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"Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
Flor al parecer el 6 si es tu número de la suerte. ivette gone Bienvenidaaaa! por ti mañana habrá maratón de 4 capis, por su puesto este capítulo va con todo el gusto dedicado a ti. Uno de los mejores.
Un besooo a todas y que tengan un gran fin de Semana!
Un besooo a todas y que tengan un gran fin de Semana!
15° Capítulo.
Cuando ______________ alzó la vista, vio a lord Hodgeham inclinado sobre ella, Trató de incorporarse y echarse hacia atrás al darse cuenta de que aquello no eran imaginaciones suyas, sino una situación de lo más real. Incapaz de hablar debido a la sorpresa, se encogió hacia delante en cuanto vio que el hombre alargaba el brazo para apartar el ribete de encaje que adornaba la parte delantera de su vestido mañanero.
-He oído que estaba enferma -dijo Hodgeham, que la miraba con los párpados entornados mientras seguía atrapada en el sofá-. Me apenó muchísimo que sufriera una aflicción semejante. Pero parece que el daño no ha sido permanente. Está-se detuvo y se humedeció sus gruesos labio tan exquisita como siempre, aunque un poco más pálida, tal vez.
-¿ Cómo... cómo sabía que estaba aquí? -preguntó ______________-. Éste es el salón privado de los Marsden. No creo que ninguno de ellos le haya dado permiso...
-Conseguí que un criado me lo dijera -fue su petulante respuesta.
-Salga de aquí -espetó ______________-. O gritaré que me esta forzando.
Hodgeham rió con ganas.
-Querida, no puede permitirse un escándalo semejante. Su interés en lord Kendall resulta obvio para todo el mundo. Y los dos sabemos que el más mínimo descrédito asociado a su nombre sería un desastre para sus aspiraciones-. Sonrió ante el silencio de ______________, revelando una hilera de dientes amarillentos y torcidos-. Así está mejor. Mi pobre y preciosa ______________... Sé muy bien cómo conseguir que el color regrese a sus pálidas mejillas. -Metió la mano en el bolsillo y sacó una gruesa moneda de oro que movió ante ella de forma tentadora-. Un regalo como muestra de mi simpatía por la horrible experiencia que ha sufrido.
La respiración de ______________ se convirtió en un jadeo indignado cuando Hodgeham se inclinó aún más hacia ella con la moneda sujeta entre unos rechonchos dedos que trataban de apartar el corpiño de su vestido para dejar allí su regalo. Logró apartar la mano del hombre con un manotazo fuerte y rápido. Aunque todavía se encontraba bastante débil, el gesto fue suficiente para que la moneda saliera volando y aterrizara sobre la alfombra del suelo con un ruido sordo.
-Déjeme sola -le ordenó, furiosa.
-Puta engreída. No hace falta que finjas ser mejor que tu madre.
-Cerdo... -Maldiciendo su debilidad y en medio de estremecimientos de repugnancia, ______________ lo golpeó, apenas sin fuerzas, cuando el hombre se inclinó de nuevo hacia ella-. ¡No! -exclamó con los dientes apretados y cubriéndose la cara con los brazos. Resistió como pudo mientras lord Hodgeham la agarraba por las muñecas-. No...
Un ruido metálico procedente de la puerta hizo que el hombre se incorporara, sorprendido. Temblando de los pies a la cabeza, ______________ siguió la dirección del ruido con la mirada y vio a su madre, de pie en la entrada, sujetando la bandeja del almuerzo. La cubertería había caído al suelo en cuanto Philippa comprendió lo que estaba sucediendo.
La mujer negó con la cabeza, como si le resultara imposible creer que Hodgeham estuviese allí.
-Se ha atrevido a acercarse a mi hija... -comenzó a hablar con voz ronca, Intensamente ruborizada por la furia, dejó la bandeja sobre una mesa cercana y se dirigió al hombre con voz calmada, pero furibunda-. Mi hija está enferma, milord. No permitiré que su salud se vea comprometida... Va a venir conmigo en este mismo momento y discutiremos este asunto en otro lado.
-No es discutir lo que me interesa en este momento -contestó Hodgeham.
______________ percibió la rápida sucesión de emociones que, cruzaron el rostro de su madre: repugnancia, resentimiento, odio, miedo y, finalmente, resignación.
-En ese caso, aléjese de mi hija -le contestó con frialdad.
-No -protestó ______________ con un gemido al darse cuenta de que Philippa tenía toda la intención de marcharse para estar a, solas con él-. Mamá, quédate conmigo.
-No pasará nada. -Philippa no la miró, al contrario, mantuvo los ojos fijos y carentes de expresión en el rubicundo semblante de Hodgeham-. Te he traído una bandeja con el almuerzo, queridita. Intenta comer algo...
-No. -Desesperada e incapaz de creer lo que estaba sucediendo, ______________ contempló cómo su madre salía de la habitación con paso tranquilo por delante de lord Hodgeham-. ¡Mamá, no vayas con él! -Pero Philippa se marchó haciendo caso omiso de su ruego.
______________ no supo durante cuántos minutos se había quedado mirando fijamente la puerta por la que su madre acababa de marcharse. No tenía intención alguna de acercarse a la bandeja del almuerzo. El olor de la sopa de verdura que flotaba en el, ambiente le estaba provocando náuseas. Descorazonada, se preguntó como habría empezado ese infernal asunto: si, Hodgeham habría obligado a su madre o si, en un principio, habría sido de mutuo acuerdo. Sin importar cómo hubiesen sido los comienzos; era obvio que aquello se había convertido en una farsa. Hodgeham era un monstruo y Philippa estaba intentando calmarlo con el fin de evitar que las arruinara por completo.
Exhausta y abatida, ______________ se levantó del canapé, intentando no pensar en lo que podría suceder en esos mismos momentos entre su madre y Hodgeharm. Hizo una mueca de dolor ante el aguijonazo de protesta de sus músculos. Le dolía la cabeza y se sentía mareada; lo único que deseaba era encerrarse en su Habitación. Caminando igual que una anciana, consiguió llegar hasta la campanilla para tirar del cordón. N o hubo respuesta alguna, aunque esperó durante lo que le pareció una eternidad. Puesto que los invitados se habían marchado, la mayor parte de los miembros del servicio disfrutaba de un día libre y no había muchas doncellas dis-ponibles.
______________ meditó sobre su situación al tiempo que se acariciaba con aire distraído los lacios mechones de pelo. Aunque sentía las piernas un tanto débiles, podía caminar. Esa misma mañana, su madre la había ayudado a pasear por los dos pasillos que separaban su habitación del salón privado de los Marsden, situado en el piso superior. En ese momento, no obstante, estaba bastante segura de poder recorrer la distancia sin ayuda de nadie.
Hizo caso omiso de los destellos brillantes que danzaban de ente de sus ojos como si fuesen luciérnagas y salió de la estancia con pasos cortos y cautelosos. Permaneció cerca de la pared por si se diera el caso de que llegara a necesitar apoyo. Qué extraño era, reflexionó con tristeza, que incluso un esfuerzo tan insignificante la obligara a jadear como si acabase de correr varios kilómetros. Furiosa por su propia debilidad, se preguntó con remordimiento si no debería haberse tomado esa última taza de infusión de presera después de todo. Concentrándose en colocar un pie delante del otro, avanzó muy despacio por el primer pasillo hasta que estuvo cerca de la esquina que conducía al ala este de la mansión, donde se encontraba su habitación. Allí se detuvo cuando, escuchó unas voces, procedentes de otra dirección.
«¡Por las campanas del infierno!» Sería mortificante que la viera en semejantes condiciones.
Rogando que las voces pertenecieran a un par de criados, ______________ se apoyó contra la pared y esperó sin hacer movimiento alguno. Tenía unos cuantos mechones de pelo adheridos a la frente y a las mejillas, que estaban pegajosas por el sudor.
Dos hombres cruzaron el pasillo frente a ella, tan inmersos en su conversación que no percibieron su presencia. Aliviada, creyó que se había librado de ser vista.
Sin embargo, no fue tan afortunada. Uno de los hombres miró de soslayo en su dirección y la vio de inmediato. A medida que se aproximaba a ella, ______________ reconoció la elegancia masculina de sus largas zancadas antes de distinguir siquiera su rostro con claridad.
Al parecer, estaba destinada a ponerse en ridículo delante de Nicholas Hunt. Con un suspiro, se separó de la pared e intentó componer una apariencia sosegada a pesar del temblor de sus piernas.
-Buenas tardes, señor Hunt...
-¿ Qué está haciendo? -la interrumpió él en cuanto estuvo a su lado. Parecía estar molesto, aunque, en cuanto lo miró a la cara, ______________ leyó la preocupación en sus ojos-. ¿Por qué está aquí
sola en el pasillo? .
-Me dirigía a mi habitación. -______________ se sorprendió un poco cuando él la rodeó con sus brazos, pasando uno por detrás de sus hombros y otro por la cintura-. Señor Hunt, no hay necesidad...
-Está tan débil como un gatito -contestó él sin más-. Sabe muy bien que no debería ir a ningún sitio sola en semejantes condiciones.
-No había nadie que me ayudara -replicó ella, irritada. La cabeza le daba vueltas y descubrió que se había inclinado hacia él descansado en Hunt parte de su peso. Su torso parecía maravillosamente sólido y fuerte, y podía sentir la frescura de la seda de su chaqueta contra la mejilla.
-¿Dónde está su madre? -insistió Hunt al tiempo que le desenredaba un mechón rebelde de cabello-, Dígamelo y yo iré…
-¡No! -______________ levantó la mirada hacia él con súbita alarma, mientras cerraba sus largos dedos en torno a las solapas de su chaqueta. Dios Santo, lo último que necesitaba era a Hunt promoviendo la búsqueda de Philippa cuando lo más probable es que está se encontrara en ese mismo instante con Hodgeham, en una situación de lo más comprometida-. No es necesario que la busque- dijo con brusquedad-. Yo... no necesito a nadie. Puedo llegar sola a mi habitación, si me suelta. No quiero...
-Está bien -murmuró Hunt, abrazándola con más fuerza-. No pasa nada. No la buscaré. No pasa nada!. -Siguió acariciándole el pelo con una relajante cadencia.
______________ se dejó caer sobre él mientras trataba de recuperar el aliento.
-Nicholas- susurró, apenas sorprendida por haber utilizado su nombre de pila que, hasta entonces, sólo había pronunciado en sus pensamientos. Humedeciéndose los labios resecos, lo intentó una vez más y, para su sorpresa, volvió a repetirlo-: Nicholas...
-¿Sí?
El cuerpo de Hunt, fuerte y voluminoso, se vio asaltado por una tensión diferente y, al mismo tiempo, su mano le acarició la parte posterior de la cabeza con la más tierna de las caricias.
-Por favor... Llévame a mi habitación.
Hunt le inclinó la cabeza hacia atrás con delicadeza y la miró con una pequeña sonrisa en los labios.
-Cariño, si me lo pidieras, te llevaría a Tombuctú..
Para entonces, el hombre que lo acompañaba había llegado junto a ellos y ______________, mortificada, aunque no sorprendida, descubrió que se trataba de lord Westcliff.
El conde la observó con fría desaprobación, como si sospecha a la que había planeado el encuentro de modo intencional.
-Señorita Peyton -la saludó sucintamente,-. Le aseguro que no había necesidad alguna de que atravesara el pasillo sin compañía. Si no había nadie para acompañarla, podría haber llamado al servicio.
-Lo hice, milord -le contestó ______________ a la defensiva, al tiempo que intentaba apartarse de Hunt, que no estaba dispuesto a permitírselo-. Toqué la campanilla y esperé durante un cuarto de hora, pero no vino nadie.
Westcliff la contempló con obvio escepticismo.
-Imposible. Mis criados siempre acuden cuando se les llama. -Bueno, pues al parecerlo de hoy ha sido una excepción -exploto ______________-. Tal vez el cordón de la campanilla esté roto. O, tal vez, sus criados...
-Tranquila -murmuró Hunt, obligándola a recostar de nuevo la cabeza sobre su pecho. A pesar de que ______________ no podía vede e1 rostro, percibió la tajante advertencia que imprimió a su voz al dirigirse a lord Westcliff-. Continuaremos nuestra discusión más tarde. Ahora vaya acompañar a la señorita Peyton a su habitación. ..
-En mi opinión, no es una idea muy brillante -le dijo el conde.
-En ese caso, me alegro de no habértela pedido -replicó Hunt con afabilidad.
Se escuchó el tenso suspiro del conde y, a continuación, ______________ fue vagamente consciente de sus mullidos pasos sobre la alfombra a medida que se alejaba de ellos.
Hunt inclinó la cabeza y su aliento le rozó la oreja mientras le preguntaba:
-Ahora..., ¿le importaría explicarme lo que está ocurriendo aquí?
Todas las venas de ______________ parecieron dilatarse y cubrir su piel fría con un repentino y placentero rubor. La cercanía de Hunt la llenaba a partes iguales de satisfacción y anhelo. Rodeada por sus brazos, no pudo evitar recordar el sueño, la erótica ilusión de sentir el peso de su cuerpo sobre ella. Aquello estaba terriblemente mal; se deleitaba en secreto con la sensación de estar envuelta por sus brazos..., aun sabiendo que no conseguiría nada de él, aparte de placer pasajero seguido de un deshonor perpetuo. Se las arregló para negar con la cabeza en respuesta a su pregunta, y el movimiento hizo que frotara la mejilla sobre la solapa de su chaqueta.
-No me convence su respuesta -contestó él con sorna.
Aflojó la presión de sus brazos de modo tentativo y con una simple mirada con los ojos entrecerrados comprobó que la debilidad le impedía guardar el equilibrio por sí sola, de modo que se inclinó para cogerla en brazos. ______________ se rindió con un murmullo inarticulada antes de rodearle el cuello con los brazos. Mientras Hunt atravesaba el pasillo camino de su habitación, le habló en voz baja:
-Podría ayudarla, si me dijera cuál es el problema.
______________ meditó la oferta un instante. Lo único que conseguiría contándole sus penas a Nicholas Hunt sería una más que probable proposición de apoyo en calidad de amante. Y odiaba esa parte de sí misma que se sentía tentada por la idea.
-¿ Por qué iba a querer inmiscuirse en mis problemas? -le preguntó.
-¿ Es que debo tener un motivo implícito para querer ayudarla?
-Sí -contestó ella con un aire misterioso que arrancó a Hunt una, carcajada.
Al llegar a la puerta de su habitación, él la dejó con suavidad en el suelo.
-¿Puede llegar sola a la cama o quiere que la deje allí?
A pesar de que su voz traslucía una ligera burla, ______________ sospechaba que, si lo alentaba en lo más mínimo, eso sería exactamente lo que Hunt haría. Por tanto, negó con la cabeza sin pérdida de tiempo.
-No. Estoy bien, por favor, no entre. -Le colocó la mano en el pecho para impedir que entrara. Débil como era el gesto, fue suficiente para detenerlo.
-Está bien. -La miró, intentando ver a través de ella-. Haré que suba una doncella para atenderla. Aunque sospecho que Westcliff ya está haciendo sus pesquisas.
-Llamé a una doncella -insistió ______________, avergonzada por el tono malhumorado de su voz-, Está claro que el conde no me cree, pero
-Yo sí la creo. -Hunt apartó la mano, de ______________ de su pecho con suma delicadeza, reteniendo sus elegantes dedos un instante antes de dejarla machar-. Westcliff no es, ni por asomo, el ogro que aparenta ser. Es necesario haberlo tratado durante algún tiempo para poder apreciar sus mejores cualidades.
