Inked Petals

Capítulo tres.

Grimes.

– Si estás esperando que me disculpe, no vas a obtener nada Penélope, así que puedes dejar el drama de lado y subirte a la motocicleta o me voy sólo, te vas caminando al instituto y me hablas cuando se te pase.

Connor bufó y esperó algunos segundos más por la respuesta de su mejor amiga, quien lo miraba con una ceja elevada y sus brazos cruzados. En realidad no entendía a Penélope, hacía todo lo posible para llevarlo a su cama y cuando lo lograba, igual terminaba enojándose con él. Si no cedía, se molestaba con él, y si sí lo hacía, se molestaba con él de todas maneras.

– No me dejarías aquí – aclamó Penny comenzando a golpetear el grueso tacón de sus botas de cuero negro contra el pavimento de la acera. Su expresión altanera, como si a Connor realmente llegara a importarle. Él sacó el celular del bolsillo de su pantalón y miró la hora, faltaban al menos quince minutos para la hora de entrada, y aunque tampoco le importara mucho el hecho de llegar temprano al instituto, no quería continuar perdiendo su tiempo con tonterías y le parecía ridículo cuando la pelinegra actuaba como si el universo girara alrededor de su jodido trasero.
– ¿Vienes o no? – preguntó devolviendo el celular a su bolsillo, colocándose el casco y encendiendo la motocicleta. Ella lo miró con expresión divertida y confiada, aún sin moverse de su lugar, aún esperando unas palabras que nunca saldrían de los labios de Connor. – Como quieras. – espetó, se encogió de hombros y arrancó la motocicleta, saliendo de ahí y tomando camino hacia la preparatoria.

Miró para atrás antes de desaparecer por completo, sólo para ver la expresión de incredulidad marcada en el rostro de Penélope. Eso debería bajarla de su nube. Rió y enfocó la mirada de nuevo en el camino. Sí, tal vez Penélope fuera una de sus mejores amigas y, no mentiría, de cierto modo la quería, del modo en que se quiere a un amigo de infancia, sin embargo, no pasaría de ahí y ya se lo había aclarado antes. Él no se andaba escondiendo de nada, decía las cosas como eran, ya le había advertido que no debía esperar nada más de él si accedía a tener encuentros sexuales ocasionales con ella, si ella seguía insistiendo, no era su culpa.

Al parquear en el instituto, se quitó el casco, lo guardó dentro del compartimiento que brindaba su motocicleta bajo el asiento y se alejó con paso decidido hacia la entrada, saludando a varios compañeros de pandilla en el trayecto a su casillero. La variedad exagerada de colores en el pasillo le recordaba en qué clase de instituto estudiaba. Punk rockers por un lado, flower children por otro y los estudiantes de siempre que, sabiamente, decían no escoger ningún bando, pero que de alguna manera siempre acababan metidos entre los problemas de las pandillas. Puede ser que él perteneciera a la pandilla de punk rockers, sin embargo, al contrario que de algunos de sus compañeros, él no se iba a meter con ninguno de los otros grupos hasta que de alguno de ellos hiciera algo que le influyera o lo involucrara a él, o que estuviera aburrido. Y ahora lo estaba, por lo que sonrió al ver que su vecina de casillero se encontraba en ese momento sacando sus materiales mientras hablaba animadamente  con uno de los estudiantes regulares y lucía orgullosamente un ridículo aro de flores en su cabeza. ¿Qué nunca se cansaban de llevar esas cosas en su cabeza?

