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♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion

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♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion - Página 2 Empty Re: ♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion

Mensaje por Julieta♥ Miér 21 Mar 2012, 11:00 pm

Cinco

Joe estaba de pie junto al carromato cuando ella salió de la casa. Se había puesto los mismos pantalones oscuros y camisa blanca con corbata que llevaba el día de su boda, con el revolver colgado de la cintura y el sombrero bien calado. Pero incluso con el rostro en sombra, _____ sabía que sus ojos la seguían con apreciación. Le complacía saber que la miraba de una forma en la que ningún hombre la había mirado hacía tiempo. Pero le sorprendía que le agradara la sensación.
—Me apoyaré en ti para subir —le dijo, cuando vio que no sabía cómo ayudarla. Inmediatamente, Joe entrelazó las manos a modo de peldaño y _____ subió al pescante. Joe se sacudió las palmas y se sentó junto a ella.
No tenían mucho que decirse, pero _____ enseguida supo que su silencio podía ser cómodo si se relajaba. Como marido y mujer, harían muchos viajes como aquél, pasarían mucho tiempo juntos y tenían muchos años por delante para llegar a conocerse.
Joe dejó el carromato en una zona sombreada de la explanada próxima a la iglesia y en aquella ocasión, _____ dejó que le colocara las manos en la cintura para bajarla. Con la mano enguantada le tocó el antebrazo por un momento, y los músculos recios que sintió a través de la camisa la hicieron darse cuenta de la reserva de fuerza que tenía.
_____ levantó la vista.
Joe la soltó y no la miró a los ojos. Su expresión tensa reveló su determinación estoica de seguir adelante con aquello. Porque se lo había pedido.
Se oyó el tintineo de unos arneses. _____ se volvió y vio la calesa revestida de cuero de los Telford al entrar en la explanada. Echó a andar hacia ella, luego se dio cuenta que Joe no estaba a su lado e hizo una pausa. Joe la alcanzó, a regañadientes, y continuó caminando hacia su familia.
— ¡Buenos días! —los saludó.
Harley ayudó a Edwina a bajar de la calesa y luego se volvió hacia Gwynn. Los niños saltaron al suelo y se adelantaron con ruidosa excitación. Wilsie se quedó detrás de Gwynn, y miraba con reserva a Joe, como si creyera que iba a sacar su pistola y llenarlos de plomo a todos.

