Inked Petals

— Creo que deberías calmarte, —miró a los ojos verdes del chico— te saldrán arrugas si continúas enojándote de esa manera cada vez que discutas con tu padre. —Bufó.

— Cállate. —Gruño y caminó por el pasillo viendo las nuevas caras en el lugar.

— Tranquila, solo decía. —Susurró en una risita— Este año será asombroso, estoy seguro. —Dibujó una sonrisa blanca y  despampanante.

— ¿Por qué estás tan seguro? —Frunció el ceño elevando la mirada de las chaquetas de cuero que los rodeaban.

— Mira a nuestro alrededor, Liv —el chico pasó un brazo sobre ella provocando que el tocado de flores blancas en su cabeza se desalineara— es nuestro último año. El próximo seremos adultos y deberemos valernos por nosotros mismos, es terrorífico y emocionante a la vez. 

Ella rodó los ojos y rodeó con su brazo a su amigo por la espalda dejando caer una mano en la cadera de este. 

Tal vez él tenía razón y ese año no fuera tan malo. Miró su horario; clase de matemáticas. Se despidió de Ethan con un beso en la mejilla y se desvió tres metros a la derecha. Miró entre los asientos, el profesor Kark aún no había llegado, muy extraño en él. Le dedicó una sonrisa a Caitlin, hermanastra de Ethan, a modo de saludo. La mayoría de los lugares estaban ocupados y los que no se encontraban cerca de los problemáticos. Un chico se levantó de un cuarto banco y se movió al final de la fila dejando el lugar completamente libre.

Dejó caer su cuerpo en la silla. La campana hizo su característico sonido. Por la pequeña puerta empujaron chaquetas de cuero y estudiantes neutrales, detrás de estos se encontró con los ojos celestiales del profesor Kark. No entendía cómo un hombre tan apuesto pudiera enseñar una asignatura tan horrible como matemáticas. Un «buenos días» automático fue interrumpido por un «Lo siento» desde la puerta que se abría de repente. Tragó duro e interiormente hacía una cadena de oraciones pidiendo que hubiera otros lugares disponibles en el salón. En cuanto el rubio de tez blanca y ojos claros tomó asiento a su lado supo que sus oraciones habían sido en vano.

Carter no estaba mucho más feliz que Olivia por compartir la primera clase del primer día de su último año. Pero aún así la clase de matemáticas era la clase de matemáticas. Tomó aire profundamente y sacó un cuaderno anillado tamaño A4 y un lápiz. Una larga charla sobre las nuevas responsabilidades que se avecinaban captó su atención mucho menos de cinco segundos, de los cuales tres habían conseguido irritarlo lo suficiente con los suspiros idiotas provenientes de las chicas que se encontraban en los asientos de atrás. Por lo bajo sacó su teléfono, ni siquiera habían corrido treinta minutos y ya quería salir de allí.

— Bien, alumnos, para comenzar con nuestras actividades la primera tarea será hacer una serie de ejercicios de manera dual. —El hombre caminó detrás de su escritorio y metió sus manos dentro de un maletín negro.

Sintió una especie de retorcedura en su interior al oír eso, solo rogaba poder elegir su propio compañero de trabajo. No le apetecía tener que trabajar con Olivia Eastwood, suficiente castigo le era tener que sentarse a su lado ese día.

— Las parejas serán de la manera en la cual están sentados. Así que no se muevan. —Repartió una cantidad de copias a cada alumno para que las repartieran por el salón— Serán pareja de trabajo por lo que resta del año, no quiero problemas y poco me interesa de la pandilla a la que pertenezcan. Tengo memoria fotográfica, no lo olviden.

Hizo crujir sus dedos. Miró a su izquierda, de los labios de la morena se escapó una maldición en forma de siseo. Aclaró su garganta en un intento por llamar la atención de la chica que llevaba unas flores ridículas en su cabeza pero que aún así provocaban un contraste medianamente amigable con el color oscuro de la cabellera. Los ojos chocolate de Olivia se encontraron con los suyos, la mirada resaltada por un delineado negro y unas pestañas arqueadas lo mantuvieron hipnotizado por un momento. Un par de hojas cayeron  frente a él. Miró arriba, Kaden golpeó su hombro de manera amigable dedicándole una risa burlona en referencia a su compañera. Ya se las cobraría en el gimnasio. 

— Haremos esto, —observó a Olivia, hacía  tanto que no escuchaba a la chica hablar y hubiera querido seguir sin escucharla— tú hazlos por tu lado y yo por el mío luego los comparamos y vemos los errores, ¿de acuerdo?  —Asintió sin darle importancia.

Cuarenta minutos habían pasado, los ejercicios se encontraban terminados y verificados en su cuaderno, Olivia continuaba trabajando en uno de los últimos con el profesor Kark. La morena se había negado a recibir su ayuda y él tampoco había insistido mucho. 

La campana sonó, tomó su cuaderno y se aventajó a la puerta. Un brazo envolvió sus hombros, sin dejar de caminar lo quitó de encima y miró a su hermano, el rubio tenía una sonrisa en el rostro y los ojos mantenían un brillo empalagoso.

— Anda, pregunta. —No entendía de lo que le hablaba y se lo hizo saber— ¿no me ves más feliz de lo normal? —Puso los ojos en blanco y  se orilló a los casilleros.

— ¿Qué pasó? —Expresó con fingida emoción. Se detuvo en el casillero asignado ese año y el último que tendría allí.

— Ya tengo cita para el baile. —Una sonrisa autosuficiente y orgullosa tomó lugar en la mitad del rostro de Brett.

— Felicidades, —dijo indiferente—  ¿qué baile? —Con el ceño fruncido abrió su casillero, no sin antes asegurarse bien de que su hermano estaba lejos de ver su clave.

— ¿Lo dices enserio, Carter? —Él asintió ignorando la expresión incrédula de Brett, quien con su hombro se afirmó sobre el casillero contiguo— El baile de inicio, idiota.

Cerró el casillero con fuerza una vez que había dejado su chaqueta negra en el interior y tomado su  libro de historia. No había pensado en eso, a decir verdad. Tal vez llevaría a Anabel, claro, en caso de que Stephen se lo permitiera. 

Se carcajeó mentalmente, eso no pasaría y estaba seguro, Stephen le arrancaría la cabeza.

— Oh, ¿y? —Acomodó su cabello con una mano y dejó su cuerpo caer contra la pieza de metal.

— ¿Y? —Lo imitó su hermano— Carter, ¿acaso no irás?

— Brett, pareces una soltera desesperada. —Puso los ojos en blanco, Brett era un año menor que él y a veces odiaba eso. Su hermano lo miró de mala manera— ¿Qué tan importante puede ser el bendito baile?

— Para mí lo es, iré con Winny. —Carter bufó. 

— Bien, hermanito, finalmente se te dio, ¿eh? —Brett sonrió.

— Así es, al menos eso espero. Ahora me voy, nos vemos en casa.  —Con un saludo distraído el chico caminó y se perdió en la cafetería. Definitivamente su hermano era un Punk Rocker bastante peculiar.

Caminó con la mente en blanco, a lo lejos vio a Gerard, sólo como acostumbraba. Sonriendo caminó hasta él y lo saludo con un choque de manos y caminaron entre risas guturales. Un pétalo azul cayó de su libro, lo tomó bajo la mirada inquisidora y confundida del moreno. Lo apretó en su puño y lo guardó, disimuladamente en su bolsillo trasero, restándole importancia. Debía buscar una pareja para el baile.