrío de repulsión por toda la espina dorsal. Cerró los ojos con la esperanza de que al abrirlos se daría cuenta de que todo había sido una espantosa pesadilla.
—No seas tan mojigata, Invitado . No eres un dechado de virtudes —ella dio un respingo al notar su dedo en la mandíbula—. Espero que seas una pareja apasionada cuando hayas decidido pasar a la siguiente fase de nuestra relación.
—No tenemos ninguna relación. —Pero la tendremos.
Él le rodeó la cintura con una mano y ella se giró para escapar del calor del horno que tenía detrás y de sus amenazantes tentativas. Fue como una flecha al otro lado de la mesa y apoyó las manos en el respaldo de la silla.
—Me repugnas.
—En realidad, la persecución me parece estimulante.
Royce fue arrogantemente hasta la silla que había delante del plato que ella le había preparado en la mesa y se sentó. Colocó los cubiertos perfectamente alineados y le lanzó una mirada de advertencia.
—No te hagas muchas ilusiones. Hay un momento y un lugar para cada cosa y pronto se te habrá acabado el tiempo de resistirte tan pudorosamente. Cuando Jenny Lee se haya marchado y hayamos cumplido con un luto respetable, te convertirás en mi esposa.
Invitado se quedó con el corazón en un puño. Por el momento, estaba atrapada en aquella casa y bajo la autoridad de ese hombre. No podía abandonar a Jenny Lee y a Tyler. La necesitaban y él se aprovechaba del amor que sentía por ellos.
—Es la evolución normal de las cosas a los ojos de todo el mundo —añadió él.
Durante cientos de noches se había quedado desvelada con el oído aguzado, esperando con espanto lo qué él podría llegar a hacer, imaginándose infinitas situaciones para decirle a Jenny Lee cuál era la cruda realidad, pensando en acudir al sheriff... Sin embargo, siempre llegaba a la misma conclusión desesperante: no podía destrozar el corazón de Jenny Lee. Nunca le diría a su hermana que Royce se había casado con ella por una participación en la fábrica de ladrillos y que estaba esperando a que se muriera para quedarse con toda. Cuando muriera, él tendría el control. Invitado sólo podía aguantar; amparar a su hermana; proteger a Tyler; evitar a esa vergüenza para el género humano hasta... hasta que la situación cambiara.
Fue al horno, sacó el plato caliente y lo dejó delante de él. A veces se sentía tan furiosa con su padre por haber permitido que eso sucediera que no sabía cómo conciliar ese sentimiento.
—Eres muy transparente, Invitado —dijo él—, pero detestarme no va servirte de nada —tomó el cuchillo y el tenedor y cortó el trozo de asado —. Los dos sabemos por qué vas a acatarlo —se metió un trozo en la boca y lo masticó antes de volver a mirarla—. Pero ya lo has comprendido, ¿verdad?
A ella se le paró el pulso. La furia le nubló la visión y apretó los dientes sin poder hablar.
—No tienes ningún derecho sobre Tyler si no te casas conmigo —concluyó él.
—No eres humano —replicó ella con un tono cargado de desprecio.
—Además, te casarás conmigo porque sé algo que podría perjudicaros mucho a los dos y no querrás que lo cuente...
—Podría matarte mientras duermes.
Que Dios la perdonara, pero ya lo había pensado. Sin embargo, era demasiado cobarde. ¿Qué pasaría si la mandaban a la cárcel y dejaba solo a Tyler?
Royce sonrió, algo que hacía muy rara vez y que Invitado sospechaba que se debía a que uno de sus dientes se montaba sobre otro.
—Lo tendré en cuenta y dormiré con un ojo abierto.
¿Por qué iba a dormir él mejor que ella?
Cuando Jenny Lee hubiera fallecido, Invitado tendría que poner en práctica su plan, llevarse a Tyler y escapar. Nada era tan importante como proteger a Tyler; ni esa casa que había levantado su padre ni ese pueblo que era un hogar para ella ni todos los recuerdos maravillosos.
Se oyó la campanilla de la puerta principal y ella se alegró de que alguien los hubiera interrumpido. Dejó el paño y fue a recibir a la visita. Un joven vestido con una chaqueta de franela y un mono de algodón remendado sujetaba un ramo de margaritas blancas.
—¿Señorita Sutherland?