Edwina se ajustó sus faldas negras almidonadas, miró a Joe con reproche y le dijo a _____:
—No sé qué haces trayéndolo aquí. Como si no nos hubieses avergonzado bastante, _____ Telford, ahora exhibes esta alianza vergonzosa delante de toda la ciudad.
_____ se recobró de la conmoción de inmediato.
—Vengo a misa como todos los domingos por las mañanas. Da la casualidad de que este domingo vengo con mi marido.
—¡Marido! —la forma en que pronunció la palabra indicaba que no lo consideraba tal cosa—. Nick es tu marido, no lo olvides. Este hombre te traerá problemas, ya verás. Nunca pensé que mi Nick se había casado con una estúpida —Edwina se recogió las faldas y rodeó a la pareja con un amplio círculo—. Nick no habría traído su pistola a la iglesia —continuó, mirando a Joe de arriba abajo con desprecio.
— Nick no habría esperado que uno de sus hermanos le disparara por la espalda —dijo Joe con una sonrisa audaz.
Harley lo ignoró, tomó a Gwynn del brazo y la condujo detrás de su madre. Gwynn lanzó una mirada de pesar por encima del hombro. Wilsie se apresuró a alcanzarlos.
_____ se quedó mirando la calesa vacía, con el dolor y la furia debatiéndose en su pecho. A su lado, Joe esperaba en lúgubre silencio. Finalmente, se volvió y lo miró a los ojos.
La mirada profunda bajo el sombrero no revelaba ninguna emoción. Había imaginado lo ocurrido y se había preparado para ello. Si una persona soportaba insultos miles de veces, ¿perdían los dardos su veneno?
—¿Todavía quieres entrar? —preguntó.
Con resolución, ____ se agarró de su brazo y se dirigió hacia la iglesia.
El murmullo de voces se silenció cuando avanzaron por el pasillo. Los Telford ya estaban sentados en su banco, el tercero a la derecha delante del altar, el banco donde se había sentado con ellos todos los domingos desde que se había prometido a Nick hacía siete años.
Ya no podía sentarse con ellos, comprendió con retraso. Hizo una pausa unas cuantas filas antes y se deslizó en un banco de madera vacío. Joe se sentó a su lado, rozándole las faldas con su largo muslo, y mantuvo la mirada al frente. Había colgado el sombrero en la hilera de ganchos que había junto a la puerta, así que no podía refugiarse bajo el ala.
Unos cuantos comentarios susurrados quebraron el silencio.
_____ miró a su alrededor, dándose cuenta que los habitantes de la ciudad se mostraban reacios a mirarla. Los amigos a los que había saludado todos los domingos por la mañana desde siempre la esquivaban. Los que la miraron lo hicieron con desaprobación.
Finalmente el reverendo Baker ocupó su puesto en el pulpito, Fiona tocó las primeras notas del himno y la congregación se puso en pie.
_____ abrió el libro de himnos. Las palabras y la música se emborronaron. Las voces se elevaban a ambos lados. Parpadeó, se aclaró la garganta con resolución y se unió a ellos. Cerniéndose a su lado, Joe permaneció en silencio. Ella le acercó el libro de himnos, y él lo sujetó por su lado pero no cantó.
Más tarde, cuando se sentaron otra vez, _____ se fijó en cómo Joe se frotaba el muslo de forma inconsciente. Lo miró, y dejó la mano quieta. El reverendo Baker empezó a hablar y Joe la miró a los ojos finalmente. No había querido que presenciara aquello, que recayera en ella aquel comportamiento injusto. Se lo había dicho el primer día en la habitación de la pensión.
Pero ella lo había pedido. Había insistido. Y había obtenido lo que quería.
No pudo evitar pensar que los Telford se reunirían para comer después de la misa, como siempre, y que luego se sentarían en el porche mientras los niños jugaban en el jardín. Incluso durante la guerra, había compartido la comida de los domingos con la madre, la hermana y la cuñada de Nick. Y después de su muerte, habían sido su apoyo y su única familia.
¡La comida! Su mente repasó las provisiones de que disponía para prepararla. No podía lamentar perder compañía durante la comida de los domingos, había encontrado la manera de salvaguardar su modo de vida. Ya la aceptarían, se dijo otra vez. Ella no había cambiado. Nada había cambiado de verdad. Lo comprenderían.
El oficio religioso terminó y Joe y ella se abrieron paso a la parte de atrás como todo el mundo. Nadie los saludó. Todos mantuvieron una distancia de reproche.
Al llegar a la altura del reverendo Baker, la pareja recibió el primer saludo y la primera sonrisa.
—_____, estás preciosa. Jonas, me ha alegrado mucho verte en la congregación esta mañana.
—Es usted el único.
El reverendo sonrió al oír el comentario de Joe.
—Espero que esto no signifique que ya no vendrás a visitarme los domingos por la tarde. Me gusta charlar contigo.
—Haré lo posible —contestó Joe—. Aunque seguramente hoy no pueda. Todavía tengo que familiarizarme con mi nuevo entorno.
—¿Por qué no viene a cenar al rancho la próxima semana? —preguntó _____ con ansiedad.
—Lo haré —dijo el reverendo, y estrechó la mano de Joe.
_____ sonrió a Joe. Él se colocó el sombrero y cruzaron el jardín, ignorando las miradas groseras y los susurros.
Joe hizo un peldaño con las manos y _____ subió al pescante y se ató la toca bajo la barbilla.
Era la mujer más bonita de las que se habían reunido en la iglesia aquella mañana, lo mismo que siempre había sido la mujer más bonita de Aspen Grove. Joe deseó que se sintiera orgullosa de tenerlo a su lado. Pero no se había casado con él por ninguna razón de la que enorgullecerse.
Había sobrellevado la indignidad de su nacimiento y la posición social de su madre toda la vida, y detestaba que ella tuviera que soportarla. Habría hecho cualquier cosa para que no tuviera que ver lo mal que podía comportarse la gente. Había ido allí por ella.
Porque se lo había pedido. Y Joe sabía que nunca le negaría a _____ nada de lo que le pidiera.
_____ había aceptado su brazo delante de toda la ciudad. Se había sentado a su lado y, que el cielo lo ayudara, se había casado con él. La observó en aquellos momentos y ella le devolvió la mirada.
_____ no estaba avergonzada de haberse casado con él.
Por primera vez se permitió contemplar sus ojos de color miel sin preguntarse qué estaría viendo al mirarlo. Tenía una tez cremosa y sonrosada, con unas cuantas pecas en la nariz que seguramente ella detestaba, pero que eran inevitables trabajando todos los días en un rancho.
Le encantaba la forma picara de su nariz y sus labios sonrosados y curvos. Sus cabellos olían a violetas, y su aroma impregnaba la brisa a varios metros a su alrededor. En aquellos momentos, sólo se percibían unos cuantos rizos errantes por debajo del sombrero, pero conocía su tono exacto, como la miel, y sólo podía imaginar su textura embriagadora.
Joe se dio cuenta de que se había puesto en una situación embarazosa con sólo observarla y desvió la mirada para fijarla en las grupas de los caballos. Necesitaba desesperadamente un cigarrillo.
El Círculo T, recordó cuando se aproximaron. _____ no lo llamaba «el rancho», o «nuestra casa», sino el Círculo T. T de Telford.
Dejó los caballos solos el tiempo suficiente para cambiarse de ropa, luego los condujo al granero, los cepilló, les dio grano y agua y los condujo al corral.
Joe estaba de pie con una bota en el travesaño inferior de la valla, observando cómo pastaban con los demás caballos mientras liaba un cigarrillo. Un alazán robusto que estaba en un corral aparte captó su atención, y no recordaba haber visto antes un caballo igual. Apagó la cerilla, se la metió en el bolsillo y dio una calada.
Su caballo, un ejemplar negro con los cuartos traseros salpicados de blanco, se acercó galopando hasta donde estaba y le rozó el hombro. Joe le acarició la frente. Lo había comprado después de la guerra y había regresado en él a Aspen Grove.
—No dejes que la señora te vea haciendo eso —dijo Purdy, acercándose a él y señalando el humo. Joe aceptó el consejo con un movimiento de cabeza. Ya había imaginado que a _____ no le haría mucha gracia aquel vicio—. La temporada baja ya casi ha terminado — comentó Purdy, refiriéndose al verano, ya que se acercaba el momento de reunir a las reses y marcar a los terneros.
—Hay muchos preparativos que hacer — contestó Joe—. Creo que iré a las colinas esta semana y cortaré algunos troncos de pino para hacer una valla y enmarcar así un pasto en la zona sur.
—¿Necesitas ayuda?
—Me encantaría contar con ella.
Purdy asintió.
—¿Qué pedigrí tiene ese alazán?
—No lo sé —Purdy se encogió de hombros—. Nick lo envió junto con dos yeguas mientras estaba fuera.
Se oyó una campana, y su clamor hizo eco por los pastos.
—¿Comida de domingo? —preguntó el hombre, elevando las cejas grises.
—¿No soléis reuniros en domingo?
—La señora suele estar fuera hasta última hora de la tarde. Gus cocina para nosotros.
Por supuesto. Sus hábitos del domingo se habían ido al infierno con su presencia. Joe apagó el cigarrillo y se lo metió en el bolsillo.
—Bueno, veamos qué es.
Joe no estaba acostumbrado a tantas comidas y tan abundantes. Ya había desayunado, así que rezó para poder hacer justicia a otro plato.
Se lavó con los ayudantes en la bomba de agua de fuera, entraron en la cocina, colgaron los sombreros... y se pararon en seco.
La mesa estaba puesta con un mantel planchado de hilo blanco y vajilla de porcelana con motivos florales, los bordes de las tazas festoneados, los platos colocados con orden donde habían comido aquella mañana. Había un jamón adornado con especias en una fuente, un cuenco con un puré de patatas cremoso a su lado, y mantequilla derretida en otro cuenco con guisantes humeantes. El salero y pimentero de cristal tallado con las tapas y cucharillas de plata estaban rellenos y colocados sobre la mesa.
—¿Qué estáis mirando? —preguntó _____ a los hombres, llevando un cuenco de salsa a la mesa—. Estamos empezando nuestra tradición de los domingos —Joe y los ayudantes se sentaron—. Joe, corta el jamón y sírvenos, por favor.
Joe tomó el cuchillo y el tenedor de servir e hizo lo que le pedía, colocando una tajada gruesa de carne en cada plato. Se pasaron los cuencos y enseguida tenía un plato lleno de comida que digerir.
Comió lentamente, sin acordarse de cuál había sido la última vez que había comido jamón, aunque nunca había probado uno tan suculento. _____ había hecho una salsa ligera y salada que era puro placer para su desacostumbrado paladar.
Los hombres tardaron segundos en devorar la comida, Purdy se disculpó y Gus se levantó para empezar a fregar los cacharros. Joe levantó la vista y sorprendió a _____ mirándolo, con el plato vacío. Dejó a un lado el cuchillo.
—¿Está todo a tu gusto? —le preguntó.
—Sí. No recuerdo haber comido nunca tan bien.
—Bueno, no pares.
Joe tomó otra vez el tenedor y terminó el plato bajo su escrutinio.
—¿Café?
Asintió, y _____ llevó el cazo del fuego y llenó la delicada taza de porcelana. Los dedos de Joe no entraban en el asa, así que la levantó sosteniendo el borde entre el pulgar y el índice y tomó el delicioso brebaje.
—Gracias.
Joe la observó mientras _____ tomaba su café, sosteniendo el asa con sus pequeños dedos. Su color ligeramente bronceado le hizo pensar en la naturaleza, en un hermoso león de montaña o en una ladera en otoño con vetas de minerales. Sus ojos eran brillantes, como gemas, encendidos desde el centro, como los rescoldos del fuego.
Recordó cómo la había ayudado a bajar del carro dos veces aquel día, y cómo sus manos habían ceñido su cintura de avispa. Aquel roce inofensivo había bastado para desatar su naturaleza lujuriosa y provocar pensamientos deshonestos. Sus dedos habían detectado el corsé y se preguntó cómo se lo ataría ella sola, y si se lo ponía solamente los domingos y se lo habría quitado para ponerse el vestido de diario que llevaba en aquellos momentos.
¿Qué más llevaba puesto bajo esos vestidos modestos? Sus faldas no crujían como si llevara miriñaque, pero estaban llenas y se movían al andar, así que debía de llevar enaguas. ¿Serían de color? ¿Rojas o negras? Había vislumbrado una blanca aquel día en la pensión. El blanco parecía ser su color.
Aquellos pensamientos le hicieron recordar que era la esposa de Nick . Nick Telford se había casado con ella, había sabido qué clase de ropa interior prefería y la había iniciado en el amor. Aquellas imágenes lo perturbaban, así que las apartó de su mente.
_____ volvió sus ojos grandes de color avellana sobre él.
—¿Joe?
Era la única persona aparte de su madre y algún que otro maestro que lo había llamado Joe. Aquello hacía que se sentara rígidamente.
—¿Sí?
—El año pasado los chicos de los Eaton y yo cortamos dos campos de heno, pero se mojó y se pudrió antes de que pudiéramos meterlo en los graneros. Pasamos la primavera rastrillando la tierra para que el nuevo heno creciera bien. Tuve que comprar granos para el invierno, y ya se han terminado.
—Los campos tienen buen aspecto —dijo Joe—. Podríamos segarlos dos o tres veces este verano.
— Sólo quiero que sepas cuál es la situación. Te dije desde el primer momento que no podía seguir sola. Necesito tu ayuda para decidir qué hacer.
—Todavía habrá que esperar un poco para la primera siega —dijo—. Pero en realidad sólo necesitamos alimentar a los caballos. El ganado está suelto hasta que lo traigamos de los pastos. Y podemos trasladar a los caballos de este pasto a otro más al sur en cuanto pueda levantar otra valla. Hay mucha tierra, mucha hierba y agua. Si has conseguido mantenerlos durante el invierno, sobrevivirán.
—Necesitamos semillas para el huerto, y hay que pagar la letra cada tres meses. Sólo faltan unas pocas semanas.
Joe consideró sus palabras.
—¿Tienes algún caballo que puedas vender?
—Podríamos vender uno de los caballos de Nick , tal vez uno de los galeses. Nick quería criarlos. Pero ése sería el último recurso. Prefiero vender primero los muebles.
—Tal vez podríamos ganar algo de dinero cruzándolos —sugirió Joe. No consentiría que vendiera sus muebles.
—Tal vez —contestó—. Si encontráramos a alguien que estuviera interesado.
—Yo me ocupo de eso —dijo.
_____ asintió y deslizó la mirada por su pelo y rostro, agradecida de poder compartir la carga con alguien, una persona que quería conservar el rancho tanto como ella. Alguien que no intentaba persuadirla a todas horas para que vendiera y se trasladara a la ciudad.
Era una anomalía, aquel hombre de ojos cafes y expresiones intensas. Estaba encerrado en sí mismo, y sólo vislumbraba sus sentimientos en los matices sombríos de sus ojos cuando bajaba la guardia. Todo lo que hacía lo hacía con decisión y calma controlada: comer, caminar, hablar.
_____ volvió a llenar su taza de café y percibió el aroma inusual a tabaco al inclinarse sobre él. Bajó la vista a los contornos angulosos de su rostro bronceado.
—¿Te gusta la tarta de manzana? —preguntó.
—Sí.
—Prepararé una para esta noche.
Su expresión no reveló placer por el ofrecimiento, sino casi una mirada angustiada de resignación. A su espalda, Gus hizo ruido colocando una sartén en lo alto del horno caliente para que se secara.
—No puedo beber más café —dijo Joe—. Gracias por la comida.
Se puso en pie, buscando el equilibrio sobre la pierna herida, y tomó el sombrero del perchero. Capitán se puso en pie y olisqueó los pantalones de Joe cuando salió.
Era un hombre extraño, desde luego. Muy extraño. Pero confiaba en él.
Julieta♥
Julieta♥