-Si usted lo dice... -le contestó ella dubitativa, tras lo cual dejó escapar un suspiro y entró en la oscura y enrarecida habitación en la que aún flotaban los miasmas de la enfermedad-. Gracias, señor Hunt.
Preguntándose con ansiedad cuándo regresaría Philippa, echó un vistazo a la habitación antes de volver a mirar a Hunt.
La penetrante mirada del hombre pareció hacer aflorar todas las emociones que ______________ ocultaba bajo su tensa fachada y la joven percibió la multitud de preguntas que lo rondaban. No obstante, lo único que dijo fue:
-Necesita descansar.
-Eso es lo único que he hecho hasta ahora. Me vaya morir del aburrimiento... Sin embargo, el mero hecho de pensar en hacer algo me deja exhausta. -Bajó la cabeza y miró con amarga concentración los pocos centímetros de suelo que los separaban antes de preguntar con cautela-: Supongo que no tendrá interés en continuar la partida de ajedrez esta noche, ¿verdad?
Se produjo un breve silencio tras el cual Hunt contestó de forma lenta y algo burlona:
-Vaya, señorita Peyton... Me siento abrumado al pensar que usted desea mi compañía.
Tan avergonzada estaba ______________ que no fue capaz de alzar la mirada y, con el rostro ruborizado, murmuró:
-Buscaría la compañía del diablo en persona con tal de hacer otra cosa que no sea estar en la cama.
Con una suave carcajada, él alargó el brazo y le colocó un mechón de pelo tras la oreja.
-Ya veremos -murmuró él-. Tal vez venga a su habitación más tarde.
Y, con esa promesa, le hizo una breve y experta reverencia y se alejó por el pasillo con su habitual paso confiado.
______________ recordó, si bien demasiado tarde, algo acerca de una velada musical que había sido planeada para los invitados mientras éstos disfrutaban del bufé. No le cabía duda alguna de que Nicholas Hunt preferiría quedarse con los invitados en la planta inferior a jugar una partida de ajedrez con una simple aficionada enferma desaliñada y con bastante mal humor. Hizo una mueca, deseando poder retirar la espontánea invitación... ¡Qué desesperada había parecido! Se llevó una mano a la frente y entró en la habitación casi arrastrando los pies, para dejarse caer con pesadez sobre la cama deshecha, como un árbol al que acabaran de derribar.
Cinco minutos más tarde, escuchó que alguien llamaba a la puerta y, acto seguido, dos doncellas de aspecto contrito entraron en la habitación.
-Hemos venido a limpiar, señorita -se atrevió a decir una de ellas-. El señor nos ha enviado... Dice que debemos ayudarla con cualquier cosa que necesite.
-Gracias -contestó ______________, esperando que lord Westcliff no hubiese sido demasiado severo con las muchachas.
Se retiró a un sillón y se limitó a contemplar la vorágine de la actividad que siguió a la llegada de las doncellas. Con una velocidad que más bien parecía cosa de magia, las muchachas cambiaron las sábanas, abrieron las ventanas para permitida entrada del aire fresco, limpiaron el polvo de los muebles y trajeron una bañera que procedieron a llenar, con agua caliente. Una de las chicas ayudó a ______________ a desvestirse mientras que la otra traía unas cuantas toallas dobladas y un cubo de agua limpia que serviría para enjuagarle d cabello. Con un estremecimiento de placer, se metió en la bañera portátil ribeteada de caoba.
-Agárrese a mi brazo, señorita, por favor- dijo la más joven de las doncellas al tiempo que extendía el brazo para que ______________ se sostuviera-. Parece que todavía no es capaz de guardar bien el equilibrio.
Ella obedeció y se sentó en la bañera antes de soltar el musculoso brazo de la muchacha.
-¿Cómo te llamas? -le preguntó antes de recostarse en la bañera hasta que sus hombros quedaron bajo la superficie del agua, de la que ascendía una nube de vapor.
-Meggie, señorita.
-Meggie, creo que se me cayó un soberano en el saloncito de la familia, ¿te importaría buscarlo?
La chica la observó con expresión perpleja, preguntándose a todas luces por qué ______________ habría dejado caer una moneda de tanto valor al suelo y qué pasaría si ella no era capaz de encontrarlo.
-Sí, señorita.
Se despidió con una inclinación recelosa y se apresuró a salir de la habitación.
Tras meter la cabeza bajo el agua, ______________ volvió a sentarse con la cara y el pelo chorreando y se enjugó los ojos mientras la otra doncella se inclinaba para frotarle el jabón sobre la cabeza hasta conseguir una buena cantidad de espuma.
-Es maravilloso sentirse limpia -murmuró ______________, inmóvil bajo las atenciones de la muchacha.
-Mi madre dice siempre que es malo bañarse cuando uno está enfermo -le dijo la doncella con voz insegura.
-Creo que correré el riesgo -replicó ______________, echando agradecida la cabeza hacia atrás mientras la muchacha le aclaraba el jabón del pelo con el agua limpia.
Tras limpiarse los ojos de nuevo, ______________ vio que Meggie había vuelto.
-Lo encontré, señorita -exclamó Meggie sin aliento, mostrándole la moneda que tenía en la mano extendida. Era muy posible que ésa fuera la primera vez que la muchacha veía un soberano puesto que el sueldo medio de una doncella era de ocho chelines al mes-. ¿Dónde quiere que lo ponga?
-Podéis repartirlo entre las dos -le contestó ______________. Las doncellas la miraron de hito en hito, incapaces de creer lo que acababan de oír.
-¡Vaya! ¡Gracias, señorita! -exclamaron al unísono, con los ojos y las bocas abiertos de par en par a causa de la sorpresa.
Consciente, por desgracia, de la hipocresía que suponía deshacerse del dinero de lord Hodgeham, cuando la residencia de los Peyton se había beneficiado del dudoso auspicio del hombre durante más de un año, ______________ bajó la cabeza, mortificada por la gratitud de las muchachas. Al ver su incomodidad, las doncellas se apresuraron a ayudarla a salir de la bañera, le secaron el pelo y el cuerpo, que se veía sacudido por continuos escalofríos, y la ayudaron a ponerse un vestido limpio.
Renovada tras el baño, aunque un poco cansada, se metió en la cama y permaneció allí tumbada entre las suaves y frescas sábanas de lino. Se quedó adormilada mientras las doncellas sacaban la bañera y apenas fue consciente de que salían de la habitación de puntillas. Cuando despertó, acababa de anochecer y su madre estaba encendiendo la lámpara de la mesita de noche, lo que hizo que ______________ parpadeara.
-Mamá -la llamó con voz somnolienta, aturdida por el sueño. Al recordar el anterior encuentro con Hodgehamse espabilo de repente-. ¿Estás bien? ¿Te ha...?
-No me apetece discutir el tema -contestó Philippa en voz baja mientras la luz de la lámpara delineaba suavemente su perfil. Su semblante era una máscara de inexpresividad aunque la tensión le había provocado unas cuantas arrugas en la frente-. Sí, estoy bastante bien, cariño.
______________ asintió de modo imperceptible, sonrojada, y deprimida, muy consciente del profundo sentimiento de vergüenza, que la embargaba. Al sentarse, sintió la espalda tan rígida como si tuviese un atizador por columna vertebral. A pesar del agarrotamiento de los músculos que llevaba días sin usar, se sentía mucho mejor y su estómago rugía de hambre por primera vez en dos días. Salió de la cama y se acercó al tocador para coger un cepillo con el que adecentarse un poco el cabello.
-Mamá -comenzó con incertidumbre-. Necesito un cambio de aires. Tal vez vuelva al saloncito de los Marsden y ordene que me lleven allí una bandeja con la cena.
Philippa pareció escucharla a medias.
-Sí -le contestó con actitud ausente-, me parece una idea estupenda. ¿Quieres que te acompañe?
-No, gracias... Me siento muy bien y no está muy lejos. Iré yo sola. Probablemente quieras un poco de intimidad después de... -______________ hizo una incómoda pausa antes de soltar el cepillo-. Volveré dentro de un rato.
Con un susurro casi inaudible, su madre se sentó junto al fuego y ______________ se dio cuenta de que la aliviaba la posibilidad de quedarse a solas. Tras recogerse el pelo en una larga trenza que dejó caer por encima del hombro/salió de la habitación y cerró la puerta sin hacer ruido.
Cuando salió al pasillo, llegó hasta ella el quedo murmullo de los invitados que disfrutaban del bufé en el salón de la planta baja. Por encima de las carcajadas y de las conversaciones, se escuchaba la música: un cuarteto de cuerda con un acompañamiento de piano. Se detuvo para escuchar y la sorpresa la dejó paralizada al descubrir que era la misma melodía, triste pero hermosa, que escuchara durante el sueño: Cerró los ojos y prestó más atención a la música al tiempo que la tristeza le provocaba un extraño nudo en la garganta. La melodía la llenaba con esa clase de anhelo que no debería haberse permitido sentir.
«Dios mío -pensó-, la enfermedad me está convirtiendo en una sensiblera... Tengo que recuperar un poco la compostura.»
Abrió los ojos, comenzó a caminar de nuevo, y a punto estuvo de chocar de bruces con alguien que venía en la dirección opuesta.
El corazón pareció agrandarse en su pecho cuando, al alzar la mirada, se encontró con Nicholas Hunt vestido con esa combinación tan elegante de blanco y negro, y cuyos labios acababan de curvarse en una lenta sonrisa. Su voz ronca hizo que un escalofrío le recorriera la espalda.
-¿Dónde cree que va?
Así que había venido buscarla a pesar de la elegante multitud con la que debería estar relacionándose en la planta baja. Consciente de que la súbita debilidad que sentía en las rodillas tenían muy poco que ver con su enfermedad, ______________ comenzó a juguetear con el extremo de su trenza, presa de los nervios.
-A cenar al saloncito de la familia.
Tras darse la vuelta, Hunt la tomó del codo y la guió por el pasillo, aminorando el paso para mantenerse junto a ella.
-No le apetece en absoluto cenar en el saloncito -informó él.
-Vaya. ¿No me apetece?
Él asintió con la cabeza para corroborar su afirmación.
-Tengo una sorpresa para usted. Venga, no está muy lejos -Mientras lo acompañaba de buena gana, Hunt la miró de arriba a abajo con actitud analítica-. Su equilibrio ha mejorado bastante desde esta tarde. ¿Cómo se encuentra?
-Mucho mejor -contestó ______________, que se sonrojó cuándo su estómago rugió de forma audible-. Y un poco hambrienta, a decir verdad.
Hunt sonrió y la condujo hacia una puerta ligeramente entreabierta. Entró tras ella en la estancia y ______________ descubrió que estaban en una pequeña y encantadora habitación de paredes recubiertas con paneles de palisandro, de las que colgaban varios tapices, y cuyos muebles estaban revestidos con terciopelo color ámbar. No obstante, la característica más sobresaliente de la estancia era la ventana que se abría en la pared interior y que daba al salón situado dos plantas más abajo. El lugar estaba oculto por completo a los ojos de los invitados que se encontraban en la planta baja, pero la música llegaba hasta allí a través de la ventana, abierta de par en par. Los atónitos ojos de ______________ se desplazaron hasta una mesita en la que se había dispuesto la cena, si bien las fuentes estaban cubiertas por unas tapaderas de plata.
-Me ha costado un dolor de cabeza decidir qué podía despetar su apetito -confesó Hunt-. Así que le dije al personal de la cocina que pusiera un poco de todo.
Abrumada e incapaz de recordar otra ocasión en la que un hombre hubiese llegado a semejantes extremos para que ella se distrajera, ______________ descubrió que, de pronto, le resultaba muy difícil decir algo. Tragó saliva y recorrió la habitación con la mirada para evitar encontrarse con los ojos de Hunt.
-Todo esto es encantador. Yo... yo no sabía que existía esta habitación.
-Poca gente lo sabe. La condesa suele sentarse aquí en ocasiones, cuando se encuentra demasiado débil para bajar. -Hunt se acercó a ella y deslizó sus largos dedos bajo la barbilla de ______________, obligándola de ese modo a que lo mirara a los ojos-. ¿Cenará conmigo?
El pulso le latía con tal rapidez que estaba segura de que él podría sentirlo bajo los dedos.
-No tengo carabina -contestó con un hilo de voz.
Hunt sonrió ante la respuesta y apartó la mano de su barbilla.
-No podría estar más segura. No tengo intención alguna de seducirla cuando es obvio que está demasiado débil para defenderse.
-Eso es muy caballeroso por su parte.
-La seduciré cuando se encuentre mejor.
Reprimiendo una sonrisa, ______________ alzó una ceja y le dijo: -Parece muy seguro de sí mismo. ¿No debería haber dicho que va a «intentar» seducirme?
-«Nunca des por adelantado el fracaso», eso es lo que mi padre suele decirme. -Apoyó uno de sus fuertes brazos en su espalda y la condujo a una silla-. ¿Le apetece un poco de vino?
-No debería-contestó ella, apesadumbrada, al tiempo que se hundía en una de las mullidas sillas-. Es muy posible que se me suba a la cabeza.
Hunt sirvió una copa y se la ofreció, sonriendo con esa expresión traviesa y tentadora que el mismo Lucifer se esforzaría por emular.
-Vamos -murmuró él-. Yo la cuidaré en caso de que acabe un poco achispada.
Mientras daba un sorbo a la excelente y suave cosecha, ______________ le lanzó una mirada irónica.
-Me pregunto con qué frecuencia la ruina de una dama comienza con esa misma promesa...
-Aún no he sido el causante de la ruina de ninguna dama-contestó tiempo que apartaba las tapaderas de los platos y las dejaba a un lado-. Por lo general, suelo perseguirlas una vez que ya están arruinadas.
-¿ Ha habido muchas damas arruinadas en su pasado? -preguntó ______________, incapaz de contenerse.
-Unas cuantas -replicó él, mirándola directamente a los ojos con una expresión que no era ni contrita ni jactanciosa:- Aunque en los últimos tiempos, todas mis energías se han visto absorbido por un pasatiempo muy diferente.
-¿Cuál?,
-La supervisión del desarrollo de una locomotora en la que tanto Westcliff como yo hemos invertido dinero.
-¿En serio? -preguntó ______________, cuyo interés acababa de despertarse, tras la confesión-. Nunca me he subido a un tren ¿Cómo es?
Hunt sonrió y su rostro adquirió una expresión infantil a causa del entusiasmo que apenas lograba contener.
-Rápido. Emocionante. La velocidad media de un tren de pasajeros es de unos ochenta kilómetros por hora, pero Consolididated está diseñando un modelo expreso de seis cilindros combinados que debería alcanzar los ciento diez.
-¿Ciento diez kilómetros por hora? -repitió ella, incapaz de imaginar que se pudiera viajar a semejante velocidad-. ¿Y no resultará incómodo para los pasajeros?
La pregunta provocó una sonrisa en Hunt.
-Una vez que el tren alcanza una velocidad constanté, se nota el movimiento.
-¿ Cómo es el interior de un vagón de pasajeros?
-No muy lujoso -admitió Hunt, sirviéndose un poco mas de vino en su copa-. Sólo recomendaría viajar en un vagón privado; especialmente a alguien como usted.
-¿ A alguien como yo? -repitió ella con una sonrisa amonestadora-. Si está dando a entender que soy una consentida, le aseguro que está muy equivocado.
-Pues alguien debería encargarse de que lo fuera.
La cálida mirada del hombre se deslizó por las arreboladas mejillas de ______________ y descendió por su esbelto torso antes de volver a clavarse en sus ojos. Al hablar hubo cierta nota en su voz consiguió dejarla sin aliento:
-No le vendría mal que la mimaran un poco.
