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Coven of salem

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Mensaje por indigo. Miér 13 Sep 2017, 10:36 am

OMG ¿Quién es Breeda? ¿Y por qué sangraba? pero lo más importante, QUIÉN MIERDA IRRUMPIÓ EN LA CABAÑA. Odio las adelantos porque me quedo con las ganas de seguir leyendo Coven of salem - Página 4 3521255926 Después Cath conoce a Ran y se da cuenta de que Salem habla, hermoso Coven of salem - Página 4 1477071114

indigo.
indigo.


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Mensaje por pixie. Miér 13 Sep 2017, 4:03 pm

AHHHHHHHHHHHHH EL ADELANTO FUE HHERMOSO Y GAD YA QUIERO LEER MÁS Coven of salem - Página 4 961472736
omgg no se quien es breeda pero creo que me figuro algo de lo que pasó y quiero sabeer!


___________________________________________


ausente.
pixie.
pixie.


http://lachicaimposible.tumblr.com
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Mensaje por hange. Mar 19 Sep 2017, 10:02 am

AJAJAJAJA ayy me alegra que les haya gustado, chicas Coven of salem - Página 4 1857533193 Coven of salem - Página 4 1857533193 terminare el capitulo prontooo! Coven of salem - Página 4 1477071114

Breeda es la mama adoptiva de Cath, solo dire eso Coven of salem - Página 4 1313521601
hange.
hange.


http://www.wattpad.com/user/EmsDepper
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Coven of salem - Página 4 Empty Re: Coven of salem

Mensaje por Jaeger. Mar 19 Sep 2017, 10:46 am

YO QUIERO CAPPPPP
Jaeger.
Jaeger.


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Coven of salem - Página 4 Empty Re: Coven of salem

Mensaje por hange. Sáb 25 Nov 2017, 9:37 am

¡holaaa! les traigo algo (???

Spoiler:
hange.
hange.


http://www.wattpad.com/user/EmsDepper
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Coven of salem - Página 4 Empty Re: Coven of salem

Mensaje por Ariel. Sáb 25 Nov 2017, 10:23 am

Oooh pol diooooooooooos
Ariel.
Ariel.


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Coven of salem - Página 4 Empty Re: Coven of salem

Mensaje por hange. Jue 11 Ene 2018, 6:23 pm

Spoiler:


CAPÍTULO 002
cathasach & wythe



Correr por el bosque a la mitad de la noche, solo con la luz de la luna de guía, es una pésima idea. Peor aún si se es perseguida por tres lobos que tienen más velocidad y más visión que lo que yo podría alguna vez tener. La única razón por la que no me han alcanzado es porque conseguí realizar un hechizo de velocidad que durará siempre y cuando no me arrojen al suelo y pierda la concentración. O hasta que me agote.

Y mierda, estoy cansándome.

Corro lo mejor que puedo, intentando no tropezarme de cara con las ramas que sobresalen de la tierra. De súbito, un gruñido explota mis tímpanos y lo segundo que sé, es que estoy gritando y rodando por la tierra. Un ardor y dolor increíble se sienten en mi pierna izquierda, y siento como si me hubiera arrancado un pedazo de vida.

Las lágrimas se me salen como si estuvieran huyendo con mi cuerpo. Ignorando los raspones y tratando de hacerle frente a la herida, me levanto con torpeza del suelo. Miro hacia atrás y veo al lobo negro que me atacó acercarse a toda prisa. Toma impulso de sus patas traseras y se alza en el aire, va a caer justo encima de mí.

¡Praesidium! —chillo con el corazón en la boca.

El hechizo funciona y una burbuja azul eléctrica me rodea en un instante. El lobo choca contra ella y rebota varios metros de distancia, al mismo tiempo que llegan sus demás compañeros. Estoy al tanto de que el hechizo no va a durar nada, así que me giro y comienzo a cogear a la mayor velocidad que puedo.

Un gruñido mezclado con un aullido resuena a mis espaldas y parece hacer eco por todo el bosque, luego me doy cuenta que son los demás lobos respondiendo al llamado. Un escalofrío me recorre la espalda, a pesar de que estoy sudando desde el cuello hasta los pies.

Me deslizo por el suelo y termino arrastrándome hacia detrás de unos arbustos. Una ola de cansancio me invade y me doy cuenta de que el hechizo de protección ha caducido, igual que el de velocidad.

Suelto un sollozo inaudible cuando muevo la pierna. Siento la herida arder y los alrededores mojados, probablemente con sangre. Las pisadas veloces de los lobos se escuchan cada vez más cerca.

Me tiemblan las manos pero de todas formas, me apoyo en ellas para sentarme más cómoda y lanzar mi último recurso. Ya no podré correr, así que solo me queda esto.

Extiendo los brazos y giro las palmas de las manos con la vista al cielo oscuro. También alzo la cabeza y cierro los ojos. El olor a sudor se mezcla con la sangre y, algo más... Al parecer, estoy rodeada de arbustos de naranja.

Comienzo a tomar respiraciones lentas, largas y lo más silenciosa posible. A intentar canalizar la energía que me queda, transformarla en un imán para más energía oculta en la negrura de la noche. Mientras más respiro, siento un frío viento entrar por las puntas de mis dedos y atravesar todo mi cuerpo.

Con voz queda, recito las palabras del encantamiento.

Procellas caeli venite ad me: Furore emissis radiis, praetulit invoco.

El viento se reúne en mi centro al mismo tiempo que me siento más revitalizada. La latidos de mi corazón disminuyen a un ritmo más relajado. A lo lejos, escucho la brisa rabiosa azotar las hojas de los árboles, aumentando el olor a hojas de naranja. Tronadas comienzan a orquestar en el cielo, primero bajas, aumentando paulatinamente hasta que son lo único que se escucha.

Junto las cejas y frunzo los labios, conmovida por la energía. Las puntas de mis dedos se han vuelto conductoras de energía. Inspiro un poco más y escucho los truenos furiosos acompañarse de flashes de relámpagos. Por debajo, escucho las pisadas de los lobos rodear el área donde me encuentro.

Cuando se detienen, sonrío. Suelto un grito de júbilo salvaje y al mismo tiempo, cinco rayos bajan desde el cielo hasta mí. A toda velocidad, estampan contra la tierra a mi alrededor y encienden un círculo de fuego incontrolable con un radio de un metro, rodeandome. Los aullidos de dolor de los lobos me confirma que acerté.

Tan rápido como puedo, con el dolor de la pierna y el cansancio incrementando, me levanto. No me queda tiempo para sacudirme la tierra. El fuego me deja atravesarlo, porque yo forjé los rayos que lo crearon. Solo hecho un vistazo a los lobos inconscientes antes de irme cojeando lo más rápido que puedo.

