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[Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
"—Ahora dime la verdad. —Le besó el lóbulo de la oreja tiernamente—. Esa primera vez, ¿te hice daño?
El silencio llenó la habitación. Recuerdos y reproches se enfrentaron en su interior, despedazándole el alma.
—Más de lo que nunca sabrás, Kevin. Más de lo que nunca sabrás."
esas palabras retumban en mi cabeza!!! como lo han de aser en la de kev D:
Siguuuueeeee!!!
El silencio llenó la habitación. Recuerdos y reproches se enfrentaron en su interior, despedazándole el alma.
—Más de lo que nunca sabrás, Kevin. Más de lo que nunca sabrás."
esas palabras retumban en mi cabeza!!! como lo han de aser en la de kev D:
Siguuuueeeee!!!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
OMJ KEVIN ES UN SALVAJE¡¡¡ME ENCANTO EL CAP
berenice_89
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
oye tu y donde esta mi capitulo????
hace como mil años dijiste que lo subias y es el dia de hoy y neh, no hay nada...
no no no asi no se puede continuar jajajajajajjajajaj
anda subelo prontoooooooo!!!!!
hace como mil años dijiste que lo subias y es el dia de hoy y neh, no hay nada...
no no no asi no se puede continuar jajajajajajjajajaj
anda subelo prontoooooooo!!!!!
jennito moreno
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
Losiento mucho he andado ocupada mañana les subo mas
Capítulo 7
Kevin había aprendido años atrás cómo leer entre líneas cuando se trataba de las mujeres. El instinto de supervivencia era fuerte, y de niño había aprendido que una sonrisa suave y una voz dulce no siempre significaban un tierno corazón. Así como había aprendido que a menudo había una docena de definiciones diferentes para cualquier comentario que un hombre podía obtener cuando se trataba de preguntas difíciles. ¿La había lastimado? Oyó el ramalazo del evocado dolor en su voz, pero el recuerdo no era un daño físico. No la había obligado, no la había tomado tan rudamente que había destrozado sus sueños de niña la primera vez. Si su respuesta hacia él en el salón era algo a tener en cuenta, entonces ella había estado tan hambrienta por él, como él lo había estado por ella durante años. No, no había sido su cuerpo lo que había lastimado. Había sido algo mucho más delicado. Había dañado su joven corazón y seguramente la había asustado de muerte cuándo le habló de traer a sus primos a la cama. Mientras yacía en la cama la mañana siguiente y miraba fijamente el techo, habría resoplado ante ese pensamiento si no hubiera estado más preocupado por como despertar a la mujer que ahora dormía a su lado. ¿Compartirla? No podía ni imaginárselo. Incluso entonces el pensamiento de compartirla había enviado una punzada de desgarrada negación a través de su pecho, a pesar de su obstinación a seguir dedicado al extremo y lascivo placer de disfrutar en el acto. ¿Y ahora? Caramba, no había compartido ni una de sus mujeres en años, a pesar del obvio descontento de Nick en la reciente falta de ganas de su primo en participar en los juegos de su juventud.
La verdad se había hecho evidente cuando Joe volvió a casa de los Marines el año pasado para reclamar a su hermanastra. Incluso mientras el compartir había empezado a decaer, Kevin y Nick habían estado seguros de saber lo que iba a ocurrir. Que cuando Joe volviera, la necesidad de la diversión y los juegos regresaría. Sin embargo para Kevin no había regresado. Había visto la posesividad que su primo sintió inmediatamente por Kelly. Se había divertido. Más comprensivo de lo que Nick había sido, pero en privado aliviado. Tanto como una vez había deseado a la pequeña zorra con la que ahora Joe se había comprometido, se encontró que en el transcurso de los años el deseo había cambiado lentamente. El afecto y el proteccionismo habían remplazado a la lujuria. Pero la necesidad por _______ sólo había aumentado con los años. Quizás había entendido a Joe más que Nick porque ______ había regresado al pueblo cuando volvió Joe, y Kevin había estado peleando con los demonios que llegaron con la vuelta de ella: el conocimiento de que faltaba algo con ella, que algo le había sido arrebatado. Y ahora sabía exactamente lo que había perdido. Los recuerdos de una noche. El saber cómo olía, qué sabor tenía, los sonidos de los gritos y el susurro de su deseo mientras la tomaba. Todas las cosas que apreciaba del acto sexual desaparecieron desde la noche que había pasado con ella en la cama. Todo lo que tuvo fueron los sueños. Fragmentados, rotos, más provocadores que el conocimiento de un acto que amenazaba con explotar su cabeza de placer. ¡Ah, sí! Recordaba algo. En sus sueños, recordaba ser consumido por un fuego tan aplastante que había hecho todo lo posible para sobrevivir. El mismo fuego que lo había desgarrado el día anterior cuando la tomó abajo en el sofá, empujando dentro de ella, poseyéndola. Debería haberlo sabido, se dijo a sí mismo cuando giró la cabeza para contemplarla. Todos estos años, debería haber sabido que algo había ocurrido esa noche. Sino por el cambio abrupto de ______, entonces por el de su hermano Alex. Alex Jansen se había vuelto más irrespetuoso, si es posible, e incluso más crítico del estilo de vida de los primos, la misma semana que ______ había pasado de una emergente gatita sexual en su flirteo con Kevin a una fría y asustada mujer huyendo de un indescriptible terror. Demasiado joven y demasiado estúpido, pensó Kevin ahora. Eso es lo que había sido. Lo cual ahora lo hizo incluso un mayor bastardo a los ojos de ella. Sus labios se crisparon ante el recuerdo de la furia de ella el día anterior tan pronto como se dio cuenta exactamente cuan condenadamente sexy había estado cuando él la tomó.
No podía creer que se hubiera atrevido a chantajearla en la cama. Todavía podía recordar la conmoción en sus ojos, la incredulidad, la forma en que lo había observado durante el día como si esperara de él que de repente sonriera y declarara que todo había sido una broma. Hasta que abrió los ojos, mirando los suyos, y se dio cuenta que no tenía ninguna oportunidad de escapar ahora que la había tenido. Ella soñaba si pensaba que eso iba a ocurrir alguna vez. Kevin había aprendido un montón de cosas en los cuatro años que había pasado en los Marines y luego los últimos cuatro años entrenando y trabajando para la ATF. Había aprendido cómo ser duro. Cómo matar. Sabía cómo evaluar una situación en un solo momento y tomar decisiones relámpago que habían salvado su vida en más de una ocasión. Y lo había sabido, de pie fuera de ese almacén con _____ escondida fuera de peligro en su camioneta, había sabido que no había modo alguno de que ella fuera a su cama de una manera convencional. No, él tenía que tomar primero la decisión por ella, luego se dedicaría a hacerse perdonar por eso. Ahora volvió la cabeza y la miró, una sonrisa juguetona en sus labios. Le había llevado horas conseguir que tratara de dormir. Se había pasado el día caminando por la sección de abajo de su casa flotante, criticando, discutiendo y presentando algunas razones condenadamente buenas de por qué él era un bastardo de clase A y una desgracia para la raza humana. Su último argumento todavía lo tenía conteniendo la risa.
—¡Alex va a patearte el culo! —Había protestado furiosamente cuando al fin él se cansó de los argumentos, la levantó y la llevó a la cama—. Te arrancará las pelotas por esto, Kevin.
Capítulo 7
Kevin había aprendido años atrás cómo leer entre líneas cuando se trataba de las mujeres. El instinto de supervivencia era fuerte, y de niño había aprendido que una sonrisa suave y una voz dulce no siempre significaban un tierno corazón. Así como había aprendido que a menudo había una docena de definiciones diferentes para cualquier comentario que un hombre podía obtener cuando se trataba de preguntas difíciles. ¿La había lastimado? Oyó el ramalazo del evocado dolor en su voz, pero el recuerdo no era un daño físico. No la había obligado, no la había tomado tan rudamente que había destrozado sus sueños de niña la primera vez. Si su respuesta hacia él en el salón era algo a tener en cuenta, entonces ella había estado tan hambrienta por él, como él lo había estado por ella durante años. No, no había sido su cuerpo lo que había lastimado. Había sido algo mucho más delicado. Había dañado su joven corazón y seguramente la había asustado de muerte cuándo le habló de traer a sus primos a la cama. Mientras yacía en la cama la mañana siguiente y miraba fijamente el techo, habría resoplado ante ese pensamiento si no hubiera estado más preocupado por como despertar a la mujer que ahora dormía a su lado. ¿Compartirla? No podía ni imaginárselo. Incluso entonces el pensamiento de compartirla había enviado una punzada de desgarrada negación a través de su pecho, a pesar de su obstinación a seguir dedicado al extremo y lascivo placer de disfrutar en el acto. ¿Y ahora? Caramba, no había compartido ni una de sus mujeres en años, a pesar del obvio descontento de Nick en la reciente falta de ganas de su primo en participar en los juegos de su juventud.
La verdad se había hecho evidente cuando Joe volvió a casa de los Marines el año pasado para reclamar a su hermanastra. Incluso mientras el compartir había empezado a decaer, Kevin y Nick habían estado seguros de saber lo que iba a ocurrir. Que cuando Joe volviera, la necesidad de la diversión y los juegos regresaría. Sin embargo para Kevin no había regresado. Había visto la posesividad que su primo sintió inmediatamente por Kelly. Se había divertido. Más comprensivo de lo que Nick había sido, pero en privado aliviado. Tanto como una vez había deseado a la pequeña zorra con la que ahora Joe se había comprometido, se encontró que en el transcurso de los años el deseo había cambiado lentamente. El afecto y el proteccionismo habían remplazado a la lujuria. Pero la necesidad por _______ sólo había aumentado con los años. Quizás había entendido a Joe más que Nick porque ______ había regresado al pueblo cuando volvió Joe, y Kevin había estado peleando con los demonios que llegaron con la vuelta de ella: el conocimiento de que faltaba algo con ella, que algo le había sido arrebatado. Y ahora sabía exactamente lo que había perdido. Los recuerdos de una noche. El saber cómo olía, qué sabor tenía, los sonidos de los gritos y el susurro de su deseo mientras la tomaba. Todas las cosas que apreciaba del acto sexual desaparecieron desde la noche que había pasado con ella en la cama. Todo lo que tuvo fueron los sueños. Fragmentados, rotos, más provocadores que el conocimiento de un acto que amenazaba con explotar su cabeza de placer. ¡Ah, sí! Recordaba algo. En sus sueños, recordaba ser consumido por un fuego tan aplastante que había hecho todo lo posible para sobrevivir. El mismo fuego que lo había desgarrado el día anterior cuando la tomó abajo en el sofá, empujando dentro de ella, poseyéndola. Debería haberlo sabido, se dijo a sí mismo cuando giró la cabeza para contemplarla. Todos estos años, debería haber sabido que algo había ocurrido esa noche. Sino por el cambio abrupto de ______, entonces por el de su hermano Alex. Alex Jansen se había vuelto más irrespetuoso, si es posible, e incluso más crítico del estilo de vida de los primos, la misma semana que ______ había pasado de una emergente gatita sexual en su flirteo con Kevin a una fría y asustada mujer huyendo de un indescriptible terror. Demasiado joven y demasiado estúpido, pensó Kevin ahora. Eso es lo que había sido. Lo cual ahora lo hizo incluso un mayor bastardo a los ojos de ella. Sus labios se crisparon ante el recuerdo de la furia de ella el día anterior tan pronto como se dio cuenta exactamente cuan condenadamente sexy había estado cuando él la tomó.
No podía creer que se hubiera atrevido a chantajearla en la cama. Todavía podía recordar la conmoción en sus ojos, la incredulidad, la forma en que lo había observado durante el día como si esperara de él que de repente sonriera y declarara que todo había sido una broma. Hasta que abrió los ojos, mirando los suyos, y se dio cuenta que no tenía ninguna oportunidad de escapar ahora que la había tenido. Ella soñaba si pensaba que eso iba a ocurrir alguna vez. Kevin había aprendido un montón de cosas en los cuatro años que había pasado en los Marines y luego los últimos cuatro años entrenando y trabajando para la ATF. Había aprendido cómo ser duro. Cómo matar. Sabía cómo evaluar una situación en un solo momento y tomar decisiones relámpago que habían salvado su vida en más de una ocasión. Y lo había sabido, de pie fuera de ese almacén con _____ escondida fuera de peligro en su camioneta, había sabido que no había modo alguno de que ella fuera a su cama de una manera convencional. No, él tenía que tomar primero la decisión por ella, luego se dedicaría a hacerse perdonar por eso. Ahora volvió la cabeza y la miró, una sonrisa juguetona en sus labios. Le había llevado horas conseguir que tratara de dormir. Se había pasado el día caminando por la sección de abajo de su casa flotante, criticando, discutiendo y presentando algunas razones condenadamente buenas de por qué él era un bastardo de clase A y una desgracia para la raza humana. Su último argumento todavía lo tenía conteniendo la risa.