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♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion - Página 2 Empty Re: ♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion

Mensaje por Julieta♥ Jue 22 Mar 2012, 9:22 pm

Unos días más tarde, _____ estaba colgando la ropa que Gus le había ayudado a escurrir. El ruido del martillo sobre el hierro reverberó en el espacio entre la casa y el granero, y unas pocas palabras escogidas siguieron al prolongado silencio. A _____ no le gustaban las palabras malsonantes, y los hombres nunca maldecían en su presencia, pero a menudo el viento transportaba las frases hasta sus oídos.
_____ agradecía a Gus que la ayudara con la cocina y con las tareas de la casa, porque le resultaban tediosas y en cuanto terminaba con ellas, prefería trabajar fuera.
Volvió a oír el ruido del martillo y lo siguió hasta encontrar a Joe, que estaba con una yegua atada a un poste y sujetaba uno de sus cascos entre las rodillas. Se estaba inclinado colocándole la herradura.
Colocó los clavos y los afianzó tan metódica y concentradamente como hacía todas las cosas, sin percatarse de su presencia ni siquiera cuando dio el último martillazo al último clavo y se enderezó, manteniendo el equilibrio. Soltó a la yegua y le dio una palmada en los cuartos traseros para observar cómo galopaba con las herraduras. Aparentemente satisfecho con la tarea, fue a buscar al animal con la cojera más pronunciada que nunca.
La vio entonces pero desvió la mirada enseguida y abrió la puerta de la valla para soltar a la yegua al pasto.
— Los Eaton no se han pasado por aquí desde anteayer —dijo _____ cuando él se acercó—. Normalmente suelen venir a mediodía. Se me ha ocurrido ir a caballo a ver el ganado y llevarles un sandwich. Seguramente fueron a su casa a comer, pero me gustaría dar un paseo.
—Te acompañaré —le dijo.
—Me cambiaré de ropa.
_____ regresó rápidamente a la casa, se quitó las enaguas y se colocó un par de bombachos de Nick debajo de la falda. Regresó al corral y encontró dos caballos ensillados.
El caballo pardo que llevaba su silla no se asustó cuando se acercó a él. Aceptó su peso y permaneció quieto.
—Lo has amansado —le dijo a Joe, que conducía de las riendas una yegua gris muy recia.
—Sí —apoyó el pie izquierdo en el estribo y pasó la otra pierna por encima del lomo del caballo con una mueca de dolor.
Ni Gus ni Purdy habían amansado a los caballos para ella, y no estaba acostumbrada a aquella cortesía. Como no quedaban caballos dóciles, ya que había vendido los últimos por necesidad, había tenido que manejarlos como podía cada vez que había querido montar. A veces temía hacerse daño en el pecho con la barbilla hasta que dejaban de dar brincos y la obedecían.
Joe abrió la puerta de la valla desde la silla y la cerró tras ellos. _____ hincó los talones en los flancos del caballo e inició el galope.
Cabalgaron a lo largo del arroyo que surcaba la sección sudeste del Círculo T, bordeado por rosales. Joe se bajó de la yegua y tomó agua entre las manos para beber. Antes de volver a montar, cortó una rosa, le quitó las espinas y se la pasó.
Sus guantes se rozaron al aceptar la delicada flor.
—Gracias.
Se miraron fugazmente antes de que Joe volviera a ajustarse el sombrero y se alejara. Sin decir palabra, volvió a montar y su yegua parda abrió la marcha. Sin saber qué pensar, _____ contempló su espalda ancha. Se llevó la rosa a la nariz e inspiró su delicada fragancia. Luego se la metió con cuidado en el bolsillo de su falda.
Encontraron un pequeño rebaño que pastaba al sol de la tarde. Joe los miró y señaló una marca familiar.
—Doble U. La marca de Mitch Heden.
—Ésa es Barra Dieciséis —dijo _____—. Pertenece a los Wheaton.
—Trabajé para él un verano —repuso Joe.
El siguiente rebaño que encontraron era mayor, con al menos treinta terneros. Aldo los vio y se acercó en su montura. _____ le pasó la bolsa con los sandwiches.
—¿Habéis comido?
—No, íbamos a trasladar estas vacas al valle —le dijo—. Hunt a ido en busca de un ternero rebelde.
—Le echaremos una mano —dijo Joe. Se separaron y empezaron a conducir el ganado hacia el Este.
_____ cabalgó alrededor, buscando terneros perdidos. Al otro lado, una vaca se separó y se abalanzó sobre Joe. Él se quitó el sombrero y lo agitó delante de la madre furiosa. El ternero se acercó rápidamente detrás de ella, tendiéndose sobre el suelo.
El caballo de Joe defendió su terreno y _____ sintió que se le encogía el corazón. Por fin, los recursos de Joe hicieron que el animal regresara al rebaño.
Llegaron al valle sin más contratiempos. _____ se dirigió a la orilla y se colocó junto a los hombres sobre la roca escarpada desde la que se podía contemplar todo el ganado.
Al ver que se acercaba, Joe apagó una colilla entre los dedos y se la metió en el bolsillo de la camisa. Los chicos comían sus sandwiches.
—Tal vez esa vaca sea madre, pero desde luego no es una dama —dijo Hunt con una carcajada, golpeándose el muslo con el sombrero.
—No hay afecto en sus ojos —corroboró Joe, y esbozó una sonrisa. Exhaló humo por la misma comisura y sorprendió la mirada de _____.
—Traigamos también a ese pequeño rebaño que vimos antes —sugirió.
Regresaron por el mismo camino, con los Eaton detrás. Ya era tarde cuando reunieron el pequeño rebaño con el que estaba en el exuberante valle.
— Hunt va a quedarse con el ganado esta noche —dijo Aldo—. Yo dormiré en mi casa.
_____ se despidió y Joe y ella regresaron al rancho.
Olores a comida emanaban de la cocina cuando llegaron a la parte de atrás. Conociendo su costumbre, esperaba que Joe cabalgara delante de ella y la ayudara a bajar de la silla. No necesitaba su ayuda, ni la prefería, pero esperaba que hiciera el esfuerzo. En cambio, se mantuvo rezagado y redujo el paso.
_____ se acercó a un tocón que Nick había dejado fuera del corral para tal fin y desmontó. Joe permaneció sentado pero se inclinó para tomarle las riendas.
—Yo me ocuparé de los caballos —le dijo.
_____ estiró las piernas y se alejó hacia la casa. Entonces comprendió el motivo por el que había permanecido sobre la silla. Se detuvo antes de llegar al porche y dio media vuelta.
Joe estaba sentado sobre el suelo en el interior del granero, con un cigarrillo entre los labios y la pierna extendida. El humo se elevaba en círculos ante las líneas que surcaban el contorno de sus ojos entornados.
—¿Por qué no has dicho nada? —dijo, acercándose a paso rápido hacia él. Joe empezó a apagar el cigarrillo, pero ella lo interrumpió—. No lo desperdicies por mí.
Joe tomó una calada, contuvo el humo en los pulmones y lo soltó entre los dientes. _____ se puso en cuclillas junto a él, rozando el suelo con la falda, y extendió el brazo hacia su pierna. Joe lo interceptó, sujetándola por la muñeca.
—¿Puedo hacer algo? —preguntó _____
—No.
—Entonces, desensillaré yo a los caballos.
—Como quieras.
Ante aquella respuesta brusca tan poco propia de él, _____ se soltó y se puso en pie, tomó las riendas de la yegua y la condujo a un poste para atarla. Soltó la silla y, consciente de que no podía colocarla sobre uno de los establos, la apoyó en la pared, donde uno de los hombres podría ponerla en su sitio más tarde. Encontró un saco de yute y cepilló al caballo. Luego lo condujo hasta el pasto.
Al volver, encontró a Joe de pie. Había desensillado al otro caballo y había colocado las dos sillas en su sitio.
—No tienes por qué hacerlo todo, sabes.
—Sí —contestó.
—Joe, cuando te duela la pierna, date unos momentos para...
—¿Para qué? —la interrumpió—. Lo único que mi pierna necesita es tiempo. Y el tiempo ya pasa con bastante rapidez —tomó el saco que había colgado de un clavo y cepilló al caballo.
—Esta noche me dejarás que me ocupe de esa pierna —le dijo, rozándolo al salir.
—No hay nada que pueda hacerse.
—Ya lo veremos.
Lo dejó en el granero. _____ no tenía ni idea de lo que le había pasado en la pierna, ni si la herida era muy grave. Dormir en el suelo del desván no podía haber aliviado su incomodidad, y esforzarse físicamente hasta el límite sin duda lo perjudicaba más aún.
_____ se sentía responsable por ambas cosas. Joe había decidido dormir en el desván para no molestarla, y ella no se había opuesto. También le había pedido que la ayudara, y le había explicado lo mal que estaban las cosas y todo el trabajo que había que hacer. Joe se estaba exigiendo demasiado, y en parte era culpa suya.
Gus estaba esperando con la cena hecha, y _____ le dio un beso en su mejilla entrecana. Luego se cambió rápidamente de ropa y lo ayudó a colocar la comida en la mesa.