No sé cuánto tiempo tardo cojeando a través del bosque, tratando de encontrar la única persona conocida en este estado. Ni cuánta sangre he perdido. Estoy demasiado aturdida para buscar hierbas medicinales. Si solo pudiera teletransportarme…

Un mareo furioso me azota y me tambaleo como un fideo, sin vida. Me apoyo del tronco de un árbol y cierro los ojos. He usado demasiada magia y perdido demasiada energía en tan poco tiempo. Quién sabe si los lobos se despertaron y andan buscándome otra vez.

—¿Cathasach?

Una voz temblorosa y femenina es lo último que escucho antes de perder la conciencia.

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Breeda me ha despertado con una urgencia que nunca había visto en ella. Ni siquiera cuando fue mi día de graduación de la secundaria. Sus ojos negros están llorosos y su cabello en rastas todo desaliñado. Cuando logro abrir los ojos bien, me espanto de la cama.

—¡Estás sangrando! —chillo y señalo su brazo.
—Eso no es importante ahora, Cath —hiperventila y se mueve frenéticamente—. Tienes que irte a New Orleans, ahora. Al aquelarre que te dije.
—¿Qué? ¡Pero tengo que curarte! —me sacudo de su agarre— Dijiste que me iba la semana que viene. No entiendo qué pasa-
—¡Vamos de una vez! No hay tiempo-
—¡Breeda, me dices ahora mismo-!

Un estruendo me interrumpe. Como si acabaran de tumbar una pared de la cabaña. Mi primer impulso es ir corriendo a la sala a ver qué sucede, pero la mano de Breeda me detiene. Su piel oscura está brillando por el sudor, y la sangre no deja de salir del corte de su brazo. Mi pulso se acelera diez veces lo normal.

—¿Qué…? —murmuro.
—Mira, escúchame con atención —Breeda toma mi rostro entre sus viejas manos, pero tan suaves—. Ya he enviado todas tus pertenencias hacia la señora Cala. Tienes que irte allá y ella te llevará al aquelarre de New Orleans.
—Pero-
—No hagas preguntas. La manada ha roto la treta y ahora están dando su primer golpe en la guerra; quieren todo el territorio para ellos. Es decir, no brujas. ¿Entiendes lo que te digo?

Asiento con frenesí.

—Entonces, ven conmigo y-
—No puedo, cariño —por un momento, sus ojos se cristalizan—. Tengo que quedarme aquí para distraerlos de tu paradero, porque ya saben lo que significa el anillo.
—¡No, no voy a dejarte!
—No me dejarás, volveremos a estar juntas-
—¡Breeda, no lo hagas! ¡Te juro por el demonio que-!

Pero ella no hace caso. Me sonríe, con tristeza, dolor y orgullo. Y mis gritos se mezclan con los sollozos. Otro estruendo suena en la parte frente a la cabaña, y distingo muy bien los aullidos y gruñidos. Antes de poder hacer algo más, Breeda pronuncia unas palabras que no distingo. Después, el vértigo me hace su presa y todo se vuelve negro.


Me levanto jadeando, con los dedos arrugados en la sábada y sudor en el cuello. Abro los ojos a todo dar y miro hacia mis alrededores, verificando si estoy en el bosque o si los lobos me han tomado presa o si-

—Por fin despiertas.

Volteo con brusquedad hacia mi izquierda. Y en la puerta de la habitación, se encuentra Cala. Una señora de más de 50 años con cabello blanco canoso, piel morena y ojos color avellana. La ama de todas las hierbas del pantano, según Breeda. Por un momento, logro respirar con alivio. El olor a diferentes hierbas me invade, y le doy un vistazo a las paredes acogedoras y familiares de madera que llevo conociendo por muchos años.

—Hola, Cana —me vuelvo a recostar de la cama—. ¿Solo estoy yo aquí, verdad?

Mi voz es apenas un susurro. Miro el techo de madera y mi vista se nubla al mismo tiempo que las ganas de llorar aumentan. Escucho los paso de Cana avanzar hasta mi, y sentarse en el borde de la cama. Una de sus manos rodea la mía, y le da un apretón cariñoso.

—No importa lo que pase, sabes que Breeda es un hueso duro de roer. No lo olvides —con su otra mano, peina el poco cabello que tengo.

Tomo aire profundamente y asiento una vez.

—¿Cuánto tiempo llevo dormida? ¿No te encontraron los lobos?
—Esos cachorros tendrán que hacer más que una oleada de olfatear el pantano para encontrar a esta vieja —Cana levanta sus hombros con burla—. Y has dormido unas doce horas, más o menos. Te curé y vendé la herida de la pierna, y necesita unos días para que puedas andar bien.

Inclina la cabeza para mirarme fijo a los ojos. Los suyos, más llenos de sabiduría que de arrugas, me miran el alma.

—Eso significa que no te vuelvas loca y quieras irte a tu vieja casa, ¿está bien? Las cosas están cambiando, demasiado rápido.

Rechino los dientes, pero no me queda otra que asentir. Siento la pierna izquierda entumecida y algo apretada, donde de seguro está el vendaje. Además del dolor muscular en todo el cuerpo por correr y caerme varias veces en la huida.

—Mientras tanto, puedes prepararte para comer todas las sopas que te haga —hago una mueca exagerada, pero de todos modos asiento—. Y puedes hacerme todas las preguntas que de seguro están en esa cabecilla tormentosa.

Sonrío, solo un poco y sin mostrar los dientes. Con los brazos, me alzo hacia detrás en la cama, para acomodarme contra el espaldar.

—¿Cómo se enteró la manada del anillo? —es lo primero que sale de mis labios.
—No lo tengo seguro. Hay muchas posibilidades y casi todas parecen sin sentido —Cana se pasa una mano por el rostro—. Pero la que mayor tendría sentido es que han estado vigilándolas desde que creaste aquella tormenta, ¿recuerdas?

Frunzo los labios y suspiro. Claro que lo recuerdo. Por ello, incendié una cabaña de turistas sin querer…

—Tiene sentido —me rasco el mentón—. Y esperaron algún momento justo para atacar. Teníamos una treta, malditos licántropos —siseo.
—En el amor y la guerra, todo se vale —espeta Cana.
—¿Por qué acabé en el bosque y no aquí? —pregunto esta vez, sacudiendo la cabeza— Acabé en territorio de otra manada, ni idea cuál es. El caso es que trespasé sin saberlo y por eso me atacaron.
—Bueno… —El rostro arrugado de Cana se arruga más, y las comisuras de sus labios bajan—. Eso fue porque el hechizo de teletransportación de Breeda no funcionó bien; y eso pasa en momentos de presión y… —su voz se apaga, y no necesito que diga más nada para entender.

Trago saliva e intento no echarme a llorar otra vez.  A pesar de la increíble punzada gélida que siento en el pecho cada vez que pienso en Breeda. Aprieto los dedos, formando puños e intento centrar mi mente en la situación actual.

—¿Qué se supone que hago ahora, voy al aquelarre ese y ya está? —ladeo la cabeza.
—Sí y no.

Junto las cejas y Cana suspira, acomodándose más en la cama.

—Se supone que también continuarás con tu vida “normal”. Pero, al mismo tiempo, vas a vivir y entrenar en el aquelarre para que junto con las demás chicas, puedan dar un fin a la guerra —mi corazón da un estrujón incontrolable—. O por lo menos, evitar que sigan masacrando a nuestras hermanas brujas.

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Una semana después, estoy revisando todas mis heridas frente al espejo de cuerpo completo en el baño. El corte de la pierna ha empezado a cicatrizar, pero todavía está frágil. Los moretones no duelen tanto, y tengo varios cortes menores por todos lados.

Mis ojeras aumentaron, porque desde aquel día, no he podido dormir bien. Mi cabello está un poco más largo: solo en el medio, donde tengo los rizos en más abundancia. Los lados están más cortos, donde no me molesten. Por sobre todo, miro el anillo en mi dedo índice izquierdo.

Constantemente, desde la primera vez que lo usé, siento como si tuviera vida. Como si existiera una especie de lazo invisible atándonos cada vez más. Cuando me debilito, me ayuda a revitalizar. Una protección invisible que sale de una joya antigua irlandesa.

—¡Cath! ¿Ya estás lista? —la voz de Cana resuena a través de las paredes de madera.
—¡Cinco minutos!

Me pongo unos pantalones anchos con un patrón de ramas verde, una camiseta sin mangas blanca y los zapatos vans negros de siempre. Se supone que hoy es el día en que me mudo al aquelarre de New Orleans. El nuevo “Coven of Salem”, como lo llamó Cana.

Salgo del baño y doblo por el pasillo hacia la habitación, tratando de no pensar mucho. Una semana sin noticias de Breeda. Todas las noches lloro por ello. La impotencia de no saber si está viva o no, si la tienen de prisionera y la torturan para sacarle información-

—Basta —mascullo en voz baja.

Me despido de Cana en la puerta de la casa y trato de no llorar. No podré venir a visitarla por mucho tiempo, porque se supone que tenemos que ocultarnos. Y venir al bosque sin saber camuflarme es como soltar un aviso masivo a los lobos de que me encuentro aquí, lista para degollar.

—Cualquier cosa, sabes donde queda el aquelarre —le digo—. No dudes en ir y buscarme.
—No te preocupes, soy vieja pero no débil —Cana me guiña un ojo—. Tú cuídate, y trata de no dejar que se te suban los humos a la cabeza, ¿está bien?

La rodeo por la cintura y apoyo mi frente en su hombro, agachándome un poco. Cuando nos separamos, Cana planta un beso en mi frente y me da un pequeño empujón para que acabe de irme. Tomo la maleta en mano y bajo los escalones de madera, para salir caminando hacia la parada de buses.

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Tiempo después, estoy de pie frente a unas rejas que me doblan el tamaño y tal vez un poco más. Con una fachada antigua, salida antes del Siglo XIX, como casi todas las edificaciones de Nueva Orleans. Las rejas son delgadas, de metal y con una decoración en las puntas que parecen pétalos de flor, todas pintadas de negro.

Un patio de césped más o menos cortado se observa después de las rejas, con un camino en el medio de ladrillos rojo que lleva hasta el porche y escaleras de la entrada. La mansión tiene dos plantas, con columnas que soportan toda la estructura alrededor de toda la casa. En el frente, cuento nueve. Esta mansión es conocida en toda Nueva Orleans como un lugar casi turístico, si no fuera porque la dueña se las arregla para mantener a ojos fisgones fuera. Entendí por qué luego de que Breeda me explicara todo sobre los aquelarres de brujas y lo importante que es el que tengo al frente, llamado “nuevo aquelarre de Salem” en la comunidad de brujas.

Un chirrido metálico me hace saltar en mi lugar y contemplo, con ojos más abiertos de lo normal, como las rejas de la mansión se abren solas. En ese momento, la puerta de madera caoba se abre a todo golpe, y encuentro miradas con una chica de ojos rasgados y rostro aplastado. Su cabello es marrón claro con toques naranja, recto y le pasa los hombros.

Me agacho para tomar la maleta y sin pensarlo dos veces, entro a lo que será mi nuevo “hogar”. La chica me espera en la puerta junto con un gato negro, que me mira con los ojos entrecerrados. Lo miro por un momento, sin poder resistir el extraño pensamiento de que lo he visto antes.

—¡Bienvenida! —dice la chica cuando llego al porche, con una sonrisa amable— Eh, ¿cómo te llamas?

Dejo de mirar al gato sospechoso para enfocarme en ella, y sonrío medianamente sin mostrar los dientes.

—Soy Cathasach. ¿Y tú?

Ella abre la boca para responder, pero alguien más la interrumpe.

—Vaya, una chica con un nombre más raro que el tuyo, ¿quien lo diría?

Disparo mi cabeza con toda velocidad hacia el gato. ¡El gato acaba de hablar! Lo miro con la boca abierta, intentando buscar una respuesta lógica en mi cabeza. Pero lo escuché claramente, y no hay más nadie aquí. Creo que la poción que hizo Cana me afectó. Escucho la risita de la chica a un lado de mí, pero no me inmuto.

—¿Acaso acabas de…?
—¿Hablar? Sí —el gato tiene el descaro de lamerse una pata, como si no fuera nada—. Eres una bruja, no deberías sorprenderte por tales pequeñeces.
—¿Pequeñez, dices? Además de gato, eres maleducado —lo fulmino con la mirada y me dirijo hacia la chica—, ¿Cómo dijiste que te llamas?
—Soy Rangiku, pero llámame Ran —sonríe de oreja a oreja—, y este es Salem. Aunque sea odioso, es bastante dulce en el fondo.
—Aja, muy, muy en el fondo según lo que percibo —ruedo los ojos—. Así que, ¿éste es el dichoso Coven?
—Si, bienvenida al Aquelarre. Aunque mejor te hago pasar para que hables con Cordelia, directora de la Academia.

