Camp Ukiki |NC|

— ¡Isabelle, por el amor al cielo, deja de correr como una desquiciada! – chillo Anne mientras la chica corría por las escaleras y de vuelta.
— Ni creas que salgo de esta casa – contesto mientras se enfrentaban con la mirada cuando la mesa era el único obstáculo entre ellas.
— Solo es un viaje para que te quites el estrés – mintió – verás que será divertido.
— Si claro – negó firmemente mientras sentía como alguien la tomaba por detrás y comenzaba a forcejear con el extraño.
— Vamos querida, se nos hace tarde para el vuelo.
— Gracias – suspiro Anne mientras caminaba hacia afuera jalando las maletas de Isa.
— Si este es un viaje como me dijiste, ¿Por qué solo yo llevo maletas? – inquirió mientras la empujaban dentro del auto.
— Ya verás – contesto su madre sentándose en el asiento delantero – será divertido.
— Como digas – murmuro entre dientes a la vez que observaba como su casa se hacía cada vez más borrosa.


Al principio las cosas eran sencillas. No había nada de malo que tomara el maquillaje de su prima, ella ni si quiera se iba a dar cuenta de que le faltaba si tenía montones en sus cajones, tampoco una blusa entre muchas. Pero los problemas aparecieron, cuando no tomaba las cosas de alguien a quien le daba igual, sus amigas no dejaron pasar el suceso de que tras cada almuerzo, les faltaba un cuaderno, su lápiz favorito u otras cosas que Isabelle, simplemente las tomaba sin percatarse.
No podía culpar del todo lo sucedido con sus padres, pero sí que era un gran factor para que todo estuviera de esa forma. Isa se sentía culpable en cierto punto, ya que si ella no hubiera tomado los aretes de su tía, bueno, tal vez sus padres no hubieran empezado a pelear sobre echar culpas los unos a los otros.
Pero cuando las cosas solo se perdían en casa, la culpable de todo, era Isabelle y siempre era ella a pesar de que en esa ocasión, no había tomado nada.
El desprecio por parte de sus familiares no se dejó esperar, puesto que nadie quería a la “ladrona” en su casa, y eso no pudo ser más doloroso para ella cuando su madre se lo confeso, claro, aún no sabían que estaba pasando realmente.
Por eso mismo, Isa prefería estar en un rincón apartada de las personas, así también como aprendió de las demás personas. Observaba los errores e intentaba corregirlos, así que al poco tiempo, se hizo notar aunque sea un poco, ganando a su verdadera amiga. Natalie.

— Dime, ¿Estoy realmente mal? – pregunto a su amiga por medio del teléfono.

Sus padres la habían dejado en el hotel para llevarla al campamento al día siguiente por la mañana, paso una mano por su cabello y observo por la ventana a la vez que revisaba la hora en el pequeño reloj de la mesita de noche.

— Claro que no – contesto su amiga, Isa se sintió bien de tener a alguien incondicional a pesar de todo – solo es por tu bien...¿Qué te parece esto?
— Te escucho – medio sonrió mientras se metía en la cobija.
— Michael, tú y yo en una película cuando vuelvas…
— Uh no, otra vez no quiero hacer el tercio entre ustedes.
— No me dejaste terminar – bufo Natalie – estoy segurísima que cuando estés de vuelta, tendrás a un chico contigo.
— Idiota – soltó Isa sin poder contener la risa – vale, ya veremos, tengo que colgar.
— Suerte, da lo mejor.
— Claro.

Dejo su teléfono en la mesa al lado del reloj a la vez que mentalmente, se preparaba para lo que estaba por venir, aunque ella no lo haya decidido, ya estaba en ese lugar.


— Mierda – mascullo a la vez que observaba la masa enrome de personas enfrente de ella.