—¡Alex va a patearte el culo! —Había protestado furiosamente cuando al fin él se cansó de los argumentos, la levantó y la llevó a la cama—. Te arrancará las pelotas por esto, Kevin.
aranzhitha
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
la ame esta super genial
siguela
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ElitzJb
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
jajajajjajajajajaj esas amenazas de ____ dan el remiedo jajajajajajja :face:
jennito moreno
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
en la tarde la sigo porque tengo que ir a mis clases de voli ahorita pero en la tarde subo
aranzhitha
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
OK PERO SIGUELA PORQUE ESTA SUPERHOT
berenice_89
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
Waaaaa men encanta la nove *-* Soy nueva lectora. Saludos :D
NathyLove
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
Hola Bienvenida Nadia ahora mismo subo caps, lo siento por no subir pero es que estado ocupada ahora mismo las recompeenso con varios :)nadia123 escribió:Waaaaa men encanta la nove *-* Soy nueva lectora. Saludos :D
aranzhitha
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
Continuacion..
Como si se lo fuera a contar a Alex. Alex conocía la mayor parte sobre la noche que habían pasado juntos, pero no sabía lo suficiente para querer matar a Kevin. Ocho años atrás lo podría haber hecho. Ahora sin embargo sería un trabajo un poco más difícil. Sin embargo ella estaba en su cama. Llevando todavía la camiseta y las bragas, pero sin los tejanos que habían cubierto las esbeltas piernas cuando la subió. Podría haber estado demasiado enfadada para darle otra degustación de su acalorada excitación que él sabía que sentía, si no fuera porque el conocimiento de lo que ella todavía sentía estaba allí. Le apartó la sábana de las piernas lentamente, ignorando la pequeña protesta murmurada mientras cambiaba de posición de espaldas, una pierna doblada por la rodilla, la otra extendida a lo largo de la cama.
Un suave tanga de algodón cubría su coño, el material moldeándose sobre el montículo y revelando los suaves rizos de debajo. A Kevin raramente le gustaba ese crecimiento sedoso en el montículo de una mujer. Obstaculizaba sus placeres gastronómicos cuando iba hacia abajo en una mujer. Quería saborear su carne, sentir la sensibilidad de cada suave pliegue que escondía más allá el tesoro. Esos rizos tenían que desaparecer. Atar a ______ a él no iba a ser fácil. Era obstinada como el demonio, y ya se había hecho a la idea que Kevin y sus juegos sexuales eran demasiado para su liga. Porque estaba asustada. Había visto el destello de miedo en sus ojos. Ese femenino conocimiento que se había enfrentado a algo o a alguien que no estaba segura cómo manejar. Aprendería como manejarlo, cómo manejarle a él, porque el meollo del asunto era el hecho de que no podía arriesgarse a dejarla marchar. La información que tenían de la mujer del grupo de ladrones, que habían robado ese envío de armas en el itinerario hacia la guarnición del ejército de los Estados Unidos en Fort Knox, era demasiado similar a la descripción de ____. No había fotografías, nadie había logrado identificarla, y Kevin iba a asegurarse de que _______ no fuera identificada en lugar de la criminal. No le gustó la punzada en las entrañas que lo advertía que alguna mierda se avecinaba. Podía sentirlo, como una premonición. Una advertencia instintiva que el peligro se estaba acercando a su posición como un pájaro de presa volando sobre el valle en busca de comida. Y _______ estaba situada en el mismo centro del valle, un bocado apetitoso esperando simplemente a ser cogida en las fauces de quién o qué fuera lo que se estaba acercando. Tenía que ver con esos mísiles; podía sentirlo. No era una coincidencia que ella hubiera estado allí, pero tampoco podía convencerse a sí mismo de que ella estaba involucrada. Sin embargo había encontrado otra cosa en la pequeña casa que sus padres le habían dejado a ella y a Alex. La alfombra recientemente barrida había mostrado señales de tránsito. Conocía a _____; como la mayoría de las mujeres hacía las cosas de cierto modo, y recordó a Alex quejándose años atrás como siempre barría los suelos antes de irse de casa. Barría hacia la puerta principal, guardando la escoba en el armario del vestíbulo antes de salir, dejando la alfombra inmaculada y desprovista de huellas. La alfombra de _____ tenía huellas. Huellas ligeramente demasiado grandes para ser de ella. O es que trataba de convencerse a sí mismo. Eran sutiles; tenía que darle mérito a quien las hubiera hecho, alguien que había tratado de limpiarlas, pero no lo había conseguido del todo.
Las huellas habían empezado en el salón, justo fuera del pequeño recibidor. Habían caminado a través del salón, subiendo los escalones, y entrando en la habitación hacia el tocador, luego el armario. Mientras tanto, Kevin había encontrado, la dirección del almacén, doblado en una chaqueta de color bronce oscuro que había estado colgada de cualquier modo en el armario. No había nada más. Ni un trocito de papel, ni un alijo de dinero, nada que la vinculara al robo de armas, aparte de esa dirección. Había habido el suficiente alboroto para apaciguar su conciencia por mentir a sus superiores. No es que necesitara excusarse muy a menudo. Tenía un fuerte respeto por la cadena de mando, sin duda; él era, después de todo, un Marine. Pero sabía que a veces, algunas cosas necesitaban un poco más de investigación antes de informarles. _____ era una de esos ejemplos. Suave, cálida, más caliente que el infierno, y luchando contra él con uñas y dientes. Pero estaba de regreso en su cama y durmiendo a su lado. Cuántas veces, durante años, se había despertado, seguro de que la encontraría a su lado, sabiendo que el sueño que lo había perseguido tenía que ser más que un sueño. Y cada vez se había despertado a solas, hasta ahora. Caramba no, no iba a dejarla ir esa vez. La chantajearía miles de veces si con eso conseguía tenerla en su cama y mantenerla allí. La observó detenidamente, extendiendo la mano, las yemas de los dedos sólo tocando la sedosa piel de su muslo. Maldición, era tan suave. Como la seda más fina. El raso más caro. Cálida y dulce. Ella cambió otra vez de posición, un pequeño gemido murmurado se deslizó de sus labios mientras él dejó a sus dedos experimentar más de esa acalorada sensación, acariciando suavemente la redondeada carne. Ella susurró un suspiro, sus muslos apartándose más, dándole una clara visión de la dulce carne cubierta de algodón. ¿Estaba mojada? Detuvo los dedos en el muslo, a pocos centímetros de lo que era el paraíso.
—¿Incluye este trato importunarme mientras duermo? —Su exclamación de desdén medio adormecida fue enfatizada por un rápido tirón de la sábana, arrastrándola de vuelta sobre los muslos. Él sonrió. Maldición, ella iba a ser un reto, quizás más de lo que había previsto.
—Creo que debería empezar una lista —murmuró perezosamente, arrastrando la sábana hacia él—. Mantener tu culito fuera de la línea de fuego podría ser complicado. Necesitaré una compensación.
Ella no soltó la cobertura. Aferrándola con los dedos y los ojos color chocolate contemplándole furiosa.
—Ahora, ______ —la reprendió suavemente, sin embargo su mirada no era amable cuando se encontró con la de ella—. Suelta la sábana. Déjame ver por lo que estoy mintiendo actualmente.
—No me delatarías.
Ahora pudo ver la bravuconada en su mirada. Estaba bien descansada y sintiéndose más confiada, capaz de manejarlo mejor. Vamos a ver si puede. Contuvo el deseo, la necesidad, la tentación, y le echó una mirada acerada que había perfeccionado en los Marines. Una que aseguraba a los de rango superior e inferior que era alguien a tener en cuenta. Los ojos de ella parpadearon con indecisión.
—Es así, carita-linda. —Sonrió con satisfacción—. Cuando vuelva Alex, no será capaz de hacer nada acerca de lo que ha ocurrido aquí y ahora. Si mis superiores te relacionan con este caso, entonces desapareces.
—¿Por drogas? —resopló ella—. No lo creo, Kevin. Los traficantes de drogas no son terroristas.
—A menos que los terroristas trafiquen con drogas. —Él se encogió de hombros, omitiendo el hecho que este caso no tenía nada que ver con drogas. Parpadeó otra vez en silencio. Maldición, esa pequeña mente era rápida. Podía verla funcionando en su expresión, el juego de emociones que cruzaba su cara y asentándose por último en líneas de resentimiento y cólera.
—Deja de hacer esto —finalmente soltó entre los apretados dientes. —¿Por qué? —Si ella tenía una buena razón, él quizás cedería. Por esta mañana.
—Porque no quiero. —Pudo sentir como se puso tensa cuando él apartó completamente la sábana, su mirada se clavó en los montes de sus senos bajo la camiseta.
Qué no quería. Una mierda. Contuvo una sonrisa cómplice. Conocía a las mujeres, y conocía el lenguaje corporal, y si no estaba completamente equivocado, ella lo deseaba y mucho, quizás más que él. Sin embargo no podía imaginar que ella lo deseara más.
Juraría que su polla reventaría por la necesidad de meterse en los apretados y ardientes confines de su coño.
—Tienes los pezones duros. —E iba a saborearlos pronto—. ¿Tienes el coño húmedo? Lo siento, nena, pero si no lo quisieras, entonces hiciste una buenísima imitación ayer en mi sofá.
La conmoción y la excitación, cubrían su rostro tan cierto como el rubor que empezaba a subirle por el cuello y la cara. Y era condenadamente encantador. No había visto a una mujer ruborizándose en años. Pero todavía no estaba preparada para otra ronda, y Kevin pudo sentir la incertidumbre en ella. Si no tenía cuidado, podía elegir la cárcel en vez de a él. ______ podía ser increíblemente obstinada como bien sabía. No iba a tirarse piedras sobre el propio tejado.
—¿No contestas, eh? —Dejó que una sonrisa divertida arqueara sus labios. Demonios, _____ era divertida. A pesar de su reserva y enfado, era divertida. Ella se lamió los labios, y a él se le oprimió el estómago. Deseaba esa lengua otra vez en su polla. Si no se decidía a actuar malditamente pronto, entonces iba a tener que jugar otra muy delicada carta de la mano que se había repartido. Bien, chantaje era una palabra muy sucia, y un hombre tenía que tener alguna manera de respaldar su amenaza.
—Tengo que encontrarme con mi equipo esta tarde. —Rodó apartándose de ella, estirándose perezosamente mientras ella parecía congelarse a su lado—. Tenemos que atrapar a los chicos-y-chicas malos. —Le lanzó una despreocupada sonrisa mientras desenredaba las piernas de la sábana y se levantaba de la cama. Estrechó los ojos sobre él, con los dedos mortalmente aferrados en la sábana que mantenía sobre ella. Sin embargo estaba pensando. Él siempre podía decir cuando estaba rondando algo en su cabeza. Recordaba antes de que ella se fuera, captar esa mirada en su cara y desear estar tan profundamente en su interior que no podría esconderle nada. Esa necesidad sólo había aumentado. Ahora mismo, daría su brazo derecho por estar enterrado tan profundo en su interior que incluso sus células estarían encadenadas.
—¿Qué se supone que tengo que hacer ahora que me has echado del trabajo? —le gruñó airadamente—. Voy a presumir que durante este juego tuyo no tengo permiso para trabajar.
Kevin se rascó el pecho, sintiendo una oleada de satisfacción mientras ella lo recorría con la mirada. Estaba desnudo, excitado, y que lo condenaran si iba a esconderlo de ella.
—Tienes un trabajo —le aseguró, girándose hacia la cómoda baja del otro lado de la habitación, sacando ropas limpias.
—¿Qué clase de trabajo? —El tono bajo e iracundo le hizo arquear los labios otra vez.
—Follarme. Soy bastante difícil de contentar, _____. No necesitarás otro trabajo.
Entonces se agachó para esquivar el despertador que venía volando hacia su cabeza, luego esquivó el marco de fotos que tenía un retrato de su Harley. Pero sintió una creciente oleada de alegría en su interior cuando saltó hacia ella, agarrándole las muñecas cuando ella alargó la mano hacia la lámpara, arrastrándola debajo de él y sujetándola al colchón mientras corcoveaba, se retorcía y maldecía con toda la exuberancia de un maldito marinero. ______ no podía recordar el haber estado nunca tan furiosa. Una neblina roja le distorsionaba la visión, y una mezcla de enloquecida adrenalina, asesina y furiosa latía por sus venas.
—¡Bastardo! —Trató de gritar a través del pecho y garganta comprimidos—. ¿Tengo puta escrito en la frente? ¿Me parezco a una de tus Barbies hambrientas de sexo?
Se encogió ante el cuerpo que ahora yacía sobre el suyo, de los fuertes y desnudos muslos empujando entre los de ella y los poderosos brazos que sostenían su cuerpo sólo lo suficientemente apartado para permitirle respirar. Estaba afectada. La excitación bombeaba de un lado a otro por la furia, trayéndole enojadas lágrimas a los ojos cuando desfalleció debajo de él, exhausta, jadeante mientras lo miraba.
—Te odio —siseó, sintiendo la primera lágrima caer del ojo, siguiendo por su mejilla—. No puedo creer en qué bastardo te has convertido.
