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♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion Empty ♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion

Mensaje por Julieta♥ Miér 14 Mar 2012, 9:29 pm

Nombre: Recuerdos
Autor: Julieta_black
Adaptacion: si, libro de la escritora St. Jhon Cheryl
Genero: Drama, romance y una que otra parte hot
Advertencias: No podre subir todos los dias, pero minimo 3 por semana
En otras paginas: aqui la habian iniciado pero no la siguieron por que se le perdio la nove, y ps no se si estara en otro foro ya que es un libro


Última edición por julieta_black el Miér 14 Mar 2012, 9:44 pm, editado 2 veces
Julieta♥
Julieta♥


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♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion Empty Re: ♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion

Mensaje por Julieta♥ Miér 14 Mar 2012, 9:32 pm

Uno

Aspen Grove, Colorado, 1865

—Te repito lo mismo que te dije la semana pasada y la anterior... No tenemos trabajo para ti.
Emery Parks miró con incomodidad detrás de Tye Hatcher, como si deseara que desapareciera antes de que algún cliente respetable descubriera al paria de la ciudad en su tienda.
Aunque Emery tenía un anuncio en el escaparate de Se necesita ayudante desde la primera vez que había preguntado por el trabajo, Joe no replicó. No serviría de nada desafiar al propietario del establecimiento. Le había pasado lo mismo en todos los lugares a los que había ido desde que había regresado a Aspen Grove.
El único dispuesto a darle trabajo había sido Jed Wheeler, y Joe había aceptado el puesto de barman y pianista a tiempo parcial con la intención de salir del salón Par de Ases en cuanto encontrara otro empleo. Se acercaba la época de bajar a las reses de los pastos; alguno de los rancheros lo necesitaría, aunque no pudieran permitirse el lujo de pagar a un nuevo vaquero en aquellos momentos.
—Me llevaré algunos papeles.
Emery tomó el paquete de papeles de fumar de la estantería que estaba a su espalda y se lo arrojó con impaciencia sobre el mostrador. Joe le dejó una moneda.
—Gracias.
A veces se preguntaba por qué había vuelto después de la guerra. Podría haber ido a cualquier parte del país y empezar una vida nueva en un lugar en el que no tendría pasado, ni una reputación que pendiera sobre su cabeza. En cambio, había vuelto a su ciudad natal, una ciudad en la que nunca lo habían aceptado. Su madre había muerto y no había ningún vínculo físico que lo atara a Aspen Grove.
En más de una ocasión había permanecido echado sobre su incómoda cama en la pensión y se había preguntado qué lo había llevado allí. ¿El sentimentalismo? Seguramente algo menos tangible. Algo parecido al orgullo.
Se oyó la campana de la entrada y Emery miró a Joe con enojo. Joe se apoyó con insolencia sobre el mostrador, cruzó los talones y observó cómo tres mujeres entraban en la tienda y atravesaban un haz de luz que entraba por la ventana. Edwina Telford, con el pelo tan gris como el acero y sus faldas negras almidonadas que levantaban motas de polvo, conducía a sus dos nueras al interior de la tienda. Joe casi nunca había visto a Edwina vestida de otro color que no fuese el negro. Lo había usado después de la muerte de sus padres y después de la muerte de su marido. Y en aquellos momentos, con motivo de la muerte reciente de su hijo mayor, Nicholas.
La viuda de Nicholas, _____ Telford, y su concuñada de pelo rubio, Gwynn, seguían a la mujer fornida como patos camino de su chapuzón matutino.
— Buenos días, señor Parks —saludó Edwina.
—Buenos días, señora Telford. Señoritas — repuso el dueño de la tienda—. ¿En qué puedo ayudarlas?
—Vamos a organizar una fiesta de cumpleaños para Forrest —dijo Edwina con orgullo.
—¿Cuántos años tiene el pequeño? La mujer había llegado al mostrador esquivando a Joe como si fuera un barril de veneno para ratas. Joe casi sintió deseos de estornudar al inspirar su aroma a verbena.
—Mi nieto cumplirá mañana cuatro años. Su padre lo va a sorprender con el pony que le había pedido. Harley se tomó muchas molestias para encontrar uno bien adiestrado.
—Al pequeño le encantará, ¿verdad? Debe de estar muy contento de que su padre haya vuelto finalmente de la guerra — Emery habló en tono casual, como si Joe no estuviera allí. Gwynn también lo esquivó y contestó:
—Todas nos alegramos de que Harley haya regresado sano y salvo.
_____ llegó al lugar donde se encontraba Joe, pero en lugar de fingir que no existía, asintió y le sonrió con vacilación.
—Buenos días, Joe.
Oír cómo lo llamaba por su nombre de pila lo tomó por sorpresa, pero se aferró a su expresión indiferente. Sintió un nudo de humillación en el estómago, y eso lo molestó. No tenía sentido que se sintiera mal porque aquella mujer lo tuteara.
—Buenos días —respondió.
_____ recibió una mirada de reproche de su suegra y corrió a reunirse con ella.
Joe estudió su espalda recta en el vestido negro que llevaba y la recordó con colores vividos, bailando con Nicholas en reuniones sociales, como una joven sonriente. Todavía tenía la figura más curvilínea de la ciudad. Y aunque llevaba el pelo recogido en un moño con forma de ocho, recordaba los mechones gruesos de color de miel que habían caído por su espalda durante sus días de colegio.
Las mujeres le entregaron su lista a Emery y charlaron entre ellas. Joe se puso el sombrero después de saludar con él a las damas.
—Ha sido un placer hablar con ustedes.
____ sonrió a modo de disculpa, avergonzada por sus familiares groseras que no dieron muestras de haberlo oído hablar. Emery levantó la vista de la lista con el ceño fruncido.
Con una cojera patente, Joe salió de la tienda.
—Qué hombre más impertinente —bufó Edwina, llevándose el pañuelo a la nariz como si pudiera evitar que la mancha de Joe Jonas entrara en su sangre a través de la nariz.
—Ha venido todas las semanas pidiendo trabajo —dijo Emery—. Espero que ya haya captado la indirecta de que nadie lo quiere en la ciudad y se vaya.
_____ estudió sus rostros de desaprobación y luego contempló la puerta por la que había desaparecido la figura alta de Joe. ¿Por qué habría vuelto? Sin duda el tratamiento grosero que siempre había recibido debería haberlo disuadido. Incluso los niños en el colegio lo habían despreciado por la actitud de sus padres sobre su ilegitimidad y la dudosa vocación de su madre.
Se lo consideraba un pendenciero; se decía que siempre que había una pelea en uno de los salones él estaba presente. Ante _____ siempre se había comportado con reserva y buenas maneras, así que le costaba relacionar al joven de rostro solemne y mirada atormentada con aquellas historias de juergas y borracheras.
Edwina estaba repasando la lista de productos que necesitarían para cocinar aquella tarde. La atención de _____ se desvió a las jarras de caramelos que estaban alineadas sobre el mostrador y sintió un dolor agudo en el pecho. Nunca podría entrar allí sin recordar lo mucho que le gustaban a Nicholas los palos de menta.
Hacía casi un año que había recibido la noticia de su muerte en la batalla de Potomac, pero la realidad de que ya no volvería a casa seguía conmocionándola. ¿Por qué él? ¿Por qué su Nicholas?
Se apoyó en un barril que emanaba un olor intenso a carne salada y trató de no preguntarse qué iba a ser de ella sin él. Era el mismo dilema de todos los días. Hasta su suegra y sus cuñados, con su mejor intención, lo intensificaban insistiendo constantemente en que debía vender el rancho e irse a vivir con ellos.
—¿_____? ¿Te encuentras bien, querida?
Al notar el suave tirón de Gwynn en la manga del vestido, _____ desechó sus pensamientos opresivos y forzó una sonrisa.
—Sí.
—¿Estás segura?
—Claro —se distrajo mirando las madejas de hilo de distintos colores. «Estoy bien. Nunca había estado tan bien». Una lágrima cayó sobre el dorso de su mano y se la secó rápidamente—. Necesito tomar el aire, eso es todo. Os espero fuera.
Sin preocuparse por lo que podían pensar su suegra o su concuñada, se apresuró hacia la puerta, y la campana tintineó a su espalda.
Un ruido sobre las tablas de madera de la acera la alertó de la presencia de otra persona. Se volvió justo cuando Joe Jonas arrojaba una colilla a la calle polvorienta. El olor suave del tabaco llegó hasta ella. Sus ojos castaños la miraron.
—Señora —dijo con educación, apartándose el sombrero gris de la cara y dando un paso vacilante hacia el frente—. Nunca tuve oportunidad de decirle lo mucho que sentí la muerte de Nicholas . Era un buen hombre.
El silencio se abrió entre ellos. Una calesa pasó con gran estrépito a su lado.
—Estoy segura de que viste morir a muchos hombre buenos —dijo en voz baja. Los ojos de Joe no revelaron ninguna emoción.
—Sí, señora. En los dos bandos.
Por alguna razón le resultaba extraño que la llamara señora. Lo conocía desde siempre, aunque no muy bien, pero siempre había formado parte de Aspen Grove.
—Tuvimos que encargar que nos trajeran su cuerpo después de la guerra.
—Lo sé.
Joe volvió la vista al centro de la calle y _____ tuvo oportunidad de observar su rostro, con su mandíbula cuadrada bien afeitada. Sus cejas y patillas eran tan negras como los rizos que se formaban sobre el cuello de su camisa. Era un hombre hecho y derecho, y atractivo, a pesar de la expresión seria de sus labios y de la tristeza que siempre había percibido en él.
¿Habría envejecido Nick de la misma manera? ¿Acaso la guerra hubiese grabado los años en su rostro?
—Siempre me he preguntado si realmente recogimos a Nick —comentó—. Si realmente fue él al que enterramos.
No había expresado antes aquella duda, y se preguntó por qué lo había hecho. Desvió la mirada, pero sintió los ojos de Joe sobre su rostro. De repente, comprendió que no tenía motivos para sentirse avergonzada delante de aquel hombre. Por alguna razón supo que él se daba cuenta de su recelo, así que levantó la barbilla y lo miró a los ojos. Casi pudo jurar que había conocido cierta emoción en ellos.
—Los etiquetaban como mejor podían —dijo—. Siempre que el cuerpo fuera reconocible y alguien lo conociera, no tendrían por qué haberse equivocado. ¿Recibió sus pertenencias? ¿Sus alforjas? —_____ asintió—. Entonces puede estar segura.
_____ cerró los ojos fugazmente, sintiendo una oleada de consuelo por todo su cuerpo.
— Gracias —«aunque sea una mentira», pensó.
La campana sonó y Edwina se abrió camino por la tarima con Gwynn detrás de ella.
—_____, ¿qué haces aquí?
—Necesitaba tomar un poco el aire. Ahora me siento mejor —levantó la vista a Joe. Sus ojos castaño intenso contenían su secreto, y cierto grado de apreciación—. Mucho mejor.
—No deberías estar aquí fuera tú sola. La chusma acecha por las calles, incluso a plena luz del día.
Le tendió a _____ un paquete envuelto en papel y tiró de ella.
Joe se caló el sombrero y observó cómo cruzaban la calle. Meg se recogió la falda y caminó con delicadeza, entrando detrás de las dos mujeres en la oficina de correos.
Sin duda volvería a casarse. Era una pena que Nick Telford se hubiese muerto y la hubiese dejado viuda. Una mujer como ella merecía ser feliz, merecía tener un marido, e hijos. Era demasiado joven y bonita para pasarse la vida de luto. Algún tipo con suerte se la llevaría dentro de no mucho.
Trató de pensar en algún joven soltero de la ciudad o de los ranchos de los alrededores, pero no halló ninguno que fuera un marido apto para _____ Telford. La guerra había reducido las posibilidades prácticamente a cero.
Desechó aquellos pensamientos y se dirigió a los establos a buscar a su caballo. Un buen paseo le despejaría la cabeza y lo prepararía para la larga noche en el salón impregnado de humo y perfume. Necesitaba mucho más dinero del que ganaba allí para llevar a cabo su plan.
La inmobiliaria no tenía ninguna tierra que pudiera permitirse hasta que no multiplicara sus magros ingresos. Y Aspen Grove le estaba poniendo difícil conseguirlo.
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Julieta♥
Julieta♥