Bien, estaba medianamente preparada para entrar a ese dichoso campamento, pero claro, nadie le advirtió de que todas esas personas estarían en el mismo lugar que ella.
La perspectiva de Isabelle, era simple. Un montón de chimpancés tratando de abrirse paso para ver que cabaña les había tocado. No estaba tan lejos de la realidad después de todo.
Jalo sus maletas hasta una roca que se encontraba justo enfrente del tablón de anuncios y espero a que toda la gente se esfumara, no estaba muy bien con la sola idea de estar rodeada de todos esos cuerpos a sus lados.
Tomo asiento mientras observaba a todas las personas en el lugar, todos parecían correr de un lado a otro, con maletas en mano y un rostro de total perdición, vaya inicio.
Un chico peculiar entro por la puerta viendo a todos lados como si fuera la primera vez que salía al exterior e Isabelle decidió poner toda su atención en aquel espécimen interesante, parecía divertido después de todo. El muchacho dio sus primeros pasos vacilantes, aunque las demás personas pasaban de él dándole algunos golpes con sus maletas o con el hombro, el pobre parecía que iba a caer en cualquier momento, hasta que espectacularmente lo hizo justo enfrente de Isabelle.
Ella no pudo evitar soltar una ligera risa mientras intentaba esconderse detrás de su cabello, pero cuando levanto la mirada, el chico estaba justamente enfrente de ella, a solo cinco centímetros de su rostro. Isabelle salto hacia atrás mientras el muchacho se limitaba a observarla.

— ¿Que-é rayos te pasa? – pregunto tartamudeando a la vez que intentaba levantarse.
— Bueno, tú me estabas observando – apunto el chico mientras sonreía.
— Claro que no – negó mientras sacudía la tierra de su pantalón.
— Que si – repuso – te vi desde que entre, ¿Apoco crees que vas a pasar desapercibida entre todas las personas? – sonrió de forma amigable, aunque Isa se puso colorada enseguida – eres diferente a ellos en cierto punto.
— Oh basta Romeo, te acabo de conocer – comento llena de sarcasmo mientras volteaba a ver a todas las personas aún en el tablón.
— ¿Tienes tu cabaña asignada? – inquirió haciendo que volteara a verlo.
— No – admitió – no quiero pasar entre todas esas personas – se encogió de hombros y se volvió a sentar, como dando por finalizada su charla.
— ¿Cómo te llamas? – volvió a retomar la platica, logrando que ella volviera a voltear.
— Isabelle…
— Isabelle… - hizo un ademán con sus manos como pidiendo que finalizara.
— ¿Rellish? – contesto a modo de pregunta sin saber exactamente si a eso se refería.
— Bien – sonrió dándose vuelta y caminando a donde estaba el tablón.
— No, estas bromeando – susurro para ella misma al ver como el chico se abría paso entre todos.

Lo bueno, alguien estaba muriendo entre todas esas personas por su causa sin que ella se tuviera que meter; lo malo, no quería deberle un favor a ese chico.
Isabelle odiaba deber favores por el solo hecho de que no sabía cómo las demás personas iban a pedir la devolución, recordó el supuesto favor que le hizo a una de sus “amigas” y estuvo a punto de correr lejos de todo, tal vez podría llamarles a sus padres desde un teléfono público, vaya que la creyeron capaz de llamar a la policía local alegando que la habían llevado ahí contra su voluntad, aunque eso último fue cierto.
Paso varios minutos meditando lo que estaba a punto de hacer hasta que el chico salió de la masa de personas con una cara de agobio y varios botones botados. Salvajes.

— Estas en la cabaña amor – anuncio mientras acomodaba su atuendo.
— ¿Bromeas?
— ¿Qué?
— ¿Por qué le pondrías a una cabaña “amor”? – hizo comillas - ¿Qué acaso encontraremos a nuestra alma gemela ahí?
— ¿Qué hay de malo con eso? – se encogió de hombros mientras reía.
— Ya, estamos hablando con puras preguntas y es molesto – bufo Isabelle mientras tomaba sus maletas, dispuesta a buscar su cabaña correspondiente – oh, por cierto – se detuvo en seco haciendo que la volteara a ver – gracias, no era necesario.
— No quería que escogieras la última litera – grito agitando su mano a modo de despedida.

Isabelle rodó los ojos mientras partía por el sendero que llevaba a las cabañas, aunque en sí, no pudo evitar sonreír y después preguntarse porque ese chico torpe la había ayudado.
Tal vez, era un acosador.