Asiento y avanzo detrás de ella y el gato por el porche y luego dentro de la casa. Lo primero que veo es un pasillo de paredes blancas, con piso de madera y lo bastante ancho para que tres personas crucen al mismo nivel y todavía quede algo de espacio. Cuando el pasillo termina, se abre paso a un recibidor con una escalera central que se divide en dos, llevando a dos alas distintas en cada parte de la casa.

—Entonces, ¿de verdad nunca habías visto un gato que habla? —comenta Salem, avanzando con tal sigilo que sus patas no provocan ruido alguno.

Tuerzo los labios en una mueca. Le respondo al mismo tiempo que busco con la mirada alguna silla donde sentarme, porque la herida de la pierna está comenzando a dolerme otra vez. Debo tomarme otra cucharada de la poción y cambiarme los vendajes. Las heridas causadas por licántropos tardan más tiempo de sanar que una herida normal.

—No soy muy fan de los gatos.
—Y yo no soy fan de las brujas locas —sisea automáticamente.
—¿Y tú cómo sabes que estoy loca? —levanto una ceja y suelto la maleta en el suelo.
—Uno: todas las brujas están locas —su cola se mueve de un lado a otro con suavidad.
—¡Oye! —protesta la chica de ojos rasgados.

El gato ni caso le pone.

—Dos: ese anillo que tienes era de una de las más chifladas de todas. Nunca va a escoger a alguien serio para ser sucesor.

Abro la boca para discutir, pero él sigue hablando.

—Además, he oído hablar de ti. Eres la loca que dejó inconscientes a cinco lobos guerreros —sus ojos se entrecierran—. Aún no sé cómo lo hiciste, pero algo es seguro, eso no lo hace alguien normal.
—Tu eres un gato que habla, no me hables de lo que es normal o no —replico, juntando las cejas—. ¿Dónde están las demás brujas?

Miro por la amueblada sala, dando una vuelta sobre mi eje. No parece haber nadie más allí, y es una mansión bastante grande. Servía de escuela, después de todo. Cuando vuelvo a llegar hasta donde Ran, ella me dedica una sonrisa que parece apenada.

—En realidad, solo estoy yo aquí. Tu eres la segunda —musita Ran, y se encoge de hombros.
—¿En serio?

Frunzo el ceño y clavo la mirada en mis zapatos, que tienen manchas de tierra en los bordes. Según lo que me contaron Cana y Breeda, son siete anillos. Una para cada descendiente. Yo misma me la había pasado leyendo libros antiguos sobre las dueñas y creadoras de las gemas.

Una punzada atraviesa profundamente mi pecho, provocando que suelte un suspiro y apriete los dientes. Pensar en Breeda era suficiente para abrumarme con ganas de salir corriendo al bosque y quemar a todos esos malditos lobos hasta que me dijeran donde la tienen. Porque no aceptare que está muerta —no puede estarlo.

Salgo de mi estupor cuando me doy cuenta de que Ran está hablándome. Sacudo la cabeza y parpadeo muchas veces seguidas antes de enfocar la mirada.

—...pero Cordelia dice que tienen que-
—Para tu carro, Rangiku. La chica de nombre raro ni siquiera está escuchándote —Salem me mira con sus ojazos acusadores y mueve su cola suavemente.
—Tengo nombre, gato parlanchín —entrecierro los ojos—. Lo siento, Ran, es que he tenido unas semanas de mierda. Cordelia es la directora, ¿verdad?
—Sí, es la encargada de todo esto —ella asiente.
—¿Puedes llevarme con ella? Tengo que hablarle.
—¿No quieres instalarte primero? —Ran alza las cejas, al parecer preocupada— Además, tienes una pierna lastimada. Deberías descansar y más tarde hablas con Cordelia.

La miro con la boca medio abierta por un momento. La cierro de golpe y me fijo en que estoy apoyándome solo en una pierna. ¿Acaso soy tan obvia?

—Me especializo en sanación —se apresura a decir Ran—, y estoy estudiando medicina. Por eso me di cuenta.
—Oh —mis hombros se relajan—. Está bien, vayamos a mi habitación y luego hablo con Cordelia. Sin falta.
—Sin falta, no te preocupes —me sonríe amablemente.

La mansión parece no tener fin. Subimos las escaleras blancas y vamos al ala izquierda de la casa, donde hay un pasillo con puertas a ambos lados. Ran va explicando en el camino que son los aposentos para las estudiantes, aunque la única estudiante actual sea ella. Me lleva hasta la habitación junto a la de ella, con una puerta de madera pintada de blanco con detalles plateados y negros en las cuatro esquinas. Para mi parece una puerta demasiado anticuada, pero al final, toda la casa lo es.

—Esta será tu habitación —pasa adelante y extiende el brazo—. Esta limpia porque Spalding se la pasa limpiando todo, aunque no haya mucha gente. Lo ayuda a entretenerse.
—Más bien es que ya perdió todas las neuronas y no encuentra que más hacer con su vida —masculla Salem, y suelta una risotada mientras avanza por la habitación.
—¡Hey! Eso es cruel —chilla Ran.

Junto las cejas y avanzo por la habitación, dejando mi bulto en el suelo. Tiene una cama bastante grande, con sábanas blancas. Las paredes son verde pastel, sin ningún tipo de estampado. Hay dos gaveteros pequeños a cada lado de la cama; en una pared hay un gavetero grande y al lado un escritorio de madera marrón chocolate minimalista con una pequeña lámpara negra en una esquina.

—¿Quién es Spalding? —pregunto, mientras avanzo con lentitud hacia la otra puerta.

Igual es blanca, pero no tiene detalles de otros colores.

—El loco que-
—Es el mayordomo de la casa —interrumpe Ran, echándole una mala mirada al gato—. No habla, pero siempre está por la casa cuidando y ordenando todo.

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Solo aguanto media hora después de que Ran y Salem me dejan sola para salir en búsqueda de Cordelia. Cambio los vendajes de mi pierna y me tomo otro pequeño vaso de la asquerosa poción de Cana, y bajo al primer piso. Según lo que me había contado Cana, Cordelia es una señora de 30 y tantos, rubia y con el rostro de una buenona. Y que siempre se la pasa en su vivero.

Bajo al primer piso y cruzo por la cocina hasta una puerta trasera, que supongo debe llevar al vivero. El olor a diferentes plantas y flores mezclado me confirma que voy en el camino correcto. Hay enredaderas por todos lados, macetas con flores colgando de las paredes y del techo. En una pared, hay un estante blanco con cuatro secciones, llenas de plantas y muestras de hojas en frascos con etiquetas.