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♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion Empty Re: ♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion

Mensaje por Julieta♥ Miér 14 Mar 2012, 9:40 pm

El niño del cumpleaños, Forrest, y su hermana mayor, Lilly, habían comido su ración de tarta y conducían al pony alrededor de los rosales en el jardín. Harley Telford y su hermana pequeña, Wilsie, habían pasado horas supervisando los paseos sobre el pony que Forrest había llamado Canela, y en aquellos momentos estaban jugando a las damas. Después de lavar y secar la vajilla de los domingos, _____, Edwina y Gwynn se reunieron con ellos en el porche cubierto que Edwina llamaba «la galería».
_____ observó la calle bordeada de árboles y las casas colindantes sintiendo lástima por el pony, que tendría que pasar todos los días excepto los sábados y los domingos en los establos municipales. Los niños y los animales necesitaban espacios abiertos. Se había alegrado tanto de mudarse al rancho con Nick. Desde el principio, las colinas y las praderas, el cielo azul en todas direcciones, había respondido a sus sueños de escapar de la vida de la ciudad. Después de criarse en una casa llena de hermanos y de ayudar a su padre en su negocio de contable, había estado ansiosa por disfrutar del espacio y la libertad.
—_____, te he preparado una habitación — dijo Edwina—. Creo que estarás bastante cómoda en el dormitorio que da a la calle. Hay dos ventanas, y se mantiene bastante fresco incluso en verano.
—Mamá, ésa es tu habitación —dijo Wilsie con sorpresa.
—Era nuestra habitación cuando tu padre estaba vivo —la corrigió Edwina—. _____ necesitará el espacio para conservar algunas de las cosas de las que no quiere prescindir.
—Eres muy generosa, Edwina, pero no puedo aceptarlo.
—Tonterías. Ahora que Harley y Gwynn tienen vivienda propia, sólo estamos Wilsie y yo vagando en esta vieja casa tan grande. Y no pasará mucho tiempo antes de que Wilsie se case y me deje, también.
—Hasta que no aparezca algún posible marido, no —dijo Wilsie con expresión petulante.
—Me temo que la guerra nos ha dejado escasas de jóvenes pretendientes, querida —se compadeció Edwina—. En cualquier caso, _____, en la casa hay espacio de sobra, y ya es hora de que abandones la absurda idea de vivir en esa casa rústica en un trozo de tierra y te instales aquí.
—Mamá tiene razón —dijo Harley—. No es nada decoroso que vivas en ese rancho con tan sólo un par de viejos ayudantes que ya tendrían que haberse retirado hace tiempo. No pueden hacer frente al trabajo, y tú tampoco.
_____ inspiró profundamente y levantó la barbilla.
—También tengo a Hunt y a Aldo.
—Son unos niños —se bufó Harley.
—Hasta ahora nos las hemos arreglado.
—¿En serio? Pues en la ciudad se dice que has tenido que vender las pistolas de Nick y tu plata para pagar el sueldo de tus ayudantes, las letras de la hipoteca y comprar comida. ¿Qué venderás ahora?
A _____ le molestó la pregunta porque era hora de comprar semillas para el huerto y debía pagar otra letra, y llevaba semanas planteándose aquel dilema. Había aprendido cómo dirigir un negocio de su padre; los libros de cuentas y las decisiones no eran un problema, pero no podía realizar el trabajo físico ella sola.
Gus y Purdy conocían el ganado y los caballos, trabajaban con ahínco y eran los amigos más leales que había tenido nunca, pero eran ancianos. Pagaba las letras sin atraso alguno, y las reses tenían que comer. Desde que Nick se había ido, no había sido capaz de cortar el heno.
_____ apretó los labios y se negó a enfadarse con Nick por dejarla en aquella situación. No era culpa suya que hubiese estallado la guerra y que hubiese perdido la vida de forma honorable. No era culpa de nadie. Por eso le costaba tanto aceptar su situación, porque no tenía nadie con quien enfadarse.
Y nadie comprendía su deseo de conservar el rancho y aferrarse a algo que conocía y amaba. No estaba dispuesta a dejar que su sueño se echara a perder. Vendería los muebles si fuera necesario. Vendería la cama y dormiría en el suelo. Como último recurso, vendería algunas reses, pero nunca su sueño.
—He ido al banco y a la inmobiliaria para ver si alguien quiere comprar —dijo Harley—. Niles puede conseguirte un buen precio por el rancho.
Niles Kestler, el joven propietario del banco de Aspen, había sido el mejor amigo de Nick desde la niñez.
—En cuanto al ganado, puedes disponer lo que quieras —prosiguió Harley—. Conseguirás dinero suficiente para mantenerte durante muchos años.
_____ cerró los ojos para protegerse de las manipulaciones de los Telford. Muchos años. Años durmiendo en la habitación del piso de arriba, comiendo con su suegra viuda y pasando los días bordando y realizando trabajos voluntarios. Aquella idea sofocante la horrorizó. Se sentiría como el pony, encerrado en un establo.
La madre viuda de _____ se había vuelto a casar y se había mudado a Denver hacía varios años, y sus hermanos y hermanas estaban casados y desperdigados desde Colorado a Illinois. No quería vivir con ninguno de ellos, y mucho menos, forzadamente.
Era injusto, no tenía por qué verse en aquella situación. Si Nick no hubiese muerto, en aquellos momentos estarían comprando provisiones para el rancho Círculo T, criando hijos y viendo cómo sus planes se hacían realidad.
—_____—dijo Harley—. No puedes mantener el rancho sin ningún hombre.
—Harley —lo refrenó Gwynn con suavidad. Sus palabras no eran una revelación, sino un hecho al que _____ no había querido hacer frente.
— Bueno, es la verdad —dijo—. Y será mejor que la asuma antes de que no le quede nada por vender. Una mujer no puede llevar un rancho de ganado ella sola.
_____ renovó su resolución. Harley sólo estaba pensando en su bien, creía que sabía qué era lo que más le convenía. Y seguramente lo habría sido para la mayoría de las mujeres, pero no para ella.
—Te agradezco tu preocupación, Harley. Y la tuya, Edwina, pero no puedo vender nuestro rancho.
Intercambiaron una mirada que no pudo descifrar del todo. Sin aliento y riéndose, Forrest y Lilly subieron corriendo a la galería.
—Papá, llévanos otra vez a montar. Abuela, míranos.
Edwina desvió la atención a sus nietos.
El tema no había quedado olvidado. _____ tenía que hablar de él cada vez que se reunían, y sólo un milagro evitaría que siguieran insistiendo hasta que ella cediera. Pero no quería.
Claro que Harley tenía razón. Pensó en ello mientras conducía su carromato de regreso a su casa antes del anochecer. No podía mantener el rancho sin un hombre, alguien que hiciera frente al trabajo manual. Alguien fuerte y capaz, y deseoso de trabajar con ahínco. Alguien a quien no tuviese que pagar.
_____ estuvo a punto de sonreír. ¿Dónde iba a encontrar a un hombre que quisiera trabajar sin cobrar? Apenas podía alimentar a Gus y a Purdy y a los dos jóvenes ayudantes, y sólo les pagaba un salario muy reducido.
El hombre en el que pensaba se parecía más a un marido. Un hombre que aceptara las responsabilidades y tuviera un interés personal en el progreso del rancho.
Todavía no había pasado un año desde la muerte de Nick. Desde la guerra, muchas viudas se habían vuelto a casar para poder dar sustento a sus hijos. A _____ le hubiese consolado que Nick le hubiese dejado un hijo, pero no habría deseado la carga adicional de criarlo y alimentarlo ella sola.
«Rancho» era una palabra demasiado pomposa para diez mil acres de hierba, varios corrales, un granero y una casa modesta que aparecieron ante su vista al alcanzar lo alto de una pendiente, pero siempre que lo contemplaba experimentaba una sensación cálida de logro.
La madre de Nick se había lamentado que Nick hubiese concentrado sus esfuerzos en el ganado y en construir el granero antes de levantar una casa aceptable, pero Nick la había convencido de que lo único que necesitaban era un lugar en el que cocinar y dormir mientras sacaban el rancho adelante. Podrían construir una casa más señorial en el futuro. Con afecto, _____ observó los corrales, el granero y la casa donde vivía. Joe y ella habían pasado la noche de bodas en el minúsculo dormitorio. Habían tomado sus primeras comidas como marido y mujer en la alargada cocina. Habían planeado y soñado mientras recorrían a pie sus tierras, y finalmente habían rezado junto a la puerta de atrás antes de que él se hubiese ido a la guerra.
Había tanto de Nick en aquel rancho. Tendrían que sacarla de allí a rastras. Si tenía que encontrar a otro hombre para conservarlo, lo haría. Nada se interpondría entre ella y el Círculo T. Nada.



Julieta♥
Julieta♥


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♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion Empty Re: ♥Recuerdos♥...(joe & Tu)...Adaptacion

Mensaje por Julieta♥ Miér 14 Mar 2012, 10:16 pm

Dos

Joe se despertó con el ruido de los cascos y de los carromatos que pasaban por la calle y que ascendían hasta el segundo piso de la pensión de Yetta Banks. El aroma seco a polvo se filtró por la ventana abierta de su habitación alquilada. A lo lejos, los golpes del martillo del herrero enfatizaron la llamada a su puerta.
Volvieron a tocar, y Joe supo que no había sido un sueño. Se incorporó con sorpresa.
—Un momento.
Saltó de la cama y al instante hizo una mueca ante el dolor que le atravesó el muslo. Se puso los pantalones torpemente y se preguntó quién podría ser. Los únicos habitantes de la ciudad que le dirigían la palabra eran Jed Wheeler, el reverendo Baker, los clientes del Par de Ases, que no solían estar levantados tan temprano, y la casera.
Poniéndose una camisa arrugada y dejándola medio abierta, se pasó la mano por el pelo y contempló de reojo su barba incipiente en el espejo antes de abrir la puerta. Había un joven en el pasillo, con unos pantalones desgastados a la altura de las rodillas y la gorra torcida.
—Un mensaje para usted, señor.
Joe se quedó mirando el sobre.
—¿Para mí? ¿Estás seguro de que es para Joe Jonas?
—Sí, señor —el chico se lo entregó con un floreo.
Joe lo aceptó frunciendo el ceño.
—Toma, espera.
Encontró una moneda de cinco centavos en la mesilla y se la tiró, ignorando el hecho de que lo lamentaría más tarde.
—Gracias, señor.
Joe cerró la puerta y rasgó el sobre. Desdobló la hoja de papel y leyó las palabras escritas con tinta negra. «Jonas, tengo que verte. Estoy en la casa de Rosa Casáis. Lottie». Se había preguntado si Lottie seguía viviendo en Aspen Grove. Nadie hablaba de ella, y como no la había visto desde su regreso, había supuesto, o esperado por su bien, que hubiese encontrado un marido y sentado la cabeza.
Rosa Casáis y Lottie Prescott habían sido chicas de salón en el Par de Ases antes de la guerra. Lottie y él habían disfrutado de una relación satisfactoria, nada serio, pero que al menos había reducido su soledad.

