♥ Al Viejo Estilo ♥... (Joe & Tu)...Adaptación

PORFIIISS

DIOS QUE BUENO QUE JOE YA SABE LA VERDAD¡¡¡

CAPITULO 22

Royce miró con enojo al dueño de la tienda y Invitado fingió admirar la joya con la mano levantada para que la luz se reflejara en las facetas.

—Seré la envidia de todas las esposas.

Royce recuperó inmediatamente su alarde de cariño generoso.

—Naturalmente, mi amor. Sólo quiero lo mejor para ti. ¿Te entra bien? El señor Atwell puede corregir el tamaño.

La verdad era que le quedaba un poco pequeño, pero no estaba dispuesta a perderlo de vista ni quitárselo del dedo.

—Como si me lo hubieran hecho a medida —contestó ella mientras lo miraba como si tuviera un significado oculto.

—Nuestro compromiso es oficial.

Royce le tomó la mano y la miró a los ojos.

Para cualquiera, ese gesto habría sido una declaración de amor, pero ella sabía su significado verdadero.

—No te lo quitarás —añadió él.

—No, no me lo quitaré.

—La semana que viene publicaré un comunicado en el Sentinel. También encargaré las invitaciones.

—No hemos fijado la fecha —Invitado abrió mucho los ojos, como si estuviera preocupada.

—¿Desea pagar el anillo ahora o quiere abrir una cuenta? —intervino el señor Atwell.

Royce le dirigió una mirada adusta.

—Esta tarde mandaré a alguien para que se lo pague.

El joyero asintió con la cabeza.

—Muy bien. Usted tiene crédito.

Invitado se levantó y tomó el brazo que le ofreció Royce. Salieron y ella levantó la mano para apreciar el diamante a la luz natural.

—No me engañas —le advirtió él.

A ella se le alteró el pulso, pero mantuvo una sonrisa serena.

—¿De qué estás hablando?

—No me he creído en ningún momento que te hayas convertido súbitamente en una novia sumisa y tolerante.

Él señaló la calesa y la sujetó del hombro.

—No me has dado ninguna alternativa —le explicó ella —. Sólo puedo sacar lo mejor de mi situación.

Invitado permitió que la ayudara y se sentó. Él, rodeó la calesa, se montó, tomó las riendas y se pusieron en marcha.

—Si voy a ser tu esposa —siguió ella—, lo seré con estilo —Invitado decidió seguir a fondo la farsa —. ¿Por qué iba a lamentarme y desconsolarme si puedo gozar del privilegio de ser la esposa del hombre más rico de Silver Bend? Incluso podría fundar una sociedad de mujeres.

Naturalmente, no sería la sociedad de mujeres que habían visto desnudo a Joseph Jonas .

—¿Qué te parece la Sociedad de Esposas de Empresarios? La gente se quedaría impresionada.

El la miró con un gesto inexpresivo por un instante, pero también dio la sensación de que podría albergar la idea de que ella soportaría el matrimonio a cambio de dinero y posición. Desde donde estaba, a ella le pareció ver que una sonrisa, vacilante pero algo altanera, elevaba ligeramente su bigote. Él se giró y ella pudo ver el diente que se le montaba en otro, pero también se encontró con sus ojos clavados en ella.

Royce podría contárselo a alguien tan despiadado e interesado como él, por lo que sería mejor que buscara otra forma para que no sospechara. Invitado esperó que su sonrisa pareciera tan imperturbable como la de él.

—Mañana voy a entrevistar a unas mujeres —le informó ella—. En cuanto haya seleccionada a alguna, mandaré mis cosas a casa y cuando nos hayamos casado, se quedará como mi dama de compañía.

—¿Doncella? —preguntó él.

—Sí, naturalmente, pero eso parece demasiado exigente. La llamaré dama de compañía.

—Ocúpate de que también se haga cargo del niño.

—Sabes que quiero ocuparme personalmente de Tyler —replicó ella tajantemente para que la creyera—. Sin embargo, agradeceré tener ayuda cuando quiera salir o recibir en casa.

Luther ya no estaba en la esquina, aunque ella miró hacia todos lados para comprobar si había alguien vigilando.

—Va a ser un acuerdo que los dos podremos soportar —aseguró él—. Afortunadamente, por tu bien y el del dueño del salón, has entrado en razón.

—Preferiría no hablar de lo acontecido en el pasado. Si esto va a ser una asociación satisfactoria, tenemos que empezar de cero.

—Confío en que no tenga que recordarte tu pasado —le advirtió él con un tono tan hiriente como siempre.

Ella lo miró con cierto desdén, pero no tanto como para parecerle díscola.

—Ya que no piensas quitarte el anillo, ¿qué piensas decir a quien te pregunte por él? —le preguntó Royce cuando estaban cerca del hotel.

—La verdad, naturalmente —contestó ella mirándolo de soslayo —. Que tenemos pensado casarnos, pero que estamos esperando a anunciarlo públicamente.

El paró el caballo delante de la puerta y la agarró del brazo.

—No sé a qué estás jugando ahora, pero recuerda que si me tomas el pelo o me pones en ridículo, lo pagarás.

Él siempre tenía que decir la última palabra. Ella se soltó el brazo y saltó de la calesa antes de que él pudiera bajarse. Se dio la vuelta y lo miró.

—Cuando haya elegido a alguien, te lo comunicaré.

Sin más, se marchó y lo dejó con un gesto de perplejidad en su rostro normalmente arrogante. Una vez dentro, fue corriendo a la ventana con persianas y, a través de las lamas, vio la calesa que se alejaba.

—¿Pasa algo?

Se dio la vuelta al oír la voz de Joe y se puso la mano con el anillo detrás del cuerpo. —No, no pasa nada.

