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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Delirium.
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Re: Delirium.
Perdonenme chicas, estoy seca, bloqueada prácticamente. Y con mi sobrina en casa es mucho más difícil. Voy a escribir sobre todos mis personajes, así que espero que sea un capítulo largo, y cuando esté lo voy a subir. Ojalá entiendan, perdón de nuevo ):
bless.
Re: Delirium.
margarita.
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capítulo 01
Thomas Leimann; Nicole Grayson; Jack Butler; Grace Rowling; Scott McMahone; Bea Sellers; Christian Tyler; Sarah Parks.
La lluvia no me dejaba ver con claridad. El fresco de la brisa hacía que toda mi piel se erizara. Cuando comencé a correr por la calle, me di cuenta de que alguien sostenía mi mano fuertemente. Tiré de ella y seguí corriendo en la oscuridad de la noche, bajo el diluvio que nos dificultaba el paso. Finalmente a lo lejos la podía ver: una baya, en corto circuito y lanzando chispas por todos lados. Mi corazón se congeló del miedo.
—Thomas, no…—Dijo ella detrás de mí, pero no hice caso a sus palabras y seguí corriendo impulsado por la adrenalina que me invadía. Corría y corría, pero nunca llegaba a la baya. Quería decirle que no pensaba rendirme, y que nunca podríamos salir, pero ella ya no se encontraba detrás mío. Grité su nombre, olvidándome de los ojos que se escondían detrás de las esquinas, como luces permanentes dejando al descubierto mis movimientos. Cuando volteé finalmente la vi. A punto de tocar la baya para treparla. Cuando su yema estaba a tan solo unos centímetros de toda la electricidad corriendo por el alambre, grité.
—¡Nicole!
Abrí los ojos y observé la habitación de punta a punta, para asegurarme de que fuera real. Traté de regularizar mi respiración sin que ella se diera cuenta.
—¿Estás bien, Thomas? —Preguntó monótonamente y con una pizca de fastidio en su voz. Maldición, qué diablos me pasa. ¿Un sueño? ¿Una pesadilla? No se supone que pueda soñar.
—Sí… ¿Tú estás bien? —Pregunté para distraer su sospecha.
—Sí, sí. —Fue lo último que dijo antes de girarse y seguir durmiendo. Lo último que necesitaba era que Nicole sospechara de mí. Pero no podía dejar de soñar. Y eso estaba preocupándome. La cura me prometió tranquilidad, noches apacibles libres de sueños y pesadillas. Y allí estaba, soñando. Y el significado de aquel sueño, era lo que más me preocupaba.
Por suerte, conseguí seguir durmiendo sin que una sola imagen se infiltrara en mi mente y me impidiera dormir. Me preparé para ir a trabajar. Tenía un buen trabajo en la ALD como gerente de marketing. Principalmente me encargaba de supervisar las publicidades y propagandas que utilizaríamos en la campaña. Esto me proporcionaba un sueldo para vivir dignamente, y no privarnos de algunos lujos. El golpeteo errático de mi corazón que me había atormentado anoche, había cesado. En Portland parecía ser un día como cualquier otro, el sol se ocultaba tras una manta pálida de nubes, pero su calor seguía atormentando a los ciudadanos que caminaban por las calles.
Nicole tomaba su café matutino, en la mesa del comedor. Leía un libro, algo llamado “Peligro y Consecuencia”. Recuerdo haberlo leído hace un tiempo. Testimoniaba el caso de una pareja de simpatizantes, cuyo final pudo haber sido trágico, hasta que él murió y ella recibió una segunda intervención. La escritora del libro pudo salir adelante y compartir con el mundo su historia de cómo la cura salvó su vida.
—Buenos días. —La saludé. Miró con un soslayo por encima del libro y respondió con un “buenos días”. Mi mente se debatió si sonreír o no era un acto apropiado en aquella situación, no quería que Nicole me malinterpretara. Digamos que el tema de lo que un matrimonio de curados podía o no saber, estaba manteniéndome un poco tenso. Aunque no había razón para ello.
—¿Sucede algo? —Me preguntó. Fui consciente en aquel momento de que me perdí en tanta idea, involuntariamente mirándola, pero nunca viéndola realmente. Sus ojos verdes, como las hojas secas de menta que guardábamos como condimentos, me miraban ¿o miraban más allá de mí?
—No. —Respondí. —Iré a trabajar, no me apetece desayunar hoy. —Nicole asintió y dejó el libro sobre la mesa, llevando su tasa a la cocina, donde Susan (nuestra empleada) se encontraba aseando. Me encontraba ya vestido y con el maletín en mano. Nicole volteó a verme cuando iba a acercarme a saludarla antes de irme. Pero ante mi cercanía, retrocedió levemente, acto que me hizo parar en seco. —Por supuesto. —Asentí. No era mi intención incomodarla, y ella lo sabía. Ambos éramos nuevos en esto, a pesar de los meses que ya habíamos pasado juntos.
—Hasta luego Thomas, no olvides que cenaremos con los Branson. —Sonrió, como pocas veces lo hacía. Le di un asentimiento antes de salir rápidamente de la casa, mis sonrisas no eran lo mismo, así que aquella fue mi única expresión. No me permitiría llegar tarde.
Dentro de la casa, el clima era frío y seco. Depende de dónde te encontraras a veces una leve brisa podías sentir. Afuera, era completamente todo lo contrario y mi cuerpo pareció notarlo al instante. Húmedo y caluroso. Una vez dentro del auto en marcha atrás, encaminándome a la oficina, pude ver la silueta de Nicole en la ventana de la casa. Cuando detuve el auto, ella se alejó.
Una vez en el camino y en el silencio del vehículo, recordé cómo una vez estuve tan cerca de infectarme. Pero cumplí los dieciocho, el tiempo me salvó de caer. ¿Y ella? Posiblemente al igual que yo, no me recuerda, ni tampoco al pasado. Algo nos fue quitado y en su lugar, solo tendremos tranquilidad eterna y quizás de vez en cuando aquella pregunta “¿Cómo diablos pude…?”
En el semáforo, un golpe contra el vidrio me hizo saltar en mi propio asiento. Una chica encapuchada, a la cual no podía ver bien, extendía su palma entera sobre el auto. Mi primer pensamiento fue que necesitaba ayuda, pero pronto caí en que me equivocaba. Solo registré sus ojos marrones, que provocaron vértigo en la boca de mi estómago. Esos ojos… tenían vida. Eran oscuros pero brillaban con algo que yo no podía ver cuando me miraba en el espejo. Antes de que pudiera apretar el acelerador para atropellarla ella corrió y se perdió en el sendero del parque, como una si fuera una ciudadana más.
Sabía que no lo era.
Y la prueba ondeaba frente a mí. Un papel, un folleto para ser más precisos. Mi cara se volvió roja, y era notorio por el calor que nació desde mi nuca. Sentí enojo contra ella y me apresuré a extender la mano por la ventana y arrancar ese folleto lejos de mí, no sin antes observar su imagen mal impresa en el papel barato. “Sé una voz, no un eco” exclamaba sobre un muchacho y una muchacha, agarrados de las manos. Hice un bollo aquel panfleto y dejé que el viento se lo llevaba mientras aceleraba todo lo que podía para alejarme de él, de esa imagen, de esas palabras. Antes de que ellas pudieran colarse en mi cabeza, yo ya estaba llegando al trabajo.
Recuerdo aquella mañana en Portland como una de las más cálidas y húmedas. Sin embargo, nada me detuvo para tomar mi bicicleta y hacer aquel recorrido diario por el parque. Prefería estar sola, como rara vez lo hacía. Recuerdo que la noche anterior no había sido una de las buenas, primeramente porque permanecí despierta hasta altas horas de la madrugada, observando por la ventana cómo la luna alumbraba cada rincón de la calle. Comencé a pedalear más rápido cuando recordé lo que había visto. No estaba completamente segura, o quizás simplemente no quería estarlo. Mi corazón se detuvo por un segundo cuando creí divisar un par de siluetas en las sombras, escurridizas y rápidas, casi escapando de la luz lunar. Mi frente se había puesto húmeda por el sudor, el ambiente en el cuarto se volvió más pesado. Cerré los ojos y miré para otro lado, pero mi curiosidad fue más fuerte y mi mirada siguió al par de sombras desconocidas que parecían escapar de mi propia mirada. Había cerrado la cortina con impotencia, mi boca estaba seca en aquel momento.
Paré a un lado del camino para respirar un poco. En un algún momento, cuando dejé que mis recuerdos volaran perdí el control de lo rápido que iba pedaleando. Luego de haber visto algo de lo que ni siquiera estaba segura, volví a la cama y me obligue a imaginar que nunca me había levantado de ahí, y que estaba poniéndome demasiado paranoica con respecto a mi evaluación. La presión era demasiada, y cada vez que sentía temor, mi mente parecía entrar en pánico. Siempre creí que ese temor era inseguridad, y que la inseguridad que yo tenía se debía a un posible síntoma de la enfermedad, y eso me estaba volviendo loca. Yo no estaba enferma. Podía contar con los dedos de mi mano la cantidad de veces que mantuve conversación con un hombre que no fuera mi padre. Mi madre siempre me aseguraba que no había de qué preocuparse, de que a mi edad era común estar asustada. Sin embargo yo no pensaba lo mismo. No era miedo. Era intranquilidad, la misma que me perseguía desde hacía noches, la que no me dejaba conciliar el sueño.
Posiblemente esa misma intranquilidad la que me empujaba a creer que alguien me vigilaba todo el tiempo. Como en ese preciso momento cuando creí ver algo que no debería haber visto, o cuando pensé que alguien, o más bien, un chico estaba observándome detrás de un árbol. Pensamientos que me perseguían y que me hacían sentir culpables con su paso. No me había sentido así hasta que empecé a tomar conciencia de que tan solo faltaban unos meses apara que finalmente me aplicaran la cura. Y quizás yo así iba a poder ser libre de todo aquello.
Sin embargo, cuando logre tranquilizar las respiraciones que estaban haciendo mi corazón palpitar más rápido de lo normal, parpadeé un par de veces para comprobar que no era mi imaginación y que una cabellera rubia se asomaba detrás de un árbol. Fruncí el seño y me levanté del césped, con mi bicicleta y todo. Cuando llegué al árbol no había nada detrás de él, más que un suspiro de alivio por mi preocupación inútil.
—Disculpa. —Una voz masculina me sobresaltó, e hizo más que eso. El joven sostenía una botella de agua en mi dirección y aunque su rostro permanecía neutral, con el corazón en la garganta me mantuve inmóvil mirando sus ojos claros. Creer que él era quien había visto hace un segundo solo iba a alimentar mi mente especulativa. —Se te calló esto hace un rato. —Fue todo lo que me dijo cuando me entregó la botella. Inmediatamente bajé la vista para evitar el contacto visual, según lo que había aprendido, algo muy riesgoso que en ocasiones provocaba la infección. Al costado de su cabeza, detrás de su oreja, no había señal de una cicatriz. Por lo tanto este chico no estaba curado.
—Gracias. —Fue todo lo que me animé a decirle. Por alguna razón, quizás simplemente por amabilidad, le sonreí al desconocido que había intentado ser solidario. Pero fue una sonrisa rápida, sincera pero temerosa que me apresuré a borrar de mi mente al momento de subir a mi bicicleta y alejarme de ahí. Aun podía sentir su mirada fija en mi espalda mientras pedaleaba, como si estuviera mirando directamente en mi corazón, y en mi mente. Cuadras más adelante paré en la sombra para quitar esos pensamientos. Aquella mañana en Portland, el sol recién comenzaba a asomarse y su calor ya se sentía más que antes, en la semioscuridad de la mañana más temprana. Con la botella que hace minutos había estado en manos de alguien más, tomé un sobro e intenté convencerme de que era tiempo de dejar cualquier preocupación atrás, confiar en la promesa de un futuro mejor y lleno de paz. Creer fielmente en que yo, Grace Rowling, era una más del montón de aspirantes que esperaba el día de su salvación, de una cura que le enseñaría a vivir.
—¿Cómo me pudo pasar esto a mí? —Las lágrimas estaban saliendo sin contención por la inmensidad e intensidad de los sentimientos que brotaban dentro de mí. El aire salía con dificultad y pasé mis manos por mi cabello al hundirme más y más en los pensamientos que me agobiaban. —¿Porqué tenía que sucederme justamente a mí? —Me preguntaba una y otra vez.
—Scott…—Ella quiso acercarse, pero yo me alejé con rapidez. Se podía decir que el asunto de la fuerza de voluntad no era algo en lo que me destacara. No quería herirla, de hecho quería quitar todo rastro de dolor en su vida. Quería acercarme a ella… Quería muchas cosas que no debía querer hacer. Pero el deseo estaba allí, culposo y pesado como una piedra. La miré fijo, sus ojos marrones ahora cristalizados y sus pestañas más rizadas de lo que alguna vez pude recordar. Era hermosa. Hasta un curado tenía que admitir su belleza.
—¿Qué hay de malo conmigo…? —Murmuré, preguntándole a la nada, a la vida, a Dios… Cómo iba a permitirme cometer una de las locuras más grandes. Bea sollozó en silencio. Rápidamente limpio sus lágrimas con la manga de su blusa y me miró directo a los ojos, derrumbando cualquier barrera que yo haya podido construir en aquellos minutos en su compañía. Aparté la mirada e intenté recordar. Recordar aquello que había aprendido en mis diecinueve años de vida. De las advertencias, las normas, los riesgos… Sus labios, el beso. Era todo lo que podía recordar, y sabía que muy difícilmente iba a poder olvidarme de aquello.