______________ inspiró con fuerza con el fin de recuperar el ritmo normal de su respiración. Deseó con desesperación que él no la tocara, que mantuviera su promesa de no seducida. Porque si no la cumplía... Que, Dios la ayudara, no estaba segura de poder resistirse.
-¿ «Consolidated» es el nombre de su compañía? -le preguntó con voz temblorosa, intentando recuperar el hilo de la conversación.
Hunt asintió con la cabeza.
-Es el socio inglés de Fundiciones Shaw.
-¿ La empresa que pertenece al prometido de lady Olivia, el señor Shaw?
-Exacto. Shaw está ayudándonos a adaptamos al sistema de producción americano, cuyo método de fabricación de locomotoras es mucho más efectivo que el británico.
-Siempre he oído que los motores fabricados en Gran Bretaña son los mejores del mundo -observó ______________.
-Eso es discutible. Sin embargo, incluso si así fuera, están poco estandarizados. No hay dos locomotoras construidas en Gran Bretaña que sean exactamente iguales, lo que frena en gran medida a producción y hace que las reparaciones sean complicadas. En cambio, si siguiéramos el ejemplo americano y fabricáramos las piezas a partir de un mismo molde, con calibres y modelos regularizados, podríamos construir un motor en cuestión de semanas en lugar de meses y llevará cabo las reparaciones en un abrir y cerrar de ojos,
Mientras conversaban, ______________ se dedicó a contemplar a Hunt con creciente fascinación, ya que jamás había escuchado a un hombre hablar acerca de su profesión de ese modo. Según su experiencia, el trabajo no era un tema del que los hombres estuvieran dispuestos a hablar, más aún si se tenía en cuenta que el mero concepto de «trabajar» para ganarse la vida era la marca distintiva de las clases bajas. Si un caballero perteneciente a la clase alta se veía obligado a trabajar, trataba de ser discreto en lo que a su profesión, se refería y fingía dedicar la mayor parte de su tiempo a actividades ludicas. Sin embargo, Nicholas Hunt no hacía esfuerzo alguno por ocultar la satisfacción que le proporcionaba su trabajo... Y, por alguna razón, ______________ encontraba esta peculiaridad atractiva, por extraño que pareciera.
A petición suya, Hunde ofreció una explicación más extensas de sus negocios y le habló de las transacciones en las que había estado inmerso para comprar una fundición, anteriormente en manos de compañía del ferrocarril y que estaba siendo remodelada con el fin de adaptarse al sistema de producción americano. Dos de de los nueve edificios que se alzaban en las más de dos hectáreas que ocupaba la fábrica ya habían sido transformados en una fundición donde producirían pernos, pistones, varillas y válvulas según un moldes previamente fabricado. Todos estos elementos, junto con algunas partes que ya habían sido importadas de la Fundición Shaw, ubicadas en Nueva York, se utilizarían para fabricar motores de cuatro y seis cilindros que se venderían en toda Europa.
-¿Con qué frecuencia visita la fundición?- preguntó ______________ antes de dar un bocado a un trozo de faisán cubierto por una cremosa salsa de berros.
-Cuando estoy en la ciudad, todos los días. -Hunt contempló el contenido de su copa de vino con el ceño ligeramente fruncido-. Ya llevo demasiado tiempo fuera; tendré que regresar a Londres pronto para comprobar los progresos.
A ______________ debería haberle alegrado la idea de que él abandonara Hampshire en poco tiempo. Nicholas Hunt era una distracción que no podía permitirse y le resultaría más, fácil concentrar sus atenciones en lord Kendall una vez que Hunt abandonara la propiedad. Sin embargo, la noticia la dejó bastante deprimida y se dio cuenta de lo mucho que disfrutaba de la compañía del hombre y de lo solitario que parecería Stony Cross Park cuando él se marchara.
-¿ Volverá antes de que la fiesta concluyá?-le preguntó, aparentemente concentrada en desmenuzar con el cuchillo un trozo de faisán.
-Depende.
-¿De qué?
Suvoz fue muy suave.
-De si tengo los motivos suficientes para regresar.
______________ no lo miró. En cambio, se hundió en un incomodo silencio y se volvió hacia, la ventana, a través de la cual les llegaban la exuberante melodía de Rosamunde de Schubert, sin ver nada en realidad.
A la postre, se escuchó un ligero toque en la puerta antes de que un sirviente entrara a retirar los platos. Manteniendo el rostro apartado de Hunt, ______________ se preguntó si las noticias de que habían cenado a solas tardarían mucho en extenderse por las dependencias de la servidumbre. No obstante, en cuanto el criado se marchó, Hunt la tranquilizó, como si acabara de leerle el pensamiento:
-No dirá ni una palabra a nadie. Westcliff lo recomendó por su capacidad para mantener la boca cerrada en lo referente la los asuntos confidenciales;
______________ le dedicó una mirada angustiada.
-Entonces... ¿El conde sabe que usted y yo...? ¡Estoy segura de que no debe de haberle gustado!
-He hecho muchas cosas que el conde no ha aprobado -replicó él con voz pausada-. Del mismo modo que yo no apruebo algunas de sus decisiones. No obstante, y con el fin de mantener nuestra beneficiosa amistad, no solemos enfrentamos. -Se puso de pie, apoyó las manos sobre la mesa y se inclinó hacia delante, de modo que su sombra cayó sobre ______________-. ¿Le apetece jugar una partida de ajedrez? Hice que subieran un tablero... por si acaso.
______________ asintió. Mientras contemplaba sus cálidos ojos negros, cayó en la cuenta de que, tal vez, ésa fuera la primera noche de toda su vida adulta en la que se sentía plenamente feliz estando donde estaba. Con ese hombre. Sentía una curiosidad enorme sobre él, una necesidad acuciante de descubrir los pensamientos y sentimientos ocultos bajo su fachada exterior.
-¿Dónde aprendió a jugar al ajedrez? -le pregutó, tras observar los movimientos de las manos de Hunt mientras éste colocaba las piezas sobre el tablero para comenzar la partida.
-Me enseñó mi padre.
-¿Su padre? -preguntó perpleja.
Los labios del hombre se alzaron levemente con una sonrisa socarrona.
-¿Es que un carnicero no puede jugar al ajedrez?
-Por supuesto, yo... -______________ sintió que la cubría un profundo rubor. Se sentía abochornada por su falta de tacto-. Lo siento.
La sonrisa de Hunt se mantuvo en su lugar mientras la observaba.
-Parece tener una impresión equivocada con respecto a mi familia. Los Hunt pertenecen a la clase media. Tanto mis hermanos como mis hermanas asistieron al colegio, al igual que yo. Mi padre ha dado trabajo a mis hermanos, que también viven sobre la tienda y por las noches, suelen jugar al ajedrez.
Más relajada al no percibir censura alguna en su voz, ______________ cogió un peón y lo giró entre los dedos.
-¿Por qué no eligió trabajar junto a su padre, como han echo sus hermanos?
-Fui un muchacho bastante problemático en mi juventud -admitió con una sonrisa-. Cada vez que mi padre me ordenaba que hiciera algo, yo siempre me esforzaba por hacer lo contrario.
-¿ y qué hacía él? -preguntó ______________ con un brillo travieso en los ojos.
-En un principio, trató de mostrarse paciente conmigo. Cuando vio que eso no funcionaba, aplicó el método opuesto. -Hunt hizo una mueca ante el recuerdo y su sonrisa se tornó triste- Créame, no le gustaría mucho que la vapuleara un carnicero; sus brazos suelen ser tan gruesos como el tronco de un árbol.
-Puedo imaginármelo -murmuró ella, mirando de soslayo la amplitud de sus hombros al tiempo que recordaba la musculosa dureza de sus brazos-. Su familia debe de estar muy orgullosa de su éxito.
-Es posible -contestó él, encogiéndose de hombros en un gesto evasivo-. Por desgracia, parece ser que mi ambición ha servido para que nos distanciemos. Mis padres no permiten que les compre una casa en el West End; y tampoco entienden que quisiera vivir allí. Así como tampoco creen que el mundo de las inversiones sea un trabajo adecuado. Serían mucho más felices si me dedicara a algo más... tangible.
______________ lo estudió con atención, consciente de lo que é1 había dejado en el tintero durante la breve explicación. Siempre había sabido que Nicholas Hunt no pertenecía al las esferas en las que se solía moverse. Sin embargo, hasta ese momento no se le había ocurrido que también estuviese fuera de lugar en el mundo que había dejado atrás. No podía evitar preguntarse si se sentiría solo en alguna ocasión o si estaría demasiado ocupado para darse cuenta.
-Se me ocurren pocas cosas que sean más tangibles que una locomotora de cinco toneladas -puntualizó ella, en respuesta a su último comentario.
Hunt dejó escapar una carcajada y alargó el brazo en busca del peón que ______________ tenía en la mano. No obstante, ella fue incapaz de soltar la pieza de marfil y sus dedos se enlazaron durante un instante mientras sus miradas hacían lo mismo, cediendo a la intimidad del momento. ______________ se quedó atónita al percibir la calidez que ascendió desde su mano hasta el hombro para extenderse al instante por todo su cuerpo. Era algo semejante a estar ebria por la luz del sol; el calor la inundaba en una corriente continua de sensaciones y, junto con el placer, llegó la repentina y alarmante presión tras los párpados que anunciaba la llegada de las lágrimas.
Aturdida, ______________ retiró la mano con brusquedad y el peón cayó y rebotó sobre el suelo.
-Lo siento -se disculpó con una trémula carcajada, asustada de repente por lo que podría suceder si seguía a solas con él durante más tiempo. Se alejó de la mesa tras ponerse en pie con torpeza-. A-acabo de darme cuenta de que estoy muy cansada... El vino parece haberme afectado, después de todo. Debería regresar a mi habitación. Creo que todavía tiene mucho tiempo para alternar con los invitados, de modo que su noche no será un completo ,desastre.
Gracias por la cena, por la música y...
-______________. -Hunt se movió hasta llegar a su lado con elegancia y rapidez, y colocó las manos en su cintura. Bajó la mirada y la estudió con el ceño fruncido por la curiosidad-. No tendrás miedo de mí, ¿verdad? -murmuró.
Ella negó con la cabeza, sin pronunciar una sola palabra. -Entonces, ¿por qué ese repentino empeño en marcharte?
Podía haber contestado de mil formas diferentes, no obstante, en ese momento, fue incapaz de demostrar sutileza, ingenio o agilidad verbal alguna. Lo único que pudo hacer fue contestar con la misma falta de tacto de un mazazo.
-No … no quiero esto.
-¿Esto?
-No voy a convertirme en su amante. -Dudó por un instante antes de seguir hablando-: Puedo aspirar a mucho más.
Hunt meditó la franca respuesta con cuidado, sin apartar las manos de su cintura para poder sostenerla.
-¿Quieres decir que puedes encontrar a alguien con quien casarte? -preguntó por fin-, ¿o que tienes la intención de convertirte en la, amante de un aristócrata?
-Da igual, ¿no es cierto? -murmuró ______________, apartándose del apoyo de sus manos-. En ninguno de los dos escenarios aparece usted.
Si bien se negó a mirarlo a los ojos, sintió que su mirada la atravesaba y se estremeció al sentir que esa resplandeciente calidez que la invadiera poco antes la abandonaba.
-La llevaré de vuelta a su habitación -dijo Hunt sin mostrar emoción alguna, antes de acompañarla a la puerta.
Danne G.
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
new rader siguela me encanta
lovely last
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
AAII FUE MUY DURA CON EL... EL SOLO FUE AMABLE Y UN CABALLEROOO!!!
chelis
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
Esperando los otros capitulos, me dolío hasta mi lo que le dijo _____ a nick :/
Flor
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
pobre nick :( :sad:
qee lindo see porto con rayiss :D y ella se porto super feeaa con el :caliente2: :caliente: :enfadado:
qee lindo see porto con rayiss :D y ella se porto super feeaa con el :caliente2: :caliente: :enfadado:
ivette gone
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
MARATÓNNNNN TÓN TÓN Hermosas, aquí tienen lo prometo gracias a que ivette gone llegó como nueva lectora. Sin embargo la maratón es dedicada a lovely last la más reciente nueva lectora y quedo en deuda de otro maratón para mañana mismo.
Disfrútenlo, un beso y amor para todas.
Disfrútenlo, un beso y amor para todas.
16° Capítulo.
Cuando _______________ volvió a reunirse con los invitados a la mañana siguiente, descubrió que su encuentro fortuito con la víbora le había granjeado muchas simpatías por parte de todos, incluido lord Kendall, circunstancia que la animó bastante. Haciendo gala de una gran sensibilidad y preocupación, Kendall se sentó con ella en la terraza trasera a últimas horas de la mañana para disfrutar de un tardío desayuno al aire libre. Insistió en sostenerle el plato en la mesa del bufé mientras ella seleccionaba varios manjares y se aseguró de que un criado le llenara el vaso de agua tan pronto como .estuviese vacío. También insistió en hacer lo mismo con lady Constance Darrowby, que se había sentado con ellos a la mesa.
Recordando lo que las floreros comentaran acerca de lady Constance, _______________ evaluó a su competidora. Kendall parecía más que interesado en la muchacha, que era de carácter tranquilo, si bien un poco distante. Su delgadez resultaba elegante, dado que encajaba en el estilo que se había impuesto poco tiempo atrás. Y las afirmaciones de Daisy resultaron ser ciertas: la boca de lady Constance parecía un monedero cerrado y sus labios no dejaban de curvarse en forma de «o» cada vez que Kendall les contaba algún pequeño detalle relacionado con la horticultura.
-Qué horrible ha debido de ser para usted -comentó lady Constance, dirigiéndose a _______________ tras escuchar los detalles de la mordedura de víbora-. Es un milagro que no haya muerto. -A pesar de la expresión angelical, el gélido brillo que _______________ distinguió en sus pálidos ojos azules le indicó que la muchacha no lo habría lamentado en absoluto si ése hubiera sido el resultado.
-Ya me encuentro bastante mejor -le contestó antes de girarse para sonreír a Kendall-. Y más que preparada para dar otro paseo por el bosque.
-Yo no haría tantos esfuerzos si fuese usted, señorita Peyton -aconsejó lady Constance, en una muestra de exquisita preocupación-. Aún no parece estar del todo recuperada. De cualquier modo, estoy segura de que la palidez de su rostro desaparecerá dentro de un par de días.
_______________ no dejó de sonreír, poco dispuesta a demostrar que el comentario la había molestado..., aunque se sentía de lo más tentada a hacer una observación sobre la mancha que lady Constance tenía en la frente.
-Perdónenme -murmuró lady Constance al tiempo que se levantaba de la silla-. Veo que hay fresas maduras. Volveré enseguida.
-Tómese su tiempo -le contestó _______________ con voz dulce-.Apenas notaremos su ausencia.
Juntos, _______________ y Kendall observaron cómo lady Constance se acercaba con paso grácil a la mesa del bufé, donde, por casualidad, se encontraba el señor Benjamin Muxlow, que también estaba llenando su plato. Demostrando sus buenos modales, Muxlow' se apartó de la enorme fuente de fresas y sostuvo el plato de la muchacha mientras ésta cogía el cucharón para servirse unas cuantas. Entre
ellos sólo parecía haber una amistad cordial..., pero _______________ recordaba la historia que Daisy le había contado el día anterior.
Y, en ese momento, se le ocurrió: la solución,perfecta para eliminar a lady Constance de la competición. Antes de poder reflexionar acerca de las consecuencias, de las implicaciones morales o de cualquier otra idea que la obligara a rechazar la repentina inspiración, se inclinó hacia lord Kendall.