—Sí...
—Son para usted.
Le dio el ramo de margaritas y se dio la vuelta.
—¡Espera! —gritó ella.
Sin embargo, el chico ya había salido de la verja y corría calle abajo para perderse entre las sombras doradas y color lavanda del atardecer. Ella se quedó mirando las distantes colinas rocosas y luego volvió a mirar el ramo de flores.
—¿Quién era?
Royce estaba detrás de ella. Invitado se dio la vuelta y se encontró con su expresión furiosa.
—¿Quién te ha mandado eso? —preguntó él sin apartar la mirada de las flores.
—No lo sé.
Ella vio la nota que había entre los tallos a la vez que él. Royce agarró la tarjeta y arrancó varios pétalos, que cayeron sobre los tablones encerados del porche. Leyó la nota y la miró amenazantemente. Hizo un gesto de censura con la boca y le quitó el ramo de flores.
—No te hagas ilusiones. Te arrepentirás si me enojas.
Tiró las margaritas al suelo y las aplastó con el tacón de la bota hasta que fueron una masa informe de tallos, pétalos y hojas. Rompió la nota en mil pedazos y los tiró con el despojo de las flores.
—Cuando haya terminado de comer, quiero café en mi despacho.
Se dio la vuelta y fue hacia la cocina. Invitado , desconcertada, miró las flores pisoteadas. Tendría que ir a por una escoba y un recogedor. Se arrodilló, reunió los trozos de papel y los juntó como si fuera un rompecabezas. La escritura era clara y desconocida. Espero que ellas te causen mejor impresión. No iba firmada ni decía nada que pudiera haber enfurecido tanto a Royce. Sin embargo, él tampoco necesitaba gran cosa para sentirse provocado. Se guardó los trozos de papel en el bolsillo de la falda. No necesitaba una firma para saber que Joe Jonas le había mandado esas margaritas. El ya le había dado las gracias por decirle al sheriff lo que había visto. Ese detalle había sido innecesario... pero a ella le pareció muy amable y conmovedor. Era imposible que Royce hubiera adivinado quién había mandado el ramo. Se habría enfurecido mucho más si hubiera sabido que había sido el «esclavista» el hombre que ella había visto pelearse en la calle esa mañana.
Joe le había mandado flores. No sabía qué conclusión sacar ni tenía tiempo o fuerzas para pensarlo en ese momento. Tenía que hacer muchas cosas. Estuvo tentada de lamentarse por lo que nunca conseguiría tener.
Unos pasos precipitados en el piso de arriba llamaron su atención. Levantó la mirada y vio a Tyler, que se agarraba a la barandilla.
—¡Tía Invitado ! —gritó el niño con angustia—. ¡Corre! ¡Es mamá!
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOHH ESE CUÑADO DE PACOTILLLAAAA!!!!! SE ENFRENTARAAAA AAA JOOOEEEEE
chelis
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
hola soy nueva lectora a mi también me gusto mucho tu nove anterior y se que esta también me va encantar :)
lorenitajonas
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
QUE PENA LO DE LOS PAPÁS, OBVIO SEGUIRE COMENTANDO
berenice_89
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
argggg odioa a royce
es un idiotaaaaa
joe le envio flores que ehrmoso :9
es un idiotaaaaa
joe le envio flores que ehrmoso :9
andreita
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
hola!!! nueva lectora!!
esta hiper interesante la nove!! seguila cuando puedas :B
esta hiper interesante la nove!! seguila cuando puedas :B
helado00
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
hola nueva lectora me encanta la nove pero al que odio es al maldito del cuñado es un hijo de ***** que maldito es como se atreve a querer con la rayiz y Joe tan lindo
Siguela!!!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
lorenitajonas
helado00
aranzhitha
BIENVENIDAS!!!!!
muchas gracias por pasar y leer la nove, espero les siga gustando y ps que sigan comentando
en un ratito subo cap
beshitossssss
helado00
aranzhitha
BIENVENIDAS!!!!!
muchas gracias por pasar y leer la nove, espero les siga gustando y ps que sigan comentando
en un ratito subo cap
beshitossssss
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
CAPITULO 04
Que Invitado hubiera sabido que el momento estaba acercándose no hizo que aceptara mejor la muerte de su hermana. No había tenido amigos íntimos desde el colegio; Jenny había sido su amiga. Lo habían compartido todo; casi todo. Había mantenido en secreto cómo era Royce hasta el final. Sospechaba que Jenny se había sentido defraudada, pero fue tan valiente con la desilusión por su matrimonio como lo fue con su enfermedad.