—Me iré. —Dijo firmemente, y fue cuando lo dijo que me animé a mirarla de nuevo. Decidida, como si hace mucho, mucho tiempo hubiera pensado en decir aquellas palabras. La ira desapareció sin rastro cuando hicimos contacto visual, no porque quisiera convencerla de lo contrario, sino porque si ella lo decía, aquella era posiblemente la última vez que iba a verla. —Conocerte fue…—Su voz se quebró, quitándole el sentido y la severidad a su mirada fría. —lo mejor que me pudo haber pasado, Scott. —Su voz firme había pasado rápidamente a ser un hilo desesperado por un poco de aire. Quería que se detuviera. Quería que pensara en lo peligroso que aquello era para mí. En mi mente le advertía, a gritos, que si no se detenía yo podía mandar todo al diablo, amarla y morir aquella misma noche. Pero no hizo falta decir nada de eso, porque antes de que respondiera, antes de que pudiera hacerle saber que más allá del lío en el que me había metido, una parte de mi agradecía al cielo por la existencia de Bea Sellers, ella había dado la media vuelta y se había alejado de mí.
La almohada debajo de mi cabeza seguía bañada en las gotas húmedas que dejé salir la noche anterior al volver a casa. Aunque el toque de queda ya no era un problema para mí, era un alivio saber que nadie se despertó cuando entré y subí a mi cuarto. Sabía que el sol ya había salido, que posiblemente eran más de las nueve (la hora a la que regularmente ya estaba de pie) y que mi madre no tardaría en entrar a mi cuarto sin previo aviso para recordarme el almuerzo que tenía con Samira Vike, la candidata que entre todos habíamos elegido para que sea mi esposa. Y con la cual iba a casarme en unos meses, cabe mencionar. No era una chica fea, no era el caso. Su cabello era pelirrojo y naturalmente llamativo. Pecas llenaban sus mejillas, algo común en todos los pelirrojos que había conocido en mi vida. Sus ojos no eran claros, como cualquiera hubiera deseado en combinación de su cabello, sino que eran marrones, casi cafés. Alguna vez debieron haber sido audaces, y ahora no eran más que perlas de chocolate con una cortina que le impedía ver más allá de lo que habían implantado en su cerebro. Flaca, de piel blanca, una cabeza más baja que yo y con una sonrisa falsa que me ponía nervioso, demasiado callada, demasiado obediente. Mi principal problema, que no era ella.
Mi cuerpo no parecía responder ante todos esos recordatorios. No tenía ni la mínima fuerza para levantarme de la cama, como si me hubiera fundido a las sábanas y al colchón, mis ojos ardían y tenía que explicar de alguna manera mis ojeras, antes de que alguien pudiera sospechar algo. Una parte de mi cerebro quería resignarse, admitir que nunca fui un buen mentiroso, que ya hacía un año que recibí la cura y que mis reacciones no eran como las de los otros curados, pronto alguien iba a darse cuenta y todo habría terminado para mí, no había nada que hacer al respecto. Pero luego de meditarlo, sabía que no debía ser tan negativo e imprudente, y que valía la pena fingir que me encontraba de maravilla.
La boda con Samira se había pospuesto ya dos veces, una tercera no iba a ser permitida, todos me dieron tiempo para acostumbrarme a la vida luego de ser curado, aunque ninguno de ellos sabía que el tiempo no iba a solucionar mis problemas. Lo más preocupante era la manera en la que me miraba Gus, mi hermano menor quien todavía era un aspirante a ser curado. Desde que tuve la intervención, era quien se mostraba más curioso respecto a mi “nueva manera de ser”. Pero no se debía a la intervención que estaba actuando raro. Los primeros días, hasta meses, fueron normales en relación a los recién curados.
Pero nada era igual ahora. El miedo fue el causante de que mi boda se pospusiera, no estaba seguro para tener una familia con Samira, ni para soportar que todos los días me viera con su mirada vacía y sin expresión, la idea de saber que no siente nada ni por mí ni por nadie ni nada y que si me fuera a pasar algo, Dios sabe qué será de mí o quién llorará por mi ausencia. ¿Cómo podría tener hijos, y enseñarles a vivir en este mundo sin amor? Tendría que aprender la manera de levantarme y seguir con mi vida después de haberla perdido. No tenía muchas opciones que digamos, y aun me sentía en shock por lo que estaba viviendo, o más bien por lo que estaba sientiendo.
—Buenos días, jovencito. —Mi madre, Celine, no iba dejar de decirme jovencito hasta que me mudara de su casa y formara mi propia familia. Mientras tanto tenía que acatar todas sus órdenes. —Tu hermano ya desayunó y está ayudando a tu padre a arreglar el ventilador de la sala de estar antes de que lleguen los Vike. ¿No crees que deberías levantarte y comenzar a hacer algo productivo? —El tono de mi mamá no era el de una pregunta, sino más bien el de una demanda. No era consciente de mis ojeras, puesto que estaba de espaldas a ella viendo fijo a través de la ventana de la alcoba.
—En un rato bajo, mamá. —Fue todo lo que pude decirle. Mientras ella seguía hablando y salía de la habitación, un capítulo del manual de FSS venía a mi memoria. “Simpatizantes” recuerdo haber leído una vez. Terribles castigos les esperaban a esas personas, y según el manual, nadie podía esconderlo durante mucho tiempo. Al parecer ese era un síntoma de los delira. Un instinto —suicida— de querer que todo el mundo sepa de eso que se apodera de tu mente y tu corazón. Y yo podía testimoniar acerca de eso, porque lo sentía cada vez más fuerte con el paso del tiempo.
Tendría que aprender a vivir como un simpatizante, oprimiendo cada sentimiento y cada pensamiento, silenciando las ganas de gritar ¡Estoy infectado, y me han roto el corazón!
La brisa del aire acondicionado me puso la piel de gallina, e internamente agradecí estar en donde estaba. La taza de café frío en mis manos me había observado mientras pensaba en mis próximos planes, esperando que bebiera de ella en algún momento, imaginaba yo. Afuera el sol calentaba más de lo común, incluso en el cristal de la ventana se sentía el cálido reflejo del sol. Dejé la taza y ajusté más el guardapolvo celeste que llevaba puesto.
—El Dr. Tyler llegará en cualquier momento. ¿Estás preparada para lo que le vas a decir? —Julianne me dirigió una mirada arisca y al mismo tiempo amenazadora, yo sabía perfectamente que esperaba que el Dr. Tyler se deshiciera de mí esa mañana, a penas llegara a los laboratorios. Y yo también lo esperaba. Hoy iba a haber una intervención que yo había pospuesto durante ya mucho tiempo, metiéndome en el sistema y modificando la fecha de la cirugía. Pero finalmente los padres de la joven se dieron cuenta de esto, y vinieron a hablar conmigo. Yo podría haberme encargado del asunto, pero Julianne intervino y gracias a ella la chica iba a ser operada hoy. Por otro lado, esperaba que el Dr. Tyler no se enojara conmigo por lo sucedido, esperaba que el papel de desentendida e inocente me ayudara esta vez, y además sabía perfectamente que no me convenía tener a alguien como él en contra mío.
—Lauren. —Fue él quien me llamó mientras caminaba a su oficina, indicándome con el dedo que lo siguiera. Lauren era el nombre falso que yo utilizaba desde que me había metido en la resistencia. Nicholas era el nombre falso de mi falso esposo, James, también miembro de la resistencia. El Dr. Tyler tenía una mirada intimidante, y yo sabía que con un poco de amor en ella sería una mirada que podría invalidar a cualquier curado. Pero intentaba mantener ese tipo de pensamientos lejos de mi mente cuando estaba cerca de él.
—¿Sí, Sr. Tyler? —Le pregunté mientras cerraba la puerta de su oficina detrás de mí, parecía ansioso y algo apurado, seguramente no faltaría mucho para que la joven sea intervenida.
—Voy a necesitar que me ayude hoy en la cirugía. —Siempre me trataba de usted cuando se trataba de algo realmente serio. Ni siquiera miró hacia mí cuando me lo dijo, por lo que la palidez de mi rostro habría pasado desapercibida para él. Era imposible, ese no era mi trabajo.
—Disculpe, señor. Pero no me compete ese trabajo, sabe que solo soy una pasante.
—Sí, una pasante que lleva más de medio año en este laboratorio, y no hace más que posponer las fechas de mis cirugías. —El calor brotó de la nada para bañar mi rostro. Él me miró atento con sus ojos azules y fríos como el hielo. —Si fuera usted, aceptaría más que encantado la opción que le estoy ofreciendo antes que reportarla y que la transfieran a un trabajo que posiblemente no le guste demasiado.
El aire abandonó mis pulmones, y asentí ante lo que me estaba diciendo. Me había colocado entre la espada y la pared. No imaginaba lo que sería estar presente en la intervención de alguien, era eso o correr el riesgo de ser descubierta, yo y todos mis compañeros. —Entonces tendré que estar ahí, señor. —Fue todo lo que pude decir antes de retirarme.
Sabía que no iba a ser fácil, había intentado de todas las formas evitar que ese día llegara para la chica que se encaminaba a la sala de operaciones, pero nada había sido suficiente para librarla de su destino fatal. Para mí, que estaba completamente en contra de lo que hacían allí adentro, era una tortura saber que la razón por la que e había infiltrado a trabajar en los laboratorios era completamente inútil si no lograba salvar a alguien de la cura y de una vida sin amor. Fue mucho más difícil, cuando Jessica, la chica que iba a ser curada, comenzó a sollozar a pasos de entrar en la sala.
—Tranquila. —Fue todo lo que se me ocurrió decirle, tal vez mentir hubiera sido más fácil si ella no me hubiera mirado con esos ojos llenos de espanto y terror. Un nudo se formó en mi garganta, y me sentí impotente. Yo me sentiría igual, si estuvieran obligándome a hacer aquello. Su madre sostenía en un fuerte agarre el brazo de ella. Una vez dentro de la sala de operaciones, donde el Dr. Tyler esperaba con su gorro, barbijo y gantes de látex para hacer la intervención.
—Por favor, por favor no. —Jessica comenzó a llorar más fuerte cada vez que nos acercábamos más a la camilla. La situación estaba logrando que me descompensara, quería vomitar allí mismo cada vez que ella gritaba. —Mamá, por favor. No quiero esto, no me hagas esto, ¡Mamá! —La frialdad en los ojos de su madre hicieron que mis ojos se cristalizaran, ella entregó a su hija en los brazos de los enfermeros, porque yo permanecía allí inmóvil ante tal brutal escena.
—¡Sostenla, Lauren! —La voz gruesa del Dr. Tyler me sobresaltó de repente, e intenté tranquilizar a la joven que no dejaba de patalear. No estaba haciendo un gran trabajo, y lo sabía.
—Disculpe, señor. Pero no me encuentro bien. —Quizás lo más tonto que había dicho en mi vida, y la ruina de mi futuro y el de muchos, pero era demasiado tarde cuando empuje las puertas de la sala y corrí lo más rápido que pude lejos del laboratorio.
—¡Lauren! —Escuché que gritaba el Dr. Tyler a lo lejos, pero sus llamados no hacían más que espantarme más. Descubriría la manera de explicarme, ya que era algo nuevo para mí aquel trabajo, y nunca había visto a una persona oponerse de esa manera. Era una estúpida sin experiencia que quiso hacer algo importante con su vida involucrándose con la resistencia. Dejé el barbijo y los guantes en la sala de descanso y me abrí paso entre los doctores que salían y entraban de los laboratorios.
Bajo el fuertísimo calor del sol, agitada por haber corrido hacia la salida, mi mirada no tardó en llenarse de puntos negros. Allí, en medio del césped rodeada de curados insensibles que dirigían miradas de rareza hacia mí, me desvanecí.
—Thomas, no…—Dijo ella detrás de mí, pero no hice caso a sus palabras y seguí corriendo impulsado por la adrenalina que me invadía. Corría y corría, pero nunca llegaba a la baya. Quería decirle que no pensaba rendirme, y que nunca podríamos salir, pero ella ya no se encontraba detrás mío. Grité su nombre, olvidándome de los ojos que se escondían detrás de las esquinas, como luces permanentes dejando al descubierto mis movimientos. Cuando volteé finalmente la vi. A punto de tocar la baya para treparla. Cuando su yema estaba a tan solo unos centímetros de toda la electricidad corriendo por el alambre, grité.
—¡Nicole!
Abrí los ojos y observé la habitación de punta a punta, para asegurarme de que fuera real. Traté de regularizar mi respiración sin que ella se diera cuenta.
—¿Estás bien, Thomas? —Preguntó monótonamente y con una pizca de fastidio en su voz. Maldición, qué diablos me pasa. ¿Un sueño? ¿Una pesadilla? No se supone que pueda soñar.
—Sí… ¿Tú estás bien? —Pregunté para distraer su sospecha.
—Sí, sí. —Fue lo último que dijo antes de girarse y seguir durmiendo. Lo último que necesitaba era que Nicole sospechara de mí. Pero no podía dejar de soñar. Y eso estaba preocupándome. La cura me prometió tranquilidad, noches apacibles libres de sueños y pesadillas. Y allí estaba, soñando. Y el significado de aquel sueño, era lo que más me preocupaba.