Aquella noche, Joe regresó a la casa después de realizar varias tareas. No había dicho que no la noche anterior cuando _____ había insistido para que tomara otro trozo de tarta de manzana. La había comido, había tomado la taza de café que le había servido y al poco tiempo lo había echado todo en las hierbas altas que había detrás del granero.
El estómago le había dolido durante toda la noche. No estaba acostumbrado a tanta comida, pero no podía hacerle el feo.
No había dicho que no a su petición de acompañarla a la iglesia aquella mañana, y no se había negado cuando le había pedido que regresara temprano a la casa aquella noche. Entró en la cocina, rezando para que no le pidiera que volviera a comer.
—¿Qué le pasó a tu pierna? —preguntó, y Joe se volvió y la vio saliendo de la alacena.
—Me entró algo de metralla.
—Menos mal que no la perdiste.
—Cierto —corroboró.
—Déjame que le eche un vistazo.
Joe se puso tenso instintivamente.
—No es agradable de ver.
—Hay muchas cosas que no quiero hacer y que son necesarias.
¿Como casarse con él?
_____ vertió agua humeante de un cazo a una tetera y la cubrió con la tapa. Se volvió y tomó una bandeja.
—Sígueme.
La siguió por la estancia, vacilando al ver que pensaba llevarlo a su dormitorio. _____ se volvió y espero con expectación, y Joe entró detrás de ella a regañadientes.
—Quítate los pantalones y túmbate —le ordenó. Joe se quedó paralizado.
—¿Cómo?

Julieta♥
Julieta♥


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♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion - Página 2 Empty Re: ♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion

Mensaje por Julieta♥ Jue 22 Mar 2012, 10:21 pm

Seis

Joe no sabía por qué aquellas palabras en boca de una mujer le hicieron parar en seco, pero así fue. _____ extendió el brazo para tomar su sombrero y lo colgó sobre el poste metálico de la cama.
—Puedo ayudarte con las botas. Le di el sacabotas a Gus.
Se había acostado con mujeres desde que era suficientemente mayor para afeitarse, pero nunca había estado con una mujer como _____. Su dignidad exigía que tomara control de la situación.
— Puedo quitarme las malditas botas yo solo.
_____ entornó los ojos, e hizo una pausa mientras desdoblaba la sábana blanca inmaculada que había sacado de un cajón.
—Muy bien. Hazlo entonces.
Salió de la habitación.
Joe hizo un esfuerzo por moverse y se sentó en el borde del colchón blando. Su aroma a violetas emanaba de las sábanas y desató una espiral de intranquilidad por su pecho. No le habría venido mal su ayuda. Doblar la pierna para sacarse la bota provocó gotas de sudor en su frente. Lo consiguió, se quitó la otra y se soltó la hebilla de los pantalones.
_____ había dejado la sábana con un fin, comprendió con alivio, así que se la enrolló alrededor de la cintura para salvaguardar su intimidad y se echó sobre la cama. Ella regresó con un hule y dos tazas de té.
—Bébete esto.
Joe aceptó la taza. El líquido pálido tenía un olor amargo a menta y lo sorbió haciendo una mueca. _____ extendió el brazo para levantar la sábana y Joe se preparó para su reacción. La apartó del muslo de Joe y supo el momento justo en el que vio la herida. Una expresión de angustia surcó sus rasgos suaves.
—Dios mío —dijo en voz baja.
Afortunadamente, el hueso sólo había recibido una pequeña mella, pero los músculos se habían hundido y la piel estaba desgarrada. Los médicos le habían dicho que había sido un milagro que no hubiera tenido gangrena. No habrían podido salvarle la pierna, ni la vida, en ese caso.
Pero faltaban trozos de carne y el músculo y la piel que quedaban habían tenido que regenerarse solos. Había tardado meses en llenarse el hueco y hacerse la costra, e incluso un año después, el tejido cicatrizado lo atormentaba, y cuando forzaba el músculo, el dolor le atravesaba la pierna.
—No puedo decir que no te lo advertí — dijo, aunque su reacción no había sido la que él esperaba. _____ le colocó el hule bajo la pierna.
—No puedo evitar pensar en lo mucho que debe de haberte dolido —le dijo con voz débil—. O lo mucho que te duele todavía.
—Estoy vivo —respondió. ____ se quedó inmóvil—. Y tengo la pierna.
Nick había entrado en la habitación como si fuera de carne y hueso.
_____ se puso en pie, salió de la estancia y regresó con una palangana de agua humeante. La dejó en el suelo y escurrió una toalla con cuidado. La sostuvo sobre la pierna y lo miró a los ojos.
—Adelante —le dijo Joe.
_____ colocó el paño caliente sobre el tejido desgarrado y él apretó los dientes con intensa agonía.
—Lo siento —dijo _____ en voz baja, innecesariamente.
No podía haberle causado aquella angustia a propósito.
Después de unos minutos, el calor traspasó al músculo y Joe se relajó, sorbiendo de nuevo el té especial que había preparado.
Las compresas calientes fueron milagrosas para quitar el dolor y relajar los músculos. _____ las cambió con regularidad, fue en busca de otra palangana de agua caliente e incluso volvió con un paño frío para secarle el sudor del rostro.
Deslizó el paño por su frente, sus sienes, la nariz y las mejillas. Lo pasó por su mandíbula y barbilla ásperas, luego sobre sus labios. Su mano se quedó inmóvil. Observó su rostro por un momento demasiado largo y sus ojos persistieron sobre sus labios.
Joe no pudo evitar esbozar una lenta sonrisa.
Sus tiernos cuidados conmovieron a Joe de una forma profunda y poco familiar. Nadie lo había tocado nunca de aquella manera. Los médicos y enfermeras que lo habían atendido se habían mostrado secos y distantes. Las mujeres con las que se había acostado habían recibido dinero por ocuparse de sus necesidades.
Aquella mujer lo tocaba como si él le importara.
La idea no alcanzó su cerebro. Era una buena mujer, una dama, y se preocuparía por cualquier criatura herida. Y por alguna razón desconocida, no veía la vergüenza de su nacimiento como todos los demás.
Joe relajó su cuerpo y cerró los ojos, abriéndolos cuando ella le quitó la taza de la mano.
—Adelante —le dijo—. Descansa.
Obedeció su suave orden como todas las demás, sin saber por qué, pero consciente de que no podía negarse. Con los párpados semicerrados, observó su pelo grueso, como llamas doradas a la luz de la lámpara. Vio sus manos, tan pequeñas y tan fuertes al mismo tiempo, que arreglaban las compresas sobre su muslo. La vio como la había visto aquel día sobre la silla, con los hombros rectos, las mejillas sonrojadas por el sol y el viento y un par de bombachos de hombre visibles bajo su falda.
Había querido besarla.
Su mente conjuró la curva de sus senos bajo el vestido, la curva de su mejilla, la forma en que tomaba café y cómo se humedecía el labio con la lengua.
—Quiero que duermas aquí esta noche.
Joe abrió los ojos con letargo.
—No es fácil subir por esas escaleras, y el suelo del desván es demasiado duro. Dormirás aquí.
Los dedos húmedos de _____ rozaron sus labios antes de que pudiera formular una protesta. Aquel gesto íntimo los sorprendió a los dos y ella retiró la mano.
El contacto permaneció en sus labios. Su dulce aroma lo envolvió sobre la almohada.
Su cuerpo tuvo una reacción fuerte e inmediata.
Joe levantó la rodilla buena y sostuvo su mirada.
_____ retrocedió, tomó la toalla fría de su muslo y suavemente le secó la piel. Joe cerró los ojos y sintió dolor de una forma totalmente nueva y placentera.
Entonces _____ lo tocó. Las terminaciones nerviosas de su pierna no eran sensibles, pero notó la presión y abrió los ojos. Tenía una botella de linimento en una mano, y con la otra extendía el ungüento grasiento sobre su piel arrugada sin protesta. Su pierna absorbió el calor y Joe se relajó aún más, cerrando de nuevo los ojos.
Notó cuándo salía de la habitación, porque el calor y la luz parecieron irse con ella. Experimentó la suavidad del colchón bajo su espalda, el suave roce de la brisa nocturna que entraba por la ventana y trató de conservar el recuerdo de su presencia.