Los dos días anteriores habían pasado como en una nebulosa y en ese momento, cuando acababa de volver del funeral con Tyler y Royce, se dio cuenta de que ese día no había comido. Intentó acordarse de si había comido el día anterior y tuvo que darlo por supuesto. Colgó el chal y pasó rápidamente por las habitaciones con todos los muebles retirados.
Algunas mujeres de la iglesia estaban preparando comida. En otras circunstancias, el olor a carne, manzana y canela y a café recién hecho le habría despertado el apetito, pero ese día hacía que se le revolviera el estómago. Vio la cantidad de comida que había en la mesa.
—¡Dios mío!
—Creo que todo el mundo ha traído algo —le explicó Penny Wright.
Invitado y Penny habían preparado muchas comidas como ésa por ser de la Asociación Benéfica de Mujeres, pero Invitado no recordaba haber visto tanta comida desde el funeral de su padre. Los Sutherland eran queridos. Se llevó la mano al pecho como si así pudiera mitigar el dolor por la pérdida y sentir mejor el profundo agradecimiento por el afecto de sus vecinos.
Penny le pasó un brazo por los hombros y la abrazó para consolarla. Invitado se dio cuenta de que nunca había abrazado a su hermana y notó una opresión dolorosa en el pecho. Sacó un pañuelo con bordes de encaje, se sonó la nariz y se fijó en la mesa del comedor cubierta de manjares. El mantel de encaje de color marfil que había sido de su madre era casi invisible por las cacerolas humeantes, las tartas y los pasteles que tenía encima. Era el día que tanto había temido y anhelado a la vez.
Oyó unos pasos detrás de ella y se dio la vuelta, mientras Nora entraba en la habitación con otra fuente tapada. Penny hizo un hueco enseguida.
Nora la agarró de la mano y se la apretó con fuerza. Su rostro demacrado daba una idea del dolor que sentía. Invitado la abrazó con la misma fuerza que había empleado Penny. Ya habían oído la ristra de comentarios manidos que decía la gente en esas situaciones. Jenny Lee había dejado de sufrir... Estaba en un sitio mejor... Sin embargo, las palabras no podían remediar el dolor y el vacío que había dejado una pérdida tan injusta y por eso se quedaron en un momento de silencio cargado de tristeza.
Se oyeron unos golpes en la puerta y Invitado se irguió y se metió el pañuelo en la manga. De dos en dos o de tres en tres, los hombres y mujeres de Silver Bend iban llegando respetuosamente vestidos y se quedaban a la espera de que el reverendo bendijera la comida. Por fin, el reverendo Miller se abrió paso entre el gentío y pronunció una breve oración. Penny indicó que los platos y cubiertos estaban en una mesa apoyada en la pared.
—Vamos a por un plato —Nora agarró a Invitado del codo.
—Tyler... —empezó de decir Eliza.
—Marian está ocupándose de Tyler.
Permitió que Nora la adelantara a toda la fila y le sirviera un plato. Luego, la llevó a una butaca en la sala.
—Siéntate y come un poco.
Invitado aceptó el plato sin fijarse en lo que tenía. La presencia de Nora, como siempre, era balsámica. Sería imposible agradecerle todo lo que había hecho por su familia, pero ____ tendría que encontrar la forma de mostrarle su gratitud. Estaba obligada a tener un gesto especial y significativo. Echó una ojeada alrededor y vio a Tyler sentado con Timmy Hatcher y Michael Kopeke en el poyete de ladrillo de la chimenea. La señorita Fletcher también estaba sentada cerca y, sonriente, los entretenía con una conversación.
La vida de él seguiría y la de ella también. Tendrían que aprender a conseguirlo sin Jenny Lee y, de alguna manera, sin Royce. Oyó su voz en la otra habitación. Sólo de oírla se le ponía la carne de gallina. Estaba hablando del cuadro de Horace Vernet que colgaba en el pasillo, el cuadro que compró su padre hacía mucho años durante un viaje al extranjero que hizo con su madre. Royce hablaba del pintor francés y de la historia de la obra de arte como si tuviera algo que ver con ella; como si fuera suya.