En el medio del salón, hay dos mesas rectangulares: una de metal y otra de madera. Encima de una hay diferentes frascos y un caldero, desordenados, como si alguien estuviera en la mitad de crear una poción. Cuchillo, cuchara y pilón para mezclar también están junto a todo lo demás.

—Tú debes ser Cathasach.

Doy un tremendo salto y me volteo tan rápido como puedo, soltando un siseo porque el brusco movimiento me hace doler la pierna. Detrás de un bonsai de dos metros sale una mujer alta, rubia y con una sonrisa pequeña en el rostro. Cordelia Buckley avanza con largos pasos hacia mí, lleva pantalones de tela negra y una camisa de seda con ramillas de flores.

—¿Breeda le informo que yo vendría? —levanto las cejas y me enderezo.
—Si, hace unos meses. Queda claro que tu traslado hacia acá se esperaba en otras condiciones más...amenas.
—¿Llama poco ameno que trataran de asesinarme y que no sepa qué rayos pasó con Breeda? —ladeo la cabeza y junto la cejas con fuerza.

Aprieto los dientes y doy un paso hacia adelante. Cordelia solo me mira con ojos serenos, casi inexpresivos.

—No he querido decir eso, Cathasach —su voz es tan suave que me irrita—. Estamos en guerra, pero esa parte del territorio no había lanzado un golpe contra ustedes hasta esa noche.
—No, vivíamos bien. ¿Tiene alguna idea de por qué atacaron? —me cruzo de brazos.

Recuerdo bien la información que me dio Cana. Necesito todos los datos que pueda si quiero encontrar a Breeda. Solo pensar en ella provoca un revoltijo acalorado y abrumador en mi pecho. Una desesperación que va agrandándose cada vez más.

—No estoy segura. Una posibilidad es que se hayan enterado de quien eres tú y que representas en la guerra —me señala con la palma abierta y se mueve hacia la mesa de metal—. Y que por eso hayan querido atacarte para deshacerse de ti. La táctica de tomar al enemigo por sorpresa.

El manto de desesperación aumenta mucho más, tanto que creo que va a cubrirme de pies a cabeza. Aprieto los dedos, clavando las uñas en mis palmas e intento respirar, pero sale dificultoso. Siento ondas de energía salir de mis puños, queriendo volverse rayos eléctricos. Lucho por controlarme, como si intentara tapar un balde de agua que está rebosado. Cordelia se queda en silencio, moviendo sus raíces de una mesa al caldero, buscando ingredientes en el estante.

—Teníamos un trato con ellos, incluso hicimos uno de sus pactos raros de licantropía —mi voz suena atascada—. No pueden simplemente…
—En la guerra, todo se vale.
—¡Me vale mierda! —extiendo los brazos y bufo— Una última pregunta. ¿Tienes alguna idea de que podría haber pasado con Breeda?

La voz me tiembla en las últimas palabras, es inevitable. Tengo recuerdos momentáneos de su rostro, sus ojos llenos de lágrimas y la sangre saliendo de su cabeza. Me tiemblan los labios y carraspeo cuando empiezo a ver borroso por lágrimas acumuladas. Inspiro con lentitud y espero la respuesta de Cordelia, que ahora está picando unas ramas antes de lanzarlas al caldero humeante.

Pasan unos momentos más, donde Cordelia continúa picando condimentos para lo que sea que esté cocinando en ese caldero. La hornilla de debajo tiene el fuego bajito, así que según lo que me enseñaron, aún está en la fase de preparación. Aprieto y flojo los dedos de las manos repetidas veces, y las ganas de gritar no se esfuman. De solo pensar en lo que puede estar pasándole...

—La verdad es que no tengo idea de que puede haber pasado con Breeda.

Me largo de ahí antes de empezar a romper todas sus pociones y jarrones con materiales. A la mierda con todo.

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Lo bueno de estar en el Aquelarre es que todo me queda más cerca que en mi antigua casa. El instituto de Culinaria y el trabajo, por ejemplo. Lo malo es las condiciones sobre las que he llegado. No me aguanto más de dos días encerrada, “sanando” y entrenando junto con Salem y Cordelia sobre mis habilidades de bruja.

Al tercer día de haber llegado, salgo de la casa aprovechando que Ran está en sus clases y Cordelia está atendiendo reuniones con el consejo. El gato y el mayordomo me dan igual, así que no reparo en ellos. El instituto y el trabajo me dan vacaciones por dos semanas en mayo, lo que me ha caído justo en el tiempo para que pase todo ese rollo.

Tomo el autobús en la esquina del barrio con dirección hacia el pantano. La manada donde vivía antes está ubicada en Metaire, una ciudad a aproximadamente media hora de New Orleans. Según lo que se de los licántropos —que no es mucho, ya que ellos nunca confiaron demasiado en nosotras—, es que hay unas cuantas manadas en New Orleans. Y puedo jurar por el Dios del rayo que en el pantano hay una.

Mientras observo los edificios antiguos de la época colonial, pegados unos de los otros, las calles angostas y los turistas tomarse fotos en cada esquina, voy repasando cada teoría sobre lo que puede haber pasado. Me rehúso a creer que Breeda está muerta, por lo que estoy casi segura de que la han secuestrado. Tal vez para obtener algún tipo de información de las brujas.

Si hay algo de lo que me he enterado al estar con Cana y Cordelia, es que la guerra es algo más grande de lo que llegue a pensar. Y todos los seres “sobrenaturales” están involucradas en ella. Lo que no se es donde pueden tener a Breeda. Podría ser la manada Adalwof, donde residíamos. Pero también pueden haberla enviado a otra manada para levantar sospechas.

No tenía idea alguna de donde está. De lo único que estoy segura es que voy a andar por todos los territorios que se requiera hasta encontrarla.

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El pantano es un lugar extraño. Un aura más oscura parece rodearlo invisiblemente y separarlo del resto del territorio. Camino entre maleza, tierra, árboles y lodo por lo que parecen ser horas. No me encuentro con lobo alguno, lo que es bueno y malo. Podría ser porque aún no topo los límites de su territorio, o porque ya estoy en él y ellos están vigilándome antes de atacar.

Hasta que llego a unos metros antes de un pequeño claro. Me quedo paralizada en el camino, mirando un hombre de espaldas vestido de negro y en el suelo, un lobo atado. Está tirado, como si estuviera herido, lleno de lodo y con rasguños por todo el cuerpo. Doy un vistazo rápido por toda el área, tratando de ver si hay alguien más. Pero mis ojos no logran ver mucho, ha oscurecido y no tengo súper visión.