Por suerte, conseguí seguir durmiendo sin que una sola imagen se infiltrara en mi mente y me impidiera dormir. Me preparé para ir a trabajar. Tenía un buen trabajo en la ALD como gerente de marketing. Principalmente me encargaba de supervisar las publicidades y propagandas que utilizaríamos en la campaña. Esto me proporcionaba un sueldo para vivir dignamente, y no privarnos de algunos lujos. El golpeteo errático de mi corazón que me había atormentado anoche, había cesado. En Portland parecía ser un día como cualquier otro, el sol se ocultaba tras una manta pálida de nubes, pero su calor seguía atormentando a los ciudadanos que caminaban por las calles.
Nicole tomaba su café matutino, en la mesa del comedor. Leía un libro, algo llamado “Peligro y Consecuencia”. Recuerdo haberlo leído hace un tiempo. Testimoniaba el caso de una pareja de simpatizantes, cuyo final pudo haber sido trágico, hasta que él murió y ella recibió una segunda intervención. La escritora del libro pudo salir adelante y compartir con el mundo su historia de cómo la cura salvó su vida.
—Buenos días. —La saludé. Miró con un soslayo por encima del libro y respondió con un “buenos días”. Mi mente se debatió si sonreír o no era un acto apropiado en aquella situación, no quería que Nicole me malinterpretara. Digamos que el tema de lo que un matrimonio de curados podía o no saber, estaba manteniéndome un poco tenso. Aunque no había razón para ello.
—¿Sucede algo? —Me preguntó. Fui consciente en aquel momento de que me perdí en tanta idea, involuntariamente mirándola, pero nunca viéndola realmente. Sus ojos verdes, como las hojas secas de menta que guardábamos como condimentos, me miraban ¿o miraban más allá de mí?
—No. —Respondí. —Iré a trabajar, no me apetece desayunar hoy. —Nicole asintió y dejó el libro sobre la mesa, llevando su tasa a la cocina, donde Susan (nuestra empleada) se encontraba aseando. Me encontraba ya vestido y con el maletín en mano. Nicole volteó a verme cuando iba a acercarme a saludarla antes de irme. Pero ante mi cercanía, retrocedió levemente, acto que me hizo parar en seco. —Por supuesto. —Asentí. No era mi intención incomodarla, y ella lo sabía. Ambos éramos nuevos en esto, a pesar de los meses que ya habíamos pasado juntos.
—Hasta luego Thomas, no olvides que cenaremos con los Branson. —Sonrió, como pocas veces lo hacía. Le di un asentimiento antes de salir rápidamente de la casa, mis sonrisas no eran lo mismo, así que aquella fue mi única expresión. No me permitiría llegar tarde.
Dentro de la casa, el clima era frío y seco. Depende de dónde te encontraras a veces una leve brisa podías sentir. Afuera, era completamente todo lo contrario y mi cuerpo pareció notarlo al instante. Húmedo y caluroso. Una vez dentro del auto en marcha atrás, encaminándome a la oficina, pude ver la silueta de Nicole en la ventana de la casa. Cuando detuve el auto, ella se alejó.
Una vez en el camino y en el silencio del vehículo, recordé cómo una vez estuve tan cerca de infectarme. Pero cumplí los dieciocho, el tiempo me salvó de caer. ¿Y ella? Posiblemente al igual que yo, no me recuerda, ni tampoco al pasado. Algo nos fue quitado y en su lugar, solo tendremos tranquilidad eterna y quizás de vez en cuando aquella pregunta “¿Cómo diablos pude…?”
En el semáforo, un golpe contra el vidrio me hizo saltar en mi propio asiento. Una chica encapuchada, a la cual no podía ver bien, extendía su palma entera sobre el auto. Mi primer pensamiento fue que necesitaba ayuda, pero pronto caí en que me equivocaba. Solo registré sus ojos marrones, que provocaron vértigo en la boca de mi estómago. Esos ojos… tenían vida. Eran oscuros pero brillaban con algo que yo no podía ver cuando me miraba en el espejo. Antes de que pudiera apretar el acelerador para atropellarla ella corrió y se perdió en el sendero del parque, como una si fuera una ciudadana más.
Sabía que no lo era.
Y la prueba ondeaba frente a mí. Un papel, un folleto para ser más precisos. Mi cara se volvió roja, y era notorio por el calor que nació desde mi nuca. Sentí enojo contra ella y me apresuré a extender la mano por la ventana y arrancar ese folleto lejos de mí, no sin antes observar su imagen mal impresa en el papel barato. “Sé una voz, no un eco” exclamaba sobre un muchacho y una muchacha, agarrados de las manos. Hice un bollo aquel panfleto y dejé que el viento se lo llevaba mientras aceleraba todo lo que podía para alejarme de él, de esa imagen, de esas palabras. Antes de que ellas pudieran colarse en mi cabeza, yo ya estaba llegando al trabajo.
Recuerdo aquella mañana en Portland como una de las más cálidas y húmedas. Sin embargo, nada me detuvo para tomar mi bicicleta y hacer aquel recorrido diario por el parque. Prefería estar sola, como rara vez lo hacía. Recuerdo que la noche anterior no había sido una de las buenas, primeramente porque permanecí despierta hasta altas horas de la madrugada, observando por la ventana cómo la luna alumbraba cada rincón de la calle. Comencé a pedalear más rápido cuando recordé lo que había visto. No estaba completamente segura, o quizás simplemente no quería estarlo. Mi corazón se detuvo por un segundo cuando creí divisar un par de siluetas en las sombras, escurridizas y rápidas, casi escapando de la luz lunar. Mi frente se había puesto húmeda por el sudor, el ambiente en el cuarto se volvió más pesado. Cerré los ojos y miré para otro lado, pero mi curiosidad fue más fuerte y mi mirada siguió al par de sombras desconocidas que parecían escapar de mi propia mirada. Había cerrado la cortina con impotencia, mi boca estaba seca en aquel momento.
Paré a un lado del camino para respirar un poco. En un algún momento, cuando dejé que mis recuerdos volaran perdí el control de lo rápido que iba pedaleando. Luego de haber visto algo de lo que ni siquiera estaba segura, volví a la cama y me obligue a imaginar que nunca me había levantado de ahí, y que estaba poniéndome demasiado paranoica con respecto a mi evaluación. La presión era demasiada, y cada vez que sentía temor, mi mente parecía entrar en pánico. Siempre creí que ese temor era inseguridad, y que la inseguridad que yo tenía se debía a un posible síntoma de la enfermedad, y eso me estaba volviendo loca. Yo no estaba enferma. Podía contar con los dedos de mi mano la cantidad de veces que mantuve conversación con un hombre que no fuera mi padre. Mi madre siempre me aseguraba que no había de qué preocuparse, de que a mi edad era común estar asustada. Sin embargo yo no pensaba lo mismo. No era miedo. Era intranquilidad, la misma que me perseguía desde hacía noches, la que no me dejaba conciliar el sueño.
Posiblemente esa misma intranquilidad la que me empujaba a creer que alguien me vigilaba todo el tiempo. Como en ese preciso momento cuando creí ver algo que no debería haber visto, o cuando pensé que alguien, o más bien, un chico estaba observándome detrás de un árbol. Pensamientos que me perseguían y que me hacían sentir culpables con su paso. No me había sentido así hasta que empecé a tomar conciencia de que tan solo faltaban unos meses apara que finalmente me aplicaran la cura. Y quizás yo así iba a poder ser libre de todo aquello.
Sin embargo, cuando logre tranquilizar las respiraciones que estaban haciendo mi corazón palpitar más rápido de lo normal, parpadeé un par de veces para comprobar que no era mi imaginación y que una cabellera rubia se asomaba detrás de un árbol. Fruncí el seño y me levanté del césped, con mi bicicleta y todo. Cuando llegué al árbol no había nada detrás de él, más que un suspiro de alivio por mi preocupación inútil.
—Disculpa. —Una voz masculina me sobresaltó, e hizo más que eso. El joven sostenía una botella de agua en mi dirección y aunque su rostro permanecía neutral, con el corazón en la garganta me mantuve inmóvil mirando sus ojos claros. Creer que él era quien había visto hace un segundo solo iba a alimentar mi mente especulativa. —Se te calló esto hace un rato. —Fue todo lo que me dijo cuando me entregó la botella. Inmediatamente bajé la vista para evitar el contacto visual, según lo que había aprendido, algo muy riesgoso que en ocasiones provocaba la infección. Al costado de su cabeza, detrás de su oreja, no había señal de una cicatriz. Por lo tanto este chico no estaba curado.
—Gracias. —Fue todo lo que me animé a decirle. Por alguna razón, quizás simplemente por amabilidad, le sonreí al desconocido que había intentado ser solidario. Pero fue una sonrisa rápida, sincera pero temerosa que me apresuré a borrar de mi mente al momento de subir a mi bicicleta y alejarme de ahí. Aun podía sentir su mirada fija en mi espalda mientras pedaleaba, como si estuviera mirando directamente en mi corazón, y en mi mente. Cuadras más adelante paré en la sombra para quitar esos pensamientos. Aquella mañana en Portland, el sol recién comenzaba a asomarse y su calor ya se sentía más que antes, en la semioscuridad de la mañana más temprana. Con la botella que hace minutos había estado en manos de alguien más, tomé un sobro e intenté convencerme de que era tiempo de dejar cualquier preocupación atrás, confiar en la promesa de un futuro mejor y lleno de paz. Creer fielmente en que yo, Grace Rowling, era una más del montón de aspirantes que esperaba el día de su salvación, de una cura que le enseñaría a vivir.
—¿Cómo me pudo pasar esto a mí? —Las lágrimas estaban saliendo sin contención por la inmensidad e intensidad de los sentimientos que brotaban dentro de mí. El aire salía con dificultad y pasé mis manos por mi cabello al hundirme más y más en los pensamientos que me agobiaban. —¿Porqué tenía que sucederme justamente a mí? —Me preguntaba una y otra vez.
—Scott…—Ella quiso acercarse, pero yo me alejé con rapidez. Se podía decir que el asunto de la fuerza de voluntad no era algo en lo que me destacara. No quería herirla, de hecho quería quitar todo rastro de dolor en su vida. Quería acercarme a ella… Quería muchas cosas que no debía querer hacer. Pero el deseo estaba allí, culposo y pesado como una piedra. La miré fijo, sus ojos marrones ahora cristalizados y sus pestañas más rizadas de lo que alguna vez pude recordar. Era hermosa. Hasta un curado tenía que admitir su belleza.
—¿Qué hay de malo conmigo…? —Murmuré, preguntándole a la nada, a la vida, a Dios… Cómo iba a permitirme cometer una de las locuras más grandes. Bea sollozó en silencio. Rápidamente limpio sus lágrimas con la manga de su blusa y me miró directo a los ojos, derrumbando cualquier barrera que yo haya podido construir en aquellos minutos en su compañía. Aparté la mirada e intenté recordar. Recordar aquello que había aprendido en mis diecinueve años de vida. De las advertencias, las normas, los riesgos… Sus labios, el beso. Era todo lo que podía recordar, y sabía que muy difícilmente iba a poder olvidarme de aquello.
—Me iré. —Dijo firmemente, y fue cuando lo dijo que me animé a mirarla de nuevo. Decidida, como si hace mucho, mucho tiempo hubiera pensado en decir aquellas palabras. La ira desapareció sin rastro cuando hicimos contacto visual, no porque quisiera convencerla de lo contrario, sino porque si ella lo decía, aquella era posiblemente la última vez que iba a verla. —Conocerte fue…—Su voz se quebró, quitándole el sentido y la severidad a su mirada fría. —lo mejor que me pudo haber pasado, Scott. —Su voz firme había pasado rápidamente a ser un hilo desesperado por un poco de aire. Quería que se detuviera. Quería que pensara en lo peligroso que aquello era para mí. En mi mente le advertía, a gritos, que si no se detenía yo podía mandar todo al diablo, amarla y morir aquella misma noche. Pero no hizo falta decir nada de eso, porque antes de que respondiera, antes de que pudiera hacerle saber que más allá del lío en el que me había metido, una parte de mi agradecía al cielo por la existencia de Bea Sellers, ella había dado la media vuelta y se había alejado de mí.
La almohada debajo de mi cabeza seguía bañada en las gotas húmedas que dejé salir la noche anterior al volver a casa. Aunque el toque de queda ya no era un problema para mí, era un alivio saber que nadie se despertó cuando entré y subí a mi cuarto. Sabía que el sol ya había salido, que posiblemente eran más de las nueve (la hora a la que regularmente ya estaba de pie) y que mi madre no tardaría en entrar a mi cuarto sin previo aviso para recordarme el almuerzo que tenía con Samira Vike, la candidata que entre todos habíamos elegido para que sea mi esposa. Y con la cual iba a casarme en unos meses, cabe mencionar. No era una chica fea, no era el caso. Su cabello era pelirrojo y naturalmente llamativo. Pecas llenaban sus mejillas, algo común en todos los pelirrojos que había conocido en mi vida. Sus ojos no eran claros, como cualquiera hubiera deseado en combinación de su cabello, sino que eran marrones, casi cafés. Alguna vez debieron haber sido audaces, y ahora no eran más que perlas de chocolate con una cortina que le impedía ver más allá de lo que habían implantado en su cerebro. Flaca, de piel blanca, una cabeza más baja que yo y con una sonrisa falsa que me ponía nervioso, demasiado callada, demasiado obediente. Mi principal problema, que no era ella.
Mi cuerpo no parecía responder ante todos esos recordatorios. No tenía ni la mínima fuerza para levantarme de la cama, como si me hubiera fundido a las sábanas y al colchón, mis ojos ardían y tenía que explicar de alguna manera mis ojeras, antes de que alguien pudiera sospechar algo. Una parte de mi cerebro quería resignarse, admitir que nunca fui un buen mentiroso, que ya hacía un año que recibí la cura y que mis reacciones no eran como las de los otros curados, pronto alguien iba a darse cuenta y todo habría terminado para mí, no había nada que hacer al respecto. Pero luego de meditarlo, sabía que no debía ser tan negativo e imprudente, y que valía la pena fingir que me encontraba de maravilla.
La boda con Samira se había pospuesto ya dos veces, una tercera no iba a ser permitida, todos me dieron tiempo para acostumbrarme a la vida luego de ser curado, aunque ninguno de ellos sabía que el tiempo no iba a solucionar mis problemas. Lo más preocupante era la manera en la que me miraba Gus, mi hermano menor quien todavía era un aspirante a ser curado. Desde que tuve la intervención, era quien se mostraba más curioso respecto a mi “nueva manera de ser”. Pero no se debía a la intervención que estaba actuando raro. Los primeros días, hasta meses, fueron normales en relación a los recién curados.
Pero nada era igual ahora. El miedo fue el causante de que mi boda se pospusiera, no estaba seguro para tener una familia con Samira, ni para soportar que todos los días me viera con su mirada vacía y sin expresión, la idea de saber que no siente nada ni por mí ni por nadie ni nada y que si me fuera a pasar algo, Dios sabe qué será de mí o quién llorará por mi ausencia. ¿Cómo podría tener hijos, y enseñarles a vivir en este mundo sin amor? Tendría que aprender la manera de levantarme y seguir con mi vida después de haberla perdido. No tenía muchas opciones que digamos, y aun me sentía en shock por lo que estaba viviendo, o más bien por lo que estaba sientiendo.
—Buenos días, jovencito. —Mi madre, Celine, no iba dejar de decirme jovencito hasta que me mudara de su casa y formara mi propia familia. Mientras tanto tenía que acatar todas sus órdenes. —Tu hermano ya desayunó y está ayudando a tu padre a arreglar el ventilador de la sala de estar antes de que lleguen los Vike. ¿No crees que deberías levantarte y comenzar a hacer algo productivo? —El tono de mi mamá no era el de una pregunta, sino más bien el de una demanda. No era consciente de mis ojeras, puesto que estaba de espaldas a ella viendo fijo a través de la ventana de la alcoba.
—En un rato bajo, mamá. —Fue todo lo que pude decirle. Mientras ella seguía hablando y salía de la habitación, un capítulo del manual de FSS venía a mi memoria. “Simpatizantes” recuerdo haber leído una vez. Terribles castigos les esperaban a esas personas, y según el manual, nadie podía esconderlo durante mucho tiempo. Al parecer ese era un síntoma de los delira. Un instinto —suicida— de querer que todo el mundo sepa de eso que se apodera de tu mente y tu corazón. Y yo podía testimoniar acerca de eso, porque lo sentía cada vez más fuerte con el paso del tiempo.
Tendría que aprender a vivir como un simpatizante, oprimiendo cada sentimiento y cada pensamiento, silenciando las ganas de gritar ¡Estoy infectado, y me han roto el corazón!
La brisa del aire acondicionado me puso la piel de gallina, e internamente agradecí estar en donde estaba. La taza de café frío en mis manos me había observado mientras pensaba en mis próximos planes, esperando que bebiera de ella en algún momento, imaginaba yo. Afuera el sol calentaba más de lo común, incluso en el cristal de la ventana se sentía el cálido reflejo del sol. Dejé la taza y ajusté más el guardapolvo celeste que llevaba puesto.
—El Dr. Tyler llegará en cualquier momento. ¿Estás preparada para lo que le vas a decir? —Julianne me dirigió una mirada arisca y al mismo tiempo amenazadora, yo sabía perfectamente que esperaba que el Dr. Tyler se deshiciera de mí esa mañana, a penas llegara a los laboratorios. Y yo también lo esperaba. Hoy iba a haber una intervención que yo había pospuesto durante ya mucho tiempo, metiéndome en el sistema y modificando la fecha de la cirugía. Pero finalmente los padres de la joven se dieron cuenta de esto, y vinieron a hablar conmigo. Yo podría haberme encargado del asunto, pero Julianne intervino y gracias a ella la chica iba a ser operada hoy. Por otro lado, esperaba que el Dr. Tyler no se enojara conmigo por lo sucedido, esperaba que el papel de desentendida e inocente me ayudara esta vez, y además sabía perfectamente que no me convenía tener a alguien como él en contra mío.
—Lauren. —Fue él quien me llamó mientras caminaba a su oficina, indicándome con el dedo que lo siguiera. Lauren era el nombre falso que yo utilizaba desde que me había metido en la resistencia. Nicholas era el nombre falso de mi falso esposo, James, también miembro de la resistencia. El Dr. Tyler tenía una mirada intimidante, y yo sabía que con un poco de amor en ella sería una mirada que podría invalidar a cualquier curado. Pero intentaba mantener ese tipo de pensamientos lejos de mi mente cuando estaba cerca de él.
—¿Sí, Sr. Tyler? —Le pregunté mientras cerraba la puerta de su oficina detrás de mí, parecía ansioso y algo apurado, seguramente no faltaría mucho para que la joven sea intervenida.
—Voy a necesitar que me ayude hoy en la cirugía. —Siempre me trataba de usted cuando se trataba de algo realmente serio. Ni siquiera miró hacia mí cuando me lo dijo, por lo que la palidez de mi rostro habría pasado desapercibida para él. Era imposible, ese no era mi trabajo.
—Disculpe, señor. Pero no me compete ese trabajo, sabe que solo soy una pasante.
—Sí, una pasante que lleva más de medio año en este laboratorio, y no hace más que posponer las fechas de mis cirugías. —El calor brotó de la nada para bañar mi rostro. Él me miró atento con sus ojos azules y fríos como el hielo. —Si fuera usted, aceptaría más que encantado la opción que le estoy ofreciendo antes que reportarla y que la transfieran a un trabajo que posiblemente no le guste demasiado.
El aire abandonó mis pulmones, y asentí ante lo que me estaba diciendo. Me había colocado entre la espada y la pared. No imaginaba lo que sería estar presente en la intervención de alguien, era eso o correr el riesgo de ser descubierta, yo y todos mis compañeros. —Entonces tendré que estar ahí, señor. —Fue todo lo que pude decir antes de retirarme.
Sabía que no iba a ser fácil, había intentado de todas las formas evitar que ese día llegara para la chica que se encaminaba a la sala de operaciones, pero nada había sido suficiente para librarla de su destino fatal. Para mí, que estaba completamente en contra de lo que hacían allí adentro, era una tortura saber que la razón por la que e había infiltrado a trabajar en los laboratorios era completamente inútil si no lograba salvar a alguien de la cura y de una vida sin amor. Fue mucho más difícil, cuando Jessica, la chica que iba a ser curada, comenzó a sollozar a pasos de entrar en la sala.
—Tranquila. —Fue todo lo que se me ocurrió decirle, tal vez mentir hubiera sido más fácil si ella no me hubiera mirado con esos ojos llenos de espanto y terror. Un nudo se formó en mi garganta, y me sentí impotente. Yo me sentiría igual, si estuvieran obligándome a hacer aquello. Su madre sostenía en un fuerte agarre el brazo de ella. Una vez dentro de la sala de operaciones, donde el Dr. Tyler esperaba con su gorro, barbijo y gantes de látex para hacer la intervención.
—Por favor, por favor no. —Jessica comenzó a llorar más fuerte cada vez que nos acercábamos más a la camilla. La situación estaba logrando que me descompensara, quería vomitar allí mismo cada vez que ella gritaba. —Mamá, por favor. No quiero esto, no me hagas esto, ¡Mamá! —La frialdad en los ojos de su madre hicieron que mis ojos se cristalizaran, ella entregó a su hija en los brazos de los enfermeros, porque yo permanecía allí inmóvil ante tal brutal escena.
—¡Sostenla, Lauren! —La voz gruesa del Dr. Tyler me sobresaltó de repente, e intenté tranquilizar a la joven que no dejaba de patalear. No estaba haciendo un gran trabajo, y lo sabía.
—Disculpe, señor. Pero no me encuentro bien. —Quizás lo más tonto que había dicho en mi vida, y la ruina de mi futuro y el de muchos, pero era demasiado tarde cuando empuje las puertas de la sala y corrí lo más rápido que pude lejos del laboratorio.
—¡Lauren! —Escuché que gritaba el Dr. Tyler a lo lejos, pero sus llamados no hacían más que espantarme más. Descubriría la manera de explicarme, ya que era algo nuevo para mí aquel trabajo, y nunca había visto a una persona oponerse de esa manera. Era una estúpida sin experiencia que quiso hacer algo importante con su vida involucrándose con la resistencia. Dejé el barbijo y los guantes en la sala de descanso y me abrí paso entre los doctores que salían y entraban de los laboratorios.
Bajo el fuertísimo calor del sol, agitada por haber corrido hacia la salida, mi mirada no tardó en llenarse de puntos negros. Allí, en medio del césped rodeada de curados insensibles que dirigían miradas de rareza hacia mí, me desvanecí.
- FINALMENTE:
- Por fin, acá el capítulo. La parte de Sarah no fue la mejor, pero bueno, quería subir hoy. Espero que no lo odien demasiado, perdón por cualquier error de redacción u ortografía, he estado escribiendo bajo la presión de los miembros de mi familia jej. Lamento si no es lo suficientemente extenso y gracias por esperar, no me maten por haber tardado tanto. Las quiero
aurelia.
Última edición por margarita. el Dom 07 Feb 2016, 12:21 pm, editado 4 veces
bless.
Re: Delirium.
Es que ¿No pueden soñar? Son cosas que me hacen la vida más feliz, soñar, sonreír, mirar ojos de personas, y en este mundo nO SE PUEDE, juro que me preocupa y exaspera, más allá de que sea ficción. ¿Qué necesidad, Deby, qué necesidad? (?). Sufrí leyendo esto, porque no sé, ya quiero escribir y creo que voy a empezar a hacerlo apenas termine este comentario.
En cuanto al capítulo, me gustó muchísimo. Más que nada la parte de Scott porque me partió el alma, creo que la situación de los simpatizantes (y aspirantes también) es la peor. El curado no sabe bien qué pasa, la Resistencia lo sabe y si son precavidos pueden evitar sufrir, los inválidos, al menos, viven separados de los curados, pero los simpatizantes andan por ahí, asustados e inseguros. Me llegó, ah. Y BEA, AY, NO. BASTA. TIENEN QUE PODER ESTAR JUNTOS EN PAZ.
En cuanto a "Lauren", es que en esa situación yo no sé si podría aguantar mucho las ganas de asesinarlos a todos y llevarme a la aspirante de allí (?), bue re asesina, pero yo estaría constantemente pensando en qué podría hacer para salvar a todos de esas cosas. Sí, la trama de esta nc me parece algo fuerte, tal vez lo más distópico que puede haber; y no soy fanática de la ciencia ficción, al contrario, por lo general no me gusta nada.
Debe ser feo, también, vivir con una "esposa" cuando en realidad ni siquiera son capaces de mirarse a los ojos. Llegará un momento en el que Thomas va a explotar, porque creo que muchos lo harían, ahr.
Bueno, en fin, esta nc despierta mis sentimientos rebeldes y en contra del sistema, ah por qué. Me gustó mucho tu capítulo y como verás despertó varias emociones en mí (???????). Espero el de Magda con ansias y ya me pongo a escribir yo.
En cuanto al capítulo, me gustó muchísimo. Más que nada la parte de Scott porque me partió el alma, creo que la situación de los simpatizantes (y aspirantes también) es la peor. El curado no sabe bien qué pasa, la Resistencia lo sabe y si son precavidos pueden evitar sufrir, los inválidos, al menos, viven separados de los curados, pero los simpatizantes andan por ahí, asustados e inseguros. Me llegó, ah. Y BEA, AY, NO. BASTA. TIENEN QUE PODER ESTAR JUNTOS EN PAZ.
En cuanto a "Lauren", es que en esa situación yo no sé si podría aguantar mucho las ganas de asesinarlos a todos y llevarme a la aspirante de allí (?), bue re asesina, pero yo estaría constantemente pensando en qué podría hacer para salvar a todos de esas cosas. Sí, la trama de esta nc me parece algo fuerte, tal vez lo más distópico que puede haber; y no soy fanática de la ciencia ficción, al contrario, por lo general no me gusta nada.
Debe ser feo, también, vivir con una "esposa" cuando en realidad ni siquiera son capaces de mirarse a los ojos. Llegará un momento en el que Thomas va a explotar, porque creo que muchos lo harían, ahr.
Bueno, en fin, esta nc despierta mis sentimientos rebeldes y en contra del sistema, ah por qué. Me gustó mucho tu capítulo y como verás despertó varias emociones en mí (???????). Espero el de Magda con ansias y ya me pongo a escribir yo.
Última edición por ikhôr el Dom 31 Ene 2016, 2:36 pm, editado 1 vez
dépayser
Re: Delirium.
ay, me encanto, completamente me encanto el capitulo :buho: estoy así ahre.
La verdad es que me encanta como escribís, la forma en la que lo haces me hizo meterme mucho en la historia y estoy muy contenta de que empecemos esto. La verdad que es un capitulo hermoso, con una narración hermosa y unos personajes preciosos que decirte.
Lamento mi comentario caca, pero no se que mas decir, me dejaste sin palabras besos y espero el siguiente.
La verdad es que me encanta como escribís, la forma en la que lo haces me hizo meterme mucho en la historia y estoy muy contenta de que empecemos esto. La verdad que es un capitulo hermoso, con una narración hermosa y unos personajes preciosos que decirte.
Lamento mi comentario caca, pero no se que mas decir, me dejaste sin palabras besos y espero el siguiente.
changkyun.
Re: Delirium.
ya leí el capítulo y está hermoso pero quiero dejar un comentario lindo lindo así que luego o mañana (cuando tenga más tiempo) edito
pd. ya llevo la mitad de mi capítulo así que lo subiré luego ah
pd. ya llevo la mitad de mi capítulo así que lo subiré luego ah
aurelia.
Re: Delirium.
Yo, ahm... Wow, quedé sin palabras, por completo... Es decir, ¿vivir sin amor? Y Scott me re pudo, me caló hasta la médula con sus sentimientos escribís perfecto, niña perfecto. Dejarme sin palabras es algo difícil y ponerme en modo sensible no es simple pero lo lograste. Ahora muero por saber de Bea, Señor...
Thomas y su sueño, te juro que estaba preprándome para ver morir a alguien en eL PRIMER CAPÍTULO... Y despuél despertó en otra pesadilla con la mujer que lo ignora por completo, maldita, el chico tiene amor para dar aunque aún no lo sepa
Grace, Grace, un extraño sexy, uhm... Y es aspirante NO, ENTREGATE AL AMOR.
Pro love, estoy ahora, increíble. Lauren... Mierdaaaaaaaaaaaa, está jodida, está jodidisima. Estamos jodidos.
No puedo más, ya quiero leer el de magda
Thomas y su sueño, te juro que estaba preprándome para ver morir a alguien en eL PRIMER CAPÍTULO... Y despuél despertó en otra pesadilla con la mujer que lo ignora por completo, maldita, el chico tiene amor para dar aunque aún no lo sepa
Grace, Grace, un extraño sexy, uhm... Y es aspirante NO, ENTREGATE AL AMOR.
Pro love, estoy ahora, increíble. Lauren... Mierdaaaaaaaaaaaa, está jodida, está jodidisima. Estamos jodidos.
No puedo más, ya quiero leer el de magda
Última edición por rouge. el Mar 02 Feb 2016, 2:37 pm, editado 1 vez
byers.
Re: Delirium.
debyyyyy, no sé por dónde empezar ah. voy a comentar cada una de las partes por separado así el comentario no queda tan desordenado (?). primero, quÉ FUE ESE SUEÑO, AY. me encanta como describes todo y en un principio estaba como KÉ, pero después me di cuenta de que era un sueño y fue un gran alivio ;-; me da tristeza thomas, más que nada porque está comenzando a tener sueños y con eso, recién se está dando cuenta de que es un simpatizante yyyy bue, pobre, lloro ;-; tengo la curiosidad de lo que va a pasar con él cuando se de cuenta completamente de que es un simpatizante, quÉ VA A HACER ay. la parte del saludo fue lo peor, como nicole lo ignoró, me imaginé toda la escena y se me partió el corazón hasta a mí :(( me morí cuando la chica puso la palma en el auto de thomas y él se dio cuenta de que sus ojos tenían algo diferente, me morí, deby ;-; segundo (?), graaaace, ay, no sé que decir de esta parte porque todo fue perfectooo. de verdad, no sé qué haría yo si fuera un aspirante, creo que ya me habría comido todas las uñas (??). y ese encuentro, ay, me muero. no sé, me dio penita grace porque está muy desesperada (y con razones, obvio). la parte de scott me rompió el corazón, lloré demasiado ;-; sentí todo lo que él estaba sintiendo, y morí más de una vez. lo peor es saber que tendrás que casarte con alguien a quien no quieres y que sabes que no va a sentir lo mismo que tú, y bueno, eso me partió el alma ay. y LAUREN AY. lauren me encantó, no sé, será que siente y por eso me gusta (?) ah que. de verdad, no sé que pasará con ella o qué hará el doctor pero quiero saber ahora yA. y por cierto, pobre jessica, yo me muero si estoy en su situación. y si estuviera en la situación de lauren, me volvería loca, porque no soy capaz de ver sufrir a una persona (?). bue, esop, me encantó tu capítulo así como demasiado, escribes muy bello y me gustaron todos tus personajes
pd. ahora subo mi capítulo porque me voy de vacaciones por dos semanas creo (?), y aunque podré comentar no voy a poder escribir mucho, así que les aviso desde ahora que el capítulo es horrible pero, en mi defensa, lo escribí a la rápida ;-;
pd 2. el comentario quedó más largo de lo que pensaba (???) ay
pd. ahora subo mi capítulo porque me voy de vacaciones por dos semanas creo (?), y aunque podré comentar no voy a poder escribir mucho, así que les aviso desde ahora que el capítulo es horrible pero, en mi defensa, lo escribí a la rápida ;-;
pd 2. el comentario quedó más largo de lo que pensaba (???) ay
aurelia.
Re: Delirium.
aurelia.
pasa el cursor sobre la imagen.
capitulo 02
Charlotte Lee; Chad Rossini; Caleb Britz; Abigail Jensen; Alyssa Britz; Sebastian Menard; Aimeé Beaumont; Isaac Kaufman.
Un pequeño rayo de sol se introducía de vez en cuando a través de su ventana, chocando contra su rostro. Pronto tendría que levantarse y vivir la asquerosa rutina que ya estaba cansada de presenciar. Tratando de que las lágrimas se fueran de sus ojos, suspiró levemente mientras apretaba sus puños y se daba la vuelta, quedando frente a frente con el que era su esposo. Más que su esposo, era su primer y único amor. Chad era el ser humano que había inundado su ser con sentimientos que jamás pensó que tendría, pero que, finalmente, los tuvo. Estar con él era complicado, pero era una bonita forma de pasar los días. Después de todo, él era la única persona que lograba iluminar sus días, a pesar de que no sintiera ni una pizca de amor por ella.
Aspiró su aroma, una mezcla de sudor, colonia (la que nunca abandonaba) y un olor único, que nunca había conocido hasta que estuvo cerca de él. Todas las mañanas, Charlotte se despertaba en su acogedora habitación de color blanco, observaba el techo por unos segundos y luego, antes de que él despertara, solía admirarle por unos minutos, fantaseando acerca de cómo sería la vida si su esposo sintiera lo mismo que ella. Con lentitud, acercó su mano hacia el mentón de Chad, que estaba acompañada por una pizca de barba que parecía tener la misma longitud siempre. Sintió cosquillas en sus dedos por el tacto, las que lograron que todo su cuerpo dejara de funcionar. Su corazón se apretó y no lograba respirar correctamente, pero no era una sensación que le causara desesperación, al contrario, era algo armoniosa, y no quería dejar de presenciar aquel pacífico momento que pocas veces podía obtener.
La nariz de Chad hizo el típico movimiento que alertaba a Charlotte de que despertaría en cualquier segundo, por lo que retiró su mano rápidamente y cerró sus ojos, acomodándose en la suave y blanda almohada, tratando de parecer dormida. Sintió que su esposo se movía y bostezaba, sentándose en la cama. Por un par de segundos que parecieron infinitos, sus oídos no percibieron sonido alguno, sólo sus instintos advirtieron una mirada concentrándose en ella, y quiso sonreír. No importaba la razón, pero él la estaba mirando. Nuevamente, se escuchó otro bostezo, haciendo que Charlie apenas abriera sus ojos. Observó a Chad estirarse y aprovechó de mirar su cabello que siempre amanecía desordenado, su espalda y la forma en que los músculos de sus brazos se tensaban. Cuánto deseaba tocarlo, sentir cada uno de sus músculos temblar por la cercanía de sus cuerpos y escucharle susurrar su nombre, no con seriedad, si no que con amor. Cerró los ojos nuevamente, alejando aquellos pensamientos de su cabeza. Eso nunca pasará, se repitió a sí misma, con tristeza.
Unos pequeños toques en su brazo, que parecían lejanos y fríos, hicieron que finalmente despertara, aunque ya estaba despierta hace mucho.
—Buenos días —saludó, con el habitual tono de voz que la hacía estremecerse de nervios y felicidad—. ¿Sabes si la alarma sonó? Es tarde.
—No la escuché, creo que no está funcionando —mintió, saliendo de la cama y dirigiéndose al baño—. Deberías comprar otro, ya han pasado tres días en los que no suena.
—Sí, tienes razón —respondió fríamente, parándose para salir de la habitación.
Esa era la rutina de todos los días. Chad la saludaba, reclamaba por algo, y luego le decía "sí, tienes razón", únicamente para no tener que convivir y respirar el mismo aire que ella. Y creía saber la razón.
Si bien Charlotte había sido cuidadosa en lo que se refería a sus sentimientos, Chad vivía con ella, dormía con ella, escuchaba sus leves ronquidos, e incluso, sabía que odiaba dormir en la oscuridad completa (cosa que ni sus padres conocían). Por aquella razón, estaba segura de que Chad conocía los sentimientos de ella hacia él. Chad sabía que su esposa era una simpatizante. Pero por alguna razón, él nunca había dicho absolutamente nada. De hecho, la primera vez que él notó algo extraño en Charlie, la chica había entrado en desesperación (pues justamente esa noche iban a visitar a sus padres), pero se sorprendió cuando Chad no dijo absolutamente nada, incluso cuando sus padres preguntaron cómo estaba funcionando su matrimonio.
Recordaba que una noche no había logrado contenerse, y cuando le preguntó la razón por la que escondía aquel peligroso secreto, él había repetido las mismas palabras que pronunció cuando se conocieron por primera vez: no estés asustada por la intervención o de mí, que cuando seas mi esposa, siempre te protegeré. Luego de eso, Chad se había retirado inmediatamente de la habitación, dejándola con curiosidad. ¿Cómo recordaba aquella frase?
Y aunque intentó infinitas veces sacarle información, nunca había tenido éxito.
Hace un par de años atrás, mucho antes de que él tuviera una completa noción del amor y sus peligros, había compartido una tarde junto a una joven. Recordaba que aquella vez fue la primera instancia (y oportunidad) que consiguió para hablar con alguien que suponía una amenaza para todo lo que le habían enseñado. Estaba entusiasmado por entablar una conversación con la muchacha de cabellos naranjos y ojos de ensueño, más que nada, porque solía escuchar a algunos de sus compañeros de clase hablar acerca de chicas. No, no era algo que escuchara todos los días, pero ese grupo de muchachos en específico siempre se encontraba hablando de lo bello que era compartir con una persona en un modo más afectuoso. Y, Caleb, curioso por saber qué se sentía, se unió a aquel grupo de jóvenes. Luego de eso, todo su mundo había cambiado rotundamente. Ya no existían toques de queda que lo aprisionaran, él se había vuelto uno más, un rebelde, como solían llamarse a sí mismos.
Supo que estaba delirando cuando observó a la muchacha. No le costó nada más que una mirada para darse cuenta de que estaba enfermándose. Pero en un principio, no le importó. Si así se sentía una enfermedad, estaba dispuesto a vivir con ella.
La joven se presentó a sí misma como Abi, pero le hizo jurar que no le diría a nadie que la conocía. Caleb, completamente enfermo y dispuesto a hacer todo lo que ella le pidiera, le prometió que su boca estaría cerrada hasta el día en que dejara de existir.
Solían verse en las tardes, en lugares desconocidos y abandonados; casas que ya nadie habitaba, lugares que ni él, que había vivido toda su existencia en aquel lugar, conocía. Habían tenido encuentros románticos, otros más calurosos, y cada vez que estaba con ella, se sentía vivo. Se transformó en una necesidad, nunca había sentido nada parecido por alguien y por alguna razón, se volvió adicto al peligro. Sabía que lo que estaba haciendo era prohibido, pero no podía despegarse de sus exquisitos labios que poseían una mezcla de sabores únicos, no lograba dejar de mirar aquellos ojos color verde que parecían conocer todo su ser, tampoco deseaba dejar de tocar aquel cuerpo que tantas sensaciones provocaban en el suyo. Cuando estaban juntos, nadie más existía. Y por eso, cuando se la arrebataron, todo su mundo desapareció y se convirtió en cenizas. Ya no tenía propósito alguno; su familia nunca iba a entender lo que él sentía y se encontraba completamente solo, tan solo que ni sus amigos lograban levantar su ánimo.
Abi había desaparecido de un día para otro, y nunca la había vuelto a ver. Cuando le contó a la única persona en la que confiaba un poco, su hermana Alyssa, ella le había dicho (aunque parecía una amenaza) que se olvidara de ella. Y con el tiempo, lo entendió. La joven nunca le quiso, y cuando había tenido la oportunidad de alejarse, lo hizo. Si al menos, se hubiera preocupado un poco de él, le habría explicado la situación (si es que existía situación alguna) y luego se habría alejado. Pero nunca lo hizo.
Desde ese instante, que Caleb no ha cambiado de opinión acerca de la cura. Se decía a sí mismo, todas las noches que despertaba llorando, añorando su aroma y tacto, que todo eso desaparecería el día que le curaran, que él era sólo un adolescente y que obviamente estaba tentado a lo prohibido.