Joe se afeitó y se puso su camisa limpia. Necesitaba cortarse el pelo, pero estaba ahorrando hasta el último penique. Hacía años que había descubierto que la costumbre de comer tres veces al día era un hábito que podía ser modificado.
Se colocó su sombrero de ala ancha. El ejercicio matutino aliviaba la rigidez de su pierna, así que caminó con decisión a la casa de las afueras de la ciudad donde Rosa había crecido con su padre anciano. Como la mayoría de las casas que había visto en su viaje de regreso, necesitaba una capa de pintura, una valla nueva y varios tablones en el porche.
Joe llamó a la puerta y esperó con el sombrero en la mano.
La puerta se abrió y Rosa Casáis le brindó su familiar sonrisa, con un diente un poco montado sobre otro, lo que le confería un aspecto infantil aunque empezaban a salirle canas en las sienes.
—Jonas —lo saludó—. Pasa.
Joe volvió la cabeza a la calle.
—¿Estás segura de que no te importa?
Rosa lo asió de la muñeca y tiró de él.
—Es un poco tarde para preocuparme por mi reputación —dijo en broma, tomando su sombrero y colgándolo del perchero de la entrada. Lo condujo a un salón ordenado que olía a cera con perfume de limón y a velas.
Joe contempló sus ojos redondos y castaños y sonrió. Rosa siempre había sido impetuosa y divertida, pero trabajar en los salones no la había ayudado a encontrar un marido honrado.
—¿Sigues trabajando? —le preguntó por curiosidad.
—No. Papá murió hace tres años y me dejó suficiente dinero para vivir cómodamente. Era un auténtico avaro. Nunca tuve un vestido decente ni un centavo que gastar en mí mientras crecía, y luego supe que había estado ahorrando todo el tiempo.
Joe miró a su alrededor.
—He recibido una nota de Lottie.
—Lo sé —dijo Rosa con expresión seria—. Yo envié al chico.
—¿Está aquí?
—Sí. Lleva más de un año conmigo. Quiere verte, Jonas
—Vale.
—No se encuentra bien.
—¿Qué le pasa?
— Tuberculosis. El médico dice que ha hecho todo lo posible.
¿Y quería verlo?
—Vaya.
—Quería que vinieras desde que oímos que habías vuelto a Aspen Grove. Tiene semanas mejores y otras peores, y ésta es una de las mejores, así que decidimos llamarte hoy —Joe se quedó de pie esperando, incómodo, pero dispuesto a acudir a la llamada de una amiga—. Acompáñame —dijo—. Te llevaré a su habitación.
La siguió por un pasillo en el que ardían varias velas, pese a la luz intensa del día, y enseguida se dio cuenta de que estaban destinadas a disipar el olor a cerrado de la habitación de la enferma.
Rosa se adentró en la habitación. Una mujer frágil y pelirroja descansaba sobre las almohadas en una lujosa cama con baldaquino. Joe tuvo que acercarse antes de poder reconocer los ojos cálidos de Lottie. Su lustre había desaparecido, así como el brillo de su cabello indomable. Su tez pálida parecía delgada como el papel y tenía las mejillas hundidas.
—Jonas. Siéntate a mi lado, déjame que te vea —dijo, dando unas palmaditas sobre la colcha. Su voz era lo único que le resultaba familiar. Lottie le tomó la mano. Su piel era suave como el talco y tenía los dedos huesudos—. Cielos, qué gusto da tocarte. Tienes buen aspecto. Pareces más viejo, pero te favorece.
Joe se sentó al borde de la cama.
— Sí. Bueno, ha pasado el tiempo, Lottie.
—Sí —lo miró directamente a los ojos— Lo pasamos bien, ¿eh?
Se habían hecho compañía durante una época, eso era todo. Pero Joe no iba a echar a perder los recuerdos positivos mejorados de Lottie cuando apenas tenía y no le quedaba tiempo para crear más. Así que asintió.
—Sí.
—¿Dónde estuviste? —preguntó—. Durante la guerra, me refiero.
—Con el general Thomas.
Lottie frunció el ceño como si estuviera tratando de recordar.
—¿Estuviste en Chattanooga?
—Y en Chickamaugua. Repelimos al ejército de Braxton Bragg.
—Sabía que serías uno de los hombres fuertes que volverían a casa.
—¿Cómo lo sabías?
—No lo sé. Eres un superviviente. Fuerte por dentro.
Lottie siempre le había parecido fuerte, llena de vida y energía y de grandes planes para el futuro, la antítesis de la mujer fantasmagórica que estaba postrada en la cama ante sus ojos. La vida daba unos giros injustos.
—Pensé que habrías encontrado un hombre a estas alturas. Que estarías viviendo en la ciudad en esa casa grande que querías.
— Sí, bueno —le brindó una sonrisa triste y dulce al mismo tiempo—. Tuve cientos de pretendientes, pero ninguno era tan bueno como tú.
Estaba bromeando con él, su relación nunca había sido apasionada. Lottie siempre tenía planes de casarse con un hombre rico y vivir en una casa en la ciudad. Él, en cambio, siempre había deseado un trozo de tierra y unas cabezas de ganado propias. Le ofreció una sonrisa afectuosa.
—No me queda mucho tiempo —dijo Lottie llanamente. Joe no sabía qué decir—. Quiero que hagas una cosa por mí —le dijo con vacilación.
—Sabes que lo haré —Joe se inclinó hacia delante y ella colocó la palma de la mano en su pecho, como si tocarlo le diera fuerzas—. Haré cualquier cosa que me pidas —¿acaso Lottie tenía deudas de última hora que satisfacer antes de morir en paz? ¡Maldición! No podría ayudarla si necesitaba dinero—. ¿Qué es? — preguntó.
—Tengo una hija —dijo, y las lágrimas afloraron a sus ojos.
—¿Sí? ¿Dónde? ¿Quieres que vaya en su busca? —tal vez necesitaba despedirse de ella.
—No. Está aquí. Lo que necesito que hagas es...
—¿Qué?
—Quiero que la cuides por mí.
Joe se quedó mirándola fijamente.
—No tengo grandes cosas, Lottie. Puedo ayudar, pero...
—No se trata de dinero —lo interrumpió—. Me refiero a que te la lleves contigo. Cuando me muera —explicó, reprimiendo las lágrimas de sus ojos—. Quiero que la críes.
¿Se había vuelto loca? ¿Acaso su enfermedad le había afectado el cerebro? Joe volvió la cabeza, pero Rosa los había dejado solos. Lottie le estaba pidiendo que asumiera la responsabilidad de criar a una niña. Una niña a la que ni siquiera conocía.
—No sé nada sobre niños. Estoy seguro de que estará mejor con otra persona.
—No —dijo con firmeza—. Nadie más querría tenerla, y lo sabes. Terminaría en un orfanato, o peor, y no puedo morir con el temor de que algo le pase a mi Eve.
—¿Y Rosa? —volvió otra vez la cabeza, como si pudiera conjurar su ayuda.
—No. Va a casarse. Emery Parks tiene un cuñado que se ha quedado viudo y Rosa va a casarse con él. Ya tiene cinco hijos, no aceptaría otro.
—Bueno... —Joe paseó la mirada por la estancia con resignación—. Tiene que haber alguien.
—Eso es lo que creía. He estado rezando para que alguien la quisiera antes de que fuera demasiado tarde. Antes de que vaya a un orfanato —lo atravesó con una mirada penetrante—. Es una niña ilegítima, Jonas. La gente la considera basura, como a mí. Crecerá igual que yo... a no ser que alguien se ocupe de ella. A no ser que la lleves contigo y le ofrezcas una vida diferente. Y un apellido.
Lottie sabía exactamente lo que le estaba diciendo y cómo iba a reaccionar. El padre de Joe había sido ranchero allí mismo, en Colorado. No se había casado con la madre de Joe y no había reclamado a Joe como hijo suyo. Mejor que nadie, Joe sabía cómo era el estigma de ser bastardo. Y Lottie estaba utilizando aquel hecho en su contra.
—Nadie querría mi apellido, Lottie —protestó—. No es mejor que el suyo.
—Al menos será el apellido de alguien — dijo, con voz más fuerte de lo que dictaba su aspecto—. Demostraría que alguien la quería. Que tú la querías. Eres un buen hombre. Sé que cuidarás de ella y no permitirás que le pase nada.
Sus súplicas urgentes quedaron suspendidas en el aire como el olor desagradable a enfermedad y a cera.
—Dijiste que harías cualquier cosa por mí — dijo en voz baja, injustamente, y ella lo sabía. Pero se estaba muriendo y tenía una hija en que pensar. Joe se sintió atrapado y tuvo deseos de salir corriendo por la puerta. Pero no podía. Lottie debía de estar desesperada para haberlo llamado—. Ve a verla —lo urgió—. Está en la habitación de al lado.
Se levantó lentamente, soltándole la mano. Los ojos de Lottie reflejaban tanta esperanza, y miedo. Tanto amor por su hija. Con incertidumbre en la mente y una sensación de deber humano acosando a su conciencia, Joe se dirigió a la habitación contigua como un hombre que caminara hacia una suerte insegura.
Inspiró profundamente, y su cabeza no comprendía por qué sus pies seguían adelante con aquella petición de por vida. No sabía nada de aquella niña. Cómo no, también él quería tener hijos algún día, pero no hasta que tuviera un lugar en el que vivir y una esposa que le diera un hijo propio.
¿Y si ni siquiera le gustaba? La puerta estaba entreabierta, y rozó la madera con los nudillos. No sabía qué esperaba ver. Desde luego, no era el ángel de cabellos negros y aspecto frágil que estaba sentada junto a la ventana con una muñeca de trapo. Alzó sus ojos grandes de color castaño y parpadeó.
Joe sintió que el corazón se le encogía. Parecía tan pequeña e indefensa.
—¿Eve? —preguntó en voz baja.
Ella asintió, y sus bucles acariciaron sus hombros delicados.
—¿Es usted el señor Jonas?
—Sí.
La niña se limitó a mirarlo. ¿Qué debía decirle? No tenía ninguna experiencia con los niños.
—¿Te dijo tu madre que vendría?
La niña volvió a asentir.
—No podía mancharme hasta que llegara. Molly y yo empezábamos a cansarnos de estar limpias.
—Bueno, a mí me pareces muy limpia.
—Gracias. Usted también. Mamá me dijo que fuera educada.
Su voz sonora y su expresión seria lo cautivaron. Joe se sorprendió deseando oírle decir algo más.
—¿Cuántos años tienes?
—Cinco y medio. Mi cumpleaños es después del día de acción de gracias.
—Ah.
La diminuta criatura se puso en pie y dejó la muñeca sobre la cama. Sus muñecas y manos eran las más delicadas que había visto. Una ráfaga de aire la arrastraría directamente hasta Texas.
Joe atravesó la estancia hasta sentarse en una esquina del colchón, preguntándose qué debía decir. Contempló la muñeca de trapo.
—¿Ésa es Molly?
La niña asintió. Las pecas que salpicaban si tez dorada le recordaron a Lottie, pero su pelo negro y ojos grandes eran una combinación impactante de por sí. No era de extrañar que Lottie la adorara y que temiera que acabara en manos de unos extraños.
Claro que era la primera vez que él la veía, pero lo desconocido era a menudo más aterrador que lo familiar, y Lottie conocía a Joe desde hacía años. Era la única persona a la que podía recurrir. La única persona en la que confiaba.
Qué patético.
—Mi mamá está muy enferma —dijo la niña, acomodando a la muñeca sobre la almohada.
¿Qué debía de pensar Eve sobre aquella situación aterradora? Se había criado en un salón y sólo apenas un año antes se había mudado a una casa para que su madre pudiera morir.
—Lo sé.
Eve subió a la cama y dejó los pies colgando.
—A veces me da miedo ir a verla a su habitación —su voz y su diminuta barbilla temblaron.
Cielos, ¿y si se echaba a llorar? ¿Y si le preguntaba algo que no quería contestar o no sabía cómo contestar?
—No pasa nada —dijo para tranquilizarla.
—Ya no se parece a mi madre, pero habla como ella y me quiere igual.
Su comentario parecía demasiado maduro. Pero él también se había dado cuenta de que Lottie no parecía la misma. Su aspecto debía de asustar a la niña.
—Te quiere mucho.
—Dijo que alguien vendría a buscarme antes de que los ángeles se la llevaran.
Joe sintió que se le cerraba la garganta. No sabía cómo llevar aquel asunto. Había visto a muchas personas sufrir y morir, no debían de quedarle sentimientos en lo referente a la muerte. Había luchado y matado con sus propias manos. Había desechado la recriminación y el dolor. ¿Qué sabía de una niña que perdía a una madre?
Nada. Pero sabía muy bien lo que era no tener padre. No era la crueldad de los compañeros de clase y de la gente de la ciudad lo que le había dolido durante su infancia; un niño no tenía nada con lo que contrastar sus experiencias. Era el recuerdo de aquellos desprecios humillantes años después lo que lo reconcomían.
¿Qué clase de carga le había pedido Lottie que sobrellevara? ¿Cómo influiría en la vida de aquella niña si accedía a su petición? Desde luego, no sería peor que vivir en un orfanato. Los niños no deseados ni siquiera recibían la comida necesaria para crecer sanos. Sólo recibían los restos, las migajas, y no era suficiente.
Joe había aprendido a usar los puños y el ingenio para sobrevivir, ¿pero aquella niña? Ni siquiera se atrevía a pensarlo. Sólo tenía que ver a Lottie para imaginar lo que sería de ella. A no ser que alguien lo impidiera.
—¿Ha venido a buscarme, señor Jonas?
Joe levantó la vista. Consciente de lo que pasaba, pero incapaz de hacer nada para impedirlo, se perdió en su mirada de pestañas negras y ojos cafe, unos ojos que reflejaban confianza e inocencia y esperaban que tomara la decisión que determinaría su destino. No tenía a nadie en el mundo, a nadie más que él.
Que el cielo lo ayudara.
—Sí, Eve, he venido a buscarte.
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por angie.lore6 Jue 15 Mar 2012, 3:28 pm