Se le iluminó la mirada, luego se volvió sombría cuando le sujeto las muñecas con una sola mano y acercó la otra para tocar la lágrima de su rostro.
—También lloraste. —Su voz era suave, melancólica—. ¿No? Cuando te besé, lloraste.
Oh sí, que iba a contestarle eso. No. Ni en un millón de años le contaría nunca lo que le hizo entonces, y ahora.
—Me dijiste que soñabas conmigo. —Apretó la mandíbula mientras un destello de lujuria le iluminaba los ojos como un relámpago.
—No soñaría contigo aunque fueras el último hombre de la tierra —se burló, jadeando por el esfuerzo de obligarlo a soltarla—. Quítate de encima. No te quiero cerca de mí.
Ella no quería la sangre bombeando en sus pezones y su clítoris con una fuerza que los tenía tensos, apretados e hinchados, contra el material de su ropa mientras él la cubría. No quería la piel tan sensible que podía notar el vello de su pecho, incluso a través de la camiseta. Y no quería el placer que estaba aumentando, ardiendo a través de ella mientras la sujetaba debajo, dominada. Indefensa.
—Pensé en ello toda la noche mientras dormías —dijo él cautelosamente—. Tomarte otra vez, tenerte debajo de mí. Eso es mejor que los sueños, ______. Ni siquiera se pueden comparar.
Su voz descendió a un susurro gutural mientras la mirada llameaba con pasión carnal. Era fascinante, observar la ardiente mirada, luego se iluminó con necesidad sexual.
—Quítate de encima, Kevin. —Era todo lo que pudo hacer para abrir paso a las palabras a través de sus labios—. No dejaré que me conviertas en una puta para tu diversión.
Como si se lo fuera a contar a Alex. Alex conocía la mayor parte sobre la noche que habían pasado juntos, pero no sabía lo suficiente para querer matar a Kevin. Ocho años atrás lo podría haber hecho. Ahora sin embargo sería un trabajo un poco más difícil. Sin embargo ella estaba en su cama. Llevando todavía la camiseta y las bragas, pero sin los tejanos que habían cubierto las esbeltas piernas cuando la subió. Podría haber estado demasiado enfadada para darle otra degustación de su acalorada excitación que él sabía que sentía, si no fuera porque el conocimiento de lo que ella todavía sentía estaba allí. Le apartó la sábana de las piernas lentamente, ignorando la pequeña protesta murmurada mientras cambiaba de posición de espaldas, una pierna doblada por la rodilla, la otra extendida a lo largo de la cama.
Un suave tanga de algodón cubría su coño, el material moldeándose sobre el montículo y revelando los suaves rizos de debajo. A Kevin raramente le gustaba ese crecimiento sedoso en el montículo de una mujer. Obstaculizaba sus placeres gastronómicos cuando iba hacia abajo en una mujer. Quería saborear su carne, sentir la sensibilidad de cada suave pliegue que escondía más allá el tesoro. Esos rizos tenían que desaparecer. Atar a ______ a él no iba a ser fácil. Era obstinada como el demonio, y ya se había hecho a la idea que Kevin y sus juegos sexuales eran demasiado para su liga. Porque estaba asustada. Había visto el destello de miedo en sus ojos. Ese femenino conocimiento que se había enfrentado a algo o a alguien que no estaba segura cómo manejar. Aprendería como manejarlo, cómo manejarle a él, porque el meollo del asunto era el hecho de que no podía arriesgarse a dejarla marchar. La información que tenían de la mujer del grupo de ladrones, que habían robado ese envío de armas en el itinerario hacia la guarnición del ejército de los Estados Unidos en Fort Knox, era demasiado similar a la descripción de ____. No había fotografías, nadie había logrado identificarla, y Kevin iba a asegurarse de que _______ no fuera identificada en lugar de la criminal. No le gustó la punzada en las entrañas que lo advertía que alguna mierda se avecinaba. Podía sentirlo, como una premonición. Una advertencia instintiva que el peligro se estaba acercando a su posición como un pájaro de presa volando sobre el valle en busca de comida. Y _______ estaba situada en el mismo centro del valle, un bocado apetitoso esperando simplemente a ser cogida en las fauces de quién o qué fuera lo que se estaba acercando. Tenía que ver con esos mísiles; podía sentirlo. No era una coincidencia que ella hubiera estado allí, pero tampoco podía convencerse a sí mismo de que ella estaba involucrada. Sin embargo había encontrado otra cosa en la pequeña casa que sus padres le habían dejado a ella y a Alex. La alfombra recientemente barrida había mostrado señales de tránsito. Conocía a _____; como la mayoría de las mujeres hacía las cosas de cierto modo, y recordó a Alex quejándose años atrás como siempre barría los suelos antes de irse de casa. Barría hacia la puerta principal, guardando la escoba en el armario del vestíbulo antes de salir, dejando la alfombra inmaculada y desprovista de huellas. La alfombra de _____ tenía huellas. Huellas ligeramente demasiado grandes para ser de ella. O es que trataba de convencerse a sí mismo. Eran sutiles; tenía que darle mérito a quien las hubiera hecho, alguien que había tratado de limpiarlas, pero no lo había conseguido del todo.
Las huellas habían empezado en el salón, justo fuera del pequeño recibidor. Habían caminado a través del salón, subiendo los escalones, y entrando en la habitación hacia el tocador, luego el armario. Mientras tanto, Kevin había encontrado, la dirección del almacén, doblado en una chaqueta de color bronce oscuro que había estado colgada de cualquier modo en el armario. No había nada más. Ni un trocito de papel, ni un alijo de dinero, nada que la vinculara al robo de armas, aparte de esa dirección. Había habido el suficiente alboroto para apaciguar su conciencia por mentir a sus superiores. No es que necesitara excusarse muy a menudo. Tenía un fuerte respeto por la cadena de mando, sin duda; él era, después de todo, un Marine. Pero sabía que a veces, algunas cosas necesitaban un poco más de investigación antes de informarles. _____ era una de esos ejemplos. Suave, cálida, más caliente que el infierno, y luchando contra él con uñas y dientes. Pero estaba de regreso en su cama y durmiendo a su lado. Cuántas veces, durante años, se había despertado, seguro de que la encontraría a su lado, sabiendo que el sueño que lo había perseguido tenía que ser más que un sueño. Y cada vez se había despertado a solas, hasta ahora. Caramba no, no iba a dejarla ir esa vez. La chantajearía miles de veces si con eso conseguía tenerla en su cama y mantenerla allí. La observó detenidamente, extendiendo la mano, las yemas de los dedos sólo tocando la sedosa piel de su muslo. Maldición, era tan suave. Como la seda más fina. El raso más caro. Cálida y dulce. Ella cambió otra vez de posición, un pequeño gemido murmurado se deslizó de sus labios mientras él dejó a sus dedos experimentar más de esa acalorada sensación, acariciando suavemente la redondeada carne. Ella susurró un suspiro, sus muslos apartándose más, dándole una clara visión de la dulce carne cubierta de algodón. ¿Estaba mojada? Detuvo los dedos en el muslo, a pocos centímetros de lo que era el paraíso.
—¿Incluye este trato importunarme mientras duermo? —Su exclamación de desdén medio adormecida fue enfatizada por un rápido tirón de la sábana, arrastrándola de vuelta sobre los muslos. Él sonrió. Maldición, ella iba a ser un reto, quizás más de lo que había previsto.
—Creo que debería empezar una lista —murmuró perezosamente, arrastrando la sábana hacia él—. Mantener tu culito fuera de la línea de fuego podría ser complicado. Necesitaré una compensación.
Ella no soltó la cobertura. Aferrándola con los dedos y los ojos color chocolate contemplándole furiosa.
—Ahora, ______ —la reprendió suavemente, sin embargo su mirada no era amable cuando se encontró con la de ella—. Suelta la sábana. Déjame ver por lo que estoy mintiendo actualmente.
—No me delatarías.
Ahora pudo ver la bravuconada en su mirada. Estaba bien descansada y sintiéndose más confiada, capaz de manejarlo mejor. Vamos a ver si puede. Contuvo el deseo, la necesidad, la tentación, y le echó una mirada acerada que había perfeccionado en los Marines. Una que aseguraba a los de rango superior e inferior que era alguien a tener en cuenta. Los ojos de ella parpadearon con indecisión.
—Es así, carita-linda. —Sonrió con satisfacción—. Cuando vuelva Alex, no será capaz de hacer nada acerca de lo que ha ocurrido aquí y ahora. Si mis superiores te relacionan con este caso, entonces desapareces.
—¿Por drogas? —resopló ella—. No lo creo, Kevin. Los traficantes de drogas no son terroristas.
—A menos que los terroristas trafiquen con drogas. —Él se encogió de hombros, omitiendo el hecho que este caso no tenía nada que ver con drogas. Parpadeó otra vez en silencio. Maldición, esa pequeña mente era rápida. Podía verla funcionando en su expresión, el juego de emociones que cruzaba su cara y asentándose por último en líneas de resentimiento y cólera.
—Deja de hacer esto —finalmente soltó entre los apretados dientes. —¿Por qué? —Si ella tenía una buena razón, él quizás cedería. Por esta mañana.
—Porque no quiero. —Pudo sentir como se puso tensa cuando él apartó completamente la sábana, su mirada se clavó en los montes de sus senos bajo la camiseta.
Qué no quería. Una mierda. Contuvo una sonrisa cómplice. Conocía a las mujeres, y conocía el lenguaje corporal, y si no estaba completamente equivocado, ella lo deseaba y mucho, quizás más que él. Sin embargo no podía imaginar que ella lo deseara más.
Juraría que su polla reventaría por la necesidad de meterse en los apretados y ardientes confines de su coño.
—Tienes los pezones duros. —E iba a saborearlos pronto—. ¿Tienes el coño húmedo? Lo siento, nena, pero si no lo quisieras, entonces hiciste una buenísima imitación ayer en mi sofá.
La conmoción y la excitación, cubrían su rostro tan cierto como el rubor que empezaba a subirle por el cuello y la cara. Y era condenadamente encantador. No había visto a una mujer ruborizándose en años. Pero todavía no estaba preparada para otra ronda, y Kevin pudo sentir la incertidumbre en ella. Si no tenía cuidado, podía elegir la cárcel en vez de a él. ______ podía ser increíblemente obstinada como bien sabía. No iba a tirarse piedras sobre el propio tejado.
—¿No contestas, eh? —Dejó que una sonrisa divertida arqueara sus labios. Demonios, _____ era divertida. A pesar de su reserva y enfado, era divertida. Ella se lamió los labios, y a él se le oprimió el estómago. Deseaba esa lengua otra vez en su polla. Si no se decidía a actuar malditamente pronto, entonces iba a tener que jugar otra muy delicada carta de la mano que se había repartido. Bien, chantaje era una palabra muy sucia, y un hombre tenía que tener alguna manera de respaldar su amenaza.
—Tengo que encontrarme con mi equipo esta tarde. —Rodó apartándose de ella, estirándose perezosamente mientras ella parecía congelarse a su lado—. Tenemos que atrapar a los chicos-y-chicas malos. —Le lanzó una despreocupada sonrisa mientras desenredaba las piernas de la sábana y se levantaba de la cama. Estrechó los ojos sobre él, con los dedos mortalmente aferrados en la sábana que mantenía sobre ella. Sin embargo estaba pensando. Él siempre podía decir cuando estaba rondando algo en su cabeza. Recordaba antes de que ella se fuera, captar esa mirada en su cara y desear estar tan profundamente en su interior que no podría esconderle nada. Esa necesidad sólo había aumentado. Ahora mismo, daría su brazo derecho por estar enterrado tan profundo en su interior que incluso sus células estarían encadenadas.
—¿Qué se supone que tengo que hacer ahora que me has echado del trabajo? —le gruñó airadamente—. Voy a presumir que durante este juego tuyo no tengo permiso para trabajar.
Kevin se rascó el pecho, sintiendo una oleada de satisfacción mientras ella lo recorría con la mirada. Estaba desnudo, excitado, y que lo condenaran si iba a esconderlo de ella.
—Tienes un trabajo —le aseguró, girándose hacia la cómoda baja del otro lado de la habitación, sacando ropas limpias.
—¿Qué clase de trabajo? —El tono bajo e iracundo le hizo arquear los labios otra vez.
—Follarme. Soy bastante difícil de contentar, _____. No necesitarás otro trabajo.
Entonces se agachó para esquivar el despertador que venía volando hacia su cabeza, luego esquivó el marco de fotos que tenía un retrato de su Harley. Pero sintió una creciente oleada de alegría en su interior cuando saltó hacia ella, agarrándole las muñecas cuando ella alargó la mano hacia la lámpara, arrastrándola debajo de él y sujetándola al colchón mientras corcoveaba, se retorcía y maldecía con toda la exuberancia de un maldito marinero. ______ no podía recordar el haber estado nunca tan furiosa. Una neblina roja le distorsionaba la visión, y una mezcla de enloquecida adrenalina, asesina y furiosa latía por sus venas.
—¡Bastardo! —Trató de gritar a través del pecho y garganta comprimidos—. ¿Tengo puta escrito en la frente? ¿Me parezco a una de tus Barbies hambrientas de sexo?
Se encogió ante el cuerpo que ahora yacía sobre el suyo, de los fuertes y desnudos muslos empujando entre los de ella y los poderosos brazos que sostenían su cuerpo sólo lo suficientemente apartado para permitirle respirar. Estaba afectada. La excitación bombeaba de un lado a otro por la furia, trayéndole enojadas lágrimas a los ojos cuando desfalleció debajo de él, exhausta, jadeante mientras lo miraba.
—Te odio —siseó, sintiendo la primera lágrima caer del ojo, siguiendo por su mejilla—. No puedo creer en qué bastardo te has convertido.
Se le iluminó la mirada, luego se volvió sombría cuando le sujeto las muñecas con una sola mano y acercó la otra para tocar la lágrima de su rostro.
—También lloraste. —Su voz era suave, melancólica—. ¿No? Cuando te besé, lloraste.
Oh sí, que iba a contestarle eso. No. Ni en un millón de años le contaría nunca lo que le hizo entonces, y ahora.
—Me dijiste que soñabas conmigo. —Apretó la mandíbula mientras un destello de lujuria le iluminaba los ojos como un relámpago.
—No soñaría contigo aunque fueras el último hombre de la tierra —se burló, jadeando por el esfuerzo de obligarlo a soltarla—. Quítate de encima. No te quiero cerca de mí.
Ella no quería la sangre bombeando en sus pezones y su clítoris con una fuerza que los tenía tensos, apretados e hinchados, contra el material de su ropa mientras él la cubría. No quería la piel tan sensible que podía notar el vello de su pecho, incluso a través de la camiseta. Y no quería el placer que estaba aumentando, ardiendo a través de ella mientras la sujetaba debajo, dominada. Indefensa.
—Pensé en ello toda la noche mientras dormías —dijo él cautelosamente—. Tomarte otra vez, tenerte debajo de mí. Eso es mejor que los sueños, ______. Ni siquiera se pueden comparar.
Su voz descendió a un susurro gutural mientras la mirada llameaba con pasión carnal. Era fascinante, observar la ardiente mirada, luego se iluminó con necesidad sexual.
—Quítate de encima, Kevin. —Era todo lo que pudo hacer para abrir paso a las palabras a través de sus labios—. No dejaré que me conviertas en una puta para tu diversión.
aranzhitha
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
—Di esa palabra otra vez, y te haré lamentarlo, _____. —La orden fue cortante y llena de amenaza—. No te he llamado puta, y nunca creí que lo fueras.
—¿No? Evidentemente lo haces, si piensas que mi único trabajo es follarte. —Forcejeó con él otra vez, sólo para quedarse quieta cuando sintió el extremo de la ancha cabeza de su polla contra la entrepierna de sus delgadas bragas. Demasiado delgadas, porque podía sentir el calor de su gruesa carne presionando contra ella.
—Hasta que averigüe qué demonios está pasando, ese es exactamente tu trabajo. Porque, no cometas un error, carita-linda, ya no soy una persona generosa. Sólo porque no seas culpable no significa que no lo parezcas. Me necesitas para permanecer fuera de la cárcel. Y conoces el precio de mi ayuda.
¿Lo decía en serio? ¿Y verdaderamente importaba en este punto si lo era o no? Sus sentidos se amotinaron de repente al sentir la cabeza de su polla presionando contra ella, provocándole estar más húmeda, su carne más sensible. No quería esto. _____ negó con la cabeza cuando sintió los labios de Kevin en la mejilla, áspero terciopelo, deslizándose sobre su carne mientras la respiración se le atoraba en la garganta.
—Nada me importa excepto follarte. —La repugnancia por él mismo llenó su voz—. Estando tan profundamente dentro de ti que esta hambre que me ha carcomido las entrañas durante ocho años se disuelva. —Levantó la cabeza mientras la miraba con el ceño fruncido desde los ojos entrecerrados sensualmente—. No te equivoques, ______, extenderás esas bonitas piernas para mí otra vez, y me darás lo que quiero. Porque es la única manera de que mantenga tú culo fuera de la cárcel. Aléjate de mí, y no moveré un dedo para ayudarte cuando pongan las esposas en tus muñecas y desaparezcas. Porque, nena, entonces estará fuera de mi alcance y no podría ayudarte aunque quisiera.
—¿Pero lo harás si me acuesto contigo? —La desilusión, la decepción, oyó todo eso en su voz. Simplemente, como él dijo, a menos que él cediera, no tenía elección.
—Por supuesto. —Su sonrisa era tensa y dura—. Sabré dónde estás. Sabré si estás jugando sucio o no, y entonces poner mi cuello en peligro no me parecerá una jodida tarea de tontos. Ahora haz tu elección.
_____ lo contempló, admitiendo al fin que el hombre con el que había soñado durante ocho años había desaparecido, en más formas de las que se había imaginado.
—Es lo mismo que una violación —susurró, entonces se tragó un gemido cuando la mano libre de él fue hacia abajo, apartando las bragas y permitiendo que la pesada cresta de su polla se deslizara a través de los jugos allí reunidos.
—¿Te gusta mentirte a ti misma, _____? -Kevin estaba ahora respirando con dificultad, y ______ encontró casi imposible aspirar el suficiente oxígeno por sí misma. El aire estaba empañado de lujuria, su cuerpo tan sensible ahora, su clítoris tan hinchado, se preguntaba si podría sobrevivir si no la follaba. —Maldición —gruñó él de repente, la mano aferrada en su cadera mientras dejaba deslizar la polla a través de la espesa humedad hasta que sentir el roce sobre su clítoris la hizo sacudirse en su abrazo y gimotear de pasión. —Tu coño está tan caliente que arderé hasta las cenizas —murmuró, bajando la cabeza otra vez, sus labios rozando los de ella, sin embargó ignoró sus labios abiertos para ir hacia la mandíbula—. Como seda caliente, seda líquida. Déjame tenerte otra vez, _____. Te tomaré lentamente esta vez. —Ahora sus labios acariciaron el lóbulo de la oreja—. Me deslizaré en tu interior tan despacio y dulce, cariño. Y te prometo, que te haré gritar de placer otra vez.
Como hizo la primera vez y ayer de nuevo. Pero entonces, ambas veces él había golpeado dentro de ella, conmocionándola. Atravesándola. La había tomado con una fuerza que la había dejado impresionada, no solo por su posesión, sino por su propia respuesta. Mientras hablaba, la mano libre se deslizó debajo de la camiseta. Amplia y callosa, rozó sobre la sensible carne, enviando brillantes lanzas de placer estallando a través de su cuerpo.
— Kevin, no pienses...
—Nunca pienso cerca de ti —murmuró mientras sus labios retrocedían a lo largo de la mandíbula—. Todo lo que hago es sentir. —Sus labios se movieron, arrastrando su erección hacia abajo, la gruesa cabeza deslizándose a través de los saturados pliegues, entonces con una malvada efectividad, presionó en la apretada entrada de su vagina. _____ se quedó inmóvil. Clavó la mirada en Kevin mientras él levantaba la cabeza, sus ojos casi sin color, el verde tan pálido que las pupilas de sus ojos se destacaban en el centro.
—¿Estás protegida? —Su voz era atormentada.
—A bonita hora haces esa pregunta. —Los puños apretados, las muñecas forcejeando en su sujeción. Por supuesto que estaba protegida. Había aprendido la lección. Permanecía protegida. Era tanto placer. Podía sentir como aumentaba enérgicamente dentro de ella, desgarrando sus sentidos, disolviendo las objeciones. Igual como hizo la primera vez, le estaba haciendo pedazos las amarras de su sentido común.
—¡Contéstame! —Tenía los labios apretados, el cuerpo tenso.
—Sí... —El grito que le arrancó era una mezcla de placentera agonía y amarga comprensión. El fuerte y duro empuje que le envió atravesando a través de los músculos sin uso y la resbaladiza carne ardiente, fue casi tan doloroso como había sido la primera vez. Y era indudablemente más placentero de lo que debería haber sido. ______ lo contempló conmocionada y sorprendida, insegura, confundida. Se suponía que esto no tenía que ocurrir. No así. No tan rápido. En absoluto, si ella no hubiera estado tan débil, tan húmeda.
— Kevin. —Se estremecería ante el suplicante tono de su voz más tarde. Por ahora, todo lo que podía hacer era yacer allí, sentir los músculos de su coño ondeándose, apretándose y resistiéndose a aceptar la carne que la empalaba.
Pequeños dardos de sensaciones le recorrían el cuerpo, detonando con temblorosa fuerza en zonas erógenas que ella no sabía que eran zonas erógenas.
—¿Sabes? —una tosca mueca crispó su expresión mientras flexionaba las caderas contra ella, provocando que la cabeza de su polla acariciara la parte más profunda de su vagina de una forma que le hizo perder el aliento violentamente—, ¿sabes lo apretado y caliente que es tu coño? ¿Cómo se siente envolviéndome?
Ella negó con la cabeza. No podía hacer eso otra vez. Oír su voz, sus palabras provocaban en ella que estuviera más húmeda, más caliente. No podía dejarle robarle la mente o el corazón de nuevo. Pero lo hizo, robándoselo todo mientras el placer empezaba a desgarrarse a través de sus sentidos.
—Ahora. Córrete, cariño.
Casi gimió al sentir el cambio de posición de su polla, estirándola al límite mientras la levantaba lo suficiente, justo lo suficiente, para sacarle la camiseta del cuerpo, dejando al descubierto el sostén de encaje que llevaba debajo. Un sujetador que no hacía nada por esconder las fruncidas protuberancias de sus pezones.
—Esto no... no es una buena idea —jadeó mientras el cierre frontal del sujetador se soltaba, y sus pechos se derramaban en las expectantes palmas.
—¿Succioné estos preciosos pezones esa primera vez? —le preguntó entonces, la voz un fuerte y entrecortado gruñido—. Soñé que lo hice. Soñé que me los comía. Que me alimentaba de ellos.
Ella zarandeó la cabeza sobre el colchón mientras le agarraba las muñecas con las manos. En resistencia o protesta los dedos acariciaron los montículos henchidos, los pulgares pasaron sobre los apretados pezones, ella no estaba segura.
— Kevin, pienso... —Ella necesitaba pensar.
—No pienses. —Le sacó el sujetador antes de tirarlo descuidadamente—. Piensas demasiado, _____.
Un segundo más tarde sus bragas fueron arrancadas de las caderas los pedacitos arrojados al suelo mientras ella contemplaba su cuerpo. Directamente dónde estaban unidos. Oscuros rizos marrones brillaban con la humedad y presionaban contra la pelvis de él. Sus piernas estaban extendidas ampliamente para acomodar los poderosos muslos, sus rodillas dobladas y abrazando el exterior de las piernas de él.
—Mira que bien nos vemos juntos. —Su voz era un murmullo insidioso de ardiente lujuria y placer mientras se flexionaba dentro de ella de nuevo—. Déjame mostrarte, cariño. Mira esto.
—¿No? Evidentemente lo haces, si piensas que mi único trabajo es follarte. —Forcejeó con él otra vez, sólo para quedarse quieta cuando sintió el extremo de la ancha cabeza de su polla contra la entrepierna de sus delgadas bragas. Demasiado delgadas, porque podía sentir el calor de su gruesa carne presionando contra ella.
—Hasta que averigüe qué demonios está pasando, ese es exactamente tu trabajo. Porque, no cometas un error, carita-linda, ya no soy una persona generosa. Sólo porque no seas culpable no significa que no lo parezcas. Me necesitas para permanecer fuera de la cárcel. Y conoces el precio de mi ayuda.
¿Lo decía en serio? ¿Y verdaderamente importaba en este punto si lo era o no? Sus sentidos se amotinaron de repente al sentir la cabeza de su polla presionando contra ella, provocándole estar más húmeda, su carne más sensible. No quería esto. _____ negó con la cabeza cuando sintió los labios de Kevin en la mejilla, áspero terciopelo, deslizándose sobre su carne mientras la respiración se le atoraba en la garganta.
—Nada me importa excepto follarte. —La repugnancia por él mismo llenó su voz—. Estando tan profundamente dentro de ti que esta hambre que me ha carcomido las entrañas durante ocho años se disuelva. —Levantó la cabeza mientras la miraba con el ceño fruncido desde los ojos entrecerrados sensualmente—. No te equivoques, ______, extenderás esas bonitas piernas para mí otra vez, y me darás lo que quiero. Porque es la única manera de que mantenga tú culo fuera de la cárcel. Aléjate de mí, y no moveré un dedo para ayudarte cuando pongan las esposas en tus muñecas y desaparezcas. Porque, nena, entonces estará fuera de mi alcance y no podría ayudarte aunque quisiera.
—¿Pero lo harás si me acuesto contigo? —La desilusión, la decepción, oyó todo eso en su voz. Simplemente, como él dijo, a menos que él cediera, no tenía elección.
—Por supuesto. —Su sonrisa era tensa y dura—. Sabré dónde estás. Sabré si estás jugando sucio o no, y entonces poner mi cuello en peligro no me parecerá una jodida tarea de tontos. Ahora haz tu elección.
_____ lo contempló, admitiendo al fin que el hombre con el que había soñado durante ocho años había desaparecido, en más formas de las que se había imaginado.
—Es lo mismo que una violación —susurró, entonces se tragó un gemido cuando la mano libre de él fue hacia abajo, apartando las bragas y permitiendo que la pesada cresta de su polla se deslizara a través de los jugos allí reunidos.
—¿Te gusta mentirte a ti misma, _____? -Kevin estaba ahora respirando con dificultad, y ______ encontró casi imposible aspirar el suficiente oxígeno por sí misma. El aire estaba empañado de lujuria, su cuerpo tan sensible ahora, su clítoris tan hinchado, se preguntaba si podría sobrevivir si no la follaba. —Maldición —gruñó él de repente, la mano aferrada en su cadera mientras dejaba deslizar la polla a través de la espesa humedad hasta que sentir el roce sobre su clítoris la hizo sacudirse en su abrazo y gimotear de pasión. —Tu coño está tan caliente que arderé hasta las cenizas —murmuró, bajando la cabeza otra vez, sus labios rozando los de ella, sin embargó ignoró sus labios abiertos para ir hacia la mandíbula—. Como seda caliente, seda líquida. Déjame tenerte otra vez, _____. Te tomaré lentamente esta vez. —Ahora sus labios acariciaron el lóbulo de la oreja—. Me deslizaré en tu interior tan despacio y dulce, cariño. Y te prometo, que te haré gritar de placer otra vez.
Como hizo la primera vez y ayer de nuevo. Pero entonces, ambas veces él había golpeado dentro de ella, conmocionándola. Atravesándola. La había tomado con una fuerza que la había dejado impresionada, no solo por su posesión, sino por su propia respuesta. Mientras hablaba, la mano libre se deslizó debajo de la camiseta. Amplia y callosa, rozó sobre la sensible carne, enviando brillantes lanzas de placer estallando a través de su cuerpo.
— Kevin, no pienses...
—Nunca pienso cerca de ti —murmuró mientras sus labios retrocedían a lo largo de la mandíbula—. Todo lo que hago es sentir. —Sus labios se movieron, arrastrando su erección hacia abajo, la gruesa cabeza deslizándose a través de los saturados pliegues, entonces con una malvada efectividad, presionó en la apretada entrada de su vagina. _____ se quedó inmóvil. Clavó la mirada en Kevin mientras él levantaba la cabeza, sus ojos casi sin color, el verde tan pálido que las pupilas de sus ojos se destacaban en el centro.
—¿Estás protegida? —Su voz era atormentada.
—A bonita hora haces esa pregunta. —Los puños apretados, las muñecas forcejeando en su sujeción. Por supuesto que estaba protegida. Había aprendido la lección. Permanecía protegida. Era tanto placer. Podía sentir como aumentaba enérgicamente dentro de ella, desgarrando sus sentidos, disolviendo las objeciones. Igual como hizo la primera vez, le estaba haciendo pedazos las amarras de su sentido común.
—¡Contéstame! —Tenía los labios apretados, el cuerpo tenso.
—Sí... —El grito que le arrancó era una mezcla de placentera agonía y amarga comprensión. El fuerte y duro empuje que le envió atravesando a través de los músculos sin uso y la resbaladiza carne ardiente, fue casi tan doloroso como había sido la primera vez. Y era indudablemente más placentero de lo que debería haber sido. ______ lo contempló conmocionada y sorprendida, insegura, confundida. Se suponía que esto no tenía que ocurrir. No así. No tan rápido. En absoluto, si ella no hubiera estado tan débil, tan húmeda.
— Kevin. —Se estremecería ante el suplicante tono de su voz más tarde. Por ahora, todo lo que podía hacer era yacer allí, sentir los músculos de su coño ondeándose, apretándose y resistiéndose a aceptar la carne que la empalaba.
Pequeños dardos de sensaciones le recorrían el cuerpo, detonando con temblorosa fuerza en zonas erógenas que ella no sabía que eran zonas erógenas.
—¿Sabes? —una tosca mueca crispó su expresión mientras flexionaba las caderas contra ella, provocando que la cabeza de su polla acariciara la parte más profunda de su vagina de una forma que le hizo perder el aliento violentamente—, ¿sabes lo apretado y caliente que es tu coño? ¿Cómo se siente envolviéndome?
Ella negó con la cabeza. No podía hacer eso otra vez. Oír su voz, sus palabras provocaban en ella que estuviera más húmeda, más caliente. No podía dejarle robarle la mente o el corazón de nuevo. Pero lo hizo, robándoselo todo mientras el placer empezaba a desgarrarse a través de sus sentidos.
—Ahora. Córrete, cariño.
Casi gimió al sentir el cambio de posición de su polla, estirándola al límite mientras la levantaba lo suficiente, justo lo suficiente, para sacarle la camiseta del cuerpo, dejando al descubierto el sostén de encaje que llevaba debajo. Un sujetador que no hacía nada por esconder las fruncidas protuberancias de sus pezones.
—Esto no... no es una buena idea —jadeó mientras el cierre frontal del sujetador se soltaba, y sus pechos se derramaban en las expectantes palmas.
—¿Succioné estos preciosos pezones esa primera vez? —le preguntó entonces, la voz un fuerte y entrecortado gruñido—. Soñé que lo hice. Soñé que me los comía. Que me alimentaba de ellos.
Ella zarandeó la cabeza sobre el colchón mientras le agarraba las muñecas con las manos. En resistencia o protesta los dedos acariciaron los montículos henchidos, los pulgares pasaron sobre los apretados pezones, ella no estaba segura.
— Kevin, pienso... —Ella necesitaba pensar.
—No pienses. —Le sacó el sujetador antes de tirarlo descuidadamente—. Piensas demasiado, _____.
Un segundo más tarde sus bragas fueron arrancadas de las caderas los pedacitos arrojados al suelo mientras ella contemplaba su cuerpo. Directamente dónde estaban unidos. Oscuros rizos marrones brillaban con la humedad y presionaban contra la pelvis de él. Sus piernas estaban extendidas ampliamente para acomodar los poderosos muslos, sus rodillas dobladas y abrazando el exterior de las piernas de él.
—Mira que bien nos vemos juntos. —Su voz era un murmullo insidioso de ardiente lujuria y placer mientras se flexionaba dentro de ella de nuevo—. Déjame mostrarte, cariño. Mira esto.
aranzhitha
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
Capítulo 8
—Déjame mostrarte...
_____ no tenía más remedio que observar. Aturdida, fascinada, incluso más de lo que había estado ayer. Observaba como Kevin desplazaba lentamente las caderas hacia atrás, la erección liberándose del íntimo abrazo mientras una negativa abandonaba sus labios. La gruesa y dura carne estaba enrojecida de un rojo vivo, la cabeza de su polla púrpura, pulsante y lo suficientemente grande para hacerla tragar con dificultad ante la visión. Resplandecía con sus jugos, brillando bajo la luz del sol de la tarde que atravesaba las altas y estrechas ventanas sobre la cama. Era un poderoso y duro hierro candente, y en unos segundos se acomodó dentro de ella otra vez. ______ también lo observó. No podía evitarlo. Era tan sexy y erótico. Centímetro a centímetro, desapareció en su interior hasta que otra vez el vello púbico de él se enredó con el suyo mientras un leve gemido se escapaba de sus labios.
—He soñado con esto —habló él con voz áspera—. Observar mi polla llenándote lenta y suavemente. Observarte tomándome.
Quedó atrapada en un torbellino, las sensaciones apilándose una encima de otra, el placer haciéndola pedazos mientras la rígida longitud de su polla la ensanchaba, enviando un ardiente éxtasis agitándose por todo su cuerpo. ¿Cómo se suponía que tenía que negarse a él ahora? ¿Cómo demonios se suponía que sobreviviría de nuevo una vez se acabara y Kevin fuera hacia la siguiente conquista? Porque esto —oh, Señor— esto podría convertirse en adictivo. Apartó la mirada de dónde él estaba enterrado en ella, subiendo por los lisos y ondeantes planos de su abdomen hasta la extremadamente marcada expresión. Los ojos verde pálido resplandecían en el oscuro plano de su cara; largas y sombrías pestañas descendían a media asta; y un rubor de erótico placer teñía sus pómulos.
Era un guerrero, un conquistador, y le estaba robando el alma.
—Te gusta. —Cambió de posición, moviéndose, saliendo de su cuerpo lentamente antes de empujar con fuerza dentro de ella otra vez. Piedad. Era demasiado bueno. Encorvó la espalda arqueándose, llevándolo dentro de ella mientras sentía los músculos de su coño abriéndose de nuevo. Ardiente y abrasador placer. —Dime que te gusta, _____. —Su voz estaba llena de malvado conocimiento mientras empezaba un lento y fuerte ritmo, follándola como si pensara que tenía todo el tiempo del mundo cuando ella sabía que si no tenía un orgasmo pronto, iba a morir. —Vamos, cariño —la urgió, la voz insistente, casi tierna—. Dime que añoraste sentirme dentro de ti, follándote lenta y suavemente, haciéndote arder para mí.
Sacudió la cabeza desesperadamente. No podía añorar lo que no había tenido, ¿no? La había tomado duro, rápido, en una variedad de formas y posiciones, pero no la había tomado de esta manera. Como si el acto importara. Como si ella importara.
—Mírame, _____. Vamos, abre los ojos, cariño.
Su voz era demasiado tierna, demasiado ronca por la pasión. Abrió los ojos y notó caer la primera lágrima. Una estúpida lágrima, porque la estaba tomando demasiado profundo, robándole demasiado. Kevin casi se detuvo ante la visión de esa solitaria lágrima descendiendo por la mejilla. Y lo habría hecho, si no hubiera visto mucho más que eso en sus ojos. Resplandeciendo tenuemente húmedos, estaban llenos con tal atormentada necesidad, un hambre que reconoció, una que iba directamente al alma. Era un hambre que reconocía porque era la misma hambre que lo había atormentado tanto tiempo. Tantos años soñando con ella, y era mejor que en su sueño. Más dulce que la pasión, más cálida que la lujuria. Humedad sedosa por los jugos reunidos dentro de ella, cubriendo su polla con calor almibarado y lubricando cada fuerte empuje en su interior. Delicados músculos sujetaban su polla, acariciándolo con el agarre de un puño apretado, y casi destruyó su determinación por ir despacio. De tomarla con calma. De saborear cada jodido minuto dentro de ella cuando no quería nada más que machacar en su coño con ávidos y duros embates.
Era un amante duro. Siempre lo había sabido. A veces odiaba esa parte de su sensualidad, porque ir despacio y con calma le costaba mucho esfuerzo. Tenía que planear cada empuje para mantener la calma. Hasta _____. Tomarla despacio y con calma era... maldición, era fácil. No pensaba, saboreaba, gozaba, quemándose vivo en su pasión.
—No debería haberte tomado tan duro ayer —canturreó, repentinamente preguntándose si después de todo había sido demasiado rudo con ella, si la había lastimado. Ella era delicada, tierna. No como las otras mujeres con las que había estado, mujeres que sabían y dieron por hecho ese rasgo habitual de su sexualidad.
— Kevin. —Ella estaba jadeando. Esos rígidos y pequeños pezones estaban empujando más cerca de su cara mientras los labios se abrían para coger más aire—. Por favor... —lanzó la cabeza en la almohada—. Así no.
—¿Así no?
Empujó en su interior, profundo, obligándose a detenerse, hacerle sentir como su polla latía dentro de ella. —Estás envolviéndome como un puño —rechinó—. Siéntelo, _____. Yo puedo. Tu coño está trabajando sobre mi polla como una caliente boquita hambrienta de satisfacción. Niega que deseas esto. De este modo.
Se dobló otra vez dentro de ella, sentir la cabeza de su polla acariciándola, la corona situada perfectamente logrando llegar con el borde acampanado y rígido en su punto G. La acarició internamente, observando oscurecer sus ojos, la cara ruborizándose con un delicado rosa mientras el placer empezaba a aumentar más y más, más ardiente. Maldición, lo estaba enardeciendo simplemente con su tacto. La sangre golpeaba en su cabeza, la adrenalina y el deseo le nublaban la visión mientras sacudía la cabeza y respiraba con dificultad. Unos minutos más. Dios, tenía que sentirla sólo unos pocos minutos más. No podía correrse todavía, no todavía, no hasta que esas pequeñas ondas alrededor de su polla empezaron a apretar y a convulsionarse en la liberación. _____ sintió las piernas elevándose, sintió el cuerpo derretirse, y gimoteó ante la entrega que asaltó su mente. No podía oponerse a esto. Él estaba enterrado dentro de ella, ardientemente caliente y grueso, presionando y acariciando los músculos internos que incluso después de todo este tiempo no habían olvidado el placer que podía darle. Se mordió el labio y lo miró fijamente. Su hombre salvaje. Eso es lo que era, un hombre salvaje. Quizás no suyo, excepto ahora, enterrado dentro de ella, por este instante, él era suyo. Y era en cada centímetro un hombre primitivo y sexual.
Ahora tenía los ojos tan claros que parecían brillar en su cara, los labios tensos por la lucha por el control. No quería su control. Quería lo que había tenido antes. Salvaje, primitivo. Quizás, solo quizás, podría sobrevivir a las consecuencias más tarde. Mientras observaba, una sonrisa tironeó de la tensa línea de sus labios, y él empezó a moverse otra vez. Ese lento y destructivo ritmo que la obligaba a sentir cada ardiente centímetro de su polla. Oh, eso era bueno. Se quedó sin respiración; un duro y brusco estremecimiento le recorrió el cuerpo mientras alzaba bruscamente las caderas para mantenerlo en su interior tanto como fuera posible.
—Oh sí, te gusta esto —murmuró él, la voz volviéndose más espesa, ronca—. Me gusta, _____. Me gusta mucho.
Por supuesto que le gustaba. Estaba ganando. El triunfo brillaba en su mirada mientras las manos de ella se apretaron en las muñecas al lado de su cabeza.
—Veamos si te gusta esto.
El ritmo permaneció igual, pero descendió la cabeza, los labios rodearon un duro y sensible pezón y lo arrastró dentro de la boca.
—Oh, Dios. Kevin, por favor, no... —Que no la hiciera sentir así. Que no la hiciera perder el juicio por él. Contorsionó la cabeza contra el colchón, aunque se arqueó más cerca, empujando el pico más profundo en su boca. Los labios, los dientes, la lengua. Todos jugaron con el cálido centro neurálgico de su pezón. Lamiendo, mordisqueando, succionando con masculina gula mientras continuaba empujando dentro de ella lenta y pausadamente. Su coño se apretaba alrededor de la longitud de su erección, convulsionándose con brutal necesidad y desesperada lujuria. Las manos se movían de las muñecas a su cabeza, temblorosos dedos se enterraron en su largo cabello, manteniéndolo más cerca mientras movía las caderas debajo de él.
—Más fuerte. —El grito la conmocionó. Provino de ella con una voz estrangulada de frenética necesidad—. Fóllame, Kevin. Por favor. Por favor, como antes.
La desesperación aumentó dentro de ella. La necesidad de más, la necesidad de las descargas eléctricas de éxtasis recorriéndola más que el rápido movimiento provocador a su alrededor.
—¿Cómo fue antes, nena? —susurró, la voz ahora un jadeo gutural—. Dime lo que me perdí, ______. Dime cómo te tomé.
—Duro. —Ella estaba jadeando, temblando. Ahora el sudor humedecía la piel de ambos mientras sus jugos se acumulaban a lo largo de los muslos, acomodándose alrededor de la polla de Kevin con cada movimiento dentro de ella. Estaba tan húmeda, tan caliente, y volviéndose vehementemente sensible a cada toque de su boca contra los pezones, cada íntima caricia.
—¿Cómo de duro? —Mordisqueó la sensible curva del pecho antes de acariciarla con la mejilla con barba de varios días. _____ sintió el aliento debatiéndose en su garganta.
—Muy duro. Por favor, Kevin.
—¿Machacando dentro de ti? —Torturado, hambriento, el tono acarició sus sentidos igual que su polla acariciaba dentro del ardiente centro de su cuerpo.
—Sí —dijo entre dientes, corcoveando debajo de él. _____ ahora podía sentir la respuesta estallando incontrolada. Sus sentidos estaban abrumando su sentido común. Lo sabía; no podría detenerlo. No podría contenerlos dentro de ella ahora que Kevin los había liberado.
—¡Hazlo! —Se sacudió debajo de él, las piernas levantándose, los tobillos estrechándose en sus caderas mientras empujaba hacia arriba, luego gritó ante la sensación de él hundiéndose más profundo, estirándola mucho más. Entonces un fuerte gruñido masculino le desgarró el pecho. Fuertes manos liberaron sus piernas, empujándolas hacia atrás mientras se levantaba de rodillas frente a ella y le daba lo que pedía. Igual que la primera vez. Se alzó sobre ella como un dios del sexo devuelto a la vida. Fuertes manos la sujetaban detrás de las rodillas, obligándolas a doblarse, haciéndole retroceder las piernas cuando sus caderas empezaron a moverse. Un martillo de cama. El cabecero habría estado golpeando la pared detrás de ellos si no estuviera clavado. El colchón se sacudió, y _____ sintió el sensible tejido de su sexo estremeciéndose de éxtasis cuando empezó a follarla con duros y azotadores golpes. Ardientes golpes. El placer y el dolor se combinaban en su interior y tenía la luz de las estrellas rebosando delante de su vista mientras explotaba debajo de él. El relámpago recorriendo sus venas. Lamiendo sobre sus pezones, su clítoris, entonces se rompió con gran ímpetu en su matriz mientras sentía la húmeda y cálida fuerza de su orgasmo rabiando dentro de ella, rodeando la pulsante erección de Kevin. En unos segundos, se unió a su liberación. Los dientes apretados, los labios abiertos mientras su mirada atrapaba la de ella, manteniéndola, y la percepción de su semen saliendo a chorros en su interior provocó otro enérgico orgasmo, chillando y agarrando las sábanas.
—¡Joder, sí! —espetó—. Córrete para mí, _____. Así... joder sí, ordéñame con ese dulce coño. Tómalo. Tómalo todo. —Se sacudió convulsivamente en su interior antes de que la cabeza se inclinara hacia atrás de sus hombros, y un violento temblor agitara su duro cuerpo. Le soltó las piernas lentamente. Se derritieron en la cama mientras se ponía sobre ella, todavía enterrado en su interior, la polla sacudiéndose débilmente ahora mientras la cubría. —Me corrí así dentro de ti la primera vez —le jadeó al oído—. Lo recuerdo, ____. Una y otra vez me corrí dentro de ti.
Lo hizo. Levantó las pestañas para mirar fijamente al techo, para contener los amargos recuerdos. —Dime. —Su voz era insidiosa, baja, peligrosa—. ¿Estabas embarazada cuando dejaste Somerset? Y no te molestes en mentirme. —Levantó la cabeza, traspasando su mirada con la suya—. ¿Tuviste a mi bebé?
—Déjame mostrarte...
_____ no tenía más remedio que observar. Aturdida, fascinada, incluso más de lo que había estado ayer. Observaba como Kevin desplazaba lentamente las caderas hacia atrás, la erección liberándose del íntimo abrazo mientras una negativa abandonaba sus labios. La gruesa y dura carne estaba enrojecida de un rojo vivo, la cabeza de su polla púrpura, pulsante y lo suficientemente grande para hacerla tragar con dificultad ante la visión. Resplandecía con sus jugos, brillando bajo la luz del sol de la tarde que atravesaba las altas y estrechas ventanas sobre la cama. Era un poderoso y duro hierro candente, y en unos segundos se acomodó dentro de ella otra vez. ______ también lo observó. No podía evitarlo. Era tan sexy y erótico. Centímetro a centímetro, desapareció en su interior hasta que otra vez el vello púbico de él se enredó con el suyo mientras un leve gemido se escapaba de sus labios.
—He soñado con esto —habló él con voz áspera—. Observar mi polla llenándote lenta y suavemente. Observarte tomándome.
Quedó atrapada en un torbellino, las sensaciones apilándose una encima de otra, el placer haciéndola pedazos mientras la rígida longitud de su polla la ensanchaba, enviando un ardiente éxtasis agitándose por todo su cuerpo. ¿Cómo se suponía que tenía que negarse a él ahora? ¿Cómo demonios se suponía que sobreviviría de nuevo una vez se acabara y Kevin fuera hacia la siguiente conquista? Porque esto —oh, Señor— esto podría convertirse en adictivo. Apartó la mirada de dónde él estaba enterrado en ella, subiendo por los lisos y ondeantes planos de su abdomen hasta la extremadamente marcada expresión. Los ojos verde pálido resplandecían en el oscuro plano de su cara; largas y sombrías pestañas descendían a media asta; y un rubor de erótico placer teñía sus pómulos.
Era un guerrero, un conquistador, y le estaba robando el alma.
—Te gusta. —Cambió de posición, moviéndose, saliendo de su cuerpo lentamente antes de empujar con fuerza dentro de ella otra vez. Piedad. Era demasiado bueno. Encorvó la espalda arqueándose, llevándolo dentro de ella mientras sentía los músculos de su coño abriéndose de nuevo. Ardiente y abrasador placer. —Dime que te gusta, _____. —Su voz estaba llena de malvado conocimiento mientras empezaba un lento y fuerte ritmo, follándola como si pensara que tenía todo el tiempo del mundo cuando ella sabía que si no tenía un orgasmo pronto, iba a morir. —Vamos, cariño —la urgió, la voz insistente, casi tierna—. Dime que añoraste sentirme dentro de ti, follándote lenta y suavemente, haciéndote arder para mí.
Sacudió la cabeza desesperadamente. No podía añorar lo que no había tenido, ¿no? La había tomado duro, rápido, en una variedad de formas y posiciones, pero no la había tomado de esta manera. Como si el acto importara. Como si ella importara.
—Mírame, _____. Vamos, abre los ojos, cariño.
Su voz era demasiado tierna, demasiado ronca por la pasión. Abrió los ojos y notó caer la primera lágrima. Una estúpida lágrima, porque la estaba tomando demasiado profundo, robándole demasiado. Kevin casi se detuvo ante la visión de esa solitaria lágrima descendiendo por la mejilla. Y lo habría hecho, si no hubiera visto mucho más que eso en sus ojos. Resplandeciendo tenuemente húmedos, estaban llenos con tal atormentada necesidad, un hambre que reconoció, una que iba directamente al alma. Era un hambre que reconocía porque era la misma hambre que lo había atormentado tanto tiempo. Tantos años soñando con ella, y era mejor que en su sueño. Más dulce que la pasión, más cálida que la lujuria. Humedad sedosa por los jugos reunidos dentro de ella, cubriendo su polla con calor almibarado y lubricando cada fuerte empuje en su interior. Delicados músculos sujetaban su polla, acariciándolo con el agarre de un puño apretado, y casi destruyó su determinación por ir despacio. De tomarla con calma. De saborear cada jodido minuto dentro de ella cuando no quería nada más que machacar en su coño con ávidos y duros embates.
Era un amante duro. Siempre lo había sabido. A veces odiaba esa parte de su sensualidad, porque ir despacio y con calma le costaba mucho esfuerzo. Tenía que planear cada empuje para mantener la calma. Hasta _____. Tomarla despacio y con calma era... maldición, era fácil. No pensaba, saboreaba, gozaba, quemándose vivo en su pasión.
—No debería haberte tomado tan duro ayer —canturreó, repentinamente preguntándose si después de todo había sido demasiado rudo con ella, si la había lastimado. Ella era delicada, tierna. No como las otras mujeres con las que había estado, mujeres que sabían y dieron por hecho ese rasgo habitual de su sexualidad.
— Kevin. —Ella estaba jadeando. Esos rígidos y pequeños pezones estaban empujando más cerca de su cara mientras los labios se abrían para coger más aire—. Por favor... —lanzó la cabeza en la almohada—. Así no.
—¿Así no?
Empujó en su interior, profundo, obligándose a detenerse, hacerle sentir como su polla latía dentro de ella. —Estás envolviéndome como un puño —rechinó—. Siéntelo, _____. Yo puedo. Tu coño está trabajando sobre mi polla como una caliente boquita hambrienta de satisfacción. Niega que deseas esto. De este modo.
Se dobló otra vez dentro de ella, sentir la cabeza de su polla acariciándola, la corona situada perfectamente logrando llegar con el borde acampanado y rígido en su punto G. La acarició internamente, observando oscurecer sus ojos, la cara ruborizándose con un delicado rosa mientras el placer empezaba a aumentar más y más, más ardiente. Maldición, lo estaba enardeciendo simplemente con su tacto. La sangre golpeaba en su cabeza, la adrenalina y el deseo le nublaban la visión mientras sacudía la cabeza y respiraba con dificultad. Unos minutos más. Dios, tenía que sentirla sólo unos pocos minutos más. No podía correrse todavía, no todavía, no hasta que esas pequeñas ondas alrededor de su polla empezaron a apretar y a convulsionarse en la liberación. _____ sintió las piernas elevándose, sintió el cuerpo derretirse, y gimoteó ante la entrega que asaltó su mente. No podía oponerse a esto. Él estaba enterrado dentro de ella, ardientemente caliente y grueso, presionando y acariciando los músculos internos que incluso después de todo este tiempo no habían olvidado el placer que podía darle. Se mordió el labio y lo miró fijamente. Su hombre salvaje. Eso es lo que era, un hombre salvaje. Quizás no suyo, excepto ahora, enterrado dentro de ella, por este instante, él era suyo. Y era en cada centímetro un hombre primitivo y sexual.