-A ambos se les da muy bien ocultar la verdadera naturaleza de su relación ¿no es cierto? -murmuró al tiempo que lanzaba una furtiva mirada en dirección a lady Constance y Muxlow-. Pero, claro, a ninguno les convendría que se hiciera notorio... -Hizo una ,pausa y clavó la mirada en el perplejo lord Kendall, fingiendo un pequeño azoramiento-. ¡Vaya! Lo siento. Supuse que ya lo habría oído...
De pronto, Kendall frunció el ceño.
-¿ Qué tendría que haber oído? -preguntó al tiempo que contemplaba a la pareja con recelo.
-Bueno, no es que yo sea muy dada a los cotilleos..., pero me ha dicho una fuente de lo más fiable que el día de la fiesta en el estanque, durante la merienda, lady Constance y el señor Muxlow fueron descubiertos en una situación terriblemente comprometida. Ambos estaban bajo un árbol y...
-_______________ se detuvo y compuso una estudiada expresión de embarazo-. No debería haber dicho nada. Es posible que sólo sea un malentendido. Nunca se sabe, ¿ verdad?
Acto seguido, se concentró en beber unos sorbos de té al tiempo que estudiaba a lord Kendall por encima del borde de la taza. Le resultó muy fácil interpretar la expresión del hombre: no quería creer que lady Constance hubiese sido descubierta en una situación semejante. La mera idea era suficiente para dejarlo horrorizado. No obstante, ya que era un caballero de pies a cabeza, Kendall se mostraría reacio a investigar el asunto.
Jamás se atrevería a preguntar a lady Constance si era cierto que se había visto comprometida por Muxlow. Al contrario, guardaría silencio e intentaría hacer caso omiso de las sospechas... Y la duda quedaría en el aire hasta que acabara por infectarse.
-_______________, no de-deberías haberlo hecho -murmuró Evie esa misma tarde, cuando su amiga les contó la conversación que había mantenido con Kendall.
Las cuatro estaban sentadas en la habitación de Evie, que tenía la cara cubierta, con una espesa capa de crema blanca que supuestamente, eliminaba las pecas. Mirando con detenimiento a _______________ desde debajo del ungüento blanqueador, Evie intentó continuar, si bien quedó patente que su capacidad dialéctica -que, para empezar, no era muy grande- había quedado ec1ipsada por la desaprobación.
-Fue una estrategia,brillante -declaró Lillian al tiempo que cogía una lima de uñas del tocador junto al que estaba sentada. No había quedado muy claro si aprobaba o no el recurso utilizado por _______________, pero era obvio que apoyaría a su amiga hasta el final-. _______________ no mintió exactamente,
¿no te das cuenta? Se limitó a repetir un rumor que había llegado a sus oídos y dejó bien claro que sólo era eso, un rumor. Lo que Kendall haga con la información depende de él.
-Pero _______________ no le dijo que sabía con certeza que el rumor era infundado -argumentó Evie.
Lillian se concentró en limar una de sus uñas hasta darle la forma perfecta.
-De todos modos, no mintió.
A la defensiva y sintiéndose culpable, _______________ miró a Daisy.
-Bueno, ¿y tú qué opinas?
La más joven de las hermanas Bowman, que se entretenía, pasándose sin cesar la pelota de rounders de una mano a la otra, contempló a _______________ con expresión astuta mientras le contestaba:
-Creo que, en ocasiones, ocultar información es lo mismo que mentir. Has elegido un camino resbaladizo, querida. Ten cuidado a partir de ahora.
Lillian frunció el ceño, contrariada.
-Venga, deja de hablar como una pitonisa de tres al cuarto, Daisy. Una vez que _______________ consiga lo que quiere, no importará el modo en que lo hizo. Lo importante son los resultados. Y tú, Evie, nada de sutilezas éticas.
Estuviste de acuerdo en ayudarnos a manejar a lord Kendall de modo que acabara en una situación comprometida... ¿ Eso es mejor que un rumor infundado?
-Todas prometimos no hacer daño a nadie -replicó Evie cou gran dignidad, al tiempo que cogía una toallita para limpiarse la crema de la cara.
-Lady Constance no ha süfrido daño alguno -insistió Lillian-, No está enamorada de él. Es obvio que quiere al Kendall por la única razón de que es uno de los solteros que ha llegado a finales de la temporada sin comprometerse y ella no está casada. ¡Por todos los cielos, Evie, tienes que endurecerte! ¿Acaso lady Constance se encuentra en una situación peor? Míranos, cuatro floreros que
no han conseguido más recompensa por los esfuerzos que han realizado hasta ahora que unas cuantas pecas y un mordisco de víbora... y la humillación de haber enseñado nuestros pololos a lord Westcliff.
_______________, que hasta entonces había permanecido sentada en el borde del colchón, se dejó caer hacia atrás para quedar tendida en el centro de la cama y contempló el dosel de rayas que había sobre su cabeza, embargada por el sentimiento de culpa. Cómo desearía poder parecerse a Lillian, firme defensora de que el fin justifica los medios. Se prometió que en el futuro se comportaría de modo honorable.
Sin embargo..., tal y como Lillian había señalado, lord Kendall podía creer el rumor o descartarlo, según le apeteciera. Era un hombre adulto, capaz de tomar una decisión por sí mismo. Lo único que ella había hecho era sembrar las semillas... y ahora dependía de Kendall preocuparse por verlas crecer o dejar que murieran.
Por la noche, _______________ se puso un vestido color rosa intenso, confeccionado con numerosas capas de gasa de seda transparente que flotaban a su alrededor. La cintura quedaba ceñida con un lazo de seda adornado con una enorme rosa blanca. Al caminar, la seda emitía un agradable susurro y _______________ ahuecó las capas superiores, sintiéndose como una princesa.
Demasiado impaciehte como para esperar a Philippa, que estaba tardando siglos en vestirse, abandonó la habitación antes de tiempo con la esperanza de reunirse con sus amigas. Si la fortuna la acompañaba, podría encontrarse con lord Kendall y pensar en alguna excusa para escabullirse con él durante un instante.
Sin forzar demasiado el tobillo, caminó a lo largo del pasillo que conducía hasta la majestuosa escalinata. Siguiendo un impulso, se detuvo en el saloncito de los Marsden, cuya puerta estaba ligeramente entreabierta, y entró con cautela. La estancia estaba a oscuras, pero la luz del pasillo fue
suficiente para iluminar los bordes del tablero de ajedrez situado en el rincón. Atraída por el tablero, vio con un destello de placer que habían vuelto a colocar las piezas de su partida con Nicholas Humt. ¿Por qué se habría molestado en disponer las piezas como si siguieran jugando? ¿ Acaso él esperaba un movimiento por su parte?
«No toques nada», se dijo a sí misma..., pero la tentación era demasiado fuerte como para resistirse. Entornó los ojos con un gesto de concentración y estudió la situación desde una nueva perspectiva. El caballo de Hunt estaba en el lugar perfecto para capturar a su dama, lo que significaba que ella tenía dos opciones: mover la dama o defendeda. De repente, descubrió el modo perfecto de proteger a amenazada pieza: movió una torre hacia delante para capturar al caballo de Hunt y así lograr que la pieza abandonara el tablero de forma definitiva.
Dejó al caballo en el borde del tablero con una sonrisa satisfecha y abandonó la habitación.
Tras bajar la gran escalinata, atravesó el vestíbulo de entrada y se encaminó por un pasillo hacia una serie de estancias destinadas al uso de los invitados. La alfombra que pisaba amortiguaba cua1quier sonido, pero, de repente, notó una presencia a su espalda. La alertó el escalofrío que sintió en la parte de los hombros y la espalda que no estaba cubierta por el vestido. Echó un vistazo por encima del hombro y descubrió a lord Hodgeham tras ella, quien, a pesar de su corpulencia, hacía gala de un sorprendente sigilo. El hombre cerró sus rechonchos dedos alrededor del cinturón de su vestido y Anabelle se vio obligada a detenerse ante el riesgo de que el delicado tejido se rasgara.
El hecho de que Hodgeham la acosara en un lugar donde podrían ser
descubiertos con facilidad era una muestra de la arrogancia del hombre. Con un jadeo indignado, se giró para enfrentatlo. Al instante, se encontró con la visión de ese corpulento torso embutido en el estrecho traje de etiqueta, al tiempo que el aceitoso olor de su cabello impregnado de perfume asaltaba sus fosas nasales.
-Encantadora criatura -musitó él. Su aliento apestaba a brandy-. Ya veo que se recupera sin problemas. Tal vez debiéramos proseguir la conversación que manteníamos ayer en el mismo punto donde su madre me interrumpió de un modo tan placentero.
-Es usted repugnante... -comenzó _______________, movida por la furia, aunque Hodgeham detuvo su torrente de insultos sujetándola con fuerza por el mentón.
-Le contaré todo a Kendall- la amenazó, al tiempo que acercaba sus gruesos labios a la boca de _______________-..; con los adornos suficientes como para asegurarme de que os contemple, a ti y a tu familia, con la más absoluta repulsión. -Su voluminoso cuerpo la presionó contra la pared hasta dejada casi sin respiración-. A menos -continuó,mientras su apestoso aliento caía de lleno sobre el rostro de _______________ que decidas complacerme del mismo modo que lo hace tu madre.
-En ese caso, ya puede,ir a contárselo todo a KendalL- contestó _______________, echando chispas por los ojos-. Dígaselo todo Y acabemos de una vez. Prefiero morirme de hambre en la calle antes que «complacer» a un cerdo repugnante como usted.
Hodgeham la contempló con furia e incredulidad.
-Lo lamentarás -le dijo mientras en sus labios se acumulaba la saliva.
Ella le dedicó una sonrisa fría y desdeñosa.
-No lo creo.
Antes de que Hodgeham la soltara, _______________ captó un movimiento por el rabillo del ojo. Al girar la cabeza, vio que alguien se acercaba a ellos: un hombre que se movía con el mismo sigilo que una pantera al acecho. Lo más probable sería que pensara que los había atrapado a Hodgeham y a ella en un amoroso abrazo.
-Suélteme -siseó al tiempo que le daba un fuerte empújón en la prominente barriga.
Hodgeham dio un paso atrás, permitiendo de ese modo que ella pudiera respirar por fin, y le dedicó una mirada que encerraba una malévola promesa antes de alejarse en dirección contraria al hombre que se acercaba.
Mortificada, _______________ vio de repente el rostro de Nicholas Hunt ante ella y sintió las manos del hombre sobre sus hombros. Hunt observaba a Hodgeham mientras éste se alejaba con rapidez y sus ojos tenían una mirada dura, casi asesina, que le heló la sangre en las venas. Un momento después, bajó la vista y la contempló con tanta intensidad que _______________ volvió a quedarse sin respiración. Hasta ese instante, nunca había visto a Nicholas Hunt de otro modo que no fuese haciendo gala de su característica indiferencia. Sin importar la gravedad de los insultos que ella le arrojara, la grosería con que lo tratara o los desaires que le hiciera, él siempre reaccionaba, con un irónico y predecible autocontrol. No obstante, parecía que por fin había logrado despertar la ira del hombre. Tenía todo el aspecto de estar a punto de estrangularla.
-¿Me estaba siguiendo? -le preguntó con fingida tranquilidad al tiempo que se preguntaba cómo se las habría arregtado para aparecer en ese preciso momento.
-La vi atravesar el vestíbulo de entrada- explicó él- y a Hodgeham tras usted. La seguí porque quería descubrir lo que se traen entre manos.
La mirada de _______________ se tornó desafiante.
-¿Y qué ha descubierto?
-No lo sé -fue su suave, pero no por ello menos peligrosa respuesta-.
Dime, _______________, ¿ a esto te referías cuando me dijiste que podías aspirar a mucho más? ¿ A ofrecer tus servicios a ese cerdo seboso a cambio de las lamentables recompensas que te ofrece? Nunca me habría imaginado que pudieses ser tan estúpida.
-¡Eres un maldito hipócrita! -susurró _______________, presa de la furia-. Estás enfadado conmigo porque soy su amante y no la tuya; bueno, pues dime una cosa: ¿por qué te importa tanto a quién venda mi cuerpo?
-Porque no lo deseas -le explicó Hunt con los dientes apretados-. Y a Kendall tampoco. Me deseas a mí.
_______________ no supo entender la hirviente maraña de emociones que surgió en su interior, ni por qué ese enfrentamiento estaba comenzando a provocarle una extraña y terrible euforia. Tenía deseos de golpearlo, arrojarse sobre él y espoleado hasta que los últimos fragmentos de autocontrol quedasen reducidos a polvo.
- Déjeme adivinar. ¿Estás dispuesto a ofrecerme una version mucho más lucrativa del supuesto arreglo que tengo con Hodgeham? -Dejó escapar una desdeñosa carcajada mientras observaba la respuesta a su pregunta en el rostro de Hunt-. La respuesta es no. No. Así que déjame en paz de una vez y para siempre...
Se detuvo al escuchar las voces de gente que se acercaba por el pasillo. Furiosa y desesperada, se dio la vuelta y descubrió ,una puerta por la que podía escabullirse y evitar de ese modo ser vista a solas con Hunt. Tras agarrarla por un brazo, él la hizo, pasar a la habitación más cercana y cerró la puerta sin perder un instante.
_______________ se apartó bruscamente de Hunt y recorrió el lugar con la mirada hasta descubrir la silueta de un piano y de los atriles de las partituras. Él alargó un brazo y evitó que uno de los atriles ca yera al suelo, tras haber sido empujado por el giro de sus faldas.
-Si puedes soportar ser la amante de Hodgeham -murmuró Hunt, retornando la conversación mientras _______________ se internaba en la sala de música-, Dios sabe que no tendrás problemas siendo la mía. Podrías decir que no te sientes atraída por mí, pero ambos sabemos que estarías mintiendo. Pon un precio, _______________. La suma,que quieras. ¿Quieres una casa a tu nombre? ¿ Un velero?
No tienes más que decido. Vamos a poner fin a este asunto; ya estoy cansado de esperarte.
-¡Qué romántico! -exclamó _______________ con una trémula carcajada-. ¡Dios mío! De algún modo, su proposición carece de sutileza, señor Hunt. Y está muy equivocado si cree que mi única opción es convertirme en la amante de alguien. Puedo conseguir que lord Kendall se case conmigo.
Los ojos de Hunt adquirieron un color tan oscuro como el de la obsidiana.
-El matrimonio con él será un infierno para ti. Kendall nunca te amará. Jamás llegará a conocerte siquiera.
-No estoy interesada en el amor -contestó ella, angustiada por sus palabras-. Lo único que quiero... -Hizo una pausa al sentir que un dolor repentino, acompañado de una frialdad insoportable, le atravesaba el pecho.
Lo miró a los ojos y lo intentó de nuevo-. Sólo quiero...
En ese momento, se escuchó un ruido en la puerta. Alguien giró el picaporte. Sobresaltada, _______________ se dio cuenta de que estaban a punto de entrar y de que, en ese caso, toda opción de casarse con Kendall se desvanecería, arrastrada como un puñado de polvo que se llevara el viento.
Reaccionando por instinto, aferró a Hunt por el brazo y lo arrastró hasta un recoveco situado junto a una de las ventanas y cubierto por unas cortinas que colgaban de una barra de bronce. Lo único que había en el hueco era un sofá con tapicería de terciopelo situado junto a la ventana, sobre el que habían dejado unos cuantos libros al descuido. _______________ corrió la cortina de un tirón y se lanzó a los brazos de Hunt para taparle la boca con la palma de la mano justo en el momento en que alguien (o más de un alguien») entraba en la habitación. Distinguió unas cuantas voces masculinas acompañadas de unos sonidos metálicos y cierto estrépito que la dejaron bastante confusa hasta que escuchó el punteo de unas cuerdas de violín desafinadas.