Su madre carraspeó cuando vio que Caleb estaba perdido en la nada. El muchacho sacudió ligeramente la cabeza. Se encontraba ensayando las respuestas que debía decir en la evaluación, y tenía un revoltijo en su estómago que combinaba la ansiedad, el nerviosismo y el miedo. Sin mencionar que, en aquel segundo, los pensamientos le habían abrumado y se sentía agitado y triste. Lo único que quería hacer era golpear la almohada y botar lágrimas hasta que no le quedara ninguna. Pero, gracias a los años de práctica, su rostro sólo tenía un semblante serio, que denotaba despreocupación y un poco de aburrimiento. Aunque el aburrimiento era verdadero. A pesar de que le gustara repasar las respuestas, tenía cosas que hacer, por ejemplo, pensar en lo que podría pasar si la cura no funcionaba en él. ¿Qué es lo que haría? Si tenía suerte, sería un completo fracasado, andaría vagando por las calles mirando las flores, fantaseando con que su esposa (o tal vez la misma Abi) le mirara con tanta adoración como él lo hacía. Y en el peor de los casos... bueno, no quería pensar en eso.
—Parece que estás completamente preparado, aunque un poco perdido —afirmó su madre, en un tono duro y rígido—. ¿Por qué no sales a dar una vuelta? Te haría bien un poco de aire fresco.
El muchacho soltó una risa nerviosa, pasando una de sus manos por el cabello recién lavado. Unas pequeñas gotas saltaron al instante, y el gato que tanto odiaba (que se encontraba a su lado, por mala suerte), se despertó agitado, intentando levantarse pero cayendo al instante. Maldito vago, pensó, disgustado.
—Y no mires al gato como si quisieras asesinarlo. Todos le odiamos, pero si tenemos suerte tu hermana se llevará al maldito animal.
—¿Vendrá? —preguntó, animoso, mientras alejaba al gato disimuladamente.
—Sí, vendrá con su esposo. De todas formas, ve. Y si puedes, pasa a la tienda y trae un refresco. Parece que será una noche calurosa.
—Seguro, madre.
Salió de su habitación sin esperar a que su madre se fuera, y bajó las escaleras rápidamente. Su familia vivía en uno de los mejores barrios de la ciudad, pues ambos de sus padres eran importantes, lo que le colocaba más nervioso todavía. Si cometía un error en las evaluaciones, todos lo sabrían, y sus padres le mirarían con decepción y terror. Luego, seguramente, dirían que siempre fue un muchacho distinto, enfermo.
Fuera de su casa, el calor era insoportable, por lo que tuvo que resistirse a entrar nuevamente en su hogar (su madre le mataría si no llegaba con un refresco). Pero, para su buena suerte, existía un poco de viento. Cuando estaba doblando en una de las esquinas cercanas a su casa, notó una silueta escondida entre los árboles. Pasó velozmente por allí, pero antes de que pudiera retirarse de aquel lugar, una voz alertó sus sentidos, y sintió como su corazón se salía del pecho.
—¿Caleb? —preguntó la dulce voz de la joven que había arrancado su corazón violentamente.
Se dio la vuelta, furioso.
—¿Qué haces aquí? Si quieres que nos pillen hablando...
—¡No! —exclamó, en un susurro—. No... yo, yo sólo quiero hablar. ¿Por favor? No te quitaré mucho tiempo.
El muchacho quería decirle que se fuera al infierno, pero lo que salió de sus labios fue todo lo contrario.
—¿Dónde?
Los colores eran, sin duda, lo mejor de la exposición, o al menos lo fue hasta que divisó a la verdadera estrella. Su voz era suave y dulce, un tono de voz que hace muchos años que no escuchaba. Sus ojos, azules como el cielo, le miraron por unos segundos, haciendo que Leonardo, o mejor dicho, Bash (su verdadero nombre), se acomodara en el asiento, intentando parecer concentrado en la exposición en vez de ella. Lamentablemente, no podía hacerlo. Tenía un aura angelical, y aunque estuviera completamente curada (Bash lo podía notar por la cicatriz que desde aquel lugar divisaba), sentía que en algún lugar, en lo más profundo de su ser, la joven seguía sintiendo afecto por alguien. No sabía la razón exacta, pero siempre que intuía algo, estaba en lo correcto.
Sebastian había sido un enamoradizo desde el día en que comenzó a respirar. Siempre mirando a las mujeres desde pequeño y haciéndoles saber lo hermosas que eran, el pequeño niño comenzó a ser llamado Bash coqueto, o simplemente coqueto, incluso por su madre (que vivía en las tierras salvajes). Oh, cada vez que se acordaba de su madre un dolor irremediable le apuñalaba el corazón. Si bien había muerto con una sonrisa en su rostro, Bash era muy pequeño cuando aquello sucedió. Y le dolió tanto, que luego de aquel acontecimiento ya no era Bash coqueto, era un simple muchacho que pasaba todos los días mirando como el fuego se extinguía lentamente, al igual que su madre. Cuando un hombre de la resistencia vino a visitarle (pues los rumores corrieron rápido y nadie dejaría que un niño viviera así de triste) Bash vio la oportunidad como una opción para convertirse en un héroe, tal como su madre siempre le decía. Lo llevaron a vivir con una familia de simpatizantes, a los que les agradeció mucho (y seguía agradecido del incondicional apoyo que le brindaban) y los llegó, incluso, a apreciar como una familia. Pero a pesar de eso, Bash, con tan sólo diez años, seguía escuchando la voz de su madre, tan relajante como el sonido de una brisa suave, diciendo: serás el mejor héroe que ha existido, Bash.
No supo cuándo ni cómo, pero de un momento a otro, la sala estaba vacía y la muchacha se encontraba más cerca que antes. Y con más cerca se refería a mucho más cerca. Tan cerca estaba, que sus ojos, grandes y azules, parecían hipnotizarle.
—Señor, ¿está usted bien? —preguntó, moviendo una de sus manos frente a su cara—. Estamos cerrando y usted se estaba quedando atrás. ¿Necesita un vaso de agua?
Bash no supo qué responder, así que se limitó a negar con la cabeza. Luego de unos segundos que parecieron eternos, la joven volvió a hablar.
—Oh, ¿es usted Leonardo? ¿El arquitecto de mi familia, tal vez? —preguntó, algo emocionada—. Siento mi emoción, pero hubo un tiempo en el que estuve obsesionada con su trabajo. Y bueno, toda mi familia, la verdad.
Bash intentó recordar a la chica, pero no tuvo resultado alguno, hasta que lo recordó: de seguro ella era la hija que tanto quería curarse.
—¿Familiar de los Britz? —La muchacha asintió rápidamente. Al parecer era una verdadera fanática de su trabajo—. Un gusto conocerla, y sí, trabajo con sus padres.
Nunca se imaginó que los padres de la joven hablaran si quiera de él. Cuando se refería a trabajar con ellos, no estaba hablando de hacer planos y demás, se refería a... bueno, ser parte de la resistencia. Pero, por su mirada, supo que ellos no le habían mencionado nada de la resistencia. Seguramente su madre había insistido en que le dieran la cura a sus hijos si es que ellos la querían, y su marido, algo desesperado por los requisitos, había accedido porque ya no le quedaban razones para decir que no.
—Mire, tenemos una cena hoy, en casa de mis padres. Sé que estarán muy emocionados por verle, además, mi hermano quiere ser un arquitecto también. No quiero ser una molestia pero, ¿tal vez le gustaría acompañarnos?
El hombre no lo pensó ni un segundo más. A pesar de que quiso decir si eso significa estar cerca de usted, felizmente iré, se retractó y dijo las típicas palabras (y al parecer las únicas) que sabían decir en aquel lugar.
—Sería un placer acompañar a su familia y así, hablar de negocios.
Aimeé giró por última vez, entrecerrando sus ojos para tener una visión más clara del ambiente. Al ver que no había rastro de que alguien se encontrara en los alrededores, suspiró y se recostó en el pasto, que aunque estaba un poco húmedo, era imposible de no disfrutarlo. Miró el cielo estrellado, y allí se quedó por unos minutos, admirando el brillo de las estrellas y sintiendo la brisa en sus desnudos brazos. Se estremeció al pensar en la intervención que le esperaba. Faltaban un par de meses para su cumpleaños, y ella estaba tratando de que el tiempo durara más, de que los días pasaran más lentos.
No quería dejar de sentir. No quería mirar a su familia con una mirada fría, o dormir con un vacío en su cabeza y corazón. Ella quería amar, vivir... no desaparecer. Y aunque el amor doliera, deseaba sentirlo. Quería tocar un cuerpo con delicadeza, y que aquel gesto se le correspondiera. Deseaba correr todo el día, oler el aroma de las flores y caer en el pasto con un ataque de risa, no le importaba si le terminara afectando, ella quería sentir.
Estaba asustada debido a la intervención, y aunque había ideado miles de ideas para intentar escapar de aquel lugar, ninguna era exitosa. No las había intentado, pero era muy cobarde como para correr el riesgo.
Cuando una estrella recorrió el cielo, cerró sus ojos y pidió un deseo: por favor, que no me intervengan, que no me intervengan, rogó, repitiendo las palabras en voz baja, esperando a que aquella estrella le escuchara y cumpliera su único deseo.
Un ruido que provenía de uno de los árboles cercanos hizo que se sentara inmediatamente, dejando de rogar y mirando hacia todos lados, desesperada. Sintió que su corazón palpitaba más rápido debido al miedo, y aunque quiso quedarse en su lugar, no pudo hacerlo. Con curiosidad, se levantó y caminó en dirección al árbol del que provenía el ruido. Una vez que estuvo allí, revisó todo el lugar, abrazando su cuerpo al sentir la brisa chocar contra su espalda. El blanco vestido que llevaba se meció con el viento, por lo que Aimeé, instintivamente, llevó sus manos inmediatamente al final de éste.
El mismo ruido sonó, y se dio cuenta de que era un rama que estaba crujiendo. Lentamente, miró hacia arriba, y se encontró con una sombra. Lo único que conseguía ver de aquella sombra era un mechón de cabello rubio, que no lograba pasar desapercibido a la luz de la noche. Aimeé caminó un poco más a la derecha y logró ver al muchacho que se encontraba sentado en una de las ramas.
Era, seguramente, el joven más bello que había visto en su vida, y cuando le miró a los ojos, quiso esconderse. Debido a su timidez, no había vez que la joven no se pusiera nerviosa al conocer a alguien, pero en aquel instante, pudo sentir que todo su cuerpo tiritaba, y no era por el frío. Por primera vez en su vida, alguien le miraba a los ojos. Sólo su familia y amigos le miraban así, y estaba completamente segura de que él no pertenecía a ninguno de los grupos de confianza.
El muchacho saltó del árbol, aterrizando perfectamente en el suelo. Aimeé se alejó unos pasos de él, y cuando notó la desesperación en su rostro, supo que ella no era la única que estaba intentando ocultar que se encontraba en aquel lugar.
—No le digas a nadie —musitaron ambos al mismo tiempo, como si estuvieran conectados.
Y antes de que la joven pudiera preguntarle su nombre, el chico había escapado del lugar, desapareciendo tan rápido como si se tratara de un fantasma.
Aspiró su aroma, una mezcla de sudor, colonia (la que nunca abandonaba) y un olor único, que nunca había conocido hasta que estuvo cerca de él. Todas las mañanas, Charlotte se despertaba en su acogedora habitación de color blanco, observaba el techo por unos segundos y luego, antes de que él despertara, solía admirarle por unos minutos, fantaseando acerca de cómo sería la vida si su esposo sintiera lo mismo que ella. Con lentitud, acercó su mano hacia el mentón de Chad, que estaba acompañada por una pizca de barba que parecía tener la misma longitud siempre. Sintió cosquillas en sus dedos por el tacto, las que lograron que todo su cuerpo dejara de funcionar. Su corazón se apretó y no lograba respirar correctamente, pero no era una sensación que le causara desesperación, al contrario, era algo armoniosa, y no quería dejar de presenciar aquel pacífico momento que pocas veces podía obtener.
La nariz de Chad hizo el típico movimiento que alertaba a Charlotte de que despertaría en cualquier segundo, por lo que retiró su mano rápidamente y cerró sus ojos, acomodándose en la suave y blanda almohada, tratando de parecer dormida. Sintió que su esposo se movía y bostezaba, sentándose en la cama. Por un par de segundos que parecieron infinitos, sus oídos no percibieron sonido alguno, sólo sus instintos advirtieron una mirada concentrándose en ella, y quiso sonreír. No importaba la razón, pero él la estaba mirando. Nuevamente, se escuchó otro bostezo, haciendo que Charlie apenas abriera sus ojos. Observó a Chad estirarse y aprovechó de mirar su cabello que siempre amanecía desordenado, su espalda y la forma en que los músculos de sus brazos se tensaban. Cuánto deseaba tocarlo, sentir cada uno de sus músculos temblar por la cercanía de sus cuerpos y escucharle susurrar su nombre, no con seriedad, si no que con amor. Cerró los ojos nuevamente, alejando aquellos pensamientos de su cabeza. Eso nunca pasará, se repitió a sí misma, con tristeza.
Unos pequeños toques en su brazo, que parecían lejanos y fríos, hicieron que finalmente despertara, aunque ya estaba despierta hace mucho.
—Buenos días —saludó, con el habitual tono de voz que la hacía estremecerse de nervios y felicidad—. ¿Sabes si la alarma sonó? Es tarde.
—No la escuché, creo que no está funcionando —mintió, saliendo de la cama y dirigiéndose al baño—. Deberías comprar otro, ya han pasado tres días en los que no suena.