A Nora siempre le había encantado el cuadro. Invitado tomó un poco del guiso de carne de
Dolores Cress y comprobó que estaba muy sabroso, pero no tenía apetito.
—Señorita Sutherland.
Ella se fijó en unas botas negras muy lustrosas, fue levantando la mirada por unos pantalones también negros, llegó a una chaqueta hecha a medida y a una corbata de lazo y acabó viendo la cara de Joseph Jonas. Dejó el tenedor.
—Señor Jonas.
Invitado fue a levantarse, pero Joe la detuvo y se sentó en la butaca que había al lado. El cutis de ella, normalmente resplandeciente, estaba apagado y sus ojos indicaban que no había dormido.
Seguramente tampoco habría comido y estaba interrumpiéndola.
—Iré a por un plato y la acompañaré.
Fue apresuradamente hacia el comedor y volvió al cabo de unos minutos.
—No tendrá que cocinar durante una semana —comentó él.
—Todo el mundo quiere echar una mano —replicó ella.
Él asintió con la cabeza y probó el pastel de chocolate, aunque tenía el plato lleno de otra comida. Notó que ella lo miraba y sonrió tímidamente.
—Me encanta el dulce.
Comieron en silencio uno al lado del otro. El terminó y Dolores Cress se acercó para llevarse su plato y volver con una taza de café.
—Muchas gracias... —dijo Joe.
Invitado le dio el plato medio lleno a Dolores.
—¿Quieres café? —le preguntó —. Si no, tengo agua caliente y puedo hacer un té.
—No, gracias.
Joe dio un sorbo y buscó un hueco en la mesilla para dejar la taza. Luego, miró a Invitado .
—Cuando murió mi padre, usted fue una de las mujeres que sirvieron comida y café.
—Sí, me acuerdo —contestó ella sin mirarlo a los ojos.
Él apartó la mirada y pensó en algo que decir.
—Me acuerdo de lo amable que fue ese día. Me dijo que mi padre había sido un hombre bueno y que lo añoraría.
—Era un hombre bueno —Invitado , entonces, lo miró a los ojos—. Y lo he añorado. Fue muy amable y abnegado con mi familia. Venía siempre, fuera de día o de noche, lloviera o hiciera sol, para ocuparse de Jenny o de mis padres.
—Ese día... Supe que entendía que las palabras sobraban. No dijo lo que la gente suele decir en esas ocasiones. Ya había perdido a su madre.
—Las palabras no dicen nada —Invitado se encogió de hombros—. Somos lo que dicen nuestros actos.
Él se sorprendió por su franqueza y le admiró que tuviera un principio tan realista. Se preguntó si estaría pensando en la pelea que había tenido con Baslow hacía unos días, si pensaría que esa reyerta lo definía. Ella lo miraba con calma y, como siempre, lo desasosegaba. ¿Por qué su presencia hacía que se preguntara cosas? ¿Esa pelea lo había definido?
—Gracias por las flores.
Ella se sonrojó un poco, sostuvo la mirada un instante más y luego la apartó para confirmar su apuro.
—Le agradezco que hablara —replicó él.
—Ya me lo había agradecido.
Efectivamente, pero las palabras no le parecieron suficiente. Bueno, la verdad era que había buscado una oportunidad de causarle mejor impresión. Sin embargo, le preocupaba haberle dado tantas vueltas.
En el otro lado de la habitación, una mujer habló con un niño que estaba sentado en el poyete de la chimenea. El niño se levantó y se fue con ella. El otro niño que se quedó, con el pelo casi blanco, los miró fijamente mientras se alejaban y luego miró fijamente a la gente que llenaba el pasillo. Joe notó su desconcierto y miedo. Al final, el niño encontró a Invitado , se levantó y fue hacia ellos.
—Tía Invitado ...
Ella le acarició la mejilla con un gesto de cariño.
—¿Tus amigos se han ido?
Él asintió con la cabeza y unos ojos azules muy abiertos y brillantes.
—¿Puedo sentarme un rato en tu regazo? —preguntó a su tía en una voz tan baja que Joe casi no lo oyó.
Invitado vaciló un instante, porque apretó los labios y ladeó la cabeza, pero se recompuso inmediatamente.