primera lectora :D
SIGUELA !!!!
que malos son con joe :(
angie.lore6
angie.lore6


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Mensaje por berenice_89 Jue 15 Mar 2012, 6:25 pm

berenice_89
berenice_89


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Mensaje por Julieta♥ Jue 15 Mar 2012, 7:07 pm

angie.lore6 escribió:primera lectora :D
SIGUELA !!!!
que malos son con joe :(

bienvenida
espero te siga gustando, la sigas leyendo y comentando!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por Julieta♥ Jue 15 Mar 2012, 7:08 pm

berenice_89 escribió:MI JOECITO POBRECITO¡¡¡OYE QUE PASARA CON TU OTRA NOVE LA DE PLEASE BE MINE???VI QUE LA CERRARON

https://onlywn.activoforo.com/t8348-mis-novelas#626363

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bienvenida!!!!!
gracias por pasarte jejje
y ps si cerraron mi otra nove..q mal..me dolio y todo, por q le habia dedicado mucho tiempo, y lo peor aun, es que ni copia ni nada tenia d eella :(
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por Julieta♥ Jue 15 Mar 2012, 8:04 pm

Tres

Antes de que oscureciera, Gus y Purdy regresaron de las colinas con la buena noticia de que los rancheros habían conseguido dominar el fuego que se había originado el día anterior. _____ había hecho un estofado y estaba calentando pan de maíz y un budín de arroz con pasas y grosellas en una fuente en el horno.
Recién lavado, con el pelo gris peinado hacia atrás sobre su cabeza tostada por el sol Gus entró en la cocina sin llamar, como era costumbre en el Círculo T. Él también cocinaba, y se presentaba antes de cada comida para moler los granos de café y prepararlo.
— ¿Habéis apagado el fuego? —preguntó _____.
—Sí. Arrasó un buen trozo de tierra junto a Lame Deer y se estaba extendiendo al rancho de los Anderson, pero lo cortamos.
—Lo olí en el aire esta tarde —_____ había estado ocupada, y la idea de que el fuego se extendiera hasta allí la había puesto más nerviosa de lo que ya estaba.
—Ya he visto que ha ordeñado las vacas — dijo Gus, abriendo el horno y removiendo el budín de arroz, que había adquirido un tono caramelo.
_____ asintió.
—Sí. Aunque pensé que Patty iba a darme una patada.
La «mascota» de Nick, que había llevado a casa después de un viaje y había alcanzado rápidamente el tamaño de un pony, había entrado detrás de Gus y estaba en medio de la estancia con un trozo de leña en el hocico. _____ abrió la puerta con el trozo de leña.
—Buen chico, Capitán. Ve por más.
El perro corrió inmediatamente a la leñera, regresando varias veces hasta llenarla. Gus le había enseñado aquel truco, tal vez con la idea de ahorrarse el paseo. Después de varios viajes, Capitán se sentó delante de _____, moviendo el morro con anticipación. Ella lo recompensó con un terrón de azúcar, y el perro buscó un rincón donde tumbarse. Cazaba gran parte de su comida: conejos y ardillas. Al principio, a _____ le había desagradado, pero pronto había aprendido a apreciar aquella habilidad dado que no podía permitirse alimentar otra boca más.
El resto de los vaqueros regresaron minutos después: Purdy y los «chicos», Aldo y Hunt Eaton, hermanos adolescentes que habían sido demasiado jóvenes para ir a la guerra y necesitaban trabajar para comer. Sus padres vivían en un trozo de tierra cerca de la ciudad y tenían varios niños pequeños. A falta de hombres adultos, _____ había contratado a los hermanos hacía un par de años.
Minutos más tarde se sumaron a la cena otros jóvenes trabajadores de los ranchos de alrededor. _____ daba de comer con agradecimiento a aquel puñado de vaqueros manchados de barro que habían sido demasiado jóvenes o viejos para luchar o que habían vuelto hacía poco a unos ranchos que merecían más atención de la que podían darles. Todos se mostraron respetuosamente solemnes en deferencia a su viudedad y a sus ropas de luto, y pronto se fueron.
Purdy era más delgado y menos alto que Gus, y su bigote abundante y gris era su rasgo característico. Caminaba con una leve cojera, y las largas horas sobre la silla lo debilitaban durante días. Al día siguiente seguramente no podría trabajar mucho, y los demás lo reemplazarían para que no se notara su cansancio.
—Voy a ocuparme de los caballos —dijo, y tomó su sombrero.
—Ya lo haré yo —se ofreció Gus.
—No —dijo _____ de inmediato—. Aldo y Hunt, ¿podéis ocuparos de los caballos, por favor? Vosotros —ahuyentó a Gus y a Purdy con una toalla de tela de saco—, idos a dormir. Yo terminaré aquí.
—Sí, señora —los chicos se levantaron del banco y se dirigieron al corral. Gus y Purdy los siguieron.
Pasó otra hora antes de que terminara de lavar los platos y dejara a remojo las alubias para la comida del día siguiente. De no estar tan cansada después de vigilar a las reses y hacer todas las tareas mientras los hombres controlaban el fuego, habría llenado la gran bañera de hojalata que estaba junto a la alacena. La perspectiva le resultaba demasiado agotadora aquella noche. Se conformaría con lavarse con una palangana en su habitación.
Al oír el ruido de un caballo y una calesa, dejó de sacar agua caliente del depósito del horno. Se asomó por la puerta de atrás, pero el carruaje debía de haberse dirigido a la parte delantera.
_____ atravesó la casa y abrió la puerta raras veces utilizada. Niles Kestler estaba de pie sobre el montón de tablones que a duras penas podía llamarse porche.
— ¡Niles! Qué alegría verte.
Seguramente olía a ganado, pensó _____, y se quitó el delantal manchado rápidamente.
—Pasa.
—No sé si debería —dijo Niles, moviéndose con incomodidad.
Había ido a visitarlos muchas veces cuando Nick estaba vivo. Niles y Nick habían sido amigos desde la niñez, pero su viudedad había alterado las cosas. En honor al decoro, no debía haberle pedido que entrara.
Lo cual era ridículo. Gus y Purdy y los hermanos Eaton llevaban su casa sin pensar en el decoro. Pero para complacerlo, salió al exterior.
—¿Qué te trae por aquí?
—Quería saber cómo estabas.
—Bien.
—Me alegro.
—¿Cómo está Celia?
—Bien, gracias.
La esposa de Niles estaba esperando un bebé, pero los hombres y las mujeres no hablaban de esa clase de temas.
— Harley habló conmigo esta semana — dijo. De modo que ése era el motivo de su visita. Harley había seguido adelante con sus planes—. Puedo conseguir un precio razonable por esta tierra, _____. Hay inversores que la aceptarán al momento.
—¿Ah, sí? ¿Y no serán esos yanquis selectos que se enriquecieron con la guerra? — repuso, perdiendo el civismo.
Niles replicó en tono brusco.
—La cuestión, _____, es que necesitas dinero. No puedes seguir adelante sin ayuda.
—Bueno, ¿qué tal si me haces un préstamo hasta que ponga en pie el rancho?
—Sabes que no puedo.
Seguramente podría concedérselo de su propio bolsillo. Lo habría hecho por Nick , y la idea la irritó. Como esposa de Nick había sido respetada porque a él lo respetaban. Como su viuda sólo merecía compasión y poco más. Conocía a Niles desde siempre, pero a él no se le ocurriría invertir en ella.
Exasperada, se volvió y contempló el corral, donde varios caballos se distinguían a la luz de la luna.
—Y tú debes saber que no puedo vender. Sabes lo que este lugar significaba para Nick .
—Lo sé —dijo enseguida—, pero Nick ya no está.
—Y qué comisión más jugosa podrías sacar de vender su rancho
_____ no se molestó en controlar el sarcasmo de su voz. Se volvió para mirarlo.
—Sabes que tendrás que venderlo tarde o temprano —le dijo—. No seas tonta. ¿Por qué no lo haces antes de que tengas que vender todo lo que significa algo para ti?
—El rancho es lo que significa todo para mí —contestó—. Y merece cualquier sacrificio.
Niles retrocedió y volvió a colocarse su elegante sombrero de ala estrecha sobre la cabeza.
—Está bien, como quieras. Pero vendrás a verme pronto. Y para entonces estarás en las últimas.
—Bien —replicó en tono casual—. Primero haré todo lo que esté en mi mano.
—Buenas noches, _____ —subió al pescante de cuero de su elegante calesa y condujo a su caballo de regreso a la ciudad.
_____ se cruzó de brazos y observó cómo desaparecía en la oscuridad. Su furia sólo había sido un disfraz temporal del dolor y el miedo, y cuando se disipó, las lágrimas afloraron a sus ojos. Apretó los labios para reprimir su desesperación.
Captó un movimiento con el rabillo del ojo, Gus estaba de pie en el umbral del granero, donde los hombres dormían en habitaciones toscamente terminadas. Le hizo una seña con la mano, consciente de que se preocupaba por su seguridad. Gus le devolvió el saludo y cerró la puerta.
Agotada, entró en la casa, vertió el agua y se lavó en su pequeña habitación antes de ponerse su camisón de algodón, apagar las lámparas y meterse en la cama.
Había pensado en su situación todos los días desde que Edwina y Harley habían incrementado su insistencia. No podía mejorar. Sin un hombre que se encargara de la mayor parte del trabajo físico, no podría mantener el rancho. Y los Telford seguirían intentando desalentarla.
Cuanto más pensaba en ello, más se resignaba a la idea de que un marido era exactamente lo que necesitaba. Durante los últimos días había repasado todas las posibilidades. Los únicos solteros eran demasiado viejos o jóvenes, excepto tres. Jed Wheeler dirigía uno de los salones, pero sólo la idea de casarse con él la hacía estremecerse. Además, no sabía nada sobre ranchos.
Colt Brickey era un año o dos más joven que ella, pero había vuelto de la guerra un poco afectado mentalmente. Seguramente podría trabajar, pero necesitaba algo más que eso, necesitaba a alguien que pudiera ayudarla a tomar las decisiones.
El tercero y último era Joe Jonas.
No era un buen partido a ojos de los habitantes de la ciudad, pero era el único capaz de trabajar y planear. Cojeaba, pero eso no podía impedir que montara a caballo. Si Purdy podía hacerlo a su edad, seguramente Joe también. Había trabajado en un rancho desde que había dejado de ir a la escuela para ocuparse de su madre, y por lo que ella sabía, parecía honrado y trabajador.
Cuando hubo reducido sus posibilidades a él, la idea de llevar a cabo su plan audaz la hizo refrenarse. ¿Qué pensaría de una mujer tan atrevida que era capaz de proponerle el matrimonio? ¿Acaso importaba?
Si decía que no, no era probable que se lo contara a nadie. Y aunque lo hiciera, no lo creerían. Y si lo creían, ¿qué le importaba? Intentar conservar el rancho era lo único que merecía la pena, y a aquellas alturas no tenía elección.
_____ reconoció el vacío en su cama donde había dormido sola durante los últimos años. Durante muy poco tiempo el leve ronquido de un hombre la había acompañado. En aquellos momentos, estaba despierta escuchando los sonidos de la casa y del viento contra la madera.
Estaba considerando la idea de introducir a un extraño en el rancho. En su casa. En la cama de Nick . Muchas mujeres se casaban con hombres que no conocían, se dijo. Joe Jonas siempre había sido educado y respetuoso en su presencia. No era mal parecido. En absoluto. No sería como Nick pero no tenía por qué ser mucho peor.
A fin de cuentas, era un negocio. _____ era una mujer resuelta. Podía soportar muchas cosas con tal de conseguir lo que quería.
Al día siguiente era domingo. Joe no iba a misa, pero había oído que a menudo visitaba al reverendo Baker por la tarde. Iría a verlo y se lo pediría entonces.
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por Julieta♥ Jue 15 Mar 2012, 9:32 pm

Las visitas del domingo eran una costumbre tomada del Este. De niño, Joe había visto cómo las familias se reunían para comer en domingo y pasar la tarde de visita y jugando, y siempre desde fuera se había preguntado cómo era. Los habitantes respetables de Aspen Grove nunca habían aceptado a su madre. Joe y ella no habían ido nunca a la iglesia por el recibimiento tan rudo que recibían, pero los domingos por la tarde lo llevaba a ver al reverendo Baker, una de las pocas personas que la trataba con amabilidad. Al parecer era aceptable que el párroco recibiera sus visitas; a fin de cuentas, era responsable del alma inmortal de su madre.
Pero Joe no recordaba ninguna conversación sobre cómo salvar su alma en aquellas visitas. Sólo recordaba el cierto grado de aceptación y el placer que aquello le producía a su madre, y siempre estaría agradecido al reverendo por su amabilidad.
La primera vez que había visto al reverendo a su regreso, el hombre lo había saludado afectuosamente y lo había invitado a que fuera algún día a tomar café y tarta con él. El reverendo llevaba viudo más de veinte años, pero mantenía la alacena mejor provista y la casa más limpia del condado, gracias a los devotos parroquianos.
Como su madre había hecho, Joe siempre esperaba a que pasara la hora de la comida. A menudo, el reverendo aceptaba una invitación y regresaba a la parroquia a media tarde. Entonces, Joe esperaba a que se fueran las visitas de verdad que iban a presentar sus respetos al párroco y luego, cuando todo el mundo se había ido a sus casas, iba a ver al reverendo Baker.
Aquel día, mientras el sol de última hora de la tarde calentaba el porche, Joe y el reverendo compartían una tarta de melocotón que había dejado la señora Matthews y bebían café solo.
—No hay nada como una tarta recién hecha y un buen café —dijo el párroco, recostándose en la silla de mimbre y entrelazando las manos sobre su vientre—. Y luego un poco de conversación de hombres.
Con una sonrisa, Joe sacó su tabaco del bolsillo y lió hábilmente un cigarrillo para cada uno. El reverendo Baker tomó una calada y sonrió con satisfacción.
—Lo único que hay mejor que esto habría sido que la señora Baker no se hubiese ido «a casa» tan pronto.
—Apenas la recuerdo —pensó Joe por un momento—. Era alta, ¿verdad?
—Sí. Con el rostro y la voz de un ángel. Creo que es por eso por lo que el Señor la llamó tan pronto. Ahora mismo forma parte del coro celestial —miró hacia arriba tímidamente e hizo un gesto con el cigarrillo—. No es más que un pequeño respiro, querida, y sigo sin fumar dentro de la casa.
Una calesa se detuvo en la calle y Joe hizo ademán de irse.
—Espera —el reverendo levantó una mano—. No te vayas. Este rato es nuestro —le pasó a Joe su cigarrillo, y Joe apagó los dos y los metió en el bolsillo de su camisa.
Una mujer bajó de la carreta y, con cierta sorpresa, Joe reconoció a ______ Telford, que llevaba un bolsito de cuentas colgando de la muñeca. Recogió sus faldas negras y subió ágilmente las escaleras del porche. Joe percibió su leve aroma floral antes de que ella llegara. Violetas.
—Buenas tardes, _____ —el párroco se levantó para saludarla.
—Buenas tardes, reverendo Baker. Joe.
El reverendo Baker sonrió con satisfacción al ver que lo saludaba.
—Señora Telford —Joe se puso en pie.
_____ se sentó en una de las sillas de mimbre y se quitó su rígido sombrero negro. Un mechón de su pelo brillante cayó y acarició su cuello por un momento antes de que ella lo atrapara y lo volviera a colocar en su sitio.
—¿Te apetecería un poco de tarta? —preguntó el reverendo—. También tengo café.
—Una taza de café bastará, gracias —contestó _____.
Joe se volvió hacia la puerta.
—Yo iré.
Llenó una taza de la jarra que seguía caliente en la cocina y se preguntó tardíamente si _____ querría leche o azúcar. Le llevó la taza y se lo preguntó.
—No, así está bien, gracias —le dijo, y tomó un sorbo.
_____ y el reverendo charlaron sobre el sermón de la mañana y un pasaje en particular del evangelio de San Juan. Joe se limitó a escuchar.
Después de casi media hora de cortesías, se dispuso para irse.
—Será mejor que me ponga en camino. Ha sido un placer.
—¿Cómo has venido hasta aquí? —preguntó _____.
—Andando.
—¿Puedo llevarte? —preguntó—. Yo también debo irme.
¿Acaso pensaba que no podía caminar? Sintió un calor incómodo en el cuello.
—¿Por favor?
Joe la miró a los ojos y no vio pena en ellos. Tal vez sólo quería hacerlo en señal de amistad. Joe no era capaz de reconocer aquel gesto.
—Gracias.
Joe llevó las tazas a la cocina y le dio las buenas tardes al reverendo Baker, devolviéndole disimuladamente el resto de su cigarrillo.
Ayudó a _____ al subir a la carreta y se sentó a su lado. Ella condujo los caballos hacia Main Street.
—¿Se aloja en casa de la señora Banks?
—Sí.
—Tengo entendido que es un lugar agradable.
—Lo mantiene limpio. Y cocina para aquellos que quieren sumar ese gasto al alojamiento.
_____ no dijo nada durante unos minutos. Tal vez no debería haber mencionado el coste de las comidas. Quizá pensara que no podía permitírselas.
—Joe, quería hablar de algo contigo —dijo finalmente.
Joe volvió la cabeza para mirarla, pensando que tendría más preguntas sobre Nick. 0 la guerra.
—Adelante.
Sus mejillas aparecían sonrosadas bajo el ala de su sombrero.
—¿Hay algún lugar donde podamos hablar a solas?
Sus pensamientos se aceleraron. ¿A solas? Seguramente había entendido mal. Eso no estaría bien. Habría querido decir en un lugar donde nadie los oyera. Los domingos, el salón de su pensión estaba lleno de huéspedes que jugaban a las cartas. El salón no estaba abierto, pero tenía una llave. Qué idea más estúpida.
Había una pequeña tetería al otro lado de la calle, pero nunca estaba abierta los domingos por la tarde.
_____ parecía mirar a su alrededor con el mismo dilema. Tiró de las riendas de los caballos para frenar el carro y echó la palanca del freno. Lo miró directamente a los ojos.
—¿En tu habitación?
Joe no podría haberse sorprendido más si _____ hubiese empezado a quitarse la ropa en Main Street. ¿Qué diablos tenía que decirle en privado?
—¿Y si alguien la ve entrar?
—Tengo derecho a visitar a quien quiera — levantó la barbilla con desafío—. No dejaría mis caballos y mi carromato a plena luz del día si pensara hacer algo vergonzoso. Además, dejaremos tu puerta abierta.
Joe desvió la mirada de su expresión sincera a la calle prácticamente desierta.
—Si eso es lo que quiere.
—Sí —bajó del carromato antes que él y Joe se tomó unos momentos para poner el pie en el suelo sin lastimarse la pierna.Joe se mantuvo entre _____ y la puerta del salón al pasar delante del umbral, aunque nadie levantó la vista.
_____ subió las escaleras delante de él, y tuvo que hacer un esfuerzo por apartar la vista de su redondo trasero, marcado bajo el vestido de color ébano. Vislumbró por un instante las puntillas de unas enaguas blancas y desvió la mirada a la barandilla y se concentró en subir los peldaños. Estaba llevando a _____ Telford a su habitación.
En un millón de años nunca habría soñado con aquella posibilidad. Metió la llave en la cerradura y abrió la puerta de par en par para dejarla pasar.
_____ miró a su alrededor. No había mucho que ver. Su otra camisa y pantalones estaban en la lavandería, Sus alforjas y pistolas estaban debajo de la cama. La habitación estaba igual que cuando Yetta Banks se la había enseñado hacía meses.
Joe tomó la silla de respaldo recto, la colocó a la altura del umbral y le indicó que se sentara. _____ así lo hizo, recogiendo sus faldas y sujetando su bolsito en el regazo. ¿Qué llevaban las mujeres en aquellas cosas tan diminutas?
Joe tenía poca experiencia con señoras respetables y su presencia en su habitación lo dejaba doblemente perplejo. Evitó deliberadamente sentarse en la cama y permaneció de pie incómodamente junto al escritorio.
—He venido a hacerte una oferta —declaró. Joe esperó, incapaz de imaginar de qué asunto de negocios querría tratar con él la viuda de Nick—. Estoy atravesando un mal momento en el rancho.
Lamentó la noticia. Parecía tan feliz cuando Nick estaba vivo.
—Lo siento. ¿Puedo ayudarla de alguna manera?
_____ levantó la cabeza y lo miró a los ojos, incomodándolo. No estaba acostumbrado a que las mujeres lo miraran directamente.
—Sí. Pero no sé si estarás dispuesto.
—¿Qué es?
—Los Telford me están presionando mucho para que venda.
¡Maldición! Su marido había comprado una parcela maravillosa de tierra y si se la estaba ofreciendo, no tenía la más mínima posibilidad de reunir tanto dinero.
—Sin embargo, no quiero vender —_____ volvió a elevar la barbilla—. Estoy decidida a conservar el rancho. Nick y yo lo compramos juntos. Invirtió tiempo y dinero y todos sus sueños en sacarlo adelante y no voy a venderlo sólo porque esté pasando por malos momentos.
Al menos, no sin luchar.
—La admiro por ello. Si fuera mío, yo no lo vendería.
—De eso quería hablarte.
—¿Qué?
—Tengo a dos ancianos y a dos muchachos trabajando en el rancho. El año pasado contraté a algunos ayudantes más para reunir al ganado, pero no puedo volverlo a hacer. Ya he tenido que vender varias cosas.
_____ sabía que él no tenía dinero, así que lo único que podría querer sería mano de obra.
—¿Me está pidiendo que trabaje para usted? He intentado conseguir un empleo, pero nadie me quiere.
—No podría pagarte, Joe —dijo llanamente. Inspiró profundamente y se apresuró a proseguir—. He decidido que necesito un marido. De esa forma, tendrías un interés en el rancho. El trabajo que hicieras sería para tu propio beneficio. Como sabes, cuando un hombre se casa, la propiedad de su esposa se convierte en la suya.
Joe se quedó mirándola. El rubor tintaba sus suaves mejillas. Lentamente, hizo un esfuerzo por asimilar sus palabras y la idea que encerraban. Se llevó una mano a la nuca e inconscientemente dio un paso o dos hacia delante.
—Creo que estoy confuso. ¿Qué es lo que me pide?
—Que te cases conmigo.
La miró por si se estaba confundiendo de mujer. Aquella era _____ Telford, no había duda. _____ Telford estaba en su habitación pidiéndole que se casara con ella. Movió la cabeza para despejarla.
—No sabe lo que pide.
—Lo sé.
—No puede hacerlo. En Aspen Grove nadie quiere mirarme o dirigirme la palabra. Perdería el respeto de toda la ciudad si alguien supiera que está aquí en estos momentos. Vio cómo actuó su familia cuando me habló en la tienda. No puede querer casarse conmigo.
_____ se puso en pie bruscamente.
— Me importa un rábano lo que diga la gente. No necesito la aprobación de esta ciudad para hacer lo que yo estimo correcto.
—Eso es lo que dice ahora, pero no sabe cómo es que la gente la mire como si fuera basura. Nunca ha pasado los domingos sola ni ha visto cómo las mujeres se recogen las faldas para no rozarse con usted — se pasó una mano nerviosamente por el pelo—. Créame. Pensaría de otra manera si eso le ocurriera más de una vez.
Con la espalda recta, _____ volvió hacia la silla y se sentó.
—Cualquiera que me tratara así después de tantos años de amistad, no merecería mi afecto.
Buenas palabras, pero no las había vivido.
Joe la observó, sentada como estaba al borde de la silla. Le estaba pidiendo que se casara con ella. No pudo evitar deslizar una mirada curiosa por sus abundantes senos insinuados por su vestido almidonado, y las imágenes de dormir con _____ Telford lo incitaron a colocarse a su espalda.