Con una mirada fugaz comprobó que Ward estaba observándolos. Miró el broche con la otra mano.

—Voy corriendo a recoger a los chicos —siguió ella.

—¿Quieres que te acompañe?

Ella pensó en Luther en su puesto de vigilancia y no quiso que Royce supiera que seguía viéndose con Joe.

—No hace falta, gracias. Seguramente, Uriah estará vigilando la escuela.

Joe asintió con la cabeza, agarró el sombrero de detrás del mostrador y se lo puso. Lo más probable era que la hubiera visto volver con Royce, pero no dijo nada y salió camino del Silver Star.

Ella se dio la vuelta al anillo para que las piedras quedaran hacia abajo. Después de haber lidiado con su cuñado, necesitaba un baño y limpiarse de arriba abajo. Intentó librarse de la sensación que la impregnaba. Quizá hubiera despistado a Royce esa tarde, pero sabía que no era menos peligroso por eso. Quería tener mucho cuidado con todo lo que hiciera de ese momento en adelante.


Nadine se mostró encantada de acompañarla durante unos días. Invitado se planteó por un momento decirle la verdad; al fin y al cabo, muchas chicas habían huido de hombres despiadados y todas lo entenderían. Si no lo hizo no fue por desconfianza. Sencillamente, no podía contarlo y que su fuga con Tyler corriera el más mínimo riesgo.

—¿Has conocido alguna vez a mi cuñado Royce Dunlap?

—No creo.

—Entonces, no te reconocería si te viera.

—Me parece improbable.

Cuando Invitado contó a Nadine que iban a fingir que la contrataba como dama de compañía, la chica ni siquiera parpadeó.

—Vamos a decirle que acabas de llegar de Boston. El quiere que tenga una dama de compañía y voy a tenerlo engañado por el momento.

Nadine se rió.

—Puedo imitar el acento de Boston, escuche.

Nadine recitó un poema obsceno con un deje y una inflexión primorosos. Invitado se rió en voz baja y se llevó las manos a la cara.

—¿Cómo has aprendido eso?

—Mi vida antes de Montana ha estado llena de delitos. Un hombre bestial me los sacó a relucir y se quedó con todo mi dinero. Por fin, conseguí escaparme de él y llegué hasta Cheyenne dispuesta a hacer cualquier cosa para sobrevivir, por mala que fuera y no juzgo a nadie que tenga que hacerlo, hasta que Joe me encontró durmiendo en un establo.

—¿En Wyoming?

Nadine asintió con la cabeza.

—La suerte me sonrió esa noche. Podría haber sido cualquiera —Nadine sacudió levemente la cabeza como si todavía no pudiera creérselo—. Joe estaba de paso y me preguntó adónde iba. Yo me inventé una mentira extravagante. Cuando me invitó a que lo acompañara, sospeché que tenía otras intenciones, pero estaba demasiado cansada y hambrienta como para que me importara. Acampamos junto al camino y en ningún momento me puso un dedo encima. Compró una par de caballos y a partir de entonces cabalgué sola. Cuando llegamos a Silver Bend, me ofreció un empleo. Yo sospeché el empleo que era, pero me aseguró que sería uno respetable y que confiaba en mí para que siguiera siéndolo. Es el mejor hombre que he conocido.

Invitado entendía mejor que la mayoría la necesidad que tenía Joe de proteger a quienes necesitaban ayuda. Era muy joven cuando mataron a su madre. Debió de sentirse desvalido. Podría haber aprendido fácilmente a considerar el mundo como un lugar despiadado e injusto y quizá lo hizo, pero también le plantó cara e hizo algo para mitigarlo. Ése sólo era uno de los muchos motivos que tenía para amarlo.

—También es el mejor hombre que yo he conocido —corroboró Invitado.

Invitado había conocido ampliamente lo que era perder a alguien y dejarlo aumentaría el dolor que tendría que soportar.

Esa noche, Nadine acompañó a Invitado y Tyler durante la cena en el comedor. Estaban a media cena cuando Invitado vio que Royce se dirigía hacia ellos con Ed Phillips.

—Hola, querida —le saludó Royce con una sonrisa falsa—. ¿Quién es tu encantadora amiga?

—Es Nadine —contestó ella—. Ha aceptado ser mi dama de compañía.

Royce arqueó las cejas y Invitado casi pudo leer sus pensamientos sobre tener a esa hermosa joven en su casa.

—¿Qué tal está, señorita...?

—Fitzgibbons —terminó Nadine con su extravagante acento—. De los Fitzgibbons de Knob Hill. Encantada de conocerlo, señor.

Invitado estuvo a punto de soltar una carcajada al oír ese nombre y ese acento tan rimbombantes. En realidad, se apellidaba Morris, algo mucho más corriente. Invitado miró a Tyler con inquietud. El no sabía el apellido de Nadine, pero estaba desconcertado por su forma de hablar y desvió la mirada hacia Royce. Como
Royce no le hizo caso, su expresión decayó y se quedó mirando el plato. Invitado le habría clavado el tenedor a su cuñado, pero se limitó a retorcer la servilleta sobre el regazo como si fuera su cuello. Antes de que terminara el mes, habría desaparecido de sus vidas para siempre y su hijo y ella estarían empezando una vida nueva. Ella se ocuparía en cuerpo y alma de que su hijo se sintiera querido y valioso.

Sería demasiado tarde cuando Royce se diera cuenta de que había hecho el equipaje y los baúles estaban en la estación. Se pondría furioso. Con toda seguridad, ordenaría a Luther que la buscara. Incluso era posible que contratara un detective, pero ella borraría sus huellas y se habría marchado hacía tiempo.