No recordaba haberse quedado dormido, pero se despertó con el sonido del agua y el olor a café recién molido. La luz matutina se colaba por las cortinas de encaje.
Joe miró a su lado y no vio pruebas de que _____ hubiese estado allí. Por supuesto que no había dormido con él. ¿Dónde habría pasado la noche?
Se sentó sobre la cama y, para su sorpresa, notó que gran parte de la rigidez y el dolor de la pierna habían desaparecido. El recuerdo de sus cuidados volvió a conmoverlo.
Se puso los pantalones y las botas y frunció el ceño al ver su camisa arrugada y la barba incipiente en el espejo de marco de roble que estaba colgado sobre su escritorio.
Para su consternación, había una camisa limpia al pie de la cama. La tomó y la miró. Sin duda había sido de Nick . Todavía le quedaban muchos días de trabajo, y los vagabundos no podían elegir. Había una palangana de agua caliente sobre la cómoda, junto con su navaja y su jabón de afeitar.
Joe se afeitó, se puso la camisa y notó que las mangas le quedaban un poco cortas. Se remangó y luego llevó la palangana al porche delantero y lo vació sobre la tierra. En la cocina, Gus se movía entre la mesa y el horno. Levantó la vista el tiempo justo para darle los buenos días.
_____ entró por la puerta de atrás, con un cubo lleno de leche en cada mano. Capitán la siguió y se dejó caer en el suelo junto al horno.
—Buenos días, Joe —dijo _____ con una brillante sonrisa.
—Buenos días.
Cubrió los cubos con paños húmedos.
—¿Qué tal está tu pierna esta mañana?
—Mucho mejor, gracias.
—De nada.
Joe se sirvió una taza del café de Gus.
—Tengo que hacer un viaje a la ciudad.
_____ asintió con indiferencia, sin imaginar a dónde quería ir su nuevo marido. Tal vez debería decírselo ya.
«Meg, voy a ver a Lottie. Es una zorra. Bueno, lo era, cuando nos conocíamos. Se está muriendo. Y _____, le he prometido que cuidaría de su niña. Espero que no te importe».
_____ colocó un plato de huevos y panecillos en la mesa.
—¿Volverás para el almuerzo?
Tal vez aquél no fuese el mejor momento para decírselo. Joe se sentó y tomó el tenedor sin entusiasmo.
— No creo que me dé tiempo. También tengo que hacer otra parada.
—Hunt y Aldo dijeron que vendrían. Voy a asar algunas patatas y a cortar el resto del jamón que quedó de ayer. Te guardaré un plato —se volvió y se ocupó con algo en el fregadero.
Gus se sentó delante de Joe y le indicó que le colocara uno de los huevos en su plato. Joe lo hizo enseguida.
—Esas gallinas están poniendo más huevos de los que podemos comer —dijo _____ sin volverse—. ¿Quieres vender algunos en la ciudad?
—Claro.
Se volvió en aquel momento y comprobó sus tazas de café.
—Gus, se te ha debido de caer un panecillo.
Capitán lamió las migas del suelo, luego se sentó y miró a Joe con expectación. Joe ignoró al perro y colocó los dedos sobre la taza antes de que _____ pudiera llenarla. Gus no dijo nada.
Capitán golpeó la cola contra el suelo. _____ volvió a dejar la olla sobre el horno. Joe y Gus intercambiaron una mirada conspiradora.
Purdy entró por la puerta, y Joe se puso en pie y tomó el sombrero.
—Hasta esta tarde —se despidió. _____ lo vio marchar.
—¿Acaso piensa que somos tan pobres que no puede repetir? —pensó en voz alta.
—Señora, le está poniendo al pobre tanta comida que no la puede tolerar.
Se volvió a Gus.
—¿Qué quieres decir?
—Pensé que iban a salírsele las tripas la otra noche cuando devolvió la tarta de manzana.
—Cielos... ¿le pasa algo?
—Nada que un poco de tiempo no pueda curar. Un hombre que no está acostumbrado a comer tres veces al día tiene que ir poco a poco. Fue soldado, y seguramente al final sólo le daban galletas y unas cuantas alubias.
_____ pensó en toda la comida que le había puesto en el plato y los remordimientos la acosaron.
—No tenía ni idea...
—Claro que no. Ahora ya lo sabe — Gus terminó su desayuno y salió por la puerta.
_____ se quedó mirando a Capitán, que todavía lamía las migajas entre los tablones. Joe había comido todo lo que le había puesto delante, excepto tal vez aquel panecillo. ¿Por qué no había dicho nada?
¿Orgullo? Lo tenía en abundancia, pensó, recordando cómo se había sentado en el suelo del granero para que no viera lo mucho que le dolía la pierna. ¿Por cortesía? ¿Acaso no quería herir sus sentimientos? Podría haber rechazado la comida.
Tampoco se había negado a ir a la iglesia con ella, pensó. «Iré si me lo pides», había dicho, y sin pensar en las consecuencias que tendría para él, se lo había pedido. ¿Qué le había costado? Era la primera vez que iba a misa. Había hecho aquel sacrificio por ella y lo habían despreciado e insultado. Y _____ había permitido que eso ocurriera... No, había forzado que eso ocurriera.
Se sintió invadida por la vergüenza y el arrepentimiento, y lamentó su insensibilidad. ¿Acaso Joe pensaba que tenía que hacer lo que le dijera como parte del trato? No podía entenderlo, pero tendría mucho cuidado con lo que le pidiera a partir de entonces.

Lottie estaba peor, mucho peor. No pareció reconocer a Joe. Se sentó a su lado durante media hora, sin decir gran cosa, sintiéndose incómodo e indefenso. Finalmente, Rosa ocupó su puesto y Joe entró en la habitación de Eve.
Sus ojos grandes de color casi violeta lo siguieron mientras se aproximaba a donde estaba sentada junto a la ventana con su muñeca de trapo. Parecía incluso más pequeña y frágil que la última vez que la había visto.
—¿Cómo está Molly?
—Tiene miedo.
—¿De qué?
—Cree que voy a dejarla.
Su voz débil y sus palabras reveladoras desgarraron aquel lugar vulnerable que había en su interior, una reacción que había creído dominar hasta que la niña había entrado en su vida.
—No dejarías a Molly si pudieras evitarlo, ¿verdad?
—Nunca la dejaría. Me necesita.
¿Cómo consolar a una niña que estaba perdiendo a una madre? Tal vez no debería estar allí para presenciar aquel final desagradable y aterrador. Pero Rosa le había dicho a Joe que Lottie todavía tenía momentos lúcidos de vez en cuando y que pedía estar con Eve. La niña era lo único que tenía en el mundo y parecía necesitarla.
Lottie necesitaba a Eve, y Eve necesitaba a Joe. Estaría a su lado, se lo había prometido a Lottie.
—Eve, sabes que tu mamá no te dejaría si pudiera evitarlo —le dijo.
—No puede evitar estar enferma —repuso la niña.
—Eso es. Y ha hecho todo lo posible para asegurarse de que se ocupan de ti. No quiere que tengas miedo.
—No puede evitar morirse —dijo la niña en tono lúgubre.
¿Acaso sabía lo que significaba la muerte?
—Voy a cuidar de ti, Eve —le prometió—. No tienes que tener miedo porque conmigo estarás muy bien.
Permaneció con ella una hora, viendo cómo jugaba, escuchando su voz melodiosa y perdiendo su corazón con cada una de sus palabras.
—Volveré —prometió.
—¿Cuándo?
—Lo antes posible —se acercó más a ella, deseando poder transmitirle su fuerza—. Si me necesitas antes, Rosa me llamará.
—¿Dónde vamos a vivir? Cuando vengas a buscarme, quiero decir.
—En un rancho, Eve. Es un lugar maravilloso con espacio de sobra para jugar y correr. Y un perro.
—¿Un perro? —Joe asintió y ella sonrió—. ¿Hay otros niños?
—No, pero hay una señora muy amable. Y muchos caballos.
—¿Podré montar los caballos?
Joe se puso de rodillas, ignorando la punzada de dolor, y tomó sus hombros estrechos entre las manos, notando su diminuta estructura ósea y deslizando las palmas de las manos por sus brazos hasta las muñecas.
—Te enseñaré a montar. Comeremos juntos todas las noches. Iremos a misa y después tomaremos la comida de los domingos. Y algunos días, hasta iremos de picnic.
—¿Qué es eso?
—Cuando metes comida en una cesta y la llevas a algún lugar bonito, como debajo de un árbol, para comerla.
Ladeó la cabeza y abrió mucho los ojos.
—¿Cómo puedes llevar leche en una cesta?
Joe sonrió y sintió deseos de abrazarla.
—En una jarra, supongo.
—Parece divertido —sonrió la niña.
—Lo es — Joe nunca había ido de picnic, y comprendió que le estaba prometiendo todas las cosas en las que él había soñado de niño—. Es muy divertido.
—¿Vendrá también la señora? —Joe asintió— . ¿Cómo se llama?
—_____.
—¿Es bonita?
— Es la mujer más bonita que he visto nunca.
Su sonrisa se convirtió en un ceño fruncido.
—Mi mamá es la mujer más bonita.
—Claro, tienes razón. _____ es la segunda mujer más bonita.
La niña sonrió.
—Me muero de ganas de ir de picnic.
—Yo también.
Nunca salía de la casa de Rosa sin un sentimiento profundo de tristeza y melancolía en sus entrañas. El miedo también lo acechaba, haciéndole dudar sobre su capacidad para cuidar de Eve, haciéndole desear que se lo hubiese dicho a _____ al principio en lugar de esperar a que el día fuera inminente. Se lo diría aquella noche. Necesitaría tiempo para hacerse a la idea.
Joe pasó por el salón y recogió su última paga, tomó un trago e interrogó a los pocos rancheros que estaban allí tomando una copa.
Uno de ellos mencionó a un vecino que podría estar interesado en cruzar a sus yeguas, así que Joe cabalgó hacia el oeste y le hizo una visita.
Ya estaba avanzada la tarde cuando regresó al Círculo T. Fiel a su palabra, _____ había dejado un plato sobre la mesa. Joe levantó la toalla y descubrió un sandwich cortado limpiamente en cuatro trozos. Tomó dos de ellos y los regó con café frío que encontró en un cazo sobre el horno.
—Te lo habría calentado.
Se volvió y vio a _____ que entraba con una cesta de ropa doblada. Sus ojos se desviaron al plato y luego a él.
—¿Qué tal fue el viaje?
—Bien. He encontrado a alguien que está dispuesto a pagar para cruzar a tres de sus yeguas.
—Caramba, ¡eso es maravilloso!
—Sí. Me hará llamar cuando estén en celo.
Su expresión se ensombreció.
—Ah, claro. Podría pasar un tiempo.
—Sí —mientras tanto, había que pagar la letra del banco—. Aquí está el dinero de tus huevos —dejó las monedas sobre la mesa, consciente de que apenas bastaba para comprar unos cuantos artículos de primera necesidad.
_____ las miró.
Le hablaría de Eve más tarde, después de la cena, después de que Gus y Purdy se hubieran retirado al granero a pasar la noche y todo estuviera en silencio. _____ colocó unas cuantas toallas junto al dinero y llevó el resto de la colada a la otra habitación.
Durante la cena toda la comida estaba en fuentes y _____ no colocó nada en el plato de Joe, permitiendo que se sirviera a su gusto. Incluso levantó una ceja con expresión interrogante antes de servirle más café. Joe intercambió una mirada con Gus, pero como no había hablado del tema con él, no sabía a qué se debía aquel cambio. Al menos no se sentía obligado a abarrotarse de comida y sufrir después las consecuencias.
Después de la cena, lió un cigarrillo en el corral, comprobó cómo estaban los animales y ordeñó a las vacas. Vio que _____ había sacado la mecedora al salón. Tenía una cesta de costura a los pies y una camisa en su regazo. La puerta delantera estaba abierta para que corriera la brisa. Joe llevó una silla cómoda y se sentó a pocos pasos de ella,
—Dejarás que me ocupe de esa pierna otra vez esta noche —le dijo.
La pierna le había molestado mucho menos aquel día, y sabía que su proximidad pondría a prueba su resolución. Pero el calor y el linimento habían sido de ayuda y sus tiernos cuidados eran una tortura deliciosa que soportaría a toda costa. Su silencio fue una afirmación.
—Hay algo de lo que quería hablarte —le dijo, y su corazón cobró un ritmo acelerado.
Los dedos de _____ no se detuvieron mientras maniobraba con la aguja.
—Muy bien.
—Seguramente debería haber encontrado la manera de decírtelo antes, pero nunca me pareció el momento adecuado.
—¿Antes de qué, Joe?
—Antes de que nos casáramos.
—No teníamos un antes.
—Sí, eso es cierto.
—¿Qué es?
—Me preguntaste quién era Lottie, y te dije que era una amiga.
—Sí —hizo una pausa en su costura, luego continuó.
—Solía trabajar en el salón. Hace años.
—Entiendo.
—Ahora está enferma. Se muere de tuberculosis.
Meg levantó sus ojos de color miel.
—Lo siento.
Un ternero al que habían estado cuidando berreó desde el corral. _____ se estremeció de frío. Joe se levantó, cerró la puerta y encendió el fuego que ya había preparado en el hogar.
—Tiene una niña, se llama Eve.
_____ lo miró como si se estuviera preguntando cuándo iba a ir al grano. Joe observó cómo las llamas prendían y crecían, luego volvió a sentarse.
—Lottie y yo éramos amigos. Nunca hubo nada serio entre nosotros. Sólo... éramos amigos —_____ siguió esperando—. Debo de ser la única persona que conoce de verdad, aparte de Rosa, la única en la que siente que puede confiar —_____ renunció a la costura y dejó las manos en el regazo—. Me pidió que cuidara de su niña.
_____ levantó una ceja al oír aquello.
—¿A ti? ¿No te pareció extraño?
— Supongo que sí. Pero como te he dicho, no tiene a nadie más.
—¿Quién es el padre?
—No creo que lo sepa.
_____ no podía mirarlo. Incluso Joe sintió vergüenza al decir algo tan chocante para aquella mujer de buena familia que estaba ante él.
—¿Durante cuánto tiempo quiere Lottie que cuides de ella? —preguntó finalmente.
—Para siempre.
_____ logró disimular bastante bien la sorpresa.
—¿Quería darte a su hija? —Joe asintió—. ¿Cuándo te lo pidió?
—La misma semana en que me hiciste tu... proposición.
Finalmente, volvió a tomar la costura y empezó a mecerse.
—Qué idea más absurda. ¿Qué le dijiste?
—Le dije que lo haría —sus manos se quedaron paralizadas. La silla se paró—. Te encantará, _____. Es una niña preciosa.
_____ se inclinó hacia delante y colocó una mano en el brazo de la mecedora.
—No podemos adoptar a la hija de otra persona así sin más.
—¿Por qué no?
—Bueno, ni siquiera conozco a esa mujer, ni a su hija.
—Eso no altera el hecho de que Eve necesita un hogar.
—¿Dices que Lottie trabajó en el salón? — Joe asintió, y _____ se recostó en la mecedora— . No he nacido ayer, Joe, sé lo que eso significa.
—Eve no tiene la culpa de lo que su madre es, de lo que hizo.
—Eso no significa que tengamos que aceptarla.
—Di mi palabra.
— ¡Sin consultármelo!
—Lottie me pidió que cuidara de Eve antes de que tú me pidieras que me casara contigo. Aunque me lo hubiera pedido después, habría dicho lo mismo. La niña irá a un orfanato si no la cuido. Lottie me hizo prometer que no permitiría que eso ocurriera y no quiero que ocurra.
—¿No puedes buscar a otra persona que cuide de ella?
—No hay nadie más.
—Debe de haber alguien.
—No lo hay. Nadie quiere a una niña ilegítima. Nadie —sus palabras reveladoras quedaron suspendidas en el aire. _____ se cubrió los hombros con el chal que tenía en el respaldo del asiento—. Realmente pensé que tú, más que nadie, lo comprenderías —dijo en voz baja.
Nunca lo había tratado como si estuviera apestado. Se sintió decepcionado por su reacción.
—¿Crees que le debes algo a esa mujer?
Joe estudió el suelo durante varios minutos, luego la miró a los ojos.
—Supongo que sí. Compasión. Amabilidad. Amistad.
—Mi familia ya no me habla —dijo casi en un susurro—. Esto empeorará la situación.
—Te lo advertí desde el principio —dijo con sinceridad—. Pero estabas dispuesta a arriesgarte. Dijiste que si los habitantes de Aspen Grove te despreciaban, no merecían tu amistad.
Sus hermosos ojos se llenaron de lágrimas e inmediatamente Joe lamentó haberlas provocado. Deseó poder estrecharla entre sus brazos y consolarla. Eve era responsabilidad suya y desde luego no quería colocar a _____ en una situación embarazosa. Rápidamente, ella bajó la vista a la camisa que tenía en su regazo.
—No quiero que lo lamentes —dijo en un susurro—. No quiero que pierdas a tu familia y a tus amigos. Todavía podemos cambiar de idea.
_____ levantó la cabeza.
—¿Quieres decir que si quiero que cumplas tu parte del trato tengo que aceptar esto?
—No, lo único que digo es que no es demasiado tarde. Podríamos conseguir una anula...
—¡No! —arrojó la costura al suelo y se sentó con la espalda recta. _____ miró a Joe a los ojos, oscuros e inescrutables a la luz de la lámpara. Había prometido que haría cualquier cosa con tal de conservar el rancho de Nick. Ya se había casado con aquel hombre al que apenas conocía, ¿qué tenía de irrazonable adoptar a una huérfana? ¿Qué elección le quedaba?—. Ya lo solucionaremos. Vamos a verte la pierna.
—No tienes por qué...
—Cuando la pierna te duele mucho, estás irritable y no trabajas tanto.
—Y me necesitas para trabajar en el rancho.
—Sí —se puso en pie, consciente de que sus palabras habían sido una venganza por aquella situación imprevista.
Entró apresuradamente en la cocina y regresó con un cuenco y unas toallas.
Joe se levantó y la siguió al dormitorio. Ella se volvió de espaldas mientras se quitaba los pantalones y se acostaba bajo la sábana.
—¿Dónde dormiste anoche? —preguntó.
_____ se volvió y le colocó el hule bajo el muslo, distanciándose mentalmente de aquel hombre que en aquellos momentos compartía su vida... su hogar.
—En el suelo.
—¿Aquí?
—Sí.
—No quiero que duermas en el suelo.
—Y yo no quiero que tú duermas en el suelo.
—¿No podemos compartir la cama?
_____ hizo una pausa, manteniendo la vista fija en la toalla que tenía entre las manos, y se cubrió los hombros un poco más. Sintió que el corazón le daba un pequeño vuelco, y no supo por qué. Había meditado en aquel acuerdo y se había preparado para cada situación.
—Me refiero a compartir la cama. Nada más.
Supo que hablaba en serio. Aunque si deseaba algo más, ya había decidido que sería capaz de afrontarlo. De todas formas, ocurriría más tarde o más temprano.
—Supongo que sí. Esto está ardiendo.
—Adelante.
Colocó la toalla humeante sobre su carne mutilada y Joe exhaló el aire entre los dientes.
No obtuvo ningún placer sabiendo que el remedio le dolía. Después de repetir el tratamiento varias veces, abrió la botella de linimento y le hizo unas friegas.
Tenía la pierna musculosa, y cubierta de vello oscuro. Tenía un pie bien proporcionado y unos dedos largos también salpicados de vello. Se preguntó si también lo tendría en el pecho. Nick había sido rubio.
Estaba pensando en él como un hombre... como un marido. Los pensamientos la conmocionaron, pero no puedo evitarlo.
—¿Joe?
—¿Sí?
—Lottie. ¿Es... era una prostituta? —no podía mirarlo.
—Sí.
—¿Rosa también?
—Lo era. Ahora va a casarse.
—¿Conocías a esas mujeres?
—Conocía a Lottie.
—En sentido bíblico.
—Fue hace mucho tiempo.
—Pero dijiste que no había nada serio entre los dos. Que sólo erais amigos. ¿No crees que eso es serio? —le costaba imaginar hacer algo tan embarazoso con alguien con quien no había intimidad.
Joe tardó tiempo en contestar.
—Tienes razón —dijo finalmente—. Es algo serio. Al menos, debería serlo.
De repente, inexplicablemente, detestó la idea de que hubiera estado con esas mujeres.
—¿Ya no vas a esos sitios?
—¡No!
—No creo que estuviese bien que fueras a ver a algunas de esas mujeres.
—No voy a ver a nadie. Ya te lo he dicho, lo de Lottie fue hace mucho tiempo.
—Bueno, los maridos no deberían hacer eso. Deberían... estar con sus mujeres.
—Estoy de acuerdo.
—Y ahora eres un marido. Si quieres hacer eso, no deberías ir a la ciudad.
—Quieres decir que debería acudir a ti. Mi esposa.
El calor se extendió por su pecho y supo que podía ver su rubor incluso a la luz de la lámpara. ¿Era eso lo que había querido decir? No. No quería que la humillara de forma innecesaria, nada más.
—Sí.
—¿Y si tú quisieras... hacerlo? —preguntó, y creyó oír una sonrisa en su voz.
Cielos, nunca había iniciado una cosa así con su propio marido. No podía esperar que fuera ella quien se lo pidiera.
—No voy a hablar de esto contigo. Sólo te estoy diciendo que no debes avergonzarme yendo a la ciudad a buscarlo. Ya tengo que enfrentarme a lo que la gente piensa por habernos casado, y ahora con tener que criar a esa niña. No voy a tolerar eso también.
—No iré.
—Está bien.
—Pero creo que deberías ser tú quien me dijera cuándo quieres. Soy un hombre, puedo estar preparado en cualquier momento. Tú eres la que necesita adaptarse. Ya sabes, sentirte cómoda y escoger el momento adecuado. Has estado casada, sabes a lo que me refiero.
¿A qué se refería? Se volvió para mirarlo a la cara. La estaba observando con una mirada ardiente que desató un hormigueo en su estómago. Y hablaba en serio. La situación la conmocionó. Estaba tumbado en su cama, la cama que había compartido con Nick , pero parecía ocupar mucho más espacio. Lo había tocado, aunque de forma inocente, y había tenido pensamientos indecorosos sobre su cuerpo. Imaginarlo con esas mujeres la había perturbado. Se había sorprendido de sí misma.
—Será mejor que vaya a lavarme las manos.
Recogió las cosas y salió de la habitación. Se lavó las manos, se echó agua fresca a la cara y luego permaneció de pie en la cocina con el corazón en la garganta. Finalmente, se recobró, apagó la luz de la lámpara, comprobó el fuego y regresó a la habitación en penumbra.
Joe había terminado de desnudarse y estaba echado sobre la almohada, con un brazo sobre la cabeza, revelando el pelo oscuro de debajo. Su pecho, por encima de la sábana, estaba cubierto de rizos negros y gruesos, como lo había imaginado. Estaba echado con los ojos cerrados, así que lo miró sintiendo que le fallaban las rodillas.
Su nuevo marido era mucho mayor que Nick ... mucho más hombre. Claro que Nick también sería mayor de seguir vivo. Pero la intimidad con Nick había sido... cómoda. Pensar en Joe de esa manera era cualquier cosa menos cómoda.
Joe abrió los ojos y la sorprendió mirándolo fijamente.
—No miraré mientras te desnudas —le dijo.
_____ se volvió y removió en un cajón buscando su camisón. Lo encontró, apagó la lámpara y luego se quitó el vestido y la ropa interior.
—¿No llevabas corsé bajo ese vestido, verdad? —preguntó, su voz como una sugerencia ronca en la oscuridad.
—¿Cómo lo sabías?
—Lo sabía.
—¿Estabas pensando en mi ropa interior?
—Sí —nunca había conocido a nadie tan vergonzosamente franco — . No me digas que tú no pensabas en mí. Sobre todo cuando me viste sin pantalones en tu cama. Algo se te pasaría por la cabeza.
_____ lanzó una exclamación y se puso el camisón rápidamente, abrochándoselo hasta el cuello.
—Entra —_____ permaneció de pie temblando, aunque hacía calor en la estancia y su cuerpo tenía aún más temperatura—. Ya te he dicho que sólo vamos a dormir juntos. Nada más.
Se tranquilizó con un suspiro y se colocó sobre el colchón, con cuidado de no acercarse demasiado. Desde luego, ocupaba mucho más espacio que Nick . Permaneció tendida boca arriba y contempló el techo en sombras, temerosa de sí misma, del modo en que su cabeza y su cuerpo reaccionaban ante aquel hombre.
—Hasta que estés preparada —añadió.
Cielos. Nunca volvería a dormir.