– Cassandra – exclamó con falsa emoción pasando un brazo por sus hombros y moviendo la corona de flores de su lugar en el acto, provocando que casi cayera, casi. – ¿Cómo estás cariño? – besó su mejilla ante la mirada incrédula del compañero de la castaña e incluso de ella misma. Connor rió internamente y miró al muchacho frente a él. Normalmente siempre estaba con Cassandra pero no pertenecía a ninguna pandilla, ya que su puesto de tutor impedía elegir bandos. Además, ya estaba enterado de que el muchacho de anteojos estaba locamente enamorado de la castaña a su lado, y todo el instituto parecía saberlo, menos ella, por lo que aprovechaba constantemente el momento para molestarlos cada que vez los veía juntos. Sin embargo, nunca parecía recordar el nombre del muchacho.
– ¿Y tú eres? – preguntó, Cassandra aún en completo parálisis a su lado.
– Bradley – respondió aún sorprendido ya que Connor aún mantenía su brazo en los hombros de la muchacha y ella aún no se apartaba, dejando de lado el hecho de que ella estaba igual que sorprendida que él como para reaccionar.
– Un gusto, ¿Cassandra no te dijo que salíamos? – preguntó Connor con una sonrisa divertida mirando como los colores del rostro de Bradley se drenaban.
– ¿Qué? – casi gritó la castaña saliendo de su trance y alejándose completamente del tacto del muchacho quien ahora reía descontrolado.
– Debiste haber visto tu cara – habló entre risas notando como Bradley volvía a recuperar su color natural y Cassandra pasaba de expresión sorprendida a levemente molesta. A lo lejos vio los suspiros de alivio y las carcajadas que soltaron algunos otros de su pandilla que habían presenciado la escena y algunas otras florecitas que, aunque igual suspiraban aliviados, sus miradas no eran más que de enojo hacia Connor, obviamente que un punk rocker abrace a una flower children en medio del pasillo no pasa desapercibido. – Tranquilo, es toda tuya – palmeó el hombro de Brad y notó como se sonrojaba.

Creía escuchar a Cassandra hablarle a su lado, no obstante, realmente no le importaba, por lo que rió de nuevo, sacó su libro de su casillero y lo cerró antes de volverse a la castaña que lo miraba con el ceño fruncido.

– Nos vemos luego muñeca – le guiñó el ojo y notó como el color carmesí ocupaba sus mejillas, más que todo por culpa de un enojo creciente que por otra cosa. Rió por tercera vez en la mañana  y continuó su camino a las clases. Para Connor no había mejor manera de molestar a Cassandra que con cumplidos, irónico, pero cierto, además, eso era lo único que realmente llegaba a molestarla, por lo que pretendía seguir haciéndolo.

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Para el momento de llegar a su clase, puesto que tomó un pequeño desvío en el camino,  se disculpó con la profesora Roma por su tardanza y tomó el lugar disponible que había delante de Faye y Lyssander, dejando el puesto a su lado vacío ya que Penélope aún no llegaba al instituto.

Lo primero que hizo Faye al ver a Connor fue buscar al parásito que comúnmente lo acompañaba de un lado a otro, ya que no le extrañaría que Penélope llegara tarde sólo por estar con Connor, y al no verla, levantó una ceja incrédula hacia el muchacho, él simplemente se encogió de hombros.

– ¿Y tu fan número uno? – preguntó Faye en susurro, aún manteniendo la diversión y el desagrado en su tono.
– Creo que renunció esta mañana, el puesto está disponible, ¿lo quieres? – Faye rió y negó.  
– No gracias, ya he estado ahí, no tengo apuros de volver. – ambos rieron con cuidado de que la profesora no les llamara la atención su primer día de clases.
– No perdía nada intentándolo – Connor se encogió de hombros y Lyssander se unió a las risas.
– Hey, Cassie – llamaron calladamente en unos asientos más adelante del salón, cosa que distrajo a Connor y provocó que volviera la vista hacia el sonido, sólo para encontrarse a la castaña mirándolo desde su lugar. Él la miró sorprendido de haberla encontrado mirándolo y le sorprendió aún más el hecho de que ella se sonrojara antes de apartar la mirada y enfocarla de nuevo en la profesora.

A pesar de las ridículas flores en su cabeza, Connor no podía negar que Cassandra tenía algo que le llamaba la atención y aunque la mayoría de veces sus únicas intensiones eran las de molestarla, también otras eran más que todo por curiosidad. Cassandra era un enigma para él, uno que planeaba resolver.


Maldito, maldito Connor. Pensaba mientras lo veía caminar decidido por el pasillo del instituto como si nada nunca llegara a poder derribarlo. Bufó y acomodó la corona de flores de nuevo en su lugar. Siempre tendía a mantener la calma, debido a su posición en la pandilla, más de un punk rocker llegaba a intentar molestarla a lo largo de la semana, nunca lo lograban, pero Connor era diferente, su simple presencia le molestaba y no tenía ni la menor idea del por qué, ella no era así y que él lograra molestarla tan fácilmente la frustraba aún más.

Apartó la mirada del pasillo y miró a Brad, que aún miraba sonrojado la cerámica del piso.

– ¿Brad? – preguntó cautelosa llamando la atención del muchacho, al contrario de ella, él no estaba acostumbrado a la humillación pública por parte de un punk rocker. – No le hagas caso. – se encogió de hombros restándole importancia al asunto, debía recomponerse, no podía permitir que Connor perturbara su calma con tanta facilidad.

Cerró con decisión su casillero y tomó a Brad del brazo haciendo que ambos caminaran hacia su clase, ya que él parecía extrañamente pegado al suelo como para moverse solo.

– Entonces, ¿aún irás al baile conmigo? – preguntó Brad luego de unos segundos de silencio.
– Claro, será divertido ir con un amigo al baile – le dedicó una gran sonrisa, mientras que la de él flaqueaba un poco.
– Claro – concordó – debo ir a mi clase – declaró al ver que ambos llegaban a la clase de Cassie. – te veo luego – se despidió de la castaña y se alejó más rápido de lo que normalmente lo hacía.

Cassie lo miró extrañada, iba a seguirlo para preguntarle que le sucedía, pero antes de poder hacerlo Caitlin apareció a su lado de la nada y la jaló dentro de la clase, tomando asiento en el primer asiento disponible y llevando a Cassie consigo para que ocupara el lugar a su lado.

– ¿Qué es eso de que un Punk Rocker te besa y yo me doy cuenta por otras personas? – me miró reprobatoriamente. Cassie se mordió el labio, sorprendida de la rapidez con la que los sucesos transcurrían entre boca y boca en ese instituto, más cuando un punk rocker o un flower children estaban involucrados.
– Fue sólo un beso en la mejilla, y no significó nada – prosiguió antes de  que Caitlin hablara. – Sólo Connor siendo Connor, buscando las maneras más ridículas de molestarme.

La profesora entró a la clase y ambas decidieron dejar el tema por terminado. Intentaba seguir las palabras de la profesora, sin embargo, estaba levemente distraída, más cuándo Connor entró a la clase al menos con unos diez minutos de atraso. Vio como Caitlin miraba fijamente el camino que transcurría Connor hasta llegar a sentarse en algún lugar a sus espaldas, luego volvió su vista a Cassie.

– Sólo ten cuidado, mereces algo mucho mejor que eso. – susurró Caitlin. Cassie frunció el ceño y se volteó para mirar a sus espaldas. Connor estaba sentado en una de las últimas filas. Entre la ignorancia de que Cassie no sabía que la profesora había retomado su charla al frente del salón y que Connor no era consciente de que ella lo miraba, se permitió observarlo un poco más.

No era normal en ella perder las palabras, estuvo a punto de apartarlo al sentir como su brazo se colocaba sobre ella, pero quedó paralizada al sentir sus fríos labios contra la piel de su mejilla. En el tiempo que lo conocía, sus bromas no pasaban de roces y palabras, jamás llegó a pensar que se atrevería a acortar tanto la distancia y su momento de parálisis se debió a su breve lucha interna de negación donde eliminaba cualquier posibilidad de sentir nervios o cualquier clase de gusto que le pudo haber provocado el beso. Se negaba, así de sencillo; lo que no fue sencillo fue evitar la calentura que subió a sus mejillas cuando los ojos de Connor se encontraron con los suyos, menos aún con los recientes pensamientos aún recorriendo su mente.

Apartó la mirada y, con ayuda de Caitlin, decidió salir de sus pensamientos y enfocarse en la Sra. Roma. Debía dejar de darle vueltas al asunto, no tenía sentido y nunca lo tendría, sólo había sido una broma, no tendría por qué significar nada más que eso, de hecho, se negaba a pensar que podría llegar a haber otro motivo.