Vaya grupo en el que se vio involucrada.
Isabelle en cuanto llego se fue al rincón del lugar ignorando a las dos chicas que estaban ahí dentro, tomo asiento en la cama mientras metía la maleta debajo de ella, siempre iba a preferir la cama de abajo por temor a caerse por la noche, no quería terminar con la nariz achatada.
Al paso de los minutos, las demás comenzaron a llegar, e Isa hizo una lista separando a las chicas del lugar en peligrosas e inofensivas. Pero esa cabaña distaba mucho de ser normal y que sus parámetros fueran acertados. Era literalmente imposible que otro grupo fuera igual de peculiar que esas chicas.
Estaba la chica que andaba de un lado a otro hablando de quien sabe que arcoíris que persiguió hasta llegar hasta a la mina de oro, al menos se veía adorable. Pero luego estaba la otra chica callada, para Isabelle representaba peligro, ya que en ocasiones, las personas calladas son aquellas que son más listas. Luego estaba otra chica que parecía irradiar felicidad, pero así como estaba ella, llego el diablo en persona.

— ¿Qué ves? – demando directamente hacia Isabelle, haciendo que levantara las manos – diablos, me voy a volver loca – mascullo mientras Isabelle la colocaba en una nueva categoría.

Extremadamente peligrosa e imposible de ver, así que la evito el resto del día.

— Vamos chicas, a la fogata, es su bienvenida – hablo una de las encargadas de la cabaña, a quien reconoció como Jennifer.

Isabelle se levantó de mala gana a la vez que caminaba por el sendero y observaba como la chica que hablaba de cada ocurrencia iba de un lado a otro charlando con las personas, si así fuera de fácil.
Al llegar a la fogata, Isa decidió caminar por su propio rumbo y sentarse alejada de todas esas personas, no necesitaba todo eso, así también como no estaba con ánimos de escuchar todas las pláticas alegres e incluso malévolas de algunos.
Apretó su suéter mientras observaba claramente el fuego de la fogata iluminar el circulo donde todos estaban congregados, y a pesar de querer ir y charlar con los otros para parecer normal, estaba gran parte de ella que gritaba que se alejara, no quería tener que lidiar con que todas las personas la volvieran a tachar como alguien que tenían que ir con cuidado, odiaba eso.

— Y bien – escucho que alguien se sentaba a su lado haciendo que saltara del susto - ¿Por qué no estás en la fogata?
— No es mi estilo – contesto encogiéndose de hombros.
— Tienes como una fobia a los demás o…
— No es eso – negó mientras desviaba su mirada de nuevo hacia la fogata – solo que no me gusta eso de…socializar, ni si quiera sé porque te sigo hablando.
— Tal vez por mi enorme carisma – presumió el muchacho.
— Vale, me salvaste de la masa de salvajes antes, pero, no digas que somos amigos aún, estas lejos de eso – sonrió mientras el chico parecía ofendido, aunque estaba fingiendo.

El castaño sonrió y se quedó observando la fogata junto con ella. Isabelle no pudo estar más agradecida por el hecho de que no hablara, una compañía silenciosa era lo que necesitaba en ciertas ocasiones donde no tenía ganas de hablar.
Isabelle lo observo de reojo a la vez que se dio cuenta de que él la observaba continuamente.

— ¿Qué?
— Estaba pensando...Te busque entre todas las personas en la fogata – comenzó explicando – y dime acosador, pero te vi alejándote de todos ahí abajo y decidí seguirte…
— Lo sabía – interrumpió riendo – eres un acosador.
— ¡No! – chillo demasiado agudo haciendo que Isa riera un poco más – En fin – suspiro – ahora, me dices que no somos amigos y bueno, de alguna manera quiero serlo, me caes bien a pesar de tus cambios de humor.
— Y eso nos lleva ¿A dónde? – levanto ambas cejas a modo de pregunta.
— Bueno, ¿Qué puedo hacer para lograr convertirme en tu amigo?
— Tu nombre.
— Sidney Stenning – dijo al instante sonriendo - ¿Eso es todo? ¿En serio?
— Paciencia, también necesitas eso.
— Gracias al cielo que soy una persona paciente.

Y los dos sonrieron, a pesar de tener diferentes motivos para hacerlo.

Hello: