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"Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
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20° Capítulo.
La reacción de Philippa ante las noticias fue de una sorprendente calma. Mientras los tres permanecían sentados en el salón privado de los Marsden y Nicholas le contaba la noticia de su compromiso, además de la causa que lo motivaba, el rostro de la mujer palideció, pero no pronunció palabra alguna. Durante el breve silencio que siguió a la concisa explicación de Nicholas, Philippa le clavó la vista sin parpadear y dijo con cautela:
-Ya que _______________ no tiene padre que la defienda, señor Hunt, recae sobre mí toda la responsabilidad de obtener de usted ciertas garantías. Por supuesto, toda madre desea que su hija sea tratada con respeto y amabilidad... y coincidirá conmigo en que las circunstancias...
-Comprendo-dijo Nicholas. Impactada por su sobriedad, _______________ lo observó sin perder detalle mientras él centraba toda su atención en Philippa-. Tiene mi palabra de honor de que su hija no tendrá jamás motivo de queja.
En el rostro de Philippa apareció una breve expresión de recelo, ante lo cual _______________ se mordió el labio, ya que sabía lo que venía a continuación.
-Sospecho que ya tiel1le plena conciencia, señor Hunt -murmuró su madre-, de que _______________, no posee dote.
-Sí -replicó Nicholas de, modo conciso.
- Y ese hecho no supone ningún problema para usted -dejó caer Philippa con un asomo de interrogación en la voz.
-En absoluto. Tengo la fortuna de poder desentenderme de la cuestión financiera a la hora de elegir esposa. Me importa un bledo si _______________ se casa conmigo sin un solo chelín en el bolsillo. Es más tengo la intención de facilitar las cosas para su familia: asumir deudas, hacerme cargo de las facturas y los acreedores, de las matriculas de la escuela y todo ese tipo de cosas; lo que sea necesario para que vivan con total comodidad.
_______________ pudo distinguir la palidez de los dedos de Phi1ipa, que se apretaban sobre su regazo, y la indescifrable trepidación de la voz de su madre, que bien podía deberse al nerviosismo, al alivio, a la vergüenza, o una combinación de las tres cosas.
-Muchas gracias, señor Hunt. Debe comprender que si el señor Peyton estuviera todavía vivo, las cosas serían muy diferentes -Sí, por supuesto.
Philippa reflexionó en silencio antes de musitar:
-Por supuesto, sin la dote, _______________ no dispondrá de dinero para los pequeños gastos...
-Pienso abrir una cuenta a su nombre en Barings -dijo, Hunt sucintamente-. Estableceremos una cifra inicial de, digamos... ¿cinco mil libras? Y repondré el saldo cada cierto tiempo cuando sea necesario. Por supuesto, yo correré con los gastos del mantenimiento de un carruaje y los caballos, además de la ropa, las joyas..., y _______________ dispondrá de crédito en todas las tiendas de Londres.
La reacción de Philippa ante sus palabras pasó desapercibido, para _______________, cuya cabeza comenzó a dar vueltas como, una peonza. La mera idea de disponer de cinco mil libras, toda una fortuna, se le antojaba casi irreal. Su asombro se mezclaba con una pizca de anticipación. Tras años de penurias, podría acudir a las mejores, comprarle un caballo a Jeremy y redecorar la casa de su, familia con muebles y el más exquisito de los menajes. No obstante, el hecho de discutir las cuestiones económicas de un modo tan franco justo después de recibir una proposición de matrimonio le producía la inquietante sensación de haberse vendido a cambio de dinero. Dirigió a Nicholas una mirada cautelosa y vio que sus ojos habían adquirido ese brillo burlón tan familiar. La comprendía demasiado bien, pensó al tiempo que un indeseado rubor le coloreaba las mejillas.
Permaneció en silencio mientras la conversación giraba en torno a los abogados, contratos y estipulaciones, lo que la llevó a descubrir que su madre poseía la perseverancia de un bull terrier en lo referente a negociaciones matrimoniales. Toda esa discusión, que se parecía mucho a una reunión de negocios, no podía calificarse de ninguna de las maneras como romántica. De hecho, no había pasado por alto que su madre no le había preguntado a Hunt si la amaba, y que tampoco él había afirmado hacerlo.
Una vez que Nicholas Hunt se hubo marchado, _______________ siguió a su madre hasta la habitación que ocupaban, donde, sin duda alguna, le esperaba otra charla. Preocupada por la tranquilidad tan poco habitual que demostraba Philippa, _______________ cerró la puerta y trató de pensar algo que decirle, preguntándose si su madre guardaba alguna reserva acerca de la idea de tener a Nicholas Hunt como yerno.
Tan pronto como estuvieron a solas, Philippa se acercó a la ventana y clavó la vista en el cielo de la tarde, para luego cubrirse los ojos con una mano. Alarmada, _______________ escuchó el sonido apagado de un sollozo.
-Mamá -susurró con vacilación mientras contemplaba la rígida espalda de su madre-. Lo siento, yo...
-Gracias a Dios -murmuró Philippa con voz temblorosa, que al parecer no había escuchado a su hija-. Gracias a Dios.
A pesar de haber jurado que no asistiría a la boda de Nicholas, lord Westcliff llegó a Londres con una quincena de adelanto para acudir a la ceremonia. Con semblante sobrio pero cortés, incluso se ofreció a entregar a la novia y asumir así el papel de su difunto pa-dre. La tentación de rechazarlo fue muy fuerte, pero su madre se mostró tan contenta que _______________ se vio obligada a aceptar. Incluso sintió un perverso placer al obligar al conde a tomar un papel destacado en una ceremonia a la que tanto se oponía. Lo único que había llevado a Westcliff a Londres era la lealtad que sentía hacia Hunt, lo que revelaba que el lazo de amistad entre los dos hombres era mucho más fuerte de lo que Annabel1e hubiera esperado.
Lillian, Daisy y su madre también asistieron a la ceremonia religiosa privada, aunque su presencia sólo se debió a la asiste de lord Westcliff. La señora Bowman jamás habría permitido que sus hijas acudieran a la boda de una joven que no se casaba con un aristócrata y que, además, era una influencia tan perniciosa. Sin embargo, había que aprovechar cualquier oportunidad de estar cerca del soltero más codiciado de toda Inglaterra. El hecho de que Westcliff reaccionara con absoluta indiferencia hacía su hija menor y que desdeñara abiertamente a la mayor era un inconveniente sin importancia que la señora Bowman estaba segura de poder sortear.
Por desgracia, la tía Florence y el resto de su familia materna le habían prohibido a Evie que asistiera. En su lugar, esta envió a _______________ una larga y afectuosa carta, así cómo un juego de té de porcelana de Sevres pintado con flores rosas y doradas como regalo de boda. El resto de la pequeña congregación estaba compuesta por los padres y hermanos de Hunt, que eran más o menos como _______________ había esperado. Su madre poseía un rostro de facciones toscas y una constitución recia, pero era una mujer amable que parecía inclinada a pensar lo mejor de _______________ a menos que hubiese algo que la hiciera cambiar de opinión. Su padre era un hombre de gran tamaño y huesos prominentes que no sonrió ni una sola vez durante la ceremonia, a pesar de que las profundas arrugas que rodeaba sus ojos indicaban su tendencia al buen humor. Ninguno de los progenitores era particularmente guapo, pero tenían cinco hijos notables, todos altos y de pelo negro.
Ojalá Jeremy hubiera podido asistir a la boda..., pero se encentraba en el colegio, y tanto ella como Philippa habían decidido que sería mejor para él que terminara el semestre y que acudiera a Londres una vez que Hunt y ella hubieran regresado de su luna de miel. _______________ no estaba muy segura de cuál sería la reacción de su hermano ante la idea de tener a Nicholas como cuñado. A pesar de que a Jeremy parecía caerle bien, llevaba mucho tiempo acostumbrado a ser el único varó de la familia y siempre existía la posibilidad de que se molestar por cualquier restricción que Hunt quisiera imponerle. A ese respecto, a _______________ tampoco le hacía mucha gracia la idea de acatar los deseos de un hombre a quien, en realidad, apenas conocía.
Aquel hecho acudió a la mente de _______________ en su noche de bodas, mientras esperaba a su esposo en una habitación del hotel Rutledge. Puesto que había asumido que Hunt vivía en una de esas casas adosadas con terraza, como muchos solteros, se sorprendió bastante al comprobar que ocupaba una suite de hotel.
-¿ Y por qué no? -le había preguntado Hunt pocos días antes, divertido ante su evidente asombro.
-Bueno, porque... vivir en un hotel proporciona tan poca intimidad…..
-Siento no estar de acuerdo. Aquí puedo ir y venir a mi antojo sin una horda de criados que esparzan rumores acerca de mis hábitos y mis modales. Por lo que he podido comprobar, vivir en un hotel bien dirigido es mucho más cómodo que establecerse en una mansión llena de corrientes de aire.
-Sí, pero un hombre de tu posición debe tener a su servicio el número adecuado de criados para demostrar su éxito a los demás...
-Disculpa -la interrumpió Hunt-, pero siempre creí que se debían contratar criados cuando fuese necesario su trabajo. El beneficio de mostrar a los empleados como meros adornos se me había pasado por alto hasta este momento.
-¡No se les puede considerar mano de obra esclava, Nicholas!
-Por el salario que se le paga a la mayoría de los criados, esa afirmación es más que discutible.
-Nos veremos en la necesidad de contratar a un buen número sirvientes si vamos a vivir en la casa adecuada -dijo _______________ con descaro-. A menos que tengas planeado ponerme de rodillas para que friegue los suelos y limpie las chimeneas.
-La sugerencia hizo que los ojos café oscuro de Hunt se iluminaran con un brillo perverso que ella no entendió.
-Tengo intención de ponerte de rodillas, querida, pero te garantizo que no será para fregar.-Se rió quedamente al advertir la confusión de ella. La acercó a é1 y le dio un beso breve pero intenso.
Ella intentó zafarse de su abrazo.
-Nicholas... Suéltame, mi madre no aprobaría vernos en esta situación….
-¿ De veras? Ahora podría hacer lo que quisiera contigo y ella no pondría objeción alguna.
Ceñuda, _______________ consiguió interponer los brazos entre ambos -Eres un arrogante... ¡No, lo digo en serio, Nicholas! Quiero que resolvamos este asunto. ¿Vamos a vivir en un hotel para siempre o comprarás una casa?
Le robó otro besó y, acto seguido, se echó a reír al ver la expresión de ella.
-Te compraré la casa que quieras, cariño. Mejor aún, te construiré una nueva, ya que me he acostumbrado a las comodidades de la buena iluminación y a las cañerías modernas.
_______________ dejó de forcejear.
-¿De verdad? ¿Dónde?
-Creo que podría adquirir una buena extensión de terreno cerca de Bloomsbury o de Knightsbridge...
-¿Qué te parece Mayfair?
Nicholas sonrió como si hubiera estado esperando esa sugerencia -No me digas que quieres vivir en una plaza como Grosvenor o St. James, atestada de edificios, para contemplar desde la ventana a los pomposos aristócratas mientras se pasean tras las verjas de sus pequeños patios...
-¡Sí, sí! Eso sería absolutamente perfecto -dijo con entusiasmo, lo que arrancó una carcajada a Nicholas.
-Muy bien, conseguiremos algo en Mayfair y que Dios me ayude. También puedes contratar a cuantos criados quieras. Y que conste que no he dicho «necesites», ya que eso parece totalmente irrelevante. Mientras tanto ¿crees que podrás tolerar unos cuantos meses en el Rutledge?
Mientras recordaba la conversación, _______________ investigaba las inmensas habitaciones de la suite, decoradas suntuosamente con terciopelos, cuero y brillante madera de caoba. Tenía que admitirlo, el Rutledge conseguía que una persona cambiara las ideas preconcebidas que pudiera tener acerca de un hotel. Se rumoreaba que el misterioso propietario, e1 señor Harry Rutledge, aspiraba a crear el hotel más elegante y moderno de toda Europa a través de la combinación del estilo continental con las innovaciones traídas de America. Ubicado en el distrito teatral, el Rutledge era un enorme edificio que ocupaba las cinco manzanas que había entre el Teatro Capitol y el Embankment. Peculiaridades tales como su construcción a prueba de incendios, el servicio de habitaciones y los baños privados en cada suite, por no mencionar su famoso restaurante, habían contribuido a que el Rutledge se convirtiera en un lugar de moda entre los americanos y los europeos más ricos. Para deleite de _______________, las Bowman ocupaban cinco de las cien suites de lujo que poseía el hotel, lo que significaba que tendrían muchas oportunidades para verse cuando regresara de su luna de miel.
Dado que nunca había salido de Inglaterra, _______________ se había entusiasmado al descubrir que Nicholas tenía la intención de llevarla a París y pasar allí dos semanas. Pertrechada con una lista de modistas, sombrererías y perfumerías confeccionada por las Bowman, que habían visitado París anteriormente en compañía de su madre, _______________ ya anticipaba con ansiedad lo que sería su primer vistazo a la Ciudad de la Luz. No obstante, antes de partir por la mañana, tendría que pasar por la noche de bodas.
Ataviada con un camisón adornado con abundantes metros de encaje blanco que colgaban del corpiño y las mangas, _______________ caminaba nerviosa por la habitación. Se sentó junto a la cama y cogió un cepillo del tocador. Con pasadas metódicas, comenzó a cepillarse el pelo mientras se preguntaba si todas las novias pasaban por aquel momento de aprensión, preguntándose con inquietud si las siguientes horas les depararían miedo o alegría. En ese instante, la llave giró en la cerradura y la oscura y esbelta figura de Nicholas entró en la suite.
Un escalofrío recorrió la columna de _______________, pero se obligó a continuar cepillándose el pelo con movimientos tranquilos, a pesar de que apretaba el mango con demasiada fuerza y de que le temblaban los dedos. La mirada de Nicholas vagó por las capas de encaje y muselina que cubrían su cuerpo. Todavía vestido con el traje negro de etiqueta que había llevado en la boda, se acercó despacio y se colocó frente a ella mientras _______________ permanecía sentada. Para su sorpresa, se arrodilló hasta que sus caras quedaron al mismo nivel y sus muslos le rodearon las esbeltas pantorrillas. Acto seguido, alzó una de esas grandes manos hacia su cabello, que estaba suelto y brillaba a su alrededor, y peinó las hebras con los dedos, observando con fascinación cómo los mechones color miel se deslizaban entre sus nudillos.
A pesar de estar impecablemente vestido, se evidenciaban señales de desarreglo que llamaron la atención de _______________: los cortos mechones de cabello que caían sobre su frente, el nudo flojo de la corbata de seda gris... Dejó caer el cepillo al suelo y utilizó los dedos para peinarle el cabello con pasadas indecisas. Las oscuras hebras eran gruesas y brillantes, y se rizaban por propia voluntad entre sus dedos. Nicholas permaneció inmóvil mientras ella le desataba la corbata, cuya seda aún guardaba la calidez de su piel. En los ojos del hombre se leía una expresión que le provocó un cosquilleo en el estómago.
-Cada vez que te miro -murmuró-, creo que es imposible que puedas estar más hermosa..., pero siempre consigues demostrar lo equivocado que estoy.
_______________ dejó que la corbata colgara a ambos lados de su cuello y sonrió ante el cumplido. Cuando sintió que las manos de él se cerraban sobre las suyas, dio un pequeño respingo en la silla. La boca de Nicholas se curvó ligeramente mientras la estudiaba con una mirada curiosa.
-¿Estás nerviosa?
_______________ asintió mientras él le sostenía las manos y le acariciaba los dedos. Nicholas le habló muy despacio, como si estuviera, eligiendo las palabras con más tiento del habitual.
-Cariño, supongo que tus experiencias con lord Hodgeham no han resultado placenteras, pero espero que confíes en mí cuando te digo que no tiene por qué ser así. Sean cuales sean tus miedos.
-Nicholas -lo interrumpió con voz ronca y temerosa, antes de aclararse la garganta-. Eso es muy amable de tu parte. Y... y el hecho de que estés dispuesto a ser tan comprensivo acerca de...Bueno… aprecio tu gesto. Sin embargo..., me temo que no fui del todo sincera contigo acerca de mi relación con Hodgelham. - Al percatarse de la súbita y extraña inmovilidad de su marido y de la forma en que su expresión se había vaciado de emociones, _______________ inspiró con fuerza-. La verdad es que sí, Hodgeham frecuentaba nuestra casa algunas noches, y sí, pagó nuestras facturas a cambio de… de…- Se detuvo al descubrir que se le había formado un nudo en la garganta que hacía difícil pronunciar las palabras-. Pero... no era a mí a quien iba a visitar.
Las pupilas de Nicholas se dilataron de forma apenas perceptible.
-¿ Cómo dices?
-Nunca me acosté con él-admitió-. Mantenía relaciones con mi madre.
Nicholas la miró de hito en hito.
-Por todos los santos -masculló entre dientes.
-Empezó hace cosa de un año --explicó, un poco a la defensiva. Nos encontrábamos en una situación desesperada. Teníamos una lista interminable de facturas pendientes y ninguna manera de pagarlas. Los ingresos provenientes de la herencia de mi madre ha-bían mermado a causa de una mala inversión. Lord Hodgeham llevaba persiguiendo a mi madre cierto tiempo. No sé con seguridad cuándo se iniciaron sus visitas nocturnas, pero comencé a ver su sombrero y su bastón en la entrada a horas desacostumbradas justo cuando las deudas empezaron a disminuir un poco. Me di cuenta de lo que pasaba, pero nunca dije nada. Y debería haberlo hecho. -Suspiró y se frotó las sienes-. En la fiesta, Hodgeham dejó muy claro que se había cansado de mi madre y que quería que yo ocupara su lugar. Amenazó con revelar el secreto... «con los adornos suficientes», dijo, lo que causaría nuestra ruina. Lo rechace y, de alguna manera, mi madre consiguió que mantuviera la boca cerrada.
-¿Por qué me permitiste creer que eras tú quien se acostaba con él?
_______________ se encogió de hombros con cierta incomodidad.
-Lo habías dado por sentado... y no parecía haber razón alguna para corregirte, ya que jamás se me pasó por la cabeza que pudiéramos acabar así. Después, me propusiste matrimonio de todas maneras, lo que me hizo llegar a la conclusión de que no te impor-taba mucho si era virgen o no.
-Y no me importaba -murmuró Nicholas, cuya voz sonaba extraña-. Te deseaba a pesar de todo. Pero ahora que sé... -Se detuvo y sacudió la cabeza con incredu1idad-. _______________ para que no haya malentendidos, ¿me estás diciendo que nunca te has acostado con un hombre?
Intentó retirar las manos, ya que el apretón de Nicholas resultaba casi doloroso en esos momentos.
-Bueno, sí.
-¿Sí, sí te has acostado con alguien o no, no lo has hecho?
-Nunca me he acostado con nadie -dijo _______________ con firmeza al tiempo que le dirigía una mirada interrogante- ¿estas enfadado porque no te lo dije antes? Lo siento. Pero no es algo que se pueda comentar mientras se toma el té o en el vestíbulo de entrada: «Aquí tienes tu sombrero y, de paso, que sepas que soy virgen»…
-No estoy enfadado.- La mirada de Nicholas la recorrió con aire pensativo-. Sólo me pregunto qué demonios voy a hacer contigo.
-¿Lo mismo que ibas a hacer antes de que te lo contara? - le preguntó esperanzada.
Nicholas se puso en pie y la obligó a hacer lo mismo antes de abrazarla con suavidad, como si temiera que pudiera romperse si la apretaba con demasiada fuerza. Presionó la cara contra su melena e inhaló con fuerza.
-Créeme, todo llegará a su debido tiempo- dijo con voz risueña-. Pero parece que antes debo preguntarte algunas cosas.
_______________ introdujo los brazos bajo la parte delantera de su chaqueta y los deslizó sobre su pecho para rodear su duro y suave torso. El calor de su cuerpo se filtraba por el fino tejido de la camisa y _______________ tembló de placer al sumergirse en la calidez masculina de su abrazo.
- ¿Qué cosas?- inquirió.
Hasta ese momento, siempre había visto a Nicholas manejarse con fluidez durante cualquier conversación..., pero cuando habló, su voz resultó estar afectada por una inesperada indecisión, como si se tratara de una clase de discusión que no se había visto obligado a mantener con anterioridad.
-Tienes alguna idea de lo que va a pasar? ¿Tienes toda la… esto... la información necesaria?
-Eso creo -replicó _______________, que sonrió al descubrir, no sin cierta sorpresa, la rapidez con la que latía el corazón de Nicholas contra su mejilla-. Mi madre y yo mantuvimos una charla hace muy poco..., tras la cual me sentí muy tentada de pedir una anulación.
De repente, él dejó escapar una risa ahogada.
-En ese caso, será mejor que reclame mis derechos maritales sin dilación. -Le tomó los dedos en un suave y cálido apretón y se los llevó a los labios. Su aliento parecía vapor-. ¿Qué te contó? - murmuró contra las yemas de sus dedos.
Después de informarme de los detalles básicos, me señaló que debía permitirte hacer cuanto quisieras y que no debía quejarme si algo no me gustaba. También sugirió que si se volvía demasiado desagradable, podía pensar en la increíble cuenta bancaria que abriste a mi nombre.
_______________ se arrepintió de esas palabras tan pronto como salieron de sus labios, temiendo que Nicholas pudiera sentirse ofendido por semejante despliegue de franqueza. Sin embargo, él comenzó a reírse con voz ronca.
-Es un cambio refrescante si se lo compara con lo de pensar en la patria. -Echó la cabeza hacia atrás para mirarla-. ¿Significa eso que debo conquistarte con susurros acerca de transferencias bancaria y tasas de interés?
_______________ giró la mano dentro de la de él y trazó con los dedos la superficie de sus labios, acariciando sus bordes aterciopelados antes de descender hacia la barbilla, que comenzaba a mostrar señales de barba.
-No será necesario. Basta con que me digas las palabras habituales.
-No..., las palabras habituales no sirven en tu caso.
Nicholas le colocó un mechón de cabello tras la oreja y acunó su mejilla en la palma de la mano al tiempo que se inclinaba hacia ella. La convenció con su boca para que separara los labios, mientras sus manos encontraban los contornos de su cuerpo ocultos tras las amplias capas del encaje. Sin corsé que le oprimiera las costillas, podía sentir sus manos a través del fino velo que suponía el camisón. Las caricias de Nicholas en sus costados le provocaron temblores y las puntas de sus pechos se tornaron exquisitamente sensibles. La palma de una mano recorrió despacio su cuerpo hasta alcanzar la redondez de uno de sus senos y lo acunó con gentileza entre los dedos antes de alzar la delicada came. _______________ dejó de respirar un instante cuando el pezón se endureció por las delicadas caricias de su pulgar.
-La primera vez suele ser dolorosa para una mujer -murmuró.
-Sí, lo sé.
-No quiero causarte dolor.
Semejante admisión la conmovió y sorprendió a la vez.
-Mi madre dice que no dura mucho -le dijo
- ¿El dolor?
-No, lo que sigue -dijo y, por alguna razón, su respuesta volvió a arrancarle otra carcajada.
-_______________... -Deslizó los labios por su garganta-. Te he deseado desde el primer momento en que te vi, allí, en el exterior del auditorio, mientras buscabas unas monedas en tu bolso. No apartar la vista de ti. Apenas podía creer que fueras real.
-No me quitaste la vista de encima durante todo, el espectáculo -le dijo y emitió un jadeo cuando él atrapó el sedoso lóbulo de su oreja-. Dudo que hubieras aprendido nada sobre la caída del Imperio romano.
-Aprendí que tienes los labios más dulces que jamás he besado
-Tienes una manera muy original de presentarte.
-No pude evitarlo. -Su mano se movía arriba y abajo por el costado de _______________ en una suave caricia-. Estar junto a ti en la oscuridad fue la tentación más insoportable que he experimentado jamás. No podía pensar más que en lo adorable que eras y en cuanto te deseaba. Cuando las luces se apagaron del todo no pude reprimirme más. -Un dejo de satisfacción masculina se filtró en su voz cuando añadió-: Y tu no me apartaste.
-¡Estaba demasiado sorprendida!
- ¿ Ésa fue la única razón por la que no pusiste objeciones?
-No -admitió _______________, que inclinó la cabeza para que su mejilla se frotara contra la de él-. Me gustó tu beso. Y lo sabes.
Él sonrió ante ese comentario.
-Albergaba la esperanza de que no me hubiese sucedido solo a mí. -La miró a los ojos; estaba tan cerca de ella que sus narices casi se tocaban-. Ven a la cama conmigo -susurró con un imperceptible matiz interrogante en la voz.
Anriabelle asintió con un tembloroso suspiro y permitió que, la guiara hasta la enorme cama de cuatro postes, cubierta con una colcha de gruesa seda de Borgoña. Tras apartar el cobertor, Nicholas deposito a _______________ entre las inmaculadas sábanas, y ella se apartó a un lado para dejarle espacio. Él permaneció junto a la cama mientras se quitaba lo que restaba de su traje de etiqueta. El contraste entre el corte elegante de la ropa y el primitivo poder masculino que emanaba del cuerpo que ésta cubría resultaba desconcertante. Tal y como _______________ había anticipado, su marido poseía un torso inusualmente atlético: los músculos de la espalda y los hombros estaban bastante desarrollados, al igual que los del estómago, que formaban una serie de surcos muy marcados. A la luz de la lámpara, su atezada piel quedaba bañada por un tinte dorado, y la superficie de sus hombros brillaba con el tono rico y firme de un busto de bronceado. Ni siquiera el vello oscuro que le cubría el pecho suavizaba la poderosa estructura conformada por músculos y huesos. _______________ dudaba de que existiera un hombre de aspecto más sano y más vigoroso. Tal vez, Nicholas no encajara con el ideal que marcaba la moda: un aristócrata de piel pálida y estructura delgada..., pero a ella le parecía espléndido en toda su magnitud.
Sintió unos pinchazos de ansiedad y nerviosismo en el estómago cuando se reunió con ella en la cama.
-Nicholas -dijo con la respiración agitada mientras él la abrazaba-, mi madre no me dijo si... si esta noche yo tendría que hacerte algo...
La mano de él comenzó a jugar con sus cabellos ya masajearle la cabeza de tal modo que la espalda de _______________ se estremeció con un ardiente cosquilleo.
-No tienes que hacer nada esta noche. Sólo deja que te abrace.., que te toque..., que descubra lo que te da placer...
La mano de Nicholas encontró los botones de nácar que cerraban el camisón en la espalda. _______________ cerró los ojos al sentir que la liviana capa de encaje fruncido se desprendía de sus hombros.
-¿Te acuerdas de aquella noche en la sala de música? -susurró entre jadeos cuando, sintió que Nicholas le bajaba el camisón por los pechos-. ¿Cuando me besaste en el recoveco de la sala de música?
-Recuerdo cada abrasador segundo-respondió también en un susurro, al tiempo que la ayudaba a sacados brazos de las amplias mangas-. ¿Por qué, lo preguntas?
-No he podido dejar de pensar en ese momento -confesó. Se retorció para facilitarle la tarea de quitarle el camisón, a pesar de que el rubor teñía cada trozo de piel expuesta.
-Yo tampoco -admitió él. Su mano se deslizó por un pecho y cubrió la tersa redondez hasta que el pezón adquirió un color rosado y se irguió contra su palma-. Parece que la nuestra, es una mezcla inflamable... Más incluso de lo que había anticipado.
-Entonces ¿no es siempre así? -preguntó _______________, que había dejado que sus dedos exploraran el profundo surco de la columna de su marido y los duros músculos que la flanqueaban.
Aquella caricia, tan inocente como era, alteró el ritmo de la respiración de Nicholas cuando se inclinó sobre ella. I
-No -murmuró él, colocando una pierna sobre los muslos que _______________ mantenía unidos con fuerza-. Casi nunca.
- ¿Por qué...? -_______________ comenzó la pregunta, pero se detuvo con un débil gemido cuando Nicholas trazó la curva de un pecho con el pulgar.
Al instante, apresó su estrecha cintura entre las manos y se inclinó hacia ella. Sus labios tenían un tacto ardiente y suave cuando se abrieron con delicadeza sobre el duro pezón. _______________ dejó escapar un jadeo al sentir la suave succión que la boca de Nicholas ejercía sobre la sensible zona mientras su lengua continuaba acariciándola, hasta que llegó un momento en que no pudo permanece, móvil bajo él. Abrió las piernas de forma inconsciente y Nicholas no perdió la oportunidad de introducir un muslo, de tacto mas áspero por el vello que lo cubría, en el hueco que ella había dejado. Mientras sus manos y su boca se paseaban por el cuerpo de _______________, ella alzó los brazos, le asió la cabeza con las manos y dejó que los abundantes mechones se deslizaran entre sus dedos como siempre había deseado. Nicholas besó la delicada piel de sus muñecas, la cara interna de los codos y las depresiones que se formaban entre las costillas hasta que no quedó un centímetro de la piel de _______________ sin explorar. Ella se lo permitió todo, estremeciéndose cada vez que sentía el cosquilleo de su incipiente barba en contraste con la suave y abrasadora humedad de su boca. Sin embargo, cuando alcanzó su ombligo y sintió que la punta de su lengua se hundía en el pequeño hueco, se apartó de él con un jadeo escandalizado.
-No... Nicholas, yo… Por favor…
De inmediato, él se incorporó para estrechada entre sus brazos y observó con una sonrisa el ruborizado rostro de su esposa.
-¿Es demasiado? - preguntó con voz ronca-. Lo siento... Por un momento olvidé que todo esto es nuevo para ti. Deja que te abrace. No tienes miedo, ¿verdad?
Antes de que pudiera responder, la boca de Nicholas ya apresaba la suya y se movía con destreza. El vello que le cubría el pecho rozaba sus senos como si de un tosco terciopelo se tratase y sus pezones se restregaban contra él con cada respiración. La garganta de _______________ vibraba al compás de sus graves gemidos, que expresaban el placer que comenzaba a resquebrajar su recato. Al sentir que Nicholas deslizaba los dedos por su vientre y, hacía presión con la rodilla que había introducido entre sus muslos, _______________ jadeó con fuerza. En cuanto consiguió que ella separara las piernas un poco mas, deslizó los dedos por los suaves y femeninos rizos, explorando los hinchados pliegues. Tras separarlos, descubrió el sedoso botón que empezó a palpitar bajo su contacto y comenzó a acariciar la parte superior con un ritmo suave y ligero.
_______________ volvió a jadear contra su boca al sentir que su cuerpo se derretía. La pasión hizo que el rubor tiñera su piel y moteara su palidez con un profundo tono rosado. Nicholas buscó la entrada de su cuerpo e introdujo apenas un dedo en la húmeda y amoldable abertura. _______________ sentía el corazón desbocado y el cuerpo tenso a causa del creciente placer. Se apartó de Nicholas con una exclamación ahogada y lo miró con los ojos abiertos de par en par.
Él yacía de costado, apoyado sobre uno de los codos; tenía el oscuro cabello alborotado y la mirada brillante por la pasión, aunque también se percibía un destello de diversión. Parecía comprender lo que ella había comenzado a sentir y su inocente desconcierto lo tenía fascinado.
-No te vayas -murmuró con una sonrisa-. No querrás perderte lo mejor. -Muy despacio, volvió a colocarla bajo su cuerpo, ajustando su postura con las caricias de sus manos-. Cariño, no voy a hacerte daño -susurró contra su mejilla-. Deja que te dé placer ... Deja que entre en ti…
Siguió musitándole palabras tiernas mientras sus labios dejaban un rastro de besos y caricias que lo conducía, sin que ella apenas se diera cuenta, de vuelta hacia la parte baja de su cuerpo. Cuando su cabeza llegó al valle en sombras que había entre los muslos de _______________, ella ya gemía sin cesar. la exploró con la boca, más allá de los delicados rizos y de los sedosos pliegues de piel rosada, y comenzó a deslizar su lengua en movimientos circulares. Movida por la timidez, _______________ trató de apartarse, pero él la aferró de las caderas y prosiguió con su implacable exploración, pasando la lengua por cada pliegue y por cada recoveco. ti
La imagen de aquella cabeza morena entre sus muslos fue todo un asalto a sus sentidos. La habitación se convirtió en algo borroso y _______________ tuvo la sensación de que flotaba entre la luz y la sombra de las velas, ajena a todo salvo a aquel exquisito placer. No podía esconderle nada, no le quedaba más remedio que rendirse a esa boca ansiosa que ofrecía a su excitado cuerpo un placer indescriptible. Nicholas concentró sus caricias en el botón que coronaba su sexo y lo lamió con suavidad y sin reservas hasta que ella no fue paz de soportarlo más y sus caderas se alzaron por voluntad propia, temblando contra su boca mientras la pasión abrasaba sus miembros torturados por el éxtasis.
Tras dar un último y placentero lametón a su ya saciada carne, Nicholas ascendió por el cuerpo de _______________. Los muslos de su esposa no ofrecieron resistencia alguna cuando él los separó y la cabeza de su miembro se introdujo ligeramente en ella. Bajó la mirada hacia el aturdido rostro de _______________ y, le apartó los mechones de cabello que le habían caído sobre la frente.
Al mirarlo, los labios de _______________ se curvaron con una sonrisa trémula.
-Me temo que me he olvidado por completo de la cuenta bancaria -dijo, ante lo que él dejó escapar una suave carcajada.
Nicholas le acarició la frente con el pulgar, justo donde la piel tersa daba lugar al nacimiento del cabello.
-Pobre _______________... -La presión entre sus piernas aumentó, causando la primera punzada de dolor-. Me temo que esta parte no será tan placentera. Al menos, para ti.
-No me importa... Me.. .me alegro mucho de que seas tú.
No había duda de que aquél era un comentario extraño para una novia en su noche de bodas, pero lo hizo sonreír. Nicholas inclinó la cabeza y comenzó a susurrarle palabras al oído, y no dejó de hacerla mientras tensaba las caderas para penetrar en su carne inocente. _______________ se obligó a permanecer quieta, a pesar de que el instinto le dictaba que se alejara de la intrusión.
-Cariño... -Nicholas comenzó a jadear y, cuando ya estuvo dentro de ella, se detuvo en lo que pareció ser un intento por recuperar el control-. Sí, eso es... Un poco más... -La penetró un poco más, con mucho cuidado, antes de volver a detenerse-. Y un poquito mas... -Profundizó sus movimientos poco a poco, persuadiendo con delicadeza al cuerpo de _______________ para que lo aceptara-. Más... -¿Cuánto más? -jadeó ella.
El cuerpo de Nicholas estaba demasiado duro y la presión que ejercía sobre ella resultaba demasiado intensa; además, _______________ no podía dejar de preguntarse con cierta inquietud si era posible que aquello resultara agradable alguna vez.
El tremendo esfuerzo de mantenerse inmóvil provocó que las mandíbulas de Nicholas se tensaran.
-Estoy a la mitad -consiguió decir con un cierto tono de disculpa en la voz.
-La mitad... -_______________ comenzó a protestar con una risa temblorosa y se tensó por el dolor cuando Nicholas volvió a moverse -. Es imposible, no puedo, no puedo...
Sin embargo, Nicholas continuó con su avance al tiempo que intentaba mitigar su dolor con la boca y las manos. Poco a poco, la sensación fue mejorando y el dolor se transformó en una vaga y continua molestia. _______________ dejó escapar un largo suspiro cuando sintió que su cuerpo se amoldaba a él y que su carne virginal se abría ante la realidad inevitable de la posesión de su marido. La espalda de Nicholas era una masa de músculos contraídos y su estómago resultaba tan duro como el palisandro tallado. Una vez que estuvo hundido profundamente en ella, se detuvo durante un instante y emitió un gemido al tiempo que un estremecimiento recorría sus hombros.
-Eres tan estrecha -dijo con voz ronca.
-Lo-lo siento...
-No, no-consiguió decir-.No lo sientas. Dios mío Arrastraba las palabras, como si estuviera embriagado de placer.
Ambos se estudiaron como en silencio; una mirada saciada y otra cargada de anhelo. El asombro embargó a _______________ al darse cuenta del modo en que Nicholas había logrado dar la vuelta a todas sus expectativas. Había estado segura de que él aprovecharía aquella oportunidad para demostrarle quién era el amo... Sin embargo, se había acercado a ella con infinita paciencia. Movida por la gratitud le rodeó el cuello con los brazos y lo besó, dejando que su lengua se introdujera en su boca al tiempo que le deslizaba las manos pos la espalda hasta encontrar el contorno de sus nalgas. Le dio un tímido apretón para animarlo a moverse, a entrar más profundamente en ella. La caricia pareció acabar con el último resquicio de su control. Con un gemido hambriento, Nicholas comenzó a moverse ritmicamente dentro de ella, temblando por el esfuerzo que le suponía mostrarse considerado. La fuerza de su liberación lo hizo estremecerse de la cabeza a los pies y apretar los dientes cuando el placer se convirtió en un éxtasis cegador. Enterró el rostro en el cuello de _______________ y se dejó empapar por la húmeda y resbaladiza calidez de su cuerpo. Pasó bastante tiempo antes de que la tensión abandonara sus músculos y dejara escapar un largo suspiro. Cuando se tiró con cuidado del cuerpo de su esposa, ésta compuso una mueca de dolor. Al darse cuenta de su incomodidad, Nicholas le acarició la cadera para reconfortarla.
-Creo que no voy a dejar nunca esta cama -musitó al tiempo que la acomodaba en el hueco de su brazo.
-Vaya, te aseguro que lo harás -le contestó ella adormilada-. Vas a llevarme a París mañana. No me vas a negar la luna de miel que me prometiste.
Nicholas restregó la nariz contra esa mata de rizos alborotados y replicó con un asomo de diversión en la voz:
-No, mi dulce esposa..., nadie va a negarte nada.
Danne G.
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
OMG QE LINDO QUE HAYA PERDIDO LA VIRGINIDAD ASI
ivette gone
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
WUUUAAUUUUU
TODAVIAA ESTOYCON ASOMBROOOOOO!!!!
AAAIIII
PON OTROOOO
TODAVIAA ESTOYCON ASOMBROOOOOO!!!!
AAAIIII
PON OTROOOO
chelis
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
awwww! AME ESTE CAPITULOOO *_* que mamoshos ellos!
siguela por favor si?
siguela por favor si?
Flor
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
Como estoy feliz y las amo C: Le subiré dos capis capi y de una vez les informo que no se con certeza si mañana tenga tiempo, puesto que llego de la uni a las 9 de la noche y cansada.. Veremos ¿Vale? Un beso bendiciones y que tengan una hermosa noche o día.. Whatever.
Ahh y lo olvidaba, anexo algo nuevo al ritmo de los capis, cada vez que halla una escena subida de todo aparecerán las letras de este color para que tomen ustedes la decisión de leerlas o no. C:
Amor y paz a todas.
Ahh y lo olvidaba, anexo algo nuevo al ritmo de los capis, cada vez que halla una escena subida de todo aparecerán las letras de este color para que tomen ustedes la decisión de leerlas o no. C:
Amor y paz a todas.
21° Capítulo.
Durante las dos semanas que duró su luna de miel, _________________ descubrió que no era ni de lejos tan mundana como ella misma se consideraba. Con una mezcla de candidez y arrogancia británica, siempre había pensado que Londres era el centro de la cultura y el conocimiento, de modo que París fue toda una revelación. La ciudad era asombrosamente moderna y, en comparación, Londres parecía una prima desaliñada recién llegada del campo. Aun así, a pesar de todos sus avances intelectuales y sociales, las calles de París tenían un aspecto casi medieval: oscuras, estrechas y sinuosas en su recorrido por los diferentes distritos de la ciudad, plagados de edificios hábilmente construidos. Esa mezcla de estilos arquitectónicos, que variaba de las agujas góticas de las antiguas iglesias a la sólida majestuosidad del Arco del Triunfo, era un asalto delicioso y caótico para los sentidos.
Su hotel, el Coeurde Paris, estaba situado en la margen izquierda del Sena, entre la deslumbrante variedad de tiendas de la calle de Montparnasse y los puestos cubiertos de Saint-Germain-des-Pres, donde se podía encontrar un apabullante surtido de telas, encajes, perfumes y cuadros. El Coeur de Paris era un palacio en el que las suites habían sido diseñadas para el disfrute de los placeres sensuales. El baño, por ejemplo -o la salte de bain, como lo llamaban los franceses-, estaba decorado con suelos de mármol rosado, sus paredes se adornaban con un alicatado italiano y disponía de un canapé dorado de estilo rococó donde el cliente podía descansar tras el enorme esfuerzo que suponía bañarse. No había una, sino dos bañeras de porcelana, cada una de ellas con su propio calentador y su tanque de agua fría. Justo encima de las bañeras, el techo estaba decorado con un paisaje al fresco de forma oval, diseñado para entretener al bañista mientras éste, o ésta, se relajaba. A _________________, educada bajo la noción británica de que el baño era una cuestión de higiene que debía llevarse a cabo con rapidez y eficacia, le gustó idea de que el acto de tomar un baño fuese interpretado como un entretenimiento decadente.
Para su deleite, también descubrió que un hombre y una mujer podían compartir la mesa en un restaurante público sin necesidad de tener que solicitar un salón privado. Jamás había probado unos manjares tan deliciosos: pollo hervido a fuego lento con cebolletas en salsa de vino tinto; pato confitado y asado con tal maestría que, bajo la crujiente y aceitosa piel, la carne estaba tierna como la mantequilla; cabracho bañado con una espesa salsa de trufa... Y, por supuesto, los postres: gruesas porciones de bizcocho bañado en licor y cubierto de merengue; pudines con capas de nueces y frutas glaseadas... A medida que Nicholas observaba las dificultades que _________________ tenía cada noche para elegir el postre, tuvo que asegurarle con toda seriedad que los generales con experiencia en el campo de batalla resolvían sus estrategias sin necesidad de reflexionar tan como lo hacía ella a la hora de decidirse entre la tarta de pera o el suflé de vainilla.
Una noche, Nicholas la llevó a un ballet en el que las bailarinas iban indecorosamente escasas de ropa y, a la siguiente, a una representación teatral: una comedia plagada de bromas obscenas que no precisaban traducción alguna. También asistieron a los bailes y fiestas organizados por los amigos de Nicholas, Algunos de ellos eran ciudadanos franceses, pero otros eran turistas y emigrantes procedentes de Gran Bretaña, Estados Unidos e Italia. Unos cuantos eran accionistas o miembros del consejo de dirección, de ciertas empresas de las que Nicholas formaba parte, y otros habían participado en los negocios navieros y ferroviarios de su marido.
-¿ Cómo es que conoces a tanta gente? - le había preguntado _________________, desconcertada al observar que lo saludaban varios desconocidos en la primera de las fiestas a las que asistieron.
Nicholas rió en respuesta y se burló con sutileza al decirle que cualquiera creería que no sabía que había todo un mundo más allá de la aristocracia inglesa. Y, a decir verdad, _________________ no lo sabía. Hasta esos momentos, jamás se le había ocurrido mirar más allá de los estrechos confines de esa rancia sociedad. Esos hombres, al igual que sucedía con Nicholas, eran la elite en términos económicos: participaban activamente en la acumulación de enormes fortunas y muchos de ellos eran dueños de ciudades enteras, construidas alrededor de las fábricas en constante estado de expansión. Poseían minas, plantaciones, molinos, almacenes, tiendas y fábricas; y, según parecía, sus intereses no se centraban en un solo país. Mientras sus esposas se dedicaban a comprar y a lucir vestidos diseñados por las modistas parisinas, los hombres se sentaban en las cafeterías o en los salones privados y se enzarzaban en interminables discusiones políticas o de negocios. Muchos de ellos fumaban tabaco enrollado en unos pequeños cilindros de papel llamados «cigarrillos», una moda que había comenzado entre los soldados egipcios y que no había tardado mucho en extenderse por todo el continente. Durante la cena, hablaban de cosas que _________________ jamás había escuchado antes, acontecimientos de los que nunca había oído hablar y que, con toda seguridad, no habían sido recogidos en los periódicos.
_________________ pudo comprobar que cuando su marido hablaba, el resto de los asistentes lo escuchaba con mucha atención y buscaba el consejo en una gran variedad de asuntos. Tal vez Nicholas tuviese poca importancia a los ojos de la aristocracia británica, pero estaba claro que poseía una considerable influencia fuera de ella. Fue en esos momentos cuando entendió por qué lord Westcliff lo tenía en tan alta estima. A decir verdad, Nicholas era un hombre poderoso por derecho propio. Al ver el respeto que inspiraba en otros hombres y al ser consciente de la actitud coqueta que provocaba en las mujeres _________________ comenzó a ver a su marido bajo una nueva luz. Comenzó a desarrollar una actitud posesiva hacia él-hacía Nicholas, ni más ni menos!- y se descubrió víctima de unos apabullantes celos cada vez que una mujer se sentaba junto a él durante la cena e intentaba monopolizar su atención, o cuando otra dama declaraba en abierto flirteo que Nicholas estaba obligado a bailar un vals con ella.
Durante el primer baile al que asistieron, _________________ mantuvo una conversación con un grupo de jóvenes casadas en uno de ellos salones; una de ellas era la esposa de un fabricante de armas norteamericano y las otras dos eran francesas y estaban casadas con sendos marchantes de arte. _________________, que se vio obligada a responder como pudo a la curiosidad de las mujeres acerca de Nicholas y se las arregló para disimular lo poco que aún sabía de su marido, respiró aliviada al ver que el objeto de la conversación iba a buscarla para sacarla a bailar. Vestido de forma impecable con un traje de etiqueta negro, Nicholas saludó a las ruborizadas y sonrientes jóvenes con elegante formalidad antes de dirigirse a su esposa. Sus miradas se enlazaron al tiempo que una deliciosa melodía comenzaba a sonar en el salón de baile. _________________ reconoció la música: un vals muy de moda en Londres que era tan dulce y cautivador que las floreros habían estado de acuerdo en declarar una tortura el hecho de tener que permanecer sentadas mientras la orquesta lo tocaba.
Nicholas extendió el brazo y ella lo tomó al tiempo que recordaba las innumerables ocasiones en las que había despreciado sus invitaciones en el pasado. Al darse cuenta de que Nicholas, a la postre, se había salido con la suya, _________________ sonrió.
-¿ Siempre consigues lo que quieres ?-le preguntó.
-En ocasiones tardo un poco más de lo que me gustaría - le contestó.
Cuando llegaron al salón de baile, colocó la mano en la espalda de su esposa y la guió hacia el torbellino de parejas que ya giraban en la estancia.
Los, nervios la asaltaron con un súbito aguijonazo, como si estuviese a punto de compartir algo mucho más importante que un simple baile.
-Éste es mi vals favorito -le dijo a su esposo mientras se colocaba entre sus brazos.
-Lo sé. Por eso se lo he pedido a la orquesta.
- ¿Cómo lo sabias?- preguntó ella con una incrédula carcajada-. Supongo que una de las hermanas Bowman te lo ha dicho.
Nicholas negó con la cabeza mientras sus dedos, enfundados en el guante, se curvaban alrededor de los de ella.
-He observado tu rostro en más de una ocasión mientras lo tocaban. Siempre parecías estar a punto de salir volando de la silla.
Los labios de _________________ se abrieron por la sorpresa. Clavó la mirada en su marido con evidente desconcierto. ¿Cómo podía haber percibido algo tan sutil? Ella siempre se había mostrado desdeñosa con él y, aun así, Nicholas había notado su reacción a una pieza de música concreta y lo había recordado. Aquella circunstancia hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas y se vio obligada a apartar la mirada de inmediato, mientras luchaba por controlar la desconcertante oleada de emociones.
Nicholas la condujo hacia las parejas en plena danza y la sostuvo con sus fuertes brazos, guiándola con la firme presión de su mano en la cintura. Era tan fácil seguirlo, dejar que su cuerpo se fundiera con el ritmo que marcaba mientras su vestido se arrastraba por el brillante suelo y flotaba alrededor de sus piernas... La encantadora melodía pareció penetrar por todos los poros de su piel y disolver el nudo que sentía en la garganta, provocándole un irrefrenable placer.
Nicholas, por su parte, se deleitaba con la sensación de triunfo que le provocaba tener a _________________ entre sus brazos en la pista de baile. Por fin, después de dos años de persecución, disfrutaba de su largamente anhelado vals con ella. Y lo que era aún más satisfactorio: tras el baile, seguiría siendo suya... La llevaría al hotel, la desvestiría y le ¡haría el amor hasta el amanecer.
El cuerpo de su esposa se mostraba complaciente entre sus brazos y tenía apoyada la mano sobre su hombro. Pocas mujeres se habían dejado guiar con esa facilidad, como si supiera de antemano la dirección que iba a tomar antes de que él mismo lo hubiese decidido. El resultado era una armonía física tal que les permitía moverse por el salón con la misma rapidez que un pájaro en pleno vuelo.
No le había causado sorpresa alguna observar la reacción de sus amistades al conocer a su flamante esposa: las felicitaciones, las disimuladas miradas de deseo que dedicaran a _________________ y los maliciosos susurros de algunos que aseguraban no envidiar la tarea de tener que cargar con el peso de una esposa tan bella. En los últimos días, la belleza de _________________ había aumentado, si es que eso era posible. La tensión había abandonado su rostro tras unas cuantas noches de sueño profundo. En la cama se mostraba cariñosa e, incluso, juguetona; la noche anterior, sin ir más lejos, se había colocado sobre él con la misma agilidad de una gata escurridiza para depositar un reguero de besos sobre su pecho y sus hombros. No se habría imaginado algo así de una mujer como ella; no después de haber conocido a unas cuantas mujeres hermosas en el pasado que tenían por costumbre yacer pasivamente a la espera de que las adoraran. _________________, por el contrario, lo había torturado y acariciado hasta que ya no pudo soportado más y tuvo que girar en la cama con ella entre los brazos, riendo, protestando y alegando que todavía no había acabado con él.
-Yo acabaré contigo -había bromeado con un gruñido antes de penetrada y conseguir que su esposa comenzara a gemir de placer.
Nicholas no era tan iluso como para esperar que su matrimonio disfrutara de una armonía eterna: ambos eran demasiado independientes y poseían un carácter fuerte, por lo que el choque acabaría llegando tarde o temprano. Tras haber renunciado a la oportunidad de casarse con un noble, _________________ había cerrado las puertas al estilo de vida con el que siempre había soñado y, en su lugar, tendría que acostumbrarse a una existencia muy distinta. Con la excepción de Westcliff y de un par de amigos más, procedentes de buena cuna, Nicholas apenas tenía relación alguna con la aristocracia. Su mundo consistía principalmente en empresarios como él, poco refinados y felices de concentrar todos sus esfuerzos en la tarea de hacer dinero. Esa multitud de empresarios industriales no podía ser más distinta de la clase educada con la que _________________ siempre se había relacionado. Hablaban demasiado alto, sus reuniones eran demasiado frecuentes y extensas y no sentían respeto alguno ni por la tradición ni por los buenos modales. Nicholas no tenía muy claro si _________________ sería capaz de adaptarse a semejantes personas, pero parecía, estar dispuesta a intentado. Él lo entendía y apreciaba sus esfuerzos mucho más de lo que ella podría imaginarse.
Era consciente de que escenas como las que _________________ había soportado dos noches atrás habrían dejado reducida a un manojo de lágrimas a cualquier otra jovencita que hubiese llevado una vida protegida, sin embargo, ella lo había soportado con bastante aplomo. Dicha noche, habían asistido a una velada organizada por un acaudalado arquitecto francés y su esposa, un acontecimiento bastante caótico en el que el vino corría a raudales y había demasiados invitados; el resultado de todo ello era un ambiente de bullicioso desenfreno. Tras dejar a _________________ sentada a una mesa en compañía de algunas amistades durante unos minutos, Nicholas había regresado una vez finalizada su conversación privada con el anfitrión para descubrir que su azorada esposa había sido arrinconada por dos hombres que estaban jugándose a las cartas el privilegio de beber champán en uno de sus zapatos.
Si bien el juego no tenía otro propósito que el de pasar un rato divertido, resultaba más que obvio que gran parte de la diversión de la que ambos rivales disfrutaban procedía del bochorno de _________________. No había nada más placentero para aquellos de carácter cínico que un asalto al pudor de otra persona, especialmente si la víctima era una joven inocente. Aunque _________________ había intentado llevado lo mejor posible, la insolente apuesta la había incomodado y la sonrisa que se dibujaba en sus labios era del todo falsa. Tras levantarse de la silla, había recorrido la estancia con la mirada, en busca de un posible refugio.
Obligado a mantener una fachada amigable y ligeramente aburrida, Nicholas llegó hasta la mesa, deslizó la mano por la rígida espalda de _________________ en un gesto reconfortante y acarició con el pulgar la piel que quedaba expuesta sobre el borde posterior de su corpiño. Al instante, pudo sentir cómo ella se relajaba un tanto y el rubor que había cubierto su rostro ya empezaba a disiparse cuando alzó la mirada hacia él.
-Se están jugando a las cartas quién beberá champán en mi zapato- le había explicado sin aliento-. Yo no lo he sugerido y no se quién...
-Bueno, es un problema de fácil solución -la interrumpió él, sin darle la mayor importancia. Se había dado cuenta de que comenzaba a formarse una multitud a su alrededor que estaba ansiosa por saber si se pondría furioso debido a las audaces propuestas que los dos hombres habían hecho a su esposa. Con suavidad, aunque sin darle la oportunidad de oponerse, obligó a _________________ a volver a su asiento-. Siéntate, cariño.
-Pero no quiero... -había protestado ella, incómoda, antes de soltar un jadeo de sorpresa al ver que Nicholas se ponía en cuclillas frente a ella. Tras introducir ambas manos bajo el dobladillo de su falda, le quitó los zapatos de satén adornados con perlas-. ¡Nicholas! -exclamó con los ojos como platos por la sorpresa.
Nicholas se puso entonces en pie y ofreció un zapato a cada uno de los contendientes con una floritura.
-Pueden quedarse con los zapatos, caballeros, siempre y cuando sean muy conscientes de que su dueña me pertenece. -Y, ,tras alzar en brazos a su descalza esposa, la sacó de la habitación entre las carcajadas y los aplausos de la multitud. De camino al exterior, pasaron junto al camarero al que se le había encargado la tarea de buscar la botella de champán-. Nos la llevaremos -le dijo Nicholas al atónito camarero, quien le tendió la helada botella a _________________.
Nicholas había trasladado a su esposa al carruaje mientras ella sostenía la botella con una mano y le rodeaba el cuello con el brazo libre.
-Vas a costarme una fortuna en calzado -le dijo él.
Los ojos de _________________ brillaron de contento.
-Tengo unos cuantos zapatos más en el hotel-le informó con alegría-. ¿Estás planeando beber champán en uno de ellos?
-No, amor mío. Pienso beberlo directamente de ti.
Ella le había lanzado una mirada perpleja y, cuando por fin comprendió sus palabras, enterró el rostro en el hombro de su esposo mientras su oreja adquiría un profundo rubor escarlata.
Al recordar el episodio y las deliciosas horas que lo siguieron, Nicholas bajó la mirada hacia la mujer que tenía entre los brazos.
La brillante luz de las ocho lámparas de araña del salón se reflejaba en sus ojos y les arrancaba diminutos destellos que los hacía asemejarse al cielo azul estrellado de una, noche de verano. Su esposa lo miraba con una intensidad que no había demostrado antes, como si anhelara algo que jamás podría conseguir. Semejante mirada lo inquietó y despertó en él la necesitad de satisfacerla de cualquier manera posible. En ese momento, le habría dado cualquier cosa que pidiera sin pensárselo dos veces.
No había duda de que acababan de convertirse en un riesgo para las restantes parejas, dado que la habitación se había difuminado en una especie de bruma imaginaria y a Nicholas le importaba un comino la dirección en la que avanzaban. Bailaron hasta que la gente comenzóa hacer secos comentarios acerca de lo inapropiado que era para una pareja casada mostrara semejante despliegue de exclusividad en un baile y que no tardarían mucho en cansarse el uno del otro tras la luna de miel. Nicholas se limitó a sonreír al escucharlos y se inclinó para susurrarle a su esposa al oído:
-¿Te arrepientes ahora de no haber bailado antes conmigo? -No -respondió ella también en un susurro-. Si no hubiera supuesto un desafío para ti, habrías perdido el interés.
Dejando escapar una suave carcajada, Nicholas le rodeó la cintura con un brazo y la condujo a un lado del salón.
-Eso no ocurrirá jamás. Todo lo que haces o dices me interesa.
-¿ En serio? -preguntó ella con tono escéptico-. ¿ Y qué hay de la afirmación de lord Westcliff, que me tachaba de egoísta y superficial?
Cuando ella lo miró a la cara, Nicholas apoyó una mano sobre la pared, cerca de la cabeza de _________________, y se inclinó hacia delante en un gesto protector. Su voz fue suave como la seda.
-Él no te conoce.
-¿ Y tú sí?
-Sí. Yo sí te conozco. -Alargó un dedo y le acarició un mechón de pelo húmedo que se había adherido a su cuello-. Te proteges con mucho celo. No te gusta depender de nadie. Eres ambiciosa, de carácter fuerte y decidida a la hora de mostrar tus opiniones. Por no mencionar tu testarudez. Pero nunca egoísta: Y ninguna persona con tu inteligencia podría ser tachada jamás de superficial. -Dejó que su dedo vagara hacia los sedosos mechones que caían tras su oreja. Sus ojos se iluminaron con un brillo travieso al añadir-. También eres deliciosamente fácil de seducir.
Con una carcajada de indignación, _________________ alzó un puño como si quisiera golpearlo.
-Solo para ti.
Riendo entre dientes. Nicholas atrapó su puño entre los dedos y depositó un reguero de besos sobre los nudillos.
-Ahora que eres mi esposa, Westcliff sabe muy bien que no debe pronunciar ni una sola objeción más sobre ti ni sobre nuestro matrimonio. Si así lo hiciera, pondría punto y final a nuestra amistad sin pensármelo.
-¡Vaya! Pero yo nunca he pretendido que eso sucediera, yo…-Lo contempló, confusa de pronto-. ¿Harías eso por mí?
Nicholas recorrió con el dedo un mechón dorado que resaltaba entre su cabello castaño claro.
-Haría cualquier cosa por ti.
Su juramento era sincero. Nicholas no era un hombre dado a las medias tintas. A cambio de su entrega, él le daba su lealtad y su apoyo incondicionales.
Una vez concluida la conversación, _________________ mantuvo un silencio inexplicable durante un buen rato, lo que hizo pensar a Nicholas que tal vez estuviera cansada. Sin embargo, cuando regresaron a sus habitaciones en el Coeur de Paris un poco más tarde, su esposa se entregó a él con renovado ardor, en un intento de expresarle con su cuerpo lo que no era capaz de decir con palabras.
Su hotel, el Coeurde Paris, estaba situado en la margen izquierda del Sena, entre la deslumbrante variedad de tiendas de la calle de Montparnasse y los puestos cubiertos de Saint-Germain-des-Pres, donde se podía encontrar un apabullante surtido de telas, encajes, perfumes y cuadros. El Coeur de Paris era un palacio en el que las suites habían sido diseñadas para el disfrute de los placeres sensuales. El baño, por ejemplo -o la salte de bain, como lo llamaban los franceses-, estaba decorado con suelos de mármol rosado, sus paredes se adornaban con un alicatado italiano y disponía de un canapé dorado de estilo rococó donde el cliente podía descansar tras el enorme esfuerzo que suponía bañarse. No había una, sino dos bañeras de porcelana, cada una de ellas con su propio calentador y su tanque de agua fría. Justo encima de las bañeras, el techo estaba decorado con un paisaje al fresco de forma oval, diseñado para entretener al bañista mientras éste, o ésta, se relajaba. A _________________, educada bajo la noción británica de que el baño era una cuestión de higiene que debía llevarse a cabo con rapidez y eficacia, le gustó idea de que el acto de tomar un baño fuese interpretado como un entretenimiento decadente.
Para su deleite, también descubrió que un hombre y una mujer podían compartir la mesa en un restaurante público sin necesidad de tener que solicitar un salón privado. Jamás había probado unos manjares tan deliciosos: pollo hervido a fuego lento con cebolletas en salsa de vino tinto; pato confitado y asado con tal maestría que, bajo la crujiente y aceitosa piel, la carne estaba tierna como la mantequilla; cabracho bañado con una espesa salsa de trufa... Y, por supuesto, los postres: gruesas porciones de bizcocho bañado en licor y cubierto de merengue; pudines con capas de nueces y frutas glaseadas... A medida que Nicholas observaba las dificultades que _________________ tenía cada noche para elegir el postre, tuvo que asegurarle con toda seriedad que los generales con experiencia en el campo de batalla resolvían sus estrategias sin necesidad de reflexionar tan como lo hacía ella a la hora de decidirse entre la tarta de pera o el suflé de vainilla.
Una noche, Nicholas la llevó a un ballet en el que las bailarinas iban indecorosamente escasas de ropa y, a la siguiente, a una representación teatral: una comedia plagada de bromas obscenas que no precisaban traducción alguna. También asistieron a los bailes y fiestas organizados por los amigos de Nicholas, Algunos de ellos eran ciudadanos franceses, pero otros eran turistas y emigrantes procedentes de Gran Bretaña, Estados Unidos e Italia. Unos cuantos eran accionistas o miembros del consejo de dirección, de ciertas empresas de las que Nicholas formaba parte, y otros habían participado en los negocios navieros y ferroviarios de su marido.
-¿ Cómo es que conoces a tanta gente? - le había preguntado _________________, desconcertada al observar que lo saludaban varios desconocidos en la primera de las fiestas a las que asistieron.
Nicholas rió en respuesta y se burló con sutileza al decirle que cualquiera creería que no sabía que había todo un mundo más allá de la aristocracia inglesa. Y, a decir verdad, _________________ no lo sabía. Hasta esos momentos, jamás se le había ocurrido mirar más allá de los estrechos confines de esa rancia sociedad. Esos hombres, al igual que sucedía con Nicholas, eran la elite en términos económicos: participaban activamente en la acumulación de enormes fortunas y muchos de ellos eran dueños de ciudades enteras, construidas alrededor de las fábricas en constante estado de expansión. Poseían minas, plantaciones, molinos, almacenes, tiendas y fábricas; y, según parecía, sus intereses no se centraban en un solo país. Mientras sus esposas se dedicaban a comprar y a lucir vestidos diseñados por las modistas parisinas, los hombres se sentaban en las cafeterías o en los salones privados y se enzarzaban en interminables discusiones políticas o de negocios. Muchos de ellos fumaban tabaco enrollado en unos pequeños cilindros de papel llamados «cigarrillos», una moda que había comenzado entre los soldados egipcios y que no había tardado mucho en extenderse por todo el continente. Durante la cena, hablaban de cosas que _________________ jamás había escuchado antes, acontecimientos de los que nunca había oído hablar y que, con toda seguridad, no habían sido recogidos en los periódicos.
_________________ pudo comprobar que cuando su marido hablaba, el resto de los asistentes lo escuchaba con mucha atención y buscaba el consejo en una gran variedad de asuntos. Tal vez Nicholas tuviese poca importancia a los ojos de la aristocracia británica, pero estaba claro que poseía una considerable influencia fuera de ella. Fue en esos momentos cuando entendió por qué lord Westcliff lo tenía en tan alta estima. A decir verdad, Nicholas era un hombre poderoso por derecho propio. Al ver el respeto que inspiraba en otros hombres y al ser consciente de la actitud coqueta que provocaba en las mujeres _________________ comenzó a ver a su marido bajo una nueva luz. Comenzó a desarrollar una actitud posesiva hacia él-hacía Nicholas, ni más ni menos!- y se descubrió víctima de unos apabullantes celos cada vez que una mujer se sentaba junto a él durante la cena e intentaba monopolizar su atención, o cuando otra dama declaraba en abierto flirteo que Nicholas estaba obligado a bailar un vals con ella.
Durante el primer baile al que asistieron, _________________ mantuvo una conversación con un grupo de jóvenes casadas en uno de ellos salones; una de ellas era la esposa de un fabricante de armas norteamericano y las otras dos eran francesas y estaban casadas con sendos marchantes de arte. _________________, que se vio obligada a responder como pudo a la curiosidad de las mujeres acerca de Nicholas y se las arregló para disimular lo poco que aún sabía de su marido, respiró aliviada al ver que el objeto de la conversación iba a buscarla para sacarla a bailar. Vestido de forma impecable con un traje de etiqueta negro, Nicholas saludó a las ruborizadas y sonrientes jóvenes con elegante formalidad antes de dirigirse a su esposa. Sus miradas se enlazaron al tiempo que una deliciosa melodía comenzaba a sonar en el salón de baile. _________________ reconoció la música: un vals muy de moda en Londres que era tan dulce y cautivador que las floreros habían estado de acuerdo en declarar una tortura el hecho de tener que permanecer sentadas mientras la orquesta lo tocaba.
Nicholas extendió el brazo y ella lo tomó al tiempo que recordaba las innumerables ocasiones en las que había despreciado sus invitaciones en el pasado. Al darse cuenta de que Nicholas, a la postre, se había salido con la suya, _________________ sonrió.
-¿ Siempre consigues lo que quieres ?-le preguntó.
-En ocasiones tardo un poco más de lo que me gustaría - le contestó.
Cuando llegaron al salón de baile, colocó la mano en la espalda de su esposa y la guió hacia el torbellino de parejas que ya giraban en la estancia.
Los, nervios la asaltaron con un súbito aguijonazo, como si estuviese a punto de compartir algo mucho más importante que un simple baile.
-Éste es mi vals favorito -le dijo a su esposo mientras se colocaba entre sus brazos.
-Lo sé. Por eso se lo he pedido a la orquesta.
- ¿Cómo lo sabias?- preguntó ella con una incrédula carcajada-. Supongo que una de las hermanas Bowman te lo ha dicho.
Nicholas negó con la cabeza mientras sus dedos, enfundados en el guante, se curvaban alrededor de los de ella.
-He observado tu rostro en más de una ocasión mientras lo tocaban. Siempre parecías estar a punto de salir volando de la silla.
Los labios de _________________ se abrieron por la sorpresa. Clavó la mirada en su marido con evidente desconcierto. ¿Cómo podía haber percibido algo tan sutil? Ella siempre se había mostrado desdeñosa con él y, aun así, Nicholas había notado su reacción a una pieza de música concreta y lo había recordado. Aquella circunstancia hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas y se vio obligada a apartar la mirada de inmediato, mientras luchaba por controlar la desconcertante oleada de emociones.
Nicholas la condujo hacia las parejas en plena danza y la sostuvo con sus fuertes brazos, guiándola con la firme presión de su mano en la cintura. Era tan fácil seguirlo, dejar que su cuerpo se fundiera con el ritmo que marcaba mientras su vestido se arrastraba por el brillante suelo y flotaba alrededor de sus piernas... La encantadora melodía pareció penetrar por todos los poros de su piel y disolver el nudo que sentía en la garganta, provocándole un irrefrenable placer.
Nicholas, por su parte, se deleitaba con la sensación de triunfo que le provocaba tener a _________________ entre sus brazos en la pista de baile. Por fin, después de dos años de persecución, disfrutaba de su largamente anhelado vals con ella. Y lo que era aún más satisfactorio: tras el baile, seguiría siendo suya... La llevaría al hotel, la desvestiría y le ¡haría el amor hasta el amanecer.
El cuerpo de su esposa se mostraba complaciente entre sus brazos y tenía apoyada la mano sobre su hombro. Pocas mujeres se habían dejado guiar con esa facilidad, como si supiera de antemano la dirección que iba a tomar antes de que él mismo lo hubiese decidido. El resultado era una armonía física tal que les permitía moverse por el salón con la misma rapidez que un pájaro en pleno vuelo.
No le había causado sorpresa alguna observar la reacción de sus amistades al conocer a su flamante esposa: las felicitaciones, las disimuladas miradas de deseo que dedicaran a _________________ y los maliciosos susurros de algunos que aseguraban no envidiar la tarea de tener que cargar con el peso de una esposa tan bella. En los últimos días, la belleza de _________________ había aumentado, si es que eso era posible. La tensión había abandonado su rostro tras unas cuantas noches de sueño profundo. En la cama se mostraba cariñosa e, incluso, juguetona; la noche anterior, sin ir más lejos, se había colocado sobre él con la misma agilidad de una gata escurridiza para depositar un reguero de besos sobre su pecho y sus hombros. No se habría imaginado algo así de una mujer como ella; no después de haber conocido a unas cuantas mujeres hermosas en el pasado que tenían por costumbre yacer pasivamente a la espera de que las adoraran. _________________, por el contrario, lo había torturado y acariciado hasta que ya no pudo soportado más y tuvo que girar en la cama con ella entre los brazos, riendo, protestando y alegando que todavía no había acabado con él.
-Yo acabaré contigo -había bromeado con un gruñido antes de penetrada y conseguir que su esposa comenzara a gemir de placer.
Nicholas no era tan iluso como para esperar que su matrimonio disfrutara de una armonía eterna: ambos eran demasiado independientes y poseían un carácter fuerte, por lo que el choque acabaría llegando tarde o temprano. Tras haber renunciado a la oportunidad de casarse con un noble, _________________ había cerrado las puertas al estilo de vida con el que siempre había soñado y, en su lugar, tendría que acostumbrarse a una existencia muy distinta. Con la excepción de Westcliff y de un par de amigos más, procedentes de buena cuna, Nicholas apenas tenía relación alguna con la aristocracia. Su mundo consistía principalmente en empresarios como él, poco refinados y felices de concentrar todos sus esfuerzos en la tarea de hacer dinero. Esa multitud de empresarios industriales no podía ser más distinta de la clase educada con la que _________________ siempre se había relacionado. Hablaban demasiado alto, sus reuniones eran demasiado frecuentes y extensas y no sentían respeto alguno ni por la tradición ni por los buenos modales. Nicholas no tenía muy claro si _________________ sería capaz de adaptarse a semejantes personas, pero parecía, estar dispuesta a intentado. Él lo entendía y apreciaba sus esfuerzos mucho más de lo que ella podría imaginarse.
Era consciente de que escenas como las que _________________ había soportado dos noches atrás habrían dejado reducida a un manojo de lágrimas a cualquier otra jovencita que hubiese llevado una vida protegida, sin embargo, ella lo había soportado con bastante aplomo. Dicha noche, habían asistido a una velada organizada por un acaudalado arquitecto francés y su esposa, un acontecimiento bastante caótico en el que el vino corría a raudales y había demasiados invitados; el resultado de todo ello era un ambiente de bullicioso desenfreno. Tras dejar a _________________ sentada a una mesa en compañía de algunas amistades durante unos minutos, Nicholas había regresado una vez finalizada su conversación privada con el anfitrión para descubrir que su azorada esposa había sido arrinconada por dos hombres que estaban jugándose a las cartas el privilegio de beber champán en uno de sus zapatos.
Si bien el juego no tenía otro propósito que el de pasar un rato divertido, resultaba más que obvio que gran parte de la diversión de la que ambos rivales disfrutaban procedía del bochorno de _________________. No había nada más placentero para aquellos de carácter cínico que un asalto al pudor de otra persona, especialmente si la víctima era una joven inocente. Aunque _________________ había intentado llevado lo mejor posible, la insolente apuesta la había incomodado y la sonrisa que se dibujaba en sus labios era del todo falsa. Tras levantarse de la silla, había recorrido la estancia con la mirada, en busca de un posible refugio.
Obligado a mantener una fachada amigable y ligeramente aburrida, Nicholas llegó hasta la mesa, deslizó la mano por la rígida espalda de _________________ en un gesto reconfortante y acarició con el pulgar la piel que quedaba expuesta sobre el borde posterior de su corpiño. Al instante, pudo sentir cómo ella se relajaba un tanto y el rubor que había cubierto su rostro ya empezaba a disiparse cuando alzó la mirada hacia él.
-Se están jugando a las cartas quién beberá champán en mi zapato- le había explicado sin aliento-. Yo no lo he sugerido y no se quién...
-Bueno, es un problema de fácil solución -la interrumpió él, sin darle la mayor importancia. Se había dado cuenta de que comenzaba a formarse una multitud a su alrededor que estaba ansiosa por saber si se pondría furioso debido a las audaces propuestas que los dos hombres habían hecho a su esposa. Con suavidad, aunque sin darle la oportunidad de oponerse, obligó a _________________ a volver a su asiento-. Siéntate, cariño.
-Pero no quiero... -había protestado ella, incómoda, antes de soltar un jadeo de sorpresa al ver que Nicholas se ponía en cuclillas frente a ella. Tras introducir ambas manos bajo el dobladillo de su falda, le quitó los zapatos de satén adornados con perlas-. ¡Nicholas! -exclamó con los ojos como platos por la sorpresa.
Nicholas se puso entonces en pie y ofreció un zapato a cada uno de los contendientes con una floritura.
-Pueden quedarse con los zapatos, caballeros, siempre y cuando sean muy conscientes de que su dueña me pertenece. -Y, ,tras alzar en brazos a su descalza esposa, la sacó de la habitación entre las carcajadas y los aplausos de la multitud. De camino al exterior, pasaron junto al camarero al que se le había encargado la tarea de buscar la botella de champán-. Nos la llevaremos -le dijo Nicholas al atónito camarero, quien le tendió la helada botella a _________________.
Nicholas había trasladado a su esposa al carruaje mientras ella sostenía la botella con una mano y le rodeaba el cuello con el brazo libre.
-Vas a costarme una fortuna en calzado -le dijo él.
Los ojos de _________________ brillaron de contento.
-Tengo unos cuantos zapatos más en el hotel-le informó con alegría-. ¿Estás planeando beber champán en uno de ellos?
-No, amor mío. Pienso beberlo directamente de ti.
Ella le había lanzado una mirada perpleja y, cuando por fin comprendió sus palabras, enterró el rostro en el hombro de su esposo mientras su oreja adquiría un profundo rubor escarlata.
Al recordar el episodio y las deliciosas horas que lo siguieron, Nicholas bajó la mirada hacia la mujer que tenía entre los brazos.
La brillante luz de las ocho lámparas de araña del salón se reflejaba en sus ojos y les arrancaba diminutos destellos que los hacía asemejarse al cielo azul estrellado de una, noche de verano. Su esposa lo miraba con una intensidad que no había demostrado antes, como si anhelara algo que jamás podría conseguir. Semejante mirada lo inquietó y despertó en él la necesitad de satisfacerla de cualquier manera posible. En ese momento, le habría dado cualquier cosa que pidiera sin pensárselo dos veces.
No había duda de que acababan de convertirse en un riesgo para las restantes parejas, dado que la habitación se había difuminado en una especie de bruma imaginaria y a Nicholas le importaba un comino la dirección en la que avanzaban. Bailaron hasta que la gente comenzóa hacer secos comentarios acerca de lo inapropiado que era para una pareja casada mostrara semejante despliegue de exclusividad en un baile y que no tardarían mucho en cansarse el uno del otro tras la luna de miel. Nicholas se limitó a sonreír al escucharlos y se inclinó para susurrarle a su esposa al oído:
-¿Te arrepientes ahora de no haber bailado antes conmigo? -No -respondió ella también en un susurro-. Si no hubiera supuesto un desafío para ti, habrías perdido el interés.
Dejando escapar una suave carcajada, Nicholas le rodeó la cintura con un brazo y la condujo a un lado del salón.
-Eso no ocurrirá jamás. Todo lo que haces o dices me interesa.
-¿ En serio? -preguntó ella con tono escéptico-. ¿ Y qué hay de la afirmación de lord Westcliff, que me tachaba de egoísta y superficial?
Cuando ella lo miró a la cara, Nicholas apoyó una mano sobre la pared, cerca de la cabeza de _________________, y se inclinó hacia delante en un gesto protector. Su voz fue suave como la seda.
-Él no te conoce.
-¿ Y tú sí?
-Sí. Yo sí te conozco. -Alargó un dedo y le acarició un mechón de pelo húmedo que se había adherido a su cuello-. Te proteges con mucho celo. No te gusta depender de nadie. Eres ambiciosa, de carácter fuerte y decidida a la hora de mostrar tus opiniones. Por no mencionar tu testarudez. Pero nunca egoísta: Y ninguna persona con tu inteligencia podría ser tachada jamás de superficial. -Dejó que su dedo vagara hacia los sedosos mechones que caían tras su oreja. Sus ojos se iluminaron con un brillo travieso al añadir-. También eres deliciosamente fácil de seducir.
Con una carcajada de indignación, _________________ alzó un puño como si quisiera golpearlo.
-Solo para ti.
Riendo entre dientes. Nicholas atrapó su puño entre los dedos y depositó un reguero de besos sobre los nudillos.
-Ahora que eres mi esposa, Westcliff sabe muy bien que no debe pronunciar ni una sola objeción más sobre ti ni sobre nuestro matrimonio. Si así lo hiciera, pondría punto y final a nuestra amistad sin pensármelo.
-¡Vaya! Pero yo nunca he pretendido que eso sucediera, yo…-Lo contempló, confusa de pronto-. ¿Harías eso por mí?
Nicholas recorrió con el dedo un mechón dorado que resaltaba entre su cabello castaño claro.
-Haría cualquier cosa por ti.
Su juramento era sincero. Nicholas no era un hombre dado a las medias tintas. A cambio de su entrega, él le daba su lealtad y su apoyo incondicionales.
Una vez concluida la conversación, _________________ mantuvo un silencio inexplicable durante un buen rato, lo que hizo pensar a Nicholas que tal vez estuviera cansada. Sin embargo, cuando regresaron a sus habitaciones en el Coeur de Paris un poco más tarde, su esposa se entregó a él con renovado ardor, en un intento de expresarle con su cuerpo lo que no era capaz de decir con palabras.
22° Capítulo.
[/center]Tal y como había prometido, Nicholas se comportó como un marido generoso y pagó por una extravagante cantidad de vestidos y complementos franceses que serían enviados a Londres una vez que estuvieran acabados. Cuando una tarde llevó a _________________ a una joyería y le dijo que pidiera lo que se le antojara, ésta sólo atinó a menear la cabeza, incapaz de decidirse entre el despliegue de diamantes, zafiros y esmeraldas expuestos sobre un lecho de terciopelo negro. Tras años de llevar joyas falsas y vestidos a los que había dado varias veces la vuelta, le costaba bastante deshacerse de los hábitos ahorrativos.
-¿No hay nada que te guste? -la animó Nicholas al tiempo que levantaba un collar de diamantes blancos y amarillos, engarzados a modo de guirnalda de florecillas. Lo sostuvo contra su garganta desnuda, admirando el brillo de los diamantes contra su piel inma-culada-.¿ Qué te parece éste?
-Tenemos los pendientes a juego, madame -se apresuró a comentar el joyero-, et aussi un brazalete que sería el complemento perfecto para esa pieza.
--Es precioso -replicó _________________-. Lo que pasa es que... Bueno, me parece extraño entrar en una tienda y comprar un collar con la misma despreocupación con la que se compra una caja de caramelos.
Un poco sorprendido por su timidez, Nicholas la miró con detenimiento mientras el joyero se retiraba con discreción a la trastieenda. Con mucho cuidado, Nicholas devolvió el collar a su cuna de terciopelo y tomó a su esposa de la mano para acariciarle el dorso de los dedos con el pulgar.
-¿ Qué te pasa, cariño? Hay más joyeros, si lo que ves aquí no es de tu agrado.
-No, no es eso. Supongo que estoy tan acostumbrada a no comprar cosas que ahora me resulta difícil aceptar el hecho de que puedo hacerlo.
-Estoy más que seguro de que no te costará mucho solventar ese problema -replicó Nicholas con sequedad-. Entretanto, estoy harto de verte con esas joyas falsas. Si no eres capaz de elegir algo, deja que yo lo haga por ti. -Procedió a elegir dos pares de pendientes de diamantes, el collar que antes había sostenido, un brazalete, dos largas hileras de perlas y un anillo con un diamante de cinco quilates en forma de pera.
Desconcertada por semejante despliegue de extravagancia, _________________ protestó con vehemencia hasta que Nicholas se echó a reír y le dijo que cuanto más protestara, más pensaba comprar. Eso hizo que cerrara la boca de inmediato y observara con ojos desorbitados cómo compraba las joyas, que acabaron depositadas en un cofre de caoba forrado de terciopelo y con una pequeña asa en la tapa. Todo excepto el anillo, ya que Nicholas lo deslizó en su dedo para comprobar que le quedaba demasiado grande, antes de devolvérselo al joyero.
-¿Qué pasa con mi anillo? -preguntó _________________, que aferraba el cofre de caoba con ambas manos mientras se marchaban de la, tienda-. ¿Vamos a dejarlo ahí?
Divertido, Nicholas arqueó una ceja y miró a _________________ de soslayo.
-Va a ajustar el anillo y luego lo enviará al hotel.
-¿ Y si se pierde?
-¿ Y qué ha pasado con tus protestas? En la tienda te comportabas como si no lo quisieras.
-Claro, pero resulta que ahora es mío -replico preocupada, lo que provocó que Nicholas se deshiciera en carcajadas.
Para su alivio, el anillo fue entregado en el hotel sin más contratiempos aquella misma tarde, dentro de una cajita forrada de terciopelo. Mientras Nicholas le daba una moneda al hombre que lo había llevado, _________________ salió del baño a toda prisa, se secó y se puso un camisón blanco. Tras cerrar la puerta, Nicholas se dio la vuelta y se encontró a su esposa justo detrás de él, con el rostro iluminado por la misma anticipación que sentiría un niño la mañana de Navidad. No pudo evitar sonreír ante su expresión, ya que se daba cuenta de que todos sus esfuerzos por comportarse como una dama se desva-necían arrastrados por el entusiasmo. El anillo resplandeció entre destellos cuando Nicholas lo sacó de la caja. Acto seguido, cogió la mano de _________________ y deslizó el anillo en el dedo anular, junto al sencillo aro de oro que le pusiera el día de su boda.
Admiraron juntos cómo quedaba el anillo en su mano, hasta que ella le arrojó los brazos al cuello con una exclamación de regocijo. Antes de que Nicholas pudiera reaccionar, su esposa se separó de él y comenzó a bailar descalza.
-Es tan bonito... ¡Mira cómo brilla! Nick, deberías marcharte... Sé muy bien que ahora mismo parezco una mercenaria. Pero no importa, porque lo soy, y será mejor que lo sepas; ¡Dios mío, adoro este anillo!
Disfrutando de su dicha, Nicholas atrapó el esbelto cuerpo femenino y lo apresó contra el suyo.
-No voy a irme -le dijo-. Es mi oportunidad para recolectar los beneficios de tu gratitud.
Entusiasmada, _________________ lo obligó a bajar la cabeza y unió sus labios a los de él.
-Y eso es lo que vas a hacer. -Le dio otro ardiente beso en los labios-. Ahora mismo.
Nicholas se rió entre dientes al reconocer un asalto en toda regla.
-Sin duda debería decirte que verte feliz es un pago más que suficiente. Claro que, si insistes...
-Pues sí, ¡insisto! -Se apartó de él y se acercó a la cama, donde se encaramó y se tiró de espaldas sobre la colcha con un gesto dramático que la dejó totalmente expuesta. Nicholas la siguió al dormitorio, hechizado por sus payasadas. Tenía delante a una _________________ a la cual nunca había visto, una _________________ risueña y fascinantemente caprichosa. Cuando se acercó a la cama, ella levantó la cabeza y lo animó-: Soy toda tuya. Ya puedes empezar a reclamar tu recompensa.
Con destreza, se desembarazó de la chaqueta y de la corbata, más que dispuesto a complacerla. _________________ se incorporó un poco para observarlo. El cabello le caía en una sedosa cascada sobre los hombros y bajo la fina tela del camisón se adivinaba la separación entre sus muslos.
-Nicholas..., deberías saber que me acostaría contigo aunque no tuviera este anillo.
-Eres muy amable -replicó sin prestarle mucha atención, al tiempo que se despojaba de los pantalones-. A los maridos siempre nos agrada saber que nos valoran más allá de nuestros méritos económicos
La mirada de _________________ se deslizó por el esbelto cuerpo de su esposo.
-De todos tus méritos, Nicholas, el económico es, probablemente, el más insignificante.
-¿Probablemente? -Se acercó al borde de la cama y levantó uno de los pies descalzos de _________________ para depositar un beso en la parte interna-. ¿No querrás decir «sin duda»?
_________________ se recostó de nuevo, jadeando por la cálida caricia de su lengua, y el movimiento provocó que el camisón se le deslizara hasta los muslos.
-Oh, sí..., sin duda. Por supuesto que no hay dudas...
El cuerpo de _________________ seguía húmedo y relajado por el baño que acababa de tomar, y exudaba un límpido olor a jabón que se mezclaba con la embriagadora fragancia del aceite de rosas. Excitado por la visión de su piel fragante y sonrosada, Nicholas trazó un camino de besos hasta el tobillo, que luego continuó hacia la rodilla. Al principio, ella reía y se retorcía bajo las caricias de su boca, pero cuando Nicholas pasó a la otra pierna, se quedó quieta y su respiración se convirtió en una sucesión de lentos jadeos. Nicholas se arrodilló entre los muslos separados de su esposa, fue levantando el camisón y depositando besos sobre la piel que iba quedando expuesta hasta que alcanzó el lugar oculto por sus brillantes rizos. Tras dejar que su barbilla rozara apenas aquella suavidad, continuó su camino ascendente, haciendo caso omiso del débil sonido de protesta que emitió ella. Intoxicado por la textura aterciopelada de su piel, le besó la cintura y cada una de las marcas que señalaban las costillas, antes de proseguir su camino hacia el lugar donde latía el corazón.
_________________ emitió una súplica entre gemidos y le aferró la mano para intentar que la tocara entre los muslos. Nicholas se resistió con una risa grave y le sujetó ambas muñecas por encima de la cabeza antes de besarla en la boca. Pudo percibir la sorpresa de ella al sentirse atrapada, así como la respuesta que vino a continuación: los ojos de su esposa se cerraron y notó cómo su aliento le acariciaba la mejilla a un ritmo más rápido. Mantuvo bien sujetas las muñecas con una sola mano y comenzó a deslizar la otra a lo largo de su cuerpo para trazar círculos alrededor de los pezones. Su propio cuerpo estaba duro y enfebrecido por la excitación; sentía los músculos tensos por la necesidad que lo consumía. A pesar de toda la experiencia que poseía en lo referente al sexo, nunca había experimentado un ensimismamiento tan profundo, jamás se había desligado del resto del mundo 4e una forma tan completa con el fin de ocuparse tan sólo de _________________... Su placer aumentaba el de él... Esas reacciones estremecidas intensificaban su propio deseo. _________________ abrió la boca bajo la de él para darle una trémula bienvenida y de su garganta comenzaron a escapar gemidos de placer a medida que el beso se volvía más impetuoso, más profundo. La acarició entre las piernas, y la húmeda suavidad que encontró allí lo inflamó aún más. Arqueó el cuerpo hacia él y alzó las caderas contra su mano sin dejar de retorcer las muñecas, aún bien sujetas. Cada movimiento le decía a gritos que la poseyera, que la llenara, y el cuerpo de Nicholas se endureció hasta un punto increíble al tiempo que un ansia primitiva se apoderaba de él.
Despacio, la penetró con un dedo, lo que provocó que ella gimiera contra su boca. Al notar cómo su carne lo acomodaba, introdujo otro dedo y comenzó a acariciarla hasta que el deseo se apoderó de ella. Tan pronto como se apartó de su boca, _________________ le rogó:
-Nicholas, por favor... Por favor, te necesito... -Su cuerpo se estremeció cuando él retiró los dedos-. No, Nicholas...
-Tranquila... -La sujetó por las rodillas y la cambió de posición en la cama-. No pasa nada -susurró-. Me ocuparé de ti… Déjame amarte así...
Movió las caderas de _________________ hasta el borde del colchón y luego, le dio la vuelta hasta que sus pálidas nalgas quedaron boca arriba. Permaneció de pie junto a la cama, entre los muslos de su esposa, y dejó que la punta de la verga se deslizara con facilidad dentro de la resbaladiza entrada de su cuerpo. Tras aferrarla por las caderas con fuerza, la penetró con una larga embestida y no se detuvo hasta que su miembro estuvo completamente dentro de ella. Una bocanada de calor le abrasó el cuerpo, como si se hubiera colocado delante de un horno abierto, y la lujuria endureció su entrepierna hasta un punto doloroso, casi demasiado para soportarlo. Comenzó a respirar con bruscos jadeos y luchó por controlar la intensidad de su deseo antes de que se le escapara por completo de entre las manos. _________________ yacía, inmóvil, sobre el colchón, y sólo movía las manos de forma compulsiva para aferrarse a la colcha. Asustado por, la posibilidad de estar haciéndole daño, Nicholas consiguió reprimir de alguna manera el ansia salvaje que sentía el tiempo suficiente para inclinarse sobre ella y murmurar con voz ronca:
-Cariño..., ¿te estoy haciendo daño? -La posición hizo que la penetrara más profundamente, lo que le arrancó un gemido a _________________-. Dímelo y pararé.
Ella tardó bastante en responder, como si le hubiera llevado varios segundos comprender la pregunta, pero cuando respondió, tenía la voz ronca por el placer.
-No, no pares.
Nicholas permaneció inclinado sobre ella y comenzó a moverse con embestidas profundas y lentas que hicieron que los músculos interiores de _________________ se contrajeran con avidez alrededor de su rígido miembro. Colocó las manos sobre las de ella y las envolvió con los dedos..., una posición que la sometía por completo, pero que no por ello la forzaba a supeditarse al ritmo que él impusiera. Por el contrario, Nicholas se movía según las demandas del cuerpo femenino, impulsando las caderas en respuesta a los moviendo de los músculos internos de su esposa... Cada vez que ella se cerraba de forma inconsciente en torno a él, Nicholas empujaba más y utilizaba su sexo para acariciar las profundidades de su esposa. _________________ se hallaba al borde de una culminación arrolladora y, no obstante, le resultaba imposible alcanzarla, de modo que comenzó a respirar con largos jadeos e impulsó las nalgas hacia atrás para presionar con Fuerza contra la entrepierna de su marido.
-Nicholas...
Él extendió una mano bajo su cuerpo y encontró con facilidad el lugar por el que estaba unido a ella y el tierno botón que había por encima. Con la yema del dedo, extendió la cálida humedad de su cuerpo sobre la hinchada protuberancia y comenzó a acariciarla con movimientos lentos y circulares, probando diferentes ritmos hasta que dio con uno que la hizo gritar al tiempo que apretaba los músculos alrededor de su miembro. _________________, que había arqueado la espalda sumida en el éxtasis, gemía mientras él seguía penetrándola sin descanso al compás de sus espasmos. Los exuberantes movimientos de su esposa, que se retorcía y lo apresaba a la vez, acabaron por colmar el vaso de sus sobreexcitados sentidos... Gimió al alcanzar su propio clímax y se hundió en ella mientras la liberación lo atravesaba como una llamarada incontrolable.
El peor momento de la luna de miel de la pareja tuvo lugar la mañana en que _________________ le comentó con jovialidad a Nicholas que estaba de acuerdo con ese viejo refrán que decía que el matrimonio era el más alto grado de amistad. Su intención no había sido otra que la de agradarlo, pero Nicholas había reaccionado con animosidad desconcertante. Al reconocer la famosa cita de Samuel Richardson, había comentado con sequedad que esperaba que sus gustos literarios mejoraran, para así ahorrarle el tener que escuchar esa filosofía barata. Dolida, ella había guardado un gélido silencio, incapaz de comprender cómo podía haberle ofendido tanto su comentario.
Nicholas se mantuvo alejado de ella toda la mañana y también parte de la tarde, pero fue a buscarla al salón de juegos, donde _________________ jugaba a las cartas con otras jóvenes casadas. Sé acercó al respaldo de la silla que ocupaba su esposa y dejó que las yemas de los dedos se posaran sobre la curva de su hombro. _________________ sintió el roce de los dedos a través del tirante de seda del vestido y la sensación tuvo un efecto curioso sobre sus terminaciones nerviosas. Por un instante, se sintió tentada de prolongar la actitud resentida y apartarle la mano. Sin embargo, se dijo que no le costaría nada mostrarle un mínimo de tolerancia. Esbozó una sonrisa y alzó la cabeza para mirar a su marido por encima del hombro.
-Buenas tardes, señor Hunt -murmuró, dirigiéndose a él con la formalidad que la mayoría de los matrimonios utilizaba en publico-. Espero que haya disfrutado de su paseo. -Cediendo a un gesto travieso, le mostró sus cartas-. Mire la mano con la que tengo que jugar. ¿Me puede dar algún consejo útil?
Él deslizó las manos por los costados de la silla e inclinó la cabeza para murmurarle al oído:
-Sí, termina rápido la partida.
Consciente de las miradas curiosas de las demás mujeres, _________________ mantuvo una expresión imperturbable, incluso cuando noto que el rubor comenzaba a teñirle el cuello.
-¿Por qué? -preguntó, con la boca de Nicholas aún pegada a su oído.
-Porque voy a hacerte el amor dentro de cinco minutos exactamente -le susurró-. Ya sea aquí..., en nuestra habitación..., o en las escaleras. Así que si quieres un poco de privacidad, te sugiero que pierdas esta partida deprisa.
«No se atrevería», pensó _________________, a quien se le había desbocado el corazón por la alarma. Claro que, conociendo a Nicholas, siempre existía la posibilidad...
Con ese pensamiento en mente, _________________ soltó una carta con dedos temblorosos. La siguiente jugadora se tomó un agónico y extenso lapso de tiempo para elegir una de sus cartas, y la siguiente se detuvo para intercambiar un par de comentarios jocosos con su propio marido, que acababa, de acercarse a la mesa. Consciente de que una fina capa de sudor comenzaba a cubrirle el pecho y la frente, _________________ pensó varias formas de dar por terminado el juego. La voz de la razón acudió en su auxilio al caer en la cuenta de que, sin importar lo audaz que fuese Nicholas, no se atrevería a asaltar a su mujer en las escaleras del hotel. No obstante, la voz de la razón se desvaneció cuando él consulto su reloj de modo deliberado.
-Te quedan tres minutos -murmuró con voz queda junto a su oído.
Sin saber muy bien cómo, y presa de la agitación, _________________ fue consciente de que su cuerpo respondía a la ronca promesa que encerraba la voz de Nicholas cuando sintió que entre sus muslos se despertaba una vergonzosa sensación palpitante. Juntó las piernas con fuerza y aguardó con forzada compostura a que le llegara el turno, a pesar de que su corazón latía desbocado. Las jugadoras conversaban con indolencia, se abanicaban y pedían a los camareros que les sirvieran más limonada. Cuando por fin le llegó el turno, arrojó la carta de más valor y tomó otra. Para su alivio, la nueva carta carecía de valor, por lo que arrojó las cartas que le quedaban sobre la mesa.
-Me temo que estoy fuera -dijo, aunque tuvo que esforzarse para disimular la inestabilidad de su voz-. Ha sido una partida de lo más agradable... Se lo agradezco, pero ahora debo marcharme... -Quédese a jugada siguiente ronda -sugirió una de las damas, petición a la que el resto se sumó.
-Sí, quédese.
-Al menos, tómese una copa de vino mientras terminamos esta mano...
-Se lo agradezco, pero... -_________________ se puso en pie y emitió un gemido casi inaudible cuando sintió la mano de Nicholas sobre su espalda. Sus pezones se endurecieron bajo el vestido-. Me temo que estoy exhausta tras el baile de la noche pasada -improvisó-. Debo descansar un poco antes de asistir al teatro esta noche.
Seguida por un coro de despedidas y por varias miradas significativas, _________________ trató de abandonar el salón con aire digno. Tan pronto como llegaron a las serpenteantes escaleras que conducían a los pisos superiores, _________________ dejó escapar un suspiro de alivio y le dirigió a su marido una mirada reprobatoria.
-Si lo que querías era avergonzarme, lo has hecho muy bien... ¿Qué estás haciendo? - El vestido se le había aflojado a la altura de los hombros y cayó en la cuenta, desconcertada y sorprendida, de que Nicholas le había desabrochado varios botones-. Nicholas -siseó-, ¡no te atrevas!¡No, para ya! -Trató de alejarse de él, pero la alcanzó sin problemas.
-Te queda un minuto.
-No seas tonto -le dijo sin más-. De ningún modo podremos llegar a la habitación en menos de un minuto y tú no... -. Dejó la frase a la mitad, soltó un pequeño chillido al notar que Nicholas le desabrochaba otro botón y se giró para apartar las traviesas manos de su marido. No obstante, en cuanto lo miró a los ojos se dio cuenta, por difícil de creer que fuera, de que estaba más que dispuesto a cumplir su amenaza-. Nicholas, ni se te ocurra.
-Sí. -Sus ojos reflejaban cierta diversión felina y en su rostró se adivinaba una expresión que _________________ había llegado a conocer muy bien.
La mujer se recogió las faldas y se dio la vuelta para comenzar al, correr escaleras arriba, jadeando entre ataques de carcajadas provocados por el pánico.
-¡Eres imposible! No te acerques a mí... Eres... ¡Señor, si alguien nos ve de esta manera, nunca te lo perdonaré!
Nicholas la siguió con aparente tranquilidad; pero, por supuesto, él no tenía que luchar contra una maraña de faldas y ropa interior que lo retrasaran. _________________ alcanzó el descansillo y giró hacia el siguiente tramo; le dolían las rodillas mientras las piernas continuaban su desesperado ascenso, peldaño tras peldaño. El peso de sus faldas le resultaba insoportable y tenía los pulmones a punto de estallar. Maldito fuera por hacerle aquello... y maldita ella por esas risillas que no dejaban de salir de su propia garganta.
-Treinta segundos -lo escuchó decir a sus espaldas, y, justo en ese instante, alcanzó el segundo piso con un resoplido.
Quedaban tres larguísimos pasillos antes de llegar a su habitación... y, desde luego, nada de tiempo. Se agarró la parte delantera del vestido y miro a uno y otro lado de los pasillos que se abrían a partir del descansillo de las escaleras. Corrió hasta la primera puerta que encontró, que resultó ser un pequeño armario sin luz. De pronto, se vio envuelta por el olor del lino almidonado, y los distintos estantes repletos de sábanas y toallas planchadas resultaban visibles tan sólo por la luz que provenía del pasillo.
-Entra -murmuró Nicholas, que la empujó hacia el cuarto y cerró la puerta.
Al instante, Armabelle quedó engullida por la oscuridad. La risa bullía en su pecho al tiempo que intentaba apartar sin mucho éxito las manos que la buscaban. De repente, tuvo la sensación de que su marido tenía más manos que un pulpo, ya que le desabrochaba la ropa y se la quitaba con más rapidez de la que ella era capaz de emplear para contrarrestar sus movimientos.
- ¿Qué pasa si nos hemos quedado encerrados? -preguntó cuando el vestido cayó al suelo.
-Derribaré la puerta -replicó Nicholas, que tiraba de las cintas de sus calzones-. Después.
-Si nos sorprende una de las doncellas, nos echarán del hotel.
-Las doncellas han visto peores cosas, puedes creerme. -Nicholas pisó el vestido cuando le bajó los calzones hasta los tobillos.
Ella emitió unas cuantas protestas más, ninguna de ellas con verdadero entusiasmo, hasta que Nicholas metió una mano entre sus muslos y encontró la evidencia de su excitación, tras lo cual toda objeción dejó de tener sentido. _________________ abrió la boca para besarlo, devolviéndole con ansias la fuerte y acariciante presión de sus labios. La aterciopelada entrada de su cuerpo se acomodó con facilidad al tamaño de su marido, y no pudo reprimir un gemido cuando notó los dedos de Nicholas allí abajo, separándola de modo que los envites de sus caderas rozaran el sensible botón de su sexo.
Forcejearon para acercarse más el uno al otro, flexionando sus cuerpos, derritiéndose sin remedio, y cada beso era una invasión exploradora que la excitaba más y más. El corsé le apretaba demasiado, pero la constricción le provocó una inesperada oleada de placer, como si toda su capacidad de sentir se hubiera trasladado a la parte inferior de su cuerpo y hubiera quedado atrapada entre todos aquellos tejidos inflamados por el deseo. _________________ hundió los dedos en las ropas de Nicholas cuando sintió que el anhelo estaba a punto de convertirse en locura. Nicholas la penetró con embestidas profundas y un ritmo constante, hasta que el clímax los recorrió a ambos como una, descarga; sus pulmones se llenaron con el límpido olor del lino planchado y sus extremidades enlazadas se tensaron como si se negaran a dejar escapar la sensación que se extendía entre ellas. -Maldita sea -murmuró Nicholas pocos minutos después, cuando recuperó el aliento.
-¿ Qué pasa? -susurró _________________, cuya cabeza descansaba sobre la solapa, del abrigo de él.
-A partir de ahora, el olor de la ropa almidonada me provocará una erección.
-Pues es problema tuyo -replicó ella con una lánguida sonrisa, pero jadeó con fuerza al sentir que el cuerpo de Nicholas, que aún seguía dentro de ella, volvía a endurecerse.
-y tuyo también -le dijo justo antes de atrapar su boca en la oscuridad.
-¿No hay nada que te guste? -la animó Nicholas al tiempo que levantaba un collar de diamantes blancos y amarillos, engarzados a modo de guirnalda de florecillas. Lo sostuvo contra su garganta desnuda, admirando el brillo de los diamantes contra su piel inma-culada-.¿ Qué te parece éste?
-Tenemos los pendientes a juego, madame -se apresuró a comentar el joyero-, et aussi un brazalete que sería el complemento perfecto para esa pieza.
--Es precioso -replicó _________________-. Lo que pasa es que... Bueno, me parece extraño entrar en una tienda y comprar un collar con la misma despreocupación con la que se compra una caja de caramelos.
Un poco sorprendido por su timidez, Nicholas la miró con detenimiento mientras el joyero se retiraba con discreción a la trastieenda. Con mucho cuidado, Nicholas devolvió el collar a su cuna de terciopelo y tomó a su esposa de la mano para acariciarle el dorso de los dedos con el pulgar.
-¿ Qué te pasa, cariño? Hay más joyeros, si lo que ves aquí no es de tu agrado.
-No, no es eso. Supongo que estoy tan acostumbrada a no comprar cosas que ahora me resulta difícil aceptar el hecho de que puedo hacerlo.
-Estoy más que seguro de que no te costará mucho solventar ese problema -replicó Nicholas con sequedad-. Entretanto, estoy harto de verte con esas joyas falsas. Si no eres capaz de elegir algo, deja que yo lo haga por ti. -Procedió a elegir dos pares de pendientes de diamantes, el collar que antes había sostenido, un brazalete, dos largas hileras de perlas y un anillo con un diamante de cinco quilates en forma de pera.
Desconcertada por semejante despliegue de extravagancia, _________________ protestó con vehemencia hasta que Nicholas se echó a reír y le dijo que cuanto más protestara, más pensaba comprar. Eso hizo que cerrara la boca de inmediato y observara con ojos desorbitados cómo compraba las joyas, que acabaron depositadas en un cofre de caoba forrado de terciopelo y con una pequeña asa en la tapa. Todo excepto el anillo, ya que Nicholas lo deslizó en su dedo para comprobar que le quedaba demasiado grande, antes de devolvérselo al joyero.
-¿Qué pasa con mi anillo? -preguntó _________________, que aferraba el cofre de caoba con ambas manos mientras se marchaban de la, tienda-. ¿Vamos a dejarlo ahí?
Divertido, Nicholas arqueó una ceja y miró a _________________ de soslayo.
-Va a ajustar el anillo y luego lo enviará al hotel.
-¿ Y si se pierde?
-¿ Y qué ha pasado con tus protestas? En la tienda te comportabas como si no lo quisieras.
-Claro, pero resulta que ahora es mío -replico preocupada, lo que provocó que Nicholas se deshiciera en carcajadas.
Para su alivio, el anillo fue entregado en el hotel sin más contratiempos aquella misma tarde, dentro de una cajita forrada de terciopelo. Mientras Nicholas le daba una moneda al hombre que lo había llevado, _________________ salió del baño a toda prisa, se secó y se puso un camisón blanco. Tras cerrar la puerta, Nicholas se dio la vuelta y se encontró a su esposa justo detrás de él, con el rostro iluminado por la misma anticipación que sentiría un niño la mañana de Navidad. No pudo evitar sonreír ante su expresión, ya que se daba cuenta de que todos sus esfuerzos por comportarse como una dama se desva-necían arrastrados por el entusiasmo. El anillo resplandeció entre destellos cuando Nicholas lo sacó de la caja. Acto seguido, cogió la mano de _________________ y deslizó el anillo en el dedo anular, junto al sencillo aro de oro que le pusiera el día de su boda.
Admiraron juntos cómo quedaba el anillo en su mano, hasta que ella le arrojó los brazos al cuello con una exclamación de regocijo. Antes de que Nicholas pudiera reaccionar, su esposa se separó de él y comenzó a bailar descalza.
-Es tan bonito... ¡Mira cómo brilla! Nick, deberías marcharte... Sé muy bien que ahora mismo parezco una mercenaria. Pero no importa, porque lo soy, y será mejor que lo sepas; ¡Dios mío, adoro este anillo!
Disfrutando de su dicha, Nicholas atrapó el esbelto cuerpo femenino y lo apresó contra el suyo.
-No voy a irme -le dijo-. Es mi oportunidad para recolectar los beneficios de tu gratitud.
Entusiasmada, _________________ lo obligó a bajar la cabeza y unió sus labios a los de él.
-Y eso es lo que vas a hacer. -Le dio otro ardiente beso en los labios-. Ahora mismo.
Nicholas se rió entre dientes al reconocer un asalto en toda regla.
-Sin duda debería decirte que verte feliz es un pago más que suficiente. Claro que, si insistes...
-Pues sí, ¡insisto! -Se apartó de él y se acercó a la cama, donde se encaramó y se tiró de espaldas sobre la colcha con un gesto dramático que la dejó totalmente expuesta. Nicholas la siguió al dormitorio, hechizado por sus payasadas. Tenía delante a una _________________ a la cual nunca había visto, una _________________ risueña y fascinantemente caprichosa. Cuando se acercó a la cama, ella levantó la cabeza y lo animó-: Soy toda tuya. Ya puedes empezar a reclamar tu recompensa.
Con destreza, se desembarazó de la chaqueta y de la corbata, más que dispuesto a complacerla. _________________ se incorporó un poco para observarlo. El cabello le caía en una sedosa cascada sobre los hombros y bajo la fina tela del camisón se adivinaba la separación entre sus muslos.
-Nicholas..., deberías saber que me acostaría contigo aunque no tuviera este anillo.
-Eres muy amable -replicó sin prestarle mucha atención, al tiempo que se despojaba de los pantalones-. A los maridos siempre nos agrada saber que nos valoran más allá de nuestros méritos económicos
La mirada de _________________ se deslizó por el esbelto cuerpo de su esposo.
-De todos tus méritos, Nicholas, el económico es, probablemente, el más insignificante.
-¿Probablemente? -Se acercó al borde de la cama y levantó uno de los pies descalzos de _________________ para depositar un beso en la parte interna-. ¿No querrás decir «sin duda»?
_________________ se recostó de nuevo, jadeando por la cálida caricia de su lengua, y el movimiento provocó que el camisón se le deslizara hasta los muslos.
-Oh, sí..., sin duda. Por supuesto que no hay dudas...
El cuerpo de _________________ seguía húmedo y relajado por el baño que acababa de tomar, y exudaba un límpido olor a jabón que se mezclaba con la embriagadora fragancia del aceite de rosas. Excitado por la visión de su piel fragante y sonrosada, Nicholas trazó un camino de besos hasta el tobillo, que luego continuó hacia la rodilla. Al principio, ella reía y se retorcía bajo las caricias de su boca, pero cuando Nicholas pasó a la otra pierna, se quedó quieta y su respiración se convirtió en una sucesión de lentos jadeos. Nicholas se arrodilló entre los muslos separados de su esposa, fue levantando el camisón y depositando besos sobre la piel que iba quedando expuesta hasta que alcanzó el lugar oculto por sus brillantes rizos. Tras dejar que su barbilla rozara apenas aquella suavidad, continuó su camino ascendente, haciendo caso omiso del débil sonido de protesta que emitió ella. Intoxicado por la textura aterciopelada de su piel, le besó la cintura y cada una de las marcas que señalaban las costillas, antes de proseguir su camino hacia el lugar donde latía el corazón.
_________________ emitió una súplica entre gemidos y le aferró la mano para intentar que la tocara entre los muslos. Nicholas se resistió con una risa grave y le sujetó ambas muñecas por encima de la cabeza antes de besarla en la boca. Pudo percibir la sorpresa de ella al sentirse atrapada, así como la respuesta que vino a continuación: los ojos de su esposa se cerraron y notó cómo su aliento le acariciaba la mejilla a un ritmo más rápido. Mantuvo bien sujetas las muñecas con una sola mano y comenzó a deslizar la otra a lo largo de su cuerpo para trazar círculos alrededor de los pezones. Su propio cuerpo estaba duro y enfebrecido por la excitación; sentía los músculos tensos por la necesidad que lo consumía. A pesar de toda la experiencia que poseía en lo referente al sexo, nunca había experimentado un ensimismamiento tan profundo, jamás se había desligado del resto del mundo 4e una forma tan completa con el fin de ocuparse tan sólo de _________________... Su placer aumentaba el de él... Esas reacciones estremecidas intensificaban su propio deseo. _________________ abrió la boca bajo la de él para darle una trémula bienvenida y de su garganta comenzaron a escapar gemidos de placer a medida que el beso se volvía más impetuoso, más profundo. La acarició entre las piernas, y la húmeda suavidad que encontró allí lo inflamó aún más. Arqueó el cuerpo hacia él y alzó las caderas contra su mano sin dejar de retorcer las muñecas, aún bien sujetas. Cada movimiento le decía a gritos que la poseyera, que la llenara, y el cuerpo de Nicholas se endureció hasta un punto increíble al tiempo que un ansia primitiva se apoderaba de él.
Despacio, la penetró con un dedo, lo que provocó que ella gimiera contra su boca. Al notar cómo su carne lo acomodaba, introdujo otro dedo y comenzó a acariciarla hasta que el deseo se apoderó de ella. Tan pronto como se apartó de su boca, _________________ le rogó:
-Nicholas, por favor... Por favor, te necesito... -Su cuerpo se estremeció cuando él retiró los dedos-. No, Nicholas...
-Tranquila... -La sujetó por las rodillas y la cambió de posición en la cama-. No pasa nada -susurró-. Me ocuparé de ti… Déjame amarte así...
Movió las caderas de _________________ hasta el borde del colchón y luego, le dio la vuelta hasta que sus pálidas nalgas quedaron boca arriba. Permaneció de pie junto a la cama, entre los muslos de su esposa, y dejó que la punta de la verga se deslizara con facilidad dentro de la resbaladiza entrada de su cuerpo. Tras aferrarla por las caderas con fuerza, la penetró con una larga embestida y no se detuvo hasta que su miembro estuvo completamente dentro de ella. Una bocanada de calor le abrasó el cuerpo, como si se hubiera colocado delante de un horno abierto, y la lujuria endureció su entrepierna hasta un punto doloroso, casi demasiado para soportarlo. Comenzó a respirar con bruscos jadeos y luchó por controlar la intensidad de su deseo antes de que se le escapara por completo de entre las manos. _________________ yacía, inmóvil, sobre el colchón, y sólo movía las manos de forma compulsiva para aferrarse a la colcha. Asustado por, la posibilidad de estar haciéndole daño, Nicholas consiguió reprimir de alguna manera el ansia salvaje que sentía el tiempo suficiente para inclinarse sobre ella y murmurar con voz ronca:
-Cariño..., ¿te estoy haciendo daño? -La posición hizo que la penetrara más profundamente, lo que le arrancó un gemido a _________________-. Dímelo y pararé.
Ella tardó bastante en responder, como si le hubiera llevado varios segundos comprender la pregunta, pero cuando respondió, tenía la voz ronca por el placer.
-No, no pares.
Nicholas permaneció inclinado sobre ella y comenzó a moverse con embestidas profundas y lentas que hicieron que los músculos interiores de _________________ se contrajeran con avidez alrededor de su rígido miembro. Colocó las manos sobre las de ella y las envolvió con los dedos..., una posición que la sometía por completo, pero que no por ello la forzaba a supeditarse al ritmo que él impusiera. Por el contrario, Nicholas se movía según las demandas del cuerpo femenino, impulsando las caderas en respuesta a los moviendo de los músculos internos de su esposa... Cada vez que ella se cerraba de forma inconsciente en torno a él, Nicholas empujaba más y utilizaba su sexo para acariciar las profundidades de su esposa. _________________ se hallaba al borde de una culminación arrolladora y, no obstante, le resultaba imposible alcanzarla, de modo que comenzó a respirar con largos jadeos e impulsó las nalgas hacia atrás para presionar con Fuerza contra la entrepierna de su marido.
-Nicholas...
Él extendió una mano bajo su cuerpo y encontró con facilidad el lugar por el que estaba unido a ella y el tierno botón que había por encima. Con la yema del dedo, extendió la cálida humedad de su cuerpo sobre la hinchada protuberancia y comenzó a acariciarla con movimientos lentos y circulares, probando diferentes ritmos hasta que dio con uno que la hizo gritar al tiempo que apretaba los músculos alrededor de su miembro. _________________, que había arqueado la espalda sumida en el éxtasis, gemía mientras él seguía penetrándola sin descanso al compás de sus espasmos. Los exuberantes movimientos de su esposa, que se retorcía y lo apresaba a la vez, acabaron por colmar el vaso de sus sobreexcitados sentidos... Gimió al alcanzar su propio clímax y se hundió en ella mientras la liberación lo atravesaba como una llamarada incontrolable.
El peor momento de la luna de miel de la pareja tuvo lugar la mañana en que _________________ le comentó con jovialidad a Nicholas que estaba de acuerdo con ese viejo refrán que decía que el matrimonio era el más alto grado de amistad. Su intención no había sido otra que la de agradarlo, pero Nicholas había reaccionado con animosidad desconcertante. Al reconocer la famosa cita de Samuel Richardson, había comentado con sequedad que esperaba que sus gustos literarios mejoraran, para así ahorrarle el tener que escuchar esa filosofía barata. Dolida, ella había guardado un gélido silencio, incapaz de comprender cómo podía haberle ofendido tanto su comentario.
Nicholas se mantuvo alejado de ella toda la mañana y también parte de la tarde, pero fue a buscarla al salón de juegos, donde _________________ jugaba a las cartas con otras jóvenes casadas. Sé acercó al respaldo de la silla que ocupaba su esposa y dejó que las yemas de los dedos se posaran sobre la curva de su hombro. _________________ sintió el roce de los dedos a través del tirante de seda del vestido y la sensación tuvo un efecto curioso sobre sus terminaciones nerviosas. Por un instante, se sintió tentada de prolongar la actitud resentida y apartarle la mano. Sin embargo, se dijo que no le costaría nada mostrarle un mínimo de tolerancia. Esbozó una sonrisa y alzó la cabeza para mirar a su marido por encima del hombro.
-Buenas tardes, señor Hunt -murmuró, dirigiéndose a él con la formalidad que la mayoría de los matrimonios utilizaba en publico-. Espero que haya disfrutado de su paseo. -Cediendo a un gesto travieso, le mostró sus cartas-. Mire la mano con la que tengo que jugar. ¿Me puede dar algún consejo útil?
Él deslizó las manos por los costados de la silla e inclinó la cabeza para murmurarle al oído:
-Sí, termina rápido la partida.
Consciente de las miradas curiosas de las demás mujeres, _________________ mantuvo una expresión imperturbable, incluso cuando noto que el rubor comenzaba a teñirle el cuello.
-¿Por qué? -preguntó, con la boca de Nicholas aún pegada a su oído.
-Porque voy a hacerte el amor dentro de cinco minutos exactamente -le susurró-. Ya sea aquí..., en nuestra habitación..., o en las escaleras. Así que si quieres un poco de privacidad, te sugiero que pierdas esta partida deprisa.
«No se atrevería», pensó _________________, a quien se le había desbocado el corazón por la alarma. Claro que, conociendo a Nicholas, siempre existía la posibilidad...
Con ese pensamiento en mente, _________________ soltó una carta con dedos temblorosos. La siguiente jugadora se tomó un agónico y extenso lapso de tiempo para elegir una de sus cartas, y la siguiente se detuvo para intercambiar un par de comentarios jocosos con su propio marido, que acababa, de acercarse a la mesa. Consciente de que una fina capa de sudor comenzaba a cubrirle el pecho y la frente, _________________ pensó varias formas de dar por terminado el juego. La voz de la razón acudió en su auxilio al caer en la cuenta de que, sin importar lo audaz que fuese Nicholas, no se atrevería a asaltar a su mujer en las escaleras del hotel. No obstante, la voz de la razón se desvaneció cuando él consulto su reloj de modo deliberado.
-Te quedan tres minutos -murmuró con voz queda junto a su oído.
Sin saber muy bien cómo, y presa de la agitación, _________________ fue consciente de que su cuerpo respondía a la ronca promesa que encerraba la voz de Nicholas cuando sintió que entre sus muslos se despertaba una vergonzosa sensación palpitante. Juntó las piernas con fuerza y aguardó con forzada compostura a que le llegara el turno, a pesar de que su corazón latía desbocado. Las jugadoras conversaban con indolencia, se abanicaban y pedían a los camareros que les sirvieran más limonada. Cuando por fin le llegó el turno, arrojó la carta de más valor y tomó otra. Para su alivio, la nueva carta carecía de valor, por lo que arrojó las cartas que le quedaban sobre la mesa.
-Me temo que estoy fuera -dijo, aunque tuvo que esforzarse para disimular la inestabilidad de su voz-. Ha sido una partida de lo más agradable... Se lo agradezco, pero ahora debo marcharme... -Quédese a jugada siguiente ronda -sugirió una de las damas, petición a la que el resto se sumó.
-Sí, quédese.
-Al menos, tómese una copa de vino mientras terminamos esta mano...
-Se lo agradezco, pero... -_________________ se puso en pie y emitió un gemido casi inaudible cuando sintió la mano de Nicholas sobre su espalda. Sus pezones se endurecieron bajo el vestido-. Me temo que estoy exhausta tras el baile de la noche pasada -improvisó-. Debo descansar un poco antes de asistir al teatro esta noche.
Seguida por un coro de despedidas y por varias miradas significativas, _________________ trató de abandonar el salón con aire digno. Tan pronto como llegaron a las serpenteantes escaleras que conducían a los pisos superiores, _________________ dejó escapar un suspiro de alivio y le dirigió a su marido una mirada reprobatoria.
-Si lo que querías era avergonzarme, lo has hecho muy bien... ¿Qué estás haciendo? - El vestido se le había aflojado a la altura de los hombros y cayó en la cuenta, desconcertada y sorprendida, de que Nicholas le había desabrochado varios botones-. Nicholas -siseó-, ¡no te atrevas!¡No, para ya! -Trató de alejarse de él, pero la alcanzó sin problemas.
-Te queda un minuto.
-No seas tonto -le dijo sin más-. De ningún modo podremos llegar a la habitación en menos de un minuto y tú no... -. Dejó la frase a la mitad, soltó un pequeño chillido al notar que Nicholas le desabrochaba otro botón y se giró para apartar las traviesas manos de su marido. No obstante, en cuanto lo miró a los ojos se dio cuenta, por difícil de creer que fuera, de que estaba más que dispuesto a cumplir su amenaza-. Nicholas, ni se te ocurra.
-Sí. -Sus ojos reflejaban cierta diversión felina y en su rostró se adivinaba una expresión que _________________ había llegado a conocer muy bien.
La mujer se recogió las faldas y se dio la vuelta para comenzar al, correr escaleras arriba, jadeando entre ataques de carcajadas provocados por el pánico.
-¡Eres imposible! No te acerques a mí... Eres... ¡Señor, si alguien nos ve de esta manera, nunca te lo perdonaré!
Nicholas la siguió con aparente tranquilidad; pero, por supuesto, él no tenía que luchar contra una maraña de faldas y ropa interior que lo retrasaran. _________________ alcanzó el descansillo y giró hacia el siguiente tramo; le dolían las rodillas mientras las piernas continuaban su desesperado ascenso, peldaño tras peldaño. El peso de sus faldas le resultaba insoportable y tenía los pulmones a punto de estallar. Maldito fuera por hacerle aquello... y maldita ella por esas risillas que no dejaban de salir de su propia garganta.
-Treinta segundos -lo escuchó decir a sus espaldas, y, justo en ese instante, alcanzó el segundo piso con un resoplido.
Quedaban tres larguísimos pasillos antes de llegar a su habitación... y, desde luego, nada de tiempo. Se agarró la parte delantera del vestido y miro a uno y otro lado de los pasillos que se abrían a partir del descansillo de las escaleras. Corrió hasta la primera puerta que encontró, que resultó ser un pequeño armario sin luz. De pronto, se vio envuelta por el olor del lino almidonado, y los distintos estantes repletos de sábanas y toallas planchadas resultaban visibles tan sólo por la luz que provenía del pasillo.
-Entra -murmuró Nicholas, que la empujó hacia el cuarto y cerró la puerta.
Al instante, Armabelle quedó engullida por la oscuridad. La risa bullía en su pecho al tiempo que intentaba apartar sin mucho éxito las manos que la buscaban. De repente, tuvo la sensación de que su marido tenía más manos que un pulpo, ya que le desabrochaba la ropa y se la quitaba con más rapidez de la que ella era capaz de emplear para contrarrestar sus movimientos.
- ¿Qué pasa si nos hemos quedado encerrados? -preguntó cuando el vestido cayó al suelo.
-Derribaré la puerta -replicó Nicholas, que tiraba de las cintas de sus calzones-. Después.
-Si nos sorprende una de las doncellas, nos echarán del hotel.
-Las doncellas han visto peores cosas, puedes creerme. -Nicholas pisó el vestido cuando le bajó los calzones hasta los tobillos.
Ella emitió unas cuantas protestas más, ninguna de ellas con verdadero entusiasmo, hasta que Nicholas metió una mano entre sus muslos y encontró la evidencia de su excitación, tras lo cual toda objeción dejó de tener sentido. _________________ abrió la boca para besarlo, devolviéndole con ansias la fuerte y acariciante presión de sus labios. La aterciopelada entrada de su cuerpo se acomodó con facilidad al tamaño de su marido, y no pudo reprimir un gemido cuando notó los dedos de Nicholas allí abajo, separándola de modo que los envites de sus caderas rozaran el sensible botón de su sexo.
Forcejearon para acercarse más el uno al otro, flexionando sus cuerpos, derritiéndose sin remedio, y cada beso era una invasión exploradora que la excitaba más y más. El corsé le apretaba demasiado, pero la constricción le provocó una inesperada oleada de placer, como si toda su capacidad de sentir se hubiera trasladado a la parte inferior de su cuerpo y hubiera quedado atrapada entre todos aquellos tejidos inflamados por el deseo. _________________ hundió los dedos en las ropas de Nicholas cuando sintió que el anhelo estaba a punto de convertirse en locura. Nicholas la penetró con embestidas profundas y un ritmo constante, hasta que el clímax los recorrió a ambos como una, descarga; sus pulmones se llenaron con el límpido olor del lino planchado y sus extremidades enlazadas se tensaron como si se negaran a dejar escapar la sensación que se extendía entre ellas. -Maldita sea -murmuró Nicholas pocos minutos después, cuando recuperó el aliento.
-¿ Qué pasa? -susurró _________________, cuya cabeza descansaba sobre la solapa, del abrigo de él.
-A partir de ahora, el olor de la ropa almidonada me provocará una erección.
-Pues es problema tuyo -replicó ella con una lánguida sonrisa, pero jadeó con fuerza al sentir que el cuerpo de Nicholas, que aún seguía dentro de ella, volvía a endurecerse.
-y tuyo también -le dijo justo antes de atrapar su boca en la oscuridad.
Danne G.
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
ooooooooooohhhh!!!
creoo que la parte rooojaaa es mas!!!!!!..
ese nick es incontenibleeeeee!!!!
jajajajajaj
siguela porfaa
creoo que la parte rooojaaa es mas!!!!!!..
ese nick es incontenibleeeeee!!!!
jajajajajaj
siguela porfaa
chelis
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
Me encataron los capitulos, que raro que se puso Nick por lo de la frase de _____ debe de ser por algo en especial que tiene contra ese dicho o algo asi :S veo que seguimos en la pagina 7 , me parece que nos tendríamos que ir a la 8 no ?
Flor
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
essa ! estamos en la numero 8 nos vemos :D
Flor
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