«¡Dios mío!»
Los miembros de la orquesta acababan de llegar a la sala de música para afinar sus instrumentos antes del comienzo del baile. Según parecía, su reputación estaba a punto de verse arruinada frente a una orquesta completa.
Un ligero resplandor penetraba en la alcoba por encima del borde de la cortina y alumbraba un tanto sus rostros; lo suficiente para poder distinguir la diabólica sonrisa que acababa de iluminar los ojos de Hunt. Una sola palabra o un simple sonido en semejantes circunstancias y estaría arruinada. Presionó la mano con más fuerza sobre la boca de Hunt; los ojos de ambos estaban separados por escasos centímetros y, con una sola mirada, le dejó bien claro que si no guardaba silencio, lo asesinaría.
Las voces de los músicos se mezclaron con el sonido de 1os instrumentos que afinaban; mantuvieron las notas hasta que todas se unieron en armonía y cualquier disonancia estuvo bajo control. Con la duda de si serían descubiertos o no, _______________ no apartaba la vista de las cortinas, deseando con fervor que permanecieran cerradas. Sintió el aliento de Hunt sobre el borde de su mano y se dio cuenta de que el hombre había tensado la mandíbula. Lo miró de soslayo y vio que ese brillo malicioso de sus ojos había desaparecido para dar paso a una mirada que era, de lejos, mucho más alarmante. Su corazón comenzó a latir con tanta fuerza que resultaba doloroso y, paralizada, observó con los ojos abiertos de par en par cómo el hombre alzaba su mano libre muy despacio. Ella aún le tapaba la boca con 1os dedos, pero Hunt empezó a separarlos con delicadeza, uno por uno y comenzando por el meñique, mientras su aliento le acariciaba el borde de la mano con bocanadas cada vez más rápidas. _______________ sacudió la cabeza en una tensa negativa y se alejó, al tiempo que él le rodeaba la cintura con un brazo.
Estaba atrapada por completo..., incapaz de impedir que Nicholas Hunt hiciese con ella lo que se le antojara.
En cuanto apartó el último dedo de sus labios, Hunt la obligó a bajar la mano y la sostuvo por la nuca. Ella se aferró a las mangas de la chaqueta y arqueó el cuerpo hacia atrás, pero no sirvió de nada puesto que él aumentó la presión de la mano que tenía sobre su nuca. No le estaba haciendo daño y, sin embargo, había conseguido que le resultara imposible moverse o forcejear. Conforme la boca de Hunt descendía sobre la suya, _______________ jadeó sin emitir sonido alguno, separó los labios y su mente se quedó en blanco.
Los labios del hombre acariciaron los suyos, con suavidad pero también con firmeza, tratando de arrancarle una respuesta. Al instante, _______________ se vio consumida por un fuego que ardía por todo su cuerpo y que la dejó indefensa ante un tipo de anhelo que no había sentido en toda su vida. El recuerdo del único beso que habían compartido no era nada comparado con lo que estaba experimentando..., tal vez porque Hunt ya no era un extraño para ella. Lo deseaba con tal desesperación que la asustaba. Él se alejó de su boca con suavidad y sus labios se detuvieron brevemente en la barbilla antes de ascender hacia la mejilla, dejando un rastro de fuego por el camino, para regresar a su boca con más insistencia. _______________ sintió la punta de la lengua de Hunt contra la suya y el suave roce fue tan inesperado que hubiese retrocedido de inmediato de no ser porque él la tenía sujeta.
La elegante cacofonía de los músicos tintineó en sus oídos, recordándole la inminente posibilidad de ser descubierta. Presa de continuos temblores, se obligó a relajarse entre los brazos del hombre. Durante unos minutos, le permitiría que hiciera lo que quisiera con ella, cualquier cosa, a fin de que no traicionase su presencia tras las cortinas. Hunt saboreó de nuevo el interior de su boca, sometiéndola a las suaves caricias de su lengua. Para _______________, una exploración tan íntima resultaba de lo más escandalosa, más aún si tenía en cuenta las innombrables sensaciones que asaltaban las partes más vulnerables de su cuerpo. Se vio invadida por una deliciosa laxitud que la obligó a buscar apoyo en Hunt y a rodearle el cuello con los brazos, tras lo cual hundió los dedos en su cabello y se deleitó con el tacto sedoso de los gruesos mechones.
La tímida exploración de sus manos consiguió que la respiración de Hunt se acelerara, como si sus caricias lo hubieran afectado profundamente. Después de colocar la palma de la mano sobre una de sus mejillas, él la acarició con las yemas de los dedos y la instó a echar la cabeza hacia atrás lo suficiente para poder mordisquearle los labios, primero el superior, del que tiró con suavidad, y después el inferior, tras lo que la deleitó con el cálido roce de su lengua. Incapaz de detenerse, _______________ utilizó la mano que tenía en su nuca para tirar de él e instarlo que regresara a sus labios con la misma voracidad que antes. Cuando la obedeció y sus labios se cerraron sobre los de ella en otro profundo beso, estuvo a punto de dejar escapar un gemido. No obstante, antes de que el sonido abandonara su garganta, se alejó de la boca de Hunt y enterró el rostro sobre su hombro.
El pecho del hombre subía y bajaba con rapidez bajo su mejilla y la ardiente caricia de su aliento le rozaba el pelo. Hunt aferró los abundantes rizos de _______________, sujetos con horquillas en la parte posterior de la cabeza, y tiró de ella hacia atrás para así tener acceso a su cuello. La ardiente huella de sus labios comenzó en el diminuto hueco que había justo tras la oreja derecha, donde un buen número de terminaciones nerviosas despertaron bajo las caricias de su lengua mientras ésta trazaba el recorrido de una delicada vena. Al mismo tiempo, deslizó los dedos por encima de su hombro y trazó con el pulgar la línea de la clavícula mientras recorría la zona con la palma. Acarició con la nariz uno de los lados de la garganta de _______________ y descubrió un lugar que la hizo estremecerse; allí permaneció hasta que la joven sintió que un nuevo gemido pugnaba por abandonar sus labios, humedecidos a causa de los besos.
Con un frenético empujón, _______________ consiguió que Hunt se apartara durante tres segundos, tras los cuales él volvió a atrapar sus labios con otro beso hambriento. En ese momento, la palma de su mano rozó la seda que cubría uno de sus pechos, una vez, y otra, y otra. Con cada caricia, el calor que desprendía su mano se introducía más y más a través de la delgada tela. _______________ sintió un cosquilleo sobre el pezón y, de inmediato, su entorno se adivinó bajo la seda; Hunt lo acarició con suavidad con el dorso de los dedos, endureciéndolo aún más. La creciente presión de sus labios hizo que se inclinara hacia atrás en una postura de clara rendición que la dejaba del todo expuesta, no sólo a los lánguidos roces de su lengua, a sino también a las hábiles caricias de su mano. Se suponía que nada de eso debía estar pasando, y sin embargo, todas sus terminaciones nerviosas vibraban de placer y su cuerpo se estremecía por la pasión.
En esos momentos ardientes y silenciosos, Hunt consiguió que se olvidara de todo: perdió la noción del tiempo, del espacio e incluso, olvidó su propio nombre. Lo único que sabía era que necesitaba sentido más cerca, más adentro, más fuerte... Necesitaba sentir su piel desnuda y que su boca le recorriera el cuerpo. Cerró las manos sobre la tela de su camisa, aferrando con una necesidad rayana en la desesperación el almidonado lino blanco, y tiró de ella hasta sacarla de debajo de la cinturilla de los pantalones, de modo que la piel quedara expuesta a sus caricias. Él pareció comprender que carecía de la experiencia necesaria para controlar sus acciones a ese nivel de deseo, por lo que cambió la naturaleza de sus besos, que se tornaron relajantes, al tiempo que comenzaba a masajearle la espalda para tranquilizarla. Sin embargo, los efectos no fueron los esperados; sino todo lo contrario. _______________ profundizó los besos y comenzó a moverse inquieta contra su cuerpo, siguiendo el ritmo de su deseo.
A la postre, Hunt decidió apartar sus labios de los de _______________ e inmovilizarla con un abrazo posesivo, tras lo cual enterró el rostro en la azorada curva de su hombro. Ella encontró un extraño alivio en su feroz abrazo, puesto que los fuertes músculos de sus brazos ayudaron a contener los violentos temblores que la recorrían. Permanecieron así durante lo que les pareció una eternidad, hasta que _______________ se dio cuenta, sumida en una especie de bruma, de que la habitación estaba vacía. Los músicos habían puesto punto y final a su ensayo y se habían marchado poco antes. Hunt alzó la cabeza y separó un poco las cortinas. Al ver que la sala de música estaba vacía una vez más, devolvió su atención a _______________ y, con la yema del pulgar, le apartó un mechón de brillante cabello que había caído sobre su oreja.
-Se han marchado -le ,dijo en un ronco susurro.
Demasiado aturdida para pensar con coherencia, ella lo miró sin pronunciar palabra. Entretanto, los dedos de Hunt le recorrían los ardientes contornos de las mejillas y se deslizaban sobre los labios, hinchados por sus besos. Con algo que se asemejaba a la desesperación, _______________ sintió la vertiginosa respuesta de su cuerpo, que no había sido aplacado, y su pulso volvió a la carga con renovado vigor mientras una nueva oleada de escalofríos le recorría la piel. Era el momento de apartarse de él antes de que alguien la echara en falta. Para su mortificación, permaneció donde estaba, dejando que su cuerpo absorbiera las distintas sensaciones que le provocaban las caricias de Hunt. En ese instante, él deslizó una mano hasta la parte trasera de su vestido y _______________ sintió que sus dedos trabajaban con eficacia mientras se inclinaba para besarla de nuevo. En esa ocasión no pudo contener los gemidos; ni los pequeños sollozos que escaparon de su garganta; ni el suspiro de placer que exhaló cuando el estrecho corpiño de su vestido fue aflojado. El corte del escote le había impedido usar un corsé con copas, por lo que había tenido que recurrir al modelo que dejaba el pecho al descubierto bajo la enagua.
Sin dejar de besada, Hunt la arrastró con él hasta el asiento de la ventana. La colocó sobre su regazo, donde sus dedos acabaron de bajar el corpiño suelto, y emitió un gemido de placer al descubrir la plenitud de sus pechos. Asustada de pronto al darse cuenta de las libertades que le estaba
permitiendo, _______________ empujó, sin fuerzas su muñeca. La respuesta de Hunt consistió en alzarla un poco más y en presionar sus labios sobre el valle de sus senos, allí donde su corazón latía a un ritmo fuerte y constante. Sus brazos la sujetaron por la espalda y la mantuvieron arqueada mientras sus labios se deslizaban un poco más abajo, hasta llegar a la curva de un pecho que procedieron a investigar. En cuanto _______________ sintió la caricia de su enfebrecido aliento sobre el pezón, dejó de forceje y permaneció inmóvil, apretando los puños sobre los hombros de Hunt. Él tomo el pezón en su boca y comenzó a acariciarlo con la lengua hasta que estuvo húmedo y endurecido; fue entonces cuando _______________ sintió que la sangre hervía a fuego lento y se espesaba en sus venas. Sin dejar de acariciada con la mano, Hunt comenzó a murmurar incoherencias con el fin de tranquilizarla y colocó la mano sobre su pecho, extendiendo con el pulgar la humedad que su lengua había dejado sobre el pezón y haciendo que su piel brillara bajo la luz. _______________ susurró algo ininteligible y rodeó el fuerte cuello de Hunt con los brazos. Fue incapaz de contener un gemido cuando él cerró los labios alrededor del otro pezón y tironeó de él con suavidad.
En ese instante, una nueva urgencia se apoderó de ella; una sensación que arrancó temblorosos gemidos de su pecho e hizo que su cuerpo se tensara rítmicamente entre los brazos de Hunt. Al parecer, él también sufría la misma necesidad: _______________ percibía los violentos latidos de su corazón y su laboriosa respiración. No obstante, parecía ser capaz de controlar su pasión mucho mejor que ella, ya que las caricias de sus manos y su boca no dejaron de ser suaves y pausadas. Ella se agitó bajo las numerosas capas de seda de su vestido y le hundió los dedos en la manga de la chaqueta y en el chaleco.
Demasiada ropa. Había demasiada ropa por todos lados y la necesidad de sentir esa piel desnuda sobre ella estaba a punto de arrebatarle la razón.
-Tranquila, cariño -susurró él sobre su mejilla-. Relájate. No, déjame que te abrace...
Sin embargo, _______________ era incapaz de conseguir que su cuerpo la obedeciera; no podía detener los movimientos de sus caderas y le resultaba imposible contener las temblorosas súplicas que escapaban de sus labios, enrojecidos por los besos.
Hunt continuó murmurando con suavidad sin dejar de abrazarla, depositando pequeños besos sobre su rostro y masajeándole con delicadeza el cuello, allí donde el pulso latía enloquecido. _______________ fue consciente de que él le colocaba la ropa y la ponía de pie con cuidado, como si fuera una muñeca, para abrocharle el vestido. En un momento dado, incluso se permitió soltar una leve carcajada, como si sus propias acciones le resultaran graciosas.
Más tarde, llegaría a la conclusión de que él parecía tan abrumado como ella; no obstante, en esos momentos, presa del malestar que le provocaba el deseo frustrado, no fue capaz de desenmarañar sus enredados pensamientos. A medida que el deseo abandonaba su cuerpo, iba dejando una repulsiva sensación de bochorno.
Forcejeando para abandonar su regazo, _______________ se puso en pie con las piernas temblorosas y le dio la espalda. Sólo fue capaz de pronunciar dos palabras para romper el tenso silencio. Sin volverse a mirarlo, dijo con voz áspera:
-Nunca más.
Tras apartar las cortinas, salió de la sala de música tan rápido como pudo y huyo por el pasillo.
17° Capítulo.
[/center]Nicholas permaneció en la sala de música al menos durante media hora más después de que _______________ huyera de allí, luchando por poner freno a su arrolladora pasión y esperando a que el fuego que incendiaba su sangre se enfriara. Se colocó la ropa y se pasó una mano por el cabello al tiempo que meditaba, malhumorado, cuál debía ser su siguiente movimiento.
-_______________ -musitó, más preocupado y confuso de lo que había estado jamás.
El hecho de que una mujer lo hubiera dejado reducido a ese estado resultaba de lo más indignante. Él, cuya capacidad como,¡negociador habilidoso y disciplinado era bien conocida, había hecho la oferta más torpe que se pudiera imaginar y había sido rechazado de plano. Y lo tenía bien merecido. Nunca debería haber intentado que ella pusiera un precio antes de haber admitido siquiera que lo deseaba. Pero la sospecha de que podía estar acostándose con Hodgeham -¡con Hodgeham, de entre todos los hombres que podía elegir!- había estado a punto de volverlo loco de celos y sus acostumbradas habilidades lo habían abandonado.
Al recordar lo que había sentido al besarla, al acariciar por fin esa piel cálida y sedosa, Nicholas se daba cuenta de que la sangre amenazaba con hervir de nuevo en sus venas. Dada la experiencia que tenía con 1as mujeres, había supuesto que conocía todas y cada una de las sensaciones físicas imaginables. No obstante, este reciente encuentro le había hecho tomar conciencia, de un modo bastante drástico, de que acostarse con _______________ sería una cuestión totalmente distinta. La experiencia no sólo involucraría a su cuerpo, sino también a sus emociones..., unas emociones tan alarmantes que todavía no se sentía con fuerzas para examinarlas de cerca.