—Claro que puedes.
Se alisó la falda del vestido negro y el niño se sentó en su regazo. Ella lo abrazó y le apartó el pelo de la frente con la mano. Le dio un beso en la sien y cerró los ojos como si su olor la reconfortara. Él se estrechó contra ella.
Joe sintió una punzada en el pecho. Era el hijo de su hermana. Cuando el día anterior oyó la noticia de la muerte de Jenny Lee, también oyó las lamentaciones por el niño y el desconsolado marido que quedaban solos. Él sabía lo que era perder la madre.
Joe detuvo el derrotero que estaban tomando sus pensamientos.
—¿Es su sobrino?
—Sí, es Tyler. Tyler, saluda al señor Jonas.
Tyler, obedientemente, se puso recto y lo miró.
—¿Qué tal está, señor? —Encantado de conocerte, jovencito. Tyler miró a Invitado y ella sonrió. El volvió a acurrucarse contra ella.
—¿Tienes sueño? —preguntó Invitado .
—Un poco.
—Es un poco agotador que haya tanta gente, ¿verdad?
—¿Son amigos de mamá?
—Han venido porque le tenían cariño y quieren expresarte su cariño a ti —ella le acarició el hombro—. ¿Por qué no vas arriba? Puedes quitarte la chaqueta y tumbarte un rato en la cama.
—No quiero irme todavía.
—Muy bien. Puedes quedarte conmigo un rato más.
Joe pensó que debería marcharse y justo cuando iba a excusarse, Invitado habló. —¿Qué tal es la señorita Holmes? —Buena, es una buena trabajadora. —¿Dijo que era una camarera? Sí...
—¿Tiene mucha gente empleada?
—Unos veinte —le explicó todo lo que había que hacer en el hotel y el salón —. Yo mismo tramito los certificados de trabajo.
—¿Cómo funciona eso exactamente?
—Sabe que muchos hombres se han visto deslumbrados por el oro y la posibilidad de conseguir tierra en el oeste. La realidad es que la mayoría acaba necesitando un empleo. Algunos consiguen hacerse ricos, pero el resto son los verdaderos trabajadores; quienes cavan las zanjas y los túneles; quienes cosechan y cortan los árboles. Son empleos que varían según las estaciones y el avance del ferrocarril. El ferrocarril, los granjeros y los dueños de minas me lo comunican cuando necesitan mano de obra. Yo vendo los certificados para esos empleos y los dueños de las empresas me pagan una comisión cuando los contratan.
Ella no contestó y él no supo interpretar su expresión.
—Ya sé que su cuñado desprecia lo que hago.
Ella miró hacia otro lado y luego lo miró a él.
—No entiendo por qué lo llama esclavista.
—A lo mejor lamenta no haberlo pensado antes que yo —dijo él con una sonrisa muy leve—. No son esclavos, son personas que trabajan muchísimo. Los ayudo a encontrar un trabajo. Se llaman a sí mismos «trotamundos», ¿lo sabía?
—No. ¿Por qué?
—Son trabajadores que van de un lado a otro.
—No son vagabundos.
—No. Los vagabundos mendigan y no quieren trabajar. Estos hombres son la columna vertebral del la industria desde Dakota a Canadá.
—¿Y sus familias?
—La mayoría no se ha casado nunca y otros son inmigrantes que han dejado una esposa en su país de origen.
Joe se dio cuenta de que Tyler se había quedado dormido. Era un niño grande y debía de pesar bastante.
—Se ha dormido...
Ella asintió con la cabeza.
—Me lo imaginaba. Está agotado. Ya no se sentaba en mi regazo. Que lo haya hecho hoy, sin importarle quién pudiera verlo, es muy significativo. ¿Puede ayudarme?
—¿Qué puedo hacer?
—No creo que yo pueda levantarlo y subir las escaleras con él en brazos. No quisiera despertarlo para acostarlo.
Joe miró alrededor y no vio al padre de Tyler. Se levantó y se inclinó para tomarlo de los brazos de ella. Al levantar al niño, con un brazo por debajo de las rodillas y el otro rodeándole la espalda, rozó los brazos de Invitado y ella lo miró a los ojos. Notó como si la sangre se le hubiera convertido en lava por el roce tan inocente y el brillo de su mirada color ámbar. Ella también había notado algo.