Ahora tenía los ojos tan claros que parecían brillar en su cara, los labios tensos por la lucha por el control. No quería su control. Quería lo que había tenido antes. Salvaje, primitivo. Quizás, solo quizás, podría sobrevivir a las consecuencias más tarde. Mientras observaba, una sonrisa tironeó de la tensa línea de sus labios, y él empezó a moverse otra vez. Ese lento y destructivo ritmo que la obligaba a sentir cada ardiente centímetro de su polla. Oh, eso era bueno. Se quedó sin respiración; un duro y brusco estremecimiento le recorrió el cuerpo mientras alzaba bruscamente las caderas para mantenerlo en su interior tanto como fuera posible.
—Oh sí, te gusta esto —murmuró él, la voz volviéndose más espesa, ronca—. Me gusta, _____. Me gusta mucho.
Por supuesto que le gustaba. Estaba ganando. El triunfo brillaba en su mirada mientras las manos de ella se apretaron en las muñecas al lado de su cabeza.
—Veamos si te gusta esto.
El ritmo permaneció igual, pero descendió la cabeza, los labios rodearon un duro y sensible pezón y lo arrastró dentro de la boca.
—Oh, Dios. Kevin, por favor, no... —Que no la hiciera sentir así. Que no la hiciera perder el juicio por él. Contorsionó la cabeza contra el colchón, aunque se arqueó más cerca, empujando el pico más profundo en su boca. Los labios, los dientes, la lengua. Todos jugaron con el cálido centro neurálgico de su pezón. Lamiendo, mordisqueando, succionando con masculina gula mientras continuaba empujando dentro de ella lenta y pausadamente. Su coño se apretaba alrededor de la longitud de su erección, convulsionándose con brutal necesidad y desesperada lujuria. Las manos se movían de las muñecas a su cabeza, temblorosos dedos se enterraron en su largo cabello, manteniéndolo más cerca mientras movía las caderas debajo de él.
—Más fuerte. —El grito la conmocionó. Provino de ella con una voz estrangulada de frenética necesidad—. Fóllame, Kevin. Por favor. Por favor, como antes.
La desesperación aumentó dentro de ella. La necesidad de más, la necesidad de las descargas eléctricas de éxtasis recorriéndola más que el rápido movimiento provocador a su alrededor.
—¿Cómo fue antes, nena? —susurró, la voz ahora un jadeo gutural—. Dime lo que me perdí, ______. Dime cómo te tomé.
—Duro. —Ella estaba jadeando, temblando. Ahora el sudor humedecía la piel de ambos mientras sus jugos se acumulaban a lo largo de los muslos, acomodándose alrededor de la polla de Kevin con cada movimiento dentro de ella. Estaba tan húmeda, tan caliente, y volviéndose vehementemente sensible a cada toque de su boca contra los pezones, cada íntima caricia.
—¿Cómo de duro? —Mordisqueó la sensible curva del pecho antes de acariciarla con la mejilla con barba de varios días. _____ sintió el aliento debatiéndose en su garganta.
—Muy duro. Por favor, Kevin.
—¿Machacando dentro de ti? —Torturado, hambriento, el tono acarició sus sentidos igual que su polla acariciaba dentro del ardiente centro de su cuerpo.
—Sí —dijo entre dientes, corcoveando debajo de él. _____ ahora podía sentir la respuesta estallando incontrolada. Sus sentidos estaban abrumando su sentido común. Lo sabía; no podría detenerlo. No podría contenerlos dentro de ella ahora que Kevin los había liberado.
—¡Hazlo! —Se sacudió debajo de él, las piernas levantándose, los tobillos estrechándose en sus caderas mientras empujaba hacia arriba, luego gritó ante la sensación de él hundiéndose más profundo, estirándola mucho más. Entonces un fuerte gruñido masculino le desgarró el pecho. Fuertes manos liberaron sus piernas, empujándolas hacia atrás mientras se levantaba de rodillas frente a ella y le daba lo que pedía. Igual que la primera vez. Se alzó sobre ella como un dios del sexo devuelto a la vida. Fuertes manos la sujetaban detrás de las rodillas, obligándolas a doblarse, haciéndole retroceder las piernas cuando sus caderas empezaron a moverse. Un martillo de cama. El cabecero habría estado golpeando la pared detrás de ellos si no estuviera clavado. El colchón se sacudió, y _____ sintió el sensible tejido de su sexo estremeciéndose de éxtasis cuando empezó a follarla con duros y azotadores golpes. Ardientes golpes. El placer y el dolor se combinaban en su interior y tenía la luz de las estrellas rebosando delante de su vista mientras explotaba debajo de él. El relámpago recorriendo sus venas. Lamiendo sobre sus pezones, su clítoris, entonces se rompió con gran ímpetu en su matriz mientras sentía la húmeda y cálida fuerza de su orgasmo rabiando dentro de ella, rodeando la pulsante erección de Kevin. En unos segundos, se unió a su liberación. Los dientes apretados, los labios abiertos mientras su mirada atrapaba la de ella, manteniéndola, y la percepción de su semen saliendo a chorros en su interior provocó otro enérgico orgasmo, chillando y agarrando las sábanas.
—¡Joder, sí! —espetó—. Córrete para mí, _____. Así... joder sí, ordéñame con ese dulce coño. Tómalo. Tómalo todo. —Se sacudió convulsivamente en su interior antes de que la cabeza se inclinara hacia atrás de sus hombros, y un violento temblor agitara su duro cuerpo. Le soltó las piernas lentamente. Se derritieron en la cama mientras se ponía sobre ella, todavía enterrado en su interior, la polla sacudiéndose débilmente ahora mientras la cubría. —Me corrí así dentro de ti la primera vez —le jadeó al oído—. Lo recuerdo, ____. Una y otra vez me corrí dentro de ti.
Lo hizo. Levantó las pestañas para mirar fijamente al techo, para contener los amargos recuerdos. —Dime. —Su voz era insidiosa, baja, peligrosa—. ¿Estabas embarazada cuando dejaste Somerset? Y no te molestes en mentirme. —Levantó la cabeza, traspasando su mirada con la suya—. ¿Tuviste a mi bebé?
aranzhitha
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
Ella lo miró fijamente, la amargura alzándose dentro de ella como un cáncer del que no podía deshacerse.
—No hay bebé —susurró duramente, preguntándose por qué infierno le molestaba—. No tuve a tu hijo.
Él entrecerró los ojos mientras la furia empezaba a iluminar las profundidades.
—¿Abortaste a mi bebé, _____?
Que Dios la ayudara si lo había hecho. _____ podía ver la rabia asesina acechando en las profundidades ahora. Torció los labios burlonamente.
—No había nada que abortar, Kevin. Y si puedes hacerme esa pregunta, entonces no vas a volver a entrar en mí. Dime algo ahora. ¿A cuántas de tus Barbies has follado doblemente con tus primos sin llevar condón? Quizá debería comprobar las ETS antes que un embarazo.
Una sonrisa gruñona asomó en sus labios mientras Kevin se inclinaba, casi, nariz con nariz, su mirada encolerizada, caliente, brillante y luego oscureciéndose otra vez.
—Marqué tu coño hace ocho años y lo he marcado hoy. Confía en mí, cariño, ninguna otra ha tomado mi semilla. Me he asegurado jodidamente bien de ello.
Los ojos de ella se agrandaron en una parodia de alegría que no insinuaba la ira que le recorría.
—Oh, guau. Kevin me ha dado su semilla tres veces. —Revoloteó las pestañas—. ¿Cuán afortunada soy? Bien, déjame levantarme para poder saltar de alegría y poder contar al mundo mis logros. Finalmente he llegado a la vida.
A Kevin una sonrisa le curvó los labios. El bastardo que era, se estaba divirtiendo.
—Así es cariño, pillaste la idea —murmuró mientras una ligera mueca retorció sus rasgos mientras se liberaba de ella. Y su estúpido y traidor cuerpo intentó retenerlo. Apretándose a la carne, las caderas dieron un tirón hacia arriba como si saborearan ese golpe final de calor y placer. Ella se lanzó la sábana por encima mientras él rodaba sobre la cama, pasándose los dedos por el pelo y mirándola.
—Eres una sabelotodo —gruñó.
—¿Lo acabas de averiguar? Y yo que pensé que había sido menos qué sutil el año pasado.
Doce meses intentando mantenerlo a distancia, intentando contener la amargura y los recuerdos que la atormentaban y ¿qué había hecho ella? Se había retorcido y chillado como un bebé bajo él como una perra en celo. Apropiado, teniendo en cuenta su apodo, se dijo cruelmente. Se estaba preparando para que le rompieran el corazón otra vez y Alex no estaba aquí para salvarla. Mark no estaba aquí para consolarla ni su amante estaba aquí para hacerla reír y ayudarla a reconstruirse una vez que Kevin terminara con ella. Por primera vez en su vida, ______ podía sentir lo sola que estaba.
—Por lo menos fuiste lo bastante lista para utilizar protección la primera vez. —Él suspiró, aunque ella no se engañó pensando que había oído un atisbo de pena en su tono.
Engañarse. Así como se había engañado esos meses antes de que la tomara en su cama por primera vez. Engañarse por pensar que tenía interés en ella, que le importaba.
—Sí, así soy, la inteligencia es mi defecto —ladró mientras envolvía la sábana a su alrededor y salía de la cama. Necesitaba encontrar su ropa. Necesitaba ducharse y lavar el olor de Kevin de su cuerpo. El olor del amanecer y una tormenta. Salvaje y caliente. Él debería embotellarlo. Sería millonario. Infierno, ella lo debería embotellar, pero sería demasiado estúpida para venderlo. Lo acumularía todo para sí misma. Eso era ella. Avariciosa como el infierno cuando se trataba de Kevin. Demasiado avariciosa, se imaginó, para el estilo de vida que él había escogido años antes.
—Necesito una ducha —le dijo, furiosa consigo misma y sus emociones. Hacía ocho años desde que había dejado Somerset. Ocho largos, agotadores años completamente improductivos, porque todo en lo que pensaba era en volver a casa, volver a las montañas que amaba y al hombre que no podía olvidar. Y él la había olvidado tan fácilmente.
—Ve. Iré abajo y me ducharé. Los dos cuartos de baño tienen calentadores separados. Tendrás bastante para un baño o una ducha. El Nauti Dawg tenía todas las comodidades de una casa, se recordó ella. Inclusive una pecaminosamente profunda bañera lo bastante grande para contener a Kevin. El pensamiento de sumergirse en esa bañera, aliviando las molestias y dolores de su todavía magullado cuerpo, era casi irresistible. Casi. Desafortunadamente, tenía cosas que hacer. Cosas como encontrar un periódico para empezar la caza de un trabajo. Otra vez. Era viernes, así que buscar realmente un trabajo no iba a suceder hoy. Pero necesitaba volver a la casa y organizarla. El trabajo de camarera había estado bien durante un tiempo. La mantenía mientras terminaba las pruebas de su título en negocios, aunque no tenía intenciones de permanecer allí, de todos modos. Había estado dejando pasar el tiempo desde que había completando sus estudios, tres meses antes. Algo que había postergado cuando había aterrizado en el trabajo de gerente de Virginia. Había sido un buen trabajo. Hasta que su jefe se casó, y su mujer decidió que podía ahorrarle dinero haciendo el trabajo ella misma. ______ había recibido dos semanas de preaviso y una muy pequeña indemnización y luego adiós.
—Necesito volver al restaurante para recoger mi coche —le dijo mientras reunía su ropa del piso y se dirigía al cuarto de baño.
—Te llevaré —dijo detrás de ella—. Luego podemos ir a la casa y reunir el resto de tus cosas. ¿Tienes muebles que tengas que traer contigo?
______ se congeló en la puerta del cuarto de baño antes de volverse hacia él lentamente.
—¿Por qué necesitaría traer mis muebles? Acabas de decir hasta el fin del verano. —Mantuvo su voz calmada. Cuando trataba con Kevin, uno tenía que aprender a permanecer calmada, o él te volvería loco. Él se puso un par de pantalones cortos sobre las caderas desnudas antes de enderezarse sin contestar. Su mirada perforó la de ella. Cruzó los brazos sobre el pecho en una postura de puro poder y miró directamente hacia abajo por esa nariz arrogante suya como si fuera el señor de todo lo que inspeccionaba. Su calma se deslizó, solo un poquito, mientras le miraba con incredulidad, apretando los dedos en puños sobre la sábana que sostenía a su alrededor.
—¿Has perdido el juicio?
—¿Tienes muebles que trasladar?
—No, no tengo —contestó con dulzura almibarada—. Porque no voy a mudarme aquí contigo indefinidamente. Tan pronto como pueda, voy a volver a casa.
La casa que compartía con Alex era pequeña y estaba situada más lejos del pueblo de lo que le gustaba, pero era agradable. Era un hogar. No era para nada como el agradable apartamento que había compartido con su compañero de apartamento Mark y su amante Ty: el apartamento de dos habitaciones, ultramoderno brillantemente iluminado con un balcón que miraba a la playa. Aunque este no había sido un hogar. Somerset era su hogar.