—Te presento a Edward Phillips —dijo Royce—. Es el propietario del banco y mantiene a salvo todo mi dinero.

Invitado se preguntó cuánto dinero habría ganado Royce por sus medios. Chirriaba los dientes al oírle considerar como suyo lo que su padre había levantado con el trabajo de toda su vida.

—Te he concertado una cita con la modista —le comentó Royce—. Además, me he tomado la libertad de solicitarle a la señora Grover que pida algunas telas especiales. Sé que estarás contenta.

Era humillante que lo hubiera hecho y se lo dijera delante de esa gente, pero Invitado no dijo nada.

—Te espera pasado mañana —concluyó Royce.

Sabía que ella no discutiría en esa situación y por eso se lo había dicho así. Invitado hizo un gesto seco con la cabeza para confirmar que lo había oído. Apostaría cualquier cosa a que entre esas telas había satén y encaje.

—Me altera —dijo Nadine en voz baja, cuando los dos hombres se hubieron alejado.

—No me extraña —le respondió Invitado también en voz baja para que Tyler no la oyera—. Nunca te llevaría sinceramente a esa casa y te sometería a su compañía.

—¿Y usted? —preguntó Nadine con la frente arrugada por la preocupación.

—Yo estaré bien —susurró Invitado .

No estaba nada bien, pero sí estaba muy decidida.



Invitado no vio a Joe durante los dos días siguientes y tuvo la sensación de que él la eludía. El jueves, una vez terminadas las tareas, Invitado y Nadine salieron. La tienda de Hattie Grover estaba en su casa, en la calle School, nada más pasar la calle segunda. Hacía un día precioso y el aire olía a lilas. Invitado sintió una añoranza enorme. El porche de la casa de los Sutherland estaba flanqueado por dos arbustos de lilas que llenaban la casa con su olor en días como ése.

Hattie era una viuda que se había defendido bien gracias a lo maravillosamente que cosía. Había preparado té con pastas en una bandeja de plata. La sala estaba un poco recargada por el clavicordio que tenía encajado en un rincón.

—Siéntense un instante —le pidió Hattie—. Para mí es un placer tener invitadas. Ya sé que son dientas, pero necesito charlar un rato con mujeres de vez en cuando.

—Ella es la dienta —replicó Nadine entre risas—. Yo seré la invitada y me tomaré su deliciosa mermelada de ruibarbo.

Hablaron sobre las flores de primavera y Hattie les comentó que el mes siguiente la Asociación Benéfica de Mujeres iba a ofrecer una recepción con helados para recaudar fondos destinados a comprar libros de himnos.

—Parece una buena idea y muy agradable —la felicitó Nadine.

—¡Se ha terminado el té! —exclamó Hattie—. Deben estar secas con tantas pastas. Haré más.

—A este paso, nunca me haré un vestido —dijo Invitado , aunque le daba igual.

—Ni entrará en los que ya tiene —añadió Nadine.

Las tres se rieron y Nadine se acercó al instrumento que estaba en el rincón.

—¿Quién lo toca? —preguntó—. Señorita Hattie, ¿le importa que toque el clavicordio?

Creo que el nombre que pone aquí es italiano —le comentó en voz muy baja a Invitado .

Levantó el borde de la tela que cubría las teclas y tocó un poco, creando un sonido muy melodioso.

—Tiene un tacto muy delicado

—¿Sabes tocar?

Un estruendo en la cocina captó la atención de las dos. Nadine miró a Invitado con los ojos muy abiertos.

—¿Qué ha pasado? —Invitado se levantó—. Señorita Hattie, ¿ha pasado algo?

Fue hacia al fondo de la casa con Nadine pegada a sus talones. Pasaron la habitación donde estaban los maniquíes y los utensilios para coser, recorrieron un pasillo con las paredes empapeladas y llegaron a la cocina.

Lo primero que vieron fue la tetera en el suelo con un frasco de pastas roto a su lado.

—¡Hattie..! —gritó Invitado al no verla. Nadine agarró un paño y se arrodilló para
secar el líquido.

Invitado siguió buscándola y se detuvo al oír una voz amortiguada detrás de una puerta de madera.

—Hattie, ¿eres tú?

Nadine estaba detrás de ella y la agarraba del brazo.

—Tiene que ser la puerta de la despensa.

Invitado agarró el picaporte y abrió la puerta. Se encontraron con Hattie tumbada en el suelo con un saco de harina tapándole la cara. Tenía los pies y las manos atados y se revolvía para soltarse.

—¿Qué es esto? —preguntó Invitado mientras iba a ayudarla.

Oyó un golpe sordo a su lado y Nadine cayó al suelo. Eliza, atónita, se dio la vuelta mientras una mano le tapaba la cara con un paño maloliente en la nariz y la boca. Ella intentó respirar. Lo último que captó fue un cuerpo enorme detrás de ella, un ligero olor a tabaco y un brazo que le atenazaba el torso.

QUE CARAJO!!??
Woow!!, que habra pasado!?
Por favor continua cuando puedas!!
:O :O
Gracias por subir la novela!!! :D

NO ELIZA¡¡¡¡

QUE VA A PASAR???

CAPITULO 23

Quay le había llevado la lista de pedidos. Joe la leyó tres veces sin ver nada antes de dejarla a un lado y abrir uno de los libros de cuentas. Al cabo de un rato, después de haber sumado cuatro veces una columna con cuatro resultados distintos, cerró el libro y se levantó. Ordenó las dos mesas y echó mucho de menos a Invitado .

No dominar una situación iba contra su forma de ser. Quería ir al despacho de Dunlap y darle su merecido. Esa vez era una pelea interna; una pelea para controlarse y satisfacer los deseos de ella. No haría nada que pudiera perjudicar a Invitado o a Tyler. Tenía que librarlos. Abrió una carpeta y ojeó el contrato de compraventa de las acciones de Invitado en la fábrica de ladrillos. Su firma era tan sencilla y encantadora como ella misma. Ya que la conocía... que la amaba, no quería pensar en que iba a marcharse y nunca volvería a verla.

Todo estaba preparado. Llevarían el documento al banco y harían la compraventa ante un testigo justo a tiempo para que ella pudiera tomar el tren. Ella había previsto que Ed Phillips avisaría a Dunlap en cuanto salieran por la puerta y estaba seguro de que tenía razón. Sin embargo, una vez legalizado todo, Dunlap no podía hacer nada; salvo perseguir a Invitado .

Ella tendría que haberse marchado con mucha antelación. Quizá tuviera que presionar un poco a Phillips para que no fuera a buscar a Dunlap hasta que ella tuviera una buena ventaja. Podía hacerlo, podía distraerlo, podía retenerlo si era necesario. Si no, dado que Dunlap nunca hacía nada con sus manos, tendría que inmovilizar a

Luther Vernon hasta que ella tuviera un par de días de ventaja. Esa idea le gustaba más todavía.

Justo antes de mediodía, entró en la cocina para preguntarle a Lily cuál era el menú. Ella le sirvió un plato con pollo frito y puré de patatas y lo echó de la cocina.

—Mandaré a Yvonne con unos bollos. Sin Nadine andamos escasos de gente.

—¿Quieres que contrate a alguien para una semana o dos?

—No tengo tiempo de formar a alguien para que trabaje en mi cocina una semana o dos. Sólo un hombre podría tener una idea así.

Él se encogió de hombros y fue al comedor con su plato. El sheriff acababa de sentarse y Joe tomó asiento a su lado.

—Tiene buena pinta —comentó Warren mirando su plato con envidia.

Joe dejó el plato delante del sheriff. —Iré a por otro.

Lilibelle levantó la cuchara cuando lo vio volver.

—He dado mi comida. ¿Te importaría ponerme otro plato, por favor?

Ella le sirvió otro plato y él, por fin, se sentó a comer. Normalmente, siempre veía a Invitado a esa hora, pero no estaba por ningún lado.

—¿Esperas a alguien? —le preguntó Warren.

—No.

Joe mordió un crujiente muslo de pollo.

—Esta Lilibelle puede cocinar como un ángel —comentó el sheriff mientras se limpiaba la barbilla.
Joe asintió con la cabeza.

—¿Café para los dos? —preguntó Yvonne dejándoles una cesta con bollos calientes.

—Sí, gracias. No he visto a la señorita Sutherland esta mañana —dijo Joe con un tono que esperó que pareciera despreocupado.

—Invitado tenía una cita con la modista —replicó Yvonne—. Le dijo a Ada que volvería a mediodía.

—¿Nadine la acompañó?

—Eso creo. Desde luego, no he visto a ninguna de las dos.

Invitado no tenía por qué tenerlo al tanto de sus planes. Había estado bastante distante desde la última vez que hablaron. Imaginaba que sería mejor enfriar las cosas antes de que la separación fuera definitiva.

Warren y él casi habían terminado de comer cuando Ward apareció en la puerta del comedor y echó un vistazo.

Los vio y fue apresuradamente hasta su mesa.

—Casi hemos terminado, pero me quedaré contigo —le propuso Joe.

—He venido a darle un mensaje al sheriff. Al parecer, la mujer del predicador fue a llevar una tarta a Hattie Grover y se la ha encontrado atada en su despensa.

—Hattie Grover es la modista, ¿verdad? —preguntó Joe con un tono algo asustado.

Warren asintió con la cabeza.

—Stella consiguió calmar a Hattie —siguió Ward—. Las dos están esperándolo en su despacho. Uriah ha ido a acompañarlas.

Joe se levantó tan precipitadamente que tiró la silla.

—Tranquilo, Joe —le dijo Ward mientras la recogía.

El miedo se había adueñado de Joe.

—Ahí es donde fueron Invitado y Nadine.

Los dos hombres agarraron sus sombreros y Joe fue corriendo, por delante de Warren, hasta el despacho del sheriff.

Nunca había visto a nadie tan fuera de lugar como Stella Miller y Hattie Grover. Ellas, entre el desbarajuste del despacho polvoriento, estaban sentadas en dos sillas, muy juntas y con volantes en los puños y en los cuellos de sus vestidos de color pastel. Uriah estaba junto a una ventana tan sucia que era traslúcida. Hattie temblaba claramente.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Joe.

Warren se acercó a él.

—Ese es mi trabajo —miró a las mujeres—. ¿Qué pasó?

—Tenía invitadas. La señorita Sutherland y su amiga estaban tomando el té conmigo.

—La señorita Sutherland tenía cita para hacerse un vestido —aclaró Stella antes de dirigirse a su amiga—.
¿Utilizaste la tetera azul de porcelana?

Hattie asintió con la cabeza. —También es mi favorita. —¿Dónde están ahora? —preguntó Joe. —Déjalas que hablen —le advirtió Warren. Joe, impotente, retrocedió y apoyó la cadera en la mesa.

—Yo volví para poner más agua a calentar y alguien salió de no sé dónde, me agarró y me puso un saco en la cabeza —Hattie se dio una palmada en la cabeza, como si le hubieran arruinado el peinado y la dignidad—. Era un bruto y muy fuerte, por eso sé que era un hombre. Me ató los tobillos y las muñecas y me arrastró a la despensa. Supe que era la despensa por el olor a salmuera y escabeche.

—El escabeche de Hattie ganó un lazo azul en la feria del condado del año pasado —puntualizó Stella.

—¿Qué pasó con Invitado? —Joe miró con rabia a Warren por no ir al fondo del asunto.

—¿Qué pasó después? —preguntó el sheriff—. ¿Sabe qué les pasó a las otras mujeres?

—Ellas debieron oír el jaleo porque una de ellas me llamó con un grito. Creo que era la señorita Sutherland. Oí sus pasos en la cocina mientras me llamaban —se pasó un pañuelo de encaje por la nariz—. Entonces, se abrió la puerta de la despensa y hubo un alboroto. Olí a algo que parecía una medicina maloliente. Algo cayó al suelo y oí unos ruidos como si estuvieran arrastrándolo.

A Joe no le gustó nada el aspecto de la historia.

—¿Podría decir que ese tipo estaba arrastrándolas fuera?

—Eso me pareció. Luego, todo quedó en silencio y puedo decir que abrieron la puerta trasera.
Stella lo confirmó con un gesto de la cabeza.

—Estaba abierta cuando llegué.

—Me pareció oír un carro —dijo Hattie—. Hay un cobertizo para carruajes en la parte de atrás, pero nadie lo había usado desde que mi marido murió. Hay sitio para un carro detrás de la casa —se giró hacia su amiga—. ¿Viste un
carro, Stella?

La otra mujer negó con la cabeza.

—Había dejado las tartas para que se enfriaran y estaba en la iglesia practicando con el órgano. No habría oído nada.

—¿Y el reverendo? —preguntó el sheriff—. ¿Vio algo?

—Está haciendo visitas por el condado —contestó Stella—. No lo espero hasta la hora de la cena.

Warren asintió pacientemente con la cabeza. —Iremos a echar una ojeada a su casa, señora Grover.

Se volvió hacia Joe y los dos hombres se intercambiaron una mirada.

—¿Por qué no van a que Bonnie les preparé un té? —propuso Joe.

A las dos mujeres se les iluminó el rostro y se dirigieron hacia la puerta.

Cuando estuvieron en la calle, Joe se dirigió a Warren.

—Es lo mismo que les pasó a los chicos.

—Uriah, ve corriendo a ensillar los caballos —le pidió Warren a su ayudante.

—¡Sí, señor!

—Pasa por el hotel —añadió Joe—y no te marches hasta que todo el mundo te conteste si ha visto a Invitado o a Nadine.

Uriah asintió con la cabeza y salió disparado.

Ellos salieron y Joe fue corriendo a la escuela. Los chicos volvieron la cabeza y la señorita Fletcher, que estaba
escribiendo en la pizarra, dejó la tiza.

—¿Todo ha ido bien hoy? —preguntó él con un tono desenfadado.

Tyler sonrió y le saludó con la mano desde su pupitre.

—Todo marcha sobre ruedas, gracias —contestó la profesora.

Joe se marchó, se encontró con Warren y volvieron hacia al pueblo. Cruzaron una calle adoquinada y llegaron a la casa de la modista.

Después de una inspección minuciosa por dentro y por fuera, llegaron a la conclusión de que el relato de Hattie había sido preciso. Según lo que pudieron ver, lo más probable era que alguien se hubiera echado una mujer al hombro y hubiera arrastrado a la otra hasta el carro que lo esperaba detrás de unos arbustos de lilas. Stella no habría visto nada aunque se hubiera asomado y por el otro lado, la casa más cercana estaba casi a quinientos metros. A partir de ese punto, alguien podría haber conducido el carro por campo abierto y con rumbo desconocido.

No le gustó nada el asunto, pero no podía permitir que eso nublara su cabeza. Quizá hubieran vuelto al hotel y se hubieran asustado por nada.

Uriah apareció montado a caballo y con los caballos de ellos.

—Nadie las ha visto.

A Joe no le gustó la punzada de miedo que sintió en las entrañas. Siempre había sospechado que Dunlap había tenido algo que ver con la desaparición de Tyler. Todo había sido demasiado oportuno. Dunlap había quedado muy bien con la recompensa y consolándola a ella. Había garantizado a Invitado que él se ocuparía de todo.

—Vosotros quedaos detrás mientras sigo estas huellas de carro —les dijo a Warren y Uriah.

Las huellas indicaban que un carro con dos caballos había dado la vuelta, se había parado un instante y se había dirigido hacia la calle segunda. Joe la siguió hasta salir del pueblo y llegar al campo. El sheriff y su ayudante iban detrás. Al cabo de dos kilómetros y medio, las huellas se desviaban para dirigirse hacia un desfiladero pedregoso que discurría en paralelo al pie de las colinas.

—Aquí pierdo su rastro —les dijo a los otros hombres —. Podría estar en cualquier parte.

—Vuelve a por más hombres —le ordenó Warren a Uriah—. Toma alguna referencia para poder decirles por dónde empezar a buscar.

—Aquello de allí arriba es el risco de Bear Paw —Joe lo señaló.

Uriah miró alrededor, asintió con la cabeza y se lanzó al galope.

Joe y Warren acordaron dónde encontrarse para levantar un campamento si la búsqueda seguía de noche. Se separaron para buscar indicios de las mujeres. Joe cabalgó hasta que tuvo que parar para que el caballo bebiera.

Le corroía no poder indicar exactamente cuál era la relación. La tenía delante, pero no la veía. En ese momento, se sintió tan impotente como la noche que mataron a su madre. No estaba sirviendo de mucho más que un niño de diez años asustado y desvalido.

La yegua bebió en un arroyo y él dejó que ojeara las sombras durante unos minutos antes de continuar. Al final, cayó la oscuridad como cayeron sus esperanzas de encontrar a las mujeres ese día. Se dirigió hacia el punto convenido, donde Silas y Warren ya estaban cocinando pavo silvestre y huevos en la fogata. Aparecieron más hombres, entre ellos, Curly Jack y Yale Baxter. Pool también apareció a la luz de la fogata y se bajó del caballo.

—Te traigo algo, Joe.

Joe se levantó y tomó un papel doblado.




No la encontrarás si no quiero que la encuentres. Mañana, a las diez de la mañana, mete mil dólares en la alforja de un buen caballo. Ata el caballo al árbol que hay en la bifurcación que lleva a Canyon Creek y márchate. Vuelve al día siguiente a la misma hora y tu mujer estará en ese sitio sana y salva. Si no haces lo que te digo, no volverás a verla.

Los hombres se quedaron en silencio y Joe leyó la nota en voz alta.

—¿Se refiere a la señorita Sutherland? —preguntó Warren.

Joe asintió con la cabeza. Lo había escrito alguien que sabía lo que sentía por Invitado .

—¿Qué pasa con Nadine? —preguntó Curly Jack—. Sólo habla de una mujer.

—Quizá escribiera la nota antes de hacer algo —planteó Uriah—. Sólo había pensado en una mujer, pero al encontrárselas juntas, se llevó a las dos.

—¿De dónde la has sacado? —preguntó Jonas a Pool.

—Estaba clavada en el tablón —contestó él—. Todo el mundo sabe que hago recados. Si alguien quiere que
entregue una carta o que haga algo, me deja una nota.

Pool vivía encima del sastre y tenía una escalera por la fachada. A nadie le extrañaría que alguien entrara o saliera de su puerta porque era algo normal.

—Eso significa que dejó la nota antes de secuestrar a las mujeres y marcharse del pueblo —concluyó Jonas—. Uriah tiene razón. No esperaba que Nadine acompañara a Invitado a la modista.

—¿Vas a dejar el dinero? —le preguntó Curly Jack.

Joe dobló la nota y se la guardó en el bolsillo.

—Si no las encuentro antes.





Bueno niñas ya solo quedan 3 caps y se termina

NOO

SOLO 3 Y YA SE ACABA??

NO KIERO QUE TERMINE¡¡

ya se va a acabar la nove :(


yo tampoco quiero que termine pero bueno supongo que todo lo bueno tiene su final :sad:

YOO SE QUE JOOOEEE LAS ENCONTRAAARAAAAAA
JEJEJEJ SIGUELA PORFIIISS

Seguila por favor!!
Esto se pone cada vez mejor!!
Muchas gracias por la novela enserio!
Que tengas un muy bonito dia!!

CAPITULO 24

A Invitado le dolía la cabeza y tenía el estómago revuelto. Abrió los ojos. En la penumbra, vio las telas de araña que colgaban de un techo bajo de madera. Las paredes también eran de tablones de madera unidos con barro seco.

Giró la cabeza y vio a Nadine tumbada a unos metros de ella y atada de pies y manos. Invitado levantó las muñecas y se quedó mirando las correas que las mantenían unidas. Cuando movió las piernas, comprobó que los tobillos también estaban atados.

—Nadine... —la llamó en voz baja—. Nadine, ¿qué tal estás?

La otra mujer no respondió. Invitado reptó de costado hasta llegar a su lado.

—Nadine, despierta.

La joven frunció el ceño y arrugó la nariz, pero no abrió los ojos.

—¡Despierta!

Nadine parpadeó, abrió poco a poco los ojos y tardó unos minutos en enfocar el techo.

—¿Dónde estamos?

—No lo sé ¿Te duele la cabeza?

—Mucho.

—Es el cloroformo.

—¿Nos han dormido con cloroformo? —Nadine giró la cabeza para mirar a Invitado —. ¿Fue alguien en la despensa de Hattie o lo he soñado?

—Fue así. Entramos a buscarla y alguien nos agarró por detrás. Te oí caer a mi lado y luego me taparon la nariz y la boca.

—¿Por qué?

Invitado , sin contestar, consiguió ponerse de costado, apoyar las manos en el suelo y sentarse. El cuarto le dio vueltas y se le revolvió el estómago.

—No te sientes demasiado deprisa —avisó a Nadine.

—¿Qué puede querer alguien de nosotros? —preguntó Nadine con un tono asustado—. He oído historias atroces de mujeres vendidas como esclavas para cosas espantosas. Prefiero morir a que me pase eso.

—No creo que nos vaya a pasar a nosotras —la tranquilizó Invitado .

—¿Por qué lo sabe?

—Nos han atrapado igual que a Tyler y los hijos de Ada y a ellos los devolvieron. A lo mejor están intentando asustamos o asustar a Joe.

—Lo están consiguiendo.

Invitado intentó captar algún ruido que pudiera indicarle si estaban en el pueblo o cerca, pero no oyó nada.

—Cuando la cabeza deje de darme vueltas, intentaremos desatarnos.

Invitado se apoyó en la pared. Dio una cabezada y se despertó mucho mejor, pero con la cabeza y la garganta secas. Ya no le molestaba mirar las correas de cuero en la penumbra y acercó los pies todo lo que pudo para intentar deshacer los nudos. Sin embargo, no podía agarrar los extremos desde esa posición. Desistió y se acercó a Nadine para intentar soltarle los nudos de los tobillos. Nadine se despertó y lloró durante unos minutos.

—Creía que ya había pasado lo peor de mi vida.

Invitado se arrastró para poder mirarla a los ojos.

—¿Qué crees que está haciendo Joe en este instante?

Nadine pareció pensarlo unos segundos, —Buscarnos.

—Efectivamente. ¿Se te ocurre alguien mejor para que nos busque?

—No.

Nadine sollozó y levantó las muñecas para secarse la nariz.

—Eso es. Joe está mirando debajo de todas las piedras entre la casa de Hattie y... donde estemos. Va a encontrarnos —afirmó Invitado .

—De acuerdo.

—Entretanto, vamos a ayudarnos entre nosotras todo lo que podamos. Si podemos soltarnos, a lo mejor tenemos alguna posibilidad.

Nadine asintió con la cabeza y Invitado deseó estar tan segura como parecía.

Estaba segura de que Jonas y el sheriff estaban buscándolas. Se acordó del día que buscaron a Tyler. Sin embargo, buscarlas no quería decir que fueran a encontrarlas y no tenía ninguna confianza en que la compasión de su captor fuera a librarlas de sufrir algún daño. Tampoco creía que cuando se soltaran fueran a salir tan contentas por la puerta, pero tenían que hacer algo.

Tenía los dedos entumecidos por las ataduras y eso complicaba la tarea de soltar los nudos de Nadine. Lo intentó todo lo que pudo, se paró y estiró los dedos.

Nadine se sentó y se ocupó de los nudos de las muñecas de Invitado. Tenía los dedos mucho más ágiles y soltó un nudo.

—Es posible que la habilidad con las manos que conseguí con los juegos de cartas haya servido para algo.

—Buena chica. Sigue así.

Fueron turnándose y al cabo de una hora, más o menos, Invitado tenía las manos libres. Las abrió y cerró para que corriera la sangre y se dedicó a los nudos de Nadine.

Oyó un ruido lejano. Según fue acercándose, reconoció los cascos de un caballo. El animal resopló y ella se asustó al oír unos pasos que se dirigían hacia la puerta.

—Hay alguien ahí fuera —susurró Nadine.

La puerta se abrió bruscamente y golpeó contra la pared. La luz cegó a Invitado y se llevó instintivamente el brazo a los ojos.

—Vaya, vaya... —la enorme figura recortada contra la luz tiró un saco de arpillera—. ¿Quiere irse tan pronto? ¿No le agrada su alojamiento?

Volvió a cerrar la puerta de una patada y entró con una zancada. Cuando volvió la penumbra, Invitado lo reconoció.

—Luther...

Él se agachó y la miró fijamente.

—¿Le sorprende?

—¿Te ha metido Royce en todo esto? Él frunció el ceño como si lo hubiera ofendido.

—Estoy harto de que él sea quien manda. Además, ¿qué sacaría con todo esto? Sólo quiere su dinero y la empresa.

Si me hubiera ordenado algo, habría sido que le metiera una bala en la cabeza. Entonces, se quedaría con todo.

Tenía cierta razón. ¿Lo había hecho por su cuenta?

—¿Qué quieres?

—Su prometido es un canalla miserable. Quinientos dólares por el niño. Cualquiera habría pensado que su hijo valía más, ¿no? El dinero de la recompensa no duró mucho, se lo aseguro.

—Para mí, recuperar a Tyler fue como devolverme la vida —le confesó ella—. Gracias por encontrarlo.

El soltó una carcajada.

—No tuve que buscar mucho; qué ingenua. Estuvo aquí todo el tiempo. No tuve que encontrarlo. Lo traje yo mismo.

—¿Tú secuestraste a Tyler?

—Royce sí participó en eso. Me prometió el dinero si conseguía que su recompensa sirviera de tapadera —se rió —.

Engañé a todo el mundo.

Invitado lo miró fijamente mientras asimilaba lo que había oído. Royce había pagado a ese hombre para que secuestrara a Tyler y lo devolviera.

—¿Por qué?

—Para aparecer como un héroe, naturalmente. Su todopoderoso dinero puede conseguir lo que quiera. Está impresionada, ¿verdad?

Ella negó con la cabeza. No le extrañó que Royce no hubiera movido un dedo para encontrar a Tyler ni pareciera mínimamente preocupado por su estado. No le importó porque si no, no habría aterrado a Tyler de aquella manera, pero también planeó su regreso.

—¿Qué quieres de nosotros? —preguntó Nadine.

—Tú no entrabas en el plan —Luther se volvió para mirarla—. Yo me apoderaría de la señorita Sutherland porque sabía que Jonas pagaría para recuperarla, pero estabas allí y no pude desperdiciar la oportunidad de doblar las ganancias. Eres uno de sus pichoncitos, ¿verdad?

—Joseph Jonas es un hombre íntegro —replicó Nadine con rabia—. Yo tengo un empleo respetable.

El se inclinó hacia delante para tomar un mechón de su pelo entre los dedos.

—Mañana por la mañana sabremos si considera que vales mil dólares. Si paga, pediré el doble por ella.
Inteligente, ¿verdad?

—Pagará —aseguró Nadine —. Pagará por las dos.

—Es lo que todos esperamos, ¿no?

Se levantó y fue hasta el saco que había tirado junto a la puerta. Sacó una hogaza de pan y unas manzanas.

—Os conformaréis con esto —dejó la comida al lado de las rodillas de Invitado —. Comed.

Al parecer, no le importaba que estuviera desatada. Ella agarró la hogaza, partió dos trozos y le dio uno a Nadine.

Él se sentó en el suelo, apoyado en la pared de enfrente, y las observó.

—¿Vas a darnos agua? —le preguntó Invitado al cabo de un rato.

Él hizo una mueca.

—Si os doy agua, tendré que dejaros hacer vuestras necesidades.

—Esta mañana bebimos unas tazas de té. Tendrás que dejarnos hacerlas en cualquier caso —le comunicó Nadine.

El tardó un buen rato en salir y volver con un cubo de madera y un cazo. La dos bebieron hasta saciarse. El dejó el cubo donde estaba.

Luther rebuscó en un armario destartalado que había en un rincón, sacó una cacerola abollada y la dejó con un golpe al lado de Nadine.

—No vais a salir, de modo que apañaos.

Invitado y ella se miraron.

—Rece para que su enamorado se presente con el dinero por la mañana. Si lo hace, vuestra estancia será corta.

—Pero te hemos visto —le recordó Nadine.

A Invitado se le encogió el estómago. Si él no hubiera caído en la cuenta, Nadine no debería haberle dicho que podían identificarlo. Él, entre risas, se arrodilló delante de ella, agarró una manzana y la frotó en el pantalón.

—No será la primera vez que cambio de nombre y empiezo de cero. Estoy harto de Royce y de vuestro pueblo. No volveréis a verme. No temáis por vuestras preciosas cabezas. Para mí son más valiosas vivas que muertas.

Además, sólo liquido a alguien cuando me pagan por hacerlo.

Invitado no supo si le tranquilizaba que sólo matara por dinero, pero tenía razón al decir que eran más valiosas vivas.

—Como su primer novio —siguió mirando a Invitado de soslayo y masticando ruidosamente un trozo de manzana.

Ella miró a Nadine y volvió a mirarlo.

—¿Cómo...?

—Su primer novio. Foster.

—No conozco a nadie que se llame Foster —replicó ella con perplejidad.

—Ya no. Lleva años debajo de un montón de piedras en el risco. Me llevé una buena tajada por ese trabajo. Lo suficiente para pasar un año en Den ver. Fue parte del trato.

Ella se acordó de que durante un tiempo pensó que Luther se había marchado. Eso fue... los años y los acontecimientos fueron amontonándose en su memoria. ¿Foster?

Invitado sintió como si la hubieran empujado por un precipicio. No pudo respirar y se acercaba al suelo a toda velocidad.

—¿Forest...? —consiguió balbucir.

Él se levantó, se rió y tiró el resto de manzana contra la cacerola. La golpeó y desapareció entre la tierra del suelo.

—¡ Forest! Efectivamente.

—¿Mataste a Forest? —Invitado no podía dar crédito a lo que estaba oyendo.

—No irá a llorar ahora, ¿verdad? Eso fue hace unos diez años.

La confesión dio vueltas en la cabeza de Invitado .

Él se inclinó y acarició el pelo de Nadine. Ella se apartó todo lo que pudo. Luther se dio la vuelta y se marchó. El caballo relinchó y el sonido de los cascos indicó que se alejaba.

Forest no la había abandonado. Todas las cosas que le dijo y sus promesas fueron verdad. Los ojos se le empañaron con unas lágrimas abrasadoras que se desbordaron. Un sollozo le brotó de lo más profundo de la garganta. Él la había amado; había querido casarse con ella y ser el padre de Tyler. Los habría amado y se habría ocupado de ellos. Habría sido un padre cariñoso con su hijo. Un hijo que ella habría conservado y enseñado a todo el mundo. Golpeó el suelo con el puño; sus lágrimas y su dolor dieron paso a la furia. Sabía que era mezquino y materialista, pero Royce lo había matado. Había pagado a ese hombre para alejar a Forest de ella y poder ocupar el puesto preferente junto a su padre.

—¿Le pasa algo? —preguntó Nadine con tono de preocupación, pero sin atreverse a acercarse.

Invitado dejó escapar un sonido de desesperación inmensa y de furia inflamada por el dolor. Dolor por ella misma y por Tyler. Royce les había usurpado el futuro. Los había utilizado a ellos y había acabado con una vida en beneficio propio.

Pobre Forest. Se lo imaginó asesinado y enterrado sin una familia que lo llorara ni una señal que indicara el sitio.

Se hizo un ovillo en el suelo y Nadine se tumbó junto a ella para consolarla lo mejor que podía.

Al cabo de un rato, Invitado se sentó y tomó aliento.

—Vamos a comernos las manzanas.

Se comieron una cada una y Invitado siguió intentando desatar a Nadine. Pellizcó y tiró hasta que le dolieron los dedos, pero no cejó en su intento. Al final, consiguió soltarla un poco y Nadine siguió con los dientes mientras ella empezaba con sus tobillos.

—¡Lo he conseguido! —exclamó Nadine.

Estaba muy oscuro y Invitado casi no podía ver a la otra mujer. Nadine palpó hasta tocar las manos de Invitado y siguió con su tarea.


Invitado se despertó en la oscuridad más absoluta y se encontró con los pies libres. Le dolían las caderas y los hombros de estar tumbada en el suelo. Se acordó de Forest y sintió una opresión en el pecho.

—Nadine...

—Sí...

—¿Estás desatada?

—Sí. He intentado abrir la puerta, pero no se puede. Tampoco puedo abrir la ventana. ¿Dónde cree que estamos?

—No lo sé. A lo mejor es una cabaña abandonada de algún minero.

—Podría haber dejado una cama.

—A lo mejor es preferible que no la dejara —rebatió Invitado —. Lo más probable es que hubiera atraído a ratones, ardillas o algo así.

—Claro, es mejor verlo por el lado bueno. ¿Qué vamos a hacer ahora?

—Esperaremos a que haya un poco de luz. A lo mejor encontramos una forma de salir o algo que podamos usar como arma.

—¿Cree que sigue buscándonos? —preguntó Nadine con un tono que pareció infantil en la oscuridad.

—Creo que estará despierto y esperando al primer rayo de luz para encontrarnos.

—Claro —se tranquilizó la chica—. Seguro que está haciendo eso.

claarrooooo que por suuuupueeeesssto queeee siiiii!!!!
joeee nos aaamaaaaa

O por dios!!
Lo habian matado a Foster!
Que hdp! ¬_¬
Gracias por subir la novela!!