Invitado se levantó, se alisó la falda y lo tocó en el brazo.
—Al piso de arriba...
Abrió el camino hacia el recibidor y por la amplia escalera cubierta por una alfombra. Con cada peldaño que subió por delante de él, pudo vislumbrar encaje blanco por encima de los tacones, pero Joe no levantó más la mirada. La siguió por un pasillo con puertas de caoba y obras de arte hasta que ella abrió una y le hizo un gesto para que entrara antes que ella. La casa olía a velas y cera con limón.
Entró con Tyler en una habitación bien iluminada, con una cama de roble muy sólida, un escritorio y una cómoda apoyada en una pared. Sobre el alféizar de la ventana había una hilera de soldados de madera en posición de firmes.
Invitado cerró las cortinas y la habitación quedó en penumbra. Con un susurro de la falda, se acercó a la cama y retiró la colcha azul y blanca y las crujientes sábanas.
Joe dejó a Tyler en la cama con la cabeza apoyada en la almohada y le estiró las piernas. Su tía le quitó las botas. Joe las tomó y las dejó en el suelo. Ella tapó a Tyler y le pasó los dedos por el pelo una y otra vez, como si no tuviera prisa en marcharse. Joe captó perfectamente la pena y la veneración en su cara. Sufría tanto por él como por su pérdida. Se inclinó un poco más y lo besó en la sien. Cerró los ojos y Joe pudo ver una lágrima que cayó en la mejilla de Tyler. Ella la secó inmediatamente y se irguió. Se recompuso y se pasó las manos por la falda, como si quisiera quitarle las arrugas. Él se dio cuenta de que era un gesto que hacía inconscientemente cuando estaba incómoda. La siguió al pasillo y esperó a que ella cerrara la puerta.
—Me encantaría poder hacerlo —dijo ella—. Me encantaría tumbarme y dormir indiferente a todo durante unas horas... o días.
—Hágalo.
Ella lo miró. Se oía el rumor de las conversaciones en el piso de abajo. Ella sacudió la cabeza.
—La casa está llena de invitados.
—Lo entenderían.
—Lo mínimo que puedo hacer en honrar a mi hermana y dejar que la gente le presente sus respetos.
Él llevaba meses sintiendo curiosidad por ella, observando sus paseos diarios al salón de té, preguntándose cómo sería su vida. Sintió una punzada de remordimiento al pensar que quizá, en cierta medida, había ido allí por curiosidad.
Le parecía raro estar en la casa donde ella había vivido tantos años y verla en su ambiente, verla con su sobrino. Aun así, no la conocía mejor que antes.
—Muy interesante...
Invitado dio un respingo y se volvió para mirar al hombre que había hablado. Royce Dunlap había subido un tramo de escaleras y los miraba como si los hubiera pillado haciendo algo malo. Invitado cambió de actitud; se puso muy recta y levantó la barbilla con un gesto desafiante.
—El señor Jonas ha llevado a Tyler a la cama. Tyler lo ha pasado mal y necesita dormir.
Royce miró a Jonas.
—Eres muy amable por ayudar a mi hijo, Jonas. Tienes muchos talentos. Uno nunca sabe qué será la próxima cosa que harás.
Durante años, Joe y Royce habían chocado en las reuniones del ayuntamiento. Siempre estaban en desacuerdo por el motivo que fuera. Royce tenía que discutir con él por algún motivo y Joe lo despreciaba por lo mal que trataba a sus empleados. Sin embargo, no era el sitio ni el momento de airear sus diferencias.
—He venido a presentar mis condolencias por tu esposa.
—Claro, estamos destrozados por la pérdida —replicó Royce sin conseguir parecer sincero.
A Joe no le gustó la impresión que estaba llevándose.
—Creo que iré a terminar mi taza de café —Joe se dirigió a Invitado —. Señorita...
—Seguramente esté frío —dijo ella—. Le llevaré otra taza.
—No se preocupe. Me serviré yo mismo.
Ella observó su amplia espalda cubierta por la chaqueta negra mientras bajaba la escalera. Notó el descontento de Royce y lo oyó acercarse.
—No es de nuestro ambiente y no es bien recibido en esta casa.
Ella frunció el ceño, pero no lo miró.
—No cerramos la puerta a nadie que venga a ofrecer sus condolencias. Es un perfecto caballero.