La atracción entre ellos se había convertido en algo peligroso; no tanto para él como para ella. Y estaba muy claro que tenía que analizar la situación desde cierta perspectiva. Sin embargo, en ese momento, su mente no funcionaba con claridad.
Abandonó la sala de música al tiempo que murmuraba una maldición y se enderezaba el nudo de la corbata de seda negra. La tensión se había apoderado de sus músculos, de modo que su forma de caminar no resultaba tan fluida como era habitual y, de camino al salón de baile, se sentía como un depredador de temperamento volátil. La idea de asistir a otra velada social lo sacaba de quicio. Nunca se había mostrado muy tolerante con ese tipo de fiestas que se alargaban durante varios días; no era un hombre que disfrutara con horas de conversación insustancial ni con diversiones ociosas. De no ser por la presencia de _______________ en Stony Cross, se habría marchado bastantes días atrás.
Ensimismado, entró al salón de baile y estudió a la multitud brevemente.
Localizó a _______________ de inmediato, sentada en una silla dispuesta en un rincón, con lord Kendall a su lado. No había duda de que Kendall estaba enamorado de ella; la expresión embelesada con que la contemplaba convertía la cuestión en un secreto a voces. _______________ parecía apagada e inquieta, y evitaba la mirada de admiración del aristócrata. No participaba en la conversación y permanecía sentada con las manos apretadas sobre el regazo.
Nicholas la contempló con los ojos entornados. Por irónico que fuese, el comportamiento inseguro y apocado de _______________ en aquellos momentos había conseguido que la atracción que Kendall sentía por ella echara por fin raíces. Sería una desagradable sorpresa para él que ella consiguiera ponerle el lazo al cuello y descubriera, poco después, que su esposa no era la tímida jovencita ingenua que aparentaba ser. Era una mujer de carácter apasionado, una criatura decididamente ambiciosa que necesitaba una pareja que poseyera su misma fuerza. Kendall jamás sería capaz de manejarla. Era un hombre demasiado caballeroso para _______________; demasiado. moderado; demasiado inteligente en el sentido, equivocado. Ella jamás lo respetaría, así como tampoco encontraría satisfacción alguna en sus virtudes. Acabaría odiándolo por las mismas razones que debería haberlo admirado..., y Kendall se echaría a temblar al ser testigo de esas cualidades de _______________ que Nicholas sí habría sabido valorar.
Se obligó a apartar la mirada de la pareja y se encaminó al otro lado de la estancia, donde Westcliff conversaba con unos amigos. El conde se dio la vuelta para preguntarle en un murmullo:
-¿Te diviertes?
-No mucho. -Nicholas se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta y volvió a echar un vistazo al salón con evidente impaciencia-. Llevo demasiado tiempo en Hampshire; necesito regresar a Londres para ver lo que ocurre en la fundición.
-¿Y qué pasa con la señorita Peyton? -preguntó Westcliff en voz baja. Nicholas reflexionó un instante antes de contestar.
-Creo -respondió lentamente- que vaya esperar a ver en qué acaba su persecución de Kendall. -Clavó la mirada en el conde y alzó una ceja en un gesto inquisitivo.
Westcliff respondió con una breve inclinación de cabeza
-¿ Cuándo te marcharás?
-Por la mañana temprano. -Nicholas fue incapaz de contener un largo y tenso suspiro.
El conde de Westcliff sonrió con mordacidad.
-La situación se aclarará por sí sola- dijo en actitud prosaica-. Vete a Londres y vuelve cuando tengas la cabeza despejada.
_______________ no podía librarse de la melancolía que llevaba adherida como si fuese un manto de hielo. No había pegado ojo y apenas era capaz de comer un bocado del espléndido desayuno que le habían servido en el comedor. Al verla, lord, Kendall había creído que su pálido semblante y su silencio no eran más que los efectos residuales de su enfermedad, de modo que la había tratado con toda simpatía y comprensión, irritándola hasta hacerla desear librarse de él a empujones. Sus amigas también parecían compartir esa molesta amabilidad y, por primera vez, sus alegres bromas no le hacían ninguna gracia. Intentó recordar el momento preciso en que su humor se había tornado tan agrio, y comprendió que su cambio de humor había tenido lugar cuando lady Olivia señaló que Nicholas Hunt se había marchado de Stony Cross.
-El señor Hunt ha ido a Londres por negocios -le había dicho lady Olivia con voz alegre-. Nunca suele quedarse mucho en este tipo de fiestas; lo extraño es que haya tardado tanto en marcharse. Está claro que no da tiempo a que le caiga el polvo encima, no señor.
Hubo alguien que preguntó por los motivos de la precipitada marcha del señor Hunt, a lo que lady Olivia contestó con una sonrisa y un movimiento de cabeza:
-Bueno, Hunt suele ir y venir a su antojo, como un gato callejero. Siempre se marcha de repente, puesto que no parecen gustarle mucho las despedidas de ningún tipo.
Hunt se había marchado sin decirle una sola palabra, y como resultado, ella se sentía nerviosa y abandonada. Los recuerdos, de la noche anterior -¡una noche horrorosa!- se empeñaban en permanecer en su memoria de forma persistente. Tras lo sucedido en la sala de música, el desconcierto se había apoderado de ella y su incapacidad para pensar en otra cosa que no fuese en
Hunt la había mantenido ajena a cualquier otra cuestión.
No había querido alzar la mirada para evitar encontrarse con él inesperadamente y había pasado toda la noche rezando para que no se acercara. Por fortuna, Hunt había mantenido las distancias mientras que lord Kendall, en cambio, no se había apartado de su lado. El aristócrata había pasado el resto de la velada hablando de temas que a ella no le interesaban en absoluto y que tampoco comprendía. Sin embargo, había animado al hombre con murmullos insípidos y medias, sonrisas, al mismo tiempo que pensaba de forma distraída que debería sentirse extasiada por las atenciones que le profesaba. En lugar de sentirse feliz lo único que había deseado era que la dejara sola.
Su reservada actitud durante el desayuno pareció despertar aún más el interés de lord Kendall. Lillian, que pensaba que esa fachada de docilidad no era más que una actuación, se acercó para susurrarle en secreto al oído:
-Buen trabajo, _______________. Lo tienes comiendo de tu mano. No tardó mucho en levantarse de la mesa del desayuno con el pretexto de que necesitaba descansar y se dedicó a vagar por la mansión hasta que llegó al salón azul. El tablero de ajedrez ejercía una extraña atracción sobre ella, por lo que se acercó muy despacio al tiempo que se preguntaba si alguna doncella habría colocado las piezas en la caja o si alguien habría interferido en la partida. No, estaba todo tal y como ella lo había dejado..., salvo por un pequeño cambio. Nicholas Hunt había movido un peón en una jugada defensiva, lo que le daba la oportunidad de mejorar su propia defensa o realizar un movimiento agresivo contra su dama. Desde luego, él no era el tipo de jugada que habría esperado de él. Por el contrario había creído que Hunt intentaría una estrategia algo más ambiciosa. Más beligerante. Tras estudiar el tablero, se afanó por comprender la estrategia del hombre. ¿ Habría movido la pieza motivado por la indecisión o en un descuido? ¿ O había algún motivo oculto que ella no era capaz de descubrir?
Alargó la mano para coger una de las piezas, pero, tras dudar se alejó del tablero. Sólo era un juego, se recordó. Estaba dando a cada movimiento mucha más importancia de la que tenía, como si hubiera un fabuloso premio en juego. No obstante, reconsideró su decisión con cuidado antes de volver a mover. Adelantó la reina, capturó el peón de Hunt y le produjo un estremecimiento de placer escuchar el tintineo de las piezas al chocar, marfil contra ónice. Mantuvo al peón encerrado en el puño, como si tratara de evaluar su peso antes de dejarlo con mucho cuidado junto al tablero.
A medida que la semana avanzaba, _______________ dedujo que el único momento placentero que ésta le había deparado, si bien fugaz y solitario, fue aquel que había pasado junto al tablero de ajedrez. Nunca se había sentido de ese modo con anterioridad: no estaba feliz, ni triste, ni tampoco se preocupada por su futuro. Podría decirse que estaba sumida en una especie de entumecimiento en el que sus sentidos y sus emociones parecía haberse sucumbido al letargo, hasta tal punto que comenzó a pensar que tal vez nunca volviera a interesarse por nada. La sensación de alejamiento era tal que en
ocasiones creía estar fuera de sí misma, observándose como si no fuera más que una muñeca mecánica que se movía rígidamente día tras día.
Lord Kendall la acompañaba cada vez con más frecuencia; bailaban juntos, se sentaban juntos en las veladas musicales y paseaban por el jardín, seguidos a una distancia prudente por Philippa. Kendall era un hombre agradable, respetuoso y poseía un encanto sosegado. De hecho, era tan tolerante que _______________ comenzaba a plantearse la posibilidad de que una vez que las floreros y ella hubieran llevado a cabo la trampa para atraparlo, Kendall se arrepintiera terriblemente de verse obligado, a casarse con una muchacha a la que había comprometido sin ser consciente de ello. A la
postre, acabaría por acostumbrarse y, siendo como era un hombre filosófico, encontraría el modo de aceptar la situación.
En cuanto a Hodgeham, estaba claro que Philippa se las estaba ingeniando para mantenerlo apartado de _______________. Más aún, su madre lo había convencido para que no le contara su secreto a lord Kendall, si bien no había explicado a su hija todos los detalles del acuerdo. Preocupada por los efectos que la tensión constante podría provocar en su madre, _______________ sugirió la posibilidad de que abandonaran Stony Cross Park. Sin embargo, Philippa no quiso escuchar ni una palabra al respecto.
-Yo me encargo de Hodgeham -había replicado de forma categórica-. Tú sigue con lord Kendall. Todo el mundo sabe que está enamorado de ti.
Si tan sólo pudiera olvidar los recuerdos de aquel recoveco tras las cortinas en la sala de música... Los sueños acerca de ese instante eran tan reales que acababa despertando atormentada por la pasión, con las sábanas enrolladas entre las piernas y la piel enfebrecida. Los recuerdos de Nicholas Hunt la perseguían: su olor, su calidez y esos besos tan provocadores..., la dureza de su cuerpo bajo¡,la elegancia del traje de etiqueta negro.
A pesar de la promesa que habían hecho las floreros de contarse todo lo referente a sus aventuras románticas, _______________ no se veía capaz de sincerarse con ninguna de ellas. Lo que había sucedido con Hunt era demasiado íntimo y personal. No era algo que pudiese ser diseccionado por un grupo de amigas entusiastas que sabían tanto de los hombres como ella misma..., es decir, nada. No le cabía duda de que si hubiera tratado de explicarles la experiencia, no lo habrían entendido. No había palabras que describieran aquella intimidad que robaba el alma y que venía seguida de una confusion devastadora.
En el nombre de Dios, ¿ cómo podía sentir algo así por un hombre al que siempre había despreciado? Durante dos años, había temido encontrárselo en los acontecimientos sociales; lo había considerado como la compañía más desagradable que pudiera imaginar y en esos momentos... en esos
momentos...
Un buen día, _______________ dejó a un lado esos indeseables razonamientos y se retiró al salón de los Marsden con la esperanza de distraer su agitada mente con un poco de lectura. Llevaba bajo el brazo un grueso tomo en el que rezaba, con letras doradas: Real Sociedad de Horticultura. Descubrimientos y conclusiones de los informes presentados por nuestros ilustres miembros en el año 1843. El libro
era tan pesado como un yunque y ella, malhumorada, no dejaba de preguntarse cómo alguien era capaz de encontrar tanto que decir sobre las plantas. Había dejado el libro en una mesita y estaba a punto de sentarse en el canapé cuando vislumbró por el rabillo del ojo algo en el tablero de ajedrez que llamó su atención. ¿ Era su imaginación o...?
Con los ojos entrecerrados por la curiosidad, se acercó al tablero y estudió con atención la posición de las piezas, que habían permanecido inmóviles durante toda una semana. Sí..., había algo distinto. Ella había utilizado su reina para capturar uno de los peones de Nicholas. No obstante, alguien había quitado su reina del tablero y la había dejado a un lado de éste.
«Ha vuelto», pensó con un repentino fogonazo de emoción tan intenso que le recorrió el cuerpo de la cabeza a los pies. Estaba segura de que Nicholas Hunt era el único que había tocado el tablero. Estaba allí, en Stony Cross.
Su rostro adquirió la palidez del papel, salvo en las mejillas, que se colorearon de un rosa intenso. A sabiendas de que su reacción era del todo desproporcionada, se esforzó por recuperar la calma. El regreso de Hunt no significaba nada; ella no quería tener nada que ver con él, no podía conseguirlo de ningún modo y, desde luego, debía evitarlo a toda costa.
Cerró los ojos y respiró en profundidad, intentando controlar los latidos de su corazón, si bien el errático órgano se empeñaba en mantener el ritmo.
Cuando por fin consiguió recuperar la compostura, observó el tablero e intentó comprender su último movimiento. ¿Cómo había conseguido Hunt capturar a su dama? Recordó con rapidez la anterior disposición de las piezas. Y, entonces, se dio cuenta: había usado el peón como cebo para que
adelantara a la reina, de modo que quedase en el lugar perfecto para poder capturarla con su torre y, con la dama fuera del tablero, su rey estaba en peligro y...
Le había dado jaque.
La había engañado con un humilde peón y ahora estaba en apuros. Con una carcajada de incredulidad, _______________ dio la espalda al tablero y comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación. Tenía la cabeza llena de estrategias de defensa y, finalmente, se decidió por una que él no
esperaría. Obedeciendo a su instinto, se dio la vuelta y regresó al tablero al tiempo que sonreía y se preguntaba cuál sería la reacción de Hunt al descubrir su contraataque. No obstante, en cuanto su mano se cernió sobre el tablero, el flujo de cálida excitación la abandonó al instante y su rostro se tornó pétreo. ¿ Qué estaba haciendo? Alargar la partida y mantener esa frágil vía de comunicación con él era del todo inútil No... Era peligroso.
La elección entre la seguridad y el desastre estaba más que clara.
La mano de _______________ tembló cuando comenzó a coger las piezas, una tras otra, y las guardó de forma ordenada en su caja, abandonando de ese modo la partida.
-Abandono -dijo en voz alta, sintiendo un nudo en la garganta-. Abandono.
Tragó saliva para hacer desaparecer el nudo que esa palabra parecía haber provocado. No podía permitirse el lujo de ser tan estúpida como para desear algo... a alguien... que no era en absoluto adecuado para ella. Cuando la caja de las piezas estuvo cerrada, se alejó de la mesa caminando de espaldas y la contempló durante un instante. Tenía la sensación de estar marchitándose por dentro, de que la invadía un repentino cansancio, pero todo estaba decidido.
Esa noche. Su ambiguo cortejo con lord Kendall tendría que resolverse esa misma noche. La fiesta estaba a punto de terminar y, con Nicholas Hunt de vuelta, no podía arriesgarse a que una nueva complicación con él lo arruinara todo. Enderezó los hombros marchó dispuesta a hablar con Lillian.
Juntas tramarían un plan. La noche no acabaría sin que se anunciara su compromiso con lord Kendall.
Danne G.
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
18° Capítulo.
-El truco está en medir bien el tiempo -dijo Lillian, cuyos ojos castaños brillaban por la diversión.
Sin duda alguna, ningún oficial había dirigido jamás una campaña militar con más determinación de la que demostraba Lillian Bowman en ese momento. Las cuatro floreros estaban sentadas en la terraza con otros tantos vasos de limonada fría y representaban la viva estampa de la indolencia, cuando, en
realidad, tramaban con sumo cuidado los acontecimientos que la tarde iba a deparar.