Dos cosas son seguras: me he topado con un cazador en medio de una misión de captura.

—Maldición…—mascullo.

Automáticamente, los ojos oscuros del lobo se posan en mi dirección. Suelto una pequeña y baja exclamación, un suspiro. Me agacho tan rápido que provoca un poco de vértigo en mí. Solo eso basta para que el lobo mueva sus orejas en mi dirección, ubicándome por completo. Y lo que es peor, que el cazador se gire hacia el arbusto en el que me estoy escondiendo.

Se me paraliza el corazón. Dejo de respirar y afinco los pies en el césped, tratando de volverme piedra. Siento un temblor recorrerme todo el cuerpo y todo dentro de mi enfriarse. Trato de calmar los nervios, solo es un tipo con una máscara certificado para matar brujas. No pasa nada.

El cazador no parece mirarme, puesto que los arbustos son bastante poblados y está oscureciendo. En ese momento, una rama rompiéndose resuena por el bosque. Todo parece detenerse en los segundos que creo que he sido yo y que tendré que pelear con él; sin embargo, el cazador da la vuelta sobre sus talones y luego de darle una fugaz mirada al lobo enjaulado, se va corriendo a toda velocidad.

Toda la tensión se me va del cuerpo como si estuviera muriendo de calor y me hubiesen echado un balde de agua. Suelto un suspiro y me dejo caer en el césped. A lo lejos, escucho un aullido de lobos.

Probablemente sea algún licántropo de la manada del lobo que tengo a unos cuantos metros de distancia. No pasara mucho tiempo antes de que el cazador vuelva a este lugar, así que inspiro y me impulso hacia delante. Debo moverme rápido.

El lobo está amarrado de las patas, inmovilizándolo por completo. Su pelaje marrón oscuro está sucio de tierra y sangre, tiene varias cortadas por todo el cuerpo. La peor está debajo de su cuello, por donde no deja de brotar liquido rojo y se nota que es profunda. Cuando me acerco, el hedor a acónito incrementa tanto que los ojos me arden.

Por default, es el punto débil de los licántropos. Sin embargo, tiene un efecto medio desorientador en las brujas. Las orejas del lobo apuntan hacia arriba, alerta, y voltea todo su hocico hacia mí. A pesar de que apenas puede mantener los ojos abiertos y sus gruñidos salen apagados por el veneno, esta dispuesto a morir en el intento de defenderse.

Fijo mis ojos en los suyos, sintiendo una fuerza magnética salir de ellos. Los licántropos son un misterio para mí, así que trato de no pensar mucho en ello. En cambio, me acerco con pasos lentos y decididos, y con ambas manos en alto. Tratando de demostrar mi inocencia mientras los latidos de mi corazón parecen estar descontrolados.

—No te haré daño —susurro tan bajo como puedo. Sé que puede escucharme—. Tengo que sacarte de aquí antes de que el cazador vuelva, así que coopera conmigo.

Me acerco más y los gruñidos del lobo no disminuyen. Me detengo en seco por varios segundos, apretando la quijada y tratando de afinar el oído para escuchar más aullidos de los lobos a lo lejos. Se escuchan golpes sordos y aullidos de dolor. El lobo frente a mi intenta ponerse de pie con rapidez, pero así mismo vuelve a caer en la tierra. No puede aguantar su propio peso por el veneno y por las ataduras.

Su desesperación por moverse se nota desde la expresión de sus ojos hasta sus movimientos frenéticos. Algo me golpea el pecho y actúo por puro impulso. Fijo la mirada en el cielo que cada vez oscurece más y dejo que mi espíritu sienta las fuerzas sobrenaturales que están presentes en el aire.

Naturae: ergo usura valebunt. Uti servus tuus sicut enim corpus meum, et me ad vires adepto de hic.

Un hilo de hielo me recorre las manos. Un escalofrío pasa por mi espina dorsal. Una ola de energía me abruma, dejándome temblando y con un sentido de debilidad que provoca que me tambalee.

Al volver la vista hacia el lobo, contemplo como esta levantado unos cuantos centímetros del suelo. En la misma posición, como si hubiera un montón de enanos invisibles cargándolo. A causa del hechizo, por igual, el licántropo queda inconsciente. Lo que es mucho mejor para mí.

El hechizo me deja cansada. Los ojos empiezan a pesarme, igual que el cuerpo. Pero aún no he terminado. Escucho rugidos y ladridos más cerca, así que apresuro el paso. Cada pedazo de bosque que avanzo, ensuciando mis pies de tierra y lodo, el lobo flota detrás de mí. Dejo de pensar y solo me dejo guiar por el instinto. La madre naturaleza, que según Breeda fue una bruja en su máxima forma, debe guiarme hacia un sitio seguro.

Troto a un paso torpe, apoyándome de troncos de vez en cuando, por varios minutos. Cada momento miro por encima de mi hombro, verificando que el lobo sigue ahí. Es mi única oportunidad de hablar con uno sin que intente matarme, para averiguar información de mi abuela.

—¡Alto ahí, bruja infernal!

Todo dentro de mí se congela. Me vuelvo un tempano del Polo Sur. Me giro y a toda velocidad, se acercan un grupo de cazadores: uno con una máscara roja y uno con una máscara azul. La noche está comenzando, así que aprovecho eso a mi favor. Miro hacia el lobo, flotando a mi izquierda. Lo único que debo hacer es no llegar a mi punto de cansancio y colapsar. Si lo hago, todo el hechizo y yo nos iremos a la mierda.

Antes de poder hacer nada, escucho algo cortar el aire y segundos después, siento una fuerte y dolorosa punzada en el costado. Abro los ojos y veo una cuchilla pasarme por el otro costado. ¡Me están atacando, maldición!

—¡Púdranse, malditos cazadores!

Junto ambas manos por las puntas de los dedos y me paro lo más recta que puedo. Entrecierro los ojos y trato de imaginar que cada uno de los cazadores corriendo hacia mí son blancos de un juego de dardos. Inspiro lentamente y siento la corriente eléctrica, que siempre está presente en mí, volverse más y más grande. Más incontrolable.

¡Ray Coman, fags! —grito.

En ese momento, dos rayos caen a toda velocidad, aterrizando frente a los cazadores. Son veloces, tanto que no parecen humanos y logran esquivar un golpe directo. Pero, de todos modos, no son inmunes al impulso de la explosión. Salen despedidos por el aire y no me quedo a ver dónde caen. Me giro y comienzo a correr a toda velocidad, verificando que el lobo no deje de flotar a mi lado. No podría con el si el hechizo se acaba.