Joe había encendido el horno y puesto agua a calentar, y en aquellos momentos llevaba una jarra de agua a la palangana que había sobre la cómoda. _____ no debía de haber dormido bien, y no vio motivo alguno por el que debiera despertarla. Estaba tendida de costado con una mano puesta delicadamente bajo la mejilla y la otra en su almohada.
La sábana se había desprendido de la cama, dejando ver un pie delicado y una pantorrilla sedosa. El vientre de Tye se encogió por el deseo de apoyar su rostro sobre su piel matutina e inspirar su aroma. Saborearla. Era su esposa. Empezaría por su pie y subiría por su pierna...
Hizo un esfuerzo por mirarse al espejo y enjabonarse la barba, reprimiendo los pensamientos rebeldes que lo mantendrían en un estado de excitación todo el día. Sonrió, recordando la petición suave y vergonzosa de _____ de que no visitara a una prostituta.
Como si hubiera una prostituta en todo el estado con más atractivo que _____. Como si hubiera una mujer en el mundo con más atractivo. La había admirado desde la primera vez que la había visto en el colegio.
_____ siempre había tenido una sonrisa para él. Incluso cuando se hacían mayores, cuando las demás chicas y sus madres se negaban a mirarlo, _____ lo había mirado a los ojos y había sonreído. Joe dedujo que siempre la había amado.
Contempló su reflejo, sorprendido de que hubiera palabras para expresar lo que sentía. _____ siempre había sido intocable. Una chica de ciudad. La novia de Nick . La esposa de Nick . Joe nunca se había permitido analizar sus sentimientos, aquello habría sido desastroso. Fútil.
Pero en aquellos momentos, era su esposa.
Joe se pasó la navaja por última vez por el rostro, se quitó lentamente el jabón sobrante con la toalla húmeda y se volvió. _____ lo estaba mirando con aquellos ojos de color miel encendidos con la luz del sol de la mañana.
—Buenos días —dijo Joe.
Ella metió su pie seductor debajo de la sábana.
—Buenos días.
—Te traeré un poco de agua.
—Me he quedado dormida.
—En realidad, no. Yo me he despertado temprano.
Tiró el agua fuera y regresó con una jarra nueva para ella. Estaba sentada, sujetando la sábana en torno a su pecho. El pelo le caía por los hombros de una forma desordenada y sugerente, tentando los dedos de un hombre.
—Gracias.
Joe cerró los dedos.
—Tú tienes muchos detalles conmigo.
—¿Ah, sí? ¿Como qué?
—Como traerme agua, servirme café, cuidar de mi pierna.
—Eso son cosas normales.
—No podría saberlo —nunca había tenido mujer ni un padre para saber cómo se comportaban los matrimonios—. ¿Hacía tu madre todas esas cosas por tu padre?
—Sí.
—¿Las hacías para Nick?
—Sí.
Joe se dio cuenta de que _____ estaba intentando no fijarse en su torso desnudo y sacó otra camisa de hilo limpia del cajón que había dispuesto para él y se la puso, enrollándose las mangas.
—¿Era de Nick ?
— Sí. Pensé que necesitarías más ropa de trabajo. De esa forma no tengo que lavarla tan a menudo.
—Me parece razonable. Voy a ordeñar las vacas.
_____ asintió y él se dirigió al granero, con la imagen de ella por la mañana grabada en su mente... y en su corazón. _____. La esposa de Nick .
Una calesa tirada por un solo caballo se aproximó por la carretera. A medida que el vehículo se aproximaba, Joe reconoció a Niles Kestler. El hombre dejó la calesa delante de la puerta delantera. Joe fue a su encuentro.
—Jonas —dijo, deteniéndose.
—Kestler. ¿Qué te trae por aquí?
—Quería hablar contigo.
—Da la vuelta y ven a la cocina a tomar un café. Nadie usa la puerta de entrada.
Niles frunció el ceño pero hostigó a su caballo y Joe siguió a la calesa a la parte de atrás. Niles saltó al suelo, sacudiéndose el polvo de las mangas, de su chaqueta y de sus pantalones de traje planchados e impecables.
—Entra —Joe lo dejó pasar primero—. Le diré a _____ que has venido.
Niles se quitó su sombrero de hongo y asintió. _____ entró en aquel momento, alisándose la falda de trabajo desteñida nerviosamente. Se había recogido el pelo en un moño perfecto.
—¡Niles! Qué sorpresa —miró el cazo que había empezado a hervir—. Estaba poniendo el desayuno. ¿Nos acompañas?
—No, gracias, ya he comido.
—El café estará listo enseguida. Siéntate.
Parecía más nerviosa que de costumbre. Niles se sentó en uno de los bancos y dejó el sombrero sobre la mesa. Apresuradamente, _____ lo tomó y lo colgó de una percha.
—He tenido una oferta para el rancho — dijo Niles, ignorando su rutina matutina y yendo directamente al grano. Las palabras iban dirigidas a Joe. Joe se tomó su tiempo para sentarse.
—El Círculo T no está en venta —dijo _____ con voz tensa.
—Estoy hablando con el señor Jonas — señaló Niles.
_____ se puso visiblemente tensa y se sonrojó. Su mandíbula contraída reflejaba su furia.
—_____ no se ha mostrado razonable en este sentido desde el principio —le dijo Niles — . Confío en que tú sí. He encontrado a alguien que está dispuesto a pagar más dinero por acre del que Nick pagó por la propiedad. No conseguirás una oferta igual.
Joe miró los ojos llameantes de _____ y su color miel se había oscurecido hasta adquirir el matiz fulgurante del whisky.
—_____ ya te lo ha dicho —dijo, volviéndose a Niles—. El rancho no está en venta.
—Cinco días más y no tendrás elección — replicó Niles—. Acepta la oferta mientras todavía puedas conseguir algo por la tierra de Nick . Si dejas que el banco se la quede, no tendrás nada y no podrás mantener a tu esposa.
La rabia hirvió en las venas de Joe, y una humillación intensa que ya había sentido bastante a lo largo de su vida. Tenía ahorros suficientes para pagar la letra en aquella ocasión, pero si los gastaba, ¿cómo podría construir la fábrica de despiece?
Pero vender era impensable. Aunque no tuviera planes propios para la tierra, le había dado a _____ su palabra.
—No vendemos.
Niles se puso en pie.
—Pensé que un hombre como tú no estaría en las nubes. Ya sabes las posibilidades tan exiguas que hay de sacar adelante este rancho.
—Un hombre como yo ha aprendido a no permitir que tipos con camisa blanca metan la nariz en los asuntos que no les incumben — repuso con fluidez.
—Esto me incumbe —replicó Niles—. Ya verás cómo me incumbe cuando traiga la orden de embargo.
Joe se puso en pie, encarándose a él.
—Asegúrate de escribirla en un bonito papel porque tendrás que comértela.
—¡Joe! Niles, el café está listo.
—No, gracias —el hombre tomó su sombrero—. He dicho todo lo que tenía que decir. No se puede ayudar a nadie que no quiere ser ayudado — se detuvo—. Te mereces a este hombre, _____ —se puso el sombrero y salió por la puerta.
Joe no se movió para seguirlo. El ruido del caballo y de la calesa al partir llegó a sus oídos.
—Gracias, Joe —dijo _____ en voz baja.
—¿Porqué?
—Por no acceder a vender.
—Te di mi palabra
Joe levantó la cabeza y la miró.
—Lo sé.
—Cinco días —dijo, ignorando el agradecimiento que había percibido en su voz.
No se sentiría tan agradecida cuando hubieran pasado aquellos días a no ser que utilizara el dinero que había ahorrado. Y en aquellos momentos no veía otra salida. Si lo empleaba, tendría tres meses para pensar en otra solución antes de que llegara la siguiente letra.
Y una vez que se había encarado a Niles Kestler, había algo más en juego. Fue al dormitorio y regresó con uno de los rifles.
—¿Para qué es eso?
—Aldo vino a decir que un gato salvaje había atacado a uno de los terneros. Vamos a ir tras él.
—Te meteré el almuerzo por si tienes que ir muy lejos.