—Señora, está hablando de matrimonio. No puedo creer que lo haya pensado bien.
—No soy una joven inocente —replicó—. Sé lo que comporta el matrimonio.
Una deliciosa oleada de calor le recorrió todo el cuerpo. Intentó que su cerebro fuera el que razonara.
—Quiero tener hijos algún día —dijo con sinceridad. Sería mejor que conociera sus preocupaciones. No se ataría a una mujer que pudiera darle tierra pero no accediera a sus otros deseos.
Para su sorpresa, _____ no pestañeó.
—Yo también. No hay motivos para que no pueda dártelos.
¿Qué más podía pedir? _____ era la mujer más hermosa del condado. Le estaba ofreciendo entregarle su tierra, casarse con él y darle hijos. No tenía que preguntarse por qué. El privilegio había recaído sobre el único soltero joven de la zona. No era precisamente halagador.
Pero sí prometedor, muy prometedor. Y ya que estaban revelando sus expectativas, él tenía más.
—Aún hay otra cosa —dijo. _____ volvió la cabeza, pero no lo bastante para verlo.
—¿Qué es?
Joe había regresado con un plan para demostrar su valía a la comunidad. La guerra le había probado que en lo referente a llevar un uniforme, manejar una pistola y pelear, era tan bueno como cualquier hombre. A ninguno de los soldados con los que había luchado le había importado que no llevara el apellido de su padre. Había luchado contra los prejuicios y el ridículo en aquella ciudad desde que era niño, y sus habitantes sólo lo verían de otra manera cuando hubiese demostrado que era igual que ellos.
—Quiero poner en marcha una fábrica de despiece.
—¿Una... fábrica de despiece? ¿Como en el este?
—Sí —abandonó su inhibición y se acercó a la cama para sentarse en el borde, desde donde podía mirarla directamente a los ojos—. He estado escuchando a los ganaderos durante los últimos años. He oído cómo contaban que perdían cientos de cabezas de ganado mientras lo conducían o lo enviaban por tren, cómo las reses perdían peso y ellos perdían dinero. Si pudiéramos matarlas aquí, nos ahorraríamos el viaje y las dificultades. Enviaríamos la carne salada desde Aspen Grove. En los vagones cabría mucha más carne de esa manera.
—¿Cuánto dinero habría que invertir en ello?
¡Estaba escuchando!
— Mucho. He estado ahorrando porque necesitaba comprar la tierra. Pero si ya la tengo, lo único que falta es construir corrales, un matadero, y contratar personal.
—No hay personal.
—Lo habrá si hay trabajo.
_____ lo miró pensativamente. Sus ojos se desviaron a un punto detrás de él y luego de nuevo a su rostro.
—¿Pero estarías dispuesto a ayudarme con el rancho? Necesito que me des tu palabra. Y tienes que prometerme que no venderás nunca el rancho de Nick
—Si accedo a casarme, haré lo posible para que el rancho sea próspero. Pero necesito que me haga la misma promesa.
—¿Sobre la fábrica de despiece? —preguntó.
—Sí. La beneficiaría a usted. No tendría que trasladar el ganado.
—Está bien. Si te casas conmigo, te ayudaré a levantar tu fábrica. Y... ¿no venderás nunca?
—Nunca. A no ser que me lo pida.
Aquello era demasiado bueno para ser verdad. Pero claro, él era su única elección. Por humillante que fuera aquel hecho, su propuesta ponía fin a su sed de tierra. Podía hacer realidad su sueño.
—Está bien —dijo—. Estos son los términos: la ayudaré a sacar adelante el rancho y usted me ayudará a poner en marcha la fábrica de despiece. Será un matrimonio en todos los sentidos —_____ se sonrojó notablemente, pero asintió—. Entonces accedo a casarme con usted.
_____ hizo una pausa por un momento antes de ponerse en pie.
—Muy bien. Lo dispondremos todo para casarnos lo antes posible. La próxima semana, ¿te parece bien?
—No voy a ir a ninguna parte.
—¿Tal vez el sábado?
—Como quiera.
—Te lo confirmaré.
Joe la acompañó hasta la puerta, escaleras abajo, y a la entrada de la pensión. La ayudó a subir al carromato y en aquella ocasión, cuando le tendió la mano, _____ la miró, primero a la mano y luego a él, antes de apoyarse. Habría sido mucho más fácil si la hubiese levantado directamente, pero era evidente que estaba acostumbrada a subir y a bajar sin ayuda el resto del tiempo, y a Joe seguía incomodándolo tocarla de una manera más familiar.
De momento.
_____ se encaramó al pescante y se colocó las faldas. Lo miró a los ojos y Joe casi pudo jurar que estaba pensando en lo mismo.
—Entonces, estaremos en contacto —dijo ella.
Joe asintió.
_____ desenredó las riendas de la palanca del freno y hostigó a los caballos.
Joe observó cómo se alejaba y se dijo que la anticipación que ya le calentaba la sangre se debía al golpe de suerte por haber conseguido un trozo de tierra en el que llevar adelante sus ideas innovadoras.
Pero la palabra «esposa» resonó como un eco en su cabeza. Una idea penetró en su conciencia demasiado tarde. Tal vez debería haber mencionado que pronto tendría una hija a la que educar. Lottie no podría seguir viva mucho tiempo, y Joe le había prometido que iría en busca de Eve.
Tal vez a _____ no le importaría. Después de todo, quería hijos. Ya tendría oportunidad de decírselo.


Julieta♥
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Mensaje por angie.lore6 Vie 16 Mar 2012, 3:02 pm

:face: se van a casar....!!!!
SIGUELA!!!!!!!!!
angie.lore6
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Mensaje por Julieta♥ Vie 16 Mar 2012, 10:43 pm

les dejo el cap completito ya que no podre subir cap en unos dias...espero les guste y comenten...beshossssss



Cuatro

Joe Jonas quería hijos.
_____ bajó la llama de la lámpara, se quitó la ropa y se puso un camisón blanco de hilo, abotonándoselo hasta el cuello.
Por supuesto que quería hijos. Ya que había sacado el tema, sería mejor que se acostumbrara al hecho de que aquél sería un matrimonio en todos los sentidos. Llegaría hasta el final en su parte del acuerdo. En realidad, había meditado mucho en el hecho de aceptarlo en su casa.
Cayó de rodillas junto al baúl revestido de cuero que estaba al pie de su cama y levantó la tapa. Con reverencia, pasó la mano por las camisas de Nick, acarició un cepillo que todavía conservaba algunos de sus cabellos en las púas y sacó un paquete de cartas atadas con un lazo desteñido.
Nick también había querido tener hijos.
Aquellas cartas estaban llenas con sus sueños de futuro, planes para el rancho, palabras de afecto y compromiso. No quería leerlas en aquellos momentos. Sabía cuánto tiempo le llevaba leerlas todas, los distintos lugares donde había estado Nick al escribirlas, y los puestos desde donde las había enviado.
Sabía también que la melancolía y los recuerdos amargos y dulces la invadían cuando se permitía abrirlas y leerlas. Aquellos momentos quedaban reservados para las noches en las que podía soportar los sentimientos de pérdida y abandono.
Aquélla no era una de ellas.
_____ guardó el montón de cartas con cuidado, cerró el baúl y, después de apagar la lámpara, se metió en la cama.
Nick y ella habían querido tener una familia.
Cada mes su cuerpo se preparaba para un bebé, cada mes pasaba sin la esperanza de que en él se plantara una semilla. Todavía era joven; su cuerpo todavía era firme y fuerte. Joe Jonas era el medio para colmar todos los deseos de Nick y los suyos. El rancho. El ganado. Los hijos que heredarían la tierra.
Así lo habría querido Nick.
Se acurrucó bajo la colcha y se frotó los pies para entrar en calor. Al día siguiente se lo diría a Edwina. Harley y Niles tendrían que ahorrarse sus ofertas condescendientes y su actitud paternalista. No iban a dejarla sin su rancho.
Joe Jonas la ayudaría.
Una oleada de intranquilidad la estremeció de arriba abajo. Conocía a Joe desde la infancia. Tenía razón sobre el modo en que lo trataba la comunidad. Le había dicho que no le importaba lo que los ciudadanos de Aspen Grove pensaran de ella, y quería de todo corazón que así fuera.
Así sería.
Joe no había escogido a sus padres, era injusto que la gente lo tratara con crueldad por cosas que estaban más allá de su control. Se lo haría ver.
Nick y Joe nunca habían sido amigos exactamente, pero Nick tampoco lo había tratado mal. Aquello era lo que Nick habría querido que hiciera. Tranquilizándose con la idea, se llevó la almohada de plumas al pecho.
El sábado. Dentro de seis días se casaría con Joe Jonas y lo llevaría al rancho.
Cinco noches más sola en aquella casa. Y luego sería la esposa de Joe.