—Dime ______, ¿quieres morir? —le preguntó entonces—. Porque morirás. Esos hombres en ese almacén no estaban jugando con balas, carita-linda. Iban en serio. Y ahora, otra persona podría creer posiblemente que tú tienes su dinero. ¿Cuánto tiempo piensas que les tomará encontrarte y cortarte la garganta mientras duermes?
_____ sintió que el color le abandonaba la cara.
—Pero no tuve nada que ver con eso —arguyó ella débilmente, sintiendo la estupidez en su respuesta aún mientras salía de sus labios.
—Estabas allí.
—Accidentalmente. —Sacudió la cabeza ante la inutilidad de su propio argumento—. ¿Hay dinero implicado, verdad? No me matarán simplemente.
—No. Te torturarán primero. —Asintió con simulada sobriedad—. Te sujetarán, te cortarán un poco, te dejarán sangrar. Te violarán, lo más probable. —La mirada parpadeó sobre ella con un estallido de rabia interior—. Y cuando se den cuenta de que no sabes nada, comenzarán realmente a divertirse. Rezarás para morir antes de que terminen. ¿Es eso lo que quieres?
Ella estaba temblando para cuando él terminó, sabiendo que tenía razón, sabiendo que su vida había dado un giro de muy grave a peor. Exhaló con cansancio.
—No tengo muebles. Sólo alguna ropa. —Y no mucha.
La mayor parte de las cosas que tenía estaban esperando. Mark y Ty habían sido lo bastantes buenos para guardarlas hasta que tuviera un lugar. Solo que no había encontrado un lugar todavía. Los mismos muebles y pequeños artículos que pensaba que habían estado esperando en ese almacén. No habían estado allí. Su llamada anterior a Mark había confirmado que él no había enviado nada. Un año. ¿Había pasado realmente un año desde que dejó Virginia? Un año en el que había estado sumida en los recuerdos que había dejado deliberadamente atrás en su vida cuando se fue de casa. Los recuerdos que tenían el poder de romperla si no conseguía un asidero sobre ellos. Conseguir un asidero no había sido fácil. Él asintió bruscamente.
—Dúchate y vístete. Empacaremos el resto de tus cosas y las traeremos aquí. Puedes guardar tu coche en el aparcamiento privado del puerto deportivo que tío Paul nos deja usar.
—Todavía necesito un trabajo. —El mentón se levantó desafiantemente.
—Te puedo poner a trabajar en la tienda de maderas. —Se encogió de hombros—. He oído que eres bastante hábil en la oficina.
Los ojos de ______ se estrecharon.
—Me presenté allí hace meses. No había vacantes. —Soy el jefe; haré una vacante —rechinó.
—¿Y no podrías haber creado una antes de que tuviera que tomar ese trabajo en el restaurante?
Él sonrió, la diablura brillaba en su mirada.
—Entonces no tuve suficiente estímulo. Quizá lo tenga ahora.
Si ella hubiera tenido algo para tirarle, habría hecho un lanzamiento digno de un jugador de béisbol en ese momento, solo para borrar la afectada sonrisa de su cara.
—Eres un verdadero asno, Kevin —se burló en su lugar.
—Eso sigo oyendo, carita-linda. Eso sigo oyendo.
—No hay bebé —susurró duramente, preguntándose por qué infierno le molestaba—. No tuve a tu hijo.
Él entrecerró los ojos mientras la furia empezaba a iluminar las profundidades.
—¿Abortaste a mi bebé, _____?
Que Dios la ayudara si lo había hecho. _____ podía ver la rabia asesina acechando en las profundidades ahora. Torció los labios burlonamente.
—No había nada que abortar, Kevin. Y si puedes hacerme esa pregunta, entonces no vas a volver a entrar en mí. Dime algo ahora. ¿A cuántas de tus Barbies has follado doblemente con tus primos sin llevar condón? Quizá debería comprobar las ETS antes que un embarazo.
Una sonrisa gruñona asomó en sus labios mientras Kevin se inclinaba, casi, nariz con nariz, su mirada encolerizada, caliente, brillante y luego oscureciéndose otra vez.
—Marqué tu coño hace ocho años y lo he marcado hoy. Confía en mí, cariño, ninguna otra ha tomado mi semilla. Me he asegurado jodidamente bien de ello.
Los ojos de ella se agrandaron en una parodia de alegría que no insinuaba la ira que le recorría.
—Oh, guau. Kevin me ha dado su semilla tres veces. —Revoloteó las pestañas—. ¿Cuán afortunada soy? Bien, déjame levantarme para poder saltar de alegría y poder contar al mundo mis logros. Finalmente he llegado a la vida.
A Kevin una sonrisa le curvó los labios. El bastardo que era, se estaba divirtiendo.
—Así es cariño, pillaste la idea —murmuró mientras una ligera mueca retorció sus rasgos mientras se liberaba de ella. Y su estúpido y traidor cuerpo intentó retenerlo. Apretándose a la carne, las caderas dieron un tirón hacia arriba como si saborearan ese golpe final de calor y placer. Ella se lanzó la sábana por encima mientras él rodaba sobre la cama, pasándose los dedos por el pelo y mirándola.
—Eres una sabelotodo —gruñó.
—¿Lo acabas de averiguar? Y yo que pensé que había sido menos qué sutil el año pasado.
Doce meses intentando mantenerlo a distancia, intentando contener la amargura y los recuerdos que la atormentaban y ¿qué había hecho ella? Se había retorcido y chillado como un bebé bajo él como una perra en celo. Apropiado, teniendo en cuenta su apodo, se dijo cruelmente. Se estaba preparando para que le rompieran el corazón otra vez y Alex no estaba aquí para salvarla. Mark no estaba aquí para consolarla ni su amante estaba aquí para hacerla reír y ayudarla a reconstruirse una vez que Kevin terminara con ella. Por primera vez en su vida, ______ podía sentir lo sola que estaba.
—Por lo menos fuiste lo bastante lista para utilizar protección la primera vez. —Él suspiró, aunque ella no se engañó pensando que había oído un atisbo de pena en su tono.
Engañarse. Así como se había engañado esos meses antes de que la tomara en su cama por primera vez. Engañarse por pensar que tenía interés en ella, que le importaba.
—Sí, así soy, la inteligencia es mi defecto —ladró mientras envolvía la sábana a su alrededor y salía de la cama. Necesitaba encontrar su ropa. Necesitaba ducharse y lavar el olor de Kevin de su cuerpo. El olor del amanecer y una tormenta. Salvaje y caliente. Él debería embotellarlo. Sería millonario. Infierno, ella lo debería embotellar, pero sería demasiado estúpida para venderlo. Lo acumularía todo para sí misma. Eso era ella. Avariciosa como el infierno cuando se trataba de Kevin. Demasiado avariciosa, se imaginó, para el estilo de vida que él había escogido años antes.
—Necesito una ducha —le dijo, furiosa consigo misma y sus emociones. Hacía ocho años desde que había dejado Somerset. Ocho largos, agotadores años completamente improductivos, porque todo en lo que pensaba era en volver a casa, volver a las montañas que amaba y al hombre que no podía olvidar. Y él la había olvidado tan fácilmente.
—Ve. Iré abajo y me ducharé. Los dos cuartos de baño tienen calentadores separados. Tendrás bastante para un baño o una ducha. El Nauti Dawg tenía todas las comodidades de una casa, se recordó ella. Inclusive una pecaminosamente profunda bañera lo bastante grande para contener a Kevin. El pensamiento de sumergirse en esa bañera, aliviando las molestias y dolores de su todavía magullado cuerpo, era casi irresistible. Casi. Desafortunadamente, tenía cosas que hacer. Cosas como encontrar un periódico para empezar la caza de un trabajo. Otra vez. Era viernes, así que buscar realmente un trabajo no iba a suceder hoy. Pero necesitaba volver a la casa y organizarla. El trabajo de camarera había estado bien durante un tiempo. La mantenía mientras terminaba las pruebas de su título en negocios, aunque no tenía intenciones de permanecer allí, de todos modos. Había estado dejando pasar el tiempo desde que había completando sus estudios, tres meses antes. Algo que había postergado cuando había aterrizado en el trabajo de gerente de Virginia. Había sido un buen trabajo. Hasta que su jefe se casó, y su mujer decidió que podía ahorrarle dinero haciendo el trabajo ella misma. ______ había recibido dos semanas de preaviso y una muy pequeña indemnización y luego adiós.
—Necesito volver al restaurante para recoger mi coche —le dijo mientras reunía su ropa del piso y se dirigía al cuarto de baño.
—Te llevaré —dijo detrás de ella—. Luego podemos ir a la casa y reunir el resto de tus cosas. ¿Tienes muebles que tengas que traer contigo?
______ se congeló en la puerta del cuarto de baño antes de volverse hacia él lentamente.
—¿Por qué necesitaría traer mis muebles? Acabas de decir hasta el fin del verano. —Mantuvo su voz calmada. Cuando trataba con Kevin, uno tenía que aprender a permanecer calmada, o él te volvería loco. Él se puso un par de pantalones cortos sobre las caderas desnudas antes de enderezarse sin contestar. Su mirada perforó la de ella. Cruzó los brazos sobre el pecho en una postura de puro poder y miró directamente hacia abajo por esa nariz arrogante suya como si fuera el señor de todo lo que inspeccionaba. Su calma se deslizó, solo un poquito, mientras le miraba con incredulidad, apretando los dedos en puños sobre la sábana que sostenía a su alrededor.
—¿Has perdido el juicio?
—¿Tienes muebles que trasladar?
—No, no tengo —contestó con dulzura almibarada—. Porque no voy a mudarme aquí contigo indefinidamente. Tan pronto como pueda, voy a volver a casa.
La casa que compartía con Alex era pequeña y estaba situada más lejos del pueblo de lo que le gustaba, pero era agradable. Era un hogar. No era para nada como el agradable apartamento que había compartido con su compañero de apartamento Mark y su amante Ty: el apartamento de dos habitaciones, ultramoderno brillantemente iluminado con un balcón que miraba a la playa. Aunque este no había sido un hogar. Somerset era su hogar.
—Dime ______, ¿quieres morir? —le preguntó entonces—. Porque morirás. Esos hombres en ese almacén no estaban jugando con balas, carita-linda. Iban en serio. Y ahora, otra persona podría creer posiblemente que tú tienes su dinero. ¿Cuánto tiempo piensas que les tomará encontrarte y cortarte la garganta mientras duermes?
_____ sintió que el color le abandonaba la cara.
—Pero no tuve nada que ver con eso —arguyó ella débilmente, sintiendo la estupidez en su respuesta aún mientras salía de sus labios.
—Estabas allí.
—Accidentalmente. —Sacudió la cabeza ante la inutilidad de su propio argumento—. ¿Hay dinero implicado, verdad? No me matarán simplemente.
—No. Te torturarán primero. —Asintió con simulada sobriedad—. Te sujetarán, te cortarán un poco, te dejarán sangrar. Te violarán, lo más probable. —La mirada parpadeó sobre ella con un estallido de rabia interior—. Y cuando se den cuenta de que no sabes nada, comenzarán realmente a divertirse. Rezarás para morir antes de que terminen. ¿Es eso lo que quieres?
Ella estaba temblando para cuando él terminó, sabiendo que tenía razón, sabiendo que su vida había dado un giro de muy grave a peor. Exhaló con cansancio.
—No tengo muebles. Sólo alguna ropa. —Y no mucha.
La mayor parte de las cosas que tenía estaban esperando. Mark y Ty habían sido lo bastantes buenos para guardarlas hasta que tuviera un lugar. Solo que no había encontrado un lugar todavía. Los mismos muebles y pequeños artículos que pensaba que habían estado esperando en ese almacén. No habían estado allí. Su llamada anterior a Mark había confirmado que él no había enviado nada. Un año. ¿Había pasado realmente un año desde que dejó Virginia? Un año en el que había estado sumida en los recuerdos que había dejado deliberadamente atrás en su vida cuando se fue de casa. Los recuerdos que tenían el poder de romperla si no conseguía un asidero sobre ellos. Conseguir un asidero no había sido fácil. Él asintió bruscamente.
—Dúchate y vístete. Empacaremos el resto de tus cosas y las traeremos aquí. Puedes guardar tu coche en el aparcamiento privado del puerto deportivo que tío Paul nos deja usar.
—Todavía necesito un trabajo. —El mentón se levantó desafiantemente.
—Te puedo poner a trabajar en la tienda de maderas. —Se encogió de hombros—. He oído que eres bastante hábil en la oficina.
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—Eres un verdadero asno, Kevin —se burló en su lugar.
—Eso sigo oyendo, carita-linda. Eso sigo oyendo.
aranzhitha
Re: [Resuelto]"Noches Traviesas" (Kevin y tu)Terminada
me avisan si quieren mas y comenten :o
aranzhitha
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