—Sí, tienes razón —respondió fríamente, parándose para salir de la habitación.
Esa era la rutina de todos los días. Chad la saludaba, reclamaba por algo, y luego le decía "sí, tienes razón", únicamente para no tener que convivir y respirar el mismo aire que ella. Y creía saber la razón.
Si bien Charlotte había sido cuidadosa en lo que se refería a sus sentimientos, Chad vivía con ella, dormía con ella, escuchaba sus leves ronquidos, e incluso, sabía que odiaba dormir en la oscuridad completa (cosa que ni sus padres conocían). Por aquella razón, estaba segura de que Chad conocía los sentimientos de ella hacia él. Chad sabía que su esposa era una simpatizante. Pero por alguna razón, él nunca había dicho absolutamente nada. De hecho, la primera vez que él notó algo extraño en Charlie, la chica había entrado en desesperación (pues justamente esa noche iban a visitar a sus padres), pero se sorprendió cuando Chad no dijo absolutamente nada, incluso cuando sus padres preguntaron cómo estaba funcionando su matrimonio.
Recordaba que una noche no había logrado contenerse, y cuando le preguntó la razón por la que escondía aquel peligroso secreto, él había repetido las mismas palabras que pronunció cuando se conocieron por primera vez: no estés asustada por la intervención o de mí, que cuando seas mi esposa, siempre te protegeré. Luego de eso, Chad se había retirado inmediatamente de la habitación, dejándola con curiosidad. ¿Cómo recordaba aquella frase?
Y aunque intentó infinitas veces sacarle información, nunca había tenido éxito.
ღ ღ ღ ღ
Hace un par de años atrás, mucho antes de que él tuviera una completa noción del amor y sus peligros, había compartido una tarde junto a una joven. Recordaba que aquella vez fue la primera instancia (y oportunidad) que consiguió para hablar con alguien que suponía una amenaza para todo lo que le habían enseñado. Estaba entusiasmado por entablar una conversación con la muchacha de cabellos naranjos y ojos de ensueño, más que nada, porque solía escuchar a algunos de sus compañeros de clase hablar acerca de chicas. No, no era algo que escuchara todos los días, pero ese grupo de muchachos en específico siempre se encontraba hablando de lo bello que era compartir con una persona en un modo más afectuoso. Y, Caleb, curioso por saber qué se sentía, se unió a aquel grupo de jóvenes. Luego de eso, todo su mundo había cambiado rotundamente. Ya no existían toques de queda que lo aprisionaran, él se había vuelto uno más, un rebelde, como solían llamarse a sí mismos.
Supo que estaba delirando cuando observó a la muchacha. No le costó nada más que una mirada para darse cuenta de que estaba enfermándose. Pero en un principio, no le importó. Si así se sentía una enfermedad, estaba dispuesto a vivir con ella.
La joven se presentó a sí misma como Abi, pero le hizo jurar que no le diría a nadie que la conocía. Caleb, completamente enfermo y dispuesto a hacer todo lo que ella le pidiera, le prometió que su boca estaría cerrada hasta el día en que dejara de existir.
Solían verse en las tardes, en lugares desconocidos y abandonados; casas que ya nadie habitaba, lugares que ni él, que había vivido toda su existencia en aquel lugar, conocía. Habían tenido encuentros románticos, otros más calurosos, y cada vez que estaba con ella, se sentía vivo. Se transformó en una necesidad, nunca había sentido nada parecido por alguien y por alguna razón, se volvió adicto al peligro. Sabía que lo que estaba haciendo era prohibido, pero no podía despegarse de sus exquisitos labios que poseían una mezcla de sabores únicos, no lograba dejar de mirar aquellos ojos color verde que parecían conocer todo su ser, tampoco deseaba dejar de tocar aquel cuerpo que tantas sensaciones provocaban en el suyo. Cuando estaban juntos, nadie más existía. Y por eso, cuando se la arrebataron, todo su mundo desapareció y se convirtió en cenizas. Ya no tenía propósito alguno; su familia nunca iba a entender lo que él sentía y se encontraba completamente solo, tan solo que ni sus amigos lograban levantar su ánimo.
Abi había desaparecido de un día para otro, y nunca la había vuelto a ver. Cuando le contó a la única persona en la que confiaba un poco, su hermana Alyssa, ella le había dicho (aunque parecía una amenaza) que se olvidara de ella. Y con el tiempo, lo entendió. La joven nunca le quiso, y cuando había tenido la oportunidad de alejarse, lo hizo. Si al menos, se hubiera preocupado un poco de él, le habría explicado la situación (si es que existía situación alguna) y luego se habría alejado. Pero nunca lo hizo.
Desde ese instante, que Caleb no ha cambiado de opinión acerca de la cura. Se decía a sí mismo, todas las noches que despertaba llorando, añorando su aroma y tacto, que todo eso desaparecería el día que le curaran, que él era sólo un adolescente y que obviamente estaba tentado a lo prohibido.
Su madre carraspeó cuando vio que Caleb estaba perdido en la nada. El muchacho sacudió ligeramente la cabeza. Se encontraba ensayando las respuestas que debía decir en la evaluación, y tenía un revoltijo en su estómago que combinaba la ansiedad, el nerviosismo y el miedo. Sin mencionar que, en aquel segundo, los pensamientos le habían abrumado y se sentía agitado y triste. Lo único que quería hacer era golpear la almohada y botar lágrimas hasta que no le quedara ninguna. Pero, gracias a los años de práctica, su rostro sólo tenía un semblante serio, que denotaba despreocupación y un poco de aburrimiento. Aunque el aburrimiento era verdadero. A pesar de que le gustara repasar las respuestas, tenía cosas que hacer, por ejemplo, pensar en lo que podría pasar si la cura no funcionaba en él. ¿Qué es lo que haría? Si tenía suerte, sería un completo fracasado, andaría vagando por las calles mirando las flores, fantaseando con que su esposa (o tal vez la misma Abi) le mirara con tanta adoración como él lo hacía. Y en el peor de los casos... bueno, no quería pensar en eso.
—Parece que estás completamente preparado, aunque un poco perdido —afirmó su madre, en un tono duro y rígido—. ¿Por qué no sales a dar una vuelta? Te haría bien un poco de aire fresco.
El muchacho soltó una risa nerviosa, pasando una de sus manos por el cabello recién lavado. Unas pequeñas gotas saltaron al instante, y el gato que tanto odiaba (que se encontraba a su lado, por mala suerte), se despertó agitado, intentando levantarse pero cayendo al instante. Maldito vago, pensó, disgustado.
—Y no mires al gato como si quisieras asesinarlo. Todos le odiamos, pero si tenemos suerte tu hermana se llevará al maldito animal.
—¿Vendrá? —preguntó, animoso, mientras alejaba al gato disimuladamente.
—Sí, vendrá con su esposo. De todas formas, ve. Y si puedes, pasa a la tienda y trae un refresco. Parece que será una noche calurosa.
—Seguro, madre.
Salió de su habitación sin esperar a que su madre se fuera, y bajó las escaleras rápidamente. Su familia vivía en uno de los mejores barrios de la ciudad, pues ambos de sus padres eran importantes, lo que le colocaba más nervioso todavía. Si cometía un error en las evaluaciones, todos lo sabrían, y sus padres le mirarían con decepción y terror. Luego, seguramente, dirían que siempre fue un muchacho distinto, enfermo.
Fuera de su casa, el calor era insoportable, por lo que tuvo que resistirse a entrar nuevamente en su hogar (su madre le mataría si no llegaba con un refresco). Pero, para su buena suerte, existía un poco de viento. Cuando estaba doblando en una de las esquinas cercanas a su casa, notó una silueta escondida entre los árboles. Pasó velozmente por allí, pero antes de que pudiera retirarse de aquel lugar, una voz alertó sus sentidos, y sintió como su corazón se salía del pecho.
—¿Caleb? —preguntó la dulce voz de la joven que había arrancado su corazón violentamente.
Se dio la vuelta, furioso.
—¿Qué haces aquí? Si quieres que nos pillen hablando...
—¡No! —exclamó, en un susurro—. No... yo, yo sólo quiero hablar. ¿Por favor? No te quitaré mucho tiempo.
El muchacho quería decirle que se fuera al infierno, pero lo que salió de sus labios fue todo lo contrario.
—¿Dónde?
ღ ღ ღ ღ
Los colores eran, sin duda, lo mejor de la exposición, o al menos lo fue hasta que divisó a la verdadera estrella. Su voz era suave y dulce, un tono de voz que hace muchos años que no escuchaba. Sus ojos, azules como el cielo, le miraron por unos segundos, haciendo que Leonardo, o mejor dicho, Bash (su verdadero nombre), se acomodara en el asiento, intentando parecer concentrado en la exposición en vez de ella. Lamentablemente, no podía hacerlo. Tenía un aura angelical, y aunque estuviera completamente curada (Bash lo podía notar por la cicatriz que desde aquel lugar divisaba), sentía que en algún lugar, en lo más profundo de su ser, la joven seguía sintiendo afecto por alguien. No sabía la razón exacta, pero siempre que intuía algo, estaba en lo correcto.
Sebastian había sido un enamoradizo desde el día en que comenzó a respirar. Siempre mirando a las mujeres desde pequeño y haciéndoles saber lo hermosas que eran, el pequeño niño comenzó a ser llamado Bash coqueto, o simplemente coqueto, incluso por su madre (que vivía en las tierras salvajes). Oh, cada vez que se acordaba de su madre un dolor irremediable le apuñalaba el corazón. Si bien había muerto con una sonrisa en su rostro, Bash era muy pequeño cuando aquello sucedió. Y le dolió tanto, que luego de aquel acontecimiento ya no era Bash coqueto, era un simple muchacho que pasaba todos los días mirando como el fuego se extinguía lentamente, al igual que su madre. Cuando un hombre de la resistencia vino a visitarle (pues los rumores corrieron rápido y nadie dejaría que un niño viviera así de triste) Bash vio la oportunidad como una opción para convertirse en un héroe, tal como su madre siempre le decía. Lo llevaron a vivir con una familia de simpatizantes, a los que les agradeció mucho (y seguía agradecido del incondicional apoyo que le brindaban) y los llegó, incluso, a apreciar como una familia. Pero a pesar de eso, Bash, con tan sólo diez años, seguía escuchando la voz de su madre, tan relajante como el sonido de una brisa suave, diciendo: serás el mejor héroe que ha existido, Bash.
No supo cuándo ni cómo, pero de un momento a otro, la sala estaba vacía y la muchacha se encontraba más cerca que antes. Y con más cerca se refería a mucho más cerca. Tan cerca estaba, que sus ojos, grandes y azules, parecían hipnotizarle.
—Señor, ¿está usted bien? —preguntó, moviendo una de sus manos frente a su cara—. Estamos cerrando y usted se estaba quedando atrás. ¿Necesita un vaso de agua?
Bash no supo qué responder, así que se limitó a negar con la cabeza. Luego de unos segundos que parecieron eternos, la joven volvió a hablar.
—Oh, ¿es usted Leonardo? ¿El arquitecto de mi familia, tal vez? —preguntó, algo emocionada—. Siento mi emoción, pero hubo un tiempo en el que estuve obsesionada con su trabajo. Y bueno, toda mi familia, la verdad.
Bash intentó recordar a la chica, pero no tuvo resultado alguno, hasta que lo recordó: de seguro ella era la hija que tanto quería curarse.
—¿Familiar de los Britz? —La muchacha asintió rápidamente. Al parecer era una verdadera fanática de su trabajo—. Un gusto conocerla, y sí, trabajo con sus padres.
Nunca se imaginó que los padres de la joven hablaran si quiera de él. Cuando se refería a trabajar con ellos, no estaba hablando de hacer planos y demás, se refería a... bueno, ser parte de la resistencia. Pero, por su mirada, supo que ellos no le habían mencionado nada de la resistencia. Seguramente su madre había insistido en que le dieran la cura a sus hijos si es que ellos la querían, y su marido, algo desesperado por los requisitos, había accedido porque ya no le quedaban razones para decir que no.
—Mire, tenemos una cena hoy, en casa de mis padres. Sé que estarán muy emocionados por verle, además, mi hermano quiere ser un arquitecto también. No quiero ser una molestia pero, ¿tal vez le gustaría acompañarnos?
El hombre no lo pensó ni un segundo más. A pesar de que quiso decir si eso significa estar cerca de usted, felizmente iré, se retractó y dijo las típicas palabras (y al parecer las únicas) que sabían decir en aquel lugar.
—Sería un placer acompañar a su familia y así, hablar de negocios.
ღ ღ ღ ღ
Aimeé giró por última vez, entrecerrando sus ojos para tener una visión más clara del ambiente. Al ver que no había rastro de que alguien se encontrara en los alrededores, suspiró y se recostó en el pasto, que aunque estaba un poco húmedo, era imposible de no disfrutarlo. Miró el cielo estrellado, y allí se quedó por unos minutos, admirando el brillo de las estrellas y sintiendo la brisa en sus desnudos brazos. Se estremeció al pensar en la intervención que le esperaba. Faltaban un par de meses para su cumpleaños, y ella estaba tratando de que el tiempo durara más, de que los días pasaran más lentos.
No quería dejar de sentir. No quería mirar a su familia con una mirada fría, o dormir con un vacío en su cabeza y corazón. Ella quería amar, vivir... no desaparecer. Y aunque el amor doliera, deseaba sentirlo. Quería tocar un cuerpo con delicadeza, y que aquel gesto se le correspondiera. Deseaba correr todo el día, oler el aroma de las flores y caer en el pasto con un ataque de risa, no le importaba si le terminara afectando, ella quería sentir.
Estaba asustada debido a la intervención, y aunque había ideado miles de ideas para intentar escapar de aquel lugar, ninguna era exitosa. No las había intentado, pero era muy cobarde como para correr el riesgo.
Cuando una estrella recorrió el cielo, cerró sus ojos y pidió un deseo: por favor, que no me intervengan, que no me intervengan, rogó, repitiendo las palabras en voz baja, esperando a que aquella estrella le escuchara y cumpliera su único deseo.
Un ruido que provenía de uno de los árboles cercanos hizo que se sentara inmediatamente, dejando de rogar y mirando hacia todos lados, desesperada. Sintió que su corazón palpitaba más rápido debido al miedo, y aunque quiso quedarse en su lugar, no pudo hacerlo. Con curiosidad, se levantó y caminó en dirección al árbol del que provenía el ruido. Una vez que estuvo allí, revisó todo el lugar, abrazando su cuerpo al sentir la brisa chocar contra su espalda. El blanco vestido que llevaba se meció con el viento, por lo que Aimeé, instintivamente, llevó sus manos inmediatamente al final de éste.
El mismo ruido sonó, y se dio cuenta de que era un rama que estaba crujiendo. Lentamente, miró hacia arriba, y se encontró con una sombra. Lo único que conseguía ver de aquella sombra era un mechón de cabello rubio, que no lograba pasar desapercibido a la luz de la noche. Aimeé caminó un poco más a la derecha y logró ver al muchacho que se encontraba sentado en una de las ramas.
Era, seguramente, el joven más bello que había visto en su vida, y cuando le miró a los ojos, quiso esconderse. Debido a su timidez, no había vez que la joven no se pusiera nerviosa al conocer a alguien, pero en aquel instante, pudo sentir que todo su cuerpo tiritaba, y no era por el frío. Por primera vez en su vida, alguien le miraba a los ojos. Sólo su familia y amigos le miraban así, y estaba completamente segura de que él no pertenecía a ninguno de los grupos de confianza.
El muchacho saltó del árbol, aterrizando perfectamente en el suelo. Aimeé se alejó unos pasos de él, y cuando notó la desesperación en su rostro, supo que ella no era la única que estaba intentando ocultar que se encontraba en aquel lugar.
—No le digas a nadie —musitaron ambos al mismo tiempo, como si estuvieran conectados.
Y antes de que la joven pudiera preguntarle su nombre, el chico había escapado del lugar, desapareciendo tan rápido como si se tratara de un fantasma.
- holap:
- bue ya lo dije en el comentario de arriba pero lo digo de nuevo (?). me voy de vacaciones así que el capítulo lo hice muy rápido para poder subirlo antes de irme. es uno de los capítulos más cortos y feos que he hecho (?) y no sé si tiene alguna falta pero si las tiene, perdón ay. de todas formas, seguiré comentando los capítulos, obvio . esop, bai
pd. no sé si se podía cambiar la imagen, así que dejé la que tenía (?) ah eso
Torstein.
aurelia.
Re: Delirium.
AY MAGDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA Cómo te explico lo hermoso que estuvo tu capítulo, en serio te salió muy bieeeeeeeeen, no sé si es porque habrás leído el libro o qué onda con vos pero la verdad es que lo disfruté mucho, fue muy romántico la verdad
Charlotte me parte el almaaaaaaaaaa, ella es simpatizante omg y no me esperaba que Chad lo supiera, amé a Charlotte, cómo ella de alguna manera se resignó a disfrutar de la compañía de Chad aunque él no la amaraaunque secretamente tengo la esperanza de que se va a terminar enfermando por ella y y y me encantó su forma de ser, que no estuviera desesperada, que esté tan tranquila con lo que siente, eso es amoooooooooooor
ESO ES HERMOSO CHAD, ES HERMOSO. Bueno creo que cuando leí eso finalmente me enamoré de Chad.(?) No tengo idea qué habrás planeado para él pero con su barbita corta, guardando el secreto de Charlie, y además diciendo algo tan hermoso tal cual lohabía dicho la primera vez, I FALLEN IN LOVE WITH HIM
La verdad es que AME TODOS TUS PERSONAJES, en serio todos los amé, es como que, no sé tienen tantos sentimientos hacen que esta nc sea más linda(?) pasemos a la mejor parte de todo: CALEB Y ABI. OKAY. MI CORAZÓN HIZO CABOOM SJLGDNSJDGN A VER Caleb se enamoró de Abi de la peor forma y eso es hermosooooo para colmo me hiciste acordar a LENA Y ALEX y rompiste mi corazón con eso, las casas abandonadas NO ME JODAS ESTAS JUGANDO CON MIS SENTIMIENTOS ah. Bueno me encantó Magda, en serio me encantó.
SÍ CLARO, ESO PIENSAN AL PRINCIPIO(?) Pero él la sigue queriendooooo la anhelaaaaaaa yo lo sé, ve por ella campeón ah. Él le dio sentido a la cura por un pequeñísimo momento, en serio amé leerlo de esa forma, un corazón roto deseando la cura para dejar de sufrir? ES PERFECTO. Pero gracias al cielo Magda no va a dejar que eso pase porque dos almas gemelas como Caleb y Abi no pueden terminar separados, MENOS SI ELLA VOLVIÓPOR EL
EL MEJOR DIALOGO EVEEEEEEEEER me tatuaría esas frases en el cerebro. EL REENCUENTRO PERRAS, ES EL REENCUENTRO Yo sabía que Abi volvería, lo sabía. Y la forma en la que lo hizo, y como le habló, y ahora resulta que se van a encontraaaaaaar "¿Dónde?" en mi casa vengan a mi casa :juay:bueno no. Me dejaste con una perfecta O en la boca juro que no me esperaba esoooooooooo, pero lo amé. Después está Bash, y mierda, ES ARQUITECTO yo ya lo estoy amando. Y la chica, la chica que lo admira y que a él le atrae y y y esa fue una perfecta coincidencia me encantó que pasara eso no sé si se me enctiende
Y finalmente Aimeé y el chico misterioso de cabellos rubios mirándola desde lo alto de un árbol
esa fue la gota que derramó mi vaso de emociones(?) FUE UN FINAL DE LA PUTA MADRE. La mejor manera de haber terminado tu caaap, Aimeé me pareció tan dulce y de alguna manera apasionada y curiosa pero también tímida, me sentí identificada con ella :hemozo:Chad y Aimeé son mis pj's favs pero no significa que los otros no me gusten, repito AMÉ TODOS TUS PJ'S Y TODO TU CAPÍTULO Me paro y te aplaudo:shiashia:Escribis de maravilla así que eso solo hizo que me encantara más. Voy a estar esperando con ansias el capítulo de Ems, las quiero mucho a todas las escritoras de esta nc sepanlo por eso agradecería que las que no lo hiciero se pasaran a dejar su comentario o avisarme que no pueden hacerlo porfa. Besos
Con lentitud, acercó su mano hacia el mentón de Chad, que estaba acompañada por una pizca de barba que parecía tener la misma longitud siempre. Sintió cosquillas en sus dedos por el tacto, las que lograron que todo su cuerpo dejara de funcionar. Su corazón se apretó y no lograba respirar correctamente, pero no era una sensación que le causara desesperación, al contrario, era algo armoniosa, y no quería dejar de presenciar aquel pacífico momento que pocas veces podía obtener.
Charlotte me parte el almaaaaaaaaaa, ella es simpatizante omg y no me esperaba que Chad lo supiera, amé a Charlotte, cómo ella de alguna manera se resignó a disfrutar de la compañía de Chad aunque él no la amara
(...) él había repetido las mismas palabras que pronunció cuando se conocieron por primera vez: no estés asustada por la intervención o de mí, que cuando seas mi esposa, siempre te protegeré.
ESO ES HERMOSO CHAD, ES HERMOSO. Bueno creo que cuando leí eso finalmente me enamoré de Chad.(?) No tengo idea qué habrás planeado para él pero con su barbita corta, guardando el secreto de Charlie, y además diciendo algo tan hermoso tal cual lohabía dicho la primera vez, I FALLEN IN LOVE WITH HIM
La verdad es que AME TODOS TUS PERSONAJES, en serio todos los amé, es como que, no sé tienen tantos sentimientos hacen que esta nc sea más linda(?) pasemos a la mejor parte de todo: CALEB Y ABI. OKAY. MI CORAZÓN HIZO CABOOM SJLGDNSJDGN A VER Caleb se enamoró de Abi de la peor forma y eso es hermosooooo para colmo me hiciste acordar a LENA Y ALEX y rompiste mi corazón con eso, las casas abandonadas NO ME JODAS ESTAS JUGANDO CON MIS SENTIMIENTOS ah. Bueno me encantó Magda, en serio me encantó.
Se decía a sí mismo, todas las noches que despertaba llorando, añorando su aroma y tacto, que todo eso desaparecería el día que le curaran, que él era sólo un adolescente y que obviamente estaba tentado a lo prohibido.
SÍ CLARO, ESO PIENSAN AL PRINCIPIO(?) Pero él la sigue queriendooooo la anhelaaaaaaa yo lo sé, ve por ella campeón ah. Él le dio sentido a la cura por un pequeñísimo momento, en serio amé leerlo de esa forma, un corazón roto deseando la cura para dejar de sufrir? ES PERFECTO. Pero gracias al cielo Magda no va a dejar que eso pase porque dos almas gemelas como Caleb y Abi no pueden terminar separados, MENOS SI ELLA VOLVIÓ
—¿Caleb? —preguntó la dulce voz de la joven que había arrancado su corazón violentamente.
Se dio la vuelta, furioso.
—¿Qué haces aquí? Si quieres que nos pillen hablando...
—¡No! —exclamó, en un susurro—. No... yo, yo sólo quiero hablar. ¿Por favor? No te quitaré mucho tiempo.
El muchacho quería decirle que se fuera al infierno, pero lo que salió de sus labios fue todo lo contrario.
—¿Dónde?
EL MEJOR DIALOGO EVEEEEEEEEER me tatuaría esas frases en el cerebro. EL REENCUENTRO PERRAS, ES EL REENCUENTRO Yo sabía que Abi volvería, lo sabía. Y la forma en la que lo hizo, y como le habló, y ahora resulta que se van a encontraaaaaaar "¿Dónde?" en mi casa vengan a mi casa :juay:bueno no. Me dejaste con una perfecta O en la boca juro que no me esperaba esoooooooooo, pero lo amé. Después está Bash, y mierda, ES ARQUITECTO yo ya lo estoy amando. Y la chica, la chica que lo admira y que a él le atrae y y y esa fue una perfecta coincidencia me encantó que pasara eso no sé si se me enctiende
SI SIGNIFICA ESTAR CERCA DE USTED, Porque no le pudo leer la menteeeeeeeeeeeeeee ajdgnajñga yo quiero que alguien me diga eso fue hermoso no sé porqué Bash me pareció como como no sé, lindo serio educado y dificil de resistirse??????????????? ah. Me encantó y muero por leer lo que va a pasar en esa cena ojalá pudiera estar ahí.El hombre no lo pensó ni un segundo más. A pesar de que quiso decir si eso significa estar cerca de usted, felizmente iré, se retractó y dijo las típicas palabras (y al parecer las únicas) que sabían decir en aquel lugar.
—Sería un placer acompañar a su familia y así, hablar de negocios.
Y finalmente Aimeé y el chico misterioso de cabellos rubios mirándola desde lo alto de un árbol
—No le digas a nadie —musitaron ambos al mismo tiempo, como si estuvieran conectados.
esa fue la gota que derramó mi vaso de emociones(?) FUE UN FINAL DE LA PUTA MADRE. La mejor manera de haber terminado tu caaap, Aimeé me pareció tan dulce y de alguna manera apasionada y curiosa pero también tímida, me sentí identificada con ella :hemozo:Chad y Aimeé son mis pj's favs pero no significa que los otros no me gusten, repito AMÉ TODOS TUS PJ'S Y TODO TU CAPÍTULO Me paro y te aplaudo:shiashia:Escribis de maravilla así que eso solo hizo que me encantara más. Voy a estar esperando con ansias el capítulo de Ems, las quiero mucho a todas las escritoras de esta nc sepanlo por eso agradecería que las que no lo hiciero se pasaran a dejar su comentario o avisarme que no pueden hacerlo porfa. Besos
Última edición por margarita. el Vie 12 Feb 2016, 1:59 pm, editado 3 veces
bless.
Re: Delirium.
AY DIOS PORQUE SUBEN RAPIDO CUANDO NO TENGO LAPTOP
me reporto, ame tu capitulo Debs y aun tengo que leer elmde Magda pero como ven, no tengo laptop. Me la dan el jueves, espero. ¿Cuanto tengo para subir el cap? Si veo que no puedo subir, antes de que se acabe paso mi turno a la siguiente. Pero porahora escribiré en mi cuaderno para cuando me devuelvan mk bebe(?
Pd: perdón las faltas, estoy desde la tablet
me reporto, ame tu capitulo Debs y aun tengo que leer elmde Magda pero como ven, no tengo laptop. Me la dan el jueves, espero. ¿Cuanto tengo para subir el cap? Si veo que no puedo subir, antes de que se acabe paso mi turno a la siguiente. Pero porahora escribiré en mi cuaderno para cuando me devuelvan mk bebe(?
Pd: perdón las faltas, estoy desde la tablet
hange.
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