No había ido bien, nada bien. Pero _____ no había esperado que la noticia le deparara palabras de felicitación y abrazos de aliento. Edwina Telford se había puesto colorada como un tomate y casi había explotado de indignación.
—¡No puedes hablar en serio! —chilló, haciendo que Wilsie se presentara corriendo.
—Ya lo creo, Edwina —dijo _____ antes de que su suegra pudiera reunir fuerzas suficientes para arrollarla—. Y nada de lo que digas o hagas va a hacerme cambiar de idea. He tomado la decisión de conservar el rancho y así es como pretendo lograrlo.
Wilsie trajo las sales y deslizó el frasco bajo la nariz de su madre.
—Mi pobre Nick se levantará de su tumba, que Dios acoja su alma —gimió la mujer, estrujando su pañuelo de encaje—. Su esposa con ese bastardo y maleante. Nunca podré volver a mirar a nadie a los ojos en esta ciudad.
— Nick querría que hiciera lo necesario para conservar el rancho —protestó _____, sin arredrarse por el melodrama de su suegra—. Soy yo quien va a casarse con Joe Jonas, no tú...
—¡No pronuncies ese nombre en mi presencia!
—Es cosa mía, y tú no tienes que aprobar lo que hago. Voy a hacerlo, piense la gente lo que piense. No hay ley que lo prohíba. Soy una mujer libre y adulta, y me casaré con quien me plazca. Harley y Niles tendrán que abandonar sus planes para comprarme la tierra. Seguirá siendo mía.
— ¡Tuya! Va a caer en manos de ese hombre, y quién sabe qué será de ti cuando se emborrache y se juegue hasta tu último dólar.
—Me ha prometido que nunca lo venderá.
—¿De qué vale la promesa de un salvaje como él? _____ Telford, te has vuelto loca. Te hará desgraciada, te hundirá con él. Emplea su tiempo y su dinero en los salones. Bebe y se aparea con lagartas. Creo que voy a hacer que te vea el médico.
Así había transcurrido el encuentro, Edwina sermoneándola sobre cómo estaba deshonrando la memoria de Nick y la pobre Wilsie temblando y mirando a _____ de soslayo, con miedo. _____ había regresado a su casa en la carreta, esperando que Harley le pisara los talones, pero no se había presentado hasta que la oficina de contabilidad en la que trabajaba no había cerrado.
Entonces había repetido sus argumentos con él. Según él, Edwina ya tenía una habitación preparada para ella. _____ no tendría que molestarse en llevar un rancho. Edwina necesitaba compañía. Joe Jonas apenas podía llamarse hombre. Echaría a perder su buen nombre y le haría daño.
Pero _____ se había mantenido firme en su terreno, convencida de que estaba haciendo lo correcto, y lo único, para conservar el rancho de Nick. Harley se había marchado, levantando una polvareda de enojo y desaprobación a su paso.
Era mucho pedir que lo comprendieran tan pronto, _____ lo sabía, pero ya cambiarían de idea. Debían hacerlo. Al final comprenderían que había tomado la decisión correcta al escoger a Joe Jonas como esposo. Joe no podía ser tan malo como se decía de él. Harían falta tres hombres para hacer todo aquello de lo que lo acusaban.
_____ tenía que concentrarse en ocuparse de su negocio. Preparar aquella boda desde luego no fue como anticipar la primera. Sin tiempo para invitaciones impresas, escribió algunas notas a sus amigas y familiares y las envió por correo, pero nadie se presentó para ayudarla y las únicas respuestas que recibió fueron palabras de pesar.
Su actitud le dolía, pero se negó a dejarse arredrar. En cuanto vieran que lo que había hecho era lo mejor, cambiarían de idea.
El sábado por la mañana, dio una limpieza de último minuto a la casa antes de darse un baño y vestirse. Luego Gus y Purdy la acompañaron a Aspen Grove.
Sólo un puñado exiguo de invitados estaban sentados en los bancos cuando se dirigió hacia el altar. Al mirarlos, recordó su primera boda, con los bancos recién encerados abarrotados de amigos y familiares con sus mejores ropas y el aroma a crisantemos en el aire veraniego. Había sido el día más feliz de su vida.
_____ reconoció a Gwynn inmediatamente y suspiró con alivio al ver que al menos una persona de su familia había decidido bendecir aquella unión.
Una mujer de pelo oscuro a la que había visto en la ciudad y que conocía por el nombre de Rosa estaba sentada varios bancos detrás de Gwynn. Jed Wheeler estaba sentado en el extremo opuesto del banco que Rosa ocupaba. Deslizó un dedo bajo el cuello de su camisa y se lo ajustó.
_____ sonrió al ver los rostros sonrientes y tímidos de Aldo y Hunt Eaton, y se preguntó si habrían pedido permiso a sus padres o simplemente habían abandonado el ganado de su familia para asistir.
El reverendo Baker sonrió afectuosamente e hizo señas a _____ para que ocupara su lugar junto a Joe.
Finalmente, se concedió un momento para mirar al hombre con quien iba a casarse. Sus ojos de un color cafe profundo no revelaban sus sentimientos. Tenía la mandíbula tensa y la miró directamente a los ojos.
—¿Joe? —preguntó con vacilación. Notó que algo se movía en sus ojos. ¿Sorpresa? ¿Duda?
Le tendió su mano enguantada. Su mirada inescrutable se deslizó por su pelo, bajó a su cuello de encaje y luego a su mano enguantada. Sin hacer una pausa, la tomó entre sus dos manos y la sostuvo con firmeza entre sus palmas. El calor traspasó la tela de sus guantes.
—¿Estamos preparados? —preguntó el reverendo Baker en voz baja.
—Sí —contestó Joe.
El reverendo asintió, y para sorpresa de _____, Fiona Hill, a quien no había visto sentada detrás del órgano, inició torpemente el himno de entrada. _____ le brindó a Joe una sonrisa, complacida por que se hubiese preocupado de adornar con música aquella precipitada ceremonia.
—Queridos hermanos —empezó a decir el reverendo Baker cuando la última nota reverberó en el aire de la mañana.
_____ escuchó las mismas palabras que había recitado para Nick y ella durante aquella soleada mañana hacía tanto tiempo. No tuvo tantas esperanzas ingenuas en los votos en aquella ocasión. Su primer matrimonio había sido una unión por amor.
No era que no tomara aquélla en serio. Tenía intención de cumplir su promesa. Pero se trataba de un acuerdo de negocios, y no sentía el mismo amor y expectación que cuando se había casado con Nick.
Joe lo comprendía.
—Repetid después de mí. «Con este anillo yo te desposo».
Joe le soltó la mano y el reverendo Baker esperó con expectación. _____ se quedó mirando sin comprender el anillo de plata que Joe sostenía entre el dedo índice y el pulgar.
—Oh.
No había esperado un anillo. Tenía uno. Torpemente, se quitó el guante y contempló el anillo de oro que todavía llevaba. El anillo de Nick .
Pero claro, no podría llevarlo. Se ruborizó de vergüenza. Sin parar a pensar lo que hacía, se quitó el anillo del dedo, se lo metió en el bolsillo y extendió la mano.
—Con este anillo yo te desposo —la voz de Joe parecía extrañamente distante al repetir las palabras.
Tomó su mano y deslizó el anillo en su sitio con dedos fuertes y largos. _____ bajó la vista y sintió con extrañeza que el anillo estaba fuera de lugar.
Un nuevo dolor, profundo y entrelazado con amarga resignación, se extendió en su pecho. Reprimió las lágrimas humillantes e inconscientemente apretó la mano de Joe. Joe le cubrió la suya con su otra mano, y su suavidad y afecto fue un consuelo.
—Os declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.
Sin dudarlo por un segundo, como si temiera que retrocediera o se echara a llorar, Joe se inclinó hacia delante y le dio un beso en la mejilla. Luego se enderezó enseguida.
Con una falta de elegancia característica, Fiona entonó la marcha nupcial, y _____ permitió que el reverendo Baker y Joe la acompañaran a la parte de atrás de la iglesia. Uno a uno, los pocos invitados les dieron la enhorabuena y salieron al exterior.
Gwynn apretó los dedos de _____.
—Confío en que esto sea para bien —dijo trémulamente—. Te deseo lo mejor.
—Gracias por venir —consiguió decir _____, a pesar del nudo de angustia que le oprimía la garganta—. Todo saldrá bien, no te preocupes por mí.
—Bueno, ven a verme si necesitas alguna cosa —miró a su alrededor—. Harley no sabe que he venido, así que será mejor que me dé prisa en volver a casa antes de que se imagine dónde estoy —juntó su mejilla a la de Gwynn—. Te veré mañana en la iglesia —dijo, y bajó corriendo las escaleras de madera.
Su preocupación conmovió a _____.
—Esta es Rosa Casáis —dijo Joe a su lado.
—Claro —dijo _____, volviéndose para saludar a la mujer de ojos oscuros—. Gracias por venir.
—Sólo quería daros la enhorabuena. Aquí traigo un pequeño regalo de parte de Lottie y de mí. No es gran cosa —dijo, y colocó un pequeño paquete envuelto en papel en las manos de _____.
—Vaya, gracias —dijo _____ con sorpresa.
Un regalo de bodas.
—Bueno, adiós y buena suerte —dijo Rosa—. Jonas, te veré antes de irme de la ciudad.
Apresuradamente, salió de la iglesia.
_____ contempló el paquete que tenía en las manos. Nadie de la familia Telford excepto Gwynn había asistido a su boda. Ningún otro parroquiano. Si sus ayudantes y los dos amigos de Joe no se hubiesen presentado, nadie habría sido testigo de su matrimonio.
Joe entró en el pequeño guardarropa con el reverendo Baker y _____ se dio cuenta de que estaba pagándole por la ceremonia.
—Ven a firmar el certificado, _____ —le dijo el reverendo.
Minutos más tarde, estaban de pie delante de la iglesia, y el entorno parecía extrañamente corriente comparado con el resto de aquel día tan irreal.
—Bueno —dijo—. ¿Necesitas recoger tus cosas?
Joe asintió. Gus se acercó con la carreta. Purdy iba en la parte de atrás, y Gus se bajó y subió junto a Purdy, dejando a Joe y a _____ el pescante.
—¿Conoces a Gus y a Purdy? —preguntó.
—He reunido ganado con ellos —dijo Joe, saludando con la cabeza a los dos hombres—. Supongo que ahora trabajaremos juntos en el rancho.
Purdy se inclinó hacia delante y estrechó la mano de Joe, balbuciendo su enhorabuena. Joe tomó las riendas y condujo los caballos hasta la pensión de la señora Banks. _____ y sus ayudantes se pusieron en pie, dispuestos a bajar, pero Joe los detuvo con la mano levantada.
—Vuelvo enseguida.
—Te ayudaremos —se ofreció _____ con perplejidad.
—No hace falta.
_____ intercambió una mirada con Gus y volvió a sentarse. Joe bajó al suelo con cuidado. Minutos después, regresó con una silla, unas alforjas, una manta enrollada y dos rifles. Llevaba puesto su sombrero y se había colocado el cinturón de las pistolas. Metió la silla y las alforjas en la parte de atrás, los rifles bajo el asiento, volvió a subir y tomó las riendas.
_____ no dijo nada. Había estado una vez en su habitación pero no se había dado cuenta de que sólo poseía aquellas cuatro cosas. Supuso que un hombre no necesitaba mucho.
Joe hizo otro alto en los establos para recoger su caballo, lo ató detrás del carromato y condujo a los caballos fuera de la ciudad. Apenas hablaron durante el trayecto a casa. _____ sabía que los dos hombres estaban sentados detrás de ellos y que cualquier comentario extraño que hicieran podría ser oído.
Joe no podía borrar de su mente la imagen de perplejidad y confusión de _____ sobre el anillo. ¿Había pensado seguir llevando la alianza de su primer marido aun casándose con él? No, debía de haberlo olvidado. Pero la idea lo molestaba.
Se había quedado mirando el anillo de oro igual que él, consciente de que valía mucho más que la plata que había comprado con el trabajo de cuatro noches cargando fertilizante. Y luego, como si hubiese estado sacrificando un brazo, se había quitado la alianza y había consentido que la reemplazara. Ninguno de los presentes creía que su matrimonio era una unión por amor, así que no tenía nada que ocultar, pero el hecho de que hubiese llevado puesto el anillo de Nick a su boda lo marcó con una renovada sensación de humillación.
Joe observó la tierra y los escasos edificios a los que llegaron con emociones encontradas. Legalmente, era suya. Moralmente, era de _____. Habían hecho un trato. En toda su vida nunca había poseído nada más valioso que un rifle o un caballo. Nunca había tenido un lugar al que llamar hogar o al que dedicar tiempo y energía. Quería que aquél fuese ese lugar. Y quería portarse bien con _____ y cumplir su promesa.
Gus se ocupó de los caballos y Joe tomó sus cosas. _____ lo condujo al interior de la casa.
La cocina, que olía a pan caliente, ocupaba la mitad posterior de la estructura. Había un horno enorme de hierro forjado en un extremo de la estancia y dos mesas largas de caballete, una detrás de la otra, en el centro de la habitación, con bancos todo a lo largo. En el otro extremo había un hogar, una mecedora y unas cuantas sillas desparejadas. La estancia se abría a un lado, más allá de su vista.
_____ se quitó el sombrero y los guantes y dejó el pequeño paquete sobre la mesa. Joe dejó sus pertenencias junto a la puerta.
—Te enseñaré el resto de la casa —dijo en tono práctico.
Joe la siguió al otro extremo de la habitación y vio cómo detrás de un recodo había un espacio con un sofá y una silla, un armario de roble cerrado y otro con frente de cristal para la vajilla.
—Era de mi abuela. Nick y yo pensábamos tener una casa de verdad algún día, con un porche y un comedor y un salón. Tengo la porcelana de mi madre embalada por algún sitio. No tiene sentido que la use cuando sólo comen vaqueros en mi mesa.
—Todavía puedes tener tu casa con porche y comedor —dijo Joe.
_____ no lo miró.
—Tal vez algún día —fue todo lo que dijo.
Después de un minuto, abrió una puerta que comunicaba con un dormitorio que olía a violetas, como ella. La siguió con incomodidad.
Lo primero que vio fue la cómoda al lado de la puerta, un mueble alto y tallado a mano. Había un peine y un cepillo, un libro y unas cuantas horquillas en la parte superior. Las cosas de _____. Tuvo el deseo irracional de tocarlas, pero mantuvo la mano a un costado.
Una cama de metal estaba pegada a la pared, con el colchón cubierto con una colcha con dibujos de estrellas, suave, acogedora, suscitando imágenes de dormir con _____ bajo su confort. Joe se negó a pensar en ello en aquellos momentos y exhaló un lento suspiro disciplinario.
Al pie de la cama había un baúl. Sobre la mesilla de noche había una jarra y una palangana con una toalla bordada. La imaginó allí de pie en ropa interior... o menos aún... lavándose. Se sumió en una oleada de calor y deseo y se dijo que lo había llevado allí para enseñarle dónde dormiría, no para desnudarse y saciar de inmediato su cuerpo excitado.
Lo que ocurriera entre ellos tendría que suceder naturalmente. Lentamente.
Se volvió con brusquedad. Había un armario en la pared opuesta. Joe fijó la vista en un par de botas brillantes de soldado que estaban a un lado. Eran las botas de Nick
La habitación de Nick .
Con un sentimiento de decepción en el vientre, Joe desvió la mirada de las botas. No se permitió volver a mirar la cama. Otro hombre ocupaba todavía aquella habitación.
Salvo por el hecho de haber hecho un trato con ella, era un extraño para aquella mujer. Apenas hacía un año que había enviudado. Había visto el dolor en sus ojos el día en que había hablado con él fuera de la tienda y le había preguntado sobre el cuerpo de su marido.
Llevaba un vestido de color verde pálido con rayas de un tono más oscuro que evidentemente no era nuevo pero bonito, y le había agradado verla aparecer con él puesto aquella mañana. Por supuesto, no podía ir de luto a su boda, así que Joe comprendió que aquel vestido no había significado nada. Todavía iba de luto en el corazón.
Lo necesitaba para sacar adelante el rancho, pero no lo amaba.
—¿Hay alguna otra habitación? —le preguntó sin muchas esperanzas. La casa no parecía muy grande desde fuera, y aquél parecía el único espacio disponible aparte de la cocina.
—Hay una alacena —contestó—. Un pequeño sótano y un pequeño espacio de almacén en el desván.
—¿Puedo verlo?
—¿El desván? —Joe asintió—. Sí... claro.
Lo condujo a la otra habitación y señaló una trampilla en el techo.
—Tira de ahí —le indicó, señalando la cuerda que pendía.
Al tirar, se desplegó una pequeña escalera. Haciendo una mueca para reprimir el dolor en el muslo, trepó y observó la habitación que había encima. Ocupaba toda la anchura de la casa y tenía una pequeña ventana en cada extremo. Había unas cuantas cajas al fondo, seguramente con la vajilla de la abuela de _____. No tenía altura suficiente para permanecer de pie, pero el suelo era sólido y había espacio de sobra para tumbarse.
—Dormiré aquí arriba —decidió en voz alta.
—¿Qué? —le preguntó desde abajo.
Descendió por las escaleras con cuidado, manteniendo la expresión firme.
—Dormiré aquí arriba.
Sus ojos castaños se abrieron con sorpresa.
—¿Por qué?
—No puedo dormir en el granero, porque supongo que tus ayudantes tendrán allí sus habitaciones.
—Sí, pero...
—Así que dormiré aquí —empezó a alejarse de ella, luego decidió que le debía una explicación y se volvió—. Necesitamos un poco de tiempo para conocernos mejor —le dijo. Además, ya había un hombre durmiendo en aquella cama con ella, así que tres serían multitud—. Démonos ese tiempo.
¿Fue alivio lo que reflejó su expresión? Un rubor intenso ensombreció su cuello y sus mejillas. Su vista se deslizó al frente de su camisa. Si tenía alguna opinión al respecto, se la guardó. Pero no protestó.
Joe ya lo había imaginado.
—¿Por qué no abres tu regalo? —sugirió.
—Ah, sí... Claro —entró en la cocina.
El pequeño paquete parecía muy solitario sobre la mesa tan grande. _____ se acercó a él y recordó la boda con Nick y el banquete que se había sucedido en la casa de los Telford, con invitados esparcidos por el jardín y paquetes envueltos en papeles de alegres colores amontonados sobre una mesa en la galería.
Aquello había sido durante la guerra, cuando los ciudadanos de Aspen Grove y los ranchos vecinos todavía eran prósperos. Muchos de los regalos que Nick y ella habían recibido aquel día ya los había vendido.
_____ soltó el lazo blanco y quitó el envoltorio. La caja contenía un juego de salero y pimentero de cristal con cucharillas de plata perfectamente envueltos.
—Son preciosos —dijo con sinceridad. Le habían regalado un juego muy parecido pero ya lo había vendido el invierno pasado—. Rosa dijo que era un regalo de ella y Lottie. ¿Quién es Lottie?
Joe no podía hablarle de Lottie. Todavía no.
—Lottie es... otra amiga mía.
— Ah. Bueno, han sido muy amables al enviarnos un regalo. Me ocuparé de darles las gracias correctamente.
—Estoy seguro de que lo harás.
_____ lo miró a los ojos con vacilación.
Tendría que decírselo en algún momento. Había dado su palabra de que cuidaría de Eve.
Joe observó la mezcla de expresiones que surcaban su precioso rostro, y su espalda recta mientras se volvía y colocaba el juego en el armario. El vestido de color verde pálido le favorecía mucho. Su estilo ajustado marcaba la cintura de avispa que siempre había admirado y le hacía preguntarse sobre las caderas suavemente redondeadas y las piernas que tan escondidas estaban bajo los pliegues de su falda.
Un pequeño bolso de punto con cordones de borlas todavía colgaba de su brazo.
Sólo había tenido tiempo para ahorrar dinero para el anillo. Le habría gustado regalarle alguna otra cosa, un colgante o algún otro detalle, algo digno de una mujer como ella. Nunca había tenido mucho más aparte de la ropa que llevaba.
Dos golpes secos en la puerta de malla metálica de la cocina lo sacaron de sus pensamientos. _____ se volvió con una sonrisa.
—Ese es Capitán. Debía de estar cazando cuando llegamos. Seguramente siente curiosidad por saber quién ha venido.
La puerta se abrió sola y un perro enorme de pelo largo se abrió paso con el hocico. Llevaba un trozo de leña en la boca, atravesó la estancia rápidamente y lo dejó caer en la leñera junto al horno.
—Buen chico, Capitán —dijo _____ con una carcajada.
El perro se volvió inmediatamente hacia Joe y se aproximó lentamente, olisqueando el aire y moviendo la cola a poca distancia del suelo. _____ se acercó a Joe y le tocó el brazo.
—Éste es Capitán —explicó, y el roce era un signo evidente para que el animal supiera que se trataba de un amigo.
El calor de sus dedos traspasó la manga de su camisa y Joe se reprimió para no apartarse de la tentación de su proximidad. _____ se separó enseguida.
—Iré a cambiarme. Iba a preparar una tarta para la cena.
—Yo también me cambiaré. Y luego echaré un vistazo por el rancho.
—Sé que ahora mismo no parece gran cosa —dijo en tono de disculpa. Hemos tenido que prescindir de muchas necesidades para cuidar del ganado. Los chicos lo intentan, pero bueno...
—Es el mejor lugar en el que he vivido nunca —le dijo con sinceridad—. Haré lo que pueda para ocuparme de todo.
_____ sonrió entonces para tranquilizarlo.
— Sé que lo harás, Joe. Si no lo creyera, bueno, no estaríamos aquí ahora mismo. Ninguno de los dos.
Lo que quería decir era que habría tenido que vender el rancho y él seguiría tratando de ahorrar el dinero suficiente para comprar un acre o dos. De aquella forma, los dos tenían lo que querían.
También sería un buen lugar para tener a Eve. Tal vez debería haberle hablado a _____ de la niña antes de casarse, pero no había encontrado el momento propicio. Trabajando horas extra por el anillo y aquella ropa había sido la necesidad más imperiosa del momento. No sabía cómo iba a encontrar las palabras para decírselo.
Además, todavía habría tiempo para que se acostumbrara a la idea. Eso esperaba. Llevaba varios días sin ver a Lottie, así que no sabía cómo estaba.
Joe recogió sus pertenencias, las metió en el desván y se puso la ropa de trabajo. No había mejor momento que el presente para ponerse a trabajar.