La herida de mi costado no parece ser tan profunda, pero de todos modos duele y arde. No puedo evitar llorar y sentir como la cabeza va a explotarme. El cansancio cada vez es mayor. Me esfuerzo por mantener los ojos abiertos y mi respiración es cada vez más errática. En una de mis vueltas por el bosque, observo un tronco caído ahuecado. Es tan grande que puedo pasar por el sin problemas, y no lo dudo un segundo.

La maleza del bosque es mayor cuando salgo del tronco, solo por unos metros. El césped llega más arriba de mi cintura y es difícil ver hacia donde por la oscuridad. Luego, el aire es más puro y la luz de la luna ilumina un pequeño claro rodeado de árboles inmensos frente a mí. Poco después, veo una cabaña pequeña y a oscuras en uno de los bordes del claro.

La puerta de la cabaña no tiene seguro y cuando abro la puerta y enciendo la luz, está totalmente vacía. Respiro con alivio y deshago el hechizo de levitación. Al instante, el lobo y yo nos desplomamos en el suelo. El, todavía inconsciente. Yo, a punto de estarlo. Pero aún tiene acónito en el cuerpo, y si lo dejo morir, habré hecho todo esto por nada.

Doy un vistazo rápido por la cabaña. La cocina, la sala y el comedor están en una misma habitación y casi todo es de madera. La cocina está separada por un diminuto desayunador con dos sillas, mientras que la sala tiene un sillón y una pequeña mesa. No me fijo en más detalles que eso, y en dos puertas que probablemente sean una habitación y un baño.

Me levanto como puedo y tratando de ignorar el dolor, busco un cubo de metal y lo lleno con agua del fregadero. Vuelvo hacia el lobo, que está respirando con dificultad y ha manchado gran parte del suelo de madera. Saco las hierbas de mi pequeña bolsa y me las meto en la boca.

Mastico todo hasta que esta homogeneizado y lo escupo en el cubo de agua. A falta de tiempo y de fuerza, mezclo todo con mis dedos. Al final, agrego un toque de tierra pura del Jardín de Cana. Cuando todo parece una sustancia espesa entre marrón y verde oscuro, tomo uno de los paños de la cocina y me dirijo hacia la herida del cuello del licántropo. La piel alrededor esta negra, efectos del acónito matando su organismo.

Mojo el paño en la poción y la presiono lo más gentil que puedo en su cuello, rellenando toda la herida. Lo repito hasta que no hay más poción en el cubo, por todas las heridas grandes que tiene en su cuerpo. Las manos cada vez me tiemblan más y la cabeza parece explotarme, porque el hechizo de inconsciencia que hice, está robándome lo último que me queda de resistencia. Eso, y al parecer, la cortada que me proporcionaron los cazadores tenía algo de acónito o plata dentro.

Cuando queda un poco de la poción, levanto mi camiseta y la unto en mi piel con frenesí. Lo último que falta es que me muera por estúpida, o por unos putos cazadores. Todo da vueltas y ya no enfoco más lo que está a mi alrededor. Logro dejar el paño presionado en mi costado antes de que mi cabeza golpee el suelo frio de madera, y después no sé más nada de mí.

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Cuando despierto otra vez, lo primero que siento es dolor. Dolor en mi pierna, dolor en mi costado y molestia en mis muñecas. No he abierto los ojos, pero puedo “ver” algo de claridad a través de los párpados. El suelo de madera es el mismo frío que el de la cabaña del licántropo y…

Me levanto de golpe, con el corazón latiéndome a toda velocidad. Abro los ojos con prisa y tengo que volverlos a cerrar y abrir varias veces hasta acostumbrarme a la luz que entra por las pequeñas ventanas. Genial, amanecí en territorio enemigo. Lo segundo que noto es que ya no hay un lobo enorme inconsciente a mi lado.

—Maldición —siseo.

Mi pulso aumenta más y creo que el dolor pasa a segundo plano. Mi costado duele menos que ayer, pero, aun así, parece que la poción no fue lo suficiente para sanarme del todo. Intento ponerme de pie y en ese momento me doy cuenta de mis muñecas están atadas. ¿Qué demonios?

Como puedo, cojeando y tropezando, me pongo de pie. Miro hacia las cuatro paredes de la pequeña cabaña, intentando adivinar por donde va a salir el licántropo. Lo que me pasa por estúpida, tendría que haberlo atado antes de sanarlo. Intento ignorar las punzadas de dolor de mis músculos, o el residuo de dolor de cabeza por el sobreuso de mis poderes anoche. Todavía no me recupero del todo, pero no puedo permitirme flaquear ahora.

Tomo aire lentamente y trato de nivelar mi respiración. Recuerdo todo lo que me enseñó Breeda de como huir de un depredador que tiene los sentidos mucho más agudos que un humano promedio. Si tan solo pudiera tele-transportarme…

Doy un par de pasos hacia la puerta con rapidez y sigilo. Lo más sigilosa que puedo cuando lo único que quiero es cojear. Estiro mis brazos, que están sujetos, y coloco la parte de la soga en la manija de la puerta. Comienzo a girar lentamente, lentamente, lentamente…

Un estruendo me hace saltar y antes de poder reaccionar, un par de manos me agarran por las costillas y me jalan hacia atrás con fuerza. Suelto un grito de guerra y de dolor, y me tambaleo como una serpiente enojada y enjaulada. Las manos me dan la vuelta y luego, me estrellan contra la puerta de madera.

Grito de dolor y me quedo jadeando, sin aire. Las manos son grandes, ásperas y morenas, y me aprisionan contra la puerta. Subo la cabeza y me encuentro con los mis ojos del lobo de anoche, solo que ahora están en un rostro humano con cabello marrón y hasta el cuello. Y su rostro está tan arrugado que parece que va a explotar.

—¿Quién eres y qué quieres? —gruñe el hombre.

La herida de su cuello está semi-cicatrizada, por suerte. Le llega hasta el principio del hombro, torciéndose como un garfio. Solo tiene unos pantalones puestos, así que con un vistazo me doy cuenta de que una gran parte de sus cortadas menores también han sanado. Los licántropos sanan más rápido de lo que pensé. Cuando no respondo, utiliza su antebrazo para apoyarlo en mi estómago y presionar. Las lágrimas se me salen y aprieto los dientes para no llorar.

—¡Responde! —ruge y sus cejas se fruncen con exageración.

No sé qué es mayor, el dolor o la impotencia. Si dejo que este animal me abra la herida otra vez, que ni está bien sanada, no sé cómo encontraré a Breeda. ¿Qué le da el maldito derecho de atacarme así cuando yo he sido quien lo salvó?