Julieta♥
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Mensaje por Nani Jonas Vie 23 Mar 2012, 10:29 am

hola soy nueva lectora espero subas
pronto el siguiente cap
Nani Jonas
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Mensaje por lorenitajonas Vie 23 Mar 2012, 10:55 am

hola soy nueva lectora... me encanta tu nove xfa síguela pronto :)
lorenitajonas
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Mensaje por Julieta♥ Vie 23 Mar 2012, 10:43 pm

Nani Jonas escribió:hola soy nueva lectora espero subas
pronto el siguiente cap


BIENVENIDA
gracias por leer y comentar
mas tarde les subo cap...en la noche...bueno aqui van a ser la 1 d ela mañana de sabdo jejje asi que en al noche subo ;)
Julieta♥
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Mensaje por Julieta♥ Vie 23 Mar 2012, 10:44 pm

lorenitajonas escribió:hola soy nueva lectora... me encanta tu nove xfa síguela pronto :)

BIENVENIDA
gracias por pasar y comentar
espero sigas leyendo y comentando
y por supuesto que te guste tanto como a mi
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por andreita Sáb 24 Mar 2012, 9:15 am

me encanta como va la nove
quiero besiito entre los dos jojojo )
andreita
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Mensaje por lorenitajonas Sáb 24 Mar 2012, 11:36 am

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa me encantaron los capítulos :)
lorenitajonas
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Mensaje por angie.lore6 Sáb 24 Mar 2012, 2:15 pm

SIGUELA!!!!!!!!!!!!!
me gustaron mucho los capis
no avia comentado antes porq no tenia internet desdes hace dias
angie.lore6
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Mensaje por andreita Dom 25 Mar 2012, 7:17 am

sigue porfa
andreita
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Mensaje por Nani Jonas Dom 25 Mar 2012, 9:33 am

siguela plis
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Mensaje por lorenitajonas Dom 25 Mar 2012, 9:05 pm

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
lorenitajonas
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Mensaje por chelis Lun 26 Mar 2012, 11:33 am

NUEVA LECTORAAA
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Mensaje por andreita Lun 26 Mar 2012, 12:41 pm

besooooooooo
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