—Es un vil oportunista.
—¿De qué estás hablando?
Ella se dio la vuelta y fue hacia la habitación de Jenny Lee. Nora y ella ya la habían limpiado y habían cambiado la ropa de cama, excepto la colcha con unos anillos de boda que era la favorita de su hermana. Estaba doblada a los pies de la cama y Invitado contuvo la respiración al verla.
No hizo caso de los recuerdos abrumadores que la habitación despertó en ella y fue hasta el escritorio. Abrió el segundo cajón y comprobó que la caja de madera donde Jenny guardaba sus joyas había desaparecido. Miró debajo de los pañuelos con olores que quisieron evocarle más recuerdos, pero el joyero no estaba. Perpleja, abrió todos los cajones y rebuscó dentro. El corazón le latió a toda velocidad. Echó una ojeada a la habitación y salió corriendo al pasillo.
Royce estaba sentado en una butaca junto a una mesa con un florero. La observó acercarse con una mirada petulante.
—¿Dónde está el joyero de Jenny Lee?
—A buen recaudo, naturalmente.
—Quiero darle a Nora el collar y los pendientes de jade.
Él dejó escapar un gruñido de desprecio.
—¿Adónde iba a ir ese odre viejo con unas joyas como ésas?
Invitado notó que el pecho le abrasaba de ira.
—No es de tu incumbencia si se las pone o no y a dónde va. Es un gesto de agradecimiento. Nora cuidó a Jenny con tanto cariño como lo habría hecho una madre. Es como de la familia para nosotros. Quiero darle algún recuerdo, algo sentimental.
—No es de la familia. No tiene nada que ver con nosotros. No puedes repartir las pertenencias de Jenny Lee.
—Ese collar era de nuestra madre y quiero dárselo a Nora.
Royce se movió tan deprisa que Invitado no se percató. La agarró del brazo y la empujó contra la pared.
—No me contradigas; ni ahora, ni nunca.
Se estrechó contra ella y metió el muslo entre los de ella. Invitado intentó zafarse, pero él la agarró del cuello hasta dejarla sin respiración.
—No es un juego. No tienes alternativas. Vas a casarte conmigo. Lo que era de Jenny Lee es mío y lo que es tuyo también lo será.
Ella notó las palpitaciones en los oídos mientras intentaba tomar algo de aire. Royce apretó hasta que los huesos de la pelvis le dolieron al estar aprisionados entre el cuerpo de él y la pared.
—Déjame... —consiguió decir ella con un hilo de voz.
Él bajó la cabeza y ella giró la suya para eludirla. Le tocó con la nariz en la mejilla.
—No te preocupes por cómo voy a llevar las cosas de ahora en adelante.
Invitado empleó toda su fuerza para girarse lentamente hasta conseguir abrir un pequeño espacio entre sus cuerpos. Cuando Royce se separó un poco, ella levantó la rodilla entre sus piernas con toda la potencia que pudo. Fue un contacto rápido e implacable.
Él exclamó algo, la soltó y se dobló por la mitad de dolor.
—Vas a lamentarlo —gruñó sin poder resultar muy convincente.
Ella empezó a sentirse dominada por el temor de que las joyas de Jenny Lee no fueran lo único que se había quedado. Fue corriendo hasta el final del pasillo y subió las escaleras para entrar en el desván. La luz que entraba por la ventana en forma de arco le iluminó el camino hasta el montón de troncos que había en un rincón. Se agachó y palpó por detrás. Sus dedos tocaron la caja de cigarros que había escondido y se sintió aliviada. Había ahorrado hasta el último centavo que había podido para organizar su fuga. Al levantarse, se dio cuenta de que la caja pesaba muy poco y que no tintineaba. Sus ahorros habían desaparecido. Sus recursos para escaparse con Tyler habían desaparecido. Los había encontrado. Royce había frustrado su plan.
Julieta♥
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
MALDITO LADROOONNN!!!
AAAII QUE JOE SE DE CUENTAAAAAA!!!!!
AAAII QUE JOE SE DE CUENTAAAAAA!!!!!
chelis
Re: ♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación
ASH ESE ROYCE MERECE QUE JOE LE DE UNA BUENA GOLPIZA APARTE DE DESCARADO LADRÓN :caliente:
lorenitajonas
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