Siento la descarga eléctrica venir hacia mí tan rápido que es abrumante. Pero lo acepto. Uso mi cuerpo como conductor de energía y la expulso con toda la fuerza que puedo hacia el estúpido frente a mí. Su cuerpo sale volando como un cojín, aterrizando en la otra pared.

Los rayos rompen la soga, por lo que suelto mis brazos y los estiro mientras le clavo la peor mirada que tengo al hombre. Respiro con dificultad y siento mis mejillas mojadas por lágrimas. Estúpido, estúpido.

—Esa es una forma muy grosera de decir gracias, ¿sabes? —sonrío de lado— Yo suponía que los licántropos también aprendían modales.
—¿Salvarme? —se pone de pie en un segundo y avanza hasta mi— ¿Qué clase de bruja salva a un licántropo? —tuerce los labios, mirándome de pies a cabeza.
—No cambia el hecho de que lo hice y tu casi me matas, gracias —ladeo la cabeza—. Eres un idiota.
—¿Qué fue lo que me pusiste en el cuerpo, veneno? —se inclina hacia delante, como listo para atacarme otra vez.

No puedo evitarlo, me río a carcajadas como una demente. Incluso me apoyo con el brazo en la espalda del sillón. Creo que estoy llegando a mi punto.

—Si hubiera querido matarte, cariño —lo miro fijamente, sonriendo, y me cruzo de brazos—, ya estarías muerto.

El apodo parece chocarle, porque su mandíbula se desencaja y encaja. Comienza a dar varios pasos hacia mí. Automáticamente, subo mis brazos y me paro derecha. Mis dedos destellan con rayos pequeños, cortos y veloces.

—Si te me acercas otra vez, voy a reabrirte la herida.

El hombre parece volver en sí. Al menos, eso es lo que espero y creo. Ya que deja de avanzar y sus hombros se relajan un centímetro. Aunque no me confío, por si las moscas. Me mira en silencio por un momento, clavando su mirada en mis ojos, sin parpadear y sin cambiar su expresión facial.

Es como si sus ojos siguieran pareciendo de lobo, pero paulatinamente, se van volviendo más inexpresivos. Casi fríos, pero no del todo. Como si estuviera viendo todo a través de una pantalla. Lo observo en silencio. Como sus orificios nasales se anchan al tomar una gran inhalación y rodar los hombros antes de abrir la boca nuevamente.

—¿Quién eres y que asunto tienes para traspasar territorio neutro a una manada de licántropos?

Tengo que echarme hacia detrás, con torpeza y junto las cejas. No socialicé mucho con licántropos mientras vivía en la otra manada, así que no sé nada de ellos en situaciones de “estrés” como esta: con una loca bruja en su cabaña secreta o algo así. Lo que he escuchado es que suelen ser más violentos cuando su parte más “animal” está en control.

—¿Es normal que cambien de humor tan rápido? —pregunto sin pensarlo mucho.
—¿Qué…? —el hombre sacude la cabeza— Responde la pregunta. La única razón por la que no he llamado refuerzos es porque me salvaste la vida, porque si no, estuvieras de camino a la prisión ahora mismo.

Entrecierro los ojos y coloco las manos en cada lado de mi cadera. La prisión me hace pensar que Breeda tal vez esté en una. Siendo mal alimentada, torturada y quién sabe qué más. El solo hecho de imaginarlo me pone con los pelos de punta y con unas inmensas ganas de electrocutar a todos los hombres lobo del área.

—Estoy buscando a alguien.
—¿Alguien? ¿Qué alguien? —da dos pasos hacia mí— ¿Y qué te hace pensar que puede estar aquí?
—Porque fueron licántropos quiénes se la llevaron. No esta manada, una vecina que rompió su contrato de convivencia con nosotras sin avisar y nos atacaron.

El hombre frunce el ceño y después sube las cejas hasta el final de la frente, como si reconociera la historia que le estoy contando. Me preparo mentalmente (o intento), por si él también quiere eliminar una de las septem filli —como lo que indica Cordelia. Fija sus ojos oscuros en mi rostro y me repasa todo el cuerpo hasta dar con el anillo en mi pulgar derecho.

—¿Tu eres la bruja de los rayos…? —no lo dejo terminar.
—Sí, y tú vas a ayudar a esa bruja —pongo la espalda recta y alzo la barbill—. Me lo debes, licántropo.
—¿Y por qué te lo debo? —entrecierra los ojos y sus fosas nasales se dilatan.

Alzo mi camiseta hasta arriba del ombligo y le muestro el por qué. Una cicatriz en forma de luna menguante, que obtuve para que los lobos nos permitieran vivir en su territorio sin ser atacados. Por ello conozco algunas de sus reglas y leyes.

El hombre da un paso torpe hacia detrás y parpadea como si no lo creyera. Sus labios se tuercen a un costado y abre y cierra la boca varias veces, sin decir nada. No puedo evitar la sonrisa que se asoma en mi rostro.

—Yo gano.
hange.
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Mensaje por Ariel. Vie 12 Ene 2018, 8:45 am

El que subieras me hace feliz!!!!!!! Y.Y pero tan miserable a la vez T.T creo que me tiraré del techo de casa...


Última edición por Ariel. el Sáb 13 Ene 2018, 11:06 am, editado 1 vez
Ariel.
Ariel.


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Mensaje por winchester. Sáb 13 Ene 2018, 4:46 am

KANDE.:

MILS.:
winchester.
winchester.


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Mensaje por indigo. Dom 14 Ene 2018, 3:23 pm

CAPÍTULO *muere en 3, 2, 1...* Coven of salem - Página 4 1244184562
indigo.
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Mensaje por Jaeger. Lun 05 Feb 2018, 9:03 pm


Jaeger.
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Mensaje por indigo. Dom 25 Feb 2018, 4:46 pm

From Darcy with love Coven of salem - Página 4 1477071114
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Mensaje por Jaeger. Miér 07 Mar 2018, 2:20 am

Dani donde te me escondeeeeeeeeeeees! Te extrañoo Coven of salem - Página 4 3619577255
Jaeger.
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Mensaje por Ariel. Miér 07 Mar 2018, 3:40 pm

bebe he estado sin internettttt
estoy en todaassss
tenme paciencia
Ariel.
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Mensaje por hange. Miér 07 Mar 2018, 8:11 pm

MUCHISIMAS GRACIAS CHICAAAS, AMO SUS COMENTARIOS, me matan de la risa y amo que les haya gustado y que les guste Catha <3 tengo un monton planeado para ella jjijij

Dani tranquila <3 no importa!
hange.
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