-Sugeriré que demos un agradable paseo por los jardines antes de la cena para despertar el apetito -le dijo Lillian a _______________-, y tanto Daisy como Evie accederán; también llevaremos a nuestra madre y a la tía Florence, ya cualquier persona con la que estemos hablando en ese momento. Así, con suerte, para cuando lleguemos al otro lado del huerto de los perales, te atraparemos en flagrante delito con lord Kendall.
- ¿Qué significa flagrante delito? -preguntó Daisy-. Suena ilegal
-No lo sé con certeza -admitió Lillian-. Lo leí en una novela... Pero estoy segura de que es algo que comprometería a cualquier chica.
_______________ respondió con una risa apática, deseando que la situación despertara en ella una pizca de entusiasmo que sentían las Bowman. Apenas una noche antes, no habría cabido en sí de gozo. No obstante, en aquel momento todo le parecía mal. La idea de recibir, al fin, la tan ansiada proposición de matrimonio por parte de un aristócrata no le provocaba ni la más mínima emoción. Ninguna sensación de nerviosismo ni alivio, ni nada que pudiera considerarse positivo de ninguna de las maneras. Más bien parecía un deber desagradable que tenía que cumplir. Sin embargo, ocultó recelos mientras las hermanas Bowman tramaban y hacían cálculos con la misma habilidad que un avezado conspirador.
A pesar de todo, Evie, cuyas dotes de observación sobrepasaban con mucho las de todas ellas, pareció percibir las verdaderas emociones que _______________ ocultaba tras su máscara.
-¿Es esto lo que qui-quieres, _______________? -le preguntó en voz baja y con una mirada preocupada-. No tienes por qué hacerlo, ya lo sabes. Encontraremos a otro pretendiente si no deseas a Kendall.
-No queda tiempo para encontrar a otro -musitó _______________ en respuesta-. No, debe ser Kendall, y tiene que ser esta noche, antes de que...
-¿Antes? -repitió Evie, que ladeó la cabeza al mirar a _______________ con ligera perplejidad. El sol iluminaba las pecas que salpicaban su rostro y las hacía brillar como polvo de oro sobre su piel aterciopelada-. ¿Antes de qué? I
Como _______________ permaneció callada Evie bajó la cabeza y paso un dedo por el borde de su vaso, recogiendo las hebras de pulpa endulzada que se habían quedado adheridas al filo. Las hermanas Bowman seguían con su animada charla y debatían acerca de la posibilidad de utilizar el huerto de los perales como escenario para organizar la emboscada a Kendall. Justo cuando _______________ creía que Evie dejaría pasar el asunto, la muchacha murmuró en voz baja:
-¿ Sabías que el señor Hunt regresó a Stony Cross anoche, _______________?
-¿ Cómo lo sabes?
-Alguien se lo contó a mi tía.
Al enfrentar la intuitiva mirada de Evie, _______________ no pudo evitar compadecerse de aquella pobre, persona que había cometido e1 error de subestimar a Evangeline Jenner.
-No, no lo sabía- musitó,
Al tiempo que inclinaba un poco el vaso de limonada, Evie fijó la vista en el fondo del líquido azucarado.
-Me pregunto por qué nunca aprovechó la oportunidad de darte un beso cuando tú misma se lo ofreciste -dijo despacio-. sobre todo, teniendo en cuenta todo el interés que mos-mostró por ti en el pasado...
Sus miradas se encontraron y _______________ sintió que se ruborizaba. Le imploró con los ojos a Evie que no añadiera nada más, a lo que ésta respondió con un asentimiento de cabeza. La comprensión se reflejó al instante en el rostro de la muchacha.
-_______________ -dijo con lentitud-, ¿te molestaría mucho si no fuera con las demás para pillarte con lord Kendall esta noche? Habrá gen-gente de sobra para actuar de testigo, Si duda, Lillian llevará una multitud de testigos inesperados. Mi presencia no se-sería necesaria.
-Claro que no me molestaría -respondió con una sonrisa, tras lo cual preguntó con una sonrisa tímida-: ¿Prejuicios morales, Evie?
-No, nada de eso, no soy hipócrita, Estoy más que dispuesta a admitir mi culpa como colaboradora... y apa-aparezca o no esta noche en el jardín, formo parte del grupo. Lo que pasa es que -se detuvo y continuó en tono más bajo no creo que tú quie-quieres a lord Kendall. Al menos, no como hombre, ni por lo que es en realidad. Y ahora que te conozco un poco mejor, no... no creo que el matrimonio con él te haga feliz.
-Pues lo hará -replicó _______________ y alzó tanto la voz que capto la atención de las Bowman. Éstas dejaron de hablar y la miraron con curiosidad-. Nadie podría acercarse tanto a mi ideal de hombre como lord Kendall.
-Es perfecto para ti -la apoyó Lillian con firmeza-. Espero que no intentes sembrar dudas, Evie... Ya es demasiado tarde para eso. Y desde luego que no vamos a tirar por la borda un plan tan perfectamente trazado como éste justo ahora, cuando estamos a punto de alcanzar la meta.
Evie sacudió la cabeza al instante y pareció encogerse en la silla.
-No, no... No intentaba…. -Su voz se convirtió en un murmullo, tras lo cual le lanzó a _______________ una mirada de disculpa.
-Por supuesto que no intentaba hacer eso -dijo _______________ en su defensa, que, acto seguido, compuso una sonrisa temeraria-. Repasemos una vez más el plan, Lillian.
Lord Kendall reaccionó con divertida complacencia, cuándo _______________ Peyton lo instó a que se escaparan para dar un paseo vespertino por el jardín. El ambiente apacible del atardecer extendía una capa de humedad sobre la propiedad, y no se agitaba brisa alguna que aliviara la opresiva atmósfera. Dado que la mayoría de invitados se estaba vistiendo para la cena o haraganeaba abanicándose en la sala de naipes o en el salón, el exterior estaba prácticamente vacío. A ningún hombre se le pasaría por alto lo que deseaba una muchacha cuando ésta sugería que dieran un paseo sin compañía en semejantes circunstancias. Ya que no parecía hacerle ascos a la idea de uno o dos besos robados, Kendall se dejó convencer por _______________ para caminar a lo largo de los jardines de la terraza y mas allá del muro de piedra cubierto por rosales trepadores.
-Preferiría que contáramos con una carabina -le dijo con una leve sonrisa-. Esto es del todo impropio, señorita Peyton.
_______________ lo obsequió con una sonrisa propia.
-Sólo nos alejaremos un instante -le urgió-. Nadie se dará cuenta.
En cuanto Kendall se decidió a seguirla de buen talante, _______________ se percató de la creciente culpabilidad que parecía cernirse sobre ella desde todas partes. Se sentía igual que si condujera a un cordero al matadero. Kendall era un hombre agradable, no se merecía, que lo engañaran para forzar un matrimonio. Si al menos hubiera contado con más tiempo, podría haber dejado que las sosas siguieran el cauce habitual y, de ese modo, habría obtenido una proposición auténtica por su parte. No obstante, ése era el último fin de semana de la fiesta, y era imperativo que consiguiera un resultado positivo sin más dilación. Si tan sólo pudiera sobrellevar aquella fase del plan, las cosas serían mucho más fáciles a partir de entonces.
«_______________, lady Kendall», se recordó torvamente. _______________, lady Kendall... No le resultaba difícil imaginarse como una respetable y joven esposa que vivía con el pacífico mundo de la sociedad de Hampshire, que hacía ocasionales viajes a Londres y que le daba la bienvenida a su hermano para pasar las vacaciones de verano. _______________, lady Kendall, tendría media docena de hijos rubios, algunos de los cuales llevarían gafas como su padre. Y _______________, lady Kendall, sería una devota esposa que pasaría el resto de su vida intentando expiar el pecado de haber engañado a su marido para que se casara con ella.
Llegaron hasta el claro que había más allá del huerto de los perales, al lugar donde se encontraba la mesa de piedra dentro del círculo de gravilla. Tras detenerse, Kendall miró a _______________, que se había apoyado contra la mesa de piedra en una pose estudiada. Se atrevió a tocar un mechón de cabello que había caído sobre su hombro y admiró los matices dorados que se mezclaban con las hebras castañas.
-Señorita Peyton -murmuró-, a estas alturas ya debe de ser consciente de que he desarrollado una marcada preferencia por su compañía.
_______________ sintió que el corazón se le subía a la garganta, tanto que creyó que podría ahogarse con él.
-Yo... Yo he disfrutado mucho de nuestras conversaciones y de los paseos que hemos dado juntos -consiguió decir.
-Es usted encantadora -susurró Kendall, que se acercó más a ella-. Jamás había visto unos ojos tan azules.
Poco menos de un mes atrás, _______________ habría saltado de alegría ante esta escena. Kendall era un hombre agradable, por no mencionar que también era atractivo, joven, rico y que poseía un título... Señor, ¿qué demonios le estaba pasando? Todo su ser se tensó con renuencia cuando el hombre se inclinó sobre su cara, ruborizada y tensa. Inquieta y aturdida, intentó no huir de él. Sin embargo, antes de que sus labios se encontraran, se revolvió con un gemido apagado y se alejó de él.
El silencio cayó sobre el claro.
-¿La he asustado? -fue la pregunta de Kendall. Sus modales eran amables y pausados, muy diferentes de la arrogancia que mostraba Nicholas Hunt.
-No... No se trata de eso. Es sólo que... que no puedo hacer esto. -_______________ se frotó la frente, que había comenzado a dolerle; sentía los hombros rígidos bajo las mangas ahuecadas de su vestido color melocotón. Cuando volvió a hablar, su voz destilaba derrota y disgusto hacia sí misma-. Perdóneme, milord. Es usted uno de los hombres más agradables que he tenido el privilegio de conocer. Razón por la que debo marcharme ahora. No es justo por mi parte que aliente su interés cuando nada puede resultar de él.
-¿Qué le hace pensar eso? -preguntó, a todas luces confuso.
-En realidad, usted no me conoce -le respondió con una sonrisa amarga-. Créame, formamos una pareja espantosa. Por mucho que lo intentara, al final no sería capaz de evitar engatusarlo para atraparlo, y usted, como un caballero que es, no presentaría, objeción alguna, lo que nos haría a ambos muy desgraciados.
-Señorita Peyton -murmuró al tiempo que intentaba averiguar el significado de su despliegue emocional-, no acabo de comprender...
-Ni siquiera yo estoy segura de comprenderlo. Pero lo siento muchísimo. Le deseo lo mejor, milord. Como también deseo… -Su respiración se agitó cuando comenzó a reírse de repente-Los deseos son algo peligroso, ¿no le parece? -murmuró y, acto seguido, abandonó el claro a toda prisa.
19° Capítulo.
Maldiciéndose a sí misma, _______________ recorrió el camino de vuelta a la casa. No podía creérselo. Justo cuando tenía lo que deseaba al alcance de la mano, lo había arrojado por la borda.
-Estúpida -musitó para sí entre dientes-. Estúpida, estúpida...
Ni siquiera podía imaginarse qué les diría a sus amigas cuando llegaran al claro y lo encontraran vacío; Tal vez lord Kendall se quedara donde lo había dejado, con el aspecto de un gato al que acabaran de quitarle el plato de leche antes siquiera de haberle dado un lametón.
_______________ se juró que no volvería a pedirles ayuda a las demás floreros para encontrar un futuro marido; no cuando había tirado por tierra la oportunidad que le habían brindado. Se merecía cualquier cosa que le sucediera a partir de ese momento. Sus pasos se convirtieron casi en una carrera en su afán por llegar al dormitorio. Estaba tan, concentrada en su frenética huida que a punto estuvo de taparse de bruces contra un hombre que caminaba con tranquilidad por el sendero que discurría al otro lado del muro de piedra. Se detuvo de golpe y murmuró una disculpa:
-Le ruego que me disculpe.
Lo hubiera sorteado de no ser porque su estatura tan característica y esas manos grandes y bronceadas que abandonaron los bolsillos de su abrigo delataron de inmediato su identidad. Sorprendida retrocedió mientras Nicholas Hunt la miraba.
Ambos se observaron con expresiones carente s de toda emoción.
Puesto que acababa de huir de lord Kendall, _______________ no pudo sino advertir las diferencias entre ambos hombres. Hunt tenía el aspecto decididamente bronceado a la luz del crepúsculo que se cernía sobre ellos; corpulento y muy masculino, con los ojos de un pirata y la crueldad despreocupada de un rey pagano. No era menos arrogante que antes, como tampoco más dócil ni refinado; sin embargo, se había convertido en el objeto de un deseo tan arrollador que _______________ estaba convencida de haber perdido la razón. El ambiente que los rodeaba se cargó y crepitó por la pasión y el conflicto.
-¿Qué sucede? -preguntó Hunt sin preliminares, observándola con los ojos entre cerrados ante su evidente nerviosismo.
La tarea de exponer sus emociones en unas cuantas frases coherentes se le antojó imposible. De todas formas, _______________ lo intentó.
-Te marchaste de Stony Cross sin avisarme.
Su mirada era dura y fría como el ébano.
-Tú guardaste el juego de ajedrez.
-Yo... -Apartó la mirada de él al tiempo que se mordía el labio-. No podía permitirme ninguna distracción.
-Nadie te distrae ahora. ¿Deseas a Kendall? Pues disfrútale.
-¡Vaya! Muchas gracias -replicó sarcástica-. Es muy amable de tu parte que dejes el camino libre ahora que lo has estropeado todo.
El hombre le dirigió una mirada cautelosa.
-¿ Qué quieres decir con eso?
_______________ sintió una irracional sensación de frío, a pesar de que estaba envuelta por el cálido aire veraniego. Un ligero estremecimiento se inició en sus huesos y acabó por traslucirse en su piel.
-Los botines que recibí mientras estuve enferma-dijo precipitadamente-, los que llevo ahora mismo..., me los mandaste tú, ¿no es cierto?
-¿Acaso importa?
-Por Dios, admítelo -insistió.
-Sí, te los envié yo- respondió con sequedad-. ¿Hay algún problema?
-Hace un par de minutos estaba con Kendall; todo marchaba según lo planeado y él estuvo a punto de... Pero no pude, no pude. No pude dejar que me besara mientras yo llevaba estas malditas botas. Ahora sin duda piensa que estoy loca, después de la forma en que lo dejé. Pero, después de todo, tenías razón, es demasiado agradable para mí. Y hubiéramos formado una pareja espantosa.
-Se detuvo para tomar aire, pero entonces se percató del súbito brillo de los ojos de Hunt. Tenía el mismo aspecto de un depredador a la espera de su oportunidad de atacar.
-Así que -dijo él en voz baja- ahora que has descartado a Kendall, ¿cuáles son tus planes? ¿Regresar con Hodgeham?
Aguijoneada por la irónica pregunta, _______________ frunció el ceño.
-Si así fuera, no sería de tu incumbencia. -Giró sobre los talones y comenzó a alejarse de él.
Hunt la alcanzó en dos zancadas y, sujetándola por los brazos, la obligó a girarse para quedar cara a cara. Tras sacudirla un poco, llevó la boca hasta su oído.
-Se acabaron los juegos -le dijo-. Dime lo que deseas. Ahora, antes de que se me agote la poca paciencia que me queda.
Su aroma, un olor a limpio y a jabón que resultaba de lo más masculino, hizo que a _______________ le diera vueltas la cabeza. Quería abrirse paso entre sus ropas... Deseaba que la besara hasta perder el sentido. Deseaba al despreciable, arrogante, seductor y diabólicamente apuesto Nicholas Hunt. Sin embargo, no había duda de que iba a mostrarse implacable con ella. Su maltrecho orgullo se impuso y se quedó atascado en su garganta hasta que apenas fue capaz de hablar.