_____ se aborreció por la sensación de alivio que había acompañado a la decisión de Joe de dormir en el desván. Debería haber dicho algo, no debía haber permitido que pospusiera lo inevitable. Pero había aceptado. Y el hecho de que había sido incapaz de dormir aquella noche seguramente se debía a la culpabilidad por la incomodidad a la que había expuesto a Joe.
Se levantó temprano y preparó el desayuno como todos los días. Gus, seguramente para concederles más intimidad, no había molido el café ni lo había puesto a calentar, así que tenía una tarea añadida a su rutina.
Joe entró en la casa con Gus y Purdy. Los dos ayudantes colgaron sus sombreros y ocuparon sus asientos uno junto al otro en un banco. Joe permaneció incómodamente de pie a un lado.
_____ colocó un plato caliente de panecillos sobre la mesa, y luego se dio cuenta de que estaba esperando que le asignara un lugar.
—Allí —señaló una silla sola en un extremo. La silla que ella ocupaba normalmente. La silla que había sido de Nick .
Joe permaneció de pie detrás de ella. Gus y Purdy se abalanzaron sobre la comida sin vacilación.
—No tienes que esperar a que me siente — dijo _____, comprendiendo sus intenciones—. Me levanto y me siento media docena de veces durante cada comida.
Joe ocupó el asiento. _____ sirvió café y luego se sentó a su izquierda.
Nadie dijo mucho mientras comían durante la primera mañana de aquella nueva situación. _____ trató de comportarse con naturalidad pero sabía que no estaba engañando nadie. Joe comió más despacio que los ayudantes, y menos de la mitad de lo que comían la mayoría de hombres para los que había cocinado.
_____ probó todo para asegurarse de que no se había equivocado con las prisas. Todo estaba a su gusto.
—¿Está todo bien? —preguntó con vacilación.
Joe levantó la vista del plato, y sus ojos de color cafe profundo vibraron a la luz de la mañana que entraba por las ventanas alargadas de la cocina.
—Todo está perfectamente. Gracias.
_____ miró a Gus y él sostuvo su mirada sólo por un momento, luego se metió el último bocado de jamón en la boca, vació la taza de café y se puso en pie. Purdy lo imitó y tomó su sombrero.
— Sólo tenemos el tiempo justo para cambiarnos — dijo _____, doblando su servilleta. Joe dejó a un lado el tenedor y se quedó inmóvil—. ¿Joe? —preguntó con curiosidad.
Gus y Purdy salieron apresuradamente por la puerta con un chirrido de los goznes.
—No querrás que vaya a la iglesia contigo —dijo. No era una pregunta.
—Claro que sí. Siempre voy a misa.
—Yo no.
_____ había empezado a levantarse, pero volvió a ocupar su lugar sobre el banco.
—¿No eres un hombre temeroso de Dios, Joe Jonas?
—Sí. Pero por tu bien, temo más a las gentes de Dios.
—¿Qué tienen que ver los demás?
Pero lo sabía. Tal vez no lo comprendiera, pero sabía cómo lo habían tratado en la ciudad toda su vida. No había visto de primera mano el rechazo que su madre había sufrido cuando Joe nació, pero llevaba en aquella ciudad tantos años como él y sabía cómo lo habían despreciado.
—Te advertí cómo reaccionaría la gente — dijo en voz baja—. Ayer no vino nadie, ¿verdad?
Al oír aquello, _____ se puso en pie con actitud rígida y tal vez un poco desafiante.
—Es mi iglesia, Joe Jonas. He ido allí desde que tenía seis años, y tú eres mi marido. No tengo intención de permitir que unas cuantas mentes estrechas nos impidan ir.
Aquellas gentes no la ignorarían para siempre. No se habían presentado a su boda, pero prefería la muerte a dejar que controlaran sus idas y venidas a la ciudad o su asistencia a un lugar de culto.
Unos cuantos trozos de pastelillos quedaban en el plato que estaba mirando.
—Iré si tú me lo pides.
¿Era injusto pedírselo? No. No estaba dispuesta a dejar a Joe detrás como si fuera uno de los vaqueros del rancho.
—Te lo pido.
Se puso en pie, y sus piernas largas echaron la silla hacia atrás.
—Iré a cambiarme.
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por daniella jonas Mar 20 Mar 2012, 2:00 pm

Nueva Lectora Mi Nombre Daniella Pueden Decirme Dani
Siguelaaaaaa ME gusto Muchisisismaaa Siguela Porfavor ♥️
:D
daniella jonas
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Mensaje por Julieta♥ Mar 20 Mar 2012, 9:30 pm

daniella jonas escribió:
Nueva Lectora Mi Nombre Daniella Pueden Decirme Dani
Siguelaaaaaa ME gusto Muchisisismaaa Siguela Porfavor ♥️
:D

BIENVENIDA!!!!!
gracias por pasarte y me alegra que te guste..espero sigas leyendo y comentando
beshitos!!!!!!
Julieta♥
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