-No puedo -dijo con aspereza.
Él inclinó la cabeza hacia atrás y la miró; sus ojos brillaban con perversa diversión.
-Puedes tener todo lo que desees, _______________..., pero sólo si eres capaz de pedirlo.
-Estás decidido a humillarme por completo, ¿no es cierto? No me permitirás conservar un mínimo de dignidad….
-¿Qué yo te humillo?- Alzó una ceja en una mueca sardónica-. ¿Después de pasar dos años siendo el objeto de tus desdenes y menosprecios cada vez que te pedía que bailaras conmigo…?
-Esta bien, de acuerdo - respondió con tristeza justo cuando comenzaba a temblar de la cabeza a los pies-. Lo admito... Te deseo. Ya está. ¿Satisfecho? Te deseo a ti.
-¿De qué forma?¡¿Como amante o como marido? _______________ lo miró estupefacta.
- ¿Cómo dices?
La rodeó con los brazos y apretó su temblorosa figura contra él.
No pronunció palabra alguna, se limitó a observarla con intensidad, mientras ella intentaba desentrañadas implicaciones de esa simple pregunta.
-Pero tú no eres de los que se casan... -consiguió decir con un hilo de voz.
Nicholas le acarició una oreja, trazando la delicada curva exterior, con la yema de un dedo.
-He descubierto que sí lo soy en lo que a ti se refiere.
La sutil caricia incendió su sangre e inutilizó su capacidad para pensar.
-Lo más probable es que nos matemos el uno al otro antes de acabar el primer mes.
-Es lo más probable, sí -concedió Hunt, cuya boca sonriente rozaba la sien de ella. La calidez de sus labios envió una oleada de vertiginoso placer por todo el cuerpo de _______________-. Pero cásate conmigo de todas formas, _______________. Tal y como yo lo veo, podría solucionar la mayoría de tus problemas... y también unos cuantos de los míos. -Su enorme mano se deslizó con suavidad por su columna, calmando sus temblores-. Deja que te consienta-susurró-. Deja que te cuide. Nunca has tenido nadie en quien apoyarte, ¿no es verdad? Mis hombros son fuertes, _______________. -Una risa profunda reverberó en su pecho-. Y es muy posible que el único hombre de entre tus conocidos con suficiente dinero para pagar tus caprichos.
Ella estaba demasiado atónita como para responder a la burla
-Pero ¿por qué? -preguntó, y la mano de él subió hasta su nuca desprotegida. Ella jadeó al sentir que sus dedos se clavaban con suavidad en la ligera depresión de la base del cráneo-. ¿Por qué ofrecerme matrimonio cuando podrías tenerme como amante?
Con delicadeza, Nicholas frotó la nariz contra la garganta de _______________.
-Porque, durante los últimos días, me he dado cuenta de que no puedo soportar que alguien dude siquiera a quién perteneces. Sobre todo tú.
_______________ cerró los ojos y dejó que la euforia inundara sus sentidos cuando la boca de él comenzó a ascender con lentitud hasta sus labios resecos, que lo aguardaban entreabiertos. Las manos y brazos de Hunt reclamaron el deseoso cuerpo de _______________, atrayéndola hacia la seguridad de su cuerpo. Si en su manera de abrazarla había rastros de dominación, también los había de reverencia; sus dedos descubrían los rincones más sensibles de la piel que quedaba al descubierto y los acariciaban con toques ligeros como los de una pluma. _______________ permitió que le separara los labios y gimió ante el suave roce de su tentativa lengua. Devoró su boca con besos tiernos que calmaron el ansia que ella sentía, pero, que al mismo tiempo, la hicieron tomar conciencia de todos aquellos vacíos que anhelaba llenar con desesperación. Cuando Hunt sintió el urgente temblor que recorrió su cuerpo, la calmó con una larga caricia de su boca mientras sus brazos la sostenían con firmeza. Acunó su acalorada mejilla con una mano al tiempo que acariciaba el satén rosado de sus labios con el pulgar.
-Respóndeme -musitó.
La calidez de su mano hizo que una miríada de escalofríos le recorriera la piel y apretó aún más la mejilla contra su palma.
-Sí -contestó sin aliento.
Un brillo triunfal iluminó los ojos de Hunt. Al instante, inclinó la cabeza de _______________ y volvió a besarla, profundizando las caricias de su lengua poco a poco. Sus palmas le apretaban con gentileza ambos lados de la cabeza y fueron modificando el ángulo entre ellos hasta que sus bocas encajaron a la perfección. El ritmo de la respiración de _______________ se tornó caprichoso, hasta que sintió que la cabeza, le daba vueltas por la súbita inhalación de demasiado oxígeno. Alzó las manos para aferrarse a su cuerpo duro y hundió los dedos en el elegante tejido de su chaqueta. Sin romper el beso, Hunt la ayudó a apoyarse contra él, instándola a que le rodeara el cuello con una mano. Cuando estuvo seguro de que _______________ no perdería el equilibrio, movió su propia mano hacia la encorsetada cintura y la atrajo con una ligera presión hacia su cuerpo. La besó con eficiente apremio, hasta que el potente influjo de su boca la redujo a un estado de delirio sensual.
Por fin, él apartó la boca y la acalló cuando ella gimió como protesta, diciéndole con un murmullo que tenían compañía. Con los ojos entrecerrados y totalmente desconcertada, _______________ miró más allá del círculo de sus brazos. Estaban justo delante de un grupo de testigos que difícilmente podrían pasar por alto a una pareja que se abrazaba en mitad del sendero, junto al muro de piedra. Lillian, Daisy, su madre, lady Olivia y su apuesto prometido americano, el señor Shaw y, por último, ni más ni menos que lord Westcliff.
-Ay, Señor... -acertó a decir _______________ con desmayo antes de esconder el rostro en el hombro de Hunt, como si al cerrar los ojos pudiera hacerlos desaparecer a todos.
Un escalofrío recorrió su oreja cuando Hunt se inclinó y, con voz cargada de regocijo, murmuró:
-Jaque mate.
Lillian fue la primera en hablar.
- ¿Qué rayos está pasando, _______________?
Acobardada, se obligó a enfrentar la mirada de su amiga. -No pude continuar -dijo con timidez-. Lo siento... Era un buen plan y vosotras cumplisteis con vuestra parte a la perfección....
-Y habría tenido éxito si tú no hubieras estado besando al hombre equivocado -exclamó Lillian-. ¿Qué ha pasado, por todos los santos? ¿Por qué no estás en el huerto de los perales con lord Kendall ?
Desde luego, ése no era el tipo de discusión que a uno le gustaría mantener frente a toda una multitud. _______________ vaciló un instante antes de levantar la vista hacia Hunt, que la miraba con una, sonrisa socarrona y que parecía fascinado ante la idea de escuchar cualquier explicación que consiguiera articular.
Durante el prolongado silencio, lord Westcliff consiguió unir todas las piezas del rompecabezas, tras lo cual miró alternativamente a _______________ y a Lillian con evidente desaprobación.
-De modo que ésa fue la razón de que insistiera en dar un paseo. ¡Ustedes dos lo arreglaron todo para atrapar a Kendall!
-Yo también formaba parte del plan -confesó Daisy, decidida a compartir la culpa.
Westcliff hizo oídos sordos al comentario y permaneció con la vista clavada en el rostro de Lillian, que no mostraba señal alguna de arrepentimiento.
-Santo Dios, ¿es que no respeta absolutamente nada?
-Si hay algo que merezca mi respeto -replicó Lillian con elegancia-, aún no lo he descubierto.
De haberse encontrado en circunstancias menos mortificantes, _______________ se habría deshecho en carcajadas ante la expresión del conde.
Tras fruncir el entrecejo, Lillian devolvió su atención a _______________.
-Puede que no sea demasiado tarde para salvar la situación-dijo-. Haremos que todos se comprometan a no decir una palabra sobre esta escena tuya con el señor Hunt. Y sin testigos, nada de esto habrá sucedido.
Lord Westcliff respondió, ceñudo, al comentario.
-Por más que deteste estar de acuerdo con la señorita Bowman dijo, con aspecto amenazador-, debo sumarme a su propuesta. Lo mejor para todos los implicados es olvidar este incidente. Nadie ha visto a la señorita Peyton y al señor Hunt, y, por tanto, nadie se ha visto comprometido, lo que significa que esta desafortunada situación no tendrá repercusión alguna.
-La verdad es que sí se ha visto comprometida -dijo Hunt repentina e inexorablemente decidido-. Por mi persona. Y no quiero evitar esa repercusión, Westcliff. Yo... .
-Sí, claro que quieres -le aseguró el conde de modo autoritario-. Que me aspen si dejo que arruines tu vida por esta criatura, Hunt.
-¡¿Cómo que arruinar su vida?! -exclamó Lillian con indignación-, ¡El señor Hunt no podría elegir mejor esposa que _______________! Cómo se atreve a insinuar que ella no es lo bastante buena para él, cuando es obvio que es él quien..,
-No -la interrumpió _______________ con ansiedad-, por favor, Lillian...
-Les ruego que nos disculpen- murmuró el, señor Shaw con unos modales impecables, aunque no consiguió reprimir una sonrisa. Enlazó el brazo de lady Olivia con el suyo y realizó una graciosa reverencia sin dirigirse a nadie en particular-. Creo que tanto mi prometida como yo mismo nos dispensáremos de los procedimientos, ya que estamos... cómo diría... de sobra, Creo que puedo hablar en nombre de ambos cuando les aseguro que seremos tan sordos, mudos y ciegos como los tres monos sabios. -Sus ojos azules brillaron con buen humor-. Dejaremos que el resto de ustedes decida lo que ha sido visto y oído esta noche... o lo que no se ha visto ni oído. Vamos, querida.- Se alejó con lady Olivia del brazo y la escoltó de vuelta a la mansión.
El conde se giró hacia la madre de las Bowman, una mujer alta y de rostro alargado como el de un zorro. La mujer había logrado que su expresión reflejara el grado justo de indignación, pero había contenido su lengua con el deseo de no perderse detalle. Tal y como Daisy explicaría más tarde, la señora Bowman nunca sufría un telele en mitad de una escena, sino que prefería reservarlo para los intermedios.
-Señora Bowman -comenzó Westcliff-, ¿puedo contar, con que guarde silencio acerca de este asunto?
Si el conde, o cualquier otro hombre que poseyera un título, le hubiera pedido por simple diversión a la señora Bowman que se tirara de cabeza en el primer parterre de flores que encontrara, lo habría hecho sin siquiera sobresaltarse.
-Por supuesto, milord; yo nunca, jamás, propagaría un rumor tan desagradable. Mis hijas son tan inocentes y siempre han estado tan protegidas... Me apena comprobar lo que la amistad con esta... esta jovencita sin escrúpulos les ha llevado a hacer. Estoy segura de que un caballero con su capacidad de discernimiento puede ver que mis dos angelitos son totalmente inocentes, que se han dejado arrastrar por esa joven maquiavélica a la que llamaban amiga.
Tras dirigirles una mirada escéptica a los dos «angelitos», Westcliff replicó con frialdad.
-Por supuesto.
Hunt, que había rodeado la cintura de _______________ con un brazo posesivo, escrutó a los presentes con serenidad.
-Hagan lo que les plazca. La señorita Peyton se va a ver comprometida esta noche, de una forma o de otra.- Y, tomándola por la muñeca, la obligó a seguirlo por el camino-. Vamos.
- ¿Adónde vamos? -preguntó _______________, que se rebelaba contra la mano que la sujetaba.
-A la casa. Si ellos no están dispuestos a actuar como testigos, tendré que seducirte delante de otras personas.
-¡Espera! - chilló _______________-. Ya he aceptado casarme contigo! ¿Por qué tienes que comprometerme de nuevo?
Hunt hizo caso omiso de las protestas de Westcliff y de las Bowman cuando dejó oír su sucinta réplica.
-Para mayor seguridad.
_______________ clavó los talones y se negó a avanzar cuando Hunt tiró de su brazo.
-¡No necesitas más seguridad! ¿Es que crees que vaya romper la promesa que te he hecho?
-En una palabra, sí. -Con calma, Hunt comenzó a arrástrala de nuevo por el sendero-. Bien, y ahora ¿adónde vamos? Creo que a la entrada. Estará llena de testigos que contemplarán cómo te devoro. O tal vez a la sala de juegos...
-Nicholas -protestó _______________ mientras se veía arrastrada sin mucha ceremonia tras sus pasos-. Nicholas, por favor...
Escuchar su nombre de los labios de _______________ hizo que Hunt se detuviera de inmediato y que la mirara con una media sonrisa dudosa.
-¿Sí, cariño?
-Por el amor de Dios -musitó Westcliff-, dejemos esta escena para la noche del teatro de aficionados, si no te importa. Maldita sea, Hunt, si estás tan decidido a conseguirla, sin duda puedes ahorrarnos más exhibiciones. Actuaré encantado como testigo, de aquí hasta Londres, de que has comprometido el buen nombre de tu prometida si con eso consigo algo de paz. Pero no me pidas que esté junto a ti en el altar, porque no tengo deseo alguno de convertirme en un hipócrita.
-No, sólo en un estúpido -fue el murmullo de Lillian,
Aunque pronunció las palabras en voz muy baja, al parecer Westcliff consiguió oírlas, ya que su oscura cabeza se giró y respondió a la deliberada expresión inocente de Lillian con una mueca amenazadora.
-En cuanto a usted...
-Por lo que veo, todos estamos de acuerdo -interrumpió Nicholas, evitando así lo que, sin duda, hubiera derivado en una discusión interminable. Acto seguido, miró a _______________ con una expresión pura satisfacción masculina-. Te has visto comprometida. Ahora vayamos a buscar a tu madre.
El conde sacudió la cabeza, exhibiendo un gélido agravio que tan sólo podría mostrar un aristócrata cuyos deseos acababan de ser negados.
-Nunca he conocido a un hombre tan ansioso por confesarse ante los padres de una muchacha a la que acaba de arruinar- dijo con amargura.
Danne G.
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
me encantaron los caps siguela pronto
lovely last
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooohhhhhhh
pooooooorrrfiiiiiinnn....
jejejejejejejej
aaaiiiiii
sigueeelaaa porrfaaa
pooooooorrrfiiiiiinnn....
jejejejejejejej
aaaiiiiii
sigueeelaaa porrfaaa
chelis
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
Oh si que el número 6 es mi número de la suerte ajja! me encantó el Jaque Mate u.u lo sabore y disfrute tanto como Nicolas, ajja que desgraciado es todo un genio
Flor
Re: "Secretos De Una Noche De Verano" {Nick y Tu} -- Adaptación-
OMG SIGUELA
AA SE RAYIS SE COMPROMETIO CON NICK!!!
SORRY POR NO PASAR ANTES PERO AQUI EN MEXICO HOY ENTRAMOS A CLASES Y ESO ME TRAJO TADA EXTRESADA ASI QE NO PUDE PASAR ANTES PERO PROMETO QE PASARE SEGUIDO PORQEE HAYNO MALDITAS CLASES TAN AGUSTO QUE ESTABA DE VACACIONES!! :D
AA SE RAYIS SE COMPROMETIO CON NICK!!!
SORRY POR NO PASAR ANTES PERO AQUI EN MEXICO HOY ENTRAMOS A CLASES Y ESO ME TRAJO TADA EXTRESADA ASI QE NO PUDE PASAR ANTES PERO PROMETO QE PASARE SEGUIDO PORQEE HAYNO MALDITAS CLASES TAN AGUSTO QUE ESTABA DE VACACIONES!! :D
ivette gone
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